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A r t íc u l o I.—E l e n t e m ó v il
4. También este hecho ha sido exagerado por unos y anulado por otros.
Es explicable. La movilidad es sugestiva y la expansión del ente misteriosa.
Nos cuenta Platón que los poetas Homero y Hesiodo, cuyos nombres están
inscritos entre los de los primeros sabios, eran partidarios del devenir uni
versal. Lo formulación de esta teoría adquiere vigencia filosófica en la obra de
Heráclito, quien sustantivando la mutabilidad viene a representar el m o
m ento de la exageración de nuestro hecho. Frente a la teoría de Heráclito,
configura Parménides su filosofía de la universal estaticidad, que representa
el momento de la anulación del mismo hecho. Sistemas filosóficos gravitando
sobre la anulación del movimiento o sobre su exageración se encuentran
en todas las épocas de la h isto ria de la filosofía. No es necesario describir
los. Con haber advertido su impulso original en la extorsión del hecho in
cuestionable de la evolución es suficiente, por ahora.
BIBLIOGRAFÍA
K. Koixn, Sein und Werden, 1934.—S. Hering, Das Werden ais Geschichte, 1939.—
G. Madinier, Conscience et mouvement, 1938.—J. R ivau d , De la matiére á Vesprit, t. II:
La réalité du mouvement, 1946.—C. Giacon, 11 divenire in Aristotele, 1947.
A r t íc u l o II.—Dos p o s i c io n e s in s u f ic ie n t e s : el s u s t a n c ia l is m o
y e l a c c id e n t a l is m o
3 Principies..., I, 3.
ONTOLOGÍA.— 18
bien inaplicable al yo. Coma para Locke, la «sustancia» designa un reper
torio estable de ideas simples coleccionadas bajo un solo nombre. Puede
ser definida como la identidad de una idea compleja, es decir, como la'causa
permanente de un repertorio de impresiones. La idea del «yo sustancial» es
la idea de la identidad personal. Pero lo grave es que no tenemos intui
ción de esta identidad personal o permanencia sustancial del yo. La con
ciencia rinde testim onio1únicamente de una colección de diversas percep
ciones que se suceden con inconcebible rapidez y que están en flujo conti
nuo y perpetuo movimiento. En esta, multiplicidad huidiza y cambiante in
troducimos nosotros la unidad y la permanencia, es decir, la identidad. Mas,
¿con qué derecho? La apelación a la memoria no puede explicarlo. Aunque
la memoria puede, enhebrar nuestras percepciones sucesivas, no puede pro
porcionarnos conocimiento alguno de esa' cosa misteriosa que llamamos yo
sustancial. El yo se encontrará siempre más allá de los límites temporales
de la memoria. Sólo queda el recurso de afirmar que la identidad personal
es puesta por un procedimiento causal en virtud del cual atribuimos la cate
goría de sustancia a la causa permanente que produce nuestras propias impre
siones. Pero el valor de la relación de causalidad, fundamento único de la
relación metasensible de la identidad personal, es más que cuestionable.
Hume concluirá rechazando el valor metafísico del principio de causalidad
y, por lo mismo, anulará la sustancialidad del yo humano.
El hombre es, entonces, el repertorio de sus impresiones incesantemente
renovadas, la colección de actos perceptivos que se suceden sin interrup
ción, la agrupación de puros accidentes. Y lo que se dice del hombre debe
afirmarse con mayor razón e idéntico fundamento de cualquier otra cosa.
El empirismo ha concluido su evolución perfectiva y se ha encerrado en la
concepción metafísica del'm ás riguroso accidentalismo.
BIBLIOGRAFÍA
La historia del pensamiento sustancialista y accidentalista no está aún elaborada. Sus
fuentes respectivas las constituyen las obras de los racionalitas Descartes, Malebranche,
Espinosa y Leibniz- y de los empiristas Locke, Berkeley y Hume. Como obra de conjunto
puede ser útil: J. M a r e c h a l , L e ' p o i n t d e d é p a r t d e la m é t a p h y s iq u e . C a h i e r I I : L e c o n -
f l i t d w r a t i o n a l i s m e e t d e l ’e m p i r i s m e d a n s l a . p h i l o s o p h i é m o d e r n e a v a n t 'K a n t , 1941; tra
ducción española de la 2.a ed., 1958.
A r t íc u l o I I L - t- E x i s t e n c i a de u n a estru c tur a de s u s t a n c ia y a c c id e n t e s
BIBLIOGRAFÍA
3. Bastará con que sean principios esenciales, Lo son, en. efecto; pero en
ún sentido peculiar que no hemos explicado todavía. Siempre que descubri
mos en .algo dos principios constitutivos nos vemos impelidos a concluir
que se dan mutuamente referidos y ordenados con un comportamiento de¡
potencia y acto. El elemento potencial, de suyo indeterminado, juega como
deteirninable; el elemento actual, de suyo determinado, desempeña el papel
determinante. Conjugados por modo . de composición real, resúlta un todo
en el seno del cual adquieren positividad aquellos mismos elementos. Así,
la esencia y la existencia sólo tienen realidad en el ente que constituyen,
realizándose y constituyéndose ellas "no por modo de inherencia, sino de
composición.'Algo semejante sucede 'con la materia y la forma en el seno
de la esencia.compuesta. De esta manera resulta que la esencia es pura.po
tencia entitativa y lá' existencia 'el principio actual que, estructurándose con
aquel principio potencial, confiere realidad no sólo al ente que de la unión
resulta, sino también a la esencia. La materia .es pura potencia esencial, y la
forma, el principio actual que, estructurándose con aquel principio poten
cial, otorga ser no sólo a la esencia que de la unión resulta, sino también a
la materia.
Pero aquí acontecen las cosas de muy distinta manera. Nos hemos en
contrado, en efecto, con dos principios esenciales, sustancial uno y acciden
tal otro. O mejor, con un principio sustancial (naturaleza) y un repertorio
de principios accidentales (propiedades). Con lo cual son ya dos las circuns
tancias que nos hacen sospechar que el comportamiento de los principios
sustancial y accidental sea distinto del que observábamos en la doble pareja
de principios (esencia-existencia y materiá-forma) de los dos casos anterio
res'. La primera circunstancia viene dada por el hecho de que naturaleza
y propiedades pertenezcan al mismo plano del ser esencial. La segunda, por
el hecho de la pluralidad de los principios accidentales.
El primer hecho supone que la esencia sustancial y las esencias acciden
tales no pueden constituir una tercera realidad esencial. El segundo implica
que los principios accidentales no confieren la unidad esencial que todo
ente debe realizar. Por tanto, la esencia sustancial y las esencias accidentales
no pueden constituir un «todo» en igual sentido que lo formarían la esencia
y la existencia (ente) o la materia y la forma (esencia). La esencia sustan
cial es ya un «todo» que tiene, empero, disponibilidades para dar el. ser a la
esencia accidental. La esencia sustancial es ciertamente potencial respecto
del accidente, pero, en sí misma no es pura potencia esencial, sino que posee
actualidad sustancial. El principio sustancial no es aquello de lo que se hace
(materia ex qua)' la esencia íntegra, ni los principios accidentales son los
actos que confieren el ser esencial (forma). Se ha de decir más bien que el
principio sustancial es aquello en lo cual son los principios accidentales. Y
de está manera, lejos de ser los principios accidentales los que confieren
el ser esencial del principio sustancial, es éste el que se lo otorga a ellos.
4. Dígase, pues, que el ser esencial del ente en movimiento es doble: ser
sustancial —o esencial propiamente dicho— y ser accidental. Queriendo ex
plicar sus diferencias, Santo Tomás ha escrito una página luminosa y de
tan hondo contenido metafísico que nos permitimos reproducir casi literal
mente. Para uno y otro ser hay algo en potencia. Este algo puede llamarse
materia con tal que se advierta bien esta diferencia: aquello que está en po:
tencia para el ser- sustancial se dice materia ex qua, mas lo que está en
potencia para el ser accidental se dice materia, in qua. Y así, hablando con
propiedad, la potencia p a r^ el ser sustancial' se llama materia prima, mien
tras que, la potencia para el ser accidental se llama sujeto. Lá materia prima
y el sujeto difieren eri que éste no adquiere el ser de lo qUe le adviene, sino
que lo tiene completo y por sí, mientras que aquélla adquiere ser de.lo que
le adviene y no lo tiene de suyo, De donde,' absolutamente hablando, la
forma da el ser a la materia., mas el accidente no lo dá al sujeto, sino el
sujeto al accidente5.
Y como lo que está en potencia puede decirse materia, así aquello por lo
que algo tiene ser ya sustancial, ya accidental, puede llamarse forma. Y
porque la forma hace ser en acto se puede decir que toda forma es acto;
mas lo que hace ser en acto sustancial se llama forma sustancial, .y lo que
hace ser en acto accidental se llama forma accidental6.
De esta manera, la forma sustancial constituye la esencia sustancial, ya
por s í sola, ya uniéndose a la materia prima p o r ‘modo de composición. La
forma accidental, empero, no constituye por sí misma la esencia accidental,
sino en cuanto se une a. la esencia sustancial (sujeto), no por modo de-com
posición, sino de inherencia.
* Cfr. í, q. 54, a. 3 ad 2.
2. Comenzamos por advertir qüe la sustancia y los accidentes nos son
originalmente dados como principios reales de orden metafísico justificati-
vos de la existencia del movimiento sin cambio esenciál, que tiene lugar en
él ente finito. De ahí su rebeldía a dejarse captar por métodos experimenta
les. Se ponen ahora de relieve los despropósitos cometidos en el tratamiento
de la sustáncia y de los accidentes por muchos autores a l o ' largo de la
historia.
Ha sido, en efecto, corriente considerar los accidentes como dados a la
intuición sensible, y la sustancia como ofrecida a la intuición intelectual.
De ahí que cupiese lá posibilidad de negar la realidad de la sustancia. Bas
taba, para ello, relacionarse a la intuición sensible como única fuente de co
nocimiento, negando la intuición intelectual. De ahí también la posibilidad
contraria de negar la existencia real de los accidentes distintos d e la sus
tancia con sólo negar el valor de la experiencia sensible y relacionarse a la
intuición intelectual como única fuente de conocimiento. Fue la doble tarea,
con la consiguiente doble conclusión, que sé impusieron el empirismo y el
racionalismo, y que nosotros examinamos más atrás.. Se advierte ahora, em
pero, que ni la sustancia ni los accidentes son términos de un conocimiento
inmediato, sino conclusión dé un razonamiento que pretende explicar, meta-
físicamente el devenir sin cambio esencial.
BIBLIOGRAFÍA
A las obras citadas agréguense las del artículo anterior y la bibliografía del siguiente.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
A r t í c u l o VII.—L a s u s ta n c ia individua?.
3. Sin embargo, como señalamos más atrás, otro camino puede conducir
nos a la misma meta. Vamos a recorrerlo a mayor abundamiento. Junto a la
individualización de la sustancia singular, hablamos, en efecto, dé la exis-
tencialización del supuesto. He aquí otra vía a nuestra disposición para mos
trar la necesidad de la subsistencia y con ello resolver la cuestión existen
cial que tenemos planteada.
Nos situamos, de pronto, ante un supuesto con existencia actual. Se trata
de un todo entitativo finito com puesto de esencia (sustancia actual) y exis
tencia (individual, propia). La existenciá no es predicado quiditativo, y .d e
tal manera difiere de la sustancia actual que no puede decirse que pertenezca
a’su misma línea. Hay,que distinguir, en efecto, una doble línea en lo finito:
la de la esencia y la del ente. Lá línea de la esencia la llena el supuesto como
todo sustancial, y a ella pertenecen los principios constitutivos1de la sus--
tancia singular (materia signada y forma sustancial), comportadas entre sí
como potencia y acto; la línea del ente la cumple el supuesto como todo-en
titativo, y a ella deben pertenecer sus principios componentes (sustancia
individual y existencia) que deben mantener aquél mismo comportamiento
de potencia y acto. Se funda esto en la exigencia ineludible de que la po
tencia y el acto, recíprocamente ordenados esencial e. inmediatamente en
cuanto son complementarios en la constitución de una única realidad, deben
pertenecer a la misma línea. Por lo que hace a la existencia, no hay proble
ma: pertenece en cuanto tal a la línea del ente, pues es el acto entitativo de
una potencia entitativa. Tampoco habría problema por lo que se refiere ,a la
sustancia ya plenamente individual: pertenece también a la línea del ente
como potencia de cara a la existencia. Pero el problema radica en esto:
¿cómo la sustancia singular (naturaleza), parte formal del supuesto como
todo sustancial, deviene individual >haciéndose potencia a la mirada del
existir?. Porque es claro que la naturaleza del supuesto finito no está orde
nada ^esencial e inmediatamente a la existencia, pues aquélla está incluida
eri la línea de¿la esencia a la qüe la existencia no pertenece.- Por tanto, la
esenéiá actual del supuesto finito, aunque se la considere singularizada (sus
tancia singular),, no tiene, por naturaleza, aquello por lo cual se constituya
formalmente el supuesto y, en consecuencia, nada se opone metafíisicamente
a su comunicación con otra esencia sustancial en el acto dé existir. La sus
tancia singular es completa en razón de especie,- pues ningún predicado qui-
ditativo le falta. Pero es radicalmente incapaz de apropiarse la existencia.
Para ello necesita aún clausurarse definitivamente, hacerse absolutamente
incomunicable, individuarse, term inarse, en razón de su sustancialidád. La
sustancia individual agrega sobre la sustancia singular una determinación en
el orden de la existencia, gracias á la cual deviene potencia en la línea del
ente. Se convierte así en sujeto posesorio de la existencia y no puede comu
nicar en el acto de existir con nada que ella no sea o que no le pertenezca.
Esta determinación o signación de la esencia es lo que hemos llamado sub
sistencia. Ergo.
5. Menos aún parece que se pueda decir que esta perfección en que la
subsistencia consiste sea un determinado modo de existir, distinto al mismo
tiempo de la esencia y de la existencia, colocado como término de la natu
raleza en la línea de la existencia. Estamos ante la doctrina suarista y de
bemos examinarla despacio. Conocida es la teoría de Suárez según.la cual
la esencia y la existencia de la sustancia singular no se distinguen realmente.
La naturaleza singular completa es ya existente. Se distinguen, empero, am
bas de la subsistencia. La naturaleza singular completa (existente) difiere de
la subsistencia. Sus razones formales son distintas. La naturaleza singular
está en estado potencial respecto de la subsistencia. Tiene aptitud para y
exigencia de subsistir y nada más. Por consiguiente, la subsistencia será algo
sobreañadido y, por lo mismo, distinta realmente de' la esencia sustancial.
Algo semejante sucede con la subsistencia respecto de la existencia. Existir
sólo significa de suyo tener realidad en la naturaleza fuera de sus causas.
Por tanto, no incluye de suyo el modo de existir (en sí sin dependencia de
sustentante, o en otro como en sujeto dé sustentación). El subsistir, empero,
es' un determinado modo de existir: el existir p er se et in se, es decir, sin
dependencia de sustentante. Por consiguiente, .ia .subsistencia será algo so-
breáñadido a la existencia que, como tal, es algo incompleto y cuasi poten
cial y, por lo mismo, distinta realmente de ella. «La existencia de la natu
raleza sustancial estará completamente terminada cuando fuere afectada del
modo de existir por sí. Este modo llena la razón de la subsistencia' creada.
Y, por tanto, se dice acertadamente que la perseidad es un término o modo
de la naturalezá según el ser de existencia, porque, según el ser de esencia,
la naturaleza ya está dél todo completa y no necesita de otra' determinación,
principalmente si se considera que está ya coritraída hasta la individuación
y lá singularidad. La esencia actual no necesita para su compleción sin o' el
modo de existir en sí y por sí. Y este último término de la naturaleza,- según
su existencia, es' lo que se conoce con el nombre de supositalidad»13.
Hasta aquí el suarismo, en el problema que nos ocupa. No deja de sor
prender la advertencia de que se niegue la distinción real entre la esencia
y la existencia de la sustancia individual y luego se afirme la real distinción
entre la esencia y la subsistencia concebida como un modo sustancial de
existencia. Diríase que Suárez arrojó por lá puerta de su sistema tina dis
tinción que después había de penetrar en el suarismo por una de sus ven
tanas. Tenemos noticia del buen propósito de ciertos suaristas14 para poner
esto de relieve. Sea bien venido el propósito-y llegue pronto la demostración.
Nosotros nos atenemos a la doctrina aquí resumida, a lo que formulamos
las siguientes observaciones:
a ) Ciertamente, no es lo mismo la existencia c o m ú n que la existencia
p a rtic u la r. Sólo ésta es constitutiva de. la realidad natural. Sirva esto para
indicar que la naturaleza singular completa antes de recibir la existencia
particular que le compete no es en modo alguno existente. Aunque tenga
actualidad no tiene, empero, existencia.
b ) La sustancia individual existirá justamente con la existencia que ia
caracteriza, es decir, con la existencia in s e e t p e r se . Si a este modo de exis
tencia —el único que a la sustancia individual competé— se llama subsis
tencia, no se la conciba como determinación de una existencia anterior, que
en manera alguna hay en la sustancia.
c ) Si se respeta esto y la subsistencia se sigue concibiendo como la exis
tencia en sí, dígase sin más que la subsistencia es la existencia sustancial.
Pero en este caso tampoco es satisfactoria la solución, como se puso de
relieve al examinar la posición del número 4.
d ) Obsérvese, finalmente, que toda determinación añadida a la sustancia
individual debe ser de orden accidental. Por tanto, la subsistencia así enten
dida ni puede ser s u b s ta n tia m q u a s i tr a n s c e n d e n te r s u m p ta m ni modo sus
tancial que como complemento de la sustancia se agregue a una naturaleza
—ya completa— para terminarla completando una existencia —que debe
estar ya terminada—.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFIA
Santo T omás, De ente e t essentia, c. 7; I, q. 3, a. 6; q. 45, a. 4; I-II, q. 51, a. 4; q. 110,
a. 2; Dé Vertíate, q. 27, a. 1; y otros numerosos lugares.—S u á r e z , Disp. met., XXXII,
s. 1; XXXVII, s. 2.—Véanse también los tratados de J.' Donat, J. Gredt, J. de Vries,
L. de Raeymaeker) etc., así como la bibliografía de los artículos precedentes.