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Por lo que respecta a los órganos de los sentidos, tacto, olfato, vista, gusto y oído son las más

principales armas de las que disponemos los mamíferos para ocupar los más altos niveles en la
escala evolutiva, aunque su nivel de agudeza varía de unos grupos animales a otros, especialmente
en función de las condiciones de vida de los mismos. Por otra parte, algunos de ellos, además,
desarrollan otros sistemas de percepción sensorial como la ecolocalización, la magnetocepción o
la electrocepción.
El tacto está más desarrollado en los mamíferos que en otros vertebrados, llegando a
alcanzar en algunas especies suma importancia. Pelos y vibrisas amplifican la capacidad de
las terminaciones táctiles distribuidas por la superficie del organismo de los mamíferos.
Este sentido adquiere una importancia notable para muchas especies que habitan
bajo el suelo, pues encuentran pareja debido a la percepción de las ondas
sísmicas producidas por los golpes dados con la cabeza contra el techo de la galería
por otros congéneres. Así ocurre con los topos, capaces de sentir vibraciones de la
tierra circundante que les permite localizar movimientos en todos los sentidos y
direcciones.
Los elefantes acostumbran golpear el suelo con la planta de sus extremidades,
posiblemente para provocar el mismo efecto sísmico, cuyas ondas se transmiten
por el suelo, pudiendo ser captadas por otros individuos a varios kilómetros de
distancia.
Pero además el tacto es esencial para las relaciones sociales entre los individuos de
muchas especies. Los delfines se desplazan en manadas manteniendo contacto
físico unos individuos con otros mientras lo hacen. El contacto físico entre la madre
y sus crías adquiere una importancia notoria en la mayor parte de las especies,
llegando a límites extremos en el caso de los marsupiales o de
algunos placentados como las musarañas.
Por lo que respecta a la importancia que este sentido tiene en las relaciones entre
individuos, es en los primates en los que se pone más de manifiesto. La mayor
parte de las especies, sobre todo aquellas más evolucionadas, presentan un
comportamiento social con marcada estructura jerárquica, y las relaciones entre los
individuos de cada grupo se establecen y mantienen por medio de un estrecho y
persistente contacto físico consistente en acicalamientos, caricias e incluso abrazos.
La vista es un sentido de importancia secundaria en los animales que viven
enterrados llegando a tener algunas especies, como los topos, una
fina piel cubriendo los ojos. También los delfines de río, habitantes de aguas turbias,
manifiestan una notable atrofia ocular.
El campo de visión también es un factor a tener en cuenta si se quiere sobrevivir.
Los mamíferos poseen dos ojos situados a ambos lados de la región frontal de la
cabeza, y mientras que en unas especies se orientan completamente hacia delante,
en otras lo hacen lateralmente uno a cada lado de la cara. Los campos de visión de
cada ojo se superponen en mayor o menor medida, y en este espacio de
confluencia, conocido como grado de binocularidad, es donde los animales perciben
la imagen de manera tridimensional, ubicándola en el espacio
correctamente.También la existencia de un hocico más o menos prominente afecta
al campo de visión de los animales y por tanto al grado de binocularidad.
Animales como las grandes ballenas o el elefante africano, que poseen los ojos
situados lateralmente, tienen un escaso campo de visión tridimensional, mientras
que los primates, y muchas especies arborícolas como los perezosos o
los cuscús poseen los ojos situados al frente, superponiéndose el campo de visión
de ambos ojos en la mayor parte del área, de tal modo que su visión es
estereoscópica y la sensación de tridimensionalidad completa.
La visión estereoscópica está relacionada con la precisión en la coordinación de los
movimientos, de modo que se hace mucho más necesaria en aquellas especies
cuya supervivencia depende de la precisión de sus movimientos. Por regla general
es más frecuente en animales arborícolas que en terrestres, y dentro de éstos, los
predadores que tienen que fijar un objetivo en movimiento y dirigirse a él con
precisión, poseen un grado de binocularidad mayor que las presas, que sacrifican la
capacidad de visión espacial en pro de un mayor campo de visión que les permita
vigilar más eficientemente la ubicación de los predadores.
Muchas especies nocturnas o sometidos a la oscuridad de los océanos poseen una
capa de células en el fondo del ojo, conocida como tapetum lucidum, cuya finalidad
es reflejar la escasa luz recibida en el ojo para amplificar la señal que recibirá la
retina.
Resulta particularmente curiosa la existencia de órganos sensoriales capaces de
detectar las radiaciones del espectro infrarrojo que los vampiros
comunes (Desmodus rotundus) poseen alrededor de sus pliegues nasales, algo que
parece esencial pues es posible que les permita identificar la sangre de sus presas
brillando a través de la piel. También algunos félidos son capaces de procesar con
su vista el espectro infrarrojo.
Oídoeditar
La complejidad anatómica del oído de los mamíferos hace suponer la capacidad
auditiva de estos animales.
El oído de los mamíferos modernos está formado por un pliegue de piel
y cartílago llamado pabellón auditivo o pinna externa (que por lo general está bajo
cierto control muscular); una membrana timpánica relativamente pequeña, hundida
en una fosa; una cavidad llena de aire denominada oído medio que contiene los tres
huesecillos del oído medio; y el oído interno, incluyendo una espiral llena de fluido
llamada cóclea.
El sonido que incide sobre la membrana timpánica la hace vibrar. Las vibraciones
son recogidas por el más exterior de los huesecillos del oído medio, el martillo , el
cual tiene un proceso manubrio) que contacta con el tímpano. El movimiento del
tímpano transmite la vibración al manubrio y al resto del martillo, desde donde
pasan (energía sonora) al yunque y de allí al estribo o stapes. Este último hueso
vibra contra una ventana que se abre hacia el oído interno desencadenando el
movimiento del fluido que se halla en la cóclea, que es detectado por las estructuras
ciliadas y enviado al cerebro en forma de impulsos nerviosos.
En la práctica, la disposición del martillo, yunque y estribo funciona como un
sistema de palancas que magnifica las vibraciones recibidas a nivel del tímpano,
aumentando su amplitud a lo largo de la cadena. Las vibraciones también son
amplificadas mediante un sistema de pistón simple debido a que el área superficial
del tímpano es mayor que la de la ventana hacia la cóclea.
Como ocurre con la vista, la existencia de dos oídos, situados a ambos lados de la
cabeza, permite que pueda localizarse el punto de emisión del sonido
dependiendo de la diferencia de tiempo al sentirlo por uno u otro.
El pabellón auditivo sirve de pantalla sobre la que se reflejan las ondas sonoras que
acabarán penetrando en el oído. En los animales que habitan bajo tierra o los de
hábitos acuáticos, el pabellón es inexistente o muy pequeño, y la abertura hacia el
interior, puede está cubierta por piel o dotada de un sistema valvular, pero mientras
que para los primeros el oído resulta ser de importancia secundaria debido a la
dificultad que las ondas sonoras tienen para propagarse efectivamente por la tierra,
los que habitan mares y ríos, particularmente los odontocetos (delfines) emplean el
agua como un medio de difusión acústica consiguiendo transmitir la información a
distancias que resultan imposibles a través del aire.
Otros mecanismos de percepción sensorialeditar
Otras especies además, parecen poseer capacidades hipersensoriales para
desenvolverse en el hostil mundo que les rodea. Cómo orientarse en medio de
un laberinto tridimensional de túneles sin poder valerse de marcas visuales es otro
de los problemas que han tenido que eludir los animales que habitan bajo tierra.
Experimentos en laboratorio han puesto de manifiesto en varias especies que si se
les modifica el campo magnético, cambian la ubicación de los nidos dentro de
la galería situándolos exactamente con la misma orientación que tenían antes de
girarlo.
Por otra parte, recientemente se han aislado por primera vez en cerebros de
mamíferos, estructuras neuronales especializadas en la recepción magnética, ya que
ni la vista, ni el olfato, ni el oído son de mucha utilidad en este medio en el que,
por otra parte, tampoco son abundantes los recursos alimenticios.
El olfato desempeña un papel dominante en muchos aspectos de la ecología de los
mamíferos, incluyendo la alimentación, el apareamiento y la comunicación social.
Muchos mamíferos utilizan feromonas y otras señales olfativas para comunicar la
información sobre su estado, territorio, identidad o estado reproductivo del
individuo o del grupo; tanto entre individuos de la misma especie como de
especies distintas.
Estas señales proceden de la orina, las heces, o de secreciones producidas
por glándulas específicas.
Algunas especies además, como ocurre con las mofetas (Mephitidae) utilizan estos
recursos como métodos defensivos contra posibles predadores especialmente
sensibles a determinadas sustancias químicas.
Por regla general, la capacidad auditiva de los mamíferos está bien desarrollada,
llegando en algunas especies a ser el más importante de los órganos de los
sentidos. Algunas especies, sin embargo, disponen de una capacidad auditiva
mermada como es el caso de las musarañas.
Además, muchas de las especies de la clase tienen capacidad vocal, esto es que son
capaces de emitir distintos sonidos con significados concretos. El hombre (Homo
sapiens) es la especie que más ha desarrollado este aspecto. Pese a esto,
paradójicamente, la especialización ha dado lugar a la incapacidad de comunicarse
vocalmente entre individuos de la misma especie, por el desarrollo de diferentes
idiomas.
La comunicación oral es usada en multitud de situaciones: la comunicación habitual
entre madres e hijos, entre compañeros de grupo o incluso parejas eventuales, y
además en numerosos contextos sociales como puede ser para comunicar la
identidad del individuo o del grupo, alarmar de la presencia de depredadores,
agresiones directas, defensa de territorios, así como en el cortejo y otros aspectos
de la reproducción.
Los mamíferos también perciben su ambiente a través de sensaciones táctiles tanto
en el pelo como en la piel. Existen además pelos especializados (las barbas, bigotes
o más correctamente vibrisas) con una función sensorial, que permiten a un animal
saber cuándo está en contacto con un objeto en su ambiente externo.
La piel es también un importante órgano sensorial, con porciones de la misma
especialmente sensibles a los estímulos táctiles, ayudando en funciones específicas
como la alimentación, como es el caso de los dedos de los primates o
los tentáculos nasales del topo estrellado.
El tacto también tiene muchas funciones relacionadas con la comunicación, y se
asocia a menudo al comportamiento social como ocurre en el cortejo de muchas
especies, entre ellas el hombre.
La visión está bien desarrollada en una gran cantidad de mamíferos, aunque en
algunas otras es secundario o casi nula como ocurre en el caso de los animales
subterráneos, acuáticos o voladores.
Muchos animales nocturnos tienen ojos relativamente grandes, bien desarrollados.
La visión puede ser importante en la alimentación, los desplazamientos, el control
horario o estacional, la comunicación, y casi todos los aspectos
del comportamiento y de la ecología de los mamíferos

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