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EL BIEN COMO OBJETO DE ELECCION

El objeto de elección voluntaria es siempre un bien. Al revés de lo que ordinariamente se


piensa, la libertad no es una facultad para elegir entre el bien y el mal. Siempre elegimos un
bien; necesariamente adoptamos un camino bueno. Si no fuera bueno no lo elegiríamos.
Nuestra voluntad se inclina siempre por lo bueno.
Esto podría provocar inmediatamente reacciones negativas o de confusión, si no se aclara
en el acto que no es lo mismo elegir un bien y elegir bien. Siempre elegimos un bien; pero
naturalmente, no siempre elegimos bien. Con la anterior precisión queda claramente
diferenciado el nivel ontológico y el nivel moral. Siempre elegimos un bien (ontológico);
pero no siempre elegimos bien (moralmente Hablando). La voluntad siempre tiende hacia
un bien; no podría ser, de otra manera pues todo ser, por el hecho de existir, tiene cierto de
grado de bondad, y es precisamente la bondad la que atrae la voluntad. Si el hombre no
viera absolutamente nada bueno en un objeto, ni siquiera se lo propondría para su elección.
Pero, para que esa elección de un bien sea además buena, moralmente buena, se requieren
otras condiciones.
Por ejemplo: si, estamos enfermo del estómago, después de un empacho, elijo un plato
lleno de alimentos grasos, elijo un bien, mas no elijo bien. Si me decido por una carrera
para la cual no tengo aptitudes, me decido por un bien, pero no he decidido bien. El ladrón
escoge el botín del banco o de la joyería: escoge un bien, pero no escoge bien. El primer
caso, bien es sustantivo; en el segundo es un adverbio; una cosa es el objeto elegido otra
cosa es el calificativo que merece la misma acción.
Por tanto, ya podemos concluir: siempre elegimos un bien; y, cuando se dice que somos
libre para el bien o para el mal, en realidad se quiere decir que somos libres para elegir bien
o elegir mal. El bien o el mal se refieren a elección misma, no al objeto elegido.
PRECISIONES SOBRE EL OBJETO DE ELECCION
Acerca de la elección, todavía hay que hacer algunas precisiones:
 El objeto elegido es un bien, por lo menos tal y como lo presenta la inteligencia a la
voluntad, tal como lo captamos en nuestras representaciones intelectuales, porque
puede suceder que nos equivoquemos y juzguemos optimo lo que en realidad no es
tan bueno. Por eso podemos decir que el objeto elegidos es un bien, real o aparente.
Por lo menos es su apariencia, tal como lo captamos, se trata de un bien.
Esto es importante señalarlo, porque una de las características de ciertas conductas
humanas es su contante y casi fatal orientación hacia valores que han sido colocados en
un puesto superior al que le corresponde en realidad. Continuamente nos encontramos
con personas para las cuales lo primero en la vida es, por ejemplo el negocio, o la fama,
o la inteligencia o la comodidad. Evidentemente eligen un bien; pero es posible que en
su mente estén deslumbradas por ese valor, dándole más importancia de la
efectivamente poseen.
 Una segunda precisión seria la siguiente: la voluntad siempre elige siempre se dirige
al bien; pero es mejor decir: “la voluntad siempre se dirige a un objeto en cuanto
bueno, en cuanto presenta un camino de bondad”. Es decir, no es necesario que el
objeto elegido sea completa y absolutamente bueno, para que la voluntad lo elija;
basta que presente a la inteligencia un cierto aspecto de bondad, la cual puede
coexistir con otros aspectos de valor negativo que la inteligencia puede captar
simultáneamente.
Aquí estamos detectando el motivo de grandes perplejidades en el momento de ciertas
decisiones. La razón es que la inteligencia capta varios aspectos dentro de un mismo
objeto, unos con valor positivo y otros con valor negativo, y así lo presenta a la
voluntad; es natural que, hablando de cierto equilibrio entre los dos polos, el hombre
experimente angustia en la elección. Si a lo anterior se añaden los otros caminos a
elegir, también son sus pros y sus contras, se comprende que la elección sea muy
penosa en bastantes casos, y que la tentación o “miedo a la libertad “sea un fenómeno
que se repite con frecuencia.
Generalmente la indecisión desaparece cuando la persona ven con claridad los valores
preferentes y logra descubrir en el objeto propuesto un aspecto que se conjugue con los
valores superiores dentro de una jerarquía. Para ello son necesarios los consejos y la
meditación. A este respecto podemos decir que el mejor consejo es el que abre
horizontes, no el que empuja a determina dirección. El consejero debe dejar toda la
responsabilidad de elección al sujeto deseado.
EL SER HUMANO COMO SUJETO MORAL
Las personas siempre son consideradas sujetos con valor moral.
Los sujetos con valor moral incluyen a seres como animales u objetos como las obras arte,
que pueden ser vulnerables a daños y tienen importancia para una comunidad moral. La
comunidad moral incluye a todas las personas desde el nacimiento hasta la muerte.
Teóricamente, cada persona en la comunidad moral tiene el derecho natural e igual a la
protección moral.
Según el filósofo Deni Elliott, entre otros, todos los miembros de la comunidad moral son
sujetos con valor moral. Sin embargo, no todos los sujetos con valor moral son parte de la
comunidad moral. Por ejemplo, los animales, artefactos culturales, y el medio ambiente no
son parte de la comunidad moral, pero aun así se les debe proteger de daño innecesario.
Como explica Elliott, imagina que hay un incendio en un museo. Los bomberos salvarían a
personas antes de rescatar al arte. Aunque el arte es un sujeto con valor moral, rescatar las
piezas de arte no es tan importante como salvar una vida humana.
Entonces mientras que la protección moral se les otorga a todos los sujetos con valor moral,
los derechos de los miembros de la comunidad moral son los más importantes.
Bases Biológicas de la moral
Las bases biológicas de la moral se refieren a la influencia que los aspectos biológicos
tienen en el desarrollo y manifestación de la moralidad en los seres humanos [𝟏][𝟐].
Existen diferentes teorías y enfoques que buscan explicar cómo los aspectos biológicos
pueden influir en la moralidad.

Algunos estudios sugieren que ciertos aspectos biológicos, como la genética y la estructura
cerebral, pueden tener un papel en la forma en que los individuos perciben y responden a
situaciones morales. Por ejemplo, se ha encontrado que ciertos genes pueden estar
asociados con comportamientos prosociales, como la empatía y la cooperación, que son
fundamentales en la moralidad.

Además, la neurociencia ha demostrado que ciertas áreas del cerebro, como la corteza
prefrontal y el sistema de recompensa, están involucradas en la toma de decisiones morales.
Estas áreas del cerebro pueden influir en la forma en que los individuos evalúan las
situaciones morales y toman decisiones éticas.

Sin embargo, es importante destacar que las bases biológicas de la moral no determinan
completamente el comportamiento moral de los individuos [𝟏][𝟐]. La moralidad también
está influenciada por factores culturales, sociales y educativos, que interactúan con los
aspectos biológicos para dar forma a las actitudes y comportamientos morales de las
personas.

En resumen, las bases biológicas de la moral se refieren a cómo los aspectos biológicos [𝟏]
[𝟐], como la genética y la estructura cerebral, pueden influir en el desarrollo y
manifestación de la moralidad en los seres humanos. Estos aspectos interactúan con
factores culturales y sociales para dar forma a las actitudes y comportamientos morales de
las personas.

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