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Ha pasado ya un año del inicio de la “operación especial” iniciada por el enemigo de los

nazis, don Vladímir Vladímirovich Putin, zar de todas las rusias. Ya se acaba el invierno en
el hemisferio norte y toda presagia que lamentablemente la guerra (disculpe don Vladímir,
las cosas por su nombre) continuará por largo rato.

Nada nuevo por cierto. Las guerras son más fáciles de empezar que de terminar y esta no
será la excepción.

Pero empecemos por el principio. Allá por febrero del año 2022, don Vladímir decidió que
el crecimiento de la ultraderecha en Europa era insoportable. No le faltaba razón: La
ultraderecha estaba creciendo prácticamente en todas partes: Francia, Italia, Suecia,
Hungría, etc.

Pero, dónde este crecimiento de la ultraderecha le resultaba realmente inaceptable,


alienante e intolerable era en el caso de la vecina nazijudeo-ultraderechista Ucrania, país
del que, en el año 2014, ya se había embuchado el estratégico territorio de Crimea. Sin
embargo, los ucranianos no escarmentaron y siguieron eligiendo líderes que a don
Vladímir no lo convencían.

Así planteadas las cosas, el señor Putin inició la “operación especial” (que más de un año
después se niega a llamar guerra) con el objetivo de “desnazificar” a los vecinos
ucranianos quienes, lejos de agradecerle sus buenas intenciones le tiraron al ejército ruso
con todo lo que tenían. Evidentemente, después de que los rusos anexaron Crimea, los
ucranianos habían adivinado que el hambre de Putín no se saciaría fácilmente y pidieron a
Occidente entrenamiento, armas y financiamiento para combatir el expansionismo ruso.
Vladímir y su ejército insistieron llevando la protección de los ucranianos más allá de sus
desviaciones ideológicas, por ejemplo: cuidándolos del riesgo de electrocución y de
sofocación con el sencillo procedimiento de privarlos de electricidad y de calefacción.

En ese momento apareció el primer cambio manifiesto: Visto que pese a todo, los
ucranianos eran difíciles de convencer, don Vladímir cambió el beneficiario de la “operación
especial”. Para agosto/septiembre la cuestión principal dejó de ser el mal gusto de los
ucranianos que elegían nazis como gobernantes y pasó a ser el apoyo a los grupos ruso-
parlantes del este de Ucrania que oportunamente habían decidido convertirse en parte de
Rusia. En efecto, dos o tres territorios -casualmente en poder del ejército de Putin- se
percataron que su corazoncito estaba en la patria de Solzhenitsyn, Korchnoi y Nureyev
(todos ellos encarcelados o emigrados pero esa es otra historia) y así lo demostraron en
sendos plebiscitos donde el 102% de los votantes apoyó la idea de ser parte de la Gran
Madre Patria Rusa.

Esto no disuadió a los ucranianos que -envalentonados y bien armados- siguieron


luchando y demostrando al mundo que los verdaderos tigres de papel eran los herederos
del glorioso Ejército Rojo.
Entonces, don Vladímir y sus secuaces volvieron a cambiar de opinión: La “operación
especial” pasó a ser la defensa de Rusia amenazada por la guerra. Ya no se trataba de los
nazis que gobernaban Ucrania ni de las ambiciones independentistas de las regiones
rusoparlantes sino -ni más ni menos- de la supervivencia de Rusia.

Lamentablemente Don Vladímir está fallando al explicar este último giro argumental.

Aunque no caben dudas de que el amigo Zelensky no es nazi, debemos conceder que, en
el mundo, la ultraderecha ha crecido. Tampoco caben dudas de que existen ciudadanos
pro-rusos en el oeste de Ucrania. Es decir: Las primeras excusas para justificar el
expansionismo ruso al menos tenían un mínimo de racionalidad. Pero declarar que Rusia
está en peligro no tiene el menor asidero. ¿Porque Rusia estaría amenazada por Ucrania,
un país con la cuarta parte de su población, la décima parte de su territorio y al que le
lleva una ventaja de 5000 cabezas nucleares? ¡No parece muy convincente!

Cuando falten certezas y razones, siempre queda el discurso así que los pro-rusos del
mundo están poniendo el grito en el cielo protestando porque ”Otra vez hay tanques
alemanes en Rusia”. ¿Rusia? ¡Muchaches, miren el mapa! Los tanques de la OTAN van a
Ucrania... La única forma de sostener esto es pensando como piensa Putín: Ucrania no
existe, solo es una provincia de Rusia.

Espero que la dirigencia de Occidente haya aprendido la lección: a los psicópatas no se los
calma haciendo concesiones.

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