1.1. El ejercicio de la jurisdicción de la iglesia (y del estado) en el momento
previo a la celebración del matrimonio: la tutela del diseño natural divino. El matrimonio es una de las más íntimas y privadas realidades propias de la persona humana. Quien obligue a tal acto atenta gravemente contra la justicia. Este vínculo se constituye sólo por la libre y mutua voluntad de un hombre y una mujer. Nadie puede intervenir interferir en el desarrollo del matrimonio a no ser por causa justa. El matrimonio es una institución creada por Dios con rasgos y fines determinados por el creador, los cuales cumpliéndolos asegura el bien de los conyugues, de los hijos y de la sociedad. Para poder realizar este acto es necesario poseer una determinada capacidad personal y ponerla en juego libre (consentimiento). Dios ha confiado a la iglesia la explicitación y la tutela de su diseño sobre el matrimonio, así como también al estado; Dios les confía la tutela y regulación respetando el diseño divino, aunque evidentemente a veces no es fiel a este mandato y lesiona gravemente el bien común. La tarea de custodiar al matrimonio, naturalmente ha sido confiada a los apóstoles; a San Pedro y sus sucesores. Los apóstoles han velado desde los inicios de la era cristiana exponiendo la voluntad de Dios sobre todo matrimonio: la enseñanza de Cristo sobre la heterosexualidad, la unidad, la indisolubilidad…Estas enseñanzas han sido recordadas por el Vaticano II y por los últimos papas. El matrimonio es el origen de la familia y fundamento de la sociedad eclesial y civil. Dichas autoridades deben de explicitar las condiciones que permiten celebrar un verdadero matrimonio. Establecen límites negativos y de capacidad mínima. Compete también a la legítima autoridad la determinación de requisitos exigidos para la validez de la forma de celebración. Este ejercicio de jurisdicción es previo y general a su celebración y tiene naturaleza positiva o negativa. El ámbito de libertad sobre los contenidos esenciales materiales y formales del matrimonio, por parte de quienes lo celebran, se limita a la adhesión personal al proyecto divino y a las leyes humanas justas que lo explicitan y regulan, con el consentimiento los esposos hacen nacer un concreto matrimonio que culmina con la muerte de uno de los cónyuges. Para ejercer su jurisdicción sobre el matrimonio, la iglesia aplica, además del propio derecho canónico, el de la iglesia separada o comunidad eclesial o el del estado en que tal matrimonio se celebró. Para tratar de garantizar que la celebración del matrimonio es conforme a las exigencias de justicia propias de su esencial dimensión jurídica, la iglesia realiza un control previo singular, cuya naturaleza jurídica es administrativa sobre cada persona y persona que desea casarse.
1.2. La jurisdicción eclesiástica de la resolución de los conflictos
matrimoniales. El matrimonio una vez celebrado puede ser objeto de diversos tipos de conflictos referidos a la subsistencia y cumplimiento de los derechos y deberes personales, sociales y patrimoniales provenientes del vínculo. La más radical es aquella que pone en duda la existencia del mismo vínculo. Por ser el sacramento del matrimonio uno de los siete instituidos por Cristo, los pastores desde los inicios han reservado para sí la jurisdicción sobre los conflictos matrimoniales. Las decisiones eclesiásticas tenían eficacia civil y social. En cualquier caso la actitud de la iglesia se reflejaba netamente en el confesionalismo. Actualmente la iglesia ha renunciado a las diversas manifestaciones de confesionalismo y se limita a no aceptar las sentencias estatales sobre la subsistencia del vínculo matrimonial de un católico.
1.2.1. El reconocimiento por parte de la iglesia dela jurisdicción estatal
sobre el matrimonio. La renuncia de la iglesia a la exclusividad de la jurisdicción sobre el matrimonio es debida a que se trata de una institución de fundamental importancia también para la comunidad civil, cuya existencia depende del matrimonio y de la familia. Las causas canónicas de separación de los cónyuges no poseen efectos civiles.
1.2.2. La jurisdicción de la iglesia sobre el matrimonio de dos no
católicos. La iglesia afirma su jurisdicción para juzgar acerca de la validez del matrimonio de dos no bautizados o no católicos. A la autoridad eclesiástica le corresponde dar en este caso un juicio sobre el estado libre de la parte no católica para poder admitirla a la celebración del matrimonio canónico con la parte católica, quién deberá, para casarse válidamente con una persona no bautizada, obtener la dispensa del impedimento de disparidad de cultos.
1.2.2.1. La investigación sobre el estado libre de quienes desean
contraer matrimonio canónico. Se hace para autorizar el estado libre de quienes van a celebrar el matrimonio canónico; para comprobar el estado libre de aquellos que, estando obligados a guardar la forma canónica, han atentado matrimonio civil o ante un ministro acatólico. Es suficiente la investigación prematrimonial.
1.2.2.2. La jurisdicción sobre todos los matrimonios celebrados
entre dos bautizados acatólicos La razón de la jurisdicción de la iglesia esta fundada en la doctrina de la naturaleza sacramental de cualquier matrimonio válido celebrado entre dos bautizados, con independencia de la explícita fe de los contrayentes sobre el carácter sacramental del matrimonio. La iglesia afirma así su jurisdicción universal sobre el matrimonio que tenga naturaleza sacramental.
1.2.2.3. La jurisdicción de la iglesia sobre el matrimonio de los no
bautizados y el reconocimiento canónico de las justas decisiones de nulidad del matrimonio pronunciadas por otros ordenamientos religiosos o estatales. La jurisdicción de la iglesia sobre el matrimonio de un bautizado acatólico , se funda en la consciencia de la iglesia de poseer una genérica jurisdicción para proteger las normas de derecho divino natural sobre el matrimonio. La iglesia no puede ignorar las declaraciones de nulidad de matrimonio de dos cónyuges acatólicos realizadas en aquellos ordenamientos, religiosos o estatales, que poseen dicha institución jurídica .