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El neurólogo Jean Martin Charcot enseñó a Freud la hipnosis como técnica para acceder a
contenidos mentales desagregados, pero creía que la hipnosis era en sí misma una prueba
de patología. A pesar de esto, muchos individuos "normales" son susceptibles a la
hipnosis. El trabajo de Charcot y de Janet en trastornos disociativos fue eclipsado por los
estudios psicoanalíticos de Freud. Freud inició una exploración similar de los fenómenos
disociativos en sus primeros escritos con Breuer, pero reformuló el papel de la capacidad
de disociarse a través de los "estados hipnoides". A medida que se enfocó en pacientes
con otros trastornos, como los obsesivo-compulsivos, disminuyó su interés en la
disociación como mecanismo de defensa y aumentó su interés en la represión como
modelo de olvido motivado por procesos inconscientes.
En cuanto a los primeros estudios que examinaron las respuestas al trauma, aunque
aportaron pistas sobre los síntomas disociativos, estos no fueron siempre valorados de
forma sistemática. Lindemann observó en un artículo clásico sobre la sintomatología y el
tratamiento de la aflicción aguda inmediatamente después del incendio de Coconut Grove
que los individuos que actuaron como si hubiera pasado muy poca cosa o no hubiera
pasado nada tenían un pronóstico muy malo. La ausencia de síntomas postraumáticos en
este grupo comparada con la agitación, disforia e inquietud que presentaron la mayoría de
supervivientes condujo a Lindemann a formular el proceso normal de la reacción de duelo
aguda. Actualmente, varios investigadores han observado que la insensibilidad en
respuesta a un trauma es un predictor de sintomatología posterior de un trastorno por
estrés postraumático (TEPT). La insensibilidad psíquica explicó un 20% de la varianza en la
aparición tardía de un TEPT entre los soldados de combate israelíes, según Solomon y sus
colaboradores, y la insensibilidad en respuesta a los incendios de Ash Wednesday Bush
que se produjeron en Australia fue un gran predictor de sintomatología postraumática
tardía, según McFarlane.
Esta nueva categoría diagnóstica no solo debería ser utilizada para investigar los procesos
de adaptación a un suceso traumático, sino también para la intervención preventiva
precoz. Aunque la disociación puede ser útil en el momento del trauma, si dura
demasiado tiempo puede interferir con el proceso necesario para olvidar la experiencia
traumática y reducir la posibilidad de síntomas posteriores. Por lo tanto, la psicoterapia
temprana que ayuda a los individuos a reconocer, soportar y olvidar la experiencia
traumática es útil para reducir la incidencia de TEPT a largo plazo. Esto es especialmente
importante para prevenir el desarrollo de síntomas crónicos y mejorar la calidad de vida
de las personas que han experimentado un trauma.
El trastorno de identidad disociativo cada vez se diagnostica con mayor frecuencia durante
la infancia (Kluft, 1984a), pero habitualmente emerge entre la adolescencia y la tercera
década de la vida; raramente se presenta como un trastorno nuevo a partir de los 40 años,
aunque existe un retraso considerable entre la presentación inicial de los síntomas y su
diagnóstico (Putnam y col., 1986). Si no se trata, se convierte en un trastorno crónico y
recurrente. Raramente remite de forma espontánea, aunque los síntomas pueden
desaparecer durante largos períodos de tiempo (Kluft, 1985). El trastorno de identidad
disociativo se ha descrito como «la patología del encubrimiento» (Gutheil, citado por
Kluft, 1988, p. 575). La disociación impide por sí misma el autocontrol y la descripción
precisa de los síntomas. Muchos pacientes que sufren este trastorno no son totalmente
conscientes de la extensión de la sintomatología disociativa. Estos pacientes no suelen
querer contar sus síntomas debido a que frecuentemente hallan un escepticismo por
parte de la gente. Además, debido a que la mayoría de los pacientes con un trastorno de
identidad disociativo presentan una historia de abusos físicos o la verguenza asociada con
estas experiencias, así como el miedo al castigo, puede inhibir la información de los
síntomas.
Los síntomas disociativos provocados por un trance se caracterizan por una repentina
alteración en la conciencia, sin la presencia de identidades alternativas, lo que indica que
estos síntomas afectan más la conciencia que la identidad. Los comportamientos durante
un trance disociativo suelen ser simples y pueden incluir colapsos, inmovilidad, vértigo,
gritos, chillidos o llanto. Aunque la memoria rara vez se ve afectada, puede haber una
amnesia fragmentada en algunos casos. Estos síntomas a menudo van acompañados de
cambios súbitos y extremos en el control motor y sensorial, como en el caso del ataque de
nervios en Latinoamérica, que se estima que afecta al 12% de la población en Puerto Rico
a lo largo de su vida. Durante un ataque de nervios, la persona puede convulsionar,
hiperventilar, gritar y mostrar movimientos agitados y agresivos, seguidos de un colapso y
pérdida de conciencia. Después del episodio, la persona puede estar cansada y tener una
cierta amnesia sobre el evento. En el trastorno por trance malayo, conocido como "latah",
la persona puede experimentar una repentina visión de un espíritu que los amenaza, lo
que puede provocar gritos, llanto y comportamientos desordenados que pueden requerir
restricción. Posteriormente, puede haber amnesia, pero la persona afectada puede no
poder identificar claramente al espíritu que los atacó.
Conclusión:
La primera vez que escuché sobre un caso de trastorno de identidad disociativo fue el de
Billy Milligan, y recuerdo que todo comenzó como una forma de protegerse de la violencia
ejercida por su padrastro. Lo que más me llamó la atención de eso es cómo cada evento
traumático le generaba una identidad nueva, una personalidad que podía enfrentar esa
situación mejor que Billy y cómo se fueron dando cuenta de la existencia de cada uno.
También recuerdo el largo proceso de integración hasta que quedara uno (confieso que ya
me había encariñado con varios). Y algo que también me quedó marcado es cómo
después de un tiempo de llevar una vida “normal” ante otro suceso impactante, volvieron
a brotar sus identidades. Creo que ese trastorno en particular es hasta la fecha polémico
porque muchas personas dudan de su veracidad, lo que también perjudica a los pacientes
que lo presenten, además de las situaciones legales.
Respecto a la amnesia disociativa, yo conocí a una chica que no recuerda cierta parte de
su infancia, pero recuerda que de un día para otro le daba mucho miedo ir a la escuela,
cosa extraña porque ella disfrutaba mucho estar ahí, el miedo era tanto que dejó de ir
unos días porque cuando iba a entrar se ponía a llorar y a querer escapar, al cabo de unos
días ya pudo ir con normalidad. La hipótesis de varios profesionales es que algo pasó en
ese lugar que le causó esa reacción, y que tal vez “olvidó” ese evento debido al trauma.