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Género y desigualdades - Examen

MÓDULO 1

¿Qué se entiende por género?

Género Sexo

● El género es psico-socialmente ● El sexo viene dado biológicamente


aprendido y ( re)construido. a través de una serie de
● El concepto de “género” permite características físicas y fisiológicas.
entender las desigualdades entre
hombres y mujeres como el
resultado de relaciones de poder y
no como un producto inevitable de
la biología.

Esencialismo: ​“Las mujeres conservan la energía (siendo anabólicas) y esto hace que
sean pasivas, conservadoras, aletargadas, estables e indiferentes a la política. Los
hombres, en cambio, gastan su energía excedente (siendo catabólicos) y esto hace que
sean entusiastas, enérgicos, apasionados, variables y, por lo tanto, interesados en asuntos
políticos y sociales.”
“Todos sabemos que la actividad política, naturalmente, requiere capacidad pero también
dedicación y muchas veces, debemos abandonar a nuestras familias. El hecho de
permanecer hasta altas horas de la noche en una reunión con correligionarios y disponer de
los fines de semana para hacer recorridas, determina qué nos ausentamos de nuestras
casas, y en este sentido, creo que estoy diciendo una gran verdad al afirmar que la
presencia de una madre, de una mujer, es imprescindible en el hogar.”
- En el esencialismo se animaliza el cuerpo de la mujer para parir, y al hombre se le
da un papel de dueño de la razón.
- Es en base al sentido común, cómo la sociedad es y cómo tiene que ser. Se
naturalizan los roles.

Androcentrismo:​«un pensamiento dicotómico, jerarquizado y sexualizado que erige al


hombre en paradigma de lo humano y que trivializa la vida y experiencias de las mujeres y
justifica su subordinación en función de sus pretendidos roles naturales».
- Pensamiento dicotómico, jerarquizado y sexualizado.
- La mujer esta condicionada por la biología para hacer distintas funciones, el hombre
es el ciudadano y la mujer tiene que conseguir derechos para llegar a igualarlo.

Joan Scott (1990) “El género: una categoría útil de análisis”


El género es un “elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias
que distinguen los sexos y es una forma primaria de relaciones significantes de poder ”.
● El género está construido en base a cuatro elementos principales:
● Los símbolos y mitos culturalmente disponibles.
● Los conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de
los símbolos (ej. doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales, políticas).
● Las instituciones y organizaciones sociales de las relaciones de género (sistema de
parentesco, familia, mercado de trabajo, instituciones educativas).
● La identidad (subjetiva).

Socialización de género: ​se aprende a ver “varon” o “mujer” en los diferentes espacios de
socialización y pertenencia a través de los procesos de socialización que crean
subjetividades e identidades a partir de la transformación inconsciente en emociones y
pautas de comportamiento de los mandatos, estereotipos y conductas socialmente
esperadas para cada género.
La socialización como un núcleo reproductor: mecanismos deliberados que enseñan formas
de pensar y actuar socialmente definidas y diferenciadas por sexo.
Los roles de género son aprendidos a través de lo que les transmiten las familias, los
grupos de pares, la escuela, los medios de comunicación y otras instituciones.

El género es:
1. Contextualmente específico: ​porque existen variaciones en las relaciones de
género de acuerdo a los diversos posicionamientos estructurales como: clase,
ascendencia étnico racial, clase de edad.
2. Cambiante: ​porque los roles y las relaciones se modifican a lo largo del tiempo y,
por ende, también son susceptibles a cambios por medio de intervenciones.
3. Relacional: ​porque no se refiere a mujeres o a hombres, sino a las relaciones
sociales que se construyen socialmente entre unos y otros.
4. Jerárquico: ​porque las diferencias que establece entre varones y mujeres, lejos de
ser neutras, tienden a atribuir mayor importancia y valor a las características y
actividades asociadas con lo masculino y a producir relaciones desiguales de poder.
5. Institucionalmente estructurado:​porque se refiere no solo a las relaciones de
mujeres y varones a nivel personal y privado, sino a un sistema social que se apoya
en valores, legislación, religión, etc.

¿Diferencias o desigualdades de género?


Sistemas de género:
➔ Están constituidos por relaciones de poder, prácticas, creencias, valores,
estereotipos y normas sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia
sexual.
➔ Cumplen un importante papel como estructuradores de diferentes dimensiones de la
realidad social, económica, política, simbólico cultural.
➔ Normas sociales ​(determinan expectativas referidas a la conducta adecuada para
uno y otro “sexo”).
➔ Estereotipos de género ​(reproducen lo que le corresponde a hombres y mujeres
sin adecuarse a la realidad.

Patriarcado:
Según la RAE: “Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón
jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo
linaje”
Según el diccionario de estudios de género y feminismos: “El patriarcado puede definirse
como un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones
públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones,
quienes como grupo social y en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza
productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o
mediante el uso de la violencia, la constatación de que se trata de una construcción
histórica y social, señalan las posibilidades de cambiarlo por un modelo social justo e
igualitario”.

¿Dónde esta el límite entre lo público y lo privado?

Público Privado

- Fuerza militar - Casa


- Policía - Trabajo doméstico
- Estado - Maternidad
- Carnaval - Cuidados
- Fútbol

Esfera pública Esfera privada

POLIS. Deliberación y toma de decisiones OIKOS. Esfera doméstica de producción y


políticas. Ciudadanos = hombres. reproducción. Mujeres y esclavos.

División sexual del trabajo:


Un aspecto clave de los sistemas de género es la división sexual del trabajo, donde las
mujeres están reducidas a una esfera no valorada, la doméstica, y los hombres a la esfera
considerada como privilegiada, la pública.
Se identifican dos grandes principios en torno a la organización del trabajo:
1. Principio de separación​(hay trabajos “de hombres” y “de mujeres”).
2. Principio de jerarquía​(un trabajo “de hombre” vale más que un trabajo “de mujer”).

Revolución industrial e instalación del capitalismo:


- División entre asalariados / no asalariados condujo a división de la familia.
- Las relaciones de poder se instalan a partir de las diferencias en el dominio de lo
económico y lo simbólico entre varones y mujeres a la interna del hogar.
- Mujeres dentro de familias = trabajadoras centrales de una cadena de montaje que
produce trabajadores y cuyo centro es la casa.
- Otra cadena de montaje produce mercancías y tiene como centro la fábrica, la
industria y el surgimiento de las instituciones.
- Desvalorización del trabajo de reproducción: se presenta como un trabajo
precapitalista, que no implica creatividad, qué es intuitivo y sencillo de realizar.
Además es un trabajo que genera condiciones de opresión.
¿Siempre fue así? ​En el proceso de acumulacion originaria no solo se separa al
campesinado de la tierra sino que también tiene lugar la separación entre el proceso de
producción (producción para el mercado, producción de mercancías). Estos dos procesos
empiezan a separarse físicamente y, además , a ser desarrollados por distintos sujetos
(políticos). El primero es mayormente masculino, el segundo femenino: el primero
asalariado, el segundo no asalariado. Con esta división de salario/no salario, toda una parte
de la explotación capitalista empieza a desaparecer.
¿Esto qué quiere decir?​qué ocurre una redefinición del concepto de trabajo.

Un tipo culturalmente hegemónico de familia: la familia nuclear.


“El concepto clásico de familia parte de un sustrato biológico ligado a la sexualidad y a la
procreación. La familia es la institución social que regula, canaliza y confiere significado
social y cultural a estas dos necesidades. Incluye también la convivencia cotidiana,
expresada en la idea del hogar y del techo: una economía compartida, una domesticidad
colectiva, el sustento cotidiano que van unidos a una sexualidad “legítima” y a la
procreación.” ​(Jelin 1998: 18)

División sexual del trabajo en la familia nuclear tradicional:

Varones Mujeres

- Poder económico. - Falta de autonomía económica.


- Libertad sexual. - Maternidad obligatoria.
- Disponibilidad y disposición del - Cuidados obligatorios.
tiempo. - Pobreza de tiempo.
- Autoridad / Coerción / Violencia - Sin voto ni voz.

“Trabajo por amor, amor cómo trabajo”


El amor materno = sustento ideológico del cuidado familiar - femenino por excelencia y un
sustento material del desarrollo del capitalismo. El trabajo aportado por las mujeres en el
marco de los hogares, es decir, el amor otorgado a los miembros de la familia a través de
este trabajo, no ha sido “el corazón de las familias” sino el del capital.
La feminización de los cuidados:
➢ Está incorporada no solo en las prácticas cotidianas sino también en leyes, en las
ideas que los Estados tienen sobre varones y mujeres que se reflejan en el diseño
de las políticas públicas.
➢ También el cuidado se ha tornado una cuestión identitaria muy fuerte para las
mujeres, que muchas veces reconocen el cuidado infantil como una actividad
primordial.

Acceso y ejercicio de la ciudadanía.


Precursoras:
- Declaración de los derechos de la mujer y ciudadana (1791). “Los derechos
naturales de la mujer están limitados por la tiranía del hombre, situación que debe
ser reformada según las leyes de la naturaleza y la razón”.
- Reivindicación de los derechos de las mujeres (1972). Igualdad de derechos civiles,
políticos, laborales y educativos, y derecho al divorcio como libre decisión de las
partes.

Violencia y coerción sobre las mujeres.


● Violencia obstétrica: impedimento a tomar decisiones sobre el cuerpo propio.
● Violencia física, económica, patrimonial, psicológica.
● Violencia en el ámbito público / laboral / educativo.
● Acoso sexual callejero.
● Violencia simbólica.
● Objetivación de las mujeres.
● Banalización de la violencia.

Feminismos:

De la igualdad De la diferencia

- Sufragistas - Feminismo radical


- Feminismo liberal - Feminismo cultural / materialista
- Feminismo marxista - Feminismo negro
- Feminismo socialista - Feminismo post colonial
- Feminismo anarquista - Feminismo indígena

UNA APROXIMACIÓN A LAS TEORÍAS FEMINISTAS


- Aguilera.

La revolución democrática de la modernidad y el compromiso del Feminismo con la defensa


de la igualdad, han promovido grandes cambios sociales y, en gran medida, la eliminación
de muchas de las discriminaciones que impedían la autonomía moral de las mujeres y el
ejercicio de su libertad. La mayoría de los ordenamientos jurídicos de los Estados
democráticos recogen normas que establecen la igualdad formal de derechos entre todos
los seres humanos. Pero, la lucha por la liberación femenina es una tarea inacabada:
todavía perduran enormes diferencias entre los sexos tanto en el ámbito público como en el
privado, las mujeres aún son discriminadas y en su vida cotidiana soportan numerosas
desigualdades respecto de los hombres.
El punto de partida, es el redescubrimiento de la historia de las mujeres, para erradicar el
sistema de subordinación el primer paso es tomar conciencia de cómo se produce y cómo
nos afecta para, posteriormente definir una estrategia de actuación.
Es preciso tener presente el pensamiento feminista. “El feminismo es un rico instrumento
para llenar de contenidos más democráticos los valores que podríamos querer preservar. Es
decir, conociendo el pensamiento feminista, podríamos mantener –dándoles otro contenido–
los principios e instituciones que el mismo Derecho nos ha enseñado a valorar para así
poder lograr más justicia y armonía en nuestras sociedades”. El Feminismo es toda teoría,
pensamiento y práctica social, política y jurídica que tiene por objetivo hacer evidente y
terminar con la situación de opresión que soportan las mujeres y lograr así una sociedad
más justa que reconozca y garantice la igualdad plena y efectiva de todos los seres
humanos. Es un movimiento heterogéneo, integrado por una pluralidad de planteamientos,
enfoques y propuestas.

Los orígenes de las vindicaciones feministas: las ilustradas.


El Feminismo, como movimiento social y teórico, surge vinculado a la Ilustración. “Las
ilustradas reivindicarán la inclusión de las mujeres en los principios universalistas que la
Ilustración mantenía: la universalidad de la razón, la emancipación de los prejuicios, la
aplicación del principio de igualdad y la idea de progreso”. El objetivo de estas propuestas
teóricas de la llamada Ilustración consecuente era hacer evidentes las incoherencias y
contradicciones del discurso ilustrado. El feminismo supone la efectiva radicalización del
proyecto igualitario ilustrado.
Esta primera ola de argumentación y activismo feminista se halla estrechamente vinculada a
la Teoría de los derechos humanos. La meta fue el igual reconocimiento de derechos a
todos los seres humanos, independientemente de su sexo.
Los discursos feministas, desde sus orígenes y a lo largo de los siglos XIX y XX, reclaman
que se reconozca la individualidad, libertad e igualdad femeninas y nuestra condición de
sujetas de derecho autónomas y racionales. El Feminismo y la Teoría de los derechos
humanos son dos productos de la modernidad vinculados entre sí.
Con la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadanía se produce el paso del
gesto individual al movimiento colectivo.

Las sufragistas: la lucha por el reconocimiento de la ciudadanía a las mujeres.


Representa la segunda ola, desde el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. La
evolución del discurso de la ciudadanía de las mujeres y el reconocimiento de sus derechos
no se desarrolló igual en Europa que en Estados Unidos. Mientras que en el continente
europeo el discurso feminista lo elaboraron voces aisladas, en Estados Unidos tuvo una
resonancia colectiva que se plasmó en un movimiento social.
Se invocaba la justicia y el principio de igualdad como derechos morales y, por tanto,
universales. En el siglo XIX, el siglo de los grandes movimientos sociales emancipatorios, el
feminismo aparece, por primera vez, como un movimiento social de carácter internacional,
con una identidad autónoma teórica y organizativa.
En Europa, la cuestión de la emancipación femenina en el siglo XIX estuvo ligada al
socialismo. A mediados del siglo XIX comenzó a imponerse el socialismo de inspiración
marxista, que ofrecía “una nueva explicación del origen de la opresión de las mujeres y una
nueva estrategia para su emancipación”. El socialismo marxista analizó críticamente la
familia, la doble moral y la relación entre la explotación económica y sexual de la mujer,
pero no adoptó medidas específicas para combatir la ideología patriarcal.
Gracias a las luchas del Feminismo ilustrado y decimonónico, tras la Primera Guerra
Mundial la mayoría de los países occidentales reconocieron el derecho al voto de las
mujeres.

Los feminismos contemporáneos: nuevos retos y alternativas.


En los años sesenta surge la siguiente ola del Feminismo. Existieron diversos movimientos
sociales radicales estaban interesados en forjar nuevas formas de vida y, cómo no, al
hombre nuevo. Hasta los años 80 aproximadamente este gran impulso del Feminismo se
canaliza en tres perspectivas que marcan distintas visiones sobre la situación de las
mujeres: el feminismo liberal, el feminismo socialista y el feminismo radical.
Podemos identificar otras perspectivas feministas:
1. El feminismo de la igualdad: ​incluye el feminismo liberal, el socialista y el marxista,
que se identifican por su esfuerzo por ampliar el marco público de los derechos a las
mujeres, convencidos de que puede entenderse que existe un sexo indiferenciado y
universal. El feminismo liberal se caracteriza por “definir la situación de las mujeres
como una de desigualdad y por postular la reforma del sistema hasta lograr la
igualdad entre los sexos”. Desde el feminismo socialista y marxista se sostiene que
la opresión de las mujeres se debe a a confluencia de los sistemas patriarcal y
capitalista. Actualmente, se incluyen nuevos factores para explicar la subordinación
femenina, como el género, la globalización, la raza, la edad o el aspecto físico. A
estos feminismos domesticados (tanto al liberal como al socialista – marxista) se le
hacen varias objeciones: al intentar integrar a las mujeres en aquellas estructuras
socio-políticas que han sido creadas por los varones conforme a sus propias
características y necesidades, lo que se promueve es una masculinización de la
mujer. Que no busca un cambio institucional, político y social sino que los excluidos
del marco público puedan incorporarse.
2. El feminismo de la diferencia: ​defiende que la causa de la desigualdad real entre
mujeres y hombres es la caracterización patriarcal de la mujer y los esfuerzos
feministas por igualar a mujeres y hombres y, por otro, que las mujeres ni quieren ni
pueden insertarse como iguales en un mundo proyectado por los hombres. Se
diferencia el feminismo radical, el feminismo cultural, el feminismo de la diferencia de
base psicológica y, por último, el feminismo postmoderno. A las feministas radicales
les “corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría política al analizar las
relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad”. Todos los varones
reciben beneficios económicos, sexuales y psicológicos de ese sistema de opresión.
Centraron sus esfuerzos en refutar la idea de que de la diferencia se desprenda la
inferioridad, mientras la desigualdad biológica es un hecho, el patriarcado es una
realidad histórica que puede cambiar. Este feminismo radical norteamericano fue
evolucionando hacia una nueva forma denominada feminismo cultural. Se pasó así
de una concepción constructivista del género a otra esencialista. La diferencia más
relevante entre ambos es que mientras el feminismo radical, como el socialista y el
liberal, vindican la superación de los roles sexuales, el feminismo cultural trata de
afianzarse en la diferencia. Centran sus análisis en las mujeres como grupo y en la
construcción de su identidad cultural, resaltando el valor de las características, los
roles y las actitudes típicamente femeninas. Esos feminismos de la diferencia, han
sido criticados desde otras posiciones feministas, principalmente por el “abuso de la
noción de la diferencia y de la identidad femeninas que, en realidad, van en contra
de los propios intereses feministas”. El feminismo postmoderno “representa una
radicalización de la idea de diferencia, es decir, el rechazo de la diferencia como
categoría general capaz de involucrar a las mujeres frente a los varones”. El
postmodernismo, desde ese punto de vista, no sólo sería incompatible con el
feminismo sino que, además, limitaría la posibilidad misma de articulación teórica de
las aspiraciones emancipatorias de las mujeres. El postmodernismo es una corriente
“aliada de la que hay que precaverse”.

El Feminismo, como movimiento político, teórico y social que lucha por la emancipación de
las mujeres, debe ser considerado como un fenómeno poliédrico y, en esa característica
reside, además, su fuerza.
Las propuestas feministas parten del análisis de la situación de las mujeres en la sociedad y
coinciden, por un lado, en la denuncia de las relaciones de dominación del sexo masculino
sobre el femenino y, por otro, en la consideración de que esa organización social, que se
denomina patriarcado y que se basa en las diferencias de género, es el resultado de un
proceso histórico y social y no un hecho natural.
Todos los feminismos comparten el fin último de erradicar el patriarcado y reivindicar la
igualdad entre mujeres y hombres. Coinciden además en otro factor muy relevante para la
teoría feminista: el uso de nuevos métodos de análisis para recuperar la memoria histórica
femenina.

Bajo los ojos de occidente. Academia Feminista y discurso colonial


- Chandra Talpade Mohanty.
Cualquier discusión sobre la construcción intelectual y política de las “feminismos del tercer
mundo” debe tratar dos proyectos simultáneos: la crítica interna de los feminismos
hegemónicos de “Occidente”, y la formulación de intereses y estrategias feministas basados
en la autonomía, geografía, historia y cultura. El primero es un proyecto de deconstrucción y
desmantelamiento; el segundo, de construcción y creación.
El discurso y la práctica política del feminismo occidental no son ni singulares ni
homogéneos en sus objetivos, intereses o análisis. Sin embargo, es posible rastrear una
coherencia de efectos que resultan del supuesto implícito de “Occidente”.

La colonización se ha utilizado para caracterizar todo, desde las más evidentes jerarquías
económicas y políticas hasta la producción de un discurso cultural particular sobre lo que se
llama “tercer mundo”. Sin importar cuán sofisticado o problemático sea su uso como
construcción explicativa, la colonización en casi todos los casos implica una relación de
dominación estructural y una supresión, muchas veces violenta, de la heterogeneidad del
sujeto o sujetos en cuestión.

La academia feminista se trata de una práctica directamente política y discursiva en tanto


que tiene propósitos e ideologías. Así, las prácticas del feminismo académico (ya sea de
lectura, escritura, crítica o textual) están inscritas en las relaciones de poder, relaciones a
las que se enfrentan, resisten o, quizás, incluso respaldan implícitamente. No existe, por
supuesto, la academia apolítica.
La relación entre “Mujer”, un compuesto cultural e ideológico del Otro construido a través de
diversos discursos de representación (científicos, literarios, jurídicos, lingüísticos,
cinemáticos, etc.) y “mujeres”, sujetos reales, materiales, de sus propias historias colectivas,
es una de las cuestiones centrales que la práctica de la academia feminista busca abordar.
La conexión entre las mujeres como sujetos históricos y la representación de Mujer
producida por los discursos hegemónicos no es una relación de identidad directa, ni una
relación de correspondencia o simple implicación. Se trata de una relación arbitraria
construida por culturas particulares.

Un análisis de la “diferencia sexual” en forma de una noción monolítica, singular y


transcultural del patriarcado o la dominación masculina no puede sino llevarnos a la
construcción de una noción igualmente reduccionista y homogénea de lo que yo llamo “la
diferencia del tercer mundo”—ese concepto estable, antihistórico, que aparentemente
oprime a la mayor parte, si no es que a todas las mujeres de estos países. Y es en la
producción de esta “diferencia del tercer mundo” que los feminismos occidentales se
apropian y “colonizan” la complejidad constitutiva que caracteriza la vida de las mujeres de
estos países. Es en este proceso de homogeneización y sistematización del discurso sobre
la opresión de la mujer en el tercer mundo donde se ejerce poder en gran parte del discurso
feminista reciente, y este poder requiere ser definido y nombrado.

“El imperialismo contemporáneo es, en un sentido real, un imperialismo hegemónico que


ejerce al máximo una violencia racionalizada a un nivel sin precedentes —mediante el fuego
y la espada, pero también a través del intento de controlar el corazón y la mente de las
personas. Su contenido se define por la acción combinada del complejo industrial/ militar y
la hegemonía de los centros de cultura de Occidente, todo ello basado en los niveles
avanzados de desarrollo, adquiridos a través del monopolio, del capital financiero y con el
respaldo de los beneficios tanto de la revolución científica e industrial como de la segunda
revolución industrial misma”
El feminismo de occidente no puede evadir el reto de situarse y examinar su papel en este
marco económico y político global. No hacerlo sería ignorar las complejas interconexiones
entre las economías del primer y tercer mundo y sus profundos efectos en la vida de las
mujeres en todo el mundo.
Se asume una noción homogénea de la opresión de las mujeres como grupo, que a su vez
produce la imagen de una “mujer promedio del tercer mundo”. Esta lleva una vida
esencialmente truncada debido a su género femenino y su pertenencia al tercer mundo.
Esto contrasta con la autorepresentación de la mujer occidental como educada, moderna,
en control de su cuerpo y su sexualidad y con la libertad de tomar sus propias decisiones.
Las “mujeres como categoría de análisis o: todas somos hermanas en la lucha.​​Al
referirme al término “mujeres” como categoría de análisis, todos los miembros del género
femenino, independientemente de clase y cultura, están constituidos como un grupo
homogéneo identificado de forma previa al proceso de análisis. Se caracteriza a las mujeres
como grupo singular en base a la opresión común de la que son sujeto. Lo que une a las
mujeres es la noción sociológica de la “igualdad” de su opresión. Es un grupo que ha sido
denominado “sin poder”, “explotado”, “sexualmente acosado”, etc.
Las teorías feministas que examinan nuestras prácticas culturales como “residuos feudales”
o que nos etiquetan como “tradicionales” también nos representan como mujeres
políticamente inmaduras que necesitan ser educadas y formadas en el carácter distintivo del
feminismo occidental.

Cinco formas específicas en las que el concepto de “mujeres” como categoría de análisis se
utiliza en el discurso feminista occidental sobre las mujeres en el tercer mundo:
● Las mujeres como víctimas de la violencia masculina.
La mutilación genital femenina por ejemplo, lleva a afirmar que la sexualidad de la
mujer y su potencial reproductivo están bajo control. La violencia sexual en contra de
la mujer se lleva a cabo con un increíble consenso entre los hombres del mundo.
Esta violencia masculina debe ser interpretada y teorizada dentro de las sociedades
específicas en las que tiene lugar, tanto para poder comprenderla mejor como para
organizar de forma eficaz su transformación.
● Las mujeres como dependientes universales.
Las relaciones de dependencia basadas en la raza, sexo y clase se perpetúan a
través de instituciones sociales, educativas y económicas. Estos son los vínculos
entre las mujeres del tercer mundo. Es el contexto compartido de lucha política
contra las jerarquías el que puede constituir a las mujeres del tercer mundo como un
grupo estratégico en este momento de la historia. Aunque existen, por ejemplo,
diferencias culturales entre las mujeres vietnamitas y negras de los Estados Unidos,
aunque ambos grupos son víctimas de la raza, el sexo y la clase.
Las mujeres son consideradas como un grupo “despojado de poder” antes de que se
analice el asunto. Las “mujeres” son ahora colocadas en el contexto de la familia, en
el del trabajo, en el de las organizaciones religiosas, casi como si estos sistemas
existieran fuera de las relaciones de las mujeres con otras mujeres y de las mujeres
con otros hombres. El hecho de que las mujeres sean madres en una sociedad
específica no es tan relevante como el valor que se atribuye a la maternidad en esa
sociedad. La distinción entre el acto de ser madre y el estatus que al que se le
asocia es muy importante.
● Las mujeres casadas como víctimas del proceso colonial.
Las mujeres no están subordinadas debido al hecho del intercambio, sino debido a
las formas de intercambio instituidas y los valores asociados a esas formas.
Se asume que las mujeres son sujetos socio-políticos antes de entrar a las
estructuras familiares.
● Las mujeres y los sistemas familiares.
Es necesario analizar las estructuras familiares como prácticas ideológicas que
designan a los hombres y a las mujeres como padres, marido, esposa, madre,
hermana, etc. Las mujeres como mujeres no se ubican dentro de la familia, sino
como efecto de las estructuras familiares; son construidas, definidas, dentro y por el
grupo.
El sistema afecta a todas las mujeres, independientemente de sus diferencias
culturales y de clase. No sólo se considera a todas las mujeres árabes y
musulmanas como parte de un grupo oprimido homogéneo, sino que no hay
discusión acerca de las prácticas específicas dentro de la familia que constituyen a
las mujeres como madres, esposas, etc. Por ejemplo, los árabes y los musulmanes,
no cambian en absoluto: su familia patriarcal se conserva intacta desde hace
décadas.
● Las mujeres y las ideologías religiosas.
Se establece un ritual por medio del cual la escritora se refiere a la religión como la
causa de la desigualdad de género, de la misma forma que se hace pensar como la
causa del subdesarrollo en gran parte de la teoría de la modernización. Busca privar
a las mujeres de autopresencia, de ser. Puesto que las mujeres están inmersas en
una religión presentada en términos fundamentalistas, se consideran
inevitablemente como evolucionando en un tiempo antihistórico. Las mujeres
virtualmente carecen de historia, y cualquier análisis de sus cambios queda por lo
tanto excluido.
● Las mujeres y el proceso de desarrollo.
Las mujeres se ven afectadas positiva o negativamente por las políticas de
desarrollo. Existe una falta de sensibilidad de las políticas que excluyen a las
mujeres como grupo o categoría. Todas las mujeres del tercer mundo tienen
necesidades y problemas similares pero los intereses de las amas de casa con un
buen nivel educativo en la clase media urbana, no pueden ser los mismos que los de
sus sirvientas, pobres y analfabetas.
Es problemático este uso de “mujeres” como grupo o categoría porque se asume
una unidad anti histórica y universal entre las mujeres, basado en la noción
generalizada de su subordinación. Se tiene que demostrar la producción de las
mujeres como grupos socioeconómicos y políticos dentro de contextos locales
particulares. De lo contrario no es efectivo para diseñar estrategias que combatan la
opresión: lo único que logran es reforzar las divisiones binarias entre hombres y
mujeres.
Tres jugadas metodológicas identificables en los trabajos transculturales del
feminismo que buscan revelar un elemento universal en la posición subordinada de
las mujeres en la sociedad:
1. A través de el uso del método aritmético. Mientras mayor es el número de
mujeres que usan el velo, más universal es la segregación y control de la
mujer. Un gran número de ejemplos fragmentarios de una variedad de
naciones aparentemente resultan en un hecho universal.
2. Conceptos tales como la reproducción, la división sexual del trabajo, la
familia, el matrimonio, el hogar, el patriarcado, etc. se usan a menudo sin
especificarlos en contextos culturales e históricos locales.
3. Los estudios empíricos de las diferencias de género se confunden con la
organización analítica del trabajo transcultural.
Se asume que el “estatus” o “posición” de las mujeres es obvio, porque las mujeres como
grupo previamente constituido son colocadas dentro de estructuras religiosas, económicas,
familiares y legales. Sin embargo, este enfoque estructura el mundo en una dicotomía, en
términos finalmente binarios, en donde las mujeres siempre se perciben en oposición a los
hombres.
El discurso feminista de Occidente, al asumir a las mujeres como grupo coherente y
previamente constituido que se coloca dentro de las estructuras familiares, legales y de
otros tipos, define a las mujeres del tercer mundo como sujetos afuera de las relaciones
sociales en vez de fijarse en cómo las mujeres se constituyen a través de estas mismas
estructuras. Las mujeres del tercer mundo como grupo o categoría se definen automática y
necesariamente como religiosas, orientadas hacia la familia (tradicionales), menores de
edad (aún no están conscientes de sus derechos), analfabetas (ignorantes), domésticas
(primitivas) y a veces, revolucionarias (su país está en guerra, tienen que luchar).

Críticas feministas a la dicotomía público/privado.


- Patentan, Carole.
Feministas y liberales discrepan sobre dónde y por qué se debe trazar la distinción entre las
dos esferas o, si esta distinción debería trazarse en algún lugar.
No todas las feministas son liberales, otras rechazan las concepciones liberales de lo
privado y lo público, y consideran que la estructura social del liberalismo es el problema
político, no un punto de partida desde el cual se puede reivindicar la igualdad de derechos.

Liberalismo y patriarcado:
Las feministas sostienen que el liberalismo está estructurado tanto por relaciones
patriarcales como por relaciones de clase, y que la dicotomía entre lo público y lo privado
oculta la sujeción de las mujeres a los hombres dentro de un orden aparentemente
universal, igualitario e individualista. Se difumina la realidad patriarcal de una estructura
social caracterizada por la desigualdad y la dominación de las mujeres por los hombres.
Las feministas consideran que la vida doméstica es privada por definición. Resulta posible
una correcta comprensión de la vida social liberal cuando se acepta que las dos esferas, la
doméstica (privada) y la sociedad civil (pública), presuntamente separadas y opuestas están
interrelacionadas.
La separación se expresa de diferentes maneras, no sólo en términos de privado y público
sino también, por ejemplo, en términos de sociedad y Estado, de economía y política, de
libertad y coerción o de social y político.
El antiguo argumento patriarcal de la naturaleza, se transformó, se fue modernizando y se
incorporó al capitalismo liberal. En el ámbito público, en lo social o en la economía, se da
por supuesto que la vida doméstica era irrelevante para la teoría social y política o para las
preocupaciones de hombres de negocios.
La más fundamental y general de estas contraposiciones identifica mujer con naturaleza y
hombre con cultura.

Naturaleza y cultura:
El patriarcalismo recurre a la naturaleza y al supuesto de que la función natural de las
mujeres consiste en la crianza de los hijos/as, lo que prescribe su papel doméstico y
subordinado en el orden de las cosas. La humanidad intenta trascender una existencia
meramente natural, de manera que la naturaleza siempre se considera como algo de orden
inferior a la cultura. El intento más minucioso de encontrar una respuesta universal a la
pregunta de por qué las mujeres están sometidas a los hombres, así como la oposición más
clara entre naturaleza y cultura, puede encontrarse en las obras de las feministas radicales
que sostienen que la naturaleza es la única causa del dominio de los hombres.
Los hombres, al confinar a las mujeres al espacio de la reproducción (a la naturaleza), se
liberaron a sí mismos “para los negocios del mundo” y de esta forma crearon y controlaron
la cultura.
La biología o la naturaleza representa para las mujeres bien una fuente de sometimiento
bien una fuente de libre creatividad únicamente en virtud del significado que le confiere su
lugar en unas relaciones sociales específicas.

Moralidad y poder:
Existe un cierto desacuerdo sobre si el movimiento sufragista sirvió para reforzar la
separación sexual de la vida social o si, pese a todo, fue uno de los medios que contribuyó
a socavar dicha separación.
“El deber del hombre, como miembro de la comunidad, es colaborar en el mantenimiento,
en el progreso y en la defensa del Estado. El deber de la mujer, como miembro de la
comunidad, es colaborar en el orden, en el consuelo y en el consuelo y en la bella
ornamentación del Estado”.
La ciudadanía para las mujeres podía considerarse una elaboración de sus tareas privadas
y domésticas. En tanto como ciudadanas y votantes las mujeres podían participar
directamente en la sociedad como individuos, no indirectamente a través de su posición
subordinada como esposas y madres. Lograr el voto significaba, al menos, que las mujeres
deberían ser aceptadas como “individuos”.
Los principios liberales no pueden simplemente universalizarse para abarcar a las mujeres
en la esfera pública sin provocar un agudo problema acerca de la estructura patriarcal de la
vida privada. En la práctica ambas esferas están relacionadas y la plena e igual
participación de las mujeres en la vida pública es imposible sin que se produzcan cambios
en la esfera doméstica.
La relación entre hombres y mujeres o más específicamente entre maridos y mujeres,
constituye una injustificada e injustificable excepción a los principios liberales de libertad e
igualdad individual, libre elección, igualdad de oportunidades y asignación de ocupaciones
en función del mérito.
Por lo general, se entiende que cuando una mujer se casa escoge su “carrera”, como
sucede cuando un hombre empieza a dedicarse a una profesión: ella elige hacerse cargo de
un hogar, sostener una familia, como la primera de sus obligaciones.
En cuanto al sufragio, la dificultad obvia es que las mujeres, esposas, estarán
acostumbradas al pequeño círculo familiar, de manera que no les resultará nada fácil
emplear su voto para proteger sus intereses. Las mujeres no serán capaces de aprender
cuáles son sus intereses si carecen de experiencia fuera de la vida doméstica.

Lo personal es político:
Los problemas personales sólo se pueden resolver a través de medios y de acciones
políticas. Un gran número de esposas de la clase obrera han tenido siempre que entrar en
el mundo público del empleo remunerado para asegurar la supervivencia de sus familias. Su
presencia sirve para subrayar la continuidad patriarcal existente entre la división sexual del
trabajo en la familia y la división sexual del trabajo en el ámbito profesional. Las mujeres
trabajadoras se concentran en unas pocas áreas ocupacionales y en empleos poco
remunerados, de bajo estatus y consideración auxiliar.
La actividad económica y sus debates sobre la vida laboral, dan por supuesto que el
trabajador (hombre) está listo para trabajar y para concentrarse en su trabajo
completamente liberado de la cotidiana necesidad de preparar la comida, fregar, lavar y
atender a los hijos/as, sólo porque estas tareas son realizadas de forma no remunerada por
su esposa. Y si ésta es también una trabajadora asalariada, tiene que dedicar una jornada
complementaria a estas actividades “naturales”.

Alternativa feminista al patriarcalismo liberal:


Las feministas están intentando desarrollar una teoría de la práctica social que, por primera
vez en el mundo occidental, sería una teoría verdaderamente general que incluiría a las
mujeres y a los hombres por igual. Basada en la interrelación y no en la separación y
oposición de la vida individual y la colectiva, o de la vida personal y la política. Si las
mujeres han de participar plenamente, como iguales, en la vida social, los hombres han de
compartir por igual la crianza de los hijos/as y otras tareas domésticas.
El feminismo persigue un orden social diferenciado dentro del cual las diversas dimensiones
son distintas pero no separadas u opuestas, basado en una concepción social de la
individualidad, que incluye a mujeres y hombres como seres biológicamente diferenciados
pero no como criaturas desiguales. Sin embargo, mujeres y hombres, y lo público y lo
privado, no están necesariamente en armonía.

El género: una categoría útil para el análisis histórico.


- Joan W. Scott.
La autora señala la importancia de la inclusión de las mujeres como sujetos de estudio de
las disciplinas científicas, en particular de la Historia, y el cómo esta modificación cambiaría
no sólo nuestro entendimiento sobre lo que significa ser mujer sino las disciplinas mismas,
en una retroalimentación entre el estudio de los procesos de género y el de las materias que
lo incluyan en su desarrollo.
La autora propone una definición de género que contemple la historia de las mujeres, revisa
los avances en materia de género de las principales corrientes feministas y concluye que es
más acertado ver el concepto de género como un proceso más que como un vocablo
estático: “Quienes quisieran codificar los significados de las palabras librarían una batalla
perdida, porque las palabras, como las ideas y las cosas que están destinadas a significar,
tienen historia”. Pero en la lectura se señala una primera problemática, que la Historia ha
escapado del estudio de las mujeres. Ha descrito los entramados sociales a través del
tiempo sin mencionar coherentemente a las mujeres y sólo dándoles un lugar esporádico,
indicando apenas la aparición de algunas mujeres en los mayores movimientos sociales,
pero contando los hechos siempre desde una perspectiva masculina, lo que ha dado un
sesgo a la Historia como disciplina.

Con el afán de rescatar lo que de ellas considera valioso, la autora hace una revisión de las
que considera las principales corrientes feministas que a su vez son: la que intenta explicar
los orígenes del patriarcado, la socialista feminista y la del psicoanálisis. Reconoce la
importancia de cada una en el estudio de las cuestiones de género así como en los avances
ganados por los derechos de las mujeres, pero critica cada una de estas corrientes en lo
que considera sus limitaciones.
Las teóricas del patriarcado refieren a una “necesidad”, como deseo innato, del hombre de
dominar a la mujer, y una desventaja también innata en las mujeres a causa de la
maternidad o la sexualidad. Las propuestas de solución a la problemática de las mujeres
son, para aquéllas que ponen el problema en la maternidad, modificar procesos biológicos
para ir eliminando las desventajas que la procreación imprime a las mujeres; y la
introspección reflexiva de las mujeres para aquellas que proponen como causal de los
problemas la sexualidad, suponiendo que este ejercicio llevará al conjunto de mujeres a su
emancipación. La autora critica una generalización excesiva, para ella esta teoría no
contempla otro tipo de fenómenos, no distingue entre problemas comunes a todas las
sociedades y aquéllos particulares de cada sociedad, es decir, deja de lado que los
problemas de las mujeres (así como las mujeres mismas) cambian en cada etapa histórica a
otra, y de una cultura a otra, lo cual forzosamente empobrece las conclusiones obtenidas en
base a esta teoría.
Sobre las feministas marxistas, reconoce que han tenido un enfoque más histórico, legado
del marxismo. Reconoce sus alcances en cuanto a considerar dos sistemas distintos de
opresión, el económico y el de género que si bien tienen cierta independencia interactúan
apoyándose uno a otro. Opina por otro lado que el enmarcar las relaciones de género a las
relaciones económicas propicia un sesgo negativo a los estudios de género y a las
explicaciones de la opresión de la mujer, poniendo rígidamente la economía como factor
principal.
En cuanto a la teoría del psicoanálisis, hace hincapié en dos escuelas principales que
intentan explicar la construcción del género. La primera que resalta la experiencia real (por
ejemplo la sensorial o el cómo percibe el niño a sus cuidadores), mientras que la segunda lo
hace con el lenguaje (sistemas de significados como el habla, la lectura y la escritura), para
esta última el estudio del inconsciente es esencial en el entendimiento de cómo se
construye el género. De la primera escuela la autora opina que “Esta interpretación limita el
concepto de género a la familia y a la experiencia doméstica, por lo que no deja vía para
que el historiador relacione el concepto (o el individuo) con "otros sistemas sociales de
economía, política o poder”. Respecto al enfoque del lenguaje y de construcción de
significados rescata lo positivo de “sugerir que masculino y femenino no son características
inherentes, sino construcciones subjetivas… [que] el sujeto está en un proceso constante de
construcción y ofrece una forma sistemática de interpretar el deseo consciente e
inconsciente”. La crítica que la autora hace a esta última teoría es que tiende a la “fijación
exclusiva sobre cuestiones del ‘sujeto’… [y] a universalizar las categorías y la relación entre
varón y mujer” dando esto como consecuencia que “no permite introducir una noción de
especificidad y variabilidad histórica”.
En resumen, sin desechar los avances de todas estas corrientes, la autora señala su
inflexibilidad e invariabilidad histórica y propone continuar los estudios de género
sometiendo “continuamente nuestras categorías a crítica y nuestros análisis a la
autocrítica”. Propone un nuevo paradigma que tome en cuenta la complejidad de las
relaciones de género, que asuma que lo más probable es que las dinámicas de género de
las sociedades seas tan complejas que podría ser que escape de nuestra capacidad de
entendimiento. "Necesitamos examinar atentamente nuestros métodos de análisis, clarificar
nuestras hipótesis de trabajo y explicar cómo creemos que tienen lugar los cambios. En
lugar de buscar orígenes sencillos, debemos concebir procesos tan interrelacionados que
no puedan deshacerse sus nudos.” Retoma la metodología constructivista al afirmar "...son
los procesos lo que debemos tener en cuenta continuamente. Debemos preguntarnos con
mayor frecuencia cómo sucedieron las cosas para descubrir por qué sucedieron”.
Da una definición del género en dos partes "... [que] están interrelacionadas, pero deben ser
analíticamente distintas… [primero] el género es un elemento constitutivo de las relaciones
sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y [segundo] el género es una
forma primaria de relaciones significantes de poder."
Divide la primera parte de esta definición en cuatro características principales del género
“como elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias
percibidas entre los sexos” las cuales se encuentran interrelacionadas. “Primero, símbolos
culturalmente disponibles que evocan representaciones”, como la pureza de la virgen María
o mitos de oscuridad y corrupción de las mujeres. “Segundo, conceptos normativos que
manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos… esos conceptos se
expresan en doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales y políticas, que afirman
categórica y unívocamente el significado de varón y mujer, masculino y femenino”. La
tercera característica podríamos decir que engloba aspectos prácticos de la sociedad e
incluye los sistemas de parentesco (la constitución de la familia, la cual cambia de un
momento histórico a otro e incluso de una cultura a otra), la economía y la política. El cuarto
aspecto es la identidad subjetiva. Propone como eje de estudio el tratar de echar luz a la
manera de relacionarse de estos cuatro aspectos.
La segunda parte de la definición gira en torno a la afirmación de que “Podría mejor decirse
que el género es el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el
poder", señalando que "No es el género el único campo, pero parece haber sido una forma
persistente y recurrente de [por ejemplo] facilitar la significación del poder en la tradición
occidental, judeo-cristiana e islámica”. La autora sugiere que lo que el género sea para una
sociedad influye en las estructuras de poder de las mismas, desde la familia hasta las
superestructuras, y en un sentido inverso que las relaciones de poder de una sociedad
influyen en lo que simboliza el ser hombre o mujer. En este sentido comenta “los cambios
en las relaciones de género pueden ser impulsados por consideraciones de necesidades de
Estado… La relación entre regímenes autoritarios y control de las mujeres ha sido
denunciada pero no suficientemente estudiada”. En cuanto a la relación entre estructuras de
poder y dinámica de género en la sociedad afirma que “La propia alta política es un
concepto de género, porque establece su crucial importancia y el poder público, las razones
y el hecho de su superior autoridad, precisamente en que excluye a las mujeres de su
ámbito”.
Para cerrar la autora propone tratar de resolver las interrogantes sobre cuál es la influencia
de las relaciones de género en el devenir político de las sociedades, más aún, cuáles son
las relaciones entre las estructuras de poder político y económico y las relaciones de
género, y atacar estos temas teniendo en cuenta siempre la dinámica cambiante de los
mismos.
MÓDULO 2
¿Qué vínculo tiene la idea de “familia” con la construcción de lo Privado y lo Público?

Los discursos sobre los espacios privados y domésticos:


- Aproximación al concepto “privado”.
- El contenido conceptual de privado, parecería referir al goce de un tiempo y un
espacio de recogimiento.
- Se construye por oposición a aquello que se entiende público: la privacidad
pertenece desde la Antigüedad a los asuntos particulares del ciudadano.
- Retirarse de lo público Goffman, donde el self desaparece: la región posterior o el
trasfondo escénico, las “bambalinas” o lo que sucede afuera de un código social.
- “El actuante puede descansar, quitarse la máscara, abandonar el texto de su aparte
y dejar a un lado su personaje”.
Jelin (1998)​menciona que existen al menos tres formas de privacidad:
1 - Esfera de la conciencia moral y religiosa.
2 - Derechos privados vinculados a la libertad económica: libertad de comercio y no
intervención estatal en los mercados de bienes y de trabajo.
3 - Privacidad y derechos privados hacen referencia a la esfera íntima, familiar y doméstica.

¿Para quién se crea el concepto de lo público?


Murillo ​sostiene que existe una Oposición dialéctica. Lo que no es público, lo privado indica
una capacidad de concederse una parcela de soberanía, contando con la posibilidad de
retirarse o sustraerse del exterior: lo privado así, propicia la construcción de la identidad.
Jelin invita a buscar la definición de hombre público y mujer pública.Durante mucho tiempo
lo público vinculado a las mujeres sugería la idea de peligro, vulgaridad y promiscuidad. Una
mujer pública era una mujer que no “era de la casa”(privada).
Pero veremos que en la definición de privado que propone murillo, paradójicamente las
mujeres, que son las principales actrices de la vida doméstica del ámbito “privado” no gozan
de privacidad.
¿Las mujeres tienen ese espacio de lo “privado”?
Murillo plantea la pregunta: ¿lo privado, como las posibilidades que se derivan de un uso del
tiempo y del espacio en primera persona, aplica para el caso de las mujeres? Poder
pensarse a sí mismas y dedicarse un tiempo y espacio, como elemento esencial de la
persona, es más un deseo que una realidad.

La paradoja de lo privado para las mujeres: ​Jelin contesta que se debe


fundamentalmente al hecho de que en la tradición occidental de la filosofía política, la
diferenciación entre lo público y lo privado se ha equiparado con la diferenciación entre el
mundo doméstico y privado de las mujeres y el ámbito público y político de los hombres,
escudándose en argumentos de la naturalidad e inmutabilidad de estos espacios de
relaciones humanas. Tenemos por un lado un ámbito “privado” (intocable) que es la familia,
el hogar, etc. del cual han estado encargadas las mujeres, pero ellas no han podido y aún
no pueden gozar de la privacidad (tomar decisiones sobre su propio tiempo, sobre qué
hacer y cuándo hacerlo) ya que aún siguen siendo subjetivadas para “ser para los demás”.
Varias expresiones culturales nos permiten ver que la puesta en evidencia de que las
mujeres necesitan y pueden gozar de un tipo de privacidad, es una demanda desde los
escritos de Virginia Woolf hasta las letras de canciones de bandas actuales. En este sentido
los productos culturales de “ayer y de hoy” vienen a mostrar cómo esto sigue siendo un
tema no resuelto para la sociedad. “Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un
cuarto propio.”
Familia: cómo lo privado. ​En este marco es que la idea de familia, se presenta como parte
del espacio privado y sirve para naturalizar, y velar una serie de desigualdades, de roles y
de relaciones de poder que suceden en dicho ámbito. En definitiva, a lo que asistimos es a
una naturalización de las ideas sobre qué es lo público y qué es lo privado, sin tener en
cuenta que ambas “esferas” se definen socio-históricamente y de manera diferente según
las culturas, el tiempo y el espacio en el que se habita.

¿Es naturaleza o es producto de la cultura? ​En los tipos de familia precapitalistas, no


sólo no existía un espacio que fuese “el trabajo” como parte de lo público y “lo familiar”
como parte de lo privado, sino que tampoco existía la idea de niño/niña (infante) ni de
madre y padre que hoy tenemos.
“(Siglo XVIII) El papel de madre amantísima no existía. (…) las mujeres daban a luz como
media un niño cada dos años y medio, la mortalidad infantil era muy alta (25% de los niños
no llegaban al año de vida). En Francia, los hogares de trabajadores solían enviar a los hijos
al campo con amas de cría pagas, en tiempos de crisis se abandonaba a los niños sin que
esto fuese visto como algo socialmente deshonroso”.
La esfera doméstica y la esfera laboral (hoy considerada pública) durante años fueron la
misma esfera: la unidad de producción familiar era la base de la economía campesina.
A decir de Bock y Duden (1985) “El sistema de producción en la sociedad pre capitalista
(…) estaba basado principalmente en la unidad de trabajo familiar, es decir, el hombre, la
mujer, los niños, viejos y jóvenes, parientes o no viviendo y trabajando juntos”. No había
una socialización de “madre” ni de niño como hoy conocemos “juegos de niños” no existían.
“Hasta muy entrado el S XIX lo tradicional era tener al bebé envuelto en pañales: nada más
nacer, se le fajaba con tiras de tela desde la cabeza a los pies y se le tenía hasta
aproximadamente los nueve meses” (…) “En cuanto los niños andaban empezaban a
convivir con los adultos y adquirían los conocimientos necesarios sobre la producción y las
relaciones sociales mediante la inclusión gradual en el trabajo de la familia”.

La domesticidad se porta en la subjetividad.​Domesticidad (Murillo) circulación específica


y sustentada por un aprendizaje de género. Lo doméstico no se estrecha en los límites del
hogar, es más una actitud encaminada al mantenimiento y el cuidado del otro. Se porta
como una marca que ahora lleva el sujeto: “cuando un sujeto no se percibe auto
reflexivamente y en cambio, está atento a cubrir las necesidades afectivas y materiales de
los otros sujetos”.
Primer momento: el espacio privado se constreñía a un espacio-tiempo definido: el hogar (la
casa) y la familia.
Con la aparición del “yo”, de la individuación, la domesticidad se expresa a través de la
subjetivación de género.
Invisibilización y naturalización
La reproducción biológica está muy cercana a la idea de naturaleza y a la posibilidad de
repetirse (una y otra vez) que amamantar, engendrar no constituyen “actividades” sino
funciones naturales a la vista de la sociedad. Carece de valor que se tenga o no hijos. A las
mujeres, su género la vincula a la maternidad y por eso son presas de que se espere de
ellas que realicen las tareas de cuidado, etc. El trasfondo de MUJER: concepción atrapada
en el mundo de los instintos, donde no hay posibilidad de desviarse del rumbo marcado por
la naturaleza. Desautorización del individuo. Se destierran mediante este mecanismo la
posibilidad de pensar en sus asuntos privados. La maternidad (en esta concepción, buena
parte del contenido de “mujer”) sustrae la posibilidad del “sí mismo” a la vez que es
legislada por otros sujetos: médicos, sacerdotes, juristas…no por las propias mujeres.

¿Soy madre = soy mujer adulta? ​Por el contrario los varones se conciben como sujetos
que no están condicionados por una “función biológica”, sino que se constituyen como una
entidad aparte de “las pulsiones básicas”. Por eso el YO moderno es un yo asociado a la
razón, a la posibilidad de pensarse a sí mismo, es un ser civilizado, lo que se corresponde
con “conquistar/dominar a la naturaleza” (lo que supuestamente las mujeres no pueden
hacer, por ende…?).

Familia “tradicional”.
¿Cuáles son las ideas centrales en torno a la familia que podemos revisar desde una
perspectiva de género?
El concepto clásico de familia parte de un sustrato biológico ligado a la sexualidad y a la
procreación. La familia es la institución social que regula, canaliza y confiere significado
social y cultural a estas dos necesidades.
En Occidente, al menos en los últimos dos siglos, la familia nuclear es sinónimo de la
familia, y se la concibe como anclada en una “naturaleza humana” inmutable, que conlleva
también a una concepción particular de la moralidad (cristiana) y la normalidad. Esta
naturalización (proceso por el cual se identifica a la familia como lo “natural”, o sea, guiada
por procesos biológicos) y su peso como definición de “lo normal” (frente a desviaciones,
patologías y “perversiones” onstruyeron ver:
- El hecho de que siempre hubo otras formas de organización de los vínculos
familiares, otras formas de convivencia y sexualidades, así como otras maneras de
llevar adelante las tareas de la procreación y la reproducción.
- El hecho de que la familia nuclear “arquetípica” esta muy lejos de un ideal
democrático: tiende a ser una familia patriarcal, en donde el jefe de familia concentra
el poder y tanto hijos/as y esposa-madre tienen un papel de subordinación.

La familia tradicional como familia patriarcal.​No se desestructura “la familia” sino una
forma de estructuración de la familia tradicional: la familia patriarcal. En la misma el jefe de
familia tiene el poder de control y decisión sobre los otros miembros. Es una organización
social en un microcosmos de relaciones de producción, de reproducción y de distribución
como una estructura de poder con fuertes componentes ideológicos y afectivos que
cementan esa organización y ayudan a su persistencia y reproducción.
Lo “privado” cómo velo de desigualdades sociales. ​Sin embargo, esta dicotomía
naturalizada no ha hecho más que contribuir a velar relaciones de desigualdad al interior del
espacio privado, que ideológicamente se ha homologado a una idea totalizante de familia
como un todo, sin distinguir demasiado qué ocurre en las relaciones sociales dentro de las
mismas. Ya han visto que en las familias se realiza mucho trabajo no remunerado por parte
de las mujeres que es expropiado por otras personas que integran la familia. Situaciones de
violencia, física, simbólica, patrimonial. Poder intergeneracional e intrageneracional –
patriarcado y adultocentrismo.
¿Existe en la actualidad un único modelo familiar?​Si bien el tipo de familia burguesa
con una clásica división sexual del trabajo duró unos años, las transformaciones sociales,
culturales, económicas y demográficas no se hicieron esperar e impactaron en un aumento
en la tasa de actividad femenina, que condujo a la autonomía económica de las mujeres,
que junto a las posibilidades que la “revolución sexual” por la aparición de los
anticonceptivos brindó, impactaron en una serie de transformaciones familiares. Como
venimos viendo, hasta hace poco tiempo había muy pocos cuestionamientos a un modelo
de familia “ideal”: la familia nuclear clásica (matrimonio monógamo y sus hijos) dónde
sexualidad, procreación y convivencia coinciden en el espacio “privado” del ámbito
doméstico. Modelo construido socialmente (culturas occidentales) en que la familia nuclear
es sinónimo de “la familia” y se la considera anclada en una “naturaleza humana” inmutable,
que implica una concepción particular de la moralidad y la normalidad.

Dos ejemplos de cómo la familia se mantiene como institución:


1. Madres arrepentidas.​La socióloga Israelí Orna Donath, tiene un blog sobre
maternidad y comenzó una campaña en redes para que las mujeres que no desean
tener hijos o son madres arrepentidas tengan un lugar donde expresarse ( y ella,
tenga muchos datos). Por otro lado, realizó 23 en profundidad para poder realizar el
libro de carácter exploratorio. Trabajó con madres que se auto identificaban como
arrepentidas y los siguientes dos criterios: respuesta negativa a la pregunta: si
pudiera volver atrás, con los conocimientos y la experiencia que tiene ahora, ¿sería
madre?, y a desde su punto de vista, ¿Tiene ventajas la maternidad?. “En una
sociedad neoliberal y capitalista basada en el espíritu del progreso, el
arrepentimiento puede verse como una manera de descarrilar. Mientras que todos
nuestros actos tienen como objetivo vencer los retos de la vida el arrepentimiento no
se percibe más que como una violación desafiante de las normas”. “La experiencia
subjetiva de sentirse atada es una de las muchas ramificaciones del modelo actual
de maternidad exigente, según el cual la conciencia de las madres debe forjarse con
la maternidad, sea cual sea el contexto en el que se dé la relación con sus hijos,
pues de lo contrario serán consideradas “malas madres”. En términos generales las
mujeres son las que se implican más en el tiempo dedicado al cuidado de terceros,
el cual no corresponde con las horas reloj, pues normalmente no tiene principio ni
fin”.
2. Boda real. ​Como venimos viendo, hasta hace poco tiempo había muy pocos
cuestionamientos a un modelo de familia “ideal” : la familia nuclear clásica
(matrimonio monogámico y sus hijos) dónde sexualidad, procreación y convivencia
coinciden en el espacio “privado” del ámbito doméstico. Modelo construido
socialmente (culturas occidentales) en que la familia nuclear es sinónimo de “la
familia” y se la considera anclada en una “naturaleza humana” inmutable, que
implica una concepción particular de la moralidad y la normalidad.

La reproducción biológica o la justificación para ocupar el espacio doméstico.


● Reproducción biológica parece simbolizar la mayor “justificación” para que sea un
género y no otro el responsable doméstico.
● Un género y no otro ocupará un lugar privilegiado en la esfera pública (política o
laboral).
● ¿Cuál es el dispositivo cultural que favorece esta Ley de comportamiento?.
● Redes de parentesco – en virtud de instituciones como el matrimonio y la familia,
transforman convenciones sociales en prácticas naturales.
● La división sexual de los órdenes público, privado y doméstico se muestra como un
marco válido para el análisis de las relaciones de género en todas las sociedades.
● La exclusividad de la domesticidad en su acepción de “responsabilidad” para las
mujeres, no constituye una excepción o una idiosincrasia cultural, es un
acontecimiento universal. Sin embargo, esta posición no obtiene de la esfera pública
ninguna reciprocidad.
● Designar a las mujeres como portadoras de los valores domésticos, marca el lugar
“dónde” les corresponde estar (los procesos de socialización son tan tempranos
como eficaces en convenir las obligaciones de uno y otro género).

Los discursos sobre los espacios privado y doméstico.


- Murillo.
Lo privado parece gozar de una credibilidad universal, pero sobre su uso “diferencial”
apenas se indaga. Es aquello que se ejecuta a la vista de pocos a la vista de pocos, en
confianza, en familia. Particular y personal de cada uno.
La privacidad pertenece desde la Antigüedad a los asuntos particulares del ciudadano.
Inspirada en el siglo XVII, refleja el valor individual que se desprende de la apropiación en
sí, la capacidad de retirarse a un espacio a salvo de la mirada del afuera para asegurarse
un orden personalizado. Es un término en constante transformación, debido a los cambios
observados en los estilos de vida. Sabiendo que hoy sería inútil vincular “privado” a un
concepto renacentista, por hallarnos en una sociedad nada propensa a la recreación de la
intimidad o a la reflexión, no por ello aceptaremos tal limitación “práctica” para dejar de
interesarnos por su significado. Recuperar su sentido original nos permite enunciar las
posibilidades que se derivan del uso del tiempo y del espacio en primera persona.

El espacio privado: lugar del nombre propio.​Poseer un nombre propio significa


individualizarse, determinar un interior frente a un exterior, limitar un territorio como
elemento esencial de la persona.
Lo privado sería para Goffman la región posterior o el trasfondo escénico, las “bambalinas”,
o lo que queda a salvo de la mirada ajena, fuera del código social. Su definición de la
privacidad no puede ser más precisa: aquí el actuante puede descansar, quitarse la
máscara, abandonar el texto de su parte y dejar a un lado su personaje.
Alexis de Tocqueville lo define como un sentimiento reflexivo y pacífico que predispone a
cada ciudadano a aislarse de la masa de sus semejantes y a retirarse a un lugar alejado
con su familia y sus amigos, de tal manera que tras haberse creado una pequeña sociedad
a su modo, abandona gustosamente la grande a si misma. Cuando Tocqueville interviene
para ligar reflexión a retirada, esta señalando un cambio cualitativo importante: la
preocupación de sí mismo, el privilegio de la soberanía particular, como un signo positivo en
la construcción del nuevo ciudadano. Pero hace advertencia sobre los "abusos" de la
privacidad: el individuo no debe atrincherarse en los estrechos límites de su pequeño
mundo, pues se alejaría de los asuntos públicos.
"Retirarse" no se reduce a sólo un acto, desde la perspectiva dialéctica público/privado (la
"pequeña sociedad), sino que indica la capacidad de concederse una parcela de soberanía,
contando con las facilidades que se ofrecen al sustraerse del exterior.
En virtud de esta cualidad, lo privado es el espacio que propicia la construcción de la
identidad, más sólida a medida que se desentiende de las pasiones naturales.
No hay rasgos egoístas en la definición de privacidad, ni disyuntivas que salvar, es la
autonomía como valor indisociable de la individualidad, la que triunfa. Asi es interpretada
por Jürgen Habermas, filósofo alemán, al señalar la necesaria intervención del espacio
privado en la configuración de la subjetividad. Es más, la privacidad junto a los
requerimientos del espacio público conforma las esferas que transfieren al individuo la
soberanía para constituirse como sujeto.
Para Habermas el individuo social obtiene claras ventajas de los espacios público y privado,
y en cada uno haya elementos claves para su construcción: "En la esfera privada, como
autonomía y autorrealización éticas, y finalmente, en la esfera de la vida pública
como proceso de formación que se cumple a través de la apropiación de una cultura que se
ha tornado reflexiva".
Hannah Arendt (autora contemporánea) dice que la ciudad/estado otorga al sujeto la
posibilidad de vivir una doble vida: su vida privada y su bios políticos; bien es verdad que en
esta última hallará las claves de su libertad. La distinción para Arendt, entre esfera familiar
y pública de la vida parte de la Antigua Grecia y corresponde al campo familiar y político.
Esta división de esferas cambia en la Edad Moderna: ahora el universo social se caracteriza
por el juego de actividades recreadas en la formación de un mundo comunitario más
aquellas ejercidas en la familia, relacionadas con la conservación de la vida. El único rasgo
diferenciador de la esfera doméstica estriba en su organización, articulada en torno a la
necesidad y su capacidad de mitigarla.
Esta división finaliza, para Arendt, cuando la sociedad se hace cargo de los asuntos
cotidianos y los administra, convirtiendo la sociedad en una sociedad doméstica gigantesca:
una familia superhumana a la que llamamos sociedad.
Con la modernidad ambas esferas han sido fagocitadas por lo social ?dónde queda lo
privado en la sociedad moderna?. Así responde Hannah Arendt: "lo privado moderno en su
más apropiada función, la de proteger lo íntimo, se descubrió como lo opuesto, no a la
esfera política, sino a lo social, con la que sin embargo se halla más próxima y
auténticamente relacionada".
Lo doméstico, si bien resulta imprescindible para un crecimiento integral de todos los
individuos, sufre una persistente depreciación social. Escasas son las voces que reclaman
otorgar al trabajo doméstico el lugar que se merece, a pesar de integrar un importante
volumen de horas dedicadas a la producción doméstica. En otras palabras, la producción
cotidiana de bienes y servicios, a la que se suma el cuidado de personas dependientes.
Decir "domestico" es inherente a la existencia del sujeto "responsable" de su organización.
La realización de tareas no equivale, de ningún modo, al ejercicio de la responsabilidad. Lo
habitual es que se coopere, pero la lista de la compra precede a la adquisición de alimentos.
Pensar en las tareas y adjudicarse es propio de la función responsable. Numerosos
estudios empíricos han supuesto una decisiva aportación en la estimación del trabajo
doméstico al demostrar su dimensión de trabajo no monetarizado. Ángeles Durán fue la
primera en introducirse en un hogar para reflexionar sobre él, sus objetos, sus tiempos y
protagonistas.
¿Quien piensa en el trabajo doméstico como generador de recursos? su práctica diaria le ha
rebajado la categoría de rutina y esta por definición no aporta nada extraordinario.
Simone de Beauvoir toma dos conceptos de Hegel, inmanencia y trascendencia como
cualidades que constituyen la representación del universo masculino -como
productor- y del femenino -como reproductor. No se trata de diferentes asignaciones,
porque en ella subyace una poderosa jerarquía. La reproducción biológica tan cercana a la
naturaleza y tan propensa a la repetición, no invoca significado alguno: "engendrar,
amamantar, no constituyen actividades, sino funciones naturales". Carece de valor que
tenga o no hijos, su género la vincula a la maternidad, decida o no ser madre porque será
nombrada como función y no como opción personal. Quedara así atrapada en el universo
de los instintos, donde no hay posibilidad de desviarse del rumbo marcado por la
naturaleza.
La insistencia en jerarquizar y, por lo tanto, en depreciar el espacio de reproducción social
no ha perdido actualidad. La reproducción es un factor clave en la división sexual del trabajo
y, por lo mismo, en las relaciones de dominación y subordinación entre los sexos. La
construcción simbólica de vincular la naturaleza a la reproducción ha pervivido sin apenas
sufrir transformaciones importantes.
Siguiendo mi definición de la domesticidad más allá de las cargas familiares y el estado civil.
Su contenido estaría más próximo a una vinculación especifica y sustentada por un
aprendizaje de genero. Por ello lo doméstico no se estrecha en los límites del hogar
es más una actitud encaminada al mantenimiento y cuidado del otro. De esta manera
ampliamos su acepción, que trasciende la serialidad de tareas o la reproducción biológica.
En otras palabras, cuando un sujeto no se percibe, auto reflexivamente y, en cambio, esta
atento a cubrir necesidades afectivas y materiales de otros sujetos.
Lo doméstico parece vinculado a la vida familiar, pero este concepto es demasiado amplio
para conformarnos con una definición clásica: pareja (padre y madre), hijas o hijos. Algunos
ejemplos facilitarán la comprensión de la domesticidad como una actitud más que como una
tarea. En una pareja bi salarial, la profesión del varón, su movilidad geográfica o su
administración del tiempo se valoran "en primer lugar", anteponiendose a las ambiciones o
deseos de la mujer. Una mujer que viva sola y tenga un empleo remunerado, será
reclamada por su familia de origen para acudir en el caso de enfermedad de su hermana, la
madre u otro familiar, en cambio sería inusual, en las mismas condiciones, reclamar un
hermano varón. La intención de responder a las necesidades de los otros, olvidando las
propias, se agudiza cuando el hogar se compone de hijos e hijas, hasta agravarse en el
caso de que haya personas mayores dependientes.

La autoridad patriarcal y los procesos de individualización.


El cambio central reside en el espacio que la elección personal, la voluntad, la libertad y la
responsabilidad de cada persona han ido ganando en la definición de su propio destino.
El proceso se inició en Occidente y fue extendiéndose gradualmente al resto del mundo.
La transformación más significativa en este plano fue la introducción de la normativa social
que prescribe el matrimonio y la unión basados en la elección personal guiada por el amor.
Por supuesto, la elección personal esta limitada y socialmente condicionada. Por un lado,
los padres y parientes ejercen fuertes presiones sobre los que están en esa etapa del curso
de su vida, especialmente cuando la pareja elegida no se ajusta a las expectativas
familiares. Por otro lado, los procesos de socialización moldean los sentimientos personales
y delinean los espacios donde los futuros novios pueden encontrarse. De hecho, uno tiende
a enamorarse y a elegir como pareja a una persona con quien comparte modos y estilos de
vida.
El proceso de individualización y el lugar que los sentimientos y las opciones personales
ocupan en el mundo moderno también reflejan en el desarrollo histórico de la sexualidad y
su relación con la soledad moderna, una soledad que no se deriva de la alineación o la
rebelión sino de reconocerse a sí mismo como único y diferente de los otros.
La individualización incluye el reconocimiento de la necesidad de observar nuestras vidas y
nuestras acciones desde nuestro propio punto de vista. Esto implica el surgimiento de la
autonomía personal, en el sentido de la capacidad de tomar decisiones propias, basadas en
la información y en el conocimiento, pero en conjunto con el reconocimiento de los propios
deseos.
El resultado de esta individualización y reconocimiento de los propios sentimientos podría
llevar a un resquebrajamiento gradual del matrimonio y de la familia convencional
sancionados por la tradición y la religión.
Con la individualización se desestructura la familia patriarcal.
El modelo patriarcal comenzó a quebrarse cuando la base material de subsistencia dejó de
ser la propiedad de tierra, transmitida hereditariamente de padres a hijos, y se convirtió en
la venta de fuerza de trabajo en el mercado, para la cual la unidad relevante es el individuo
y no la familia.
El proceso de individuación y de reconocimiento de intereses y derechos propios de las
mujeres frente al hombre jefe de familia es mucho más reciente e inacabado.
Cuestionamientos sobre la división sexual del trabajo y el trabajo doméstico.

La separación entre “casa” y “trabajo”


El mundo urbano ha ido construyendo dos esferas sociales bien diferenciadas.
Existen expectativas sociales diversas para el trabajo de hombres y de mujeres.
La diferenciación espacial entre casa y trabajo no ha existido desde siempre ni en todos
lados. En realidad, se trata de una forma de organización que se generaliza en la
modernidad, al profundizar la diferenciación de las esferas institucionales, especialmente las
instituciones económicas y productivas.
En nuestros días, la diferenciación entre trabajador y servicio doméstico es mucho más
clara. Esto ocurre porque, con muy raras excepciones, el trabajador no vive en la casa de
su empleador. Cada vez más, la unidad de producción no coincide con la unidad de
consumo, el punto de que los casos en que esto sucede se han convertido en la excepción.
En Occidente “casa” y “trabajo” comienzan a separarse a partir de la Revolución Industrial y
de la aparición de la fábrica como lugar de producción diferenciado. A partir de esta
transformación, las condiciones en que se desarrolla familia se modifican y esta va
perdiendo su papel productivo para ocuparse principalmente de las tareas de la
reproducción. Si la estructura productiva no puede sustentar un tipo de familia, como es el
caso del campesinado en muchas regiones del mundo, este tipo de familia y de
organización doméstica entra en crisis y tiende a desaparecer.

La migración rural/urbana y las redes de parentesco en América Latina.


A partir de los años cincuenta, la migración se convirtió en un fenómeno masivo. Los
migrantes posteriores pudieron entonces aprovechar la presencia de sus antecesores, que
construyeron verdaderas redes de apoyo en el proceso de adaptación a la vida urbana.
Estas redes son las que otorgan el contexto humano y social a la experiencia migratoria.
Desde siempre las clases altas residentes en las provincias enviaban a sus hijos a estudiar
a las ciudades capitales, donde contaban con redes de parentesco para proveer un lugar de
residencia y el mantenimiento cotidiano de los jóvenes.
Hasta los años cincuenta, en el marco de las fuertes corrientes migratorias y del crecimiento
de las ciudades, la vida cotidiana de los migrantes estaba centrada en la adaptación a la
vida urbana, es decir, en conseguir un lugar para vivir y ayudar a la red de parientes y
familiares en el proceso migratorio.
En los setenta la migración dejó de ser el motor del crecimiento urbano y con la
incorporación masiva de las mujeres adultas al mundo laboral se produjeron
transformaciones significativas en el mercado de trabajo. Como consecuencia de ello,
comenzaron a “hacerse visibles” algunas transformaciones en la organización doméstica y
familiar.

Trabajo y familia.
En el modelo ideal de familia nuclear con una clara división del trabajo entre géneros, todos
los varones adultos deberían estar trabajando mientras que las mujeres, por su parte, no
deberían trabajar fuera del hogar. Sin embargo, la imagen ideal de un grupo doméstico
mantenido por un único salario o ingreso solo pudo ser realizada por las clases medias. En
los sectores más ricos, el mantenimiento del hogar esta asegurado por la riqueza más que
representado por el salario. Y en las clases trabajadoras, el ideal ha sido pocas veces
alcanzado en la práctica, porque los niveles salariales son demasiado bajos para sobrevivir.
Tanto en el pasado como en el presente, el salario del jefe de familia obrera debe
complementarse con el de los hijos e inclusive con el de las hijas solteras jóvenes. Hasta
hace poco tiempo, el trabajo asalariado de las mujeres casadas constituía un ingrediente
muy inferior en el presupuesto familiar, ya que muy pocas salían a trabajar.
En la década del treinta, la situación se presentaba ligeramente diferente en las clases
medias, donde se había gestado un sector de mujeres educadas que reivindicaban sus
derechos civiles y sociales. La educación de las mujeres estaba orientada a prepararlas
para ser mejores amas de casa, mejores madres, mejores anfitrionas.
Para América Latina, el periodo de gran cambio ocurrió a partir de 1960, e influyó no solo el
aumento de la participación laboral de las mujeres jóvenes solteras, sino también una salida
importante al mundo del trabajo extradoméstico de las mujeres casadas con hijos, lo que
tuvo profundas implicaciones para la organización doméstica y para la familia.
La participación de las mujeres en la fuerza de trabajo es más elevada en las zonas
urbanas y en las metrópolis. Los datos de encuestas de empleo urbanas indican que hacia
1990 las tasas superan el 40% en la mayoría de los países.
Es posible prever que la participación de las mujeres seguirá incrementando en el futuro.
En contraposición, desde la perspectiva de la oferta de empleo persiste una fuerte
segmentación ocupacional entre géneros. Mientras que los hombres participan en todo tipo
de sectores económicos, las mujeres urbanas se concentran en los servicios y el comercio,
y dentro de ellos desempeñan tareas “típicamente femeninas”.
Seguramente al ampliarse la gama de tareas que las mujeres desempeñan en el mercado
de trabajo, y cuando los hombres aumenten su participación en tareas vinculadas al cuidado
(enfermería, docencia, etc), es decir, cuando la tipificación social de lo que es femenino y
masculino comience a alterarse, el modelo de estructuración de la familia nuclear y de la
domesticidad se verá amenazado.
En la actualidad, lo más común es que el cambio en la participación económica de las
mujeres no implique una reestructuración profunda del hogar: no hay miembros varones; las
mujeres amas de casa-madres ven sobrecargadas sus labores y en el caso de hallarla
disponible recurren a la “ayuda” de otras mujeres del núcleo familiar (abuelas, hijas
adolescentes o aun niñas) o a mujeres empleadas en el servicio doméstico.

Cuando las mujeres son breadwinners ¿quién asume el trabajo no remunerado?


- Perrotta.
En las últimas décadas, comienzan a impulsarse en el país, desde diversos ámbitos como
el Estado, la academia y el movimiento feminista, acciones que buscan generar
transformaciones en la división sexual del trabajo, problematizando los roles de género.
El incremento de los nuevos arreglos familiares registrado en los últimos años cuestiona las
formas tradicionales de vivir en familia y generan oportunidades para establecer relaciones
más equitativas entre varones y mujeres. Factores como la mayor incorporación de las
mujeres al mercado de trabajo cuestionan las viejas formas de convivencia basadas en la
tradicional división sexual del trabajo.

Interrelaciones entre los ámbitos productivo y reproductivo.​Tareas no remuneradas,


como el trabajo doméstico realizado en los hogares o el cuidado a dependientes, son
desarrolladas más frecuentemente por las mujeres. Existen dos subsistemas, el de la
producción de mercancías y el de la reproducción de la vida humana, que deben analizarse
de forma interrelacionada. Ambos subsistemas son necesarios para el sistema económico y
para el bienestar personal y social. La reproducción social es central para entender el
funcionamiento del mercado laboral, porque determina la posición de los individuos dentro
de dicho mercado.
Desde esta perspectiva, las familias son proveedoras de bienestar y proporcionan servicios
gratuitos que ubican a los individuos en lugares distintos de la estructura del mercado de
trabajo. Las relaciones de género vigentes muestran que el ámbito reproductivo está
subordinado al de la producción. Las causas pueden buscarse en un “contrato sexual”
implícito: hombre proveedor y mujer ama de casa, que mantiene un fuerte peso simbólico
hasta la actualidad. Este contrato entre varones y mujeres se ha conceptualizado como
división sexual del trabajo. En las últimas décadas, las mujeres se han incorporado
masivamente al mercado de trabajo, al mismo tiempo que continúan manteniendo su
dedicación al trabajo doméstico y de cuidados.
La estructura y los modos de funcionamiento institucionales del mercado de trabajo están
dispuestos para un tipo de trabajador sin responsabilidades familiares y asignado
exclusivamente a la tarea de provisión económica. Este “trabajador ideal” difiere
significativamente de la mayor parte de las mujeres reales y, sobre todo, del “deber ser”
asignado a las mujeres, ligado a las tareas domésticas y de cuidado en el ámbito privado.
El ámbito reproductivo se delegó a la esfera de lo gratuito, de lo invisible, del espacio
privado de las mujeres. Para que las mujeres puedan insertarse laboralmente, requieren de
una infraestructura suficiente (familiar, pública o privada) que las sustituya durante su
jornada laboral, determinada exclusivamente por las exigencias del mercado.
“Las mujeres se han incorporado al derecho, la universidad, la medicina, la empresa, pero
esas profesiones están todavía organizadas pensando en hombres que tienen familias pero
están libres de responsabilidades familiares. La mayoría de las carreras se basan en un
modelo conocido: ejercer una labor profesional, competir con otros colegas, obtener el
reconocimiento por lo que se hace, crearse una reputación, hacer todo eso mientras se es
joven, acaparar un tiempo que escasea y reducir al mínimo la vida familiar, para lo que hay
que encontrar a otra persona que se ocupe de ella. En el pasado, el profesional era un
hombre, y la otra persona que se ocupaba era su mujer”.

El mercado laboral como institución reproductora de la desigualdad de género.


Existen ciertas condiciones del mercado laboral que de diversas formas expulsan o limitan
las posibilidades reales de acceso, permanencia y ascenso de las mujeres. El punto de
partida es desigual, ya que la participación de las mujeres en el mercado laboral es menor
que la de los varones. La tasa de desempleo femenina continúa siendo superior a la
masculina.
Las mujeres pobres presentan mayores dificultades que las no pobres para acceder y
permanecer en el mercado de trabajo, debido, entre otros factores, a los bajos ingresos que
perciben, los cuales no les permiten costear servicios de cuidado de calidad que les
posibiliten permanecer en un puesto de trabajo.
Tasa de actividad de las mujeres en edades reproductivas (entre 18 y 49 años), cuando hay
presencia de niños/as en el hogar, reducen su dedicación al mercado de trabajo, mientras
que los varones tienen un comportamiento inverso, ya que incrementan su dedicación al
trabajo remunerado cuando residen con niños/as.
La mayor dificultad de las mujeres para lograr la autonomía económica, factor clave en la
toma de decisiones y en la negociación de responsabilidades en el hogar. Las mujeres se
insertan en empleos de menor carga horaria que la jornada completa de ocho horas, lo cual
les permite la articulación con las responsabilidades del ámbito privado, pero les restringe la
captación de mayores ingresos económicos. Otro fenómeno que evidencia la desigualdad
de género en el mercado laboral es la segregación horizontal, entendida como la
concentración de mujeres en determinadas ocupaciones para las cuales se consideran con
las habilidades naturales para hacerlo. Además presentan peores condiciones salariales, de
oportunidades de capacitación, de trayectoria, entre otras.
Al mismo tiempo, la segregación también es vertical, observándose una concentración de
mujeres en los puestos de menor jerarquía del mercado. Se aprecia una brecha en relación
con el ingreso promedio que perciben por hora de trabajo. Las mujeres perciben menores
salarios que los varones. Esto tiene causas multifactoriales, entre las que se encuentran:
tipos de tareas con desigual remuneración, obstáculos para que las mujeres puedan realizar
horas extra, entre otras.
Estas diferencias en la participación de varones y mujeres en el mercado laboral tienen sus
consecuencias en la vejez, impactando en la autonomía económica de varones y mujeres.
Los varones adultos mayores cuentan con ingresos más altos que las mujeres de su misma
edad y, además, estos provienen en mayor medida de jubilaciones, es decir, de su aporte
como trabajadores remunerados.

Los nuevos arreglos familiares como oportunidad de cambios en las relaciones de


género. ​En América Latina, en las últimas décadas se observa que las formas tradicionales
de familia han dado lugar a una gran diversidad de arreglos. Antes dominaba el modelo
clásico de familia nuclear, en la cual sólo el hombre trabajaba remuneradamente. Han
disminuido las familias extensas y han aumentado las familias con dos fuentes de ingresos,
los hogares unipersonales y los monoparentales. El envejecimiento de la población ha
repercutido en el incremento de los hogares unipersonales y de aquellos conformados por
una pareja sin hijos/as. En el caso de los hogares monoparentales, su incremento se debe
básicamente al aumento de los divorcios. Este aumento de los hogares monoparentales
puede leerse como un indicador de los procesos de cambio de las relaciones de género,
dado que muchos de estos hogares están a cargo de mujeres divorciadas o separadas, con
altas tasas de participación en el mercado laboral, que asumen el rol proveedor
tradicionalmente asociado a los varones. Viene perdiendo importancia el denominado
“modelo de proveedor tradicional”, caracterizado como aquel en el cual los varones trabajan
remuneradamente a tiempo completo y las mujeres se mantienen por fuera del mercado.
Por el contrario, se han incrementado los hogares que responden al “modelo de doble
carrera”, en el cual ambos tienen trabajo remunerado. Por tanto, la mayoría de los hogares
en Uruguay ya no cuentan con una persona dedicada enteramente a las tareas no
remuneradas.
Una de las claves conceptuales que permite explicar la reducción de los arreglos
tradicionales señalados anteriormente, es el fenómeno de la individuación. Refiere a un
proceso en el cual empieza a tomar protagonismo la existencia individual, por sobre la
colectiva. La idea de individuación está vinculada con la “liberación” de los roles de género
tradicionales, que abre la posibilidad de cada persona a construir su propio proyecto, con
menos ataduras provenientes de la condición de ser varón o mujer.

La posición de las mujeres en el mercado de trabajo y los cambios en las familias,


¿transforman la distribución del trabajo no remunerado dentro del hogar? ​Si
consideráramos exclusivamente los datos tradicionales del mercado laboral, como la tasa
de actividad, la condición de actividad y las horas semanales dedicadas al trabajo
remunerado, como se mencionó en una sección anterior, podríamos pensar que las mujeres
contribuyen en menor medida al desarrollo y el bienestar del país. Estos indicadores ocultan
la dimensión real de la contribución de las mujeres al bienestar. Independiente a la
participación en el mercado de trabajo y de la duración de la jornada laboral, las mujeres
participan más y dedican más horas al trabajo no remunerado. Durante la búsqueda de
empleo, el uso del tiempo de varones y mujeres es muy diferente, lo cual entendemos que
está traduciendo las distintas obligaciones sentidas respecto al rol de cada uno en el hogar.
Ante la misma duración de la jornada de trabajo remunerada, varones y mujeres continúan
dedicando desigual número de horas a las tareas no remuneradas. Las horas de dedicación
de las mujeres disminuyen a medida que se incrementa su aporte a los ingresos del hogar.
Respecto a los cuidados la dedicación de las mujeres disminuye con el mayor aporte de
ingresos. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con el trabajo doméstico, los varones
incrementan la dedicación a los cuidados a medida que aumenta el aporte económico de las
mujeres al hogar. Los hogares que se presentan como más equitativos son las parejas sin
hijos, donde la mujer trabaja para el mercado.
En todos los casos, y de forma independiente al hogar que conformen, la participación de
las mujeres en el mercado, es decir, cuando las mujeres trabajan para el mercado, dedican
menos horas al trabajo no remunerado, tanto si tienen hijos como si no.
Los distintos comportamientos asumidos por varones y mujeres responden a la vigencia de
los contratos de género, y al mandato que rige para definir las diferentes responsabilidades
en el hogar, que como queda evidenciado trascienden lo que ocurre en el mercado de
trabajo.
Es posible afirmar que la obligación respecto a las tareas del hogar es más experimentada
por las mujeres que por los varones, aun cuando estas sean las únicas que trabajan de
forma remunerada en la pareja ejerciendo el rol de breadwinner. Un acceso más igualitario
de varones y mujeres al empleo no asegura por sí solo una transformación en la división
sexual del trabajo.
MÓDULO 3
Cambios sociodemográficos y su impacto en el mundo laboral

Miradas teóricas sobre el desarrollo.


➔ Teoría de la modernización:​(Décadas 50 y 60 del S.XX). Raíces en la economía
clásica y de las perspectivas sociológicas funcionalistas. La desigual distribución de
la riqueza se explica por los diferentes niveles de desarrollo tecnológico alcanzados
por las sociedades. El crecimiento económico se asocia a los procesos de
industrialización y urbanización, por lo que las formas productivas tradicionales
-subsistencia- deben transformarse una economía nacional moderna, vinculadas al
modelo occidental de desarrollo.
➔ Teoría de la dependencia: ​Cuestionamiento a los derrames del desarrollo de
países ricos a pobres. Funcionalidad económica en la existencia de estas
diferencias. Se profundiza el enfoque con la idea de que la economía mundial
impone a los países pobres del mundo una relación de dependencia con respecto a
los países ricos.

Gran ausencia:​el cambio social es un proceso aparentemente neutral respecto de la


condición de mujeres y varones. Se instala una división naturalizada entre espacio
«masculino» y «femenino».
¿Por qué esta omisión? ​Un rol “incuestionado” de las mujeres como inactivas en el mundo
del trabajo. La cuantificación muchas veces invisibiliza el rol de las mujeres. La construcción
académica y la costosa validación de un discurso teórico feminista.
Una salida elegante: ​El enfoque del Bienestar:
• Edad de oro del capitalismo
• Modelo “male breadwinner”
• Estado benefactor
• Rol de la familia

El papel de las mujeres en el Desarrollo.


Los procesos de desarrollo han marginado a la mujer de forma sistemática, en base a la
división sexual del trabajo. El desarrollo de la gran industria relega a las mujeres; la
producción artesanal, familiar, es reemplazada por los proceso mecanizados que utilizan
mano de obra predominantemente masculina. Las mujeres se concentran en el sector
informal, en especial en el sector de los cuidados y servicio doméstico.
¿Mujeres en el mercado de trabajo?​En la práctica, los mercados de trabajo no funcionan
eficientemente, especialmente para las mujeres.
Algunos factores que han restringido el trabajo de las mujeres fuera de sus hogares:
- Leyes, normas sociales o personalizadas (trabajos manuales).
- No es compatible con la crianza de los niños.
- La visualización del trabajo de la mujer en el ámbito público.

Desde la Agricultura a la Urbanización (industrialización).​El proceso de urbanización y


los nuevos puestos de trabajo de cuello azul disminuyen el número de explotaciones
agrícolas y disminuyen las oportunidades para las mujeres en términos absolutos. Hasta
que las mujeres puedan adquirir la escolaridad requerida y las habilidades transferibles para
encontrar un empleo adecuado en las empresas de la economía moderna, su peso en el
mercado de trabajo se reduce. Fuerte peso de los factores culturales y sociales (el hogar, el
cuidado de los hijos, el riesgo del trabajo industrial).

Normas Sociales y Trabajos de cuello blanco/azul. ​¿Por qué deberían las normas
sociales dictar que los puestos de trabajo de cuello blanco son "aceptables" para las
mujeres casadas, mientras que los puestos de trabajo de cuello azul no lo son?. A las
mujeres no les gusta el trabajo en la fábrica y el matrimonio se puede utilizar como
oportunidad de escape. En algunos países es típico que las empresas manufactureras
terminen el trabajo de las mujeres al contraer matrimonio. La fábrica no paga a las esposas
lo suficiente como para compensar los costos fijos de trabajar fuera de casa.

Las miradas críticas apuntan hacia otra forma de desigualdad.​El sistema capitalista
hace uso de las desigualdades de género existentes y ubica a la mujer en posiciones
subordinadas a distintos niveles de interacción entre la clase social y el género. Son las
mujeres pobres las más oprimidas por el capitalismo. Hay que cambiar las relaciones
sociales de producción, generando otras formas de participación:
● En el área no doméstica de la producción.
● En la esfera pública.
● Romper con el carácter secundario de la participación de la mujer en la economía
(segmentación y “feminización” del mercado de trabajo).

El género en el Desarrollo.​Diversos enfoques teóricos sugieren que el empoderamiento


de las mujeres es importante para el desarrollo de las sociedades, no sólo por su
contribución al crecimiento económico, sino también porque una mayor participación
significa una mejor calidad de vida futura para el conjunto de la población. Empoderarse
sería tomar el control de los recursos materiales, intelectuales e ideológicos sobre sus
vidas. Ser agentes y beneficiarias del desarrollo.

Mujer → Género.
- Las mujeres no son un grupo homogéneo, ni homogéneas sus necesidades.
- El género es una construcción social que depende del tiempo y el espacio.
- Se interrelaciona con otros conceptos como clase o etnia.
- El cambio no concierne sólo a las mujeres, sino también a los varones.

El rol de las instituciones. ​Las instituciones sociales y económicas (costumbres, normas,


derechos, el mercado) son quienes modelan las relaciones que se dan entre varones y
mujeres en todos los ámbito, direccionando los recursos a los que ambos tiene acceso, las
actividades que realizan y sus formas de participación. Si bien estas instituciones -formales
e informales- no distinguen explícitamente entre varones y mujeres, suelen guiarse por las
pautas sociales preestableciadas para cada sexo. Y las instituciones, en general, son lentas
y difíciles de cambiar. Las normas sociales determinan los roles que mujeres y varones
tienen en la familia y en la comunidad, así como condicionan las preferencias individuales y
las relaciones de poder entre ambos sexos. Los roles de cónyuges, padres, ciudadanos/as,
trabajadores/as, varones y mujeres, así como el comportamiento acorde al valor social que
estos tienen marcan una conducta social. Y salirse de los límites aceptados puede desatar
sistemas formales e informales de sanción social. El tipo de participación de la mujer en la
esfera productiva difiere en las distintas sociedades. Aún así, en todas partes dicha
participación viene determinada por el rol atribuido a la mujer en la esfera reproductiva. El
trabajo remunerado de las mujeres se considera inferior al de los varones, no tanto por la
tarea en sí misma, sino porque las trabajadoras arrastran su inferioridad de estatus al
puesto de trabajo.
Pero además las mujeres trabajadoras arrastran otros estereotipos “ventajosos” como
fuerza de trabajo:
❏ mayor sumisión y sometimiento a la disciplina del trabajo.
❏ menor participación en actividades sindicales debido a sus obligaciones domésticas.
❏ mayor delicadeza, destreza manual y disciplina.
❏ mayor predisposición a aceptar la flexibilidad laboral y los bajos salarios, etc.

Desigualdades de género en el desarrollo.


Si buena parte de los estudios sobre el desarrollo se han centrado en la búsqueda de
estrategias para superar las desigualdades evidentes en la sociedad. Si mucho se ha
discutido en lo limitado que es analizar la equidad sólo a través de los ingresos que
perciben las personas. Y, si Amartya Sen argumenta que debemos centrarnos en las
libertades reales que tienen las personas para llevar una vida valiosa.
Entonces: “El problema de la desigualdad de género es en última instancia un problema de
libertades dispares ” (Sen 1992).

Importancia de la equidad de género.​Si la mitad de la población tiene acceso restringido


o limitado a oportunidades de aprendizaje relevantes, el desarrollo social y económico de la
sociedad será limitado. La equidad de género es necesaria para el desarrollo humano
sostenible (igualdad de género vinculada a la reducción de la pobreza). Según estadísticas
del Banco Mundial, las mujeres suelen reinvertir el 90% de sus ingresos en sus familias y
comunidades en comparación con los hombres que reinvierten sólo alrededor de 30% a
40% de sus ingresos. Aunque las disparidades en derechos básicos, educación, crédito y
empleo, o en la capacidad para participar en la vida pública afectan de manera más directa
a mujeres y niñas, los costos totales de la desigualdad en razón de género perjudican en
última instancia a todas las personas. Y, si la preocupación última es el bienestar, debe
considerarse la importancia del desarrollo de capacidades como una vida larga y saludable
y la educación. Por lo tanto, cualquier logro reducido para las mujeres en estas capacidades
es negativo para el desarrollo.
Pero además, la desigualdad de género en la educación y el acceso a los recursos pueden
afectar la caída de la mortalidad infantil, de la fecundidad y una expansión de la educación
de la próxima generación. Elementos que en el mediano plazo también afectan
directamente el crecimiento económico y enlentecen el desarrollo.

Luces y sombras en materia de equidad.


Los niveles de educación femenina han mejorado considerablemente. La tasa de matrícula
de las niñas en la escuela primaria prácticamente se ha duplicado, creciendo a mayor
velocidad que la tasa de matrícula de los niños. En los países en desarrollo, la esperanza
de vida de las mujeres ha aumentado entre 15 y 20 años, debido a una mejora en la
inversión en el acceso a servicios de salud de niñas y mujeres. Más mujeres se han
incorporado a la fuerza laboral. A partir de 1970. Este crecimiento ha sido mayor que para
los varones, reduciéndose cada vez más la brecha en el empleo. La brecha salarial entre
varones y mujeres también ha disminuido.

Resultados empíricos sobre el rol de las inequidades de género en el crecimiento


económico:​Existe una relación en forma de “U” entre crecimiento económico y equidad de
género. Se ha encontrado una relación positiva entre la educación femenina y el crecimiento
económico de los países.
Pero…
a) En ninguna región del mundo los varones y las mujeres tienen los mismos derechos
sociales, económicos y jurídicos.
b) De manera sistemática, las mujeres continúan con un menor control sobre una gran
variedad de recursos productivos, incluyendo la educación, la tierra, la información y
los recursos financieros.
c) El que las mujeres tengan derechos desiguales y una peor situación socioeconómica
con respecto a la de los varones, también limita su capacidad para influir tanto en las
decisiones de sus comunidades, como a nivel nacional.

Resultados en la región durante el siglo XX.


En casi todas las sociedades se espera que los varones adultos permanezcan en el
mercado de trabajo durante la totalidad de su vida potencialmente activa, salvo situaciones
de excepción originadas en guerras, recesiones económicas o, a nivel individual,
incapacidad física. No ha de sorprender entonces que, con independencia del nivel de
desarrollo económico, las tasas de actividad de los varones en edad activa estén entre el 80
y 90%.
Cambios sociales en el marco de la primera y segunda transición demográfica.
Europa – América Latina.​La primera transición demográfica es asociada a los procesos
de industrialización y urbanización que vivieron los países desarrollados a partir del siglo
XIX. La segunda transición demográfica está asociada a transformaciones en el ámbito
familiar y el comportamiento reproductivo, en el marco de los procesos de individualización.
La transición demográfica que en Europa duró dos siglos, ha ocurrido en América Latina en
menos de cien años. Después de la Segunda Guerra Mundial y una vez finalizado el
fenómeno conocido como el "baby boom" se consolidó en Europa y en buena parte de los
países más desarrollados un nuevo régimen demográfico (denominado por algunos
demógrafos como segunda transición demográfica)
★ Retraso en la edad del matrimonio.
★ Reducción del número de hijos por mujer.
★ Aumento de las uniones consensuales.
★ Mayor incidencia de los divorcios.
★ Cambios en los patrones de reconstrucción de las familias.

La edad del matrimonio como un indicador útil para entender la mayor presencia de las
mujeres en el mercado de trabajo debe ser relativizado.
Los cambios en las pautas de control de la natalidad se reflejan en una mayor presencia de
las mujeres en el mercado de trabajo, especialmente a partir de la década de 1980 y en
toda la región.
La región ha mostrado un cambio significativo en los procesos de alfabetización de su
población, permitiendo que los países más rezagados de la región alcanzarán un
acortamiento de la brecha con los países históricamente más avanzados en materia
educativa.
Los proceso de urbanización inciden en forma diferente en los países, pero sobre todo en
las oportunidades laborales que este proceso genera.
La tendencia en los países estudiados hacia la reducción de la brecha de ingresos
salariales mensuales y por hora. El primer elemento que destaca en la explicación de la
persistencia en materia de desigualdades salariales mensuales es que las mujeres trabajan,
en promedio, menos horas que los hombres. La educación es un factor determinante en las
desigualdades salariales, sobre todo en los estratos socioeconómicos más altos. El tipo de
inserción que tienen hombres y mujeres es uno de los factores que más influye en las
diferencias salariales. Menores desigualdades se encuentran entre los asalariados y los
funcionarios públicos.

Claves para el desarrollo con equidad de Género.


Promover la igualdad entre mujeres y varones en el acceso a los recursos productivos y en
la capacidad de generar ingresos.
- A diferencia de la de los niños, la demanda de la educación de las niñas a menudo
es más sensible a factores como los costos, la distancia a la escuela y la calidad de
la enseñanza.
- Al igual que ocurre con la mayoría de las personas que viven en pobreza, promover
medios accesibles de ahorro y financiamiento puede contribuir significativmaente a
elevar sus ingresos y reducir la vulnerabildiad económica.
- Generar políticas efectivas de equiparación en el mercado laboral, puede contribuir a
mejorar la participación de las mujeres (políticas afirmativas de discriminación en el
ingreso, negociación salarial con mirada de género, cualificación de puestos de
trabajo).
Reducir los costos personales de las mujeres en sus roles domésticos.
- Equilibrar la desproporcionada carga que representan para las mujeres las
responsabilidades domésticas y el tiempo que dedican al cuidado de otras personas.
- Generar políticas públicas que busquen reducir los costos de los estereotipos de
género en el hogar (protección contra despidos por licencia maternal, licencia post
parto, licencias parentales compartidas, políticas de cuidados).
- Fomentar el poder de decisión sobre el tamaño de las familias. Niveles más altos de
autonomía, educación, salarios y participación de las mujeres en el mercado laboral,
tienden a aumentar el uso de anticonceptivos y reducir las tasas de fecundidad.
Proporcionar una protección social mediante programas que tengan en cuenta sus
diferencias en riesgos y vulnerabilidad.
- Los programas de protección social que toman en cuenta que existen diferencias
entre mujeres y varones frente a los riesgos y en la demanda de servicios, pueden
proteger mejor a ambos (ej. políticas de capacitación que atiendan habilidades y
experiencias por sexo.
- Políticas que atiendan vulnerabilidades generacionales distintas, tanto por temas de
longevidad como por el tiempo de trabajo remunerado de ambos sexos
(acompañamiento a la vejez, pensiones y jubilaciones).
Fortalecer la voz y participación política de las mujeres.
- Aumentar la capacidad de las mujeres para actuar por su propia cuenta, a través de
una mayor participación pública, accediendo a la información, a la toma de
decisiones y mejorando la gobernabilidad.
- Sólo en el largo plazo, el desarrollo económico y otros factores que fortalecen la
situación económica de las mujeres, contribuirían a que tengan una mayor influencia
política, por lo que se requieren en el corto y mediano plazo medidas concretas para
garantizar la paridad en la participación.
- También se requieren medidas más allá de la participación política parlamentaria,
que sepan leer las diferencias que se generan en las tomas de decisiones
(presupuestos con perspectiva de género, presupuestos participativos).

Demografía como disciplina:


❖ Objetivo de la disciplina: estudio de la población.
❖ Medir, describir y comprender los procesos a gran escala de los comportamientos
demográficos.
❖ Obsesión por construir el dato más que por interpretarlo: ciencia mucho más
empírica que teórica.
❖ Se interpretan procesos sociales por detrás de los comportamientos demográficos.
Demografía como campo científico:
❖ La construcción del dato: es lo que da cuerpo a la disciplina como tal, profundiza en
las técnicas de medición de los fenómenos y no en sus causas o consecuencias.
❖ La elaboración de teoría: escasa en demografía, más bien de tradición empírica
(teoría de la transición demográfica y de la segunda transición).
❖ Cuando se comienza a investigar causas de los fenómenos la demografía se
convierte en una ciencia interdisciplinaria recurriendo a muchas disciplinas (biología,
antropología, economía, sociología, historia, etc.).

Componentes de la dinámica y estructura de una población:


● Estructura:
- Por sexo.
- Por edad.
● Dinámica:
- Fecundidad (entradas, nacimientos).
- Mortalidad (salidas, muertes) – Migración (entradas y salidas).

Fenómenos demográficos y fenómenos sociales:


● Fenómenos demográficos:
- Nacer, morir, migrar, casarse o divorciarse, tener hijos.
● Fenómenos sociales:
- Ingreso y permanencia en el sistema educativo.
- Ingreso y permanencia en el mercado laboral.
- Condiciones socioeconómicas.
- Configuraciones familiares.

Demografía y Género.​Incorporación de la perspectiva de género en demografía. Tardía en


relación con otras ciencias sociales. Institucionalización: » Comité de género de la IUSSP:
1990-1999 » Conferencia del Cairo: 1994. Incorporación de nuevos paradigmas.
Nuevos paradigmas en demografía a raíz de la incorporación de la perspectiva de
género.
TEÓRICOS
1. Del estatus de la mujer al concepto de género.
2. De la planificación familiar y la salud reproductiva a los derechos reproductivos y
women’s empowerment.
3. Segunda transición demográfica.
METODOLÓGICOS
1. Nuevos desafíos en la construcción de indicadores.
2. Incorporación de perspectiva cualitativa.
3. Análisis de contextos culturales.

La transición demográfica.
¿Qué es la transición demográfica?​El paso de altos niveles de fecundidad y mortalidad a
bajos niveles de ambas. «En las sociedades tradicionales, fecundidad y mortalidad son
altas. En las sociedades modernas, fecundidad y mortalidad son bajas. En medio, está la
transición demográfica».
➔ Descripción de la sucesión de fases históricas que atraviesa una población,
coincidente con el proceso de modernización (urbanización, industrialización,
aumento nivel educativo, incremento ingreso per cápita)
– Fase de equilibrio premoderno (pretransicional): altas tasas de fecundidad y mortalidad.
– Fase transicional de desequilibrio: reducción de la mortalidad y crecimiento de la
población.
– Fase de equilibrio moderno (postransicional): mortalidad y fecundidad reducidas y
crecimiento lento o nulo de la población.
➔ Comienza en sociedades europeas pero es un cambio global.
➔ Es el cambio demográfico más importante en la historia de la Humanidad (Entre
1800 y 2011 la población mundial se multiplicó por siete).
Etapas de la Transición Demográfica
I. Pretransicional: El antiguo régimen demográfico:
• La mayor parte de la población es rural y se dedica a actividad agrícola.
• Sistema económico: familia centro de la organización económica.
• Necesidad de las familias de tener muchos hijos para asegurar la organización económica
• Los hijos tienen un valor económico.
• Altas tasas de mortalidad infantil y de la niñez, necesidad de reemplazo de pérdidas. Un
tercio de los niños morían antes del año de edad; otro tercio antes de ser adultos.
• Alta natalidad.
• Poca inversión en la educación de los niños y comienzan su contribución económica a
edades tempranas.
• Población con estructura de edades joven (alto % niños).
II. Transicional.
Fase 1:
• Desciende la mortalidad (MÍ y niñez) y se mantiene alto el nivel de la natalidad.
• Las tasas de crecimiento se elevan conforme decrece la tasa de mortalidad:
rejuvenecimiento.
• Aumenta presión las familias.
Fase 2:
• Descenso de la natalidad.
• Se enlentece el ritmo de descenso de la mortalidad y disminución relativa de los progresos
en la esperanza de vida.
• Reducción de las tasas de crecimiento pero aún positivas.
III. Postransicional.
• Sociedades que han llegado a un nivel alto en plano socioeconómico.
• Baja natalidad y baja mortalidad (equilibrio moderno).
• Bajo crecimiento vegetativo.
• Esperanza de vida muy alta.
• Estructura de edades envejecida (alto % ancianos)

¿Por qué se produce la TD?​Procesos de industrialización y modernización generan una


mejora en el nivel de vida y las condiciones de salud de la población, que lleva al descenso
de la mortalidad. Descenso se traduce en un mayor número de hijos sobrevivientes.
Simultáneamente, con la modernización y urbanización se produce un incremento de los
costos directos e indirectos de la crianza de los hijos (limitación del trabajo infantil,
escolarización obligatoria, motivación de los padres para mayores niveles educativos de los
hijos, incrementos de los costos de salud, vivienda, etc.). Familias se ven presionadas y
enfrentadas a decidir si mantener una alta fecundidad y, en consecuencia, tener un nivel de
vida más bajo, o reducir el número de hijos para lograr mantener o elevar su nivel de vida.
Reducción de la fecundidad sería un ajuste al nuevo régimen de mortalidad, y un
adaptación a las nuevas realidades socioeconómicas de la modernidad.

El motor de la TD: la mortalidad.


¿Por qué desciende la mortalidad?
- Mejores medidas estatales de salud pública.
- Menor impacto de las epidemias.
- Desarrollo del conocimiento científico y avance en combate a enfermedades.
- Cambios en el cuidado de la salud e higiene individual.
- Mejoras en el nivel de vida: mayor resistencia a infecciones por mejoras en nutrición
(transporte de alimentos, mejores tecnologías).
¿Por qué desciende la fecundidad?
- Descenso en la mortalidad.
- Aumento costo de los hijos.
- cambios de roles de la mujer (educación, mercado de trabajo) y la familia (unidad de
consumo).
- Disminuye el incentivo de tener hijos.
- El cambio clave está en las decisiones familiares de tener menos hijos.

El descenso de la natalidad fue un cambio de profunda importancia


No se caracteriza como el pasaje de la falta de control al control. Fue el pasaje de un
sistema de control a través de instituciones sociales y costumbres a otro de elección privada
de las parejas: DECISIONES FAMILIARES. El control es dentro del matrimonio. Utilización
de métodos que implica sacrificio y determinación para las parejas: coitus interruptus,
abstinencia, aborto. Las mujeres acortan el nº de años dedicados a la maternidad y crianza
de los hijos.

La TD en Europa se da en un contexto modernizador que implicó una transformación


social profunda:
➢ Industrialización de la sociedad.
➢ Rápida urbanización.
➢ Importancia del trabajo asalariado sobre la riqueza heredada.
➢ Grandes incrementos en los niveles educativos (especialmente de las mujeres).
➢ Corrientes migratorias masivas.
➢ Rol creciente de las instituciones públicas.
➢ Emergencia de instituciones sociales poderosas (sindicatos).
➢ Incipiente democratización de la vida pública.

TD en los países en vías de desarrollo:


❏ Se benefician con los avances de conocimientos de sociedades desarrolladas.
❏ No fue acompañada del crecimiento económico de los países desarrollados
- Implica un desequilibrio (pobreza) que no hubo en Europa.
❏ La superpoblación europea pudo emigrar (colonialismo, países nuevos).
- Posibilidad menos sencilla para países en vías de desarrollo.

La transición demográfica en América Latina​:


● Transición demográfica acelerada.
● En promedio tuvo una duración de medio siglo.
● Disponibilidad de medios de control de la mortalidad y natalidad “por importación”.
● Transiciones heterogéneas.

Segunda transición demográfica


¿A qué se denomina segunda TD?​Concepto que introducen Dirk Van de Kaa y Ron
Lesthaeghe en 1986 para referirse a un conjunto de cambios en relación con el
comportamiento reproductivo y familiar que se producen en los países desarrollados
(básicamente en Europa) en la segunda mitad del siglo XX. Estas transformaciones están
acompañadas de un cambio de valores vinculados a los procesos de individualización y
postmaterialismo.
Descenso de la fecundidad por debajo del nivel de reemplazo. Cuándo finaliza la primera
transición?. Cambio en los indicadores de formación familiar. Revolución contraceptiva
(píldora y DIU). Se extiende en Europa por etapas en distintos países. El cambio de valores
es el motor primario de las transformaciones.
Tres elementos centrales:
1. Cambio en la noción del “hijo”.
2. Fecundidad por debajo del nivel de reemplazo como componente estructural.
3. Papel central del cambio cultural que influye a lo largo del curso de vida.

INDICADORES DEMOGRÁFICOS

1era Transición Demográfica 2da Transición Demográfica

● Descenso de la mortalidad. ● Fecundidad por debajo del nivel de


● Descenso de la fecundidad. reemplazo.
● Aumento del crecimiento vegetativo ● Descenso de los matrimonios y
en el momento de la transición. aumento de la edad media al
● Aumento de la proporción de matrimonio.
matrimonios. ● Drástico aumento del divorcio y de
● Descenso de la edad al matrimonio. la disolución de uniones.
● Bajas tasas de divorcio. ● Aumento de la cohabitación.
● Alta incidencia del re-matrimonio ● Aumento en los nacimientos fuera
post viudez. del matrimonio.
● Contracepción deficiente. ● Métodos anticonceptivos modernos.

PROCESOS SOCIALES

1era 2da

● Afianzamiento de la familia ● Procesos de autonomía y valoración


burguesa. personal.
● Reforzamiento de los roles ● Realización de la pareja más allá
tradicionales de género. del hijo.
● Varón proveedor/Mujer cuidadora. ● Amor romántico vs. Amor de
● Calidad de las relaciones humanas mercado.
sostenidas por la mujer en el ámbito ● Flexibilización de la biografía.
doméstico. ● Divorcio como parte del pacto
● Matrimonio hijo céntrico. conyugal.
● ¿Y los hijos?.

¿Qué hay por detrás de estos cambios?


- Revolución Sexual (Shorter, 1975): homogamia y elección personal, reforzamiento
del erotismo, adelantamiento de la sexualidad.
- Revolución contraceptiva: métodos más eficaces, control de las mujeres.
- Cambio en el concepto de hijo: de cantidad a calidad. – Derrumbe del “niño rey”
(Aries, 1989) – preocupaciones por la realización personal.

Primera y Segunda Transición:


1) Primera transición demográfica: naturaleza altruista que implica el cuidado de las
nuevas generaciones y el reforzamiento de la familia como institución.
2) Segunda transición demográfica: autonomía individual y emancipación femenina
aparecen como elementos mucho más centrales. Motivación para tener hijos:
realización personal.

MODELOS DE PAREJA Y PACTO CONYUGAL


● Matrimonio tradicional​(no admite el divorcio):
- Supervivencia de los individuos a través del apoyo intergeneracional.
- Transmisión del patrimonio.
- Garantía del orden social.
● Matrimonio alianza:
- Se incorpora la noción de felicidad.
- La desaparición el amor no justifica la disolución del vínculo.
- Se concibe el divorcio pero con fuerte sanción jurídica y moral.
● Matrimonio fusión:
- Solidaridad afectiva.
- Amor romántico.
- Peso institucional relegado a un plano secundario y visible a través de
rituales (“la boda”).
- Pauta de familia nuclear (“el casado casa quiere”).
- El matrimonio dura mientras hay amor.
- El divorcio es parte del pacto conyugal pero está adherido a la sensación de
fracaso debido a la alta inversión afectiva.
- La sociedad interviene a través del juez, secularización del matrimonio.
- El hijo “costo del divorcio”.
● Matrimonio asociación:
- No hay un trámite.
- Desinstitucionalización de la vida conyugal, pérdida de rituales, no se
distingue la situación de hecho y la de derecho.
- Singularización de biografías.
- Hijos dentro y fuera del matrimonio: no existe el concepto de ilegitimidad.
- Matrimonio de razón, como contrato, deja de servir a las partes y se disuelve,
la separación es parte del contrato.
- Privatización del vínculo: la sociedad interviene cuando hay diferencias
irreconciliables.
- Ganan importancia los psicólogos y los trabajadores sociales frente al juez
como profesional.

SEGUNDA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA Y RELACIONES DE GÉNERO


➔ Dimensión explicativa de la segunda transición: cambio en los valores.
➔ Necesidad de incorporación explícita de la perspectiva de género.
➔ Relaciones más frágiles y menos comprometidas entre varones y mujeres.
➔ Procesos de individualización con impacto diferencial desde la perspectiva de
género.
Procesos de individualización y relaciones de género:
• Formación de la pareja (ideal del “amor”, estrategias de autoprotección, planificación).
• Maternidad/paternidad (calendario, planificación, responsabilidad, nueva sexualidad).
• Divorcio (relación costo/beneficio, estrategias de cálculo, individualismo vs. altruismo).

¿Qué podemos esperar?


❏ Relaciones de género tendientes a una mayor equidad en todos los ámbitos de la
vida social.
❏ Superar una lógica de conflicto y oposición entre varones y mujeres.
❏ Nueva lógica de cooperación con un mayor acuerdo hacia los comportamientos
familiares que se traducen luego en indicadores demográficos.
¿Y la familia?
❏ Pluralidad de modelos y variabilidad de formatos.
❏ Nuevas modalidades de relación humana.
❏ Ejercicio de ciudadanía: perspectiva de derechos.
❏ Necesidad de visión democrática y plural de las trayectorias biográficas en el marco
de la dinámica familiar.
Comportamiento reproductivo y desigualdades sociales

Reproducción humana:​generación de nacimientos en una población mediante la


procreación.

La natalidad se vincula con diversos factores:

● Las relaciones de género:


- Modalidad de las relaciones afectivo-sexuales.
- Uso o no uso de anticonceptivos.
- Salud sexual y reproductiva.

¿Mujeres como objeto de estudio de la reproducción?


★ Las mujeres no se olvidan y conocen el o los hijos que tuvieron.
★ Son las mujeres las que mayoritariamente siguen asumiendo la crianza de los hijos.
★ En el imaginario social son ellas las que se consideran que son idóneas para
hacerlo.
★ La identidad femenina se construye mayoritariamente a partir de la maternidad.
Evolución de la fecundidad en Uruguay:
❖ Disminución temprana del promedio de hijos que tienen las mujeres.
❖ Grandes diferencias: al estrato social de pertenencia, el lugar de residencia,
educación alcanzada. → Desigualdad de género

.
La iniciación sexual más temprana de los varones, vinculada a la socialización diferencial de
mujeres y varones respecto a las prácticas sexuales socialmente aceptadas. Se asientan en
la persistencia de la asignación diferencial de los roles de género.
Las incongruencias observadas revelan la irregularidad en la protección de los adolescentes
en sus relaciones sexuales. Este fenómeno asociado, entre otros, a su percepción de
invulnerabilidad, el escepticismo frente a la efectividad de los métodos anticonceptivos y al
deseo de complacer a su pareja.

La fecundidad: evolución y diferenciales en el comportamiento reproductivo


- Varela Petito.
El comportamiento reproductivo de las mujeres en el Uruguay se ha caracterizado por iniciar
el control y la reducción de la fecundidad desde muy temprano en la historia del país.
Agentes fundamentales en este proceso:
a. El impacto cultural de la inmigración europea sobre un territorio escasamente
poblado.
b. La incorporación temprana al modelo occidental.
c. Unido todo ello a una urbanización precoz que ha llevado a que el 91% de la
población sea urbana.
d. Una actividad económica basada fundamentalmente en la ganadería extensiva que
no genera alta demanda de mano de obra.
e. El reparto latifundiario de la tierra que ha impedido el desarrollo de una población
rural, que suele adoptar altos niveles de reproducción.
f. Características de la actividad económica que no estimulan el crecimiento de
núcleos urbanos intermedios y consolidan el crecimiento de la ciudad capital,
principal puerto exportador.
Las sucesivas crisis económicas por las que atravesó el país, con un incremento de la
pobreza que alcanzó en 2002 a un 31% de la población total, contribuyeron al
“empobrecimiento de la reproducción”. Esto refiere a que son las mujeres en condiciones de
necesidades básicas insatisfechas las que se reproducen con niveles muy superiores a la
media y promedian los bajos niveles de las mujeres de los sectores medios.
Si bien podemos decir que el Uruguay, al igual que sucedió con la primera transición
demográfica, inicia su segunda transición tempranamente con respecto a la mayoría de los
países de América Latina, la procesa de manera desigual con relación a los indicadores que
la caracterizan.
Los cambios en la modalidad de la familia son un fenómeno clave para identificar a la std: la
edad al matrimonio se retrasa, los vínculos matrimoniales son menos estables y duraderos,
los divorcios aumentan de forma sustantiva, las uniones consensuales se generalizan. A
ello se agrega la difusión de los anticonceptivos, el incremento de la fecundidad en edad
adolescente (en la primera etapa de este proceso) y la disminución de la fecundidad en el
resto de las edades, situándose ésta en su totalidad por debajo de los niveles necesarios
para el reemplazo de la población. Al igual que en el resto de los países, en Uruguay, la std
se diferencia de la primera en que la autonomía individual y la emancipación de la mujer son
fenómenos centrales que generan cambios en la familia y el significado de la maternidad.
El descenso del promedio de hijos que tienen las mujeres reduce el tamaño de la familia y
contribuye a reducir la carga de trabajo doméstico y el tiempo que los padres dedican al
período de crianza de los niños.

El cambio de la fecundidad entre 1996 y 2006.​Se produce un hito en la historia


demográfica del país ya que, por primera vez, la fecundidad atraviesa el nivel mínimo
necesario para el reemplazo de la población. La paridez media acumulada desciende en
todas las cohortes. Las mujeres que en el 2006 finalizan su ciclo reproductivo (45 a 49
años) tienen menos hijos acumulados que la generación anterior. Descenso del promedio
de hijos que acumulan las mujeres jóvenes entre 20 y 29 años de edad.
Fecundidad y lugar de residencia entre 1996 y 2006.​En lo que respecta a la
reproducción, el lugar de residencia de la mujer tiende a pautar el comportamiento
reproductivo con trayectorias y ritmos de la fecundidad diferenciales en los distintos
espacios territoriales. La paridez media diferenciada entre Montevideo (departamento que
concentra casi la mitad de la población) y el interior del país (que aglutina 18
departamentos), muestra que entre 1996 y 2006 en ambas áreas desciende el número de
hijos que acumulan las cohortes de mujeres en todos los grupos de edades.
Fecundidad y educación 1996-2006. ​El nivel educativo de la mujer actúa no sólo
expandiendo sus aspiraciones y oportunidades de inserción social, en posiciones
frecuentemente incompatibles con una familia numerosa, sino también ampliando la
información de que dispone para decidir el número de hijos en forma eficaz. El
comportamiento diferencial de la fecundidad de acuerdo a los años de estudio de las
mujeres en 1984 y 1996 han mostrado que aquéllas con educación primaria se distanciaron
en casi dos hijos más de las que tenían educación secundaria completa. Entre 1996 y 2006
desciende la paridez de las mujeres menores de 40 años con educación muy baja (Primaria
incompleta) y en todas las edades de quienes tienen educación media y alta (Secundaria
completa y Universidad o Terciario completo).

Estado actual de la fecundidad según diferenciales geográficos y socioeconómicos.


El descenso de la fecundidad ha sido un tema central en la demografía, así como identificar
los factores que intervienen en las decisiones reproductivas que impactan sobre las
variables intermedias a la fecundidad: formación y disolución de uniones, regulación de las
relaciones sexuales al interior de las uniones, uso de contracepción y aborto.
La descendencia final del área metropolitana es menor al promedio del país (2,6 hijos por
mujer en el tramo de 45 a 49 años), mientras que en el resto de las áreas es algo superior.
La comparación de la paridez media por nivel educativo entre 1996 y 2006 mostró que el
descenso del nivel de la fecundidad de las mujeres menos educadas no significó una
disminución de la diferencia entre estas mujeres y aquellas que acceden a una educación
más elevada. Por el contrario, se visualiza cómo persisten y se profundizan las brechas
reproductivas entre los distintos grupos sociales. Las de menor educación, entre los 20 y 24
años acumulan algo más de un hijo; las que logran una educación intermedia acumulan
medio hijo menos, mientras las que acceden a los niveles más altos de educación
presentan una paridez mínima (0,1), lo que es indicativo no sólo de una intensidad
reproductiva muy baja en estas edades, sino del retraso del calendario reproductivo en las
mujeres que continúan sus estudios.
El estrato social de pertenencia establece diferencias importantes en el comportamiento
reproductivo de las mujeres. Las mujeres que se encuentran en hogares no pobres tienen
menos hijos por mujer que el promedio nacional en todos los tramos de edad. Mientras que
en la generación de 20 a 24 años las mujeres que viven en hogares no pobres tienen un
promedio de hijos por mujer sumamente bajo (0,3), quienes se encuentran en situación de
pobreza ya acumulan un hijo por mujer a esta edad. Esto implica un comienzo de la
reproducción mucho más temprano en dicho grupo. Las mujeres que viven en hogares en
situación de pobreza estructural o crónica son las que presentan un mayor nivel de
descendencia final, con un promedio mucho más elevado que el del país (más de dos hijos
por encima) y bastante mayor que el del promedio de personas que viven en hogares
pobres (un hijo por encima). Las mujeres sin instrucción, Primaria incompleta, y Primaria
completa (con Ciclo Básico incompleto) tienen un comportamiento reproductivo de mayor
nivel que el promedio de la población pobre, con diferencias de mayor magnitud en el caso
de las primeras.
La fecundidad por situación conyugal. ​Mayor control de la natalidad por parte de las
mujeres casadas. La paridez entre las mujeres que se declaran como solteras es la más
baja para todas las edades. Independientemente de la edad, las mujeres solteras tienen
menos hijos que las que tienen o han tenido algún tipo de vínculo conyugal.

Las mujeres y el mercado laboral: los cambios en la oferta y sus fuerzas.


- Maubrigades.
Su trabajo analiza los cambios observados en las tasas de actividades de las mujeres de
América Latina, enfocando su atención en las transformaciones generadas en las
estructuras familiares y en la sociedad en la segunda mitad del sxx hasta la actualidad.
Pretende poner en evidencia las variables consideradas determinantes en los cambios en
las tasas de actividad de las mujeres. Consideran las variables que describen los cambios
que se dieron en las trayectorias de vida de las mujeres, como la edad de ingreso al
matrimonio, la tasa de fecundidad y la educación. También utiliza las variables que hacer
referencia a los cambios que se dieron en la sociedad y que también forman parte de la
participación de las mujeres en el mercado de trabajo, en particular, los procesos de
urbanización y las mejoras alcanzadas en materia de derechos, como una forma de
aproximarnos a los procesos de empoderamiento de las mujeres. También agrega, el PIB
per cápita, que lo utilizara como un indicador del crecimiento económico de los países que
analiza. Con el fin de contrastar la evolución analizada hasta ahora en América Latina, se
realizará un análisis comparado entre regiones con diferente nivel de desarrollo. Los países
desarrollados serían: Alemania, Australia, Canadá, España, Estados Unidos, Francia,
Holanda, Italia, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido y Suecia. Los países en vía de
desarrollo: China, Corea, India, Indonesia, Malasia, Tailandia y Turquía.

El objetivo es ver si las variables estudiadas tienen el mismo nivel de incidencia en todos los
grupos, o si por el contrario, existen particularidades en América Latina que hacen variar
sus trayectoria. En el caso de América Latina su trabajo agrupa los países de la región de
acuerdo a una clasificación preestablecida. Los países caracterizados como economías
templadas y con un proceso de modernización avanzada, integrados por Argentina, Chile y
Uruguay. Los países de economías grandes y medianas, con una modernización acelerada
y desequilibrada, integrados por Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela. Y, los países
de economías pequeñas y con una modernización parcial o incipiente, integrados por
Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay. La
preocupación por el incremento de las capacidades individuales es vista como
imprescindible para generar cambios en la calidad de vida, en la educación, elementos
estos que son esenciales para alcanzar el bienestar. También, puede verse la desigualdad
de género como un freno al desarrollo, expresado en los desequilibrios de poder dentro del
hogar, en las condiciones de salud desfavorables, en un acceso desigual a oportunidades y
derechos. El aumento de la participación de las mujeres en la toma de decisiones, a nivel de
la familia y a nivel social, puede considerarse un indicador de progreso en el desarrollo
económico.
En términos demográficos, el cambio de patrón de las uniones conyugales en las
sociedades europeas ha sido considerado de gran importancia como mecanismo regulador
de crecimiento de la población. Durante la primera transición demográfica de Europa el
cambio en los patrones matrimoniales ha contribuido a una disminución de la fecundidad, ya
sea porque la gente retrasa la edad de casamiento, como por el hecho de que aumente el
número de personas que permanecen célibes. La evolución de los patrones matrimoniales
está estrechamente ligada a los cambios sociales, culturales y económicos que viven las
sociedades. Especialmente en el caso de las mujeres, la posibilidad de decidir sobre
cuándo casarse y formar una nueva familia impacta significativamente en su posición dentro
de la sociedad y los niveles de independencia que han logrado. Estos cambios en el patrón
matrimonial europeo confluyen con transformaciones en la esfera económica. Después de
la Peste Negra que azota a Europa desde el siglo XIV, la escasez de mano de obra y
cambios en la agricultura de pastoreo incrementaron la demanda de mano de obra,
impactando este cambio en las mujeres que debieron también salir fuera de sus hogares.
Como resultado, una gran parte de la sociedad se convirtió en dependiente de trabajo
asalariado. Dentro del conjunto de cambios observados en la esfera doméstica durante el
proceso de desarrollo económico de los países hay un hecho que muestra una tendencia
universal y es la reducción de la fecundidad. Es así que el número de hijos por mujer ha
disminuido en gran parte del mundo, tanto en países desarrollados, como en países en vía
de desarrollo. A los aspectos vinculados a los cambios en el inicio de las familias, se suman
un significativo número de estudios que analizan las consecuencias derivadas de la
inversión educativa en las mujeres y el descenso de la mortalidad infantil y los cambios en
la fecundidad. Estos estudios demuestran de forma concluyente que un menor número de
años de estudio acumulados por las mujeres se correlaciona positivamente con una mayor
fecundidad y una mayor mortalidad infantil. Así, se puede observar que las familias más
educadas comienzan a reducir el número de hijos, al tiempo que en el mercado de trabajo
se extiende la participación de las mujeres y, como resultado conjunto, se observan mejoras
en el ingreso per cápita.

Los cambios socio demográficos de América Latina y su impacto en el mercado de


trabajo. ​Los cambios ocurridos en el mercado de trabajo son, por mucho, más significativos
que los cambios observados en la edad de ingreso al matrimonio. Más allá de la
persistencia de edades tempranas de matrimonio y uniones consensuales en la región, las
mujeres incrementaron sus tasas de actividad en todos los tramos de edad y en especial en
los comprendidos entre los 30 y los 45 años. Este resultado sugiere que el matrimonio no
parece ser un factor limitante para la presencia de las mujeres en el mercado de trabajo y
que otras variables vinculadas a las decisiones de vida pueden jugar un rol más decisivo,
tales como el número de hijos en el hogar. De los resultados de los análisis en AmL se
constata que se dan resultados diferentes entre los grupos identificados de países. Los
países que integran el grupo A, tienen un descenso temprano de la fecundidad y una edad
promedio de ingreso al matrimonio tardío en el contexto regional. El número de hijos por
mujer es tempranamente inferior al promedio de la región. En el caso del grupo B, la
relación entre fecundidad y la tasa de actividad de las mujeres es muy alta, de 77%.
La educación se instala como una variable relevante a la hora de analizar la presencia de la
mujeres en el mercado de trabajo ya que sus cambios impactan positivamente en todos los
países. Los niveles de participación de las mujeres en el mercado de trabajo dependen en
gran medida del desarrollo de la estructura productiva de los países. En los países donde el
desarrollo de las actividades agrarias y artesanales no exige la separación entre la
participación de la mujeres en las actividades domésticas y laborales, el matrimonio y la
fecundidad no tendrían una incidencia decisiva en las tasas de participación de las mujeres,
mientras que en una economía con mayor desarrollo y con niveles más altos de
urbanización, las actividades domésticas y las laborales tienden a estar separadas, por lo
tanto, los niveles de fecundidad pueden tener un mayor impacto en la incorporación de las
mujeres en el mercado de trabajo. Por lo tanto, dependiendo de los grados de urbanización
que tiene un país, se puede observar que la transferencia de población del área rural a las
urbanas se convierte en uno de los factores decisivos para la transformación del mercado
de trabajo, y más específicamente en el participación de las mujeres.
Finalmente, las investigaciones realizadas muestran que el fortalecimiento de los derechos
económico y legales de las mujeres tiene un impacto positivo en la tasa de actividad de las
mujeres. A su vez, esto puede explicar los cambios ocurridos en la familia y en el mercado
de trabajo.

Los resultados de la modernización. ​Resumen estadístico para el periodo 1950- 2010:


a. Variable: participación de las mujeres en el mercado de trabajo: la media para la
muestra total de los países analizados es de 39,64%. En el caso de Aml, la tasa es
menor: 32, 81%.
b. Variable: edad promedio del matrimonio: para el total de la muestra, 23, 54% esta
muy condicionada por las bajas edad promedio de los países que comprenden el
grupo de Aml y el grupo de los asiáticos.
c. Fecundidad: los países en vía de desarrollo los que tienen a lo largo del período los
niveles más altos de fecundidad.
d. Educación: en estas seis décadas, los países desarrollados con los que muestran el
mayor número de años alcanzados en educación. Entre 1950-2010, AmL en su
conjunto a alcanzado el nivel de enseñanza secundaria completa.
e. Urbanizacion: el promedio de la muestra y el de Aml, es semejante, de todas formas,
en aml como en Asia, esta lejos de alcanzarse el nivel de urbanización promedio de
los países desarrollados considerados.
f. Derechos adquiridos por las mujeres: en particular los que hacen referencia a los
logros en materia de empoderamiento tanto en los derechos de propiedad, como en
el acceso a la toma de decisiones para las mujeres que están casadas, las regiones
han logrado mejoras sustanciales; siendo el promedio de la muestra igual al
observado en América Latina.

En la trayectoria de vida de las mujeres, las decisiones que se toman en materia laboral
trascienden este ámbito y se requiere la entender otros fenómenos importantes para la vida,
como el momento en el que se ingresa al matrimonio o el número de hijos que se define
tener. También pesan otras condicionantes en el acceso al mercado de trabajo y que no
apuntan tan sólo a los requerimientos técnicos o laborales del empleador, sino a los logros
en materia educativa que las mujeres han tenido. Los procesos de urbanización son un
claro ejemplo de que los cambios que estos generan impactan en las formas de vida de las
personas y sus familias. Por otro lado, hay cambios que están vinculados a garantizar el
acceso a derechos universales pero, sin embargo, no necesariamente han sido igualmente
repartidos entre ambos sexos. El primer resultado a destacar es la idea de la edad del
matrimonio como un indicador útil para entender la mayor presencia de las mujeres en el
mercado de trabajo debe ser relativizada. América Latina es una región que mantiene bajas
las edades de ingreso al matrimonio y para el período estudiado son pocos los cambios
observados. El número de hijos que tienen las mujeres en la región ha tenido un descenso
sustancial en los últimos 60 años, habiendo logrado América Latina captar los avances
tecnológicos obtenidos en materia de control de la natalidad por parte de los países
desarrollados. Esto hizo que concluyeran los cambios en las pautas de control de la
natalidad con una mayor presencia de las mujeres en el mercado de trabajo, especialmente
a partir de la década de 1980. La educación ha mostrado ser una variable dinámica en el
proceso de transformación de las trayectorias de vida de las mujeres. Si bien no puede
afirmarse que los logros educativos han tenido una incidencia directa en la incorporación
laboral de las mujeres, puede suponerse que las mejoras en los niveles de calificación de la
fuerza de trabajo abren una ventana de oportunidad a las mujeres en el mercado laboral. En
materia de urbanización América Latina sigue siendo un continente dual. Los países que
tienen mayor urbanización, son los que han mostrado una mayor diversificación de su
mercado de trabajo. En aquellos países con mayor presencia de población rural, las
mujeres muestran también fuerte incremento en sus tasas de actividad, pero estaría
orientada más a las actividades agrarias donde la temporalidad es una característica
dominante, junto con la informalidad y el cuentapropismo. En materia de derechos lo que se
pudo comprobar en este estudio es que la brecha en materia formal se ha reducido
significativamente. Son estos derechos que aseguran la igualdad de oportunidades de
hombres y mujeres en aspectos relevantes de la vida económica como los son el derecho
de herencia, la equidad en la toma de decisiones para las mujeres casadas en materia de
contratos laborales, legales y financieros. Los resultados obtenidos en el análisis
multivariado, que agregan al estudio de la región una muestra de países desarrollados y
una muestra de países en desarrollo de la región asiática, una tendencia al incremento de
las tasas de actividad de las mujeres explicado en gran medida por el incremento de los
años de estudio. Esta variable es la que permanece como significativa para la muestra en
su conjunto, teniendo una influencia positiva en la tasa de actividad de las mujeres. El
descenso en la tasa de fecundidad también muestra un efecto significativo, de signo
negativo, en las tasas de actividad, sugiriendo así que una disminución en el número de
hijos influye en la mayor presencia de las mujeres en el mercado de trabajo. También los
derechos aparecen como una variable significativa y de signo positivo para explicar la
actividad de las mujeres. El proceso de urbanización en algunos casos adopta signo
negativo y esto aparece vinculado en particular si se controlan las variables por regiones.
En el caso de América Latina y Asia, la urbanización tiene una influencia significativa menor
y negativa en las tasas de actividad, lo que da cuenta de que una mayor presencia de las
mujeres en el mercado de trabajo puede coincidir con niveles más bajos de urbanización.
De estos resultados son claro ejemplo los casos de China y Bolivia, países que todavía
tienen promedios de urbanización levemente superiores al 50% y donde la presencia de las
mujeres en el sector agrícola del mercado laboral es alta. Para el caso del PIBpc, variable
utilizada como proxy del crecimiento económico de los países para explicar las tasas de
actividad, da como resultado una correlación significativa y de signo negativo. Esto estaría
indicando que la relación entre el crecimiento de la economía y la mayor presencia de las
mujeres en el mercado de trabajo no es automática y que los países que tienen mayores
tasas de actividad de las mujeres no son aquellos con mayores niveles de PIBpc y esto es
aplicable a todas las regiones. Los resultados permiten matizar la preeminencia del
crecimiento económico para explicar el comportamiento de la fuerza de trabajo de las
mujeres y hace relevantes otros aspectos que también están en juego como la
especialización productiva de las regiones y su capacidad de integrar nueva mano de obra o
los cambios que se procesan al interior de los hogares y otorgan a las mujeres otras
oportunidades. Ciertamente el crecimiento de la economía, la demanda de más mano de
obra, la diversificación de las ocupaciones y un mayor cambio estructural han impulsado la
presencia de las mujeres dentro de la fuerza de trabajo. Pero también estos factores que
hacen a la trayectoria de 28 vida de las personas y que han mostrado cambios significativos
en estos últimos años, influyen en las posibilidades de inserción de las mujeres en el
mercado laboral.

Transformaciones sociales y demográficas de las familias latinoamericanas


- Irma Arriagada.
El contexto latinoamericano, en camino hacia la globalización y con quince años perdidos
en términos de desarrollo, ha afectado la estructura y el funcionamiento de las familias
latinoamericanas, haciendo que haya más diversidad. La familia ha sido siempre la unidad
de análisis para evaluar los impactos de los cambios demográficos sobre la realidad social.
Se toma en cuenta su tamaño, las relaciones de parentesco, el ciclo de vida, los tipos de
jefatura del hogar, la cantidad de hijos y la edad de los mismos. También hay que tener en
cuenta otros procesos que afectan la dinámicas sociodemográficas y que tienen que ver con
continuidades y cambios en las relaciones de género y de generaciones al interior de la
familias. Algunos estudios de las familias y sus relaciones de género muestran que la
existencia de violencia intrafamiliar, la distribución del trabajo doméstico, son esenciales
para entender los procesos sociales como la pobreza, la participación económica familiar,
los sistemas de seguridad social, etc. En los análisis sociales y demográficos se diferencia
la familia del hogar. La familia es vista como la institución social que regula, orienta y le da
significado social y cultural a la reproducción y a la sexualidad. El hogar, incluye la
convivencia cotidiana: una economía compartida, una domesticidad colectiva, un sustrato
cotidiano. En la realidad latinoamericana, ambos han sido confundidos, sin embargo, con
los procesos de modernidad, han sido separados ya que existen nuevos casos en los que
existen hogares donde no hay relación de parentesco, como por ejemplo es el caso de
jóvenes de sectores medios y altos que viven juntos sin que tengan relación de parentesco.

La temporalidad de los procesos demográficos sociales. ​Existen grandes dificultades


para establecer la dimensión temporal de los cambios demográficos, sociales y culturales.
Los determinantes que hacen que baje de la fecundidad casi no tienen una relación directa
con el incremento en los niveles educativos, ocupacionales y de participación de las
mujeres, si bien están estrechamente asociados a estas dimensiones. A su vez, la
reducción en las tasas de fecundidad, dadas por una fecundidad más tardía, incentiva una
mayor participación tanto educativa como económica de las mujeres, y a su vez una mayor
educación y participación económica de las mujeres influye en el descenso y retraso de la
fecundidad.
¿Cuales son los efectos sobre las familias? ​El descenso en el tamaño de la familia. La
primera transición demográfica, osea, la caída de la mortalidad y de la fecundidad y el
aumento de la esperanza de vida, ha tenido efectos importantes sobre la familia. En Aml, el
descenso de la fecundidad se dio de manera general en toda la región, pero fue diferentes
en cada país, en función de la etapa de transición demográfica en la que se encontraba
cuando ocurrió el fenómeno de descenso. Por ejemplo, para mostrar dos extremos, la tasa
global de fecundidad estimada para 2000-2005 de Guatemala alcanza a 4,6 y la de Cuba es
de 1.55 (cepal) la consecuencia del descenso de la fecundidad es la disminución en el
tamaño de los hogares. En el estudio de los 17 países, Uruguay es el que tiene el menor
tamaño medio por hogar (3,2 personas en 1999) y Honduras todo lo contrario, (4.8 personas
por hogar). La caída de la fecundidad es mayor en las zonas urbanas que en las rurales. La
fecundidad es mayor en los sectores socioeconómicos más bajos y las mujeres con niveles
educativos más altos tienen en promedio menos hijos que las mujeres con niveles de
educativos más bajos. Por lo tanto, los efectos de las zonas geográficas, el sector
socioeconómico y el nivel educativo tienen efectos diferenciales sobre el tamaño y la
composición de la familia. En el plano familiar, el menor número de hijos significa un
descenso en el trabajo reproductivo, doméstico y de socialización realizado por las mujeres,
y puede expresarse en mayor posibilidades de trabajo y de autonomía. El tamaño en la
reducción de la familia no solo es una caída de la fecundidad sino que también hay otros
fenómenos sociales, económicas y culturales que la explican por ejemplo, el aumento de la
familias de jefatura femenina, el descenso de las familias compuestas, el nivel
socioeconómico de los hogares y por último las migraciones de algunos miembros de la
familia que también han reducido el tamaño familiar.

El tamaño del hogar por nivel socioeconómico. ​El tamaño del hogar también depende
del nivel de ingreso de las familias. Un indicador de ingreso específico es el quintil de
ingresos. Si se comparan los hogares que pertenecen a 20% de ingresos inferiores (quintil
1) con el 20% de los hogares más ricos (quintil 5) se ve una gran diferencia en los tamaños
de los hogares. En este caso Guatemala y México son los países que tienen casi tres
personas más en los hogares más pobres que en los ricos. Ambos países tienen
poblaciones indígenas y rurales.

Otros fenómenos asociados a la disminución del tamaño de la familia y de los


hogares.​En AL han surgido nuevas configuraciones familiares propias de la modernidad,
como son las parejas sin hijos, los hogares sin núcleo conyugal, y el aumento de los
hogares monoparentales, especialmente los que tienen jefatura femenina. El tamaño medio
de la familia se ha reducido por el número de hijos y la distancia de años entre ellos. Es
importante saber que esa reducción también se debe a otros fenómenos como la
disminución de las familias multigeneracionales , el aumento de los hogares unipersonales y
el efecto de las migraciones.

El descenso de los hogares multigeneracionales. ​La familia más tradicional, la


compuesta por abuelos, padres e hijos, tíos, primos y otros parientes han disminuido a
principios del siglo xix. Las familias compuestas urbanas que agregan a la familia otra
personas que no están relacionadas con lazos de parentesco también ha disminuido. La
migración a la ciudad de la población rural más joven a partir de la década de 1950, cambió
la familia extendida y compuesta, al tiempo que fomento la formación de las familias
nucleares como grupo predominante.
El aumento de los hogares unipersonales.​Esto se da también por los procesos de
modernidad en que las personas, por opción, ya no viven en familia, especialmente las
población de jóvenes con suficientes recursos económicos. En 1987 y 1999 aumentó los
hogares de las persona que viven solas, como los adultos mayores, especialmente mujeres
viudas que tienen recursos económicos como jubilaciones o pensiones de viudez.

Los hogares con jefatura femenina. ​El incremento de los hogares monoparentales con
casi exclusivamente de jefatura femenina. Existe en estos hogares la jefatura femenina “de
facto”, una mujer como principal aportante económico y hogares con jefatura femenina “de
jure”, es la mujer reconocida por los demás miembros como jefa del hogar. Analizando la
comparación siguiendo los criterios de jure y de fato se comprueba que en todos los países
de Aml, el porcentaje de los hogares donde el único aporte económico principal es el que
realiza una mujer supera al de los hogares con jefatura femenina. Esto se da por el aumento
de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo y la mayor autonomía que le da
el acceso a sus propios recursos. El número de hogares encabezados por mujeres (sea de
jure o de facto) ha continuado creciendo desde comienzos de la década de 1990, 4 hasta
llegar a representar entre una cuarta y una tercera parte de los hogares, según los países.
En términos generales, se puede inferir que si bien la carga total del trabajo de socialización
disminuyó al reducirse el número de niños por hogar, también descendió el número de
adultos que tenían a su cargo esa socialización, esto se ve más en el caso de las mujeres,
quienes en la mayoría de familias tienen bajo su exclusiva responsabilidad las tareas
productivas y reproductivas.

Las familias complejas.​El aumento de la esperanza de vida de la población ha


prolongado la vida en pareja. A su vez, el aumento del tiempo de vida en pareja también
aumenta la probabilidad de separaciones y divorcios y esto lleva al aumento de los hogares
monoparentales. Al aumentar la frecuencia de las separaciones y de los divorcios han
aparecido las familias complejas como un nuevo fenómeno en la región.

El ciclo de la vida familiar.​En AL, han habido cambios en la magnitud del grupo de
familias que se ubican en cada etapa del ciclo de vida familiar. Eso se atribuye a cambios
demográficos significativos, en especial en el descenso de la tasas de natalidad en el 1970.
Se ha creado una tipología que hace referencia a las diferentes etapas por las que pueden
pasar los hogares de tipo familiar, sería de la forma: etapa de inicio de la familia (empiezan
a nacer hijos), la consolidación (dejan de nacer hijos) y por último la de la salida de los hijos
( los hijos se van o pasan a formar hogares diferentes). Esta tipología se basa en la edad
del hijo menor, teniendo presente que son los hijos menores lo que demandan mayor
trabajo doméstico en los hogares.

Tipología del ciclo familiar:​Se crearon cinco etapas del ciclo de vida familiar a partir de
las encuestas de hogares:
1. Pareja joven sin hijos: parejas que no han tenido hijos y en la cual la mujer tiene menos
de cuarenta años.
2. Ciclo de inicio de la familia: corresponde a familias que sólo tienen hijos menores de seis
años.
3. Ciclo de expansión o crecimiento: corresponde a familias cuyos hijos menores tienen
doce años y menos.
4. Ciclo de consolidación y salida: familias cuyos hijos menores tienen trece años o más.
5. Pareja mayor sin hijos (nido vacío): parejas sin hijos donde la mujer tiene más de
cuarenta años. Vemos que la mayoría de las familias de la región se encuentra en la etapa
de expansión y crecimiento, o sea, sus hijos menores tienen doce años o menos. Otros
aspectos relacionados con los cambios en las etapas del ciclo familiar son la disminución
del número de hijos y el aumento de la edad al casarse en casi todos los países que
cuentan con información al respecto.

¿Una segunda transición demográfica? ​Esta segunda transición demográfica se vincula


con un cambio valórico profundo. Los demógrafos prefieren relaciona esta segunda
transición demográfica con lo que se ha denominado “valores postmaterialista”,
modernización o posmodernidad. Se a incrementado del celibato y de las parejas que no
desean tener hijos, retraso de la primera comunión, postergación del primer hijo, expansión
de las uniones consensuales como alternativa al matrimonio, aumento de los nacimientos y
de la crianza fuera del matrimonio, entre otras.

Rasgos demográficos.​Los cambios mostrados no son unidireccionales. Si bien la


fecundidad general ha disminuido, existen riesgos demográficos asociados al aumento de la
fecundidad adolescente y a la fecundidad no planificada; además se han generado nuevos
riesgos demográficos, por ejemplo, vinculados a la expansión del sida.

Transformación de los papeles sociales de las mujeres: autonomía y diversidad.​Las


transformaciones en la organización de la economía, en los procesos de construcción del
individuo y en la cultura, han incidido en el sistema de relaciones de género. Los cambios
en la interacción entre hombres y mujeres y la presión ejercida por las organizaciones de
mujeres sobre las agendas y los poderes públicos han ayudado a debilitar las normas que
regulan el campo de la familia, la intimidad y la sexualidad, y de las otras grandes
instituciones sociales modernas.

Participación laboral femenina.​La incorporación masiva de las mujeres al mercado de


trabajo ha modificado los patrones habituales de funcionamiento de los hogares
latinoamericanos. A su vez, el aumento de la participación laboral de las mujeres, sean ellas
pobres o ricas, les abre posibilidades de mayor autonomía y participación en otros ámbitos
sociales. Es notable que pese a este aumento en el trabajo extradoméstico de las mujeres
latinoamericanas, el cambio no ha sido acompañado por una reducción en la misma
magnitud del trabajo doméstico efectuado en sus hogares.
MÓDULO 4
Ámbitos donde se visualizan las desigualdades: Género y Política.
“Representación política y acciones afirmativas”
- Las tres presidentas coincidieron con los “gobiernos del giro a la izquierda en
América Latina (Levitsky y Roberts 2011).
- No todas fueron presidentas “feministas” en el sentido de considerar a las políticas
públicas dirigidas a las mujeres como uno de los asuntos relevantes de sus
gobiernos..
- Sus liderazgos fueron positivamente valorados por la ciudadanía.
- Fueron re-electas.
- Pero también… “cambiaron” política (representación simbólica).
- La escasa presencia de mujeres en cargos de poder político es un fenómeno a nivel
mundial aunque con variaciones entre regiones y países.
- En líneas generales este fenómeno se traslada a todos los órganos electivos.
- La mayoría de la investigación académica está centrada en explicar fenómenos de
sub-representación a nivel de los congresos y parlamentos.
- El problema general detrás de estos fenómenos es el de la “inclusión política” (Htun
2016).
Inclusión política:
La inclusión política, en sentido general, se define como la presencia en los ámbitos de
toma de decisiones personas pertenecientes a grupos históricamente excluidos o
discriminados.
Esta definición está basada en una noción formal de ciudadanía que implica que los
individuos desaventajados obtuvieron los derechos de ciudadanía política.
Sin embargo, luego de haber adquirido los derechos a participar de las elecciones y a ser
electos para cargos políticos, las mujeres, las personas afrodescendientes e indígenas
siguen estando subrepresentados en los cargos políticos en relación a su peso en la
población.
En esta definición la inclusión solo hace alusión a al concepto de “representación
descriptiva” de Pitkin (1967).

Los cargos políticos están “sesgados” en su composición:


¿Es esto un problema?​Para los liberales no. Para otros (en especial para el movimiento
feminista) sí. Desde la teoría democrática se ha afirmado que: “Es difícil, sino imposible,
considerar a una democracia representativa funcionando a un nivel óptimo cuando más de
la mitad de su población está insuficientemente representada en el congreso”.
Esto se fundamenta en dos razones:
1. Los sesgos en la composición de las dirigencias políticas comprometen el principio
de “participación efectiva”, uno de los principios fundamentales en los que se
sustenta el proceso democrático. Según este, todos los ciudadanos deben tener
oportunidades iguales y efectivas para hacer que sus preferencias sean conocidas
(Dahl 1999).
2. Si en virtud de los sesgos de la representación, un grupo determinado no está
presente en los ámbitos de toma de decisiones, es posible que sus intereses no
sean tenidos en cuenta en la elaboración de las políticas públicas, pues
ciudadanos/as que no articulan adecuadamente sus preferencias corren el riesgo de
ser ignorados.
¿Por qué los cargos políticos están sesgados en su composición?​​¿Por qué las
mujeres están sub-representadas en política?​Respuesta preliminar: el problema está en
la conformación de la oferta electoral por parte de los partidos.
De los factores anteriores ¿cuál importa más?
Los partidos como filtros en los procesos de conformación de la oferta electoral:
• Los líderes de los partidos son actores racionales, buscan captar el mayor número posible
de votos.
• En esta tarea, introducen sesgos en los procesos de selección debido a los juicios y
evaluaciones que hacen los seleccionadores de candidatos (gatekeepers) sobre los/as las
virtudes y defectos de los postulantes.
• Estos juicios se basan frecuentemente en estereotipos sobre los candidatos que son más
convenientes.
• Por ejemplo si el posible candidato es abogado, podría pensarse que es una persona con
alto nivel educativo y un buen orador. Si se trata de una mujer profesional y con hijos/as
pequeños, podría pensarse que no tendrá suficiente tiempo para dedicar a las actividades
del partido (Norris 1997).
• La primera estrategia racional para los gatekeepers de los partidos es seleccionar
incumbentes y, ante su ausencia o imposibilidad, seleccionarán personas con
características similares a los incumbentes.
• La ventaja de los incumbentes en los procesos de selección de candidaturas limita las
posibilidades de nominación de nuevos grupos que quieran entrar a la política, entre ellos
las mujeres (Norris 2004, Han 2010).
• “Inercia institucional” de los procesos de reclutamiento.
Como tendencia general los patrones anteriores se refuerzan o atenúan en función de
la ingeniería electoral:
• En sistemas electorales proporcionales, que combinan magnitud de distritos grandes con
listas cerradas y bloqueadas, los partidos tienen incentivos para producir nóminas de
candidaturas “socialmente balanceadas” o “diversas”, en la medida en que la exclusión de
un sector significativo de la sociedad podría ser considerado por el electorado como una
señal de discriminación.
• En sistemas electorales con fórmulas electorales mayoritarias, magnitudes de distrito
pequeño y candidaturas personalizadas aumentan los incentivos al estatus quo, y por lo
tanto, a la selección de candidatos “socialmente homogéneos”.
• En general la investigación comparada muestra que los sistemas electorales
proporcionales con distrito grande y listas bloqueadas de partido son más amigables para la
elección de mujeres.

Acciones afirmativas.
Tipos:
- Según tipo de grupo que intentan incluir: género, raza, etnia.
- Según se apliquen a la oferta o al resultado: cuotas, paridad, escaños reservados o
distritos especial.
- Según el nivel en el que se usen: constitucionales, legales, voluntarias, órganos
electivos nacionales o subnacionales.
En América Latina:
- Se habla de la “ola de las cuotas” en la década del ‘90, y la “ola de la paridad en los
‘2000.
- Surgen por:
• Presión de las organizaciones de mujeres (en la sociedad civil y en los partidos) y
por influencia ámbitos de advocacy internacional.
• Aceptación estratégica de las elites políticas.

Las cuotas y la paridad se basan en supuestos diferentes.


➔ Las cuotas son medidas compensatorias
➔ La paridad es un principio democrático:
● “Consenso de Quito” (CEPAL, 2007): la paridad como “uno de los
propulsores determinantes de la democracia cuyo fin es alcanzar la igualdad
en el ejercicio del poder”.
● La paridad es la consecuencia de considerar que el estatus de ciudadanía
política incluye, necesariamente, la participación equilibrada de hombres y
mujeres en la toma de decisiones políticas.
● Como la paridad es un principio democrático, la paridad es permanente (a
diferencia de las cuotas que son consideradas medidas temporales).
● Permite superar el “techo” de las cuotas (ej. Argentina).

Objetivo de las políticas inclusivas:​Buscan la “inclusión no la representación”. Son la ”vía


rápida” (fast track) para aumentar la presencia de un grupo excluido/discriminado en cargos
de representación política: “La evidencia es clara: si se desea aumentar en el corto y
mediano plazo la proporción de mujeres en el congreso, la introducción de leyes de cuotas
bien concebidas representa la única opción viable para convertir este deseo en una
realidad”.
Combinación de las cuotas con otros elementos de los sistemas electorales​: • La
efectividad de las cuotas y la paridad depende de cómo se combinen con los sistemas
electorales. Hay “combinaciones más amigables” listas cerradas y bloqueadas + distritos
grandes + representación proporcional. Además sanciones por incumplimiento y
disposiciones que eviten “trampas”.

LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y LA CIUDADANÍA DE LAS MUJERES

¿En qué sentido se dice ciudadanía de mujeres?


Sobre las paradojas de la abstracción del cuerpo real y el derecho a decidir.
- Alejandra Ciriza.
La ciudadanía de mujeres nos enfrenta a un asunto doblemente dilemático: por una parte,
existe un desajuste entre la ficción de la igualdad abstracta y la demanda de consideración
expresa de la diferencia sexual anclada al cuerpo real como asunto de derecho; por la otra,
no sólo se trata de la tensión entre abstracción formal y diferencia corporal, sino del
complejo juego de paradojas y desajustes que el tema mismo de los derechos conlleva.
El debate sobre el aborto, de alguna manera, condensa mucho más que otras prácticas
anticonceptivas y de regulación de la fertilidad; en efecto, allí están en juego expresamente
los dilemas de la relación entre cuerpo y abstracción jurídica, entre derechos sobre el
cuerpo y condición ciudadana de las mujeres.

Sobre el sujeto real y su conversión en ciudadano abstracto. ​La noción de ciudadanía


ha implicado, al menos desde el momento de su construcción moderna, una operación de
sustitución del cuerpo real de los sujetos por un cuerpo construido sobre la base de la
abstracción de las marcas de identidad de clase, raza, y sexo.
La condición ciudadana, tal como naciera a partir de la emergencia de la política moderna,
es también contradictoria: libertad política e igualdad formal no hacen de los ciudadanos
sujetos iguales, salvo bajo la forma de ficción jurídica, bajo la condición de despojamiento
de toda referencia a las determinaciones materiales. El ciudadano lo es en cuanto
descorporizado, despojado de la inscripción en su clase social, no sólo como lugar en la
división social del trabajo, sino como pertenencia marcada en la memoria política del sujeto,
en su historia y su cultura, en las tradiciones de clase en las que fue conformando sus
identificaciones. La libertad terminó siendo libertad de comercio y la igualdad sólo posible,
en realidad, para pocos: los varones, adultos, blancos, propietarios, alfabetos.
Existe un profundo vínculo entre el nacimiento del individuo libre y aislado y el predominio
del derecho como forma del lazo político. El orden burgués se sostiene sobre la
consideración de los sujetos como si fueran individuos aislados e iguales en derechos ante
la ley. El ciudadano es un sujeto contradictorio: despojado de toda determinación,
desarraigado de los procesos de producción y reproducción que lo vinculan a la sociedad a
la que pertenece, habitante del espacio autonomizado del derecho y la política.
La dificultad reside en la tensión entre abstracción y corporalidad, entre el carácter real de
los cuerpos humanos y la forma de inscripción de eso real en un determinado orden político
y social. La sustitución, nunca plena, del cuerpo real por el cuerpo político no es en modo
alguno una operación arbitraria, sino el producto de relaciones históricas y sociales.
Si democracia y capitalismo se organizan sobre la abstracción, y si para las democracias
realmente existentes el sujeto, más que portador de derechos reales, es sujeto jurídico, tal
vez la pregunta que quepa sea: ¿qué sentido emancipatorio puede portar para las mujeres
la conquista de derechos específicos en un orden jurídico que continúa edificado sobre
relaciones de dominación? Indudablemente, existe una tensión entre sujeto jurídico y sujeto
de derecho, una tensión que la noción de ciudadanía también porta.
No es posible una organización política y social que contemple la inscripción directa del
sujeto real en el orden social. Dicha imposibilidad, por así decirlo, deriva de la imposibilidad
de una sociedad donde las relaciones sean inmediatas y transparentes, de la imposibilidad
misma de la plena presencia del sujeto individual, que para constituirse como tal debe
inscribirse en el orden simbólico. Sólo dioses y animales pueden gozar de la plena
presencia, ya que los/as seres humanos/as estamos marcados por la necesidad de recurrir
al lenguaje, las instituciones, el derecho como instancia de regulación.

Derecho, abstracción jurídica y ciudadanía. Las paradojas de una vieja relación. ​La
condición ciudadana, decíamos, ha estado y está edificada sobre la base de la tensión entre
una emancipación política cimentada en la abstracción jurídica –es decir, en la
consideración de los sujetos como si fueran iguales ante la ley– y la emergencia de las
relaciones capitalistas de producción, entre el cielo de la igualdad formal prometida a través
de la abstracción de las determinaciones reales del sujeto y las múltiples diferencias y
desigualdades reales, ubicadas en el campo de la sociedad civil, en el territorio de acción
del burgués egoísta, de la mujer doméstica, de los habitantes de las colonias.
Lo llamativo de la actual fase del capitalismo es que, a la vez que todo lo sólido se disuelve
en el aire, a la vez que los procesos de trabajo se desmaterializan desligandose de los
antiguos anclajes en las grandes fábricas, a la vez que los salarios dejan de ser
equivalentes a la reproducción de la vida del trabajador para transformarse en un precio
más potencialmente equivalente a cero, se ha producido una creciente expansión de
derechos formales: derechos de nueva generación para las mujeres, los niños y niñas, el
ambiente; sin embargo, tales derechos se comportan de una manera contradictoria: se
produce una sorprendente expansión de derechos en tiempos de desfondamiento de las
condiciones de garantía real y juridización de las relaciones sociales, es decir, de aumento
de la intervención del aparato judicial ante la protesta social, transformada en objeto de
sanción e incluso persecución civil y penal.

Notas sobre el derecho. ​El estado mismo, en su versión moderna, es una institución
jurídica, por lo cual el derecho no sólo ha de considerarse como pura fantasmagoría, sino
como relación real. La relación social aparece bajo dos aspectos incoherentes entre sí:
como valor de la mercancía y como capacidad del ser humano de ser sujeto de derecho.
Los individuos aparecen como formalmente independientes el uno del otro, ligados entre sí
por un orden jurídico artificial, un orden en el cual ambas partes contratantes hacen lo que
quieren y no toman más libertad que la que ellos mismos conceden a los otros. El sujeto en
tanto portador de derechos es reconocido como: individuo dueño de su voluntad y sujetado
a una regulación universal; libre del ejercicio directo de la violencia, pero sujeto a violencia;
portador de derechos no inmediatamente reductibles a privilegios, pero bajo ciertas formas
de organización social; sujeto a las reglas del mercado. La consideración de un sujeto como
sujeto de derechos implica una operación de despojamiento de las determinaciones reales
y, por lo tanto, un proceso de abstracción que hace inevitable la desconsideración de las
especificidades de cada caso; por otra parte, libera a los sujetos de la hipoteca de la
casualidad, en la medida en que la norma regula obligaciones y derechos para todos y
todas.
Sobre la sustitución del cuerpo real por el cuerpo político. ​La cuestión de la
ciudadanización de las mujeres ha estado –y continúa estando– cruzada por la paradoja de
la demanda de igualdad abstracta para los diferentes, bajo la tensión de la articulación entre
un orden político organizado sobre la base del reconocimiento de la igualdad abstracta de
los sujetos ante la ley y la demanda de inscripción de las diferencias corporales en ese
mismo orden. La mayoría de las veces que las feministas combatimos por un derecho
ciudadano, lo hacemos en un terreno ambiguo, marcado por las huellas de la tradición
liberal, una tradición para la cual el ciudadano es un sujeto neutro, sin cuerpo, sin vida
cotidiana, sin dimensión privada, sin una ubicación precisa en el orden social y menos aún
en los conflictos. El mismo proceso histórico que hiciera posible la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano hizo también posible la construcción de un sujeto
político con rasgos peculiares, pretendidamente neutro, pero masculino, burgués, adulto y
blanco. Desde entonces, los reclamos de las mujeres han permanecido como un deseo de
admisión, un reclamo de inclusión en lo universal. Las mujeres efectivamente han
conquistado derechos de ciudadanía, aun cuando la lógica que haya dominado en el
establecimiento de la posibilidad de disponer del cuerpo sea la del individuo propietario, y
siempre dentro de la ubicación históricamente asignada a las mujeres en el espacio privado.
El derecho y la especificidad del lenguaje jurídico constituyen una barrera invisible; y ello sin
mencionar las tradiciones autoritarias, la violencia clasista y sexista, la homofobia que
circula en el aparato jurídico.

¿Qué decimos las feministas cuando reclamamos el derecho a decidir como derecho
ciudadano? ​Si las feministas hemos sostenido históricamente que lo personal es político, la
regulación de la cantidad de nacimientos, así como las decisiones inherentes a la identidad
sexual y de género y los derechos relativos al libre ejercicio de la propia orientación sexual,
objeto de decisiones personales e identificaciones subjetivas, cobran un significado
profundamente político. Los cuerpos de las mujeres constituyen un obstáculo para su
consideración como individuos, debido a que la diferencia corporal las inscribiría en una
forma radicalmente diferente de registro de lo político, que tornaría casi innecesarios los
derechos ciudadanos. La conquista de derechos ciudadanos se lleva a cabo bajo la
impronta dejada por una tradición específica, la liberal, cuya poderosa sombra sigue
proyectándose en el proceso de conquista de derechos ciudadanos para las mujeres.
Impregnadas como lo están las relaciones sociales de la lógica mercantil y liberal, los
derechos sobre el cuerpo pueden operar a la manera de una conversión del cuerpo en
mercancía enajenable, cuerpo vendible y comprable, alquilable y fragmentable, simple cosa
desprovista de investimentos libidinales y significaciones subjetivas. La lógica de la
abstracción habilita la cosificación del cuerpo, pero también la asignación de derechos a
entes físico-metafísicos que en modo alguno son sujetos. Esta lógica mercantil que coloca
por encima de la vida humana los costos de la empresa, cuyos derechos se privilegian por
sobre los de los trabajadores y trabajadoras, es la misma que habilita para el
reconocimiento de derechos a un ente físico-metafísico: el niño por nacer. En razón de los
derechos de un cigoto (que en cuanto sujeto real no sobreviviría fuera del vientre materno),
es posible obligar a una sujeta real a portar un embarazo indeseado, pues existen
regulaciones que penalizan el derecho a decidir de los sujetos reales, las mujeres, pero
reconocen los derechos de un ente que no es –por mucho que dichos fundamentalistas se
empeñen– un sujeto, ni tan siquiera un individuo autónomo, dueño de su razón y su
voluntad, en buena lógica perfectamente liberal. Si el derecho implica la igualdad abstracta
de los sujetos ante el orden universal de la ley, un mínimo criterio de tolerancia indicaría
que, sean cuales fueren las personales y legítimas convicciones de cada cual sobre el
aborto, el Estado democrático debe establecer un marco de solución legal universal y
equilibrado al que pueda acogerse, sin riesgo de ser acusada de cometer un crimen, la
mujer que decide abortar según sus convicciones personales. La legalización del aborto no
resuelve las tensiones en el nivel de la subjetividad, pero cualesquiera que sean las
variaciones subjetivas, en sociedades complejas, es preciso que exista el derecho al aborto
legal.

Ciudadanías y Sexualidades en América Latina


- Lind.
Ha habido una virtual explosión de los debates sobre la moral sexual que afectan a una
amplia gama de cuestiones relacionadas con las instituciones sociales contemporáneas,
tales como la familia, el Estado, la religión, la educación, la medicina, la psicología y la
cultura popular. Temas como el aborto, la educación sexual y el matrimonio entre personas
del mismo sexo continúan siendo focos de atención en los medios de comunicación y a
menudo dominan las campañas políticas. Los debates académicos sobre la ciudadanía
sexual han abierto un nuevo campo discursivo para la comprensión de cómo las
democracias liberales son fundamentalmente heteronormativas. Es decir, democracias
estructuradas de acuerdo a reglas y normas que otorgan mayores privilegios a los
individuos heterosexuales que a los individuos no normativos, sean estos gays, lesbianas,
bisexuales, transexuales y, en términos generales, las personas transgénero.
La ciudadanía sexual se refiere a “aquella que enuncia, facilita, defiende y promueve el
acceso de los ciudadanos al efectivo ejercicio de los derechos tanto sexuales como
reproductivos y a una subjetividad política que no ha disminuido por las desigualdades
basadas en características asociadas con sexo, género y capacidad reproductiva”. Las
luchas por la ciudadanía no pueden separarse de la “política sexual”, o del campo en donde
actores contemporáneos luchan por el derecho a la libre determinación como seres
sexuales, la libertad de expresión sexual y de género, y el derecho a controlar su propio
cuerpo. El espacio es clave para este análisis porque la sexualidad en general ha sido vista
como perteneciente a la esfera privada y, por tanto, ha sido dejada por “fuera” del ámbito de
la vida cívica y política. Metáforas contemporáneas como “salir del closet”, utilizadas por los
activistas LGBT como una forma de empoderamiento, reflejan esta división público/privado.
Otro conjunto de dicotomías que dan forma a las definiciones jurídicas de la ciudadanía
sexual se refieren al comportamiento “respetable” o “criminal”, o al dualismo personas
“puras” frente a “contaminadas”. Las leyes sexuales establecidas en toda América Latina
durante el período colonial o a principios de la República ya establecían esta división entre
buenos y malos, puros y contaminados, saludables y no saludables, civil y penal. No sólo es
el homosexual el que es denigrado, sino que las prácticas sexuales específicas tales como
sexo por placer, con múltiples compañeros sexuales, o sexo fuera de relaciones íntimas
cuasi-maritales. Por lo tanto, los regímenes de la heteronormatividad, no sólo regulan las
prácticas homosexuales, sino que controla las prácticas heterosexuales al crear una
jerarquía moral de ciudadanos sexuales buenos y malos.
Vida política y diferencia de grupo: Una crítica del ideal de ciudadanía universal
- Young.

La teoría política moderna afirmó el igual valor moral de todas las personas, algo que los
movimientos sociales y grupos oprimidos se tomaron en serio y que suponía incluir a todas
las personas en la categoría de ciudadanos/as a todos los efectos, bajo igual protección de
la ley. Cualesquiera que sean las diferencias sociales o de grupo entre los ciudadanos/as,
independientemente de sus desigualdades en términos de riqueza, estatus y poder en las
actividades cotidianas de la sociedad civil, el ser ciudadano/a concede a todas las personas
idéntica categoría de pares en la esfera de la política pública.
Recientemente, los movimientos sociales de los grupos excluidos y oprimidos se han
preguntado por qué la ampliación a todas las personas de idénticos derechos de ciudadanía
no ha comportado la justicia y la igualdad. Parte de la respuesta es claramente marxista:
aquellas actividades sociales que más determinan estatus de grupos e individuos son
anárquicas y oligárquicas.
La universalidad de la ciudadanía, en el sentido de la inclusión y la participación de todo el
mundo, y los otros dos significados de universalidad presentes en las ideas políticas
modernas (la universalidad como generalidad y la universalidad como igual tratamiento)
están muy lejos de implicarse mutuamente; están, por el contrario, en mutua tensión y por
diversas razones. La idea de ciudadanía como expresión de una voluntad general ha
tendido .a imponer una homogeneidad de los ciudadanos/as. Allá donde existen diferencias
en capacidades, cultura, valores y estilos de comportamiento entre los grupos, pero algunos
de estos grupos son privilegiados, el seguimiento estricto de un principio de tratamiento
igual tiende a perpetuar la opresión y las desventajas.

La ciudadanía como mayoría. ​La naturaleza fragmentada y privatizada de los procesos


políticos facilita, por añadidura, el dominio de los intereses más poderosos. La democracia
requiere que los ciudadanos/as de la sociedad corporativa del bienestar despierten de sus
sueños de consumista privatizado, desafíen a los expertos que sostienen que sólo ellos
tienen derecho a gobernar, y tomen colectivamente el control de sus vidas e instituciones
mediante procesos de discusión activa orientados a lograr decisiones colectivas. El ideal de
la esfera pública de la ciudadanía como expresión de una voluntad general, un punto de
vista y un interés que los ciudadanos/as comparten y que trasciende sus diferencias, ha
operado de hecho como una demanda de homogeneidad entre ciudadanos/as. La exclusión
de los grupos definidos como diferentes se reconoció explícitamente antes de este siglo. En
nuestra época, las consecuencias excluyentes del ideal universalista de una esfera pública
que encarna una voluntad común son más sutiles, pero siguen existiendo.
Las feministas en particular han analizado cómo el discurso que vincula las personas y
asuntos públicos de carácter cívico con la fraternidad no es meramente metafórico.
Fundado por hombres, el Estado moderno y el dominio público de la ciudadanía presentó
como valores y normas universales aquellas que habían derivado de la experiencia
específica mente masculina: las normas militaristas del honor y de la camaradería
homoerótica; la competencia respetuosa y el regateo entre agentes independientes; el
discurso articulado en el tono carente de emociones de la razón desapasionada. El mundo
burgués instituyó una división moral del trabajo entre razón y sentimiento, identificando la
masculinidad con la razón y la feminidad con los sentimientos, el deseo y las necesidades
del cuerpo. Ensalzar un ámbito público de virtud y ciudadanía masculina como
independencia, generalidad y razón desapasionada conllevó la creación de una esfera
privada de la familia entendida como lugar en que debían confinar las emociones,
sentimientos y necesidades corporales. Por consiguiente, la mayoría de lo público depende
de la exclusión de las mujeres, que son responsables de la atención de ese ámbito privado
y que, además, carecen de la racionalidad e independencia desapasionada que se requiere
para ser buenos ciudadanos.
El intento de realizar un ideal de ciudadanía universal -que encuentra lo público encarnado
en la mayoría antagónica de la particularidad, en lo común frente a la diferencia- tenderá a
excluir o a poner en desventaja a algunos grupos, pese a que dispongan formalmente de
idéntico estatus de ciudadanía. La idea de lo público como universal y la concomitante
identificación de la particularidad con la privacidad hace de la homogeneidad un requisito de
la participación pública. Al ejercer su ciudadanía, todos los ciudadanos/as deberían asumir
el mismo e imparcial punto de vista, que trasciende todos los intereses, perspectivas y
experiencias particulares. Pero esa perspectiva general imparcial es un mito. Las personas
necesaria y correctamente consideran los asuntos públicos en términos influidos por su
experiencia y su percepción de las relaciones sociales. Diferentes grupos sociales tienen
diferentes necesidades, culturas, historias, experiencias y percepciones de las relaciones
sociales que influyen en su interpretación del significado y consecuencias de las propuestas
políticas, así como en su forma de razonar políticamente.

La ciudadanía diferenciada como representación de grupo. ​El concepto de grupo social


se ha vuelto políticamente-importante porque los recientes movimientos sociales
emancipatorios y de izquierdas se han movilizado en torno a la identidad grupal y no tanto
en función exclusivamente de los intereses de clase o de los intereses económicos. Un
grupo social implica, en primer lugar, una afinidad con otras personas, afinidad a través de
la cual dichas personas se identifican mutuamente y a través de la cual otras personas las
identifican a ellas. Un sentido de la historia particular, la comprensión de las relaciones
sociales y de las posibilidades personales, su manera de razonar, los valores y los estilos
expresivos de las personas están constituidos, al menos parcialmente, por su identidad
grupal. Como productos de las relaciones sociales, los grupos son fluidos; se crean y
pueden desvanecerse.
¿Qué es la opresión?​un grupo está oprimido cuando una o más de las siguientes
condiciones es aplicable a la totalidad o a una gran parte de sus miembros.
1) los beneficios derivados de su trabajo o energía van a otras personas sin que éstas les
recompensen recíprocamente por ello (explotación).
2) están excluidos de ]la participación en las principales actividades sociales, lo que en
nuestra sociedad significa básicamente un lugar, de trabajo (marginación).
3) viven y trabajan bajo la autoridad de otras personas (falta de poder).
4) como grupo están estereotipados y, a la vez, su experiencia y situación resulta invisible
en el conjunto de la sociedad, por lo que tienen poca oportunidad y poca audiencia para
expresar su experiencia y perspectiva sobre los sucesos sociales (imperialismo cultural).
5) los miembros del grupo sufren violencia y hostigamiento al azar merced a miedo o al odio
al grupo.
El ciudadano/a responsable se preocupa no sólo por intereses sino también por la justicia,
aceptando que todos y cada uno de los intereses y puntos de vista de las demás personas
son tan buenos como los suyos, y que las necesidades e intereses de todas las personas
deben expresarse y ser escuchados por los demás, quienes deben admitir, respetar y tener
en cuenta dichas necesidades e intereses. El problema de la universalidad se ha dado
justamente cuando esa responsabilidad se ha interpretado como trascendencia en una
perspectiva general. La existencia de grupos sociales presupone que las personas tengan
historias, experiencias y perspectivas sobre la vida social diferentes, aunque no
necesariamente excluyentes, y ello implica a su vez que tales grupos no comprenden
totalmente la experiencia de los restantes. Nadie puede afirmar que habla en el interés ge
neral, porque ningún grupo puede hablar por otro ni, obviamente, nadie puede hablar en
nombre de todos. Por tanto, la única forma de lograr que se expresen, escuchen y tomen en
consideración todas las experiencias y perspectivas sociales es tenerlas específicamente
representadas en el sistema de gobierno.
La representación de grupo institucionaliza mejor la justicia en circunstancias de dominio y
opresión social. Pero también maximiza el conocimiento expresado en la discusión, por lo
que promueve la sabiduría práctica.

Derechos universales y derechos especiales. ​La universalidad en la formulación de leyes


y principios, se enfrenta actualmente con el objetivo de la plena inclusión y participación de
todos los grupos en las instituciones sociales y políticas. Las demandas de iguales derechos
que se mostraban ciegas a las diferencias grupales constituyeron el único medio susceptible
de combatir la exclusión y la degradación. Sin embargo, en la actualidad existe consenso
social respecto de que todas las personas tienen igual dignidad moral y derecho a gozar de
igual ciudadanía. Aunque se está relativamente cerca de lograr iguales derechos para todos
los grupos, con la importante excepción de los gays y las lesbianas, las desigualdades
grupales siguen existiendo. Si bien en muchos aspectos la ley es actualmente ciega a las
diferencias grupales, la sociedad no lo es, por lo que algunos grupos siguen siendo
señalados como grupos ajenos a la norma, marginales o no importa qué. Reconocer las
diferencias grupales en capacidades, necesidades, cultura y estilos cognitivos supone un
problema para quienes pretenden eliminar la opresión sólo si la diferencia se entiende como
desviación de la norma o deficiencia. Tal idea presupone que algunas capacidades,
necesidades, cultura o estilos cognitivos son normales. Donde existan diferencias grupales
en capacidades, valores, y estilos cognitivos o de conducta, tratar por igual la asignación de
recompensas de acuerdo con reglas de compensación de méritos reforzará y perpetúa las
desventajas. Muchas de las personas que se oponen a los privilegios y a la opresión se
muestran cautelosas ante la petición de derechos especiales porque temen que ello
suponga restaurar las clasificaciones especiales que pueden justificar la exclusión y la
estigmatización de grupos especialmente marcados. Ese temor se ha dado de forma
especialmente notoria entre las feministas que se oponen a que se afirmen las diferencias
de sexo y género en el derecho y la política. El miedo a la exigencia de derechos especiales
señala una conexión del principio de representación de grupo con el principio de tomar en
consideración la diferencia a la hora de formular políticas.

DISPUTAS POLÍTICAS EN TORNO AL CUERPO


Corporalidades trans
- Sempol.

Comenzar a generar otro vínculo desde el primer nivel es clave para que las instituciones
sanitarias no sean reproductoras de violencia hacia las personas trans y estas permanezcan
en el sistema. A medida que crece la complejidad de las necesidades y los problemas a
resolver, los recursos se organizan en los niveles dos y tres. En el segundo nivel de
atención “se ubican los hospitales y establecimientos donde se prestan servicios
relacionados a la atención en medicina interna, pediatría, ginecoobstetricia, cirugía general
y psiquiatría”, mientras que el tercero “refiere a la atención de patologías complejas que
requieren procedimientos especializados y de alta tecnología”.

Características de la Unidad Docente Asistencial:


- Se incentiva al trabajo conjunto entre profesionales de distintas disciplinas y entre
especialidades de la medicina para lograr un abordaje integral.
- Se trabaja a partir de una concepción longitudinal, a lo largo de todo el ciclo de la
vida de las personas, y que contempla el nivel social en el cual están insertos los
usuarios/as, las familias y la comunidad.
- Se incentiva al diálogo y la articulación con otros prestadores de salud, otras
instituciones gubernamentales y de la sociedad civil.
- Tiene una clara perspectiva interdisciplinaria e intersectorial, teniendo a su cargo la
enseñanza, asistencia, extensión e investigación en el primer nivel de atención, del
individuo, la familia y la comunidad. Este perfil contribuye a generar un proceso de
enseñanza-aprendizaje y de atención a la salud, continua, integral, holística y
contextuada en la realidad social y comunitaria en que el futuro profesional o el
especialista se encuentra inserto y donde desarrolla su proceso educativo.

Surgimiento de la experiencia. ​En el surgimiento de un turno vespertino se registró la


primera atención de una persona trans, a raíz de la cual se comienza a pensar cómo brindar
una mejor atención, adecuada a sus necesidades, y de qué manera promover un entorno
amigable para su asistencia. El acercamiento de estos/as usuarios/as se dio, entonces, por
la confluencia de dos factores:
a) la presencia de un profesional de la salud sensibilizado que motivó a que se acercaran
personas trans y que impulsó cambios en la atención para hacerlo amigable para ellas.
b) el propio horario, que lo hace un servicio más accesible para muchas mujeres trans que
se dedican al trabajo sexual, usualmente en el horario de la noche, haciéndose difícil para
ellas asistir a actividades que transcurren en el correr de la mañana.

Los principales desafíos de la construcción de la experiencia


● La formación y sensibilización de los/as profesionales de la salud. ​Al igual que
ocurre en otros ámbitos, la presencia de un cuerpo y una identidad desafiante de la
heteronorma en una institución totalmente estructurada a partir de los cánones
hegemónicos provoca un gran desconcierto y una consecuente paralización, esta
sensación de “no saber qué hacer” mencionada por la entrevistada. El primer desafío
a sortear fue adquirir las herramientas cognitivas y las habilidades comunicacionales
necesarias para brindar una atención integral y no discriminatoria a las personas
trans, que no se ofertan en la formación curricular de los/as profesionales de la
salud. Se generó un efecto multiplicador de la sensibilización y formación,
“salpicando” a los/as estudiantes de grado que transitan por allí a lo largo del año.
● Desarrollo de dispositivos específicos. ​El otro desafío de la experiencia
sistematizada fue desarrollar dispositivos específicos para la atención de las
personas trans.
- Historia clínica que incorpora la diversidad.
- “Escalera de abordaje”.
- Consentimientos Informados.
- La “Línea de la vida”.

Hormonización: “la necesidad primera”. ​La hormonización con fines identitarios es la


principal demanda de las personas trans cuando se acercan al servicio. No todos los
individuos tienen la misma percepción, relacionamiento y expectativas con la hormonización
como mecanismo de transformación corporal/identitario. En un plano de diversidad de
percepciones sobre la modificación del propio cuerpo, la hormonización como medio y el
sistema de salud como potencial fuente del mismo justifican que la indicación de
hormonoterapia sea por iniciativa del usuario/a y no por parte del equipo médico.
Un último escalón dentro de la escalera de abordaje refería a la posibilidad de realizar
cirugías en usuarios/as trans, lo cual se comenzó a materializar en 2015 con intervenciones
en trans masculinos.
Las cirugías en el CHPR. ​En cuanto a la cirugía ginecológica en trans masculinos, se
puede separar en tres grandes grupos:
1. La cirugía genital.
2. La cirugía sobre los genitales externos.
3. La cirugía mamaria y pectoral.

Descripción de la experiencia actual. ​Tuvimos que coordinar por ejemplo el ingreso del
paciente, porque todos los pacientes que ingresan en la sala son mujeres, con nombre y
cédula de mujeres, para eso fue necesario hablar con la dirección, hablar con la gente de
admisión... también hablamos con los turnos de enfermería, vino un grupo de sensibilización
que ya había hablado con un turno. Es decir, eso fue de la parte de la planificación para que
no hubiera problemas al momento de la internación y de la cirugía. Hablamos con el equipo
anestésico específico de la uda que lo valoró previo a la cirugía y que estaba presente en el
momento de la cirugía, es decir, cubrimos todos los posibles lugares donde podíamos tener
problemas, sobre todo en la atención o en la discriminación sobre el paciente.

Intervención en “pacientes sanos”... ¿Un nuevo discurso médico? ​Uno de los aspectos
más importantes en una cirugía es la indicación quirúrgica, es decir, el motivo que lleva a
realizar la intervención. Tradicionalmente, la cirugía en los usuarios trans masculinos se
justificaba a raíz de un diagnóstico de patologías biológicas o de salud mental (trastornos o
disforias). En cambio en el equipo del chpr se trata a la cirugía como parte del proceso de
reasignación de sexo y se considera que se está operando a usuarios sanos (desde el
punto de vista biológico, psicológico y social).
La Inserción del Aborto en la Agenda Político-Pública Uruguaya 1985-2013.
- ​Johnson, N, Schenck, M y Rocha, C.
“Será necesario que las feministas que sabemos que el derecho a decidir sobre nuestro
cuerpo es una reivindicación estratégica de género, impulsando una campaña para la
legalización del aborto dentro del movimiento de mujeres, obliguemos a los partidos a tomar
partido.”
Al reclamar el derecho al control y poder de decisión de las mujeres sobre su cuerpo, su
sexualidad y su capacidad reproductiva, se buscaba deconstruir la noción de mujer-madre
que estaba todavía muy arraigada en la sociedad uruguaya: “Queremos con este libro
contribuir a que seamos las mujeres las que diciendo aborto en voz alta, obliguemos a la
sociedad a reconocer que el ejercicio de nuestra sexualidad no está regido por la capacidad
reproductiva; que la maternidad no es «destino divino» sino libre opción. Que los hijos que
traigamos al mundo tienen derecho a ser hijos de nuestro deseo y no del azar o los errores;
que hablando de «deseo», éste forma parte de nuestras vidas y queremos disfrutarlo
plenamente. Que, en suma, queremos ser soberanas de nuestros cuerpos.”
“Exijamos la libertad de decidir sobre nuestra maternidad, en el momento adecuado. […] No
queremos que nadie se vea obligada a realizarse un aborto, como tampoco queremos que
nadie nos obligue a tener hijos cuando no lo deseamos.”
“Nuestros derechos como persona son negados al hacer de nuestros cuerpos una cosa
ajena a nosotras mismas. Por eso el derecho a decidir pasa en primer lugar por
reconquistar nuestro cuerpo y no permitir que otros opinen, penalicen y decidan sobre él.”
“Negar a la mujer el derecho a decidir su maternidad forma parte de la dominación
ideológica del sistema, negarnos este derecho es una herramienta de poder que se apropia
de nuestro cuerpo y nos mantiene al margen de las cosas que según el patrón cultural son
las importantes.”
“Sobre el cuerpo de la mujer decide el marido, decide el estado, decide el Papa, decide el
médico. Con el aborto legalizado las mujeres controlaríamos nuestra fertilidad, seríamos
soberanas de nosotras mismas: mala cosa para quienes no dan espacio de libertad y
decisión no sólo a las mujeres sino a ningún segmento de la sociedad.”

DE LA COCINA A LA CÁMARA

Participación y representación política


- Johnson.
Aunque ha habido un incremento paulatino de la presencia de mujeres en cargos electivos y
designados en todos los niveles y arenas de gobierno a lo largo de la época post-dictadura,
las tendencias identificadas constituyen globalmente un panorama en el cual no se discierne
un sostenido proceso de aumento significativo y acumulativo de la presencia femenina,
incluso en los ámbitos de menor estatus y poder. Para que las mujeres atraviesen el techo
de cristal para acceder a cargos de poder en números mayores, una de las áreas clave que
debe transformarse es el sistema de partidos.
En el plano normativo y discursivo, las bajas tasas de representación de las mujeres en
política siguen sin considerarse por parte de la mayoría de la dirigencia política masculina
un tema de preocupación que afecte a la calidad de la democracia uruguaya. Aunque la
aplicación de la ley de cuotas tuvo un impacto sensible en el acceso de las mujeres a
cargos electivos, el efecto fue desparejo al ser mediado por ciertas características
particulares del sistema electoral.
La aplicación por única vez de la cuota en las elecciones nacionales y subnacionales, y la
tendencia generalizada de todos los partidos políticos a aplicar la ley de manera minimalista
hace que sea razonable esperar que en las próximas elecciones se vuelva a “lo mismo de
siempre”, y que muchas mujeres se vean nuevamente relegadas a lugares no competitivos
en las listas electorales. La única chance que esto no pase parecería ser que el Parlamento
apruebe una nueva ley que extienda la vigencia de la cuota, o establezca el criterio de la
paridad. Aunque esto no sería sencillo, dado los aún altos niveles de resistencia y el
predominio masculino en el Parlamento, si se concreta un espacio de discusión de una
reforma constitucional, esto podría ofrecer la posibilidad de entablar un debate más
profundo sobre la democracia paritaria y consagrar sus principios en la constitución.

Brechas de género en la representación política en Uruguay. ​Causas en dos ejes:


● Brechas de género en la representación descriptiva (presencia de mujeres y
hombres) en cargos electivos y designados del sistema político, comparando
diferencias entre ámbitos (niveles de gobierno, niveles jerárquicos y desagregación
territorial) e identificando tendencias a lo largo del período postdictadura. Se
contempla la incidencia de factores político-institucionales y culturales.
● Representación sustantiva del género, enfocando la incorporación del enfoque de
igualdad de género en la agenda gubernamental. Se consideran dos indicadores: la
aprobación de leyes con contenido de género y una descripción y análisis general de
los avances y obstáculos para la consolidación de la institucionalidad de género en
el Estado uruguayo.

En Uruguay, a pesar de que pocos sectores políticos llevan un registro fiel y actualizado de
sus miembros, existe un reconocimiento generalizado tanto entre militantes como dirigentes
que a nivel de la militancia partidaria la participación de hombres y mujeres es relativamente
equitativa.

Representación sustantiva de las mujeres. ​Desde el retorno a la democracia al presente


se han aprobado una serie de leyes que definen los derechos de las mujeres o buscan
erradicar las desigualdades de género en diferentes áreas de la vida social, económica y
política del país. Las leyes de género aprobadas antes del 2000 trataban básicamente
temas laborales, creación de institucionalidad de género en el Estado y violencia doméstica.
En el siglo XXI las temáticas han diversificado, y entre 2000 y 2014 se aprobaron
importantes leyes sobre violencia doméstica, derechos sexuales y reproductivos,
(incluyendo la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo), acoso sexual en
los lugares de trabajo y centros educativos, derechos laborales para trabajadoras
domésticas, extensiones a las licencias parentales, cuotas de género en las listas
electorales y reconocimiento legal de las uniones concubinarias, entre otras.
Actualmente la apuesta más fuerte para lograr la transversalidad de género en el Estado se
centra en el Consejo Nacional de Género, creada en 2007 como espacio de coordinación
interinstitucional de las políticas de género, con la participación de las más altas autoridades
de cada cartera. Así se busca generar un compromiso político real con la incorporación de
la perspectiva de género y una mirada integral e intersectorial para abordar de manera
efectiva las desigualdades de género que trascienden.
Como principales tendencias en relación a la representación descriptiva de las mujeres, se
pueden señalar las siguientes:
➢ Globalmente a lo largo del período post-dictadura se registra un aumento en la
presencia de mujeres en cargos políticos electivos y designados.
➢ No obstante, el ritmo del aumento es sumamente paulatino y actualmente en solo
tres ámbitos (cargos designados)del Estado uruguayo se llega a una representación
paritaria de hombres y mujeres (Tribunales de Apelaciones y ANEP) o una mayoría
femenina (Administración Nacional de Correos).
➢ La presencia de mujeres tiende a ser mayor en cargos de menor estatus y sin
remuneración (edilas y concejalas), mientras que en cargos de mayor poder su
presencia es más restringida.
➢ En ocasión en los últimos años las mujeres han ingresado o aumentado su
presencia significativamente en algunos de los últimos bastiones masculinos
(intendencias, ministerios, cargos de dirección partidarios).
➢ No obstante, luego de los avances en varios casos se registran retrocesos
(ministerios, intendencias, alcaldías).
➢ La aplicación de la cuota tuvo un impacto significativo únicamente en las
Convenciones Nacionales partidarias (estructuras bastante irrelevantes en el
quehacer político cotidiano), el Senado y las Juntas Departamentales.
➢ La experiencia de las Convenciones Nacionales (único ámbito con más de una
aplicación de la cuota) indica que la cuota se convierte en un techo máximo para la
representación de las mujeres, en vez de operar como un piso mínimo.

Las mayores trabas para una representación política igualitaria de mujeres y hombres
deben buscarse en la arquitectura del sistema electoral, y en los procesos institucionales y
prácticas políticas discriminatorios y excluyentes que siguen caracterizando la política
uruguaya y especialmente pautando el acceso a los cargos de representación política. Se
pueden identificar diferentes tipos de características excluyentes del sistema democrático
uruguayo institucionales, político partidarias, y político-culturales, que conceptualmente son
diferentes, pero que no operan de forma aislada, sino que son factores interrelacionados,
que conforman conjuntamente la dinámica de exclusión por género en el sistema político
uruguayo. Los dos principales obstáculos institucionales y político-partidarios a la elección
de mujeres en Uruguay son las bajas magnitudes de distrito y el alto índice de
fraccionalización partidaria.
La resistencia masculina a compartir el poder se sigue evidenciando en discursos y
prácticas excluyentes para las mujeres. Tal vez su expresión más clara ha sido la renuencia
a adoptar medidas de acción afirmativa para garantizar un mínimo de participación
femenina en las listas electorales. La ley de cuotas finalmente fue aprobada más de veinte
años después de que se presentará el primer proyecto y luego de repetidos intentos de
parte de las mujeres políticas organizadas (en espacios internos partidarios y
coordinaciones interpartidarias) y del movimiento feminista de lograr que la dirigencia
partidaria masculina reflexionara sobre el tema y tomará medidas para asegurar la
efectivización del derecho de las mujeres a ser elegidas a la par de los hombres.
Representación sustantiva.

Principales tendencias positivas: Principales tendencias negativas:

❖ Un aumento en la cantidad de leyes ❖ La persistencia de una falta de


con contenido de género aprobadas compromiso institucional partidario
a partir de 2000. respecto a implementar las políticas
❖ La aprobación de leyes en temas de género incluidas en el programa
más polémicos o complejos (en de gobierno.
cuanto a las implicancias para su ❖ En varios casos se advierte una
correcta reglamentación e brecha entre la ley aprobada y su
implementación) de la agenda de reglamentación e implementación, o
género, tales como la su traducción en políticas públicas
despenalización del aborto, las efectivas.
cuotas de género en las listas ❖ En el desarrollo de políticas de
electorales, la violencia de género. género se observa a menudo la
❖ Un proceso de fortalecimiento del dilución de la perspectiva de
Instituto Nacional de las Mujeres a igualdad de género en la bajada al
partir de 2005. territorio en el proceso de
❖ La expansión del entramado de implementación.
mecanismos de género en
diferentes organismos del Estado
uruguayo.

Género y teoría democrática​.


- Philips
Parte de esta defensa se basa en una noción de justicia básica y encaja dentro de una
amplia gama de argumentos que impugnan la segregación sexual siempre que esta ocurre.
Así cómo es injusto que las mujeres sean cocineras pero no ingenieras, secretarias pero no
directoras, es injusto que deban ser excluidas de las actividades centrales en el terreno
político: en realidad, dada la importancia primordial de la política, es aún más injusto que se
mantenga a las mujeres fuera de ella. Pero durante los cien años o más que el acceso al
poder político ha sido un problema, las organizaciones de mujeres han combinado la
defensa de la justicia con un punto adicional por lo menos. A veces el argumento es que las
mujeres aportarían a la política un conjunto diferente de valore, experiencias y pericia: qué
las mujeres enriquecerán nuestra vida política, en general en dirección de una sociedad
más cuidadosa y compasiva. Una versión más radical es que hombres y mujeres están en
conflicto y que no tiene ningún sentido qué las mujeres sean representadas por hombres.
Si dejamos de lado como mero prejuicio la noción de que las mujeres son “naturalmente”
indiferentes a la política, debe haber algo que impide que se involucren. Cualquier sistema
de representación que excluye consistentemente las voces de las mujeres no es solo
injusto; no se puede tomar siquiera como representación. El principal argumento es que los
representantes deberían “reflejar” de algún modo a los que representan. Un punto de vista
es que los elegidos tienen que hablar por las opiniones o creencias de quienes los apoyan.
La democracia representativa no puede producir un perfecto reflejo de la sociedad: la unica
garantia de ello sería que todos los ciudadanos se reunieron en asamblea nacional. Dentro
de los límites de la representación, es difícil ver cómo se podría llegar a un acuerdo sobre
las categorías que habría que cubrir. Donde hay diferentes intereses y diferentes
experiencias, es o ingenuo o deshonesto decir que un grupo puede hablar por todos.
Representación de grupo. ​La extraordinaria subrepresentación de las mujeres se debe
considerar un problema. Los problemas de la representación por secciones son muy
debatidos en los escritos contemporáneos sobre la democracia y, con toda la amplia
variación, parece haber un acuerdo general en qué es nociva a nivel nacional. Si
pudiéramos hablar a través de nuestros intereses y prejuicios, seríamos capaces de lograr
una solución amistosa, pero la democracia representativa no nos asiste en esto. Lo que
sucede es que nuestros representantes se hablan entre sí, y en el proceso acaban
creyendo que los que los elegimos estábamos equivocados.
La crítica de minorías que cabildean por sí mismas independientemente de otros y se
ciegan a intereses más generosos. Las mujeres son en cualquier caso una mayoría y sus
intereses no son un asunto localizado. Pero a un nivel práctico, la opción entre apoyar a una
mujer porque es mujer y apoyar a un hombre que parece más próximo a los puntos de vista
de una se presenta constantemente. Incluso dentro de un solo partido la opción puede
surgir, ¿Queremos los intereses de las mujeres representados por mujeres o sus
necesidades y preocupaciones por el partido que apoyamos?

En el interés de las mujeres.​​Uno de los debates en la teoría feminista contemporánea es


si se puede describir a las mujeres cómo un grupo basado en el interés cuyos intereses
necesitan representación. Debido a su posición materialmente diferente en la sociedad, las
mujeres tienen intereses objetivamente diferentes de los hombres, pero el ingreso de las
mujeres como actores individuales en la escena política no significa que se persigan
activamente esos intereses. En un caso arriesgado de defender, como lo es todo lo que se
basa en las cualidades especiales de las mujeres o en su relación diferente con el mundo.
La insistencia en las necesidades en oposición a los intereses puede facilitar la creencia en
que la participación no importa mucho; o que la política es un juego definido por el hombre y
es mejor dejárselo a ellos. La participación relativamente baja de las mujeres en la política
electoral, se explica en términos de una “cultura femenina”. Mientras que los hombres están
predispuestos a la política instrumental, de grupo de interés, a las mujeres les atrae una
política más radical y no jerárquica, prefiriendo por lo tanto involucrarse en la acción directa
u organizarse en grupos específicamente de mujeres.
Las mujeres deberían estar igualmente presentes qué los hombres en cualquier asamblea
elegida, pero la defensa de esto se podría debilitar si se vincula a una noción de que las
mujeres representan a las mujeres o expresan un punto de vista específicamente de
mujeres. “Las mujeres” es un término de una simplicidad engañosa cuando se le interpreta
por oposición al de “los hombres”.

¿Responsabilización o confianza? ​ El hecho de que votemos por partidos y no por


individuos lo refleja: en vez de escoger entre individuos con base en la confianza,
escogemos entre partidos con base en sus políticas e ideales. Los argumentos sobre la
representación de las mujeres han tenido tendencia a evadir este tema. Cuando una mujer
ha sido escogida como candidata por su partido y elegida para llevar a cabo lo que su
partido representa. Cómo activistas y candidatas de partido, por supuesto que las mujeres
pueden hablar por las mujeres: pueden agitar en favor de programas de partido o
manifiestos para incluir políticas que reflejen sus necesidades; pueden hacerse expertas en
aspectos de la familia o de política de empleo; pueden servir de voceras de los ideales
feministas.
La autonomía relativa de la política. ​La defensa de que haya más mujeres representantes
descansa en parte en una noción de igualdad en la participación y en parte en una noción
de reflexión, ni en principio ni en la práctica esto puede garantizar que las mujeres estén
representadas como mujeres. Lo absurdo es imaginar que pudieran estar en posiciones de
poder si no es hasta después de que los cambios se lleven a cabo. Una democracia puede
exigir políticas sobre la igualdad antes de la igualdad de representación, pero ¿qué
esperanza hay de la primera sin la segunda?
MÓDULO 5
De la violencia privada a la violencia de género

Violencia de género​, diferente a: violencia doméstica, violencia intrafamiliar, violencia hacia


las mujeres, violencia íntima o privada.
De género​ , sugiere un posicionamiento teórico desde los estudios de género y feministas
que comprende a un conjunto de violencias que se expresan por condiciones de
desigualdad de género.
Cómo expresión de las desigualdades sociales:​procesos sociales, históricos, culturales
que construyen sujetos políticos de derecho y otros sujetos de segunda vulnerados.

Violencia contra las mujeres en la agenda.​Los problemas públicos no existen por sí


mismos como meros fenómenos objetivos, sino que son construidos por actores que se
mueven en distintos escenarios, intercambiando y confrontando discursos que se sustentan
en marcos interpretativos variados. En el proceso es posible distinguir diferentes fases,
según las características y oportunidades ofrecidas por el sistema político e institucional, los
distintos tipos de actores participantes, los recursos organizativos con que estos cuentan, la
estructura de los vínculos que establecen entre ellos y los marcos interpretativos que
orientan lo que hacen los actores.
Cuando y quienes tematizan la violencia.​Hacia el año 1985, a la salida de la dictadura
en el Uruguay, las diferentes formas de violencia contra las mujeres no eran visualizadas
como un problema público, y no existían políticas ni servicios que las afrontarán. Cómo en
la mayoría de los países de la región, las primeras respuestas a la violencia contra las
mujeres emanan de la sociedad civil.
Fue un movimiento feminista y de mujeres quienes comenzaron a fines de la década de los
80´ a luchar para colocar la violencia doméstica en el ámbito público, a desarrollar primeros
servicios de atención, y a exigir al Estado que diera respuesta a la misma. Este proceso fue
producto de la creciente organización internacional del feminismo, de la década de la mujer
de las Naciones Unidas, de las convenciones específicas, y de la vuelta al Uruguay de
exiliadas políticas con experiencias en países que ya comenzaban a problematizar y dar
respuestas a las demandas del feminismo de segunda ola.

Hitos internacionales que marcaron la agenda


➔ La convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la
mujer (1979).
➔ Declaración de Viena (1993).
➔ Convención interamericana sobre la prevención, sanción y erradicación de la
violencia contra la mujer (Belen do Pará, 1994).
➔ IV conferencia mundial sobre la mujer en Beijing (1995).

De la naturalización al reconocimiento:​de la natural construcción desde el sentido común


de lo que es “normal”, a los procesos qué generan: lucha social, acumulacion desde el
saber académico y científico, y la agenda de derechos.
Del reconocimiento a la acción:​las normas, las instituciones, los planes y programas
estatales como organizadores de la acción (de asistencia, de prevención, de sanción).

Décadas de avance en el reconocimiento de derechos han generado una ampliación de la


ciudadanía formal.
La ciudadanía encarnada en las circunstancias de la vida cotidiana y en los procesos de
socialización continúan operando ciertos privilegios y jerarquías que se imprimen como
“naturales”. La aceptación de estas jerarquías subyace en todo el sistema social y opera en
el sistema sexo - género como legitimador de desigualdades.
La igualdad política desde el surgimiento de la modernidad a la actualidad naturaliza
jerarquías y legitima desigualdades a nivel social, político y económico. El modelo
hegemónico masculino y patriarcal esta impreso en los principios de igualdad, justicia,
libertad que atraviesan a todas las leyes, políticas y acciones estatales del mundo
occidental.

¿Qué es “violencia”?​Es una abstracción a la cual se le adjudican contenidos de acuerdo


a una mirada social, cultural, histórica determinada. Diversidad de miradas aun en una
sociedad y tiempo histórico. Un consenso social parcial sobre qué es una acción, omisión,
acto, circunstancia que podría denominarse como violenta.
¿Cómo se reconoce la violencia de género?
- A través de los usos y costumbres que los sistemas de ideas y creencias
determinan.
- A través de instituciones y normas.
- A través de sistemas de poder, dominación.
- A través de la desigualdad estructural (económica, política, social, cultural).
“... la definición de violencia es relativa a su contexto socio-histórico. Esto quiere decir que
su carácter no depende de un contenido específico a priori. No rechazamos algo porque es
violento sino que es violento porque lo rechazamos (colectivamente). De modo que su
realidad no es física sino paradójicamente simbólica, depende del sistema de clasificaciones
morales vigentes en un tiempo y lugar dados. Pero esto implica entonces que esta
definición se produce en el marco de disputas que son propiamente políticas.”
Violencia de género:​cualquier daño a otra persona perpetrado contra su voluntad, que
tiene un impacto negativo sobre su salud física o psicológica, sobre su desarrollo y sobre su
identidad, y qué es el resultado de las desigualdades genéricas de poder, que explotan la
distinción entre hombres y mujeres, en hombres y mujeres. Aunque no se dirige
exclusivamente contra las mujeres y las niñas, la violencia de género las afecta
principalmente a ellas en todas las culturas. La violencia puede ser física, sexual,
psicológica, económica o sociocultural. Los perpetradores pueden ser miembros de la
familia, miembros de la comunidad, y aquellos que actúan en nombre de instituciones
culturales, religiosas o de estado.
Las organizaciones internacionales, como la Cepal, recomienda utilizar definiciones de
violencia de género que vengan de leyes integrales. En nuestro país se esta avanzando en
las reglamentación de la Ley Integral para garantizar a las mujeres una vida libre de
Violencia basada en Género en donde se contemplan múltiples fenómenos y ámbitos en
donde se produce esta violencia.
Violencia como objeto de conocimiento - como objeto de políticas.
➢ Desde diferentes disciplinas científicas: psicología, medicina, antropología,
sociología, historia.
➢ ¿Qué se estudia? sus síntomas, sus causas y sus consecuencias.
➢ Sus manifestaciones: desde las más sutiles a las más grotescas.
➢ ¿Quienes las protagonizan? mujeres, niños, adolescentes, varones, adultos
mayores, familias, trabajadores, estudiantes, peatón, etc.
➢ ¿Donde se expresa? casa, institucion educativa, trabajo, calle, espacio de
participación social o político.
➢ Violencias como construcciones parciales, provisorias y temporales .
➢ Aproximaciones al objeto desde diferentes perspectivas epistemológicas, teóricas,
filosóficas, etc.

El “caldo de cultivo” de las violencias de género


Las desigualdades estructurales:​civiles, políticas, sociales, humanas (avances
desiguales en el acceso al voto, acceso a la participación y representación política, acceso
a la educación, al trabajo, al desarrollo personal/profesional.
El poder machista:​encarnado en las instituciones, en las normas, en las creencias, en “la
verdad” consensuada y naturalizada.

“La violencia doméstica es una cuestión privada y no tiene nada que ver conmigo. Se
trata de hechos aislados.”
Algunos mitos:
● “A las mujeres les gusta que las maltraten, sino se irían.”
● “Que las mujeres maltratadas denuncien su situación y el sistema las protegerá.”
¿Por qué las mujeres soportan este abuso? Por amor. O por la ilusión del amor.

Aspectos a tener en cuenta en la “previa”a abordar situaciones de violencia​(tomado


de protocolo de actuación pericial en VD. Poder Judicial Uruguay 2015).
Para abordar profesionalmente situaciones de violencia es necesario previamente revisar su
experiencia genérica antes de asistir a víctimas que han sufrido y sufren situaciones de
violencia. La intervención no puede darse desde una actitud de neutralidad hacia las
conductas violentas. La seguridad de quien se encuentra en una situación de violencia debe
anteponerse a todo otro concepto. La mujer en situación de violencia debe ser tratada ante
todo como una persona no como esposa o madre. El foco inicial de la tarea no es el
problema conyugal sino el poner a salvo a la mujer y a los niños/as. Los hombres Violentos
en su mayoría no son individuos con alguna patología especial sino que se trata de
personas que han incorporado una forma de relacionarse basada en el abuso de poder en
sus relaciones de pareja. En casos de violencia familiar no es aplicable la mediación
negociación entre partes, de hacerlo el/la profesional estará contribuyendo a perpetuar una
situación de dominación y vulneración de derechos. La percepción de la mujer de peligro
para su vida o integridad física y la de sus hijos permite definir la situación como de riesgo.
Deberá valorarse conjuntamente la situación de riesgo en la que se encuentra la mujer y/o
sus hijos/as.
Indicadores de existencia de violencia:
❖ Agotamiento emocional y falta de energía.
❖ Cansancio crónico.
❖ Actitudes defensivas o de queja.
❖ Angustia, llanto sin razón aparente.
❖ Sentimiento de derrota.
❖ Desmoralización, baja autoestima.
❖ Sentimientos de vergüenza, retraimiento, dificultad de comunicación, evita mirar a la
cara.
❖ Disminución de la capacidad para pensar, para planificar su salida de la situación.
Estado de confusión.
❖ Malestares difusos, consultas médicas frecuentes que no arrojan resultados.
❖ Patologías en la piel, gastrointestinales, del sistema nervioso, musculares,
depresión.
❖ Propensión a los “accidentes”, uso repetitivo de los servicios de urgencias,
frecuentes hospitalizaciones.
❖ Falta de cuidado personal.
❖ Irritabilidad.
❖ Observar la comunicación verbal y no verbal (gestos, actitudes, movimientos,
posturas, etc.).

Los hombres violentos:​No son individuos con alguna patología especial que justifique su
conducta. No puede confiarse en el prestigio o respetabilidad, buena apariencia o logros
profesionales, sino en indicadores, síntomas y antecedentes. Doble fachada: a pesar de una
actitud amable para con ajenos, se trata de individuos que a la interna de sus relaciones
familiares usan la violencia de modo habitual: como forma de comunicarse, resolver
conflictos, imponer su criterio o expresar sus emociones.

Momentos críticos:​Cuando la mujer comunica su decisión de separarse o cuando se


produce la separación. Cuando la mujer realiza la denuncia o comunica su intención de
denunciar. Cuando el agresor conoce la intención de la víctima de iniciar tratamiento
terapéutico.

Cuidado de las víctimas- medidas de seguridad.​Nuestra principal colaboración consiste


en ayudar a planificar en conjunto estrategias de autocuidado, planificar la salida del hogar
o lograr apoyo de la red familiar y social.
Posibles precauciones a tomar:
★ Evitar situaciones de confrontación con el agresor en espacios cerrados de los que
no pueda salir fácilmente.
★ Alejarse de armas y objetos letales en caso de discusiones.
★ Establecer un mecanismo de comunicación en caso de emergencia con familiares o
vecinos/as.
★ Tener a mano el número telefónico de la seccional policial más próxima.
★ Prever a dónde ir si necesita salir del hogar, o asegurarse que el agresor no pueda
acceder al hogar en caso de que ya no convivan.
★ Tener un juego de llaves extra en algún lugar que el agresor desconozca para evitar
encierros.
★ Tener copia de su documento de identidad, de los hijos/as en un lugar que el
agresor desconozca.
De la violencia “privada” a la violencia de género.
Manifestaciones de la violencia de género en diferentes ámbitos: acoso sexual laboral
y educativo, violencia obstétrica; acoso callejero.

Acoso sexual:
● Las desigualdades estructurales de género como caldo de cultivo de las violencias de
género.
● Proyección de corto: Entrevista de trabajo.
● Término creado por el feminismo estadounidense de los años 70, sin embargo, las
conductas de hostigamiento sexual, están documentadas desde hace mucho tiempo atrás.
Es la capacidad del feminismo de politizar la vida cotidiana lo que ha transformado una
conducta naturalizada, una “muestra de la hombría natural”, en un tipo de violencia.
● La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el acoso sexual como un
comportamiento de carácter sexual que es ofensivo y desagradable para quien es objeto del
mismo.

Ley de Acoso sexual en Uruguay:


● Ley No 18.561: prevé de manera no taxativa, tres comportamientos que constituyen acoso
sexual.
● 1) Requerimientos de favores sexuales que impliquen:
a. Promesa, implícita o explícita, de un trato preferencial respecto de la situación actual
o futura de empleo o de estudio de quien la reciba.
b. Amenazas, implícitas o explícitas, de perjuicios referidos a la situación actual o futura
de empleo o de estudio de quien la reciba.
c. Exigencia de una conducta cuya aceptación o rechazo, sea, en forma implícita o
explícita, condición para el empleo o de estudio.
● 2) Acercamientos corporales u otras conductas físicas de naturaleza sexual, indeseada y
ofensiva para quien los reciba.
● 3) Uso de expresiones (escritas u orales) o de imágenes de naturaleza sexual, que
resulten humillantes u ofensivas para quien las reciba. Un único incidente grave puede
constituir acoso sexual.

Conceptualización - Acoso sexual:


- Más asociado al poder que al sexo, donde los hombres que acosan lo hacen debido
a que están acostumbrados a tratar con las mujeres desde una situación de
superioridad en las distintas relaciones sociales con las mujeres (familia, trabajo,
política, etc).
- Poder formal y poder informal.
- Acoso horizontal y acoso vertical.
- Naturalización y violencia simbólica (análisis de clima laboral).
- Masculinidades. Invertir las políticas: problematizar el que ejerce el poder violento.
- Interseccionalidades (migrantes, mujeres con responsabilidades familiares, sin
parejas).

Acoso sexual y poder de género:


Joan Scott (1990)​define al género como “el elemento constitutivo de las relaciones
sociales, basados en la diferencia que distinguen los sexos y una forma primaria de
relaciones significativas de poder”.
4 dimensiones de análisis:
1. Los símbolos y mitos: la “mujer como objeto sexual”; el hombre como “potencia
sexual”; son símbolos que existen en nuestra cultura y van sembrando un campo
propicio para el acoso.
2. Los conceptos normativos que se expresan en doctrinas religiosas, educativas,
científicas, legales y políticas, que afirman el significado de hombre y mujer. Las
doctrinas legales conservan concepciones machistas que atentan contra la
justiciabilidad de los derechos de las mujeres. Juzgados que no reconocen pruebas
existentes, consideran de escasa gravedad situaciones como demandar favores
sexuales o tocamientos, entre otras.
3. Las instituciones y organizaciones sociales de las relaciones de género: el mercado
de trabajo perpetúa la segregación horizontal y vertical de género que es caldo de
cultivo de situaciones de discriminación hacia las mujeres. Por otra parte en ciertas
organizaciones está permitido la circulación de imágenes, videos y chistes sexistas.
4. La subjetividad y las identidades de género: como ser varón y como ser mujer.
Produciendo hombres que creen que las mujeres son cuerpos a seducir y a abusar.
Mujeres que sienten culpa por lo que creen que producen. Mujeres que les cuesta
poner límites. Hombres que no respetan el NO!

Acoso sexual: datos Uruguay.


● Encuesta de prevalencia de violencia: El 2,8% de las mujeres asalariadas vivieron este
tipo de violencia en los últimos 12 meses (algo más de 13.000 mujeres), ascendiendo a 7%
cuando se tuvo en cuenta toda su vida laboral.
● 1,4% de mujeres respondieron haber sido violentadas sexualmente en los últimos 12
meses en los ámbitos educativos, mientras que el 3% de mujeres manifiestan haber
experimentado alguna vez en su vida.

Violencia obstétrica:
❏ Proyección de corto: Voces contra la violencia obstétrica.
❏ Origen latinoamericano.
❏ Movimiento por la humanización del parto.
❏ Reacción al modelo médico hegemónico de asistencia al parto.
Es una manifestación de la violencia de género:
- Es en el control de la sexualidad y la reproducción de las mujeres que se asienta la
dominación masculina.
- La entrada de la medicina masculinizada en la asistencia al parto a través de la
medicalización supuso el mejoramiento de algunos aspectos de la morbimortalidad
(antibióticos, ley de asepsia, hospitalización, técnicas quirúrgicas) y también un
nuevo campo en donde se expresa la dominación de género.
- En la asistencia al parto se intersectan la violencia institucional propia de los
sistemas de salud (relación médico-paciente) y la violencia de género (represión de
la sexualidad en el parto, cuerpo de las mujeres como máquina defectuosa, modelo
de “madre” obediente).
Represión de la sexualidad femenina​. Frases pronunciadas por personal médico como
“Bien que cuando cogiste no gritabas. Te gustó lo dulce, ahora aguantate lo amargo” (Ídem)
denunciada en México, o el testimonio de una mujer española a quien practicaron una
inadecuada sutura posparto: “empequeñecieron artificialmente la abertura vaginal cosiendo
de más para “dejarme virgen”, como explicó la ginecóloga a mi marido con un guiño”, lo que
le provocó largos períodos de dolor en sus relaciones sexuales, son ejemplos de cómo los
estereotipos machistas pueden tener un fuerte impacto en el campo de la obstetricia.
Desconocimiento de las mujeres como sujetas con opinión.​La creencia en que el único
saber en el parto lo tiene el ginecólogo hace que se desmerezca la opinión de las mujeres.
Esto lleva a la infantilización de las mujeres (“gordita”; “mamita”); a no considerar sus
necesidades; a no considerar sus pareceres. Hace seis meses llegó a mí una mujer a quien
se le había muerto un feto de 39 semanas. Al relatar su historia queda claro que no fue
escuchada cuando le manifestó a su médico preocupación: “... mi bebé era sanita y no se
sabe qué es lo que pasó. Yo le había dicho al ginecólogo que la bebé no se movía tanto y
dijo que era normal y me mandó para mi casa”. A esta mujer, quien pidió cesárea, la
obligaron a parir de forma vaginal.
No hay mujeres, sólo madres.​Maltrato hacia mujeres que deciden dar en adopción a
los/las bebés. Presunción de que las mujeres se someten a cualquier intervención cada vez
que el personal médico diga o insinúa que es bueno para el/la bebé.

Concepto:​Existen matices en las diferentes definiciones de la violencia obstétrica, pero en


todos los casos se centran en los derechos reproductivos de las mujeres y apuntan al daño
físico y/o psicológico. El daño físico puede venir de prácticas invasivas y suministro de
medicación no justificadas por el estado de salud, o cuando no se respetan los tiempos ni
las posibilidades del parto biológico; el daño psicológico viene del trato deshumanizado,
grosero, de discriminación y/o humillación cuando se pide asesoramiento o se requiere
atención en el transcurso de una práctica obstétrica, así como la omisión de información
sobre la evolución de su embarazo y/o parto.

Manifestaciones:
➢ Datos del Observatorio de Violencia Obstétrica de Argentina (encuesta nacional
4939 nacimientos).
➢ Maltrato verbal: “Le estás haciendo mal a tu bebé”: A 3.3 de cada 10 mujeres ; 2.5
de cada 10 mujeres fueron criticadas por expresar sus emociones durante el trabajo
de parto y parto. 2.7 de cada 10 mujeres recibieron comentarios irónicos o
descalificadores.
➢ Intervenciones: 4 de cada 10 mujeres NO pudieron moverse libremente durante el
trabajo de parto; 6 de cada 10 mujeres tuvo monitoreo fetal continuo; 6.4 de cada 10
mujeres les fue suministrada oxitocina; 7 de cada 10 mujeres le rompieron
artificialmente la bolsa; 3.3 de cada 10 mujeres les realizaron la maniobra kristeller
en su parto: 6 de cada 10 mujeres se les practicó una episiotomía y de esas 8.5 de
cada 10 eran primerizas.

Acoso callejero:​el acoso sexual en la vía pública abarca múltiples prácticas: silbidos,
miradas lascivas, gestos, manoseos, exhibicionismo, comentarios sobre la apariencia e
insinuaciones de carácter sexual, todas acciones que invaden la privacidad de la persona y
limitan su derecho a transitar libremente. El porcentaje de mujeres de 15 años o más, que
vivieron situaciones de VBG en lugares públicos en los últimos 12 meses asciende a 18,5
%, mientras que quienes declaran haber vivido dichas situaciones a lo largo de su vida son
el 36,5% a nivel de todo el país.
- Las más jóvenes las más afectadas.
- Peor en Montevideo.
- Mala aplicación de protocolos en violaciones.

Desafíos políticos y conceptuales a la dicotomía público-privado para las


manifestaciones de violencia.
Espacios público y privado generizados y ordenados jerárquicamente producen:
➔ Espacio público y masculinidad hegemónica: ganadores, activos sexualmente, se
naturaliza la cosificación de las mujeres.
➔ Acoso sexual laboral y educativo: si el trabajo productivo sigue siendo un espacio
donde se jerarquiza lo masculino (brecha salarial, techo de cristal, segmentación del
mercado de trabajo) es esperable que sea violento para las mujeres.
➔ Instituciones de salud y rol maternal: Se espera que las mujeres tengan por sobre
todo el rol maternal (asociado a lo privado), esto se traduce en ciertas conductas de
las instituciones de salud hacia las mujeres (cuando no se respeta el derecho al
aborto; cuando son castigadas por no someterse a la lógica institucional en el parto).

Violencia de género y generación


- Ana Laura Cafaro.

El concepto de género introducido en los análisis sociales trajo consigo una serie de
rupturas epistemológicas, por un lado, cuestionó la categoría universal de mujer/varón
introduciendo la idea de variabilidad, en tanto ser mujer o varón es un constructo social que
por tanto varía de cultura en cultura. Por otro lado, el concepto de género trajo consigo la
necesidad de comprender lo femenino en relación a lo masculino y viceversa, haciendo de
esta manera alusión al carácter relacional de la categoría. Entender hasta donde las
identidades de género están arraigadas en nuestra conciencia y vida cotidiana también nos
ayudará a comprender y anticipar la resistencia que las mujeres, lo mismo que los hombres,
pueden mostrar hacia políticas que amenazan con cambiar los acuerdos simbólicos y
materiales que constituyen las relaciones de género predominantes. Las relaciones de
género responden a configuraciones de una práctica de género desarrollando a partir del
concepto gramsciano de hegemonía, el concepto de masculinidad hegemónica que dista de
poder compararse con el rol sexual masculino; se crea un modelo de masculinidad ideal que
no necesariamente corresponde a la mayoría de los hombres donde se tiende a reproducir
la dominación de los hombres y la subordinación de las mujeres así como también de
masculinidades subordinadas. Definir los aspectos hegemónicos es identificar por lo tanto,
pautas de comportamiento, expresiones, prácticas laborales, ideales culturales e
institucionales, entre otros, que para un colectivo determinado en un contexto particular
constituyen por tanto el modelo a seguir de lo masculino.
Bourdieu nos invita a pensar que las relaciones de dominación y de división sexual no están
solo en los lugares previsibles, como lo es por ejemplo la familia, sino en instancias tales
como la escuela o el Estado, lugares de elaboración y de imposición de principios de
dominación que se practican en el interior del más privado de los universos.
Otro marco explicativo sobre la violencia masculina la brinda Kaufman a través de lo que él
identifica como las siete P’s de la violencia de los hombres: poder patriarcal, percepcion de
derecho a los privilegios, permiso, paradoja del poder de los hombres, armadura psíquica,
presión, experiencias pasadas. Las sociedades patriarcales nutren lo que él denomina “la
triada de la violencia de los hombres” que opera a tres niveles interrelacionados: la violencia
contra las mujeres, la violencia contra otros hombres como mecanismo para establecer un
orden jerárquico donde estos aprenden desde la niñez a interiorizar la violencia en forma
selectiva y como medio para asegurar el derecho a ciertos privilegios y al ejercicio del
poder; y la violencia hacia sí mismos.

Violencia de género y generaciones. ​En este ordenamiento de lo social, siguiendo las


niñas, niños, adolescentes y mujeres quienes hasta el dia de hoy ven afectado el ejercicio
pleno de sus derechos teniendo en cuenta la visión patriarcal y adultocéntrica de nuestra
sociedad. Por eso se considera fundamental la perspectiva de género y generaciones en el
análisis de las distintas formas de violencia que se expresa en prácticas de discriminación,
exclusión y abuso, tanto en el ámbito público como, privado, especialmente dentro del
ámbito familiar.

La intendencia de Montevideo también es pionera en trabajar. ​Con los varones como


parte de una estrategia integral de combate de la violencia hacia las mujeres; los servicios
de atención a las mujeres son útiles para poder “sacar” a la mujer que esta en situación de
VD de allí, pero no suficientes a la hora de intentar que quién la violento, disminuya las
posibilidades de hacerlo contra otra pareja en el futuro.

Violencias de género
- Hendel.
“Si la mujer fuera buena, Dios tendría una”
“El amo es superior al esclavo, el adulto es superior al niño, el varón es superior a la mujer”
(Aristóteles).

Vivimos un espejismo de igualdades que, apoyándose en logros reales y avances


inequívoca, desmienten que están vivas la cultura androcéntrica, la mirada machista y la
valoración estereotipada de roles a los que se hace aparecer como determinados por la
naturaleza. Así, el sistema logra que también nosotras sostengamos las mentiras del
patriarcado a pesar de la intuición del daño.
La mayor parte de los mecanismos que se han establecido para hacer valer los derechos
humanos se han desarrollado a partir de un modelo masculino; así, las necesidades y
circunstancias específicas de las mujeres se excluyen y esto tiene un efecto discriminatorio,
aunque no se vea de forma explícita.
La historia de las civilizaciones no registra la misoginia como una discriminación sino como
una natural construcción de sentidos comunes. Se considera perfectamente normal que las
mujeres no votaran, no opinaran públicamente, no heredarán o manejan dinero, cheques,
empresas, más aún, era perfectamente normal hasta hace muy poco tiempo (y lo es aún en
algunos rincones del planeta) qué las mujeres no supieran leer o escribir porque les estaba
tácita o expresamente prohibido. Y esa prohibición esta incorporada en la subjetividad de
estas personas, mujeres que todavía hoy nacen “sabiendo” qué hay un mundo con
privilegios qué será para los varones y otro, muy diferente, para ellas.
No se trata de una lucha de poder entre varones y mujeres, aunque hay quienes insisten en
describirlo así. Se trata de un sistema que nos involucra y nos modela, qué ha tomado a los
varones cómo el eje sobre el que pivota la historia, la gran historia y la pequeña, la de cada
dia, la de una mujer que dice: “Ya vas a ver cuando venga tu papá” o la de otra qué siente
qué un varón la protegerá.
Mientras estemos convencidas de que hay cosas que “ellos” deben hacer mejor y otras para
las cuales “nosotras hemos nacido”, cómo cuidar, maternar, amar al prójimo, intuir, manejar
electrodomésticos, el cambio seguirá estando lejos.
Es frecuente encontrar tanto en las legislaciones como en las revistas de moda la noción de
“protección”, este concepto que en este contexto señala (¿enseña?) la necesidad de la
mujer de ser protegida y el mandato del varón de protegerla. Cuanto más se estudia la
historia con perspectiva de género, mejor se entiende que los riesgos mayores los ha vivido
la mujer (y sigue siendo así) en el seno de su propia familia o de su comunidad, pero no era
esta la necesidad de protección que se impone y de la que se hablaba, sino aquella que las
alejaría de los peligros que, seguramente, según decían, correrian en el mundo público.
En casi ninguna plataforma electoral de los partidos mayoritarios el tema de la igualdad y
equidad entre géneros parece ser prioritario. Cuando se habla de atacar la inseguridad, se
evita incluir el riesgo que corren las mujeres en su propia casa o con sus vinculaciones más
cercanas, afectivas o laborales, a pesar de las estadísticas indiscutibles, tanto nacionales
como internacionales, que confirman que mueren más mujeres o quedan dañadas física o
emocionalmente de modo más severo y en mayor cantidad por violencia machista en su
ámbito privado que por las consecuencias de robos, hurtos y asaltos callejeros cometidos
por extraños. “Vamos a luchar contra la violencia de género”, dicen quienes se candidatean
en campañas electorales ahora que el tema es políticamente correcto, pero no dicen
“Vamos a deshacer la desigualdad que la genera”.
El feminismo es considerado como el movimiento pacifista más revolucionario de todos los
tiempos, es un posicionamiento y una práctica política incursiva profundamente igualitaria
que sostiene que los derechos de las mujeres, histórica e injustamente negados o
invisibilizados, son imprescindibles para la construcción de una sociedad verdaderamente
democrática. Exige reconocer a las mujeres como ciudadanas plenas y señala que el
cumplimiento de los derechos debe identificar las diferencias, ya que no son los mismos
derechos sino los derechos que cada quién necesita. No partimos de suma cero, partimos
de desigualdades históricas y naturalizadas.
La desigualdad se esconde en los pliegues de lo naturalizado y es convertida en jerarquía.
El machismo es un ejercicio de descalificación que supone que el varón es superior a todo
lo que sea “no varón”, pretende que “mujer” sea igual a “naturalmente servidora”, “paridora”,
“cuidadora” y que esto también incluye el servicio de gerenciamiento doméstico. El
machismo avanza atropellando, acumula cadáveres de mujeres que creyeron que amar
bien era aguantar de modo incondicional porque eso es lo que les enseñaron y aprendieron
durante siglos y para evitar el castigo se obligaron a acatar el mandato, buscando formas de
resistencia que no incluyeran la ruptura o la huida, hasta que no pudieran más.

Ciudadanía de baja calidad


Contexto, historia y memoria. ​Las mentiras del patriarcado son sutiles. La igualdad formal
esconde desigualdades estructurales que no se han modificado, pero aún así el sistema
patriarcal se vio obligado a mejorar los dispositivos al servicio del disciplinamiento de las
mujeres. “Logramos la igualdad, gozamos de libertad plena y del ejercicio de todos los
derechos” eso es lo que nos dicen y eso es lo que nos da placer creer.
La construcción de una historia patriarcal sin mujeres protagonistas y la utilización del
lenguaje excluyente y expulsivo son dos grandes violencias que, invisibilizadas, facilitan el
ejercicio de muchas otras violencias.
Definiciones de conceptos imprescindibles.
- Ciudadanía desde una perspectiva feminista: el Estado garantiza una serie de
derechos a las personas que cumplan ciertos requisitos, y estas toman esos
derechos y dan cumplimiento a una serie de deberes, por lo que siempre se refiere a
la participación comunitaria en los asuntos públicos.
Garantizar el acceso de las mujeres al poder es un paso ineludible para materializar
la igualdad y la equidad, sin embargo diferentes experiencias en el mundo
demuestran que para el ejercicio pleno de la ciudadanía de las mujeres este paso es
necesario pero no suficiente, cómo no es suficiente la condición biológica al ocupar
una banca o un directorio con incidencia en políticas públicas, si este hecho no esta,
además, sostenido por una posición ética e ideológica preclara en relación a los
derechos que faltan.
- Feminismo: hablamos de feminismos y no de feminismo porque hay diferentes
corrientes que dan una enorme diversidad conceptual a la práctica feminista, que no
es, desde mi punto de vista, exclusiva de mujeres. La lucha por la justicia es una
cuestión que debería interpelar al género humano en su conjunto sin exclusiones. El
feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del
siglo XVIII (aunque sin adoptar todavía esta denominación) y qué supone la toma de
conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión,
dominación y explotación de qué ha sido y son objeto por parte del colectivo de los
varones en el seno del patriarcado.

Genealogía para la construcción de la ciudadanía. ​La transición entre feudalismo y


capitalismo produjo la división sexual del trabajo y la consolidación de un nuevo régimen
económico que determinó la posición de las mujeres en la sociedad de los siglos venideros
y construyó el todavía activo ideal de familia que se convertirá en la institución más
importante como dispositivo para la apropiación del trabajo de las mujeres. Despojadas de
sus saberes, las mujeres quedan relegadas al trabajo doméstico, devaluado y caracterizado
como no-trabajo en las sociedades capitalistas en las que solo se valora socialmente el
trabajo recompensado con un salario. Y sin embargo, ese trabajo doméstico, de crianza y
cuidado es absolutamente fundamental para el desarrollo capitalista, la cadena de montaje
empieza en la cocina de una casa cualquiera.
El método de devaluación es bastante sencillo, se inventa una enemiga, la bruja, luego se la
acusa por herejía o por copular con el demonio y se la sentencia, ocultando el verdadero
motivo de la aniquilación, qué es resistirse a la autoridad de la Iglesia y el Estado, ambos
representantes absolutos del poder dominante. Ser curandera, partera, desobedecer al
marido, o decidir vivir sola son todas expresiones de una autonomía que se pagaba con la
vida, ellas tenían conocimientos, cultura y memorias con las que se oponen a los intentos
de sometimiento y subordinación.
Vivimos en una sociedad con igualdad formal (“ilusión de la igualdad”), gracias a los
movimientos de mujeres, a los feminismos y el activismo de grupos las democracias
progresaron buscando que la igualdad también se expresa en las leyes. A principios del
siglo XX las mujeres no podían votar, no podían presentarse a elecciones, ocupar cargos
públicos (sin tomar en consideración los reinados en algunos países), afiliarse o asistir a
reuniones políticas. También sufren impedimentos económicos, cómo no disponer de sus
bienes o tener propiedades a su nombre, lo heredado se transfería al esposo al casarse y
no estaba permitido a la mujer ejercer una profesión, abrir una cuenta corriente, obtener un
crédito, en fin… negociar sin permiso del padre o del marido. En la mayoría de los países
las mujeres no eran ciudadanas, personas jurídicas con derechos plenos, ya que hasta que
se casaban estaban bajo la autoridad de su padre y a partir del matrimonio, esa autoridad
pasaba al marido.
Los varones blancos propietarios son libres e iguales, el discurso es universalista en cuanto
a ciudadanía y derechos si aceptamos que ese universo deje afuera a las mujeres y al resto
de los varones.

Siglo XIX y las sufragistas. ​La heroica decisión de las sufragistas construye, desde
mediados del siglo XIX y, a lo largo del siglo XX, un movimiento emancipatorio con final
feliz, ya que obtienen logros concretos. No es inocente que no sean tan visibilizadas ni la
gesta colectiva, ni los sacrificios personales de cada una de las mujeres que se
comprometieron en él, ni la burla a la que fueron sometidos por sus pares los pocos
hombres que acompañaron. No hay almanaques para la revolución sin balas del sufragio
femenino. Impedirnos saber de dónde venimos sin que el impedimento se registre como tal
colabora activamente en el sostenimiento de las desigualdades. El sometimiento de las
mujeres no es un anacronismo inofensivo. El sometimiento de las mujeres impide
positivamente el progreso de la raza humana por negar la sociedad el uso de sus talentos a
la mitad de sus miembros, y por el efecto moralmente corruptor del poder inmerecido que da
a los hombres.

Obstáculos actuales. El espejismo de la igualdad. ​El “techo de cristal” y el trabajo


doméstico devaluado, qué sigue siendo invisible, conforman una barrera difícil de atravesar,
sobre todo por su condición de invisible, pero esta allí en un momento concreto en el que, a
pesar de su preparación y experiencia, o proyecto personal, en vez de crecer una mujer se
estanca dentro de una estructura laboral. El “techo de cristal” se combina con el “piso de
barro”, que se refiere a las tareas de cuidado y vida familiar a las que, tradicionalmente, se
ha relegado a las mujeres, convenciendolas de que ese es su lugar, el de la “reina del
hogar”, la que manda en casa, y este “espacio natural” designado como naturalmente
femenino es un obstáculo para el desarrollo de la autonomía económica, laboral o
profesional. Existe mucha presión dentro de la pareja, en la familia y en la sociedad en
general, convencida de la verdad de la mentira capitalista meritocrática qué dice qué “cada
quién llega por su esfuerzo, sus valores, su empuje personal y su capacidad y rendimiento”.
Obstáculos de la organización de las estructuras laborales:
- Responsabilidades domésticas impiden integrarse al universo androcéntrico del
trabajo remunerado o la participación político partidaria.
- El gerenciamiento de la unidad doméstica sigue estando a cargo de las mujeres.
- Mayor exigencia y menor remuneración para las mujeres.
Para acceder en iguales condiciones habrá que modificar los mundos íntimos y las reglas
no escritas que hacen que concibamos un deber ser/deber hacer sin cuestionamientos, pero
también habrá que modificar los escenarios laborales tanto públicos como privados.
El trabajo invisible. ​Una mujer que organiza y gerencia para que otra haga es alguien que
“no hace nada”. Hacer nada no es prestigioso, ni rentable, ni suma en el curriculum. El
sistema heteropatriarcal logra invisibilizar la enorme tarea de organización y/o supervisión
que implica para todas las mujeres, más allá de su clase social, el sentimiento de
obligatoriedad de gerenciamiento de la unidad doméstica. Se habla de una población
económicamente inactiva cuando se habla de mujeres sin ingreso formal, pero qué aportan
al PBI haciéndose cargo del trabajo que de otro modo habría que contratar y pagar para que
todas las personas que integran un núcleo familiar salgan a sus ocupaciones alimentadas,
vestidas y regresen al finalizar la jornada a una unidad habitacional en condiciones de ser
habitada.

No ser nombradas, una evidencia del poder del patriarcado. ​El lenguaje refleja el
sistema de pensamiento colectivo y a través de él se transmiten saberes racionales,
sentimientos y modos esperables de comportamiento en cada sociedad. El masculino no es
universal, es masculino. La decisión nunca es inocente, por eso lo señalamos como síntoma
de una sociedad hetero patriarcal y machista que toma como norma y medida de la
humanidad lo masculino (androcentrismo) diciendo que el masculino incluye lo femenino por
su condición de universal; una mentira patriarcal más que se consolida al expresarlo como
un dogma inmodificable y con una violencia simbólica de alto impacto, la especificidad de
las mujeres no existe en el discurso dominador. Al aceptarlo validamos la invisibilidad y la
subordinación también en el lenguaje y aceptamos como si fuera verdad otra mentira que
construye sentidos comunes excluyentes.
Son necesarios para sostener las mentiras:
1. El “techo de cristal” y su aliado: la invisibilidad del trabajo doméstico.
2. La limitación de protagonismo y poder acerca de la propia vida qué implica la
imposibilidad de acceder a la anticoncepción y al aborto sin trabas.
3. La dificultad de acceso al mundo judicial, que no es ni más ni menos que el
obstáculo para la apropiación de derechos para protección y reparación.
4. Para lograr la impunidad de los violentos se esgrime e instrumenta la valiosa
herramienta qué es la presunción de inocencia, sin instituir la presunción de
credibilidad a la que deberían tener derecho las denunciantes.
5. La ausencia de discusiones parlamentarias que motoricen políticas públicas con
normativas necesarias para lograr la total eliminación de la división sexual del
trabajo.

El amor romántico y sus pliegues oscuros


Los celos, las canciones, las novelas. ​Intentar reducir el amor de pareja al mundo de los
sentimientos propios de las experiencias personales puede leerse como un intento exitoso
del sistema para conservar un orden social impuesto cuyo objetivo es mantener la
subordinación de las mujeres. El amor romántico lejos de ser solo una experiencia
personalísima, es también parte de un mandato social. El amor romántico es una
abstracción construida como si el flechazo de Cupido fuera ajeno a las personas a las que
les sucede, como si nada consciente se jugará en el encuentro y nada inconsciente tuviera
peso. El amor parece construirse desde un lugar casi esotérico, pura magia. Llegamos al
amor con roles de género internalizados por efecto de la socialización que construye y, a
veces, perpetua dos identidades, femenina y masculina, cómo subjetividades dicotómicas,
jerarquizadas y cómo las únicas posibles, aunque las diferentes sociedades marcan otra
cosa. Aún hoy el amor es un proyecto esencial en la vida de las mujeres que, desde muy
temprano, asocian a la idea de realización personal la búsqueda de la felicidad amorosa,
mientras que para la mayoría de los varones es un aspecto más o menos importante de la
vida pero nunca la totalidad de su realización personal. Las vivencias y la trascendencia de
los episodios de amor no tienen el mismo rango en la vida de las mujeres que en la de los
varones. Para las niñas, desde muy pequeñas, los juegos, los cuentos de príncipes
rescatadores y princesas rescatadas, la moda para gustar, señalan el camino de privilegio
que tienen el amor y la pareja. En la misma sala, los niños juegan y fantasean con otras
cosas.

Genealogía. ​Hasta no hace mucho las mujeres que , aún deseándolo, “no lograban”
casarse o emparejarse eran denominadas “solteronas”, terminó qué contiene una nota
despectiva pero también cierta conmiseracion. Los hombres, en cambio, eran galanes,
solteros valorizados en el mercado de los bienes. Los tiempos han cambiado, hemos
modificado valores y formatos, pero hay estructuras que, por el momento, no han sido
desarticuladas, no por lo menos en América Latina y el Caribe. Lo cierto es que las y los
jóvenes siguen socializando en esta cultura androcéntrica y patriarcal que justifica las
violencias por jerarquía de géneros.

Con ritmo disparejo pero vamos.​Tal como lo plantean las diferentes teorías feministas,
no se trata de un problema personal, sino del resultado del sistema de dominación patriarcal
y de la explotación de la capacidad de las mujeres, muy bien aprendida, de amor, de
servicio y, sobre todo, de reproducción.
El mito dice que las mujeres perdonan más las infidelidades por el ancestral mandato que
implica aceptar como verdad esa diferencia que impondría la naturaleza: los hombres
necesitan lo que las mujeres solo desean si aman: sexo. Un mito más para marcar las
diferencias y ponerle el sello de la naturaleza. Una mentira más para ocultar la
subordinación. Mientras para los varones el amor es una parte de la vida, para las mujeres
aún hay una tendencia a que sea el sentido de su vida. Entender que el amor no es una
cuestión personal sino política es el primer paso para la superación de la construcción
patriarcal de esa identidad que convierte el tema en un problema a resolver solo para una
mitad de quienes integran la dupla en una relación heterosexual.
El amor es también un modo de organizar la vida y es dañino si de verdad creemos que
bajo su magia pueden desaparecer las relaciones de poder y subordinación , que marcan
las jerarquías. El contrato de apoyo mutuo exige reciprocidades que no son “yo te doy esto,
vos me devuelves lo mismo”. Se trata de acompañarse en lo que cada quién necesite del
otro/a. No para cubrir la falta sino para acompañar el dolor o la frustración que la falta
produce. Un varón celoso es admisible y hasta querible pero una mujer celosa es una
desquiciada, mala, capaz de dañar, algo imperdonable para la “naturaleza femenina”, cuya
misión es comprender, aceptar y perdonar. Cuando las mujeres deciden salirse de los
papeles que les son impuestos se convierten en una amenaza al sistema y son castigadas,
ya no con la hoguera pero sí socialmente, con la crítica o la exclusión social.

Violencia, fantasía, realidad. ​La construcción patriarcal del amor romántico posibilita las
violencias que se dan dentro de las relaciones de pareja en algunos países. No se ejerce de
manera aislada, no es un tema individual de cada una de las relaciones de pareja donde se
da, sino que es producto de un sistema y de una estructura social, política y económica. Es
una violencia estructural que es más grave porque se ejecuta en nombre del amor, y se
legitima y tolera gracias a esa dominación.
La violencia machista sólo puede entenderse desde una perspectiva que incluya todas las
variables del poder en un sistema, ya que si no existiera un territorio permeable en lo
cultural, científico, teórico, político, etc., no tendría lugar. El aferrarse a la vida en pareja,
aun siendo perjudicial para ella misma, es una muestra de la inseguridad qué podemos
sentir las mujeres ante un proyecto de vida propio para el que no nos sentimos preparadas.

Violencia en el noviazgo. ​La violencia en noviazgos jóvenes es una realidad cuya


estadística aumenta. Los noviazgos violentos aumentan el riesgo de embarazo en la
adolescencia, porque muchas veces las mujeres son obligadas a tener sexo aunque no
quieran.
Esta etapa se caracteriza por una actitud de rebeldía y de confrontación con los mandatos.
El dolor secreto que no puede ser contado hace que la violencia en el noviazgo,
prácticamente, no se denuncie. Estas violencias en la pareja siempre se han construido
sobre los mitos del amor romántico.

La violencia en la pareja adulta. ​Vivir en una sociedad que hace de la juventud un valor en
sí mismo, y del amor apasionado un tesoro solo posible antes de complir los 40, produce
cómo efecto automatico un oscurecimiento de la muchas veces luminosa vida amorosa de
las personas mayores. La violencia machista en las parejas mayores esta aún invisibilizada
y uno de los motivos es la negación de la sociedad en su conjunto a reconocer a las
personas adultas cómo románticas, deseantes y activas sexualmente. Y, en las mujeres, la
esperanza de ser “secuestrable”, deseada, esta muchas veces intacta. La edad no es un
reaseguro para prevenir violencia o abuso sexual, ni tenemos por qué imaginar que un
varón violento deje de serlo porque tiene una “segunda oportunidad”.

La escuela del siglo XXI y las nociones de familia.


Educación y políticas públicas. ​Tanto para los amores adolescentes como para las
personas adultas hay ausencia de políticas públicas adecuadas, espacios de encuentro y
campañas que alerten acerca de los riesgos y propongan acciones de resguardo. Desde la
escolaridad temprana hasta la universidad lo que se imparte es un material patriarcal
misógino y, por lo tanto perturbador de los estereotipos de los que venimos hablando. Incluir
la perspectiva de género en las curriculas es un deber de quienes piensan en la educación
como un instrumento imprescindible para la formación de una ciudadanía plena.

La violencia contra las mujeres en la agenda pública.


Las miradas feministas sobre la violencia contra las mujeres. ​El movimiento feminista
ha hecho posible una mirada y una concepción diferente sobre el saber, introduciendo
nuevas categorías y formas de producir el conocimiento. Es un movimiento individual y
colectivo, pues entrelaza lo público y lo privado, lo político y lo ético, lo estético y lo
solidario, con un objetivo fundamental: romper y superar la razón androcéntrica como razón
universal, así como superar los dualismos cartesianos. Se plantea la existencia de un sujeto
(las mujeres) identificando un problema (la sujeción y reificación de las mujeres a partir de
las relaciones de género) y expresando varias intenciones (acabar con las relaciones de
dominación, terminar con la discriminación sexual, asegurar la liberación sexual de las
mujeres, luchar a favor de sus derechos e intereses, crear “conciencia”, transformar las
estructuras institucionales y legales, introducir una perspectiva de género en la concepción
de la democracia) en nombre de principios específicos (la igualdad, la autonomía, la
dignidad, la realización propia, el reconocimiento, el respeto, la justicia, la libertad). Solo la
deconstrucción de esta idea que ubica a varones y mujeres en determinados lugares,
ejerciendo roles y estereotipos, y que se sustenta sobre la base de un sistema que opera
para mantenerse, hará posible erosionar el entramado de relaciones sociales y pensar en
nuevas formas con roles más equitativos e igualitarios. Se reconoce al feminismo la
contribución a la ampliación del área de lo político o de lo politizable, haciendo entrar en la
esfera de lo políticamente discutible o contestable, determinados objetos y preocupaciones
descartados o ignorados por la tradición política por corresponder a la esfera de lo privado.
El sistema de género es un conjunto de elementos que incluye formas y patrones de
relaciones sociales, prácticas asociadas a la vida cotidiana, símbolos, costumbres,
identidades, creencias y argumentaciones, sentidos comunes y otros elementos, que
permanecen juntos gracias a una débil cohesión. Los sistemas de género hacen referencia,
directa o indirecta, a una forma cultural específica de registrar y entender las semejanzas y
diferencias entre los géneros reconocidos: es decir, entre varones y mujeres.
El feminismo plantea una revisión crítica de lo público y lo privado, dos espacios que
contribuyen a posicionar y mantener las relaciones de poder, no sólo entre varones y
mujeres, sino entre los temas y los problemas que se abordan en uno u otro.
Aún cuando se han “levantado las restricciones formales” a la participación de las mujeres
en la esfera pública y se han abordado los problemas de la violencia contra las mujeres en
ese ámbito, esto no ha significado un cambio suficiente para asegurar una inclusión en la
práctica.

La (in)seguridad y la violencia contra las mujeres. ​Los paradigmas liberal y


constitucional democrático son los fundamentos históricos y filosóficos que dieron origen a
las instituciones y normas que perduran en nuestro continente y que determinan la forma en
que el Estado gestiona los asuntos vinculados con la (in)seguridad. El abordaje de la
seguridad no se orientó a la reducción de la vulneración de derechos, sino a un modelo
pretendidamente “acabado” de lo que debe ser objeto de las “políticas de seguridad” (es
decir, la afectación de la propiedad) promoviendo y consolidando relaciones altamente
desiguales. Los ámbitos plausibles de (in)seguridad se enmarcan en los espacios públicos.
Esto limita la capacidad de comprensión de las distintas violencias como fenómenos
sociales productores de inseguridad, así como la capacidad de abordarlas de manera
integral y efectiva. El énfasis en los espacios públicos como lugares de inseguridad asume
al hogar como sitio seguro, refugio de las violencias callejeras. Sin embargo, para el gran
número de mujeres que son violentadas en sus relaciones de pareja, esta realidad puede
ser la contraria. La seguridad ciudadana también ha sido mayormente entendida como
seguridad en el espacio público, manteniendo la invisibilidad de lo privado, por considerar
que lo que allí ocurre no es sujeto de responsabilidad pública y política.
El concepto polisémico de seguridad se va construyendo de acuerdo a las condiciones
históricas y políticas de los países y las regiones. En cada caso, definen qué es considerado
inseguro para una sociedad y cuáles son las políticas para abordarlo. Lo que tienen en
común todos los enfoques nombrados es la subvaloración de la violencia contra las mujeres
en sus relaciones de pareja como un problema de interés público.

La producción social de la violencia. ​La violencia contra las mujeres tiene sus raíces en
una estructura social y cultural amplia que construye las bases del sistema sexo/ género y
las sustenta. Los procesos de socialización y endoculturación son centrales en estos
cimientos que reproducen un orden sexual violento. La sociedad produce y reproduce la
violencia contra las mujeres al naturalizarla. La socialización de la violencia de género va de
la mano de la socialización de las asimetrías de género. Berger y Luckmann afirman que “el
individuo no nace miembro de la sociedad, nace con la predisposición para la sociabilidad y
se vuelve miembro de la sociedad”. La jerarquía de género se transmite y reproduce en
acciones mínimas o flagrantes ante la sociedad en su conjunto, como la violencia física
directa. Quienes no se ajustan a las pautas sociales y culturalmente acordadas sufren
diversas formas de desaprobación social, que pueden ir desde la ausencia de
reconocimiento hasta la violencia manifiesta.
La familia: la base de la socialización primaria de género y de violencia. ​El aprendizaje
en las edades tempranas es parte del rol fundamental de la familia en su socialización de
género, en lo que significa ser varón o mujer y los valores asociados a lo masculino y lo
femenino. La familia es pensada como una institución nacida a partir del amor que, en un
principio, unió a la pareja fundadora. Se tiende a dejar de lado el hecho fundamental de que
el matrimonio (o el concubinato) implica —aun cuando no sea explícito— una asimetría
fundante que encubre relaciones de dominación. La idea del amor como base de la familia
es tan fuerte que no se logran observar y problematizar cabalmente los diversos poderes y
violencias que circulan y se ejercen en su seno, quedando frecuentemente invisibles y
naturalizadas. La familia también puede ser el ámbito de la socialización primaria de la
violencia, en especial, de violencia de género y generacional. Un importante número de
familias (con diversos arreglos) socializa en determinadas formas de violencia, que se
transmite tanto inconsciente como conscientemente. Tal vez más acertado sea señalar que
se la transmite de manera implícita en ciertas prácticas, como en forma abiertamente
explícita en otras. La violencia ejercida por una persona con la cual se tiene un vínculo
afectivo no impacta subjetiva y objetivamente del mismo modo que si es ejercida por un
sujeto anónimo.
La escuela: entre la reproducción y el cuestionamiento a las desigualdades que
habilitan la violencia. ​La escuela primaria se forjó como la institución dedicada a extender
el rol socializador de la familia. En este marco, el trabajo docente también fue comprendido
como una extensión de la tarea de educación en el ámbito doméstico, asimilando los
atributos de las madres a los de las maestras, fundamentalmente en las instancias
educativas más tempranas. Los patrones sexistas de la socialización escolar actúan como
parte del currículo oculto, es decir, los contenidos no explícitos del proceso
enseñanza-aprendizaje que reproduce estas desigualdades en tanto extensión naturalizada
de las relaciones de desigualdad social más amplias. La incorporación de un enfoque de
género en la formación y capacitación permanente del cuerpo docente, actor clave en este
proceso, resulta fundamental para comenzar a trabajar en la deconstrucción de un marco
normativo que se pensaba como natural.
Los medios de comunicación y la reproducción de las jerarquías de género. ​Aunque
los medios de comunicación no son los que originan la violencia contra las mujeres, tienen
una responsabilidad fundamental al reflejar actitudes y valores congruentes con el discurso
androcéntrico que contribuyen a reforzar el sistema de género como un orden natural de la
estructura social. La violencia contra las mujeres aún es un tema invisible en los medios de
comunicación. Es poco frecuente la cobertura de este problema y, más todavía, que se
aborde de forma integral, destacado de las otras secciones. Persiste una clasificación entre
los temas que son abordados y que cuentan con el estatus de tratarse en el ámbito público,
fijando la agenda pública, influenciando directamente sobre lo que es relevante discutir. Tal
dinámica contribuye a reproducir la división entre el espacio público y privado, y los temas
que se tratan en cada uno.

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