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EL CONCILIO DE TRENTO
UNA INTRODUCCIÓN HISTÓRICA
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DE CANT.\IIRI,\
Bihliot.:,:.i
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Biblioteca Universidad de Cantebria
(diplomáticas, cortesanas, incluso militares). El ejercicio del gobierno «pasto Mientras tanto, el paso de una cultura predominantemente oral a una
ral» se delegaba a otros: la administración de los sacramentos se confiaba a cultura del libro ponía en crisis la hegemonía intele{:tual sobre las masas ejer
capellanes poco preparados y mal pagados; el momento formativo de la pre cida hasta entonces por los predicadores. Los obispos, aun en los casos en que
dicación y el judicial de fuero interno (la confesión} o externo (la inquisición eran conscientes de sus deberes y estaban decididos a afrontarlos, no tenían
contra la herejía) se habían convertido en tareas casi exclusivas de los frailes, ningún poder sobre los frailes, a los que el papado había adoptado como ins
a los cuales, como instrumentos propios, el papado había concedido grandes trumentos de una presencia directa propia en todo el mundo cristiano, con
privilegios. funciones de enseñanza (predicación) y de ejercicio del poder de juzgar
La asamblea de los obispos reunida para el concilio se encontraba, por (Inquisición) y de absolver (confesión). Por otra parte, contra esas pretensio
tanto, de forma perfectamente natural, frente al problema de cómo restaurar nes de dirigir los comportamientos individuales y de gobernar las conciencias
dignidad, poderes y funciones del cuerpo eclesiástico, y de manera especial se levantaban las dudas y las protestas de una sociedad más segura de sus
del episcopado. A la dureza del ataque de Lutero se reaccionó con análoga capacidades para dominar el mundo, más inclinada al individualismo. La pre
dureza; era conciencia común del cuerpo eclesiástico que estaban en juego tensión del mundo de los frailes de constituir una opción de perfección fren
sus prerrogativas y sus privilegios. De hecho, fue precisamente la conciencia te a las formas de indisciplina, ignorancia y codicia difundidas en los con
del peligro que gravitaba sobre sus cabezas lo que explica el tono violento de ventos suscitaba las ironías de intelectuales de gran prestigio, corno Lorenzo
la reacción antiluterana de la gran mayoría de los obispos, haciendo naufra Valla y Erasmo de Rotterdam («Monachatus non est pietas»). El espectáculo
gar desde el principio todo programa de conciliación. de frailes errando fuera de los conventos, a menudo auténticos aventureros
En el concilio se buscó hacer frente a la ofensiva volviendo a confirmar protegidos por sus privilegios y por dispensas adquiridas mediante pago a las
en el plano doctrinal todos los principios sobre los que tradicionalmente se complacientes autoridades de la Curia, a1imentaba el escándalo y la deman
había apoyado aquella pretensión. Pero se era muy consciente de que la obra da creciente de una reforma de la Iglesia. El dinero lo podfa todo en Roma,
no podía limitarse únicamente a la vertiente doctrinal: debía afrontar tam donde a la Penitenciaría y la Dataría se las acusaba de esconder su codicia
bién el problema de 1a crisis de las instituciones eclesiásticas y de su adecua bajo un lenguaje evangélico y pastoral; de la grey cristiana -se decía- sólo les
ción a la transformación de la sociedad que, ya desde mucho antes del ataque importaba la lana para esquilmar (según el dicho: «Curia Romana non petit
de Lutero, se encontraba en el centro de las preocupaciones de tantos movi ovem sine lana»). El ascenso del papado y de su aparato central de gobierno
mientm de rt>forrna y había alimentado una riquísima literatura de proyectos había encontrado en los bienes de los que a lo largo de los siglos la piedad
y de agravios. La empresa no era fácil: la sociedad europea había vivido en religiosa había dotado a iglesias y conventos un depósito al que recurrir: con
los últimos siglos una transformación profunda en todos los aspectos, desde el mecanismo de la encomienda clientes y aliados laicos -los príncipes y la
las estructuras demográficas a las formas de vida y de pensamiento. El orden alta nobleza en particular- habían logrado echar mano a los bienes de anti
eclesiástico no quedó irunune a la mutación: en él se acusaba la sed de ascen guas abadías. Los derechos sagrados reconocidos al clero, elaborados por la
so social y de enriquecimiento de la emergente clase patricia de las ciudades, cultura jurídica y teológica del cristianismo europeo, se transformaron en pri
mientras seguía ofreciendo a 1a nobleza feudal títulos de poder y vías de colo vilegios con el aval interesado de los organismos centrales de la Curia. La
cación para sus hijos segundones. Los conventos femeninos se habían exten materia de los beneficios eclesiásticos era la que ofrecía el espectáculo más
dido desmesuradamente para hospedar y sustraer al mercado matrimonial las evidente y escandaloso: una muchedumbre de clérigos poblaba las universi
hijas sobrantes, que amenazaban con el costo de las dotes el caudal patrimo dades y las emergentes cortes principescas, viviendo de las rentas de lejanas
nial de la familia. Estas instituciones, confiadas al gobierno de los frailes, parroquias, diócesis, abadías, cuyos cargos religiosos eran confiados a vica
tenían la misión de proteger la castidad de sus miembros corno fundamento rios, capellanes u otros sustitutos, carentes de adecuada preparación, mal
del honor de la familia: obviamente, la relación entre las ramas masculina y pagados y por ello obligados a ejercer oficios no siempre dignos.
femenina de las órdenes daba lugar, en condiciones de virginidad for.zada, a Reformar la Iglesia podía significar muchas cosas diferentes: una seculari
episodios escandalosos que hadan protestar violentamente a las familias con zación radical, que anulase su existencia como poder separado o superior, o
tra la ausencia de gobierno eclesiástico y alimentaban el desprestigio de la bien una revisión y una adecuación de sus formas de gobierno a la exigencia
opción monástica. Escritores como Chaucer (Canterbury Tales) y Boccaccio general de una espiritualización y de una adaptación de la oferta de servicios
(Decame1'<m) habían encontrado aht materia para representaciones de la socie religiosos. Pero también esta segunda forma más moderada de reorganización
dad que gozaron de gran predicamento. chocaba directamente contra la estructura de gobierno central de la Iglesia, sus
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exigencias financieras y las formas de su dominio. Como quedó enseguida de buena cultura y preparado de forma ídónea a la admjnistración de los sacra
manifiesto por las listas de impedimenta residentiae recogidas en el concilio, en el mentos y a la celebración de la misa y de los otros ritos sacros. Convenía en
centro de 1a red de abusos que permitía al clero de las diócesis y de las parro particular que el nuevo clero fuera capaz de entender el latín. Y justamente
quias recaudar rentas sin eíercer sus deberes de gobierno espiritual estaban la el concilio fue el lugar en el que esa lengua conoció una victoria histórica des
Curia romana y el sistema de dispensas venales con las que las normas canóni tinada a marcar a lo largo de la Edad Moderna la cultura religiosa de los paí
cas quedaban totalmente vaciadas de contenidos. Pero todo intento de modifi ses católicos. El octavo capítulo del decreto sobre el sacrificio de la misa,
car esos mecanismos estaba condenado al fracaso, al igual que el proyecto (más aprobado en la sesión XXII (17 de septiembre de 1562), estableció que no era
tardío) de realizar una «reforma de los príncipes». La critica intelectual de los lícito el uso de las lenguas vulgares en la celebración; se permitía todo lo más
fundamentos del poder eclesiástico se asimilaba pura y simplemente a la here ilustrar en el curso de la misa de los días festivos el significado de lo que se
jía. Así ocurrió, por ejemplo, a quien prestaba oídos a la demostración hecha leía, con el fin de instruir al pueblo. Por tanto, la enseñanza precisa que según
por Lorenzo Valla de la falsedad de la supuesta «donación de Constantino», el el decreto estaba contenida en el rito debía resultar casi incomprensible. No
documento sobre el que se apoyaba el dominio temporal de los papas. había pasado mucho tiempo desde que, en 1513, Tommaso Giustiniani y Vin
Aun así, se tenía clara conciencia de que la Iglesia podía mantener su cenzo Q!lerini habían aconsejado en su memorial (Libelltts) a León X que
hegemonía sólo mostrándose capaz de ofrecer a la sociedad transformada un impulsara el recurso a versiones en las lenguas modernas para facilitar al clero
modelo de gobierno de las almas a la altura de las exigencias. Se requería un y a los fieles el conocimiento de las Escrituras y de los ritos. La solución tri
cuerpo eclesiástico dotado de buenos estudios, capaz de guiar a individuos, dentina fue, por el contrario, la de imponer al clero el estudio del latín, vetan
familias y colectividades en sus opóones y en las prácticas de la vida cotidia do a los fieles las versiones en vulgar. Los años de la Reforma y de la guerra
na a la luz de la moral cristiana, distribuyendo la gracia mediante una orde de los campesinos no habían pasado en vano: el espectáculo de un pueblo
nada vida sacramental que hiciera sitio a las necesidades de legitimación del imorante que sacaba de la lectura de la Biblia motivos de reivindicaciones
o
mundo de los laicos: por ejemplo, al reconocimiento de la dignidad del matri políticas y sociales no podía sino endurecer el rechazo de un episcopado de
monio. El Concilio de Trente fue el lugar donde se contrastaron las experien orígenes patricios y con títulos feudales, habituado a considerar al pueblo
cias de los obispos y donde los problemas del gobierno religioso de la socie como una bestia irracional que había que gobernar por mandato divino con
dad fueron objeto de atenta reflexión. Por esta vía, por ejemplo, se llegó a la severidad adecuada. Más tarde se encontró una justificaci6n a esa opción en
medida más significativa e innovadora adoptada por el concilio: la reforma del la exigencia de proteger la majestad de la palabra de Dios y de los ritos
matrimonio, aprobada en la sesión XXIV (11 de noviembre de 1562). Más que mediante una lengua desconocida para la mayoría y capaz de envolver en su
la doctrina (los cánones doctrinales incluyeron el matrimonio entre los sacra misterio la sacralidad de lo que se realizaba sobre el altar: por tanto, se acep
mentos y definieron su indisolubilidad, aprobando y legitimando en el plano tó la idea del latin como lengua sagrada". En realidad, este aspecto fue del
religioso el sentimiento natural de amor como fundamento de la sociedad todo extraño a los padres tridentinos; en cambio, les resultó familiar el espec
conyugal) tuvo gran importancia el contenido de los cánones de reforma: con tro de la propaganda de la Reforma que se desarrollaba a través de las versio
el decreto Tametsi se puso remedio a los matrimonios clandestinos (aun reco nes en vulgar de la Biblia. Ello bastó para que la exigencia de vulgarización y
nociéndolos válidos en cuanto fundados sobre el libre consentimiento), impo de aproximación del pueblo a la comprensión de textos y ritos pasara a segun
niendo la obligación de celebrar el matrimonio ante el párroco («in facie eccle do plano y se difundiese, en cambio, la sospecha y la acusación de herejía
siae») tras haber reiterado en tres días festivos sucesivos el anuncio público de frente a quien sostenía opiniones diversas. Se siguió ese camino, de modo
la intención de casarse, a fin de evitar el peligro de la poligamia. La medida que en un segundo momento toda la literatura devota en vulgar quedó bajo
habría de tener consecuencias profundas: perfeccionando y aplicando las nor sospecha y fue retirada de la circulación y censurada. El papa Ghislieri, Pío V,
mas ya establecidas sobre la prohibición del matrimonio por debajo del cuar
prohibió incluso decir el Oficio en vulgar: ,,en [lengua] fraliana, o en france
to grado de parentesco tanto natural como e�piritual, el concilio estableció en
sa, o en alemana, o en cualquier otra vulgar,,u .
esa ocasión que eJ número de los padrinos a los que se permitía tener a los
niños en el bautismo no superase el Límite de dos, a fin de reducir el riesgo de
impedimentos en las comunidades pequeñas. 25 Entre estos, Michel de Mont,ignc en sus Emlis: lo observa F. WAQUET, u lalin º" l'm1pire
d'rm signe, XVl'-XX' síkles, Pads_. 1�98., p. 67.
Para todo ello, se requerla un cuerpo eclesiástico instruido adecuada . . . . . .
76 G. FRAGNITO, la Btbb/1a 111 volg11tt: lt1 cmmr/1 m;/�suzs11r11 e 1 wlgart:aammlt della Smt//mt
mente sobre las normas jurídicas y sobre los conceptos teológicos, dotado de (1471-1605), Bolonia, 1997, p. 56.
74 EL CONCILIO DE TRENTO CUESTIONES DE REFORMA 75
Aun con los límites impuestos por preocupaciones defensivas similares, el control de los trabajos. No es casual que justo entonces estallara el con
el modelo de Iglesia en el que pensaban los padres tridentinos recogía toda flicto más grave de toda la historia del concilio, justo sobre la cuestión clave
vía la herencia de las corrientes reformadoras preluteranas en la preocupación de todo programa de reforma: el deber de residencia de los obispos. La pro
por una mejora moral e intelectual del clero secular, a fin de hacer más eficaz puesta de declarar tal deber de derecho divino, fuertemente apoyada por e1
su «cura de almas». Pero en este camino se encontraba un grave obstáculo ins episcopado español, buscaba r.ort�r de raíz toda posibilidad de conceder legí
titucional y un aún más grave problema doctrinal. timamente dispensas en la materia por parte de los dicasterios romanos.
El obstáculo estaba constituido por los privilegios acumulados en el Se hace evidente así cuál era el problema doctrinal que se presentaba
curso de los siglos por el clero regular; eran privilegios ligados a las funciones ante los obispos en el concilio: se trataba de definir la doctrina del episcopa
que las órdenes religiosas se habían visto confiar desde el momento de su do y la relación entre obispos y papado. En el plano teológico era un arreglo
nacimiento: el control de la ortodoxia y la comunicación de la doctrina ofi entre el sentido de su propia identidad de un episcopado llamado a tomar
cial al pueblo de los fieles, en los grandes ciclos de predicaciones como tam conciencia de sus deberes, pero también de su dignidad, y un papado cuyo
bién en el ejercicio de la confesión. La red de las grandes órdenes, extendida poder era atacado por los reformadores y acosado por las realidades políticas
por toda la cristiandad y dominada por el papado, había permitido alcanzar de los Estados modernos. La acritud del enfrentamiento fue extrema y para
con un mensaje uniforme y de segura ortodoxia a todo el pueblo cristiano, salir vencedor el papado necesitó toda la habilidad diplomática de sus lega·
�s<.:apando completamente al control de las autoridades ordinarias (obispos y dos (y en particular de Morone) y el empleo de nuevas y aguerridas fuerzas a
párrocos). Ahora que se hacía necesario refurzar la función de estos últimos su servicio, como los teólogos de la recién fundada Compañía de Jesús.
y reformar sus costumbres y su disciplina, había también que ofrecerles Como vio bien fra Paolo Sarpi, la onda corta de la reforma moral y discipli
-junto a la obligación de predicar y de administrar los sacramentos- el modo nar del clero fue sobrepasada por la onda larga del proceso plurisecular de
de controlar el comportamiento de los religiosos como predicadores y curas afirmación del papado sobre todo el cuerpo episcopal. El eventual reconoci
de almas. No se puede, por ejemplo, descuidar la importancia de un proble miento de la obligación de derecho divino de la residencia implicaba conse
ma entonces sentido vivamente en las ciudades italianas como fue el de los cuencias radicales en la constitución no escrita de la organízación eclesiásti
monasterios femeninos confiados al control de los religiosos de la misma ca: si se admitía que poder de ordenación y poder de jurisdicción sobre su
orden: frente a los escándalos que estallaban con frecuencia y las acusaciones iglesia se lo confería Dios directamente al obispo en el acto de la consagra
de inmoralidad quf' recaían sobre el comportamiento de los frailes (para ción, ningún poder le quedaría al papado en tal materia.
extenderse a todo el clero) los obispos se encontraban sustancialmente priva La disputa sobre la cuestión de la residencia se resolvió de la única
dos de poderes para intervenir. Desde luego, la cuestión no se presentaba por manera permitida por las relaciones de fuerza reales, esto es, con la derrota de
primera vez y, en todo caso, no fue en Trento donde encontró una solución los partidarios del derecho divino; las consecuencias fueron decisivas sobre
definitiva. Tratada en el ámbito del decreto de reforma de la predicación, todo el cuerpo de las decisiones tridentinas en materia de reforma. En el cen
aprobado en jumo de 1546, y retomada en la última fase (en la sesión XXIV), tro de éstas estaba la estructura ordinaria de gobierno territorial de la Iglesia
obtuvo una respuesta de compromiso que concedía alguna satisfacción for -obispos y párrocos- cuya función en general se quería robustecer y mejorar
mal a los obispos pero dejaba intactos los privilegios de las órdenes religiosas, su representatividad. Una densa serie de medidas revolucionó los mecanis
instrumento demasiado importante en las manos del papado para que desde mos de formación y los sistemas de control sobre el clero secular: la institu·
Roma se pem1itiera que se lesionaran en algún modo sus prerrogativas tradi ci6n de los seminarios fue sólo una entre tantas27• El modelo eclesiástico pro
cionales. Más que confiar un poder sólido en manos de los obispos, se prefi ducido por el concilio fue en buena medida nuevo respecto al que había
rió seguir la vía más tortuosa de reconocerles en determinados casos la potes dominado la sociedad cristiana de los siglos precedentes: caracterizó la Igle·
tad de actuar como titulares de un poder delegado por la Santa Sede apostó sía católica para toda la época posterior. Si en la sociedad de la Baja Edad
lica, frente a miembros de órdenes religiosas (que quedaban así exentos de la Media los límites entre laicos y eclesiásticos habían ido desapareciendo gra
potestad ordinaria de los obispos mismos). Un cuerpo conciliar formado por dualmente (piénsese por ejemplo en la incierta frontera entre los laicos y
pocos obispos, casi exclusivamente italianos, como el del primer período, no
pudo de ningún modo modificar las relaciones de fuerza al respecto. Las
cosas cambiaron en la última fase de vida del concilio, cuando una fuerte par 27 Véase una excelente revisión en el ámbito de una reconstrucción puntual dd caso de
ticipación española y francesa hizo mucho más dificil para 1a Curia romana Siena: Chiesa, chierici, sncerdoti: dero e scminan· i11 Italia Ira XVI t XX stcolo, ed. M. Sangalli, Roma, 2000.
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todos aquellos que vivían con la simple tonsura de las rentas de un beneficio punto capital. A partir de diciembre de 1562, los partidarios del deber de resi
eclesiástico), ahora se restablecieron drásticamente: afirmado solemnemente dir lo sostuvieron en virtud del derecho divino (i11.s divinum) sustrayendo así
el carácter sacramental indeleble del orden sagrado, unas severas reglas impu· al papado como principio toda posibilidad de limitarlo o de suspenderlo. La
sieron límites de edad y controles sobre la preparación para los candidatos, batalla se libró con particular vigor por los obispos ibéricos, guiados por el de
uniformidad y reconoscibilidad inmediata en la vestimenta y en los compor Granada, Pedro Guerrero, y por Bartolomeu dos M;\.rtires, obispo de Braga;
tamientos para todos los miembros del cuerpo clerical. Los instrumentos de pero tuvo notable importancia asimismo la actitud combativa del grupo de
control y de gobierno ya existentes y experimentados esporádicamente antes obispos franceses llegados a Trento bajo la guía del cardenal de Lorena. Jus·
de Trente se retomaron y se hicieron sistemáticos: por ejemplo, los registros tamente este último propuso una fórmula que, aun no hablando explícita
para controlar la praxis sacramental de los fieles dentro de la parroquia, con mente de «derecho divino», afirmaba que «los obispos son puestos por el
vertida en la célula base de todo el edificio. Sobre el clero parroquial, la vigi Espíritu Santo para guiar la Iglesia de Dios en la parte por la que han sido lla
lancia del ordinario diocesano debía ejercerse mediante la inspección perió mados». A las resistencias romanas se respondió desempolvando la tesis de la
dica de la «visita pastoral». Sínodos provinciales y sínodos diocesanos, que superioridad del concilio sobre el papa. La escisión fue profunda y se acen
tenían que celebrarse regularmente cada poco tiempo, debían convertirse en tuó por la intervención personal del emperador Fernando I, que el 3 de febre
las sedes fundamentales para el ejercicio de las funciones legislativas y de ro de 1563 escribió al papa dos letras, una pública y formal, la otra personal,
gobierno de la Iglesia. Un edificio de este tipo se apoyaba evidentemente en para exhortarlo a hacer su deber de pastor de almas y a dejar que el concilio
la presencia regular en las diócesis de obispos preparados y con autoridad: de decretara la obligación de residencia de los obispos decidiendo también si tal
ellos dependía la transmisión hacia arriba -el papado- y hacia abajo -los obligación era de precepto divino.
párrocos y, mediante ellos, los laicos- de todo lo que la sociedad cristiana así El estado de tensión que la iniciativa creo en Roma y en Tren to fue altí
estructurada demandaba para su funcionamiento. simo: parecía levantarse la sombra de una iniciativa imperial frente a un papa
Ahora bien, para impedir que esto sucediese estaban justamente los que no estaba a 1a altura. Las tres mayores potencias que pennanecían fieles
poderes ejercidos por el gobierno central de la Iglesia mediante los oficios de a Roma -Francia, España y el Imperio- estaban de acuerdo en un punto
Curia. Los mismos obispos, primeros beneficiaros del sistema, eran bien esencial y podían poner al papado ante el hecho consumado si llevaban ade
conscientes del hecho de que no era tan conveniente ni posible reestructu· lante su iniciativa. Estaba en juego la misma autoridad papal sobre la Iglesia.
rarlo en sus fundamentos. Sólo se podía modificarlo superficialmente, sin La crisis se resolvió por la mediación del nuevo cardenal legado enviado
destruirlo. Antes del inicio de la última fase del concilio, Pío IV -sabiendo al concilio por Pío N: el cardenal Giovanni Morone que, hábil y consuma
que había que hacer algo en este sentido- delegó en algunos prelados y car do diplomático, gozaba de la confianza del emperador. Sin encerrarse en
denales la reforma de la Cámara, de la Penitenciaria y de la Dataría: eran los Trento, acudió a la corte de Femando I y en una serie de encuentros obtuvo
dicasterios del sistema que gobemaba la hacienda, administraba la justicia y del emperador una sustancial retractación de la amenaza de imponer al papa
distribuía los beneficios. Pero el papa confió la reforma a los jefes mismos de una solución al problema de la reforma o incluso un concilio imperial. Des
los oficios, y esto «hace ver que no pensaba en intervenciones radicales»28• bloqueada la situación en el plano político, la partida en el concilio se reve
Ante el continuo esquivar la demanda de reforma «in capite,,, fue en Trento, ló más fácil de lo previsto. En la solemne sesión del 15 de julio de 1563, sép·
en la discusión sobre el decreto relativo a la obligación de residencia de los tima de esta fase y vigesimotercera de todo el concilio, los decretos propues
obispos, donde el problema eclesiológico de la relación entre episcopado y tos por los legados fueron aprovados sin dificultades; la ordenación era reco
papado surgió dramáticamente, amenazando con bloquear los trabajos y nocida como un sacramento, la jerarqlúa eclesiástica como un ordenamiento
hacer fracasar toda la empresa. Si los obispos no podían gobernar sus dióce querido por Dios por encima de los fieles, cuyo sacerdocio universal, si no
sis se debía a la praxis curial que limitaba y obstaculizaba su ministerio. Los negado teóricamente, se reducía a fórmula genérica. En la definición de las
proyectos de reforma presentados en nombre del emperador Fernando y por razones de la superioridad del obispo respecto al simple sacerdote y de su
los portavoces del episcopado francés habían llamado la atención sobre este relación con el primado papal, los decretos no profundizaban demasiado el
análisis; así, al afirmar la obligación de la residencia se declaraba que era un
mandato de Dios, pero no se llegaba hasta la afinnaci6n del ius divinum que
28 H. Jeo1N, Historia dtl Concilio de Trmto, trad. cast., Pamplona, 1972-1981, TV/1, p. 148. era particularmente caro a los españoles. La división del concilio sobre la
Alain Tallon ha observado que •une dcstruction totalc du systeme• e.ra imposible, por ra1.oncs polí
ticas, económii;as y sociales (Le Condle de Trmtt, París, 2000, p. 69).
cuestión doctrinal, en todo caso, era evitada. En los artículos de reforma
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tomaba cuerpo la significaúva demanda de vincular la preparación del clero En este punto, el concilio se encaminó decidida y casi precipitadamen
a la frecuencia de escuelas en las iglesias catedrales. El modelo en el que se te hacia su conclusión. El papa, tras haber barajado hipótesis de suspensión
habían inspirado Los padres tridentinos era el de un proyecto elaborado por en el momento de crisis más grave, ahora que el escollo se había superado
¡
quería que se terminase cuanto antes. El momento estaba bien escogido: la 1
el cardenal Reginald Pole para el sínodo londinense de 1556, en el curso de
representación de los obispos en Trento no había sido nunca tan numerosa
1
la efimera restauración católica inglesa: Pole había hablado de la escuela que
tenía en mente definiéndola como un vivero (seminarium). De ahí debía gene (en la sesión de julio participaron hasta 236 obispos, en su inmensa mayoría
ralizarse en lo rncesivo el término «seminario». Pero quedaba totalmente sin italianos pero con presencia significativa de españoles, portugueses y france
definir la cuestión de cómo dar cuerpo a aquellas escuelas: el concilio fijó ses). Estaban ausentes los obispos alemanes, una ausencia que por ella misma
únicamente el sistema de financiación sobre los bienes de las iglesias. En demostraba lo poco que se había tenido en cuenta en el concilio la situación
cuanto a qué enseñar y con qué profesores, la respuesta era dificil. En la prác de Alemania. Pero ahora había que concluir: e l rumor de una enfermedad del
tica, fue el modelo del Colegio romano de los jesuitas el que se impuso y a papa aceleró el proceso de conclusión. A costa de una intensa actividad diplo
la Compañía de Jesús se dirigieron muchos obispos para obtener profesores mática se logró el consenso del emperador y se limaron las resistencias del
capaces de preparar a los futuros eclesiásticos en la ciencia de los casos nece· cardenal de Lorena, cabeza de la delegación francesa. Resueltas de algún
saria para administrar las confesiones y, más en general, en el conocimiento modo (un «compromiso» lleno de debilidades, segúnJedin)2' las cuestiones de
del latín y de fa. teología. la refom1a de la Iglesia con los documentos aprobados en las sesiones XXIII
El ordenamiento diseñado por el concilio fue el de una Iglesia que tenía y XXIV, se dedicó una última sesión a una puntualización doctrinal final
en el centro de su restaurada dignidad el deber de la «cura de almas,>. Un clero sobre materiales de primer plano e11 el conflicto con los protestantes: la vene·
bien preparado, controlado en el momento de la consagración y periódica· ración de los santos, las imágenes y el Purgatorio. En estos tres casos, las doc
mente inspeccionado por el obispo, debía administrar la vida religiosa de su trinas aprobadas por el concilio consolidaron el muro erigido contra las tesis
pueblo llevando una cuenta precisa y verificable mediante el uso de los regis de la Reforma protestante: relanzaron con vigor contra toda tendencia ico·
tros parroquiales: aquí, en particular, debían anotarse el bautismo y el matri noclasta el recurso a las imágenes devoras; reconocieron la validez de la inter
monio, pero se debía también tener en cuenta en general la vida sacramental cesión de los santos y, sobre todo, sancionaron la doctrina de la autoridad de;
de los laicos. la Iglesia incluso sobre las almas de los difuntos en el Purgatorio. Q!:ledaban
Pero, rn el momento en que se disolvió el concilio, se había hecho muy en suspenso materias fundamentales: la redacción de un catecismo católico,
poco para garantizar la condición fundamental de la •reforma tridentina», la formación de un índice de libros prohibidos y la respuesta a los obispos
esto es, la residencia de los obispos: el modelo dominante de obispo en los alemanes que solicitaban la concesión del cáliz a los laicos. Tareas compro
países católicos -y en particular en los Estados italianos- seguía siendo el de metidas y embarazosas, que se prefirió dejar a otros y en particular al papa.
un hombre de corte y de negocios, empleado en actividades diplomáticas, El 4 de diciembre de 1563, en una concurrida y emotiva ceremonia, el
políticas o militares, o bien mantenido en la corte con funciones de alta buro cardenal Morone pudo decretar solemnemente concluídos los trabajos. El
cracia y de lucimiento cultural. Las rentas de las mesas episcopales siguieron Concilio de Trento habla terminado. Los padres conciliares habían definido
distribuyéndose a título de recompensa por méritos de fidelidad política o de doctrinas, reordenado normas, elaborado propuestas; quedaba únicamente
servicios rendidos a pontífices y soberanos, con el efecto inevitable de difi que todo cuajara en la realidad.
cultar la aplicación de aquella obligación de residencia ratificada por conci
lio. Si antes del concilio los casos de abandono de la corte para hacer efecti
va la residencia en las diócesis fueron sumamente raros y debidos a circuns
tancias excepcionales, después de Trento las cosas no cambiaron mucho. No
es casual que el modelo más célebre de prelado postridentino estuviera repre
sentado por Carlos Borromeo, convencido solo por motivos de conciencia
para abandonar su posición de cardenal nepote y la dirección de los asuntos
políticos del papado para trasladarse a la sede de la archidiócesis de Milán: la
l9 •La reforma eclesiástica decretada en las dos últimas sesiones del concilio dejaba en lo esen·
sensación causada por esta decisión dice mucho sobre la dificultad de hacer cial intacto el sistema curial formado en la baja 'Edad Media [ ..• ] Lo que usualmente se denomina
efectivos los modelos de comportamiento que el concilio había plamficado. "reforma tridentina" fue por lo pronto sólo una posibilidad, no una realidad• (o. cit., lV/2, p. 281).
VIII CAPITULO
la e �ición auténtica remitida desde Roma, se tradujo enseguida a las lenguas sión religiosa en términos que quitaban al emperador todo poder en tal sen
nacionales y se transmitió oficialmente al clero, requiriendo su observancia y tido. Nació entonces un derecho religioso imperial que garantizaba la tole·
prometiendo la ayuda del brazo secular. Desde las capitales de los dos gran rancia de confesiones diversas: el papa Pablo IV, implicado en el conflicto
des imperios coloniales, los decretos atravesaron los océanos y llegaron por con España (en virtud del cual su sobrino Cario Carafa había incluso ofrecí·
la vía más rápida al clero y las autoridades de los virreinatos y de los domi do una alianza a los príncipes protestantes), evitó condenar esa novedad revo
nios extraeuropeos. Particularmente entusiasta fue la acogida reservada a los lucionaria. Así, en la Dieta de Augsburgo de 1566, se discutió sobre el conci
decretos en Portugal por el cardenal infante don Enrique, regente en nombre lio clausurado poco antes, pero por iniciativa de los estados imperiales pro·
del joven rey Sebastián: desde aquí se cüo noticia hasta al rey del Congo, en testantes que presentaron una relación de gravamina. El documento se abría
el contexto de las relaciones oficiales existentes entonces entre las dos dinas con una larga impugnación teológica del papado y de las doctrinas aproba
tías33. Procedimientos análogos se siguieron en los Estados italianos y en Espa das en el concilio y se cerraba renovando al emperador la invitación de Lute
fia. Felipe II puso algunas limitaciones, pero en el enorme imperio español, a ro a proceder a la convocación de un concilio de la nación alemana para apli
ambas orillas dd Atlántico, el patronato regio sobre la Iglesia no creó obstá car la refonna del pueblo cristiano. Los estados imperiales católicos replica
culos a la aplicación de los decretos. ron con escritos de sentido opuesto y todo tenninó ahí: el emperador Maxi
En cambio, ni Francia ni el Imperio habsbúrgico recibieron formalmen m.iliano II (1564-1576) necesitaba ayuda para hacer frente al avance turco en
te los decretos conciliares: en estas dos áreas las reiteradas tentativas de obte Hungría y tenía el máximo interés en confirmar las cláusula� <le la paz de
ner la sanción oficial de éstos por los poderes políticos toparon con persis 1555, siquiera para poner en dificultades al príncipe elector del Palatinado
tentes negativas. En Francia, la regente Catalina de Médicis nombró una que había introducido el calvinismo en el Imperio. El cardenal legado Gio
comisión de cinco juristas que redactó sobre la cuestión un parecer negativo: vanni Francesco Commendone convocó entonces una asamblea separada de
las tradiciones galicanas y las divisiones religiosas hacían desaconse¡able una los estados católicos y les propuso, con un discurso muy elaborado y emoti
implicación decidida de la monarquía en esa dirección. Las resistencias a la vo, recibir los decretos conciliares de carácter doctrinal y de reforma. Los tres
aceptación formal, demandada asimismo por la bula papal de aprobación, órdenes deliberaron por separado y concluyeron con una respuesta afirmati
e �tuvieron dictadas por consideraciones de diverso tipo, religiosas pero tam va. Por esta vía poco oficial, pues, el Tridentino hizo su ingreso en la situa
bién y sobre todo políticas. El jurista Charles Dumoulin dio voz a la disi ción alemana; el papado, ante la línea de comportamiento seguida por la
Ut:nüa rdigiusa calvinista, pero también a la defensa de la autoridad de la autoridad imperial (formalmente católi,:i), se limitó a disimular. Sólo en el
monarquía y de los privilegios de los cuerpos de la sociedad fr ancesa, en su siglo siguiente, ante el resultado de la guerra de los Treinta Años, la actitud
Conseil sur ltfiiict du concite de Trente; recibiendo y reconociendo los decretos romana carnbi6 y se pasó a las protestas públicas y airadas. Pero de hecho el
tridentinos, Francia se convertiría en «un país de obediencia papal», anulado Imperio mostró su nueva identidad ya en esta fecha: con una inflexión his
de golpe «no sólo el poder soberano del rey, sino también la autoridad de los tórica significativa, el de Trento fue el primer concilio que no fue aceptado
Estados de Francia, las libectades y los derechos del pueblo y de la Iglesia gali por el Imperio cristiano.
cana». Un soberano católico no podía dejar de tener en cuenta el tipo de rela Q!¡edaba el papado como la única fuerza determinada a aplicar las deci
ciones que se habían establecido entre la monarquía y las iglesias. De hecho, siones de Trento. <Cómo actuó para lograr este objetivo? La cuestión es evi
la introducción de los decretos tridentinos conoció una única admisión for dentemente inseparable de la de la interpretaci6n que eo Roma se dio del
mal: la tardía recepción por parte únicamente de la asamblea del cl ero en los concilio: es fácil imaginar hasta qué punto predominaron en esa interpreta
fütados Generales de 1614. ción las formas y las instancias de control jerárquico y las necesidades de
Algo parecido ocurrió en el imperio habsbúrgico, donde las divisiones lucha contra la herejía. En todo caso, en Roma se dio un fuerte y decidido
religiosas internas bloquearon la vía de la aceptación oficial del concilio1._ La impulso a la aplicación del concilio. La razón es sencilla: mediante la acep
paz religiosa de Augsburgo, e n 1555, había sancionado el principio de la divi- tación de los decretos del Concilio de Trento, confirmados y hechos suyos
por el papado, pasaba asimismo el reconocimiento del poder romano de
gobierno sobre todo eJ mundo católico, por encima de las fronteras de los
33 Cf. M. CAETAN?,:Recep��o e eiu:cu�ao.dos decretos do Concilio de Trento cm Portugal•. Estados nacionales. Como bien comprendió fra Paolo Sarpi, aquello que se
Rrou. t�f Far11/dadt dt D1m1o dt1 Umvmufadt
_ dt Luboa, 19 (1965), pp. 7-87, en particular p. 11, nota.
' éase, so re Wc aspecto, el ensayo de K. REPCEN, •Impero e Concilio (1521-1566)•, en // había temido se revelaba ahora como el medio más eficaz del centralismo
Y !'
. . d, Trmto, ti modm,o, ed. P. Prodi y W. Reinhml, Bolonia. I 996, pp. 55-99.
Co11C1ho romano. En este marco se situaron las iniciativas romanas dedicadas al com-
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plemento de la obrada que el concilio había dejado interrumpida. La asam garantizado) se insinuaron en la manera en que en Roma se llevaron a cabo
blea conciliar había confiado al papado una labor específica de complemen esos legados del concilio; esto es algo particularmente evidente en el caso del
to sobre tres problemas que no se consiguió resolver a tiempo antes de la catecismo, que se publicó en 1566 con el título de Catechism:,s ex decreto Conci
clausura: el Índice de los libros prohibidos, el catecismo y la reforma de los lii Tridentini y fue conocido con el mucho más elocuente (aun si geográfica
libros litúrgicos. Otra labor complementaria, no prevista, fue la redacción de mente contradictorio) de Catecismo romano del Concilio de Trento. Nacido con el
la Pro.fessiofidei tridentina. No se trataba de añadidos desdeñables: en la expe propósito de ofrecer una alternativa válida a toda aquella diversa literatura cate
riencia colectiva de la época postridentina, la obra del concilio se identificó quística de principios del siglo XVI, buena parte de la cual había sido segada por
generalmente justo con estos tres puntos que el concilio no había tratado el Índice de Pablo IV, algunos padres conciliares lo habían concebido como un
pero que fueron realizados en su nombre. texto breve y sencillo, inspirado en modelos erasmianos; en la redacción reali
La cuestión de la censura como instrumento de lucha contra la difusión zada por una comisión de tres dominicos se convirtió en una auténtica suma
de ideas protestantes estaban en el orden del día. La obra de la Inquisición y el teológica de fuerte cuño tomista. En cuanto a la Pro.fessiofidei, el concilio la dis·
clima de guerra religiosa sin cuartel contribuían a ello; por otra parte, las enor cutió en mayo de 1563, proponiendo que obispos, párrocos, abades y otros
mes dificultades suscitadas por el Índice de Pablo IV por su drástica e indiscri eclesiásticos, antes de la provisión de su beneficio, debieran prestar juramento
minada violencia ante la circulación de libros reclamaban una intervención recitando un breve texto (en el que, quizá a sugerencia de los obispos france
conciliar. A los legados les habían llegado súplicas como la de Francesco Mau ses, se insistía en la doctrina de la presencia real con evidente sentido antical·
rolico, que proponía no sólo la eliminación de todos los libros de autores sos vinista). Pío IV promulgó un juramento bastante más amplio (14 de noviem·
pechosos, sino también un programa de ediciones romanas de una biblioteca bre de 1564) que desde entonces formó parte de las ediciones de los decretos
de autores ortodoxos35• La guerra de religión, entretanto, seguía resonando en tridentinos y se hizo obligatorio no sólo para obispos, abades, priores y párro·
las salas del concilio, el cual, sin embargo, no osaba invadir ámbitos ya ocupa cos en el acto de la asunción de su oficio, sino también en un gran número de
dos por la iniciativa papal por medio de instrumentos extraordinarios como la ocasiones: de modo particular, el juramento de la fórmula de fe estuvo presente
Inquisición. La demanda de formas de uniformización ideológica y ritual tales en el mundo universitario, como parte integrante de la graduación. Además, se
que permitieran el reconocimiento de las partes en conflicto tampoco encon recurrió a él, en general, para empleos públicos como los de médico o maes·
tró respuestas satisfactorias por parte del concilio: si es superfluo recordar la tro. La Pro.fessiofidei era tridentina en el sentido de que resumía todas las doc·
importancia negativa de un instrumento como el Índice de los libros prohibi trinas afirmadas por el concilio, pero era también romana en cuanto se con·
dos, no hay duda de que no tuvieron un peso menor, en la percepción de los cluía con la promesa de obediencia a la sede romana y al papa. En el marco de
contenidos positivos del catolicismo postconciliar, ya la liturgia renovada, ya las confesiones de fe que caracterizaron toda la época -justamente definida por
ese catecismo y esa profesión de fe a los que se llamó sumariamente «tridenti ello como «edad confesional»- representó la variante católica del nuevo mode
nos» sin que hubieran sido producidos por el concilio. Preocupaciones de tipo lo de pertenencia religiosa y eclesiástica. Frente a las confesiones precedentes y
contrarreformista (en el sentido del control de la ortodoxia con una fuerte coetáneas, desde la «augustana» de 1530 a la «reformada» o calvinista, resalta la
carga de sospecha hacia todo aquello que no respondía a un modelo único y coexistencia en la católica de la exposición analítica y consciente de las doctri·
nas y el principio sintético de la obediencia al papa: fue sobre todo este segun·
do elemento el que se hizo dominante, por ejemplo en las abjuraciones de los
JS El erudito siciliano registraba la novedad de la situación: había que combatir no sólo here·
jes individuales sino territorios enteros (•magna oppida et ingentes provinciae»). Y observaba asi·
procesados por herejía. La fórmula sintética «Credo quod credit Sancta Mater
mismo que desde los Abruzas se había difundido la «peste» de la lectura de Erasmo, Melanchton, Ecclesia» se impuso como la forma más simple y eficaz para anular toda duda
Zwinglio y otros herejes alemanes, a quienes definía como auténticos •antropophagi», presentes no sobre las tentaciones del subjetivismo en materia de fe.
sólo con sus obras sino con prefacios y ediciones de textos ajenos; su propuesta, indicativa del dima
que llevó a las ediciones romanas de Paolo Manuzio, era que se convocaran a Roma hombres cloc· Esta acentuación de los aspectos de uniformidad jerárquica y doctrinal
tos, y con �l!os los 1i1ejores impresores, y se procediera a la impresión de todo aquello que se refi· presente en los complementos romanos a la obra del concilio no se debía úni
nera a los ntos sagrados, a la educación y a la histo.ria sagr.ida (•ad cerimonias, et ad morurn insti· camente a la particular óptica de la sede papal, sino que dimanaba también
tuta, quae ad sacras historias•). F. MAUROUCO, «Ad reverendissirnos Tridentinae synodi legatos et
antistites», en Sica11icar111n remm comptttdium sive Sica11icae historitlJI libri sex, Ludguni, surnptibus Petri de la profundización de los conflictos religiosos, cada vez más sensibles res·
Vander, s.d., pp. 322-323, citado por M. R. Lo FORTI! SCIRPO, «Franccsco Maurolico: autobiografia pecto a los años del inicio del concilio. Es algo que se advierte, por ejemplo,
e sa _Pienza alla fine del Medioevo», en I.:a111obiografia ne/ Mediof.'IJO, Atti del convegno storico inter
naz,onale, Spoleto, 1998, pp. 307-330, esp. p. 318. Sobre Maurolico véase R. MOSCHEO, Francesco
en lo que es ciertamente el fruto más tardío de los debates tridentinos: la revi
Maurolico Ira Ri11asci111ento e scimza galt1eiana: materiali e rictrd1t, Messina, 1988. sión de la Vulgata, publicada en 1593 y denominada Vulgata Clementina. Se
92 LA APUCACIÓN DE WS DECRETOS DE REFORMA 93
EL CONCIUO DE TRENTO
había hablado del asunto en el concilio desde 1546, en el contexto de pro con prerrogativas particulares. Si el nuncio era el instnunento de transmisión
puestas fuertemente innovadoras en materia de predicación y enseñanza del de las directivas romanas y de control sobre su aplicación, a sus espaldas exis
cristianismo. Se planteó entonces asimismo la redacción de un catecismo que tían organismos centralizados para el gobierno de tales materias: para Alema
fuera �n instrumento de iniciación a una teología positiva y no litigiosa, nia, operaba una «congregación alemana» instituida por Pío V.
embebida profundamente en los textos evangélicos y bíblicos. Este era el Pero en esos mismos años era toda la forma del gobierno de la Iglesia
modelo hacia el que los padres tridentinos querían orientar la predicación, católica la que sufría un replanteamiento general, más adecuado al carácter
adhiriéndose a las tendencias erasmianas y evangélicas del primer siglo XVI. ahora alcanzado de auténtica monarquía papal: si la acción del papado se
Para el catecismo, ya se ha visto que la realización fue distinta de esos prime ejercía en el plano diplomático mediante las nunciaturas, sin distinguir las
ros proyectos; la Biblia no corrió mejor suerte. La Vulgata Clementina, si materias políticas en sentido estricto de las de naturaleza eclesiástica y reli
materializó una exigencia del concilio, lo hizo en una situación en la que la giosa (como la aplicación de los decretos tridentinos), una transformación
Biblia había salido totalmente de la experiencia religiosa del catolicismo: la análoga se producía en el sistema central de gobierno de la Iglesia: en lugar
rígida prohibición de las Biblias en vulgar del Índice de Pablo IV {1599) y del del consistorio como órgano supremo, en el que el papa figuraba como pri-
de Pío IV (1564), la más general sospecha hacia toda forma de recurso a las 1nus interpares, se erigió un sistema de congregaciones que dividieron y absor
Sagradas Escrituras no mediada por el cuerpo eclesiástico y -en último lugar bieron el trabajo de los cardenales, coll.vertidos así en una especie de alta
pero nu mt!no� importante- el descrédito teológico del evangelismo del pri burocracia con fum:iunes Je racionalización y despacho de una gran masa de
mer siglo XVI, extirpado mediante el empleo sistemático de la Inquisición, asuntos. El sistema de las congregaciones pareció definitivo y oficial en 1588,
habí�n hecho de la Biblia una especia de objeto peligroso, que había que cuando Síxto V (bula Jmmmsa aeterni Dti, 22 de enero) reorganizó de tal
mampular con mucha cautela. Q!ie la propaganda calvinista se apoyase en la modo toda la Curia romana: en las quince congregaciones entonces formali
difusión de Biblias en vulgar para la conquista de tierras católicas es un sín zadas no es fácil distinguir las que se debían ocupar del dominio temporal del
toma de esta situación. papado de las que tenían reservados los asuntos eclesiásticos, y aún más difi
En cuanto a los instrumentos creados o al menos utilizados por el papa cil resulta distinguir aquellas que de algún modo tenían relación con la apli
cación de los decretos tridentinos. El entrelazamiento temporal-espiritual
� º pa :'1 la a�l!cación del concilio, los más significativos fueron los de tipo polí
t1co-d1plomat1co. En el plano politico, como hemos visto, se habían encon aparecía inextricable, mientras la normativa tridentina cumplía la función de
trado las mayores dificultades para la recepción de los decretos tridentinos: p11ntn de referencia general, o más bien de cañamazo sobre el que tejer una
F�lipe II había dejado a salvo explícitamente sus derechos reales al aceptar ofi cantidad exorbitante de intervenciones y decisiones, con el efecto de conjun
cialmente los decretos (1564), mientras que en Frncia a
el rechazo estuvo moti to, desde luego no previsto ni deseado por los padres tridentinos, de desau
vado por la exigencia de evitar cesiones en materia de derechos y «libertades torizar a las iglesias locales y de fundar la supremacía romana.
galicanas» tradicionales, que quedarían disminuidos por el reconocimiento del El modelo romano y la iniciativa papal no fueron, desde luego, la única
vía de aplicación de que dispusieron los decretos tridentinos a partir de la
�ª!:'ª como «obispo de la Iglesia universal». Aquí la oposición fue tan fi rme que segunda mitad del siglo ll.'Vl. Había también un trayecto diferente, que fue
umcamente en 1615 la asamblea del clero de Francia admitió oficialmente los
decretos, tras recibir la enésima negativa por parte de la monarquía de proce seguido por muchos y que puede ejemplificarse por el comportamiento de un
der a la publicación oficial de los mismos. El doble movimiento por el que'el prelado galicano, el obispo de Verdún Nicolas Pseaume. Apenas verificada la
papado romano tendía a configurarse como una monarquía temporal y los clausura del concilio. Pseaume suscribió sus actos y partió a su diócesis
Estados territoriales tendían al control directo de la administración de la vida donde, el 23 de enero ·de 1564, predicó al pueblo para ilustrar la obra del con
religiosa alejaba a ojos vista las posibilidades de entendimiento en este terreno. ciljo, celebrando inmediatamente después el sínodo diocesano preV1sto por
Por ello se comprende bien la tendencia romana a apoyarse en instrumentos los decretos tridentinos. Comportamientos de este género fueron más bien
de tipo precisamente político-diplomático, entre los cuales había uno funda numerosos en los países católicos. El obispo de Braga, Bartolomeu dos Már
mental, el de las nunciaturas: a la red diplomática que ya existía y que hacía de tires, convocó un concilio provincial en 1566 al que sometió un memorial de
Roma un centro diplomático de importancia mundial, se añadieron nuevas gran amplitud". Acffiaciones análogas perfilan la línea fundamental de la
nunciaturas con misiones específicas de coordinación y de impulso para la
�plicación de los decretos tridentinos y la penetración religiosa. En Alemania, 36 Mtmoriats pMa o S. Conál. Brtuarmu Prouincuú, que pub/Jco11 o R.-16r Dom.ftry 8arrholomt11 dos
¡unto a la nunciatura ordinaria, se erigieron otras dos, en Colonia y en Graz, Márltrer(1566), editado en Outorio Dominiuwo Porll(gUls, Bartholomcana Monume.nta TI, Opono, l972.
94 El. CONCILIO Dé TRENTO LA APLICAClÓN DE !.OS DECRETOS DE REFORMA 95
«reforma tridentina», que se confió a l a obra de hombres como éstos, que tra entre la elaboración de las iglesias locales y la sede papal. Tras el concilio, el
_ desarrollo del derecho pontificio se hizo en detrimento de la produccíón
du¡eron los decretos en instituciones y uniformizaron -diócesis por diócesis
y, a veces, parroquia por parroquia- los comportamientos de sus pueblos legislativa de los sínodos díocesanos19• Mientras los poderes romanos interve
según las reglas fijadas en Trente. Sin embargo, caracterizar de manera uni nían fuertemente sobre la vida de las iglesias locales, a los obispos se les nega
forme como «reformadores» a todos los agentes de aplicación de los decretos ba totalmente la posibilidad de emplearse en la reforma de la Curia que el
conciliares no ayuda a comprender y a distinguir, sino que lleva más bien a concilio se había limitado a considerar deseable.
confundir un clero de funcionarios obedientes a directivas generales llovidas Si esto sucedía en las pequeñas realidades de los Estados italianos, no
del cielo con aquellos que se movieron como ejecutores convencidos de un me11os complicadas eran las situaciones en las que debieron actuar los obis
modelo de vida religiosa que, por el contrario, se fundamentaba en las insti pos de los Estados mayores de la Europa católica. Los protagonistas tridenti
tuciones de la iglesia local. El cuadro de conjunto que los estudios existentes nos de la defensa del poder y de la dignidad del obispo debieron experimen
permiten delinear todavía tiene lagunas y resulta fragmentario; pero no hay tar al volver a sus diócesis lo poco que el concilio había modificado la situa
duda de que existen casos individuales significativos, como los ya recordados. ción. Entre aquellos que se habían expuesto más en la discusión del verano
Particularmente conocidos y estudiados son los de san Carlos Borromeo en de 1563 sobre las relaciones entre obispos e inquisidores, figuraban los espa
Milán y de Gabriele Paleotti en Bolonia, protagonistas de una tentativa de ñoles Pedro Guerrero y Pedro González de Mendoza, así como el portugués
vitalizac1ón de las instituciones diocesanas a partir de aquel modelo de obis Bartolomeu dos Mártires; gracias a su actuación se obtuvo el reconocimien
po-pastor, preparado y residente en la diócesis, que se había evocado repeti to del derecho de los obispos de absolver en el foro penitencial del delito de
damente en Trente. El obispo, más que el suspicaz guardián de la ortodoxia herejía, un punto capital que se tomaban muy mal la Inquisición española y
de la «grey» o el eficiente b urócrata fiel a directivas de otros, era en estos casos Felipe II'º. Una vez vueltos a su patria, debieron rendír cuentas a los poderes
(o aspiraba a serlo) el punto de referencia de la vida religiosa colectiva, el ani a los que habían desafiado y alcanzar en cada momento los compromisos que
mador y el guía paternal de los fieles, el protagonista de una conquista de las permitían los equilibrios de fuerzas. En el contexto italiano, particularmente
almas3': lo que no significa que se olvidase la función de protección de la significativa fue la tentativa de Carlos Borromeo de revitalizar la institución
ortodoxia, que de hecho cobró en la obra de Carlos Borromeo aspectos de de la provincia eclesiástica. La trayectoria de este cardenal nepote, que había
no�able dureza. Pero el acento puesto sobre la importancia de la figura del gobernado desde Roma el último periodo del concilio y que luego, converti
obispo llevaba a rolerar mal la imposición de las exigencias del poder políti do en arzobispo de Milán, habla aplicado la norma lridenlina de la obliga
co central, fuera el español en Milán o el papal en Bolonia. Son célebres las ción de residir personalmente en la diócesis, ofreció entonces un modelo de
controversias entre Carlos Borromeo y el gobernador español en materias que gran eficacia de cómo se podía entender y realizar la propuesta tridentina.
iban del poder jurisdiccional del tribunal episcopal al gobierno de la morali Más tarde, su canonización habría de hacer ejemplares sus virtudes morales
dad colectiva. Pero incluso en Bolonia, en la relación entre el obispo y un personales, contribuyendo a poner entre paréntesis lo que en su experiencia
p�pado que tenía plenitud de poderes espirituales y temporales, el primero se de gobierno episcopal había llevado a conflictos con el centralismo romano:
_ con ello la obra legislativa y de gobierno volvía a circunscribirse al marco de
vio obligado a luchar por conservar un poder autónomo de gobierno de la
diócesis. En vano recurrió Paleotti a la Congregación del Concilio en la con la provincia eclesiástica. Junto a los sínodos diocesanos, los concilios provin
troversia que lo oponía al capítulo de la catedral en materia de aplicación de ciales se hizo que funcionaran corno instrumentos de un gobierno de la Igle
los decretos del concilio mismo: la apelación de los canónigos a Ruma y la sia no dominado exclusivamente por la cúspide romana.
intervención del gobernador mostró que incluso en el Estado de la Iglesia El análisis de las trayectorias institucionales de este modelo de reforma
había «impedimentos grandes» para el obispo que quería únicamente hacer tridentina no puede considerarse todavía completo; no hay duda, no obstan
«su oficio»31 • Existían todavía menos posibilidades para revitalizar la relación te, de que hombres como Borromeo, Paleotti, Guerrero, Barto]omeu dos
l? Véas la ir.i rtante investigación de W. DE BOER, Tbe Co11q11es1 eftht So11l: Co1!fe,sio11, Dis 39 Cf. !de.m, •Note sul problema della genesi del diritto della Chiesa post-tridentina nell'eta
. . � � moderna•, en Leggee Vangelo, Brescia, 1972, pp. 191-223.
c,plmt and P11blzc Odtr 111 Co1111ter-&formatirm Mifa11, Leiden, 2001.
l& De una carta de .Paleotti a monseñor Giovanni Ba1tista C3Stelli, 19 de diciembre de 1569 40 Cf. S. PASTORE, ,Roma, il Concilio di Tm1to, la nuova lnquisi1.ione: alcune considera2io
(cf. P. Paom, // Soumno Pontefict: 111, corpo, dl(t a11i111t: la monard1ía papa/e i11 ria 11rod1ma' Bolonin' ni sui rapporti tra vescovi e inquisitorí nella Spagna del Cinquecento•, en L'fru¡uisízionr e gli storici·
1982, p. 279; pero vifase todo el cap. VII. pp. 251-293). 11n canlim aperlo, Atti dei Convegni Lincei, n. 0 162, Roma, 2000, pp. 109-146.
T
96 EL CONCILIO DE TRENTO
grata a los historiadores católicos, permite sostener una visión triunfalista de mentas de registro y control de los registros parroquiales, a veces mezclados
un cristianismo que evangeliza progresivamente áreas nuevas y poblaciones con los diarios y cr6nicas de las realidades locales'6• Pero la realidad del con
antes olvidadas, en una marcha histórica que no conoció pausas o cambios traste entre el modelo uniformizador de la religión ofici:il y las prácticas y los
de ruta. La realidad fue, desde luego, más complicada, no sólo en Europa sino rituales de la vida de las comunidades de antiguo régimen queda revelada
también en los mundos extraeuropeos, donde la confrontación con las otras sólo en mínima parte por las actas de visita : investigaciones cuidadosas han
religiones impuso selecciones, adaptaciones y modificaciones que cambi aron desvelado la riqueza de las prácticas religiosas y su importancia para descifrar
a su vez el aspecto del catolicismo tridentino. los, conflictos de poder local tal como se inscribían en el �consumo de lo
La historia de la aplicación del Tridentino se ha estudiado sobre todo a sagrado»"'.
través de una fuente: las actas de visita de las diócesis. Se trata de documen También en el caso de las visitas pastorales fue decisiva la asunción por
tos conservados no sólo para el mundo católico sino también para el protes parte del papado de la función de hacer efectivos los decretos tridentinos.
tante. Sin embargo, la interrogación de estas fuentes se ha desarrollado de Como hemos visto por las discusiones conciliares, la solución dada a la cues
manera más bien unilateral, centrándose predomi11antemente en el área cató tión del derecho divino de la obligación de residencia y a la de los impedi
lica y en la época tridentina, a la luz de la idea de que existió una reforma tri mentos al ejercicio de tal obligación había dejado a los obispos en una situa
den tina y que su rasgo dominante fue la pastoralidad. El carácter repetitivo y ción de debilidad frente al fenómeno de las exenciones respecto a la autori
tendencialmente uniforme de los registros de vmta ha hecho posible la ela dad del ordinario : gran parte de la realidad diocesana escapaba a su jurisdic
boración de repertorios y recopilaciones y de lecturas comparativas de los ción, desde los poderosos capítulos catedralicios a las órdenes religiosas. Las
datos.... Naturalmente, el problema principal es el de no limitarse a las infor soluciones a las que se recurrió consistieron en buscar ayuda en los poderes
maciones registradas como si se tratara de una reproducción exacta de la rea superiores, el del papa o el del soberano temporal, para obtener que las
lidad, sino intentar comprender sobre qué objetos se posó la mirada del visi estructuras eclesiásticas locales se ajustaran a una norma. Los lazos con las
tador eclesiástico y por quéº . Y un hecho resulta ahora evidente: la mirada monarquías nacionales se hicieron así aún más estrechos. En la relación con
del obispo, en la primera fase más próxima al concilio, se concentró general la Santa Sede, los obispos obtuvieron a su vez el título de «delegados de la
mente sobre todo en la parte eclesiástica de l a realidad, el clero, su prepara Sede Apostólica», gracias al cual pudieron superar las dificultades y las resis
ción, los paramentos sacerdotales, las iglesias. Mientras, el clero parroquial, tencias planteadas por los exentos. El otro medio empleado por el papado
siguiendo el impulso venido desde arriba, cambiaba su cultura, se p1eparaba para la aplicación del concilio fue el de nombrar visitadores "apostólicos tt,
a los exámenes para obtener los beneficios o para superar los controles en esto es, enviados con poderes extraordinarios por Roma. Las visitas apostóli
ocasión de las visitas episcopales y empleaba sistemáticamente los instru- cas se emplearon sistemáticamente durante el p ontificado de Gregario XIII.
La historia del catolicismo tridentino, justo porque, en ciettos aspectos,
es historia de larga y muy larga duración, enlra s ólo en mínima parte en el
44 Ha progresado mucho la invesúgación pJra Francia, donde la concentración de las fuen ámbito de la época del concilio. La sistematización dogmática y disciplinar
tes ecl�siástic.is en archivos estatales ha hecho posible un Rlperloire du visites pastoralts dt la FranCt, ed. que entonces se puso en pie respondió a las necesidades de la relación, a veces
O. Julia y M. Venard, l.' serie, París, 1977-1985; véase también M. FROESCHú-CHOPARD, Atlas tlt la
R{fonn, past-0rak m Frmia de 1550 a 1790: lu ivlques m ,mires dam les dioc,m, Parls, 1986. En Alema conflictiva, con las iglesias y las tendencias de la Reforma, elaborando un uni
nia, 1� emprc�a �a procedido con mayores dificultades y con diverso planteamiento: cf. kp(rtori11111 verso doctrinal que proporcionó el instrumento p ara definir la identidad del
der K1rchmvm1arro11sakim des 16. und 1 7.jahrln111dtr1J a1,s Archiw11 der B1mdtmp11blik D,utsdJland, cd. catolicismo moderno; pero sobre todo rediseñó el perfil social del eclesiásti
E. W. Zceden, P. 111. Lang tt al.• Stuttgan. 1 982 ss. Má• dispersa resulu la ,ituarió n i,�li••�. tloude,
sobre todo por impulso de Gabriele De Roia, se ha seguido la vla de la reproducción integral de las co como miembro de un cuerpo que se distinguía de los otros por el hábito
fuentes o de su regcsta mh o menos amplia. Así, se han impreso, en particular, las visitas de Giovan y por la severidad obligatoria de sus costumbres y era capaz de oponerse a las
Matteo Giberti (Rifom1a prt1rídtn1i11a della diowi di �1011a, cd. A. Fasani, Verona-Viccnza, 1989) y
muchas otf2S de la edad medieval al siglo XIX, recogidas en d 11maunts EcdtJian,m lraluu, ed. E.
Massa y G. De Rosa, Roma, 1966 ss. Pero se han emprendido también ouas iniciativas y se avanza
cada vez más en la práctica de la informaúzación de los datos: para un examen de método, cf. Fonti 46 Algunos cjrmplos ce esta confusión se encuentran sobre todo en la fase iniciJI: véanse los
udcsiturirhe per la storia sociak e religioJ« d'Europa: Xl'·XVfll seco/o, ed. C. Nubola y A. Turchini, Bo[o diarios de D. TARIW, No11zu del Cinq11amto, ed. D. Pctríni y T. Petrini, Locam?, � 993, Y �e G.
n_i?, 1999. Aún J?�S dispersa entre diversos estudios e iniciativas resulta la situación de la invest1ga MAGl'II, // diario dtl Pieva110 Giro/amo Magni: vita, drv0ziom t ar:, J11lla 111011tag,1a p1s/ouse tul C111q1u
aon sobre las v��,ta� _e� !=-;P•ñ.a r P�rtugal: observaci�nes importantes a este propósito en A M. un10, cd. F. Falletti, Pisa, 1999. . . .
HESPANHA, Da ms/Jlla a duap/ma : ltxtos,podere pobttca no @ligo regimt, Coimbra, l989. 47 Es esta la propueHa aislada y original que ha hecho A. TORRE, /l comumo _d�• �tVOz10111: rd,
45 Cf. D. BAllATn, Lo sg11ar® ,M ws,ovo: visita/orí e popolo in 1ma piCllt svizura titila diomi di gior.t , com11nita ntlk c11111pag,1t dell:Ancitn Rigi111e, Venecia, 1 995. Véase ahora, pam S1t1ha, L. SCAUSI,
Como: Agrto, XVI-XI:( secofo, Comano, 1989. Ai piedi dtll'all«re: politica e conjlitlo rtligioso ne/la Sicilía d',1,l 111odmi11, Roma, 2001.
100 EL CONCILlO DE TRENTO