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Christina Lauren The Soulmate Equation
Christina Lauren The Soulmate Equation
Traducción:
Afterglow
Amy
Aryancx
DarkDream
Elisa
Elyeng18
Emma Bane
Haze
Helkha Herondale
jackytkat
Kavire
Lazo Rita
Lilu
Lovelace
Lyn♥
Malva Loss
mym_24
Nea
St. Torrance
Tati Oh
Corrección:
Afterglow
BLACKTH RN
Elyeng18
Emma Bane
♡Herondale♡
Jeivi37
Lazo Rita
Lyn♥
mym_24
Roni Turner
St. Torrance
Edición:
Mrs. Carstairs~
Roni Turner
Diseño:
Gy Rmz
EPUB:
August
Para Holly Root, nuestra Match de Diamante.
CAPÍTULO UNO
Jessica Davis solía pensar que era una verdadera tragedia que solo el
veintiséis por ciento de las mujeres creyera en el amor verdadero. Por
supuesto, eso había sido casi una década atrás, cuando no podía imaginar
otra cosa que sentirse profunda y apasionadamente obsesionada con el
hombre que algún día se convertiría en su ex. Esta noche, sin embargo, en
su tercera primera cita en siete años, le asombró que el número fuera tan
alto.
—Veintiséis por ciento —murmuró, inclinándose hacia el espejo del
baño para aplicarse más lápiz labial—. Veintiséis mujeres de cada cien
creen que el amor verdadero es real. —Poniendo la tapa de nuevo, Jess se
echó a reír, y su exhausto reflejo le devolvió la carcajada.
Lamentablemente, su noche estaba lejos de terminar. Aún tenía que soportar
el plato principal; los aperitivos habían durado cuatro años. Por supuesto,
eso se debía a la tendencia de Travis de hablar con la boca llena,
compartiendo historias demasiado específicas sobre cómo encontró a su
esposa en la cama con su socio comercial y el consiguiente enmarañado
divorcio. Pero comparando con las demás primeras citas, razonó Jess,
podría haber sido peor. Esta cita estaba yendo mejor, sin dudarlo, que la del
chico de la semana pasada, que estaba tan borracho que cuando apareció en
el restaurante cabeceó incluso antes de haber pedido nada.
—Vamos, Jess. —Dejó caer el labial de nuevo en su bolso—. No tienes
que preparar, servir o limpiar después de la cena. La comida en sí vale al
menos una historia más sobre su exesposa.
La puerta de un cubículo se abrió con un clic, sobresaltándola, y una
esbelta rubia salió de ella. Miró a Jess con lástima. Para esta mujer, ella
debía parecer un perro mojado bajo la lluvia.
—Dios, lo sé —admitió Jess con un gemido—. Estoy hablando conmigo
misma en un baño. Denota exactamente cómo va mi noche hasta ahora.
Ni una risa. Ni siquiera una sonrisa de cortesía, mucho menos de
camaradería. En lugar de eso, se movió lo más lejos posible hasta el final de
la fila vacía de lavabos y comenzó a lavarse las manos.
Bien.
Jess volvió a rebuscar en su bolso, pero no pudo evitar mirar hacia el
final del mostrador. Sabía que no era educado mirar fijamente, pero el
maquillaje de la otra mujer era impecable, y sus uñas estaban perfectamente
cuidadas. ¿Cómo diablos lo lograban algunas mujeres? Jess consideraba
una victoria cuando lograba salir de su casa con la cremallera subida. Una
vez, explicó una temporada completa de análisis de datos a una sala llena de
ejecutivos de marketing con maquillaje en un solo ojo. Esta hermosa
extraña probablemente no se había visto obligada a cambiarse de atuendo
después de limpiar brillantina de un gato de seis meses y también de una
niña de siete años. Probablemente nunca tenía que disculparse por llegar
tarde. Probablemente ni siquiera tenía que afeitarse. Simplemente era
naturalmente suave en todas partes.
—¿Estás bien?
Jess parpadeó volviendo en sí, dándose cuenta de que la mujer le estaba
hablando a ella. Realmente no había forma de fingir que no había estado
mirando fijamente su escote.
Resistiendo la tentación de cubrir sus menos impresionantes atributos,
Jess le ofreció un pequeño y avergonzado saludo.
—Lo siento. Solo estaba pensando que tu gatito no está cubierto de
brillantina también.
—¿Mi qué?
Se volvió hacia el espejo. Jessica Marie Davis, contrólate. Ignorando el
hecho de que todavía tenía audiencia.
Jess canalizó a Nana Jo: «Tienes mucho tiempo. Sal, come algo de
pasta, y vete a casa», decía en voz alta. «No tienes ningún reloj
apresurándote».
△▽△▽△▽△▽△▽△▽△
—Solo digo, que el reloj sigue haciendo tictac. —Fizzy hizo un gesto
vago hacia el trasero de Jess—. Ese trasero no estará tan arriba y tan
apretado para siempre, ya lo sabes.
—Tal vez no —dijo Jess—, pero Tinder no me va a ayudar a encontrar
un buen chico que lo sostenga tampoco.
Fizzy levantó la barbilla a la defensiva.
—He tenido el mejor sexo de mi vida en Tinder. Te juro que te estás
rindiendo demasiado rápido. Estamos en la era en la que las mujeres
disfrutan y no se disculpan por haber conseguido que las saquen a pasear
una, dos, o incluso más veces. Travis puede estar obsesionado con su
exesposa, pero vi su foto y está buenísimo. Tal vez hubiera sacudido tu
mundo por una hora o dos después del tiramisú, pero nunca lo sabrás,
porque te fuiste antes del postre.
Jess hizo una pausa. Quizás…
—Maldita sea, Fizzy.
Su mejor amiga se echó hacia atrás, presumida. Si Felicity Chen
decidiera empezar a vender Amway, Jess simplemente le entregaría su
billetera. Fizzy estaba hecha de carisma, brujería y mal juicio. Esas
cualidades la convertían en una excelente escritora, pero también eran en
parte la razón por la que Jess tenía la letra de una canción mal escrita
tatuada en el interior de su muñeca derecha, un desastroso y ni por cerca
parecido fleco a lo Audrey Hepburn durante seis deprimentes meses en el
2014, y una asistencia a una fiesta de disfraces en Los Ángeles que resultó
ser una escena de BDSM en un sótano-calabozo. A la pregunta de Jess
«¿Me trajiste a una fiesta sexual en un calabozo?», Fizzy respondió: «¡Sí,
todo el mundo en Los Ángeles tiene calabozos!».
Fizzy se colocó un mechón de pelo negro brillante detrás de la oreja.
—Está bien, hagamos planes para tu próxima cita.
—No. —Jess abrió su portátil y entró a su correo electrónico. Pero
incluso con su atención fija en otra parte, era difícil pasar por alto el ceño
fruncido de Fizzy—. Fizz, es difícil con una hija.
—Esa es tu excusa siempre.
—Porque siempre tengo una hija.
—También tienes abuelos que viven al lado y son más que felices de
cuidarla mientras tú estás en una cita, y una mejor amiga que piensa que tu
hija es más genial que tú. Solo queremos que seas feliz.
Jess sabía que lo querían. Por eso había accedido a probar las aguas de
Tinder en primer lugar.
—Está bien, te seguiré la corriente —le dijo—. Digamos que conozco a
alguien asombroso. ¿Dónde me voy a acostar con él? Era diferente cuando
Juno tenía dos años. Ahora tengo una niña de siete años con sueño ligero y
perfecta audición, la última vez que fui a la casa de un chico estaba tan
desordenado que un par de sus calzoncillos se me pegaron a la espalda
cuando me levanté para ir al baño.
—Asqueroso.
—Así es.
—Aun así. —Fizzy se pasó un dedo pensativo por debajo del labio—.
Los padres solteros hacen que funcione todo el tiempo, Jess. Mira a La tribu
Brady.
—¿Tu mejor ejemplo es una comedia de los cincuenta? —Cuanto más
intentaba convencerla Fizzy, menos quería Jess volver a salir.
—La señora Brady no se rindió. Es todo lo que digo.
—En 1969 solo el trece por ciento de los padres estaban solteros. Carol
Brady era una pionera. Yo no.
—¡Latte de vainilla! —gritó Daniel, el barista, por encima del estruendo
de la cafetería.
Fizzy le indicó que no había terminado de ser un dolor en el trasero de
Jess antes de ponerse de pie y dirigirse al mostrador.
Jess había estado yendo a la cafetería Twiggs todos los días durante casi
el mismo tiempo que había estado trabajando de autónoma. Su vida, que
esencialmente existía en el radio de una cuadra, era extremadamente
manejable, así como estaba. Llevaba a Juno a la escuela justo al final de la
calle de su bloque de apartamentos mientras Fizzy tomaba la mejor mesa —
en la parte de atrás, lejos del resplandor de la ventana, pero cerca del
tomacorrientes que aún funcionaba— a las siete y media cada mañana. Jess
hacía números mientras Fizzy escribía novelas, y en un esfuerzo por no ser
sanguijuelas, pedían algo cada noventa minutos; los premios tenían el
beneficio de incentivarlas a trabajar más, y a chismear menos.
Excepto ese día. Desde ya podía decir que Fizzy iba a ser implacable.
—Bien. —Su amiga regresó con su bebida y un pastelito de arándanos;
se tomó un momento para ubicarse—. ¿Dónde estaba?
Jess mantuvo sus ojos en el correo electrónico frente a ella, fingiendo
leerlo.
—Creo que estabas a punto de decir que es mi vida y que debería hacer
lo que creo que es mejor.
—Ambas sabemos que no es algo que yo diría.
—¿Por qué soy tu amiga?
—Porque te inmortalicé como la villana en Crimson Lace, y te
convertiste en una fan favorita así que no puedo matarte.
—A veces me pregunto si estás respondiendo a mis preguntas o
simplemente estás continuando una conversación en curso dentro de tu
cabeza.
Fizzy comenzó a despegar el papel de su pastelito.
—Lo que iba a decir es que no puedes tirar la toalla por una mala cita.
—No es solo una mala cita —dijo Jess—. Es el agotador y extraño
proceso de intentar ser atractiva para los hombres. Trabajo de forma
independiente con algoritmos de datos y considero que mi atuendo más
sexy es mi vieja camisa de Buffy y un par de pantalones cortos. Mi pijama
favorito es una camiseta sin mangas muy raída y unos pantalones de yoga
de maternidad.
Fizzy gimió un quejumbroso «No».
—Sí —dijo Jess, enfáticamente—. Y además de todo eso, tuve una hija
cuando la mayoría de la gente de nuestra edad seguía mintiendo acerca de
que les gustaba el Jägermeister. Es difícil pulirme para un perfil de citas.
Fizzy se rio.
—Además, odio quitarle tiempo a Juno por un tipo al que
probablemente nunca volveré a ver.
Fizzy sopesó eso por un momento.
—¿Así que… eso es todo? Jessica, tuviste dos citas con dos hombres
atractivos, aunque aburridos.
—Hasta que Juno sea mayor, sí.
Miró a Jess con sospecha.
—¿Qué tan mayor?
—No lo sé. —Jess tomó su café, pero su atención estaba atrapada
cuando el hombre al que se referían como «Americano» entró a Twiggs,
caminando al frente en el momento justo (8:24 de la mañana) con sus
piernas largas, oscuro cabello, ceño fruncido y sensación de ser arisco, sin
hacer contacto visual con ninguna persona.
—¿Tal vez cuando esté en la universidad?
Cuando los ojos de Jess se apartaron de Americano, el horror se apoderó
de los ojos de Fizzy.
—¿Universidad? —Bajó la voz cuando prácticamente todas las cabezas
en la cafetería se giraron hacia ellas—. ¿Me estás diciendo que, si me siento
a escribir la novela de tu futura vida amorosa, estaría escribiendo sobre una
heroína que está felizmente mostrando su cuerpo a un tipo por primera vez
en dieciocho años? Cariño, no. Ni siquiera tu vagina perfectamente
conservada puede lograrlo.
—Felicity.
—Como una tumba egipcia ahí dentro. Prácticamente momificada —
murmuró Fizzy en un sorbo.
Al frente, Americano pagó su bebida y luego se hizo a un lado, absorto
escribiendo algo en su teléfono.
—¿Cuál es su problema? —preguntó Jess en silencio.
—De verdad te gusta Americano —dijo Fizzy—. ¿Te das cuenta de que
lo miras todos los días?
—Tal vez encuentre fascinante su comportamiento.
Fizzy dejó que sus ojos se posaran en su trasero, el cual estaba oculto
por un abrigo azul marino.
—¿Lo llamamos su «comportamiento» ahora? —Se inclinó, escribiendo
algo en el Cuaderno de Ideas que mantenía cerca de su portátil.
—Todos los días viene aquí y emite la sensación de que, si alguien
intentara hablarle, cometería un asesinato —bromeó Jess.
—Tal vez es un asesino a sueldo.
Jess también lo inspeccionó de arriba abajo.
—Más como un profesor de arte medieval estreñido socialmente. —
Trató de recordar cuándo había comenzado a entrar ahí. ¿Quizá hacía dos
años? De lunes a viernes, a la misma hora todas las mañanas, misma
bebida, y el mismo hosco silencio. Aquel era un vecindario peculiar y
Twiggs era su corazón. La gente entraba para quedarse, beber, charlar;
Americano destacó no por ser raro o excéntrico, sino por ser silencioso en
un espacio lleno de bulliciosos, pero adorables, bichos raros.
»Bonita ropa, pero dentro de ella está todo malhumorado —murmuró
Jess.
—Bueno, tal vez necesite tener sexo, como alguien más que conozco.
—Fizz. He tenido sexo después de haber dado a luz a Juno —dijo Jess
exasperada—. Solo digo que no me queda tiempo para un compromiso, y
no estoy dispuesta a soportar citas aburridas o absolutamente terribles solo
por orgasmos. Hacen aparatos que funcionan con baterías para eso.
—No estoy hablando solo de sexo —dijo Fizzy—. Estoy hablando de no
ponerte siempre en último lugar. —Hizo una pausa para hacer un ademán a
Daniel, que estaba limpiando una mesa cercana—. Daniel, ¿escuchaste todo
eso?
Él se enderezó y le dedicó la sonrisa que había hecho que Fizzy
escribiera al héroe de Destiny Devil con Daniel en mente, y hacerle todo
tipo de cosas sucias en el libro que no se había atrevido a hacer en la vida
real.
Y nunca lo haría: Daniel y Fizzy salieron una vez el año pasado, pero
rápidamente terminaron las cosas cuando se encontraron en una reunión
familiar. Su reunión familiar.
—¿Cuándo no podemos escucharte? —preguntó.
—Dios, entonces por favor, dile a Jess que tengo razón.
—¿Quieres que opine sobre si Jess debería estar en Tinder solo para
echar un polvo? —preguntó.
—De acuerdo, síp. —gimió Jess—. Así es como se siente tocar fondo.
—¡O cualquier sitio de citas que le guste! —gritó Fizzy, ignorándola—.
Esta mujer es joven y sexy. No debería desperdiciar los buenos años que le
quedan en jeans de mamá y sudaderas viejas.
Jess miró su atuendo, lista para protestar, pero las palabras se
marchitaron en su garganta.
—Tal vez no —dijo Daniel—, pero si ella es feliz, ¿importa si está
desaliñada o no?
Sonrió triunfante hacia Fizzy.
—¿Ves? Parece que Daniel está en el equipo Jess.
—¿Sabes? —le dijo Daniel ahora, haciendo una bola con el trapo en las
manos, presumido con conocimiento interno—. Americano también es un
romántico.
—Déjame adivinar —dijo Jess, sonriendo—. ¿Es anfitrión de un sótano-
calabozo sexual en Los Ángeles?
Solo Fizzy rio. Daniel se encogió de hombros con timidez.
—Está a punto de lanzar una empresa vanguardista de emparejamiento.
Ambas mujeres se quedaron en silencio. ¿Una qué?
—¿Emparejamiento? —preguntó Jess—. ¿El mismo Americano que
viene aquí todos los días y nunca le sonríe a nadie? —Señaló la puerta
detrás de ella por la cual había salido hacía solo un minuto—. ¿Ese tipo?
¿Que está buenísimo pero que lo estropea con ese filtro antisocial y
malhumorado?
—El mismo —dijo Daniel, asintiendo—. Puede que tengas razón en que
necesita sexo, pero supongo que le va bien por sí mismo.
△▽△▽△▽△▽△▽△▽△
Fizzy se había ido por las ramas, pero al menos ocurrió un lunes; Pops
recogía a Juno de la escuela los lunes por la tarde y la llevaba a la
biblioteca. Jess pudo preparar una propuesta para Genentech, concertar una
reunión con Whole Foods para la próxima semana, y revisar algunas hojas
de cálculo antes de ir a casa y empezar la cena.
Su auto, con diez años de antigüedad y apenas cincuenta mil kilómetros
recorridos, se usaba tan rara vez que ni siquiera podía recordar la última
ocasión en la que tuvo que repostar. Todo en su mundo, pensó Jess contenta
de camino a casa, estaba al alcance de su mano. University Heights era la
combinación perfecta de apartamentos y casas desiguales ubicadas entre
pequeños restaurantes y negocios independientes. Francamente, el único
beneficio de la cita de anoche fue que Travis había accedido a verse con ella
en El Zarape, a solo dos puertas de distancia; lo único peor que haber tenido
la conversación más aburrida del mundo durante la cena, habría sido
conducir hasta Gaslamp para hacerlo.
Con aproximadamente dos horas para la puesta de sol, el cielo se había
teñido de un tono gris azulado, con lluvia amenazante que enviaría a
cualquier conductor del sur de California a un confuso alboroto. Había una
multitud dispersa y bulliciosa como todos los lunes, en la plataforma de la
nueva cervecería Kiwi en esa calle, y la omnipresente fila en el Bahn Thai
se estaba convirtiendo rápidamente en una maraña de cuerpos hambrientos;
tres traseros estaban unidos a humanos que actualmente estaban ignorando
el letrero que decía que los clientes no se podían sentar en el pórtico
privado al lado del restaurante. El inquilino de Nana y Pops, el señor
Brooks, había instalado una cámara con timbre para las unidades frontales y
casi todas las mañanas le daba a Jess un informe detallado de cuántos
millennials fumaban cigarrillos electrónicos en su escalón de entrada
mientras esperaban una mesa.
Su casa apareció a la vista. Juno había nombrado su complejo de
apartamentos «La Residencia Harley» cuando tenía cuatro años, y aunque
no tenía ni por cerca el ambiente pretencioso que requería para ser una
residencia con R mayúscula, el nombre le quedaba.
La Residencia Harley era verde brillante y se destacaba como una
esmeralda contra el color tierra de la pared de estuco de los edificios
adyacentes. El lado que daba a la calle estaba decorado con una franja
horizontal de tejas rosadas y violetas formando un patrón de arlequín;
jardineras de color rosa eléctrico derramaban exuberantes flores durante
todo el año. Los abuelos de Jess, Ronald y Joanne Davis, habían comprado
la propiedad el año que Pops se retiró de la marina, que fue
aproximadamente al mismo tiempo que el novio formal de Jess decidió que
no estaba hecho para ser padre y quería conservar la opción de poner su
pene en otras chicas.
Jess había empacado a una Juno de dos meses y se mudó al bajo de dos
dormitorios que daba al bungalow de Nana y Pops en la parte trasera de la
propiedad. Dado que habían criado a Jess en Mission Hills hasta que se fue
a la universidad en UCLA, la transición fue básicamente nula. Y ahora, su
pequeño y perfecto pueblo la ayudó a criar a su hija.
La puerta lateral se abrió con un pequeño chirrido, luego se cerró con
llave tras ella. Por un camino estrecho, Jess entró en el patio que separaba
su apartamento del bungalow de Nana Jo y Pops. El espacio parecía un
exuberante jardín en algún lugar de Bali o Indonesia. Un puñado de fuentes
de piedra gorgoteaban en silencio, y la sensación principal fue brillante:
honesta con Dios, las buganvillas más dramáticas color magenta, coral y
purpura cobrizo dominaban los muros y las vallas.
Inmediatamente, una niña pequeña, con una trenza francesa
cuidadosamente hecha, abordó a Jess.
—Mamá, conseguí un libro sobre serpientes en la biblioteca, ¿sabías que
las serpientes no tienen párpados?
—Yo…
—Además, se comen su comida entera, y sus orejas solo están dentro de
sus cabezas. Adivina dónde no puedes encontrar serpientes. —Juno la miró
con sus ojos azules, sin pestañear—. Adivina.
—¡Canadá!
—¡No! ¡Antártica!
Jess siguió entrando.
—¡No puede ser! —gritó por sobre su hombro.
—Sí puede ser. ¿Y recuerdas esa cobra en El Corcel Negro? Bueno, las
cobras son el único tipo de serpientes que construyen nidos y pueden vivir
hasta los veinte.
Eso realmente sorprendió a Jessica.
—Espera, ¿en serio? —Dejó su bolsa en el sofá justo dentro y se
trasladó a la despensa para buscar opciones para la cena—. Eso es una
locura.
—Sí. En serio.
Juno se quedó en silencio detrás de ella, y la comprensión cayó como un
peso en el pecho de Jess. Se volteó para encontrar a su hija con los ojos
enormes y expresión previa al ruego.
—Juno, cariño, no.
—¿Por favor, mamá?
—No.
—Pops dijo que tal vez una serpiente de maíz. El libro dice que son
«muy dóciles». ¿O una pitón bola?
—¿Una pitón? —Jess puso una olla de agua en la estufa para hervir—.
¿Estás loca, niña? —Señaló al gato, Pigeon, dormido en el moribundo
tramo de luz del día que entraba por la ventana—. Una pitón se comería a
esa criatura.
—Una pitón bola, y no la dejaría.
—Si Pops te está animando a tener una serpiente —dijo Jess—, Pops
puede mantenerla en su casa.
—Nana Jo ya dijo que no.
—Por supuesto que dijo que no.
Juno gruñó, dejándose caer en el sofá. Jess se acercó y se sentó con ella,
atrayéndola para abrazarla. Tenía siete años, pero era pequeña; aún tenía
manos de bebé con hoyuelos en los nudillos y olían a champú de bebé y a la
fibra boscosa que tenían los libros. Cuando Juno envolvió sus bracitos
alrededor del cuello de Jess, inspiró el aroma de la niña. Juno tenía su
propia habitación ahora, pero había dormido con su madre hasta los cinco
años y, a veces, Jess todavía se despertaba en medio de la noche y
experimentaba una punzada de nostalgia por el cálido peso de su bebé en
sus brazos.
La propia madre de Jess solía decir que tenía que romper el hábito de
Juno, pero el consejo materno era lo último que Jamie Davis debería estar
dándole a cualquiera. Además, no era como si nadie más alguna vez
ocupara ese lado del colchón.
Y Juno era una maestra para acurrucarse, tenía una medalla de oro
olímpica en los abrazos. Presionó la cara contra el cuello de Jess e inspiró,
acercándose.
—Mamá. Tuviste una cita anoche —susurró.
—Mm-hmm.
Juno estaba emocionada por la cita, no solo porque adoraba a sus
bisabuelos y conseguía que Nana Jo cocinara cuando Jess estaba fuera, sino
porque recientemente habían visto Aventuras en la Gran Ciudad, y Fizzy le
había contado que era una descripción bastante precisa de cómo eran las
citas. En la mente de Juno, Jess podría terminar casándose con Thor.
—¿Fuiste al centro? ¿Te trajo flores? —Se apartó—. ¿Lo besaste?
Jess rio.
—No, no lo hice. Cenamos, y me vine a casa.
Juno la estudió con los ojos entrecerrados. Parecía bastante segura de
que había más que se suponía tendría que pasar en una cita. Como si
hubiera recordado algo, trotó hasta su mochila de ruedas cerca de la puerta.
—Te conseguí un libro también.
—¿En serio?
Juno se acercó de nuevo a ella y se subió a su regazo, entregándoselo.
«¡De mediana edad y dándolo todo!: La guía de citas definitiva para
mujeres mayores de 40, 50 y más».
Jess soltó una risa sorprendida.
—¿Tu tía Fizz te incitó a esto?
Una risita salió de Juno, encantadora.
—Le envió un mensaje a Pops.
Por encima de su cabeza, Jess vislumbró la pizarra que estaba junto a la
nevera, y un hormigueo se extendió desde la punta de sus dedos hasta sus
brazos.
Las palabras «OBJETIVOS DE AÑO NUEVO» estaban escritas con la
letra burbujeante de Juno.
NANA & POPS
Conseguir un entrenador personl.
Salr a caminar a diario.
JUNO
Aprender a disfrutar el brócoooli.
Hacer mi cama cda maññana.
MAMÁ
¡Probar algo nuevo los domingos!
¡Nana dice ser más egoísta!
Hacer más cosas que me asusten.
Está bien, Universo, pensó Jessica. Lo pillo. Si la señora Brady podía
ser una pionera, tal vez era hora de que Jess también lo intentara.
CAPÍTULO DOS
El problema con las epifanías: nunca llegan en un momento
conveniente. Jess tenía una ligeramente hiperactiva hija de siete años y una
próspera carrera autónoma malabareando todo tipo de problemas
matemáticos. Ninguna de estas cosas le dejaba mucho tiempo para crear
una lista de aventuras de cosas por hacer. Aparte, su hija y su carrera eran
suficiente para ella; tenía cuatro buenos contratos independientes, y aunque
no le dejaban mucho dinero extra, podía pagar las facturas —incluyendo su
astronómica prima de seguros— y sus abuelos también ayudaban. Juno era
una niña feliz. Vivían en un buen sector. Francamente, a Jess le gustaba su
vida tal cual estaba.
Pero las palabras “Hacer más cosas que me asustan” aparecían en luces
neón frente a sus ojos cada vez que los cerraba entre cada conjunto de
datos.
A decir verdad, su falta de citas se debía más a flojera que miedo. No es
como si hubiese caído de golpe al estancamiento, pensó Jess. Me deslicé
lentamente, y recién me di cuenta ahora que ya ni siquiera me pregunto si
estos jeans que estaban en el piso deberían lavarse antes de usarlos de
nuevo. Jess nunca se quejaría de haber sido madre a los veintidós,
francamente, Juno era la mejor cosa que Alec le pudo haber dado, pero
probablemente era justo admitir que ponía más esfuerzo en hacer el
almuerzo de Juno que en, digamos, considerar qué es lo que buscaba en una
futura pareja. Tal vez Fizzy, Nana, y la portada de Maire Claire no estaban
equivocadas cuando dieron a entender que Jess debía salir de su zona de
confort y soñar en grande.
—¿Qué es esa mueca que estás haciendo? —Fizzy dibujó un círculo
imaginario alrededor de la expresión de Jess—. Se me fue la palabra.
—¿Esta? —Jess apuntó a su propia cabeza—. ¿Derrota?
Fizzy asintió, murmurando en voz alta mientras tecleaba:
—“Ella apartó la vista de su mirada penetrante, la derrota coloreaba sus
rasgos de un gris lechoso”.
—Vaya. Muchas gracias.
—No estoy escribiendo sobre ti. Tu expresión simplemente apareció en
el momento justo. —Tecleó un par de palabras más, y luego levantó su café
con leche—. Como vimos en aquellas viejas épocas de nuestra amistad, tú
no te consideras a ti misma como una heroína de mis novelas románticas,
por lo tanto, nunca te usaré como musa a menos que sea para un personaje
secundario o un villano.
Fizzy hizo una mueca de asco a lo que probablemente no era un sorbo
muy fresco, era momento de volver a pedir, mientras sus palabras golpearon
a Jess como una cachetada de los Tres Chiflados1.
Jess se sentó en silencio, dándole vueltas con una taladrante consciencia
de que su vida se le estaba escapando antes de que se diera cuenta. Se le
rompería el corazón si Juno alguna vez dejara de vivir su vida al máximo.
Apenas había registrado que debían ser las 8:24 cuando Americano entró a
la cafetería, con aspecto de un hombre apuesto con cosas que hacer, sin
tiempo para la plebe de Twiggs. Sin decir una palabra, sacó diez dólares de
su billetera, recibiendo el cambio de mano de Daniela y solo dejando las
monedas para la propina. Jess lo miró fijamente, con exagerada irritación
apareciendo rápidamente en su garganta.
¡Deja muy malas propinas! Eso lanzó otro tronco en su fuego mental de
Ruines Razones de Por Qué Americano es Horrible.
Fizzy chasqueó sus dedos frente a su rostro, trayendo su atención
devuelta a su mesa.
—Ahí. Lo estás haciendo de nuevo.
Jess frunció el ceño.
—¿Haciendo qué?
—Ojeándolo. A Americano. —En el rostro de Fizzy apareció una
sonrisa sabionda—. Piensas que es atractivo.
—No lo pienso. Simplemente me perdí en mis pensamientos. —Jess se
echó para atrás, ofendida—. Qué asco, Felicity.
—Claro, está bien. —Fizzy apuntó su dedo índice hacia el hombre en
cuestión, vistiendo pantalones de mezclilla oscura y un suéter delgado color
azul Klein. Cabello oscuro que se rizaba en su nuca, notó Jess, el largo
perfecto, ligeramente crecido de más, un peinado de casi-necesita-un-corte.
Piel oliva, una boca lo suficientemente gruesa para morder. Tan alto que,
visto desde una silla, su cabeza parecía alcanzar el techo. Pero sus ojos, ya,
esos eran el evento principal, expresivos y llenos de vida, con pestañas
oscuras—. Eso es asqueroso. Lo que digas.
Jess encogió los hombros, agitada.
—No es mi tipo.
—Ese hombre es el tipo de todos. —Fizzy se rio incrédula.
—Bueno, te lo puedes quedar. —Frunciendo el ceño, Jess lo observó
hacer su habitual limpieza de la barra de condimentos con una servilleta—.
Solo estaba pensando cómo no puedo comprender la idea de que él esté
iniciando una compañía de emparejamiento. Eso no es algo que un imbécil
como ese haría.
—Personalmente, pienso que Daniel no tiene idea de lo que está
hablando. Hombres ricos que se ven así están demasiado casados con su
trabajo durante el día y sus portafolios de inversiones en la noche para
pensar en la vida amorosa de alguien.
Americano se giró de la barra de condimentos para irse. En un segundo,
la curiosidad de Jess se derramó, e impulsivamente lo agarró con una mano
alrededor del antebrazo mientras pasaba. Los dos se congelaron. Sus ojos
eran de un raro, y sorprendente color, más claro de lo que esperaba ver de
cerca. Ámbar, podía ver ahora, no café. El peso de toda su atención se sintió
como una presión física en su pecho, sacando el aire de sus pulmones.
—Oye. —Jess superó sus nervios vibrantes y levantó su barbilla—.
Espera un segundo. ¿Podemos preguntarte algo?
Cuando lo soltó, él alejó su brazo lentamente, mirando a Fizzy y luego a
ella de nuevo. Asintió una vez.
»Un rumor dice que eres un casamentero —dijo Jess.
Americano entrecerró sus ojos.
—¿Rumor?
—Sep.
—¿En qué contexto salió este rumor?
Con una risa incrédula, Jess hizo un gesto apuntando alrededor de ellos.
—Zona cero de los chismes de University Heights. El rumor viene
desde Park Avenue. —Esperó, pero él siguió mirándola, perplejo—. ¿Es
verdad? —preguntó ella—. ¿Eres un casamentero?
—Técnicamente, soy un genetista.
—Así que… —Sus cejas se alzaron. Americano aparentemente estaba
muy cómodo con el silencio incómodo—. ¿Eso es un “no” a lo de
casamentero?
El cedió con un movimiento rápido de una ceja.
—Mi compañía ha desarrollado un servicio que conecta a la gente
basándose en tecnología patentada de evaluación de perfil genético.
Fizzy hizo un «Oooooh».
—Grandes palabras. Suena escandaloso. —Se inclinó, garabateando en
su cuaderno.
—¿Tecnología de perfil genético? —Jess le hizo un gesto de disgusto—.
Me da leves vibras de eugenesia, perdón.
Fizzy fue rápida en redirigir la atención de Americano lejos de la boca
incendiaria de Jess.
—Escribo romance. Esto suena como mi kriptonita. —Ella levantó su
bolígrafo, sacudiéndolo coquetamente—. Mis lectores se volverían locos
por esta cosa.
—¿Cuál es tu nombre de escritora? —preguntó él.
—Escribo con mi nombre real —dijo—. Felicity Chen.
Felicity ofreció una mano delicada como para que él la besara y, después
de un confuso momento de duda, Americano agarró sus dedos para un corto
saludo de manos.
—Ha sido traducida a más de una docena de idiomas —presumió Jess,
esperando borrar esa extraña expresión de su rostro.
Lo logró; Americano parecía impresionado.
—¿En serio?
—¿Va a haber una aplicación? —Fizzy estaba implacable—. ¿Es como
Tinder2?
—Sí. —Frunció el ceño—. Pero no. No es para acostarse con gente.
—¿Todos pueden hacerlo?
—Con el tiempo —dijo—. Es una… —Su teléfono vibró en su bolsillo,
y él lo sacó, su ceño pronunciándose más—. Lo siento —dijo, guardándolo
de nuevo—. Me tengo que ir, pero aprecio su interés. Estoy seguro de que
van a escuchar más sobre la aplicación pronto.
Fizzy se inclinó, usando su sonrisa confiada.
—Tengo más de cien mil seguidores en Instagram. Me encantaría
compartir la información si es algo que a mis lectoras, predominantemente
de dieciocho-a-cincuenta-y-cinco años, les gustaría oír.
La frente de Americano se aplanó, el ceño permanente desvaneciéndose.
Bingo.
—Vamos a publicar en mayo —dijo él—, pero si quieres, eres
bienvenida a venir a la oficina, escuchar el discurso, dar una muestra…
—¿Una muestra? —soltó abruptamente Jess.
Ella pudo ver el pequeño destello de fastidio en sus ojos cuando se
volvieron a posar en ella. Si Fizzy era la policía coqueta, Jess era
definitivamente la policía escéptica, y Americano parecía que apenas estaba
tolerando incluso la fascinación genuina de Fizzy.
Miró a Jess a los ojos.
—Saliva3.
Soltando una risa, Jess preguntó:
—¿Perdón?
—La muestra —dijo lentamente—, es saliva.
Sus ojos le hicieron un barrido casual desde su rostro a su regazo y de
regreso. Dentro de su pecho, su corazón dio un vuelco extraño.
Entonces miró su reloj. Bien.
Fizzy se rio incómodamente mientras miraba de uno al otro.
—Estoy segura de que ambas podremos arreglárnoslas para salivar. —
Sonrió—. Para ti.
Con una sonrisa débil, él tiró una tarjeta de negocios sobre la mesa; hizo
un fuerte thunk.
—Sin eugenesias —añadió suavemente—, lo prometo.
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¿Enviarán un coche?
Por Dios.
Jess se las arregló para encontrar unas mil cosas importantes que tenía
que hacer inmediatamente. Concertó una cita con el Departamento de
Vehículos Motorizados para renovar su licencia, programó sus exámenes
físicos anuales y las citas con el dentista de Juno. Salió a correr y se dio una
larga ducha. Incluso se compró un jersey nuevo como capricho de
cumpleaños. Almorzó con Nana y Pops, limpió su apartamento, dobló toda
la ropa que encontró, recogió a Juno de la escuela y leyó casi toda una
novela de Judy Blume con ella antes de que Juno instara a Jess a dejar el
apartamento para que Nana y Pops pudieran venir y preparar la fiesta
sorpresa.
¡Sorpresa!
Con dos horas para matar y la notificación como una astilla en el pulgar,
Jess se rindió y llamó a Lisa Addams.
El edificio de GeneticAlly estaba a oscuras desde el exterior, pero una
luz en el vestíbulo se encendió cuando el coche urbano se detuvo en la
acera. Lisa salió, caminó rápidamente y abrió la puerta del coche.
—Jessica —dijo sin aliento—. Gracias por venir con tan poca
antelación.
Incluso en el crepúsculo, Jess notó el rubor en las mejillas de Lisa, la
forma en que la línea del cabello parecía un poco sudorosa. Bajó un peldaño
más en la escala del malestar.
—No hay problema. Aunque solo tengo una hora.
—Por supuesto. Entra.
Lisa se dio la vuelta y las condujo al interior del edificio vacío. Nada de
esto parecía un protocolo normal, lo que hizo que Jess se sintiera como si
hubiera tragado ácido de batería. —Tengo que admitir que estoy muy
confundida sobre por qué esto es tan urgente.
—Te lo explicaré todo cuando estemos dentro.
Jess la siguió a través de las puertas dobles y por el largo pasillo que
había recorrido la última vez que estuvo aquí. Estaba claro que todo el
mundo había terminado por hoy; las oficinas estaban oscuras y vacías de
esa manera que hacía que incluso los espacios inocuos parecieran
espeluznantes.
En la sala de conferencias, Lisa señaló a seis personas sentadas
alrededor de una gran mesa. River no estaba entre ellos.
—Jessica, me gustaría presentarte a nuestro equipo ejecutivo.
¿Su qué?
—Este es David Morris, el investigador principal a cargo de la
investigación original, y el CEO8 de GeneticAlly.
Un hombre a su derecha se puso de pie, extendiendo su mano, y Jess lo
reconoció como la persona que había conocido después de escuchar a River
llamarla "totalmente promedio".
—Jessica. Es genial verte de nuevo.
—A ti también. —Se limpió la palma de la mano en los pantalones antes
de temblar. Y entonces lo comprendió: Investigación original. CEO—.
Cierto. Creo que no me di cuenta de con quién me encontré en el pasillo el
otro día.
Soltó una gran carcajada, con la boca abierta. —Bueno, me parece un
poco idiota decir: Soy el director general David Morris.
—Tal vez —dijo Jess— pero te has ganado el derecho.
—Soy amigo de Alan Timberland en Genentech —dijo, todavía
sonriendo— y me habló de una ayuda analítica que tenía. Después de ver tu
información de entrada del otro día, sumé dos y dos y me di cuenta de que
eres el cerebro detrás de sus nuevos algoritmos de cribado de alto
rendimiento.
Jess era una botella de vino, descorchada lentamente. Oh, ¿se trata de
datos? ¿La había traído GeneticAlly para hablar de algoritmos?
—Alan es genial —dijo con cuidado. Ante la perspectiva de que estaba
aquí para consultar y no porque tuviera ADN de lémur, las náuseas se
disiparon lentamente.
Lisa señaló a un hombre excesivamente bronceado a la izquierda de
David.
—Brandon Butkis es nuestro jefe de marketing.
Otra mano se cerró en torno a la de Jess, otro rostro le dedicó una
sonrisa urgente y vibrante. Lo único que pudo ver fueron unos dientes
blancos y cegadores.
Cuando Jess hubo estrechado todas las manos de la sala, Lisa le indicó
que se sentara en el asiento central de la mesa.
—Probablemente sea inesperado entrar en una sala llena como esta —
comenzó Lisa.
—Un poco —intervino Jess—, pero sé lo importante que es organizar
los datos, y lo difícil que es hacerlo cuando el conjunto de datos es tan
grande como el tuyo.
David y Brandon intercambiaron una rápida mirada. La sonrisa de Lisa
se deslizó solo un segundo, pero Jess la registró.
—Eso es definitivamente cierto. Estoy segura de que lo sabes mejor que
nadie.
Un hombre (Jess creía que se llamaba Sanjeev) al otro lado de la mesa
llamó la atención de Lisa.
—¿Va a venir Peña para esto?
—Estará aquí —dijo Lisa, y luego se volvió hacia Jess—. Siento haberte
hecho esperar, Jessica.
—Jess está bien —dijo, añadiendo innecesariamente—: Quiero decir,
llamarme Jess está bien. —Otra pausa incómoda—. No me estaba
refiriendo a mí misma en tercera persona.
Después de algunas risas de cortesía, la sala se sumió en un silencio
absoluto. Parecía que todos, excepto Jess, sabían de qué se trataba, pero
nadie podía decírselo hasta que River hubiera llegado. Por desgracia, nadie
sabía dónde estaba («Dijo que estaba subiendo de su oficina hace diez
minutos», dijo Sanjeev a la mesa que carraspeaba y barría papeles).
Tampoco se le ocurría nada que decir. Así que, por supuesto, su boca se
abrió y las palabras salieron a borbotones.
—Deben estar todos muy emocionados por el lanzamiento.
Las cabezas se movieron alrededor de la mesa, y Brandon Butkis
pronunció un entusiasta:
—¡Demasiado!
—¿Todos ustedes han dado muestras también? —preguntó.
Hubo un extraño intercambio de miradas alrededor de la mesa antes de
que David dijera con cuidado:
—Lo hemos hecho, sí.
Jess estaba a punto de romper y pedir una maldita información cuando
la puerta se abrió de golpe y River hizo una gran entrada muy parecida a sus
irritantes y arrolladoras llegadas a Twiggs.
—Ya estoy aquí. ¿Qué pasa?
Una energía tangible llenó la sala. Todos se sentaron más rectos. Todas
las miradas lo seguían cuando se dirigía a su asiento. Sí, era estupendo
mirarlo, pero parecía haber algo más en el peso de su atención, como la
vibración baja y zumbante de la adoración del héroe.
La mirada de River pasó por encima del grupo, barriendo a Jess antes de
detenerse y volver a su rostro.
—¿Por qué está ella aquí?
—Toma asiento, Riv —dijo Lisa, y luego se dirigió a una mujer asiática
menuda que estaba a su derecha—. ¿Tiff? ¿Quieres repartir los datos?
Datos. Sí. Genial. Los hombros de Jess se relajaron, y tomó una hoja
cuando la pila se acercó.
El folleto contenía mucha menos información de la que Jess necesitaría
para dar una opinión útil sobre una empresa comercial de este nivel. En la
parte superior izquierda aparecían dos identificaciones de clientes y un
círculo rojo alrededor de un número en la esquina superior derecha.
Noventa y ocho. Debajo había una tabla con un simple resumen de un
conjunto de datos: nombres de variables, medias, desviaciones y valores P
con muchos, muchos ceros después del decimal.
En estos datos había un hallazgo muy significativo; la urgencia de esta
reunión se hacía evidente.
River soltó un suspiro que sonó como si lo hubieran sacado de un
puñetazo.
—Vaya —dijo Jess—. Noventa y ocho. ¿Es una puntuación de
compatibilidad? Me doy cuenta de que soy nueva en esto, pero eso es
enorme, ¿no? —Volvió a recordar la presentación de Lisa—. ¿Diamante?
La energía nerviosa en la mesa se duplicó; todos, excepto una cabeza,
asintieron. River seguía mirando el trozo de papel.
—Sí —dijo Lisa, y su sonrisa era tan intensa que la piel se le había
tensado alrededor de los ojos—. Lo más alto que hemos visto en el
ADNDuo es noventa y tres.
—Está bien, ¿entonces estamos preguntando por una forma de
confirmar esta interacción? —Jess se inclinó, mirando las variables—. Sin
los datos en bruto, solo puedo adivinar, pero parece que has personalizado
tus estadísticas utilizando un análisis de tipo N, que es exactamente lo que
yo habría utilizado. Pero estoy segura de que sabes que el mayor problema
de esto es que los límites que normalmente usaríamos para un algoritmo
típico se vuelven menos efectivos. Aunque —se rio— viendo este valor P9,
supongo que con este par las interacciones están en todas partes, incluso
con límites más estrictos. Podría crear una métrica no euclidiana, algo como
una estructura de datos multidimensional, como un árbol k-d o un árbol de
cobertura... —Se interrumpió, mirando hacia arriba. Nadie asentía con
entusiasmo; nadie se lanzaba a hacer una lluvia de ideas. Quizá no había
ningún otro estadístico en la sala—. Estoy más que feliz de profundizar en
sus análisis post hoc, aunque con el número de genes en su matriz, podría
necesitar un par de semanas.
Cohibida, dejó el paquete sobre la mesa y lo alisó con la mano
izquierda. La sala estaba tan silenciosa que el sonido de su palma sobre el
papel parecía resonar a su alrededor. Pero nadie más estaba mirando su
folleto, ni siquiera parecía estar escuchando. Todos miraban a River.
Y cuando Jess lo miró, al ver la cruda conmoción en su expresión, una
corriente de electricidad la recorrió, casi como si acabara de tocar un cable
vivo.
Se aclaró la garganta y se volvió hacia Tiffany. —Tiff, ¿has mirado los
datos en bruto?
Asintió con la cabeza, pero miraba fijamente a David, que
intercambiaba otra mirada pesada con Brandon. La habitación estaba en un
silencio profundo y significativo, y Jess se dio cuenta de que se estaba
perdiendo un contexto importante para la gravedad de la situación.
La conciencia se hundió tan rápido como un peso en el agua. Jess volvió
a mirar la información del cliente.
Cliente 144326.
Cliente 000001.
Oh, Dios.
—Um... ¿quién es el cliente número uno?
River se aclaró la garganta; se había puesto blanco como una sábana y
agarraba el papel con las dos manos.
—Yo.
Oh. Bueno, Jesucristo, no me extraña que quisiera confirmar el análisis.
Una Coincidencia de Diamante para el científico original del proyecto era
una gran noticia, especialmente tan cerca del lanzamiento.
—Está bien, lo entiendo. —Jess respiró hondo, echándose hacia atrás,
dispuesta a ponerse a trabajar—. ¿Cómo puedo ayudar?
River miró entonces a Lisa, con los ojos cargados de la pregunta obvia.
Literalmente, todos los demás en la sala lo miraban fijamente, esperando
que lo dijera: ¿Hemos confirmado el ensayo? ¿Hemos replicado el hallazgo
con una muestra de reserva?
Pero no fue eso lo que preguntó. En voz baja y temblorosa, River
murmuró:
—¿Quién es 1-4-4-3-2-6?
Todas las cabezas giraron hacia Jess y...
Cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, de por qué estaban
todos allí, de por qué habían enviado un coche, de por qué no le habían
hecho firmar un acuerdo de confidencialidad por motivos de datos, de por
qué River no había sabido que estaría allí, y de por qué todos los demás
miraban a Jess con esa fuerza febril y vibrante en sus expresiones, se sintió
un poco como si se cayera de un bordillo, excepto que estaba sentada.
Era realmente tan absurdo que se echó a reír.
¡98!
—Oh. —Jess seguía riendo mientras se ponía de pie sobre piernas
temblorosas. Los latidos de su corazón eran una cacofonía pulsante en sus
oídos—. No estoy aquí para aconsejar sobre tus estadísticas.
Noventa y ocho. Valores P con al menos diez ceros después del decimal.
Su cerebro se rascó, buscando una salida a esto.
—Jess... —comenzó Lisa.
—Esto no está bien —la cortó Jess, buscando a tientas su bolso.
—Pasamos los datos por todos nuestros programas de análisis estándar
—añadió Tiffany en voz baja.
—No, quiero decir que estoy segura de que sus estadísticas son... —
empezó Jess, pero se dio cuenta de que no podía terminar la frase porque
sería una mentira. Estaba claro que sus estadísticas eran una basura y que
todos alucinaban. Y por desgracia, Jess no había conducido ella misma
hasta aquí—. Puedo llamar a alguien para que venga a recogerme.
Jess miró a River, que ya la observaba con ojos salvajes y oscuros, y
luego a la surfista y chic Lisa, y a Brandon el de los dientes, y a Benedict
Cumberbatch el de Jeff Goldblum, y a todas las demás personas de la sala
que tampoco se habían enfrentado nunca a esta situación concreta.
—Ha sido un placer conocerlos a todos. Muchas gracias por recibirme.
Perdón por la divagación sobre los análisis de tipo N.
Se dio la vuelta, abriendo la puerta con una mano que no estaba muy
segura de que fuera a cooperar, y prácticamente corrió por donde había
venido.
CAPÍTULO SEIS
Las manos de Jess estaban temblando tan incontrolablemente que,
mientras caminaba, apenas podía escribir un mensaje de texto con la
dirección del edificio para pedirle a Pops que viniera a recogerla. De alguna
forma, el pasillo se había alargado; le tomó un siglo llegar al ascensor, y
cuando presionó el botón, escuchó su lento rechinar desde el piso inferior.
Alguien corría a través del pasillo. No sonaba como los tacones de Lisa,
y sí, cuando Jess levantó la vista, vio a River dirigiéndose hacia ella.
—Jessica —dijo él, levantando una mano—. Espera un segundo.
¿Lo decía en serio? Jess se giró y continuó hacia la puerta que decía
«SALIDA», abriéndose hacia las escaleras. Bajó diez escalones con prisa
antes de que la puerta se cerrara estrepitosamente detrás de ella; el sonido
fue tan discordante que en realidad la hizo agacharse. Después de medio
tramo de escalera, la puerta se abrió de nuevo. Unos pasos se dirigían hacia
ella, y Jess aceleró, trotó hasta el primer piso y salió al vestíbulo.
River se las arregló para soltar un simple:
—Jessica, espera. —Antes de que la puerta de la escalera del vestíbulo
se cerrara.
No importaba; inevitablemente la alcanzaría afuera. Porque, aunque
Pops había respondido que estaba comprando el pastel y que podría llegar
rápidamente, no era como si pudiera conducir a La Jolla en tres minutos. Al
menos ahí afuera ella podría respirar aire fresco durante unos pocos
preciados segundos, podría pensar sin la presión de tener la atención de
todos sobre ella. ¿En qué estaban pensando al decir algo tan personal en una
habitación llena de extraños?
Envolviendo los brazos alrededor de su abdomen, Jess caminó por la
acera frente al edificio, esperando. Cuando escuchó a River salir, esperó que
empezara a hablar enseguida, pero no lo hizo. Se acercó a ella lentamente,
con cautela, y se detuvo a tres metros de distancia.
Por quizás tres segundos, a Jess le agradó que le diera espacio. Pero
luego recordó que él no era tan considerado usualmente… y que se suponía
que era su alma gemela.
Lo absurdo de esa reunión, finalmente, la golpeó como una bofetada, y
soltó una carcajada abrumadora.
—Oh, Dios. ¿Qué acaba de pasar?
Él habló a través del gélido silencio.
—También fue una sorpresa para mí.
Sus palabras se sintieron como un eco entre ellos. ¿Lo sorprendieron a
él?
—¿Cómo? Tú conoces a todos los que estaban en esa habitación. ¿Por
qué te lo dirían así? —preguntó—. ¿Por qué tendrían a todos ahí, como si
fuera alguna especie de reality show10?
—Solo puedo suponer que querían que todos tuviéramos una
conversación acerca de cómo manejarlo.
—¿Manejarlo? —repitió ella—. Realmente estás muerto por dentro, ¿no
es así?
—Me refería a cómo lo manejaría la compañía. Estoy seguro de que se
te ha ocurrido que la percepción de uno de los fundadores al tener la
puntuación de compatibilidad más alta registrada es fantástica y difícil,
desde el punto de vista del marketing.
—Cualquier mujer sería afortunada al escuchar esas palabras viniendo
de su… —Jess hizo comillas con sus dedos—. “Alma gemela biológica".
Él respiró lentamente.
—También supongo que les preocupaba que, si te lo decían de forma
remota, no entrarías. —River se encogió de hombros, deslizando una mano
en el bolsillo de su pantalón—. Sanjeev, el jefe de desarrollo de ensayos es
un amigo cercano. Le mencioné nuestro encuentro en el centro de la ciudad
y tu enojo conmigo…
—¿Mi enojo contigo?
—… y quizás algo se divulgó cuando salieron los resultados y tu
nombre estaba asociado.
—¿Asociado? —Improductivo, pero en lo único que podía concentrarse
era en la forma en que hablaba, como si estuviera leyendo un libro de texto
en voz alta. Dios, Siri mantenía conversaciones más familiares.
—Lamento que tengamos que considerar las implicaciones de la
compañía en todo esto —dijo River—, pero supongo que entiendes que esto
es algo importante, en muchos niveles.
Jess lo miró fijamente, dándole el beneficio de la duda de que estaba
permitiendo que al menos uno de esos niveles fuera la emoción humana.
—Eh, sí, lo entiendo. Pero nosotros no tenemos que considerar nada.
Quiero decir, no hay forma de que sea así, River. Ambos sabemos que esto
es un error, ¿verdad? O si no es un error, el paradigma de compatibilidad no
aplica en nosotros.
—¿Por qué tu primera idea es suponer que la tecnología está mal?
—¿Por qué no es la tuya?
Él rio secamente, mirando más allá de ella.
—ADNDuo ha sido validado miles de veces. Si obtuviéramos resultados
de noventa y ocho puntos todo el tiempo, estaría más escéptico.
—No puedo imaginar ser menos escéptica. Cada pensamiento aquí —
dijo Jess señalando a su cabeza—, es "Por supuesto que no” o "Deben estar
bromeando”. —Hizo una pausa, notándolo—. ¿Cómo puedes mirarme con
expresión tranquila en este momento?
Él se acerca, pasando una mano a través de su cabello.
—La compatibilidad biológica es independiente de si nos gustamos o
no.
Una risa desgarradora salió de ella.
—¿Ese es el eslogan de la compañía o tu mejor frase para coquetear?
—Escucha, yo no estoy… —River se detuvo, exhalando lentamente—.
¿Cómo procedemos?
—Ni siquiera estoy segura de lo que eso signifique, "proceder”. —Jess
hizo una seña con el pulgar por encima de su hombro—. Me voy a casa.
—Significa que veremos si la ciencia ha hecho una predicción acertada.
—Eres el cliente número uno —le recordó—. Si vamos a tener esta
conversación, supongo que estás soltero y ninguno de tus otros Match
funcionó tampoco. Asumamos que este seguirá esa misma trayectoria.
—Eres mi primer Match —dijo con total naturalidad. Y, en respuesta a
su expresión de desconcierto, agregó—: No he tenido otros. Establezco
criterios estrictos.
—¿Cómo…? ¿Qué significa eso?
River dio un pequeño paso más cerca.
—Seleccioné ver solo Match de Diamante.
Jess mantuvo el contacto visual con él por cinco… diez… quince
segundos. La mirada de River era firme, sin parpadear y racional, y un
pensamiento abrupto se estrelló en su mente: Apuesto a que es bueno en
todo lo que se propone. ¿Y si, solo por un minuto, me permito imaginar que
esto es real? ¿Entonces qué?
Los ojos de él se posaron brevemente en su boca, y Jess tuvo la
sensación de que él se estaba haciendo la misma pregunta. Sus
pensamientos fueron inesperadamente asaltados por una imagen
intermitente de él mirándola, sin camisa, observando su reacción ante la
presión de su mano entre sus piernas.
Jess tuvo que parpadear, muy fuerte, para alejar esa imagen.
—¿Por qué ajustarías tus criterios tan estrictamente?
Ella conocía sus propias razones, pero ¿qué hay de las suyas? Un alma
romántica diría que solamente está interesado en el amor verdadero, pero el
latido de vacilación de River le decía que su respuesta se basaba en algo
mucho más lógico.
—Inicialmente porque el objetivo no era encontrar una pareja —dijo él
—. Ha sido un estudio longitudinal prolongado y todos nos hemos centrado
en llegar a este punto. Dejé de pensar en mi propia información de cliente
hace mucho tiempo.
No era la peor respuesta; Jess podía entender cuánto enfoque requería
mantener un negocio a flote, y especialmente uno con empleados.
Simplemente todo esto parecía imposible para ella.
Escuchó el viejo cacharro de Pops entrando al estacionamiento, y el
rostro anguloso de River fue brevemente iluminado por los faros. Su ceño
fruncido hacía que su perfil fuera más hermoso. Algo en la expresión de
Jess debió suavizarse, porque él dio unos pasos más cerca.
—Hablemos un poco más de todo esto —dijo—. No tiene que ser esta
noche.
—Lo pensaré.
—Es emocionante —dijo en voz baja—. ¿No lo crees?
Si pudiera convencerse a sí misma de este resultado, aprender a tolerar
su rostro por el bien de la ciencia, no sería lo peor del mundo, ¿verdad?
—Supongo.
River le dio una sonrisa tímida que la golpeó como un rayo.
—Y el momento no podría ser mejor para el lanzamiento.
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Una vez que sus abuelos se fueron, Jess se apoyó contra la puerta
cerrada. La fatiga trajo flacidez a sus músculos y le dolían profundamente
los huesos. Se sentía mucho mayor de treinta. Caminando por el
apartamento tranquilo, recogió los zapatos de Juno, los calcetines perdidos,
los juguetes para gato, más de una taza medio llena de leche, lápices,
pedidos de comida en notas adhesivas de Juno y Pops de sus juegos de
restaurante. Puso el temporizador del café, empacó la mochila de Juno,
cargó el lavaplatos, y miró alrededor del lugar en busca de cualquier otro
desecho antes de apagar la luz y caminar por el pasillo hacia la habitación
de su hija.
Juno se había quedado dormida con el libro de Frog y Toad Son Amigos
abierto sobre su pecho otra vez, y su luz nocturna de sirena todavía
encendida. Jess colocó a Pigeon en su elegante poste de gato de tres niveles
cerca de la ventana, pero inmediatamente saltó hacia abajo y sobre la cama,
acurrucándose felizmente en una bola a los pies de Juno.
Jess cerró el libro de Juno y lo dejó sobre la mesita de noche, le
acomodó las mantas hasta la barbilla y se sentó con cuidado en el borde de
la cama a su lado. En sueños, Juno frunció el ceño. Su cabello cobrizo yacía
extendido sobre la funda rosada de su almohada. Jess no había visto a Alec
en casi dos años, pero mirar a su hija era como verlo todos los días de todos
modos. Tenía los ojos de Jess, pero tenía su cabello castaño
sorprendentemente brillante, su sonrisa con hoyuelos y una arruga gruñona
en medio de la frente. Jess acarició la cálida y sudorosa frente de Juno con
el pulgar y respiró dos veces deseando que él estuviera aquí, antes de
recordar que no lo había amado en mucho tiempo y que no necesitaba su
ayuda. Estar sin compañía era más solitario que estar sola.
Alec no era mal hombre; simplemente no quería ser papá. Nunca
presionó a Jess con abortar, pero había dejado claro lo que pensaba. Al
final, Jess eligió a Juno por encima de Alec, y ambos tuvieron que vivir con
ello. Él pudo disfrutar su juventud, pero cada uno de sus amigos pensaba
que él era un imbécil; Jess tuvo a una encantadora niña, pero tuvo que
aprender a trabajar para llegar a fin de mes. A pesar de eso, nunca se
arrepintió de su elección, y estaba muy segura de que él tampoco.
Pesada por el cansancio, Jess apagó la lámpara y salió silenciosamente
de la habitación, sobresaltándose en el pasillo cuando el timbre rompió el
silencio. Pops dejaba sus anteojos en casa de Jess casi todas las noches, y
tirando de su suéter para apretarlo alrededor de su pecho, Jess caminó
silenciosamente a la sala de estar para mirar por la ventana. Pero no era
Pops.
Era Jamie.
Jess solía sentir una fuerte mezcla de reacciones cuando veía a su
madre: alivio, ansiedad, emoción. Pero en este punto era principalmente
pavor, y como madre ahora, encontraba esa comprensión tan profundamente
desoladora.
Respirando profundo, Jess vaciló con la mano en el pomo antes de abrir
la puerta. Jamie Davis ha tenido muchas etiquetas: mesera de cócteles,
adicta, acomodador de estadio, novia, adicta en rehabilitación, vagabunda,
pero ninguno de ellos había sido nunca una “madre devota”. En las raras
ocasiones en que se presentaba a uno de los eventos escolares de Jess o a un
juego de softbol, por lo general tenía resaca, a veces todavía estaba
borracha, y apestaba a cigarrillos o marihuana. Haría un espectáculo,
animando a Jess, estando orgullosa de ella. A veces, ella traía a un grupo de
amigos ruidosos que se llamaban a sí mismos “El Equipo de Animadores de
Jessie”. Por dentro, Jess moriría de vergüenza, y luego entraría en pánico de
que Jamie lo notara en su rostro, de que se fuera en un ataque de ira y no
volviera a aparecer durante semanas.
Y ahí estaba, hermosa todavía, siempre había sido hermosa, pero ahora
con un acabado empolvado a su belleza, era tanto artificial como opaco.
Toda una vida de malos hábitos finalmente habían hecho estragos.
—¡Mi niña! —Jamie se acercó, envolviendo a su hija en un rápido
abrazo con un solo brazo antes de dar un paso atrás y colocar un kit de
bombas de baño en las manos de Jess. Habían comenzado a desintegrarse
dentro del celofán y el polvo de colores brillantes se filtró en los dedos de
Jess. Conocía a su madre lo suficientemente bien como para adivinar que
Jamie las había comprado como último recurso mientras compraba un
paquete de cigarrillos Menthol Lights en el supermercado al final de la
calle.
Jamie pasó a su lado y entró a la oscura sala de estar.
—Hola —dijo Jess, cerrando la puerta—. ¿A qué se debe la visita?
Su madre colocó su bolso gigante sobre la mesa de centro y la miró,
herida. Su lápiz labial se corrió lentamente en las pequeñas líneas alrededor
de su boca.
—¿No puedo ver a mi bebé en su vigésimo octavo cumpleaños?
Jess no mencionó que Jamie no se había contactado en dos años, o los
muchos otros cumpleaños que se había perdido. Francamente, Jess estaba
sorprendida de que su madre recordara el día de su cumpleaños;
generalmente sus visitas esporádicas no estaban programadas para eventos
de la vida.
—Claro que puedes —dijo Jess—. ¿Quieres sentarte? ¿Quieres tomar
algo?
—No, no. Estoy bien. —Jamie caminó hacia la cocina, dio unos golpes
con las uñas acrílicas en la encimera y luego miró hacia el pasillo—. ¿Y
Juno, cariño? ¿Dónde está mi hermosa nieta?
—Está dormida, mamá —le susurró Jess—. Es tarde, y tiene clases
mañana.
Jamie le lanzó una mirada enojada.
—Los niños deben ir a dormir cuando estén cansados. Todas esas reglas
solo los vuelve ansiosos y deprimentes. Por eso es que hay tantos con
medicación en estos días. —Escaneó el examen de deletreo de Juno sobre la
puerta del refrigerador, la tarjeta de cumpleaños que le hizo a Jess, una lista
de compras—. Las personas necesitan escuchar a su cuerpo. Si estás
cansado, duermes. Si tienes hambre, comes algo. Los padres necesitan dejar
de programar todo para los niños.
Cuidadosamente, Jess colocó las bombas de baño sobre la encimera de
la cocina.
—Tomo un antidepresivo cada día —dijo con cuidadosa calma—.
Supongo que la teoría de no programar nada no es algo seguro.
Jamie la ignoró y continuó examinando el apartamento, mirando
casualmente la pila de libros de la biblioteca sobre la mesa, pasando a
través de unas cuantas páginas del libro sobre caballos de Juno. El día de
Acción de Gracias fue la última vez que Jess había visto a su madre. Jess
había transferido quinientos dólares a la cuenta de Jamie y no había oído
nada de ella desde entonces. Jamie había estado viviendo en Santa Ana en
ese entonces. Se habían reunido en el Restaurante Denny, Jess pagó, y
Jamie lamentó cómo sus servicios públicos le habían sido cortados porque
el banco cometió un error. Habían tomado el retiro automático antes, ella
insistió. Esos honorarios habían hecho que otros pagos rebotaran, y se
multiplicaran desde allí. Pero no había sido su culpa. Nunca era su culpa.
—Entonces, ¿cómo estás? —le preguntó Jess, soltando un bostezo
mientras se sentaba en el sofá—. ¿Cómo está… John?
—Oh —dijo con un “no vas a creerlo” oculto en una sola palabra—. Sí,
estaba casado.
La sorpresa de Jess fue genuina.
—Espera, ¿es en serio? ¿Cómo lo supiste?
—Su esposa me llamó. —Jamie apagó un cigarrillo antes de recordar
que no podía fumar en el apartamento, y de alguna manera jugó con él
como si esa hubiera sido su intención desde el principio—. Honestamente,
debía haberlo sabido. Tenía un buen trabajo, buen crédito, y una
prescripción de Viagra. Por supuesto que estaba casado.
Jess soltó una carcajada.
—¿Esos son los criterios en estos tiempos?
—Oh, cariño. No dejes pasar la era de los hombres con buena
circulación. Confía en mí. —Se sentó en la esquina de la mesa de centro,
frente a su hija, apoyando una mano sobre la pierna de Jess, y la sensación
de camaradería genuina hizo que el corazón de Jess se incorporara—. ¿Tú
cómo estás? —preguntó Jamie—. ¿Cómo está tu amiga escritora? Es muy
graciosa.
—Estoy bien. Ya sabes, trabajando. Y Fizzy —dijo Jess, con una
pequeña risa—. Fizzy siempre está bien.
—¿Estás saliendo con alguien?
Sin ser invitada, la voz de River embistió la mente de Jess.
Y el momento no podría ser mejor para el lanzamiento.
—Definitivamente no estoy saliendo con nadie.
La decepción de Jamie era tangible.
—¿Te vas a quedar soltera para siempre? No he conocido ningún novio
tuyo desde el padre de Juno. Es tu cumpleaños. ¡Deberías estar fuera!
—Es noche de escuela, y Juno está durmiendo al final del pasillo.
Jamie señaló como si Jess estuviera entendiendo.
—Por eso nunca notaría que te has ido.
El corazón de Jess volvió a restringirse, y dijo con paciencia y
determinación:
—No quiero salir, mamá.
Levantando las manos en rendición, Jamie soltó:
—Muy bien, muy bien.
Jess volvió a bostezar.
—Escucha, es tar…
—¿Te conté sobre mi nuevo trabajito?
Su abrupto tono entusiasta hizo que sonaran campanas de advertencias.
—¿Tu nuevo qué?
—Mi nuevo empleo. —Jamie se levantó—. Muy bien… no le digas
nada a tus abuelos, porque ya sabes que están tachados a la antigua y nunca
entienden lo emocionante que son esas oportunidades, pero estás viendo al
nuevo miembro del equipo de Skin Glow Incorporated.
Jess buscó en su cerebro, pero no hubo reconocimiento.
—¿Quiénes son?
—Estás bromeando. —Jamie sacudió su cabeza con incredulidad—. Sus
comerciales están en todos lados, Jess. Hacen faciales a domicilio. Dios,
quiero decir que es una buena compañía, pero es más que eso, es todo un
estilo de vida. Una manera de empoderar a las mujeres. Obtengo una parte
de cada facial que haga y…
Jess no pudo evitar el filo de su voz.
—¿Una parte?
—Bueno, sí, quiero decir, al inicio. Eventualmente tendré chicas que
trabajen para mí y obtendré una parte de todo lo que ellas ganen, y de las
personas que ellas unan al equipo.
—Entonces, es como una estafa piramidal11.
—Es emprender. —Las palabras de Jamie fueron afiladas por la ofensa
—. Soy capaz de hacer más que servir mesas, ¿sabes?
—Lo siento, mamá. No quise decirlo de esa forma.
—Bueno, esta es una oportunidad realmente única. ¡Maureen dice que la
mujer que la introdujo ya está ganando seis cifras! Y solo se requieren
trescientos dólares para empezar.
Por supuesto.
—Necesitas dinero.
—Solo un préstamo. —Jamie agitó una mano muy casual—. Te pagaré
cuando reciba mi primer cheque.
—Mamá, ningún trabajo requiere que pagues para empezar.
La expresión de Jamie se oscureció.
—¿Por qué siempre me haces sentir así? ¿Nunca podré estar bien
contigo12? —Se levantó y se inclinó para agarrar su bolso—. ¡He estado
limpia durante dieciocho meses!
—No se trata de ti… espera. —Jess estaba a punto de decirle a Jamie
que ella tenía sus propios problemas económicos con los que preocuparse.
Jamie se volvió a sentar en el sillón, y el silencio se alargó entre las dos—.
¿Pasaste a ver a Nana y a Pops? —preguntó en su lugar—. Probablemente
sigan despiertos.
Jamie puso los ojos en blanco, y Jess se preguntó, otra vez, si cuando
ella se convirtió en madre, Jamie se convirtió en la hija.
—Ellos no quieren verme.
—Sabes que eso no es verdad. Si tienes un nuevo empleo y estás limpia,
estarían encantados de verte. Te aman, mamá.
Jamie mantuvo su mirada hacia la pared.
—Bueno, ellos saben dónde encontrarme.
Era impresionante que alguien como Jamie viniera de Joanne y Ronald
Davis. Con apenas tres años, Jess había pasado la mayoría de las noches en
casa de Nana y Pops. Para cuando tuvo seis años, Jamie se había rendido en
intentar, y Jess estaba viviendo permanentemente con sus abuelos. Jamie ha
estado cerca, conversando generalmente, pero nunca se quedaba.
Considerando que Nana y Pops estuvieron involucrados en cada aspecto de
la vida de Jess, desde su nacimiento, hasta este momento, entendió desde
temprana edad que Jamie elegiría las drogas y los hombres por encima de
su familia, todo el tiempo.
Por mucho que intentara no repetir el patrón de su madre, Jess sí que
siguió sus pasos en una cosa: quedó embarazada muy joven. Pero, con
suerte, ahí terminaría la similitud. Jess se había graduado de la universidad,
obtuvo un empleo, y trataba de ahorrar un poco cada vez que llegaba su
cheque. Llevaba a su hija al dentista. Trataba de poner a Juno en primer
lugar todos los días.
Jess trataba de pensar en lo que Jamie haría ahora mismo si sus
posiciones fueran al revés. ¿Jamie me daría el dinero?
No. Jamie le diría que necesitaba crecer, que dejara de esperar limosnas,
y que asumiera la maldita responsabilidad por sí misma.
Poniéndose de pie, Jess se dirigió hacia la encimera de la cocina. Abrió
la aplicación del banco en el celular, haciendo una mueca mientras escribía
la cifra —300 para transferir el dinero a la cuenta de Jamie.
No soy mi madre, se recordó a sí misma. No soy mi madre.
CAPÍTULO SIETE
Temprano por la mañana del brillante lunes, Fizzy entró en Twiggs. Se
dirigió a su mesa habitual, dejó su computadora portátil y, aunque le habían
dicho lo que vería, todavía miró dos veces a Jess de pie detrás del
mostrador.
—Esta nueva situación —dijo Fizzy, dejando caer su bolso en la silla—.
Va a tomar algún tiempo acostumbrarse.
Jess sonrió, pasando un paño por el mostrador antes de señalar un
humeante café con leche de vainilla al final de la barra.
—Si apesta, miénteme.
Fizzy apoyó un codo en la encimera y recogió la taza.
—Siento que debería haberte preparado un pequeño almuerzo para
llevar o algo así. ¿Cómo estuvo tu primer día?
—El vaporizador es aterrador, y no tuve la tapa en la licuadora todo el
tiempo durante las horas pico en la mañana, pero no está tan mal.
Fizzy sopló sobre la parte superior de su bebida y la probó. Sus cejas se
arquearon en aprobación, sorprendida.
—Supongo que la tercera es la vencida —dijo Jess.
Fizzy miró alrededor de la tranquila cafetería.
—¿Es aquí donde nos paramos y cotilleamos a partir de ahora?
Desde donde estaba limpiando las mesas, Daniel pronunció un simple:
—No. —Pero Fizzy lo ignoró, inclinándose más cerca.
—Escucha, Jess, sé que quieres pensar que esto de la puntuación de
compatibilidad es una mierda, pero Ralph era bueno. Lo que estoy diciendo
es que, si graficara estos puntajes de compatibilidad en relación con mi
satisfacción sexual, como lo harían ustedes, los nerds, definitivamente
habría una pendiente ascendente en la línea.
Jess tardó un poco en conectar los puntos antes de recordar a Ralph, el
Match de Plata. La inquietud era un dedo índice golpeando su hombro,
susurrando: No preguntes. Pero la curiosidad anuló la incomodidad. Con
una mirada culpable a Daniel por encima del hombro de Fizzy, dio un paso
más en la barra para tener algo de privacidad.
—¿Oh sí?
Fizzy la siguió al otro lado del mostrador.
—Cenamos en Bali Hai.
Jess tarareó con envidia.
—Fue muy fácil hablar con él. Probablemente tomamos demasiados mai
tais, pero no fue un problema porque ambos tomamos Lyft allí y
compartimos un Lyft en su casa... —Fizzy sonrió—. Por cierto, tiene un
lindo lugar en PB.
Una inesperada pizca de angustia hizo vibrar los pulmones de Jess, y se
aclaró con una tos y comenzó a limpiar la barra frente a ella.
—Entonces, ¿eres más compatible que con Aiden o Antonio?
—Sin duda.
—¿Crees que lo volverás a ver?
—Desafortunadamente, tengo la sensación de que está demasiado
ocupado para ir serio con nadie. —Fizzy frunció el ceño—. ¿Por qué se
inscribiría en ADNDuo durante su lanzamiento preliminar sí solo quisiera
perder el tiempo?
Jess, riendo, dijo:
—Creo que recuerdo haberte hecho esa misma pregunta hace solo unos
días. Mírate, lista para comprometerte después de una sola noche de mai
tais y buen sexo.
De la nada, Daniel se materializó, tocando el hombro de Jess y
señalando la caja registradora.
—Tienes un cliente.
—Ups, lo siento. —Ella le dio un manotazo con su paño de limpieza.
Jess trotó los pocos metros hasta la caja registradora antes de mirar hacia el
hermoso pero despreciable rostro de nada menos que el Dr. River Peña.
Para ser justos, Jess no debería haberse sorprendido; si hubiera mirado
el reloj, habría sabido que eran las 8:24 y que River estaba a tiempo. Pero
de alguna manera su cerebro había dejado caer la pelota al recordarle que en
realidad tendría que atenderlo durante su primer turno como barista de
Twiggs. Y esta era la primera vez que lo veía después de su no despedida en
la acera hace cuatro días. Aunque Jess no esperaba exhalar fuego real la
próxima vez que se encontraran cara a cara, tampoco podía explicar la
transfusión de calor que golpeó su torrente sanguíneo. Por unos segundos,
ella lo miró atónita, registrando la misma conmoción en su expresión.
Él rompió su mirada atónita de la de ella para mirar a Daniel, de pie
detrás de la 13Marzocco, en el mostrador. Luego, con esa forma pausada
que es su marca registrada, River miró a Jess de nuevo.
—¿Qué estás haciendo ahí atrás? —Sus ojos tomaron una lectura
pausada a lo largo de su cuerpo—. ¿En un delantal?
—Correcto. —Hizo una incómoda reverencia—. Trabajo aquí ahora. —
Cuando él no dijo nada más, ella ofreció un saludo artificialmente alegre—.
¿Qué puedo ofrecerle, señor?
Frunció el ceño y sus cejas oscuras se juntaron; ojos brillantes y
relucientes la miraron con escepticismo.
—¿Tu trabajas aquí? ¿Desde cuándo? Pensé que trabajabas para... —
Miró hacia la mesa donde Fizzy ahora estaba sentada sola, mirándolos
duramente. Jess arqueó una ceja con diversión mientras se volvía hacia ella
y parecía estar armando el rompecabezas en su cabeza. Finalmente, se las
arregló solo—: Pensé que trabajabas... en otro lugar.
Interiormente, ella gimió. ¿Por qué no estaba simplemente ordenando,
pagando y haciéndose a un lado para mirar su teléfono? ¿Había olvidado
que estaba demasiado ocupado para conversar con plebeyos?
—Me dedico a la estadística independiente —dijo, manteniendo la
sonrisa educada—. Pero el otro día perdí una cuenta importante. Dado que
tengo una hija y muchas facturas... —Ella extendió los brazos para decir,
Voilà.
Jess con mucho gusto tomaría dieciséis horas a la semana con un salario
mínimo y el golpe al orgullo de servir a River Peña si eso significaba que
Juno podía seguir haciendo ballet con la Sta. Mia.
Sin sutilezas, los ojos de River bajaron rápidamente a su mano
izquierda. ¿Estaba imaginando la forma en que se relajó su frente? ¿Había
estado buscando una alianza de boda?
—Una hija —confirmó en voz baja—. Sin marido. —Por un breve
segundo, se dejó divertir por este escenario potencial—. Vaya, eso habría
sido un comunicado de prensa incómodo para GeneticAlly: “El alma
gemela del fundador ya está casada”.
—Las personas casadas tienden a no enviar muestras de ADN —
respondió River con un brillo divertido en sus ojos—. Y escuché que
prefieren hacer trampa usando aplicaciones con menos formularios de
admisión.
La autoconservación brotó de su garganta, y pudo ver la comprensión
del gemelo pasar a través de él: este intercambio se sintió sospechosamente
como un coqueteo nerd.
—¿Qué puedo traerte? —preguntó Jess de nuevo.
Su expresión se contrajo.
—Lo siento, hubiera… —Él sostuvo su mirada y el contacto se sintió
como un enjambre de abejas en su pecho—. Pensé que me llamaste
“Americano” el otro día —dijo.
Dios santo, Jessica.
Garabateando la orden de bebida en una taza, se movió para entregársela
a Daniel, quien la miró con los ojos en blanco.
—Ya lo tengo, Jess.
Por supuesto que lo hacía. Daniel sonrió disculpándose en nombre de su
nueva empleada, entregándole la bebida a River. Se hizo el silencio
mientras la veían luchar por encontrar la entrada correcta para Americano
en la pantalla.
—Está debajo de las bebidas espresso —sugirió Daniel en voz baja.
River, corpulento, se inclinó para mirar la pantalla boca abajo.
—Se acabó en el…
Su dedo aterrizó en la pantalla táctil al igual que lo hizo el de Jess, sus
manos se unieron brevemente.
—Lo tengo —dijo ella, humillada. Él se apartó y ella pulsó el botón,
nerviosa por el contacto que de alguna manera podía sentir en todo el brazo.
Sin duda, sus mejillas parecían abofeteadas. Serán tres ochenta y cinco.
Él vaciló y Jess se dio cuenta de su error. Ella aumentó el tamaño a
grande.
—Lo siento. Cuatro setenta y cuatro.
La incomodidad compartida se interpuso entre ellos, un invitado ruidoso
y no invitado en la incómoda fiesta para dos. Jess tomó su dinero y contó el
cambio. Pero lo que realmente la destrozó fue que, después de la más
mínima vacilación, dejó caer todo, incluido el billete de cinco dólares, en el
frasco de propinas.
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Tan pronto como Brandon se detuvo en el valet frente al Addison en el
Grand Del Mar Jess supo que esta no iba a ser una cena relajada. No
comerían tacos con las manos ni compartirían jarras de cerveza. Una
comida en el Addison costaría más que su alquiler.
Miró su regazo y se quitó la pelusa inexistente de la falda de su vestido.
Brandon siempre estaría en la columna Me gusta por darle quince minutos
para cambiarse los pantalones de yoga y el “top que apenas se ve la
mancha” de Lululemon que Juno le había elegido en Goodwill. El vestido
azul que se había puesto era elástico, por eso todavía le quedaba.
Brandon agarró su abrigo deportivo cuidadosamente planchado de
donde colgaba de un gancho en el asiento trasero, sonrió para tranquilizarla
y le hizo un gesto a Jess para que caminara delante de él.
—Por aquí, Sr. Butkis. —El maître asintió con la cabeza y los condujo a
través de una impresionante habitación circular bordeada de puertas
francesas con arcos. Los cubiertos golpeaban suavemente la porcelana, el
hielo tintineaba en los vasos altos; a su alrededor, la conversación zumbaba
en un murmullo bajo y agradable. Las mesas estaban esparcidas por toda la
habitación, enmarcadas por sillas bajas y lujosas tapizadas en escarlata y
oro.
—¿Se nos unirá David?
Brandon la miró por encima del hombro.
—Ya deberían estar aquí.
Ellos. El estómago de Jess rápidamente cayó de rodillas: ellos. David y
River se pararon a su llegada en una mesa en el otro extremo de la
habitación.
Congelada mientras Brandon le ofrecía la silla, sintió que River la
miraba, midiendo cuidadosamente su reacción.
Su boca se inclinó en señal de disculpa.
—Pensé... bueno, asumí que te darías cuenta de que todos estaríamos
aquí.
—Está bien —dijo en voz baja, tomando asiento y luchando por
recuperar la compostura. River estaba sentado inmediatamente a su derecha,
y su malestar por el malestar de ella, era palpable—. Entendí mal.
Ella se arriesgó, se encontró con su mirada, y su expresión permaneció
en gran parte ilegible, excepto por un pequeño pliegue en su frente, la pizca
de preocupación en sus ojos. Si él fuera una persona más intuitiva, ella
podría haber interpretado su mirada como una pregunta: ¿Esto está bien?
Jess parpadeó y dejó la servilleta en su regazo. Cuando se acomodaron,
la mesa quedó en silencio. Jess levantó la vista para encontrar a los tres
hombres mirando mientras trataba de anticipar por qué la habían invitado a
esta cena.
—Está bien —dijo de nuevo—. Hagámoslo.
—Tomemos un momento para estudiar el menú primero —sugirió
David—, y luego tal vez River pueda contarle un poco más sobre la
empresa y nuestra tecnología.
Examinaron detenidamente en silencio antes de ponerse de acuerdo
sobre el menú de degustación de cinco platos. Pidieron cócteles, pidieron
comida, y luego los cuatro simplemente... se sentaron. Fue insoportable.
—¿River? —instó David finalmente, en un tono paternal.
River se aclaró la garganta y se acomodó la servilleta. Extendió la mano
para juguetear con su vaso de agua. Qué incómodo para él, estar en la
posición de tratar de convencer a Jess de que todo esto era real cuando
parecía que él tampoco quería creerlo.
—Creo que entiendo la ciencia —dijo, antes de que él pudiera lanzarse a
cualquier tono que estuviera formulando en ese gran cerebro suyo—. Al
menos, entiendo que han identificado una amplia variedad de genes que
creen que están involucrados en la satisfacción emocional y, eh, sexual en
una relación. Entiendo cómo podría funcionar el algoritmo, en teoría.
Supongo que lo que cuestiono es si este hallazgo en particular es real. Si
nunca ha obtenido una puntuación de noventa y ocho antes, ¿cómo sabemos
lo que significa?
—Si nos hubieran dado una puntuación de veintidós —preguntó River
—, ¿lo habrías creído?
Era exactamente la pregunta que se había hecho a sí misma hace solo
unos días.
—Sí —admitió—, porque eso se alinearía con mis sentimientos hacia ti
en general. Un noventa y ocho, para mí, implica que nos sentiríamos
atraídos el uno por el otro. Que tendríamos química instantánea.
Hubo una pausa que fue interrumpida misericordiosamente por el
camarero que traía pan y cócteles. Cuando volvieron a estar solos, David
preguntó cuidadosamente:
—¿Y no es así?
—Por lo general, quiero cometer un delito grave cuando lo veo —dijo
Jess, con un cuchillo de mantequilla frente a ella—. No estoy segura de que
sea una señal de compatibilidad romántica.
River exhaló, recostándose en su silla.
—Esto es una pérdida de tiempo.
Inclinándose hacia adelante, Brandon la atrajo con su sonrisa.
—Puede ser más fácil creer en las malas noticias que en las buenas.
—No soy pesimista —dijo—. Creería buenas noticias si alguien me
dijera que gané la lotería. Pero yo lo estoy mirando… y él me está mirando
a mí… y estoy segura de que ambos estamos pensando: “No hay manera”.
Brandon se volvió hacia River.
—¿La encuentras atractiva?
—Esta prueba no es una medida de atracción —dijo River con suavidad
—. Es una medida de compatibilidad.
Jess dejó su pan.
—De verdad acabas de decir eso.
—Jessica —dijo David, redirigiendo su atención—. ¿Tú sí?
Ella rio.
—River es atractivo. Todos podemos ver eso. —Ella cometió el error de
mirarlo instintivamente cuando dijo esto y notó un pequeño músculo que se
contraía hacia arriba en la esquina de sus labios. La hizo sentir más suave,
inclinándose hacia él, y la autoconservación se hinchó en su garganta. Ella
lo odiaba—. Pero hablar con él es como tener una conversación con una
calculadora malhumorada.
David escondió una risa de sorpresa con una tos, golpeando su propio
pecho con valentía y alcanzando su agua. A la derecha de Jess, River soltó
una exhalación larga lentamente.
—Déjame probar con un rumbo diferente —dijo Brandon mientras el
camarero traía el primer plato—. Creemos en esta ciencia. —Hizo un gesto
a los hombres a cada lado de él—. No me refiero solo a que esperamos que
funcione porque podemos ganar mucho dinero. Eso es cierto, por supuesto,
pero eso no es todo. Sí, la historia de ustedes dos podría ser muy
convincente para nuestro lanzamiento, pero también es una curiosidad
científica para nosotros. Hasta ahora, todas las parejas que obtuvieron
puntajes superiores a ochenta todavía están juntas y obtienen puntajes
extraordinarios en muchas medidas de satisfacción en la relación. Tenemos
que preguntarnos: ¿Cuán satisfecha estaría una pareja a los noventa y ocho?
—¿Todas las parejas de más de ochenta han tenido éxito? —cuestionó,
preguntándose por sus palabras—. Pensé que Lisa dijo tres de cada cuatro.
—Legalmente no podemos decir cien por ciento, porque no todos los
Match de Titanio se han conectado en persona todavía.
—Eso debe ser molesto para ti —bromeó.
Esta vez, la risa de David estaba en auge.
—No tienes idea.
—Ambos son jóvenes, atractivos y solteros —dijo Brandon, rodando
con esta levedad momentánea.
—No te estamos pidiendo que te cases con él —agregó David.
—Lo siento —interrumpió River—. ¿Puedo unirme a esta
conversación?
—Sí —acordó Jess—, ¿dónde estás con todo esto?
La comida quedó descuidada en la mesa frente a ellos mientras todos
esperaban su respuesta.
—Por supuesto que creo en esto —dijo River—. Yo lo inventé.
¿De verdad cree que nuestro resultado podría ser real? ¿Que
podríamos ser almas gemelas?, quería preguntar, pero las palabras se
sentían demasiado enormes para salir de sus labios. En su lugar, buscó en
sus escalopes.
—Les pedimos a los dos que pasen un tiempo juntos —instó Brandon.
—Exactamente —dijo David, asintiendo—. Para llegar a conocerse.
Darle un poco de tiempo.
—Desafortunadamente —dijo, llevándose un bocado a la boca. Por lo
menos, estaba consiguiendo la cena—. Tiempo es lo que no tengo. No estoy
segura de que los cinco minutos de silencio con River en Twiggs todas las
mañanas nos permitan sumergirnos demasiado.
—¿Y si te compensamos? —preguntó Brandon.
Su mano se congeló, la cena quedó olvidada de repente. Un silencio
cayó sobre la mesa. River miró fijamente a Brandon, pero David solo la
miraba a ella. Habían planeado esto.
Te lo prometo, Jessica. No perderemos tu tiempo.
—Lo siento —dijo con voz ronca—. ¿Qué?
—¿Y si te compensamos? —repitió Brandon con calma—.
¿Permitiéndote hacer tiempo en tu agenda para conocer a River?
Colocó con cuidado el cuchillo en el borde de su plato.
—¿Quieres pagarme para salir con él?
River exhaló bruscamente, alcanzando su whisky.
—Considéralo un salario por participar en un aspecto de un experimento
más grande —dijo David—. Podrías dejar la cafetería, tener más tiempo
libre. Eres una parte importante de nuestro estudio de investigación, la
mitad de una puntuación que necesitamos para validar, o invalidar, nuestro
paradigma de agrupamiento antes del lanzamiento.
Jess se reclinó en su silla, el corazón latía con fuerza.
—Entonces, ¿nos necesitas para... explorar esto hasta después del
lanzamiento?
Brandon rio un poco de esto.
—Bueno, puedes explorarlo hasta que...
—Suponiendo que no nos enamoramos el uno del otro —aclaró—.
¿Cuál es la duración del estudio?
—La IPO16 es el seis de mayo —dijo David con total naturalidad—.
Hoy es veintiocho de enero. Entonces, poco más de tres meses.
Y ahí estaba la verdad, expresada sin rodeos.
—¿De cuánta compensación estamos hablando?
David y Brandon intercambiaron una mirada. Jess se llevó el vaso de
agua a los labios con una mano temblorosa, el hielo tintineó suavemente
contra el vaso.
—Diez mil al mes.
Una tos acuosa brotó de su garganta, aguda y urgente. River se acercó y
puso una mano en su espalda, frotándola suavemente.
El toque fue firme pero eléctrico, arrancando un suspiro de su pecho,
haciéndola toser de nuevo. Su palma era enorme y cálida, un zumbido
vibrante en su piel.
—Estoy bien —logró decir finalmente, y dejó el vaso sobre la mesa.
Se apartó, cerrando la mano en un puño sobre su regazo.
—¿Y qué te compra esa cantidad? —preguntó Jess una vez que confió
en que su voz saldría firme.
—Ustedes van a tomar un café. Salir en citas. —Brandon extendió las
manos y se encogió de hombros antes de tomar el tenedor—. Quizás tengan
una aparición pública o dos. Básicamente, le das una oportunidad.
David asintió.
—Llega a conocerlo, Jessica.
Ella se volvió hacia River.
—Estás tan callado. Esto también te concierne, ¿sabes? Me doy cuenta
de que tu nivel de energía predeterminado es recorte de cartón, pero no
puedo conocerte si no hablas.
—Estoy pensando —admitió en un gruñido bajo.
Honestamente, su mente estaba dando vueltas. Ella nunca había
concebido una situación como esta. ¿Se sentía atraída físicamente por él?
Sí. Obviamente, sí. Pero gran parte de él se sentía inaccesible y
profundamente irritante.
—¿Sientes…? —Ella no sabía cómo hacer la pregunta. Ella comenzó de
nuevo—. Con todo lo que sabes y todo lo que has visto, ¿crees que este
número es correcto?
Levantó el agua y tomó un largo sorbo. Con una mano firme, dejó el
vaso y la miró a los ojos.
—No lo sé.
En el fondo, se dio cuenta de que Brandon y David escarbaban en su
comida, tratando de pasar desapercibidos mientras escuchaban lo que
probablemente debería ser una conversación privada. Jess odiaba la forma
en que su estómago se calentaba, la forma en que se sentía como si hubiera
burbujas subiendo de su torrente sanguíneo a la superficie de su piel.
—¿Quieres... quieres que sea correcto?
Lo último que quería que sucediera era que alguien saliera lastimado,
pero era difícil imaginarse alejándose de los treinta mil dólares. ¿Qué tan
difícil sería pasar unas horas con este hombre por una cantidad que
realmente les facilitaría la vida a ella y a Juno?
River cerró los ojos y tragó. Cuando los volvió a abrir, ella vio en su
rostro el mismo conflicto que sentía por dentro.
—No lo sé —dijo de nuevo.
—Entonces, ¿por qué estás dispuesto a hacer esto?
Levantó un hombro.
—Quiero demostrar que tengo razón.
Jess no estaba segura de qué mujer pensaría que esa respuesta era lo
suficientemente buena. Si bien podía apreciar esta toma desde un punto de
vista intelectual, ese era exactamente el problema: se suponía que se trataba
de una química instintiva no cuantificable.
¿No es así?
De pie, dejó la servilleta sobre la mesa.
—Necesito pensarlo. Te llamaré.
CAPÍTULO NUEVE
Jess saludó a Nana a través de la ventana de la cocina y se dirigió hacia
la parte trasera del apartamento. Juno ya estaba metida en la cama con un
libro. De nuevo. Error, Error, Error. Si Juno convenció a Pops para que le
permitiera volver a comer palitos de pescado congelados para la cena,
definitivamente empujaría a Jess al límite.
¿Todas las mamás se sentían así? Jess trabajaba demasiado o no
trabajaba lo suficiente. Ella estaba malcriando a Juno o Juno no estaba
obteniendo todo lo que necesitaba. Jess era una madre de helicópteros o
estaba ignorando a su hija. La mayoría de las veces, Jess estaba convencida
de que cada decisión que tomaba estaba arruinando la infancia de Juno de
alguna manera.
—Oye, Bug —dijo, rodeando una canasta de ropa sucia y colapsando en
la cama junto a su hija. Pigeon se puso de pie y se estiró, subiendo por el
colchón para acurrucarse en el espacio entre ellas.
Juno pasó una página.
—¿Sabías que las jirafas hembras regresan a donde nacieron para dar a
luz?
Jess pasó sus dedos por el cabello de Juno; los mechones aún estaban
húmedos de su baño.
—No sabía eso.
—El bebé simplemente se deja caer al suelo. —Juno extendió los brazos
en un dramático golpe.
—Supongo que, si su mamá es una jirafa, sería una gran caída.
Juno inclinó el libro para ella, mostrando una foto de una jirafa y su
bebé.
—Pero el bebé simplemente se levanta y corre. —Pasó la página—. Y
sus cuellos tienen el mismo número de vértebras que los humanos. ¿Sabes
cuántas son?
—¿Creo que siete?
—Sí. —Juno asintió una vez—. Buen trabajo.
Jess escuchó mientras su hija leía, pero su cabeza daba vueltas, la
conversación de la cena daba vueltas una y otra y otra vez en el interior. No
estaba segura de sí estaba más insultada por la sugerencia de que estaría de
acuerdo o enojada porque estaba pensando en estar de acuerdo. Ella estaría
loca si pasara algo así, ¿verdad? Compensaría la cuenta de Jennings; se
ocuparía de la atención médica durante el resto del año.
—…Eso me recuerda cuando el Sr. Lannis tuvo que usar un collarín
porque se comprimió un nervio por el karaoke. ¿Hola mamá?
Cuando Jess volvió a concentrarse, se dio cuenta de que Juno ya había
cerrado su libro.
—¿Qué bebé?
—¿Por qué pones esa cara? —preguntó.
—¿Qué cara?
Juno se pasó un dedo por la frente.
—La que la tía Fizzy ya no puede hacer debido al Botox.
—No estoy frunciendo el ceño —dijo Jess—. Yo solo estoy pensando.
Alguien me pidió que hiciera algo y no estoy segura de sí debería hacerlo.
Ahora Juno frunció el ceño.
—¿Es malo?
—No. No es malo.
Ronroneando, la gata se subió al pecho de Juno.
—¿Alguien va a salir lastimado?
—Espero que no —dijo Jess—. No lo creo.
—¿Te sientes insegura?
Jess se mordió los labios, tratando de contener una risa encantada. Esta
niña estaba repitiendo exactamente lo que diría si sus posiciones fueran al
revés.
—No. —Inclinándose, le dio un beso en la cabeza—. No me siento
insegura.
Una vez que se sentó de nuevo, su hija la inmovilizó con una mirada
severa.
—¿Estás mintiendo?
Tú eres una parte importante de nuestro estudio de investigación, la
mitad de una puntuación que necesitamos para validar, o invalidar, en
nuestro paradigma de agrupamiento antes del lanzamiento. Ella sacudió su
cabeza.
—No estoy mintiendo.
Juno dejó su libro en la mesita de noche y recogió a Pigeon antes de
acurrucarse ambas en su edredón.
—¿Aprenderías algo?
Jess sintió un intenso pulso de orgullo en su hija, y la respuesta negativa
instintiva se evaporó en su boca.
Porque... tal vez ella lo haría.
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Sin exagerar: Ellos estarían ahí. El restaurante que Jess había elegido
estaba al otro lado de la cerca, lo que significaba que ya estaba sentada en
una mesa afuera cuando apareció River. Llegó cinco minutos antes, pero a
juzgar por su expresión de sorpresa, Jess solo pudo asumir que había
descarrilado su plan de llegar allí primero, ponerse cómodo y sentarse con
facilidad para cuando ella llegara.
Se detuvo cuando la vio, a medio paso, extrañamente sorprendido.
—Oh. —Él miró alrededor de la acera—. Yo... lo siento, pensé que
habías dicho las siete y media.
Jess le entregó a un escaneo rápido. A pesar de que era sábado, asumió
que acababa de llegar del trabajo (vestía pantalones azul marino oscuro, una
camisa blanca abotonada con el cuello abierto), pero su ropa se veía
impecable y su cabello estaba recién lavado y peinado con los dedos.
—Lo hice. Vivo justo ahí. —Ella señaló a su izquierda y sus ojos se
posaron en el edificio de apartamentos.
—Oh. —Sacando la silla, se sentó en la pequeña mesa frente a ella e
hizo su propia inspección, sus ojos bordearon la longitud de su cuerpo y
rápidamente retrocedieron. Un rastro de calor siguió el camino. Se aclaró la
garganta—. Eso es útil.
Rama, un camarero musculoso de veintitantos años que era el héroe de
Jess porque con frecuencia echaba a la gente de la entrada del Sr. Brooks, se
detuvo en su mesa. Él le sonrió y luego deslizó significativamente su
mirada hacia River.
—Oye, Jess, ¿quién es tu amigo?
La manera de dejar muy claro que nunca antes había traído una cita
aquí.
—Ya basta, Rama. Su nombre es River.
Los dos hombres se dieron la mano y River evaluó a Rama mientras
vertía agua en sus vasos.
—¿Necesitas un minuto?
—Claro, eso sería genial.
Cuando Rama los dejó para leer detenidamente el menú, Jess levantó la
barbilla.
—¿Vienes del trabajo?
Se llevó el agua a los labios y Jess definitivamente no los vio separarse
y hacer contacto con el vaso. Tampoco vio cómo la nuez de Adán se movía
mientras tragaba.
—Me detuve en casa para cambiarme. —Él respondió a su sonrisa con
una propia—. No tengo pareja, hijos ni mascotas. El trabajo es
prácticamente todo lo que tengo.
—¿Eso es por el diseño?
Frunció el ceño y Jess se dio cuenta de que le estaba dando a la pregunta
una verdadera consideración.
—¿Quizás? Quiero decir, una vez que obtuvimos algunos de los
primeros resultados en el estudio de la atracción, la curiosidad se apoderó
de mí. Ha sido difícil pensar en otra cosa.
—Lo cual es gracioso —señaló—, ya que estás pensando en citas y
relaciones todo el día, pero nunca para ti.
—Lo veo desde un poco de distancia —dijo—. Estaba tan metido en la
maleza, observando alelos específicos y variantes genéticos, hasta quizás el
último año o dos, el panorama general era fácil de ignorar.
Jess no estaba segura de sí había una mejor manera de formular su
siguiente pregunta, por lo que simplemente salió con ella:
—¿Hay una parte de ti que se siente un poco molesta por este resultado?
River se rio y volvió a levantar su copa. En ese momento, Rama regresó.
—¿Están listos chicos?
—Salvado por Rama —dijo.
Los ojos de River sostuvieron los suyos.
—Salvado. —Levantó la mano con la palma hacia arriba y le hizo un
gesto para que ordenara.
Jess suspiró y volvió la cara hacia arriba.
—Sabes lo que pido.
—Sí. —Rama se volvió hacia River—. ¿Y tú?
—Espera, ¿qué está pidiendo?
—Tom ka soup —recitó Rama—. Y el curry verde de pato.
River frunció el ceño.
—Oh. —Abrió su menú de nuevo—. ¿Qué... um, más recomendarías?
Jess lo miró boquiabierta.
—No me digas que ibas a pedir lo mismo.
River asintió con la cabeza hacia su menú.
—¿Drunken noodles?
—Son geniales —confirmó—. Pidamos sopa para dos y los dos platos
principales. —Miró a River—. ¿Quieres una cerveza o algo?
Parecía genuinamente complacido por la forma en que ella se hizo
cargo.
—El agua es buena.
Le entregaron sus menús a Rama, y Jess miró fijamente a su cita al otro
lado de la mesa.
—Pero en realidad: no ibas a pedir pato.
—Iba.
No sabía de dónde venían las ganas de reír-gritar, pero se lo tragó con
un sorbo de agua helada.
—¿Trabajaste hoy? —preguntó con rigidez, claramente esperando que
ella hubiera olvidado lo que había preguntado antes de que fueran
interrumpidos. Francamente, él no quería responder, Jess probablemente no
quería escuchar la verdad de todos modos.
—Nana siempre ha sido una rigurosa en cuanto a que, si no tengo que
trabajar, el sábado es un día familiar.
—¿Vives con tu abuela? —preguntó.
—Sí y no. Nana Jo y Pops son los dueños del complejo de
apartamentos. Viven en el bungalow y yo vivo en el apartamento al otro
lado del patio.
—¿Con tu hija? —confirmó, y ella asintió.
—¿Cuál es su nombre?
Después de una pausa de un segundo, Jess negó con la cabeza. La
inquietud la atravesó.
—Sé que ella está fuera de los límites del experimento —dijo—. Solo
estaba preguntando por la familia. Intercambio. —Hizo una pausa,
sonriendo juguetonamente—. Por ejemplo, tengo dos hermanas
entrometidas.
—Oh, tienes suerte entonces. Las mujeres entrometidas hacen que el
mundo siga funcionando.
—A ellas les encantaría. —Se rio, cálido y claro—. Las dos son
mayores: Natalia y Pilar. Ambas dominantes.
—El más joven. Eh… —Jess tomó un sorbo de agua—. Habría perdido
esa apuesta.
La diversión levantó la comisura de su boca.
—¿Eso por qué?
Rama volvió a materializarse con un gran tazón de sopa humeante. La
colocó entre ellos y compartieron unos momentos de tranquilo silencio
mientras servían sus porciones, pasando la salsa picante y los condimentos
por la mesa.
Jess se inclinó para oler el contenido de su cuenco (la sopa picante era
una de sus comidas reconfortantes favoritas) y se dio cuenta de que River
acababa de reflejar su movimiento con precisión.
Se dio cuenta casi al mismo tiempo y se enderezó en su silla.
—¿Por qué te sorprende que sea el más joven? —preguntó, avanzando.
—Los niños más pequeños suelen ser menos “intensos” —dijo con una
sonrisa, usando su propia descripción en su contra—. Ustedes, los
perfeccionistas tensos, tienden a ser los hijos mayores.
—Ya veo. —Su risa la atravesó y se inclinó, tomando un bocado de
sopa. El gemido profundamente sexual que dejó escapar cuando la probó
estaba destinado a perseguir los mejores y peores sueños de Jess.
—¿Tú qué tal? —preguntó—. ¿Algún hermano?
Ella sacudió su cabeza.
—Hija única.
Tomó otro bocado.
—Entonces, supongo que ambos hubiéramos perdido una apuesta.
Habría dicho mayor, con al menos un hermano.
—¿Por qué?
—Pareces responsable, inteligente, concienzuda. Mandona. Te imagino
emulando a tus padres y…
Jess resopló, se rio y se cubrió la boca con la servilleta. La sola idea de
emular a Jamie era absurda.
—Lo siento, eso fue solo… —Se alisó la servilleta sobre su regazo de
nuevo—. No, soy hija única.
Él asintió con la cabeza en comprensión y, para su crédito, cambió de
tema.
—Entonces, hemos hablado sobre cómo llegué aquí —dijo—. ¿Pero
cómo terminaste trabajando en estadística? Admito que te queda bien.
Ella arqueó una ceja.
»Pareces muy competente —añadió—. Eres reconfortante. Atractiva.
Jess lo observó deliberadamente evitando sus ojos. No tenía forma de
saberlo, pero llamarla "competente" era fácilmente el mejor cumplido que
podía haberle hecho.
Volvió a dejar el vaso.
»Pero a mi pregunta…
Jess tarareó, pensando.
—Me tranquiliza que los números no mientan.
—Pero pueden ser engañosos.
—Solo si no sabes qué buscar. —Ella tomó un sorbo de sopa—.
Siempre he sido una fanática de los números. Cuando era niña, contaba mis
pasos dondequiera que iba. Contaba cuántos pisos había en un edificio,
cuántas ventanas por piso. Intentaba estimar la altura de un edificio y luego
lo buscaba cuando llegaba a casa. Y cuando tomé mi primera clase de
estadísticas, estaba acabada. Me encanta trabajar con números que son
significativos en general. Predecir terremotos o desastres naturales,
campañas políticas, resultados de encuestas de servicio al cliente o…
—…Genética —dijo él en voz baja.
Ah. El elefante en el cuarto. Sintió que la parte superior de sus mejillas
se calentaba y miró hacia abajo, sorprendida de nuevo de que sus pechos
estuvieran mucho más cerca de su rostro en este sostén de lo que solían
estar. Maldita Fizzy. Jess se aclaró la garganta.
—Exactamente. Siempre que se tenga suficientes datos, se puede
averiguar cualquier cosa.
—Lo entiendo —dijo con la misma voz tranquila—. Hay algo
satisfactorio en resolver pequeños acertijos todos los días. —Comieron en
silencio por un momento, y Jess se preguntó si estaba imaginando la forma
en que su mirada parecía detenerse en su cuello, y bajar, bajar por sus
brazos...
—Esas son... —preguntó, entrecerrando los ojos y señalando su
antebrazo derecho, donde se le había subido un poco la manga—. ¿Las
letras de 18Fleetwood Mac?
—Oh. —Su mano izquierda se movió para cubrir la tinta—. Sí. —Ella
giró su brazo, pero él se inclinó, envolviendo su pulgar e índice alrededor
de su muñeca, girándola para poder ver la suave piel de la parte interna de
su brazo.
—“Thunner only happens” —Leyó, apartando los ojos de la palabra mal
escrita y subiendo a su rostro—. ¿'Thunner'?
Jess puso los ojos en blanco.
—Felicity. —Con suerte, había deducido que el simple hecho de decir
su nombre debería explicarlo todo.
Debe haberlo hecho, porque se rio y pasó suavemente el pulgar por las
letras. Nada que ver con la forma clínica en que la había tocado la noche
anterior, era una exploración pausada. Y ella se estaba derritiendo. —Y otra
pieza del rompecabezas encaja en su lugar.
—Ella, Fizzy, tiene la otra mitad de la línea. “When it’s rainning”
excepto que no hay una h en when. —Con él mirándola y tocándola así, se
necesitaba una gran concentración para formar pensamientos y convertir
esos pensamientos en palabras—. Cuando cumplí veinticinco años, me
invitó a celebrarlo. Fue una noche realmente perfecta y le envié un correo
electrónico cuando llegué a casa para agradecerle. Estaba absolutamente
machacada, y Pops pensaba que era tan divertido, por lo que no me dejó
usar la tecla de retroceso para corregir mis errores ortográficos. —Se
encogió de hombros—. Al parecer, le envié por correo electrónico la letra
completa de la canción que habíamos cantado en el karaoke para demostrar
lo sobria que estaba.
Sus ojos brillaron cuando miró su rostro. Con una mirada que podría ser
de arrepentimiento, le soltó el brazo.
—Esa es una buena historia.
Jess se rio ante el último par de bocados de su sopa.
—Pops es básicamente un monstruo.
—Un monstruo con sentido del humor.
—Estoy rodeada de bromistas —admitió.
—Tienes suerte.
Había algo en su tono que la atrapó, que volvió a clavar sus ojos en los
de él. No es que sonara solo, exactamente, pero había una vulnerabilidad
allí que la desequilibró un poco.
—Me siento afortunada. —Se rascó el interior de la cabeza en busca de
algo que decir—. Háblame de todos en GeneticAlly. ¿Los conoce a todos
desde hace mucho tiempo?
—La mayoría de ellos desde que empezamos. David, por supuesto. Y
Brandon era amigo de Dave de la universidad. —Revolvió su sopa y se
apartó cuando Rama regresó con sus platos principales—. Es un equipo
muy unido.
—¿Alguno de ellos ha sido emparejado? —preguntó Jess, escarbando en
los platos.
—Brandon, sí —dijo—. Conoció a su esposa en el... —River miró hacia
arriba, pensando, y Jess se maravilló de sus ojos color whisky y con
pestañas oscuras una vez más—. Supongo que sería la tercera fase de las
pruebas beta. Quizá, hace ya cuatro años. Fueron un Match de Oro.
—Guau.
Asintió, sirviendo algo de comida en su propio plato.
—Lo sé. Fue el primero y fue algo realmente importante. —Nada como
esto, aunque colgaba sin decirlo entre ellos—. Entonces Tiffany, la
conociste en el desastre de los resultados revelados —dijo con un guiño, y
Jess se echó a reír—. Ella es nuestra analista principal de datos, conoció a
su esposa, Yuna, cuando coincidieron. Creo que tenían ochenta y cuatro por
ciento, y Yuna se mudó aquí desde Singapur para estar con Tiff.
—¿De cuántos países ha extraído muestras?
Ni siquiera tuvo que pensar.
—Cincuenta y siete.
—Guau.
—Si. —Limpiando su boca con su servilleta, River era un retrato de
modales y clase al otro lado de la mesa. ¿La convertía en una persona
terrible que le sorprendiera que esta cita no fuera terrible? La conversación
fluyó, los silencios fueron fáciles. No se le había derramado nada por la
camisa y él la había llamado competente. Fue la mejor cita que había tenido
en siete años. —Y todos los demás han tenido una relación bastante amplia,
si son solteros y están interesados.
—¿Crees que es un fastidio para alguno de ellos que no haber tenido un
Oro o Match tan alto? Por ejemplo, ¿les preocupa que dentro de la empresa
se convierta en algo competitivo o, supongo, como algo de estatus?
La miró y luego parpadeó.
—Haces preguntas realmente inquisitivas.
Inmediatamente, Jess se sintió mortificada.
—Lo siento. Yo solo… agh. Lo siento.
—No, no, está bien, eres muy… reflexiva.
El calor se extendió en una ráfaga espinosa a lo largo de su piel.
—Quiero saberlo —admitió—. Quiero saber sobre ti, y esto, y lo que
piensas de todo eso. Quiero decir, estamos aquí ahora mismo. Dije que
entraría en este acuerdo genuinamente.
—Lo sé —dijo, y parecía estar evaluándola en silencio con ojos nuevos
—. Te lo agradezco.
—¿Podrías? —preguntó, sintiendo que su corazón la golpeaba desde
adentro como un puño enguantado.
—Realmente no conozco otra forma de ser. —Cogió su agua y tomó un
sorbo—. Me preguntaste antes si este resultado era un inconveniente. No lo
es. No es un inconveniente, pero admito que no estoy seguro de qué pensar
al respecto. Si lo tomo en serio, reorganizaría toda mi vida. Si no me lo
tomo en serio, descarto todo por lo que he trabajado.
—Lo que, dicho sea de paso, también reordena tu vida —dijo Jess,
riendo.
Él también se rio.
—Exactamente.
—Bueno, en ese caso —dijo—. Puedo participar en el Proyecto Be
Genuine but Cautious.
Se secó la mano en la servilleta y se inclinó sobre la mesa para dar un
apretón de manos. Con el latido de su corazón en sus oídos, tomó su mano y
la de ella se sintió extrañamente pequeña en su agarre.
—¿Que pasa ahora? —preguntó.
—Supongo que nos reuniremos cuando estemos libres —dijo, y su
cerebro empezó a dar vueltas sobre cómo funcionaría, adónde podría llegar.
Y adonde ella quería que fuera.
—De acuerdo.
—De lo contrario, esperamos las órdenes sobre la marcha de Brandon
sobre cualquier aparición pública.
—Brandon Butkis —susurró Jess, en parte para romper la tensión de
imaginar forjar una relación personal con River después de esta noche y en
parte porque... ¿cómo no podía decirlo?—. Vamos, tienes que admitir que
es un gran nombre.
Rama dejó la cuenta en su mesa y River le dio las gracias antes de
deslizar la pequeña carpeta de cuero en su regazo. Sin perder el ritmo, River
entregó la siguiente información con una cara admirablemente seria:
—El apellido de su esposa es Seaman.
Jess jadeó.
—No.
Finalmente, una sonrisa apareció en su rostro.
—Sí.
—¿Se separaron con guiones? —Se inclinó—. Por favor, dime que se
separaron con guiones.
River se rio.
—No lo hicieron.
Pequeños pasos pisotearon a lo largo de la acera, y el peso y el ritmo se
registraron en el cerebro de Jess solo una fracción de segundo antes de que
un par de pequeños brazos fueran lanzados alrededor de su cuello.
—¿Me dejaste un poco de pato?
Jess se asomó por encima de la cabeza de su hija para lanzar una mirada
de disculpa y mortificación a River. Sosteniendo a su hija con el brazo
extendido, Jess le dio la cara de mamá más convincente que pudo manejar.
—¿Qué estás haciendo, cariño? Se supone que no debes estar aquí.
—Podía escuchar tu risa en el patio.
—Pero ¿qué estabas haciendo en el patio?
—Venciendo a Pops a las damas.
—¿Pops? —gritó Jess.
—Es demasiado rápida —respondió Pops de atrás de la cerca.
Juno se rio.
—La tengo —respondió Jess. Ella cedió y besó la frente de Juno antes
de voltearla para mirar a River. Aparentemente esto estaba sucediendo—.
Perdón por la interrupción.
Él sacudió la cabeza y le sonrió cálidamente a Juno.
—No hay problema.
—Juno, este es el Dr. Peña.
Juno extendió la mano y él envolvió su pequeña mano en la suya
grande.
—River —dijo, temblando suavemente—. Puedes llamarme River.
Colocándose en el regazo de su madre, Juno inclinó la cabeza,
considerándolo.
—Tú también tienes un nombre único.
River asintió.
—Si.
—¿Te gusta? —preguntó.
—Absolutamente.
—Mi segundo nombre es M-E-R-R-I-A-M. Tengo nombre de montaña.
¿Cuál es el tuyo?
—Nicolas, por mi abuelo.
Ella frunció los labios, menos impresionada.
—Mmm. Eso es algo normal, supongo. ¿Alguna vez alguien se burló de
ti por llamarte River Nicolas?
—Unas cuantas veces —admitió—. Pero prefiero que se burlen de mí
por tener un nombre que nadie más tiene a que lo hagan por uno que tiene
un montón de gente. Estoy dispuesto a apostar que nadie más se llama Juno
Merriam Davis. Solo tú.
Jess se echó hacia atrás, asimilando todo esto, confundida por la cálida
sensación de ondulación en su estómago.
Juno se movió en su regazo, y Jess escuchó la pequeña campana del
gato al otro lado de la cerca que separaba el patio del restaurante del patio
lateral del apartamento.
—Mi mamá es Jessica Marie Davis —dijo Juno con exagerada simpatía
—. Lo buscamos una vez, y había cuatrocientos. —Hizo una pausa y,
sorprendentemente en el momento de la comedia, agregó—: En California.
—Si. —Atrapó la mirada de Jess y luego le devolvió la sonrisa a Juno
—. Pero apuesto a que en realidad solo hay una persona como tu madre en
cualquier parte del mundo.
Q u é.
—Eso es cierto —coincidió Juno con desenfrenada inocencia.
Inmediatamente miró hacia otro lado, aclarándose la garganta, y el
corazón de Jess trepó por una enredadera, balanceándose salvajemente
detrás de sus costillas.
River sacó su billetera, deslizando suavemente cuatro billetes de veinte
en la carpeta de facturas.
—Probablemente debería irme.
Jess sonrió.
—Gracias por la cena.
—En cualquier momento. —Sonrió a Juno de nuevo, y luego
rápidamente a Jess—. Lo digo en serio.
Se pusieron de pie, y Jess dejó que su hija en pijama se subiera a su
espalda para llevarla a la cama. En el callejón, River se detuvo y miró por
encima del hombro de Jess al complejo de apartamentos detrás de ellas. Se
podían ver las tiernas puntas de las enredaderas flotando a lo largo de la
parte superior de la cerca.
—Gracias por dejarme estacionar aquí.
—Tenemos un lugar para invitados. El estacionamiento en la calle es un
fastidio.
—La gente se sienta en los autos en el frente —agregó Juno—. El señor.
Brooks se enoja tanto.
River frunció el ceño, tomando esta información adorablemente en
serio.
—¿El?
—Nuestro vecino —explicó Jess—. Es un elenco de personajes aquí.
River miró su reloj mientras alcanzaba la puerta de su auto y la abría.
—Estoy viendo eso.
Jess lo buscó, realmente lo hizo, pero no había nada en su tono que le
hiciera pensar que se estaba quejando en absoluto.
—Buenas noches, Jessica Marie y Juno Merriam.
Juno apretó el cuello de Jess.
—Buenas noches, River Nicolas.
CAPÍTULO DOCE
Crepes quemados, una zapatilla naranja desaparecida, vomito de gato en
la mochila, café preparándose sin agua en el tanque, y una madre que le
gritaba a su hija que, si no quería cortarse el pelo, tenía que dejar que mamá
lo trenzara antes de dormir. En otras palabras, un clásico colapso antes de
las ocho de la mañana. Jess no tuvo oportunidad de mirarse al espejo, y
mucho menos de revisar su correo electrónico, hasta que hubo dejado a
Juno en la escuela, y estaba contenta por eso, porque la notificación de que
ella y River habían sido citados para una entrevista por el Union-Tribune de
San Diego19 la habría tenido vomitando justo al lado del gato.
—Recibí tu correo electrónico —dijo tan pronto como Brandon
respondió.
—¡Oh, genial! —Dientes, dientes, dientes. Fue todo lo que Jess pudo
imaginar—. ¿Parece que la cita salió bien?
Se mordió el labio. Había ido bien. Mejor de lo esperado. No se suponía
que River fuera gracioso, y definitivamente no se suponía que debía
encantarle a su hija. Y, aun así.
—Sí, estuvo bien.
—¿Funciona la hora de la entrevista? Sé que te aviso con poco tiempo
de antelación.
—Es menos que un problema de tiempo —admitió Jess—. Y más uno
de valentía.
—¿Tú? —Se rio generosamente—. Eres adorable. Detente.
—No estoy muy acostumbrada a la prensa —añadió Jess rápidamente
—. Sé que es para lo que firmé, pero esperaba comenzar poco a poco con
cenas, luego tal vez un par de tweets que nadie note, una pequeña entrevista
en el blog sobre las citas en línea y, finalmente, abrirnos camino al Trib.
—Michelle está haciendo el artículo y ella es un amor —le aseguró
Brandon—. Te va a adorar. Ella y River se conocían desde mucho antes.
Jess quería preguntar si ese era un código para referirse a sexo, pero no
iba a preguntar eso.
Brandon leyó a través de su silencio.
—Ella hizo un artículo sobre él hace varios años. Eso es todo.
—Mm-hmm. Entonces, mañana —dijo, mordiéndose el labio—.
Mañana al mediodía, Shelter Island. —Jess hizo una pausa y un pegajoso
escalofrío le subió por el cuello—. ¿Por qué en Shelter Island?
—Perfecta para las fotos —dijo confirmando sus temores y ella casi se
traga la lengua. Ella ya había puesto su armario patas arriba para la cita de
la cena, y una camisa de cambray y unos vaqueros fue lo mejor que pudo
conseguir. Esta era exactamente el tipo de cosas que había estado temiendo.
—Tengo que ir de compras.
—Jessica, honestamente, lo que sea que estés usando estará bien.
—Brandon. No dirías eso si pudieras verme ahora mismo.
Él rio.
—Solo quiero decir que estarás bien con cualquier cosa.
¿Lo estaría? Miro su raída camiseta gris claro y sus pantalones
deportivos gris carbón. Ella, francamente, no podía imaginarse estar al lado
de River “GQ” Peña frente a la bahía de San Diego en nada que estuviera
actualmente en su armario.
Por otro lado, al final del día, un alma gemela te amaba por lo que había
en el interior, ¿verdad?
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Llamó a la escuela e hizo los arreglos para que River recogiera a Juno.
Él le envió un mensaje de texto en cuanto estuvieron juntos, enviando una
foto de los dos haciendo caras tontas, y luego otra de Juno con el cinturón
de seguridad en el asiento trasero de su brillante Audi negro. Francamente,
Juno parecía encantada de estar allí. Jess solo podía imaginar las indirectas
que le daría sobre comprar un coche nuevo, «como el de River Nicolas».
Nana fue llevada al quirófano un par de horas más tarde, y una
enfermera le entregó a Pops un pequeño localizador que se parecía de los
que usaban los restaurantes.
—Eso vibrará cuando tengamos noticias —les dijo la enfermera—.
Tráiganlo al mostrador y los pondremos al día. Si no suena, no hay nada
nuevo que contarles.
Pops alternaba entre sostener la mano de Jess en la sala de espera y dar
largos paseos por el edificio. Sus ojos estaban enrojecidos cuando regresó,
su cuerpo pesado mientras se hundía en la silla frente a la de ella.
—¿Algo? —preguntó.
—Todavía no. —Jess se inclinó hacia adelante, tomando sus manos y
llevándolas a su regazo—. ¿Recuerdas aquella vez que Nana nos compró a
todos guantes de jardinería y no se dio cuenta de que el «estampado floral»
era en realidad marihuana?
—La forma en que seguía insistiendo en que era un arce japonés. —Sus
hombros se agitaron con una risa silenciosa—. Y Juno sigue señalando «la
planta favorita de Nana» cada que la ve una en una camiseta o un cartel.
El sonido de una risa familiar se extendió por el pasillo, y Jess levantó la
vista a tiempo para ver a River y Juno doblando la esquina hacia la sala de
espera. Juno seguía en su ropa de ballet con su leotardo rosa pálido y sus
mallas, pero sus botas de vaquero rosas favoritas repiqueteaban sobre el
suelo de linóleo. Llevaba el pelo recogido en un moño desigual y se
aferraba a River con una mano, mientras que en la otra llevaba un ramo de
girasoles. La visión de sus manos entrelazadas arrancó un suspiro de la
garganta de Jess.
—Ahí está mi niña —dijo Pops, con los ojos iluminados.
—¡Hemos traído sándwiches! —susurró Juno, y Jess miró a River.
Debió explicarle que aquello era un hospital, y los enfermos intentaban
descansar. Jess no podía imaginar otro escenario en el que Juno Merriam
Davis no irrumpiera en esta habitación a todo volumen buscando a su nana.
Le entregó a Jess las flores, le dio un beso en los labios a su madre y
luego se subió al regazo de Pops.
Jess se puso de pie, tomando la bolsa de papel blanco que River le
ofrecía.
—No tenías que hacer eso.
—Nos imaginamos que en lo último en lo que pensarías sería en la cena
—dijo él.
Olió los bocadillos de albóndigas y se le hizo la boca agua.
—Gracias a Dios, porque muero de hambre.
—¿Cómo está?
—Sí, ¿cómo está Nana Jo? —preguntó Juno.
—Todavía está en el quirófano —dijo Jess—. Esperan que esté bien,
solo estamos esperando. —Le entregó a Pops un sándwich y señaló con el
suyo al pedazo de magia masculina que tenían delante—. Pops, este es
River Peña. River, éste es mi abuelo Ronald Davis.
River se acercó a estrechar la mano de Pops.
—Es un placer conocerle. He oído grandes cosas.
—Lo mismo digo. —Pops le devolvió el apretón de manos, y Jess tuvo
que morderse el labio para no sonreír—. Y gracias por cuidar de nuestro
pequeño Bichito aquí. Ha sido una tarde muy larga.
—No ha sido ningún problema —dijo River—. A veces es divertido
llevar a un Muppet al ballet.
Juno se contoneó salvajemente en el regazo de Pops, metiéndose los
dedos en las orejas, arrugando la cara.
—Ahí está —dijo River con cariño. Juno se detuvo bruscamente,
pareciendo recordar algo—. ¿Nana volverá a usar su scooter?
—No estoy seguro —le dijo Pops—. Pero, será mejor que saquemos mis
botas con punta de acero del almacén por si acaso.
El aparato sonó en el regazo de Jess: el disco se iluminó con luces rojas,
vibrando en su muslo. Pops se levantó bruscamente, depositando a Juno en
su asiento antes de recoger el localizador y dirigirse a toda prisa al puesto
de enfermería.
—Debe haber salido del quirófano —dijo Jess, observándolo.
—Voy a dejar que te pongas a ello, entonces. —River miró a Juno—.
Gracias por pasar la tarde conmigo, Juno Merriam. Hacía mucho tiempo
que no iba a una clase de ballet.
—De nada —dijo ella—. Puedes volver a venir si quieres.
—Bueno, tal vez lo haga. —Sonrió, volviéndose hacia Jess—. ¿Me
llamaras si necesitas algo más?
—Lo haré. —Las palabras que quería decir se enredaron en su pecho en
un atasco emocional. Gratitud y lujuria y miedo y anhelo. No quería que se
fuera. Quería ponerse de pie, rodear su cintura con los brazos por debajo de
la chaqueta y susurrarle su agradecimiento al calor de su cuello. Pero en
lugar de eso, simplemente dijo—: Gracias, River.
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El cabello de River era un lío enredado por los dedos de Jess mientras
besaba su camino de regreso a su cuerpo, y su expresión rápidamente se
volvió arrogante ante la vista de su muñeco de trapo postrado en la cama.
—Eso fue inspirador —murmuró.
La besó una vez, sin aliento y sonriente, y luego cayó a un lado en su
propio charco exhausto.
—Bien.
Jess se dio la vuelta, medio despatarrada sobre su pecho, y le sonrió.
—¿Cómo estuvo el comando en el trabajo ayer?
Dejando escapar un gemido de risa, extendió su brazo libre y se pasó
una mano por la cara.
—Uno pensaría que me daría cuenta de la falta de ropa interior en algún
momento antes de irme al trabajo.
—Sexo borracho. —Tarareando, sonrió en un beso, y luego se quedó
completamente quieta cuando se dio cuenta—. Mierda. Ayer tuvimos sexo
en la cocina.
Él la miró con ojos entrecerrados en señal de disculpa.
—Juno los encontró, ¿no es así?
Jess le quito importancia.
—Pensó que eran pantalones cortos.
Hizo una mueca de dolor.
—Lo siento, Jess.
—No, está bien. —Apoyó la barbilla en el puño y lo miró—. Sin
embargo, le dije que estamos juntos. Espero que esté bien.
River reprimió una sonrisa.
—Por supuesto que lo está.
—Honestamente, me sorprende que sus amigas de la escuela no le
preguntaran sobre el artículo de UT. O el Today Show, para el caso.
— ¿Ella estaba bien con nosotros?
Se estiró para besarlo, porque esa era la primera pregunta perfecta.
—Creo que está encantado, River Nicolas.
Volviendo a su posición en su pecho, agregó:
—No quiero que se preocupe de que las cosas vayan a cambiar
demasiado rápido.
Él le pasó los dedos largos y perezosos por el pelo y la miró a la cara sin
concentrarse.
—Te preguntaría en qué estás pensando —dijo—. Pero apuesto a que la
respuesta es, en enzimas de restricción o edición de ARN.
—En realidad, sabelotodo, estaba pensando en lo hermosa que eres.
Un circuito importante se cortó en su cerebro; no tenía idea de cómo
responder articuladamente mientras el júbilo hervía a fuego lento en sus
venas.
—Oh. Entonces... no edición de ARN.
River sonrió, acurrucándose para besarla.
—No. —Se recostó en la almohada—. Estaba pensando en lo feliz que
soy.
Sus células sanguíneas se pusieron de pie, dieron una gran ovación.
—Tal como lo predijo tu elegante máquina.
—No me había sentido así antes —dijo, ignorando su broma—. ¿Es
demasiado pronto para decir eso?
Jess se quedó sin aliento.
—Por supuesto que no.
—No he estado en casa en años, pero me siento así contigo.
Se inclinó y apretó la cara contra su pecho, cerrando los ojos con fuerza
y tratando de no hiperventilar.
—¿Estás bien?
—Solo trato de no asustarme —dijo, y rápidamente agregó—: Hablo del
buen miedo del estar profundamente enamorada.
—Eso es un buen bicho... Oh. —Cuando miró hacia arriba en respuesta
a su tono, una sonrisa incómoda se extendió por su boca y empujó hacia
atrás en la almohada para poder verla mejor—. Quería decirte esto tan
pronto como llegué aquí, pero…
—¿Pero te estaba esperando desnuda? —interrumpió con una sonrisa.
—Sí exactamente. —Él rio—. Tenemos gente que viene a las oficinas el
lunes.
—… ¿Vale?
Él la miró y luego se rio de su malentendido.
—Tenemos la revista People llegando a las oficinas el lunes. Se reunirán
con nosotros por la mañana, supongo —dijo, haciendo un gesto para
incluirla—, y luego David, Brandon, Lisa y yo tendremos una entrevista por
la tarde. Entonces, a menos que tú y Fizzy vayan a eliminar todas las copias
de la tienda de comestibles, probablemente sea bueno que Juno se haya
enterado hoy.
△▽△▽△▽△▽△▽△▽△
Después de una prueba de algo nuevo el domingo River se unió a los
cuatro Davis en el zoológico, y tomo su mano en público cosa que fue la
novedad, llegó el lunes y ella ni siquiera se despertó presa del pánico.
Se estaba acostumbrando a todas estas situaciones de alta presión
(entrevistas, fiestas, sesiones de fotos), aunque sin duda ayudó que su
relación con River se sintiera como una corneta a todo volumen,
desplegando una alfombra roja, fuegos artificiales sobre el océano. También
ayudó que él durmiera en su cama el domingo por la noche. En realidad,
River fue comedido y cauteloso. Como amante, era expresivo y generoso. Y
mientras dormía, él era un abrazador: apretado contra ella toda la noche, su
cuchara larga y grande.
A las seis, sonó la alarma y se despertó de un tirón como si lo hubieran
izado con cuerdas, tirando somnoliento de la ropa, comprobando dos veces
que tenía puesta toda la ropa, besándola y escabulléndose silenciosamente
antes de que Juno se despertara.
Media hora después, estaba en su puerta “sorprendiendo” a Jess y Juno
con café y chocolate caliente.
Juno salió de su habitación y los tres se sentaron a la mesa del comedor
para desayunar. River sacó algunos papeles para revisar; su pie se acercó a
Jess, recordándole que no hacía ni una hora que estaba a su lado , en su
cama. Trató de no dejar que el pensamiento se desbordara, imaginándose a
los tres sentados allí en un tranquilo silencio todas las mañanas por el resto
de sus vidas.
Juno tocó somnolientamente su cereal.
—¿Por qué saliste tan temprano para tomar un café? Mamá tiene una
máquina de café en la cocina.
River y Jess se quedaron completamente quietos. Finalmente, se las
arregló para decir un ¿Eh, no me gusta mucho ese cafe?
Siguieron el camino del dedo puntiagudo de Juno hasta el mostrador, y
River dejó escapar un murmullo.
Miró a Jess por encima de la cabeza de Juno e hizo una mueca en busca
de ayuda.
Jess tuvo que morderse los labios para no perderlo. Caminaron juntos a
la escuela con Juno, sujetándola, cada uno sosteniendo una de sus manos.
Balanceándola.
—Tienes que ser más alta, mamá —dijo Juno—. River Nicolas me
puede hacer subir mucho más.
Él la miró, regodeándose. Y todo se sintió como la cima de la montaña
rusa, la sensación de anticipación antes de la emoción de la caída.
Entonces, obviamente, Jess estaba aterrorizada. Lo cual estaba bien,
porque había muchas cosas que la distraían de esos enormes y aterradores
sentimientos. Cuando llegaron a las oficinas de GeneticAlly, el
estacionamiento más concurrido de lo que Jess lo había visto nunca, todo
estalló en movimiento y emoción. Lisa los saludó en la acera, disparando
información sobre el horario tan pronto como salieron del auto.
Jess y River tenían entrevistas, luego la reportera, Aneesha, llevaría a
River a reunirse con David, Lisa y Brandon cerca del Salk. Antes de que
tuviera la oportunidad de dejar su bolso, Jess estaba siendo conducida a la
oficina de Lisa, donde una maquilladora y peluquera se puso manos a la
obra.
—Parece que no pudiste dormir toda la noche —dijo Aneesha, riendo.
Era una hermosa mujer negra con piel radiante y los pómulos más perfectos
que Jess había visto en toda su vida.
—Estoy muy emocionada. —Jess se rio mientras la maquilladora
trabajaba a su alrededor—. No estoy, por decirlo suavemente, acostumbrada
a este tratamiento.
Durante los siguientes veinte minutos, Jess se enteró de que Aneesha
Sampson había entrevistado a Brad Pitt el fin de semana pasado, tenía una
risa incontenible.
—Vamos a empezar con el laboratorio, si eso funciona para ti —dijo
Aneesha mientras todos salían al pasillo—. Iré con River.
Lisa parecía un poco preocupada.
—Jess, ¿estás bien simplemente pasando el rato?
Jess levantó su computadora portátil.
—Tengo mucho trabajo por hacer. Puedes ponerme en cualquier lugar.
Mientras Aneesha se dirigía hacia el ascensor y Lisa se inclinaba para
responder a un mensaje de texto en su teléfono, River se inclinó y besó a
Jess.
—Vale. Te veo en un rato. Te amo. —Un ruido blanco rugió en sus
oídos y sus ojos se agrandaron—. ¿Qué?
River la miró fijamente, su expresión relajada por la conmoción. Pero
no lo retiró. Él simplemente... se echó a reír. Asintió de reojo a Lisa y dijo
en voz baja: —No es el lugar en el que había planeado decirlo, pero los
pasillos y el público parecen ser lo nuestro.
Lisa se volvió para atender una llamada, y Jess rompió a sonreír y le
rodeó el cuello con los brazos.
Ella plantó una docena de besos diminutos por todo su rostro.
—Yo también te amo.
La verdad era tan obvia; Jess no sabía cómo no habían estado diciendo
te amo desde ese primer día. Con su sonrisa enderezándose y un calor
brillante destellando como un relámpago en sus ojos, movió sus labios a su
mejilla y luego a su oreja.
—Te veré dentro de poco.
—River, están listos para ti. —Lisa le hizo señas para que pasara por el
pasillo. Con un último beso, desapareció en el ascensor y Lisa regresó.
—Jess, te pondría en la oficina de River, pero se están preparando para
algunas fotos. —Lisa señaló con el pulgar hacia la oficina que estaba
directamente detrás de ella y dijo—: Por ahora, ve a la oficina de David. No
le importará.
Jess levantó su computadora portátil.
—Estoy bien en cualquier lugar.
Lisa probó la puerta, luego sacó las llaves y la abrió, haciendo una
mueca de dolor de inmediato cuando se volvió hacia Jess.
—¿Esta bien? Olvidé lo desordenado que está. Yo nunca entro aquí. Y...
Guau. La oficina de David era la versión al revés de la de River. Donde
el escritorio de River estaba vacío excepto por su computadora, el de David
tenía el aspecto de un escritorio encontrado entre los escombros después del
huracán. Estaba cubierto de hojas de datos impresas, vasos de papel vacíos,
servilletas arrugadas, Post-its y montones de artículos de revistas. Sus
estantes estaban llenos de una variedad polvorienta y desorganizada de
obsequios convencionales: una pelota antiestrés de la marca Merck, una
taza de viaje Sanofi, una molécula de ADN de plástico de Genentech, un
montón de bolígrafos de la marca.
Pero por el lado bueno. River Nicolas Peña acababa de decirle que la
amaba. Lisa podría dejar a Jess en Bourbon Street temprano un sábado por
la mañana y estaría bien.
—Esto es genial.
—Te recogeremos cuando Aneesha esté lista. —Lisa sonrió antes de
agacharse y cerrar la puerta detrás de ella.
Mirando el escritorio de David, Jess se preguntó si debería usar su
computadora portátil en su regazo real, antes de pensar que podría colocarla
con cuidado encima y no perturbar el caos. Mientras su computadora
arrancaba, Jess miró alrededor de los detritos científicos. Entre los papeles
había hojas y hojas llenas de cientos de filas de datos. Una corriente
eléctrica pasó sobre ella. Tal vez ese era un hilo de por qué ella y River eran
un Match de Diamante: ambos estaban profundamente cautivados por los
números. Aproximadamente a la mitad de un montón de papeles
desordenados, sobresalía la esquina de uno. La mirada de Jess se fijó en
algo escrito en la esquina superior izquierda, y con cuidado tiró para liberar
el grueso grupo de carpetas con clips.
Cliente 144326.
Su sangre se volvió carbonatada cuando registró lo que estaba viendo.
Esa era ella. Datos de Jess. Y debajo de su número había otro: Cliente
000001. River.
A continuación, en negrita, estaba la información que habían escuchado
miles de veces en el último mes: Cociente de compatibilidad: 98. Nunca
había visto sus puntajes brutos antes, pero había algo extrañamente sagrado
en tener los datos en sus manos.
Bueno. Te veo en un rato. Te amo.
Sus palabras resonaron en su mente. Sonriendo, Jess examinó las filas y
filas de números con reverencia. Los números de clientes y la puntuación de
compatibilidad estaban en la esquina superior izquierda, y en la parte
superior derecha estaba la información del ensayo: fecha, hora, qué
máquina ADNDuo había ejecutado el ensayo, etcétera. Debajo había unas
sesenta filas de números, divididos en tres grupos de columnas, cada una de
tres columnas de ancho. Detrás de esta hoja, había páginas y páginas de
números sólidos.
Jess sintió escalofríos al darse cuenta de que actualmente tenía la
información de los aproximadamente 3500 genes para los que ella y River
se alineaban. ¿Era realmente posible que su conexión, su amor, estuviera
codificada en sus células? ¿Estaba programada desde el día en que nació
para sentirse así de feliz, incluso cuando Jamie la dejaba una y otra vez,
cuando las chicas se burlaban de ella en el campo de fútbol, cuando su
madre borracha estaba al margen de todo, cuando Alec miraba en silencio la
prueba de embarazo durante un rato? un puñado de minutos y finalmente
dijo: Nunca quise tener hijos
De todos los hombres con los que Jess podía conectarse, ¿River
encajaba perfectamente todo el tiempo? La idea la ponía mareada y
drogada. Ella miró hacia abajo, inclinándose para concentrarse en cada
pequeña fila de información.
Las dos primeras columnas de cada conjunto mostraban lo que ella
suponía que era la información genética: los nombres de los genes y el
número de sesión de GenBank. Las terceras columnas tenían puntuaciones
de compatibilidad brutas, con números que parecían oscilar entre cero y
cuatro. Casi todos sus puntajes fueron superiores a 2.5. Entonces, de alguna
manera, estos puntajes se juntaron en el algoritmo de la red neuronal, y al
final aparecieron noventa y ocho. Jess podía ver claramente que los datos
eran científicos, pero también se sentían profundamente mágicos. Ella era
una convertida. Una muéstra de GeneticAltar.
Pasó un dedo por la página, queriendo sentir la información por sí
misma. Su ensayo más reciente se había completado el 30 de enero: River
le había extraído sangre la noche anterior con una formalidad tan cuidadosa.
Habían sido tan incómodos el uno con el otro, tan cautelosos. Jess contuvo
una risa recordando.
Mierda, no tenía ni idea: él la quería incluso entonces. Al levantar la
vista para confirmar que la puerta de la oficina de David estaba cerrada,
rápidamente tomó una foto. Sabía que no debería hacerlo; incluso podría
haber sido ilegal; además, podría pedirle a River una copia de todos modos.
Pero Jess sabía que querría mirarlo una y otra vez. Hojeando, comenzó a
tomar fotos de cada página, filas y filas de datos. Cada uno tenía algunos
valores encerrados en un círculo, anotados, llamados, supuso, por ser
totalmente increíble. Tal vez ella le enmarcaría esto como un regalo en
algún momento. Tal vez cada uno elija su gen favorito y se tatúe ese valor.
Tal vez estaba empezando a sonar como una de las heroínas de Fizzy en
este momento y probablemente debería callarse.
Sonriendo como una idiota, Jess pasó a la página siguiente, lista para
tomar una foto, pero se detuvo. El siguiente conjunto de datos fue de su
primer ensayo ADNDuo, el de su equipo de escupir. En esta pila, algunas
celdas estaban encerradas en un círculo a lápiz y algunas notas estaban
garabateadas en los márgenes, apenas legibles. Jess se maravilló de que sus
datos hubieran sido analizados de esta manera. Su cerebro de banda sonora
altísima cantó que sus datos podrían incluso revelar verdades más
importantes sobre el amor y la conexión emocional. Y aún había más. Jess
pasó más páginas, esperando notas y correspondencia, pero encontró otra
primera página.
¿Un duplicado? No. Era una primera página diferente, la de otra
persona, de la ejecución de un ensayo en 2014. Cliente 05954 y Cliente
05955, Cociente de compatibilidad: 93
Esta debe ser la pila Match de Diamante de David, supuso Jess. Pero su
cerebro tropezó con una coincidencia en la esquina superior derecha. Pasó
entre esta y la hoja superior de River y ella, comparando. Las fechas del
ensayo fueron diferentes en los tres casos, pero la hora de finalización del
ensayo fue exactamente la misma.
Jess parpadeó, inclinándose suavemente hacia la inquietud, volviendo a
sus primeras páginas para confirmar.
Sí: para los tres ensayos, el tiempo de ejecución finalizó a las 15:45:23.
Su estómago se apretó. Estadísticamente, eso era... profundamente
improbable. De 86,400 segundos en cada veinticuatro horas, solo había una
probabilidad del 0,0012 por ciento de que dos eventos ocurrieran en el
mismo segundo.
Incluso si Jess asumió que los ensayos generalmente se iniciaban y
terminaban aproximadamente al mismo tiempo, digamos dentro de la
misma ventana de cuatro horas, esa era solo una probabilidad del 0.007 por
ciento, o una probabilidad de 7 de cada 100,000, que el ensayo de Jess y
River y otro ensayo completado en un día diferente habría terminado
exactamente a la misma hora.
¿Pero los tres? Era casi imposible. Las probabilidades… Jess cerró los
ojos para hacer los cálculos, de que tres ensayos terminen aleatoriamente en
el mismo segundo exacto en días diferentes eran aproximadamente de 1 en
2,5 millones.
Jess trató de pensar con lógica. Reprimió el rugido de sus oídos. ¿Quizás
las máquinas fueron programadas para comenzar y terminar al mismo
tiempo para reducir ciertas variables? No sería inaudito. Excepto el 29 de
enero, River había comenzado el ensayo casi inmediatamente después de
extraerle sangre. De hecho, se había puesto dos guantes y se había subido a
la campana de humos incluso antes de que ella saliera de la habitación.
A la mañana siguiente, le envió un mensaje de texto pidiéndole una cita
y le dijo que la prueba había sido confirmada. Pero aunque la fecha en la
impresión era correcta, ¿cómo era posible que River tuviera los datos por la
mañana si el análisis no estaba completo hasta las 3:45 de esa tarde? ¿Le
mintió diciéndole que había recibido la confirmación? Eso no sonaba como
River.
—¿Qué carajo? —Jess exhaló las palabras, confundida—. Tengo...
tengo que estar perdiendo algo.
Le dolían los pulmones. Su estómago dio un vuelco. Sus ojos ardían por
la tensión de su intensa concentración. Ella no podía parpadear. Y entonces,
su corazón pareció llenarse de agujas, Jess notó que los tres ensayos se
realizaron en el ADNDuo 2.
Recordó haber visto las dos máquinas la noche en que él analizó las
muestras de sangre y preguntó por ellas.
—¿Son esos los ADNDuos?
—Creativamente nombrados ADNDuo Uno y ADNDuo Dos. ADNDuo
Dos está caído en este momento. Lo van a intentar arreglar la semana que
viene. Espero que esté listo y funcionando para mayo.
Un pensamiento se estrelló en su cabeza. Ahora estaba frenética.
Hojeando las páginas respectivas de los dos conjuntos de datos, examinó las
columnas de las dos hojas de papel. Trató de encontrar diferencias en los
conjuntos de datos entre ella y los noventa y ocho de River, y los noventa y
tres de esta otra pareja. Ella no pudo; eran idénticos. Cada valor, por lo que
podía decir, era exactamente el mismo. Todo se volvió borroso cuanto más
duro miraba. Fueron demasiadas filas. Demasiados números diminutos.
Sería como buscar una aguja en un pajar mientras su cabello y el pajar están
en llamas. Y, pensó desesperadamente, para puntajes tan altos, ¿tal vez la
mayoría de los puntajes brutos serían idénticos? ¿Qué se estaba perdiendo?
Con el miedo hundiéndose en su pecho, Jess registró que los números
encerrados en un círculo en su primera hoja de datos estaban encerrados en
un círculo por una razón.
Su mirada se deslizó hacia un óvalo dibujado a lápiz en la hoja de
cálculo original del 19 de enero. Jess se llevó una mano temblorosa a la
boca. En la hoja de ella y de River, vio: OT-R GeneID 5021 3.5
Pero en la de la otra pareja: OT-R GeneID 5021 1.2 Dentro de otro
círculo en su hoja original, para el gen PDE4D, Jess y River tenían 2.8. Su
corazón dio un salto en su garganta. La otra pareja tenía un 1.1.
Jess solo tuvo el estómago para confirmar dos valores más encerrados
en un círculo: un A VP de 3,1 en el de ella y el de River, un 2,1 en el de la
otra pareja; para DRD4, un 2.9 en el de ellos, un 1.3 en el de la otra pareja.
Por lo que Jess podía ver, los únicos valores que eran diferentes, tal vez
solo treinta en el conjunto de datos completo de casi 3500, eran los que
habían estado encerrados en un círculo en su primer ADNDuo. Para llamar
la atención sobre ellos. Si no fuera por el sello de tiempo idéntico y el
misterio de ADNDuo 2, Jess podría haberse dicho una mentira, que esos
valores estaban encerrados en un círculo porque los diferenciaban a ella y a
River del otro ensayo. Pero sabía que no estaban encerrados en un círculo
porque eran especiales. Fueron encerrados en círculos para realizar un
seguimiento de los que se habían alterado.
Alguien había cambiado a propósito una puntuación de compatibilidad
de noventa y tres en noventa y ocho.
Johan y Dotty fueron nuestro primer Match de Diamante, había dicho
River en el cóctel. Su nieta nos los trajo en 2014, y tenía razón: salieron con
una puntuación de noventa y tres.
Podría vomitar. Con manos temblorosas, Jess tomó una fotografía de
cada página del ensayo que estaba casi segura de que pertenecía a Johan y
Dotty Fuchs. Casi derriba la pila dos veces. Estaba entumecida mientras se
inclinaba y guardaba su computadora portátil. Ella guardó su teléfono. Y
luego se sentó en silencio.
Mientras esperaba a que Aneesha viniera por ella, Jess no tenía idea de
cómo iba a pasar la entrevista, sabiendo lo que sabía ahora.
River y Jess nunca habían sido un Match de Diamante.
CAPÍTULO VEINTIDÓS
En los últimos veinte minutos, River le preguntó cuatro veces si estaba
bien.
Claro que lo hizo; cualquier criatura con pulso podría sentir qué no
estaba nada bien acerca de ella en ese momento. Pero un no podía hablar de
ello y no podía hacerlo aquí en la oficina, e incluso aunque pudiera, no
estaba segura de estar preparada para escuchar esa simple pregunta como
respuesta: ¿Lo supiste todo este tiempo?
Así que puso una ligera máscara de felicidad y contestó la pregunta de
Aneesha. Pero la preocupación de River era un constante recordatorio para
Jess que su estrés era tan evidente como una fiebre. La conmoción se sintió
como tener gripe.
Toman algunas fotos juntos afuera, otras en el laboratorio, riendo y
mirándose fijamente con adoración. Pero detrás de su sonrisa, la pregunta
golpeó con fuerza los pensamientos de Jess como el sonido agudo de la
sirena de un carro de policía. Hasta que ella no supiera la respuesta, no
podía permitir que la siguiente pregunta se asomará en el lugar, aunque se
presionó contra el cristal de todas formas: ¿Es lo que siento siquiera real?
Estadísticamente hablando, ella y River tenían miles de posibilidades
más de encontrar su alma gemela en un Match Básico que en un Match de
Diamante, así que incluso si su verdadero marcador era de veinticinco, no
significaría que no estarían bien juntos. Pero era más sencillo confiar en las
profundas reacciones de temprano cuando los números la apoyaban.
Pero se estaba adelantando y sin información (sin datos) era la última
cosa que se podía permitir hacer. Mentalmente, Jess arrugó los
pensamientos en una bola de papel y le prendió fuego. Un momento a la
vez, ahora no era el momento de colapsar.
Aneesha terminó allí mismo y le dio a Jess y a River tiempo para
despedirse antes de que él se fuera con el equipo de People a encontrarse
con David y Brandon. Incluso pensar en David en ese momento hizo que el
estómago de Jess ardiera. Y si River supiera…ella no sabría qué hacer; sus
emociones estarían demasiado calientes y gigantescas e imposibles de
manejar.
En el momento en que se quedaron solos, River jaló a Jess a un hueco,
inclinándose para verlo directamente a los ojos.
—Siento que me estoy perdiendo algo —dice con voz baja—. ¿Estás
enojada conmigo?
Está pregunta si puede estar en el campo, ¿Estás bien? ha sido
demasiado grande para contestar debajo de su aliento con Aneesha y su
fotógrafo a tres metros de distancia.
—No estoy molesta contigo, pero, ¿podemos reunirnos más tarde?
Se rio, confundido—. Claro, supongo que podríamos…
—Solo nosotros.
—¿Hice algo malo? —La sonrisa se evaporó y una línea se frunció en
su frente. River dio un paso más adelante, deslizando una mano debajo de
su brazo y uniendo sus dedos tibios con los fríos de ella.
Jess odia decir “no lo sé”, pero era verdad.
—Algo paso —admitió Jess —, y necesito preguntarte acerca de eso,
pero ahora no es el momento. —Tragó—. Sé que apesta, y estoy segura que
vas a estar preocupado por esto hasta que podamos hablarlo.
—Uh, sí.
—También yo lo estaré, solo debes confiar en mí qué no lo podemos
hacer aquí, y necesitamos más que los diez minutos que tenemos antes de
que tú y Aneesha se tengan que ir.
River la miró fijamente y parecía que ya había decidido que eso era lo
mejor que iba a conseguir en ese momento.
—Está bien, confió en ti. —La apretó contra su pecho. Con honestidad,
no había nada que Jess quisiera hacer más que ser capaz de poner sus
brazos con confianza alrededor de su cadera perderse en su limpio y cítrico
olor. Pero sus articulaciones estaban bloqueadas, la postura le dolía—.
¿Hablamos después? —preguntó, acercándose hacia atrás para mirarla,
sosteniendo sus codos.
—Claro. —Su teléfono zumbó en su bolsillo trasero y lo recuperó,
esperaba que fuera notificaciones de algún correo electrónico del trabajo o
un mensaje de Pops acerca de los planes de la cena.
Pero eran de Fizzi, y la preocupación inmediatamente viajó del pecho de
Jess hasta su garganta.
Te necesito lo más rápido posible.
Batiseñal de mejor amiga.
—Lo siento —Jess murmuró—. Es Fizzy. Ella…
Jess contesto rápidamente:
¿Estás bien?
Estoy a salvo y no herida.
Pero no. No estoy bien.
—Realmente tengo que irme. —El corazón le latió, Jess miró a River.
No le gusta dejar las cosas así, pero tenía que hacerlo.
—Jess… —Su voz era una leve mezcla entre preocupación y
exasperación cuando alcanzó su brazo.
—Me necesita. Fizzy nunca necesita de mí. ¿Me llamas cuando hayas
terminado todo?
Él asintió su cabeza y dio un paso hacia atrás, dejándola ir.
Jess se dio la vuelta y escribió mientras caminaba:
¿Dónde estás?
En mi casa, ¿vienes?
Sí. Estaré allí en 20 minutos.
△▽△▽△▽△▽△▽△▽△
La puerta principal estaba abierta; el interior de la casa estaba oscuro
detrás de la puerta mosquitera. Jess no escuchó gemidos ni gritos (lo cual
fue tranquilizador) pero Bon Iver tocaba en silencio desde los altavoces de
la sala. Para alguien como Izzy, cuyo estado anímico se inclinaba más a la
alegría del bop23 que a la tranquilidad de la balada, Bon Iver le dio a Jess
una razón legítima para preocuparse.
Y así, River fue dejado de lado para más tarde. Jess tenía mucha
experiencia separando las cosas. Jamie se había presentado en la graduación
de secundaria de Jess después de cuatro largos días de fiesta con
metanfetamina recorriendo los pasillos buscándola entre el mar de
compañeros de clase. Unos treinta segundos después de pasar ruidosamente
por encima de Jerome Damiano y Alexa Davidson para alcanzar a su hija,
Jamie fue expulsado por el guardia de seguridad del campus. Aun así, Jess
se puso de píe y camino hacia el frente del auditorio cuando llamaron su
nombre.
Y, Jess recordó, ella y Alec rompieron una hora antes que presentara su
tesis al departamento entero de matemáticas, cuando tenía seis meses de
embarazo de Juno. Entonces, ella guardó toda su furia y decepción dentro
de ella, todo lo uso para la presentación, con una enorme sonrisa y
hermosas diapositivas diseñadas. Obtuvo una A.
Miró a Fizzy acurrucada en forma de bola en su sofá, ojos enrojecidos,
cabello inusualmente despeinado con un moño. Un muro familiar se deslizó
en el lugar.
Se sentó poniendo un pie descalzo de Fizzy en su regazo.
—Dime.
Limpiándose la nariz, Fizzy simplemente dijo:
—Está casado.
—¿Quién está casado?
Fizzy volteó sus ojos negros llorosos para mirar la cara de Jess.
—Rob.
—¿Rob el banquero?
—Sí.
—¿Casado? ¿Con una persona?
—Sí.
Jess la miró, incrédula.
—¿No era amigo del hermano de Daniel? ¿Cómo no pudieron decirte
algo de eso?
—Aparentemente es un amigo de un amigo de un amigo, y Rob se casó
dos años atrás cuando no se llevaban tanto.
—Qué… qué basura de humano. —La mandíbula de Jess estaba abierta
—. ¿Cómo te enteraste?
—Me encontró en Twiggs y me lo dijo.
—¿Te lo dijo en público?
Fizzy asintió y esbozó una sonrisa irónica.
—Se sentó en tu silla.
—¡Cómo se atrevió! —dijo casi sin aliento.
—Lo sé.
—¿Y qué hiciste?
Fizzy tomó una respiración profunda y con fuerza.
—Me levanté, le pedí a Daniel una jarra de agua helada y la tiré en el
regazo de Rob.
—Aplausos —susurró Jess, impresionada.
—Creo que le dio miedo que lo fueran a descubrir. Una noche en Little
Italy nos topamos con alguien qué él conocía, y me presentó con este chico
como su “amiga Felicity” claro que en ese tiempo pensé que era lógico ya
que estábamos empezando a salir. Pero ahora lo entiendo todo. —El rostro
de Fizzy se arrugó—. En verdad me gustaba, Jess, tú me conoces —dijo
hipando—, nunca me gustó nadie más. Le cocinaba, hablaba de libros con
él, y teníamos bromas internas, pero está jodidamente casado. Y te juro que
estaba esperando algo de crédito por haberme dicho la verdad. Como si
genuinamente estuviera impresionado que yo estuviera molesta. —Limpió
su nariz una vez más.
—Ven aquí. —Jess cambió el pie de Fizzy por su cuerpo entero para
abrazarla fuertemente mientras su amiga lloraba.
—¿Sabes que es lo peor? —preguntó Fizzy, su voz se oía amortiguada
por la camisa de Jess.
—¿Qué?
—Acabábamos de enviar su muestra de saliva.
—¿A GeneticAlly? —preguntó Jess y Fizzy asintió—. Pensé que harías
eso.
Fizzy lloriqueó.
—No lo íbamos a hacer.
—Dios —dijo Jess —, qué idiota. ¿Qué esperaba que pasara?
—¿Verdad? —Su mejor amiga se río a través de sollozos—. Y ahora,
¿qué tal si ahora descubro que somos, como, perfectos el uno para el otro, y
que eso no importe porque él está casado? No quiero saber si estamos
destinados a estar juntos.
Los sentimientos de la otra habitación se asomaban alrededor de la
pequeña esquina compartimentada de Jess, preguntando si ya era hora de
salir. Jess movió la cabeza. Aun no era tiempo.
—Bueno, logísticamente, puedes pedir que no vinculen su cuenta con la
tuya para que nunca tengas que saberlo, pero estoy completamente segura
que él no pertenece a ningún lado cerca de tu perfecto, cálido y pícaro
trasero. Alguien que hace ese tipo de cosas, está podrido de adentro.
Apuesto que su ADN ha de lucir como el moho de un baño sucio.
—Como largas cuerdas de moco —concordó Fizzy.
—Podría seguir con las metáforas, pero solo se volverá asqueroso. —
Jess la estrujó de nuevo—. Lo siento, cariño. Quiero saber dónde vive para
poder meterle la cabeza por el culo hasta que pueda lamerse la oreja.
—Su esposa estaría ahí —dijo Fizzy en voz baja—. Supongo que es por
eso que nunca fuimos a su casa.
—Basura de humano —murmuró Jess enojada.
Fizzy limpio su nariz con la camisa de Jess antes de ponerse bien de
nuevo e inspeccionarla. La sospecha enderezó su ceño mientras su atención
se movía del cuello de Jess hasta su rostro y cabello. Ella olfateó.
—¿Por qué estás tan bien vestida?
—Tuvimos a People hoy en la oficina.
La versión de ojos hinchados y llorosos de su mejor amiga cayeron
dramáticamente sobre las almohadas.
—Envié la Batiseñal cuando estabas con la revista People, ¡oh por Dios!
—Después de un considerado golpe, se sentó y abrazó a Jess de nuevo—.
¡Y viniste!
—Sería de mi agrado tomar estos estos puntos dorados de amistad sin
decirte que ya habíamos acabado cuando recibí tu mensaje —dijo Jess—.
Pero mentir dañaría los puntos dorados de amistad. Y te juro que hubiera
venido de todas formas.
—Pero pudiste haber tenido sexo de celebración con tu alma gemela y
yo pude haber tenido vino y queso como soporte emocional.
Alma gemela.
Jess lanzó una mirada de advertencia a los sentimientos que planeaban
su escape.
—Siempre preferiré que te apoyes en mí que en vino y queso. —Pausó
antes de agregar—. Y River aún no termina la entrevista.
—Me siento honrada de ser tú segunda opción.
—Tercera —le recordó Jess.
Fizzy se recostó y rio.
—Apestas.
—Quizás, pero te amo.
—También te amo. —Echó una mirada al reloj en la pared—. Por cierto,
¿necesitas recoger a tu primera opción de la escuela?
—Es lunes —dijo Jess—. Pops la recogerá y harán esa cosa con la
librería. Tengo tres horas para hacer lo que pueda para hacerte sentir mejor.
△▽△▽△▽△▽△▽△▽△
△▽△▽△▽△▽△▽△▽△
Pero River no llamó. Jess se quedó despierta hasta casi las tres,
alternando entre ver la televisión y revisar su teléfono. Finalmente se quedó
dormida apoyada torpemente contra sus almohadas, despertándose para
encontrar la televisión todavía encendida y su teléfono todavía vacío de
mensajes.
Estaba de un humor terrible cuando comenzó la rutina matutina.
—Juno, estoy tratando de prepararte el almuerzo. ¿Puedes dejar al gato
solo y vestirte? Ahora por favor.
Juno hizo un puchero desde donde estaba agachada en la alfombra
agitando una de las plumas de juguete de Pigeon de un lado a otro.
—No sé qué ponerme.
—Sacaste ropa anoche. Y tráeme tus platos, Bug.
—Pero hoy tenemos educación física y quiero usar mallas.
Jess juró que su hija tenía algún tipo de radar que se enfocaba
exactamente en cuán corto era su Mom Fuse en un día determinado, y luego
lo convirtió en un deporte olímpico.
—Entonces, usa mallas.
—No sé dónde están.
—Tienes al menos diez pares.
—Quiero las negras con las estrellas.
—¿Los echaste a lavar? —Jess tomó las uvas del refrigerador y metió
un racimo en la lonchera de Juno. Su teléfono estaba boca abajo en el
mostrador, pero lo dejó intacto. Mirar solo la haría sentir peor.
Juno rodó por el suelo, chillando cuando el gato comenzó a morder las
puntas de su cabello.
—Creo que sí.
—Entonces mira en la secadora. —Jess metió una taza de puré de
manzana, una bolsa de palitos de zanahoria y el último vaso de yogur, y
tomó nota mental de ir a la tienda.
—¿Puedes conseguirlos para mí? —Más risas, más chillidos. Nada de
ropa.
—¡Juno! —Jess gritó. Su voz era tan fuerte que incluso a ella la asustó.
En silencio, Juno se incorporó y se escabulló fuera de la habitación.
Frenéticamente, Jess limpió la encimera y cerró la puerta del frigorífico
con tanta fuerza que se abrió de golpe. Otro vistazo a su reloj. Mierda. La
puerta de la secadora se cerró de golpe y un gato asustado corrió por el
pasillo, saltando sobre la mesa de café y tirando el tazón de cereal a medio
comer de Juno. Leche y Rice Krispies empapados cayeron lentamente sobre
el suelo.
—¡¿Cuántas veces tengo que decirte que nada de comida en la sala de
estar?!
—¡Fue culpa de Pigeon!
—¡Vístete! —Su voz pareció resonar a través del repentinamente
silencioso apartamento.
El labio inferior de Juno sobresalió y volvió a pisotear hacia su
habitación. Jess se dejó caer en el sofá, exhausta. Eran apenas las ocho.
Caminaron a la escuela en tenso silencio; Juno estaba enojada, pero no
tan enojada como Jess consigo misma. Recorrió los recuerdos de Jamie
teniendo una discusión con el hombre con el que estaba en ese momento y
desquitándose con Jess, Nana o Pops.
Jess estaba en una espiral de vergüenza cuando llegaron a las barras.
Necesitando arreglar esto, Jess se agachó en la hierba frente a Juno.
—¿Tienes tu esquema para la feria de arte?
Ella asintió con la cabeza, pero no miró a Jess a los ojos, sino que se
centró en el patio de recreo por encima del hombro de su madre. Su
pequeña frente estaba tan gruñona.
—¿Y tu almuerzo está en tu mochila? —Otro asentimiento brusco.
—Siento haber gritado esta mañana. No dormí lo suficiente y me
desperté de mal humor. Debería haber contado hasta diez.
—¿Pops puede recogerme después de la escuela?
La traición fue un cuchillo afilado que se retorcía en su pecho. —Estará
con Nana Jo en rehabilitación. No tengo ninguna reunión, así que puedo
pasar a buscarte hoy.
—¿Puede hacerlo River Nicolas en su lugar?
El cuchillo se hundió más profundamente. No era que Juno quisiera a
alguien específico, era que ella específicamente no quería a Jess. Jess sabía
que era irracional sentirse herida, Juno estaba enojada, y esto era lo que
hacían los niños enojados, pero ser una madre de mierda esta mañana era lo
último que necesitaba el corazón de Jess. ¿Cómo podía decir que no tenía
idea de dónde estaría River después de la escuela? ¿O la semana que viene?
¿O el año que viene?
Si fuera Jamie, se presentaría más tarde hoy con un regalo dos años más
joven para los intereses de Jess o llamaría a Jess mocosa y no se presentaría
en absoluto. No soy mi mama Jess envolvió a su pequeña en un abrazo.
—Le preguntaré, pero de cualquier manera, estaré aquí en la salida —
dijo—. Te amo mucho.
Juno se ablandó en sus brazos.
—Yo también te amo más.
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La dirección que Jamie envió era la de la casa de su amiga Ann en Vista,
a más de media hora en coche. Jess había visto a Ann unas cuantas veces y
sabía que no era la peor de las amistades de Jamie; después de todo, era lo
suficiente responsable como para tener un hogar fijo. Unos cuantos coches
ensuciaban el largo y ancho camino de la entrada, Jess no vio el de Jamie,
pero eso no significaba nada, y el sonido del rock clásico se filtraba por las
ventanas abiertas.
—¿De quién es esta casa? —preguntó Juno, mirando a través del
parabrisas a la casa de estuco naranja de dos pisos. Se arrugó la nariz—.
Huele como la tienda de cómics a la que fuimos.
Marihuana. Olía a marihuana. Pero esa era la menor de las
preocupaciones de Jess.
—Es la casa de la amiga de la abuela Jamie. —Jess ayudó a su hija a
salir del asiento trasero y le cogió la mano.
—Quiero que te aferres a mi mano todo el tiempo, y no hables con
nadie. ¾Se dirigieron hacia el camino de la entrada, pero Jess se detuvo.
¿Quién sabía lo que iban a encontrar adentro?—. No mires nada si puedes
evitarlo.
Juno asintió, agarrando la mano de su madre en la suya, pequeña y
pegajosa. Jess trataba de mantener la mayoría de las cosas malas alejadas de
su hija, pero Juno sabía lo suficiente sobre Jamie como para no hacer
demasiadas preguntas.
La puerta principal estaba parcialmente entreabierta y música de Def
Leppard salía con fuerza al porche delantero. Juno frunció el ceño con
desconfianza antes de que Jess empujara la puerta y diera un paso hacia el
interior.
—¿Hola?
Jamie dobló la esquina con un vaso de líquido ámbar en la mano, pero
cuando vio a su hija, lo dejó inmediatamente sobre la mesa desordenada.
Estaba descalza y llevaba un vestido de verano hasta la rodilla. Jess agarró
con fuerza a Juno mientras miraba con inquietud la habitación. Había un
hombre desmayado en un sofá, una mujer en la cocina caminando
ansiosamente mientras murmuraba en un teléfono. Solo Dios sabía lo que
estaba pasando arriba.
—Recoge tus cosas, mamá. Es hora de irse.
Jamie vio a Juno y su cara se iluminó, los brazos se abrieron de par en
par.
—Ahí está mi niña. —Su voz era demasiado gruesa, la sonrisa
demasiado amplia—. Dale un abrazo a la abuela. —Juno dio un paso atrás,
rodeando con sus brazos la cintura de Jess y escondiéndose detrás de sus
piernas. Abatida, Jamie se enderezó y dirigió su atención a su hija—. No
pensé que estarías aquí tan pronto.
Jamie no parecía estar borracha, pero su complexión era pálida y
vagamente sudorosa. Se balanceaba donde estaba de pie. Como si leyera los
pensamientos de Jess, Jamie se frotó con timidez el rímel que tenía debajo
de los ojos y se pasó las dos manos temblorosas por el pelo.
—Es tarde —dijo Jess con rotundidad—. Es una noche de colegio.
Todos en esta casa están probablemente borrachos o drogados, incluida tú.
—¿Por qué siempre supones lo peor de mí?
Jess no estaba de humor para discutir. Recogiendo a Juno, se volvió
hacia la puerta.
—Estaré en el coche. Si no estás ahí en tres minutos, me iré sin ti.
Casi exactamente tres minutos después, Jamie salió, todavía descalza, y
se subió al asiento delantero. Cuando pasó por delante de los faros, Jess
pudo ver al instante que había perdido peso. Jamie siempre había sido
delgada, pero se ponía delgada como un rayo cuando se drogaba.
—¿Dónde están tus zapatos? —Jess preguntó, poniendo el coche en
reversa y saliendo de la entrada. No es que importe; Jess no volvería por
ellos. Primero dejaría sus propios zapatos.
Jamie miró sus pies sucios y frunció el ceño.
—Oh… no estoy segura.
Le costó un intenso esfuerzo a Jess concentrarse en conducir con
seguridad. Estaba tan furiosa, tan decepcionada, que tenía miedo de abrir la
boca. Una mirada en el espejo retrovisor le aseguró que Juno estaba viendo
Lady and the Tramp en el iPhone de Jess, con los ojos pesados por el
cansancio y los auriculares firmemente colocados. Con un poco de suerte,
se quedaría dormida antes de llegar a la autopista.
Los kilómetros transcurrieron en un tenso silencio mientras se dirigían
al apartamento de Jamie, una nueva dirección desde hacía solo un par de
meses.
—No tenías que venir —dijo finalmente Jamie, tratando claramente de
suavizar las cosas sentándose bien y enunciando. Jess rara vez se enfadaba
con ella. Su madre se había olvidado de los días festivos, se perdió gran
parte de su graduación de la escuela secundaria, y le había mentido a Jess
sobre su sobriedad más veces de las que podía contar, pero Jess siempre lo
dejaba pasar. Jamie era su madre. No tenía otra opción.
Pero ahora mismo, Jess estaba muy cansada.
—Me pediste que fuera a buscarte.
—Podría haber llamado a un Uber o algo así por la mañana.
—Dijiste que tenías problemas.
—¿Lo hice?
Jess exhaló una corriente de aire lenta y calmada. No valía la pena entrar
en ello.
—Dijiste que has estado sobria durante dieciocho meses, así que ¿qué
haces bebiendo en casa de Ann?
—Me tomé una cerveza. —Jamie soltó una risa cortante y se volvió
hacia la ventanilla del copiloto—. Por supuesto, para ti eso lo arruina todo.
Siempre eres tan rápida para juzgar.
—No estoy juzgando Estoy molesta porque tengo ciento cincuenta
dólares de comestibles en el maletero, incluyendo cosas congeladas que
probablemente estén arruinadas. Estoy molesta porque dejé todo de lado, y
en vez de tener a mi hija dormida en su propia cama, tuve que arrastrarla a
una fiesta de drogas, y ni siquiera puedes ser sincera conmigo. ¿Qué está
pasando? ¿Cómo demonios te has metido en problemas con la policía?
—Es un estúpido malentendido.
—¿Con quién?
—Skin Glow —dijo Jamie—. Pedí un producto para vender. Pero ahora
la dueña dice que va a presentar cargos si no le pago. Es ridículo. ¿Cómo se
supone que voy a pagarle por el producto que ni siquiera he vendido
todavía?
—¿Producto?
—Algunas cremas y sueros, vitaminas. Ese tipo de cosas.
—Entonces, ¿compraste productos a crédito y las pagas con las
ganancias, supongo?
—Sí.
—Mamá, estoy segura de que todo eso está en los términos del acuerdo
que firmaste para comprarlo.
Jamie negó con la cabeza.
—Cuando fui a la consulta, me dijeron que soy muy buena en ventas, y
que debería entrar en el Nivel Azul. Es muy importante que te digan eso,
créeme, y Trish entendió que yo estaba asumiendo un montón de inventario.
—Levantó la barbilla—. Pero tenía mucha gente que quería comprar el
producto, y muchos más que están interesados en comprar, solo están
esperando a que les paguen.
Jess sintió que no podía respirar, como si supiera lo que iba a pasar, pero
no quisiera oírlo.
—Algunas facturas se me adelantaron, así que usé el dinero de mis
primeras ventas para cubrirlas. Tenía planeado devolverlo. Todavía no he
tenido la oportunidad, y ella está siendo una perra al respecto. Ella dice que
denunciará todo el inventario como robado. —Su madre la miró, indignada
—. ¿Te puedes creer eso?
—¿Ordenaste productos, vendiste algunos y usaste el dinero para tus
facturas en lugar de pagar el producto que ordenaste?
Jamie asintió, volviendo la cara hacia la ventana de nuevo.
—No es que no sea buena. Si Trish confiaba en mí para entrar al Nivel
Azul, entonces ¿por qué no puede confiar en mí para conseguir vender esos
pedidos?
Jess apretó con fuerza el volante.
—¿Cuánto? —Jamie no contestó, y un temor helado se deslizó por su
pie¾. Mamá, ¿cuánto debes?
—No lo sé. Como diez mil.
Jess la miró boquiabierta, con los ojos muy abiertos con horror, y tuvo
que desviarse para mantenerse en su carril.
—¿Diez mil dólares?
Poniendo los ojos en blanco, Jamie murmuró:
—Allá vamos.
—¿Ordenaste diez mil dólares en crema facial? ¿Al por mayor? —Jess
no podía ni siquiera imaginarlo. Y entonces se dio cuenta.
Lo más probable es que Trish no fuera la única a la que su madre le
debía dinero.
—Tienes dos delitos —dijo Jess, y ahora sus manos temblaban sobre el
volante—. California es un estado de tres delitos. ¿Entiendes lo que eso
significa? Si esta mujer presenta cargos, podrías ir a prisión por veinticinco
años.
Jamie hizo un gesto para evitarlo.
—No voy a llegar a eso. Solo tengo que devolverle el dinero a Trish.
—Mamá, ¿cómo? ¿Cómo vas a hacer eso?
Sus fosas nasales se encendieron y apretó la mandíbula.
—Le pagaré con mi parte del producto que me queda por vender.
—¿De verdad crees que puedes vender diez mil dólares en productos
para el cuidado de la piel a tus amigas? —Jess la miró a ella y luego volvió
a la carretera. Las amigas de Jamie tampoco tenían dinero.
—Sí, eso no va a ser un problema, en serio todo el mundo ama estas
cosas. Pero puede que necesite que me lo prestes para poder sacármela de
encima…
Apartando los ojos de la carretera de nuevo, Jess gritó:
—¿Qué demonios te hace pensar que tengo esa cantidad de dinero por
ahí?
Jamie la estudió con astucia. Tras una larga pausa, dijo:
—Me imaginé que podrías pedírselo a tu nuevo novio.
Jess se sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el pecho.
—¿Qué?
—He visto el programa Today. —Jamie tuvo el descaro de parecer
herida cuando miró de nuevo a su hija—. ¿El tipo que fundó esa empresa
que va a ser tan importante?
Jess tuvo que empujar las palabras hacia su garganta.
—No sé si él y yo somos…
—Ni siquiera ibas a decírmelo. Probablemente porque asumiste que
vendría a ti en busca de dinero.
Ella se quedó mirando el asfalto negro que tenía delante, el marcador de
millas que había pasado, la señal de límite de velocidad.
—¿No es eso lo que estás haciendo?
—¡No por una limosna! Por Dios, Jessica, ¡estoy hablando de
devolverlo en un mes! Solo lo necesito ahora porque la maldita Trish me
tiene acorralada. ¿Acaso nunca se ha atrasado en una factura? ¿Tú no lo has
hecho?
Mirando hacia el asiento trasero, Jess se sintió aliviada al ver que Juno
se había quedado dormida. Se dio la vuelta y miró hacia delante,
parpadeando las lágrimas. Jess tenía el dinero. Lo había guardado para los
frenos y el seguro y alguna emergencia, pero aún lo tenía.
¿Por qué no puedes ser mi madre?
—Está bien —dijo Jamie—. Ya se me ocurrirá algo o iré a la cárcel,
pero en cualquier caso no es tu problema.
Jess parpadeó de nuevo hacia el espejo. La boca de Juno estaba
suavemente abierta, su cabeza se balanceaba suavemente con los pequeños
baches de la carretera. Jess no podía seguir haciendo esto.
—Te daré el dinero.
La cara de Jamie se dirigió a Jess.
—¿Lo harás? Te lo pagare con mi primer cheque. Te lo digo en serio,
Jessie, antes de que pasara todo esto Trish dijo que nunca había visto a
nadie vender como yo.
Entró al complejo de apartamentos que hacía que el suyo pareciera un
palacio y aparcó en la primera plaza vacía que encontró.
—No me devuelvas el dinero —dijo Jess con rotundidad—. Te lo voy a
dar. Pero después de hacerlo, no quiero que me llames más, ni que vengas
de visita.
—¿Qué? Por qué…
—Te transferiré el dinero, pero ese es el final. No quiero volver a verte
nunca más.
El coche estaba en reposo, y el silencio se extendía entre ellas. Jess no
sabía qué más decir. ¿Acaso Jamie pagaría sus deudas, o tomaría el dinero y
huiría?
Sinceramente, no importaba. Jess estaba acabada.
Jamie miro a su nieta en el asiento trasero, y su mirada pareció sobria al
pasar sobre la cara dormida de Juno.
Decidida, se dio la vuelta.
—¿Todavía tienes mi número de cuenta?
La tristeza y el alivio se trenzaron calientes y dolorosos a través de los
miembros de Jess.
—Sí.
Su madre asintió y volvió a mirar lentamente hacia delante.
—De acuerdo. —Sus dedos rodearon la manija de la puerta—. De
acuerdo. ¾La empujó y salió a la oscuridad.
CAPÍTULO VEINTICINCO
Sorprendentemente, el mundo no dejó de girar cuando Jess cortó con su
madre.
Juno y Jess se levantaron a la mañana siguiente y se prepararon con un
ritmo suave y dulce. Juno parecía saber que era tierna con su madre y no
necesitaba que le recordaran que se vistiera o llevara los platos a la cocina o
se cepillara los dientes.
Sostuvo la mano de Jess durante todo el camino a la escuela.
—Estaba pensando que podríamos salir a cenar esta noche —dijo Jess
—. Solo tú y yo. En algún lugar especial.
Con un entusiasta asentimiento, Juno se estiró, besó la mejilla de Jess y
luego salió corriendo para encontrarse con sus amigos.
Jess la miró hasta que sonó la campana y Juno desapareció en su salón
de clases. Después de transferir el dinero, Jess tuvo que recordarse a sí
misma que todavía estaba mejor de lo que había estado antes de que
comenzara toda esta locura. Tenía nuevos clientes, nueva visibilidad. Ella
podría reconstruirse.
Ella estaba mucho mejor de lo que podría haber estado, lo sabía.
Además, tenía una hija bastante jodidamente increíble.
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Lo que significa que se despertaron así un buen rato después, rígidos,
calientes y gimiendo. River se alejó rodando, cayendo sobre su espalda y
extendiendo la mano para ahuecar la parte posterior de su rígido cuello. A
su lado, Jess intentó estirar las piernas, gimiendo.
—No quiero parecer paranoica —dijo—. Pero te juro que alguien debe
habernos golpeado con un dardo Benadryl desde mi puerta. Literalmente
nos desmayamos.
Él rio.
—No he dormido así desde que estaba en el jardín de infancia.
Girando para mirarla, la acercó de nuevo, con ojos dulces y
somnolientos.
—Creo que nuestros cuerpos necesitaban que nuestros cerebros se
apagaran durante unos minutos.
—Creo que tienes razón. —Jess lo besó, incapaz de cerrar los ojos. Ella
pensó que se había sentido segura sobre esto antes, pero el amor que
acababan de hacer cimentó algo diferente entre ellos. Con la punta de su
dedo, trazó la forma de su mandíbula, su boca, y luego se le ocurrió una
idea—. ¿Puedo preguntarte algo sobre la empresa o quieres quedarte en la
burbuja un poco más?
—Planeo vivir en esta burbuja contigo, así que pregunta lo que quieras.
No afectará mi zumbido de Jess.
Ella sonrió, pero luego se desvaneció.
—¿Qué está pasando con tu equipo ejecutivo?
—David y Brandon se han ido. La junta los despidió el mismo día que
te vi en Twiggs. A Tiffany también.
Jess jadeó.
—¿Ella lo sabía?
—Creo que tenía que saberlo —dijo River, y se estiró para frotarse los
ojos—. Los únicos que quedan del equipo original somos Lisa, Sanjeev y
yo. —Cuando retiró la mano, la miró, desprotegido, y Jess vislumbró lo
exhausto que estaba—. Contratamos a un genetista de UCSD y al jefe de
química de Genentech para que se sentaran en la junta interina. Me
ascendieron a director ejecutivo. Sanjeev asumirá el cargo de CSO.
Traeremos a un nuevo jefe de marketing, que esperamos comience la
próxima semana.
—¿Vas a tener que hacer algún tipo de anuncio oficial?
—Sí, mañana. Solo estamos esperando a que Amalia confirme el
paquete de CMO que hemos ofrecido, y luego la nueva lista de ejecutivos
aparecerá en nuestro sitio.
Ella sacudió su cabeza.
—No, me refería a un anuncio sobre los resultados.
—¿Los resultados? —Sus cejas se juntaron en confusión.
—Solo… —Jess vaciló, esperando que esto no fuera insensible o
intrusivo—. Quiero decir, ¿Qué pasa con la UT, y el Today Show, y el tema
People sale el viernes, verdad?
River miró de un lado a otro entre sus ojos durante un segundo y luego
dijo en voz baja:
—Tuvimos que incluirlo en la auditoría de la OPI, pero por lo demás,
no. No haremos una declaración sobre eso.
—¿Es eso... —De nuevo, odiaba la posibilidad de que esto lo insultara
—. ¿Es eso legal? Quiero decir...
—Jess.
—… la puntuación original afectó tu valoración y…
Él se inclinó, la besó lentamente y luego se apartó.
—GeneticAlly no va a publicar una declaración.
La inquietud se infló en su pecho, haciéndola sentir como un barco en
aguas rocosas. ¿Estaba hablando en jerga legal?
—Está bien —dijo, frunciendo el ceño.
Estudió su reacción y se mordió el labio, sonriendo.
—Para.
—¿Parar qué? —dijo, parpadeando.
—Sé lo que estás pensando. Que estoy siendo poco ético o evasivo. No
lo estoy. Solo tienes que confiar en mí.
—Sí, es solo que…
La tranquilizó con otro beso, uno más largo, profundo y ahuecando con
su mano su mandíbula, su torso elevándose sobre el de ella.
—Escucha, no sé cómo responder a esta pregunta de otra manera, así
que te voy a besar hasta que dejes de preguntar.
—Digo, porque te amo y no quiero que tu compañía...
—Jess. —La besó de nuevo. Un beso fuerte y definitivo—. Me has
dicho que no quieres saber nuestros resultados. —La miró fijamente—.
Entonces, tienes que dejar ir esto.
En estado de shock, lo vio levantarse y salir de la cama, sonriéndole por
encima del hombro antes de caminar hacia el baño. Escuchó el agua correr,
y todo el tiempo Jess miró desenfocada la puerta por la que acababa de
entrar. No iban a publicar un comunicado. River no parecía pensar que
fuera necesario. ¿Eso significaba...?
Su corazón de alguna manera se había transformado en un pájaro dentro
de ella.
River regresó y se acercó a los pies de la cama en busca de sus bóxers y
se los puso. Jess tenía un millón de preguntas, pero no podía hacer ninguna.
Bueno, tal vez una más. Ella frunció el ceño cuando él se puso los
pantalones.
—¿Vas a... ir a trabajar?
Se abrochó el cinturón y, antes de alcanzar su camisa, se inclinó para
besarla de nuevo.
—No. No voy a ir a trabajar. —Enderezándose, se quedó en silencio por
un segundo, y luego dijo—: ¿Pero crees que estaría bien si recojo a Juno de
la escuela?
Jess se enderezó de golpe, zambulléndose en su teléfono. Mierda.
Tenían dos minutos para hacer la caminata de siete minutos.
—Quiero decir —aclaró—. Quiero ir a recogerla.
—Lo sé. Solo déjame… —Se puso de pie, alcanzando su ropa.
—Jess. —Colocando sus manos sobre sus hombros, la volvió a acostar
en la cama—. Estoy diciendo que quiero ir por ella. Deja que te ayude. —Y
luego se pasó las manos por el pelo y respiró hondo y estabilizado—. Si eso
está bien. Tengo que arreglar las cosas con mis dos chicas hoy.
CAPÍTULO VEINTISÉIS