Está en la página 1de 1

POR UNA POLITICA DE LA LENGUA

La múltiple y grave crisis que atraviesa Venezuela desde hace algunos años, y que
afecta todas las formas de su vida colectiva de la manera más negativa, no puede ni debe
dejarnos perder de vista algunas cuestiones fundamentales que tienen que ver directamente
con los aspectos esenciales y permanentes del ser nacional.
La degradación continua de la lengua nacional es, ciertamente, la fuente de daño y
de atraso más temible que sufre el país. Podríamos llegar a resolver, de una manera más o
menos satisfactoria, los grandes desajustes económicos y sociales que afectan a la nación
y, sin embargo, dejar en pie el hecho fundamental que representa el deterioro cultural.
Todo lo más significativo y valioso que caracteriza al hombre está en su creación cultural
y dentro de ella en primer termino, de manera determinante, está la lengua.
Sin embargo, es poca la atención que los gobiernos sucesivos y la opinión pública
le dan a esta primordial cuestión que afecta el porvenir nacional y todas las formas de la
vida colectiva. Si apareciera una secta de vándalos que se dedicara sistemáticamente a
destruir las obras de arte, a mutilar los libros y quemar las bibliotecas provocaría, sin
duda, una reacción general en contra, que buscaría poner pronto término a semejante
aparición. No obstante, el más importante de todos los bienes culturales que el hombre
posee, que es la lengua, está sometido en este país, desde hace mucho tiempo, a un proceso
de empobrecimiento, desnaturalización y destrucción que constituye la más grave amenaza
para el futuro nacional.
No es necesario invocar a Wittgenstein ni a los fi1osofos del lenguaje para darnos
cuenta de que todo lo que los hombres sabemos está en palabras y que el universo de cada
hombre es del tamaño de su vocabulario. Si pudiéramos medir el tamaño de esos vocabularios
y, por consiguiente, de esos universos que predominan entre nosotros, tendríamos una
sensación de horror.
De una manera imperdonable, la educación venezolana no enseña a hablar porque
tampoco enseña a leer ni a escribir. El empobrecimiento de la lengua nacional alcanza
dimensiones de catástrofe y constituye la mas negativa amenaza para toda esperanza de un
porvenir civilizado. Podría decirse, crudamente, que quien no sabe hablar no sabe pensar y
está impedido de aumentar su conocimiento de sí mismo y del mundo en que se halla.
El bien cultural fundamental, sobre el cual reposan todos los demás, es la lengua.
Lo que no sabemos nombrar es como si no existiera para nosotros y toda posibilidad de
progreso colectivo está fatalmente limitada la capacidad de entender y de expresarse, de
la población. Sin una enseñanza y un ejercicio sistemático del uso de la lengua no hay
posibilidad alguna de desarrollo intelectual y social para un país.
No todas las culpas son de la escuela deficiente. En los últimos tiempos han
aparecido formidables instrumentos de degradación de la lengua que realizan impunemente la
destrucción de este supremo bien cultura sin que se haga nada para detenerlo o impedirlo.
Si se pudiera medir adecuadamente el balance del daño irreparable que ha causado el modo
de hablar y de expresarse de los medios masivos de comunicación, especialmente la
televisión, se tendría una visión de horror que no anuncia nada bueno para el futuro.
Hemos llegado a la paradójica situación que mientras se hace muy poco para enseñar a las
gentes a hablar, en cambio se gastan inmensas sumas de dinero y se utilizan los medios más
eficaces de comunicación para corromper, desvirtuar y empobrecer la lengua. Uno de los
recursos cómicos más fáciles consiste en presentar un personaje que hable mal o se expresa
en el más chabacano y burdo de los vocabularios.
Invocar el sacrosanto derecho a la libertad de expresión para llevar adelante
verdaderas campañas de destrucción de la lengua nacional no debía estar permitido a nadie,
como no está permitido a nadie envenenar el agua de los acueductos o deteriorar la
calidad de los alimentos o el orden público.
Habría que darle a este problema su verdadera magnitud por las inmensas
consecuencias que tiene para el porvenir del país. Todo lo que se pueda hacer para mejorar
la situación económica y social y para salir de la inmensa crisis que hoy afecta a toda la
nación carecería de sentido y de objeto si no se tuviera en cuenta el nivel cultural del
país que se desea, más allá de la educación formal, por medio de la lucha abierta y eficaz
contra la destrucción sistemática del mas importante bien cultural colectivo, que es la
lengua.

Tomado de “El Nacional”.Cuerpo “A”. Pag. A-6. Domingo, 26 de julio de 1996. Sección.
“PIZARRON”. Arturo Uslar Pietri.

También podría gustarte