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Titulo: “El jaguar en la construcción de las identidades masculinas Mayas, una

perspectiva diacrónica.”
Eje temático: Estudios de género.
Palabras clave: Jaguar, identidades, poder, masculinidades, cosmovisión.
Nombre: Isaías Arturo Espinosa Espinosa. Estudiante de 5to semestre del Doctorado en
Ciencias Antropológicas en la Universidad Autónoma de Yucatán.
Correo: isaias.espinosa.23@gmail.com

La siguiente presentación surge de mi tesis doctoral titulada con el mismo nombre y


que es parte del doctorado en Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de
Yucatán. Inicié esta investigación por mi interés por estudiar al jaguar en la península de
Yucatán, debido a la sobre exposición que pude percibir del jaguar cuando tuve la
oportunidad de viajar desde la Ciudad de México de donde soy originario a los estados de la
península. Es muy fácil encontrar al jaguar como marca en transportadoras; hoteles;
restaurantes; agencias de turismo; universidades o equipos de varios clubes locales. El jaguar
se percibe como una imagen fuerte poderosa y que está muy ligada a la península, o por lo
menos así me pareció en un primer encuentro, es el animal que más se reconoce con la zona
de Yucatán, le pregunta que nació en mí fue el ¿por qué?
Cuando tuve la oportunidad de comenzar a rastrear al jaguar con una perspectiva
académica, el jaguar comenzó a aparecer no solo como una marca importante sino como un
animal que permeaba a través de la historia del territorio que ahora es México, apareciendo
no solo en las culturas de Mesoamérica dónde emergía como un animal importante o un
símbolo en la construcción de su cosmovisión, sino también en los relatos coloniales, con los
guerreros y dioses que los recién llegados identificaban como tigres y también ahora mismo
donde las ONGS lo posicionan como un pilar importante para la biosfera de la selva, además
de que como ya había dicho encontrarlo como marca de muchos espacios. También pude
darme cuenta de que la relación del jaguar con los individuos masculinos parecía haber sido
muy cercana, en cada uno de los momentos donde lo encontraba. Lo anterior me llevó a la
construcción de mi objetivo de investigación: analizar y discutir los procesos de identidades
masculinas con relación al símbolo del jaguar desde una perspectiva diacrónica.

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Para llevar a cabo lo anterior, entendí que la metodología a seguir tendría que tener
una perspectiva dónde pudiera utilizar recursos de diferentes disciplinas, para poder rastrear
el símbolo en diferentes momentos temporales. La herramienta que me resulto más útil fue
el método de aproximación multivariable o conjuntivo (Fernández 2010:15, Ardren 2002,
Hernández 2002) que plantean arqueólogos como Traci Ardren; Héctor Hernández o Lilia
Fernández el cual me permitía utilizar herramientas provenientes de varias disciplinas para
la resolución de mis objetivos. Entonces, en un primer momento utilice la exploración
iconográfica para encontrar al jaguar en la cerámica, los monumentos o los códices
prehispánicos, posteriormente continúe con una revisión etnohistórica de los documentos
coloniales, tales como las crónicas de los frailes y conquistadores como Bernardino de
Sahagún (1830, 1938ª, 1938b) y Bernal Díaz del Castillo (2011), y también documentos de
las provincias de Yucatán como las relaciones histórico – geográficas de la gobernación de
Yucatán o los Papeles de los Xiu de Yaxá. Finalmente, esta metodología me permitió poder
realizar etnografía trabajo que desarrollando en el oriente de Yucatán encontrando
información muy valiosa que he podido contraponer o relacionar con los documentos e
imágenes antes encontradas.
Para construir mi marco teórico utilicé conceptos que entendí acompañaban mejor los
intereses de mi investigación. Para definir identidad me ayudé de autores como Stuart Hall
(2010); Miguel Alberto Bartolomé (1997); Marcos Pool (2014) o Marcelo Bonyuan (2009-
2010) teniendo énfasis en entender las relaciones con la otredad que ayuda a construir
identidades desde varios ámbitos, identidades regionales, instrumentales o personales. Es
decir, las identidades entendidas como ese cúmulo de prácticas y pensamientos de las cuales
el sujeto puede hacer uso y que a su vez lo dotan de un sitio y sentido individual y social.
También realicé una definición del concepto símbolo que me ayudaría a posicionar al jaguar
como uno, apoyado de las ideas de la semiótica de Charles Pierce (1974), y de la concepción
de antropología simbólica que plantea Clifford Geertz donde propone que cualquier ámbito
cultural se pueden distinguir dos categorías: los aspectos morales y estéticos, esto es, los
elementos de evaluación que han sido generalmente resumidos bajo el título de “ethos”, y los
aspectos cognitivos y existenciales designados con el término «cosmovisión». (Geertz, 2003)
Para los temas de género, utilizo dos conceptos claves, por un lado, el tema de
masculinidades y por otro, lo que he llamado género-poder como un concepto dual que solo

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funcionan el uno junto al otro. Los dos temas anteriores se derivan en gran medida de la
teoría feminista y la perspectiva de género, como explica Guillermo Núñez:

En la medida en que el feminismo creó las condiciones sociocognitivas para pensar


en las mujeres y su posición en la organización social como identidades sociales e históricas
y no destinos naturales, también creó la posibilidad de pensar en los hombres y su
masculinidad como construcciones socioculturales e históricas (Núñez 2016:14)

Lo anterior añadido a las ideas de Joyce (2000, 2004); Butler (1993, 1997);
Messerschmidt (2021); Cornwall (1997, 2003); Godelier(1986), me ayudan a brindar un
panorama del masculino en diferentes ámbitos y de las diferencias de género que acercan o
alejan al símbolo del jaguar dependiendo de dónde o cómo aparezca. Por último, también
utilizo las nociones de cosmovisión mesoamericana que nos brinda Alfredo López Austin,
en especial el desarrollo del concepto de núcleo duro, el cual ha resultado primordial para
brindar el panorama diacrónico de mi investigación. Esto ayuda a entender que algunas
creencias, concepciones, códigos o prácticas tenían una muy larga duración para las
sociedades mesoamericanas, ya que, se compartían y heredaban en periodos de tiempo muy
largos, pero con un ritmo sumamente lento, lo que Braudel llamaría como un tiempo de larga
duración, como explica López Austin: “La formación de este núcleo se debe en gran parte a
la decantación abstracta de las vivencias sociales, concretas, cotidianas y prácticas
producidas a lo largo de los siglos” (López Austin, 2018:83) Planteó que algunas estas
prácticas e ideas han sido trasmitidas a través de ese núcleo duro llegando hasta nuestra
actualidad.
Cuando inicie a buscar el jaguar en las diferentes culturas mesoamericanas, él
comenzó a aparecer por todos lados. Desde los Olmecas con esculturas amorfas entre hombre
y jaguar hasta el jaguar con relación con la cruz olmeca, uno de los conceptos más relevantes
de Mesoamérica, ya que, centra las bases de un mundo cuadripartido (Imagen 1)(Magni
2014:12, Takkou-Neofytou 2014:2) sumamente importante en las culturas de Mesoamérica.

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Imagen 1. Jaguar con la cruz olmeca en la frente. Dibujo de Caterina Magni
El jaguar también aparecía en calendarios mixtecos, en el códice Borgia teniendo una
relación con el espejo humeante con el que normalmente se le relaciona a Tláloc Dios de la
lluvia azteca. (Imagen 2) Me encontré que el jaguar formaba parte de Teotihuacán siendo el
símbolo de uno de sus asentamientos, en el caso del palacio de Xalla, el cual según Linda
Manzanilla sugiere como el ejemplo de estrategia corporativa por parte de las elites de
Tehotihuacán (Manzanilla 2019: 41) un palacio central que rige sobre un espacio considerado
de otros espacios y donde cada uno de sus cuatro secciones era dominado por una elite
gobernante diferente. Y no solo eso, el jaguar también aparecía en una forma de arte muy
abstracto y único en la ciudad de los dioses, estoy hablando del jaguar reticulado, jaguar que
es despojado de su característica piel moteada y en vez de ello, está constituido por una
retícula de ondulados diseños entrelazados que conforman la cabeza, el tronco, las patas y la
cola”. (Rosas-müller 2018:35) (Imagen 4)

Imagen 2. Jaguar montado sobre un cerro con un espejo humeante. Tomado del Códice
Borgia 63.

Imagen 3. Jaguar reticulado en Teotihuacán. Dibujo de Rubén Rosas

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Después llegue a los Toltecas y el jaguar también estaba ahí, entre las columnas de
Tula que muestran guerreros con dardos y atlatls en sus manos (Trejo 2009:22) esto
acompañado con esculturas de jaguares, águilas y coyotes crean una relación entre estas
órdenes de guerreros, incluso existiendo representaciones de guerreros jaguar (Imagen 4) y/o
de guerreros acompañados por jaguares. Adicional a esto, se suman la creación de dioses
jaguar como Tepeyóllotl, el Dios jaguar que expulso a Quetzalcóatl de Tula (Oliver
1998:102) hecho que trasciende a los aztecas con la relación del animal con Tezcatlipoca
(Oliver 1998:123) el cual tenía como Dios principal la orden de los guerreros Jaguar,
mamífero fiel acompañante del Dios en su faceta más obscura.
El jaguar acompaña a toda la parafernalia bélica azteca siendo presente en ritos de
iniciación de los guerreros y los mismos tlatoanis (Oliver 1998:126, Trejo 2009:234,
226,227) hasta encontrarlos en la guerra misma. La vestimenta de estos guerreros era tan
performativa como su actitud, “los ornamentos guerreros hechos con piel de jaguar o con
motivos donde aparece el felino son numerosos, incluso algunos combatientes se disfrazaban
de jaguar” (Oliver 1998:124), para ejemplo de lo anterior encontramos los murales (imagen
5) realizados en Cacaxtla, Tlaxcala, México, donde se muestra a guerreros jaguar vencedores
en una batalla.

Imagen 4. Guerrero jaguar. Autor desconocido

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Imagen 5 Batalla de guerreros jaguar, pintura mural de Cacaxtla. Dibujo de Sonia Lombardo

Para finalmente llegar al área maya dónde el jaguar se desborda por todos lados en
los monumentos, las cerámicas, las pinturas, en las esculturas. (Ruz Luillier 1962:211) y
entonces el símbolo comienza a aparecer como un río que se desborda, está presente en la
cerámica del catálogo de Justin Keer (Imagen 6) en forma de way (forma de transformación
humana) está en las vestimentas o disfraces de los gobernantes, está en los tronos (imagen
7), está en las cortinas, está en la caza y también está presente en los grandes monumentos
como en los tronos en Chichen Itza (Ruz Luillier 1962:207,211) en el templo de los guerreros
o el palacio de los paneles de pared que presumiblemente sería un tipo de escuela para futuros
guerreros, un tipo de Telpochcalli. (Baudez y Latsanopoulos 2010:8,9) Lo sobresaliente es
que, a lo largo de este recorrido milenario del jaguar junto con las culturas mesoamericanas,
pareciera existir siempre una relación con prácticas y actividades de poder y gobierno y lo
más curioso, prácticas que son o parecieran ser dominadas por los masculinos. Las
representaciones del símbolo normalmente aparecen junto a hombres o dioses masculinos,
figuras amorfas, pero muy raramente junto a personajes o actividades denominadas
femeninas

Imagen 6. Representación de un Way en vasija. Catálogo de Justin Keer, pieza k771.

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Imagen 7. Trono de jaguar rojo en el castillo de Chichen Itzá. En: historiayarqueologia.net

Cuando comencé a leer los relatos de los cronistas españoles me di cuenta de que
percibieron la fuerte presencia del jaguar en varios espacios del territorio en el que llegaban.
Entonces leyendo a Bernardino de Sahagún me encuentro con la descripción del jaguar:
El Tigre anda y bule en las sieras y entre las peñas y riscos, y también en el agua:
y dicen es príncipe y señor delos otros animales, y es avisado, recatado, y regálase
como el gato,y no tiene trabajo ninguno, y tiene asco de beber cosas sucias у
hediondas, y tiénese en mucho. Es bajo, corpu lento, su cola es larga, y las manos
son gruezas y anchas, y tiene el pescuezo grueso: tiene la cabeza grande, las orejas
son pequeñas, el hocico grueso, carnoso, corto, y de color prieto, y la nariz
grasienta: tiene la cara ancha, y los ojos relucientes como brasa: los colmillos son
grandes y gruesos, los dientes menudos, chicos y aguzados las muelas anchas de
arriba, y también la boca muy ancha, y tiene uñas largas y agudas.
De Sahagún 1830:149,150
Queda cristalino que no es un animal común, el que “dicen es príncipe y señor de los
animales” ahí estaba el jaguar siendo diferente otra vez, hablando de un símbolo que se
desenvuelve en las esferas del poder y la mística. Después cuando estaba realizando
etnografía los relatos que describían al jaguar me hicieron consonancia con esa primera
descripción de Sahagún, el cuello fuerte del animal, las manos grandes y las garras
aparecieron también en el relato de mis interlocutores actuales como algo inaudito, algo que
no encentras en cualquier traspatio.
El jaguar también aparecía en los relatos bélicos, Sahagún dice: “El señor poniase en
su trono en las casas reales; tenia por estrado un cuero de águila con sus plumas, y por
espaldar de la silla un cuero de tigre; estaba ordenada toda la gente de guerra, delante los
capitanes y valientes hombres.” (De Sahagún 1938a:179) o en forma del tributo enviado de

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Moctezuma a Cortés: “Más trajo: veinte ánades de oro, muy prima labor y muy al natural, e
unos como perros de los que entre ellos tienen, y muchas piezas de oro de tigres y leones y
monos, y diez collares hechos de una hechura muy prima, e otros pinjantes, y doce flechas y
un arco con su cuerda y dos varas como de justicia, de largor de cinco palmos; y todo esto
que he dicho de oro muy fino y de obra vaciadiza.” (Díaz del Castillo 2011:124) Moctezuma
no enviaba cualquier cosa a los que llegaban solo enviaba objetos que consideraba valioso,
objetos que mostraran su poderío, entre ellos por su puesto el símbolo del animal en cuestión.
Lo anterior nos brinda un panorama de como en los primeros años de la conquista el
jaguar continúa siendo un símbolo poderoso, sin embargo, esto va cambiando a medida que
la colonia va envejeciendo. Los símbolos de poder pasan de ser los tronos de jaguar, los
vestidos con piel moteada para pasar a ser las botas y los sombreros, el poder montar a
caballo. Por eso en la revisión de las relaciones histórico – geográficas de la gobernatura de
Yucatán y los papeles de los Xiu de Yaxá, el jaguar toma un segundo plano, lo que el cacique
y los gobernadores buscan para validar su poder y legitimarse es poder obtener un caballo o
buscar vestirse como el peninsular. Encuentro entonces un primer cambio ontológico, el
jaguar pasa a ser un animal menos místico al no necesitar su símbolo de poder, pasa a ser
también el mamífero que se come el ganado y cuál tiene que ser cazado y eliminado.
Cuando comencé a realizar etnografía en el pueblo de Dzalbay ubicado en la región
orienté de Yucatán, muy cerca de Temozón, Valladolid y el sitio arqueológico de Ek Balam.
Me di cuenta de que muchas de las prácticas que me parecían muy lejanas como estudiante
en una ciudad como Mérida, estaban muy vigentes. La caza, la milpa, el urdido de hamaca
eran prácticas más que comunes. La primera vez que ingrese en la casa de uno de mis
interlocutores al que llamaré Don Carlos con el que he compartido más tiempo, pude notar
en primera persona cosas tan diferentes como que no había camas o tantas sillas, que para
sentarse a platicar estaba su hamaca, al lado estaba Doña María su esposa, urdiendo hamaca
y confirmando cada una de las respuestas y afirmaciones que nos brindaba su esposo solo
con el movimiento de su cabeza. Apareció en mi mente de nuevo el concepto de núcleo duro,
ese tiempo de larga duración que en los pueblos como Dzalbay puede verse en sus actividades
diarias, que se resisten ante la amenaza de la gentrificación y el desarrollo turístico brutal de
la zona.

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Fueron justamente esas prácticas las de la agricultura y la cacería las que me pudieron
acercar al jaguar. Cuando en el viaje de exploración noté que no era fácil que la gente
comenzara a hablar al preguntar directamente por el jaguar, la estrategia fue comenzar a
hablar sobre la caza, después la milpa y fue entonces que los relatos con el animal
comenzaron a aparecer. Don Carlos me comenzó a relatar sobre sus experiencias con el
jaguar, haciendo una separación entre el jaguar como mamífero que podría ser macho o
hembra y el que él llamó como Yam Balam, ese señor del monte que dominaba las milpas y
a los animales, incluso llegando a proteger o ahuyentar según conviniera, ese ser místico que
como él decía solo puede ser macho.
En sus relatos Don Carlos me describió como se brindaba tributo al Yam Balam, que
como los alux podían cuidar de tu siembra o lo contrario dependiendo de que lo que se le
pidiera. Me dijo también que él había estado en la noche en el monte y había podido escuchar
como se caían los árboles cuando estaba a punto de cazar un animal, no daba otra explicación
que la del Yam Balam protegiendo a los suyos, “al otro día vas y no hay nada, no se cayó
ningún árbol, pero yo lo escuche, y pues es él, es el Yam Balam que no quiere que mates a
sus animales.” Historias como esas se cruzaban con las historias con el jaguar animal. Me
dijo que se había cruzado con él en muchas ocasiones, desde sus huellas, hasta verlo dentro
de su milpa, me contó que su mirada impone y que, aunque lo más seguro es que se vaya al
ver u oler a los humanos, siempre es impactante verlo. Incluso me llegó a contar sobre un
relato en carne propia donde se cruzó con el jaguar a unos escasos metros, donde su vida
estaba en peligro y tuvo que decidir entre matarlo o morir.
La segunda vez que pude escuchar el relato del jaguar me sorprendió los detalles a
los que Don Carlos le brindaba más importancia. Añadió su impresión al ver los ojos del
animal, el cual describió “Como si tuviera fuego en sus ojos” y la furia de sus rugidos después
de recibir el primer escopetazo. Me dijo que después del segundo tiró que le dio en la frente,
el animal cayó, pero todavía respiraba, que lo movió dos veces con su fusil hasta que dejo de
oírlo respirar. Me contó que su olor era muy peculiar, “como a marisco” y que al tenerlo de
frente puedes entender por qué los antiguos mayas lo tenían en tanto respeto. Dijo que lo
desollaron y que su piel tenía las manchas de su pelaje, además de que su cuerpo es muy
fuerte en la parte superior, pero muy delgado en la inferior, también me dijo que posee una
joroba como la de los toros. He de confesar que la segunda vez que escuche este relato, estaba

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en medio de la milpa de Don Carlos en la selva oriente de Yucatán dentro de una cueva donde
habíamos entrado a buscar un sereque, por lo cual escuchar del enfrentamiento con el animal
me resultaba muy especial.
El relato anterior además de mostrar al jaguar “cercano” a los pobladores masculinos
en la actualidad, también me ayudó a posicionarlo dentro de espacios liminales
predominantes masculinos. Tuve la oportunidad de platicar con la comisaria de Dzalbay, la
señora Blanca Nieves, y aunque ella ocupaba un espacio de gobierno poderoso, quizá el más
relevante dentro de la comunidad, nunca me pudo contar nada acerca del jaguar, de hecho,
lo notaba muy lejano. Lo mismo ocurrió con las mujeres del pueblo con las que he podido
conversar, no me han contado nada acerca del jaguar porque no ocupan espacios donde el
animal aparezca, dentro de la comunidad nunca ha aparecido un jaguar y como ellas dicen,
casi nunca van a la milpa o a cazar. Lo anterior me ha llevado a reflexionar sobre el espacio
del monte y que a comparación con el de gobierno, aparece como un espacio liminal entre lo
hegemónico y lo sagrado. Por lo que “la veneración de lo divino representa otra forma de
legitimar lo social.” (Bartolomé 1997:100) En ese sentido, el jaguar también está en un
espacio liminal entre lo profano y lo sagrado, para llegar a él se necesita un acercamiento
dual marcado no solo por el poder, sino también por las actividades, es necesario salir al
monte para encontrar al jaguar como animal y como símbolo y esos espacios son mayormente
ocupados por las figuras masculinas.
Historias y relatos como los que compartí con Don Carlos han aparecido en otras
comunidades a distancias considerables. Por ejemplo, en la comunidad de Sihó Yucatán en
la frontera con Campeche se me presento un relato muy parecido entre un granjero y un
jaguar que llegó a un enfrentamiento por el ganado. Aun así, pareciera que en todos estos
relatos que incluyen al animal y al símbolo los personajes femeninos solo acompañan o no
aparecen. La relación con el animal pareciera estar bordeada por la figura del masculino, no
solo en la actualidad sino desde los tiempos de Mesoamérica. Y lo anterior hace pensar en
por qué un símbolo que desde la antigüedad ha sido referido a la fuerza, a lo tenebroso, al
poder y la dominación es referido o más cercano a un cierto género. Por lo pronto continuaré
buscando más respuestas a las interrogantes de mi investigación y de alguna forma, seguir
buscando tras las huellas del jaguar en la península.

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