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El tema de la bienergía es vidrioso y, a la vez, resbaladizo. Es un tema maldito.

Personas
como Reich han muerto, asesinados por la comunidad de los que se autodenominan
científicos, por defender la existencia de la bioenergía. Y, sin embargo, si dejamos los
fanatismos de los que se creen depositarios en exclusiva de la verdad y miramos un poco a
nuestro alrededor, es un tema bastante fácil de explicar y que debería estar al alcance
incluso de entendimientos obtusos como los generados tras una larga estancia en las
universidades modernas con su manía por la especialización. La tierra genera un campo
electromagnético.
Si algún científico duda de esto le recomiendo la experiencia de la brújula en latitudes
elevadas. El cuerpo humano es un magnifico conductor de la electricidad. Si algún
científico duda de esto, le recomiendo la ilustrativa experiencia de tocar un cable bajo
tensión eléctrica.
Cuando introducimos un conductor de la electricidad en un campo electromagnético, se
genera energía. En este caso, la llamamos bienergía porque se genera por la introducción
del conductor, un conductor especialísimo, el cuerpo humano, con un efecto forma muy
particular, en el campo electromagnético de la tierra. Otro campo muy complejo. Ahora
bien, el campo electromagnético de la tierra no es el único en afectarnos; el sol también
genera un campo muy apreciable, y en menor medida los demás cuerpos solares. Y desde
hace pocos decenios somos afectados también por los campos que generamos con
dispositivos electrónicos.
En el sistema de la medicina natural taoísta, se admite desde los tiempos del Emperador
Amarillo la existencia de la bioenergía. Distingue tres formas de la bioenergía humana que
son jing (fa, esencia), qi (, energía) y shén (14, espíritu). Son tres manifestaciones
interdependientes de la bioenergía humana. Jing corresponde al nivel físico, qì al
energético y shén al mental.
La alquimia interior, el tantra, consiste en la transformación de jing en gì, y de éste en
shén.
Es decir que cultivamos la esencia y así generamos energía que a su vez genera espíritu.
Estas tres energías corresponden pues al nivel físico, jing, al nivel energético, qì, y al nivel
mental o espiritual, shén.
En muchos textos taoístas se denominan estas tres formas de la energía como "Los Tres
Tesoros." También puede aludirse a ellas como la "Trinidad Taoísta." Al nacer recibimos las
tres energías. De su equilibrio dependerá nuestra salud y plenitud. Decimos que son
interdependientes. En particular, el qi está siempre presente cuando hay shén o Jing. Un
fantasma no puede aparecer si no tiene energía. Un contenido mental sin energía no
adquiere existencia material. Buddha resaltó en sus enseñanzas que la conciencia (shén)
necesita un soporte material y energético (jing y qi). La interacción de estas energías
puede ayudarnos a entender cómo una fijación o recurrencia en la misma idea llega a
fijarla en el plano físico, en el cuerpo. Si le damos suficiente energía shén a una idea, se
"materializara" en jing y qi. Para deshacer la fijación será normalmente necesario el volver
a traer al primer plano la idea o situación que la generó y darle salida. Es el sistema que
utiliza la terapia Gestalt. Pero este enfoque también puede ayudarnos a entender que no
sólo somos responsables de nuestros actos, sino también de nuestros pensamientos. No
somos responsables de las ideas que pasan frente a nuestra conciencia, pero sí lo somos
desde el momento que escogemos una o varias y comenzamos a darles atención y energía.
No somos responsables de nuestra conciencia, pero sí de lo que elegimos percibir. La
energía puesta en el mental es creadora, tanto de infiernos como de paraísos. Y me refiero
a que la energía puesta en el mental es creadora de nuestra realidad cotidiana. Si, también
de la suya.
El qì debe estar presente también en jing. Un órgano abandonado por el qi es inútil para
un transplante. Es decir, que incluso en primera aproximación, no podemos entender estas
tres energías como entidades absolutamente separadas e independientes. Los tres
aspectos bajo los que la tradición taoísta estudia la bio-energía son interdependientes. Van
ligados.
Los buddhistas opinan que las tres deben darse juntas. Los taoístas esperan que qì y shén
sin jing sean capaces de sustentar la conciencia después de la muerte. El debate acerca de
la inmortalidad queda así centrado en términos comprensibles, y ambas posiciones
claramente definidas. Para los buddhistas, no hay espíritu separado del cuerpo. Para los
taoístas puede haberlo si se cultiva el shén y el qì y se practica el paso al cuerpo energético
de la conciencia en vida física. Para los buddhistas el hombre es total e indivisible. Para los
taoistas el hombre tiene la posibilidad de generar un doble o cuerpo energético formado
de qì y shén, sin jing. Este doble puede desplazarse y percibir con independencia del
cuerpo físico. El taoísmo es una religión. El buddhismo es una psicología. Pero ambos
reconocen la existencia del cuerpo energético. Para unos desaparece tras la muerte, para
los otros, puede existir tras ella. Sólo un reducido y, peligroso por su fanatismo, grupo de
los autodenominados científicos occidentales, niegan la existencia de la bioenergía.
Cuando una célula viva, órgano o el cuerpo humano es sometido a la influencia de un
campo electromagnético decimos que varía su nivel energético. Su nivel de energía
aumenta o disminuye. Esto es medible, incluso por los científicos, ya que cuando
aplicamos un campo electromagnético a un cuerpo vivo, su temperatura aumenta. Así por
ejemplo, el uso continuado de un teléfono celular, que genera un potente campo
electromagnético perfectamente medible, aumenta la temperatura de las células
cerebrales, y de las demás del cuerpo, en una fracción de grado, perfectamente medible y
medida ya por la ciencia. La energía del qì se almacena en los electrolitos no metálicos del
cuerpo humano. Que están en casi todos los humores del cuerpo. Estos electrolitos actúan
en forma similar a como lo hacen las baterías de un automóvil. Almacenan energía. En el
medio natural, el campo electromagnético no es en absoluto fijo y uniforme como bien
sabemos los marinos. La declinación magnética varía continuamente en tiempo y lugar
geográfico. La declinación magnética de Buenos Aires, Madrid, Bogota o Caracas es
diferente. Y está variando con el tiempo. Es decir que el campo es variable. Si un cuerpo
vivo está ya suficientemente cargado de qì y comienza a recibir demasiado campo
electromagnético, recibirá una respuesta de stress o huida frente a un estimulo demasiado
intenso, y se moverá. Al cambiar su localización geográfica, cambiará el valor del campo al
que se está expuesto. Y equilibrará así su gi. De una forma natural, caótica, como
respuesta a un estimulo.
Pongamos un ejemplo conocido de todos. Vamos a la playa a tomar un baño solar. Al cabo
de un cierto tiempo, sentiremos malestar, stress, querremos movernos y comenzaremos a
sentir exceso de calor en la piel. Pongamos otro ejemplo, si entramos en una discoteca, y
el disc jockey se pasa totalmente con el volumen y lo mantiene a un nivel insoportable, se
provocará una reacción de stress por exceso de estimulo auditivo, y, en muy poco tiempo
se vaciará la discoteca.
Entendido esto, afirmo hoy aquí que una buena parte del stress colectivo que
experimentamos, proviene del excesivo uso de campos electromagnéticos. De verdad
necesitamos 800.000 canales de televisión y 87.000 radios aparte de estaciones radar, de
onda corta, 300.000.000 teléfonos celulares y un cableado eléctrico que reparte el
conjunto con un diseño nocivo? Estamos sometidos a un campo demasiado alto, y lo
estamos creando nosotros mismos. Esta es una de las causas de los cánceres de todo tipo.
Hay que recordar al lector poco avisado en medicina que la célula cancerosa tiene una
temperatura más elevada que la normal. Pero, por qué no explotamos? Si a los electrolitos
de una batería les vamos metiendo carga, la cosa empezará primero a hervir, luego a
humear y luego a escupir y desparramar ácido en forma más o menos violenta, que puede
llegar a una explosión. ¿Por qué pues no explotamos? Tenemos un sistema de regulación y
supervivencia. Si forzamos a alguien a permanecer en una habitación cerrada y colocamos
decibelios en cantidad dentro, simplemente se quedará sordo. Perderá la facultad de oír.
Pero sobrevivirá. Si seguimos con el jueguecito, que ha sido practicado por muchas policías
de estados que se denominan a sí mismos civilizados, el individuo se volverá loco.
Desconectará su mental de la realidad. Dejará de estar en la habitación y comenzará a vivir
en un mundo propio sin ningún contacto con la realidad. Pero todavía sobrevivirá, será un
vegetal, pero sobrevivirá. Si todavía seguimos con la aplicación de esta súper-discoteca
sobre un individuo encerrado, llegará la muerte. Las policías no gustan de este método,
porque el que muere por exceso de energía, el que se quema a sí mismo con el fuego
interno, o el que recibe la descarga de un rayo, al morir muchas veces experimenta
nirvana.
Y las facciones que dejan lo expresan así. "Murió feliz el pinche puto. Y el de antes
también. Ya no se lo haré a ninguno más." Piensa el policía. Porque el fracaso del
torturador es el masoquista. Lo que le da realmente miedo al torturador es que su victima
disfrute de la tortura. Y si alguien muere iluminado, esto se refleja en sus facciones. Es
decir que el máximo fracaso del torturador es iluminar a alguien.
Tengo aquí que romper otra de mis denostadas lanzas en favor de la institución de la santa
inquisición. No es que esté a favor de su reinstauración, no, muy lejos de ahí. Pero sí
quiero constatar, que muchos torturadores de la organización conocían este fenómeno, y
en algunos casos previo pago de algún estipendio por los familiares del preso, aplicaban a
éste métodos de tortura que generalmente hacen alcanzar la iluminación o nirvâna en el
momento de la muerte. El reo obtenía así una muerte piadosa a cargo de un verdugo, muy
buen profesional, del que carecemos hoy en día.
Pero, por qué no explotamos? De hecho, lo estamos haciendo. La mayoría de los canceres
no son más que células sometidas a un exceso de energía qì, provocado a su vez por un
exceso de campos electromagnéticos. La batería no explota porque el regulador de carga
desconecta el circuito. Nosotros no explotamos porque los bio-electrolitos a partir de un
determinado nivel de carga dejan de generar qì. Pero si la energía del exterior sigue siendo
demasiado elevada por un periodo de tiempo demasiado largo, y aumenta la temperatura
celular en un grado (1 grado centigrado) el mecanismo de regulación deviene insuficiente
y el organismo comienza a fabricar células cancerosas. El stress colectivo proviene, en
parte, de que nos damos cuenta, tenemos conciencia, de que los campos alrededor
nuestro son demasiado altos, pero no podemos huir de ellos. Cuando las condiciones del
medio no permiten la supervivencia de seres pluricelulares, la vida los descompone en
monocelulares.
Algunos cetáceos, presos en campos electromagnéticos creados por el hombre en sus
dementes luchas submarinas, se suicidan arrojándose a las costas al no poder soportar el
nuevo nivel sónico creado por el hombre, "el rey de la creación" que más bien merecería
el titulo de "exterminador de lo viviente".
Jing.
La esencia de la vida o jing, es de naturaleza liquida, viscosa o cuando más gelatinosa.
Nunca sólida. Jing es la sangre, las hormonas, la linfa, el cartílago gelatinoso, el liquido
cerebroespinal, el liquido amniótico, los humores del nervio ocular, el semen, la saliva, la
orina. Si de algo somos capaces, es de mantener, sin mezclarlos, muchos líquidos
diferentes en el mismo pellejo. En realidad tenemos muchos pellejos diferentes como bien
saben los cirujanos. Somos un saco de pellejos. Jing son también los procesos osmóticos
intercelulares o los intercambios energéticos entre neuronas. Todos estos líquidos y fluidos
están ionizados y son por ello conductores de la energía qì de un modo parecido a como
son conductores de la electricidad. Jing también son los huesos, que sólo devienen sólidos
tras la muerte. (La estructura del hueso vivo no es sólida sino cristalina.). Y, sobre todo jing
es la medula a cuyo cultivo dedicaremos un ejercicio.
Qi, energía, en la medicina tradicional china lidera al jing, es el general del jing, dirige al
jing.
Si el qì se mueve, el jing se mueve y hay salud y longevidad. Si el gì se estanca, el jing se
estanca y aparece la enfermedad. Tomemos una larva de mosquito, a ser posible del
mosquito tailandés del dengue que es uno de los insectos más energéticos que conozco.
Coloquemos la citada larva en una gota de almidón de arroz para que se esté quieta y
observemos con el microscopio a 150x. Con un poco de paciencia y destreza localizaremos
el aparato circulatorio de la larva. Si permanecemos observando veremos "pasar" un
pequeño glóbulo de energía de color blanco azulado a periodos de tiempo regulares. Esta
energía es el qì que se está moviendo en el jing. El shén sería aquí el sueño primigenio de
la larva en el que se sume al sentirse presa del medio. Volvamos a colocar la larva en su
medio acuático y regresemos al rollo. El qì es pues energía. Empleemos aún el símil de la
electricidad, que nos es familiar ya a todos, para aclarar este concepto de jing, qì y shén.
En un cable eléctrico, jing seria el cobre conductor, qì la energía eléctrica y el campo
electromagnético generado seria shén. La medicina, la química, la biología, la física han
aportado mucho a nuestro conocimiento del aspecto jing de la bioenergía.
Pero los científicos siguen negando el aspecto qì. Es decir siguen negando que un
conductor de la electricidad en un campo electromagnético genera energía. La sicología se
debate en el estudio del aspecto shén entre los que buscan reducirlo todo a jing y los que
creen en la existencia de espíritus desencarnados libres de jing o qì. Y, es un tema de
actualidad, porque la exploración espacial está detenida no porque no podamos enviar un
cohete a Marte o falten voluntarios, sino por la sencilla razón de que el alejamiento de la
tierra y de su campo electromagnético hace disminuir la cantidad de qì en el cuerpo
humano hasta el punto que amenaza la supervivencia de los astronautas. Se hace pues
cada día más urgente que abandonemos fanatismos y comencemos a estudiar seriamente
estos fenómenos que nos afectan en forma tan directa. No sólo para la exploración
espacial, sino también para algo tan sencillo como es la salud. O la supervivencia de la
especie.
El cuerpo humano está organizado en capas concéntricas, desde la médula que es nuestro
real centro, a los huesos, los tejidos y la piel. Contiene además órganos o sacos separados
por membranas y sistemas de conducción y comunicación. Cuando este conjunto,
conductor de la electricidad, pero complejísimo, ya que cada saco y humor tiene un
diferente grado de conductividad, está sometido a un campo electromagnético de la tierra
se produce el gì. No es ésta la única clase de qì. Al respirar tomamos oxigeno, pero
también qì. En la inhalación extendemos nuestro huevo de energía, aumentamos la
superficie de contacto con el campo electromagnético y obtenemos así más qi. En cierta
forma
"bombeamos" qì igual que bombeamos aire. Pero vamos a detenernos en dos ejercicios
iniciales acerca del gì.
Ejercicio básico de gì gong (mIh).
"La desfocalización del caballo".
De pie, con los pies separados la distancia entre los hombros, colocados paralelos, o con
las puntas un poco cerradas, y las rodillas flexionadas. Pongamos los brazos extendidos
frente al tórax, en forma circular, como si abrazáramos una gran pelota, las palmas de las
manos mirando al pecho. Hombros y cuello relajados. Vibremos un poco para asegurar
que estamos relajados. Es una de las posturas básicas de qigong o chi kung. La postura del
jinete. El feeling es como si montáramos a caballo. Pero los pies bien planos en el suelo, y
el peso repartido uniformemente sobre la suela. Desfocalicemos. Comencemos el ejercicio
de foco abierto que ya conocemos. Demos la misma importancia a todos los puntos de
nuestro campo visual. Al cabo de unos 5 minutos de desfocalización cerramos los ojos y
focalicemos nuestra atención en la respiración. Al inhalar imaginemos la energía entrando
por la nariz y dirigiéndose a los antebrazos y manos. Al exhalar imaginemos la energía
concentrándose en el interior de los huesos, en la medula. Practiquemos esto por no más
de 20 minutos. No más de una vez al día. El ejercicio provoca sensaciones de calor,
cosquilleos, etc. en los antebrazos y las manos. Es decir, con este ejercicio intentamos
dirigir la energía gì del aire a la medula de los huesos de antebrazos y manos. En el primer
tiempo, inhalación, dirigimos la energía de la nariz pasando por los hombros al exterior de
los antebrazos y manos, a la piel.
En el segundo tiempo, exhalación, dirigimos la energía de la piel hacia el interior, hasta la
medula, de antebrazos y manos. Igual que podemos decidir otras muchas funciones
corporales, tenemos también la facultad de dirigir el qì con nuestra atención y voluntad. Y,
éste es el ejercicio inicial en este proceso. Y el ejercicio básico.
Tras uno o dos meses de práctica, incluyamos las piernas en nuestro ejercicio y tras otros
dos meses todo el cuerpo. Inhalamos y dirigimos la energía adquirida a toda la periferia
del cuerpo, exhalamos y "hundimos" esta energía en la medula. Este ejercicio, uno de los
expuestos ya por Boddhidharma en su Clásico de la Medula tiene como consecuencia el
desarrollo de la cantidad de medula contenida en los huesos. Pero este ejercicio es más
antiguo. En textos taoístas ya podemos leer que "Los hombres verdaderos respiran con los
talones". Tras varios años de práctica puede medirse la diferencia en densidad de la
medula en los adeptos. Mayor cantidad de medula significa, entre otras cosas, una mejora
en el sistema inmunitario. De ahí la importancia de este ejercicio para el mantenimiento
de la salud. El ejercicio vibratorio.
En el estado místico, el adepto desaparece al conectar con el todo. Es todas las
manifestaciones del tao a la vez. El adepto debe "morir" para realizar esto. Su curiosidad,
su deseo de iluminación deben ser tan grandes que esté dispuesto a abandonar su cuerpo,
sin garantías de retorno, para entrar en mayor contacto y experimentar más al tài jí.
Muchas veces, casi siempre, el estado de nirvana va precedido de convulsiones corporales,
más o menos espectaculares, como las de Sta Teresa de Ávila o las de Cristo en la cruz. Los
chinos dirían aquí que las energías jing y qì se transforman en shén. El shén aparece
cuando jing y qì se hallan repletos.
Es muy peligroso escribir sobre estas cosas. Cualquier idiota puede quedarse con la
conclusión de que las convulsiones son buenas per se y lanzarse a una existencia convulsa,
o mal de San Vito. Hay que repetir que estas convulsiones SUCEDEN al abandonarnos en el
tao, y que en ningún caso deben ser buscadas. Son muy similares a las del orgasmo que no
hay que confundir con la eyaculación. En la sociedad actual muy pocos alcanzan el
orgasmo. La técnica tántrica o vía húmeda consiste precisamente en practicar el orgasmo
sin eyaculación. Estas convulsiones orgásmicas tienen una función de reequilibrio de la
energía en el individuo. Basado en estos hechos, Bodhidharma desarrolló el ejercicio
vibratorio que mejora la salud al movilizar el qì y prepara para soportar en mejores
condiciones las convulsiones pre-nirvánicas.
Terminemos pues con el segundo ejercicio vibrando nuestro cuerpo para repartir
uniformemente la energía. Esta vibración de todas las articulaciones del cuerpo puede
usarse a diario como centrado o reparto uniforme de energía. Durante el ejercicio
vibratorio favorecemos el reequilibrio entre shén, gì y jing. El ejercicio vibratorio puede
realizarse de unos segundos hasta un par de minutos de duración. No exceder este
tiempo. Es útil abrir la boca durante el ejercicio y liberar los sonidos que aparezcan.
Procuramos que la vibración llegue a todas las partes del cuerpo, conectándolas. Vibramos
a la máxima frecuencia que resulte confortable y relajada. Es un poco como saltar sobre sí
mismo, pero sin levantar los pies del suelo, con una amplitud muy pequeña y una
frecuencia alta. Tenemos pues una panoplia de ejercicios: foco abierto, tàiji o caminata
zen, y este ejercicio vibratorio.

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