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TEMA:

EL PRINCIPIO VITAL Y SU EFECTO SOBRE EL


MUNDO DE LAS COSAS. EL ROL DE LA FISICA
MODERNA EN LA RELACION MENTE - MATERIA.

CENTRO DE ESTUDIOS
MEDICOS HOMEOPATICOS
HAHNEMANNIANO DE
CORDOBA

FECHA: 2 DE NOVIEMBRE DE 2007


CATEDRA: FILOSOFIA
AÑO: PRIMERO
ALUMNA: MELINA VIERA
NUMERO DEL CEMHHCBA: 15
INTRODUCCION

La humanidad por siglos, bajo el engaño de las burdas apariencias y el contacto


material, ha sido cegada por lo que está más próximo; ha atribuido todas las cosas a lo
físico, y ha perdido de vista el hecho de que lo material no tiene ni puede tener, por sí
mismo, vida, poder, fuerza o energía. Lo físico depende por completo de aquello que se
manifiesta a través de él.
Todo lo que existe posee una fuerza o principio vital que determina su construcción
o su destrucción, su movimiento ambiental y el movimiento interno de las partes que lo
componen. Tal principio está determinado por el equilibrio entre los elementos materiales y
la voluntad del ser de manifestarse en el mundo de las formas.
Puede decirse que TODO TIENE VIDA, o que LA VIDA COMPENETRA
TODO. Desde el átomo hacia lo infinitamente pequeño, como hacia lo infinitamente
grande, el Principio Vital está presente de tal manera que en cuanto se dan las condiciones
apropiadas, éste comienza a manifestarse en virtud de la eterna Voluntad Creativa de Dios,
y por lo tanto, de las infinitas individualidades que pueblan el universo.
DESARROLLO

Por más benigno que sea nuestro entorno, no nos entrega aquello que necesitamos
en el momento preciso en que lo requerimos. Por ejemplo, no es posible igualar de
inmediato nuestra producción de energía, caloría por caloría, con los alimentos que
ingerimos, ni reemplazar cada gota de agua que perdemos con el sudor con un sorbo de
agua. Asimismo, tampoco podemos asegurar que nos hallemos siempre en un ambiente
templado.
La homeostasis garantiza al cuerpo la satisfacción de las necesidades, que
mantengamos una provisión de alimentos nutritivos para nuestras actividades; que las
células retengan agua aún cuando no la haya disponible en el exterior; y que la temperatura
corporal interna se mantenga en un nivel óptimo, a pesar de las fluctuaciones externas.
Procesos semejantes garantizan la satisfacción de nuestras necesidades sociales,
intelectuales y emocionales. Por ejemplo, el afecto y el estímulo mental son esenciales para
el desarrollo y la supervivencia, en especial durante la infancia; la necesidad de contacto
físico continúa a lo largo de toda la vida. La homeostasis completa en el nivel físico
requiere también de un equilibrio en todos los niveles subyacentes, de lo contrario la
enfermedad se materializará de una u otra forma.
Para los vitalistas, como lo era Hahnemann, esta homeostasis es mantenida por
cierta fuerza o energía vital dinámica que anima al organismo humano desde el momento
de la concepción; actúa como principio directriz que lo ordena y gobierna todos los
fenómenos psicológicos, biológicos y espirituales; se mantiene integrada a la unidad mente
– cuerpo, abandonándola en el momento de la muerte. Sin esta fuerza vital el organismo no
es capaz, ni de sensación, ni de funcionamiento, ni de propia conservación. Un cadáver que
ha perdido su energía de vida, se encuentra formado en el instante mismo de la muerte por
la misma estructura atómica que momentos antes de su fallecimiento, sin embargo la masa
es incapaz de funcionar. En su libro “El Organón de la Medicina” se refiere a ello en los
siguientes parágrafos:

Art. 9 – “En el estado de salud del hombre la fuerza vital autocrática que dinámicamente
anima el organismo material, gobierna con poder ilimitado. Conserva todas las partes del cuerpo
en admirable y armoniosa operación vital, tanto respecto a las sensaciones como a las funciones.
De este modo el espíritu dotado de razón que existe en nosotros, puede emplear estos instrumentos
vivos y sanos para los más altos fines de la existencia”.

Art. 10 – “El organismo sin la fuerza vital es incapaz de sentir, de obrar y de conservarse a
sí mismo; está muerto y cuando está sujeto únicamente al poder del mundo físico externo, se
descompone y se desintegra en sus productos químicos. Sólo cuando el principio vital inmaterial
(la fuerza vital), que lo anima tanto en estado de salud como en el de enfermedad, le permite sentir
todas las sensaciones y realizar todas las funciones vitales”.

Sin embargo, durante los últimos 250 años, la visión materialista del universo creció
constantemente en el pensamiento de las sociedades industrializadas, y por consiguiente, el
Vitalismo cayó en desprestigio. La ciencia llegó a considerar el mundo como
completamente explicable en términos puramente mecánicos. Se ha logrado una gran
cantidad de información con respecto al funcionamiento físico y químico del organismo
humano, datos que son correctos y no contradicen la idea de la fuerza vital, pero que
constituyen, desde el vitalismo, meras ayudas a la fuerza vital sobre el plano físico. Sin
embargo muchos científicos disienten actualmente con esta visión; así lo expresa Fred Alan
Wolf, doctor en física cuántica.
En su libro La mente en la materia, se refiere a este tema, dándole un tono de humor
sarcástico, que comparto con usted: “Yo soy un cuerpo. Al menos, así es como concibo
como científicamente mi ser físico: como una entidad, como un ser sustancial, como un
objeto físico viviente. Pero también tengo sentimientos, pensamientos y sensaciones que me
dicen que hay algo más que mi cuerpo. E intuyo que a algún nivel profundo, más allá de lo
que puedo ver o sentir, también soy algo más que mis sentimientos, pensamientos y
sensaciones. Sin embargo, si creo en los modelos normales de los científicos, entonces mi
experiencia, mi intuición, no es válida. Yo soy únicamente mi cuerpo. Nada más. Estos
modelos constituyen el mito materialista de la ciencia. Según este pensamiento científico
moderno y materialista, de alguna manera, yo (la conciencia indefinible que me
proporciona una conciencia de mi cuerpo) estoy constituido por un complejo de procesos
múltiples, ciegos y sencillos. Intervienen en ellos los fotones de luz, las partículas
subatómicas tales como los electrones, los átomos, las moléculas, las células y los órganos
y sobre todo el sistema nervioso. Por último, al final de esta multiplicidad de procesos de
complejidad creciente, a partir de lo simple y lo sencillo, surge toda mi conciencia
inteligente de mi cuerpo y de mi mente. Y aquí estoy yo, salido de un caldero borboteante
de lodo basado en el carbono, calentado por la electricidad. En menos de tres millones de
años de evolución, yo, descendiente de un caldo recalentado de ADN, camino por fin sobre
una tierra que, cuando yo era sopa, estaba sumergida en agua hirviendo. Mi mente y mi
cuerpo no son más que un sistema complejo de pedazos microscópicos, recalentados, de
carne muerta, que transmiten mensajes telegráficos.”

En este siglo se han producido grandes cambios de concepto con el advenimiento de


la física moderna a través del desarrollo de la teoría electrodinámica cuántica que describe
las interacciones electromagnéticas entre las partículas subatómicas. La materia y el espacio
vacío fueron los dos conceptos fundamentalmente distintos en que se basó el atomismo del
filósofo griego Demócrito y de sir Isaac Newton. En la relatividad general estos dos
conceptos ya no se pueden separar.
La física moderna nos muestra que los objetos materiales no son entidades distintas,
sino inseparables ligadas a su ambiente, que sus propiedades sólo pueden comprenderse
mediante su interacción con el resto del mundo.
La electrodinámica cuántica se origina de dos conceptos: el de campo
electromagnético y el de los fotones como manifestaciones particulares de las ondas
electromagnéticas. Dado que los fotones son ondas electromagnéticas y puesto que estas
ondas son campos vibratorios, los fotones deben ser manifestaciones de los campos
electromagnéticos. Este es el concepto de campo cuántico, es decir, un campo que puede
adoptar la forma de cuantos o partículas. Se trata de un concepto totalmente nuevo para
describir todas las partículas subatómicas y sus interacciones. Con ello se supera por
completo el contraste clásico entre las partículas sólidas y el espacio que las rodea. El
campo cuántico se considera como un entidad física fundamental, un medio que está
presente en todo el espacio. Las partículas son meras condensaciones locales de ese campo,
concentraciones de energía que van y viene, perdiendo así su carácter individual.
Figura 1. El campo cuántico como entidad
fundamental, y las partículas como
condensaciones locales de energía.

Los cuantos permitieron que la naturaleza se hiciera lo bastante flexible para dar
lugar a la transformación inexplicable de la no materia en materia, del tiempo en espacio y
de la masa en energía.
La idea de que existe una fuerza vital inteligente que anima al organismo humano, y
de que ésta puede ser un campo similar o análogo al campo magnético, abre nuevas
posibilidades a la terapéutica. Como nos referimos anteriormente, las partículas y las ondas
son intercambiables por completo a los niveles atómicos y subatómicos. El campo
electrodinámico es la interrelación de las partículas que se afectan entre sí mediante la
carga y el movimiento. Estas relaciones se pueden definir conforma a oscilaciones o
vibraciones.
Cada objeto o sustancia, sea natural o manufacturada, tiene su propio patrón
vibratorio. Todas las cosas vivas son energía vibrando con una frecuencia específica,
característica a la cual vibra con más facilidad. Una sustancia homogénea como el cristal,
vibrará con fuerza a una sola frecuencia, denominada su “frecuencia de resonancia” y con
menos fuerza a sus frecuencias armónicas.
Si golpeamos un diapasón medio frente a otro diapasón medio en el extremo de una
habitación, el segundo comenzará a vibrar en resonancia con el primero. Algo similar
ocurre cuando un cantante de ópera rompe un vaso de vidrio con su voz: su energía se ha
transferido a través del espacio. Si la energía transferida tiene la misma frecuencia de
vibración natural que el vaso, la transferencia energética continúa hasta un punto en que la
estructura molecular del vaso no puede soportar la presión y estalla; lo mismo sucede con
las moléculas.
Por lo tanto vemos que las vibraciones pueden tener un efecto a distancia e incluso a
distintos niveles de vibración, pero el efecto será armonioso sólo mediante el principio de
resonancia. Dicho de otro modo, la resonancia es una de las características de la naturaleza,
que explica como los distintos objetos naturales se “sintonizan” entre sí y cómo se
transfiere la información energética de un objeto a otro a través del espacio.
Figura 2. Resonancia. La información energética
se transfiere de un objeto a otro a través
del espacio, y se sintonizan entre sí.

Cuando la sustancia no es homogénea como un peñasco o un órgano del cuerpo,


cada componente tenderá a vibrar a su propia frecuencia de resonancia, pero la actividad
resultante del total no será reconocible fácilmente por nuestros sentidos.
En términos de vibraciones, el cuerpo humano se puede comparar con una orquesta
sinfónica. Cada curvatura, rotación o estiramiento de una unión química posee una
frecuencia de resonancia determinada. Dado qua las moléculas, el líquido y los iones están
constantemente golpeándose entre sí a temperatura ambiente, todas las partes se mueven de
manera permanente, absorbiendo y emitiendo energía; por tanto, la vibración resultante
varía constantemente. El resultado es una fuerte vibración, ordenada y estable, que es
mucho más que la suma de las vibraciones individuales.
Esta es la razón por la que el nivel de la fuerza vital del organismo se considera el
plano dinámico, que afecta a todos los planos de la existencia a la vez y con grados
variables de armonía y potencia. Es un proceso muy complejo, fluido, flexible y energético,
que responde y afecta, de forma simultánea, al ambiente circundante. Sin embargo, a pesar
de su complejidad, existen leyes y principios que rigen las influencias, tanto mórbidas
como terapéuticas, sobre tal sistema – leyes y principios basados en conceptos de
resonancia, armonía, refuerzo e interferencia -

Si la naturaleza junta dos cosas, produce algo nuevo con nuevas cualidades, que
no puede expresarse en términos de la calidad de sus componentes. Cuando se pasa de
electrones y protones a átomos, de éstos a moléculas, luego a compuestos moleculares,
etc…hasta la célula o el animal entero, en cada nivel encontramos algo nuevo, una nueva
vista que nos deja sin aliento. Cuando separamos dos cosas, perdemos algo, algo que
puede haber sido el rasgo más esencial (Szent – Györgyi 1963).
Si consideramos que toda la materia física es energía vibrante, podemos afirmar que
los distintos objetos vibrarán a frecuencias distintas y algunos de ellos resonarán en la
misma frecuencia.
Todo el organismo, y cualquiera de sus componentes, se puede reforzar o debilitar
según el grado de armonía, resonancia y fuerza de la misma influencia mórbida o
terapéutica que se le aplique.
Cuando el organismo se expone a un estímulo, sea mórbido o beneficioso, el primer
acontecimiento que se produce es un cambio de la velocidad de vibración en el plano
dinámico, el cual es capaz de responder y adaptarse, a la mayoría de los estímulos
rutinarios, sin un efecto notable en los campos mental emocional o físico. No obstante, si la
potencia del estímulo es mayor que la energía vital, se convoca al mecanismo de defensa
para que contrarreste el estímulo.
Existe un cierto umbral en cualquier persona por debajo del cual el plano dinámico
maneja los estímulos sin cambios visibles, y por encima del cual se generan procesos que el
individuo percibe como síntomas a uno o más planos.

Art. 11 – “Cuando una persona cae enferma, es solamente esta fuerza vital, espiritual y
automática, que existe en todo el organismo, la que primeramente se perturba por la influencia
dinámica de un agente morbífico, que es hostil a la vida; es solamente la fuerza vital desarreglada
a tal estado anormal, la que proporciona al organismo sus sensaciones desagradables, y le inclina
a los procesos irregulares que llamamos enfermedad; pues, como una fuerza invisible en sí, y sólo
perceptible por sus efectos en el organismo, su desarreglo morboso sólo se demuestra por las
manifestaciones de la enfermedad, en las sensaciones y funcionamiento de aquellas partes del
organismo expuestas a los sentidos del observador y del médico; es decir, por los síntomas
morbosos, y no puede hacerse manifiesto de ninguna otra manera”.

Antes de que se desarrollen los síntomas reales, se observa un período de latencia


durante el que el mecanismo de defensa comienza a adaptarse al efecto del estímulo. El
cambio en el plano dinámico es, desde luego, instantáneo, pero transcurre un cierto tiempo
antes de que el mecanismo de defensa genere síntomas que se expresan en los otros planos.
Según las circunstancias este período de latencia puede ser de horas, días o meses o años.
El cambio inicial del grado de vibración también altera la susceptibilidad de la
persona a otras influencias nocivas del mismo tipo. Este fenómeno se produce porque el
estímulo inicial ha cambiado la frecuencia resonante, lo que hace al organismo susceptible
sólo a nuevas influencias mórbidas sobre la nueva frecuencia resonante.
Una vez que se establece un estado de enfermedad a un nivel determinado, la
persona será relativamente resistente a la enfermedad a otros niveles, aunque los estímulos
sobre el mismo nivel de resonancia aún pueden producir cambios de la velocidad
vibratoria; esto quiere decir, que en un nivel determinado la susceptibilidad puede fluctuar
con rapidez, según factores como la fatiga, la alimentación, el clima, etc. No obstante una
persona no puede saltar por sí misma de un nivel otro.
Este cambio de susceptibilidad puede producirse por la exposición a diferentes
noxas: agentes infecciosos, emociones, cambios de clima, tratamiento con fármacos
alopáticos.
Lo que se genera es una debilidad en el mecanismo defensa, por lo cual se debe
aplicar un tratamiento que refuerce la frecuencia resonante de todo el organismo. Una vez
que esto se produce, el mecanismo de defensa de la fuerza vital comienza a funcionar con
eficacia, y se producirá un progreso en orden inverso a través de niveles vibratorios previos.
A la inversa, es cierto que un estímulo beneficioso de la frecuencia resonante correcta altera
la velocidad de vibración hacia una dirección de mayor salud.
Cualquier tratamiento a través del cual el estímulo terapéutico iguale al nivel de
receptividad del organismo es beneficioso. Y este beneficio puede ser duradero si se le deja
progresar sin molestias a pesar del desarrollo de nuevos síntomas a un plano más periférico.
Estos conceptos trasladados al lenguaje homeopático nos definen el concepto de que
cuando la fuerza vital se encuentra equilibrada nos encontramos en estado de salud;
entendiendo como tal a aquel estado de armonía de la mente y de equilibrio fisiológico de
los órganos, en el cual el espíritu puede servirse libremente del cuerpo para los más
elevados fines de la existencia. Su desarmonía, provocada por agentes hostiles de la vida o
noxas, se hace manifiesta a través de la aparición de síntomas mórbidos -estos síntomas de
enfermedad constituyen el lado accesible del observador y del médico-.

Art. 12 – “Lo único que origina las enfermedades, es la fuerza vital morbosamente
afectada. Por eso, los fenómenos morbosos accesibles a nuestros sentidos, en una palabra, revelan
toda la enfermedad. Por eso, la desaparición debida al tratamiento de todos los fenómenos y
alteraciones morbosas, distintos de la funciones vitales en estado de salud, indudablemente implica
el restablecimiento integral de la fuerza vital y por lo tanto supone previamente la vuelta al estado
de salud de todo el organismo”.

Por lo tanto, es importante considerar a la enfermedad como una expresión dinámica


de la perturbación de la energía vital. La enfermedad crónica se mantiene por que la Fuerza
Vital es incapaz de reequilibrarse por sí misma y la enfermedad clínica con predominio
psíquico o somático sería una solución imperfecta, un intento fallido de curación.

Art. 17 – “Toda vez que la curación que sucede a la extinción de la totalidad de los signos
y síntomas perceptibles de la enfermedad tiene al mismo tiempo por resultado la desaparición de la
modificación interior del principio vital, es decir, la extinción de la enfermedad, se deduce que el
médico – con sólo quitar la suma de los síntomas – hará desaparecer simultáneamente el cambio
interior del cuerpo y cesar el trastorno morboso de la fuerza vital; esto es, destruirá el total de la
enfermedad, la enfermedad misma. Pero destruir la enfermedad es restablecer la salud y éste es el
más elevado y único fin del médico que conoce el verdadero objeto de su misión la cual consiste en
ayudar a su prójimo y no perorar dogmáticamente”.

Es posible que un agente biológicamente activo produzca la curación de la


enfermedad si la resonancia o afinidad de la persona se equipara lo suficiente a la vibración
de la sustancia. De este modo se reestablece un sistema desequilibrado, introduciendo una
señal o “huella electromagnética” que cancela una frecuencia discordante o patológica
que perturba el cuerpo. Sólo el simillimun de ese paciente con una energía semejante a esa
Fuerza Vital desarmonizada puede producir la curación.
CONCLUSION

Decidí desarrollar este tema puntualmente porque cuando ingresé a estudiar


Homeopatía, muchos profesores me dijeron “no sabemos todo”, lo cual yo interpreté como
“hay respuestas que solamente ustedes van a poder dilucidar”. Por otro lado me costo
muchos años convencerme de los beneficios de la Homeopatía, y era mi necesidad buscar
información que me aclare el panorama. Sé que hoy tengo una pequeña base teórica que por
lo menos a mí me convence, y los resultados están a la vista, todos los días, con las
dolencias de mi familia, mis amigos y en las mías propias.
Me parece que va a llegar un punto, casi inevitable, en que materialismo y vitalismo
se hermanen, tal vez no como teorías del conocimiento, sino como hombres de carne y
hueso que compartan sus aciertos y desaciertos, y sus conclusiones nacidas de la
experiencia, su objetividad y su más profunda subjetividad.
Porque?
Porque los interrogantes son muchos y muy complejos, y sería una parcialización de
la verdad si sólo pudieran ser explicados por una de las partes.
Cuando nos formulamos preguntas que entran en otro nivel de verdad diferente, el
camino que debemos seguir debe consistir en esa acción de ensanchamiento del
conocimiento.
No hay pregunta que deba ser desatendida, ni pregunta que quede sin respuesta, sólo
que muchas respuestas quedan en la nebulosa por el hecho de no ser accesibles a nuestros
sentidos.
Pienso que en ese afán materialista de querer dar una explicación a todas las cosas
se ha descomplejizado al ser humano, y se desacreditaron teorías que la ciencia moderna
está haciendo resurgir. Sin embargo, no fueron pocas las personas que se plantearon que
hubiese otra realidad distinta a la que sólo podemos percibir.
En 399 a.C al gran filósofo Sócrates, le ofrecieron elegir entre el exilio de Atenas o
la pena de muerte, en castigo por hacer demasiadas preguntas desagradables. Eligió la
muerte, con la intención de convertirse en el mártir del derecho a la libre indagación, y lo
logró. Existía la difundida creencia de que Sócrates había traído la filosofía de los cielos;
por lo tanto, los patriarcas de la ciudad temían que impusiera sus preguntas a los dioses
mismos. La acusación fue la siguiente: “Sócrates comete delito y se mete en lo que no debe
al investigar las cosas subterráneas y celestes, al hacer más fuerte el argumento más débil
y al enseñar estas mismas cosas a otros”. El gobierno de Atenas probablemente sabía que,
cuando uno empieza a hacer preguntas, les es bastante difícil detenerse. Era demasiado
tarde, el genio ya había salido de la botella. En los siguientes 2.400 años, el hombre haría
un análisis crítico de todos sus aspectos y del contexto que lo rodeaba en el extraño mundo
en que vivía.
No seamos mártires como Sócrates; solo interroguemos a la naturaleza, busquemos
respuestas; vivamos plenamente como seres integrados en cuerpo, mente y espíritu. Seamos
hombres y mujeres de principios, indaguemos en nosotros mismos, en nuestra propio ser,
armonicemos al mundo con nuestra experiencia nacida de la voluntad de aquellos que
tienen presente la unidad de las cosas, seamos partícipes del mundo en que vivimos,
recreando una y otra vez nuestro propio destino, desarrollando cada día el amor y la
compasión. El genio de la botella nos pondrá pistas y se encargará de hacernos el camino
más llevadero y entretenido.
Cada acción, cada pensamiento y sentimiento viene motivado por una intención, y
esa intención es una causa que existe al tiempo que un efecto. Si participamos en la causa,
no nos es posible no participar en el efecto. Por este camino más profundo, somos
responsables de cada una de nuestras acciones, pensamientos y sentimientos o, lo que es lo
mismo, de nuestras intenciones; por eso es importante ser conscientes de éstas últimas, a fin
de elegir las intenciones de acuerdo a los efectos que deseamos provocar.

Si con nuestras acciones creamos armonía en nuestro entorno nos sentiremos


armoniosos, de este modo, experimentamos los efectos de lo que hemos creado, y como
consecuencia aprendemos a crear responsablemente. De esta manera, determinaremos los
efectos que conseguiremos en los demás y la naturaleza de la experiencia de nuestra vida.
El progreso es irreversible, posee ventajas e inconvenientes,
pero creo que hemos abusado de él y hemos cortado la relación esencial
con la naturaleza; “la naturaleza basta en todo y para todo”. La naturaleza
a la que el hombre pertenece, es una fuerza que todo lo abarca y condiciona
lo individual; el médico ha de conocer tanto la naturaleza como al
individuo, para poner a éste cuando está enfermo, en consonancia con
aquella. (Hipócrates).
BIBLIOGRAFIA
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2. Capra, Fritjof. El punto crucial. Editorial Estaciones. Año 1996. Parte IV.
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3. Copra, Deepak. La curación cuántica. Editorial Grijalbo. Año 1989. Cap.6.
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4. Eizayaga, Francisco Xavier. Tratado de Medicina Homeopática. Editorial
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6. Mitchell, Edgar. El camino del explorador. Editorial Longseller. Año 2001.
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7. Oschmann, James. Medicina Energética. Uriel Satori Ediciones de Reiki.
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8. Platón. Los Clásicos de Grecia y Roma. Editorial Planeta DeAgostini. Año
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9. Ryrie, Charlie. Las energías curativas del agua. Gaia Ediciones. Año 1999.
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10. Vithoulkas, George. Las leyes y principios de la Homeopatía en su
aplicación práctica. Editorial Paidós. Año 1997. Cap.4;5. Pág.82-113.
11. Vithoulkas, George. Homeopatía. Editorial Paidós. Año 1996. Cap.4;5.
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Otras Fuentes
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qué @#/!* sabes?. Pachamama Cine. Año 2006.
15. CEMMHCba. Apuntes de clase “Principios y Leyes que avalan la
Homeopatía” “Fuerza Vital”. Año 2007.
16. González, Zeferino. Filosofía Elemental. Libro Metafísica Elemental –
Cosmología. Año 1873. Cap.V. http:/www.filosofia.org.
17. Hahnemann, Samuel. El Organón de la Medicina. Comentado por David F.
Flores Toledo.Año 2001. Pág.141-153. http://www.publicaciones.ipn.mx

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