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Ric

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o J.
Dentro de la historia panameña encontramos a diversas figuras pioneras del desarrollo y la
formación de nuestra sociedad, hasta el presente. Entre ellas destaca Ricardo Joaquín Alfaro

Alf
Jované (20 de agosto de 1882-23 de febrero de 1971), que fungió como abogado, profesor y
presidente de Panamá desde el 16 de enero de 1931 hasta el 5 de junio de 1932. Su paso por
la política panameña produjo la edición de la Constitución de 1946 y diversos tratados entre
Panamá y EE.UU.

Su lucha por el pueblo panameño lo llevó a dedicarse a ser consejero político, ministro

aro
plenipotenciario de Panamá en EE.UU., dirigente de la Comisión para la Reforma del Código
Electoral Panameño (1968-1969) y tesorero de la Cruz Roja Panameña (1917). Además, fue
esposo de Amelia Crystina Lyons Orillac (artista plástica panameña), con quien tuvo seis hijos
y se mantuvo toda su vida. Se considera fundador de la Academia Panameña de la Lengua
(12 de mayo de 1926), gracias a su iniciativa respaldada por la Unión Iberoamericana.

Su visión se mantuvo fiel al valor de la familia, la educación, los derechos y deberes


ciudadanos y la buena relación entre países, posicionándolo como uno de los profesionales
más apreciados por la familia presidencial Roosevelt en Estados Unidos; además, fue
representante de Panamá en diversos puestos de comando internacional en la ONU y la
Organización de Estados Americanos (OEA), según recopiló el sitio web especializado
Panamá Vieja Escuela.

El doctor Alfaro tuvo un papel líder en la soberanía del país, participando activamente en la
toma de decisiones y negociaciones en búsqueda de la liberación de Panamá del convenio
canalero en 1903 y luego en 1925 y 1926. “Las intervenciones de Ricardo J. Alfaro en el foro
internacional, con relación a la teoría y la práctica de los derechos humanos, integran una
Por todos sus antecedentes históricos y por su circunstancia geográfica, Panamá estaba ligada al
desarrollo de la economía y del comercio mundial, en un grado que no era el mismo para las demás
regiones o provincias de la República de Colombia y esto creaba incomprensión de parte del
Gobierno Central, en relación con los verdaderos y propios intereses de Panamá que se
individualizaban por un desarrollo específico de las fuerzas productivas.

Así las cosas, los panameños recibieron siempre con entusiasmo toda iniciativa o proyecto que
tratase de aprovechar sus especiales condiciones geográficas. Y estos proyectos surgían en cada
momento, sobre todo en países europeos y en Estados Unidos.

Dos obras despertaron las esperanzas panameñas de mejores días: la construcción del Ferrocarril a
través del Istmo, y la iniciación de los trabajos del Canal de Panamá. La primera fue llevada a cabo
exitosamente por capitalistas de los Estados Unidos en el período 1850-1855, Y la segunda, estuvo
patrocinada por el Gobierno Francés, pero corría a cargo de una compañía privada.

Hacia finales del siglo XIX, algunos hechos fundamentales y de extraordinaria proyección, llevaron a
los panameños a pensar, una vez más, en constituirse en estado independiente. Mencionaremos tres
de esos hechos: a) El proyecto francés de hacer el Canal a nivel, terminó en un sonado fracaso que
produjo seria crisis económica y grave desilusión entre todos los sectores de la sociedad panameña;
b) A finales de la centuria, Colombia se sumió en otra guerra civil, más cruel y despiadada que las
anteriores. Fue la llamada “Guerra de los Mil Días” (1899-1902), en la cual participaron los
panameños sosteniendo y defendiendo la causa liberal. Esta contienda provocó la ruina de Panamá
por la irracional destrucción de riquezas y de fuerzas productivas, llevada a cabo por ambos bandos
en lucha. Su desenlace militar, o sea la derrota de la Revolución Liberal, significó para Panamá el fin
de la ilusión que se había abrigado en el sentido de lograr a través de su incorporación a la guerra, o
bien su autonomía, o bien su separación, lo que llevó a ciertos sectores a plantear en forma franca la
imposibilidad de continuar unidos a Colombia; y c) El rechazo, por parte de Colombia, de un proyecto
de Tratado con los Estados Unidos, que el Senado colombiano estimó inaceptable y en función del
cual, Estados Unidos conseguiría la autorización legal colombiana para construir el Canal, ya que los
esfuerzos franceses habían resultado fallidos. Estos tres hechos -entre otros de menor importancia-
obligaron a muchos panameños a plantearse –una vez más- el problema del futuro económico y
político del Istmo. Pero, como veremos más adelante, esta situación no fue resuelta en función de los
legítimos intereses del pueblo de Panamá, ni de acuerdo con sus propias perspectivas, sino en
función de los intereses del imperialismo norteamericano.

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