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Salud: ¿declaraciones o tareas?


El Mostrador
8-10 minutos

La valentía de Emilio Balmaceda en su columna del 27 de abril en este medio


digital, tiene una pregunta quemante para los salubristas: ¿todas esas
disrupciones evitaron una crisis sanitaria?
En el mejor de los casos reemplazaron una por otra, pues asistimos hoy a una
emergencia sanitaria severa, causada no por COVID, sino por los efectos de
la focalización en COVID sobre la situación de salud preexistente. Baste mirar
los excesos de muertes –el porcentaje de muertes mayor a las esperadas
para el período– en Chile en comparación con Suecia, donde se optó por un
manejo de la pandemia más liberal en cuanto a derechos civiles, descansando
en la responsabilidad individual. Es justo decir que no somos los suecos de
Sudamérica, más nos parecemos a los ingleses. Tal como su primer ministro
Boris Johnson, buenos para la fiesta y la mentira, aunque la patria siempre
tiene la capacidad de superarse e ir más allá.

Las dimensiones de esa crisis son varias. Enumeremos tres:


1. Disrupción de las instituciones de salud desde la modesta posta rural hasta el
nivel central del Minsal, generando reducción en un 60% o más de las
actividades de salud en todo su espectro, retraso de prestaciones, supresión
de algunas, sobrecarga laboral en los funcionarios, limitación de ingreso a
familiares para acompañar a sus enfermos, ralentización del funcionamiento
de la atención primaria.
2. Incremento de dos causas importantísimas de patología: malnutrición y
sedentarismo.
3. La perturbación del estado afectivo e intelectual (salud mental) generado por
el encierro. La experiencia concentracionaria del mundo y de Chile señalan
que los encierros son dañinos.
No es extraño entonces que, por dar un ejemplo muy sencillo, la mortalidad
por tuberculosis en el mundo haya aumentado el 2021, tras una década de
sostenido descenso. La tuberculosis no expresa solo una cuestión de
contagio, sino de efectos de una severa disrupción en la vida colectiva, tal
como ocurrió con nuestros hermanos yaganes diezmados en Dawson o La
Candelaria a principios del siglo XX.
Cuando se revisa la mortalidad por grandes grupos de causa del país del 2016
al 2022 (base disponible en sitio DEIS), se verifica el incremento de mortalidad
para grandes grupos de causas durante el 2021 y es posible explorar algunas
específicas por territorio.
No queremos detenernos en lo ocurrido, sino esbozar las dificultades del
presente.
Aunque se nos estigmatice como hospitalocéntricos, reduccionistas o
biomédicos, el foco debe estar en atender con la mayor potencia diagnóstica y
de tratamiento/rehabilitación existente a quienes tienen patología de
relevancia. Eso implica reconocer la emergencia de patología no resuelta en
pandemia, las complicaciones ya mencionadas del encierro, además de las
cuestiones pendientes previas a marzo del 2020. La lista de espera quirúrgica
es apenas una de esas dimensiones. Pero de lo que se trata es de entender
que necesitamos un plan organizado para abordar las dificultades de salud,
mediante una priorización y ordenamiento en emergencia, que considere
hacer funcionar en plenitud los grandes hospitales de Chile y sus consultorios
asociados de especialidades, moviendo desde allí a la atención primaria
(haciendo que los consultantes de las Unidad de Emergencia sean visitados
por los equipos de Cesfam antes de 24 horas de su alta, por ejemplo).
Realimentar a la atención primaria con información sanitaria de los pacientes
que están consultando a los hospitales, de los cuales ellos son responsables
territorialmente. Establecer una relación bidireccional entre la atención
primaria y los hospitales, con especialistas yendo a los consultorios (ocurre
actualmente en algunas especialidades) y los médicos de la APS pasando por
distintos servicios del hospital, según los programas que se hayan priorizado.
Recuperar el funcionamiento con la cantidad de camas por lo menos
existentes previas a la pandemia y su eventual complejización. A la vez
debemos incorporar el abordaje de lo no COVID, pericias, técnicas y
conocimientos obtenidos durante estos dos años de pandemia en biología
molecular, imagenología, camas críticas, por ejemplo. Otra gran lección que
adquirimos en la pandemia fue que la hospitalización domiciliaria puede
equivaler a casi la cuarta parte de un hospital, en cantidad de camas en uso.
En Valparaíso significó “sumar” aproximadamente 90 camas.Con mayor razón
en la crisis actual puede ser potenciada como un gran programa nacional
intersectorial, en que se puede capacitar a cuidadores y remunerarse.
Será necesario repensar la arquitectura hospitalaria. ¿Nos sirven aún las
grandes “cajas de zapatos” de 120 mil metros cuadrados? Tal vez tenemos
que pasar a un diseño de “células de guerrillas”, estructuras independientes
interconectadas con funciones compartimentalizadas, para poder enfrentar
una pandemia sin parar todo el resto de la atención sanitaria.
Debemos analizar la experiencia comparada de cómo fue enfrentada la
pandemia en otros lugares, en relación con el costo económico y social, como
de los resultados sanitarios. No para apuntar con el dedo sino para aprender y
prepararnos para enfrentar la próxima pandemia. Uruguay destaca en su
manejo y resultados, siendo un país cercano al cual podemos recurrir para
consejos.
El ejercicio de un plan estructurado será la mejor herramienta para resolver el
debate sobre la organización y financiamiento de la atención de salud. Así
como el abordaje de los problemas de salud tras el terremoto de Chillán de
1939 sembró la posibilidad para el SNS, unos cuantos pasos en acción real
valdrán más que 100 declaraciones. De paso, podríamos reducir la carga
conceptual, al menos en las cuestiones de salud, de una Convención
abrumada de tensiones.
Por supuesto que debemos potenciar la educación sexual escolar y la
prevención del uso de drogas y alcoholismo. Tenemos que sentarnos con el
sector educación a nivel central y local. Aumentar las horas de educación
física o derechamente de baile entretenido en los recreos (o lo que sea para
terminar con el sedentarismo). Exigir calorías y proteínas de buena calidad y
en cantidad apropiada, para los distintos programas de alimentación.
Establecer un diálogo con los urbanistas para tener “ciudades de 15 minutos”
o lo más cercano a eso, para favorecer el caminar a los servicios públicos y
comercio. Implementar iniciativas descritas en la Ciudad de los Niños de
Francesco Tonucci, para que los niños puedan caminar a sus colegios sin
miedo y vuelvan a ocupar los espacios públicos.
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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva


responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni
postura de El Mostrador.

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