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UNIDAD 3
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ÍNDICE
OBJETIVOS ESPECÍFICOS ........................................................................................................................... 4
INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................................... 4
1. ELEMENTOS BASE EN LA ELABORACIÓN DE DEFINICIONES DEL MALTRATO INFANTIL................................. 5
1.1. PERSPECTIVA EVOLUTIVA .................................................................................................... 7
1.2. FACTORES DE VULNERABILIDAD ......................................................................................... 9
2) FACTORES EN LOS PROGENITORES O FIGURAS A CARGO DEL CUIDADO: ........................ 11
3) FACTORES RELACIONALES: ................................................................................................ 12
4) FACTORES AMBIENTALES: ................................................................................................. 13
1.3. EFECTOS O CONSECUENCIAS ............................................................................................ 14
2. CARACTERIZACIÓN Y DIMENSIÓN DE TIPOLOGÍAS DEL MALTRATO INFANTIL .......................................... 16
3. DEFINICIONES PSICOSOCIALES ......................................................................................................... 17
COMENTARIO FINAL .......................................................................................................................... 19
REFERENCIAS........................................................................................................................................ 20
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ELEMENTOS BASE Y TIPOLOGÍAS DEL MALTRATO INFANTIL
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
• Analizar las perspectivas teóricas relacionadas con el maltrato infantil considerando
elementos base, tipologías y definiciones psicosociales de dicho fenómeno.
INTRODUCCIÓN
La aceptación del maltrato infantil como realidad social, ha sido el resultado de un extenso
proceso de revisión y crítica hacia aquellas representaciones y creencias que dificultaban el logro
de una “conciencia social” de dicho fenómeno a nivel de la comunidad. Este reconocimiento
social, ha ido acompañado de la observación y el análisis de diversas disciplinas las que, desde sus
ámbitos de especificidad han entregado distintas definiciones y conceptos del maltrato infantil.
De tal contexto: “No existe una definición única de maltrato infantil, el concepto ha ido
evolucionando en la medida que se va conociendo más del fenómeno, ampliando sus
manifestaciones y evaluando su impacto” (Larraín y Bascuñan, 2008, pp.8).
La consideración que el maltrato o violencia puede adquirir formas nuevas e inesperadas, plantea
como desafío a la sociedad responder a nuevas propuestas y mejores planes de acción, que sean
actualizados y consistentes con las dinámicas propias de la temática. Por lo tanto, describir las
bases que participan en la definición del maltrato infantil, distinguir sus tipologías y describir los
elementos que configuran las diferentes situaciones presentadas, conlleva una tarea de suma
relevancia por cuanto posibilitará la mejor y más oportuna toma de decisiones ante aquellas
experiencias maltratantes que afecten a niños, niñas y/o adolescentes.
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1. ELEMENTOS BASE EN LA ELABORACIÓN DE DEFINICIONES
DEL MALTRATO INFANTIL
El Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud (2002) define violencia como:
“El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno
mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas
probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo
o privaciones.” (Krug, Mercy, Dahlberg y Zwi, 2002, pp.2).
Diversas son las formas que puede adoptar la violencia y donde esta puede llegar a tener lugar: la
familia, la escuela, las instituciones, los conflictos armados, etc. Esto lleva a considerar que la
violencia puede manifestarse en los más diversos entornos, siendo una experiencia compleja y
difícil para quienes la sufren y, por lo cual, se parte de la base que ninguna forma de violencia
contra niños, niñas o adolescentes es justificable.
Desde el lenguaje corriente pudiera entenderse la violencia como daño físico y/o daño intencional.
Sin embargo, desde el Comité de Derechos del Niño (Observación general nº 13. Derecho del niño
a no ser objeto de ninguna forma de violencia) 1, queda sentado inequívocamente que la elección
del concepto violencia involucra las formas no físicas y no intencionales de daño (descuido, malos
tratos psicológicos, entre otras).
Teniendo claridad que la violencia atenta contra todo derecho humano, desde la perspectiva de
los niños, niñas y adolescentes, la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas en
su Artículo 19 número 1, los estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas,
administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de
violencia, perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o
explotación, mientras que el niño se encuentre bajo la custodia de sus padres, de un
representante legal o de cualquiera otra persona que lo tenga a su cargo 2.
1
Enlace a texto completo de la Observación General nº 13:
http://www2.ohchr.org/english/bodies/crc/docs/CRC.C.GC.13_sp.pdf
2
Enlace a texto completo de la Convención sobre los Derechos del Niño:
http://www.iin.oea.org/convencion_sobre_los_derechos_del_nino.htm
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Según estos principios o filosofía, todo lo que se haga (acción), se deje de hacer (omisión) o se
haga inadecuadamente (negligencia) provocando un daño y/o privación al niño, niña o
adolescente, perjudicando su desarrollo estando al cuidado o a cargo de un adulto, será una
situación considerada en la categoría de violencia o maltrato.
Este abuso de poder provoca aflicción a aquellos niños y niñas víctimas que, muchas veces, se
expresa por medio de las huellas físicas o emocionales de daño, las que pueden llegar a provocar
graves consecuencias.
Desde esta perspectiva, el maltrato surge de lo opuesto a la idea del “buen trato”, es decir, cuando
se transgrede el bienestar y la salud de niños, niñas o adolescentes y estos quedan en una posición
de desventaja, es decir, subordinados al abuso de poder de aquellos adultos que los maltratan o
violentan.
Para definir una situación como “maltrato” será importante considerar los siguientes elementos:
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herramienta de observación que permite hacer la conexión entre la aflicción que puede estar
viviendo un niño y la vivencia maltratante.
En este sentido la función del que cuida, protege y educa debe contar con la suficiente plasticidad
estructural para que la respuesta a las necesidades del niño sea ajustada a lo que este precisa para
su adecuado desarrollo. La familia, la escuela y la sociedad en general, son pilares fundamentales,
marcando elementos claves en la evolución que puede tener el desarrollo de un niño o niña.
En los estudios evolutivos sobre el desarrollo humano es muy habitual que se encuentren diversas
tipologías en las que se diferencian las necesidades que puede presentar un niño según su etapa.
No obstante esto, se advierte que, aunque aquello facilita sin duda la mejor comprensión, no
puede olvidarse que el desarrollo humano requiere ser comprendido como un continuo vital y en
articulación con el contexto sociocultural en el que se sitúa.
Haciendo esta aclaración y con fines pedagógicos se describen a continuación las principales
características presentes durante las etapas evolutivas de la temprana infancia, etapa preescolar,
etapa escolar, preadolescencia y adolescencia.
Temprana infancia. La temprana infancia se constituye como una etapa caracterizada por
diversos procesos de adaptación y ajustes. En este contexto, es
(Período
importante considerar que la etapa de infancia comprenderá cambios
comprendido entre 0
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y 2 años). muy rápidos tanto desde el punto de vista físico, como desde las
funciones propias de su desarrollo. En el segundo año de vida, el niño o
niña, debe ser capaz de desplazarse, identificando el mundo que le
rodea; el inicio del caminar le posibilita la maduración de la conducta
asociada al “no”, es decir, a oponerse o desobedecer. Al concluir el
segundo año de vida, en condiciones normales, se estrena el control de
esfínteres ámbito que, sin duda, constituye una de las tantas
expresiones que seguirán más adelante y que contribuyen a este
sentimiento de “conquista” de autonomía. De tal situación, en esta
etapa, según así lo describe Ángeles Cerezo (2012) es tan importante
aplicar instrumentos preventivos de primer orden desde profesionales
de la salud y que permiten conocer aspectos relacionados a que se estén
cumpliendo tareas relacionadas con la adecuada alimentación,
mantención de un peso y desarrollo psicomotor acorde a lo esperado.
Desde el punto de vista psiquíco, el bebé comienza a desarrollar formas
de autoconocimiento de sí mismo como alguien diferente al otro, por lo
mismo, en esta etapa no es extraño que un niño, mirándose al espejo,
toque su nariz, cabello o cara; o bien manifieste expresiones de sorpresa
ante su reflejo o gestos.
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funciones psiquícas acompañada de una total búsqueda de actividad
vital (es muy atractivo en esta etapa la búsqueda de actividades que
impliquen fuerza, riesgos). Es muy propio de esta etapa, las iniciativas de
coleccionar objetos e incorporarse a grupos de camaradería. Un aspecto
destacable en esta etapa es considerar las características externas, como
un aspecto que “define a la persona”. Así es como en esta etapa
abundan los sobrenombres y, por otra, la propia autovalía se vuelve muy
dependiente de la apariencia “externa”.
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Necesidades fisiológicas básicas. • Existir y contar con buena salud.
Teniendo presente este marco de necesidades que posee todo niño o niña, se puede sostener que
hay ciertos factores que pudieran hacer a un niño o niña más vulnerable a los malos tratos. A esto
se le llaman factores de vulnerabilidad predisponentes y que, en definitiva, buscarán dar respuesta
a la pregunta sobre ¿qué factores pueden condicionar y desencadenar el maltrato?
Diversos autores han abordado la relevancia de detectar estos factores de vulnerabilidad y que, en
síntesis, se pueden consignar como los siguientes:
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- Edad.
- Prematurez o malformaciones.
- Llanto fácil; problemas de alimentación.
- Hospitalización temprana prolongada.
- Presencia de discapacidad física, psíquica o patológica.
- Mal rendimiento escolar; fracaso o repitencias; deserción,
http://www.eduglobal.cl/wp-
content/uploads/fotos/Ni%C3% desinterés o rechazo por el aprendizaje.
B1os-felices1.jpg
- Problemas de comportamiento, sea este evasivo, disruptivo o
confrontativo frente a las normas y a la autoridad; retrasos en
desarrollo y otros que hacen difícil la crianza. Problemas con los
pares.
Fuente: Colombo, De Agosta y Barilari (2008); Minsal (2013); Romero, 2010; y Valdivia (2002).
Al respecto, Cerezo (2012) hace referencia a que en la primera etapa de la vida infantil de niños o
niñas menores de dos años, un 60% de las muertes de estos, ocurren por conducta abusiva por
parte de alguno de los progenitores o cuidadores y un 50% se ve afectado por daño permanente
sobre todo por lesiones en la cabeza. La misma autora destaca que en el primer año de vida,
generalmente los primeros seis meses, el llanto puede ser un precipitante y un estímulo de
aversión para algunos de los cuidadores. Es habitual que estos recurren a conductas como
lanzarlos contra la cama o taparles la boca, lo que precipita, en definitiva, una escalada de
violencia que puede llegar a situaciones de alta gravedad para un niño. Los problemas de
alimentación también pueden ser un factor de riesgo, en específico si existe bajo peso ya sea por
datos concretos que indican dicho déficit o por ansiedad de la madre y percepción subjetiva de
esta que su hijo no sube de peso en nivel suficiente. Aquí la complejidad de la situación está dada,
porque muchas de las conductas de los cuidadores incrementan la dificultad alimentaria (forzar a
comer apretando la nariz, hablando fuerte o gritando al niño, uso del zamarreo o acercamiento
brusco de la boca del niño al alimento).
Cabe agregar dentro de las características individuales la referida por Cielo Nury Romero (2010)
en que da cuenta de la visión pesimista o autoconcepto negativo que pueda experimentar un niño
o niña y que le lleva a manifestar sentimientos de tristeza, temores, preocupaciones de manera
constante.
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a las indicaciones médicas.
- Depresión posparto.
- Dificultades para establecer vínculo con el recién nacido.
- Existencia de expectativas poco realistas o erróneas respecto del
desarrollo de un niño o niña.
- Rigidez en los estereotipos asociados al género.
Es importante destacar que la sensibilidad parental es una de las cualidades centrales para poder
lograr acompañar el desarrollo de un niño de manera suficientemente nutricia. Esa capacidad de
empatizar con las necesidades de un niño o niña, es lo que, en definitiva, permite asegurar que la
respuesta sea conveniente, consistente y contingente a lo que un niño o niña precisa. De tal
situación, la insensibilidad impide por una parte estar atento a las señales y, con ello, percibirlas
en forma adecuada; dificulta su interpretación y al final interfiere en la posibilidad de reacción y
toma de decisiones adecuadas. Sin duda, la capacidad de empatizar estará ligada siempre a la
ausencia o presencia de vinculación afectiva entre padres o cuidadores del hijo. En este sentido y
como refiere Romero (2010) la debilidad de vinculación afectiva entre padres e hijos y la
percepción negativa de este por sus cuidadores serán factores que aumentan el riesgo del
maltrato.
3) Factores relacionales:
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altos-indices-de-violencia- - Crisis causadas por eventos vitales estresantes agudos
intrafamiliar-e-interpersonal/
(separación, encarcelamiento, duelo, etc.).
A nivel relacional destaca como factor de riesgo la escasa red afectiva que pudiera presentar un
niño o niña y que les lleva a manifestar muchas veces que “no tienen personas que los quieran”.
4) Factores ambientales:
http://bienestar.salud180.com
/salud-dia-dia/carrera-contra-
la-violencia
Considerando la realidad nacional, en el último estudio realizado por la Unicef (2012) sobre el
maltrato infantil, se identificaron como factores centrales de vulnerabilidad:
Consumo
excesivo de
alcohol en el
hogar
Dependencia de
establecimiento
educacinal
La existencia de
agresión entre
los padres
En términos estadísticos se consignó que niños y niñas que sufren algún tipo de violencia tenían
mayores porcentajes de padres que peleaban hasta golpearse y que en aquellos que eran víctimas
de violencia grave, el porcentaje de padres que agredían alcanzaba el 29,8%, cifra seis veces
superior al 5% de los niños y niñas que no vivía violencia. En cuanto a la embriaguez de los padres
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como factor de riesgo, se encontró que los niños y niñas que sufrían violencia vivían en un mayor
porcentaje con alguien que se emborrachaba dos o más veces al mes y un 36,8% de los que eran
víctimas de violencia física grave, vivía con alguna persona que se emborrachaba más de dos veces
al mes.
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Al respecto, se le invita a leer y reflexionar sobre el siguiente caso:
Una familia conformada por ambos progenitores y sus dos hijos de 7 y 3 años de
edad. El hijo de siete presentaba un bajo rendimiento escolar, su comportamiento
en el aula era generalmente disruptivo, tenía problemas para concentrarse y
respetar normas, lo cual lo llevaba a ser objeto de llamados de atención
constantes con las consiguientes anotaciones escolares. Le indicaron derivación a
un neurólogo, quien le indicó un tratamiento por diagnóstico de déficit atencional
con hiperactividad. La ausencia de cambios desde el punto de vista conductual,
significó en varias ocasiones citaciones a los apoderados con el fin poder informar
de las dificultades de adaptación que estaba presentando el niño. Era habitual que
tras las reuniones, a las que asistía el padre, el efecto seguido era el ejercicio de
castigo físico desde el padre hacia el hijo. Los castigos consistían en zamarreos,
dejarlo sin comer y acostado hasta el otro día. La madre no intervenía, temía ser
agredida por el progenitor de sus hijos dado que había sido víctima de graves
hechos de violencia años atrás. Los hechos de malos tratos hacia el hijo se
repitieron por el padre de manera prolongada, hasta que a sus ocho años de edad,
el hijo sufre un desmayo en el aula de clases, siendo llevado de urgencia y en la
que por los signos médicos presentes, se abre hipótesis de maltrato por hipoxia
producida ante constantes zamarreos.
Fuente: Caso clínico. Equipo especializado en atención a víctimas de violencia física y sexual.
Casos como este dejan al descubierto, en muchas situaciones, que el maltrato se ve reforzado por
el silenciamiento de la familia, en otras, por la incredulidad o negación a que ocurra un hecho de
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tales características, dependiendo del reconocimiento de su existencia muchas veces,
fundamentalmente, de los observadores. Desde el caso específico, la respuesta a las conductas del
niño, aparecen más bien reducidas a un trastorno del comportamiento, no abriéndose otras
eventuales hipótesis, de lo contrario esto emerge solo ante el hallazgo médico clínico que
posibilitó “la realidad del maltrato se haga patente”.
En nuestra sociedad, se puede ser testigo de muchas historias en que los malos tratos hacia niños
se han producido de manera repetitiva y la interrupción del mismo se ha visto enlentecida.
Dependiendo de uno u otro punto de vista, el maltrato adoptará una tipología determinada, la que
se describe como:
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Según el momento en el que se produce, se le ha caracterizado
como prenatal y posnatal, concibiéndose como aquel maltrato
acontecido antes y después del nacimiento, respectivamente.
Al respecto, Soledad Larraín & Carolina Bascuñan (2008) consideran como elementos importantes
de considerarse en cada una de las definiciones según tipología de maltrato los siguientes:
• Maltrato físico: será considerada como maltrato físico toda acción de tipo física realizada de
modo voluntario y que provoca o puede provocar lesiones físicas en un niño o niña.
• Abuso sexual: toda conducta por medio de la cual un adulto usa a un niño o niña para lograr su
propia estimulación o placer sexual.
3. DEFINICIONES PSICOSOCIALES
El sistema abusivo que caracteriza a las expresiones de maltrato en cualquiera de sus formas, se
da en un contexto social que, en definitiva, lo admite y lo justifica. Considerando la complejidad de
esta realidad es que, la perspectiva psicosocial permite considerar distintos niveles de análisis a
este fenómeno, por cuanto considera la perspectiva del individuo; del microsistema al cual este se
adscribe; de la comunidad en la cual se inserta y los sistemas de creencias y valores del contexto
cultural más amplio que lo rodea. Cada nivel aporta un abordaje más eficiente y, por lo mismo,
queda abierta la posibilidad de conexión importante entre los distintos operadores intervinientes.
Desde esta perspectiva el Programa de Apoyo y Prevención del Maltrato (2007) plantea una
definición de tipos de violencia y grupos más afectados:
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Tipos de violencia Definición
Es importante considerar que, desde la práctica clínica, siempre se van a descubrir conexiones e
interrelaciones entre los diferentes tipos de violencia o malos tratos, situación que, obviamente,
debe llevar a no olvidar que se está frente a un fenómeno complejo. Sin duda, tener presente esto
evita simplificar y fragmentar la realidad, sobre todo ante un fenómeno que requiere tener una
mirada amplia que posibilite observar el “bosque completo”, distinguir las señales de sufrimiento y
efectuar respuestas oportunas de interrupción al daño vivenciado por un niño, niña o adolescente.
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COMENTARIO FINAL
Todo niño, niña o adolescente precisa desarrollarse en un contexto de interacciones que le
posibiliten la asunción de elementos vitales para el logro de su identidad y desarrollo personal.
Esto, sin duda, se ve interferido cuando se tejen relaciones en las que se hace uso de la violencia o
maltrato en cualquiera de sus formas y, por lo cual, es necesario considerar siempre que ningún
tipo de violencia contra un niño, niña o adolescente es justificable.
Existen diversas tipologías de maltrato y también entornos en los cuales se puede manifestar la
violencia hacia niños, niñas o adolescentes, pudiendo presentarse muchas veces una
interconexión que determina en definitiva que, muchas veces, un tipo determinado de violencia
no se presente como fenómeno único, sino junto con otros.
Tener claridad sobre las necesidades que posee todo niño, niña o adolescente según su etapa
evolutiva y de mostrarse sensible a lo que requiere un niño para su desarrollo y bienestar, puede
llevar a advertir con mayor claridad los factores de riesgo que, asociados al niño, familia o
contexto relacional, lo exponen a vivencias maltratantes. Sin duda esta capacidad para detectar
aquellos escenarios en que emergen conductas violentas es un desafío relevante al momento de
afrontar esta temática y favorece la posibilidad de convertirse en un puente de ayuda capaz de
diseñar líneas de acción adecuadas, oportunas y ajustadas en pro de la interrupción y/o detección
situaciones de violencia o maltrato.
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REFERENCIAS
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Valdivia, M. (2002). Manual de psiquiatría infantil. Guía para pediatras y médicos generales.
IACC (2015). Elementos base y tipologías del maltrato infantil. Diplomado Intervención en Maltrato
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