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LA DIDAJE

La Enseñanza de los doce apóstoles1 o Enseñanza del Señor a las naciones por
medio de los doce apóstoles,2 conocida comúnmente como Didaché,34 es una
obra de la literatura cristiana primitiva que pudo ser compuesta en la segunda
mitad del siglo I,5 acaso antes de la destrucción del Templo de Jerusalén (70 d.
C),6 por uno o varios autores, los «didaquistas»,78 a partir de materiales literarios
judíos y cristianos preexistentes.9 Desde que fuera encontrada en 1873 y
publicada en 1883, la Didaché ha sido fuente inagotable de estudios y objeto de
diversas controversias.10 La principal de ellas atañe a la fecha de su composición.
De ser cierta la datación más temprana que se ha propuesto, la Didaché podría
ser la regla u ordenanza religiosa utilizada por algunas comunidades cristianas,
más bien judeocristianas, unas pocas décadas después de la muerte de Jesús de
Nazaret. Según esta interpretación, la Didaché proveería11 el retrato de unos
cristianos primitivos, arcaicos en su liturgia y su eclesiología, que vivieron un
tiempo de transición donde la forma de judeocristianismo que ellos profesaban fue
desplazada por el cristianismo gentil o paganocristianismo iniciado en Antioquía.
Si, por el contrario, esa datación se retrasase uno o dos siglos, como también se
ha propuesto, la Didaché no sería más que un fraude tardío, urdido con fines
particularistas12 para dar una imagen tendenciosa13 de la Iglesia primitiva. De
cualquier modo, la posibilidad de que sea más antigua14 que algunos libros del
Nuevo Testamento ha hecho de ella un texto fundamental para comprender la
evolución literaria y teológica del cristianismo de la primera centuria.

Las cuestiones que suscita la Didaché son variadas. Además de su datación, se


ha estudiado su relación con otros escritos cristianos como el Evangelio de Mateo
o la Epístola de Bernabé. También con oraciones judías como el Kidush, la
Amidá15 o el manual de disciplina de la comunidad esenia de Qumrán. El interés
que despierta no es solo literario, sino también litúrgico, pues la Didaché contiene
las primeras instrucciones conocidas para la celebración del Bautismo y la
Eucaristía, así como una de las tres redacciones que han pervivido de la oración
del padrenuestro.16 Si se consideran las diversas traducciones de la obra, la
dispersión geográfica de los fragmentos encontrados17 y la lista de obras
posteriores que dependen de ella, la Didaché debió ser muy conocida en los
primeros siglos.18 Al igual que otras obras de la literatura cristiana, estuvo mucho
tiempo cerca del canon bíblico, antes de ser finalmente descartada.19
Actualmente se la incluye dentro del heterogéneo grupo de los llamados Padres
apostólicos,20 de los cuales puede ser el escrito más antiguo21 y, sin lugar a
dudas, el más importante.
Índice
1 Historia de un descubrimiento
2 Contexto, autoría, localización y datación de la obra
3 Estructura y contenido de la obra
3.1 Los dos títulos
3.2 La sección moral
3.3 La sección litúrgica
3.3.1 El bautismo
3.3.2 Oración y ayuno
3.3.3 Eucaristía
3.4 Sección disciplinar
3.5 El epílogo escatológico
4 La Didaché en los Padres de la Iglesia
4.1 La Epístola de Bernabé
4.2 El Pastor de Hermas
4.3 Didascalia y Constituciones apostólicas
4.4 Clemente de Alejandría
5 La Didaché en la Patrología
5.1 1884: Adolf von Harnack y las primeras investigaciones
5.2 1912: Joseph Armitage Robinson y las primeras dudas
5.3 1948: Los rollos de Qumrán. Nueva luz
6 Notas
7 Bibliografía
8 Enlaces externos
Historia de un descubrimiento

Filoteo Bryennios, retrato de 1885.


Dibujo del edificio de la biblioteca frente al río. Al fondo, la silueta del Castillo rojo.

Última página de la obra, con la noticia de su composición.

El Fanar, vista desde el Cuerno de Oro, con el Colegio ortodoxo al fondo.

Águila bizantina, sita en la entrada del Patriarcado ortodoxo griego de


Constantinopla.

El Seminario Ortodoxo de la Isla de Chalce.


En 187522 se difundió en Occidente la noticia de un hallazgo fortuito. Dos años
antes, en 1873,23 se había encontrado un códice griego antiguo con obras del
cristianismo primitivo. La novedad llegaba con retraso, pero acompañada por la
publicación de dos epístolas muy especiales incluidas en el códice. La primicia,
editada en Constantinopla, decía:

Las dos epístolas de nuestro Santo Padre Clemente, obispo de Roma, a los
corintios, extraídas de un manuscrito de la biblioteca del monasterio fanariota del
Santísimo Sepulcro de Constantinopla y publicadas por primera vez de forma
completa. Prolegómeno y notas por Filoteo Bryennios, metropolitano de Serres
(Macedonia).24
Los investigadores de Occidente recibieron la noticia con sorpresa y
satisfacción.25 Hasta ese momento, las epístolas de Clemente de Roma se
conocían únicamente a través del texto proporcionado por el Codex Alexandrinus
al que, desgraciadamente, le faltaban unas hojas.26 El texto publicado por
Bryennios completaba ambos escritos.27 Era la segunda vez en pocos años que
los cimientos de la erudición cristiana moderna se veían sacudidos por un gran
descubrimiento.28 En la década anterior, Konstantin von Tischendorf había
encontrado en el monasterio de Santa Catalina el Codex Sinaiticus, gracias al cual
se había recuperado una versión griega de la Biblia y la Epístola de Bernabé. El
descubrimiento de Tischendorf estaba todavía presente en la memoria de los
eruditos. Tanto es así que, en algún momento, Filoteo Bryennios fue llamado, por
la relevancia de su hallazgo, «el Tischendorf de la Iglesia griega».29
Filoteo Bryennios había nacido en Constantinopla en 1833 en el seno de una
familia humilde. Apoyado por el metropolitano de Cízico30 ingresó en el seminario
patriarcal de la Isla de Chalce. Al terminar su formación, fue ordenado diácono y
se trasladó a Alemania (1856) donde asistió a clases de teología y filosofía en las
universidades de Leipzig, Berlín y Múnich. Allí entró en contacto con la moderna
investigación occidental. En 1861 regresó a Constantinopla como profesor de
historia eclesiástica y exégesis en la misma escuela donde había estudiado. Dos
años después, fue ordenado presbítero y honrado con el título de «Archimandrita
del trono ecuménico de Constantinopla». En 1867, se hizo cargo de la dirección
del prestigioso Colegio ortodoxo griego,31 una institución varias veces centenaria
donde estudiaban tradicionalmente los hijos de las familias ortodoxas griegas.
Dicho colegio, también llamado «Gran Escuela de la Nación»,32 estaba situado en
el Fanar, el sector griego de Estambul,33 junto al Cuerno de Oro. Tras la Caída de
Constantinopla en 1453, la mermada población griega y la sede del Patriarcado
ortodoxo griego de Constantinopla se habían ubicado en ese barrio a instancias
del propio sultán.34 Un año después, en 1454, Mateo Kamariotis había fundado el
colegio.35

Próximo al colegio, y en descenso hacia el río, se encontraba el Monasterio del


Santo Sepulcro, llamado también Monasterio de Jerusalén por depender36 de
dicho Patriarcado. El monasterio, de carácter oriental,37 era en ese momento un
agregado de edificios cuya biblioteca estaba exenta38 del conjunto en un pequeño
edificio de piedra,39 con pinturas religiosas en la entrada y un interior luminoso. La
biblioteca había sido examinada décadas antes por varios expertos que buscaron
allí manuscritos antiguos.40 En 1873, Bryennios se interesó41 por un manuscrito
de la biblioteca. Se trataba de un volumen en pequeño octavo (6x8 pulgadas),
encuadernado en piel negra, con 120 hojas de pergamino bien conservado,42
escritas a doble cara con letra pequeña y clara procedente de una misma mano.
La última hoja exhibía una breve noticia43 sobre su composición.

Acabado en el mes de junio, el día 11, día tercero (martes), en el año 6564, por la
mano de León, copista y pecador.
El calendario ortodoxo de Constantinopla fechaba el nacimiento de Cristo en el
año 5508 de la creación del mundo, así que el año 6564 de dicho calendario
correspondía al 1056 d. C44 del calendario juliano.45 Se trataba, por tanto, de un
manuscrito medieval. Los monjes del monasterio no supieron46 informarle sobre
él y el catálogo de la biblioteca decía únicamente que el volumen contenía47 una
sinopsis bíblica de escaso valor, atribuida a Juan Crisóstomo. Sin embargo, al
abrir el códice, Bryennios encontró completas las dos epístolas de Clemente de
Roma y, gracias a su extensa formación patrística, se dio cuenta cabal de la
importancia del hallazgo. En concreto, el códice encontrado contenía las
siguientes obras:

La Sinopsis veteri et novi testamenti, mencionada en el catálogo. Obra anónima


del siglo IV atribuida48 a Juan Crisóstomo. La recensión contenida en el códice
aparecía truncada49 en el Libro de Malaquías omitiendo, por tanto, el Nuevo
Testamento (fol. 1-32).
La Epístola de Bernabé. Obra pseudoepigráfica atribuida sin que se sepa la razón
a Bernabé el Apóstol. Era conocida en parte por el texto del Codex Vaticanus50 y
por una versión latina, también truncada.51 Desde 1862 estaba disponible la
versión griega completa del Codex Sinaiticus, encontrada por Konstantin von
Tischendorf en el monasterio de Santa Catalina. Bryennios utilizó el texto de su
manuscrito para cotejarlo con la edición que, en 1877, preparaba Adolf Hilgenfeld
en Jena (fol. 33-51).52
La Primera epístola de Clemente. Extensa carta redactada por Clemente de Roma
en torno al año 96 d. C53 con motivo de una disputa surgida en la comunidad
cristiana de Corinto. En tiempos fue una obra muy apreciada.54 Actualmente, la
relevancia de su autor ha hecho que se la incluya en el grupo de los Padres
apostólicos. Hasta la publicación de Bryennios era conocida por la versión del
Codex Alexandrinus donde faltaba el texto de los capítulos 57,6-64,155 los cuales
fueron publicados por primera vez en ese año (fol. 51-70).
La Segunda epístola de Clemente. Obra anónima de mediados del siglo II,
considerada hoy como la primera homilía cristiana.56 La tradición atribuyó esta
obra a Clemente de Roma, hecho que fue cuestionado abiertamente por Eusebio
de Cesarea en el siglo IV y que, en la actualidad, es negado unánimemente. Es
cierto, sin embargo, que las epístolas de Clemente aparecen juntas y seguidas en
los dos únicos manuscritos transmisores, lo que apunta a la existencia de alguna
relación entre ellas. Esta epístola también estaba truncada en los capítulos finales
y, como la anterior, quedó completa con la publicación de Bryennios (fol. 70-76).
La Enseñanza de los doce apóstoles (fol. 76-80).
La recensión larga de las cartas de Ignacio de Antioquía, que contenía57 la
versión interpolada de sus siete cartas auténticas más las cartas espurias y la
carta, también espuria, de María de Cassobolos a Ignacio (fol. 81-120). Esta
nueva versión de las cartas de Ignacio no añadía gran cosa a las precedentes
excepto facilitar nuevas lecturas a la edición de los Padres apostólicos que estaba
preparando58 Franz Xaver von Funk.
La importancia de la publicación de las epístolas clementinas hizo que nadie
reparase en esos momentos en la obra que ocupaba los folios 76-80 del códice.
La Enseñanza de los doce apóstoles, que más tarde sería conocida como la
Didaché, pasó completamente desapercibida. Ni siquiera el propio Bryennios
pareció darle importancia.59 Unos años después, el primer editor
estadounidense60 de la Didaché escribía: «Ahora nos resulta extraño que el
anuncio de aquel documento atrajese entonces tan escasa atención».61 En 1878,
acabada la guerra entre rusos y turcos, Bryennios examinó el códice con más
detenimiento62 y se dio cuenta de que aquella Enseñanza de los doce apóstoles
que, de forma tan precaria,63 había sido presentada en 1875, era en realidad la
única copia existente de una obra antiquísima, perdida hacía siglos y conocida tan
solo por algunas breves noticias conservadas en las obras de los Padres de la
Iglesia.64 Bryennios reanudó de inmediato su labor crítica, que culminó cinco años
más tarde. En 1883, sorprendió65 a los investigadores con un nuevo anuncio:

La enseñanza de los doce apóstoles. Publicada por primera vez a partir del
manuscrito de Jerusalén. Prolegómeno y notas por Filoteo Bryennios,
metropolitano de Nicomedia. Constantinopla, 1883.
Philip Schaff (1885:9)
Esta vez el anuncio encontró la acogida que merecía. Desde hacía meses,
investigadores de la talla66 de Adolf von Harnack disponían de una copia del
escrito67 sobre la que estaban trabajando. La primera noticia apareció en Europa
el 25 de enero de 1884 en la Allgemeine Zeitung de Múnich.68 Un mes después,
el Durham University Journal hizo lo propio en Inglaterra.69 En 1885, Philip Schaff
presentaba así la obra:

La Didaché llena un vacío entre la era apostólica y la Iglesia de la segunda


centuria, y arroja nueva luz sobre cuestiones de doctrina, culto y disciplina. En
esto reside su interés y su significado.
Philip Schaff (1885:v)
El propio Schaff comentó sobre Bryennios:70

Es seguramente el prelado de la Iglesia ortodoxa con más preparación. Conoce


bien la patrística, especialmente la griega, aunque también la moderna literatura
alemana. Cita con soltura los escritos de Bingham, Schröckh, Neander, Gieseler,
Hefele, von Drey Krabbe, Bunsen, Dressel, Schliemann, Bickell, Tischendorf,
Hilgenfeld, Lagarde, Ueltzen, Funk… Ha sido invitado cordialmente por los
investigadores de Occidente, tanto católicos como evangélicos, a disfrutar de un
sitio de honor en la república de la erudición cristiana. La universidad de
Edimburgo le ha conferido el grado honorífico de «Doctor de doctrina» (Doctor of
Divinity)71
Más allá del interés puramente científico de los eruditos, la Didaché se convirtió en
los Estados Unidos en un fenómeno social.72 Si, en Europa, la discusión se
mantuvo dentro de los límites del ámbito académico, en Estados Unidos, la forma
práctica de entender la teología hizo que mucha gente se interesase por la obra.
Casi todas las denominaciones cristianas elaboraron su propia traducción73 y la
comentaron a su modo, ya que veían en ella confirmaciones de su propio credo.
La Didaché rompía de manera inesperada el equilibrio teológico entre los grupos
cristianos de Occidente y daba nuevos argumentos a trinitarios, unitaristas,
baptistas, episcopalianos, anglicanos, luteranos y católicos para defender sus
respectivas posturas. Mientras, en Oriente, Bryennios fue apartado discretamente
de Constantinopla, donde la sede del Patriarcado había cambiado recientemente
de manos.74 Poco después, en 1887, el manuscrito de Constantinopla abandonó
la luminosa estancia de piedra donde había permanecido ocho siglos y fue
trasladado a Jerusalén, a la biblioteca de aquel Patriarcado. Allí fue inscrito en el
registro de entrada con la signatura: Kod. Patr. 5475 y, desde entonces, es
conocido como Codex Hierosolimitanus 54, Codex H5476 o, sin más, manuscrito
H. El mérito de haber preservado completas tres obras de los Padres apostólicos
lo ha convertido en uno de los códices cristianos más importantes.

Contexto, autoría, localización y datación de la obra

Vitral representando a los Reyes Magos, tradición que, junto con la estrella de
Belén, solo es recogida por el evangelista Mateo.
La Didaché es una obra corta, de apenas 552 vocablos griegos, ordenados en
cien versos y distribuidos en dieciséis capítulos.77 Está escrito con suma
sencillez, sin arcaísmos ni recursos retóricos.78 Por su contenido se trata de una
regla u ordenanza religiosa79 que, según se cree, regulaba una o varias
comunidades cristianas primitivas, estableciendo su ideario moral, sus ritos, su
organización y su esperanza, entendida80 en sentido escatológico. Poco o nada81
se sabe de las comunidades donde estuvo vigente la Didaché. La falta de
evidencias internas en el documento, tales como menciones de lugares, nombres
propios o sucesos, impide extraer conclusión alguna.82

Hoy se cree que la Didaché nació en Siria,83 en el seno de una comunidad


cristiana sita entre dos mundos: el suyo propio, modelado a partir de tradiciones
judías, y un entorno pagano de moral, creencias y costumbres antagónicas.8485
La afinidad con tradiciones típicamente mateanas86 o el uso de la palabra
«cristianos» para referirse a los fieles (Did 12,4) respaldan esta opción.87 Harnack
propuso un origen egipcio alejandrino en razón de la amplia difusión que tuvo en
esa zona.88 También se puede considerar un origen palestino para explicar la
ascendencia típicamente judía de las plegarias eucarísticas.89

Su datación es muy variada, con una horquilla de propuestas que abarca dos
siglos. Examinada por sí misma, sin tener en cuenta más que su contenido, la
Didaché muestra rasgos primitivos que sugieren una datación temprana. La
formulación eucarística, ajena al rito evangélico y paulino, la estructura jerárquica
escasamente consolidada donde se mencionan apóstoles y doctores itinerantes, o
la ausencia de polémicas de carácter gnóstico o docetista como las denunciadas
por los escritos joánicos y por Ignacio de Antioquía,90 sugieren situar la obra a
mediados del siglo I, por lo que sería contemporánea de las epístolas de Pablo de
Tarso y algo anterior a los Evangelios.91 Otras dataciones surgen principalmente
al examinar la relación de la Didaché con otros documentos. Así, por ejemplo, las
afinidades con el Evangelio de Mateo permiten suponer que el didaquista conocía
este evangelio, lo que implicaría retrasar la redacción de la Didaché a comienzos
del siglo II.92 Una dependencia con el El Pastor de Hermas, que es un documento
de datación precisa, implicaría retrasarla más allá del año 150 d. C. Nunca más
allá del año 250 d. C., debido a las citas de Clemente de Alejandría y a la
composición, también conocida, de la Didascalia apostolorum. La falta de certeza
en estas dependencias hace que la opción más aceptada por los estudiosos sea la
primera: mediados del siglo I.93

Del autor no se puede afirmar mucho. No solo se desconoce su identidad, sino


también si hubo uno o varios. Esto se debe a que la Didaché no fue redactada en
el sentido usual del término, sino compuesta de manera progresiva94 a partir de
materiales literarios preexistentes. Parte de esos materiales fueron tomados del
judaísmo. Otra parte incorporó tradiciones de su entorno que, como la oración del
padrenuestro, cristalizaron asimismo en el Evangelio de Mateo. La diversa
procedencia de estos materiales, unida a la imprecisión de la datación, ha
permitido hablar de uno, dos o incluso tres autores actuando en sucesivas épocas,
así como de un interpolador responsable de ciertos pasajes.

Con el paso de los siglos la Didaché quedó en desuso, pero la concreción e


influencia de sus regulaciones hace que este documento sea considerado como
un «primer esbozo de ordenación eclesiástica y molde para escritos
subsiguientes».9596

Estructura y contenido de la obra


Copista medieval, provisto con la pluma y el raspador.
Para su estudio,97 la Didaché se divide en tres secciones y un epílogo. En primer
lugar, viene la sección moral o catequética (Did 1-6), donde se describe la
preparación ética que debía alcanzar todo aquel que solicitaba el ingreso en la
comunidad. Para su composición, el didaquista se sirvió de un escrito judío
conocido como la Instrucción de los dos caminos, el cual cristianizó98 en algunos
puntos para adaptarlo al uso concreto que se le iba a dar. A continuación de la
sección moral se encuentra la sección litúrgica, ocupando los capítulos 7-10 de la
obra. Se llama así porque en ella se describen los usos relacionados con el culto
de la comunidad. Los elementos tratados son el bautismo, los ayunos, la oración y
la eucaristía y, sobre ellos, el autor ofrece instrucciones concretas que conservan
un aire arcaico y difieren significativamente de la liturgia cristiana al uso en Oriente
y Occidente. En esta sección, los estudiosos reconocen influencias provenientes
del judaísmo, aunque no haya unanimidad en su cuantía y origen. La tercera parte
es la sección disciplinar, que ocupa los capítulos 11-15. Aquí, la comunidad
abandona la intimidad de sus ritos y se abre a la llegada de profetas y doctores a
los que es preciso distinguir de embaucadores y falsos maestros. También se
menciona de pasada lo que parecen ser los rudimentos de una jerarquía
eclesiástica local, tránsito según Harnack entre la organización primitiva
asamblearia y la ulterior organización episcopal. La Didaché termina con un
epílogo escatológico (Did 16) de carácter conclusivo que tiene elementos típicos
del género apocalíptico, como la salvación, el final de los tiempos, con sus
pruebas y tribulaciones, la necesaria vigilancia frente al mal y el retorno final del
Señor «sobre las nubes del cielo» (Did 16,8).

Los dos títulos

Reproducción de los dos títulos de la Didaché, exhibidos en el Manuscrito de


Jerusalén.
El códice jerosolimitano transmitió la Didaché bajo dos títulos. En la cuarta línea
del folio 76, empezando a contar desde abajo,99 estaba escrito: Enseñanza de los
doce apóstoles (en griego antiguo, Διδαχή τών δώδεκα αποστόλων). Una línea
después, e integrado en el texto, había un segundo título que ampliaba el primero:
Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles (en griego
antiguo, Διδαχή τού κυρίου διά τών δώδεκα αποστόλων τοΐς έθνεσιν).100 La
primera palabra de ambos, Διδαχή (Didaché), es la que prevaleció para referirse a
la obra. Según el primer título, la obra recogía la enseñanza de los doce apóstoles
de Jesús de Nazaret, la cual, al provenir del colegio de los doce, representaría lo
más granado de la doctrina. El segundo título reforzaba esa idea al precisar que la
enseñanza provenía en última instancia del Señor, expresión utilizada en la
literatura cristiana para referirse a Jesús de Nazaret. No sería, por tanto, la
enseñanza de los doce apóstoles, sino la enseñanza del Señor, transmitida a
través de ellos. Dicha enseñanza tendría por destinatarios a las naciones del
mundo (en griego antiguo, τοΐς έθνεσιν) o gentiles, es decir, a los pueblos que en
aquella época conformaban el Imperio romano, tanto de Oriente como de
Occidente.

El marco para interpretar los dos títulos es un pasaje del Evangelio de Mateo, en
concreto Mt 28,19.101 Allí se dice que, estando reunidos los discípulos después
de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret, aparece el Señor resucitado y les da
la encomienda:

Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo (Mt 28, 19).
La encomendación tiene dos partes. Primero, transmitir la enseñanza del Señor a
las naciones. Después, la formulación trinitaria del bautismo (Padre, Hijo y Espíritu
Santo) que acompaña esa enseñanza como un sello. Ambos elementos son
típicamente mateanos y forman parte de las similitudes entre el Evangelio de
Mateo y la Didaché.102 A tenor de los títulos, la Didaché contendría la enseñanza
impartida por los doce apóstoles poco después de la muerte de Jesús de
Nazaret.103 Sin embargo, no hay rastro de ellos en todo el escrito.104 Los únicos
apóstoles que se mencionan son referidos de manera genérica en el capítulo 11
de la obra como maestros itinerantes. Esta discordancia esencial entre los títulos y
el contenido real de la obra hizo que durante décadas105 prevaleciese la idea de
que la Didaché era una obra pseudoepigráfica, cuyo autor atribuyó a los doce
apóstoles para beneficiarse de su autoridad.

La sección moral

Arquería en una antigua sinagoga judía


A continuación del segundo título comienza la sección moral, que abarca los seis
primeros capítulos de la obra. Esta sección describe la preparación a la que
debían someterse los gentiles que deseaban entrar en la comunidad del
didaquista. La perspectiva del escrito es la de una comunidad judeocristiana106
que regula la admisión y socialización de conversos gentiles.107 Ingresar en una
comunidad judeocristiana no era sencillo para un pagano debido a las diferencias
religiosas y morales existentes entre ambas culturas. El paganismo era un
universo religioso de carácter politeísta, donde convivían cultos muy dispares. Se
adoraba a los dioses del panteón grecorromano, a los dioses locales, a los dioses
familiares, a los dioses naturales (fuentes, montes, etc). Dentro de este mosaico
de credos, el judaísmo y el cristianismo eran religiones muy particulares, pues no
solo creían en un único Dios, sino que se negaban a prestar culto a otros dioses,
en particular a los emperadores. Otro aspecto diferenciador era la moral, más
relajada en el mundo grecorromano. El aspirante en ciernes debía abandonar
buena parte de sus costumbres, con la ruptura social consiguiente, y adoptar
formas de vida más estrictas. La preparación era larga108 y tutelada por
maestros109 que se servían de esta sección de la Didaché para enseñar los
nuevos compromisos. El núcleo de dicha enseñanza estaba formado por la
llamada Instrucción de los dos caminos, un dualismo ético (bien-mal, vida-muerte,
luz-oscuridad) presente también en varios escritos judíos110 y cristianos,111 que
comienza:112

Existen dos caminos: el de la vida y el de la muerte. Bien diferentes son (Did 1,1).
La noción de los dos caminos había arraigado en el judaísmo a través de un
pasaje del Deuteronomio: «Hoy pongo ante ti la vida con el bien, y la muerte con el
mal» (Deut. 30,15).113 También con este pasaje de Jeremías: «Yo pondré ante ti
el camino de la vida y el camino de la muerte» (Jer. 21,8).114 Desde la tradición
judía pasó luego a la cristiana de forma que, a partir de entonces, convivieron
recensiones judías y cristianas de la misma enseñanza, más o menos diferentes.
La versión del manuscrito H54 contiene, por ejemplo, un bloque (Did 1,3-2,1) que
no figura en algunas versiones cristianas, como la traducción latina (Doctrina
apostolorum), la arábiga (Vida de Shenudi),115 o la adaptación griega contenida
en la Epístola de Bernabé,116 aunque sí está en el papiro Oxirrinco 1782.117 Este
bloque se conoce como sección evangélica porque expone material próximo al
Sermón del Monte de Mateo118 que podría proceder119 quizá de la Fuente Q,
hipotética predecesora de ambos.

Representación del Sermón del Monte en la iglesia de San Mateo de Copenhague.


La primera parte describe los valores éticos positivos de la comunidad –el camino
de la vida– y después se trata su contraparte negativa –el camino de la muerte–.
Según se indica en la obra, el camino de la vida tiene por primer mandamiento
amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (Did 1,2), no
hacer a los demás lo que no se desea para uno mismo (Did 1,2), amar a los
enemigos (Did 1,3), evitar las pasiones carnales (Did 1,4), poner la otra mejilla
(Did 1.5), dar la túnica además del manto (Did 1,5), dar limosna pero que, antes,
«sude en la mano» (Did 1,6).

El segundo mandamiento consiste en no matar, no robar, no corromper, no


fornicar, no hacer magia, no abortar (Did 2,2), no perjurar, no calumniar (Did 2,3),
no hablar mal (Did 2,4), no ser avaro ni soberbio (Did 2,6), no odiar (Did 2,7), no
ser irascible o envidioso porque eso conduce a la disputa y al homicidio (Did 3,2),
no ser voluptuoso porque eso conduce al adulterio (Did 3,3), no ser adivino o
astrólogo porque eso conduce a la idolatría (Did 3,4), no ser embustero o avaro
porque eso conduce al robo (Did 3,5). Ser manso porque los mansos «heredarán
la tierra» (Did 3,7),120 paciente, misericordioso (Did 3,8), justo, humilde (Did 3,9),
saber que nada sucede sin Dios (Did 3,10).

La Didaché insta a tener presente a los que anuncian al Señor (Did 4,1), acercarse
a los santos (Did 4,2), no provocar cismas (Did 4,3), corregir a todos sin distingos,
no vacilar (Did 4,4), ser generoso (Did 4,5), compartir los bienes (Did 4,8), educar
a los hijos en el Temor de Dios (Did 4,9), el amo no debe ser duro con los
esclavos (Did 4,10) y los esclavos deben obedecer a sus amos «como imagen de
Dios». Se debe odiar la hipocresía (Did 4,12), guardar los mandamientos (Did
4,13), confesar las faltas en la asamblea (Did 4,14). Concluye diciendo:

Este es el camino de la vida.


A continuación describe el camino de la muerte, donde el didaquista parece
enumerar las prácticas paganas que resultaban más abominables para judíos y
cristianos.121 Según la Didaché, el camino de la muerte está hecho de
asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, idolatría, magia (Did 5,1), persecución
de los justos, amor a la mentira, asesinato de niños, desconocimiento de Dios,
injusticia de los jueces, olvido del necesitado, defensa de los ricos, crueldad con el
pobre (Did 5,2). Concluye diciendo:

Alejaos de todo esto (Did 5,2).


Después de la Instrucción de los dos caminos, el didaquista se dirige al iniciando,
exhortándole a que nadie le desvíe del camino de la vida (Did 6,1). La expresión
utilizada para describir esta observancia es «llevar el Yugo del Señor», y asegura:
«Si puedes llevarlo, serás perfecto. Si no, haz lo que puedas» (Did 6,2). Esta
tolerancia final de la instrucción sugiere una estrategia más o menos organizada
para acercar la religión cristiana a los gentiles, muchos de los cuales se sentían
atraídos por la simplicidad del monoteísmo pero sentían rechazo hacia ciertas
prácticas propiamente judías como la circuncisión. La estrategia consistiría en
ofrecer el cristianismo sin las obligaciones derivadas de una observancia
completa122 de la Torá judía (el Yugo del Señor).

La sección litúrgica
La preparación descrita en la sección moral puede interpretarse como una
iniciación, en sentido antropológico. Mircea Eliade entendía la iniciación como un
conjunto de ritos y enseñanzas orales, cuyo propósito era producir una alteración
decisiva en el estatus social y religioso del iniciando.123 En una primera fase, el
individuo era separado de su entorno a través de una alteración de sus
condiciones espaciales (aislamiento), temporales (vigilias) o alimentarias (ayunos).
Durante ese tiempo el individuo se encontraba en un limbo liminal donde
quedaban en suspenso las reglas anteriores de su vida sin que las nuevas
hubiesen adquirido aún vigencia. Llegado el tiempo, el individuo era reintroducido
en su ambiente a través de una ceremonia de reconocimiento, habiéndose
producido en el ínterin una transformación de su estatus. A veces, el rito de
iniciación no pretendía reintroducir al iniciando en su medio original, sino
consolidar su extracción y prepararlo para su ingreso en un medio nuevo. Tal era
el caso de la Didaché. El pagano era extraído de su medio religioso habitual y,
después de un tiempo de prueba, era presentado a la comunidad. La preparación
culminaba en la ceremonia del bautismo o iluminación.124 Con el bautismo
comenzaba su vida como cristiano.

El bautismo

Representación del bautismo de Jesús de Nazaret


El bautismo era una práctica central en el cristianismo primitivo, y su huella puede
encontrarse por toda la literatura cristiana de la época. Su importancia es
destacada por todos los evangelistas, que relatan el Bautismo de Jesús de
Nazaret en el río Jordán. Los Hechos de los apóstoles ofrecen relatos de
bautismos, mediante los cuales gente diversa como Cornelio el centurión o el
Eunuco etíope se convierten al cristianismo. La práctica del bautismo está
atestiguada también por las cartas de Pablo de Tarso:

También bauticé a la casa de Estéfana… (1 Cor 1,16).


La Didaché, sin embargo, es el primer texto conocido que ofrece instrucciones
concretas para su celebración. En este sentido es un documento clave125 para
estudiar los orígenes126 de la liturgia cristiana. El bautismo era solo para adultos.
Antes de la ceremonia, se prescribía un ayuno de uno o dos días para el
bautizando y el que bautizaba (Did 7,4). Llegado el día, debía buscarse un lugar
con «agua viva» (Did 7,2)127 porque el bautismo se realizaba por inmersión, es
decir, el bautizando sufría una inmersión total en el agua durante la ceremonia. La
celebración del bautismo debía entrañar cierta dificultad en las estaciones
invernales por la propia gelidez de las aguas. De ahí, tal vez, la recomendación
ulterior. «Si no puedes utilizar agua fría, utiliza agua caliente» (Did 7,3).128 Solo
excepcionalmente se permitía la afusión:

Si no tenéis nada de esto, derramad tres veces agua sobre la cabeza… (Did 7,3).
Un siglo después, hacia el año 150, Justino Mártir se refería al bautismo en
términos parecidos. Había un ayuno previo, un acto de arrepentimiento, de perdón
y una declaración de compromiso tras la cual: «... los conducimos a un paraje con
agua donde se regeneran de la misma forma que nosotros fuimos regenerados»
(Apol I, 61).129 Sin embargo, el bautismo de la comunidad didaquista no hacía
hincapié en el arrepentimiento y el perdón de los pecados, sino en la
purificación130 por el agua (Did 7,2-3). Tampoco hay huella de la concepción
paulina que relaciona el bautismo con la muerte131 de Jesús de Nazaret:

... hemos sido bautizados para participar en su muerte (Rom 6,3).


La relación con el Evangelio de Mateo aparece atestiguada en este pasaje, pues
el didaquista prescribe el uso de la fórmula trinitaria: «Bautizad en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Did 7,1), aunque bien puede ser una adición
tardía, porque en otro lugar se menciona una fórmula cristológica: «... a no ser los
bautizados en el Nombre del Señor» (Did 9,5).132

Oración y ayuno

Fragmento griego del padrenuestro


Otro ejemplo de la estrecha relación entre la Didaché y el Evangelio de Mateo es
la redacción del padrenuestro (Did 8,2). Existen dos redacciones del padrenuestro,
recogidas por San Mateo (Mt 6, 9-13) y San Lucas (Lc 11, 1-4) que difieren
significativamente. Orígenes explicaba133 estas diferencias suponiendo que
Jesús de Nazaret ofreció dos versiones distintas de la misma oración en dos
ocasiones diferentes. Actualmente se tiende a pensar que la versión de Lucas es
más próxima en contenido al original, mientras que Mateo habría mezclado otros
dichos de Jesús ajenos a esta oración. Esto no quitaría, pese a todo, interés a la
versión de Mateo porque,134 estando las dos fórmulas redactadas en griego, el
griego de Mateo sería más fiel al arameo empleado originalmente en la
oración.135 Además de las versiones evangélicas, la Didaché ofrece una tercera
versión, similar en casi todo a la de Mateo.

Padre Nuestro, que estás en los cielos


santificado sea tu nombre
venga tu reino
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan nuestro de cada día
y perdona nuestras deudas,
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores
y no nos dejes caer en la tentación
y líbranos del Mal. (Did 8,2)
Después de esto, añade una doxología o alabanza, ausente en la redacción de
Mateo:

Porque tuyo es el Poder y la Gloria


por los siglos. (Did 8,2).
y que hace de esta versión la más larga de todas. El padrenuestro debía rezarse
cada día tres veces (Did 8,3). Estos rezos debían combinarse con ayunos. En este
punto, la comunidad cristiana buscaba diferenciarse de los judíos. Si estos
ayunaban «el segundo y el quinto día de la semana» (lunes y jueves), en la
comunidad del didaquista los ayunos se prescribían «el cuarto y el día de la
preparación» (miércoles y viernes) (Did 8).136

Eucaristía

Fracción del pan representada en los frescos de una catacumba


Los capítulos 9 y 10 contienen instrucciones referentes a una celebración
comunitaria que, por el uso que hace del vino y del pan, bien puede llamarse, y así
lo hace el didaquista, eucaristía (Did 9,1).137 La eucaristía es, al igual que el
bautismo, uno de los sacramentos instituidos por Jesús de Nazaret. Antes que en
ningún otro escrito, es mencionada por Pablo de Tarso en la primera carta de
Pablo a los corintios (1 Co 11,23-2).

[23] Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor
Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan [24] Y habiendo dado gracias, lo
partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced
esto en memoria de mí. [25] Asimismo tomó también la copa, después de haber
cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las
veces que bebiereis, en memoria de mí. [26] Porque todas las veces que
comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta
que venga. (1 Co 11,23-2)
Además de Pablo, es descrita en términos parecidos en los evangelios sinópticos:
Marcos (Mc 14,22-25), Lucas (Lc 22,14:20) y Mateo (Mt 26,26-29). El Evangelio de
Juan relata también la Última Cena (Jn 13), pero omite o desconoce las fórmulas
rituales; sin embargo, se encontraron ciertos paralelismos entre la celebración
eucarística que se instruye en la Didaché y el capítulo 17 del Evangelio de Juan,
visto desde una interpretación eucarística.138

Un aspecto importante es el orden de las ofrendas. En los escritos de Pablo,


Mateo y Marcos, la primera parte de la eucaristía se desarrolla en torno al
simbolismo del pan: «Tomad y comed todos de él, porque éste es mi cuerpo», y la
segunda en torno al del vino: «Tomad y bebed todos de él porque ésta es mi
sangre».139 Esta relación de las preces (el pan y el vino) con el cuerpo y la
sangre de Jesús de Nazaret se encuentra también en Lucas, pero en su relato se
bendice primero el vino, luego el pan y nuevamente el vino.

Fuera de la Biblia, la Didaché contiene la primera mención de la palabra eucaristía


referida al rito cristiano.140 La eucaristía que se regula es, sin embargo,
sorprendente.141 Al igual que el ritual lucano, se bendice primero el vino, pero no
como sangre de Cristo, sino de esta manera:

Te damos gracias, Padre Nuestro, por el vino santo de David que nos diste a
conocer por Jesús, tu siervo (Did 9,2).
Después se parte el pan, pero no como cuerpo de Cristo, sino diciendo:
Te damos gracias, Padre Nuestro, por la vida y el conocimiento que nos diste a
conocer por Jesús, tu siervo (Did 9,3).
En ningún momento se mencionan las palabras de institución de la última cena, o
el carácter conmemorativo del acto.142 Parece tratarse de una cristología de
carácter davídico, que acentúa la relación entre la figura veterotestamentaria del
rey David y la figura neotestamentaria de Jesús de Nazaret, haciendo a este
último heredero, no solo físico143 sino también, y sobre todo, espiritual. Esta
cristología aparece asimismo en (Did 10,6), cuando dice: «¡Hosanna al Dios de
David!».144 En tres oportunidades se menciona el carácter sacrificial (Did 14,1-3)
y, en dos, la pureza (Did 14,1.3) del rito, al que se describe como «comida y
bebida espiritual y de vida eterna» (Did 10,3).145 La Didaché establece que, para
participar en esta liturgia, era necesario haber sido iniciado en el cristianismo
(bautizado) porque:

... acerca de esto dijo el Señor: «No deis lo santo a los perros» (Did 9,5).
Coincide esta admonición con la regla que un siglo después daría Justino el Mártir
en su Primera Apología, de que los no bautizados tenían estrictamente vedada su
participación en el rito.146 La frase «No deis lo santo a los perros», que el
didaquista atribuye «al Señor», coincide palabra por palabra147 con el versículo
7,6 del Evangelio de Mateo, lo que añade relevancia a la cuestión de la posible
dependencia entre ambos escritos, ya de por sí notable por la similitud en la
redacción del padrenuestro.

El didaquista vuelve sobre el tema en el capítulo XIV al regular la reunión


dominical. Sin mencionar la eucaristía, habla de partir el pan «... después de haber
confesado vuestros pecados (...) a fin de que vuestro sacrificio sea puro» (Did
14,1). Acompaña la regulación afirmando que la ofrenda dominical no debe
profanarse con rencillas (Did 14,3), y cita unas palabras de Malaquías (Mal 1,11) a
modo de cumplimiento: «Pues a éste (sacrificio) se refiere el Señor: En todo lugar
y en todo tiempo me ofreceréis un sacrificio puro».

Todo esto ha suscitado dudas interpretativas sobre la naturaleza y el origen del


ritual eucarístico descrito en estos capítulos. Ambas cuestiones, naturaleza y
origen, se relacionan, pues la forma de las oraciones y el desarrollo del ritual
recuerdan a las ceremonias judías relacionadas con la comida y de cuya evolución
pudo formarse el ritual eucarístico cristiano. En concreto se establecen
paralelismos entre (Did 9) y las oraciones judías conocidas como Berakhot y
Amidá. Asimismo, entre (Did 10) y Birkat Hamazón.148 En cuanto a la naturaleza
del ritual, no está claro de si se trata de un ágape, una eucaristía o alguna de las
posibilidades intermedias.149

Sección disciplinar

Representación de un profeta por Piero della Francesca


Los capítulos 11-15 de la obra forman la sección disciplinar. En ella, el didaquista
da una serie de instrucciones relativas a la organización de la comunidad. Se trata
de una de las partes que ha suscitado más interés150 entre los estudiosos porque
la formación de la jerarquía eclesiástica tripartita (obispos, presbíteros y diáconos)
en las comunidades cristianas primitivas es un proceso del que no se sabe
demasiado y la comunidad del didaquista parece estar a medio camino entre la
organización asamblearia y el episcopado monárquico, por lo que constituye una
suerte de eslabón perdido en la historia de la Iglesia. Muchas comunidades del
siglo I tenían una estructura asamblearia consistente en que los miembros se
reunían en la asamblea (ekklesia)151 y, a través de esos encuentros, se
desarrollaba la vida comunitaria. Aparte de esto, dichas comunidades eran
visitadas, de manera ocasional o periódica, por maestros que impartían
enseñanzas, orientaban a la comunidad y oficiaban celebraciones. Estas personas
eran llamadas apóstoles, aunque no formasen parte estrictamente del círculo de
los doce. Con el paso del tiempo, las comunidades se estructuraron formando
órganos de gobierno y representación que cristalizaron en la jerarquía tripartita. A
comienzos del siglo II, las cartas de Ignacio de Antioquía muestran unas Iglesias
estructuradas en torno a sus obispos, los cuales ocupan ya un lugar monárquico.
La comunidad del didaquista ocupa, por su organización, un lugar intermedio entre
estos extremos. Por una parte se mencionan apóstoles, doctores y profetas (Did
11,3), elementos característicos del tiempo asambleario, de los que dice:

Recibid a todo apóstol que llegue a vosotros como si recibieseis al Señor (Did
11,4).
Pero, al mismo tiempo, aconseja elegir obispos y diáconos (Did 15).152 El
documento parece testigo de una época de transición dentro del cristianismo
primitivo. Al menos, así lo interpretó Adolf von Harnack en 1884, cuando publicó
su comentario de la Didaché.153 El didaquista detalla a continuación algunas
cautelas que deben guardarse hacia los apóstoles itinerantes: «Puede estar un día
con vosotros y, si tiene necesidad, quedarse dos. Si se queda tres, es un falso
profeta» (Did 11,5). Cabe pensar en la existencia de charlatanes y falsos
predicadores154 que iban de comunidad en comunidad aprovechándose de la
gente. Añade luego, de manera taxativa: «Si pide dinero, es un falso profeta» (Did
11,6).

La frontera entre las atribuciones de la jerarquía local y los profetas itinerantes es


bastante difusa en la Didaché. Los profetas pueden celebrar la eucaristía (que
sería, a priori, tarea de los obispos y la jerarquía local) (Did 10,7). A su vez, los
obispos y diáconos pueden profetizar (Did 15,1). No está claro el papel de los
doctores y los profetas en esta economía mancomunitaria, pues el didaquista no
necesitaba mencionárselo a sus destinatarios.155 En general se atribuye o
supone a los doctores la facultad de enseñar y a los profetas el hecho de hablar
en espíritu, signifique esto lo que signifique.156

Adolf von Harnack no solo vio en la Didaché un testimonio de la transición entre


dos órdenes comunitarios, sino que postuló un conflicto entre ambos.157 De
alguna forma, el desarrollo de esas jerarquías locales pudo, según él, competir
con el orden representado por los apóstoles, profetas y doctores itinerantes. Hoy
en día las opiniones son parecidas en lo que respecta a esa transición, pero se
matiza el enfrentamiento, arguyendo que en realidad no hay huella alguna de él en
la obra.

El epílogo escatológico

Imagen de la bestia en el Apocalipsis de Bamberg


La última parte de la obra es un pequeño apocalipsis158 donde el autor expone lo
que sucederá al final de los tiempos. Su contenido es escatológico, pero también
soteriológico, ya que alerta a la comunidad para que mantenga la fe:

... de nada servirá todo este tiempo en la fe, si no sois perfectos en el último
momento (Did 16,2).
Los elementos propiamente apocalípticos son similares a otros escritos del
género: aparición de falsos profetas y corruptores (Did 16,3), trueque del amor en
odio (Did 16,3), acrecentamiento de la maldad (Did 16,4), aparición del «seductor
del mundo»159 obrando signos espantosos, ruina de la tierra bajo una impiedad
suma (Did 16,4), condenación de muchos y salvación de unos pocos, los fieles, en
medio de tamaña tribulación (Did 16,5). Después de retratar el apogeo del mal,
describe la instauración del reino del bien: «Entonces, aparecerán los signos de la
verdad» (Did 16,6): uno visible, otro audible y, el tercero, la «resurrección de los
muertos» (Did 16,6).160 Después:

... el mundo contemplará la llegada del Señor sobre las nubes del cielo (Did 16,8).
Así, con esta brusquedad,161 termina la obra. Faltan temas típicos de la
escatología cristiana como el Juicio Final, la separación de justos y pecadores o la
Jerusalén celeste. Aunque inconcluso, es un texto autosuficiente que pudo
elaborarse a partir de un texto judío previo, también apocalíptico, y posteriormente
cristianizado. Dicho material podría haber servido para redactar asimismo pasajes
evangélicos como Mc 13, Mt 24,10-31 o 2 Tes 3,12162 que tienen carácter
parecido.

La Didaché en los Padres de la Iglesia


Hasta su descubrimiento y publicación en 1883, la Didaché se conocía solo de
manera indirecta, a través de las obras de los Padres de la Iglesia. En realidad no
se conocía, porque algunos Padres como Eusebio de Cesarea citaban solo su
nombre:

[...] entre los libros unánimemente rechazados están los Hechos de Pablo, el
Pastor de Hermas, el Apocalipsis de Pedro y las llamadas Doctrinas de los
apóstoles (HE III 25,4).163
mientras que otros como Clemente de Alejandría citaban solo su contenido, y
mencionaban vagamente que provenía de «la escritura». A pesar de estar
presente en las obras de los Padres de la Iglesia, la Didaché se encontraba, a
todos los efectos, perdida y no podía deducirse su contenido a partir del título ni el
título a partir de su contenido. Se sabía que en la antigüedad había existido una
obra intitulada Enseñanzas o doctrinas de los apóstoles, citada por Eusebio y
otros Padres, que había sido descartada del canon bíblico junto con otras
obras.164 Al publicarse la Didaché, se reconoció su presencia en diversos
lugares, y piezas que andaban dispersas pudieron agruparse. La investigación del
documento estimuló, además, la aparición de otros que, hasta entonces, habían
pasado desapercibidos. Minúsculos fragmentos de papiro con apenas unas
palabras fueron examinados con lupa. El resultado fue un afloramiento documental
que alimentó la investigación patrológica durante décadas.

Los primeros compases de la investigación sirvieron para poner de manifiesto la


relación con otros documentos, siendo los principales: la Epístola de Bernabé, el
Pastor de Hermas, la Didascalia, las Constituciones apostólicas, algunas obras de
Clemente de Alejandría y la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea.165

La Epístola de Bernabé
La Epístola de Bernabé es un escrito con apariencia de carta que Clemente de
Alejandría atribuye, sin que se sepa la razón, al apóstol Bernabé.166 Se ha
especulado que un primer núcleo pudo ser obra del compañero de Pablo,167 pero
no hay prueba de ello.168 La Epístola de Bernabé es un escrito ajeno a las
inquietudes judeocristianas de la Didaché. Si la Didaché intenta conciliar la
práctica del cristianismo y el judaísmo, la Epístola de Bernabé rechaza
tajantemente este último.169 Son escritos nacidos en ambientes distintos pero que
comparten, sin embargo, la Instrucción de los dos caminos. El texto que abre la
Didaché y ocupa los primeros seis capítulos (Did 1-6) se reproduce con alguna
variación en los capítulos finales de Bernabé (Bern 18-20). Donde la Didaché
empieza diciendo: «Dos caminos hay en la vida, el de la vida y el de la muerte»
(Did 1,1), Bernabé lo hace de la siguiente guisa:

Dos caminos hay de enseñanza y poder, el de la luz y el de las tinieblas.


Bern 18,1
Añadiendo una glosa angelológica ausente en la Didaché:

… en uno están los ángeles de Dios, portadores de luz, y, en el otro, los de


Satanás.
Bern 18,1
Esta similitud fue advertida de inmediato por los investigadores y explicada en
términos de una dependencia, bien mutua, o bien de un tercer escrito anterior a
ambos.

El Pastor de Hermas
Dentro de la sección evangélica (Did 1,3)-(Did 2,1) existe una frase que aparece
asimismo en el Pastor de Hermas.

A todo el que pide, dale pues el Padre quiere que todos reciban de sus dones (Did
1,5).
Da a todos. Pues Dios quiere que se dé a todos de sus propios dones (Mand 2, 4).
Aunque no se trata exactamente de la misma frase, el parecido es suficiente para
que los investigadores hayan postulado alguna dependencia entre ambos escritos,
lo que afecta indirectamente a la datación relativa entre ellos. El Pastor de Hermas
es un documento con una datación bastante precisa y segura (mediados del siglo
II).170 Si se demostrase que el didaquista tomó ese contenido del Pastor, la
Didaché se habría redactado, como muy pronto, en el año 150 d. C y las hipótesis
sobre su antigüedad se vendrían abajo. Si la dependencia fuese al revés y se
demostrase que el Pastor tomó ese contenido de la Didaché, entonces la Didaché
habría sido redactada como muy tarde en el año 150 d. C otras posibilidades. La
primera es que el didaquista y el Pastor bebiesen de una fuente común anterior a
ambos en cuyo caso la datación del Pastor no influiría en la de la Didaché. La
segunda es que el pasaje de la Didaché citado más arriba sea una interpolación.
El pasaje (Did 1,3)-(Did 2,1) que contiene la frase es problemático porque no
aparece en algunas recensiones de la Didaché.171 Esta ausencia ha hecho que
los críticos se pregunten si ese pasaje formaba parte originalmente de la obra o se
trata de un interpolación posterior. De no formar parte de la obra, holgaría
completamente suponer dependencia alguna entre la Didaché y el Pastor de
Hermas, pues dicha dependencia sería aparente y debida tan solo al hecho
fortuito de que alguien que no fue el didaquista introdujo, quizá después de uno o
más siglos, ese fragmento y esa frase.

Didascalia y Constituciones apostólicas


La Didascalia apostolorum, también llamada Doctrina católica de los doce
apóstoles y de los santos discípulos de nuestro Salvador, es un documento del
siglo III perteneciente al género de las regulaciones eclesiásticas.172 El texto
original griego se ha perdido excepto por algunos fragmentos sueltos. Se
conservan sin embargo traducciones, entre ellas una siríaca publicada por Paul de
Lagarde en 1854 a partir del Codex Sangermanensis y otras en árabe, latín y
etiópico.173 Se han señalado dependencias con la Didaché174 que marcarían un
terminus ante quem bastante seguro para esta última.

Por su parte, las Constituciones apostólicas es un escrito del siglo IV donde su


autor recopiló algunos tratados anteriores. Los libros I-VI toman su contenido de la
Didascalia, mientras que la Didaché se recoge con modificaciones sustanciales en
el libro VII,175 cosa que no se pudo saber, por otra parte, hasta que se descubrió
la Didaché.

Clemente de Alejandría
Clemente de Alejandría tiene varios pasajes relacionados con la Didaché. Uno de
ellos ocurre en Stromata 1 100 4, donde parece transcribir un pasaje de la
Didaché (Did 3,5):

Οὗτος κλέπτης ὑπὸ τῆς γραφῆς εἴρηται. Φησὶ γοῦν· υἱέ, μὴ γίνου ψεύστης· ὁδηγεῖ
γὰρ τὸ ψεῦσμα πρὸς τὴν κλοπήν
Ese tal es calificado de ladrón por la Escritura. Se dice también: Hijo, no seas
mentiroso, pues la mentira lleva al robo.
La única diferencia es que Clemente dice «hijo» y, la «Didaché», «Hijo mío».176
Clemente afirma estar citando la «escritura», es decir, un libro inspirado al modo
de los evangelios o las cartas de Pablo. De ser la Didaché, daría una idea de la
estima que tenía este escrito. En otro punto de su obra, parece aludir a la doctrina
de los dos caminos: «Yo te conduzco por la vía de la salvación. Abandona el
camino del error. Sigue entonces, hijo mío, el buen camino que yo te
describiré».177 Asimismo, en el himno final de El pedagogo, Clemente menciona
«la santa recompensa de la doctrina de la vida».178 Sobre este tema la polémica
es si la cita es de la Didaché y, en caso de que así sea, si la Didaché no está
citando un texto más antiguo. Existe otra cita en Quis diver salvetur? (29,4) donde
Clemente habla del «vino de David», expresión usada en la oración eucarística de
la Didaché.179

La Didaché en la Patrología
Nada más publicarse la Didaché, comenzó una investigación que se ha
prolongado hasta el presente, y que ha dado lugar a fructíferos estudios sobre el
cristianismo primitivo. La consideración de la Didaché durante el siglo XX ha
oscilado como un péndulo entre dos extremos de aceptación, siendo el polo actual
más parecido a la posición adoptada por los eruditos a finales del siglo XIX que a
la que estuvo vigente durante los años 1930, antes de la Segunda Guerra Mundial.
Las dudas en torno a la Didaché tardaron treinta años en concretarse y otros
treinta en resolverse, y solo lo hicieron porque el descubrimiento en 1948 de los
Manuscritos del Mar Muerto modificó radicalmente la percepción que se tenía de
la obra. La posición crítica respecto a su autenticidad, sostenida por Joseph
Armitage Robinson y un grupo de eruditos anglosajones, fue superada cuando
Jean Paul Audet examinó en profundidad el material acumulado hasta esos
momentos, lo que sentó a grandes rasgos las directrices que sigue la investigación
actual. De ser una obra desahuciada por los críticos, la Didaché ha pasado a
convertirse desde entonces en una obra clave para entender la evolución del
cristianismo primitivo.
1884: Adolf von Harnack y las primeras investigaciones

Adolf von Harnack


Adolf von Harnack publicó en febrero de 1884 un extenso trabajo180 sobre la
Didaché titulado Die Lehre der zwölf Apostel nebst Untersuchungen zur altesten
Gechuchte der Kirchenverfassung und des Kirchenrechts (Leipzig, Hinrinchs,
1884). Además de ofrecer la primera traducción al alemán del texto griego de
Bryennios, Harnack escribió un extenso prolegómeno donde trató diversos temas.

1.- La historia de la Didaché en la Iglesia y su transmisión en el manuscrito de


Constantinopla.181 Harnack expuso las conexiones de la obra con los Padres de
la Iglesia.
2.- Los títulos, los destinatarios y la finalidad del escrito.182 Una de las cuestiones
primeras y más naturales fue dilucidar por qué la obra había sido transmitida con
dos títulos y cuál de los dos era el auténtico.183 Para Bryennios, el título primitivo
de la obra era el largo que, con el tiempo, generó el título corto por un proceso de
contracción coloquial. También Harnack pensó así.184 La razón aducida fue que
el título largo estaba embebido en el primer párrafo de la obra, formando parte de
ella, mientras que el título corto precedía al texto como una línea independiente
que podía haber sido añadida posteriormente con más facilidad.
3.- Disposición y contenido del escrito.185 Según Harnack, la Didaché contenía
claves esenciales para entender la evolución de la Iglesia desde una estructura
apostólica a una ministerial.186
4.- Las fuentes del escrito.187 Para Harnack, el didaquista había utilizado en la
composición de su escrito el Antiguo Testamento, los Evangelios, la Epístola de
Bernabé y el Pastor de Hermas.188 Bryennios también opinaba que la Didaché
dependía de Hermas de Roma pero otros eruditos como Theodor Zahn y Franz
Xaver von Funk dieron prioridad189 a la Didaché.
5.- El contexto. Tiempo y lugar de la composición.190 Donde Harnack postuló un
origen egipcio191 para el documento.
Harnack incluyó como apéndice dos fragmentos procedentes de un leccionario de
la abadía de Melk (Mellicensis 597) que parecían contener una traducción latina
de la Didaché, en concreto (Did 1,1-3) y (Did 2,2-6). Dichos fragmentos habían
sido publicados siglo y medio antes por Bernardo Petz en su obra Thesaurus
anecdotorum novissimus (1721) y, posteriormente, Oscar von Gebhardt los había
rescatado del olvido.192 Los fragmentos pertenecían a un códice de los siglos X u
XI, con una traducción latina antigua, quizá del siglo III.193 Estos fragmentos
sugerían cierto uso de la Didaché durante el medioevo en la Iglesia de Occidente.
En los años siguientes, se dieron a conocer cuatro nuevas versiones en otros
tantos idiomas. En 1888, M. Amelinau publicó un relato de la vida del abad
Schnudi, el fundador del monasterio Blanco de Atripe.194195 Incrustado en dicho
relato se encontraba una traducción árabe de (Did 1-4) que, a su vez, era una
traducción del copto.196 En 1900 se produjo uno de los descubrimientos clave197
que, a la postre, decantarían la balanza en la disputa que, sobre la Didaché, iba a
comenzar pocos años después. Joseph Schlecht descubrió en la abadía de
Freising198 (Monacensis 6264)199 una versión latina de la Didaché que contenía
una traducción de la sección de los dos caminos (Did 1-6). Un año después, el
mismo Schlecht publicó un estudio. Esta versión latina se llamó la Doctrina
apostolorum. En 1904, Horner dio a conocer otra versión bastante libre de la
Didaché, incorporada en la recensión etíope de los Cánones apostólicos. Dicha
versión contenía200 los pasajes (Did 11,3) a (Did 13,7) y (Did 8,1-2).

Esta multiplicidad de versiones sugería una gran difusión del escrito en la


antigüedad y la Edad Media.201 La existencia de los dos fragmentos latinos
conservados en monasterios medievales era indicio de un cierto uso catequético o
litúrgico de la obra en Occidente. Las versiones árabe y etiópica implicaban por su
parte una expansión de la obra hacia el África y Arabia. En 1901, después de 18
años de investigación, el veterano erudito católico Franz Xaver von Funk afirmaba:

No hay nadie que niegue que el escrito exhibe la impronta de una suma
antigüedad.202
1912: Joseph Armitage Robinson y las primeras dudas

Circuncisión del niño Jesús


En 1912, Joseph Armitage Robinson publicó el primero de su tres trabajos sobre la
Didaché. En aquel primer artículo, Robinson dejó de lado los problemas que
planteaba la Instrucción de los dos caminos203 y se centró en la parte de la
constitución eclesiástica. Robinson opinaba que el autor de la Didaché tenía al
lado el Nuevo Testamento y que tomó de él aquello que le pareció bien,
disfrazando sin embargo esos préstamos y las condiciones de su tiempo.204 De
esta forma, y en contra de la opinión inicial de Adolf von Harnack, la Didaché sería
una obra fraudulenta que no reflejaría las condiciones del ministerio cristiano
primitivo.205 Según Robinson, el didaquista pretendía transmitir una imagen
ficticia de la formación de las Iglesias gentiles y por eso utilizó hasta donde pudo
unos preceptos que pudieran justificarse usando los escritos de la era
apostólica.206 Pretendía dar una imagen primitiva con objeto de abogar en la
Iglesia de su tiempo por un retorno a la simplicidad inicial del cristianismo.207
Aunque su tesis fue expuesta con brillante elocuencia, y mucha gente consideró la
posibilidad, todo quedó ahí. Algún profesor contemporáneo comentó que no sabía
qué le impresionaba más, si la ingenuidad del didaquista o la de Robinson al
intentar desenmascararlo.208

En 1920, Armitage Robinson pronunció unas conferencias en la Universidad de


Dublín (Donnellan Lectures), que serían su segundo trabajo.209 En ellas
desarrolló la tesis de que la Epístola de Bernabé era obra de un único autor,210
por su unidad de estilo y contenido, por el uso dado a otros documentos como la
Epístola a los Efesios. Al ser así, no quedaba más remedio que concluir que el
didaquista había tomado su doctrina de los dos caminos de esta Epístola de
Bernabé y también algún material de Hermas de Roma. Según Robinson, Hermas
dependía de Bernabé y, la Didaché, de ambos.211 También puso en duda que
Clemente de Alejandría citase el escrito,212 aduciendo que se trataba de un
apócrifo.213 En esta ocasión, para apoyar su tesis sobre la impostura de la
Didaché, adujo pruebas214 de que el material de las dos vías no podía provenir
de unas instrucciones morales de carácter oral o escrito establecidas en la era
apostólica sino, a lo sumo, de lo que apóstoles de esa era podrían haber
establecido supuestamente para la conversión de los gentiles.215 Según esto, no
existió nunca una tradición basada en las dos vías sino que el didaquista se limitó
a coger de manera incongruente216 materiales contenidos en la Epístola de
Bernabé. En general, sus tesis no fueron bien recibidas.

En 1922, vieron la luz nuevos fragmentos griegos procedentes de un papiro de


Oxirrinco, en concreto el n.º 1782. Dicho papiro contenía (Did 1,3-4) y (Did 2,7 a
3,2), fragmentos que contienen la sección evangélica de los dos caminos. La
importancia de este papiro es que confirmaba que la sección evangélica formaba
parte de la Didaché pues, hasta su descubrimiento, el H54 era la única recensión
que la contenía y se dudaba de su autenticidad.217

En abril de 1924, G. Horner publicó un nuevo fragmento, esta vez en copto. El


papiro que contenía el texto (P. London Or. 9271) había llegado un año antes al
Museo Británico procedente de Egipto, de un lugar cercano a Oxirrinco. Consistía
en una sola hoja de 11,25 pulgadas de ancho por 1 pie y 5,25 pulgadas de alto. En
el anverso, había escritas dos columnas de texto con 29 y 32 líneas
respectivamente y una tercera en el dorso, mucho más corta, de solo 18
líneas.218 Estaba escrito con caligrafía uncial cuadrada219 gruesa e irregular, sin
unión220 entre las letras en un dialecto fayúmico, redactado con cierta libertad221
a modo de extracto de la obra. El fragmento editado empezaba en la sección
litúrgica en la bendición final eucarística (Did 10,3) y acababa en la sección
disciplinar (Did 12,2). El texto copto seguía mayormente el original griego, excepto
por una bendición adicional del crisma (óleo), contenida asimismo en las
Constituciones apostólicas, pero ausente del manuscrito de Jerusalén.222

Respecto al óleo de la unción, daréis gracias de esta manera: Te damos gracias,


Padre nuestro, por el óleo de la unción, que tú nos manifestaste, por Jesucristo, tu
siervo. A ti sea la gloria por los siglos.223
La aparición de esta nueva versión añadía una pieza más al puzle de la diversidad
de recensiones de la obra, que no sería la última. En 1931 se conoció una versión
georgiana de la obra traducida del griego por un obispo llamado Jeremías de
Edesa.224 Quedó preservada en un manuscrito del siglo XIX cuya traducción fue
hecha entre los siglos V al X.225 Es la única versión completa además de la
contenida en el manuscrito de Jerusalén y fue publicada por Grigol Peradse en
1931.226

Mientras tanto la investigación tomó otros derroteros. En 1929, James Muilenburg,


otro erudito del cristianismo, tomó partido en el asunto defendiendo las posiciones
críticas asumidas por Robinson. Según él, la datación de la Didaché debía
retrasarse al menos un siglo y se debían revisar muchas páginas de la historia del
cristianismo.227 Siguiendo la misma línea Richard Hugh Connolly publicó en 1932
un artículo sobre el cap 5, el «camino de la muerte» de la Didaché.228 Estos
autores empezaron a dar forma a una corriente crítica que defendió la completa
falsedad de la obra. Según ellos, la Didaché era obra de un impostor que la había
compuesto a finales del siglo II o principios del III, con intención de falsear una
enseñanza. Dom Connolly aventuró que la Didaché era obra de un montanista.229
Robinson murió en 1933 mientras preparaba un trabajo conjunto con Connolly.230
Dicho trabajo fue publicado póstumamente en 1934 en el Journal of Theological
Studies, que el propio Robinson había fundado. En los siguientes años se
mantuvo la discusión pero, para entonces, la Didaché había caído en un completo
descrédito.

1948: Los rollos de Qumrán. Nueva luz

Cuevas en Qumrán, a orillas del mar Muerto


En 1948 se descubrieron cerca del Mar Muerto unos manuscritos, preservados en
forma de rollos, pertenecientes a la biblioteca espiritual de una comunidad esenia
judía del siglo II. Hoy se conocen como los Manuscritos del Mar Muerto o
Manuscritos de Qumran. Uno de ellos, conocido como el Manual de disciplina
esenio o Regla de la comunidad (1QS),231232 resultó contener una recensión de
la Instrucción de los dos caminos. Eso significaba que todas las versiones
conocidas hasta entonces no eran más que la cristianización de una doctrina judía
preexistente. A raíz de este hallazgo, el material reunido hasta entonces necesitó
una profunda revisión. En 1958 Jean Paul Audet publicó un extenso estudio sobre
la Didaché que, a la postre, marcaría la nueva tendencia.233 Según Audet, la
Epístola de Bernabé y la Didaché eran obras independientes que habían tomado
el material de los dos caminos de terceras fuentes judías. La versión latina de la
Doctrina apostolorum dejó de considerarse una traducción latina de la Didaché
para erigirse en recensión independiente. Al desaparecer la dependencia con la
Epístola de Bernabé, se deshizo la jerarquía cronológica que había relegado la
Didaché al siglo III y se abrió el camino para otras dataciones más tempranas.
Audet examinó también la autenticidad de los títulos. Si hasta entonces se había
tomado como bueno el título largo, Audet puso en duda la autenticidad de ambos.
Pero si los dos títulos eran falsos, también lo era que el didaquista hubiese
intentado adscribir su enseñanza a ninguna autoridad. Según Audet, el título
original de la obra era sencillamente:

Enseñanza de los apóstoles.


Y con ello, solo se quiso significar que se trataba de una enseñanza dada por esos
maestros, doctores y apóstoles itinerantes mencionados en la obra y recogidas por
el didaquista para uso de la comunidad. Con ese título habría sido conocida y
citada por los Padres de la Iglesia: Las enseñanzas de los apóstoles. Siglos
después, algún copista añadió el numeral:

Enseñanza de los doce apóstoles.


alterando con ello el sentido original de la obra.234 Según Audet, el título largo
pudo ser:

Enseñanza del Señor a las naciones.


Y más tarde, por un proceso de amplificación y armonización con el título
corto,235 convertirse en:

Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles.
En su momento, la obra alterada llegó a las manos de León, «copista y pecador»,
quién lo incorporó al manuscrito de Jerusalén que, ocho siglos después,
descubriría Bryennios. A la vista de las nuevas pruebas y teorías, la Didaché se
perfiló como una auténtica regulación comunitaria del siglo I. Un estudio posterior
de Helmut Köstler cuestionó a su vez la dependencia con el Evangelio de Mateo, y
explicó las similitudes entre ambos por el hecho de haberse gestado en un mismo
ambiente.236 Poco a poco, quedaron atrás el descrédito y las dudas. Desde
entonces, y ante la posibilidad de que la Didaché sea anterior a muchos libros del
Nuevo Testamento, esta obra ha sido objeto de un vivo interés y de muchos
estudios.237 Actualmente es considerado el escrito más importante de los Padres
apostólicos y casi el único testigo de una época, la segunda mitad del siglo I que,
por otra parte y en lo que se refiere al cristianismo, sigue siendo una gran
desconocida.

Sectas, apologética y conversos


Conversos: Catolicismo primitivo

La Didajé
Descubrir a través del estudio de la Iglesia primitiva cómo la fe católica contiene la
plenitud de la fe cristiana

Por: José Miguel Arráiz | Fuente: ApologeticaCatolica.org

Didaché es una palabra griega que significa “enseñanza”, de allí que el título
completo de la obra sea “La instrucción del Señor a los gentiles por medio de los
doce apóstoles”, o de forma más resumida “Instrucciones de los apóstoles”. Es
considerado como uno de los documentos más importantes de la Iglesia primitiva
perteneciente al grupo de escritos de los Padres Apostólicos [1]. Aunque la fecha
de su composición no se conoce con exactitud algunos autores opinan fue escrito
aproximadamente entre los años 50 al 70, otros lo situan entre comienzos y
mediados del siglo II.

El Bautismo

En la Didaché se encuentra información de valioso interés apologético porque se


describen las prácticas católicas de bautizar tanto por inmersión [2] como por
infusión [3]:

“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas
estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en
agua viva [corriente]. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua; si no puedes
hacerlo con agua fría, hazlo con caliente. Si no tuvieres una ni otra, derrama agua
en la cabeza tres veces en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Antes del bautismo, ayunen el bautizante y el bautizando y algunos otros que
puedan. Al bautizando, empero, le mandarás ayunar uno o dos días antes.”
(Didaché 7,1-4)

Esto es relevante porque algunas denominaciones protestantes han entendido que


sólo es válido el bautismo por inmersión. Argumentan que la palabra “bautismo” es
una romanización (bapto o baptizo) cuyo significado es «lavar» o «sumergir», y
eso implica que la forma de bautizar ha de ser de esa manera. De allí que el
bautismo por inmersión es el que se suele aplicar en comunidades eclesiales
protestantes como las bautistas y evangélicas, además de algunas sectas como
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y los Testigos de
Jehová. Sin embargo el texto de la Didaché demuestra que para los primeros
cristianos el significado de la palabra no establecía una manera fija para la
administración del sacramento, y que este podía variar de acuerdo a las
circunstancias [4].

El texto de la Didaché también arroja mucha luz sobre la antigua polémica


relacionada a la formula de bautismal, sobre si en la Iglesia primitiva se bautizaba
sólo en nombre de Jesús como se menciona en Hechos 2,38; 8,16; 10,48; 19,5, o
en nombre de la Trinidad como Jesús ordena en Mateo 28,19. Esto, porque la
Didaché también hace referencia al bautismo en nombre del Señor (Didaché 9)
pero cuando indica las palabras a utilizar al momento de bautizar se dice que ha
de hacerse en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

“Que nadie coma ni beba de vuestra acción de gracias, sino los bautizados en
nombre del Señor…” (Didaché 9)

“…bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Didaché 7)

Esto apoya la tesis de que efectivamente cuando en la Escritura se hace


referencia al bautismo en nombre de Jesús lo que se hacía era hacer referencia
de forma abreviada al bautismo en nombre de la Trinidad, diferenciandolo así de
otros bautismos como el de Juan el bautista. También descarta el hecho de que la
fórmula Trinitaria haya sido una interpolación tardía originada en el siglo IV, tal
como han supuesto algunas sectas que rechazan la doctrina de la Trinidad [5].

La forma de orar

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Respecto a la forma de orar, la Didaché presenta instrucciones muy interesantes


de orden apologético de cara a las críticas del protestantismo con respecto a las
oraciones prefabricadas católicas. Esto, porque si bien el protestantismo ha visto
tradicionalmente en este tipo de oraciones un tipo de oración vacía, aquí se
enseña precisamente a recitar el “Padre Nuestro”, una oración ciertamente
prefabricada, como contraposición a la oración de los hipócritas [6].

“Tampoco oréis a la manera de los hipócritas, sino que, como el Señor lo mandó
en su Evangelio, así oraréis: Padre nuestro celestial, santificado sea tu nombre,
venga tu reino, hágase tu voluntad como en el cielo, así en la tierra. El pan nuestro
de nuestra subsistencia dánoslo hoy y perdónanos nuestra deuda, así como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos lleves a la tentación,
mas líbranos del mal. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos. Así oraréis
tres veces al día.” (Didaché 8,2-3)

La celebración de la Eucaristía

Si bien en la Didaché no encontramos un testimonio explícito a favor de la


presencia real de Cristo en la Eucaristía, doctrina católica rechazada casi
unánimemente por el protestantismo, si encontramos un texto que la insinúa
implícitamente al exigir que sólo puedan acceder a ella los bautizados por ser un
alimento sagrado.

“Respecto a la acción de gracias, daréis gracias de esta manera: Primeramente,


sobre el cáliz: Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu
siervo, la que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria
por los siglos. Luego, sobre el fragmento: Te damos gracias, Padre nuestro, por la
vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de Jesús, tu siervo. A ti
sea la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso sobre los
montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra
en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente. Que
nadie, empero, coma ni beba de vuestra acción de gracias, sino los bautizados en
el nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: No deis lo santo a los
perros” (Didaché 9,1-4)

Muchas denominaciones cristianas no católicas a raíz de la Reforma Protestante


han rechazado también el carácter sacrificial de la Eucaristía al leer en Hebreos
9,28 que “Cristo ha sido ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados
de muchos”, por eso para ellos Misa católica es una abominación [7]. En la
Didaché por el contrario vemos que los primeros cristianos veían la Eucaristía
como el sacrificio puro y perfecto profetizado por el profeta Malaquías “Pues desde
el sol levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en
todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura.”
(Malaquías 1,11).

“Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, … Porque éste es el
sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un
sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y mi Nombre es admirable
entre las naciones.” (Didaché 14,1-3)
Cabe resaltar que la doctrina católica no enseña que Cristo se “resacrifica” en
cada Misa como asumen muchos protestantes de forma errónea. Lo que enseña
es que el único sacrificio de Cristo es presentado a Dios Padre en cada Eucaristía,
y por eso en el Catecismo oficial de la Iglesia Católica se ensena que “actualiza el
único sacrificio de Cristo Salvador”(CEC 1330) y no que lo “repite”.

Confesión de los pecados

En contraposición con la práctica común dentro del protestantismo donde la


persona se confiesa directo con Dios, en la Didaché encontramos un temprano
testimonio de la disciplina penitencial de la Iglesia primitiva que inicialmente
implicaba una confesión pública de los pecados ante los presbíteros y la
comunidad tal como se menciona en la Sagrada Escritura (Hechos 19,18;
Santiago 5,16) y cuya forma de desarrolló paulatinamente hasta la confesión
auricular que conocemos hoy en día [8].

“Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de haber
confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.” (Didaché
14,1)

La limosna

Se encuentra también una breve mención a la limosna como una obra piadosa
ordenada en el evangelio.

“Respecto a vuestras oraciones, limosnas y todas las demás acciones, las haréis
conforme lo tenéis mandado en el Evangelio de nuestro Señor.” (Didaché 15,4)

Ahora, ¿se refería esta limosna también a la contribución voluntaria de los fieles
para el sostenimiento de la Iglesia y la ayuda de los más necesitados mencionada
en Romanos 15,26-28; 1 Corintios 16,1; 2 Corintios 8,10? Si bien el texto no lo
indica es bastante probable. Lo que si parece ser seguro es la ausencia total de la
práctica del diezmo tal como la ha adoptado el protestantismo y que ha sido
derivada de la Ley Mosaica prescrita en el Antiguo Testamento. La norma cristiana
reflejada en la Didaché es por el contrario la misma norma evangélica donde cada
creyente debe contribuir no con un estricto 10%, sino “según el dictamen de su
corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.” (2
Corintios 9,7)

Segunda venida de Cristo

Según se observa en la Didaché los cristianos en la Iglesia primitiva tenían


pensaban que no podía ser predicho el momento de la segunda venida de Cristo,
tentación en la que han caido una y otra vez numerosas sectas (Adventistas,
Testigos de Jehová, Creciendo en Gracia, etc.). Para los primeros cristianos había
que estar preparados precisamente por la razon contraria: porque al no saber ni el
día ni la hora, lo prudente era evitar que los tomara desprevenidos.

“Vigilad sobre vuestra vida; no se apaguen vuestras linternas ni se desciñan


vuestros lomos, sino estad preparados, porque no sabéis la hora en que va a venir
vuestro Señor” (Didaché 16,1-2)

Justificación y Salvación

En cuanto a la doctrina de la justificación la Didaché hace un aporte rico en


doctrina para un texto cristiano tan breve y antiguo. Rechaza por un lado y con
antelación al pelagianismo, herejía que surgió formalmente en el siglo V donde el
hombre se justifica por sus propios méritos y no por la gracia de Dios mediante la
fe:

“Luego, tampoco nosotros, que fuimos por su voluntad llamados en Jesucristo, nos
justificamos por nuestros propios méritos, ni por nuestra sabiduría, inteligencia y
piedad, o por las obras que hacemos en santidad de corazón, sino por la fe, por la
que el Dios omnipotente justificó a todos desde el principio.” (Didaché 32,4)

Pero al mismo tiempo rechaza con antelación la herejía adoptada por Lutero y el
protestantismo en donde sólo la fe basta para salvarse (“Sola Fides”) aunque no
esté acompañada de la obediencia a los mandamientos y a una vida conforme a la
voluntad de Dios. Rechaza también la idea de que la salvación no se pueda perder
(doctrina protestante “Salvo siempre salvo”) señalando que de nada sirve haber
tenido fe durante mucho tiempo si la muerte no sorprende al creyente en gracia de
Dios [9].

“Reuníos con frecuencia, inquiriendo lo que conviene a vuestras almas. Porque de


nada os servirá todo el tiempo de vuestra fe, si no sois perfectos en el último
momento.” (Didaché 16,2-3)

Puede leer una traducción católica de la Didaché en esta dirección: La Didaché

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NOTAS

[1] Se conocen como Padres Apostólicos a aquellos autores del cristianismo


primitivo que tuvieron algún contacto con uno o más apóstoles. Son un
subconjunto dentro de los Padres de la Iglesia que se compone de escritores del
primer siglo y comienzos del segundo, cuyos escritos tienen una profunda
importancia en el conocimiento de la fe cristiana primitiva. Se caracterizan por ser
textos descriptivos o normativos que tratan de explicar la naturaleza de la
novedosa doctrina cristiana.

[2] El bautismo por inmersión se realiza sumergiendo totalmente al bautizado en el


agua.

[3] El bautismo por infusión se realiza derramando agua sobre la cabeza.

[4] De la misma manera que en la Sagrada Escritura se observa que la forma de


bautizar no siempre pudo ser por inmersión. A este respecto se puede mencionar
el hecho de que San Pablo parece ser bautizado en una casa y de pie. En Hechos
22,16 se narra un bautismo en Jerusalén de 3000 personas en un mismo día, y
dado que se trata de una ciudad que no cuenta con ningún rio se hace difícil creer
que se sumergiera esa cantidad de personas en algún estanque o algún poso
donde se tomara el agua para beber.

[5] Quienes han argumentado que la fórmula bautismal en nombre de las Tres
Divinas Personas mencionada en Mateo 28,19 es una interpolación tardía buscan
apoyo en los escritos de Eusebio de Cesárea, historiador de la Iglesia del siglo IV,
haciendo notar que antes del Concilio de Nicea (año 325) citaba Mateo 28,19
escribiendo “Haced discípulos a todas las gentes, bautizándolos en mi nombre” y
posteriormente comenzó a citar el texto como lo conocemos hoy. Sin embargo,
esto, más que probar que en la antigüedad se solía citar la Escritura de forma no
textual, no tiene fuerza con respecto a la evidencia documental en la que la
totalidad de manuscritos bíblicos existentes (incluyendo los más antiguos) se lee la
fórmula completa: “…bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo”. (Vea a este respecto: ¿Bautismo sólo en nombre de Jesús?)

[6] En el catolicismo no se cree que una oración sea vana por estar prefabricada.
Se cree que cuando Jesús advierte que al orar no hay que “charlar mucho como
los gentiles que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados” (Mateo
6,7) no critica la repetición en sí misma, que el propio Jesús llegó a utilizar (Mateo
26,43-44) y que encontramos frecuentemente en oraciones presentes en la
Sagrada Escritura (Isaías 6,2-3; Daniel 3,52-57; Salmo 136; 150; Apocalipsis 4,8;
etc.) ni la oración larga de la que el mismo Señor dio ejemplo en Getsemaní
(Mateo 26,39.42.44) y al permanecer la noche entera en oración. Se cree que la
crítica se refiere por el contrario a la forma de orar de los paganos que veían la
oración como una especie de fórmulas mágicas que al repetirlas mecánicamente
lograban sus objetivos, tal como hacían, por ejemplo, los sacerdotes de Baal en el
Antiguo Testamento demostrando prácticas interminables patológicas en la
oración (1 Reyes 18,26). (Puede consultar al respecto mi libro Conversaciones con
mis amigos evangélicos, Createspace 2014, Primera Edición, p. 170)

[7] Por otro lado, si se lee la Epístola a los Hebreos en su contexto (capítulos 9 y
10) se observa que su propósito no era rechazar el carácter sacrificial de la
Eucaristía, sino amonestar a aquellos cristianos que extrañaban los sacrificios
rituales de la Antigua Alianza a no caer en ellos y judaizar. El cristiano no tiene
necesidad dichos sacrificios que no eran más que una prefiguración del sacrificio
Eucarístico.
[8] Si bien la confesión auricular pudo desarrollarse en su forma exterior a través
del tiempo, su esencia, que radica en el hecho reconocido de la reconciliación del
pecador por medio de la autoridad de la Iglesia se desprende del poder que Cristo
otorgó a sus apóstoles, cuando les dijo que “a quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Juan
20,23).

[9] Para más detalles respecto a la doctrina católica sobre la justificación puede
consultar mis libros Conversaciones con mis amigos evangélicos, Createspace
2014, Primera Edición, p. 52s) y Compendio de Apologética Católica Creatspace
2014, Segunda Edición, p. 205

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