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La personalidad

Antoni Andrés Pueyo


Diseño del libro y de la cubierta: Natàlia Serrano
Primera edición: octubre de 2007
© Antoni Andrés Pueyo, del texto
© Elena Giner y Teresa Girona, del texto
© Editorial UOC, de esta edición
Rambla del Poblenou, 156
08018 Barcelona
www.editorialuoc.com
Realización editorial: MEDIAactive,S.L.
Impresión: Ediciones Gráf icas Rey, S.L.
ISBN: 978-84-9788-623-9
Depósito Legal: B-49.608-2007

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de los titulares del copyright.
Antoni Andrés Pueyo
Antoni Andrés Pueyo es catedrático del Departamento de
Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la
Universitat de Barcelona.
Nuestro contrato

Este libro le interesará si quiere saber:


• Qué es la psicología de la personalidad.
• Cuáles son sus aportaciones y limitaciones.
• Cómo se puede describir científicamente la personalidad.
• Qué son los rasgos.
• Por qué somos iguales y diferentes a la vez.
• Qué significa realmente carácter, temperamento,
constitución e inteligencia.
Índice de contenidos

Nuestro contrato........................................................................5
¿Cómo somos las personas?....................................................9
SOMOS DIFERENTES, PERO NO TANTO...............11
Individuo................................................................................13
Organismo.............................................................................13
Persona y personalidad........................................................14
EL ESTUDIO DE LA PERSONALIDAD......................17
Tantas teorías como teóricos..............................................17
Un origen doble: filosófico y científico.............................19
No es fácil definir la personalidad......................................20
Un conjunto de rasgos.........................................................21
La definición de términos...................................................22
INSTRUMENTOS PARA EL ANÁLISIS.......................29
Una explicación científica es necesaria..............................30
Por qué nuestras conductas son diferentes.......................31
Dos etapas para explicar el psiquismo...............................36
¿Hay una teoría de la personalidad?...................................44
LOS RASGOS PSICOLÓGICOS........................................47
Definición y naturaleza........................................................51
Identificación y utilidad.......................................................55
Tipos y estados psicológicos...............................................61

7
LA PERSONALIDAD COMO SISTEMA.......................65
La constitución......................................................................65
El temperamento..................................................................68
El carácter..............................................................................69
La inteligencia........................................................................72
Estilos psicológicos..............................................................76
Un modelo.............................................................................77
Bibliografía.................................................................................81

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¿Cómo somos las personas?
¿Podemos saber científicamente, con objetividad y rigor,
como son las personas? O dicho de otra forma: ¿sabríamos
justificar por qué un individuo es como es, cómo se compor-
tará en el futuro, cómo reaccionará ante un hecho imprevisto?
Esto es lo que intenta contestar la psicología de la personali-
dad. Pero como sucede con todo avance científico, la psicolo-
gía de la personalidad no solamente encuentra respuestas a las
preguntas planteadas (a veces insuficientes), sino que también
se plantea otras preguntas: ¿de qué elementos está compuesta
la personalidad? ¿Es la personalidad una característica psico-
lógica de los individuos consistente en el tiempo? ¿La perso-
nalidad tiene raíces biológicas o sociales? Uno de los psicólo-
gos más importantes de nuestro entorno, José Luis Pinillos,
dice: “Uno de los campos más complejos, por no decir con-
fuso, de la psicología actual es el de la personalidad humana”.
En este libro se presentan los principales conceptos dentro
del campo de la psicología de la personalidad y de las dife-
rencias individuales. Primero veremos el estudio de la per-
sonalidad desde el punto de vista científico, con referencia a
las principales cuestiones metodológicas que se deben tener
presentes.
Después entraremos en los conceptos básicos como los
hechos fisiológicos, los estados y los tipos de personalidad.
Encontraréis su definición y la manera de identificarlos.

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Finalmente presentaremos un modelo de personalidad
como sistema complejo integrado por la constitución física, el
temperamento, el carácter y la inteligencia.

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SOMOS DIFERENTES, PERO NO TANTO
“Todas las personas somos diferentes”. “Dime con quién
vas y te diré quién eres.” Estas dos afirmaciones son compa-
tibles porque hacen referencia a diferentes aspectos de cómo
somos las personas. Somos iguales o diferentes en cuanto a
nuestra manera de comportarnos ante diversas situaciones co-
tidianas, en cuanto a las experiencias que nos han ido forman-
do, en cuanto a las reacciones que mostramos ante noticias o
acontecimientos inesperados, somos diferentes o iguales en
nuestras aspiraciones, en las creencias y sentimientos que nos
identifican. En una palabra, somos como somos, cada uno
diferente de todos los demás, pero no tan distintos que no
podamos encontrar demasiadas cosas comunes con los “de-
más”.
Las razones por las que somos diferentes y semejantes son
muy diversas. Pero la razón última es que somos el resultado
de una combinación de lo que somos al nacer y de los efec-
tos de nuestra biografía. Eso es lo que justifica la manera de
ser característica de cada persona. Por eso decimos que toda
persona es única.
Desde una perspectiva psicológica, estas afirmaciones son
el resultado de unas observaciones realizadas sobre fenóme-
nos naturales cotidianos.
Precisamente, la perspectiva psicológica se basa en las dife-
rencias y similitudes, en la manera de ser y de comportarse de

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cada uno y en el conocimiento acumulado (inicialmente filo-
sófico y más recientemente científico) que se pregunta cuáles
son sus causas.
El fenómeno de la variabilidad del comportamiento hu-
mano ha sido fuente de inspiración para los filósofos que han
recapacitado sobre la personalidad, para los líderes e incluso
para los políticos y religiosos, como también para los científi-
cos interesados. Los cambios en la manera de ser y de compor-
tarse de los individuos son un fenómeno natural y, como tal,
susceptible de ser estudiado con el rigor de las ciencias. Esta
es la opinión de la investigación diferencialista de la psicología
de la personalidad. La tradición diferencialista ha considerado
a la persona como un organismo dotado de un conjunto de
aptitudes que le permiten adaptarse a la realidad cotidiana,
cosa que se puede entender también desde una perspectiva
evolucionista. En el siguiente recuadro encontramos los pun-
tos esenciales de este enfoque diferencial.

Decálogo sobre la personalidad


1. Una persona, aunque sea única, en alguna cosa se asemeja a
las demás.
2. La mejor manera de comprender las personalidades de los in-
dividuos es comparándolas entre sí.
3. No se pueden comparar las personalidades enteras, ya que la
comparación debe ser analítica.
4. Las personas, como las cosas o como cualquier otro fenóme-
no natural, se conocen y se describen por sus propiedades.
Estas propiedades son siempre abstracciones derivadas de la
observación.
5. Las comparaciones entre individuos se deben hacer en térmi-
nos de una determinada propiedad en un momento dado.
6. Las comparaciones también se pueden hacer entre una perso-
na y la media de un grupo o muestra de personas de la pobla-
ción a la que pertenece.
7. Las propiedades de la personalidad son rasgos.

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8. Estos rasgos pueden ser muy generales o específicos.
9. La personalidad se puede caracterizar por un patrón único de
rasgos.
10. Debemos construir modelos conceptuales de los hechos a
partir de sus indicadores observables para poder describir
la personalidad de los individuos, para predecir y explicar el
comportamiento.

El individuo es un conjunto (eso es muy importante) que,


aunque los estudiosos lo descompongan en elementos más
sencillos, actúa siempre de manera global e integrada. Es pre-
cisamente el comportamiento del individuo el que refleja su
personalidad.
Antes de adentrarnos en más detalles propios de la psi-
cología de la personalidad, nos será muy útil definir cuatro
términos.

Individuo
Un individuo es un ejemplar concreto de una especie cual-
quiera de ser vivo. Un individuo no es un fragmento de sus-
tancia inerte, sino que tiene cierto nivel de organización inter-
na que es la responsable de su unidad. por el hecho de ser un
individuo es intrínsecamente indivisible y distinto al resto. La
individualidad es una propiedad de los individuos que destaca
el conjunto de características que (como que son más o me-
nos estables) constituyen su identidad.

Organismo
Desde un punto de vista funcional, podemos distinguir
dos aspectos del individuo: organismo y psiquismo.
El organismo hace referencia al conjunto de funciones fi-
sicobiológicas del individuo; el psiquismo, a las funciones psi-
cológicas. En nuestro contexto, podemos sustituir fácilmente

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al término organismo por el de constitución y el de psiquismo,
por el de personalidad.

Persona y personalidad
No se debe confundir persona con personalidad.
La persona designa un individuo humano concreto; la per-
sonalidad, por el contrario, es un término científico que han
formulado los psicólogos con la intención de formarse una
idea de la manera de ser y de actuar que caracteriza el organis-
mo psicofisiológico que denominamos persona.
Las personas poseen una personalidad propia, que designa
la manera de ser y funcionar de un psiquismo humano, tal
como ha sido construida gracias a la investigación psicológi-
ca.
En el conjunto de atributos que constituyen toda persona-
lidad, se distinguen varios tipos que corresponden, aproxima-
damente, a las grandes categorías funcionales del psiquismo
humano según la psicología.
Así, distinguiremos los procesos cognitivos (la percepción,
la memoria, el razonamiento, etc.), los procesos conativos
(motivación, voluntad, intereses) y los procesos emocionales
(ansiedad, miedo, ira, etc.). En este esquema, conviene intro-
ducir los procesos biofísicos (activación, funciones neuroen-
docrinas), que forman parte de aquello que determina el com-
portamiento humano.
Cada uno de estos tipos de atributos se han identificado
tradicionalmente con unas “etiquetas”, que son las aptitudes
o capacidades intelectuales, el temperamento, el carácter y la
constitución.
Cada uno de estos elementos actúa específicamente sobre
un ámbito de la conducta, de manera que las aptitudes se ven
reflejadas en el rendimiento de los individuos; el carácter, en

14
sus actitudes, creencias y hábitos sociales; el temperamento,
en la expresión afectiva, y la constitución, en el funciona-
miento biológico. La personalidad, reflejada en cada una de
estas facetas, es el conjunto de todos estos tipos de atributos,
conjunto “único” porque resulta de la combinación de todos
estos componentes, con su idiosincrasia peculiar, que es única
e irrepetible.

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EL ESTUDIO DE LA PERSONALIDAD
El estudio de la personalidad tiene mucha importancia, so-
bre todo por dos hechos evidentes. Primero, el interés que
muestran por la personalidad varios tipos de profesionales:
psiquiatras, psicólogos clínicos, especialistas en selección de
personal, criminólogos, trabajadores sociales e incluso nove-
listas y periodistas.
Y segundo, la existencia de diferentes definiciones de la
personalidad en ámbitos distintos, como en el ámbito clínico,
el organizativo, el legal y jurídico, el educativo, el vocacional y
la misma investigación básica del fenómeno.

Tantas teorías como teóricos


El estudio científico de la personalidad humana, desde los
años 30, es el objetivo de la psicología de la personalidad. En
esta amplia disciplina se estudian una serie de fenómenos aso-
ciados al concepto de personalidad y sus implicaciones. Uno
de los fenómenos más importantes a la que hacen referencia
es la variabilidad.
A veces ocurre que los árboles no nos dejan ver el bosque:
concentrarnos en los detalles no nos permite ver el conjunto.
Esta característica del observador ha estado fatal para el es-
tudio de la psicología de la personalidad. Desde principio de
los años 50 hasta hoy han sido tantos los estudiosos de la per-

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sonalidad que han propuesto su manera de ver este complejo
fenómeno, que hoy hablamos de teorías de la personalidad
más que de la teoría psicológica de la personalidad. Las teo-
rías de la personalidad que tenemos son tantas y tan variadas
que en algunas universidades hay una asignatura formal que
se ocupa de ello.
La situación de la psicología de la personalidad, debido a la
coexistencia de tantas y tan diversas teorías, era en la década
de los 80 deplorable. Pero en los últimos años parece que los
estudios psicológicos de la personalidad han vuelto a encarar
el problema básico con un nuevo empujón y parece que con
éxito, ya que hay un consenso para volver a los orígenes del
estudio científico de la personalidad. Para ver el bosque es
mejor alejarse. Esta distancia se logra volviendo a los orígenes
del problema, en tal caso la descripción del complejo fenóme-
no psicológico que es la personalidad.
Para entenderlo mejor, actualmente coexisten en el ámbito
de la psicología de la personalidad por lo menos siete teorías
diferentes que siguen enfoques diversos (conductual, psicoa-
nalítico, diferencial, humanista, etc.), y aún dentro de de cada
uno de estos enfoques podemos distinguir modelos distintos
(el modelo de tres factores de Eysenck, el de dieciséis factores
de Cattell o el de cinco factores de McRae y Costa). Pero eso
no lo es todo: la terminología se utiliza de forma diversa. Lo
que para unos autores es ansiedad, para otros es estrés.
Hay autores, como el profesor Oliver P. John, que con-
sideran que el campo de estudio de la personalidad es como
una torre de Babel terminológica. Por este motivo, muchos
estudiosos de la personalidad se han empeñado en obtener
un sistema descriptivo de la personalidad que sea integrador
y que pueda servir en un futuro como punto de partida para
una investigación unitaria de la personalidad. Así, esta dra-
mática situación parece que está en vía de solución, pero el

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ritmo es tan lento que es mejor acostumbrarse a la variedad
de teorías.

Un origen doble: filosófico y científico


El origen del estudio sistemático de la personalidad desde
un punto de vista psicológico es doble: una tradición que pro-
viene de la especulación filosóficoliteraria sobre la naturaleza
humana y otra que proviene del estudio científico también
sobre la naturaleza humana.
La tradición filosóficoliteraria (como la ha denominado
Pelechano recientemente y que incluye las aportaciones de la
filosofía y la sabiduría populares y otras fuentes del conoci-
miento no científico) aportó bajo el término “carácter” mu-
chas de las consideraciones que hoy estudiamos en el campo
de la personalidad.
El estudio científico de la personalidad, desarrollado en el
marco general de la psicología, es la continuidad histórica de
la tradición medicoclínica del estudio del temperamento y de
la tradición filosóficoliteraria del carácter. A partir de la tra-
dición médicoclínica llegará a la psicología diferencial todo el
conocimiento acumulado desde los médicos griegos hasta los
trabajos del psiquiatra Ernst Kretschmer. El término “tempe-
ramento” (indisolublemente ligado al de “constitución”) y sus
modelos explicativos serán la aportación más significativa de
esta tradición.
Así, en el origen de la psicología de la personalidad mo-
derna en los años 30, autores como Gordon Allport o Hen-
ry Murray, entre otros, pero también Kurt Goldstein, Kurt
Lewin y Steve Sheldon, al empezar a elaborar sus teorías so-
bre la personalidad se encontraron con estas dos tradiciones.

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No es fácil definir la personalidad
El término “personalidad” y sus sinónimos tienen mu-
chas aplicaciones en la vida cotidiana. Simplemente dando
una ojeada a un diario podemos encontrar frases como es-
tas: “Este equipo de fútbol tiene una personalidad propia”,
“Se busca vendedor con personalidad”, “No deje de visitar el
hotel, es único, con personalidad”, “Fume cigarrillos, gustan
por su temperamento”. O como estas: “Gracias al carácter del
director, la orquesta realizó un concierto inolvidable”. En nu-
merosos contextos se utiliza el término “personalidad” para
destacar una propiedad que convierte a aquello que la posee
en alguna cosa única, identificable. Este uso indiscriminado
que hacemos en el lenguaje cotidiano del término “personali-
dad” no debe influir en su definición científica. Sin embargo,
no es una tarea fácil: desde hace más de 60 años, los psicólo-
gos intentamos lograr una definición única y consensuada de
personalidad.
Una manera de distinguir la concepción de la personalidad
es la clasificación de los individuos en actores y observadores,
es decir, la persona que sostiene la acción que se analiza (actor)
o la persona que analiza al que actúa (observador). Desde el
punto de vista del observador, la personalidad, según el psicó-
logo John Hogan, “consiste en la reputación del actor, es una
atribución social que tiene valor distintivo. Esta reputación no
tiene un valor neutral, las reputaciones siempre tienen un va-
lor social explícito y en el fondo constituyen la potencialidad
del actor o su contribución demostrada en su grupo social”.
Desde el punto de vista del actor, la personalidad es “un con-
junto de estructuras psíquicas internas, calidades y caracterís-
ticas que “causan” la reputación inicial de los individuos.”

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Un conjunto de rasgos
La estructura de la personalidad es un conjunto de factores
psicológicos internos: esta es la idea fundamental que debe-
mos retener. Estos factores psicológicos pueden denominar-
se de diversas maneras: instintos, deseo, motivos, creencias,
intereses, actitudes, emociones. Las diferentes teorías ponen
énfasis en alguno de estos conceptos.
En el enfoque diferencial que estamos explicando, estos
factores se denominan rasgos, que son, según Hogan, “carac-
terísticas psicológicas disposicionales, amplias, consistentes y
estables durante el tiempo que se utilizan para describir, eva-
luar y predecir la personalidad de los individuos”. Son muy
importantes estas cuatro características.
Con detalle, “ disposicional ” quiere decir que predispone
a realizar un tipo de conducta (por ejemplo tendencia a actuar
sin pensar o a tener miedo); “amplio” se refiere que sus efec-
tos no provocan conductos específicos, sino generales (no hay
un rasgo que produzca sonreír, sino que el mismo rasgo hace
que la persona tenga facilidad para sonreír, reír, estar alegre,
animada, como es el caso de la extraversión); “consistente”
significa que actúa de manera similar en una gran variedad de
situaciones, y “estable”, que es constante en el tiempo y por
lo tanto que lo podremos observar (con ciertas variaciones) a
lo largo de la vida del individuo.

Primero fueron los tipos


Los estudiosos de la personalidad, antes de utilizar el rasgo como
unidad de análisis de las características individuales, utilizaron el
concepto de tipo. En esencia, los teóricos de los tipos considera-
ban que todos los individuos se pueden clasificar en algunos tipos
o categorías de seres humanos (generalmente pocos y que oscilan
entre cuatro y dieciséis). Por ejemplo, la clasificación astrológica
indica que hay doce tipos, mientras que los antiguos griegos re-

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conocían a cuatro tipos diferentes de personalidad (melancólico,
flemático, sanguíneo y colérico).
La diferencia más importante entre una teoría de tipo y una de
rasgos es que la primera considera que los individuos pertenecen
a una o a otra categoría (peces o león; melancólico o flemático),
mientras que la segunda considera que los rasgos son propieda-
des comunes de todos los individuos, pero que están distribuidas
de manera desigual. Así, todos los seres humanos tenemos cierto
grado de ansiedad, de sociabilidad y de originalidad, pero nos dis-
tinguimos por la cantidad de rasgos que nos identifica. En general,
se asume que los rasgos de personalidad se distribuyen de mane-
ra normal como la mayoría de rasgos físicos (altura, peso, etc.),
cosa que significa que si podemos considerar la ”actividad” como
un rasgo, entonces todos los individuos tendrán este rasgo en un
grado diferente, algunos serán extremamente inactivos o activos,
otros serán muy activos o inactivos y la mayoría tendrán un grado
de actividad intermedio.

La definición de los términos


Conceptos y constructos
La personalidad es un término corriente en el lenguaje co-
tidiano como un concepto que forma parte de la psicología.
En el lenguaje científico se utiliza tanto la palabra “concepto”
como el de “constructo” para referirnos a los elementos más
importantes de cualquier teoría. Los conceptos y los construc-
tos tienen significados similares.
Un concepto expresa una abstracción formada por la ge-
neralización a partir del particular y un constructo es un con-
cepto, pero integrado dentro de un marco o teoría científica.
Así, la ansiedad es un término cotidiano del lenguaje, un con-
cepto de uso múltiple en las ciencias y además un constructo
psicológico muy específico que tiene una función diferente
según el marco teórico en que se incluye (psicoanálisis, teoría
de la personalidad de rasgos, aprendizaje).

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Personalidad, inteligencia, temperamento, igual que grave-
dad, aceleración o viscosidad, son términos que utilizamos en
el lenguaje cotidiano con naturalidad. Si alguien nos pregunta
el significado de estas palabras, todos tenemos una idea, que
no siempre corresponde a su acepción científica verdadera.
Así, por ejemplo, el término “histérico” se utiliza para calificar
ciertos individuos que no se corresponden estrictamente a la
categoría clínica de “neurosis de histeria” que les asignaría un
psiquiatra experto. Estos términos son conceptos abstractos,
que en el lenguaje científico se denominan constructos. Los
constructos son herramientas científicas que tienen su valor
en la medida en que se utilizan con precisión y exactitud.
Así, la personalidad es un constructo complejo de carácter
muy general: ¡en cierta medida es un constructo que al mismo
tiempo es una suma de constructos! La definición que Eysenck
ofrece para la personalidad es un ejemplo de lo que decimos:
“La personalidad puede entenderse como una organización
más o menos estable y duradera del carácter, el temperamen-
to, el intelecto y el físico de una persona, que determina su
adaptación única al ambiente. El carácter denota comporta-
miento conativo (voluntad); el temperamento, el sistema del
comportamiento afectivo (emoción); el intelecto, el sistema
de comportamiento cognitivo (inteligencia), y el físico, la con-
figuración corporal y la de la dotación neuroendocrina”.

La capacidad de hacer cosas


El término “capacidad” (del inglés ability) necesita también
en el contexto de la psicología cierta precisión.
Capacidad o aptitud es un término que se atribuye a la po-
tencialidad de los objetos o de las personas para realizar algo.
Decimos así, que una broca de viridia tiene capacidad de atra-
vesar el hormigón, o que una moto es capaz de correr a más

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de 180 kilómetros por hora. La capacidad nos indica también
cierto tipo de potencialidad que se puede atribuir al individuo.
Muy a menudo utilizamos este término para hablar de atribu-
tos psicológicos y decimos que los individuos tienen aptitudes
cognitivas, deportivas o artísticas.

Traducciones inexactas
Los ingleses y los norteamericanos utilizan mucho más el término
ability que el término aptitude para designar una predisposición ha-
cia una determinada actividad o a sus aplicaciones prácticas. En el
lenguaje cotidiano, de hecho encontramos que capacidad, aptitud,
habilidad o destreza son casi sinónimas. En el contexto de la psi-
cología, tampoco están muy diferenciadas, cosa a la que han cola-
borado las diferentes traducciones de estos términos procedentes
del inglés. Así, la palabra ability a veces se traduce por capacidad y
otras veces por habilidad. De aquí derivan importantes confusio-
nes. Nosotros, para poder delimitar estos términos en cuanto a su
significado, hemos utilizado las siguientes traducciones: ability es
capacidad o aptitud, aptitude es aptitud, skill es habilidad o destreza
y, finalmente, achievement es rendimiento (también y especialmente
en el contexto experimental se denomina performance).

Por ejemplo, la capacidad de esfuerzo físico se mide sobre


la base del rendimiento individual ante diversas pruebas de re-
sistencia física (correr 10 kilómetros, caminar 50). La aptitud
se expresa en la conducta cuando las condiciones de las tareas
son favorables para hacerlo. Generalmente, esta potenciali-
dad no está medida en términos probabilísticos. Así, la aptitud
para el salto de altura de un atleta no es la media de sus saltos,
sino el máximo logrado en una ocasión determinada (a veces
excepcional). Esta manera de definir la aptitud está relaciona-
da con el grado máximo de rendimiento que un sujeto puede
lograr y no es habitual en el contexto de la medida psicológica
de las capacidades cognitivas.

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Generalmente se acepta, en la psicología de la personali-
dad, que una capacidad o aptitud es un rasgo, con cierto grado
de estabilidad y consistencia, que caracteriza el rendimiento y
el comportamiento habitual de un individuo (en comparación
con otros individuos).
Hay autores que quieren distinguir entre capacidad y ap-
titud. La aptitud tendría una connotación más restrictiva y un
contenido más específico que la capacidad.
Así, mientras que es lícito hablar de una capacidad de me-
moria general, también sería correcto hablar de una aptitud
para el recuerdo de caras o de imágenes. La definición de las
aptitudes proviene de la observación sistemática de las dife-
rencias entre individuos en la realización de ciertas tareas. Esta
observación constituye la base de la medida de las aptitudes.

Las habilidades y el entrenamiento


Las habilidades o destrezas son competencias que están
presentes en el sujeto en el momento de realizar una tarea,
que han sido desarrolladas por medio del entrenamiento o la
práctica.
Los conceptos de habilidad o destreza tienen además otra
connotación. Su aspecto más peculiar es que pertenecen al
dominio de las potencialidades. De la misma forma que las
aptitudes tienen un fuerte componente genético –sin excluir
el efecto ambiental acumulado– las habilidades o destrezas se
implantan en el sujeto por medio de la experiencia y la prác-
tica. Por ejemplo, un niño puede tener aptitudes musicales,
pero su rendimiento musical con un instrumento determina-
do depende de que haya aprendido a utilizarlo y que haya
desarrollado las destrezas que le permitan ejecutar una melo-
día o pieza musical. La diferencia entre aptitud y habilidad es
patente en este tipo de atributos: una aptitud es la resistencia

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al esfuerzo físico o la elasticidad muscular; una habilidad es
jugar al tenis o pilotar una moto de competición.
Ante estos conceptos descritos, que hacen referencia al
“cuánto” del comportamiento (al rendimiento de los indivi-
duos), hay otros conceptos vinculados al “cómo” o el estilo de
conducta. Estos términos se han desarrollado para identificar
los atributos de los individuos que justifican las variaciones
en su comportamiento habitual. Definiremos algunos de los
términos más importantes.

Constitución, la dotación biológica


La variabilidad individual en los aspectos físicos es el he-
cho más evidente que diferencia a los individuos de una mis-
ma especie. Esta diferencia se prolonga más allá de lo que es
simplemente superficial y observable.
Así, numerosas observaciones confirman que hay una “in-
dividualidad bioquímica o fisiológica”. Desde la antigüedad se
consideró que estas variaciones morfológicas eran la base de
las variaciones psicológicas o sociales. Para formalizar estas
ideas se propuso el término “constitución”.
La constitución es la dotación biológica de un individuo,
que está compuesta de elementos estáticos y dinámicos. La
referencia más o menos grande a la parte estática (anatomía,
relación entre tejidos) o a la parte dinámica (funciones hor-
monales, funciones bioquímicas) depende del momento y de
los conocimientos biomédicos de la época. Algunos de los
adjetivos que se refieren a la constitución son rechoncho,
voluminoso, musculoso, fornido, delgado, flaco, esquelético,
fuerte, robusto o corpulento.

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Temperamento, las características emocionales
El profesor polaco Jan Strelau ha definido el temperamen-
to como “un conjunto de rasgos relativamente estables del
organismo, determinados primordialmente por su biología,
que se manifiestan en rasgos formales de reacción en las ca-
racterísticas energéticas y temporales de la conducta”. En tér-
minos más generales, el temperamento hace referencia a las
características emocionales de la conducta. Estos rasgos están
muy determinados por la configuración morfológica y fisio-
lógica del individuo y en cierta medida expresan los determi-
nantes genéticos de la personalidad. Algunos de los adjetivos
que califican el temperamento son audaz, nervioso, inquieto,
activo, emotivo, apático, flemático, inhibido, comunicativo,
temeroso, hablador o impulsivo.
“Temperamento” es un término que ha tenido muchos
avatares en la historia del estudio de la conducta humana,
pero se ha mantenido viva en muchas tradiciones.
Para numerosos autores, los rasgos del temperamento son
la “verdadera esencia” de la personalidad y por eso se atribuye
el calificativo de “rasgo de personalidad o del temperamento”
en las mismas dimensiones. Sin embargo, esto es una licencia
del lenguaje hablado.
En todo momento conviene distinguir estas categorías.
Así, la impulsividad, la sociabilidad, la estabilidad emocio-
nal o el psicoticismo son rasgos temperamentales.

Carácter, mezcla de sentimientos y actitudes


El concepto carácter proviene de la psicología de corte
filosófico previa a la psicología empírica iniciada en el siglo
XIX. Por comparación con el temperamento, el carácter re-
presenta otro elemento que, dado que constituye la estructura

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de la personalidad, ha recibido tradicionalmente un tratamien-
to no científico.
El carácter, a pesar de que es un componente fundamental
de la personalidad humana, es un tópico que se ha resistido
tradicionalmente al estudio científico. La mezcla de valores,
sentimientos y actitudes que constituyen el carácter son fenó-
menos demasiado matizados por los valores éticomorales de
la sociedad en qué viven los individuos y necesitan un estu-
dio más cualitativo que cuantitativo. Los adjetivos que mejor
definen los caracteres son orgulloso, hipócrita, fraudulento,
deshonesto, autoritario, vividor, enredador, desconfiado, cre-
yente, piadoso, recto, educado o caritativo.

Personalidad para enfrentarse al medio


Los psicólogos definen la personalidad como el conjunto
de formas y maneras características que tiene un individuo
de enfrentarse al medio. Esta definición es muy genérica y en
la psicología actual coexisten diferentes enfoques para com-
prender la personalidad. Cada uno de estos enfoques dispo-
ne de una definición más precisa. Estas definiciones pueden
poner más énfasis en la conducta, en la vida emocional del
sujeto, en sus creencias o sus sentimientos. En cualquier caso,
todas están de acuerdo en aceptar que la personalidad es un
constructo complejo que hace referencia a la totalidad psico-
lógica del individuo.
Este constructo es el que mejor refleja las diferencias entre
conductas de las personas.

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INSTRUMENTOS PARA EL ANÁLISIS
La mayoría de atributos que caracterizan las personas son
constructos basados en las teorías sobre la naturaleza humana.
Los constructos pueden ser más o menos simples. Un criterio
útil para comprender esta propiedad es considerar que los cons-
tructos complejos son la conjunción de otros más sencillos.
Por ejemplo, el clima es un constructo complejo. El clima
lo determinan la temperatura, los vientos, la presión atmosfé-
rica y la humedad, y es una calidad diferencial de los distintos
biotopos de la Tierra (zonas continentales, selváticas, alpinas).
El clima es, por lo tanto, un constructo complejo formado
por muchos otros constructos. Ninguno de los constructos
más simples que constituyen el clima representa su totalidad.
Los constructos psicológicos se utilizan para describir y
clasificar a los individuos. Por lo tanto, una vez formulado
un constructo, como la creatividad, que se observa en el ren-
dimiento humano y se puede medir por medio de diferentes
tests, podemos clasificar un conjunto de individuos de acuer-
do con este constructo. Así, podemos hablar de individuos
muy creativos o poco creativos, o podemos identificar los in-
dividuos que tienen una creatividad vinculada a la actividad
científica o a la artística.
Por ejemplo, la personalidad es un constructo que incluye
otros más simples, como las emociones, los pensamientos o
las actitudes.

29
Los constructos que constituyen la psicología de la perso-
nalidad se han formulado con la intención no solamente de
clasificar las diferencias individuales, sino también de com-
prender el significado y controlar y predecir los efectos y las
consecuencias.

Una explicación científica es necesaria


Explicar un fenómeno científicamente requiere conocer
las causas que lo producen. La explicación de un eclipse solar
consiste en una declaración que nos dice por qué durante el
día (cuando ocurre el eclipse) el sol queda oculto por otro sa-
télite y la luminosidad se reduce. La astronomía conoce las le-
yes que rigen el movimiento de los astros y así puede explicar
el porqué del eclipse. Este mismo tipo de esquema se quiere
trasladar a la explicación del comportamiento.
La psicología busca el conocimiento de las leyes que regu-
lan la conducta para poder, igual que hacen la astronomía o la
química, comprender los porqués de la conducta. Una expli-
cación científica es básicamente una descripción de cómo se
produce un fenómeno.
Comprender los fenómenos naturales requiere conocer las
causas que los provocan. Las causas de los fenómenos pueden
ser de dos tipos: proximales y distales.
Las causas proximales de la conducta son las circunstan-
cias inmediatas, en un sentido espaciotemporal, que rodean
la acción del sujeto que queremos explicar. La causa proximal
que un individuo encienda su aparato de radio, puede ser es-
cuchar la previsión del tiempo para escoger la ropa con que
se vestirá, ya que la observación del tiempo no es suficiente
para decidirse.

30
En cambio, las causas distales tienen que ver con hechos
de la vida de los sujetos que han acontecido anteriormente y
corresponden, por lo tanto, a sus experiencias previas.
Por ejemplo, en el caso de escuchar la radio, es posible que
el sujeto aprendiese a relacionar la utilidad del pronóstico del
tiempo y el hecho de vestirse adecuadamente para no pasar
frío o calor.

Un ejemplo dudoso
Se ha observado que las mujeres tienen un rendimiento peor que
los hombres ante las pruebas que requieren una mayor capacidad
de procesamiento de la visión espacial. Es posible que la explica-
ción proximal se base en diferencias educativas y, por lo tanto, en
un tratamiento sexista en la educación, mientras que la explicación
distal se basa en una hipótesis de organización cerebral distinta
para hombres y mujeres. Este ejemplo se puede extender a las dis-
cusiones sobre la naturaleza heredada o adquirida del fracaso esco-
lar y a la de otros problemas con una gran trascendencia social que
en parte tienen fundamento en las diferencias individuales.

Por qué nuestras conductas son diferentes


Todo lo que hemos dicho hasta aquí es válido para el es-
tudio científico de cualquier fenómeno natural. Aplicamos
ahora estos conocimientos al estudio de la personalidad. Para
comprender la personalidad, deberemos utilizar conceptos ar-
tificiales que nos permitan observar y analizar las diferencias
en los comportamientos. Estos conceptos son lo que antes
hemos llamado constructos. Las causas de la variabilidad de
la conducta hay que situarlas en dos planes de naturaleza di-
ferente. Por una banda, hay un conjunto de causas externas
al sujeto. Son los fenómenos ambientales, que en psicología
reducimos al concepto de estímulo.
Todo lo que rodea al individuo y que es susceptible de
impactar al sujeto se nombra genéricamente estímulo. Así, el

31
significado de una expresión facial de un individuo puede ser
estímulo tanto como de la temperatura de una sala o de la
señal horaria de final de una clase. Además de los estímulos
externos al sujeto hay un conjunto de estímulos internos. Nos
referimos a las sensaciones internas como el dolor, el hambre
o la sed. También pueden funcionar como estímulos ciertos
recuerdos o pensamientos.
En términos funcionales, estos fenómenos, a pesar de que
son internos y propios del sujeto, tienen un significado de an-
tecedentes de la conducta y son análogos a los externos.
Estos antecedentes son las causas próximas del compor-
tamiento, que también llamamos exógenas. Cerca de estas
causas hay otras que son propias del sujeto y que modulan el
efecto de las primeras, y su acción o influencia se observa en
la variabilidad de la conducta entre individuos. Estas causas,
que nombramos endógenas, pueden ser de naturaleza muy di-
versa, pero tienen un papel diferente de las causas externas en
la determinación del comportamiento.
En términos de variabilidad del comportamiento, todas las
diferencias en la conducta se deben justificar sobre la base
de los efectos de las causas externas al sujeto (estímulos) y
las causas internas del sujeto (disposiciones). Es decir, si ob-
servamos que las respuestas de un grupo de sujetos ante un
conjunto de estímulos determinado son diferentes, toda la va-
riabilidad de este conjunto de respuestas se debe atribuir a las
diferencias en los factores estimulantes y a las diferencias en
las propiedades de los individuos.
A la psicología de la personalidad le interesa la parte de
variabilidad de las respuestas que procede de la forma de ser
de las personas, de sus disposiciones personales. Por ejem-
plo, si proponemos 25 preguntas diferentes sobre la conducta
social de los sujetos (¿te comportas tímidamente?, ¿te gustan
las reuniones?, ¿prefieres ir solo al cine?), y obtenemos las res-

32
puestas en un grupo de cien personas, la variabilidad total de
las respuestas dependerá del tipo de pregunta y de la forma de
ser de las personas que han contestado las preguntas.
Los estímulos anteceden siempre la conducta y la pro-
vocan. Los factores individuales son los que modulan estas
conductas y son los responsables de su variación. Excepto en
las respuestas psicológicas más simples (reflejos), las variables
individuales son muy importantes.
Ante la mayoría de tipo de estímulos iguales, todas las per-
sonas responden de forma variada. Así, cuando un individuo
se encuentra con un escarabajo o una serpiente, sus respues-
tas se pueden clasificar en tres categorías: acercamiento (el
sujeto muestra interés por el animal y se acerca), evitación
(el sujeto se retira) o pasividad (el sujeto es indiferente al es-
tímulo). Dentro de de cada una de las tres categorías todavía
podríamos hacer una clasificación cuantitativa aproximativa
sobre cuando se acerca al estímulo o cuando lo evita. ¿Por qué
hay estas diferencias? Una explicación podría ser que unos
individuos (los que evitan) tienen miedo a los insectos o a
los reptiles, y los otros, por el contrario, no solamente no los
atemorizan, sino que les atraen (por ejemplo, si son biólogos
o aficionados a la zoología). La causa de la conducta es la
presencia del animal, la causa de la variación de las respuestas
depende de ciertas características propias de los individuos
(personalidad).
Por qué unos individuos se comportan de una manera o de
otra ante un mismo estímulo, es lo que interesa a la psicología
de la personalidad. Si tomamos la distinción distal o proximal
podríamos decir que los que evitan al reptil lo hacen porque
les provoca miedo, bien porque tuvieron una experiencia an-
terior desagradable con este animal (proximal) o bien porque
son miedosos por naturaleza (distal).

33
Así pues, la psicología de la personalidad se interesa por las
propiedades y los atributos psicológicos de los sujetos que los
hacen individuos diferentes entre sí y que son la base de las
diferencias en su conducta.
Estos atributos se identifican como conceptos o construc-
tos psicológicos que pueden ser comprobados y formar parte
de un modelo teórico que pretende explicar el fenómeno al
que se refieren.

Qué son los constructos psicológicos


Los constructos psicológicos propios del estudio de las
diferencias individuales y de la psicología de la personalidad
son mediacionales. En el modelo de causación de conducta,
E-O-R (estímulos-organismo-respuesta), los constructos re-
ferentes al sujeto ocupan un lugar intermedio entre los antece-
dentes (estímulos, situaciones) y los consiguientes (respuestas,
conductas o comportamientos), de los cuales proviene el cali-
ficativo de mediacionales.
Los constructos mediacionales pueden ser de dos tipos:
variables intermediarios y constructos hipotéticos.
Una variable intermediaria no contiene nada más que
aquello que está definido y que se formula a partir de la gene-
ralización empírica. Para ser exactos, las variables intermedia-
rias corresponden a variables latentes, que a diferencia de las
variables observables no se pueden medir directamente pero
se considera que existen porque sus efectos se notan en algún
fenómeno observable. Por ejemplo, suponemos que una per-
sona es agresiva (la agresividad es una variable latente) porque
sus verbalizaciones y sus acciones tienen este carácter (las ver-
balizaciones y las acciones son observables).
Por contra, el constructo hipotético suele estar formulado
en términos teóricos, racionales, y contiene elementos que no

34
son necesariamente operacionales (por ejemplo, la ansiedad).
En la psicología de la personalidad se combinan los dos en-
foques, de manera que así como el término carácter es un
exponente adecuado de lo que es un constructo hipotético, el
término sociabilidad es más apropiado comprenderlo como
una variable intermediaria.
El uso de los constructos mediacionales es útil para la
comprensión científica, pero también puede ser nocivo, ya
que ofrece una oportunidad a la especulación sin base. Los
constructos hipotéticos sirven como puentes para relacionar
unos sucesos con otros, pero si no se establecen de manera
adecuada pueden convertirse en trampas que hacen fracasar
los modelos explicativos que sostienen. Por ejemplo, el tem-
blor puede ser un indicador de ansiedad, pero también pue-
deserlo de una enfermedad neurológica. Confundir una enfer-
medad neurológica con la ansiedad o etiquetar la enfermedad
de una manera hipotética sería un error. Cuando ocurre eso,
es decir, cuando formulamos un constructo que no tiene la
base empírica correspondiente, decimos que son constructos
de sobresignificado.

Protuberancias en la cabeza
La frenología fue una disciplina clínica que tuvo su apogeo en
Cataluña a mediados de siglo pasado. Mariano Cubí no en vano
fue uno de los representantes más destacados. La frenología creía
que las facultades psíquicas humanas estaban en el cerebro y que
mediante la exploración de las protuberancias craneales se podían
identificar estas facultades, realizar una exploración psicológica del
individuo e identificar las aptitudes y facultades. Propusieron que
hubiese un catálogo extenso de estas facultades, a las que dieron
denominaciones a veces muy extrañas. Estas facultades ejemplifi-
caban los constructos de sobresignificado. El desarrollo de la psi-
cología moderna se encargó de demostrar la debilidad científica
de esta disciplina, que, sin embargo, tuvo una aceptación popular
muy grande.

35
Tipo de constructos psicológicos
De acuerdo con el profesor Oliver Ross, los constructos
nos ayudan a conceptualizar, investigar y explicar los fenó-
menos que se observan en la conducta de las personas. Los
constructos psicológicos se pueden dividir en tres tipos.
Los procesos que, como todos los constructos, hacen re-
ferencia a fenómenos no observables, pretenden describir y
explicar un conjunto de operaciones mentales por las que la
información que recibe el sujeto se convierte en un tipo de
respuesta determinada. Son los más propios de la psicología
general y tienen una utilidad explicativa. Son un ejemplo de
este tipo de constructos la memoria, la percepción, el repaso
en la memoria, la inducción.
Las disposiciones son los constructos que hacen referencia
a los atributos de los individuos entendidos como tendencias
persistentes a actuar de una manera determinada. Se postulan
a partir de la observación de las diferencias individuales del
comportamiento ante situaciones similares. Corresponden a
fenómenos como las actitudes, los motivos, los rasgos y las
capacidades.
Los estados son constructos. Son fenómenos poco dura-
deros pero que pueden tener un efecto determinante sobre
la conducta del sujeto. Este tipo de constructos son muy uti-
lizados en la explicación de los comportamientos anómalos
de los individuos. Así, el miedo, la rabia, el amor, el odio se
pueden entender como constructos de relación del tipo esta-
do. De hecho, la denominación corriente que reciben estos
constructos es la de estados psicológicos (estado de ánimo).

Dos etapas para explicar el psiquismo


Cualquier ciencia logra la comprensión del fenómeno del
cual se ocupa cuando llega a formular una explicación causal.

36
Este objetivo es el de la psicología de la personalidad, pero
para alcanzarlo hay que cubrir unas etapas. La primera eta-
pa de cualquier disciplina científica es la descripción objetiva
del fenómeno que se estudia. Después se puede proceder a la
formulación de modelos hipotéticos que se acerquen más o
menos a la explicación causal.
La psicología de la personalidad actualmente se encuen-
tra en la importante tarea de descripción de la personalidad y
por eso las explicaciones causales aún no están terminadas. La
psicología de la personalidad ha adaptado los procedimientos
científicos a la peculiaridad de su objeto de estudio: el fun-
cionamiento complejo del psiquismo humano. Estos procedi-
mientos se describen a continuación.

La descripción objetiva
Todas las ciencias se inician en la observación de fenóme-
nos que tienen lugar de forma natural o provocada y que son
públicos. Tradicionalmente, las ciencias modernas registran
estos hechos y los cuantifican para manejarlos y explotarlos
mejor. En psicología, el fenómeno que se debe estudiar es el
comportamiento como indicador de los procesos psicológi-
cos que lo sostienen. Las medidas de las variables se realizan
sobre los hechos observables: en nuestro caso, la conducta,
tanto en un sentido estricto (respuestas y conductos molecu-
lares, por ejemplo correr, gritar o saltar) como en un sentido
más amplio (conductas molares, categorías como la agresión,
la ayuda, la colaboración). Es decir, características que se pue-
den observar y registrar: por ejemplo, 160 pulsaciones por mi-
nuto para referirnos al pulso cardíaco.
Así, por ejemplo, si nosotros observamos a un individuo
que mira una película con acontecimientos sangrientos o ame-
nazadores fenómenos como la aparición de la tensión muscu-

37
lar facial, el incremento del ritmo respiratorio, sudor, gritos,
agitación, decimos que el individuo pasa miedo. Hacemos una
inferencia en la que utilizamos el término “miedo” como un
concepto explicativo de las reacciones observadas. El miedo
es un constructo psicológico.
Los hechos que podemos observar se pueden medir y
se convierten en indicadores de los efectos del constructo.
Hemos dicho que cualquier explicación científica de un fe-
nómeno se enmarca dentro de una teoría donde se mezclan
constructos teóricos y operaciones funcionales que se han
formulado empíricamente. La psicología de la personalidad
se ha constituido como una rama de la psicología siguiendo,
mayoritariamente, un enfoque empírico, cosa que quiere decir
que la mayoría de los constructos provienen de la observa-
ción sistemática del comportamiento. ¿Qué tipo de datos y
qué tipo de observaciones son la base empírica de la psicolo-
gía de la personalidad? El fenómeno que nos permite operar
científicamente para inferir la existencia de variabilidad en los
atributos psicológicos es la conducta. Como tal, la conducta
es un continuo de actividad que emite el organismo en todo
momento y que, de una manera artificial y con el objetivo de
estudiarla, podemos dividir en segmentos identificables que se
convierten en las unidades de análisis de la conducta.
¿Cómo observamos la conducta? La podemos observar de
forma natural, tal como se da en su contexto original, sin que
interfiramos en su producción, o bien la podemos registrar en
condiciones más o menos controladas, en experimentos.
No nos interesamos por los aspectos biofísicos de la con-
ducta, sino por el estudio de la conducta a la vez que indicador
de procesos y capacidades psicológicos que la sostienen. La
velocidad de respuesta nos interesa en tanto que nos informa
del grado intencional de una persona; la fuerza de una reac-

38
ción emocional nos interesa en tanto nos indica los cambios
emocionales en el sujeto ante unos estímulos determinados.
¿Qué datos obtenemos de la observación? Los datos que
provienen de la observación, para que se puedan considerar
científicas, deben cumplir tres condiciones mínimas: deben
ser objetivas, fiables y válidas.
Los datos observados son objetivos solo si son indepen-
dientes del observador. Este criterio se cumple si cuando
comparamos el resultado de las observaciones de dos obser-
vadores independientes estas son iguales. Si un observador A
registra que un individuo tiene los ojos como naranjas e indica
que el individuo está sorprendido, esta observación es obje-
tiva si otro observador independiente B, que realiza simultá-
neamente la observación, coincide con el observador A.
La fiabilidad es el segundo criterio de adecuación científica
de los datos. Este término adquirió su sentido en el contexto
de los test psicológicos. Se entiende por fiabilidad el grado de
precisión que muestra una técnica de registro. La fiabilidad
se cuantifica mediante los denominados coeficientes de fia-
bilidad, que derivan de las correlaciones entre los valores de
dos pruebas independientes pero realizadas en condiciones
iguales.
Por contra, la validez de los datos, tercer criterio, hace
referencia al ajuste que tienen los datos con el fenómeno o
constructo que los produce. Este concepto cuesta muchos es-
fuerzos a los investigadores que quieren demostrar la validez
de los test psicológicos.
Pero también nos podemos encontrar con tres problemas
que pueden perjudicar la calidad de los datos. En primer lu-
gar, la distorsión deliberada. En tal caso, los datos podrían ser
deliberadamente distorsionados por el paciente. Por ejemplo,
un grupo clínico que frecuentemente distorsiona los datos es
el psicópata. La distorsión suele aparecer cuando el paciente

39
cree que la prueba no se hace por interés propio. Por eso
surge la necesidad de las escalas de sinceridad. El segundo
problema, deseo social, es la forma más común de autoen-
gaño (por falta de introspección), es decir, la producción de
una gama de respuestas que puede ser positiva o negativa. Y
tercero, la aquiescencia o tendencia a estar de acuerdo con los
elementos, del contenido de los cuales se hace la abstracción.
¿Cómo mediremos y analizaremos los datos? La mejor
manera de comparar los atributos (también para conocerlos
mejor) es mediante su medida. ¿Qué tipo de fenómenos me-
dimos? Por medio de la conducta, medimos las dimensiones
de las capacidades y los rasgos del sujeto. ¿Cómo lo medimos?
Por medio de instrumentos (usualmente test) y escalas de me-
dida de diversos tipos.
Mediante la medida logramos tener unos datos que son el
material empírico en que se basa todo el edificio estadistico-
metodológico.
El análisis de datos en la psicología de la personalidad es
complejo, ya que ninguna dimensión psicológica es indepen-
diente o actúa aisladamente.
Normalmente, un comportamiento complejo determinado,
como el rendimiento, depende de la actuación de procesos y
dimensiones psicológicas de naturaleza cognitiva, emocional.
Por lo tanto, el análisis de datos suele ser complejo porque se
enfrenta al análisis de la realidad empírica, representada por las
fuentes de variación de los datos obtenidos de la medida.

La formulación de modelos hipotéticos


Una vez registrada la conducta y medidas sus característi-
cas, debemos analizar las dimensiones que justifican la varia-
bilidad de los datos.

40
Normalmente, hay diversas dimensiones que la provocan.
La pregunta científica es cuál es el número mínimo de dimen-
siones suficiente para explicar esta variabilidad. La estadística
ha puesto en manos de los psicólogos dos procedimientos
para analizar los datos obtenidos. Uno corresponde al análisis
de los datos (saber si los datos son distintos y si esta diferencia
es significativa) y el otro corresponde a las relaciones mutuas
entre las variables que determinan los datos (análisis de las
correlaciones).
Los psicólogos diferencialistas, a partir de ésta segunda
forma de análisis de datos, han desarrollado dos técnicas muy
importantes: la correlación (regresión) y el análisis factorial,
que nos permite describir las relaciones entre dimensiones e
identificar los factores latentes que provocan las relaciones
mostradas por las correlaciones.
Estos factores son la expresión abstracta, matemática, de
las dimensiones psicológicas que son subyacentes a la varia-
bilidad del comportamiento. A partir del conocimiento del
patrón de intercorrelaciones entre las variables que determi-
nan la variabilidad de las conductas observadas y de haber
identificado el número de factores latentes que justifican esta
variación (resultado del análisis factorial en la mayoría de los
casos), la tarea que falta depende de los objetivos del estudio.
Esta última etapa está más vinculada a las categorías y a
los modelos de funcionamiento psicológico de las personas
que a la simple observación empírica ingenua. Esta etapa tiene
mucha importancia y permite descubrir los determinantes de
las diferencias individuales y su acción concreta en el campo
de la personalidad.
Ni los métodos de la correlación ni los métodos de com-
paración de grupos no nos dicen nada por si mismos sobre las
causas de las diferencias entre los individuos.

41
Extraer precipitadamente conclusiones sobre las causas
a partir de los resultados del análisis estadístico es un error
que hay que evitar. La correlación entre las puntuaciones del
cociente intelectual y el nivel socioeconómico es consistente-
mente positiva y baja. Eso puede significar tanto que los su-
jetos menos inteligentes se producen en los niveles socioeco-
nómicos más bajos, como que los sujetos que pertenecen a los
niveles socioeconómicos más altos pertenecen a ellos porque
tienen una capacidad intelectual más grande.
Los factores causales pueden actuar en ambas direcciones:
el cociente intelectual puede determinar el nivel socioeconó-
mico del individuo o el nivel socioeconómico del individuo
puede ser la causa de su puntuación de cociente intelectual.
Hay aún una tercera posibilidad, que es que la relación apa-
rente entre el cociente intelectual y el nivel socioeconómico
se deba al hecho de que ambos están relacionados con este
“otro aspecto”. El análisis e interpretación de la correlación
no es suficiente para decidirnos por una de las tres posibles
explicaciones de relación causal.
Los problemas de causalidad son especialmente comple-
jos e intrincados, como han señalado muchos filósofos. Hay
numerosos psicólogos que creen que este problema de la cau-
salidad se encuentra lejos de la metodología científica y que
pertenece al terreno de la filosofía. Para otros, el desarrollo
de la metodología experimental permite acercarnos al cono-
cimiento de las causas de los fenómenos de la conducta de
manera muy segura. En cualquier caso, la causalidad nunca
deriva de un índice o valor estadístico por si mismo, sino de
un conjunto de restricciones metodológicas en que la mani-
pulación de la estimulación, la selección de las muestras, la
organización de diseños de recogida de datos, la adecuación
del análisis de los resultados y la interpretación de estos resul-
tados son elementos que garantizan que las relaciones entre

42
causa y efecto sean unidireccionales, secuenciales y funciona-
les al mismo tiempo.
La causalidad no se puede observar (no es una entidad fí-
sica, es una relación), se debe inferir. Quizá la mejor manera
de expresarlo sea diciendo que se puede advertir la secuencia,
pero no la consecuencia. Hay que diferenciar una observación
de una inferencia. Por medio de nuestros órganos de los sen-
tidos (y de nuestro conocimiento), cuando observamos regis-
tramos un acontecimiento público. En cambio, la inferencia
es un ejercicio de nuestra capacidad de razonamiento gracias
a la que a partir de ciertos elementos observados extraemos
conclusiones.
En la búsqueda de relaciones sistemáticas podemos obser-
var todo tipo de relaciones coordinadas (correlaciones) entre
las variables. Sin embargo, estas observaciones de ninguna
manera pueden implicar una relación causal. Podemos obser-
var que después de abrir un grifo sale el agua o que después de
accionar un interruptor cambia el nivel de luz de una habita-
ción. Ninguno de estos ejemplos ilustra una causación, ya que
esta no es demostrable. Los datos científicos solamente nos
permiten decir estrictamente que hay una asociación de fenó-
menos con un orden temporal determinado: primero acciona-
mos un mecanismo y después sucede un fenómeno. Cuando
pasa eso decimos que dos acontecimientos están correlacio-
nados. Podemos observar la correlación, no la causación.
Es necesario cierto conservadurismo científico para extraer
inferencias causales de las observaciones correlacionales. La
causación es siempre una relación inferida, nunca puede ob-
servarse y siempre implica ir más allá de los datos observados
inmediatos. El científico observa la correlación o la asociación
(a veces, probabilísticamente), pero no la causación.

43
La asfixia y los helados
Un grupo de investigadores de la salud infantil han estudiado los
accidentes infantiles que provocan la muerte por asfixia en las pis-
cinas o el mar en una comunidad concreta. Después de complejos
análisis se ha descubierto que hay una asociación entre la muerte
por asfixia y el consumo de helados.
Basándose en estos resultados, los investigadores concluyen que la
asfixia estaba de alguna manera relacionada causalmente al consu-
mo de helados. Tal conclusión es aparentemente plausible. Si los
niños consumen una gran cantidad de helados antes de bañarse o
de nadar, es posible que sufran cortes de digestión y se ahoguen
fácilmente. También es posible una explicación alternativa, que es
que, como que el consumo de helados aumenta en verano por el
calor y por el mismo motivo aumenta la probabilidad de bañarse y
al mismo tiempo la de ahogarse, la causa posible sea la influencia
mutua del aumento de la temperatura en verano en el consumo de
helados y el incremento de las muertes por asfixia. La asociación de
las variables consumo de helados y muertes por asfixia, su corre-
lación, es lo que hemos observado, pero la causalidad la podemos
inferir utilizando una tercera variable, no observable, que mediante
la inferencia y conociendo la relación sistemática con las variables
observadas tiene la capacidad de explicar la asociación de fenóme-
nos observados.

¿Hay una teoría de la personalidad?


¿Podemos decir, a modo de conclusión de este capítulo,
que hay una teoría psicológica de la personalidad que repre-
senta todo lo que hemos dicho hasta aquí? La respuesta es que
no. Las diferentes formulaciones teóricas de la personalidad
son numerosas. Las teorías que hay actualmente no siguen
los mismos postulados metodológicos y algunas no están ni
situadas en el ámbito de las ciencias naturales, que consideran
insuficientes para comprender la complejidad de la naturaleza
de la personalidad. Las razones y los motivos de esta situación
son muy diversos y justifican una comparación con la torre
de Babel. En cualquier caso, es cierto que desde mediados

44
de los años ochenta se observa un cambio en la dirección de
los estudios sobre la personalidad. Si entre los años sesenta
y ochenta la búsqueda independiente de modelos de perso-
nalidad alternativos era la norma, desde mediados los años
ochenta hay un intenso debate para lograr una integración
entre los distintos modelos de personalidad siguiendo un en-
foque empírico.
Una concepción moderna de la personalidad comporta la
integración de una serie de dimensiones diferentes que confi-
guran la individualidad. Para alcanzar la comprensión de esta
estructura, que justificará la fama del complejo constructo
que tiene la personalidad, todavía faltan dos consideraciones
nuevas que permitan pasar de esta modelización teórica de la
personalidad a un modelo contrastable. Estos dos elementos
son el concepto de rasgo, en tanto en cuanto es una unidad de
análisis de la personalidad, y el método para su identificación,
que es el análisis factorial.

45
LOS RASGOS PSICOLÓGICOS
Las conductas de los individuos dependen de las situacio-
nes. En un contexto familiar es habitual que las personas se
comporten relajadamente. Si estamos esperando para hacer
un examen importante, nuestro comportamiento estará mar-
cado por cierto grado de nerviosismo. Las situaciones deter-
minan las conductas de los individuos. Pero también es fácil
observar que las personas tienden a comportarse, en situacio-
nes relativamente distintas, de una manera similar. De hecho,
habitualmente decimos que el ser humano es un animal de
costumbres y que se puede conocer a las personas por sus
actos.
Así, a pesar de que las situaciones determinan las conduc-
tas, las diferencias entre nosotros dependen de características
propias de los individuos. En psicología, las conductas ha-
bituales o constantes se denominan hábitos. En un sentido
riguroso, el concepto hábito se aplica a las conductas observa-
bles. Eso no quiere decir que no se utilice también el término
hábito para referirnos a maneras de pensar o sentir que son
consistentes. El uso de estereotipos para juzgar a las personas
nos ofrece un ejemplo de hábito cognitivo.
Cuando nos golpean con un martillo de reflejos en la ró-
tula, la parte inferior de la pierna se eleva de manera automá-
tica; si vemos una serpiente libre nos apartamos (excepto que
seamos ofidiólogos aficionados); si viajamos en un coche y el

47
conductor da una frenazo, nos cogemos fuerte al asiento, y en
un funeral es poco probable que los asistentes se monden de
risa. Estos son ejemplos lo que hemos denominado especifi-
cidad de la conducta.
Esta especificidad es muy importante en la explicación de
los comportamientos automáticos y en la conducta de las es-
pecies animales en el cual el instinto es la fuerza reguladora del
comportamiento.
Como se puede suponer de cualquier observación de com-
portamientos complejos, la especificidad pierde bastante rele-
vancia, por lo que, en salvo casos y situaciones muy especiales
(reflejos, alteraciones emocionales), hay una gran variabilidad
individual de la conducta y la especificidad queda muy limi-
tada en el comportamiento cotidiano. Hay muchos aspectos
que la desfiguran: el mismo estímulo puede producir distintas
respuestas según la situación en que se enmarca, según el tipo
de individuo que lo recibe, según el momento.
No es preciso estar muy atento al entorno para observar
que la variabilidad de la conducta se puede manifestar por el
efecto de una situación, de un estado o de un individuo. Es
decir, una situación determinada puede provocar unas con-
ductas específicas; un individuo puede actuar de una forma
ante un estímulo hoy y al cabo de unos días puede hacerlo
de otra forma distinta (variabilidad intraindividual) o, dos in-
dividuos ante el mismo estímulo simplemente reaccionan de
manera distinta (variabilidad interindividual).
Por ejemplo, imaginamos un caso en el que observamos
conductas de diferentes individuos ante una misma situación:
un individuo está delante de un extraño que lleva sujeto a una
correa a un perro grande y con un aspecto feroz.
Comparando las respuestas de los sujetos implicados en
esta situación, podemos observar la variabilidad interindivi-
dual. Este mismo tipo de observaciones podrían provenir de

48
un protocolo (test) en el que se pidiese al sujeto que contesta-
se un conjunto de preguntas determinadas sobre como reac-
ciona en diferentes situaciones (entre otros, ante un perro con
su amo). De la observación de la variabilidad lo primero que
podemos hacer es describir cómo varían las conductas entre
los distintos sujetos, pero exclusivamente de esta observación
no podemos explicar el porque de estos comportamientos
singulares.
Para explicar la conducta de cada individuo, debemos in-
ferir unos conceptos, bien porque conocemos a los sujetos
(sabemos que unos tienen miedo a los animales y otros no) y
deducimos la explicación de su conducta, bien porque hemos
visto en repetidas ocasiones estos individuos ante otros pe-
rros o animales similares y por generalización de lo que hemos
observado anteriormente comprendemos su respuesta (a par-
tir de conceptos como el miedo o el gusto por los animales).
Estos conceptos se utilizan para explicar la variabilidad de las
respuestas y se consideran propiedades de los individuos, de
sus conductas.
Es necesario pasar del nivel de la observación a la gene-
ralización de las conductas observadas en otros momentos y
en otros contextos para lograr una aproximación que pueda
explicar la variedad de la conducta.
Esta generalización puede dar lugar a dos planos: el del
tiempo y el de las situaciones. Cuando generalizamos las con-
ductas de los individuos a través del tiempo descubrimos la
estabilidad de una conducta, de un hábito o de un rasgo. La
estabilidad hace referencia a la suposición que los individuos
muestran, bajo las mismas condiciones, su conducta típica en
diversos momentos.
Cuando, por el contrario, generalizamos las conductas de
acuerdo con las situaciones en las que tienen lugar, estamos
realizando una generalización transversal. En este segundo

49
caso, estamos descubriendo la consistencia de la conducta,
de los hábitos o de los rasgos. La consistencia asume en ge-
neral la presuposición que no hay en la conducta una cierta
independencia ante la especificidad de las condiciones con-
textuales.
La estabilidad y la consistencia de las respuestas se pueden
explicar gracias a la teoría del aprendizaje. Por eso hablamos
de hábitos que son conexiones aprendidas entre estímulos y
respuestas. El hábito es un concepto psicológico que fue for-
mulado precisamente para poder explicar la consistencia de la
conducta. Los hábitos o costumbres son las bases de la con-
ducta y permiten una explicación de las tendencias a compor-
tarse del sujeto, que son una alternativa a la suposición que la
estabilidad de la conducta se debe a los rasgos del sujeto.
El concepto de hábito proviene directamente de la obser-
vación de la conducta y de sus propiedades y se formula por
la generalización de estas propiedades.
Sin embargo, para explicarnos la estabilidad de la conducta
habitualmente nos basamos en descripciones de las personas,
en atributos de los individuos que justifican normalmente ca-
lificativos como servicial, inteligente o conservador, para des-
cribir el comportamiento de conocidos nuestros, utilizándolos
como propiedades estables de su comportamiento y gracias a
las que nos es posible predecir el comportamiento futuro y
relacionarnos con unas expectativas determinadas.
Las disposiciones no son atributos de las conductas, sino
de los individuos. Las disposiciones o atributos psicológicos
no se pueden observar directamente y se distinguen de los
hábitos por su mayor independencia de las situaciones. Las
disposiciones, por lo tanto, son constructos teóricos inferidos
y supuestos. Entre estas disposiciones destacan los denomi-
nados rasgos psicológicos.

50
Un rasgo puede entenderse como una disposición personal
a comportarse de una manera similar en diversas situaciones.
Un rasgo, al mismo tiempo, puede definirse como un cons-
tructo hipotético que resume la tendencia de un individuo a
comportarse de una manera similar en diversas situaciones.
Si decimos que una persona es honesta no quiere decir que
invariablemente y de una manera fija lo sea, sino que tiende
a comportarse de manera honesta en situaciones adecuadas
para ejecutar conductas honestas, es decir, bajo ciertas cir-
cunstancias. La generalidad de estas circunstancias y su efecto
en las disposiciones mantienen una relación estrecha, de ma-
nera que las disposiciones muy amplias se observan en una
gran diversidad de situaciones. Los rasgos obviamente inclu-
yen una generalización de respuestas que tienen lugar en dife-
rentes situaciones.
El concepto de rasgo es una categoría esencial en la psico-
logía de la personalidad y tiene un papel crucial en los mode-
los de personalidad e inteligencia. Sin embargo, han surgido
numerosos críticos que han considerado que la categoría de
rasgo no es adecuada para una comprensión correcta de la
actividad psíquica. En el entorno de los rasgos se plantean
numerosas interrogantes en la investigación diferencial de la
personalidad. Por ejemplo: ¿cuántos rasgos definen a una per-
sona?, o bien: ¿cuál es el origen de los rasgos?, ¿hay o no hay
rasgos?, ¿qué naturaleza tienen? La mayoría de respuestas a
estas preguntas nos aportan informaciones destacadas sobre
la personalidad, la inteligencia y muchos otros fenómenos que
muestran grandes diferencias individuales.

51
Definición y naturaleza
El estudio de los rasgos es parte integrante de ciertas áreas
de la psicología, como la personalidad, el temperamento, la
inteligencia o la evaluación psicológica.
En todas estas disciplinas se pretende identificar los rasgos
psicológicos, pero además también se pretende encontrar la
razón del origen y la naturaleza de los rasgos. El rasgo es el
concepto que representa mejor la unidad de análisis de las
diferencias individuales. Este término usualmente hace refe-
rencia a un conjunto de hábitos de conducta correlacionados.
Los rasgos agrupan un conjunto de respuestas que no son es-
pecíficas de una situación concreta, sino que pueden aparecer
ante situaciones distintas.
Ayudar a una persona anciana a subir al autobús es una
conducta que puede ser habitual y ser calificada de altruista;
en cambio, ser altruista y atento son rasgos del individuo. De
hecho, la consistencia entre situaciones es una característica
propia de los rasgos que no se puede asociar directamente a
los hábitos, ya que estos tienen una dependencia más grande
de la situación.
El rasgo es la unidad de medida que la psicología de la
personalidad planteó para el estudio de las invariables de la
personalidad, de la misma forma que había formulado el con-
cepto de capacidad para clasificar las diferencias individuales
en el rendimiento cognitivo.
Hay autores que consideran el rasgo como un conjunto de
“actos” (conductas autopercibidas más que registradas) más
o menos frecuentes; otros autores lo consideran una simple
etiqueta verbal que permite identificar los aspectos idiosincrá-
sicos de una persona; finalmente, hay otros que consideran
que el “rasgo” es simplemente una construcción cognitiva que
está en la mente del observador.

52
A pesar de la importancia del rasgo en la psicología de la
personalidad, hay numerosas opiniones en torno a su natu-
raleza y de su papel en el estudio de la personalidad. Recien-
temente, un especialista de prestigio, el psicólogo Laurence
Pervin, ha demostrado que la crítica a la teoría de los rasgos
genera confusión entre los psicólogos de la personalidad y no
ayuda a comprender la individualidad.
El concepto de rasgo tiene dos referentes fundamentales:
el primero en la teoría, que lo vincula de manera definitiva a
una dimensión psicológica (variable, atributo) del sujeto, y el
segundo en la realidad empírica, que lo relaciona con un fac-
tor que identifica la dimensión supuesta del individuo.
En la tabla que se presenta a continuación hemos resumi-
do los principales elementos que diferencian los hábitos de
los rasgos. Entre las cualidades más destacadas de cada uno
está la de ser una propiedad de la conducta atribuida al sujeto
(rasgo) o una propiedad de las relaciones específicas entre es-
tímulos y respuestas (hábito).
Está muy claro que la psicología de la personalidad opta
por la primera, ya que, como interesada en conocer las causas
de las diferencias individuales, la psicología de la personalidad
opta siempre por escoger variables del sujeto.

Rasgo Hábito
Variable latente Respuesta observable
Relacionado con tipos de hábito Relacionado con tipos de con-
Consistencia transsitucional ducta
Definido teóricamente Especificidad situacional
Término de referencia amplia Definido empíricamente
Término específico

53
Los rasgos, por su misma naturaleza, pueden ser agrupa-
ciones más o menos extensas de hábitos de conducta y por lo
tanto hay rasgos más amplios que otros.
Así, podemos hablar de ansiedad como rasgo amplio y de
ansiedad fóbica como rasgo más específico. Según el grado
más o menos elevado de extensión de los rasgos, estos permi-
ten un conocimiento descriptivo de las personas o una capa-
cidad predictiva más o menos generalizable.
Cuando estos rasgos se definen holgadamente suelen de-
nominarse tipo, por ejemplo la extraversión.
¿Qué grado de generalidad tiene un rasgo de personalidad?
Tomemos un ejemplo de un rasgo de personalidad, la expre-
sividad emocional. Ciertas personas tienen una forma de ex-
presión de las emociones en la que implican numerosas ver-
balizaciones, mientras que hay otras que a duras penas hacen
nada. Algunas personas hacen grandes gestos y movimientos
muy amplios, mientras que otras a apenas se les nota en sus
movimientos los cambios emocionales. Estas dos maneras de
expresar las emociones (verbalizar y gesticular) se deben con-
siderar como un solo rasgo de personalidad, o ¿constituyen
factores independientes de la expresión de las emociones y,
por lo tanto, son independientes? Ante estas situaciones apa-
rentemente contradictorias, el análisis factorial permite cono-
cer como se relacionan estas dimensiones de la personalidad a
partir del análisis de las correlaciones sobre como estas carac-
terísticas aparecen en la realidad.
Otra manera de considerar el “rasgo” (y una de las más an-
tiguas) es como una etiqueta verbal que identifica las caracte-
rísticas de la conducta (generalmente social) de un individuo.
Esta concepción de rasgo, inicialmente planteada por Allport
en los años treinta, no presupone ninguna otra implicación en
cuanto a su naturaleza. En el lenguaje cotidiano hay nume-
rosos términos que hacen referencia a características psico-

54
lógicas de los individuos. De hecho, Allport describió 4.050
nombres de rasgos propiamente dichos. En alemán se conta-
bilizaron también más de cuatro mil términos del lenguaje que
identificamos como rasgos.
Si queremos entender el rasgo en términos de lenguaje, lo
podemos utilizar de tres maneras distintas. Suponemos el ras-
go “sociabilidad” como un adverbio (“esta persona se com-
porta sociablemente”), como un adjetivo calificativo (“esta
persona es sociable”) y como un sustantivo (“la sociabilidad
de esta persona es superior a la de esta otra”). Esta triple con-
sideración del rasgo, a partir de su uso en el lenguaje cotidia-
no, no favorece la distinción entre el rasgo como propiedad
de la conducta (su conducta es inteligente) y el rasgo como
propiedad de la persona (es inteligente).

Identificación y utilidad
En la vida cotidiana se realizan atribuciones incorrectas a
rasgos mal definidos. Cuando nos vemos forzados a pulsar
con fuerza el freno de manera improvisada porque un peatón
se pone en nuestro camino inesperadamente, nosotros con-
cluimos inmediatamente que es un idiota, un incompetente,
un temerario o todo a la vez. Si nos percatamos que un perro
corre por la vía por donde iba el peatón que se había puesto
en nuestro camino probablemente cambiaremos la atribución
y consideraremos que es un amante de los animales. Por otro
lado, si este viandante camina a lo largo de varios kilómetros
por la carretera por donde hemos pasado, quizá volveremos a
la consideración inicial y veremos justificada nuestra primera
opinión.
Este ejemplo puede ilustrar como inferimos un rasgo a
partir de patrones de conducta evidentes. Los psicólogos de
los rasgos hacen lo mismo, pero de una forma más cautelosa:

55
observan patrones de conducta y realizan inferencias sobre
los rasgos que son la base de estos patrones.
Los rasgos pueden identificarse empíricamente gracias al
uso del análisis factorial o bien se pueden definir a partir de
una serie de presuposiciones teóricas. A partir del momento
en que se reconoció que los rasgos observados correspondían
a dimensiones de la personalidad se planteó la necesidad de
descubrir cuáles eran las variables latentes que había detrás de
estas constantes. Puesto que el rasgo se consideraba un con-
junto de hábitos correlacionados, se creyó que la técnica del
análisis factorial era la más adecuada para su identificación.
Inicialmente, los médicos holandeses Heymans y Wiersma
intentaron hacer esta tarea mediante procedimientos experi-
mentales complementados con encuestas que no tuvieron re-
sultados muy valiosos.
El análisis factorial que el matemático Charles Spearman
había desarrollado en el campo de las aptitudes se mostró mu-
cho más adecuado. Un alumno suyo, Webb, en el año 1915,
aplicó por primera vez el análisis factorial al estudio del tem-
peramento y descubrió la utilidad de este procedimiento. Si
Spearman descubrió el factor g (inteligencia general), Webb
descubrió el factor w (consistencia resultante de la constan-
cia).
Este fue el inicio de un modelo de investigación donde
destacan los trabajos del psicólogo americano Joy P.Guilford,
el psicólogo inglés Raymond B. Cattell, el profesor Hans Ey-
senck y otros autores que consideran que los factores obte-
nidos corresponden a dimensiones propias de la estructura
psicológica. Pronto la estrategia factorial aplicada al estudio
de los rasgos de personalidad nos permitirá hablar de rasgos
primarios y secundarios, de jerarquía de rasgos.

56
El ejemplo de la honestidad
Estudiar la estructura de la personalidad quiere decir siste-
matizar una variedad enorme de rasgos que caracterizan a los
individuos. Con el estudio de la estructura se ha necesitado
dilucidar los mecanismos que sostienen aquella variedad de
rasgos.
Veamos en un ejemplo los elementos esenciales de los
rasgos de personalidad. Un rasgo de carácter, por ejemplo la
honestidad. Los rasgos que atribuimos espontáneamente a
nuestros semejantes tienen casi siempre un grado elevado de
generalidad. Ciertas personas decimos que son honestas de la
misma forma que decimos que tienen buena memoria. Pagan
los impuestos, no engañan a las personas con las cuales se
relacionan, no se esconden ni evitan sus responsabilidades ni
sus deberes. No limitamos esta atribución a ciertas situaciones
concretas, en las que inevitablemente hemos visto una serie
de comportamientos que son la base de nuestra atribución.
Comportarse honestamente constituye una unidad signifi-
cativa que deriva de la conformidad de la conducta en ciertas
reglas o ciertos principios morales y éticos.
Esta atribución que hacemos, ¿es una propiedad genera-
lizada de las conductas del individuo en cuestión o es una
propiedad del carácter, un rasgo, que tiene una entidad psi-
cológica arraigada en el psiquismo individual que justifica las
propiedades que muestran estas conductas que hemos califi-
cado de honestas? Si optamos por la segunda explicación, ¿la
conducta honesta se debe al hecho de que el individuo tiene
una propiedad que le predispone a actuar de la manera obser-
vada? Todas estas preguntas hacen referencia a los rasgos de
personalidad.
Pero volvamos a la relación entre los rasgos y el análisis
factorial. Necesitamos medir la honestidad si queremos ob-
servar la funcionalidad y la existencia en los individuos reales.

57
Para medirla podemos utilizar diferentes estrategias que van
desde la simple observación de ciertas conductas de las perso-
nas (volver el cambio equivocado en un supermercado, respe-
tar la cola en un cine), hasta preguntarles sobre sus comporta-
mientos en esta esfera (a ellos directamente o a sus familiares
y amigos) o bien, incluso, realizar un pequeño experimento
trucado para comprobar la honestidad.
Veamos un ejemplo de esta última estrategia: imaginémo-
nos que queremos saber la honestidad de un grupo de es-
tudiantes de bachillerato. El maestro les propone realizar un
ejercicio de dictado en clase y después les permite corregir
con un original del texto dictado y les indica que él no revisará
el número de faltas que cada estudiante haga y que se fiará de
las puntuaciones que le den. Después se compara el número
de faltas que reporta el estudiante con el número real de faltas
cometidas y así se podrá estimar el grado de honestidad de los
estudiantes.
A través de diferentes estrategias se pueden medir diferen-
tes grados de honestidad en diferentes conductas. Si correla-
cionamos estas medidas en un grupo numeroso de personas
heterogéneas es posible que las correlaciones no sean muy
elevadas. Queremos decir que muchos estudiantes que falsea-
ran sus autoevaluaciones no son necesariamente muy menti-
rosos en su casa. La característica de la honestidad depende
pues de la situación donde se da más que de la tendencia de
la persona. Quizá el estudiante en la escuela, además de otras
cosas, aprende a conseguir como sea el máximo rendimiento,
aunque a veces no sea un fiel reflejo de su esfuerzo.
¿Cómo podemos saber, por tanto, si esta característica del
comportamiento se debe atribuir a un rasgo del individuo o
a un aprendizaje suyo? Únicamente podemos distinguir estas
dos alternativas si consideramos dos elementos distintos. Que
el individuo se comporta de manera consistente honesta en

58
situaciones muy diversas y que el individuo muestra estas con-
ductas de manera estable en el tiempo (de joven o de mayor).
Estos elementos hacen referencia a dos propiedades que
son la consistencia entre situaciones y la estabilidad a lo largo
del tiempo. Pero prestemos atención a un pequeño problema
que a veces pasa desapercibido: hablamos de consistencia y
estabilidad de la persona, y eso no es lo mismo que hablar
de la estabilidad y la consistencia de la conducta. Así, por
ejemplo, la honestidad de un adolescente se presenta en unas
conductas (no pasar delante en una cola del cine, no dejar de
pagar en una tienda, no mentir a los padres) diferentes de la
honestidad del adulto (pagar impuestos, no robar en una em-
presa), y por eso comparar conductos honestas en lugar del
rasgo honestidad puede ofrecer resultados diferentes.
La realidad empírica nos enseña que si realizamos bien la
selección de conductas indicadoras de un rasgo –en este caso,
la honestidad – y analizamos las correlaciones entre un grupo
heterogéneo de personas, la correlación que hay entre ellas
es, habitualmente, significativa. Sin embargo, encontraríamos
que ciertas conductas honestas o deshonestas parece que son
consistentes entre sí y sí que nos mostrarían correlaciones
más significativas entre ellas. Este hecho nos permite dedu-
cir que estas conductas son debidas al efecto de una variable
latente o un factor que corresponde a un rasgo (en este caso
de carácter).
El análisis factorial parte de esta premisa por identificar
estos rasgos latentes que determinan la aparición de correla-
ciones entre conductas que se dan en situaciones distintas y
que constituyen la unidad de análisis de la estructura de per-
sonalidad.
A partir de la intercorrelación de las medidas de compor-
tamientos honestos (observaciones naturales, resultados de
informes), la técnica del análisis factorial nos permite conocer

59
cuantos factores hay que constituyen la base de la variación de
esas medidas y como están organizados. Un análisis factorial
es, por lo tanto, un procedimiento que parte de la variabilidad
de los comportamientos observados entre las personas y nos
permite conocer cuáles son las propiedades comunes de los
individuos que causan esta variación.

Clasificación de tipos de rasgos


Un tema que tiene una importancia especial a la hora de
considerar la personalidad como un sistema complejo de ras-
gos son los tipos de rasgos. La distinción de Allport de los
rasgos es simple: distingue entre rasgos motivacionales (la
mayoría y los más importantes) y estilísticos. A continuación,
Cattell, Guilford, Eysenck o Kline especificarán más esta cla-
sificación y distinguirán entre rasgos de naturaleza cognitiva
(aptitudes), de naturaleza estilística (estilos cognitivos), de na-
turaleza dinámica (sentimientos, necesidades) y de naturale-
za emocional (temperamento).Otros autores han propuesto
nuevas clasificaciones.
Los tipo de rasgos donde más acuerdo hay son los tem-
peramentales, los constitucionales (biomorfológiocs) y los de
capacidad (inteligencia). Buss y Poley consideran que aparte
de los temperamentales y de los cognitivos hay los rasgos mo-
tivacionales.
En general, se considera que puede haber en total entre
cincuenta y sesenta rasgos diferentes que constituyen la per-
sonalidad. No todos son de la misma naturaleza ni tienen el
mismo papel en la determinación de las diferencias individua-
les en el comportamiento.
Según el tipo de tareas y de exigencias, el individuo utiliza
más unos rasgos u otros.

60
Utilidad de los rasgos
¿Qué función tienen los rasgos en las diferencias indivi-
duales? En general, consideramos las siguientes funciones:
predictiva, es decir, que permite conocer qué es probable que
haga el sujeto en situaciones futuras; descriptiva, para identifi-
car fácilmente las personas; clasificatoria, que agrupa el indivi-
duo en una categoría de individuos, y explicativa, que facilita
la comprensión y la explicación de la conducta individual.
Las funciones más importantes que cumplen los rasgos
son la descriptiva y la clasificatoria. Este aspecto está directa-
mente relacionado con la medida de los rasgos y ha sostenido
a los test. La función predictiva hace referencia a la perspec-
tiva de futuro en el comportamiento del sujeto. Por contra, el
aspecto explicativo de los rasgos no se puede basar en el razo-
namiento circular, en el que la misma disposición se convierte
en causa de esa conducta de la cual fue inferida previamente.
Uno es amable porque se muestran conductas de amabilidad.
La característica explicativa depende en gran medida de la na-
turaleza que se atribuye a los rasgos.

Tipos y estados psicológicos


El concepto de rasgo lleva asociado los conceptos de tipo
(conjunto de rasgos) y de estado (fluctuaciones del rasgo).
Junto al concepto de rasgo, de origen clásico, en la psi-
cología de la personalidad tenemos dos conceptos asociados:
el de tipo y el de estado. En una analogía sobre los rasgos,
podríamos decir que el estado es el resultado de los efectos
de las situaciones sobre los rasgos, mientras que un tipo es un
conjunto de rasgos.
El pensamiento tipológico, aplicado al estudio de la per-
sonalidad, es propiamente europeo y difícilmente ha tenido
un impacto en la psicología norteamericana. El pensamien-

61
to tipológico lo encontramos en importantes psiquiatras eu-
ropeos, como Carl Jung o Kretschmer, y también en Freud,
entre psicólogos como Jaensch o Eysenck y también entre
los estudiosos de la inteligencia como Louis L. Thurstone o
Lewis M.Terman.

Desde los griegos


La existencia de tipologías ha sido una constante desde la época de
los griegos en el estudio de todos los fenómenos de la personalidad
humana. Así, se han formulado tipologías de la constitución (asté-
nico-pícnico, endomorfectomorfo), del carácter (apáticos, afecti-
vos, intelectuales; sensitivos, activos; introvertidos, extravertidos)
y del temperamento (vascular, muscular, nervioso; somatotónico,
viscerotónico y cerebrotónico). La realidad actual es que con la
dimensionalización y la sustitución de los tipos por los rasgos cada
vez son menos utilizadas.

Los tipos de personalidad que se han propuesto posterior-


mente son los que presenta Myers, que se basan en la tipolo-
gía de Jung. De acuerdo con Myers, hay dieciséis tipos de per-
sonalidad que se obtienen de combinar dos formas de percibir
(sensaciones e intuiciones), dos formas de juzgar (pensar y
sentir), dos formas de relacionarse con los otros (introversión
y extraversión) y dos formas de relacionarse con el ambiente
externo al individuo (juicio y percepción).

Los estados psicológicos


Antes de concluir el tema de los rasgos, hay que hacer un
comentario breve sobre la relación entre estados y rasgos.
Esta distinción se ha planteado como una manera de en-
tender una reacción compleja inmediata, pero de más dura-
ción que la de una simple reacción emocional, que es una
característica o disposición de respuesta habitual ante ciertos
cambios del medio y que como cualquier disposición del su-

62
jeto es casi permanente. La diferencia básica entre un estado
y un rasgo referido a la personalidad o al temperamento es
análoga a la que hay entre estar y ser.
No hay ningún tipo de duda de que lo que observamos al
registrar la conducta es el efecto de un estado, ya que estos
representan la plasmación concreta de los efectos de la situa-
ción sobre las disposiciones del sujeto. Los rasgos nunca son
directamente observables, simplemente se infieren de las con-
ductas registradas. El problema de la diferencia entre rasgo y
estado es meramente metodológico.
Así, nos queda claro que una respuesta ansiosa la debemos
considerar de duración breve, pero de gran intensidad. Por
contra, un estado es una respuesta compleja caracterizada por
su intensidad inferior y su duración superior. A final tendría-
mos la categoría de “sentimientos”, donde la duración puede
ser más grande y la intensidad de la conducta, muy inferior.
Al final de este continuo situaríamos el rasgo.
Precisamente la característica más peculiar del rasgo es su
efecto lejano sobre la conducta y además la estabilidad tem-
poral del rasgo. Por otro lado, por medio de la utilización de
factores disposicionales, rasgos o estados, se aporta un ele-
mento de gran utilidad para la psicología aplicada y que en la
medida en que la psicología de la personalidad vaya aportando
conocimientos sobre estos constructos disposicionales, ma-
yor utilidad tendrán en el campo de la clínica, la educación, el
rendimiento laboral y en todas las facetas de la vida cotidiana
de los individuos.

63
LA PERSONALIDAD COMO SISTEMA
La constitución
En el siglo XIX, la constitución adquiere su sentido moder-
no. De los nuevos tipos diseñados (atlético, pícnico, digesti-
vo) se puede continuar prediciendo tipo de enfermedades, de
tratamientos. No se acepta, sin embargo, ninguna continuidad
directa entre estas peculiaridades morfológicas y los atributos
psicológicos. Es más, ya en los años sesenta se indicaba que si
entre constitución y temperamento había alguna relación era
de tal manera que se iniciaba en el organismo y actuaba sobre
la conducta mediante el cerebro.

El médico Viola
En el siglo XX, especialmente en los primeros treinta años,
los trabajos médicos sobre la constitución se acercaron a la
antropometría y se dio un rigor métrico que se añadiría a las
concepciones que basaban las tipologías constitucionales en
los subsistemas corporales.
Merece una mención histórica especial Viola, un médico
italiano para el cual la ciencia de la constitución equivalía a la
“antropometría de las variaciones individuales en los caracte-
res físicos”. Desarrolló medidas e índices corporales que rati-
ficaban las concepciones clásicas sobre la constitución (hábito
tísico y apoplético) y que más tarde se confirmaron en los es-

65
tudios factoriales de Reas de los años cincuenta. Un seguidor
y discípulo de Viola, el médico Pende, desarrollaría aún más
el modelo de Viola y daría un impulso importante al estudio
científico de la constitución. Pende fue el creador del término
biotipologia, que “trata de estudiar a las personas en su unidad
vital psicosomática, en que se integra su morfología, fisiolo-
gía y psicología diferenciales”. Sin embargo, su esfuerzo en
el desarrollo de un sistema tan completo fue más ambicioso
que sólido y ha resultado un conjunto de generalizaciones sin
mucho apoyo empírico.
El desarrollo moderno y con un impacto más grande en
las ciencias psicológicas del concepto de constitución es de
ascendencia alemana. La constitución no es solamente refe-
rente a la estructura corporal, sino que representa también
las predisposiciones a maneras de enfermar, es el asiento del
temperamento y de otras disposiciones psicológicas, está de-
terminada genéticamente, es difícilmente modificable. Todas
estas ideas están en la obra de Kretschmer.
Después de la aportación al estudio del temperamento y la
constitución de Kretschmer, destacamos los estudios de las
escuelas inglesa de Burt y especialmente de la americana de
Sheldon.
W. Sheldon (1898-1977) fue un médico norteamericano
que recibió influencias directas de Jung, Freud y Kretschmer
durante su estancia a Europa. En Harvard (Estados Unidos)
desarrolló su investigación sobre las relaciones entre consti-
tución y temperamento, con un sistema original que se basa-
ba en el análisis pormenorizado de fotografías estándares del
cuerpo de los sujetos por destacar cualquier variación de esta
estructura corporal. Identificó tres dimensiones (endomorfia,
ectomorfia y mesomorfia), que permitían tipificar la constitu-
ción corporal. Adscribió un origen embriológico a cada una
de estas dimensiones y asignó una dimensión temperamental

66
definida por las actividades y conductas prototípicos. De la
misma forma asignó tipos de enfermedades mentales y con-
ductas sociales a las dimensiones. Para todo eso, salvo el es-
quema tipológico y la causalidad de las dimensiones, siguió
completamente Kretschmer.
A pesar de que Sheldon representa la aportación moderna
más relevante en el terreno de la biotipología, sus métodos
de obtención de datos y sus análisis están afectados por nu-
merosos problemas que ponen en duda los resultados. Más
recientemente se ha demostrado que del análisis de sus datos
solamente se derivan dos dimensiones constitucionales y que
su pretendida causalidad embriológica es muy dudosa. Por
ejemplo, el tipo atlético es definido por Kretschmer de la si-
guiente manera: “Un gran desarrollo del esqueleto óseo, de la
musculatura y de la epidermis.El individuo tiene una estatura
media o superior a la media, con unos hombros especialmente
anchos y potentes, con un tórax importante, un vientre tenso.
(...) El desarrollo graso es moderado (...) Su carácter y tempe-
ramento le caracterizan como una persona constante, enérgi-
ca, dominante, equilibrada y extrovertida”.
O vemos este ejemplo de tipo leptosomático: “Crecimiento
mediocre por lo que respecta a la anchura unido a un cre-
cimiento no disminuido por lo que respecta a la altura. El
individuo es esbelto y delgado, parece más alto de lo que es
realmente. La piel es seca y anémica; los brazos, delgados; de
músculos escasos; con unos hombros estrechos, etc. Su carác-
ter y temperamento le caracterizan como una persona solita-
ria, imaginativa, idealista, sobria y tendiente al fanatismo.”
Una de las conclusiones que se extrae de revisar la consi-
deración moderna de las relaciones entre constitución y per-
sonalidad es que se deben formular en términos de relaciones
entre subsistemas neurofisiológicos y dimensiones tempera-
mentales. El 1966, Pinillos resumía de esta manera las rela-

67
ciones entre sistemas neurofisiológicos y personalidad: “En el
campo hormonal la situación tampoco acaba de resolverse, ya
que no se encuentran relaciones entre los trastornos tiroidales
y los cambios de conducta del individuo. Por lo que respecta
a las relaciones entre sistema nervioso central y personalidad
la situación es prometedora y confusa. Hay indicios que en los
extravertidos hay un nivel menor de acetilcolina que en los in-
trovertidos, con lo cual la conducta sináptica de los primeros
sería más baja que la de los segundos”.
Estas referencias hechas hace unos cuarenta años son la
antesala del gran desarrollo que han tenido los modelos psi-
cobiológicos de la personalidad en estos años.

El temperamento
Los planteamientos del fisiólogo Wilhelm Wundt sobre
el temperamento fueron recogidos indirectamente por H. J.
Eysenck e incluidos en su modelo de personalidad. El de Ey-
senck, uno de los más sólidos en el terreno de la psicología
diferencial de la personalidad, lo facilitó la obra de Heymans
(1857-1930), psicólogo experimental holandés muy conocido
por su estudio realizado conjuntamente con Wiersma sobre
las tipologías temperamentales.
Una definición de temperamento podría ser la de Allport,
que tiene la ventaja de ser muy descriptiva: el temperamen-
to hace referencia a las características emocionales del sujeto,
que incluyen de la susceptibilidad a la estimulación emocional,
su fuerza y velocidad habitual en las respuestas, la calidad de
su estado de ánimo predominante, además de las peculiarida-
des de sus fluctuaciones de sentido e intensidad. Todos estos
fenómenos se pueden ver como características dependientes
de la estructura constitucional del individuo y, por lo tanto,
altamente hereditarias.

68
El término temperamento, aunque tiene una relación es-
trecha con la emoción, no es un sinónimo. El temperamento
se refiere a las diferencias estables en parámetros de tono he-
dónico, de emociones puntuales como el miedo o la ansiedad,
mientras que las emociones se refieren a los mismos procesos
afectivos y expresivos. Así, todos los seres humanos pueden
manifestar alegría, miedo o ansiedad, pero la existencia de va-
riaciones individuales en los parámetros de esta expresión es
lo que se debe atribuir a las dimensiones temperamentales.

El carácter
El término “carácter” (que viene del griego charassein) signi-
fica etimológicamente “marca, marca grabada, signo grabado
en un objeto que lo hace reconocible”.
Este término se utiliza poco en el contexto de la psicología
científica. La razón principal es el rechazo que han demostra-
do los psicólogos norteamericanos. En los Estados Unidos
el carácter se considera un término que no se puede utilizar
en el contexto científico porque tiene una connotación ética
y moral, y por lo tanto no es susceptible de una investigación
objetiva.
Este hecho se podría generalizar en el término de “perso-
nalidad”, pero en los Estados Unidos la opinión mayoritaria
considera que el término “carácter” se debe sustituir por el de
“personalidad”, y así ha acontecido. De hecho, en los Estados
Unidos se habla de temperamento y de personalidad y el tér-
mino “carácter” ha quedado excluido.
El término “carácter” se ha mantenido en Europa, espe-
cialmente en la tradición clínica centrouropea, donde se con-
sidera sinónimo de temperamento. A pesar de lo cual, la tra-
dición anglosajona mantiene las diferencias entre los términos
“carácter”, “temperamento” y “personalidad”.

69
Esta diferenciación es muy adecuada y así la mantendre-
mos para un análisis científico de la personalidad desde un
punto de vista diferencial.
El concepto de carácter se mantuvo en el estudio de la
personalidad en autores como Adler, Jung y Stern.
Sin embargo, a partir de Allport desaparece y queda sus-
tituido por el concepto de rasgo. Con la desaparición del ca-
rácter, desaparece también todo lo que hace referencia a la
voluntad.
El carácter es una colección de hábitos y de reglas adqui-
ridas propias de un individuo, el cual los utiliza en su vida.
Estas reglas y hábitos influyen sobre nuestra conducta social,
nuestro trabajo, los comportamientos que afectan a la salud
(alimentación, consumo de sustancias tóxicas, ejercicio físico),
nuestras respuestas a las exigencias del medio (especialmente
cuando son negativas) y también afectan a nuestra conducta
sociopolítica o manera de pensar.
Precisamente por estas connotaciones el carácter es un fe-
nómeno muy relacionado con la socialización individual.
En general, se considera que las dimensiones de personali-
dad, a diferencia de las aptitudes, no tienen un polo negativo
y otro positivo. Sin embargo, en el carácter parece que so-
cialmente hay una serie de hábitos que son positivos frente a
otros que son negativos.
Los aspectos de carácter que son positivos, que podemos
identificar con las virtudes, son la honradez, la prudencia o el
coraje; por el contrario, en el polo opuesto situamos la parte
de la mezquindad, la debilidad o la deshonestidad. Es obvio
que estas características forman parte de la personalidad, pero
también es verdad que el calificativo de positivas o negativas
depende de una consideración moral o ética.
El interés por el carácter ha sido primordial en el psicoa-
nálisis y ha sido utilizado por sus seguidores para fundamen-

70
tar una clasificación conocida (carácter anal, oral, etc.). Otros
psicólogos de la personalidad se han ocupado también de este
fenómeno orientados especialmente hacia el análisis cognitivo
de la personalidad (optimismo, felicidad). Es en este contex-
to donde se han desarrollado las investigaciones que hacen
referencia al yo o self del sujeto. El yo (self) es un sistema cog-
nitivo que incluye la integración, percibida por el sujeto, de
todas las instancias emocionales, afectivas y cognitivas de su
personalidad (incluye además aspectos como la identidad de
género, las estrategias de enfrentamiento); por eso se habla de
autoconcepto.

Diferencias entre temperamento y carácter


En la tabla siguiente se resumen las principales diferencias
entre los dos conceptos más trascendentes de la psicología
diferencial de la personalidad. De hecho, por razones de tra-
dición y de aplicabilidad de método científico, la psicología de
la personalidad ha continuado considerando el temperamento
como concepto fundamental de las diferencias individuales
en la personalidad. Este concepto, sin embargo, ha perdido
su significación tipológica y ha interesado a los psicólogos de
las diferencias individuales porque delimita y caracteriza una
serie de dimensiones que son los rasgos que constituyen la
estructura fundamental de la personalidad.

71
Temperamento Carácter
Etimología Mezcla /estado Adquiridas/morales
Epistemología Tradición científica/ Marca/señal grabado
natural y experimental/
empírica
Metodología Nomotética Tradición
cultural/filosófica
Literaria
Clínica
Bases Biológicas/innatas Idiográfica
Enfoque DD.II Individualidad
Inicios Hipócrates/Galeno Teofrasto/Jung/Adler
Kant/Wundt
Actuales Eysenck Allport

La inteligencia
Hasta ahora hemos insistido en la importancia de la varia-
bilidad del comportamiento para identificar la unicidad de la
personalidad y hemos descrito una serie de conceptos útiles
para acercarnos a una comprensión científica de este fenóme-
no complejo. Introducimos ahora un aspecto de la persona-
lidad que generalmente queda alejado, y en cambio es uno de
los componentes más importantes: la inteligencia.
La inteligencia es el fenómeno psicológico más importante
para entender las variaciones del comportamiento humano.
Esta afirmación tiene dos consecuencias muy importantes:
no podemos dejar de lado la inteligencia en el análisis de la
personalidad, y la personalidad no se limita únicamente a las
características afectivas y emocionales de la persona.
Es fácil aceptar estas dos consecuencias, ya que al pedir a
las personas que describan sus congéneres, de la misma for-

72
ma que hacen referencia a categorías temperamentales (im-
pulsivo, pasivo) o caracterológicas (prudente, bien educado),
también aluden a categorías de capacidad cognitiva (listo, ágil
mentalmente). Además, como ya hemos dicho, todas las ins-
tancias psicológicas distintas actúan conjuntamente en la de-
terminación del comportamiento del sujeto.
En cuanto a la segunda consecuencia, hay que destacar
que tradicionalmente se confunden con demasiada frecuencia
los términos “temperamento” y “personalidad” (tradición an-
glosajona) o “carácter” y “personalidad” (tradición centrou-
ropea y francesa). No debe confundirse la disección científica
de los componentes de la personalidad, que se realiza con el
objeto de describir y explicar la personalidad con una mayor
simplicidad, con la evidencia natural que todos estos compo-
nentes actúan conjuntamente siempre en cualquier situación
de la vida cotidiana de las personas.
La inteligencia se entiende actualmente como un conglo-
merado de aptitudes organizadas que tienen distintas caracte-
rísticas bastante conocidas. Todas estas teorías consisten en
una serie de operaciones que permiten un tratamiento de la
información externa al sujeto para aprovecharse en la tarea
de adaptarse al medio. Estas aptitudes se caracterizan por su
diferente grado de especificidad. De hecho, la organización de
estas aptitudes es jerárquica y se han distinguido tres grados o
estratos de organización que, por medio del análisis factorial,
determinan la posición y las relaciones de estas aptitudes.
En el primer estrato se sitúan las denominadas aptitudes
primarias específicas, como la fluidez verbal, la comprensión
verbal, la capacidad perceptiva o numérica, también la memo-
ria asociativa y la originalidad.
El número de estas aptitudes primarias no está definido de
una manera absoluta, pero puede oscilar entre un mínimo de
veinte y un máximo de cincuenta.

73
En el segundo nivel aparecen un conjunto de aptitudes se-
cundarias, entre tres y siete, con un nivel de generalización
más grande y que son las denominadas inteligencia fluida, la
inteligencia cristalizada, la velocidad cognitiva general y otras
similares.
Finalmente, en el tercer nivel y en la cima de la jerarquía se
sitúa el denominado “factor g” o inteligencia general, que por
su posición nos indica una influencia inespecífica en cada una
de las conductas implicadas en el aprendizaje, la adaptación,
la formación de conceptos, el razonamiento, es decir, en cual-
quiera de las facetas cognitivas de la inteligencia humana.
Desde los años setenta hasta hoy, aceptada ya de manera
generalizada esta idea de cómo está estructurada la inteligen-
cia, se ha realizado una investigación masiva para descubrir
la funcionalidad y los mecanismos cognitivos que operan
en la conducta inteligente. Los resultados de estos estudios
han destacado que la inteligencia es una propiedad que hace
funcionar eficazmente todas las operaciones cognitivas. Esta
eficacia se basa en la velocidad del procesamiento de la infor-
mación en un sistema de capacidad limitada.
¿Qué quiere decir eso? La base operativa de la inteligencia
son los llamados procesos cognitivos: la atención, la sensa-
ción, la recuperación en la memoria, el almacenamiento de la
información en la memoria permanente. Estos procesos cog-
nitivos registran, transforman y producen información que
permite al sujeto su comportamiento, y por el hecho de que
forman parte de un organismo biológico son de capacidad
limitada.
Los individuos que tienen sistemas cognitivos eficaces ob-
tienen ventajas más grandes en el procesamiento de la infor-
mación precisamente para aprovechar al máximo esta capa-
cidad limitada y en este aprovechamiento la velocidad tiene
un papel definitivo. Por tanto, de una manera muy abstracta

74
podríamos decir que la inteligencia (especialmente el denomi-
nado “factor g”) se fundamenta en la velocidad de procesa-
miento de la información. Sin embargo, ¿velocidad para qué?
En última instancia, la inteligencia tiene una función específica
que consiste en generar o crear información nueva a partir de
elementos dispersos y de informaciones presentes o pasadas.
Mediante esta función los individuos obtienen un beneficio
más grande de su entorno para adaptarse mejor.
Las relaciones entre personalidad e inteligencia son muy
complicadas y la investigación no ha aportado nuevas infor-
maciones relevantes, ya que sus resultados son muy confusos.
Recientemente, Eysenck ha revisado este campo temático. Se
han seguido varios enfoques para evidenciar qué relaciones
se mantienen entre estos dos fenómenos. Aparentemente,
parece que deben estar relacionados y lo están si considera-
mos que ambos afectan al rendimiento. Lo que no parece una
buena estrategia es pensar que la personalidad influye en la
inteligencia.
Desde los años cuarenta se han realizado estudios para ve-
rificar la relación entre inteligencia y personalidad a partir de
la medida psicométrica de estos constructos.
Utilizando escalas como el MMPI (inventario de persona-
lidad multifásico de Minnesota), el TMAS (escala de ansiedad
manifiesta de Taylor) y otros test de naturaleza clínica, y com-
parando los resultados con las puntuaciones en inteligencia
obtenidas en los test más típicos, como el WAIS o el Raven,
las correlaciones son, habitualmente, no significativas. ¿Eso
quiere decir que la inteligencia y la personalidad psicométrica
no tienen ninguna relación? Sí y no. Hablando de una manera
estricta, en términos de medida psicométrica, es evidente que
no. Sin embargo, es necesario analizar más detalladamente las
causas de estos resultados que presentan cierta contradicción
con muchas observaciones que indican lo contrario, es decir,

75
que la inteligencia tiene un papel importante en la personali-
dad y viceversa. Una de las razones importantes es la confu-
sión habitual entre tres tipos diferentes de inteligencia que hay
y que no son del todo intercambiables.

Estilos psicológicos
Los profesores José Sánchez-Cánovas y Pilar Sánchez han
recogido en un original trabajo una serie de consideraciones
sobre el concepto de estilo aplicado al comportamiento hu-
mano. Estos autores indican que el término “estilo” aparece
en la literatura psicológica connotado con diversos referentes.
Así encontramos estilos de vida, estilos de salud, estilos de
aprendizaje, estilos cognitivos, estilos de consumo, y, en la
medida en que estos términos hacen referencia a formas de
comportamiento de los individuos, proponen que se agrupen
bajo el término “estilos psicológicos”. El estilo, para Sánchez-
Cánovas y Sánchez, es “un conjunto de modalidades de fun-
cionamiento observables que tienen diversas propiedades re-
lacionadas con su posición en la jerarquía de rasgos de perso-
nalidades y sus efectos en la conducta del individuo”.
Los estilos cognitivos se definen como dimensiones de di-
ferencias individuales que caracterizan la forma de la actividad
mental de los individuos. Son, en principio, independientes
del contenido de esta actividad mental, por bien que esta in-
terdependencia es relativa, ya que la forma y el contenido es-
tán generalmente relacionados en el seno de la actividad psi-
cológica. Los estilos cognitivos hacen referencia a la forma y
al “estilo” de estas actividades.
El efecto de estas actividades se refleja en numerosas si-
tuaciones y contextos donde se emite la conducta. Los estilos
cognitivos parece que son fenómenos distintos a los de las
aptitudes, que caracterizan la actividad mental por su eficacia.

76
Los estilos cognitivos son dimensiones que integran diferen-
tes aspectos cognitivos y no cognitivos del funcionamiento
individual y que tienen un énfasis especial en el plan cualitati-
vo y no exclusivamente cuantitativo.

Un modelo
Para el análisis conceptual y histórico presentado parece
que pocas cosas han cambiado en la concepción de las tipo-
logías temperamentales y del estudio de las diferencias indi-
viduales desde la teoría de los cuatro temperamentos de hace
siglos. Eso, a pesar de todo, no es así, ya que se han hecho
pasos importantes para una concepción científica de la perso-
nalidad.
El cambio más importante ha sido la introducción del con-
cepto de disposición y el de rasgo como una unidad de análisis
de las diferencias individuales en la esfera de la personalidad.
El concepto de rasgo tiene dos referentes fundamentales: el
primero en la teoría, que le vincula de manera definitiva a una
dimensión del sujeto, y el segundo en la realidad empírica, que
le relaciona directamente con un factor.
Actualmente, concebimos la personalidad como un con-
junto de rasgos de naturaleza distinta que configuran una es-
tructura psicológica que sostiene la individualidad del sujeto
y lo hace a la vez de una manera semejante y diferente a la de
todos sus congéneres.
Una vez que la psicología de la personalidad formalizó el
concepto de rasgo, el trabajo de los investigadores fue aplicar
la metodología correlacional al estudio de la estructura de la
personalidad.
Pero antes de ver cuáles han sido las principales aporta-
ciones –los modelos más relevantes de rasgos de la perso-

77
nalidad–, queremos concluir con una pequeña reflexión que
permita ver el complejo constructo de la personalidad.
Hemos visto que en la tradición de estudio de la persona-
lidad desde el planteamiento diferencialista se han utilizado
varios términos que en cierta manera hacían referencia al mis-
mo fenómeno: constitución, temperamento, carácter y tam-
bién debemos incluir inteligencia. Cada uno de estos términos
tiene connotaciones un poco diferentes. El desarrollo de la
psicología de la personalidad ha aclarado estos términos y ac-
tualmente parece que hay un consenso en la medida en que
casi todos los autores aceptan la idea de personalidad como
un sistema complejo donde se integran otros subsistemas que
permiten un acercamiento científico y parsimonioso al estu-
dio de la personalidad.
Hay autores que proponen que la personalidad se debe
entender como un conjunto de todos los tópicos de la psi-
cología. Dentro de esta concepción el enfoque diferencialista
plantea que la personalidad es el conjunto integrado de la inte-
ligencia, la constitución, el carácter y el temperamento.
A esta conclusión se llega a partir de las influencias básicas
que han constituido la psicología de la personalidad, es decir,
el impacto del enfoque tipológico, la importancia de la funda-
mentación biológica y la relación teoría/observación que hace
de la metodología empírica el juez para resolver la hipótesis
planteada. En cualquier caso, la personalidad entendiéndola
así es un constructo hipotético que tanto se puede entender
a partir de los mecanismos como partir de los procesos, y su
estructura es compleja pero organizada.
En nuestra opinión, siguiendo los trabajos de Guilford,
Cattell, Royce y Powell y Eysenck, se puede formular un mo-
delo completo de la personalidad que combine la concepción
dimensional de los constructos de temperamento, aptitud,
carácter y constitución con la idea de los rasgos/tipos como

78
unidad de análisis de las dimensiones y los aspectos de la de-
terminación hereditaria o ambiental. En este complejo cons-
tructo deberíamos incluir cuatro tipos de componentes o ras-
gos disposicionales: los físicos o estructura neurofisiológica
del individuo como base de los recursos energéticos del pro-
cesamiento de la información (constitución); los emocionales,
que son los factores de disponibilidad de los recursos energé-
ticos (temperamento); los cognitivos o factores de manejo y
gestión de los recursos mentales según las demandas (inteli-
gencia), y el carácter o factores de control del temperamento
por la inteligencia y las actitudes.
En este modelo que presentamos hay una gran laguna: la
funcionalidad de los rasgos y especialmente las relaciones in-
teractivas que entre estos se producen.
De hecho, el enfoque de rasgos tiene este problema como
gran carencia en la explicación completa de la personalidad.
El modelo de rasgos permite describir e identificar qué com-
ponentes forman la personalidad y qué relación estructural
tienen entre sí, pero todavía está poco desarrollado en un
sentido funcional. Los procesos dinámicos que relacionan
estos componentes todavía son un poco misteriosos para la
comprensión funcional del comportamiento. Es trabajo de la
investigación futura profundizar en este apartado de la psico-
logía de la personalidad.

79
Bibliografía
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Eysenck: 1916-1997 : psicólogo científico. Madrid : Biblioteca
Nueva.
• Andrés, A. (1999). Manual de psicología diferencial. Madrid :
McGraw Hill.
• Colom, R.; Jayme, M. (2003). ¿Qué es la psicología de las
diferencias de sexo?. Madrid: Biblioteca Nueva.
• Eysenck, H.J. (1994). Tabaco, personalidad y estrés. Barce-
lona: Herder.
• Harris, J. (1999). El mito de la educación. Barcelona. Ver-
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• Lewontin, R. (1982). La diversidad humana. Barcelona: La-
bor.
• Lluis Font, J. M. (2004). Mente y personalidad. Madrid.
• Biblioteca Nueva.
• Martínez Kleiser, L. (1953). Refranero general ideológico es-
pañol. Madrid: Aguilar.
• Neubauer, P.; Neubauer, A. (1992). El sello de la Natura-
leza. Buenos Aires: Sudamericana.
• Pervin, L. (1998). La ciencia de la personalidad. Madrid: Mc-
Graw-Hill.
• Thayer, Robert E. (1998). El Origen de los estados de ánimo
cotidianos: el equilibrio entre la tensión, la energía y el estrés. Bar-
celona: Paidós.

81
• Tobeña, A. (2003). Anatomía de la agresividad humana. Bar-
celona: Debolsillo.
• Wittkower, R.; Wittkover, M. (1985). Nacidos bajo el signo
de Saturno. Barcelona: Cátedra.
• Wright, W. (2000). Así nacemos. Taurus. Barcelona

82
La grafología
Elena Giner y Teresa Girona
Diseño del libro y de la cubierta: Natàlia Serrano
Primera edición: octubre de 2007
© Elena Giner y Teresa Girona, del texto
© Antoni Andrés Pueyo, del texto
© Editorial UOC, de esta edición
Rambla del Poblenou, 156
08018 Barcelona
www.editorialuoc.com
Realización editorial: MEDIAactive,S.L.
Impresión: Ediciones Grá ficas Rey, S.L.
ISBN: 978-84-9788-623-9
Depósito Legal: B-49.608-2007

Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño general y de la cubierta, puede ser copiada,
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químico, mecánico, óptico, de grabación, de fotocopia, o por otros métodos, sin la autorización previa por escrito
de los titulares del copyright.
Elena Giner
Elena Giner es licenciada en Historia Antigua por la
Universitat de Barcelona. Hizo cursos de Pericia Caligráfica
Judicial y de Peritaje Grafopsicológico en la Universitat
Autònoma de Barcelona y es perito calígrafo judicial y
grafopsicólogo en ejercicio en los Juzgados de Barcelona.

Teresa Girona
Teresa Girona es psicóloga de las organizaciones por la
Universitat de Barcelona e hizo cursos de Pericia Caligráfica
Judicial y de Peritaje Grafopsicológico en la Universitat
Autònoma de Barcelona.
Nuestro contrato

Este libro le interesará si quiere saber:


• Cómo se inició la grafología.
• Cómo se analiza la escritura de un texto.
• Qué refleja nuestra firma.
• Cuáles son los usos principales de la grafología.
• Cómo utilizarla en la vida cotidiana.
Índice de contenidos

Nuestro contrato........................................................................5
El gesto de escribir....................................................................9
UNA BREVE HISTORIA....................................................13
La escuela mímica.................................................................16
El psicoanálisis y la escuela simbólica...............................19
La escuela emocional...........................................................21
La escuela inductivo alfabética...........................................22
LOS MÉTODOS DE ANÁLISIS........................................23
El ambiente gráfico o armonía...........................................29
El papel en blanco................................................................30
Los géneros de la escritura..................................................34
Los gestos tipo......................................................................45
LA FIRMA.................................................................................51
Un nombre y unos apellidos...............................................54
La rúbrica...............................................................................60
PARA QUÉ SE UTILIZA LA GRAFOLOGÍA...............69
Bibliografía.................................................................................75

7
El gesto de escribir
Escribir es fijar sobre el papel una serie de gestos peque-
ños. El lenguaje escrito es una modalidad de tratamiento de
la información, pero escribir es un hecho tan común e in-
teriorizado, que raramente pensamos en la complejidad y la
precisión que implica el realizarlo.
El modelo gráfico aparece por la necesidad de transcribir
un mensaje que proviene del pensamiento y de la memoria, de
la imaginación y del entorno que rodea al individuo, y que es
percibido mediante los canales sensoriales.
Cada escritura es un acto intrínseco, íntimo e individual
que refleja la personalidad, las inquietudes, las habilidades y
las carencias que la conforman. Ningún grafismo es igual a
otro, ni puede ser totalmente imitado, porque nadie puede
desterrar las características propias de su escritura ni adoptar
las de otro individuo de manera absoluta y plena.
En este sentido, la grafología es un test proyectivo que per-
mite extraer características psicológicas del individuo analiza-
do.
Si bien durante el aprendizaje de la escritura se imita un
patrón caligráfico, conforme aumenta el dominio del proceso
escritural, este patrón se va transformando según la persona-
lidad del autor, su madurez y su inconsciente.
Finalmente, aparece un estilo propio de grafismo con la
personalidad ya individualizada. Esta transformación del pa-

9
trón caligráfico escolar se hace evidente en las letras de ado-
lescentes que apenas empiezan a formar el nuevo modelo
individualizado del que hablamos, y que presentan escrituras
normalmente con falta de armonía y orden, como el resto de
facetas de la vida adolescente. Psicológicamente, la escritura
es en buena parte un retrato de la evolución personal del in-
dividuo.
También un texto escrito refleja el estado de ánimo y la
situación psicológica del momento en que se escribe.
Todos sabemos que no es lo mismo escribir una carta
para un amigo que para una empresa, hacer una lista para la
compra o una reflexión filosófica, ni escribir en una posición
confortable y relajada que hacerlo pasando frío, nervios, an-
gustia, pereza o emoción. Por lo tanto, no podemos olvidar la
influencia que ejerce el ambiente físico (postura, temperatura,
ruido, herramienta con que se escribe) y psicológico (estado
emocional y mental) porque son factores que influyen al mo-
mento de escribir. Todo eso implica que cuanto más muestras
de escritura tengamos de un mismo individuo, más fiable re-
sultará su análisis.
Escribir es un gesto cerebral, una ejecución individual, que
pone de manifiesto los aspectos más íntimos del psiquismo
humano. Lo que los psicólogos investigan en las palabras y en
los sueños es, en parte, lo que los grafólogos –también con
límites y carencias– afirmamos encontrar en el análisis del gra-
fismo. Es posible que este componente íntimo del psiquismo
esté representado por las estructuras de las circunvoluciones
cerebrales más arcaicas, allá donde nacen las emociones, las
motivaciones, los sentimientos, y también la neurosis.
Escribir requiere el control del espacio y de la proporcio-
nalidad entre letras. Antes del inicio del gesto está la intención,
la necesidad y la voluntad de expresar un pensamiento trasla-
dando las ideas que elaboramos mentalmente a grafismos, es

10
decir, a letras concretas e individuales que encadenadas for-
marán las palabras. Cada palabra escrita se ha dibujado antes
en nuestra mente, nuestro cerebro la ha “pre programado”
conceptualmente y la ha integrado para transformarla me-
diante un movimiento motor en un mensaje. En cierta forma,
aquello que escribimos es una fotografía de lo que acabamos
de pensar.
Desde el punto de vista cerebral, la concepción del mensa-
je gráfico, es el punto más enigmático del proceso.
En este momento el área motora suplementaria –interfase
entre el cerebro emocional y el motor–, tiene un papel pri-
mordial, porque después de la preprogramación del gesto, es-
tablece su ejecución, requiriendo al mismo tiempo un control
del tono muscular y de la postura. El resultado es una escritu-
ra diferente y única para cada individuo.
Mientras se escribe, el control visual supervisa los posi-
bles errores y, sobre todo en los perfeccionistas, vuelve atrás y
modifica las letras que no han quedado bastante claras. Todo
este proceso se produce en décimas de segundo durante las
que se coordinan actividades procedentes de las zonas más
alejadas del cerebro con la intervención sucesiva y breve de
millones de neuronas en conexión. Unas áreas cerebrales tie-
nen la función de recibir el mensaje y de registrarlo, y otras, la
de codificarlo y decodificarlo.
En el gesto gráfico, los elementos verbales provienen del
hemisferio izquierdo y los espaciales del hemisferio derecho,
conjuntamente con la visión global y semántica de la palabra
escrita. La concreción del gesto gráfico se efectúa esencial-
mente mediante la actividad del cerebro frontal programador,
y la del cerebro que llamamos límbico –especialmente el área
cingular–, que, relacionado con las conductas emocionales,
afectivas y motivacionales, también interviene en la ejecución
del rasgo gráfico.

11
Según el médico y psicólogo Max Pulver, “no debemos
creer que la escritura es un producto de la mano, sino de de-
terminadas partes de la corteza cerebral, de donde salen los
impulsos motores para mover la pluma. Es pues, el cerebro el
que escribe. El brazo, la mano y los dedos no constituyen los
verdaderos factores de las peculiaridades esenciales e indivi-
duales de la escritura”.

12
UNA BREVE HISTORIA
El interés por la escritura es muy lejano en el tiempo. Ya
encontramos textos sobre los escritos de personajes célebres
de diferentes épocas, desde la China del siglo IV aC, hasta el
antiguo Egipto. Una de las primeras citas, que resume muy
bien toda la filosofía grafológica, procede de un filósofo ate-
niense, Demetrio de Falera (345-283 aC) que dijo: “La letra
expresa el alma”. A Aristóteles se le atribuye la frase “la es-
critura es un símbolo del habla, y ésta un símbolo de la expe-
riencia mental”.
Suetonio, por ejemplo, decía del emperador Augusto que
no separaba las palabras y no pasaba a la línea siguiente las pa-
labras que no le cabían sino que las colocaba abajo, envueltas
con un rasgo. Es decir, formaba “colas de zorro” que habi-
tualmente se relacionan con el miedo a perder el hilo de las
ideas y con dificultades para la planificación.
En 1622 Camilo Baldo, profesor de filosofía de la Uni-
versidad de Bolonia, publicó “Trattato como de una lettera
misiva si cognosca la naturaleza e qualita dello scrittore” que
se convertirá en un auténtico éxito y que tiene el mérito de ser
la primera obra que publica un estudio sobre la escritura.
Tenemos también en el desarrollo de la grafología aven-
turas como las de J. Ch. Grohmann, catedrático de teología
y filosofía de la Universidad de Wittenberg, que con su libro
del 1792 “Examen de la posibilidad de deducir el carácter a

13
partir de la escritura”, pretende reconocer a la constitución
física a través del grafismo. Hoy estamos muy lejos de estas
aventuras.
El precursor de la grafología Edouard Hocquart (1787-
1870), publica en 1814 “El arte de juzgar al carácter de los
hombres por su escritura”, y plasma en este libro la relación
de la escritura con el gesto.
Jean-Hippolyte Michon (1806-1881) publicará en 1872
“Los misterios de la escritura. Diario de la grafología” y en
1875 “Sistema de grafología” en los que hay grandes aporta-
ciones grafológicas. Destaca una forma de razonamiento clara
que huye de los criterios ocultistas y se basa en un estudio
profundo de la morfología del signo gráfico, que clasifica en
familias, después de haber analizado minuciosamente miles
de muestras.
A Michon se le atribuye un error fundamental en la des-
cripción del signo “fijo” –superado en la actualidad– que
otorgaba una cualidad determinada si aparecía un signo en un
escrito, y la contraria si no aparecía.
Pero, más allá de eso, se le reconoce al gran mérito de ha-
ber iniciado la sistematización del estudio escritural y de haber
extendido el término grafología por todo el mundo.

Manuscrito de J. H. Michon. Hay que destacar el gran movimiento y los


coligamientos originales. Ver la última línea y las barras de la “t”.

14
Jules Crépieux-Jamin (1859-1940), discípulo de Michon,
pedirá al médico y psicólogo Binet que compare la fiabilidad
de la grafología y la relacione con los métodos psicológicos
de los tests de carácter, obteniendo excelentes resultados.
Crépieux-Jamin, autor de obras como “Escritura y carácter” y
“ABC de la grafología”, otorgará rigor a la grafología, ya que
superará los errores de su maestro y establecerá una teoría via-
ble y práctica del análisis de la escritura, en la que se estudia el
individuo desde el punto de vista del conjunto: personalidad,
objetivos, procesos subconscientes del pensamiento y rasgos
del carácter. Establece la teoría de las resultantes, según la cual
la suma de dos o más rasgos de carácter dan ocasión a un nue-
vo rasgo de personalidad.
Así pues, el hecho de encontrar rasgos de ternura unidos a
rasgos de movimientos de acercamiento a los otros definirían
una persona bondadosa. De esta forma Crépieux-Jamin, que
establecerá los siete géneros de la grafología, creará “familias”,
como la de la firmeza, el amor propio, y sobre todo la de la in-
teligencia. Establece también que para encontrar una persona-
lidad armónica debe haber equilibrio entre inteligencia, mora-
lidad y voluntad. Si detectamos este equilibrio estaremos ante
lo que él nombrará “superioridad gráfica” y de lo contrario,
“inferioridad gráfica”. Ambos conceptos encontrarán su equi-
valente en lo que Ludwig Klages denominará posteriormente
“sentido positivo” y “sentido negativo” de la escritura.

15
Manuscrito de Crépieux-Jamin en el que destacan la claridad, la veloci-
dad, la elevación de los signos de puntuación y el trazo descendiente de
la rúbrica, que estaría compensado por las líneas ascendentes, entre otros
factores.
La escuela mímica
Michon y J. Crépieux-Jamin darán ocasión a la escuela clá-
sica francesa, llamada “escuela mímica” que parte de la idea
de que la escritura refleja fielmente los gestos inconsciente
que hacemos por el hecho de ser “animales gesticuladores”.
Otros estudios comprobaron mediante técnicas de sugestión
e hipnosis la influencia de los estados anímicos sobre el gesto
escritural.
Con sus estudios Crépieux-Jamin dio lugar a la primera
división de los movimientos gráficos en “modos” o géneros:
orden, medida, forma, dirección, inclinación, velocidad, cohe-
sión y presión, que se subdividen en 181 géneros gráficos.

Los gestos básicos


La escuela mímica clasificará los gestos primarios del hombre y su
significado:
• Hacia arriba: euforia, optimismo, alegría. En la escritura: lí-
neas ascendentes.
• Hacia abajo: tristeza, pesimismo, cansancio, depresión. En la
escritura: líneas descendentes.
• Hacia delante: cordialidad, afectividad, valor, decisión. En la
escritura: inclinación hacia la derecha.
• Hacia atrás: miedo, temor, cobardía, indecisión, frustración.
En la escritura: inclinación hacia la izquierda.

16
• En el centro: control sobre el estado de humor y los afectos.
En la escritura: vertical y de líneas horizontales.

En 1905 Wilhelm Prever, catedrático de anatomía y fisiolo-


gía de la Universidad de Jena será el primero en establecer que
la escritura emana del cerebro y que, por lo tanto, es un autén-
tico auxiliar de la psicología. Elabora una auténtica anatomo-
fisiología del grafismo, en la que analiza la espontaneidad, el
ritmo y el movimiento.
En el libro “Sobre la psicología de la escritura” (1905)
concluye que un mismo escrito hecho con la mano o el pie
derechos o izquierdos, o con la boca, tiene siempre rasgos
similares.
Dicen que el padre Girolamo Moretti (1879-1963), al ver
una escritura, lograba gesticular y caminar como el autor del
escrito. Cuando le preguntaban cómo era capaz de imitar a
alguien a quien nunca había visto, no sabía responder. Nos
encontramos pues ante la figura de un grafólogo de una gran
intuición que hace de la escritura un estudio de la expresión
del movimiento y del gesto que individualiza y diferencia a un
individuo del resto.
El 1914 Moretti escribe “Tratado de grafología. Inteligen-
cia. Sentimiento” y da luz a un método grafológico muy per-
sonal y eficaz que tendrá un gran éxito en toda Italia. Con este
método establece los signos sustanciales (propiedades funda-
mentales), modificantes (que acentúan o reducen los sustan-
ciales) y accidentales (singulares que manifiestan potenciali-
dades interiores). Al mismo tiempo, considera que los signos
son simples (contienen una sola propiedad) o complejos (con
diferentes signos complementarios), y pueden tener carácter
aumentativo, diminutivo, contrario o indiferente. Cada signo
se evalúa en su calidad y cantidad respectivamente.

17
Manuscrito de Girolamo Moretti. Escritura en guirnalda, de líneas ascen-
dentes y de ritmo destacado.
Otra figura de gran importancia será Ludwing Klages
(1872-1956), químico y filósofo considerado el creador de la
psicología expresiva, que en 1917 con la obra “Escritura y
carácter”, desarrollará el “sentido positivo” y “negativo” de
la escritura. Klages sustituirá lo que Crépieux denominaba
armonía por el concepto de ritmo, y en concreto, por “forni-
veau” o grado de originalidad de la escritura.

18
Manuscrito de Ludwig Klages, en qué destacan la angulosidad, fruto del
patrón alemán de escritura, el orden, la proporcionalidad, el esfuerzo por
hacer cada letra con todos sus rasgos (capacidad de trabajo) y el ritmo.

El psicoanálisis y la escuela simbólica


Max Pulver (1889-1952), psicólogo nacido en Suiza, pu-
blica en 1931 “El simbolismo de la escritura” y es el primer
autor que introduce el psicoanálisis en este ámbito. Su gran
aportación es la incorporación del simbolismo del espacio a la
escritura. Divide el espacio en altura, anchura y profundidad.
Partiendo de la línea horizontal ideal divide el espacio en in-
ferior, superior y, con otra línea vertical, en espacio derecho e
izquierdo. En el centro encontramos el “yo”.

Manuscrito de Max Pulver de gran sencillez y elegancia. En cierta medida,


es un tipo de letra semejante al que hemos visto de Crépieux, pero con
menos vibración y velocidad, lo cual indica, en principio, un temperamen-
to más pausado.

19
Max Pulver fundará y desarrollará en Suiza la escuela sim-
bólica. Según su simbolismo al moverse sobre el papel, el
hombre se mueve también “entre el cielo y el abismo, entre el
pasado y el futuro”.
Desde el punto de vista espacial es también importante des-
tacar que al inicio de cualquier expresión gráfica, el consciente
actúa mucho más que al final. En los inicios de un escrito el
control sobre los movimientos es mucho mayor. Conforme
aumenta el volumen del escrito, aparecen de forma espontá-
nea cada vez más rasgos inconscientes, propios e involunta-
rios que rebelan una mayor información sobre el autor.
Así pues, las partes más conscientes de un texto serán las
superiores y las del lado izquierdo (cuadrante superior izquier-
do), y las más inconscientes las inferiores y las del derecho
(cuadrante inferior derecho).

Entre el cielo y el abismo


El simbolismo del espacio nos dice que:
• La zona superior de la escritura simboliza el mundo teórico de
las ideas, la espiritualidad, la creatividad, la exaltación. Predo-
mina el intelecto y la tendencia hacia la posición de dominio.
La idea de divinidad está arriba, en el cielo, en el mundo ideal.
• En la zona inferior se refleja todo lo que es material e instin-
tivo, práctico y físico, la creatividad empírica, basada en datos
muy concretos de cuestiones puramente materiales. Debajo
está el abismo y el mal. Simboliza también la sumisión ante
la autoridad.
• Teniendo en cuenta que iniciamos el acto de escribir de iz-
quierda a derecha, podríamos decir que “caminamos” simbó-
licamente desde nuestro yo o pasado conocido, hacia los otros
o futuro desconocido. A la zona izquierda del texto, tanto de
los párrafos, de las líneas, palabras y letras, asociamos el pasa-
do temporal y la introversión personal, la represión. También
la figura materna, la familia de origen, la timidez y los proyec-
tos que tenemos aún solo en mente.

20
• A la zona derecha en cambio, se asocian las expectativas vita-
les, los otros, la extraversión, la iniciativa y la realización de los
proyectos, el futuro, el más allá.
• En la zona central, entre el cielo y el infierno, entre el pasado y
el futuro, encontramos el presente. Es donde se simbolizan las
tendencias egocéntricas, el yo práctico del sujeto que escribe,
el presente temporal y el autocontrol emocional.

La escuela emocional
También en Alemania aparece la escuela emocional, que
surgirá de la mano de Rafael Schermann y Honroth (1898-
1966). Su ley emocional se basa en los contenidos del incons-
ciente personal de Sigmund Freud e interpreta las modifica-
ciones que aparecen en un momento determinado en el texto
escrito (una palabra, una frase) como fruto de la carga emo-
cional, y en algunos casos sexual, que tienen para su autor. La
escuela emocional valora las modificaciones –”accidentes es-
criturales”–, que se producen en estas palabras denominadas
“estímulos” o “reflejos”.
Para esta escuela, el equivalente al “lapsus linguae” de Freud
(decir o cambiar involuntariamente una palabra por otra) en el
campo escritural, será el “lapsus calami” (alteración del dibujo
de una letra, palabra o frase). El “calamus” era la caña con que
escribían los escolares romanos. Ambos lapsus son debidos a
la impresión subconsciente que determinada palabra o con-
junto de palabras produce en su autor.
Así pues, se percibe y se escribe claro, legible, ascenden-
te, cuidado y más grande, aquello que nos resulta agradable,
aquello que nos inspira amor y respeto y se percibe y se escri-
be ilegible, pequeño, descendiente o confuso, aquello que nos
disgusta o confunde. Su norma principal queda resumida en
la frase de Honroth “duda la mente, tiembla la mano”.

21
La escuela inductivo alfabética
En último lugar, comentaremos la escuela inductivo alfabé-
tica, en la que podemos incluir grafólogos de todos los tiempos,
desde J. H. Michon (que ya hace un estudio de la “M”) hasta el
día de hoy, con el estudio sobre minúsculas, mayúsculas, cifras,
márgenes, firmas y rúbricas, por parte de diferentes autores.
La gran ventaja de este movimiento ha sido descubrir que,
en determinadas letras, se manifiestan determinados aspectos
de la personalidad, figuras de parentesco, ambiciones, formas
de afrontar la vida y un largo etcétera.
También por esta ley inductiva alfabética se puede estudiar
la personalidad desde la inducción, es decir, desde la parte
hasta el todo, y llegar a conclusiones semejantes a las logradas
por el procedimiento contrario. Analizando pequeñas partes
encontraremos aspectos más globales de la conducta de un
individuo.
Algunos autores opinan que esta grafología de letras o ma-
yúsculas no es más que toda la teoría grafológica aplicada a
letras concretas. Desde nuestro punto de vista, es una parte
interesante de la grafología pero sin sentido si se aplica fuera
del contexto general y que puede inducir a graves errores si se
fija una característica de personalidad por la simple existencia
de un rasgo; por lo tanto, se debe utilizar en la justa medida.
Es mejor emplearla una vez hecho el análisis general y com-
probar que nos ayuda a reafirmar el estudio, bien enriquecién-
dolo, bien matizándolo.
Para acabar con este breve recorrido histórico citaremos
algunos de los filósofos, escritores y científicos que en su mo-
mento mostraron públicamente su interés por la grafología:
Leibnitz, Goethe, Walter Scott, Balzac, Dickens, Humboldt,
Baudelaire, Dumas, Zola, Gogol, Chéjov, Jung y Einstein, en-
tre muchos otros.

22
LOS MÉTODOS DE ANÁLISIS
La grafología utiliza métodos y herramientas de medida de
la escritura (papel milimetrado, transportador de ángulos, gra-
fómetro), para sistematizar el análisis y reducir también, entre
otros cosas, la influencia excesiva del aspecto subjetivo, el me-
nos controlable del análisis grafológico. El grafólogo aplicará
una mezcla de las diferentes técnicas de clasificación y medida
para llegar al análisis final.
La práctica continuada de la grafología, es decir, la expe-
riencia, llega hasta el punto de no tener que tomar medidas
exhaustivas, a no ser que, en un momento determinado, se
encuentren aspectos dudosos o muy exagerados. En cualquier
caso, se debe tener claro bajo qué criterios se puede decir que
una letra es inclinada, muy inclinada, invertida o vertical, y en
caso de duda, medirla aplicando correctamente las técnicas de
medición.
Para evitar la parte subjetiva que implica al análisis gra-
fológico fruto de los años de evolución de la disciplina –no
es nuestra intención ni interés entrar a valorar si es o no una
ciencia–, han ido apareciendo numerosos sistemas y pautas
de medida y clasificación de escrituras que facilitan el análisis
grafológico para llevar a cabo el que será el informe y perfil
grafológico final. Entre otros, hay que mencionar el método
Vels de grafoanálisis, que obtiene porcentajes numéricos de
las calidades temperamentales y psicológicas de la persona-

23
lidad del autor; los grados de tensión-dureza de Pophal; las
fórmulas caracteriales de Heymans Le-Senne; el grafoanálisis
transaccional de Eric Berne, que en España ha estado seguida
por Viñals y Puente, y la grafología del trazo de Hedgar.
Todos estos sistemas tienen virtudes y defectos.Es impor-
tante saber que existen, saber cómo funcionan y poderlos
aplicar en conjunto si la dificultad de la escritura lo requiere,
porque nos ayudarán a confirmar la visión global y a contras-
tar los aspectos conflictivos.
El análisis ideal sería aquel en qué dispusiésemos de dife-
rentes muestras de escritura de una misma persona en diferen-
tes épocas de su vida, escritas sin saber que son para analizar,
que no sean producto de copia y hechas en papel blanco, sin
pautas ni plantillas. Habría que también disponer del “juego”
completo de firmas (oficial, abreviada, familiar), ubicadas al
final del texto escrito, allá donde de forma espontánea las haya
situado el autor. Esa sería la situación ideal, por ejemplo, para
hacer un estudio sobre la evolución escritural y psicológica de
un personaje conocido. La realidad a menudo hace difícil que
dispongamos de este material.
A pesar de ello, no haría falta disponer de todo este ma-
terial para detectar la idoneidad de una persona para ocupar
un puesto de trabajo concreto. Tendríamos bastante con una
carta. Sí que es importante que el texto esté firmado, que no
sea copiado ni dictado, con la finalidad de que la atención se
centre, no en reproducir un mensaje externo, sino en comuni-
car los pensamientos propios, de manera que el subconsciente
se manifieste con más naturalidad. Se debe tener en cuenta
que en la mayoría de los casos, en el campo de la grafología,
no es importante qué se escribe, ya que el grafólogo no tiene
porqué leer el escrito en su totalidad, ni necesita entender el
contenido. De hecho, excepto la escuela emocional, el resto
no presta ninguna atención al contenido del escrito.

24
Evidentemente, alguna cosa se puede inferir de un texto de
cuatro líneas, pero siempre hay que estudiarlo con tiempo y
no olvidar que de cuanto menos material dispongamos, mayor
riesgo de error. No es preciso decir que la demanda habitual
de los amigos que firman o escriben cuatro rayas en una ser-
villeta de papel durante una cena, no debe ir más allá de pasar
un buen rato, evidentemente la experiencia ayuda mucho y, en
estas ocasiones, se debe ser bastante hábil para evitar los con-
flictos en caso de muestras, digamos, poco “agradecidas”.
Es muy aconsejable conocer la edad, el sexo y el nivel cultu-
ral del autor del escrito. A pesar de que el sexo se puede intuir,
nos podemos encontrar con sorpresas considerables. Encon-
tramos a menudo letras de mujeres con mayor presencia de
elementos tradicionalmente animus (o masculinos), y letras de
hombres con mayor presencia de elementos tradicionalmente
anima (o femeninos), ya que las capacidades de la persona van
más allá de su sexo, y los grafismos hablan de capacidades, ac-
titudes, tendencias y formas de relación. Nos hablan también
de líbido o energía vital y de formas de vivir el sexo, más que
del género a que la persona pertenece.
Tradicionalmente, se consideran propios de la escritura fe-
menina las curvas, los bucles, las lazadas y los adornos, mien-
tras que el ángulo, la presión firme y la sencillez en la forma de
las letras se consideran masculinos. Así pues, hablaremos de
letra femenina o masculina y no del sexo del autor. Es eviden-
te que el cambio social y formativo que se ha producido en
la sociedad el último siglo hace que probablemente se deban
revisar los parámetros que han considerado tradicionalmente
unos rasgos típicamente masculinos o femeninos.
Por lo que respecta a la edad, la escritura refleja más la edad
mental y psicológica que la cronológica. El deterioro escritural
puede corresponder a una edad avanzada, pero también a la
aparición de adicciones (alcohol, drogas), de enfermedades,

25
psíquicas o físicas, en personas jóvenes y también a accidentes
sobrevenidos.

Escritura que pertenece a una persona de 77 años de edad. El único rasgo


que tal vez delata esta edad es el patrón caligráfico.

Quizá el aspecto más deducible de los tres anteriores (edad,


sexo, cultura) es el nivel cultural pero también es conveniente
conocerlo, porque no es lo mismo encontrar una letra poco
evolucionada en una persona que a duras penas acabó la es-
cuela de primera enseñanza, que en una persona con estudios
universitarios.
La existencia de rasgos originales en una u otra letra no
tendrá el mismo valor cualitativo. Tampoco será lo mismo un
rasgo anguloso en una escritura que ha aprendido con el pa-
trón caligráfico alemán –muy anguloso por él mismo– que,
por ejemplo, con el patrón caligráfico español, generalmente
más redondeado.

Escritura de adolescente alemana, con la angulosidad típica de este patrón


caligráfico.

El patrón con el cual se aprende a escribir siempre deja una


huella en la escritura adulta, pero se va transformando con-
forme evoluciona la escritura y cuanto más evolucionada es,
menos lo recuerda. Actualmente, sin embargo, la progresiva

26
tendencia a enseñar un patrón caligráfico script en las escue-
las, es decir, desligado, hace que cada vez las letras sean más
similares entre sí. Se aprende el patrón de imprenta que hace
levantar la herramienta del papel a cada letra, considerándola
de forma aislada y sin relación con la que le sigue, de aquello
que grafológicamente consideramos “el otro”.
Según algunos autores este patrón no facilita ni estimula
la evolución de la escritura por lo que respecta a la velocidad,
al ritmo, a la originalidad, ni tampoco ayuda a incrementar la
capacidad de ligar ideas ni a desarrollar escrituras originales.
No es lo mismo aprender a escribir con un patrón que obliga
a encontrar la manera de unir una letra con otra, y que, por
lo tanto, estimula la búsqueda de soluciones propias, que un
patrón que elimina esta situación. Seguramente, es un patrón
más fácil al mismo tiempo de aprender, pero no estimula más
ni el esfuerzo ni la imaginación, tan vitales en la infancia.
Finalmente, hay que saber que el análisis de una escritura
hecha por grafólogos de diferentes escuelas llegará a la misma
conclusión sobre la psicología del autor, dado que la diferen-
cia entre ellas solo se encuentra en la base psicológica de que
parten. No se puede olvidar al mismo tiempo que, en grafo-
logía, como en toda psicología, el grafólogo es juez y parte.
Entra en juego el factor personal, tanto en el momento de
observar los hechos como en el momento de comunicarlos.
Se ve solo aquello que se es capaz de ver.
El primer deber del grafólogo en su análisis será pues el
de la objetividad y el de huir de las proyecciones personales
propias. El error más grande que puede cometer un grafólogo
es pensar que está analizando una psicología similar a la suya.
Por otro lado, el grafólogo debe tener cierta capacidad para
relacionar contenidos psicológicos y saberlos transmitir.
Otro aspecto que es interesante conocer es la mano domi-
nante de la persona que escribe. Afortunadamente, hoy, el he-

27
cho de ser zurdo ya no se considera una enfermedad ni nada
que se corrija de forma especial, sino una pura cuestión de
biología que hace que el hemisferio derecho del cerebro do-
mine más que el izquierdo (al contrario de lo que es habitual)
y que hace que las vías nerviosas activen la parte izquierda del
cuerpo con más fuerza que la parte derecha.

Las particularidades de los zurdos


Los matices que se deben tener en cuenta para analizar escrituras
de personas zurdas son los siguientes:
Habitualmente, los zurdos mientras escriben, tapan lo que escri-
ben, y sus líneas suelen ser un poco menos rectas que si escribiesen
con la derecha.
La misma razón puede hacer que la separación entre palabras y
letras no sea demasiado regular.
La unión entre letras se hace difícil y da ocasión a enlaces extra-
ños.
Las letras tienen cierta tendencia a inclinarse hacia la izquierda, en
lugar de hacia la derecha.
El trazo acostumbra a ser más fino y con menos presión.
A menudo la letra es un poco más grande.
Los ovales fácilmente se cierran a la izquierda.
Tienden a hacer una letra contenida, es decir, con pequeños paro-
nes, sin ofrecer sensación de velocidad.

Todos estos aspectos se deben valorar al analizar letras de


personas zurdas. Las leyes que hay que aplicar son las mismas,
teniendo en cuenta que, por ejemplo, una letra inclinada a la
derecha en un zurdo, tendrá una valoración de contenido de
relación social más elevado que en un diestro.

28
El ambiente gráfico o armonía
En el análisis grafológico, es fundamental la evaluación del
ambiente gráfico que resulta de la observación global de la
muestra que se estudia. Al hablar de ambiente gráfico de un
escrito, nos referimos al conjunto de forma, espacio y movi-
miento que ofrecerá un resultado visual final de escritura ar-
mónica o no armónica. Se trata de obtener una visión de con-
junto que nos permita establecer y valorar el contexto, y en
función de este contexto hacer la interpretación de los signos
concretos, en sentido positivo o negativo. Es decir, ningún
signo tiene un sentido único y absoluto. Su interpretación,
relacionada con la intensidad, frecuencia, calidad y extensión,
dependerá siempre del medio y el contexto en que se desa-
rrolle.
Ningún concepto ha generado tantas explicaciones y mati-
ces en grafología como la armonía. Para unos implica hablar
sobre todo del ritmo, para otros más de forma y para otros,
como Moretti, de desigualdad metódica.

Ejemplo de letra no armónica o de espacio gráfico negativo. Letra confusa


(líneas que se confunden) poco margen y separación entre palabras, difícil
legibilidad.

En grafología, podríamos decir que una letra armónica es


aquella en la que no hay nada que destaque por exceso o por
defecto, en la que encontramos una correlación adecuada en-
tre el espacio en vacío (blanco), y el espacio ocupado (negro),

29
en la que la separación entre palabras, letras y líneas, no es ni
demasiado estrecha ni demasiado laxa, en la que la forma evita
las exageraciones y las ampulosidades, que tiende a la simpli-
ficación sin llegar a ser ilegible, y en que el patrón caligráfico
aprendido no ahoga la escritura ni la convierte en una repeti-
ción mímica y estática del modelo (sin vida).
En definitiva, una letra armónica sería una letra con vida
propia, que mostrase una desigualdad metódica, la expresión
de una personalidad, un ritmo y un dinamismo vitales equi-
librados entre forma y movimiento dentro de un todo orga-
nizado, pero no rígido. El grado de armonía de una escritura
alude a la capacidad de adaptación al entorno de un individuo
y a su madurez psicológica.
Evidentemente, en la apreciación de la armonía hay un
factor de subjetividad del grafólogo. Autores tan destacados
como Vels afirman que su apreciación depende “casi total-
mente del grado de cultura, sentimiento estético y capacidad
apreciativa de lo que es bello y armónico que tiene cada grafó-
logo”, pero una vez más hay sistemas de medida y clasificación
ponderados como el mismo método Vels de grafoanálisis que
sirve para neutralizar este grado de subjetividad.
De cualquier manera, cualquier letra transmite alguna cosa
por la simple observación, y produce un sentimiento de re-
chazo, atracción o indiferencia, incluso a personas sin ningún
conocimiento grafológico. El grafólogo sabe extraer y expo-
ner adecuadamente la información implícita.

El papel en blanco
En el concepto de armonía es fundamental el simbolismo
zonal. El papel en blanco representa el espacio vital en el que
se mueve y por el que camina el sujeto. El espacio es uno de
los elementos más inconscientes en el acto de escribir, ya que

30
en un papel en blanco, no hay ningún elemento previo que
limite o condicione la ubicación del sujeto ni el espacio que
decide ocupar con su letra.
En grafología, el simbolismo del espacio está directamente
relacionado con el sentido de los movimientos de la herra-
mienta que se utiliza para escribir y queda englobado en un
sentido más general y simbólico del espacio que rodea toda
cultura y sus arquetipos. El espacio en blanco representa el
mundo en que nos movemos, el yo social de nuestra perso-
nalidad.
Conceptualmente, la zona superior se identifica con el in-
telecto, el espíritu, la imaginación, el bien y las ideas altruis-
tas. En la zona inferior residen las necesidades básicas, los
instintos, las necesidades materiales y terrenales, los intereses
económicos y las habilidades prácticas.
En la zona izquierda encontramos el pasado, los conteni-
dos inconscientes, el mundo de la introversión y la timidez,
la “madre” (entendida en sentido arquetípico y amplio, no
sexuado, como idea de origen, de inicio, de las normas acogi-
das a la infancia, del yo íntimo).
A la derecha encontramos el futuro, el lugar aún descono-
cido al que nos dirigimos, la capacidad y la forma de afrontar
los nuevos acontecimientos, los otros y también los objetos
y la relación que establecemos con ellos, el “padre” (entendi-
do también en sentido amplio, como el yo social y laboral, el
mundo hacia donde evolucionamos, aquello que deseamos).
En el centro encontramos la realidad, el autoconcepto, el
autocontrol, el yo, la persona irrepetible con su circunstancia
y su momento concretos.
Este simbolismo del espacio es aplicable a todos los aspec-
tos de la escritura, es decir, al texto en conjunto, a la línea, a la
palabra, a la letra, al inicio y final de cada letra concreta.

31
El cuerpo central de la letra representa el yo y la realidad.
Sus extensiones superiores se relacionan con el mundo de las
ideas. Las extensiones inferiores con los instintos y las nece-
sidades materiales. Hay también una interpretación simbólica
según dónde y cómo se inician o finalizan las letras. El espacio
entre dos letras es el camino entre una cosa y otra, entre el yo
y el tú. La línea es el avance del pasado al futuro, y su base,
la forma que tenemos de conectar con la realidad. La incli-
nación de las letras, hacia la izquierda o hacia la derecha, nos
muestra el miedo o la reserva hacia el futuro o la sociabilidad
y el optimismo para afrontar la vida, respectivamente. Las le-
tras verticales suelen revelar una mayor dosis de autocontrol
emocional.
Para algunos autores, como C. G. Jung, también el sim-
bolismo zonal tiene una significación arquetípica, es decir,
cultural, que trasciende al mismo individuo. Culturas muy dis-
pares y geográficamente muy alejadas tienen, curiosamente,
similitudes evidentes en sus historias míticas y coinciden en
ubicar las ideas del bien, los aspectos positivos, el espíritu, las
ideas elevadas o altruistas en las zonas superiores, y el mal y
los aspectos físicos, terrenales y menos altruistas en las zonas
inferiores.

Los movimientos de la escritura


Si a este simbolismo espacial añadimos los movimientos gestua-
les grafomotrices principales de la escritura, encontramos cuatro
movimientos principales:
Movimiento de extensión: hacia arriba (hacia las ideas, de dentro
a fuera).
Movimiento de flexión: hacia abajo (hacia el instinto, de fuera a
dentro).
Movimiento dextrógiro: de izquierda a derecha (del pasado al
futuro, del yo a los otros).

32
Movimiento levógiro o sinistrógiro: de derecha a izquierda (del
futuro al pasado, de los otros al yo).

Yendo más allá, y quizá caricaturizando un poco, pense-


mos en el movimiento que hacemos cuando nos alimentamos
(de flexión, de fuera a dentro), y en el movimiento que ha-
cemos cuando ofrecemos una cosa (de extensión, de dentro
a fuera). Pasa lo mismo con los movimientos de miedo, nos
retiramos y nos apartamos (de derecha a izquierda, de delante
hacia atrás), o cuando vemos alguien al que nos alegra saludar,
nos acercamos (de izquierda a derecha, de atrás hacia delante,
del yo a los otros).
Queda claro pues que los gestos manifiestan actitudes y
comportamientos, y que la escritura no es más que un gesto
automatizado, producto directo de la persona que escribe con
todos sus componentes y formas de actuar y de afrontar la
vida. Por eso hablamos del gesto de escribir.
Aprovechamos para introducir un gráfico que sitúa las zo-
nas en las que dividimos las letras:

• A zona superior, extensión, idea


• B zona media, levogiro o destrogiro, realidad
• C zona inferior, flexión, instinto
• D trazo inicial, de letra

33
• E trazo final de letra

A continuación, uno de los numerosos gráficos que sinte-


tizan el simbolismo del espacio:

Los géneros de la escritura


Con estas pinceladas, y conscientes ya de la importancia
del ambiente gráfico y del simbolismo del espacio, podemos
empezar a hablar de los géneros de la escritura. A lo largo de
la historia de la grafología, han surgido métodos de estudio
que dividen los aspectos que forman la escritura en géneros y
especies, que toman medidas y calculan porcentajes, y crean
un entorno de sistematización que permite catalogar los gra-
fismos y clasificarlos dentro de los géneros o especies a los
que pertenece cada grafismo.

34
El orden
El orden indica el espacio y la atmósfera psicológica en que
vive quien escribe. El orden se manifiesta en el diseño glo-
bal del escrito, en su legibilidad, en el espacio adecuado entre
palabras y letras, y en la proporcionalidad de los grafismos.
Habla de la capacidad de organización y de adaptación, de la
tranquilidad o presión con que se vive la vida cotidiana, de los
procesos mentales, del aprovechamiento de los recursos y del
espacio vital (se observa en la relación entre el texto, espacio
negro, y la página, espacio blanco).

Letra desordenada y confusa con exageración de la zona inferior y supe-


rior.
El orden está íntimamente relacionado con la distribución
del espacio y, por lo tanto, con el estudio de los márgenes que
tienen relación directa con el ambiente gráfico, armónico o no
armónico del texto en general.
El margen superior es indicativo de la distancia afectiva o
social que tenemos con respecto a quien escribimos y a los
otros. Inconscientemente, manifestamos así el respeto y el
grado de proximidad. Nos sentiremos tanto o más próximos
a la persona que escribimos como menor sea el margen supe-
rior, pero siempre que este se mantenga dentro de la normali-
dad. Si es demasiado pequeño o inexistente, entraremos en la
invasión del terreno de los otros, en la imposición de las ideas
y en la necesidad de ser los protagonistas y ocupar toda la
atención y todo el espacio. Si el margen es demasiado grande,

35
puede significar introversión o timidez, quizá un exceso de
respeto por las normas aprendidas.
El margen inferior no es demasiado rico por lo que res-
pecta a interpretaciones psicológicas y solo se puede tener en
cuenta si el texto ocupa prácticamente toda la página o más
de una página, porque el margen depende entonces realmente
de la voluntad del autor y no de la extensión del texto. Si se
trata de un margen correcto, puede indicar sentido de la es-
tética y también buen nivel de adaptación, ya que cambiar de
página implica, grafológicamente, entrar en un espacio nuevo.
El exceso de aprovechamiento del margen puede está asocia-
do al miedo de perder el hilo de las ideas o bien a un espíritu
ahorrador.
El margen izquierdo representa el pasado, el origen, la
familia, la tradición, las normas acogidas en la infancia y la
figura de la madre. Pequeño, es señal de proximidad al pasa-
do, de ahorro y de retraimiento. Muy pequeño, puede indicar
avaricia, egoísmo y exceso de convencionalismo. Si es grande,
demuestra capacidad de comunicación y audacia.
El margen derecho representa el futuro y la manera de
afrontarlo, la relación con los otros y con las cosas, el contac-
to social. Es el lugar desconocido al que nos dirigimos, y en el
que hay más factores inconscientes que en la zona izquierda
de la escritura. Un margen derecho grande indica falta de con-
fianza para afrontar el futuro e inhibición como manera de
autoprotección. Un margen derecho pequeño puede indicar
confianza, extraversión y entusiasmo.
Los márgenes pueden ser fundamentalmente: crecientes,
decrecientes, rectos, cóncavos, convexos e irregulares y cada
uno de ellos tiene su interpretación dentro del contexto gene-
ral.
Los signos gráficos más básicos que podemos distinguir
dentro del orden son tres: escritura organizada, desorganizada

36
y no organizada (inorganizada). No se debe confundir el con-
cepto de organización en la escritura con el de orden, ya que
este incluiría también escrituras confusas, claras, abigarradas.
Nos referimos a escritura organizada cuando la persona no
está pendiente del movimiento motriz que dibujan las letras,
sino que ha automatizado la escritura de manera que piensa
lo que debe transmitir y la mejor manera de hacerlo. Al tener
totalmente automatizada la escritura, olvida el acto motriz que
le supone.
Solo las escrituras organizadas pueden llegar a ser en algún
momento escrituras desorganizadas. El motivo de la desorga-
nización puede ser momentáneo –escribir sin apoyo, o escribir
bajo amenazas–, y entonces no responden a cambios psicoló-
gicos sino a circunstancias puntuales que afectan a la actividad
motriz. Si la desorganización es permanente, entonces puede
ser debida a algún tipo de dificultad motriz (accidente a la
mano) o enfermedad (accidentes cerebrales, senilidad, desór-
denes por adicciones, ...).

Ejemplo de escritura organizada y desorganizada. En este caso, la segunda


escritura está hecha por la misma persona pero con la boca, con la cual
tuvo que aprender a escribir después de un accidente. Imagen extraida del
“El gran libro de la Grafología” de José Javier Simón.

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La escritura no organizada (inorganizada) es básicamente
la infantil. Aún no puede ser organizada ni tampoco desorga-
nizada, porque el niño está aprendiendo el patrón caligráfico
y no ha tenido tiempo de organizar su escritura.

Letra no organizada de un niño.

La dimensión
La dimensión de una letra nos la da su zona media, el cuer-
po central, es decir la altura de los óvalos. El óvalo se debe
medir siguiendo el sentido de su inclinación. El cuerpo central
se corresponde con la realidad del sujeto y sus circunstan-
cias, y en concreto, los óvalos de la “o” y de la “a” (es decir,
el círculo) se consideran una representación arquetípica de la
personalidad, del “yo soy” (Manuel Moreno).
El óvalo da una idea de lo que somos, nuestro grado de
introversión o extraversión, las necesidades expansivas, de ob-
jetividad, el autoestima y el culto al yo.

La medida de la letra
• La escritura muy pequeña es aquella en la que el óvalo es
menor a 1,5 mm.
• La pequeña es aquella en que el oval mide de 1,5 mm a 2,5
mm.
• La normal, entre 2,5 mm y 3,5 mm.
• La grande, de 3,5 mm a 4,5 mm.
• La muy grande es toda aquella escritura en que el óvalo su-
pera los 4,5 mm.

38
Escritura muy pequeña (tamaño real).

Escritura muy grande (tamaño real).

La presión
La presión es uno de los grandes temas de la grafología,
uno de los aspectos que más puede afectar a la interpreta-
ción si no se utilizan originales. Son muchos los factores que
pueden influir en la presión: la dureza de la herramienta que
se utiliza para escribir, el tipo de papel (espesor o textura), la
superficie en la que se escribe (mullida, dura), la postura que
adoptamos, y todos los factores ambientales (temperatura,
ruido) y psíquicos (ansiedad, pereza, cansancio, miedo).
Grafológicamente, la presión tiene que ver con la genéti-
ca del individuo, su energía psíquica y la autoafirmación, es
decir, con la libido, entendida como fuerza de resistencia y

39
de realización del sujeto. Es una manifestación del nivel de
afirmación, de profundidad y de relieve de las tendencias, de
las ideas y de la voluntad. Aporta información sobre las acti-
tudes de mando, de decisión y sobre las aptitudes creadoras,
y también sobre el grado de asertividad, timidez, idealismo y
agresividad, no solo por lo que respecta a su potencial, sino
también por lo que respecta a su realidad o proyección.

Letra de tensión fuerte.

Letra de tensión floja.

Sin entrar en más consideraciones, solo pedimos al lector


que compare las dos muestras gráficas anteriores y se pre-
gunte cuál le parece que tiene más vitalidad y energía, que
haga la comparación pensando metafóricamente: ¿Qué letra
se llevaría el viento con más facilidad? ¿Cuál presenta más
tensión (fuerza) entre los movimientos flexores y extensores?
Hay varios grados de presión. Una de las maneras más fáciles
de hacer un “test” de presión rápido y sencillo es pasar la
mano por el reverso del papel escrito y notar el relieve que ha
dejado el instrumento de escritura.

40
La forma
La forma es el traje de la letra. Manifiesta el comportamien-
to, la adaptabilidad, el convencionalismo y la originalidad. Una
de las letras con las cuales más se trabaja para definir la forma
es la “m”, que puede ser que se haga en arcada (“m” en forma
de arco), entonces indica normalmente una cierta reserva, o
bien en guirnalda (“m” abierta por arriba), que suele indicar
sociabilidad.
Cuanto más separada esté la escritura del patrón caligráfico
aprendido y más rasgos originales manifieste una letra, más
posibilidades de interpretación ofrecerá. La forma nos puede
hablar de aptitudes artísticas, comerciales o burocráticas.

Escritura caligráfica, poco evolucionada y en arcada.

Escritura original, en guirnalda y evolucionada.

La velocidad
La velocidad indica la vivacidad de la inteligencia, las reac-
ciones, la rapidez, la capacidad y forma de acción-reacción a
los obstáculos cotidianos, la aptitud para comprender y resol-
ver problemas. Si tenemos en cuenta que nosotros escribimos
de izquierda a derecha (del “yo” al “tú”), la velocidad es la
actitud extrovertida, la capacidad de comunicación, la espon-

41
taneidad o la introversión, la respuesta retrasada, la cautela, la
circunspección o el control de como se muestra la persona.

Letra rápida y ágil, entre otros cosas por sus letras sencillas de un solo
rasgo y sin reseguimentos.

Letra lenta, inclinada a la izquierda, con reseguimiento de las letras que no


se aprovechan para avanzar y dobles bucles innecesarios.

La dirección
Nos referimos a la dirección de las líneas que manifiestan
las fluctuaciones del estado de ánimo, del humor y de la vo-
luntad, la continuidad y la firmeza en los propósitos.

Ejemplo de líneas sinuosas que se corresponden con un estado de ánimo


variable y cambiante.

Podemos hablar fundamentalmente de líneas ascendentes,


descendentes, horizontales, rígidas o sinuosas. La dirección de
las líneas es uno de los aspectos que se ven más afectados por
el estado de ánimo concreto, por lo tanto, si nos encontramos

42
ante un escrito con líneas descendentes, hay que ser muy cau-
teloso y matizar entre “un momento de tristeza puntual” o un
“estado depresivo”.
La inclinación
La inclinación de las letras nos muestra la espontaneidad
afectiva y el grado de vinculación a las personas y los objetos,
el grado de extraversión o introversión y la valoración de la
vida por lo que respecta a las cosas, a las relaciones externas y
a la vida interior.
Es uno de los aspectos en los que, en principio, se puede
aplicar más fácilmente el simbolismo del espacio. Si las letras
se inclinan hacia la izquierda, normalmente, estaremos ante
de una persona de carácter introvertido, y si se inclinan hacia
la derecha, con una persona con habilidades sociales o comu-
nicativas.
Recordamos una vez más la necesidad de ser prudentes por
no atribuir a un mismo rasgo siempre la misma interpretación.

Escritura invertida, indicadora de retraimiento.

Manuscrito del escritor Miguel de Unamuno inclinado a la derecha.

La continuidad o cohesión
La continuidad hace referencia a los enlaces que estable-
cen, o no, las letras y demás elementos gráficos (puntos de las
“i”, signos de puntuación) entre sí.

43
En tal caso no nos fijamos tanto en la forma del enlace
como en el número de veces que levantamos la herramienta
del papel. En este sentido, los tipos de letra se pueden agrupar
en hiperligadas, ligadas, agrupadas, desligadas, muy desligadas,
reenganchadas, de cohesión uniforme o desigual. Se puede es-
tudiar la cohesión de los óvalos, de las partes inferiores o supe-
riores. Si por ejemplo, una letra “d” está hecha en dos tramos,
por una parte el óvalo y por otra el palote (hampa), hablaremos
de “d” disociada. Se puede estudiar también la cohesión de las
mayúsculas.

Letra ligada que corresponde a Isaac Albéniz (1860-1909). Liga palabras


enteras y mayúsculas. Observamos, como curiosidad, la fecha deformada
por la profesión musical.
Un aspecto que facilita mucha información grafológica
son los enlaces especiales, es decir, elementos que no es pre-
ciso que estén ligados pero que, si lo están, muestran rasgos
particulares del autor, como los puntos de las “i”, las barras de
las “t”, los signos de puntuación...
La cohesión indica el grado de constancia y la continuidad
de las acciones, el razonamiento lógico, la intuición, la veloci-
dad de los procesos mentales y la reflexión.

Escritura de letras yuxtapuestas (tipo ‘script’). También es una letra regre-


siva, es decir, sus rasgos regresan hacia la izquierda en lugar de avanzar.

44
Los gestos tipo
Los gestos tipo (GT, o gestos escriturales tipo), son mo-
vimientos característicos, peculiares e identificados en la es-
critura de un autor concreto. Todas las escrituras y todos los
escritores tienen gestos tipo. Su valoración dependerá, como
siempre, de la cantidad y la calidad. Una espiral en un escrito
no nos permite calificar el autor de narcisista, aunque las espi-
rales se asocien habitualmente a este rasgo.
Si cuando hablamos o escuchamos, hacemos movimientos
o adoptamos posturas que nos caracterizan, cuando escribi-
mos también lo hacemos. En tal caso, el valor añadido es que
el movimiento queda para la posteridad, fijo e inamovible,
disponible para ser examinado en cualquier momento sin in-
terferencias.
Hay gestos tipo espectaculares en lo que respecta a su exa-
geración u “originalidad”, pero hay otros que son habituales,
y que por eso se han podido clasificar y tipificar, porque se
producen con regularidad y constancia en diferentes tipos de
escrituras.
Algunos gestos tipo más habituales son: el golpe de sable,
el gancho, el arpón, el golpe de látigo, el bucle, el lazo, la espi-
ral, la garra de gato y los inflados.
En los finales o inicios de letra, que pueden ser contenidos
o regresivos, son muy comunes los gestos tipo que llamamos
acerados y mazas.
Si el trazo es el dibujo necesario o mínimo para entender
el grafismo que escribimos, el rasgo lo forma la parte añadida
al texto por decisión personal. Habitualmente los rasgos acu-
mulan gran parte de los gestos tipo.
Los gestos tipo se pueden clasificar según su grado de an-
gulosidad, de curva, o por suposición según se encuentren

45
al inicio o al final del rasgo. Algunos de los gestos tipo más
frecuentes son:
• Golpe de sable y golpe de látigo: Movimiento brus-
co hacia atrás y en seguida, de repente, hacia delante.
Acostumbra a aparecer en las barras de las “t” o en
zonas inferiores de la escritura. Si su forma en lugar de
ser angulosa es curva, se llama golpe de látigo. Son ges-
tos de agresividad que, positivamente y bien canaliza-
da, pueden significar dinamismo, facilidad y asertividad
para defenderse de los ataques, y negativamente impli-
can a irritabilidad o violencia. Se deben interpretar en
función del contexto.

Golpe de sable (1) Golpe de látigo (2).

• Ganchos: Rasgos que pueden aparecer en cualquier


zona de la escritura, normalmente al final de letra o
palabra. Si son muy abundantes pueden indicar una
falta de seguridad y tendencia a aferrarse a las cosas
(zona inferior) o a las ideas (zona superior). Indican
también constancia y firmeza, que puede llegar a la
obstinación.

Los ganchos son claros en la parte superior de la “t”, en la parte final de


“tot”, y al inicio y al final de la “l” de ”aclarir”, entre otros.

46
• Arpones: Son los ganchos cuando tienen una medida
ya muy más considerable. La interpretación es la mis-
ma, aunque implican más energía y decisión, que en
algunos casos puede llegar al radicalismo.
• Triángulos: Son rasgos más o menos geométricos que
aparecen en diferentes zonas de la escritura y que acos-
tumbran a ser síntoma de un intento de imponer los
criterios propios a los otros, también de un cierto dog-
matismo, característico de un carácter rígido. En los
gestos tipo, como en el resto de elementos de la escri-
tura, se debe tener en cuenta, el lugar, la frecuencia y la
calidad con que aparecen los rasgos en cuestión.

Ejemplo de claro triángulo en “A”

• Ángulos: Diremos que una escritura tiene ángulos si


son abundantes y claros. Si los encontramos a la iz-
quierda son signo de agresividad contra uno mismo y
a la derecha contra los otros. Si los ángulos aparecen
en la zona inferior, indican una agresividad secundaria,
fuente de rencores. Si están en la zona superior, rebel-
día a la autoridad, mayor cuanto mayor es la presión, la
elevación y la proyección. Hay muchos tipo de ángu-
los, entre los más comunes el llamado diente de jabalí.
Diremos que una escritura es angulosa cuando donde
debería aparecer una curva aparece un ángulo.
• Lazos: Son bucles enlazados. Típicos de los pies de es-
critura. Denotan intuición, facilidad de expresión verbal
(capacidad de convicción), imaginación, sensualidad,
narcisismo, habilidad manual, diplomacia y capacidad
de seducción. Esta última capacidad se explica fácil-

47
mente, dado que un lazo es una línea curva que vuelve
sobre sí misma –egocentrismo–, y simboliza la capacidad
del autor para llevar las cosas a su terreno, envolviendo
sutilmente las personas con las que se relaciona.

Autógrafo de Thalia con lazadas evidentes.


• Espirales: Movimientos en curva y con giro sobre si
mismos. Las curvas pueden ser completas o apenas
iniciadas. Denotan egocentrismo y narcisismo, dado
que el óvalo simboliza el “yo” y se cierra sobre él mis-
mo. Sobre todo, si se encuentran en la zona baja de
la escritura, pueden mostrar deseo de acaparamiento.
También denotan componentes de vanidad, coquete-
ría, deseo de sobresalir. Cuanto más claras y ampulosas
sean las espirales, más lo serán también las intenciones
de su autor en el sentido que sea. Cuanto más peque-
ñas, más disimuladas.

Esta espiral pasa casi totalmente desapercibida en el contexto general del


escrito.
• Garras de gato: Rasgos que presentan una curva en
arco que traspasa hacia abajo la línea base y que re-
cuerdan el apéndice de este animal y el gesto de arañar.
Presupone un deseo de acaparamiento material pro-
porcional a la medida del trazo.

48
Clara garra de gato en la “s” final.
• Inflados: Rasgos que presentan un marcado inflado en
la escritura. Pueden aparecer en cualquier zona. Repre-
sentan una exageración de la imaginación, que puede
llegar a huir de la realidad. Aparecerán entonces tam-
bién exageraciones en todo tipo de manifestaciones y
actividades de la conducta. El talante de sus autores es
optimista, y puede ser también vanidoso y exhibicio-
nista
• Acerados: Son rasgos acabados en punta a modo de
aguja. Son sinónimo de un individuo de carácter com-
bativo, agresivo, irritable, impulsivo y de espíritu críti-
co. Según el contexto, la cantidad y la medida, tendrán
más o menos significación y un carácter positivo o ne-
gativo.

Acerados claros en la “y”, en el palo de la “t” de “teníamos”.

• Mazas: Son rasgos que aumentan la presión y el espe-


sor en su parte final. Indican sobrecarga de energía que
se produce al final del trazo y que se controla. Normal-
mente presuponen rasgos de agresividad contenida y
brusquedad, propios de personas con carácter impul-
sivo que deben controlarse siempre. Si la presión es
mucha y el espesor es claramente más ancho podemos

49
hablar de violencia y brutalidad, de un individuo in-
adaptado y de carácter intempestivo.

Al margen del componente artístico de este poema y dibujo de Picasso


podemos observar claramente como los palos de las “t” (observemos las
palabras “opuestos” y “resto”) tienen claramente forma de maza.
Una vez más recordar la importancia de la frecuencia, ca-
lidad y cantidad para interpretar el valor de los gestos tipo.
Una garra de gato en un texto de dos hojas no puede tener un
valor definitivo.

50
LA FIRMA
La firma es la escritura, abreviada o no, de nuestro nombre.
Cada persona decide si aparece con uno o dos apellidos, solo
con el nombre de pila, y también si con rúbrica o no. Puede o
no ser legible y es habitual que vaya evolucionando al mismo
tiempo que la persona. Representa la intimidad personal.
La rúbrica es el dibujo inconsciente, próximo a la firma,
que habitualmente la acompaña y simboliza los mecanismos
psicológicos de defensa bajo los que se protege nuestra inti-
midad.
Habitualmente, hablamos de firma refiriéndonos al con-
junto de firma y rúbrica. Al entrar en el detalle del análisis
grafológico es cuando nos referimos específicamente a cada
una de ellas y las separamos.
La firma tiene mucha importancia en el conjunto de la es-
critura, pero no deberíamos aceptar el análisis de una firma
como única muestra escritural, sin arriesgarnos a cometer
errores importantes. Su valor radica precisamente en la com-
paración que se puede hacer entre esta y el cuerpo escritural
del escrito.
Necesitamos, por lo tanto, ambos elementos, texto y firma,
para trabajar de manera fiable. Si por alguna razón nos piden
opinión solo a partir de una firma, la daremos solo verbal-
mente (nunca por escrito) y siempre con muchas reservas, ya

51
que son habituales las contradicciones que ponen de manifies-
to firma y escritura.
Todos los aspectos del espacio y de los géneros gráficos
que hemos comentado anteriormente para el estudio del texto
son aplicables también al estudio de la firma y la rúbrica: la
forma, la medida, la organización, la inclinación, la cohesión,
la dirección. Una firma se debe analizar también dentro de un
contexto, y por lo tanto, y como mínimo, se deben tener en
cuenta los siguientes aspectos: la ubicación por lo que respecta
al marco general de la página; la ubicación por lo que respecta
al texto que la precede; la similitud o disparidad en relación
con el texto que la precede, y la forma que le acompaña y que
forma parte de la misma firma, es decir, la rúbrica.
La firma simboliza el yo íntimo (o autorepresentación) del
autor, más que ninguna otra parte del escrito. Es la imagen que
el autor quiere proyectar ante los demás. Es el autoconcepto.
La firma puede reafirmar o disminuir el valor de los aspectos
observados en el texto ayudando a ponderar las conclusiones
finales.
Una firma sencilla y semejante al cuerpo del escrito será,
en principio, la representación sintetizada genuina del que es-
cribe, que no intenta esconder nada ni hacerse valer más de
lo que vale. Siempre que la podamos contrastar con el texto
(manifestación social y externa), también muestra los diferen-
tes “yos” (el infantil, el deseado, el manifestado). Si el escrito
y la firma coinciden quiere decir que su autor mantiene en
privado y en público las mismas pautas de comportamiento, y
será por lo tanto, un indicador positivo de la autenticidad de
la persona, sobre todo cuando ambos son claros y legibles. La
concordancia en la relación firma-texto es uno de los factores
más indicativos que podemos encontrar para detectar las co-
herencias o incoherencias de personalidad de un autor.

52
Las diferencias entre texto y firma indicarán justo lo con-
trario, las discrepancias entre la conducta privada y la pública,
una cierta disociación entre lo que el sujeto muestra social-
mente y lo que es realmente.
La firma, como gesto automatizado, habitual y escogido
libremente, simboliza el “yo ideal”, el potencial disponible
para lo que queremos ser y deseamos lograr, las posibilida-
des latentes, las compensaciones de complejos o de aspectos
ocultos, el tipo de motivaciones, la responsabilidad, el grado
de madurez, la necesidad de reconocimiento, el realismo de
las aspiraciones, los conflictos, la habilidad para “venderse”
uno mismo y el deseo de llamar la atención. También las
necesidades de ocultación y las limitaciones propias ante el
entorno. Es como queremos ser pero también pone de ma-
nifiesto las defensas que creamos ante el entorno que nos
rodea.
La firma, pues, es el “resumen”, pero como todo resumen,
lo que nos expresa es muy limitado si no podemos contrastar-
lo o ampliarlo, y en definitiva, ponerlo en contexto. No será
el mismo el análisis el de alguien que debe firmar cincuenta
veces al día, que de alguien que debe hacerlo una sola vez a la
semana.
La firma, como conjunto, es un símbolo del yo y si la per-
sona altera la visión que tiene de ella misma muy probable-
mente la firma variará. De hecho, el desarrollo de la persona
puede evidenciarse en los cambios de firma, que se manten-
drá generalmente estable en la vida adulta.
Las personas con gran variabilidad de carácter o inestabi-
lidad emocional muestran habitualmente firmas muy varia-
bles.

53
Un nombre y unos apellidos
“La firma es una biografía abreviada”
Max Pulver
En la firma, el nombre simboliza el yo (sentimiento) infan-
til, asociado a las primeras experiencias y épocas de la vida, al
yo familiar y al narcisismo. Cuando la firma es grande, denota
un deseo de exclusivismo y de figurar. Si el nombre no apare-
ce, o vemos solo la inicial, intuimos una actitud conservadora,
o bien ganas de olvidar el pasado (rechazo de las primeras
experiencias desagradables).
El primer apellido representa el yo social y laboral (el hom-
bre que se ha hecho a sí mismo), unido a la aceptación de la
figura de sí mismo y al éxito social adulto. También representa
lo que proyectamos de nosotros mismos como adultos en la
sociedad. Cuando es más grande que el nombre, puede impli-
car también al orgullo de pertenecer a una determinada fami-
lia y el énfasis en cierto autoritarismo y proteccionismo.
Es evidente su relación con la figura paterna y con los sim-
bolismos de autoridad. Cuando el que no aparece es el primer
apellido (paterno) puede ser que nos encontremos ante un
complejo de Edipo, por inexistencia física o psíquica del pa-
dre (relación problemática).
Un nombre y apellido muy distantes pueden denotar una
situación de tensión entre padre y madre, un deseo ambivalen-
te de ser niño y adulto al mismo tiempo.
Evidentemente, las cuestiones de los apellidos se debe-
rán revisar en países culturalmente diferentes. Por ejemplo,
allá donde el matrimonio implica un cambio de apellidos. Así
mismo podemos tener sorpresas o interpretaciones que in-
ducen a error en personas que se hayan cambiado legalmente
el apellido.

54
Las relaciones de posición, altura, medida, abreviación o
no del nombre y apellidos dan juego a todo un abanico de
interpretaciones y posibilidades grafológicas, entre otros:
• Si aparece sólo el nombre: uno se siente más seguro y
más atraído por la vida familiar que por la social. Pre-
domina el yo familiar y la vinculación a la familia. Tam-
bién puede ser el caso de personas que han logrado un
gran éxito y ya no necesitan nada más para ser recono-
cidas o bien de firmas dirigidas a amigos con quien la
confianza es tanta que ya no precisa más identificación
que el nombre propio.
• La aparición únicamente del apellido o con la inicial del
nombre (o con nombre ilegible): el individuo se siente
más seguro y más atraído por la vida social y laboral
que por la familiar. Normalmente también le concede
gran valor a la jerarquía social.
• El segundo apellido se identifica con la madre y muy a
menudo se obvia en la firma. Una firma con dos ape-
llidos o iniciando el segundo, demuestra un especial
afecto por la madre o por la rama materna.
• Se resalta el segundo apellido y se inicia solo el primero
o este es ilegible: puede significar menosprecio por la
rama paterna pero también una actitud “snob” si el
primer apellido es vulgar. En todo caso es un rasgo
poco natural, o indicador de conflictos.

La legibilidad
En el ámbito de la grafología se considera ilegible una fir-
ma cuando resulta imposible identificar cada trazo con una
letra. De lo contrario la firma se considera legible. La firma
es a menudo ilegible en mayor o menor grado, sobre todo en

55
profesionales que la utilizan a menudo, y puede ser un indica-
dor positivo de dinamismo.
La legibilidad de la firma está relacionada con la claridad
de ideas y la precisión de objetivos personales, el sentido del
deber y de la responsabilidad.
Una firma ilegible denota reserva, y es propia de personas
que no quieren ser conocidas íntimamente, unida a un ritmo
lento de ejecución, deseo de ocultación y de miedo a cargarse
de responsabilidades. Si va unida a un texto también ilegible,
nos deberemos poner alerta sobre la posible duplicidad del
autor.
La legibilidad o semilegibilidad de una firma profesional,
sobre todo en personas que firman a menudo y que siguen
manteniendo la disciplina de hacer y dibujar todas las letras,
puede denotar, entre otros cosas, una gran capacidad de tra-
bajo y constancia.

El tamaño
Las diferencias de tamaño, anchura, ángulo y presión entre
nombre y apellido –y las iniciales correspondientes– simbo-
lizan las relaciones entre el que firma y su familia. Algunas
interpretaciones son:
• Firma pequeña al pie de un escrito grande: infravalora-
ción, inseguridad, descontento o modestia del yo en re-
lación con la sociedad, la profesión o ambos aspectos.
• Firma grande al pie de un escrito pequeño: hiperva-
loración del yo en relación con la sociedad, vitalidad,
autoconfianza, presunción, compensación de un senti-
miento de fracaso y necesidad de ser reconocido.
• Letras del mismo tamaño que la firma y el texto o con
una divergencia moderada entre un texto escrito un
poco menor o mayor que su firma: igualdad entre la

56
autoestima personal y el comportamiento exterior y
hacia los otros. La autenticidad de esta personalidad
e individualidad se verá en la interpretación global de
texto y firma.
Todo lo que hace referencia a la escritura se puede aplicar
a las firmas. La primera vez que se observa la firma de Lope
de Vega, llama la atención sobre todo y sin necesidad de saber
grafología, la medida exagerada y el gran hinchado de la parte
inferior de la letra “g”.
La letra g
En grafología decimos coloquialmente que la letra “g” es la letra
del sexo. Su recorrido se inicia en uno mismo (el óvalo), para ir
hacia abajo, hacia la zona material e instintiva (movimiento flexor
hacia el interior), hacer una inflexión y volver hacia arriba (mo-
vimiento extensor hacia el exterior) hacia la letra siguiente, para
unirse con ella. Desde este punto de vista, es una letra que da mu-
cho juego grafológico y también, en ciertos contextos relajados,
de diversión.
Volviendo al autógrafo de Lope de Vega, al verlo rápida-
mente tuvimos la necesidad de comprobar aquello que la fir-
ma nos estaba diciendo; afortunadamente de vez en cuando,
los personajes difuntos y célebres nos permiten estas peque-
ñas satisfacciones. Enseguida encontramos las frases que que-
ríamos: “Lope de Vega Carpio tuvo una vida amorosa azaro-
sa. Se casó diversas veces y tuvo numerosas amantes.” Nos
atreveríamos a añadir que eso es lo que sabemos y lo que nos
ha quedado. Dicen también que el arrepentimiento de su vida
fue el que le llevó al sacerdocio en 1614.

Autógrafo de Lope de Vega Carpio

57
A continuación se presentan algunas de las formas de “g”
más comunes en grafología. La variedad es muy importante y
el mismo sucede con cada gramma o letra individual.

La ubicación
• La ubicación de la firma con respecto al texto nos indica tanto
la implicación con respecto a lo que se ha escrito como el lu-
gar en el que se ubica el individuo con respecto a la sociedad.
• A la izquierda y lejos del texto: se guardan las distancias con
exceso, poca sociabilidad, retraimiento.
• A la derecha y a distancia normal: sinceridad, cortesía, consi-
deración y espontaneidad.
• En el centro y corta o pequeña: cohibición y sociabilidad inte-
resada. A la expectativa.
• En el centro y larga o grande: coquetería y si la letra es grande,
megalomanía. “Aquí estoy yo”.
• Invasión del texto: tendencia a imponer las ideas y ocupación
del espacio ajeno.
La dirección
La dirección de la firma es uno de los aspectos más impor-
tantes de este ámbito, como también su relación con el texto.
Va asociada directamente al grado de ambición del autor.
En las firmas ascendentes el individuo tiene energía sufi-
ciente para superar los obstáculos y afrontar el desánimo y las
dificultades de la vida. Son personas optimistas, predispuestas
al éxito y a superarse en todos los sentidos. Su nivel de aspira-
ciones es tan elevado como su inclinación. Si es excesivo (más
de 30 grados), hay el riesgo de caer en la insatisfacción perma-
nente y no valorar correctamente los éxitos propios. Si es muy
ascendente o trepadora, la inmadurez del sujeto le lleva a unas
pretensiones excesivas en sus posibilidades (desequilibrio),
puede ser una huida de la realidad, un punto de histerismo,

58
una desorientación en la ambición, pero en todo caso, es un
signo de interpretación negativo.

Firma con un grado exagerado de inclinación.


Las firmas horizontales nos presentan un personaje con es-
tabilidad emocional, equilibrado y satisfecho con su situación
personal, y si presenta ligeras sinuosidades, está próximo a en-
contrar la estabilidad esforzándose para controlar las emocio-
nes.

Firma horizontal centrada con rúbrica que se inicia con un lanzamiento de


derecha a izquierda, para acabar rodeando el nombre.
Una firma descendente se deberá valorar según la direc-
ción del texto que la precede. Hay que ver si va acompañada
de un texto con la dirección de líneas también descendentes o
si se trata una firma descendente esporádica y no habitual. La
interpretaremos dependiendo del caso como una expresión
de desánimo, tristeza o depresión, de falta de confianza en las
fuerzas propias habitual y permanente, o como una situación
puntual, un momento determinado de la vida.
No olvidemos nunca que la presión, los rasgos lanzados, la
velocidad, la claridad, la simplificación de la rúbrica, la progre-
sión, el tono, son elementos que hay que tener muy en cuenta
a la hora de valorar una firma, porque potencian o devalúan
las observaciones derivadas del análisis del texto.

59
La cohesión
La cohesión nos ayudará a analizar la continuidad o la di-
sociación entre el pensamiento y la acción, entre su persis-
tencia y la sociabilidad. Las firmas ligadas implican el encade-
namiento entre lo que se piensa y lo que se hace, una mayor
continuidad en lo que se realiza y una mayor sociabilidad. Este
aspecto es muy significativo si se presentan unidas mayúsculas
y minúsculas (obviando n, p, t, v y w). Aparte, en la firma,
como en cualquier texto, desligar las mayúsculas es signo de
reflexión.
Las firmas desligadas implican cierta disociación entre la
elaboración mental y lo que después se pone en marcha, y
normalmente también reflejan una menor persistencia ante lo
que se está haciendo.
Acostumbran a significar dificultades de relación (sobre
todo si las letras están muy separadas) y una cierta tendencia
al aislamiento, incluso con personas con las cuales se debería
tener una mayor intimidad.

La rúbrica
El término “rúbrica” proviene del latín “rubrum” (rojo),
porque antiguamente se ponían en este color y bajo la firma
las palabras “scripsit, signavit, recognovit” para certificar la
autenticidad de la firma.
Con el tiempo estas palabras se fueron desfigurando hasta
convertirse en unos garabatos personales sin regla fija de los
cuales surge la rúbrica actual.
Se trata del dibujo inconsciente que acompaña (o a veces,
sustituye) a la firma. Según su ubicación, forma y medida re-
presenta el grado de autoprotección, independencia, seguri-
dad, adaptación, madurez, confianza, egoísmo, suspicacia, re-
chazo a la vida social, angustia, sentimiento de culpa, fracaso

60
y fantasía que cada sujeto pone en marcha como mecanismo
para evadirse, adaptarse o convivir con la realidad que le rodea
y que necesita afrontar con su personalidad.
Actualmente, se rubrica en la mayor parte de países occi-
dentales, salvo los anglosajones que han suprimido la rúbrica
(y con esta un elemento a menudo muy revelador para el gra-
fólogo).
Llamamos firmas simbólicas aquellas en las que el conjun-
to de firma y rúbrica adopta formas más o menos esquemáti-
cas que, por analogía, nos recuerdan diferentes símbolos y que
a menudo tienen que ver con temas profesionales, aspectos
emocionales o gustos de quien firma. El autor de la firma
puede ser o no consciente de dichas similitudes. Por ejemplo:
rúbrica en forma de clave de sol tumbada (gusto por la mú-
sica, temperamento sensible), rúbrica en forma de corazón
(profundas vivencias amorosas en el sentido más amplio), en
forma fetal (exceso de dependencia que busca seguridad).

Autógrafo de Pelé. Extraído de la página web de Julio Cavalli.


www.julioCavalli.com
Es irrefutable el carácter simbólico del autógrafo de Pelé.
Evidentemente su mundo era jugar e imaginar con la pelota,
bajo la cual está todo su nombre; incluso la única letra que
queda un poco fuera del ámbito del gran óvalo de la “P”, y
que debería llevar un acento (la “e” final), ese acento se trans-
forma en una pelota pequeña.

61
A pesar de que el autor de esta firma niega que tenga nada que ver, le gusta
mucho la montaña.

Si la rúbrica se encuentra próxima a la firma se trata de una


persona con capacidad de conexión social, mientras que la
lejanía representa una cierta distancia social. Si se ejecuta con
anterioridad implica planificación y reflexión antes de iniciar
las tareas.
Si la rúbrica invade el texto hay una cierta tendencia a ocu-
par el terreno de los otros. En ocasiones, resulta difícil, o casi
imposible –a no ser que se vea hacer– saber si la rúbrica se ha
hecho con anterioridad o no.
Decimos que una rúbrica es grande cuando ocupa un vo-
lumen muy superior a la firma y significa que la cantidad de
artificios que hace el individuo para protegerse son muy eleva-
dos, aunque él mismo no sea consciente. Al revés pasa en las
personas que hacen rúbricas pequeñas, que potencialmente
serán más fáciles de conocer.
Las firmas sin rúbrica se acostumbran a asociar a la inge-
nuidad y la sencillez pero también pueden significar persona-
lidad fuerte o bien mediocre. También pueden ser personas
que, conociendo el primer significado (grafólogos) han elimi-
nado la rúbrica de la firma. Por lo tanto una firma sin rúbrica,
en principio, no nos da demasiada información, sobre todo, si
no la podemos comparar con la letra.
La interpretación de las rúbricas que tachan en parte la
firma dependerá de la intensidad y la parte del nombre que ta-
chan. Puede significar desde deseo de mejorar ciertos aspectos
de la personalidad, hasta un rechazo importante, consciente o
inconsciente, de algunos de sus aspectos. La interpretación

62
también cambia según la parte que esté tachada, o si no es una
línea la que tacha sino una espiral que rodea.
Cuando la rúbrica subraya la firma con una línea horizontal
(a una distancia próxima y de longitud semejante), se interpre-
ta como autoestima, seguridad y firmeza de carácter, sobrie-
dad que también desea reconocimiento y consideración. De-
nota autoconfianza, afirmación y dinamismo. Si esta rúbrica
se va alargando y se aleja del nombre, puede implicar orgullo,
afán de notoriedad y ganas de dar relevancia a la personalidad.
También puede reflejar el afán de mantener distancias con
clases sociales inferiores, lo cual implicaría a un cierto orgullo
de casta, del tipo “admiradme pero no me toquéis”.
Si la rúbrica que subraya la firma con una línea horizontal
empieza en la inicial, implica un espíritu organizador, y acom-
pañada de inclinación ascendente, afán de superar obstáculos.
Si las líneas de rúbrica que subrayan el nombre, horizonta-
les o no, son más grandes que la firma y forman una especie
de podio o tribuna, implican a necesidad de reconocimiento
por parte de los otros y cierto narcisismo.
La rúbrica con línea horizontal encima del nombre denota
orgullo y ganas de guardar la vida privada lejos de la vista de
los otros. También puede significar inadaptación, inmadurez,
sentimiento de inferioridad o denotar un mecanismo de au-
tocensura, negación y castigo (el sujeto hace lo posible para
fracasar).
Cuando la rúbrica consiste en dos líneas paralelas entre las
cuales queda el nombre, llamadas “vías de tren”, se asocia a
una autolimitación de facultades, falta de autoconfianza. El
autor prefiere dejarse llevar, aunque sea una persona inteli-
gente. Busca la seguridad, siguiendo una línea de conducta es-
tricta, se autoprotege para evitar invasiones externas. También
puede significar avanzar sin distraerse buscando el objetivo

63
propuesto, obviando los temas inoportunos y perseverando
en el objetivo. El matiz lo dará el contexto.

Ejemplo de firma en vías de tren, que por el resto se signos –velocidad,


tensión– es más próxima a la segunda interpretación del párrafo anterior.

Las rúbricas envolventes son las que envuelven la firma,


cerrándola. Son normales en las primeras etapas y denotan
una busca de seguridad en el plan íntimo, como también el
egocentrismo que simboliza dibujar un óvalo (símbolo del yo)
alrededor del nombre. Es una firma propia de adolescente,
que si perdura, acostumbra a reflejar rasgos como inseguridad,
reserva, recelo, ansiedad, poca sinceridad, búsqueda de protec-
ción, dependencia familiar, inmadurez, inseguridad, descon-
fianza o inadaptación, propias de esa etapa.

Las rúbricas muy complicadas indicarán, en principio, cau-


tela o desconfianza, un “marear la perdiz”. Son propias de
personas que, como mínimo en un primer momento, preferi-
rán mantener las distancias, no manifestarse de forma dema-
siado clara ni adquirir compromisos. La valoración de esos
aspectos dependerá, como siempre, del resto de la firma que
acompañe la rúbrica y también de la letra del texto.
Las rúbricas en espiral, sobre todo si además son envueltas,
indican ideas fijas y obsesivas de un mundo hecho a medida

64
y peculiar. Con cierta habilidad para complicar las cosas y en-
redarlas.
Los grandes inflados en las rúbricas pueden tener dos in-
terpretaciones fundamentales. Pueden corresponder a perso-
nas de gran vanidad con mucha capacidad de exageración y
capaces de crear un gran “bluf ” a su alrededor. Es posible, ha-
ciendo un símil, que se trate del “globo” que se pincha y pier-
de el aire de forma muy rápida. También los inflados pueden
ser fruto de una gran creatividad mental e imaginación. No
hay que descartar la combinación de ambas interpretaciones.
La diferencia entre una y otra la encontraremos si sabemos
diferenciar cuándo los inflados forman partes de letras que
realmente permiten hacer inflados o si son parte del dibujo de
la rúbrica, y por lo tanto, puro ornamento. Reproducimos una
serie de firmas con formas claramente infladas de personajes
conocidos por su creatividad.

Autógrafo de Agatha Christie. www.juliocavalli.com

Autógrafo de Arthur Miller. www.juliocavalli.com

Autógrafo de Richard Bach. www.juliocavalli.com

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Las rúbricas en zigzag son propias de personas con coraje,
con capacidad para réplicas fulgurantes, buen humor, entu-
siasmo y energía para llegar a los hitos marcados.

Autógrafo en zigzag de Mark Twain. www.juliocavalli.com

Los rasgos finales a la derecha de la rúbrica (son muy co-


munes los puntos) son característicos de personas perfeccio-
nistas, precavidas, que necesitan decir la última palabra y com-
probarlo todo.
Un rasgo en diagonal descendente, de derecha a izquierda,
será signo de una inteligencia despierta, distinción, dotes de
mando y también deseo de imposición (si es exagerado).
Los rasgos finales, verticales y descendentes, que pueden
tener, según el contexto, el aspecto negativo de carácter tris-
te o gris, también implican orgullo, autoafirmación, indepen-
dencia (afán de mantener las distancias), un sentido práctico
y concreto, autoritarismo, coraje en las afirmaciones y en la
comunicación de las convicciones.
Si la firma tiene forma de X abierta a la izquierda, la espon-
taneidad del sujeto será mayor con los íntimos, mientras que si
está abierta a la derecha nos encontraremos con una persona-
lidad con más facilidad para hacer contactos y más adaptable
en el entorno social.
Son comunes dos rayas que cruzan o puntúan un rasgo ho-
rizontal bajo la firma. En sentido positivo demuestran cierta
habilidad para las relaciones humanas y afán por el detalle, no
exento de efectismo o de espíritu de aparentar.
Se debe tener presente que una rúbrica sencilla demuestra
autoconfianza, naturalidad y serenidad y que la distancia entre

66
la firma y la rúbrica es directamente proporcional al grado
de vinculación psicológica con la familia y las personas más
próximas. Cuanto más alejada esté la rúbrica que subraya el
nombre, más orgullo (alejamiento) encontramos en el sujeto.

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PARA QUÉ SE UTILIZA LA GRAFOLOGÍA
Para acabar nos gustaría decir que la grafología no es nin-
guna varita mágica ni ningún método infalible.
Tampoco es ningún arte adivinador, quiromántico o as-
trológico. Es solo una herramienta de trabajo, una técnica, un
gran complemento, que se utiliza en diferentes campos.
En el mundo laboral, se suele utilizar en la selección de
personal. Ayuda a escoger el mejor candidato para un lugar de
nueva creación y establece qué persona reúne las mejores con-
diciones técnicas y de personalidad para desarrollarlo. Tam-
bién puede utilizarse para escoger entre posibles candidatos
a promoción interna en una misma empresa, o para formar
grupos de trabajo según las compatibilidades que haya en-
tre ellos. En campos menos habituales, que aún no se hayan
convertido en causas penales o constitutivas de delito, la gra-
fología puede ayudar a detectar también anónimos, abusos,
suplantaciones.
En el mundo de la salud, algunos autores hablan de la gra-
fopatología. Es evidente que una persona con temblores de
manos dejará rastro de ellos en sus escritos. Lo que a nosotros
ya no nos parece tan claro –quizá por desconocimiento–, es
que una enfermedad de pulmón o riñón, como otros autores
defienden, también lo haga. Otra cosa serían las toxicomanías
que tienen también efectos en las conducciones de los impul-
sos nerviosos y por lo tanto en la capacidad motora. Es este

69
tipo de enfermedades el que podemos intuir en grafología (no
una patología de la rodilla). Sí que es posible aproximarnos al
estado emocional del sujeto. Pero este está mucho más ligado
al psiquismo y a la parte inconsciente, que es en realidad del
que más se ocupa la grafología, que a la parte física propia-
mente dicha.
Dentro de de este mundo se encuentra lo que se llama la
grafoterapia (modificación de la escritura según la cual mo-
dificando los rasgos de la escritura se modifica la conducta).
Entendemos que sus efectos, si los produce, no son realmente
propios sino que pertenecen a la terapia conductual, mucho
más amplia, en la que normalmente está incurso el individuo.
Es muy interesante observar la escritura infantil y su evo-
lución (grafología infantil o paidografia), ya que el niño es un
ser en crecimiento constante, fundamentalmente emocional.
La observación de su escritura nos puede dar información
adicional de su estado de ánimo.
En las enfermedades psiquiátricas a menudo los médicos
utilizan muestras de letras para observar la evolución de los
enfermos.
En el mundo judicial la grafología puede ser utilizada para
determinar el estado psicológico de la persona y se emplea a
menudo en casos de custodia de hijos por separación o en
casos de enfermedades mentales. Una especialidad muy con-
creta, derivada de la grafología, pero que no analiza el carácter
o la psicología de la persona, es la pericia judicial caligráfica.
Esta técnica, de origen claramente grafológico, solo se ocupa
de determinar la autenticidad de un escrito o firma.
Estos son algunos de los usos de la grafología, pero tam-
bién se puede utilizar para encontrar la compatibilidad entre
parejas, para identificar obras de arte. Desde el punto de vista
particular e individual, tener conocimientos de grafología per-
mite, filtrar datos de las personas que nos rodean, como por

70
casualidad. Sin embargo, este ejercicio requiere prudencia y
no encasillar, ni precipitarnos en los juicios.
La grafología puede utilizarse sola o bien combinada con
otras técnicas. Lo que es indudable es que su calidad depende-
rá, como todo, de la formación y de la prudencia del grafólo-
go. Como en todo también, encontramos diferentes escuelas,
tendencias y teorías. Como ejemplo, las autoras de este libro
no comparten la eficacia de la grafoterapia, teoría según la
cual, corrigiendo un gesto escritural se acaba corrigiendo una
conducta. Hay sin embargo, grafólogos que la defienden.
No debemos pensar que cada vez que vemos una “g”
como la de Lope de Vega, estamos ante de una persona ob-
sesionada por el sexo. Porque lo que no nos hemos planteado
en ningún momento de este escrito es la forma de la parte in-
ferior de la “g”, angulosa formando triángulo, ligada a la letra
siguiente, desligada del óvalo, angulosa en la base... ¿De qué
“g” estamos hablando? Con eso solo queremos remarcar, una
vez más, la importancia del contexto, de la repetición y de la
calidad del signo; en una palabra, insistiendo en la necesidad
de huir del signo fijo.
En grafología, cuanto más se sabe, más prudente se debe
ser, y menos se deben aventurar afirmaciones rápidas. Ya he-
mos comentado que la gran ventaja de la firma de Lope de
Vega es que está muerto y es célebre, y por lo tanto, conoce-
mos a su vida entera.
Hay que decir también que la grafología analiza personali-
dades y “tendencias” de la personalidad. Es decir, hay aspec-
tos que se pueden observar en una escritura, pero que nunca
se reflejarán en los hechos de una persona determinada. Para
aclararlo, podemos observar en una escritura una moderada
cantidad de gestos de apropiación indebida, pero si las cir-
cunstancias de la vida no hacen que aquella persona tenga
nunca la necesidad de quedarse con nada de los otros, o si

71
nunca tiene una empleo en que esté en contacto con dinero
de forma directa, quizá nunca llegará a coger nada que no
sea suyo. Ahora bien, si nos piden el análisis, por prudencia,
no podremos recomendarla, por ejemplo, como cajera de un
centro comercial.
En este sentido, hay personas con una letra absolutamente
sorprendente a las que asociaríamos una vida complicada des-
de el punto de vista incluso delictivo y que, por contra, han
encontrado una actividad, un camino, incluso una obsesión
donde canalizar su actitud y verter todas las inquietudes y los
tormentos interiores (sublimación).
Un ejemplo bastante claro es el grafismo de Sigmund
Freud. De familia judía resistente a la época nazi, sabemos
biográficamente muy poco (él mismo rompió en dos ocasio-
nes sus escritos personales). Seguro que no tuvo una infancia
fácil, ni dulce y que el sexo invadió sus teorías (actualmente
en revisión). Si comparamos solo de un vistazo los grafismos
de la “g” de Freud y de la de Lope de Vega, encontramos
en ambas una parte inferior muy grande, pero no podemos
encontrar ningún otro punto de coincidencia. El grafismo de
Freud es fundamentalmente duro, confuso y lleno de rasgos
de sensualidad no necesariamente tierna. Tampoco lo debía
tener fácil para entender el concepto de ternura en la infan-
cia. También está lleno de inteligencia. Seguramente por este
motivo y por sus estudios médicos, enfocados a la psiquia-
tría, se salvó de canalizar su agresividad de una forma mucho
peor.

72
Grafismo y firma de Sigmund Freud.

73
Bibliografía

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Vecchi, S.A.
• Girolamo Moretti. (1977). Chi lo avrebbe nunca pensato. Au-
tobiografía. Ancona: Curia provinciale dei Frati Minore
Conventuali.
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res: Ed. Paidós.
• Moreno, Manuel. (1999). Grafología analítica. Introducción a
la Grafopsicología.Bilbao: Ed. Peñatú.
• Muñoz Espinalt, C. (1975). Guía práctica de la grafología y
grafología de la firma. Barcelona: Ed. De Vecchi, S.A.
• Pulver, Max. (1953). El impulso y el crimen en la escritura.
Madrid: Ed. V. Suárez.
• Serratrice, G. y Habib, M. (1997). Escritura y cerebro (me-
canismos neurofisiológicos). Barcelona: Ed. Masson, S.A.
• Simón, José Javier. (1992). El gran libro de la grafología.
Barcelona: Ed. Martínez Roca, S.A.
• Teillard, Annia. (1974). El alma y la escritura. Madrid: Ed.
Paraninfo.
• Torbidoni, Lamberto y Zanin, Llivio. (1991). Grafolo-
gía, texto teórico y práctico. Santander: Ed. Tantin.

75
• Tutusaus Lovez, Jaime. (1997). Principios grafoestructurales
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pación de Grafoanalistas Consultivos.
• Velos, Augusto. (1991). Escritura y personalidad. Barcelo-
na: Ed. Herder, S.A.
• Viñals, Francisco y Puente, Mª Luz. (1999). Psicodiag-
nóstico de la escritura (Grafoanálisis transaccional). Barcelona:
Ed. Herder S.A.
• Xandró, Mauricio. (1997). Grafología para todos, 7ª edi-
ción. Madrid: Ed. Xandró.
• Xandró, Mauricio. (1991). Grafología superior. Barcelona:
Ed. Herder S.A.

Algunas entidades interesantes:


• Agrupación de Grafoanalistas Consultivos:
http://www.grafoanalisis.com/agcindes.htm
• Instituto de Ciencias del Grafismo:
http://www.grafoanalisis.com/agcindes.htm
• Instituto de Grafología Analítica:
http://www.institutografologia.es
• Instituto Grafológico “Girolamo Moretti”:
http://www.grafologia.it
• Instituto Superior Emerson:
http://emerson.com.ar
• Web Julio Cavalli: www.juliocavalli.com.ar (con gran nú-
mero de imágenes.)

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