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“La muerte no se presenta al aparato psíquico como una falta sino como un exceso
de ausencia”1 que rompe la economía libidinal, estalla las relaciones entre el inconsciente
y el cuerpo, trastoca la problemática juntura entre fantasma y deseo: el mundo se llena de
la sombra proyectada por un objeto ausente – se vuelve pobre y vacío2 –, las distinciones
se pierden, se confunden; cuerpos ensombrecidos habitan el duelo con la extravagancia y
la conmoción propia de no poder ya cernir un lugar en la vida.
1
Jorge, Lobov: “La escritura del duelo” en Revista Conjetural N°53: Metáforas de la luz. El malentendido.
El duelo. Construcción de un historial. Buenos Aires: Ediciones Sitio, 2010. p. 31-38.
2
La difundida cita de Freud en “Duelo y melancolía” (1915-1917), reza: “La sombra del objeto cayó sobre
el yo (…)”. No parafraseamos aquí exactamente la frase para el duelo, puesto que en el texto aparece
indicada y aproximada a la melancolía. Sin embargo, y a modo de señalamiento, es necesario poner en
valor que, unas páginas antes, y en el proceso de analogías y contradicciones que el texto ofrece, Freud
dice respecto del duelo que el mundo se ha hecho pobre y vacío y que, en la melancolía, ello le ocurre al
yo mismo. ¿Acaso dejaremos indemne al yo en el duelo?
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En su libro, Patricia Fochi aborda uno por uno estos fenómenos de manera precisa, exhausta y
novedosa, sin por ello descuidar los aspectos más profundos del duelo como problema para el
psicoanálisis.
Patricia, Fochi: El duelo, la infición del mundo (falofanías, espectros, marionetas, visiones, sueños,
reliquias), 1a ed., Rosario, Otro cause, 2021.
ensayado las razones argumentativas con un cuidado extremo por las sutilezas que el
duelo siempre exhibe en sus derroteros.
“¿Qué iba a hacer entonces? Pensó en las cosas que hacía antes de la enfermedad
de la madre: trabajar en la Cooperativa, reunirse los jueves en el café Venecia con las
mujeres de la fundación, pintarse las uñas de vez en cuando, arreglarse el pelo, combinar
la ropa antes de ponérsela. ¿Alguien podría explicar el sentido de una pollera roja usada
con una blusa blanca en lugar de con una verde?, pensó Eloísa.”6
Hay un intersticio, un espacio en toda trama posible del duelo, donde éste puede
nunca llegar a formularse para el sujeto. El paso que me interesa está precisamente entre
el total descalabro y lo irreparable de la pérdida, es decir, en lo que puede caber para
el “hacedor” cuando aún – tiempo impreciso, caro al análisis en lo concerniente a las
relaciones del sujeto con el deseo - la ausencia en sus vicisitudes puede no llegar a ser
4
Cf. Sigmund Freud-Carl Jung: Correspondencia, 1a ed., Madrid, Trotta, 2012, p. 74.
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Llamo desolación del deseo a la ruina de un estado particularizable aunque no generalizable en el que
el deseo queda en suspenso de algo todavía no localizable, pero operante. Tal vez pueda ser equiparable
a ciertos estados de melancólicos posteriores a una pérdida.
6
Alejandra Kamiya: El sol mueve la sombra de las cosas quietas. En ‘Un círculo pequeño’. 7ma
Reimpresión, Buenos Aires. Bajo la luna, 2022.
7
Cf. Ibidem
falta y a inaugurar una pérdida. Ausencia, falta y pérdida en psicoanálisis no son
sinónimos, y dan cuenta, en lo concerniente al duelo, de diferentes articulaciones.
Lacan, por su parte, a partir de las categorías del objeto, o mejor dicho de la falta
de objeto, permite precisar gracias a su ternario simbólico, imaginario, real de qué tipo
de falta se trata aquella que podría en tal caso inaugurar una pérdida semejante que nos
ponga de duelo:
“El duelo, que es una pérdida verdadera, intolerable para el ser humano, le
8
provoca un agujero en lo real. La relación que está en juego es la inversa de la que
promuevo ante ustedes bajo el nombre de Verwerfung cuando les digo que lo rechazado
en lo simbólico reaparece en lo real. Tanto esa fórmula como su inversa deben tomarse
en el sentido literal.”9
8
Cf. Cristian, Landriel: El duelo: I. Algunas consideraciones a partir de la obra de Sigmund Freud, 1ª ed.,
Buenos Aires, Letra Viva, 2016, p. 78.
9
Jacques, Lacan: Seminario 6: El deseo y su interpretación. (1958-1959), Primera edición, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Paidós, p. 371.
“Dentro de la vida anímica de aquellos, sólo una corriente no había reconocido
la muerte del padre; pero existía otra que había dado cabal razón a ese hecho: coexistían,
una junto a la otra, la actitud acorde al deseo y la acorde a la realidad. En uno de los
dos casos esa escisión paso a ser la base de una neurosis obsesiva de mediana gravedad;
en todas las situaciones de su vida el joven oscilaba entre dos premisas: una, que el padre
seguía con vida y estorbaba su actividad, y la contrapuesta, que tenía derecho a
considerarse el heredero del padre fallecido.”10
10
Sigmund Freud: Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los
neuróticos (1913), en Obras completas. 1a Reimpresión de 2a Edicion. V. XII, Bs. As. Amorrortu Editores,
1988, p.71.
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Es preciso considerar que la ‘enunciación’, en esto contexto, será una enunciación por venir en tanto y
en cuanto haya analista que le devuelva al sujeto su división.
En este punto, quisiera recoger un fragmento del texto “Duelo y melancolía” de
Freud citado hasta el hartazgo por los psicoanalistas, pero del cual pretendo extraer un
punto para problematizar, no sólo la idea de un duelo normal y su prescripción, sino para
destacar el carácter profundamente perturbador que todo duelo tiene para el ser hablante.
“Ahora bien, ¿en qué consiste el trabajo que el duelo opera? Creo que no es
exagerado en absoluto imaginarlo del siguiente modo: El examen de realidad ha
mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la exhortación de
quitar toda la libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una comprensible
renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una
posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma. Esa renuencia puede alcanzar
tal intensidad que produzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto
por vía de una psicosis alucinatoria de deseo. Lo normal es que prevalezca el
acatamiento a la realidad. Pero la orden que esta imparte no puede cumplirse enseguida.
Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura, y
entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico.”12
En el texto comentado, Freud define al duelo como ´la reacción frente a la pérdida
de una persona amada o de una abstracción que haga de sus veces’, sugestiva similitud
12
Sigmund Freud: “Duelo y melancolía” (1917 [1915]), en Obras completas, 2a Edición de la 14a
Reedición, Vol. XIV. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1986, p.242-243.
con el modo en que, mientras intenta discernir los modos en que el examen de realidad
puede cancelarse, define a la amentia (a esta altura del texto ya se trata de la psicosis
alucinatoria… de deseo, y no de la amentia de Meynert), en “Complemento
metapsicológico a la doctrina de los sueños”: “La amentia es la reacción frente a una
pérdida que la realidad asevera pero que debe ser desmentida por el yo como algo
insoportable”13.
En Totem y tabú, por ejemplo, Freud relata una serie de medidas protectoras que
distintas comunidades han tomado para evitar que los muertos regresen, es decir, ¡pueden
regresar! Los tabúes impiden que la sociedad entre en contacto y se contamine con los
muertos a partir de disposiciones precautorias con los familiares porque “el espíritu del
difunto no abandona a sus deudos, no deja de rondarlos durante el periodo de duelo”. El
muerto parasita al deudo que, entre la retención y el arrebato de la pérdida, recorre pieza
por pieza los recuerdos y las expectativas que lo ligan a él.
13
Sigmund Freud: “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños” (1917 [1915]), en Obras
completas, 2a Edición de la 14a Reedición, Vol. XIV. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1986, p.232.
14
La desolación del deseo es ambigua, puesto que refiere tanto a lo arruinado como a lo vacío. A partir
de Freud, “el mundo se ha vuelto pobre y vacío”, podemos considerar que, en el duelo, pobre y vacío no
nombran dos momentos idénticos.
realidad de su veredicto, no por ello la ausencia de la persona amada es otra cosa que una
ausencia, de allí que en el extremo de la renuencia esté la psicosis alucinatoria de deseo
evidenciando el carácter profundamente problemático que la realidad tiene en el duelo,
pero también los espectros, pseudoalucinaciones, las visiones, los sueños, el acting out –
como se mencionó al comienzo – en suma, modos de diálogo de los cuales no se pretende
hacer un catálogo, con lo que está sin decidirse entre un más acá y un más allá. Es más
bien la realidad la que se pone a prueba por el duelo y sus fenómenos, puesto que ya no
hace de pantalla a lo real que velaba la persona amada.
En este sentido, la renuencia es el aspecto más prolífico del duelo, el lugar por
donde, en un análisis, la desmentida muestra el hilo del cual cada quien podrá tirar para
encontrar el modo de concebir su pérdida en los terribles momentos de discontinuidad e
intermitencia del duelo, concepción que se gesta entre el momento de la ausencia – del
muerto como desaparecido – y ese segundo tiempo de su escritura como falta que
inaugurará la pérdida en el primer tiempo sólo en algunas ocasiones. La falta escribe la
ausencia como pérdida. Esa falta advendrá como una invención del enlutado.
La mamá de F.16 se quitó la vida cuando él tenía un poco más de veinte años.
Tiempo después llegará a análisis por un enojo incesante con su novia que dificulta la
convivencia. En el transcurrir de las entrevistas, F. advierte con asombro que reproduce
escenarios de enojos muy parecidos a los que montaba su madre con quienes la rodeaban:
la misma severidad, los castigos, las venganzas domésticas. La ausencia de su madre es
una presencia diaria en la tristeza que lo tiene atribulado, una herida abierta;
cotidianamente habla con ella en charlas imaginarias y un temor sombrío amenaza el paso
durante los meses “malos” que llevan fechas luctuosas que lo atormentan más aún.
15
Jacques, Lacan: Seminario 10: La angustia. (1962-1963), Primera edición, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Paidós, p. 155.
16
El sueño relatado a continuación y el material asociativo fue extraído de un pasaje del libro de Fochi.
Después de un periodo de separación de su novia, F tiene una relación amorosa, que lo
entusiasma, con otra chica. Durante ese tiempo sueña:
Luego asocia:
Ese sueño que vía la desmentida parece retener un objeto construido al modo del
fetiche, deteniendo la imagen en el momento previo al horror, ese sueño que retiene viva
a su madre, llama a que coloque su rúbrica, a que una pérdida se escriba a nombre propio;
la devuelve a ella y le devuelve a él, su propia muerte.
Los duelos, podemos decir, impiden que los muertos regresen anudando la historia
entre lo perdido, su presencia reforzada por la ausencia y la renuencia ante esa ausencia
porque no se sabe qué hacer con la presencia de algo que no es aquel que se fue sino otra
cosa: sus restos. No sólo sus restos cadavéricos, sino sus restos de goce, su vida inacabada,
las hilachas de su amor, la voz en pequeñísimos ecos desvanecientes. En suma, ese resto
que ya no es humano, pero que pertenece sin embargo a este mundo. “Este ‘resto’, ¿será
el mundo mismo?”17.
“Todo eso había sido arrancado de ella y las raíces se habían muerto: no había
modo de transplantarlas a días nuevos. Metió los zapatos en una caja. Si habían hecho
eso con la madre, ¿por qué no hacerlo con un par de zapatos crueles? Imaginó vidas
como si se pudiera elegir. La diferencia entre una vida real y una imaginada, pensó, es
que la real se mueve sola y a la otra hay que ir arrastrándola como a un carro, a fuerza
de ponerle detalles aquí y allá y no abandonarla nunca.”18
17
Anne Dufourmantelle: Entre vivos y muertos, en “La mujer y el sacrificio. Desde Antígonas hasta
nosotras”, 1a Edición, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Nocturna Editora, 2022, p. 20.
18
Alejandra Kamiya: El sol mueve la sombra de las cosas quietas. En ‘Un círculo pequeño’. 7ma
Reimpresión, Buenos Aires. Bajo la luna, 2022.