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Planteamiento
Los registros del jaguar dicen que “pasó del Viejo Mundo a América a
principios del Pleistoceno hará cosa de 850 mil años. Es decir, el jaguar pobló el
continente americano mucho antes de que lo hiciera el hombre” (Beauregard;
Magaña; Cámara 2009:20) El felino se desarrolló en el territorio que actualmente
es Latinoamérica, zona geográfica que fue poblada por las culturas
mesoamericanas y dónde se desarrollarían. El símbolo aparece desde la cultura
Olmeca del preclásico, y recorre un gran periodo de tiempo hasta llegar a las
culturas del posclásico como la Azteca y por supuesto la Maya.
Está relación del jaguar con las elites mesoamericanas trasciende desde la
aparición del animal en la construcción de su cosmovisión, el animal aparece en
consonancia con símbolos importantes del mundo prehispánico, por ejemplo, la
visión cuadripartida mostrada con la cruz Olmeca, la cual es fundamental para la
división del mundo mesoamericano y dónde se fundamentan cuestiones como la
construcción de las pirámides, “la asociación de la cruz olmeca con el jaguar
muestra un vínculo con el mundo subterráneo, la residencia de los antepasados y
los dioses relacionados con el agua y el fuego.” (Magni 2014:29) además como
explica Takkou-Neofytou: “El imaginario jaguar estaba estrechamente relacionado
con las características del animal mismo, agresión, fiereza y fuerza y un estatus de
protección sobrenatural.” (Takkou-Neofytou 2014:3) lo que lo virtualiza en hechos
míticos rituales como el Way o con dioses con esas características.
Provisionalmente, podemos hacer una división a grandes ras- gos de las relaciones
triádicas, la cual, no es necesario negarlo, contiene verdades importantes, aunque
imperfectamente aprendi- das, en:
Relaciones triádicas de comparación, Relaciones triádicas de funcionamiento, y Relaciones
triádicas de pensamiento.
Las relaciones triádicas de Comparación son aquellas cuya naturaleza es la de las
posibilidades lógicas.
Las relaciones triádicas de Funcionamiento son aquellas cuya naturaleza es la de los
hechos reales.
Las relaciones triádicas de Pensamiento son aquellas cuya naturaleza es la de las leyes.
El Segundo CoRelato es, de los tres, aquel que es considerado como de complejidad
intermedia, de modo tal que si dos cualesquiera de los otros son de la misma naturaleza -
sean ambos meras posibilidades, existencias reales o leyes-, entonces el Segundo
Correlato es una existencia real.
Conforme con la segunda tricotomía, un Signo puede ser Ilamado ícono, índice o Símbolo.
Un índice es un signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de ser realmente
afectado por aquel Objeto. No puede, entonces, ser un Cualisigno, dado que las
cualidades son lo que son independientemente de ninguna otra cosa. En la medida en que
el índice es afectado por el Objeto, tiene, necesariamente, alguna Cualidad en común con
el Objeto, y es en relación con ella como se refiere al Objeto. En consecuencia, un lndice
implica alguna suerte de Icono, aunque un fcono muy especial; y no es el mero parecido
con su Objeto, aun en aquellos aspectos que lo convierten en signo, sino que se trata de la
efectiva modificación del signo por el Objeto.
Un Símbolo es un signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de una ley,
usualmente una asociación de ideas genera- les que operan de modo tal que son la causa
de que el Símbolo se interprete como referido a dicho Objeto. En consecuencia, el
Símbolo es, en sí mismo, un tipo general o ley, esto es, un Legi- signo. En carácter de tal,
actúa a través de una Réplica. No sólo es general en sí mismo; también el Objeto al que se
refiere es de naturaleza general. Ahora bien, aquello que es general tiene su ser en las
instancias que habrá de determinar. En consecuencia, debe necesariamente haber
instancias existentes de lo que el Símbolo denota, aunque acá habremos de entender por
"existente", existente en el universo posiblemente imaginario al cual el Símbolo se refiere.
A través de la asociación o de otra ley, el Símbolo estará indirectamente afectado por
aquellas instancias y, por con- siguiente, involucrará una suerte de índice, aunque un
índice de clase muy peculiar. No será, sin embargo, de ninguna manera cierto que el
menor efecto de aquellas instancias sobre el Símbolo pueda dar razón del carácter
significante del Símbolo.
Cualquier palabra común, tal como "dar", "pájaro", "matrimonio", puede constituir un
ejemplo de símbolo. Es aplicable a cualquier cosa que pueda realizar la idea conectada con
la palabra; pero, en sí misma, no identifica esas cosas. No nos muestra al pájaro de que se
trata, no encarna delante de nuestros ojos el acto de dar o el de contraer matrimonio,
pero implica que somos capaces de imaginar esas cosas y que hemos asociado las
respectivas palabras con ellas.
Los Símbolos crecen. Nacen por desarrollo de otros signos, en especial de íconos, o de
signos mixtos que comparten la naturaleza de íconos y símbolos. Pensamos sólo en signos.
Estos signos mentales son de naturaleza mixta: las partes simbólicas de los mismos se
denominan conceptos.
Un símbolo, una vez que ha nacido, se difunde entre la gente. A través del uso y de la
experiencia, su significado crece. Palabras tales como fuerza, ley, riqueza, matrimonio,
comportan para nosotros significados muy diferentes de aquellos que tenían para
nuestros bárbaros antepasados. El símbolo, con la esfinge de Emerson, puede decir al
hombre: De tus ojos soy la mirada.
Clifford Geertz comparte con Max Weber la visión del hombre como «un animal inserto en
tramas de significación que él mismo ha tejido». Siguiendo la línea de pensamiento que se
remonta a través de Parsons y de Cassirer hasta Vico, Geertz define la cultura como un
sistema de símbolos, en virtud de los cuales el hombre da significación a su propia
existencia. Estos sistemas de símbolos -creados por el hombre, compartidos,
convencionales y aprendidos- suministran a los seres humanos un marco significativo
dentro del cual pueden orientarse en sus relaciones recíprocas, en su relación con el
mundo que los rodea, y en su relación consigo mismos.
En cualquier ámbito cultural se pueden distinguir dos categorías: los aspeaos morales y
estéticos, esto es, los elementos de evaluación que han sido generalmente resumidos bajo
el título de “ethos”, y los aspectos cognitivos y existenciales designados con el término
«cosmovisión». El ethos de una cultura es el tono, carácter, calidad y estilo de su vida
moral y estética, la disposición de su ánimo, la actitud subyacente que un pueblo tiene
ante sí mismo y ante el mundo. Su «cosmovisión» es el retrato de la manera en que las
cosas son en su pura efectividad, su concepción de la naturaleza, de la persona, de la
sociedad.