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Jesús no escribió nada ni de su vida ni de su doctrina. Tampoco mandó a nadie que escribiera su
mensaje. Él sólo dijo: “Vayan y anuncien la Buena Noticia a todas las gentes, para que todos los
pueblos sean mis discípulos”. Por tanto, el Nuevo Testamento fue, antes que nada, predicado, vivido y
celebrado. Solamente en un segundo tiempo, cuando las primeras comunidades vivían y celebraban la
fe en Cristo, y los testigos oculares de la vida y palabra de Jesús iban desapareciendo, se sintió la
necesidad de poner por escrito esa fe y esa predicación de los apóstoles y discípulos. El Nuevo
Testamento fue entonces el resultado de la fe y predicación de las primeras comunidades
cristianas. Este hecho es muy importante porque nuestra fe no puede fundamentarse sólo en la Biblia
escrita, como lo hacen los protestantes. Es más bien la Tradición (con el Magisterio de la Iglesia) que
nos garantiza la verdad de la Biblia y nos transmite todo el depósito de la fe (cf. 2 Tim 1, 13-14)94 .
a) Una etapa predicada de boca en boca: el núcleo de esta predicación era este: Cristo Jesús, Hijo de
Dios, muerto y resucitado. A este núcleo se le llama Kerigma, palabra griega que significa “anuncio,
proclamación95” . Este Kerigma seguía este esquema: se recuerda el acontecimiento de Jesús; se
interpreta este acontecimiento con las Escrituras; y se llama al compromiso de la fe. Este Kerigma se
anunció primero a los judíos y después, por obra de Pablo, a los paganos. El Espíritu Santo fue el gran
protagonista de esta etapa predicada del “Evangelio”, inspirando, asistiendo, cuidando la vida y la
palabra de los primeros misioneros.
b) Y una etapa escrita: fue un camino largo y complejo. En los primeros años algunas comunidades
cristianas empezaron a resumir lo esencial de la predicación apostólica en fórmulas breves y fáciles de
retener, que serían los primeros intentos del “Credo”. San Pablo cita una fórmula célebre: “Cristo
murió por nuestros pecados, según las Escrituras. Fue sepultado y resucitó al tercer día, según la
Escrituras. Se apareció a Pedro, luego a los Doce” (1 Co 15, 3-5). Muy rápidamente, al celebrar la
Eucaristía, nacerían también las “aclamaciones y fórmulas de alabanza a Cristo” (cf. Fil 2, 6-11; Col
1, 12-20; 1 Tim 3, 16). Así pasaron unos 30-35 años después de la resurrección. Y como los apóstoles
iban muriendo, surgió el anhelo de poner por escrito todo, para no perder su memoria. Lo primero que
se escribió fue el Relato de la Pasión. Más tarde, los dichos de Jesús, las parábolas y los milagros. Y así
nacieron los cuatro Evangelios: primero Marcos, alrededor del año 70; después Mateo y Lucas,
alrededor del año 80; por último, Juan, allá por el año 90. San Pablo, desde el año 40 había empezado
sus viajes misioneros, fundando comunidades en toda Asia Menor; y para mantener los contactos con
ellas, les escribe cartas, aconsejando, amonestando, enseñando, solucionando problemas. La primera
que escribió fue el año 51 a los Tesalonicenses. Más tarde, en el año 63, escribió a los Corintios y a los
Gálatas. Por tanto, los primeros escritos del Nuevo Testamento no fueron los Evangelios, sino las
Cartas de san Pablo. Al inicio, los varios libros del Nuevo Testamento circulaban separadamente por las
comunidades cristianas. Poco a poco se fueron juntando estos libros, cuando eran copiados a mano,
hasta llegar a conformar todo el conjunto de los 27 libros canónicos.
Los papiros del Nuevo Testamento
Además se conocen más de 32.000 citas del NT incluidas en las obras de los
Padres de la Iglesia y otros escritores eclesiásticos anteriores al Concilio de Nicea
(año 325). El NT entero, con excepción de 11 versículos, podría ser reconstruido
a partir de esta sola fuente.
En cuanto al canon del NT, Tertuliano afirma que hacia el año 150 la Iglesia de
Roma había compilado una lista de libros del NT, la cual es idéntica a la actual.
Se conserva un fragmento casi completo de esta lista en el Canon Muratoriano
del año 170.
Las Biblias completas más antiguas son el Códice Vaticano (Año 300) y el
Códice Sinaítico (Año 350), conservados en el Museo Vaticano y el Museo
Británico (en Londres), respectivamente. Los manuscritos de los tres primeros
siglos contienen sólo fragmentos del NT (desde unos pocos versículos hasta
algunos libros completos). Los manuscritos más antiguos del NT son papiros.
Éstos han sido numerados desde P1 hasta P96. Los 96 papiros numerados
contienen partes de cada libro del NT excepto 1 y 2 Timoteo.
El primer papiro del NT (hoy conocido como P11) fue descubierto por
Constantin von Tischendorf en 1868. En 1897-1898 la nueva ciencia de la
papirología se vio sacudida por el descubrimiento de los más de dos mil papiros
de Oxyrhynchus en Egipto, 28 de los cuales corresponden al NT. Veinte de ellos
eran más antiguos que los manuscritos más antiguos del NT conocidos hasta ese
entonces. Además los papiros de Oxyrhynchus representan 15 de los 27 libros del
NT.
En 1930-1931 Sir Frederic Kenyon publicó los papiros Chester Beatty (P45, P46
y P47), los cuales fueron datados como del período 200-250. Estudios más
recientes demuestran que P45 es del año 150 y P46 del año 85,
aproximadamente. Además estos papiros eran mucho más extensos que los
papiros conocidos hasta entonces: Contienen docenas de capítulos de los
Evangelios, los Hechos, las cartas de Pablo y el Apocalipsis.
En los años cincuenta fueron descubiertos los papiros Bodmer (P66, P72, P73,
P74 y P75). El más importante de ellos es P66, que contiene los primeros 14
capítulos del Evangelio de Juan. Originalmente fue datado como del año 200,
pero estudios más recientes prueban que es del año 125 o anterior.
Hacia 1960 se consideraba a P52 (el "Papiro Rylands") como el papiro del NT
más antiguo. Originalmente datado como del año 125, hoy se considera más
exacta una fecha cercana al año 100. Contiene cinco versículos del capítulo 18 de
Juan.
Trabajos recientes de Carsten Peter Thiede y Philip Comfort han demostrado que
los papiros P64 y P67 son dos fragmentos del mismo manuscrito original. P64 es
llamado "Papiro Magdalen", debido a que es conservado en el Magdalen College
de Oxford (Inglaterra). P67 es conservado en Barcelona (España). Ambos papiros
contienen partes del Evangelio de Mateo.
P64 fue datado en 1901 por el Rev. Charles Huleatt como del siglo III. En 1953
C.H. Roberts (el mismo autor que publicó el Papiro Rylands) le reasignó la fecha
de 200 DC, la cual fue generalmente considerada correcta hasta 1995. Ese año,
usando técnicas modernas y evidencias de los rollos del Mar Muerto (de los que
luego hablaremos), Thiede asignó la fecha del año 60 DC a P64/P67.