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Blas de Otero: hacia una relectura de su trayectoria poética


Jul 29, 2022 / Ángela María Ramos Nieto

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Para anclar el contexto de emergencia en el que surge el término “poesía social”, considero
fundamental referirme, en primer lugar, al texto de Dámaso Alonso “Poesía arraigada y
poesía desarraigada” (1964). A través de su lectura se aprecia que la poesía en España,
tras el vacío creativo de la guerra civil, sigue dos cauces.

Blas de Otero y la dicotomía poesía arraigada,


poesía desarraigada
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Blas de Otero y la dicotomía poesía arraigada, poesía desarraigada
Otras líneas poéticas
Poesía social

Por una parte, bajo la etiqueta de “poesía arraigada”, encontramos a un conjunto de poetas
que se autodefine como “Juventud Creadora” y forja su trayectoria en torno a la revista
Garcilaso, creada en 1943. Por este motivo dichos poetas reciben el nombre de
“garcilasistas”.

En sus poemas se aprecia una búsqueda de perfección, orden y claridad a través de un


predominio de las formas clásicas que pone de manifiesto la influencia de Garcilaso de la
Vega. Tratan temas tradicionales y sus versos albergan un destacado sentimiento religioso.

Entre los poetas que cultivaron esta tendencia destacan Luis Rosales (1910-1992), que llegó a
las más altas cotas de lirismo con su obra La casa encendida (1949), Leopoldo Panero (1909-
1962), Luis Felipe Vivanco (1907-1975), Rafael Morales (1919-2005) José García Nieto (1914-
2001) y Dionisio Ridruejo (1912-1975).

Por otra parte, la “poesía desarraigada”, opuesta a la anterior, se aleja de los principios de
orden y armonía. En palabras del propio Dámaso Alonso (1898-1990): “Para otros, el mundo
nos es un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla.
Sí, otros estamos muy lejos de toda armonía y de toda serenidad” (Alonso 370).

De hecho, su libro Hijos de la ira (1944), publicado el mismo año que Sombra del paraíso, de
Vicente Aleixandre, es un reflejo de esa desazón dramática y se convierte en el paradigma de
este tipo de poesía que aglutina a los poetas en torno a la revista Espadaña, fundada en 1944
por Victoriano Crémer (1906-2009) y Eugenio de Nora (1923-2018).

Se trata de una poesía con marcado carácter trágico y desesperanzador, en la que está
presente la angustia existencialista. Además de los poetas citados, en esta línea encontramos
a Ángela Figuera (1902-1984), José Luis Hidalgo (1919-1947), Vicente Gaos (1919-1980),
Ramón de Garciasol (1913-1994), Gabriel García Celaya (1911-1991) y el propio Blas de Otero
(1916-1979), en cuya trayectoria me centraré más adelante.

Otras líneas poéticas


Al margen de estas dos tendencias, encontramos líneas poéticas que no pueden incluirse en
dicha dicotomía, ya que presentan rasgos de ambas o peculiaridades que las alejan de su
inclusión en alguna de las dos nóminas. Tal es el caso de la obra poética de José Hierro
(1922-2002) y lo mismo ocurre con la de José María Valverde (1926-1996).

De igual manera, es necesario mencionar el movimiento de posguerra denominado Postismo,


que fue fundado por Carlos Edmundo de Ory (1923-2010) en 1945. El nombre constituye una
abreviatura de Postsurrealismo por su vinculación a la poesía vanguardista. Frente a la
denominada poesía social, este movimiento poético se caracteriza por su carácter subjetivo,
aunque comparte con la denominada poesía social su marcada línea antiburguesa.

Entre los poetas vinculados al Postismo encontramos a Ángel Crespo (1926-1995), J. E. Cirlot
(1916-1973) y Gabino Alejandro Carriedo (1923-1981), entre otros. Alejada también de las dos
posturas planteadas por Dámaso Alonso se encuentra la poesía de Miguel Labordeta (1921-
1969). Su obra Viento idílico (1929) muestra una clara influencia del Surrealismo, pero, sobre
todo, se caracteriza por una rebeldía que lo convierte en predecesor de poetas posteriores.

Un lugar destacado ocupa el grupo Cántico de Córdoba, con una poesía de marcado tono
intimista. Entre las principales figuras que conformaron este grupo encontramos a Ricardo
Molina (1916-1968), Julio Aumente (1921-2006) y Pablo García Baena (1923-2018). En una
línea personal, que se aleja también de las dos tendencias mencionadas, se ubica tanto la
poesía de Gloria Fuertes (1917-1998) como la de Carmen Conde (1907-1996).

Poesía social
Para explicar el término “poesía social, se debe contextualizar su surgimiento durante la etapa
de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Aparece un grupo de escritores que buscan
plasmar en la poesía una visión crítica de la realidad mostrando su descontento con la
situación política de posguerra.

Se inicia así una etapa de rehumanización poética marcada por la preocupación por el ser
humano desde una perspectiva existencial y social que entronca en su desazón con el
concepto de “poesía desarraigada”.

No obstante, ahora el poeta parte de la premisa de que su función principal consiste en


cambiar la sociedad que le rodea. Por ello antepone el sufrimiento de la colectividad a las
emociones personales y subjetivas presentes en la “poesía desarraigada”.

El realismo social se consolida hacia 1955, fecha en la que aparecen


publicados dos libros que tendrán una enorme trascendencia: Cantos
Íberos de Gabriel Celaya y Pido la paz y la palabra de Blas de Otero.

En ambas obras los dos poetas muestran cierta lejanía de la angustia existencial, presente en
su etapa anterior y, a partir de ellas, se aprecia ya una nueva función de la poesía, que
adquiere un carácter solidario y comprometido, convirtiéndose así en el medio idóneo para
dar voz a la colectividad.

Además de Celaya y Otero, muchos autores, también inscritos en la nómina de “poesía


desarraigada”, cultivan después la poesía social. Entre ellos destacan Crémer, Garciasol, Nora
y Figuera, entre otros.

En cuanto a la temática, la denominada “poesía social” se caracteriza por plasmar dos temas
fundamentales: la preocupación por España y la denuncia de diversas situaciones derivadas
de la opresión del poder y la injusticia social. En relación a la preocupación por España y a la
intencionalidad de plasmar un realismo crítico, aparecen temas paralelos a los que se aprecian
también en la novela y el teatro de igual tendencia: la alienación, el deseo de libertad o la
precariedad laboral.

Dichos temas explican que la forma se caracterice por la claridad, así como por un tono
prosaico que se asemeja a la lengua hablada. Los poetas expresan su deseo de llegar a la
colectividad mediante la premisa “a la inmensa mayoría”, como aparece en el título del poema
de Blas de Otero recogido en el libro Pido la paz y la palabra (1955). Proliferan títulos de libros
y poemas que subrayan la temática presente en este tipo de poesía: Tierras de España (1955)
de Garciasol, España, pasión de vida (1953) de Nora, el poema “Dios sobre España” recogido
en su libro Subida al amor (1952) de Bousoño (1923-2015), así como la amplia antología El
tema de España en la poesía española contemporánea (1964) de José Luis Cano (1911-1999).

En esta etapa, la fe en un dios que ha abandonado a los mortales es sustituida por la fe en el


hombre, concebido este como “la suma hermanada de todos los hombres” (Bengoechea 53).
Por tanto, la idea del poeta en la torre de marfil es sustituida ahora por la del creador literario
que reivindica su carácter humano y asume “su inserción en un credo político determinado”
(54).

Según lo expuesto por Ascunce en La poesía social como lenguaje poético (1986), “sabemos
que el destinatario específico de la poesía social es (…) un receptor de carácter colectivo y de
naturaleza popular” (124). A partir de esta premisa se plantea una controversia entre
“poeticidad y finalidad” (124). La clave para aunar ambos conceptos reside en los “medios
literarios” (125) que congiguran un mensaje “popular y poético” (125).

Para analizar dichos medios, Ascunce selecciona tres poemas de Cantos Íberos (1955) y
concluye que “el escritor a través del juego de las comparaciones explícitas puede objetivar
de manera profundamente lírica un cuerpo de doctrina o conocimiento” (126). Ascunce
analiza el campo semántico presente en Pido la paz y la palabra (1955) de Otero y, tras revisar
tanto su obra como la de Celaya, determina:

“El símbolo es otro de los recursos más usados por el poeta social, ya que a
través del símbolo se responde a la finalidad didáctica de base y al principio
de poeticidad propio de todo texto literario” (127).

Finalmente concluye que en el “juego de doble utilización del referente y del connotado”
(127), el lector termina asociando el plano de la realidad y el poético sin que ello suponga una
pérdida de expresividad poética (127). De igual manera, subraya el empleo de recursos
estilísticos vinculados al ámbito popular, así como “la utilización de los símbolos míticos”
(128) en la poesía social.

El crítico establece como conclusión que, a través de la presencia de comparaciones,


imágenes y símbolos arquetípicos; así como mediante la inclusión de símbolos míticos, se
definen “estructuras de naturaleza alegórica” (129) que narran “la historia sagrada de la
divinización del hombre colectivo y de la conquista definitiva del nuevo paraíso terrenal”
(129).

Para ilustrar la evolución de la trayectoria poética de Blas de Otero seleccionaré algunos de


los textos representativos de cada una de sus etapas. Pero, en primer lugar, debo subrayar
que la obra de Blas de Otero se caracteriza por su desasosiego existencial y su dominio de la
forma. Estos aspectos logran que su poesía alcance una trascendencia que supera con
creces el contexto histórico en el que se inscribe, tal y como subraya Luis García Montero en
“Reflexiones junto a Blas de Otero” (2004).

De igual manera, Carratalá destaca, en “La obra poética de Blas de Otero” (2006), que su
trayectoria “en lo temático e ideológico apunta con seguridad a una meta: la progresiva
inclusión del poeta en el «nosotros» (49).

No obstante, dentro de su evolución poética, se deben considerar varias etapas en las que
prevalece una gran variedad formal, se detecta una progresiva aproximación a la poesía
experimental y queda plasmado un marcado carácter coloquial en la forma tras el que se
aprecia, como el propio autor subraya en su poética, un laborioso trabajo con el lenguaje.

El inicio de su producción literaria, que abarca hasta el año 1950, presenta las características
del periodo denominado “etapa de formación”. A ella pertenece su obra Cántico espiritual
(1942). Desde el propio título del libro se aprecia la intertextualidad, ya que resulta evidente la
alusión a San Juan de la Cruz.

En esta obra encontramos “poesía de corte místico que busca la ascensión del hombre en la
búsqueda de Dios” (Garijo 113). Este aspecto destaca ya en el soneto que abre la obra. Se
trata de un poema que trata el tópico de venatio amoris (Kruse 475).

En él aparece el deseo de la voz poética por alcanzar la divinidad, el tópico del amor como
herida, presente desde la poesía de Cancionero, la fusión con el Amado y el dolor por la
ausencia de este. Se trata, por tanto, de elementos característicos de la poesía mística; pero
“destaca ya con fuerza el Yo del poeta que interpela directamente a Dios, y que será
frecuente en la etapa existencialista” (Garrijo113).

Desde el primer verso de este cuarteto se vislumbra el intento de la voz poética de fusionar el
amor divino con el humano. Ya en el segundo verso aparece la “dulcísima flecha” enviada por
Dios (El Amado), de manera que se acentúan las claras reminiscencias místicas.

En este mismo verso destaca nuevamente la intertextualidad, presente siempre en la


producción poética de Otero, en el instante en el que aparece el término “costado”. Se trata
de una clara alusión al poema “Elegía a Ramón Sijé” incluido en El rayo que no cesa (1936) de
Miguel Hernández. Dicha intertextualidad subraya el tema de la muerte presente en ambos
poemas.

Por otra parte, en relación con este aspecto, no podemos obviar, además de la clara alusión a
Juan de la Cruz y a Miguel Hernández, la existencia de “la tradición teresiana, ya que el
“golpe” del amor divino o transverberación también es representado mediante un dardo,
como lo describe la santa en el capítulo 29 del Libro de la vida (Kruse 466).

La voz poética subraya en este soneto su necesidad de Dios. Encontramos, además, el tema
de “la herida de amor” en distintos poemas de Otero. Por tanto, queda establecido un eje
intertextual de procedencia mística a lo largo de su obra Cántico espiritual (1942) que también
estará presente en su siguiente periodo.

El segundo periodo de su trayectoria poética, denominado “etapa existencial”, abarca desde


1950 a 1954. En él se ubican los libros Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de
conciencia (1951), que fueron fundidos en uno solo titulado Ancia (1958). Como apunta
Carratalá en “La obra poética de Blas de Otero” (2006), continúan la línea de “poesía
desarraigada” en la que predomina un marcado carácter existencial. En ellos está presente la
angustia personal de la voz poética a través de la temática tanto amorosa como religiosa.

El hombre aparece abandonado por un dios que, lejos de ser compasivo, muestra su faceta
más cruel. Uno de los poemas representativos de esta etapa es “Entonces y además”, incluido
en Ángel fieramente humano (1950). En él destaca la presencia de tres de los ejes temáticos
que prevalecen en la poesía de Otero: el amor, Dios y la muerte.

El poema muestra la trágica dualidad de esta etapa, anunciada ya en la paradoja del título,
Ángel fieramente humano. (Carcedo 75). Este préstamo gongorino plasma la angustia del
hombre que se reconoce como mortal y anhela trascender para saciar su necesidad de
plenitud, pero se encuentra abocado al fracaso que conlleva el abandono de Dios y, por
consiguiente, la muerte (75).

En el primer soneto, la naturaleza, representada mediante el viento, muestra su lado más cruel
identificándose con la ira de un dios despiadado. A través del primer verso (“Cuando el llanto,
partido en dos mitades”), se puede apreciar una voz poética escindida por el dolor. En
relación con esta temática, “la dislocación del ritmo fluyente provocada por los
encabalgamientos” (Carratalá 57), presentes en todo el poema, acentúa el sufrimiento de la
voz poética.

Hay que destacar “la intensificación expresiva obtenida con la reiteración del mismo elemento
léxico” (57). Se repiten los términos “llanto” y “nadie” para subrayar la desolación que
provoca en la voz poética la ausencia de Dios. De igual manera, encontramos la repetición del
adjetivo “solo”, que marca otro bloque temático: la soledad del hombre moderno ante la
ausencia de un dios compasivo. El juego con la dualidad del adjetivo frente al adverbio (“solo”
/ “sólo”) contribuye a afianzar la temática de la soledad desde la perspectiva metafísica. En
consonancia con este aspecto, las anáforas establecidas mediante los términos “cuando” y
“entonces” refuerzan el carácter temporal del poema, así como el tono metafísico de la
conclusión final.

A su etapa social e histórica (1955-1964) pertenecen los libros que se inscriben dentro de la
denominada poesía social: Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1959), Esto no es un
libro (1963) y Que trata de España (1964).

Los poemas constituyen una herramienta de concienciación: en ellos destaca su


preocupación por la colectividad y la necesaria solidaridad que surge debido a la injusticia
social de índole política. La voz poética adopta un tono sencillo y coloquial en el que
predomina una gran riqueza connotativa. “La expresión de contenidos de disparidad
semántica mediante palabras con semejanza fónica” (Carratalá 63) resalta el ímpetu
connotativo de las paronomasias en el poema “En nombre de muchos”, incluido en Pido la paz
y la palabra (1955).

Las paronomasias (hombre hambreante / salobre, sombra / en nombre –primera estrofa–;


mundo inundado / sangre, ensangrentado, sangre –segunda estrofa–; Para ti, patria, árbol /
ardua –tercera estrofa–) (63) intensifican la denuncia social desde el inicio del poema y
recrean en la segunda estrofa un escenario destruido por la guerra, plasmando así el retrato
de un país «a la deriva» (63) en el que, como se aprecia en la tercera estrofa, la realidad
política dificulta la convivencia 63).

Frente a este escenario, la voz poética muestra su fe en la justicia social, su anhelo de paz y
su deseo de esperanza mediante la reiteración del término “alegría”, que cierra cada una de
las estrofas y pone fin al poema (63).

En su etapa final se aprecia ya una marcada tendencia prosaica. Su obra Mientras (1970)
recoge gran parte de los poemas que aparecen en Hojas de Madrid (1968-1970). De esta
etapa es la obra en prosa Historias fingidas y verdaderas (1970). En 2010 Sabina de la Cruz y
Mario Hernández publicaron un volumen de carácter mítico: Hojas de Madrid con La galerna,
de Blas de Otero (Salvador 87). Su Obra completa (1935-1977) no aparece publicada hasta el
año 2013. La aparición del poemario Hojas de Madrid con La galerna (2010) facilita que desde
el ámbito de la investigación académica se pueda realizar un estudio más pormenorizado de
la última etapa poética de Blas de Otero.

También puede ser de tu interés:

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de Borges y “Los tres sobretodos” de Arlt

En 1973, el escritor vasco compendió muchos de sus textos bajo el título de La galerna. Dicho
poemario está constituido por 58 poemas y 18 de ellos ya habían sido publicados en diversas
antologías (Salvador 90).

Aunque aparecen algunos sonetos, predominan los poemas en verso libre y existe alguna
composición en versículo (91). Quizá sea en este libro donde resulte más evidente la cercanía
del poeta con la poesía experimental. Según expone Julio Salvador Salvador en “Análisis de La
galerna, poemario tardío de Blas de Otero” (2018):

Si se compara este poemario con los anteriores de Blas de Otero, más accesibles en cuanto a
la configuración de su simbolismo, las diferencias temáticas que se observan son grandes,
pues ni aborda explícitamente el deseo de encontrar a Dios de la primera etapa religioso-
existencialista, ni la férrea confianza en el colectivo de la época social, aunque La galerna se
acerque al conjunto de Ancia gracias al uso de estas imágenes bíblicas y la vuelta a una
poesía anhelante de encontrar una “salvación” a pesar del desgarro anímico presente en el
sujeto lírico (93)

En La galerna el poema presenta un marcado carácter metaliterario. Otero cuestiona el motivo


de la creación poética y la relación entre la literatura y la vida, pero también reflexiona sobre la
autonomía del poema (Salvador 94). Como puede apreciarse en “El hombre que era un árbol
ya es un río”, el escritor opta por abandonar los “exabruptos estilísticos” (94) presentes en
etapas anteriores.

Predomina “la contención en la forma de la expresión” (94). La voz poética se acerca a la


temática de la muerte de una forma natural (94), tal y como se puede apreciar en el primer
terceto: “En medio el hombre sin saber de dónde / Cómo ni cuándo ni por qué se tiende /
Junto a un río una sima que se esconde” (Otero 380).

La visión de la voz poética y del autor confluyen: se atisba un profundo desencanto que es
producto de ese pesimismo existencial que siempre acompañó al autor. El sello personalísimo
de su voz sigue latiendo con fuerza en esta última etapa, tal y como puede apreciarse también
en el poema “El bolero de la historia”. La melodía repetitiva del bolero de Ravel forja una
comparación cargada de connotaciones sugerentes que evoca “el concepto de eterno
retorno” (Salvador 97). El escritor se acerca ahora a la temática política “desde una óptica
existencialista” (97).

Como conclusión, nos encontramos ante un autor que supo aunar en su poesía la búsqueda
de una perfección formal de raigambre clásica con la experimentación de nuevas fórmulas,
alcanzando siempre una manera de expresión directa y eficaz que acercase la poesía a la
naturalidad de la lengua oral sin restar un ápice de poeticidad al mensaje.

Otero transitó distintas etapas, pero en todas ellas tuvo plena conciencia de su condición
humana; así como del laborioso trabajo con el lenguaje que requería la creación poética.

Supo dialogar con otros textos mediante diversos juegos intertextuales y dotó a sus poemas,
gracias al dominio de manejo estilístico, de una enorme riqueza simbólica que llevó a las más
altas cotas su angustia existencial, su compromiso social y su madurez metafísica.

N. del E.: Trabajo realizado por Ángela María Ramos Nieto en el módulo impartido por el
doctor Jorge Luis Peralta, dentro del Máster en estudios avanzados en Literatura española e
hispanoamericana de UNIBA, entidad dependiente de la Universidad de Barcelona. Curso
2020-2021.

N. del E.: Tras el exhaustivo análisis sobre la trayectoria poética de Blas de Otero que nos ha
brindado Ángela María Ramos Nieto, hemos pensado en escuchar algunos versos del poeta.
Tal vez, la pieza seleccionada sirva para acercar más el interés del lector a su obra literaria.
Siempre, una experiencia enriquecedora para el alma y el intelecto.

Referencias consultadas

Alonso, D. “Poesía arraigada y poesía desarraigada”, en Cinco poetas españoles, Madrid:


Gredos, pp. 366- 380, 1964.

Ascunce Arrieta, José Ángel: «Razón y sin razón de la poesía social: un intento de definición».
Bilbao: Letras de Deusto, no 19, Enero- Junio 1980.

Ascunce, J.A. La poesía social como lenguaje poético. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, 2016. Edición digital a partir de Actas del IX Congreso de la Asociación
Internacional de Hispanistas 18-23 agosto 1986. Volumen II, Berlín, Frankfurt am Main,
Vervuert, 1989, pp. 123-131.

Bengoechea, J. de. “Blas de Otero y la poesía social”. Zurgai, monográfico “Poetas vascos”,
pp. 53-54. 1990.

Carratalá, F. “La obra poética de Blas de Otero”, Verba hispánica: anuario del Departamento
de la Lengua y Literatura Espalas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Ljubljana, 14, pp. 49-76, 2006.

Carcedo García, P. El ritmo en la poesía de Blas de Otero. Tesis Doctoral. Departamento de


Filología Española II, Facultad de Filología. Universidad Complutense de Madrid,1995.

Debicki, A. P. Historia de la poesía española del siglo XX. Desde la Modernidad hasta el
presente. Madrid: Gredos, 1997[1994].

García de la Concha, V. La poesía española de 1935 a 1975 (dos volúmenes). Madrid: Cátedra,
1987.

García Montero, L. “Reflexiones junto a Blas de Otero”. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, 2016. Edición digital a partir de Campo de Agramante: revista de literatura, núm. 4,
pp. 25-36, 2004.

Garijo Serrano, J. A. “El rostro de Dios en la poesía de Blas de Otero y Yehuda Amijai”. ’Ilu.
Revista de Ciencias de las Religiones, 18, pp.111-133, 2013.

Otero, Blas de. Hojas de Madrid con La galerna. Sabina de la Cruz (ed.). Barcelona: Galaxia
Gutemberg, 2010.

Otero, Blas de. Obra completa (1935-1977), edición de Sabina de la Cruz con la colaboración
de Mario Hernández. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2013.

Gimferrer, P. “Lector de Blas de Otero”. Campo de Agramante, 25 (ejemplar dedicado a Blas


de Otero), pp. 103-109, 2016.

Kruse, E. “Poesía arraigada» y noche oscura en la lírica de Blas de Otero”. Hipogrifo, 6.2, pp.
461-474, 2018.

Salvador Salvador, J. “Análisis de La galerna, poemario tardío de Blas de Otero”. Siglo XXI:
Literatura y Cultura Españolas, 16, pp. 87-110, 2018.

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