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USTED LE IMPORTA A DIOS.

Charles Stanley
En la segunda de una serie de promesas para superar los temores, el Dr. Stanley
enfatiza cuán valioso es usted para nuestro Padre celestial y cómo nada puede cambiar
eso.
Hace poco comenzamos una serie sobre la superación de nuestros miedos, esos
pensamientos que surgen, sacuden nuestro mundo y nos llenan de ansiedad.
Comenzamos con el pensamiento debilitador:

“Estoy completamente solo. Nadie me va a ayudar”.

Pero hay un pensamiento que a menudo sigue a esa sensación de soledad, y es este:

“Esto está sucediendo porque Dios no me ama. Tengo muchos defectos, estoy
demasiado dañado, y por eso Dios me ha rechazado”.

Aunque sabemos en teoría que el Señor está con nosotros, nos resulta difícil creer que
Él en realidad se preocupe por nosotros porque conocemos nuestros propios fallos y
defectos. Estamos marcados por la forma en la que otros nos han abandonado y
rechazado a lo largo de los años. Si personas igual de imperfectas que nosotros nos
han rechazado, ¿cómo puede aceptarnos un Dios perfecto? De la misma forma, al ver
todo el sufrimiento del mundo, nos preguntamos si hemos hecho algo para que el
Padre se enfade con nosotros.

Pero como creyente en Jesucristo, puede tener la plena seguridad de que su amoroso
Padre celestial le ha elegido a usted, le acepta como su hijo y quiere ser parte de su
vida. El apóstol Pablo da fe de esto cuando dice: “Habéis recibido el espíritu de
adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo” (Ro 8.15-17). Usted debe entonces aceptar el hecho
de que el Padre le ama y se regocija al llamarle suyo.

La voluntad de Dios era que nuestro vínculo con Él fuera lo más fuerte posible, así que
lo hizo a través de la relación más preciosa posible: aceptándonos como sus hijos. Nos
atrajo a sí mismo de manera intencional, eligiéndonos para que le conociéramos,
experimentáramos su salvación y pasáramos la eternidad con Él. Dios no nos salva
porque tenga que hacerlo; nos redime porque desea tener una relación profunda y
significativa con nosotros.

¿Está Dios de acuerdo con todo lo que usted hace? No siempre. ¿Se decepciona cuando
usted peca? Sí, pero ¿hay algo en este mundo que pueda hacer que usted le importe
menos? No, en lo absoluto. El Señor le ama de la manera más plena, incondicional y
sacrificial de lo que usted pueda imaginarse. Él conoce cada pensamiento inadecuado
en su mente y cada desagradable meditación de su corazón. Él se da cuenta de sus
defectos, deficiencias, limitaciones, imperfecciones físicas, debilidades relacionales y
deficiencias emocionales. Él ve todo esto de una manera más profunda, como nadie
más lo hará. Y, aun así, lo sacrificó todo para que usted pudiera pasar la eternidad con
Él porque no podía soportar estar separado de usted (Ro 5.8).

Haga suya esa verdad. La única Persona con autoridad para juzgar su valor, que posee
y rige cada cosa en toda la Creación, hizo esta valoración eterna: Vale la pena morir
por usted. Usted merece la pena ser comprado con su propia sangre. Por lo tanto,
nadie más tiene derecho a condenarle o a cuestionar su importancia. Ni siquiera usted
mismo. Nada en lo absoluto puede separarle de su amor (Ro 8.38, 39) o apartarle de
su mano soberana (Jn 10.27-29).

Usted podría sentirse tentado a pensar: “Esto está sucediendo porque Dios no me
ama. Tengo muchos defectos, estoy demasiado dañado, y por eso Dios me ha
rechazado”.

Luche contra ese pensamiento con la verdad:

Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.
—Salmo 34.18

Los que teméis a Jehová, alabadle; glorificadle, descendencia toda de Jacob, Y temedle
vosotros, descendencia toda de Israel. Porque no menospreció ni abominó la aflicción
del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó. —Salmo
22.23, 24

Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a


Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Por esto orará a ti todo santo en el
tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente en la inundación de muchas aguas no
llegarán éstas a él. Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de
liberación me rodearás. —Salmo 32.5-7

Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del
pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó
mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto
muchos, y temerán, y confiarán en Jehová. —Salmo 40.1-3

Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre
los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros
nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová
de los que le temen. —Salmo 103.11-13

Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he


amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. —Jeremías 31.3

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros. —Romanos 5.8

Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. —Romanos 8.1

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados. —Romanos 8.28

Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo


por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del
amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. —Romanos 8.38, 39

Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de
nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o
que durmamos, vivamos juntamente con él. —1 Tesalonicenses 5.9, 10
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad. —1 Juan 1.9

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. —1
Juan 3.1

Que toda la gloria sea para Dios, quien es poderoso para evitar que caigan, y para
llevarlos sin mancha y con gran alegría a su gloriosa presencia. —Judas 1.24 NTV

La semana que viene, veremos el siguiente temor: “La economía se está


desmoronando. Me voy a quedar sin nada”.

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