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La pandemia ha paralizado de modo inexplicable uno de los pilares sobre los que se
fundamenta todo Estado social y democrático de derecho: el poder judicial. Y digo
inexplicable, porque hubiera sido en gran parte evitable. Nadie duda que la
pandemia provocada por el Covid.19 ha cogido por sorpresa a una gran mayoría de
países pero lo cierto es que la resistencia que han ofrecido algunos a esa necesaria
transición hacia la digitalización de la justicia obliga ahora, una vez más, a actuar
con precipitación para colocar parches que minimicen la desprotección que está
padeciendo todo el tejido social y económico, amén del colapso que se aventura
con el levantamiento del estado de alarma a lo largo de los próximos meses.
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Vid Fichas temáticas del semestre europeo: Eficacia de los sistemas judiciales. 9 de
Noviembre 2017. https://ec.europa.eu/info/sites/info/files/file_import/european-
semester_thematic-factsheet_effective-justice-systems_es.pdf
• Obstáculos legales y procedimentales: formalismos procesales excesivos,
normas rígidas en materia de notificación, plazos, legitimación,
admisibilidad, producción de pruebas y carga probatoria, ausencia de
tribunales especializados y carentes de mecanismos ADR.
El Covid-19 ha roto muchos prejuicios. Por lo pronto, y tras haber podido constatar
en algunos países la viabilidad de celebrar juicios en línea, audiencias públicas y
declaraciones por videoconferencia, acompañados de gestión procesal remota, nos
debiéramos preguntar si todavía tiene sentido estar presentes todos en un lugar
para resolver los problemas. No cabe duda que la implantación de tantos cambios
de manera precipitada y con tan alto grado de improvisación pone a prueba muchos
resortes y algunos recursos adolecen de vulnerabilidades manifiestas; mas también
ponen de relieve ventajas incuestionables en términos de facilidad, accesibilidad,
rapidez y ahorro de muchos desplazamientos.
Resultan loables los esfuerzos expresados por el Gobierno para recobrar un cierto
grado de normalidad en la actividad judicial durante el estado de alarma, con la
incorporación de nuevas tecnologías en las actuaciones procesales para que la
presencia de los intervinientes se efectúe preferentemente vía telemática, con
deliberaciones de los tribunales en régimen de presencia telemática, con acceso
remoto a las aplicaciones de gestión procesal fomentando el teletrabajo y la
atención al público mediante correo electrónico evitando la presencialidad y
celebrando juicios y vistas en horarios de mañana y tardes. Pero ello lo limita a los
supuestos estrictamente necesarios durante dicho periodo. Y debiéramos
preguntarnos, ¿Por qué? ¿No sería más razonable implantar estos cambios durante
un tiempo prudencial -incluso con más ambición, incorporando ideas de derecho
comparado- analizar su impacto, preguntar a los operadores jurídicos –y sobretodo,
al “consumidor de la justicia”- por su experiencia y resultados, para hacer de esta
experiencia una prueba piloto que nos permita avanzar en este inevitable proceso
de modernización?