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Tom Joad: No, mamá, eso no. No es eso. Es solo que, ya que de todas formas soy un
forajido, tal vez pueda hacer algo. Tal vez pueda averiguar algo, buscar y tal vez descubrir
qué anda mal, y luego ver si hay algo que se pueda hacer al respecto. No lo he pensado
claramente, mamá. No puedo. No sé lo suficiente.
Ma Joad: ¿Cómo sabré de ti, Tommy? Podrían matarte y yo nunca lo sabría. Podrían
lastimarte. ¿Cómo lo voy a saber?
Tom Joad: Bueno, tal vez sea como decía Casy. Uno no tiene un alma propia. Solo un
pedacito de un alma grande, del alma grande que nos pertenece a todos.
2. Diálogo en el supermercado
―¡Hola, Martina!
―Sí, realmente. ¿Cómo has estado todos estos años? Pensé que estabas viviendo fuera
del país.
―¡Sí! Estuve muchos años viviendo en Francia, pero hace unos meses volví para
quedarme. ¿Por qué no aprovechamos este encuentro y arreglamos para cenar algún día?
―Perfecto, justo estoy libre. Te dejo mi número para que definamos horario y lugar, ¿te
parece bien?
―Me parece genial. ¡Qué alegría volver a encontrarte! Nos vemos el martes entonces.
―Lo mismo digo, tenemos mucho para ponernos al día. ¡Nos vemos pronto! ¡Adiós!
3. Doña Francisquita, Comedia lírica en tres actos, texto de Federico
Romero y Guillermo Fernández Shaw
Fernando: Señorita…
Francisquita: Caballero…
Fernando: En efecto.
Francisquita: Es el mío.
Francisquita: Aunque las señas coinciden con mi pañuelo bordado, si alguna dama
pregunta que si lo habéis encontrado, decidle vos que aquí vive la viuda de Coronado y
que su hija lo tiene para su dueña guardado.
Francisquita: ¡Adiós!
Fernando: ¡Adiós!
4. Diálogo en la panadería
—Buen día.
—Treinta pesos.
—Aquí tiene.
—Buenas tardes.
5. Diálogo 5
ARÓN: ¿Cómo?
ARON: No… no, media hora nada más. ¿Usted me espera a mí para terminar?
HUMBERTO: Sí…
ARON: Es que mañana tengo que entregar el balance… lo mejor será que venga más
temprano y termine… si termino… ¿Usted es contratado por la empresa o el edificio?
HUMBERTO: La empresa.
HUMBERTO: Sí.
HUMBERTO: No.
HUMBERTO: Gracias.
HUMBERTO: Soltero.
—Disculpe.
—Sí, dígame.
—Hasta luego.
Alberto: Yo no.
Diana: Yo no.
—Perdonen que venga tan tarde —empezó a decir; y entonces, perdiendo de repente el
dominio de sí misma, se abalanzó corriendo sobre mi esposa, le echó los brazos al cuello y
rompió a llorar sobre su hombro—. ¡Ay, tengo un problema tan grande! —sollozó—.
¡Necesito tanto que alguien me ayude!
—¡Pero si es Kate Whitney! —dijo mi esposa, alzándole el velo—. ¡Qué susto me has dado,
Kate! Cuando entraste no tenía ni idea de quién eras.
—No sabía qué hacer, así que me vine derecho a verte. —Lo mismo de siempre. Las
personas en dificultades acudían a mi mujer como los pájaros a la luz de un faro.
—Has sido muy amable viniendo. Ahora tómate un poco de vino con agua, siéntate
cómodamente y cuéntanoslo todo. ¿O prefieres que mande a James a la cama?
—Oh, no, no. Necesito también el consejo y la ayuda del doctor. Se trata de Isa. No ha
vuelto a casa en dos días. ¡Estoy tan preocupada por él!
—¿Está seguro?
—Muchas gracias.
—Buenos días.
—Estoy buscando la Oficina de Admisión para dejar una documentación, ¿sabe dónde
está?
—Sí, claro. Tiene que subir al primer piso, doblar a la derecha y la última puerta del pasillo
es la que usted busca.
—Debo advertirle, de todas maneras, que la Oficina de Admisión recién abre al mediodía…
—¡Igualmente!
—¿Hola?
—Bien, gracias. ¿Podría hablar con Julia? No consigo comunicarme con su teléfono.
—Me dijo que su teléfono se quedó sin batería. Ya te paso con ella.
—Muchas gracias.
—¿Qué amigo?
—No lo conoces. Por favor, fue un día muy difícil, necesito acostarme —dijo el joven con
sus últimas fuerzas.
―Necesito pedirte un favor. Tu abuela está enferma y quiero enviarle esta canasta con
algunos alimentos para que pueda reponerse.
―Exactamente.
―Me alegro. A ella también le encanta recibirte. Toma ―le dijo, mientras le entregaba la
canasta.
―¡Salgo ya mismo!
―¡Gracias! Recuerda seguir el camino de siempre y no hablar con ningún desconocido ―le
advirtió la madre.
―No te preocupes, tendré mucho cuidado. ¡Hasta luego, mamá! ―dijo ya fuera de la
casa, mientras salía al trote.
―Buen día.
―Le hago una consulta. ¿Este ómnibus llega hasta el centro de la ciudad?
―Sí, serán unos veinte minutos de viaje desde acá. De hecho, es el final del recorrido.
―$4,20.
―Aquí tiene. Muchas gracias.
―Perfecto, lo tomo.
LADY MACBETH: Nada se tiene, todo está perdido cuando nuestro deseo se colma sin
placer. Es mejor ser lo que nosotros destruimos, que al destruirlo no vivir sino un goce
dudoso.