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Pablo G. Ostrov
Hace unos años, los medios de comunicación informaron sobre un importante
descubrimiento relativo a la teoría del ``Big Bang''. Durante un breve tiempo se
publicaron artículos que, con éxito dispar, intentaban echar algo de luz sobre el tema.
Pocas veces se expuso claramente qué fue lo que se descubrió. Comencemos entonces
por el final:
Podemos ahora preguntarnos qué tiene que ver todo esto con el Big Bang.
La visión que teníamos del cosmos hacia principios de siglo nos ubicaba formando parte
de un sistema achatado que contenía todas las estrellas. En 1924 el astrónomo Edwin
Hubble descubrió que ciertos objetos astronómicos conocidos entonces como
``nebulosas espirales'' eran en realidad otras galaxias (en aquella época se usaba el
término ``universos islas'') constituidas cada una por miles de millones de estrellas y que
se encontraban a enormes distancias. Durante los años siguientes se dedicó a medir sus
distancias y velocidades y descubrió que las galaxias se estaban alejando unas de otras:
en otras palabras, descubrió que el Universo estaba en expansión (paradójicamente los
trabajos de Friedmann no fueron conocidos en occidente hasta 1935).
Pero las teorías científicas no son verdaderas ni falsas, sino que se ajustan bien o no a
los fenómenos observados.
Las que sí lo hacen, sirven hasta tanto se realice una observación discrepante. En tal
caso deberemos elaborar una nueva teoría que esté de acuerdo con la realidad y
habremos aprendido algo nuevo sobre el mundo que nos rodea.
Se ha dicho también que la teoría del Big Bang tiene connotaciones teológicas. Es cierto
que hay quienes tienen una visión religiosa de la ciencia: existen personas que ``creen''
y personas que ``no creen'' en el Big Bang. ¡Hasta la Iglesia proclamó oficialmente en
1951 que la teoría del Big Bang estaba de acuerdo con la Biblia!
Sin embargo, desde entonces se han aprendido cosas nuevas: La teoría de 1951 no es
igual a la actual. En particular, no existe ``una'' teoría del Big Bang; los datos aportados
por el COBE sirvieron para seleccionar la que mejor se ajusta a los hechos (conocida
como ``Modelo Cosmológico Standard'') y descartar otras.
Es cierto que en 1929 Edwin Hubble descubrió que el Universo estaba en expansión.
Es cierto que en 1965 Penzias y Wilson descubrieron la radiación de fondo (el ``eco del
Big Bang'').
Pero creer que una determinada teoría, fábula o mito es la verdad definitiva es renunciar
para siempre a aprender nada nuevo sobre el Mundo que nos rodea.
Hasta ahora hemos utilizado con éxito la física para entender los fenómenos que ocurren
tanto en la Tierra como en Saturno, el Sol, las estrellas o las galaxias más lejanas.
La segunda hipótesis significa que la galaxia a la que pertenecemos no ocupa ningún
``lugar preferencial'' en el Cosmos. Es solamente una suposición, pero desde que
comenzamos a mirar el cielo hemos descubierto primero que la Tierra no está en el
centro del Universo, luego que el Sol está en el borde de una galaxia y que ésta es sólo
una más entre cientos de miles de millones. Tal vez esto nos ha enseñado a ser un poco
más humildes.
© Pablo G. Ostrov