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SEMANARIO CIENTÍFICO, LITERARIO Y ARTÍSTICO

BSFASA COBA T PUKKTO K i e o


On año 12'50 pxas. Un año S pesos oro.
Dn semestre. . . . 6'50 > Kn el resto de América fijan el preeio
Uno Vil Número suelto. . . .
POETÜQAL
O'26 . los señores eorresponsales.
KXTRAUJBRO
Niíui. I
SuBcriclón pagadera semanalmente Un año 18 pesetas.
Cadatolmero. . . . 60 reís.

TIPO VENECIANO ( c u a d r o de Dobson)


786 LA ILÜ8TBACI0N IBEEICA

SUMARIO hizo republicano. Ya entonces era marqués, y gráfico que ha escrito del autor á que nos refe-
aumentó con esto la lista de los marqueses que rimos,—algunos poetas pensaron juiciosamente
TKXTO: Madrid, por Vernunñox.—Lamentos de un madrileño, en España han fundado ó han contribuido á sos- que la literatura dramática debe ser, más que
por Vicente Moreno de la Tejera.—/Cosas que vnelanl tener y fomentar la república. Aquí sin mar- ninguna otra forma del arte, la expresión del
(poesía), por Inocencio de Oña.—Superchería {continua- queses no puede hacerse nada. medio social en que se produce; comprendieron
ción), por Cl&iin.—Hormiguita!..., por A. Sánchez Pé-
rez.—iVoías musicales, por Antonia Oplsso.—/^a fábríca
Su amistad con Ruiz Zorrilla era tan grande que la acción puede y debe desarrollarse con fi-
(poesía), p o r Alfredo Opisso. — Mi millón, por Rodolfo como se infiere de su representación. Por su guras contemporáneas, con asuntos del día, con
Cettles.—Bibliografía, por Carlos Mendoza.—jldíói (poe- trato no parecía un revolucionario: había sido pasiones favorecidas ú hostigadas por la vida
sía), por Camilo ¥on.—Nuestros grabados.—La Anuncia- embajador y esto imprime carácter: hablaba con moderna; y entre esos poetas brilló D. Tomás
ción (poesía), por Ignacio Pérez Salazar.—io« Minas del ademán suave, con palabra mesurada, y su figu- Rodríguez Rubí.
Bey Salomón (continuación), p o r H. Ride Haggard. ra participaba de esta distinción de clase. En Rubí nació en 21 de diciembre de 1817 y
GRABADOS: Bellas Artes: Tipo veneciano. El pregón. Gira- su partido habia quienes encontraban excesiva quedó huérfano antes de cumplir los trece años.
soles y jardineras. Ilamlet y Horacio en el cementerio. su corrección. Pero su nombre respetado le caía Sus aficiones literarias le hicieron destacarse de
Granja del condado de Kent.—Juan Francisco Millet.— bien al partido. entre la juventud. Sus primeros amigos fueron
Varna.—Mausoleo del marqués de Cornuailles, en Glia- Ha muerto de sesenta y cuatro años, tal vez Campoamor y Ferrer del Río, aquel literato
zípur ^India inglesa;.—México: Vista de Veracruz desde
convencido de que la libertad reinará definiti- tan obeso del cual un escritor decía: «|No es un
los Médanos.-Montevideo; El Arroyo Mignelete. -Mo-
das. - En el florido valle.
vamente en España, pero convencido, acaso, de hombre: es un grupo!» En el Liceo, allí donde
que no la traerán los suyos.—¡ La libertad viene tan famoso logró ser Zorrilla, leyó composicio-
sola!—puede que se haya dicho al morir. Sola nes, algunas del género andaluz. D. Carlos Gar-
MADRID viene, ciertamente; pero él ha podido decir que cía Doncel y D. Luis Valladares y Garriga
con Prim y con Fernández de los Ríos y con admitieron su colaboración en obras que se re-
Moiitemar.—Santa Bárbara.—Tomás Rodríguez Calvo Asensio, y con otros muchos, contribuyó presentaron con buen éxito. Se dedicó entonces
Rubí á despejar de piedra y de lodo el camino. al teatro con entusiasmo, y en 1840 Matilde
Era el jefe del partido zorrillista, y su entie- Diez y Julián Romea estrenaron la primer co-
ftfíA gente se muere y, se muere muy de prisa. rro dará motivo para una gran manifestación. media que escribió solo: Del mal el menos. Du-
%^ El tiempo fué blando y creíamos en un otoño Con esta idea puede asociarse por medio de rante muchos años llenó el teatro con sus obras,
perpetuo: de pronto viene el frío seco, terrible, recuerdos históricos nada oportunos la función fué aplaudido siempre, y su nombre salvación
anuncio de un invierno sin piedad, y los madri- que anteayer celebró el cuerpo de artillería. La de las empresas.
leños sólo tenemos espacio para acompañar función de Santa Bárbara se ha celebrado este Desde los diez y seis á los treinta y seis años
cadáveres á los cementerios. Y los diarios nos año con mayor pompa de la acostumbrada y en Rubí vivió únicamente de su pluma. A esta edad
dicen, además, que estamos amenazados de no San Francisco el Grande. Es una función sin- las amistades le arrastraron y figuró en el par-
sabemos cuántas epidemias... Adelante... gular, que merece ser vista. No se parece á nin- tido moderado, del cual no se ha separado nun-
guna otra fiesta de la religión. ca, pues hoy mismo es conservador. Ha sido di-
I Derramemos una lágrima
á la memoria de aquel La imagen de Santa Bárbara, que se conser- putado por varios distritos. Ha desempeñado
que fué nuestro amigo, y luego... va en el Museo de Artillería, estaba sobre un Direcciones generales. Es hoy senador vitalicio
nos iremos á comer! magnífico pedestal de tres cuerpos, adornado por nombramiento real. Fué ministro de Ultra-
Como dice Serra en El Ultimo Mono. con infinidad de machetes, alabardas, fusiles y mar en el último gabinete de D.'"' Isabel I I . Fué
Y ¿qué ha de hacerse? El mundo sería inha- bayonetas. Como ia costumbre es ver á las san- también director en el Teatro Español, cuando le
bitable si la tristeza fuese eterna. No los hom- tas entre ramos de flores, parecía que la tenían había. Por las tardes se le ve pasear con su hija,
bres peqi/eños, ni los simples ciudadanos, que prisionera. En el primer cuerpo había colocado en carruaje particular, por el Retiro y la Cas-
nada significan en el mundo ni en la sociedad, un mortero y un trofeo con banderas de todas tellana; y su aspecto reposado é indiferente
sino aquellos que han influido en la marcha de las armas é institutos del ejército. Un incrédu- manifiesta cuan satisfecho está de su pasado y
la política y de los sucesos, desaparecen y son lo podría ver allí la santificación del amor á la cuan deseoso de que se prolongase su presente
pronto olvidados. patria en la imagen de una mujer. sin conflictos ni contrariedades. Cumplió su
Así, pues, una de las celebridades á quienes Porque cierto es que la mujer no ha nacido misión: deleitó á su época; y cuando ve las
olvidaremos, por decirlo así, es un político dis- para dar muerte sino para dar vida, que reina grandes multitudes que deja atrás al correr de
tinguido, correcto caballero, hombre bien inten- por sus gracias y no por su fuerza; pero es cier- los caballos de su coche, se dice sin duda:—¡Es-
cionado, persona, en fin, altamente simpática to también que en todas las épocas ha dado tos no son los míos!—Y quizá piensa que los su-
para sus mismos adversarios: me refiero á don ejemplo de heroísmo, salvando á la patria cuan- yos vallan más que estos.
Francisco de Paula Montemar, marqués de do los hombres desmayados habían renunciado Sin embargo, muchos hay que recuerdan to-
Montemar, representante del partido republi- á salvarla. No quiero citar nombres por no abu- davía sus obras desde la primera representadas
cano progresista y de D. Manuel Zorrilla. Con sar de vuestra paciencia ni de mi erudición. por aquello.s actores y actrices que se llamaban
razón se ha dicho que caracterizaba como pocos Basta recordar, en honor del sexo llamado dé- ó se llaman Bárbara y Teodora Lamadrid, Con-
la España moderna; pero esta España moderna bil, el nombre de aquella Catalina Figueur que cepción Rodríguez, Latorre, Romea, Valero.
que ha empezado á tener canas y que deja su hizo casi todas las campañas de la República, Arjona, Calvo y Guzmán. Después de la Cruz el
levita cortada á lo miliciano para vestir la ame- del Consulado y del Imperio y en cuya hoja de Diablo, Mejor es creer, Toros y carias, M rigor
ricana democrática, que se parece cuando sale servicios puso Napoleón: «La señorita Figueur de las desdichas, La familia, Alberoni, La rueda
un poco corta á la chaqueta del antiguo traba- es un valiente.» de la fortuna, La corte de Garlos II, Borraseis
jador, y cuando se la pone vueltas de seda al Asistían la reina, las infantas, toda la corte, del corazón. La trenza de sus cabellos. El arte de
smoking del gomoso. Prim, Fernández de los toda la sociedad noble y distinguida: todo el hacer fortuna, El granfitón, son obras de diver-
Ríos, Calvo Asensio, Aguirre: estos son los Madrid que se juzga en el caso de dar honor y sos y aun contrario género, que demostraron la
nombres que se recuerdan al oír el de Montemar. recibirle asistiendo á un gran acto. Es una fun- flexibilidad de su talento. Un gran conocimien-
La Iberia, Las Novedades: estos son los títulos ción que el cuerpo de artillería celebra en hon- to de la escena y de su público fueron las cua-
de periódicos que nos hablan de aquella grande ra de Santa Bárbara y que el trono, el Gobier- lidades que le aseguraron la victoria. Era un
época de entusiasmo y fe en las ideas políticas. no, los partidos y la sociedad entera dan en hombre de su época y fué fácilmente compren-
Montemar había empezado, como casi todos honra del cuerpo de artillería. dido de ella.
los españoles, escribiendo dramas y haciéndose ¡ S. M. el cañón! Bien justificados me parecen Los tiempos, los gustos, han cambiado, y el
periodista. Sus campañas en la prensa, más que los más rendidos homenajes. poeta que entonces resultaba intencionado y
sus méritos de autor, le hicieron visible, y Los periódicos nos han sorprendido con vino brillante, hoy resulta pálido y vacío. Escribía
en 1854 fué diputado. D.^ Isabel no quiso ser de esos nombres célebres cuya celebridad ha para un público meticuloso é hipócrita.
liberal y él la combatió desde Las Novedades. pasado: nombre que recuerda una época que va Era facilísimo para el trabajo: su drama La
Vióse precisado á emigrar. Intimó con Prim y desvaneciéndose, de la cual quedarán pronto trenza de sus cabellos, uno de los que le dieron
ejerció en la revolución de Setiembre influen- sólo los datos de la historia. Este nombre á que mayor reputación, lo escribió en ocho días para
cia poderosa. Los progresistas eran antiborbó- me refiero es el de D. Tomás Rodríguez Rubí. ganar un caballo que le apostó Romea, pues es-
nicos, pero no antimonárquicos, y dieron á Mon- Se ha dicho que estaba enfermo, si bien parece te gran actor no creía lo escribiese en tan poco
temar la comisión de buscar rey para España. El que mejora de su enfermedad. Pues también éste tiempo.
fué á Italia, el país de las hermosas estatuas y era poeta,—nos hemos dicho;—también gozó Se me olvidaba decir que Rubí es académico
de los buenos reyes constitucionales. Convenció de ruidosísima popularidad, también su nombre de la lengua.
al caballeresco D. Amadeo, pintándole á los es- era el eco de todas las noches literarias y tea- Y, á propósito, mañana es una gran recepción
pañoleri con un bello colorido ¡ay! por desgra- trales. Pero han pasado años y años sin que su en la Española.
cia muy diferente de la realidad. Así pudo nombre haya aparecido sino es en la Gaceta Recibe la medalla D. José de Castro y Serra-
apreciarlo el rey luego cuando renunció al cetro para hacerle honor de alguna merced oficial. no, el gran prosista, el sano pensador y el narra-
de las Espafias, dichoso por abandonar á sus in- El que no haya de morirse de esta enferme- dor amenísimo.
gobernables súlDditos. Montemar le acompañó en dad no debe ser motivo para negarle recuerdo Como la ILUSTRACIÓN IBÉRICA en uno de sus
el viaje de retorno como en el de venida. No y aún alabanzas: esta costumbre de no elogiar próximos números publicará su retrato, para
sabemos cuáles serian las conversaciones de sino á los muertos es lamentablemente estéril. entonces dejo dar cuenta de suceso tan fausto
ambos. El hecho es que Montemar, desesperan- Cuando pasó el romanticismo,—dice Jacinto en el mundo de las letras.
zado de encontrar más reyes para España, se Octavio Picón en el buen estudio crítico-bio- FERNANFLOR
LA ILUSTRACIÓN IBEKIÜA 787

¡COSAS QUE VUELAN! Hemos prescindido de todo lo que es serio. todo esto adornado con una música primitiva,
Tenemos en el Teatro Español una buena de soporífero compás, falta de originalidad y
compañía dramática: Vico y Ricardo Calvo... siempre sobre el mismo tema: á esto queda re-
Ya los conocéis: Vico, el gigante de nuestra ducido el teatro.
escena... Ricardo, el heredero legítimo de las Después, estas insoportables canciones, espe-
¿Ves cual se aleja entre revueltos giros, glorias de Rafael. cie de aleluyas musicales, son cantadas por los
dejando tu amorosa compañía? Y ¿lo creerás? El Teatro Español está de- ciegos, por las criadas, por los muchachos... Las
Ya volver hacia ti nada le haría, sierto. tocan los organillos... Es un sonsonete que os
)ii lágrimas ardientes ni suspiros. Ni aun regalando las localidades consigue la persigue á todas horas y por todas partes.
El pájaro es asi: no le aprisionen, empresa una regular entrada. ¡Oh influencia del arte moderno!
ni tenerlo ambiciones, En la Opera tenemos buena compañía, exce- Será en vano que busquéis en los templos
que á lo mejor nos deja; lente orquesta. Las obras ofrecen un conjunto del arte Ifi nota artística,
pues, sintiendo nostalgia de otro cielo,
isin compasión se aleja,
sumiéndonos en hondo desconsuelo.

II
[ Hoy lloras el desdén del inconstante!
Cual el pájaro huyó tu ingrato amante.
Ya te he dicho otra vez en mis lecciones
que cual las aves son los corazones.
Aunque feliz y amado,
hoy ingrato ha partido:
tu tristeza y dolor echando á un lado,
relegará tu amor pronto al olvido.
Mas... no llore.«, Inés: es tan preciso
que nada sea eterno,
que, aunque tingarnos cerca un paraíso,
por variar nos vamos al infierno.

111
¿Que á nadie, Inés, en tu dolor igualas?
¿(¿ue el placer so acabó para tu pecho?
¿Sabes que yo sospecho
que tiene nuestra dicha también alas?
Todos, óyelo bien, cual tú han sufrido
y tcdos pronto ó tarde se consuelan
relegando sus penas al olvido,
que siempre son y han sido
aves, placer y amor... cosas que vuelan!

INOCENCIO VK OÑA

LAMENTOS DE UN MADRILEÑO

Sr. D. Alfredo Opisso


Yo no sé, mi querido amigo, si en esa culta
capital del Principado se observará esta com-
pleta degradación del gusto artístico que por
aquí lamentamos los que al arte venimos con-
sagrando nuestros desvelos.
Dos años hace que no tengo la satisfacción
de pasear por esa hermosa Rambla, por el so-
berbio Ensanche, de visitar vuestras fábricas,
muestras asombrosas de la actividad humana; JUAN FRANCISCO MILLET (retrato por el mismo, grabado de Cárter)
de abarcar desde las cumbres del Tibidaho el
espléndido panorama de la Naturaleza; y no sé
si en este tiempo habréis tenido el mal gusto
de entrar en la trasformación ridicula que hoy magistral. Gayarre canta como nunca, en toda i Si pasamos á la literatura, encontraremos
se tiene como de buen tono. la fuerza de sus facultades portentosas. la nota pornográfica, desvergonzada, repug-
Convengamos en que el buen tono suele no El teatro siempre lleno, porque es moda. nante...
tener, y no tiene, por lo general, sentido común. Y aquí entra lo absurdo, lo incomprensible. ; El genio, el entusiasmo, tienen que huir aver-
Celebraré que en contestación á ésta me di- Ha establecido el buen tono que sea cursi gonzados de tanta profanación.
gas que todo lo que en ella te cuento es desco- recrearse con la buena música y con el buen Y el descaro, la carcajada estúpida, se ve y
nocido en esa ciudad, porque os he tenido siem- canto. se oye en la superficie de esta sociedad ligera
pre por un pueblo serio. Y ves á los concurrentes á palcos y butacas que se mueve y se agita á compás como una
Tengo el concepto de que en Barcelona es formando tertulias, sosteniendo conversaciones... agrupación de fantoches.
serio el arte, seria la industria, seria la vida. y hasta vueltos de espaldas al escenario. Dime, por piedad, querido Alfredo, que por
Y me complace la idea de tener ese refugio Es decir que el buen tono ha prescindido de ahí no habéis llegado á esta degradación.
cuando la superficialidad de Madrid llegue á la buena educación. Y dime también que crees como yo que este
serme insoportable, lo que puede suceder si Al lado de este menosprecio del arte en su mal gusto será pasajero, que el ai-te volverá á
continuamos por este camino. expresión niás sublime, acude el público con abrirse camino, y que estos flamencos y paya-
Y no pienses que reniego de mi pueblo, ni fruición, con entusiasmo, allí donde se ponen en sos y fantoches serán derrotados en breve, como
desconozco sus ventajas. escena, no ya disparates más ó menos ingenio- los bufos en otro tiempo.
Pero, en el abigarrado y heterogéneo conjun- sos, sino las necedades más estupendas que Si el tiempo y el humor me ayudan, en otra
to que aquí forman las distintas procedencias y pueda imaginar el más tonto de los tontos. carta seguiré describiendo para tu solaz esta
costumbres, observamos una resultante que, por Ni ingenio, ni interés, ni trama, ni caracte- corte, que por sus costumbres más parece
lo mismo que afecta al pueblo que tanto ama- res, ni siquiera cuadros de costumbres. \ cortijo.
mos, ha de lastimarnos más. Una monótona exhibición de formas plásti-
V I C E N T E MORENO D E LA T E J E R A
Es, pues, el caso, mi querido Alfredo, que cas, más 6 menos postizas; unas cuantas gracias
aquí domina en todo la nota de la ligereza. chocarreras, propias de un circo ecuestre; y
Y E N D O A L T R A B A J O ( c u a d r o de MiUet, g r a b a d o de Garterl

E L S E M B R A D O R ( c u a d r o de MiUet)
EL PREGÓN (cuadro de Blandfort Fletcher)

GIRASOLES Y JARDINERAS (cuadro de G. LesUe)


790 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

fuesen en algunas circunstancias, no en las pre-


SUPERCHERÍA mucho más nuevo que el vestido de su mujer.
El atavio de ella era modesto y cursi en sus sentes, en que él se consideraba en un círculo
blancuras ajadas. Foligno parecía todo un caba- aristocrático, de personas ilustradas, discretísi-
(OOHTIRDAOIÓH) llero. Su pelo negro, corto, atusado; su bigote mas y de la más esmerada educación. Allí no se
fino y estrecho, y su mirada melosa y no sin le pedirían imposibles, etc., etc. «Las experien-
fuego, recordaron, con todo lo demás de su as- cias que acabamos de hacer eran de las más
VII
pecto, al filósofo Nicolás, la presencia elegante sencillas (Caterina había adivinado el olor de
Caterina Porena abrió, por fin, los ojos, que y simpática del galán joven de cierta compañía un pañuelo á diez metros de distancia, había
eran pardos; y Serrano, con el ansia de un ena- italiana que el invierno anterior había él visto visto la hora que era en un reloj parado que es-
morado entre una multitud, llamaba á sí, con la en Roma. En efecto, Poligno parecía un galán taba en el bolsillo de un médico, enemigo no
intensidad de la propia, la mirada de la Porena. de comedia fina, el amante de Él Demimonde, El disimulado del alcalde y que no creía en brujas,
Catalina no acababa de verle. Si andaba por allí Hijo de Goralia, ó cosa por el estilo. Interesaba etcétera, etc.). En cuanto descansara algunos
el magnetismo, ciertamente no salía de los ojos como un actor discreto y que finge ocultar bajo minutos Caterina, se entraría en una serie de
del filósofo, que, sin embargo, estaba sintiendo su frialdad y circunspección mundanas un alma experimentos algo más complicados.» Con este
cosas nuevas y fuertes que debían valer mucho de fuego, etc., etc. Por todo lo cual, á Serrano, motivo otra digresión histórica en que Foligno
más que el fluido formidable del señor alcalde, á quien apestaban los galanes de Delpit y los probaba conocer, más ó menos superficialmente,
y aun más que el fluido sutil y tramposo de Po- pensadores de por medio de Dumas, le fué desde los últimos tratados de este orden de maravillas,
ligno. luego antipático el doctor; pero con una de esas llegando á la reciente obra de Gibier donde se
habla de lapiceros que escriben solos, etc.,
etc. Aquella semierudición del charlatán
_ le picó un tantico el amor propio á Nico-
lás, sin que éste se diera cuenta de ello; y
con esto y lo otro de ser aquel guapo
mozo, marido, amante ó dueño de Catali-
na, bastó para hacerle sentir un prurito
de contradicción tan extemporáneo como
ridiculo, si bien se miraba. Esto mismo
de comprender y sentir que era ridicula
allí toda oposición á la farsa discreta del
italiano, le incitaba más á pasar á abrir
el hielo en su protesta, y conoció que si se
le presentaba ocasión haría cualquier ton-
tería para dejar corrido al sacamuelaa ele-
gante y sabihondo.
Terminado el discurso, acogido por la
ignorancia ambiente con murmullos de
aprobación, Poligno se sentó al lado de la
Porena, las rodillas tocando en las rodi-
llas. Cogió las manos de su mujer y per-
manecieron, clavados los ojos en los ojos,
algunos minutos, como olvidados del con-
curso, absortos en aquella contemplación
muda.
A Nicolás le parecieron, en aquellos
momentos, dos amantes que se lo han di-
cho todo, pero que se quieren todavía. En
la mirada de él, más fuerte, con cierto
imperio de fascinación, no todo le pareció
al filósofo fingido. Pensaba él: «Ahora
esto acaso no sea más que farsa. El mari-
do y la mujer deben de saber á qué ate-
nerse respecto al magnetismo animal y...
respecto al magnetismo del amor; pero
hay, en esa actitud sumisa y como de ven-
VARNA cida de la Porena, y en la arrogante y
cómicamente misteriosa de Poligno, como
huellas de antigua pasión verdadera; la
No era aquel momento para presentaciones, y antipatías que atraen, como una sensación amar- postura, conservada como en una fotografía
Antoñito no se cuidó de poner á su primo cara ga que provoca la insistencia. El atractivo de gastada y borrosa, de horas más lejanas de
á cara con el alcalde. Serrano se lo agradeció, aquella antipatía estaba en las relaciones de verdadera fascinación. Esta mujer debe de ha-
y, como Pedro por su casa, se fué acercando, aquel histrión con aquella mujer. «Era su mari- ber amado mucho á ese hombre: sus deliquios
entre codazos discretos, al grupo de hombres do... ó su querido... ó su amo: de todos modos hipnóticos tal vez fueran algún día una broma
más próximo á la sonámbula. Cuando creyó po- era ella cosa de él.» El filósofo atendió al discur- pesada para el público estúpido, que fué como
der verla á su sabor y de frente, con la esperan- so del doctor. Lo que decía Foligno estaba muy eunuco de esta delectación amorosa: acaso lioj'
za no confesada y confusa de que le mirase por encima de la inteligencia del público y muy mismo se burlan de todos nosotros, gozando
aquella mujer extraña, aquella cómica de lo ma- por debajo de la inteligencia y de la ciencia de todavía en lo que se dicen con los ojos; acaso
ravilloso, histrionisa de las nuevas ciencias Serrano. «Razón por la cual,—pensaba el filó- ganan el pan con los restos de una pasión si-
ocultas, sólo consiguió contemplar de cerca y sofo,—si yo discutiera con éste, si me pusiese á lenciosa y soñolienta...»
frente á frente al doctor Vincenzo Poligno, que convencerle aquí de falsario, de charlatán ilus- Pensando asi crecía en Serrano el odio á las
sintió su presencia, se volvió un poco, le miróá trado, saldría yo perdiendo. A estas gentes tie- supercherías p&eudocientíficas, y subía hasta
las niñas de los ojos, le midió de alto á bajo, y ne que sonarles todo esto á sabiduría.» Swendenborg en sus maldiciones, y acaso, aca-
apartó en seguida de él la vista con esa rapidez La voz de Foligno era de timbre suave, algo so, no perdonaba á Goethe y á Pascal, sus ído-
discreta y experimentada que se observa en los opaco. El tono, sencillo, afectaba naturalidad y j los, sus debilidades del orden milagroso ó por-
reyes ante la multitud hostil ó indiferente, y en modestia como lo que iba diciendo con facilidad tentoso. Lo que más le inquietaba era la
general en los cómicos, los oradores y cuantos agradable. Si hablaba de memoria, lo disimula- indudable superioridad de Poligoo, el dominio
tienen costumbre de ostentar en público su per- ba bien, porque parecía que se le veía discurrir. de energía, y que en algún tiempo debía de
sona. Fotigno hablaba, apoyada una mano en la Hablaba sin gran acritud, sin calor, de las fal- haber sido de seducción, que mostraba tener
silla en que aun descansaba, jadeante, su mu- sificaciones de su industria. Ya sabía él que sobre su esposa. Cuando al fin ella se quedó ó
jer; y su discurso en incorrecto español, lleno de había muchísimos charlatanes que convertían fingió quedarse dormida, ó lo que fuere, Nicolás
italianismos y galicismos, padeció casi un tro- en granjeria el fruto de la ciencia, etc., etc. Pero creyó sentir que salía de aquellos labios delga-
piezo con la rapidísima mirada dirigida al filó- fácil era de distinguir de genio y genio... Su dos y algo pálidos la brisa de un suspiro que
sofo. Estuvo á punto, el orador, de perder el mujer no hacía milagros: era una enferma, y él llevaba discretamente en sus alas invisibles un
hilo; pero un esfuerzo de atención le bastó para un estudiante humilde de la nueva ciencia. Si beso del deleite agradecido hacia los labios del
proseguir su relato científico de los progresos se presentaba ei>público, hasta en teatros, como oti-o.
maravillosos del hipnotismo. en espectáculo, era por una triste necesidad cu- Había un profundo silencio en la sala. Algu-
Era el doctor un hombre muy blanco, de cutis yos pormenores no interesaban al auditorio. nos jóvenes, de la Academia de Ingenieros
de dama, de mediana estatura, muy airoso y Además, la misma propaganda científica acon- unos, y otros paisanos, miraban con envidia al
bien formado. Su frac, de corte perfecto, era sejaba estas exhibiciones por dolorosas que magnetizador. Pensando, á su modo, algo ana-
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 791

logo á lo que cavilaba Serrano", vieron, en lo altura á que llegó como periodista; pero sé tam- gente que valga sino los partidos conservadores:
qu6 acababan de presenciar, algo que les humi- bién (no, y lo saben todos) que el verdadero al- allá Cánovas, allá Silvela, acullá Toreno; en la
llaba á ellos y debía de ser sabropo para el calde es el señor conde de Toreno. De las Aca- Academia, conservadores; en la biblioteca, con-
señor doctor italiano. El alcalde, que esperaba demias no hablaré. ¿Para qué? No hay una en servadores; en la administración de justicia, con-
su vez, se relamía saboreando ya su próximo que no constituyan mayoría la plana mayor del servadores.
contacto magnético con la hermosa rubia dor- partido de Cánovas. En los Consejos de admi- Sucede esto porque, en efecto , entre los
mida. nistración de ferrocarriles sucede exactamente liberales no hay hombres de valor, y los conser-
CLARÍN lo mismo: conservadores arriba, conservadores vadores son (como ellos suelen decir) las clases
í Sf Cfyntinn/irii) abajo, en la dirección y en la portería, entre los directoras, la parte inteligente de la sociedad.
jp
presidentes y entre los ordenanzas. En este caso no hay sino conformarse, y, como
En las oficinas del Estado, va sans diré que dice el vulgo, paciencia y barajar.
HORMIGUITAS... los conservadores preponderan, porque, como
1 ellos dicen (y creo que con razón), el emplea-
¿Es todo eso resultado de preocupaciones
que convendría desarraigar? Y, en este caso,
i do público no sirve al Gobierno: sirve al país: ¿habría para esto remedio fácil ?
Eso es, hormiguitas para su casa han sido razón convincente que lea autoriza para per- A esto solamente puedo repetir con el poeta:
siempre los conservadores. Ni los censuro por 1 manecer en sus puestos cuando mandan los
ello, ni los felicito: señalo un hecho, cuya exac-I liberales, ya que la consecuencia política y el ... Ai posten
titud nadie puede negar razonablemente, y dejo '; entusiasmo por la idea los impulsa á conti- Vardua sentemü...
al lector el trabajo poco agradable de ob-
tener consecuencias.
-•^Entiéndase, no obstante, que no me
propongo escribir ahora de política: ¡qué
he de proponermel Si menciono á los con-
servadores, no los traigo á colación como
partido político, sino como colectividad
sociológica. Y entiéndase que cuanto yo
apunte ó diga acerca de los conservado- :
res, debe entenderse dicho y apuntado de
los reaccionarios en general, los cuales,
perdóneseme lo ramplón de la frase, tie-
nen su manera de matar pulgas desde los
tiempos más remotos.
':, Allá por los años de 1867 (que con res-
pecto á la presente generación ya perte-
necen á la historia antigua), y apro-
vechando el paso por el Ministerio de
Fomento del inolvidable D. Severo Cata-
lina del Amo, se habían ido acomodando
allí, ya en un hueco, ya en otro hueco,
ahora en un negociado, después en una
portería, algunos centenares de carlistas.
Muy buenas personas, eso sí, excelentes
personas; pero que en sus rinconcitos, sin
que nadie les viese, sin que advirtiera
nadie que estaban en aquellos sitios, iban
poco á poco tirando de la instrucción pú-
blica "hacia atrás, y Dios sabe á dónde hu-
biera ido á parar aquello si el movimien-
to revolucionario de 1 8 6 8 no hubiese
modificado casi por completo el personal
de aquellas oficinas. í" í ií*.'>i
El personal se modificó, efectivamente;
pero el procedimiento de los reacciona-
rios continuó siendo el mismo, y, nada,
no ha variado en lo más mínimo hasta MAUSOLEO DEL MARQUÉS DE CORNUAILLES, EN GHAZIPUR (INDIA INGLESA)
ahora. Suben al poder, por casualidad,
los partidos avanzados, y aquí de Dios,
parece que se van á tragar la osa. Pero ¡que nuar en ellos cuando los conservadores triunfan. Si bien, en confianza, me atrevería á decir
se han de tragar! Ni osa ni oso, ni nada Es- Se trata de enviar comisiones científicas al que la cosa tiene remedio, y remedio sencillo:
tan en el mando lo que pueden (y generalmen- extranjero, se habla de patrocinar empresas de lo difícil es que quieran buscarlo y lo apliquen.
te pueden muy poco), y después nadie vuelve á utilidad pública, se piensa en premiar mereci-
A. SÁNCHEZ P É R E Z
tener noticias de ellos. En oficinas no hay que mientos contraídos, se propone conceder alguna
buscarlos: es para ellos punto de honor no acep- pensión para viudas ó huérfanos de hombres pú-
tar destinos... verdad es que nadie se los ofrece; blicos... A buen seguro que los nombres de los
en Academias no se les halla, porque es cosa liberales están borrados de todas las listas. E s
sabida que los hombres de ideas avanzadas no una persecución en toda regla, una guerra sis- NOTAS MUSICALES
sirven para académicos; en comisiones científi- temática, incesante, sin cuartel, que obedece
cas, en consejos administrativos, en corporacio- acaso á un plan preconcebido, ó que tal vez Una de las partituras más inspiradas y me"
nes populares, no se ve rastro de ellos, como si sea consecuencia de la idiosincrasia de los par- nos conocidas del ilustre autor de Aida es in-
hubieran desaparecido de la haz de la tierra. tidos liberales. dudablemente su Don Carlos, obra que, á pesar
La proscripción es absoluta, completa. Pero Considérase entre éstos, en los que hay de su mérito extraordinario y de las excepcio-
caen ó se bajan del poderlos partidos conserva- algo y aun algos de quijotismo, como norma de nales circunstancias que la avaloran, parece
dores, y... como si no hubiesen caído. Con ellos conducta, el alejamiento constante, pertinaz, de condenada á perpetuo ostracismo por las com-
se cuenta para todo, á ellos se acude siempre y las esferas oficiales en las épocas de desgracia. pañías ó empresas de nuestros teatros líricos,
ellos se hacen presentes en todas partes. Existe ¡Desdichado una y cien veces el que, llamán- tan aferrados, en cambio, en perpetuar en los
en Madrid, por ejemplo, un Ateneo Científico Li- dose liberal, acepte de los no liberales una carteles obras que por lo caducas están claman-
terario. ¿Quién es su presidente? Cánovas, el credencial de mil quinientas pesetas con que sos- do su inmediato archivo. Esas Sonámbulas pas-
jefe del partido conservador. }ía.y \m& Academia tener á su familia! Les anatemas y las excomu- toriles, sarta de gorgoritos, fermatas y varia-
de Jurisprudencia. ¿Quién se halla al frente? niones lloverán sobre él, y sus amigos de ayer ciones, con rondós que no se acaban y melodías
D. Francisco Silvela, un subjefe del partido con- le llamarán en todos los tonos traidor y apósta- dulzonas, á propósito sólo para evidenciar la
servador. Vive, aunque con vilipendio, un Ayun- ta... como si el ganar honradamente un sueldo flexibilidad de una garganta, ya que no el ta-
tamiento (cosa que muchos no acaban de creer). mezquino con que alimentar á la familia tuviese lento de un artista; esas Traviattas insustancia-
¿Quién hace y deshace, y propone y dispone en nada que ver con apostasias y con traiciones. les, delicia y regocijo de la cursilería sensible,
ese Concejo? El conde de Toreno, otro subjefe Pero no intento averiguar ahora las causas y pretexto siempre explotado para lucir las
del partido conservador. de efectos verdaderamente deplorables: lo re- divas sus toilettes; esos Elixires y Crispinas,
Ya sé, ya sé que el alcalde es el ilustre perio- pito, señalo un hecho, y el hecho es evidente. dignos de un teatro casero, y otras de la propia
dista D. Andrés Mellado, del cual mucho me te- Para el forastero que nos visita, para el extran- escuela; no tienen razón de alternar con el re-
mo que no llegue como alcalde á la envidiable jero que pretende estudiarnos , aquí no hay pertorio moderno. El contraste resulta dema-
HAMLET Y HORACIO EN EL CEMENTERIO (cuadro de Horacio Fishen
VEAACRUZ DESDE L.OS MÉDANOS (dibujo de F. Pons)
MÉXICO: V i a T A DE

ARROYO MXGUELETE (dibujo de J. Vehü, según fotografía)


MONTEVIDEO: EL
794 LA ILUSTRACIÓN IBiJIlICA

fiado violento y de una desigualdad tan noto- superable, campean en ella motivos de una lírico la esencia del personaje histórico, era
ria que es imposible contrarrestar. Retirándolas espontaneidad embelesadora; junto á la página tarea más que comprometida, á propósito sólo
por completo, ganaría mucho el teatro lírico, impregnada de dolor sublime, contrastan los para poner á prueba la reputación y el talento
í-iendo más seguro y definitivo su éxito si por más alegres y atrevidos ritmos. Basada en el de un autor. Felipe I I no es un rey de teatro. La
gloria suya se decidiese á sacar de nuevo á luz libreto del abate Da Ponte, y popularizada en- escena lírica exige el convencionalismo como
Don Giotmnni, Guillermo, Don Garlos y otras tre nosotros por el legendario vate D. José Zo- circunstancia ineludible para arraigar y pros-
partituras no menos recomendables. rrilla, resulta de su libreto, unido á las excelen- perar en ella, y el fanático fundador del Esco-
Sin embargo, no es fácil que así suceda. Para cias de la instrumentación, un conjunto doble- rial era un rey tan de verdad, que cuantas veces
interpretar con éxito las óperas dichas de rié- mente seductor. Don Giovanni debería ser obra se intenta trasportarlo al teatro, ó por reducido
)>ego, basta sólo tener voz, esto es, contar con de repertorio obligado, ya que es de las conta- el lienzo, ó por resultar deforme su figura, ello
una facultad natural que das partituras que, lejos de malear y pervertir es que el ensayo no prospera. Verdi, sin em-
así puede desarrollarse en el gusto del público, lo cultivan y depuran. bargo, con la lucidez de su interpretación, con
7 el órgano de una eminen- Aunque de rango inferior, de igual preferen- sus facultades prodigiosas, ha sido hasta hoy el
jij cia (lo que sucede raras cia es merecedora Do7i Garlos de Verdi, el pri- solo compositor que ha comprendido debida-
i Y veces) como en el de la mer compositor que hasta hoy se ha inspirado mente la personalidad del hijo de Carlos V.
Este personaje conserva en su hermosa parti-
tura los rasgos más característicos de su carác-
ter. E s el rey sombrío, triste, dominado por un
fanatismo al cual sacrifica todas sus afecciones,
que las siente con mayor intensidad por lo mis-
mo que presiente su inme-
diato abandono. Nada tan
felizmente concebido ni tan
en carácter como la inspira-
dísima romanza ¡Ella jamai
ni amo!, en cuya instrumenta-
ción descuella como detalle
de atrevida originalidad la
vibración de una campana
recordando el toque de las
del monasterio de San Loren-
zo. Sería este número la perla
de la partitura si no fuesen
innumerables l a s p i e d r a s
preciosas engarzadas en sus
brillantes páginas. Do» Garlos, con el Réquiem
y Aida, constituyen la gloriosa trinidad de sus
obras, suficientes por si solas para inmortalizar
la fama del que ha sido el más popular y fe-
cundo de los compositores modernos. Su escue-
más nula vulgaridad (lo que ocu- la primitiva ha sido ruda y apasionadamente
en el hermoso drama de Schiller. Don Carlos
rre más frecuentemente). En cam- combatida. En cambio, por una délas frecuentes
es la primera obra de un nuevo Verdi que des-
bio, para interpretar cual se debe y repetidas aberraciones que constantemente
cubre atrevidos detalles de orquesta, que ma-
la obra maestra de Mozart, la ins- presenciamos, con preferencia á su Don Car-
neja los diversos timbres de una manera tan
piradísima de Rossini y la elegan- los se representan obras suyas tenaz y encarni-
nueva como original, que busca la delicadeza
te partitura de Verdi que hemos zadamente censuradas. Su Bequiem es asimismo
de los matices con preferencia á los estruendos
mencionado, no basta poseer una poco ejecutado fuera de Italia. En España son
de la instrumentación, que deja los rutinarios
voz portentosa: es indispensable contadas las audiciones que se han dado de él,
moldes con tanto fervor hasta entonces emplea-
que esta facultad orgánica guarde y, si mal no recordamos, la única vez que ha
dos, que abandona resueltamente y con briosa
completo equilibrio con la inteli- sido cantado en un templo de Barcelona fué
energía la pálida y decadente escuela italiana,
gencia, y aún que ésta domine á cuando los funerales de la reina Mercedes en
las más de las veces exenta de carácter y de
aquélla, condición precisa para in- la Catedral, constituyendo la great atraction de
vida, para adoptar los grandes recitados, las
terpretar con la fidelidad debida aquella inolvidable solemnidad fúnebre. En el
elegantes melopeas, en las cuales la orquesta
las partituras señaladas. De ahí el Liceo se dieron las primeras audiciones, sober-
juega con frecuencia el papel principal de un
favor decidido, la marcada prefe- biamente dirigidas por el maestro Goula. Con
Verdi, al fin saturado y convencido por el ger-
rencia, la resuelta inclinación ha- ser una obra perfecta y acabada, también el
manismo, que, descendiendo de su pedestal de
cia un repertorio caduco y á todas Réquiem fué duramente censurado: se le juzgó
maestro, se hace discípulo de los grandes com-
luces incompatible con las exigen- deficiente y sobradamente profano: alguien dijo
positores que hasta entonces ha desconocido ó
cias del modernismo contemporá- que sólo era á propósito para un entierro civil.
ha negado. Don Garlos es la primera muestra
neo. Oiremos, pues, hoy Lohengrin Chistes de dudoso gusto en todos tiempos se
de esta evolución. Obra de ensayo, no está
y mañana El Trovador; un día Los han hecho, cabiéndole el derecho de disputar-
exenta de marcados defectos, pero éstos están
Hugonotes ó Mefistófeles, y al si- les la gracia á cuantos se han hecho y se harán,
gallardamente superados por las bellezas que
guiente Elixir ó la Sonámbula; pa- á uno que recientemente hemos visto apuntado
contiene y por el corte modernísimo que respi-
11 sando de esta suerte por oscilacio- y que trascribimos sólo para solaz de nuestros
ra toda la composición. Una ópera bajo el libre-
nes tan violentas como bruscas: lectores: sencillamente, que al Sr. Valera... le
to de Mery y M. Du Lóele, sólo Verdi podía
tanto, que sólo son comparables á falta ilustración.
componerla; tan sólo él podía decidirse á aco-
las que sufriría la inteligencia me- meter una empresa tan difícil como de éxito A N T O N I A OPISSO
U0.S educada si después del encanto que produ- inseguro. Aunque más abstractas que reales,
ce una lectura del insigne Valera se le obligase como sucede en el propio drama de Schiller,
á leer las insípidas insulseces de algún apren- las principales figuras de esta obra no son
diz de critica inductiva, esto es, á descender de personajes imaginarios, detalle que redunda LA FÁBRICA
las olímpicas esferas donde gira todo lo mara- siempre ventajoso para el compositor, ya que
villoso y sorprendente para ir á parar á algún le releva de estudiar épocas y caracteres, per- Cierra la noche. En la anchurosa vía
charco de ranas que diesen en la flor de estar mitiéndole en cambio dar completa expansión centellea del gas la luz opaca
en permanente concierto. á su fantasía. Don Garlos, por el contrario, re- y sobre el cielo oscuro se destaca
Si Mozart ha sido el maestro de los grandes asume toda una época: palpitan en ella la más la mole de la fábrica sombría.
maestros y su Don Giovanni su obra inmortal, opuesta diversidad de caracteres, de ideas y de La enhiesta chimenea á lo alto envía
atrevimiento tan osado como pedantesco fuera sentimientos, dominados y cohibidos todos por el humo espeso que de lo hondo saca
omitir juicio alguno sobre las condiciones de una nota lúgubre y siniestra, emanada de la cual negra nube que el fulgor ataca
esta obra, reconocida y proclamada la mejor sombría á la par que impotente figura de Feli- de la postrera claridad del día.
del ilustre maestro; pero si el juicio no es posi- pe I I . Interpretar las personalidades de Don Rugiente estruendo de allí dentro atruena
ble, porque no se discute lo indiscutible, cabe Garlos, del marqués de Posa, la reina Isabel, la el barrio dominguero bullicioso,
en cambio el recuerdo, y éste es duradero, per- princesa Eboli, el gran inquisidor y el pueblo y por lo formidable que resuena
durable, en la memoria del que, aun siendo el flamenco, ofrecía dificultades evidentes, pero asemeja el resuello estertoroso
más profano de los melómanos, ha oído una sola fáciles de abordar por un compositor como del cíclope amarrado á la cadena
vez esta obra única y sin par. Don Giovanni es Verdi. Abordar, en cambio, la interpretación de que no conoce tregua ni reposo.
una creación hermosa, fascinadora, elegante: á la figura de Felipe II, conservarle con toda la
la par que fragmentos de una grandiosidad in- majestad de su carácter, trasmitir al personaje
A L F R E D O OPISSO
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 795

MI MILLÓN burles ahora tú, socarrón empedernido quo


haces juego, por no decir pendant, al tonto de
toma tú y toma tú, y lo que sobre lo entregaré
con mis poderes á quien tengo ya hablado, para
marras: me caerá, no tengas duda; pues no me darnos trazas él y yo en gastar lo que queda de
Pues si con razón afirmaba aquel diputado falta fe, que es la que trasporta montañas, que un millón, y ¡Santas Pasouasl
que cualquiera tenía doa millones, es decir, ya ves que pesan más que un millón, aunque Pensar yo en dar vueltas al millón hasta
cualquiera que... los tuviese, me parece que te- éste fuese de ochavos morunos. No me importa hacer de él billones, cuatrillones y hasta sillo-
ner yo un millón, autique... no lo tenga, será que no me cayera el año pasado, ni el anterior, nes, eso nunguam.
cosa más razonable todavía. ni el otro: él ha de caerme (el millón se en- RODOLFO GARLES
El fenómeno de poseer y no poseer á un tiende); y, aunque no haya dado en el blanco, •sp-
tiempo una cosa se puede explicar muy senci lejos de desfallecer, tengo por seguro que la
llámente: la imaginación nos coloca, ó por ella Providencia, aunque parece que no se mete en
nos colocamos, en el caso de ser ricos, sabihon- matemáticas, sabe más que nosotros, y, con mi BIBLIOGRAFÍA
dos, felices; en fin, del modo que se nos antoje. mismo dinero de todos los años, acumulando
Y si á esto se añade poner los medios para intereses, para mí compuestos y para Ella sen- La Munda de los romanos.—iVuetios eghulios históricns,
conseguir lo imaginado, entonces se está en el cillos , me remitirá el milloncejo, y, disfrazada por el Marqués de Salvatierra.— Ronda, 1889.
camino de la realidad.
El que no tiene bienes raíces, ni ningún tío en Razones personales han hecho
Indias, ni buena voz, ni sabe de volapieses, ni que más de una vez me proporcio-
piensa en ser personaje político, tiene la realidad nara grandes quebraderos de cabe-
de la riqueza relativa, pero de golpe, puramen- za la cuestión del emplazamiento de
te española, en la lotería, y, entre todos sus la famosísima Munda, acabando por
sorteos, en el magnífico, en el de Navidad. admitir, con Merimée y Lafaente,
De aquí que tanta gente eche á la lotería: es que se trataba de Montilla. Mucho
decir, no la echan á ella de ninguna parte, es cuesta abandonar una opinión arrai-
modo de hablar. Porque esto de echar es muy gada por la fuerza de la costumbre;
socorrido, toda vez que se dice:—«Esta noche pero, en honor á la verdad, he de
echan el drama tal.» «Eulano echaba venablos.» reconocer que los argumentos que
—Y hay quien echa los hígados por la boca, y * en favor de Ronda acaba de pre-
echa cuentas, se echa en el surco ó se echa el sentar en su libro el señor marqués
mundo á las espaldas, que es echarse. de Salvatierra, deshaciendo todas
En cambio en mi tierra ponen á la lotería; y las objeciones que pudieran opo-
no es que la pongan como nueva, si no que jue- nérsele, resultan de tal manera só-
gan á ella: así es que yo pongo, juego ó apunto lidos y bien fundados que casi no
para dar con mi millón. ¡Aspiración más modes- dejan la menor duda en cuanto á la
ta! ¡Ser millonario! tesis que defiende.
Porque á ser millonario todo el mundo aspira; El trabajo á que me refiero me-
pero á serlo tan sólo por un millón... se me rece, en todos conceptos, los mayo-
figura que no se detiene en esa cifra la genera- res elogios por el profundo conoci-
lidad. Y, sin embargo, yo soy asi: pudiera miento que revela de la cuestión, el
hacer lo que cualquier banquero, lo que cual- excelente orden con que está des-
quier calculista: en vez de jugar en los sorteos envuelta la materia, la fuerza de la
de todo el año, reservárseme hasta el del 23 de argumentación y la amenidad del
diciembre, y entonces ¡zas! adquirir un solo estilo, que hace de esta monografía
billete, esto es, aspirar á los diez millones. uno de los mejores trabajos que en
Pues no; no, señor: jugaré duros sueltos (que su género se han publicado en Es-
son iguales á los atados) en dicho sorteo por paña desde hace mucho tiempo.
los compromisos y por aquello de que no con- Aparte de esto, es seguro que habrá
viene despreciar las ofertas para semejante de causar en el extranjero mucha
juego. J u g a r cincuenta pesetas á un décimo mayor impresión que en este des-
cuyo número ni sea mirado por mí y que lo dichado país, tan atrasado en cuan-
guarde hasta el momento de confrontarlo con to se refiere á las cuestiones que
la noticia telegráfica comunicada en la tarde en otras partes son de general in-
del 23, como colmo de la ilusión y compensa- terés.
ción más legitima al desprendimiento de los diez
dures consabidos, eso no hay quien me lo quite. Huérfanas, por Pedro Saíes.—Madrid, «La
España Editorial,-1889.
Sí: no me vengas, tonto de los diablos, hom-
bre sin fe, con las ramplonerías y vulgaridades Forma la segunda parte 6 conti-
insoportables de que «el que nace para ochavo...» nuación de La Víbora, y, dentro del
de que «Dios le da habas...», de que «la suerte género de la novela á lo Gaboriau,
no es para quien la busca...» y cosas por el esti- s.f' resulta una de las mejores produc-
lo. Si estás en ese parecer, te lo aplicas muy ciones de semejante linaje.
lindamente y sansacahó. Y es que perteneces á
la interminable serie de majaderos que á pesar Cristóbal Colón, por Alfonso de hamarli'
•^m^.- )ie.—Traducción de D. José Coma.—Barce-
de que juegan más que lo que dicen, unos,—
lona, 1889.
como los que se dejaron engañar por D.S'Bal-
domera,—y otros dicen más que los que juegan, Traje p a r a y a c h t Con el título de Biblioteca Con-
y sueltan un ¡phsí de indiferencia los muy hi- temporánea ha empezado á publi-
pócritas , embusteros, bien sea aparentando carse en esta capital una colección
desconfianza de la suerte, bien sea displicencia, del hospiciano que saca las bolas, me alcanzará, de tomitos destinados á propagar el conoci-
por ser de mal tono aparecer como codiciosos. ó, mejor dicho, me acercará mi millón. miento de los mejores autores nacionales y ex-
El remedio es muy sencillo: si para ti es in- Y ahora, como todos los años, tengo mis pro- tranjeros, siendo la primera obra la que deja-
diferente jugar; si eres de los más necios, que yectos , mis planes: no quiero que mi millón me mos apuntada. La edición es muy bonita. Cada
crees, porque no piensas bien en ello, que el coja desprevenido; y ten por sabido, socarrona- tomo se vende á 50 céntimos.
Gobierno lleva los premios á donde quiere; si zo de mis pecados, que eso mismo hacen todos.
desconfías de la suerte y principias por asegu. E l que no los saca á plaza es un mandria, trapa- Gente nueva, por Luis París.—Madrid, 1889. —Precio:
rar que no has de ser tú el afortunado; ¿para qué lón: los hace mentalmente; y, aunque se guarde 2 pesetas.
juegas? No, no te hagas el displicente: no he de loa cuartos que le caigan, créeme, no entraba Es una colección de juicios críticos sobre
creer que juegas por el gusto de acrecentar la en sus planes guardárselos y que la tierra no diversos escritores, tales como los señores Ge-
renta de loterías, sino por acrecentar la tuya lo entendiera; es un placer como otro cualquiera, ner (D. Pompeyo), Sawa, Bago, Amorós, etc.,
si la tienes, ó por buscarla si de ella careces. I como lo tiene el avaro en contar y reaobar las precedida de una introducción.
No te prepares para hacerte el descomido si te i monedas, y el desprendido y generoso en darlas
cae; pues, como aquel que viendo andar un tren i á manos llenas. Historia de la propiedad comunal, por Rafael Alta-
decía que á él no se la pegaban, que los caballos ' En mis planes entra eso, dar del millón, no mira y Crevea, con un prólogo de I). Gumersindo de Azcá-
iban dentro, yo te digo que no me la pegsvs, que ra(e.—Madrid, 1889.-3"50 pesetas.
I lo tomes á broma; no por echarla de generoso,
la procesión va por dentro, y tengo para mí que i si no por ser consecuente, como buen pobre, Habrá de permitírseme que por hoy me limi-
se te alegraría más el cuerpo cayéndote mil du- I con las ideas y los sentimientos de los pobres, te á dar cuenta de la aparición de este magnífi-
ros que á mí cayéndome mi millón. i Podré, y lo dudo, cambiar de opinión; pero hoy co, peregrino é importantísimo libro que honra
He dicho mi millón, y no me arrepiento, ni te I por hoy, al caerme, como me caerá, toma tú. á España, reservándome tratar de él, más ade-
EN EL FLORIDO VALLE, (dibujo de Wehlt)
CONDADO DE KENT (cuadro de Sidney Cooper)
GRANJA DEL
798 LA I L U S T E A C l ü N IBEKICA

k n t e , con todo el detenimiento que merece. Durante su estancia en Cherburgo, pintó algunos cua-
Baste decir por hoy que el Sr. Altamira se dros murales en la iglesia de la Trinidad, y, por fin, se fué LAS MINAS DEL REY SALOMÓN
ha colocado, con su Historia de la propiedad co- á París (1837) á los veintidós años de edad. En sus visitas al
Louvre manifestóse grande admirador de F r a Angélico, le
munal, al nivel de los primeros publicistas de H. RIDE HAGGARD
gustó el Pusino, le disgustaron mucho Watteau y Boucher,
Europa, y que por todos conceptos podría figurar | celebró 'á Lesueur y le agradó en extremo Delacroix. Nece-
su libro al lado de las mejores monografías | sitando aprendre son metier, entró en el taller de Paul De-
(CONTINUACIÓN)
alemanas, .«iendo parecidísima su estructura. | laroche; pero, poeo amigo de intrigas, disput(Jse con él por
Las numerosas cuestiones que se agitan en la \ cierta parcialidad, y se marchó de allí para seguir sus estu- Allí estaban las piedras preciosas, que eriiu
obra le prestan no sólo interés jurídico, sino dios al lado de Delacroix. El pobre Millet, puesto en el caso nuestras y que habían encontrado para nosotros
de muy distintos órdenes; siendo indudable que de tener que ganarse la vida, se vio obligado á resistir los trabajadores de Salomón, cuyo nombre creí-
su aparición formará época en la historia de la ; heroicamente á sus preferencias y pintar ninfas y pastorci- mos reconocer en el sello de las cajas cerradas.
cultura española. llos como los detestados Watteau y Boucher, maldiciendo
la d u r a necesidad que le obligaba á ello.
El antiguo rey no las obtuvo, ni tampoco Da-
T,a celebridad que aleiinzó con aquellas producciones
vid, ni el desgraciado D. Silvestre, y habían
CAULOS MKNDOZA I
fi contreci^ur le proporcionó gran número de encargos de quedado allí para i:osotros. A nuestra vista te-
retratos á víiiite /rúñeos. Hablase casado en 1811 con una níamos millones de millones, sin contar el oro
joven de (¡herburgo. En la casa todo eran estrecheces y no y el marfil, que era otra inmensa riqueza.
habla que hacerse el desdeñoso. —Abrid los otros cajones, — dijo la vieja
ADIÓS Ello es que siempre vivió Millet en suma pobreza. Cuan- cuando acabamos de reimos;— allí hay, segura-
do se trasladó á Barbizon y comenzó á pintar siguiendo sus mente, más. Llenaos bien de piedras blancas,
nativas inclinaciones, no hubo más que un grito de repro-
hombres de las estrellas. •
Voy á partir. Ya mañana, bación contra aquel pintor que exhibía unas figuras tan
Muy pronto levantamos las tapas de piedra
cuando luzcan las estrellas, feotas, sin notar la poesía de todas ellas, la poesía honda,
de los otros dos cajones, aunque nos pareció un
iré surcando los mares misteriosa, del gálibo h u m a n o deformado, ó trasformado,
por el trabajo A(¡uellos patanes parecían indignos de figu- sacrilegio romper los sellos que los cerraban.
con rumbo á lejanas tierras. ¡Santo cielo! También estaban llenos, por lo
rar en un salón, liaste decir que cuando Millet terminó en
Ignoio si será corta menos el segundo. El otro no contenía tantos
1S55 el Ángelus, ese cuadro tan profundamente religioso en
ó será larga mi ausencia, consonancia con las modernas ideas, no hubo quien qui- diamantes, pero en cambio eran del tamaño de
mas sé que no he de olvidarte siera tomárselo, hasta que por fin lo adíiuirió un inglés por huevos de paloma. Al mirarlos á la luz, vimos
aunque sin volver me muera, dos ó trescientos duros. Más aún : no quisieron admitirlo que algunos tenían un tinte amarillento, aunque
y sé que todas las noches, en la Exposición.
se distinguían por sus magníficas aguas.
mientras yo descanse y tlueima, La gloria llegó tarde p a r a cl.
¡Lo que no vimos fué la malévola mirada de
aquí volará mi alma, la vieja al deslizarse como un reptil fuera de la
que te adora y te venera, cámnra del tesoro y en dii'ección á la maciza
á tomar vida en tus ojos, Hs esla luift ciudad de la Bulgaria, situada en aquella puerta de piedra!
á embalsamarse en tus hebras; áspera región llamada la Dobruscha, entre el Danubio y
l<|ue el azul de tu pupila el Mar Negro. Importante centro comercial desde hace mu-
con el oro de tus crenchas cho tiempo, con u n buen puerto en el citado mar, h a ad-
son el cielo y son el sol quirido últimamente grande importancia. Población, unos i
De repente resuena un grito. ¡Es lu voz do
que me!hacen la vida amena! 20,000 habitantes. Fulata.
—¡Oh Bougwan!—se la oye decir.—¡Socorro!
MAUBOLKO « E L MARQOJÍS BK C O E N Ü A I I . L E S , K » G I I S Z I I ' U U ! ¡Socorro! ¡La piedra está bajando!
Y ni ded sol ni del cielo
(INBIA INGI-6SA) | Siguióse una pausa.
se olvi4a nunca el poeta.
—¡Socorro! ¡Socorro!—volvió á gritar la jo-
Ciudad de la provincia de Benarés, á 34 millas de dis- \ ven.—¡Me ha herido de muerte!
CAMILO POU lancia de la capital de este nombre y á la orilla opuesta
Franqueamos, corriendo, el pasadizo, y hé
del Ganges. Es famosa por su delicioso clima y por sus ]
jardines de rosas, que se destilan en innumerable cantidad. ;
aquí el espectáculo que se ofrece á nuestra vis-
Posee u n a yeguacería, y á corta distancia se admira el ta: La puerta de roca está bajando lentamente,
NUESTROS GRABADOS soberbio mausoleo erigido p o r la antigua compañía inglesa \ y apenas se halla á 3 pies del suelo. Cerca de
al marqués de Cornuaiiles. | ella Eulata lucha contra Gagool, y está ensan-
grentada; pero esfuérzase para retener á la
B E L L A S ARTK8 M O N T E V I D E O : ARROYO MIOÜEI.KTK, PRADO O R I E N T A L horrible vieja, que se agarra como un gato sal-
vaje. ¡Ah! La valerosa joven ha caído; y la he-
Entre los pintorescos paisajes de los alrededores de
O l B A S d L B S Y J A K D I N B R A H , C'índrO ffe Lcslic—Kl, PliEli(ÍN, de Montevideo, es digno de especial interés el qae ofrece ca
dionda bruja, recogiéndose como una serpiente,
BlnnrlfoH Flelcher:~Qti.\Vik nsi. OONOADO BB KKNT, de cl Prado Oriental el Arrogo Mtguelete, muy frecuentado p o r precipítase hacia la salida. Ya está debajo de
Sidney Cooper.-tipo VENECIANO, de Bubson.-Bn-íibEi: Y la población, que se complace en recrearse á la fresca som- la puerta de piedra; pero .. ¡oh Dios!... ¡ha lle-
H O R A C I O KN BL CEMKNTKKIO. bra que prestan sus orillas. gado tarde! La mole acaba de aplastar & Ga-
gool, que profiere un grito horrible de agonía.
Nacido en el seno de u n a familia de artistas, ocupa hoy
EN E L F L O R I D O VALLE \ La piedra acaba de cerrar completamente la
Loslié un distinguido lugar entre los pintores de género,
recomendándose p o r la verdad de las figuras, asf como por
í abertura, óyese un gemido y se sigue un silen-
Dibujo de Wehle !
su ingenio en la concepción de los asuntos, siempre origi- cio profundo.
nales. Esta graciosa obra acredita u n a vez más el talento del Todo esto sucedió en un minuto.
Igualmente pertenece al género M. Blandfort Fletcher, ilustre maestro vienes, tan conocido por sus liellezni'; de- Entonces nos dirigimos á Fulata: la pobre
mostrando ahora que no sólo sabe retratar hermosas jóve-
constituycn'lo su Pregón u n a excelente muestra de su pe- chica había recibido una cuchillada en el pe-
culiar manera, llena de la miis deliciosa naturalidad. nes, sino también preciosos niños, en el medio más á propó-
sito para hacer valer su lozanía.
cho, y comprendimos que era mortal.
Magnifica pastoral es la de Sydney Cooper, que se nos -¡Ah, Bougwan! ¡Me muero!—murmuró la
presenta como un excelente animalier y 'hábil pintor de
horizontes, teniendo el don de sorprender á la Naturaleza 'If- infeliz.—Gagool salió silenciosamente sin que
sus más Inimitables gradaciones de luz. yo la viera. Me sentía muy débil, y la puerta de
roca comenzaba abajar. Vi que la vieja intenta-
El Tipo vfveciano, deDobson, tiene el mérito de apartarse
mucho del convencionalismo en que suelen caer tales asun-
LA ANUNCIACIÓN ba salir, y la detuve; pero entonces me hirió con
tos. Finalmente, del Hamlet y Horacio en el cementerio, cua- un cuchillo.
dro de Horseío Fisher, diremos que le h» valido á éste —¡Pobre joven] ¡Pobre joven!—exclamó el ca-
medalla de oro, no cabiendo negar que es una ds las mejo- Brillando la virtud en su alta frente
pitán, acercándose más á ella para besarla.
res obras que se han pintado sobre la incomparable escena la Virgen pura en Nazaret vivía, —Bougwan,—dijo después de una pausa;—
de Shakespeare. y tranquila su vida discurría ¿está Macumazahn ahí? Mis ojos se oscurecen
como pasa entre flores mansa fuente. tanto que no veo.
JtfAtf-PKl!rcrSt!tT -WnXET -
Oraba ante el Señor, y con fe ardiente —Aquí estoy, Fulata.
Nació este grande artista en Gruchy, cerca de Cherbur- la redención del hombre le pedía, —Macumazahn: sed mi lengua por un mo-
go, en 1814. Según la costumbre normanda, fué educado p o r
su abuela, labradora como toda la familia. Igual profesión cuando un ángel, de súbito, María mento, porque Bougwan no puede entenderme,
hubiera seguido él á no haber revelado desde niño las más ve cubierto de luz resplandeciente. y antes de pasar las tinieblas quisiera hablar
felices disposiciones para el dibujo y las letras, mostrándo- La dice con respeto el más profundo: dos palabras.
se en el colegio tin latino de primera fuerza y conocedor —Ya os escucho, Fulata.
—¡Bendita del Señor, salve! ¡Dichosa
como pocos de la Biblia y de Virgilio, sus libros favo- —Decid á mi señor Bougwan que... le amo,
ritos. Madre serás del Redentor del mundo!— y que me alegro morir porque comprendo que
Terminada su educación en Gruchy, se trasladó á Cher- Y la Virgen, de gozo enajenada, no puede aceptar una mujer como yo, pues el
burgo, fortaleciéndose allí su instrucción, no sólo con la —Su esclava soy,—responde ruborosa;— sol no se unirá nunca con la oscuridad ni lo
técnica de su oficio, aprendida en el taller de Merouel, sino
con la lectura de Homero y de los autores griegos en gene-
cúmplase en mí su voluntad sagrada. blanco con lo negro. Decidle que algunas veces
ral. Y cosa muy digna de observarse: no se fijó nunca Mlllet he sentido en mi pecho alguna cosa como un pá-
en los demás pintores para adquirir enseñanza en ellos, IGNACIO P É R E Z SALAZAR jaro que volaba aquí y cantaba en otra parte;
sino I en las estatuas de Fidlas I Esas figuras fuíron las que y aun ahora, por más que no pueda levantar
él estudiaba. la mano y mi cerebro se enfrie, paréceme que
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 799

mi corazón no está moribundo y que rebosa Señor. Muchos han acabado mal por buscar este sión. ¡Qué verdad es que las riquezas, adquiri-
tanto amor que podría vivir mil años y ser jo- tesoro, y poco tardaremos en aumentar su nú- das por el hombre al cabo de una vida de tra-
ven. Decidle que si vivo otra vez, quizás le mero. bajos y afanes, no le sirven de nada al fin!
encontraré entre las estrellas, aunque podría su- La lámpara se apagaba. —Good,—dijo de pronto el Sr. Curtís, cuya
ceder que yo fuese todavía negra y él blanco. Su último resplandor iluminó la escena, po- voz resonó en el silencio como un eco fúnebre;
Decidle... No... no le digáis más, como no sea niendo más de relieve todos sus detalles: las cajas —¿cuántos fósforos tiene V?
que le amo. ]Yo muero, Éongw^an! ¡Ya no siento llenas de oro, el cadáver de la pobre Fulata ten- —Ocho.
tus brazos! ¡Ohl ¡Ohl dido en el suelo, la piel de cabra junto á la puer- —Encendamos uno para ver qué hora es.
—¡Ha muerto!—exclamó Good levantándose ta, el pálido fulgor de los diamantes, y las fiso- Mi reloj señalaba las cinco. Los primeros al-
con los ojos llenos de lágrimas. nomías de tres hombres que esperaban la muerte bores de la aurora estarían iluminando en aquel
—No debe V. entristecerñe por eso, amigo por hambre. momento la cumbre de la montaña, y las brisas
mío,—dijo el Sr. Curtís. La luz brilló por última vez y apagóse. disiparían la bruma.
—¿Por qué?—preguntó Good.
—Por la sencilla razón de que muy pronto se
reunirá V. con ella. ¿No ve V. qice estamos en-
terrados vivos?
Como estaba preocupado por el triste fin de
la joven, hasta que el Sr. Curtís pronunció es-
tas palabras no comprendí cuan horrible era
nuestra situación. La pesada mole de roca se
había cerrado,^sin duda, para siempre, pues la
única persona que conocía su secreto estaba
aplastada debajo. Era una puerta que no podía
esperarse forzar como no fuese con grandes can-
tidades de dinamita, y estábamos encerrados.
Durante algunos minutos permanecimos si-
lenciosos junto al cuerpo de Fulata. Habíamos
perdido nuestra energía, y al pensaren el triste
fin que nos esperaba palidecimos de horror.
Todo lo comprendimos entonces: Gagool había
ideado el proyecto desde un principio, y sin
duda debió regocijarla mucho la perspectiva de
que los tres blancos á quienes odiaba perecie-
ran lentamente de hambre junto al tesoro codi-
ciado.
—Es preciso hacer algo,—dijo el Sr. Cur-
tís,—pues la luz se apagará pronto. Veamos si
se encuentra el mecanismo que abre la roca.
Con desesperada energía comenzamos á son-
dearlo todo junto á la puerta y en los lados del
pasadizo; pero no encontramos ningún botón ni
muelle, ni cosa que se pareciera.
—Desengáñese V.,—dije;—el secreto no debe
estar interiormente; pues,si así fuese, Gagool no
hubiera procurado deslizarse por debajo de la
piedra.
—De todos modos, — repuso el Sr. Curtís
con amarga sonrisa,—esa maldita vieja ha te-
nido un fin tan desgraciado como el que nos es-
pera á nosotros; y como nada podemos hacer
con la puerta, volvamos á donde estábamos.
Hicímoslo asi, y al pasar junto á Fulata re-
cogí la cesta que la infeliz había llevado. Des-
pués volvimos para conducir el cadáver de la
joven á la cámara del tesoro, que debía ser nues-
tra tumba^ y se dejó el cuerpo en el suelo, junto
á los cajones de la moneda.
Nosotros nos sentamos, apoyando la espalda
en las arcas de las piedras preciosas.
—Dividamos el alimento,—dijo el Sr. Cur- Trajes de niños
tís,—á fin de que dure todo lo posible.
Hecho esto, vimos que tomando raciones su-
mamente limitadas podríamos sostenernos un CAPITULO X V I I I —Bueno será comer algo á fin de conser-
par de días. Ya se recordará que la joven había var fuerzas.
llevado también dos calabazas llenas de agua. —¿Para qué?—-repuso el capitán.—Cuanto
PERDEMOS LA ESPEKANZ.\
—Ahora,—dijo el Sr. Curtís,—comamos y más pronto venga la muerte, mejor.
bebamos para morir mañana. —Mientras hay vida hay esperanza,—dijo el
Cada cual tomó su parte, mas apenas necesi- No podría dar una idea de los horrores de la Sr. Curtís.
to decir que no teníamos gana de comer. Des- noche que siguió, horrores que por fortuna se En su consecuencia tomamos un bocado y be-
pués nos levantamos para practicar un nuevo mitigaron algo porque dormimos un poco. En bimos un poco de agua, y después el capitán se
examen de las paredes de nuestra prisión, con tan terrible alternativa como la nuestra, el acercó á la puerta de piedra y comenzó á gritar
la esperanza de hallar alguna salida. hombre de más valor no habría podido disfrutar con toda la fuerza de sus pulmones, esperando
No había ninguna, ni era probable que la hu- de un largo sueño, y yo no tuve nunca pre- que alguien le oyese desde fuera; mas al fin se
biese en un sitio donde se guardaban tales te- tensiones de ser un valiente. Estábamos ente- cansó, reconociendo que aquello era inútil.
soros. rrados en las entrañas de un inmenso pico cu- De nuevo nos sentamos junto á las inixtiles
La lámpara comenzaba á extinguirse y a por bierto de nieve; del fatídico antro de los muertos cajas de diamantes, y debo confesar que, poseído
falta de grasa. sólo nos separaban una galería y 5 pies de de la mayor desesperación, no pude contener
—Quatermain,—dijo el Sr. Curtís;—¿qué ho- roca; y el silencio que nos rodeaba era verda- las lágrimas.
ra es? deramente espantoso. El estruendo de las más El día pasó como la noche (si es que puedo
Miré mi reloj, y vi que eran las seis en pun- ruidosas descargas de artillería no hubiera po- usar este término tratándose de un sitio que
to. Habíamos entrado en la cueva á las once. dido llegar hasta nosotros en aquella tumba vi- siempre estaba oscuro); y cuando encendí un
—Infadoos notará nuestra falta,—dije;—y si viente. Los sonidos del mundo no existían para fósforo para mirar el reloj, vi que eran las siete.
no volvemos esta noche, nos buscará mañana. nosotros. Ya estábamos como muertos. Una vez más comimos y bebimos; y, cuando
—Pues buscará en vano, porque no conoce Y alrededor de nosotros había tesoros sufi- estábamos así ocupados, ocurrióseme una idea.
el secreto de la puerta, ni nadie lo sabía más cientes para pagar una deuda nacional ó cons- —¿Cómo es,—pregunté,—que el aire se man-
que Gagool. Aunque encontrase esta última, no truir los buques de una escuadra; tesoros que tiene fresco en este sitio?
podría abrirla. Nada, amigos míos: no hay más habríamos entregado con gusto á cambio de una —¡Gran Dios!—exclamó el capitán levan-
remedio que inclinarnos ante la voluntad del probabilidad de salir de aquella horrible pri- tándose.—No había pensado en esto. Es imposi-
800 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

ble que proceda de la puerta de piedra, puesto también un anillo de piedra. Ninguno pronunció —Encienda V. un fósforo, Quatermain,—dijo
que está comprimida, y de consiguiente ha de una sola palabra por el pronto, porque nuestra Curtis.
venir de otra parte. Vamos á buscar de nuevo. emoción era demasiado profunda. Pero al fin el Obedecí al punto, y entonces vimos ¡Dios sea
¡Qué aliento nos comunicó aquella simple capitán, sacando una navajilla de esas que tie- loado! el primer peldaño de una escalera de
chispa de esperanza 1 Un momento después los nen un gancho en el nacimiento de la hoja, co- piedra.
tres estábamos buscando ansiosos el sitio por menzó á raspar alrededor del anillo, que muy —¿Qué hacemos ahora?—preguntó Good.
donde el aire pudiera penetrar. pronto se movió. Como era de piedra no se había —Pues bajar y confiarnos á la Providencia.
Durante una hora 6 más estuvimos palpándo- encajado mucho, é, introduciendo al fin una ma- —Ante todo, Quatermain,—repuso el Sr. Cur-
lo y sondeándolo todo, hasta que, al fin, el se- no, el capitán tiró hacia arriba con toda su fuer- tis,—mejor será que vaya V. á buscar el ali-
ñor Curtis y yo renunciamos á la tarea, no sin za, mas no consiguió nada. mento que nos queda, pues podríamos necesi-
haber recibido algunas contusiones al tropezar Yo probé á mi vez, y también el Sr. Curtis; tarlo.
contra los colmillos de elefante, las cajas y las pero no fuimos más afortunados. Me acerqué de nuevo á los cajones, y ya iba
piedras que había en la gruta; pero el capitán Entonces el capitán volvió á introducir la á salir cuando me ocurrió otra idea. No había-
perseveró, diciendo que más valia aquello que hoja de su navajilla en la juntura por donde el mos pensado mucho en los diamantes en las úl-
no hacer nada. aire penetraba, pasando la hoja por toda la cir- timas veinticuatro horas, pues en nuestra posi-
—Amigos míos,—dijo de pronto con acento cunferencia. ción no debíamos acordarnos ya de semejante
breve;—vengan Vds. aqui. —Ahora, Curtis,—dijo cuando hubo termina- cosa; pero yo pensé en aquel momento que po-
Los dos nos acercamos presurosos. do la operación,—V. tiene tanta fuerza como los dría muy bien llevarme algunos por si acaso
—Quatermain,—añadió Good;—ponga V. la dos. Voy á pasar mi pañuelo de seda por la ani- conseguíamos salir de aquella horrible mazmo-
mano donde tengo la mía. ¿No siente V. alguna lla, y concentre V. su vigor para levantar la rra. Así, pues, introduje la mano en el primero
cosa? piedra. Quatermain le cogerá por la cintura, y de los cajones dos veces, y llené .todos los bol-
—Me parece que sale aire. cuando yo dé la señal es preciso hacer un es- sillos de mi chaquetón de caza, eligiendo des-
—Pues ahora escuche V. fuerzo supremo. pués por el tacto algunos de los diamantes más
Y con el pie dio un fuerte golpe en el suelo, El Sr. Curtis se agachó, yo le cogí por la mi- grandes que cogí en el tercer cajón.
y en nuestros corazones renació la esperanza, tad del cuerpo, y mi amigo tiró de la argolla con —Amigos míos,—grité;—^¿no quieren Vds. to-
pues el sonido era hueco. todo el vigor que le quedaba. mar algunas de estas piedras preciosas? Yo me
Entonces encendí un fósforo de los tres que —[Ya cede, ya cede!—exclamó Curtis, cuyos he llenado ya los bolsillos.
me quedaban, y vi que estábamos en el ángulo músculos habían crujido por el esfuerzo. —¡Vayan al diablo los diamantes!—gritó el
más distante de la cueva, y á la luz de la ceri- En el mismo instante la piedra levantada de- Sr. Curtis.
lla observamos una juntura en el suelo de roca. jó en descubierto un boquete y sentimos en el Traducción de
]Gran Dios! Al nivel de este suelo reconocimos rostro una bocanada de aire fresco.
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