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MÓDULO 1
Género Sexo
Esencialismo: “Las mujeres conservan la energía (siendo anabólicas) y esto hace que
sean pasivas, conservadoras, aletargadas, estables e indiferentes a la política. Los
hombres, en cambio, gastan su energía excedente (siendo catabólicos) y esto hace que
sean entusiastas, enérgicos, apasionados, variables y, por lo tanto, interesados en asuntos
políticos y sociales.”
“Todos sabemos que la actividad política, naturalmente, requiere capacidad pero también
dedicación y muchas veces, debemos abandonar a nuestras familias. El hecho de
permanecer hasta altas horas de la noche en una reunión con correligionarios y disponer de
los fines de semana para hacer recorridas, determina qué nos ausentamos de nuestras
casas, y en este sentido, creo que estoy diciendo una gran verdad al afirmar que la
presencia de una madre, de una mujer, es imprescindible en el hogar.”
- En el esencialismo se animaliza el cuerpo de la mujer para parir, y al hombre se le
da un papel de dueño de la razón.
- Es en base al sentido común, cómo la sociedad es y cómo tiene que ser. Se
naturalizan los roles.
Socialización de género: se aprende a ver “varon” o “mujer” en los diferentes espacios de
socialización y pertenencia a través de los procesos de socialización que crean
subjetividades e identidades a partir de la transformación inconsciente en emociones y
pautas de comportamiento de los mandatos, estereotipos y conductas socialmente
esperadas para cada género.
La socialización como un núcleo reproductor: mecanismos deliberados que enseñan formas
de pensar y actuar socialmente definidas y diferenciadas por sexo.
Los roles de género son aprendidos a través de lo que les transmiten las familias, los
grupos de pares, la escuela, los medios de comunicación y otras instituciones.
El género es:
1. Contextualmente específico: porque existen variaciones en las relaciones de
género de acuerdo a los diversos posicionamientos estructurales como: clase,
ascendencia étnico racial, clase de edad.
2. Cambiante: porque los roles y las relaciones se modifican a lo largo del tiempo y,
por ende, también son susceptibles a cambios por medio de intervenciones.
3. Relacional: porque no se refiere a mujeres o a hombres, sino a las relaciones
sociales que se construyen socialmente entre unos y otros.
4. Jerárquico: porque las diferencias que establece entre varones y mujeres, lejos de
ser neutras, tienden a atribuir mayor importancia y valor a las características y
actividades asociadas con lo masculino y a producir relaciones desiguales de poder.
5. Institucionalmente estructurado:porque se refiere no solo a las relaciones de
mujeres y varones a nivel personal y privado, sino a un sistema social que se apoya
en valores, legislación, religión, etc.
Patriarcado:
Según la RAE: “Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón
jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo
linaje”
Según el diccionario de estudios de género y feminismos: “El patriarcado puede definirse
como un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones
públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones,
quienes como grupo social y en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza
productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o
mediante el uso de la violencia, la constatación de que se trata de una construcción
histórica y social, señalan las posibilidades de cambiarlo por un modelo social justo e
igualitario”.
Público Privado
Varones Mujeres
Feminismos:
De la igualdad De la diferencia
El Feminismo, como movimiento político, teórico y social que lucha por la emancipación de
las mujeres, debe ser considerado como un fenómeno poliédrico y, en esa característica
reside, además, su fuerza.
Las propuestas feministas parten del análisis de la situación de las mujeres en la sociedad y
coinciden, por un lado, en la denuncia de las relaciones de dominación del sexo masculino
sobre el femenino y, por otro, en la consideración de que esa organización social, que se
denomina patriarcado y que se basa en las diferencias de género, es el resultado de un
proceso histórico y social y no un hecho natural.
Todos los feminismos comparten el fin último de erradicar el patriarcado y reivindicar la
igualdad entre mujeres y hombres. Coinciden además en otro factor muy relevante para la
teoría feminista: el uso de nuevos métodos de análisis para recuperar la memoria histórica
femenina.
La colonización se ha utilizado para caracterizar todo, desde las más evidentes jerarquías
económicas y políticas hasta la producción de un discurso cultural particular sobre lo que se
llama “tercer mundo”. Sin importar cuán sofisticado o problemático sea su uso como
construcción explicativa, la colonización en casi todos los casos implica una relación de
dominación estructural y una supresión, muchas veces violenta, de la heterogeneidad del
sujeto o sujetos en cuestión.
Cinco formas específicas en las que el concepto de “mujeres” como categoría de análisis se
utiliza en el discurso feminista occidental sobre las mujeres en el tercer mundo:
● Las mujeres como víctimas de la violencia masculina.
La mutilación genital femenina por ejemplo, lleva a afirmar que la sexualidad de la
mujer y su potencial reproductivo están bajo control. La violencia sexual en contra de
la mujer se lleva a cabo con un increíble consenso entre los hombres del mundo.
Esta violencia masculina debe ser interpretada y teorizada dentro de las sociedades
específicas en las que tiene lugar, tanto para poder comprenderla mejor como para
organizar de forma eficaz su transformación.
● Las mujeres como dependientes universales.
Las relaciones de dependencia basadas en la raza, sexo y clase se perpetúan a
través de instituciones sociales, educativas y económicas. Estos son los vínculos
entre las mujeres del tercer mundo. Es el contexto compartido de lucha política
contra las jerarquías el que puede constituir a las mujeres del tercer mundo como un
grupo estratégico en este momento de la historia. Aunque existen, por ejemplo,
diferencias culturales entre las mujeres vietnamitas y negras de los Estados Unidos,
aunque ambos grupos son víctimas de la raza, el sexo y la clase.
Las mujeres son consideradas como un grupo “despojado de poder” antes de que se
analice el asunto. Las “mujeres” son ahora colocadas en el contexto de la familia, en
el del trabajo, en el de las organizaciones religiosas, casi como si estos sistemas
existieran fuera de las relaciones de las mujeres con otras mujeres y de las mujeres
con otros hombres. El hecho de que las mujeres sean madres en una sociedad
específica no es tan relevante como el valor que se atribuye a la maternidad en esa
sociedad. La distinción entre el acto de ser madre y el estatus que al que se le
asocia es muy importante.
● Las mujeres casadas como víctimas del proceso colonial.
Las mujeres no están subordinadas debido al hecho del intercambio, sino debido a
las formas de intercambio instituidas y los valores asociados a esas formas.
Se asume que las mujeres son sujetos socio-políticos antes de entrar a las
estructuras familiares.
● Las mujeres y los sistemas familiares.
Es necesario analizar las estructuras familiares como prácticas ideológicas que
designan a los hombres y a las mujeres como padres, marido, esposa, madre,
hermana, etc. Las mujeres como mujeres no se ubican dentro de la familia, sino
como efecto de las estructuras familiares; son construidas, definidas, dentro y por el
grupo.
El sistema afecta a todas las mujeres, independientemente de sus diferencias
culturales y de clase. No sólo se considera a todas las mujeres árabes y
musulmanas como parte de un grupo oprimido homogéneo, sino que no hay
discusión acerca de las prácticas específicas dentro de la familia que constituyen a
las mujeres como madres, esposas, etc. Por ejemplo, los árabes y los musulmanes,
no cambian en absoluto: su familia patriarcal se conserva intacta desde hace
décadas.
● Las mujeres y las ideologías religiosas.
Se establece un ritual por medio del cual la escritora se refiere a la religión como la
causa de la desigualdad de género, de la misma forma que se hace pensar como la
causa del subdesarrollo en gran parte de la teoría de la modernización. Busca privar
a las mujeres de autopresencia, de ser. Puesto que las mujeres están inmersas en
una religión presentada en términos fundamentalistas, se consideran
inevitablemente como evolucionando en un tiempo antihistórico. Las mujeres
virtualmente carecen de historia, y cualquier análisis de sus cambios queda por lo
tanto excluido.
● Las mujeres y el proceso de desarrollo.
Las mujeres se ven afectadas positiva o negativamente por las políticas de
desarrollo. Existe una falta de sensibilidad de las políticas que excluyen a las
mujeres como grupo o categoría. Todas las mujeres del tercer mundo tienen
necesidades y problemas similares pero los intereses de las amas de casa con un
buen nivel educativo en la clase media urbana, no pueden ser los mismos que los de
sus sirvientas, pobres y analfabetas.
Es problemático este uso de “mujeres” como grupo o categoría porque se asume
una unidad anti histórica y universal entre las mujeres, basado en la noción
generalizada de su subordinación. Se tiene que demostrar la producción de las
mujeres como grupos socioeconómicos y políticos dentro de contextos locales
particulares. De lo contrario no es efectivo para diseñar estrategias que combatan la
opresión: lo único que logran es reforzar las divisiones binarias entre hombres y
mujeres.
Tres jugadas metodológicas identificables en los trabajos transculturales del
feminismo que buscan revelar un elemento universal en la posición subordinada de
las mujeres en la sociedad:
1. A través de el uso del método aritmético. Mientras mayor es el número de
mujeres que usan el velo, más universal es la segregación y control de la
mujer. Un gran número de ejemplos fragmentarios de una variedad de
naciones aparentemente resultan en un hecho universal.
2. Conceptos tales como la reproducción, la división sexual del trabajo, la
familia, el matrimonio, el hogar, el patriarcado, etc. se usan a menudo sin
especificarlos en contextos culturales e históricos locales.
3. Los estudios empíricos de las diferencias de género se confunden con la
organización analítica del trabajo transcultural.
Se asume que el “estatus” o “posición” de las mujeres es obvio, porque las mujeres como
grupo previamente constituido son colocadas dentro de estructuras religiosas, económicas,
familiares y legales. Sin embargo, este enfoque estructura el mundo en una dicotomía, en
términos finalmente binarios, en donde las mujeres siempre se perciben en oposición a los
hombres.
El discurso feminista de Occidente, al asumir a las mujeres como grupo coherente y
previamente constituido que se coloca dentro de las estructuras familiares, legales y de
otros tipos, define a las mujeres del tercer mundo como sujetos afuera de las relaciones
sociales en vez de fijarse en cómo las mujeres se constituyen a través de estas mismas
estructuras. Las mujeres del tercer mundo como grupo o categoría se definen automática y
necesariamente como religiosas, orientadas hacia la familia (tradicionales), menores de
edad (aún no están conscientes de sus derechos), analfabetas (ignorantes), domésticas
(primitivas) y a veces, revolucionarias (su país está en guerra, tienen que luchar).
Liberalismo y patriarcado:
Las feministas sostienen que el liberalismo está estructurado tanto por relaciones
patriarcales como por relaciones de clase, y que la dicotomía entre lo público y lo privado
oculta la sujeción de las mujeres a los hombres dentro de un orden aparentemente
universal, igualitario e individualista. Se difumina la realidad patriarcal de una estructura
social caracterizada por la desigualdad y la dominación de las mujeres por los hombres.
Las feministas consideran que la vida doméstica es privada por definición. Resulta posible
una correcta comprensión de la vida social liberal cuando se acepta que las dos esferas, la
doméstica (privada) y la sociedad civil (pública), presuntamente separadas y opuestas están
interrelacionadas.
La separación se expresa de diferentes maneras, no sólo en términos de privado y público
sino también, por ejemplo, en términos de sociedad y Estado, de economía y política, de
libertad y coerción o de social y político.
El antiguo argumento patriarcal de la naturaleza, se transformó, se fue modernizando y se
incorporó al capitalismo liberal. En el ámbito público, en lo social o en la economía, se da
por supuesto que la vida doméstica era irrelevante para la teoría social y política o para las
preocupaciones de hombres de negocios.
La más fundamental y general de estas contraposiciones identifica mujer con naturaleza y
hombre con cultura.
Naturaleza y cultura:
El patriarcalismo recurre a la naturaleza y al supuesto de que la función natural de las
mujeres consiste en la crianza de los hijos/as, lo que prescribe su papel doméstico y
subordinado en el orden de las cosas. La humanidad intenta trascender una existencia
meramente natural, de manera que la naturaleza siempre se considera como algo de orden
inferior a la cultura. El intento más minucioso de encontrar una respuesta universal a la
pregunta de por qué las mujeres están sometidas a los hombres, así como la oposición más
clara entre naturaleza y cultura, puede encontrarse en las obras de las feministas radicales
que sostienen que la naturaleza es la única causa del dominio de los hombres.
Los hombres, al confinar a las mujeres al espacio de la reproducción (a la naturaleza), se
liberaron a sí mismos “para los negocios del mundo” y de esta forma crearon y controlaron
la cultura.
La biología o la naturaleza representa para las mujeres bien una fuente de sometimiento
bien una fuente de libre creatividad únicamente en virtud del significado que le confiere su
lugar en unas relaciones sociales específicas.
Moralidad y poder:
Existe un cierto desacuerdo sobre si el movimiento sufragista sirvió para reforzar la
separación sexual de la vida social o si, pese a todo, fue uno de los medios que contribuyó
a socavar dicha separación.
“El deber del hombre, como miembro de la comunidad, es colaborar en el mantenimiento,
en el progreso y en la defensa del Estado. El deber de la mujer, como miembro de la
comunidad, es colaborar en el orden, en el consuelo y en el consuelo y en la bella
ornamentación del Estado”.
La ciudadanía para las mujeres podía considerarse una elaboración de sus tareas privadas
y domésticas. En tanto como ciudadanas y votantes las mujeres podían participar
directamente en la sociedad como individuos, no indirectamente a través de su posición
subordinada como esposas y madres. Lograr el voto significaba, al menos, que las mujeres
deberían ser aceptadas como “individuos”.
Los principios liberales no pueden simplemente universalizarse para abarcar a las mujeres
en la esfera pública sin provocar un agudo problema acerca de la estructura patriarcal de la
vida privada. En la práctica ambas esferas están relacionadas y la plena e igual
participación de las mujeres en la vida pública es imposible sin que se produzcan cambios
en la esfera doméstica.
La relación entre hombres y mujeres o más específicamente entre maridos y mujeres,
constituye una injustificada e injustificable excepción a los principios liberales de libertad e
igualdad individual, libre elección, igualdad de oportunidades y asignación de ocupaciones
en función del mérito.
Por lo general, se entiende que cuando una mujer se casa escoge su “carrera”, como
sucede cuando un hombre empieza a dedicarse a una profesión: ella elige hacerse cargo de
un hogar, sostener una familia, como la primera de sus obligaciones.
En cuanto al sufragio, la dificultad obvia es que las mujeres, esposas, estarán
acostumbradas al pequeño círculo familiar, de manera que no les resultará nada fácil
emplear su voto para proteger sus intereses. Las mujeres no serán capaces de aprender
cuáles son sus intereses si carecen de experiencia fuera de la vida doméstica.
Lo personal es político:
Los problemas personales sólo se pueden resolver a través de medios y de acciones
políticas. Un gran número de esposas de la clase obrera han tenido siempre que entrar en
el mundo público del empleo remunerado para asegurar la supervivencia de sus familias. Su
presencia sirve para subrayar la continuidad patriarcal existente entre la división sexual del
trabajo en la familia y la división sexual del trabajo en el ámbito profesional. Las mujeres
trabajadoras se concentran en unas pocas áreas ocupacionales y en empleos poco
remunerados, de bajo estatus y consideración auxiliar.
La actividad económica y sus debates sobre la vida laboral, dan por supuesto que el
trabajador (hombre) está listo para trabajar y para concentrarse en su trabajo
completamente liberado de la cotidiana necesidad de preparar la comida, fregar, lavar y
atender a los hijos/as, sólo porque estas tareas son realizadas de forma no remunerada por
su esposa. Y si ésta es también una trabajadora asalariada, tiene que dedicar una jornada
complementaria a estas actividades “naturales”.
Con el afán de rescatar lo que de ellas considera valioso, la autora hace una revisión de las
que considera las principales corrientes feministas que a su vez son: la que intenta explicar
los orígenes del patriarcado, la socialista feminista y la del psicoanálisis. Reconoce la
importancia de cada una en el estudio de las cuestiones de género así como en los avances
ganados por los derechos de las mujeres, pero critica cada una de estas corrientes en lo
que considera sus limitaciones.
Las teóricas del patriarcado refieren a una “necesidad”, como deseo innato, del hombre de
dominar a la mujer, y una desventaja también innata en las mujeres a causa de la
maternidad o la sexualidad. Las propuestas de solución a la problemática de las mujeres
son, para aquéllas que ponen el problema en la maternidad, modificar procesos biológicos
para ir eliminando las desventajas que la procreación imprime a las mujeres; y la
introspección reflexiva de las mujeres para aquellas que proponen como causal de los
problemas la sexualidad, suponiendo que este ejercicio llevará al conjunto de mujeres a su
emancipación. La autora critica una generalización excesiva, para ella esta teoría no
contempla otro tipo de fenómenos, no distingue entre problemas comunes a todas las
sociedades y aquéllos particulares de cada sociedad, es decir, deja de lado que los
problemas de las mujeres (así como las mujeres mismas) cambian en cada etapa histórica a
otra, y de una cultura a otra, lo cual forzosamente empobrece las conclusiones obtenidas en
base a esta teoría.
Sobre las feministas marxistas, reconoce que han tenido un enfoque más histórico, legado
del marxismo. Reconoce sus alcances en cuanto a considerar dos sistemas distintos de
opresión, el económico y el de género que si bien tienen cierta independencia interactúan
apoyándose uno a otro. Opina por otro lado que el enmarcar las relaciones de género a las
relaciones económicas propicia un sesgo negativo a los estudios de género y a las
explicaciones de la opresión de la mujer, poniendo rígidamente la economía como factor
principal.
En cuanto a la teoría del psicoanálisis, hace hincapié en dos escuelas principales que
intentan explicar la construcción del género. La primera que resalta la experiencia real (por
ejemplo la sensorial o el cómo percibe el niño a sus cuidadores), mientras que la segunda lo
hace con el lenguaje (sistemas de significados como el habla, la lectura y la escritura), para
esta última el estudio del inconsciente es esencial en el entendimiento de cómo se
construye el género. De la primera escuela la autora opina que “Esta interpretación limita el
concepto de género a la familia y a la experiencia doméstica, por lo que no deja vía para
que el historiador relacione el concepto (o el individuo) con "otros sistemas sociales de
economía, política o poder”. Respecto al enfoque del lenguaje y de construcción de
significados rescata lo positivo de “sugerir que masculino y femenino no son características
inherentes, sino construcciones subjetivas… [que] el sujeto está en un proceso constante de
construcción y ofrece una forma sistemática de interpretar el deseo consciente e
inconsciente”. La crítica que la autora hace a esta última teoría es que tiende a la “fijación
exclusiva sobre cuestiones del ‘sujeto’… [y] a universalizar las categorías y la relación entre
varón y mujer” dando esto como consecuencia que “no permite introducir una noción de
especificidad y variabilidad histórica”.
En resumen, sin desechar los avances de todas estas corrientes, la autora señala su
inflexibilidad e invariabilidad histórica y propone continuar los estudios de género
sometiendo “continuamente nuestras categorías a crítica y nuestros análisis a la
autocrítica”. Propone un nuevo paradigma que tome en cuenta la complejidad de las
relaciones de género, que asuma que lo más probable es que las dinámicas de género de
las sociedades seas tan complejas que podría ser que escape de nuestra capacidad de
entendimiento. "Necesitamos examinar atentamente nuestros métodos de análisis, clarificar
nuestras hipótesis de trabajo y explicar cómo creemos que tienen lugar los cambios. En
lugar de buscar orígenes sencillos, debemos concebir procesos tan interrelacionados que
no puedan deshacerse sus nudos.” Retoma la metodología constructivista al afirmar "...son
los procesos lo que debemos tener en cuenta continuamente. Debemos preguntarnos con
mayor frecuencia cómo sucedieron las cosas para descubrir por qué sucedieron”.
Da una definición del género en dos partes "... [que] están interrelacionadas, pero deben ser
analíticamente distintas… [primero] el género es un elemento constitutivo de las relaciones
sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y [segundo] el género es una
forma primaria de relaciones significantes de poder."
Divide la primera parte de esta definición en cuatro características principales del género
“como elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias
percibidas entre los sexos” las cuales se encuentran interrelacionadas. “Primero, símbolos
culturalmente disponibles que evocan representaciones”, como la pureza de la virgen María
o mitos de oscuridad y corrupción de las mujeres. “Segundo, conceptos normativos que
manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos… esos conceptos se
expresan en doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales y políticas, que afirman
categórica y unívocamente el significado de varón y mujer, masculino y femenino”. La
tercera característica podríamos decir que engloba aspectos prácticos de la sociedad e
incluye los sistemas de parentesco (la constitución de la familia, la cual cambia de un
momento histórico a otro e incluso de una cultura a otra), la economía y la política. El cuarto
aspecto es la identidad subjetiva. Propone como eje de estudio el tratar de echar luz a la
manera de relacionarse de estos cuatro aspectos.
La segunda parte de la definición gira en torno a la afirmación de que “Podría mejor decirse
que el género es el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el
poder", señalando que "No es el género el único campo, pero parece haber sido una forma
persistente y recurrente de [por ejemplo] facilitar la significación del poder en la tradición
occidental, judeo-cristiana e islámica”. La autora sugiere que lo que el género sea para una
sociedad influye en las estructuras de poder de las mismas, desde la familia hasta las
superestructuras, y en un sentido inverso que las relaciones de poder de una sociedad
influyen en lo que simboliza el ser hombre o mujer. En este sentido comenta “los cambios
en las relaciones de género pueden ser impulsados por consideraciones de necesidades de
Estado… La relación entre regímenes autoritarios y control de las mujeres ha sido
denunciada pero no suficientemente estudiada”. En cuanto a la relación entre estructuras de
poder y dinámica de género en la sociedad afirma que “La propia alta política es un
concepto de género, porque establece su crucial importancia y el poder público, las razones
y el hecho de su superior autoridad, precisamente en que excluye a las mujeres de su
ámbito”.
Para cerrar la autora propone tratar de resolver las interrogantes sobre cuál es la influencia
de las relaciones de género en el devenir político de las sociedades, más aún, cuáles son
las relaciones entre las estructuras de poder político y económico y las relaciones de
género, y atacar estos temas teniendo en cuenta siempre la dinámica cambiante de los
mismos.
MÓDULO 2
¿Qué vínculo tiene la idea de “familia” con la construcción de lo Privado y lo Público?
¿Soy madre = soy mujer adulta? Por el contrario los varones se conciben como sujetos
que no están condicionados por una “función biológica”, sino que se constituyen como una
entidad aparte de “las pulsiones básicas”. Por eso el YO moderno es un yo asociado a la
razón, a la posibilidad de pensarse a sí mismo, es un ser civilizado, lo que se corresponde
con “conquistar/dominar a la naturaleza” (lo que supuestamente las mujeres no pueden
hacer, por ende…?).
Familia “tradicional”.
¿Cuáles son las ideas centrales en torno a la familia que podemos revisar desde una
perspectiva de género?
El concepto clásico de familia parte de un sustrato biológico ligado a la sexualidad y a la
procreación. La familia es la institución social que regula, canaliza y confiere significado
social y cultural a estas dos necesidades.
En Occidente, al menos en los últimos dos siglos, la familia nuclear es sinónimo de la
familia, y se la concibe como anclada en una “naturaleza humana” inmutable, que conlleva
también a una concepción particular de la moralidad (cristiana) y la normalidad. Esta
naturalización (proceso por el cual se identifica a la familia como lo “natural”, o sea, guiada
por procesos biológicos) y su peso como definición de “lo normal” (frente a desviaciones,
patologías y “perversiones” onstruyeron ver:
- El hecho de que siempre hubo otras formas de organización de los vínculos
familiares, otras formas de convivencia y sexualidades, así como otras maneras de
llevar adelante las tareas de la procreación y la reproducción.
- El hecho de que la familia nuclear “arquetípica” esta muy lejos de un ideal
democrático: tiende a ser una familia patriarcal, en donde el jefe de familia concentra
el poder y tanto hijos/as y esposa-madre tienen un papel de subordinación.
La familia tradicional como familia patriarcal.No se desestructura “la familia” sino una
forma de estructuración de la familia tradicional: la familia patriarcal. En la misma el jefe de
familia tiene el poder de control y decisión sobre los otros miembros. Es una organización
social en un microcosmos de relaciones de producción, de reproducción y de distribución
como una estructura de poder con fuertes componentes ideológicos y afectivos que
cementan esa organización y ayudan a su persistencia y reproducción.
Lo “privado” cómo velo de desigualdades sociales. Sin embargo, esta dicotomía
naturalizada no ha hecho más que contribuir a velar relaciones de desigualdad al interior del
espacio privado, que ideológicamente se ha homologado a una idea totalizante de familia
como un todo, sin distinguir demasiado qué ocurre en las relaciones sociales dentro de las
mismas. Ya han visto que en las familias se realiza mucho trabajo no remunerado por parte
de las mujeres que es expropiado por otras personas que integran la familia. Situaciones de
violencia, física, simbólica, patrimonial. Poder intergeneracional e intrageneracional –
patriarcado y adultocentrismo.
¿Existe en la actualidad un único modelo familiar?Si bien el tipo de familia burguesa
con una clásica división sexual del trabajo duró unos años, las transformaciones sociales,
culturales, económicas y demográficas no se hicieron esperar e impactaron en un aumento
en la tasa de actividad femenina, que condujo a la autonomía económica de las mujeres,
que junto a las posibilidades que la “revolución sexual” por la aparición de los
anticonceptivos brindó, impactaron en una serie de transformaciones familiares. Como
venimos viendo, hasta hace poco tiempo había muy pocos cuestionamientos a un modelo
de familia “ideal”: la familia nuclear clásica (matrimonio monógamo y sus hijos) dónde
sexualidad, procreación y convivencia coinciden en el espacio “privado” del ámbito
doméstico. Modelo construido socialmente (culturas occidentales) en que la familia nuclear
es sinónimo de “la familia” y se la considera anclada en una “naturaleza humana” inmutable,
que implica una concepción particular de la moralidad y la normalidad.
Trabajo y familia.
En el modelo ideal de familia nuclear con una clara división del trabajo entre géneros, todos
los varones adultos deberían estar trabajando mientras que las mujeres, por su parte, no
deberían trabajar fuera del hogar. Sin embargo, la imagen ideal de un grupo doméstico
mantenido por un único salario o ingreso solo pudo ser realizada por las clases medias. En
los sectores más ricos, el mantenimiento del hogar esta asegurado por la riqueza más que
representado por el salario. Y en las clases trabajadoras, el ideal ha sido pocas veces
alcanzado en la práctica, porque los niveles salariales son demasiado bajos para sobrevivir.
Tanto en el pasado como en el presente, el salario del jefe de familia obrera debe
complementarse con el de los hijos e inclusive con el de las hijas solteras jóvenes. Hasta
hace poco tiempo, el trabajo asalariado de las mujeres casadas constituía un ingrediente
muy inferior en el presupuesto familiar, ya que muy pocas salían a trabajar.
En la década del treinta, la situación se presentaba ligeramente diferente en las clases
medias, donde se había gestado un sector de mujeres educadas que reivindicaban sus
derechos civiles y sociales. La educación de las mujeres estaba orientada a prepararlas
para ser mejores amas de casa, mejores madres, mejores anfitrionas.
Para América Latina, el periodo de gran cambio ocurrió a partir de 1960, e influyó no solo el
aumento de la participación laboral de las mujeres jóvenes solteras, sino también una salida
importante al mundo del trabajo extradoméstico de las mujeres casadas con hijos, lo que
tuvo profundas implicaciones para la organización doméstica y para la familia.
La participación de las mujeres en la fuerza de trabajo es más elevada en las zonas
urbanas y en las metrópolis. Los datos de encuestas de empleo urbanas indican que hacia
1990 las tasas superan el 40% en la mayoría de los países.
Es posible prever que la participación de las mujeres seguirá incrementando en el futuro.
En contraposición, desde la perspectiva de la oferta de empleo persiste una fuerte
segmentación ocupacional entre géneros. Mientras que los hombres participan en todo tipo
de sectores económicos, las mujeres urbanas se concentran en los servicios y el comercio,
y dentro de ellos desempeñan tareas “típicamente femeninas”.
Seguramente al ampliarse la gama de tareas que las mujeres desempeñan en el mercado
de trabajo, y cuando los hombres aumenten su participación en tareas vinculadas al cuidado
(enfermería, docencia, etc), es decir, cuando la tipificación social de lo que es femenino y
masculino comience a alterarse, el modelo de estructuración de la familia nuclear y de la
domesticidad se verá amenazado.
En la actualidad, lo más común es que el cambio en la participación económica de las
mujeres no implique una reestructuración profunda del hogar: no hay miembros varones; las
mujeres amas de casa-madres ven sobrecargadas sus labores y en el caso de hallarla
disponible recurren a la “ayuda” de otras mujeres del núcleo familiar (abuelas, hijas
adolescentes o aun niñas) o a mujeres empleadas en el servicio doméstico.
Normas Sociales y Trabajos de cuello blanco/azul. ¿Por qué deberían las normas
sociales dictar que los puestos de trabajo de cuello blanco son "aceptables" para las
mujeres casadas, mientras que los puestos de trabajo de cuello azul no lo son?. A las
mujeres no les gusta el trabajo en la fábrica y el matrimonio se puede utilizar como
oportunidad de escape. En algunos países es típico que las empresas manufactureras
terminen el trabajo de las mujeres al contraer matrimonio. La fábrica no paga a las esposas
lo suficiente como para compensar los costos fijos de trabajar fuera de casa.
Las miradas críticas apuntan hacia otra forma de desigualdad.El sistema capitalista
hace uso de las desigualdades de género existentes y ubica a la mujer en posiciones
subordinadas a distintos niveles de interacción entre la clase social y el género. Son las
mujeres pobres las más oprimidas por el capitalismo. Hay que cambiar las relaciones
sociales de producción, generando otras formas de participación:
● En el área no doméstica de la producción.
● En la esfera pública.
● Romper con el carácter secundario de la participación de la mujer en la economía
(segmentación y “feminización” del mercado de trabajo).
Mujer → Género.
- Las mujeres no son un grupo homogéneo, ni homogéneas sus necesidades.
- El género es una construcción social que depende del tiempo y el espacio.
- Se interrelaciona con otros conceptos como clase o etnia.
- El cambio no concierne sólo a las mujeres, sino también a los varones.
La edad del matrimonio como un indicador útil para entender la mayor presencia de las
mujeres en el mercado de trabajo debe ser relativizado.
Los cambios en las pautas de control de la natalidad se reflejan en una mayor presencia de
las mujeres en el mercado de trabajo, especialmente a partir de la década de 1980 y en
toda la región.
La región ha mostrado un cambio significativo en los procesos de alfabetización de su
población, permitiendo que los países más rezagados de la región alcanzarán un
acortamiento de la brecha con los países históricamente más avanzados en materia
educativa.
Los proceso de urbanización inciden en forma diferente en los países, pero sobre todo en
las oportunidades laborales que este proceso genera.
La tendencia en los países estudiados hacia la reducción de la brecha de ingresos
salariales mensuales y por hora. El primer elemento que destaca en la explicación de la
persistencia en materia de desigualdades salariales mensuales es que las mujeres trabajan,
en promedio, menos horas que los hombres. La educación es un factor determinante en las
desigualdades salariales, sobre todo en los estratos socioeconómicos más altos. El tipo de
inserción que tienen hombres y mujeres es uno de los factores que más influye en las
diferencias salariales. Menores desigualdades se encuentran entre los asalariados y los
funcionarios públicos.
La transición demográfica.
¿Qué es la transición demográfica?El paso de altos niveles de fecundidad y mortalidad a
bajos niveles de ambas. «En las sociedades tradicionales, fecundidad y mortalidad son
altas. En las sociedades modernas, fecundidad y mortalidad son bajas. En medio, está la
transición demográfica».
➔ Descripción de la sucesión de fases históricas que atraviesa una población,
coincidente con el proceso de modernización (urbanización, industrialización,
aumento nivel educativo, incremento ingreso per cápita)
– Fase de equilibrio premoderno (pretransicional): altas tasas de fecundidad y mortalidad.
– Fase transicional de desequilibrio: reducción de la mortalidad y crecimiento de la
población.
– Fase de equilibrio moderno (postransicional): mortalidad y fecundidad reducidas y
crecimiento lento o nulo de la población.
➔ Comienza en sociedades europeas pero es un cambio global.
➔ Es el cambio demográfico más importante en la historia de la Humanidad (Entre
1800 y 2011 la población mundial se multiplicó por siete).
Etapas de la Transición Demográfica
I. Pretransicional: El antiguo régimen demográfico:
• La mayor parte de la población es rural y se dedica a actividad agrícola.
• Sistema económico: familia centro de la organización económica.
• Necesidad de las familias de tener muchos hijos para asegurar la organización económica
• Los hijos tienen un valor económico.
• Altas tasas de mortalidad infantil y de la niñez, necesidad de reemplazo de pérdidas. Un
tercio de los niños morían antes del año de edad; otro tercio antes de ser adultos.
• Alta natalidad.
• Poca inversión en la educación de los niños y comienzan su contribución económica a
edades tempranas.
• Población con estructura de edades joven (alto % niños).
II. Transicional.
Fase 1:
• Desciende la mortalidad (MÍ y niñez) y se mantiene alto el nivel de la natalidad.
• Las tasas de crecimiento se elevan conforme decrece la tasa de mortalidad:
rejuvenecimiento.
• Aumenta presión las familias.
Fase 2:
• Descenso de la natalidad.
• Se enlentece el ritmo de descenso de la mortalidad y disminución relativa de los progresos
en la esperanza de vida.
• Reducción de las tasas de crecimiento pero aún positivas.
III. Postransicional.
• Sociedades que han llegado a un nivel alto en plano socioeconómico.
• Baja natalidad y baja mortalidad (equilibrio moderno).
• Bajo crecimiento vegetativo.
• Esperanza de vida muy alta.
• Estructura de edades envejecida (alto % ancianos)
INDICADORES DEMOGRÁFICOS
PROCESOS SOCIALES
1era 2da
.
La iniciación sexual más temprana de los varones, vinculada a la socialización diferencial de
mujeres y varones respecto a las prácticas sexuales socialmente aceptadas. Se asientan en
la persistencia de la asignación diferencial de los roles de género.
Las incongruencias observadas revelan la irregularidad en la protección de los adolescentes
en sus relaciones sexuales. Este fenómeno asociado, entre otros, a su percepción de
invulnerabilidad, el escepticismo frente a la efectividad de los métodos anticonceptivos y al
deseo de complacer a su pareja.
El objetivo es ver si las variables estudiadas tienen el mismo nivel de incidencia en todos los
grupos, o si por el contrario, existen particularidades en América Latina que hacen variar
sus trayectoria. En el caso de América Latina su trabajo agrupa los países de la región de
acuerdo a una clasificación preestablecida. Los países caracterizados como economías
templadas y con un proceso de modernización avanzada, integrados por Argentina, Chile y
Uruguay. Los países de economías grandes y medianas, con una modernización acelerada
y desequilibrada, integrados por Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela. Y, los países
de economías pequeñas y con una modernización parcial o incipiente, integrados por
Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay. La
preocupación por el incremento de las capacidades individuales es vista como
imprescindible para generar cambios en la calidad de vida, en la educación, elementos
estos que son esenciales para alcanzar el bienestar. También, puede verse la desigualdad
de género como un freno al desarrollo, expresado en los desequilibrios de poder dentro del
hogar, en las condiciones de salud desfavorables, en un acceso desigual a oportunidades y
derechos. El aumento de la participación de las mujeres en la toma de decisiones, a nivel de
la familia y a nivel social, puede considerarse un indicador de progreso en el desarrollo
económico.
En términos demográficos, el cambio de patrón de las uniones conyugales en las
sociedades europeas ha sido considerado de gran importancia como mecanismo regulador
de crecimiento de la población. Durante la primera transición demográfica de Europa el
cambio en los patrones matrimoniales ha contribuido a una disminución de la fecundidad, ya
sea porque la gente retrasa la edad de casamiento, como por el hecho de que aumente el
número de personas que permanecen célibes. La evolución de los patrones matrimoniales
está estrechamente ligada a los cambios sociales, culturales y económicos que viven las
sociedades. Especialmente en el caso de las mujeres, la posibilidad de decidir sobre
cuándo casarse y formar una nueva familia impacta significativamente en su posición dentro
de la sociedad y los niveles de independencia que han logrado. Estos cambios en el patrón
matrimonial europeo confluyen con transformaciones en la esfera económica. Después de
la Peste Negra que azota a Europa desde el siglo XIV, la escasez de mano de obra y
cambios en la agricultura de pastoreo incrementaron la demanda de mano de obra,
impactando este cambio en las mujeres que debieron también salir fuera de sus hogares.
Como resultado, una gran parte de la sociedad se convirtió en dependiente de trabajo
asalariado. Dentro del conjunto de cambios observados en la esfera doméstica durante el
proceso de desarrollo económico de los países hay un hecho que muestra una tendencia
universal y es la reducción de la fecundidad. Es así que el número de hijos por mujer ha
disminuido en gran parte del mundo, tanto en países desarrollados, como en países en vía
de desarrollo. A los aspectos vinculados a los cambios en el inicio de las familias, se suman
un significativo número de estudios que analizan las consecuencias derivadas de la
inversión educativa en las mujeres y el descenso de la mortalidad infantil y los cambios en
la fecundidad. Estos estudios demuestran de forma concluyente que un menor número de
años de estudio acumulados por las mujeres se correlaciona positivamente con una mayor
fecundidad y una mayor mortalidad infantil. Así, se puede observar que las familias más
educadas comienzan a reducir el número de hijos, al tiempo que en el mercado de trabajo
se extiende la participación de las mujeres y, como resultado conjunto, se observan mejoras
en el ingreso per cápita.
En la trayectoria de vida de las mujeres, las decisiones que se toman en materia laboral
trascienden este ámbito y se requiere la entender otros fenómenos importantes para la vida,
como el momento en el que se ingresa al matrimonio o el número de hijos que se define
tener. También pesan otras condicionantes en el acceso al mercado de trabajo y que no
apuntan tan sólo a los requerimientos técnicos o laborales del empleador, sino a los logros
en materia educativa que las mujeres han tenido. Los procesos de urbanización son un
claro ejemplo de que los cambios que estos generan impactan en las formas de vida de las
personas y sus familias. Por otro lado, hay cambios que están vinculados a garantizar el
acceso a derechos universales pero, sin embargo, no necesariamente han sido igualmente
repartidos entre ambos sexos. El primer resultado a destacar es la idea de la edad del
matrimonio como un indicador útil para entender la mayor presencia de las mujeres en el
mercado de trabajo debe ser relativizada. América Latina es una región que mantiene bajas
las edades de ingreso al matrimonio y para el período estudiado son pocos los cambios
observados. El número de hijos que tienen las mujeres en la región ha tenido un descenso
sustancial en los últimos 60 años, habiendo logrado América Latina captar los avances
tecnológicos obtenidos en materia de control de la natalidad por parte de los países
desarrollados. Esto hizo que concluyeran los cambios en las pautas de control de la
natalidad con una mayor presencia de las mujeres en el mercado de trabajo, especialmente
a partir de la década de 1980. La educación ha mostrado ser una variable dinámica en el
proceso de transformación de las trayectorias de vida de las mujeres. Si bien no puede
afirmarse que los logros educativos han tenido una incidencia directa en la incorporación
laboral de las mujeres, puede suponerse que las mejoras en los niveles de calificación de la
fuerza de trabajo abren una ventana de oportunidad a las mujeres en el mercado laboral. En
materia de urbanización América Latina sigue siendo un continente dual. Los países que
tienen mayor urbanización, son los que han mostrado una mayor diversificación de su
mercado de trabajo. En aquellos países con mayor presencia de población rural, las
mujeres muestran también fuerte incremento en sus tasas de actividad, pero estaría
orientada más a las actividades agrarias donde la temporalidad es una característica
dominante, junto con la informalidad y el cuentapropismo. En materia de derechos lo que se
pudo comprobar en este estudio es que la brecha en materia formal se ha reducido
significativamente. Son estos derechos que aseguran la igualdad de oportunidades de
hombres y mujeres en aspectos relevantes de la vida económica como los son el derecho
de herencia, la equidad en la toma de decisiones para las mujeres casadas en materia de
contratos laborales, legales y financieros. Los resultados obtenidos en el análisis
multivariado, que agregan al estudio de la región una muestra de países desarrollados y
una muestra de países en desarrollo de la región asiática, una tendencia al incremento de
las tasas de actividad de las mujeres explicado en gran medida por el incremento de los
años de estudio. Esta variable es la que permanece como significativa para la muestra en
su conjunto, teniendo una influencia positiva en la tasa de actividad de las mujeres. El
descenso en la tasa de fecundidad también muestra un efecto significativo, de signo
negativo, en las tasas de actividad, sugiriendo así que una disminución en el número de
hijos influye en la mayor presencia de las mujeres en el mercado de trabajo. También los
derechos aparecen como una variable significativa y de signo positivo para explicar la
actividad de las mujeres. El proceso de urbanización en algunos casos adopta signo
negativo y esto aparece vinculado en particular si se controlan las variables por regiones.
En el caso de América Latina y Asia, la urbanización tiene una influencia significativa menor
y negativa en las tasas de actividad, lo que da cuenta de que una mayor presencia de las
mujeres en el mercado de trabajo puede coincidir con niveles más bajos de urbanización.
De estos resultados son claro ejemplo los casos de China y Bolivia, países que todavía
tienen promedios de urbanización levemente superiores al 50% y donde la presencia de las
mujeres en el sector agrícola del mercado laboral es alta. Para el caso del PIBpc, variable
utilizada como proxy del crecimiento económico de los países para explicar las tasas de
actividad, da como resultado una correlación significativa y de signo negativo. Esto estaría
indicando que la relación entre el crecimiento de la economía y la mayor presencia de las
mujeres en el mercado de trabajo no es automática y que los países que tienen mayores
tasas de actividad de las mujeres no son aquellos con mayores niveles de PIBpc y esto es
aplicable a todas las regiones. Los resultados permiten matizar la preeminencia del
crecimiento económico para explicar el comportamiento de la fuerza de trabajo de las
mujeres y hace relevantes otros aspectos que también están en juego como la
especialización productiva de las regiones y su capacidad de integrar nueva mano de obra o
los cambios que se procesan al interior de los hogares y otorgan a las mujeres otras
oportunidades. Ciertamente el crecimiento de la economía, la demanda de más mano de
obra, la diversificación de las ocupaciones y un mayor cambio estructural han impulsado la
presencia de las mujeres dentro de la fuerza de trabajo. Pero también estos factores que
hacen a la trayectoria de 28 vida de las personas y que han mostrado cambios significativos
en estos últimos años, influyen en las posibilidades de inserción de las mujeres en el
mercado laboral.
El tamaño del hogar por nivel socioeconómico. El tamaño del hogar también depende
del nivel de ingreso de las familias. Un indicador de ingreso específico es el quintil de
ingresos. Si se comparan los hogares que pertenecen a 20% de ingresos inferiores (quintil
1) con el 20% de los hogares más ricos (quintil 5) se ve una gran diferencia en los tamaños
de los hogares. En este caso Guatemala y México son los países que tienen casi tres
personas más en los hogares más pobres que en los ricos. Ambos países tienen
poblaciones indígenas y rurales.
Los hogares con jefatura femenina. El incremento de los hogares monoparentales con
casi exclusivamente de jefatura femenina. Existe en estos hogares la jefatura femenina “de
facto”, una mujer como principal aportante económico y hogares con jefatura femenina “de
jure”, es la mujer reconocida por los demás miembros como jefa del hogar. Analizando la
comparación siguiendo los criterios de jure y de fato se comprueba que en todos los países
de Aml, el porcentaje de los hogares donde el único aporte económico principal es el que
realiza una mujer supera al de los hogares con jefatura femenina. Esto se da por el aumento
de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo y la mayor autonomía que le da
el acceso a sus propios recursos. El número de hogares encabezados por mujeres (sea de
jure o de facto) ha continuado creciendo desde comienzos de la década de 1990, 4 hasta
llegar a representar entre una cuarta y una tercera parte de los hogares, según los países.
En términos generales, se puede inferir que si bien la carga total del trabajo de socialización
disminuyó al reducirse el número de niños por hogar, también descendió el número de
adultos que tenían a su cargo esa socialización, esto se ve más en el caso de las mujeres,
quienes en la mayoría de familias tienen bajo su exclusiva responsabilidad las tareas
productivas y reproductivas.
El ciclo de la vida familiar.En AL, han habido cambios en la magnitud del grupo de
familias que se ubican en cada etapa del ciclo de vida familiar. Eso se atribuye a cambios
demográficos significativos, en especial en el descenso de la tasas de natalidad en el 1970.
Se ha creado una tipología que hace referencia a las diferentes etapas por las que pueden
pasar los hogares de tipo familiar, sería de la forma: etapa de inicio de la familia (empiezan
a nacer hijos), la consolidación (dejan de nacer hijos) y por último la de la salida de los hijos
( los hijos se van o pasan a formar hogares diferentes). Esta tipología se basa en la edad
del hijo menor, teniendo presente que son los hijos menores lo que demandan mayor
trabajo doméstico en los hogares.
Tipología del ciclo familiar:Se crearon cinco etapas del ciclo de vida familiar a partir de
las encuestas de hogares:
1. Pareja joven sin hijos: parejas que no han tenido hijos y en la cual la mujer tiene menos
de cuarenta años.
2. Ciclo de inicio de la familia: corresponde a familias que sólo tienen hijos menores de seis
años.
3. Ciclo de expansión o crecimiento: corresponde a familias cuyos hijos menores tienen
doce años y menos.
4. Ciclo de consolidación y salida: familias cuyos hijos menores tienen trece años o más.
5. Pareja mayor sin hijos (nido vacío): parejas sin hijos donde la mujer tiene más de
cuarenta años. Vemos que la mayoría de las familias de la región se encuentra en la etapa
de expansión y crecimiento, o sea, sus hijos menores tienen doce años o menos. Otros
aspectos relacionados con los cambios en las etapas del ciclo familiar son la disminución
del número de hijos y el aumento de la edad al casarse en casi todos los países que
cuentan con información al respecto.
Acciones afirmativas.
Tipos:
- Según tipo de grupo que intentan incluir: género, raza, etnia.
- Según se apliquen a la oferta o al resultado: cuotas, paridad, escaños reservados o
distritos especial.
- Según el nivel en el que se usen: constitucionales, legales, voluntarias, órganos
electivos nacionales o subnacionales.
En América Latina:
- Se habla de la “ola de las cuotas” en la década del ‘90, y la “ola de la paridad en los
‘2000.
- Surgen por:
• Presión de las organizaciones de mujeres (en la sociedad civil y en los partidos) y
por influencia ámbitos de advocacy internacional.
• Aceptación estratégica de las elites políticas.
Derecho, abstracción jurídica y ciudadanía. Las paradojas de una vieja relación. La
condición ciudadana, decíamos, ha estado y está edificada sobre la base de la tensión entre
una emancipación política cimentada en la abstracción jurídica –es decir, en la
consideración de los sujetos como si fueran iguales ante la ley– y la emergencia de las
relaciones capitalistas de producción, entre el cielo de la igualdad formal prometida a través
de la abstracción de las determinaciones reales del sujeto y las múltiples diferencias y
desigualdades reales, ubicadas en el campo de la sociedad civil, en el territorio de acción
del burgués egoísta, de la mujer doméstica, de los habitantes de las colonias.
Lo llamativo de la actual fase del capitalismo es que, a la vez que todo lo sólido se disuelve
en el aire, a la vez que los procesos de trabajo se desmaterializan desligandose de los
antiguos anclajes en las grandes fábricas, a la vez que los salarios dejan de ser
equivalentes a la reproducción de la vida del trabajador para transformarse en un precio
más potencialmente equivalente a cero, se ha producido una creciente expansión de
derechos formales: derechos de nueva generación para las mujeres, los niños y niñas, el
ambiente; sin embargo, tales derechos se comportan de una manera contradictoria: se
produce una sorprendente expansión de derechos en tiempos de desfondamiento de las
condiciones de garantía real y juridización de las relaciones sociales, es decir, de aumento
de la intervención del aparato judicial ante la protesta social, transformada en objeto de
sanción e incluso persecución civil y penal.
Notas sobre el derecho. El estado mismo, en su versión moderna, es una institución
jurídica, por lo cual el derecho no sólo ha de considerarse como pura fantasmagoría, sino
como relación real. La relación social aparece bajo dos aspectos incoherentes entre sí:
como valor de la mercancía y como capacidad del ser humano de ser sujeto de derecho.
Los individuos aparecen como formalmente independientes el uno del otro, ligados entre sí
por un orden jurídico artificial, un orden en el cual ambas partes contratantes hacen lo que
quieren y no toman más libertad que la que ellos mismos conceden a los otros. El sujeto en
tanto portador de derechos es reconocido como: individuo dueño de su voluntad y sujetado
a una regulación universal; libre del ejercicio directo de la violencia, pero sujeto a violencia;
portador de derechos no inmediatamente reductibles a privilegios, pero bajo ciertas formas
de organización social; sujeto a las reglas del mercado. La consideración de un sujeto como
sujeto de derechos implica una operación de despojamiento de las determinaciones reales
y, por lo tanto, un proceso de abstracción que hace inevitable la desconsideración de las
especificidades de cada caso; por otra parte, libera a los sujetos de la hipoteca de la
casualidad, en la medida en que la norma regula obligaciones y derechos para todos y
todas.
Sobre la sustitución del cuerpo real por el cuerpo político. La cuestión de la
ciudadanización de las mujeres ha estado –y continúa estando– cruzada por la paradoja de
la demanda de igualdad abstracta para los diferentes, bajo la tensión de la articulación entre
un orden político organizado sobre la base del reconocimiento de la igualdad abstracta de
los sujetos ante la ley y la demanda de inscripción de las diferencias corporales en ese
mismo orden. La mayoría de las veces que las feministas combatimos por un derecho
ciudadano, lo hacemos en un terreno ambiguo, marcado por las huellas de la tradición
liberal, una tradición para la cual el ciudadano es un sujeto neutro, sin cuerpo, sin vida
cotidiana, sin dimensión privada, sin una ubicación precisa en el orden social y menos aún
en los conflictos. El mismo proceso histórico que hiciera posible la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano hizo también posible la construcción de un sujeto
político con rasgos peculiares, pretendidamente neutro, pero masculino, burgués, adulto y
blanco. Desde entonces, los reclamos de las mujeres han permanecido como un deseo de
admisión, un reclamo de inclusión en lo universal. Las mujeres efectivamente han
conquistado derechos de ciudadanía, aun cuando la lógica que haya dominado en el
establecimiento de la posibilidad de disponer del cuerpo sea la del individuo propietario, y
siempre dentro de la ubicación históricamente asignada a las mujeres en el espacio privado.
El derecho y la especificidad del lenguaje jurídico constituyen una barrera invisible; y ello sin
mencionar las tradiciones autoritarias, la violencia clasista y sexista, la homofobia que
circula en el aparato jurídico.
¿Qué decimos las feministas cuando reclamamos el derecho a decidir como derecho
ciudadano? Si las feministas hemos sostenido históricamente que lo personal es político, la
regulación de la cantidad de nacimientos, así como las decisiones inherentes a la identidad
sexual y de género y los derechos relativos al libre ejercicio de la propia orientación sexual,
objeto de decisiones personales e identificaciones subjetivas, cobran un significado
profundamente político. Los cuerpos de las mujeres constituyen un obstáculo para su
consideración como individuos, debido a que la diferencia corporal las inscribiría en una
forma radicalmente diferente de registro de lo político, que tornaría casi innecesarios los
derechos ciudadanos. La conquista de derechos ciudadanos se lleva a cabo bajo la
impronta dejada por una tradición específica, la liberal, cuya poderosa sombra sigue
proyectándose en el proceso de conquista de derechos ciudadanos para las mujeres.
Impregnadas como lo están las relaciones sociales de la lógica mercantil y liberal, los
derechos sobre el cuerpo pueden operar a la manera de una conversión del cuerpo en
mercancía enajenable, cuerpo vendible y comprable, alquilable y fragmentable, simple cosa
desprovista de investimentos libidinales y significaciones subjetivas. La lógica de la
abstracción habilita la cosificación del cuerpo, pero también la asignación de derechos a
entes físico-metafísicos que en modo alguno son sujetos. Esta lógica mercantil que coloca
por encima de la vida humana los costos de la empresa, cuyos derechos se privilegian por
sobre los de los trabajadores y trabajadoras, es la misma que habilita para el
reconocimiento de derechos a un ente físico-metafísico: el niño por nacer. En razón de los
derechos de un cigoto (que en cuanto sujeto real no sobreviviría fuera del vientre materno),
es posible obligar a una sujeta real a portar un embarazo indeseado, pues existen
regulaciones que penalizan el derecho a decidir de los sujetos reales, las mujeres, pero
reconocen los derechos de un ente que no es –por mucho que dichos fundamentalistas se
empeñen– un sujeto, ni tan siquiera un individuo autónomo, dueño de su razón y su
voluntad, en buena lógica perfectamente liberal. Si el derecho implica la igualdad abstracta
de los sujetos ante el orden universal de la ley, un mínimo criterio de tolerancia indicaría
que, sean cuales fueren las personales y legítimas convicciones de cada cual sobre el
aborto, el Estado democrático debe establecer un marco de solución legal universal y
equilibrado al que pueda acogerse, sin riesgo de ser acusada de cometer un crimen, la
mujer que decide abortar según sus convicciones personales. La legalización del aborto no
resuelve las tensiones en el nivel de la subjetividad, pero cualesquiera que sean las
variaciones subjetivas, en sociedades complejas, es preciso que exista el derecho al aborto
legal.
La teoría política moderna afirmó el igual valor moral de todas las personas, algo que los
movimientos sociales y grupos oprimidos se tomaron en serio y que suponía incluir a todas
las personas en la categoría de ciudadanos/as a todos los efectos, bajo igual protección de
la ley. Cualesquiera que sean las diferencias sociales o de grupo entre los ciudadanos/as,
independientemente de sus desigualdades en términos de riqueza, estatus y poder en las
actividades cotidianas de la sociedad civil, el ser ciudadano/a concede a todas las personas
idéntica categoría de pares en la esfera de la política pública.
Recientemente, los movimientos sociales de los grupos excluidos y oprimidos se han
preguntado por qué la ampliación a todas las personas de idénticos derechos de ciudadanía
no ha comportado la justicia y la igualdad. Parte de la respuesta es claramente marxista:
aquellas actividades sociales que más determinan estatus de grupos e individuos son
anárquicas y oligárquicas.
La universalidad de la ciudadanía, en el sentido de la inclusión y la participación de todo el
mundo, y los otros dos significados de universalidad presentes en las ideas políticas
modernas (la universalidad como generalidad y la universalidad como igual tratamiento)
están muy lejos de implicarse mutuamente; están, por el contrario, en mutua tensión y por
diversas razones. La idea de ciudadanía como expresión de una voluntad general ha
tendido .a imponer una homogeneidad de los ciudadanos/as. Allá donde existen diferencias
en capacidades, cultura, valores y estilos de comportamiento entre los grupos, pero algunos
de estos grupos son privilegiados, el seguimiento estricto de un principio de tratamiento
igual tiende a perpetuar la opresión y las desventajas.
Comenzar a generar otro vínculo desde el primer nivel es clave para que las instituciones
sanitarias no sean reproductoras de violencia hacia las personas trans y estas permanezcan
en el sistema. A medida que crece la complejidad de las necesidades y los problemas a
resolver, los recursos se organizan en los niveles dos y tres. En el segundo nivel de
atención “se ubican los hospitales y establecimientos donde se prestan servicios
relacionados a la atención en medicina interna, pediatría, ginecoobstetricia, cirugía general
y psiquiatría”, mientras que el tercero “refiere a la atención de patologías complejas que
requieren procedimientos especializados y de alta tecnología”.
Descripción de la experiencia actual. Tuvimos que coordinar por ejemplo el ingreso del
paciente, porque todos los pacientes que ingresan en la sala son mujeres, con nombre y
cédula de mujeres, para eso fue necesario hablar con la dirección, hablar con la gente de
admisión... también hablamos con los turnos de enfermería, vino un grupo de sensibilización
que ya había hablado con un turno. Es decir, eso fue de la parte de la planificación para que
no hubiera problemas al momento de la internación y de la cirugía. Hablamos con el equipo
anestésico específico de la uda que lo valoró previo a la cirugía y que estaba presente en el
momento de la cirugía, es decir, cubrimos todos los posibles lugares donde podíamos tener
problemas, sobre todo en la atención o en la discriminación sobre el paciente.
Intervención en “pacientes sanos”... ¿Un nuevo discurso médico? Uno de los aspectos
más importantes en una cirugía es la indicación quirúrgica, es decir, el motivo que lleva a
realizar la intervención. Tradicionalmente, la cirugía en los usuarios trans masculinos se
justificaba a raíz de un diagnóstico de patologías biológicas o de salud mental (trastornos o
disforias). En cambio en el equipo del chpr se trata a la cirugía como parte del proceso de
reasignación de sexo y se considera que se está operando a usuarios sanos (desde el
punto de vista biológico, psicológico y social).
La Inserción del Aborto en la Agenda Político-Pública Uruguaya 1985-2013.
- Johnson, N, Schenck, M y Rocha, C.
“Será necesario que las feministas que sabemos que el derecho a decidir sobre nuestro
cuerpo es una reivindicación estratégica de género, impulsando una campaña para la
legalización del aborto dentro del movimiento de mujeres, obliguemos a los partidos a tomar
partido.”
Al reclamar el derecho al control y poder de decisión de las mujeres sobre su cuerpo, su
sexualidad y su capacidad reproductiva, se buscaba deconstruir la noción de mujer-madre
que estaba todavía muy arraigada en la sociedad uruguaya: “Queremos con este libro
contribuir a que seamos las mujeres las que diciendo aborto en voz alta, obliguemos a la
sociedad a reconocer que el ejercicio de nuestra sexualidad no está regido por la capacidad
reproductiva; que la maternidad no es «destino divino» sino libre opción. Que los hijos que
traigamos al mundo tienen derecho a ser hijos de nuestro deseo y no del azar o los errores;
que hablando de «deseo», éste forma parte de nuestras vidas y queremos disfrutarlo
plenamente. Que, en suma, queremos ser soberanas de nuestros cuerpos.”
“Exijamos la libertad de decidir sobre nuestra maternidad, en el momento adecuado. […] No
queremos que nadie se vea obligada a realizarse un aborto, como tampoco queremos que
nadie nos obligue a tener hijos cuando no lo deseamos.”
“Nuestros derechos como persona son negados al hacer de nuestros cuerpos una cosa
ajena a nosotras mismas. Por eso el derecho a decidir pasa en primer lugar por
reconquistar nuestro cuerpo y no permitir que otros opinen, penalicen y decidan sobre él.”
“Negar a la mujer el derecho a decidir su maternidad forma parte de la dominación
ideológica del sistema, negarnos este derecho es una herramienta de poder que se apropia
de nuestro cuerpo y nos mantiene al margen de las cosas que según el patrón cultural son
las importantes.”
“Sobre el cuerpo de la mujer decide el marido, decide el estado, decide el Papa, decide el
médico. Con el aborto legalizado las mujeres controlaríamos nuestra fertilidad, seríamos
soberanas de nosotras mismas: mala cosa para quienes no dan espacio de libertad y
decisión no sólo a las mujeres sino a ningún segmento de la sociedad.”
DE LA COCINA A LA CÁMARA
En Uruguay, a pesar de que pocos sectores políticos llevan un registro fiel y actualizado de
sus miembros, existe un reconocimiento generalizado tanto entre militantes como dirigentes
que a nivel de la militancia partidaria la participación de hombres y mujeres es relativamente
equitativa.
Las mayores trabas para una representación política igualitaria de mujeres y hombres
deben buscarse en la arquitectura del sistema electoral, y en los procesos institucionales y
prácticas políticas discriminatorios y excluyentes que siguen caracterizando la política
uruguaya y especialmente pautando el acceso a los cargos de representación política. Se
pueden identificar diferentes tipos de características excluyentes del sistema democrático
uruguayo institucionales, político partidarias, y político-culturales, que conceptualmente son
diferentes, pero que no operan de forma aislada, sino que son factores interrelacionados,
que conforman conjuntamente la dinámica de exclusión por género en el sistema político
uruguayo. Los dos principales obstáculos institucionales y político-partidarios a la elección
de mujeres en Uruguay son las bajas magnitudes de distrito y el alto índice de
fraccionalización partidaria.
La resistencia masculina a compartir el poder se sigue evidenciando en discursos y
prácticas excluyentes para las mujeres. Tal vez su expresión más clara ha sido la renuencia
a adoptar medidas de acción afirmativa para garantizar un mínimo de participación
femenina en las listas electorales. La ley de cuotas finalmente fue aprobada más de veinte
años después de que se presentará el primer proyecto y luego de repetidos intentos de
parte de las mujeres políticas organizadas (en espacios internos partidarios y
coordinaciones interpartidarias) y del movimiento feminista de lograr que la dirigencia
partidaria masculina reflexionara sobre el tema y tomará medidas para asegurar la
efectivización del derecho de las mujeres a ser elegidas a la par de los hombres.
Representación sustantiva.
“La violencia doméstica es una cuestión privada y no tiene nada que ver conmigo. Se
trata de hechos aislados.”
Algunos mitos:
● “A las mujeres les gusta que las maltraten, sino se irían.”
● “Que las mujeres maltratadas denuncien su situación y el sistema las protegerá.”
¿Por qué las mujeres soportan este abuso? Por amor. O por la ilusión del amor.
Los hombres violentos:No son individuos con alguna patología especial que justifique su
conducta. No puede confiarse en el prestigio o respetabilidad, buena apariencia o logros
profesionales, sino en indicadores, síntomas y antecedentes. Doble fachada: a pesar de una
actitud amable para con ajenos, se trata de individuos que a la interna de sus relaciones
familiares usan la violencia de modo habitual: como forma de comunicarse, resolver
conflictos, imponer su criterio o expresar sus emociones.
Acoso sexual:
● Las desigualdades estructurales de género como caldo de cultivo de las violencias de
género.
● Proyección de corto: Entrevista de trabajo.
● Término creado por el feminismo estadounidense de los años 70, sin embargo, las
conductas de hostigamiento sexual, están documentadas desde hace mucho tiempo atrás.
Es la capacidad del feminismo de politizar la vida cotidiana lo que ha transformado una
conducta naturalizada, una “muestra de la hombría natural”, en un tipo de violencia.
● La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el acoso sexual como un
comportamiento de carácter sexual que es ofensivo y desagradable para quien es objeto del
mismo.
Violencia obstétrica:
❏ Proyección de corto: Voces contra la violencia obstétrica.
❏ Origen latinoamericano.
❏ Movimiento por la humanización del parto.
❏ Reacción al modelo médico hegemónico de asistencia al parto.
Es una manifestación de la violencia de género:
- Es en el control de la sexualidad y la reproducción de las mujeres que se asienta la
dominación masculina.
- La entrada de la medicina masculinizada en la asistencia al parto a través de la
medicalización supuso el mejoramiento de algunos aspectos de la morbimortalidad
(antibióticos, ley de asepsia, hospitalización, técnicas quirúrgicas) y también un
nuevo campo en donde se expresa la dominación de género.
- En la asistencia al parto se intersectan la violencia institucional propia de los
sistemas de salud (relación médico-paciente) y la violencia de género (represión de
la sexualidad en el parto, cuerpo de las mujeres como máquina defectuosa, modelo
de “madre” obediente).
Represión de la sexualidad femenina. Frases pronunciadas por personal médico como
“Bien que cuando cogiste no gritabas. Te gustó lo dulce, ahora aguantate lo amargo” (Ídem)
denunciada en México, o el testimonio de una mujer española a quien practicaron una
inadecuada sutura posparto: “empequeñecieron artificialmente la abertura vaginal cosiendo
de más para “dejarme virgen”, como explicó la ginecóloga a mi marido con un guiño”, lo que
le provocó largos períodos de dolor en sus relaciones sexuales, son ejemplos de cómo los
estereotipos machistas pueden tener un fuerte impacto en el campo de la obstetricia.
Desconocimiento de las mujeres como sujetas con opinión.La creencia en que el único
saber en el parto lo tiene el ginecólogo hace que se desmerezca la opinión de las mujeres.
Esto lleva a la infantilización de las mujeres (“gordita”; “mamita”); a no considerar sus
necesidades; a no considerar sus pareceres. Hace seis meses llegó a mí una mujer a quien
se le había muerto un feto de 39 semanas. Al relatar su historia queda claro que no fue
escuchada cuando le manifestó a su médico preocupación: “... mi bebé era sanita y no se
sabe qué es lo que pasó. Yo le había dicho al ginecólogo que la bebé no se movía tanto y
dijo que era normal y me mandó para mi casa”. A esta mujer, quien pidió cesárea, la
obligaron a parir de forma vaginal.
No hay mujeres, sólo madres.Maltrato hacia mujeres que deciden dar en adopción a
los/las bebés. Presunción de que las mujeres se someten a cualquier intervención cada vez
que el personal médico diga o insinúa que es bueno para el/la bebé.
Manifestaciones:
➢ Datos del Observatorio de Violencia Obstétrica de Argentina (encuesta nacional
4939 nacimientos).
➢ Maltrato verbal: “Le estás haciendo mal a tu bebé”: A 3.3 de cada 10 mujeres ; 2.5
de cada 10 mujeres fueron criticadas por expresar sus emociones durante el trabajo
de parto y parto. 2.7 de cada 10 mujeres recibieron comentarios irónicos o
descalificadores.
➢ Intervenciones: 4 de cada 10 mujeres NO pudieron moverse libremente durante el
trabajo de parto; 6 de cada 10 mujeres tuvo monitoreo fetal continuo; 6.4 de cada 10
mujeres les fue suministrada oxitocina; 7 de cada 10 mujeres le rompieron
artificialmente la bolsa; 3.3 de cada 10 mujeres les realizaron la maniobra kristeller
en su parto: 6 de cada 10 mujeres se les practicó una episiotomía y de esas 8.5 de
cada 10 eran primerizas.
Acoso callejero:el acoso sexual en la vía pública abarca múltiples prácticas: silbidos,
miradas lascivas, gestos, manoseos, exhibicionismo, comentarios sobre la apariencia e
insinuaciones de carácter sexual, todas acciones que invaden la privacidad de la persona y
limitan su derecho a transitar libremente. El porcentaje de mujeres de 15 años o más, que
vivieron situaciones de VBG en lugares públicos en los últimos 12 meses asciende a 18,5
%, mientras que quienes declaran haber vivido dichas situaciones a lo largo de su vida son
el 36,5% a nivel de todo el país.
- Las más jóvenes las más afectadas.
- Peor en Montevideo.
- Mala aplicación de protocolos en violaciones.
El concepto de género introducido en los análisis sociales trajo consigo una serie de
rupturas epistemológicas, por un lado, cuestionó la categoría universal de mujer/varón
introduciendo la idea de variabilidad, en tanto ser mujer o varón es un constructo social que
por tanto varía de cultura en cultura. Por otro lado, el concepto de género trajo consigo la
necesidad de comprender lo femenino en relación a lo masculino y viceversa, haciendo de
esta manera alusión al carácter relacional de la categoría. Entender hasta donde las
identidades de género están arraigadas en nuestra conciencia y vida cotidiana también nos
ayudará a comprender y anticipar la resistencia que las mujeres, lo mismo que los hombres,
pueden mostrar hacia políticas que amenazan con cambiar los acuerdos simbólicos y
materiales que constituyen las relaciones de género predominantes. Las relaciones de
género responden a configuraciones de una práctica de género desarrollando a partir del
concepto gramsciano de hegemonía, el concepto de masculinidad hegemónica que dista de
poder compararse con el rol sexual masculino; se crea un modelo de masculinidad ideal que
no necesariamente corresponde a la mayoría de los hombres donde se tiende a reproducir
la dominación de los hombres y la subordinación de las mujeres así como también de
masculinidades subordinadas. Definir los aspectos hegemónicos es identificar por lo tanto,
pautas de comportamiento, expresiones, prácticas laborales, ideales culturales e
institucionales, entre otros, que para un colectivo determinado en un contexto particular
constituyen por tanto el modelo a seguir de lo masculino.
Bourdieu nos invita a pensar que las relaciones de dominación y de división sexual no están
solo en los lugares previsibles, como lo es por ejemplo la familia, sino en instancias tales
como la escuela o el Estado, lugares de elaboración y de imposición de principios de
dominación que se practican en el interior del más privado de los universos.
Otro marco explicativo sobre la violencia masculina la brinda Kaufman a través de lo que él
identifica como las siete P’s de la violencia de los hombres: poder patriarcal, percepcion de
derecho a los privilegios, permiso, paradoja del poder de los hombres, armadura psíquica,
presión, experiencias pasadas. Las sociedades patriarcales nutren lo que él denomina “la
triada de la violencia de los hombres” que opera a tres niveles interrelacionados: la violencia
contra las mujeres, la violencia contra otros hombres como mecanismo para establecer un
orden jerárquico donde estos aprenden desde la niñez a interiorizar la violencia en forma
selectiva y como medio para asegurar el derecho a ciertos privilegios y al ejercicio del
poder; y la violencia hacia sí mismos.
Violencias de género
- Hendel.
“Si la mujer fuera buena, Dios tendría una”
“El amo es superior al esclavo, el adulto es superior al niño, el varón es superior a la mujer”
(Aristóteles).
Siglo XIX y las sufragistas. La heroica decisión de las sufragistas construye, desde
mediados del siglo XIX y, a lo largo del siglo XX, un movimiento emancipatorio con final
feliz, ya que obtienen logros concretos. No es inocente que no sean tan visibilizadas ni la
gesta colectiva, ni los sacrificios personales de cada una de las mujeres que se
comprometieron en él, ni la burla a la que fueron sometidos por sus pares los pocos
hombres que acompañaron. No hay almanaques para la revolución sin balas del sufragio
femenino. Impedirnos saber de dónde venimos sin que el impedimento se registre como tal
colabora activamente en el sostenimiento de las desigualdades. El sometimiento de las
mujeres no es un anacronismo inofensivo. El sometimiento de las mujeres impide
positivamente el progreso de la raza humana por negar la sociedad el uso de sus talentos a
la mitad de sus miembros, y por el efecto moralmente corruptor del poder inmerecido que da
a los hombres.
No ser nombradas, una evidencia del poder del patriarcado. El lenguaje refleja el
sistema de pensamiento colectivo y a través de él se transmiten saberes racionales,
sentimientos y modos esperables de comportamiento en cada sociedad. El masculino no es
universal, es masculino. La decisión nunca es inocente, por eso lo señalamos como síntoma
de una sociedad hetero patriarcal y machista que toma como norma y medida de la
humanidad lo masculino (androcentrismo) diciendo que el masculino incluye lo femenino por
su condición de universal; una mentira patriarcal más que se consolida al expresarlo como
un dogma inmodificable y con una violencia simbólica de alto impacto, la especificidad de
las mujeres no existe en el discurso dominador. Al aceptarlo validamos la invisibilidad y la
subordinación también en el lenguaje y aceptamos como si fuera verdad otra mentira que
construye sentidos comunes excluyentes.
Son necesarios para sostener las mentiras:
1. El “techo de cristal” y su aliado: la invisibilidad del trabajo doméstico.
2. La limitación de protagonismo y poder acerca de la propia vida qué implica la
imposibilidad de acceder a la anticoncepción y al aborto sin trabas.
3. La dificultad de acceso al mundo judicial, que no es ni más ni menos que el
obstáculo para la apropiación de derechos para protección y reparación.
4. Para lograr la impunidad de los violentos se esgrime e instrumenta la valiosa
herramienta qué es la presunción de inocencia, sin instituir la presunción de
credibilidad a la que deberían tener derecho las denunciantes.
5. La ausencia de discusiones parlamentarias que motoricen políticas públicas con
normativas necesarias para lograr la total eliminación de la división sexual del
trabajo.
Genealogía. Hasta no hace mucho las mujeres que , aún deseándolo, “no lograban”
casarse o emparejarse eran denominadas “solteronas”, terminó qué contiene una nota
despectiva pero también cierta conmiseracion. Los hombres, en cambio, eran galanes,
solteros valorizados en el mercado de los bienes. Los tiempos han cambiado, hemos
modificado valores y formatos, pero hay estructuras que, por el momento, no han sido
desarticuladas, no por lo menos en América Latina y el Caribe. Lo cierto es que las y los
jóvenes siguen socializando en esta cultura androcéntrica y patriarcal que justifica las
violencias por jerarquía de géneros.
Con ritmo disparejo pero vamos.Tal como lo plantean las diferentes teorías feministas,
no se trata de un problema personal, sino del resultado del sistema de dominación patriarcal
y de la explotación de la capacidad de las mujeres, muy bien aprendida, de amor, de
servicio y, sobre todo, de reproducción.
El mito dice que las mujeres perdonan más las infidelidades por el ancestral mandato que
implica aceptar como verdad esa diferencia que impondría la naturaleza: los hombres
necesitan lo que las mujeres solo desean si aman: sexo. Un mito más para marcar las
diferencias y ponerle el sello de la naturaleza. Una mentira más para ocultar la
subordinación. Mientras para los varones el amor es una parte de la vida, para las mujeres
aún hay una tendencia a que sea el sentido de su vida. Entender que el amor no es una
cuestión personal sino política es el primer paso para la superación de la construcción
patriarcal de esa identidad que convierte el tema en un problema a resolver solo para una
mitad de quienes integran la dupla en una relación heterosexual.
El amor es también un modo de organizar la vida y es dañino si de verdad creemos que
bajo su magia pueden desaparecer las relaciones de poder y subordinación , que marcan
las jerarquías. El contrato de apoyo mutuo exige reciprocidades que no son “yo te doy esto,
vos me devuelves lo mismo”. Se trata de acompañarse en lo que cada quién necesite del
otro/a. No para cubrir la falta sino para acompañar el dolor o la frustración que la falta
produce. Un varón celoso es admisible y hasta querible pero una mujer celosa es una
desquiciada, mala, capaz de dañar, algo imperdonable para la “naturaleza femenina”, cuya
misión es comprender, aceptar y perdonar. Cuando las mujeres deciden salirse de los
papeles que les son impuestos se convierten en una amenaza al sistema y son castigadas,
ya no con la hoguera pero sí socialmente, con la crítica o la exclusión social.
Violencia, fantasía, realidad. La construcción patriarcal del amor romántico posibilita las
violencias que se dan dentro de las relaciones de pareja en algunos países. No se ejerce de
manera aislada, no es un tema individual de cada una de las relaciones de pareja donde se
da, sino que es producto de un sistema y de una estructura social, política y económica. Es
una violencia estructural que es más grave porque se ejecuta en nombre del amor, y se
legitima y tolera gracias a esa dominación.
La violencia machista sólo puede entenderse desde una perspectiva que incluya todas las
variables del poder en un sistema, ya que si no existiera un territorio permeable en lo
cultural, científico, teórico, político, etc., no tendría lugar. El aferrarse a la vida en pareja,
aun siendo perjudicial para ella misma, es una muestra de la inseguridad qué podemos
sentir las mujeres ante un proyecto de vida propio para el que no nos sentimos preparadas.
La violencia en la pareja adulta. Vivir en una sociedad que hace de la juventud un valor en
sí mismo, y del amor apasionado un tesoro solo posible antes de complir los 40, produce
cómo efecto automatico un oscurecimiento de la muchas veces luminosa vida amorosa de
las personas mayores. La violencia machista en las parejas mayores esta aún invisibilizada
y uno de los motivos es la negación de la sociedad en su conjunto a reconocer a las
personas adultas cómo románticas, deseantes y activas sexualmente. Y, en las mujeres, la
esperanza de ser “secuestrable”, deseada, esta muchas veces intacta. La edad no es un
reaseguro para prevenir violencia o abuso sexual, ni tenemos por qué imaginar que un
varón violento deje de serlo porque tiene una “segunda oportunidad”.
La producción social de la violencia. La violencia contra las mujeres tiene sus raíces en
una estructura social y cultural amplia que construye las bases del sistema sexo/ género y
las sustenta. Los procesos de socialización y endoculturación son centrales en estos
cimientos que reproducen un orden sexual violento. La sociedad produce y reproduce la
violencia contra las mujeres al naturalizarla. La socialización de la violencia de género va de
la mano de la socialización de las asimetrías de género. Berger y Luckmann afirman que “el
individuo no nace miembro de la sociedad, nace con la predisposición para la sociabilidad y
se vuelve miembro de la sociedad”. La jerarquía de género se transmite y reproduce en
acciones mínimas o flagrantes ante la sociedad en su conjunto, como la violencia física
directa. Quienes no se ajustan a las pautas sociales y culturalmente acordadas sufren
diversas formas de desaprobación social, que pueden ir desde la ausencia de
reconocimiento hasta la violencia manifiesta.
La familia: la base de la socialización primaria de género y de violencia. El aprendizaje
en las edades tempranas es parte del rol fundamental de la familia en su socialización de
género, en lo que significa ser varón o mujer y los valores asociados a lo masculino y lo
femenino. La familia es pensada como una institución nacida a partir del amor que, en un
principio, unió a la pareja fundadora. Se tiende a dejar de lado el hecho fundamental de que
el matrimonio (o el concubinato) implica —aun cuando no sea explícito— una asimetría
fundante que encubre relaciones de dominación. La idea del amor como base de la familia
es tan fuerte que no se logran observar y problematizar cabalmente los diversos poderes y
violencias que circulan y se ejercen en su seno, quedando frecuentemente invisibles y
naturalizadas. La familia también puede ser el ámbito de la socialización primaria de la
violencia, en especial, de violencia de género y generacional. Un importante número de
familias (con diversos arreglos) socializa en determinadas formas de violencia, que se
transmite tanto inconsciente como conscientemente. Tal vez más acertado sea señalar que
se la transmite de manera implícita en ciertas prácticas, como en forma abiertamente
explícita en otras. La violencia ejercida por una persona con la cual se tiene un vínculo
afectivo no impacta subjetiva y objetivamente del mismo modo que si es ejercida por un
sujeto anónimo.
La escuela: entre la reproducción y el cuestionamiento a las desigualdades que
habilitan la violencia. La escuela primaria se forjó como la institución dedicada a extender
el rol socializador de la familia. En este marco, el trabajo docente también fue comprendido
como una extensión de la tarea de educación en el ámbito doméstico, asimilando los
atributos de las madres a los de las maestras, fundamentalmente en las instancias
educativas más tempranas. Los patrones sexistas de la socialización escolar actúan como
parte del currículo oculto, es decir, los contenidos no explícitos del proceso
enseñanza-aprendizaje que reproduce estas desigualdades en tanto extensión naturalizada
de las relaciones de desigualdad social más amplias. La incorporación de un enfoque de
género en la formación y capacitación permanente del cuerpo docente, actor clave en este
proceso, resulta fundamental para comenzar a trabajar en la deconstrucción de un marco
normativo que se pensaba como natural.
Los medios de comunicación y la reproducción de las jerarquías de género. Aunque
los medios de comunicación no son los que originan la violencia contra las mujeres, tienen
una responsabilidad fundamental al reflejar actitudes y valores congruentes con el discurso
androcéntrico que contribuyen a reforzar el sistema de género como un orden natural de la
estructura social. La violencia contra las mujeres aún es un tema invisible en los medios de
comunicación. Es poco frecuente la cobertura de este problema y, más todavía, que se
aborde de forma integral, destacado de las otras secciones. Persiste una clasificación entre
los temas que son abordados y que cuentan con el estatus de tratarse en el ámbito público,
fijando la agenda pública, influenciando directamente sobre lo que es relevante discutir. Tal
dinámica contribuye a reproducir la división entre el espacio público y privado, y los temas
que se tratan en cada uno.