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HISTORIA ECONÓMICA.

GRADO TEMA 3. LA EDAD MEDIA: LAS BASES DE


LA EXPANSIÓN EUROPEA (C.450-C.1450)

|Bernardos Sanz, Jose U.; Hernández, Mauro y Santamaría Lancho, Miguel.


Historia económica UNED

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Indice
Tema 3. La Edad Media: las bases de la expansión europea (c.450-c.1450)

Resultados de aprendizaje

Preguntas iniciales

Contenidos del tema


3.1. El mundo antes del año mil: la divergencia oriental
3.1.1. Progreso y expansión musulmana
3.1.2. La China de los Tang (618-907)
3.1.3. La consolidación del feudalismo en Europa (siglos V-
X)
3.2. La expansión tras el año mil. Siglos XI-XIII
3.2.1. La expansión europea cristiana. Rasgos principales
3.2.2. La repoblación en la Península Ibérica
3.2.3. La expansión económica en China durante la
dinastía Song (960-1279)
3.2.4. La construcción de una red mercantil integrada en el
siglo XIII a escala mundial y el auge de los mongoles
3.3. Las condiciones de la crisis mundial del siglo XIV
3.3.1. La crisis bajomedieval en la Península Ibérica

Resumen

Conceptos básicos

Referencias

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J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría

Tema 3. La Edad Media: las bases de la expansión europea


(c.450-c.1450)

1. Resultados de aprendizaje

Tras el estudio del tema, aspiramos a que esté en condiciones de:

1. Contextualizar el concepto de Edad Media en una perspectiva no


estrictamente europea.
2. Describir la expansión del Islam a partir del siglo VII y su conversión en una
nueva región comercial “integrada” desde al-Ándalus y África hasta la India.
3. Definir el feudalismo como forma de organización social y económica
dominante en Europa, y describir sus principales características.
4. Caracterizar los rasgos principales de la agricultura en la Europa feudal:
cereal de secano, bajos rendimientos, mano de obra servil, lógica de
subsistencia, crecimiento extensivo, innovaciones tecnológicas en la
agricultura.
5. Explicar el atraso relativo de Europa frente a otras civilizaciones asiáticas.
6. Distinguir las fases de expansión y crisis de la economía medieval.
7. Conocer las causas de la expansión mundial de los siglos XI-XIII.
8. Entender las interrelaciones entre los distintos espacios del Viejo Mundo.
9. Comprender los mecanismos de la crisis de los siglos XIV y XV y la
influencia de la forma en que se resolvió sobre la evolución económica
posterior.
10. Insertar la evolución de la Península Ibérica en el cruce de influencias entre
las civilizaciones del Mediterráneo medieval.

2. Índice

3.1. El mundo antes del año mil: la divergencia oriental


3.1.1. Progreso y expansión musulmana
3.1.2. La China de los Tang (618-907)
3.1.3. La consolidación del feudalismo en Europa (siglos V-X)
3.2. La expansión tras el año mil. Siglos XI-XIII
3.2.1. La expansión europea cristiana. Rasgos principales
3.2.2. La repoblación en la Península Ibérica
3.2.3. La expansión económica en China durante la dinastía
Song (960-1279)
3.2.4. La construcción de una red mercantil integrada en el siglo
XIII a escala mundial y el auge de los mongoles
3.3. Las condiciones de la crisis mundial del siglo XIV
3.3.1. La crisis bajomedieval en la Península Ibérica

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3. Algunas preguntas iniciales

 ¿Qué tiene que ver la caída del Imperio Romano en Occidente con la
aparición del feudalismo en Europa?

 ¿Qué queremos decir cuando decimos que algo es “feudal”?

 ¿Qué tenía el Islam para expandirse por Eurasia en un tiempo record?

 ¿Hubo también una “edad media” en la China de la dinastía Tang?

 ¿Qué factores permiten la recuperación europea desde el año mil y su


grado de desarrollo frente al resto de economías del Viejo Mundo?

 ¿Cómo se relacionaban las distintas civilizaciones a lo largo del periodo


medieval?

 ¿Cómo se produjo la gran hecatombe demográfica a mediados del siglo


XIV?

 ¿Qué fue la Peste Negra? ¿Tuvo ella sola la culpa de esa hecatombe?

 ¿De dónde proceden términos como alcachofa, fustán, o muselina?

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4. Contenidos del tema

3. 1. El mundo antes del año mil. La divergencia oriental

La caída del Imperio romano en Occidente (476 aprox.) da paso a un largo


periodo de estancamiento económico en Europa occidental, que coincide
con una fase de transformaciones en distintas regiones del Viejo Mundo
eurasiático, donde se observa el surgimiento y auge de la civilización
musulmana, que se convierte en el pivote de la conexión con Oriente.
Mientras que en Europa el establecimiento de reinos independientes, resultado
de la simbiosis entre los habitantes del imperio y los inmigrantes germanos y
godos, evoluciona lentamente hacia un espacio muy fragmentado y
expuesto a nuevas invasiones, hacia Oriente se observa el primer impulso
de la civilización musulmana, que se extiende por zonas de los tres
continentes del Viejo Mundo. Más al Este, en China, se suceden las fases de
crecimiento –dinastías Sui y Tang– con otras de inestabilidad. Hasta el
año 1000, por tanto, el principal foco económico está en Asia y su influjo llega
al Mediterráneo a través de los mercaderes y el desarrollo económico
musulmán.

3.1.1 Progreso y expansión musulmana

Desde de mediados del siglo VII el hecho más destacable es la expansión y


florecimiento de la civilización musulmana, que se extiende desde la península
Arábiga por el este y el oeste, alcanzando a mediados del siglo VIII un
territorio comprendido entre la ribera del Indo y las costas atlánticas de la
península Ibérica (ver mapa 3.1). La población árabe, en principio tribus de
pastores nómadas y comerciantes caravaneros con algunos focos de
agricultura de oasis, se desplazó desde las zonas desérticas y esteparias,
ocupando rápidamente las llanuras aluviales de Mesopotamia y Oriente Medio.
Los musulmanes se mezclaron con los habitantes de las zonas
conquistadas, que admitieron la conversión al Islam y asimilaron la lengua
árabe. En un principio el mundo musulmán fue una entidad política
unificada bajo los Omeyas (661-750), que gobernaron desde Damasco. Tras
el año 750, una revuelta da el poder a Abbas ibn Abd al-Muttalib, iniciador de
la dinastía abasí, que traslada su capital a Bagdad. Con esta dinastía se
independizan algunas regiones, como al-Ándalus. La dinastía abasí dura
hasta 1258, fecha de la toma de Bagdad por los mongoles.

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Las bases agrarias de la economía musulmana descansaban en las


fértiles llanuras aluviales del Tigris y Éufrates, así como en las del valle del
Nilo, que eran los principales graneros de la región. Extendieron por el
Mediterráneo las técnicas de la agricultura de irrigación, a la que fueron
incorporando productos procedentes de Oriente. La posición intermedia de
la civilización musulmana permitió incorporar cereales como el arroz desde
Asia oriental o el sorgo desde África, y también hortalizas y frutales
(alcachofas, sandías, cítricos), así como otros cultivos como la caña de azúcar
o el algodón. El otro pilar de la economía era en muchas regiones el
pastoreo, fundamentalmente de ganado ovino aunque también se extendieron
los rebaños de cabras, vacuno, equinos y camellos. El desarrollo agrario se
basó en la cuidada selección de semillas, la rotación de cultivos y el
aprovechamiento del agua a través de una sofisticada tecnología de regadío
que se basaba en norias y canalizaciones (acequias). El mundo musulmán
destacó en ciencias como la botánica y la agronomía.
La mano de obra incluía una amplia población rural campesina, aunque es
de destacar el importante peso de la esclavitud, sobre todo en las regiones
de cultivo intensivo, pero también como parte del servicio doméstico de
personas acaudaladas, en el ejército y en la administración. La esclavitud fue
un negocio comercial lucrativo que conectó diferentes rutas con Europa y
África, de donde procedían la mayor parte. Se calcula que en el periodo 900-
1100 se exportaron por la ruta que atravesaba el desierto del Sahara casi 1,8
millones de esclavos, además del tráfico que se establecía desde África
oriental por el océano Índico.
El desarrollo agrario y ganadero permitió la especialización artesanal y la
emergencia de una civilización urbana con los más importantes centros
urbanos de la época tales como Damasco, Bagdad, El Cairo, Alejandría o
Córdoba, cuyas poblaciones se contaban por decenas de millares. Los trabajos
en el textil, donde utilizan lana, lino, algodón y seda (mapa 3.1); el cuero, los
metales y la construcción alcanzaron elevados grados de calidad.
Incorporaron importantes innovaciones en sectores industriales, como la
fabricación de papel, vidrio o la textil sedera.
Las rutas comerciales se extendieron tanto por vía terrestre como
marítima. Los comerciantes árabes basaban el tráfico en caravanas,
enlazando mediante puestos intermedios regiones muy alejadas que iban
desde las costas atlánticas de Marruecos y los pasos en Asia Central que se
dirigían a China, como el caso de la ruta de la seda. En el tráfico marítimo los
navegantes árabes se hacen dueños de la navegación en el Mediterráneo y
junto con marinos persas surcan el océano Índico, adecuándose a los ritmos
estacionales de los monzones y estableciendo numerosos enclaves
comerciales y zonas de influencia desde el mar Rojo y el golfo Pérsico (Adén,
Omán, Basra, Ormuz) hasta el estrecho de Malaca, pasando por la India.
Incluso desde el siglo VIII, los navíos árabes tenían contacto directo con
Cantón, donde se aprovisionaban de las sedas y otras mercancías chinas.
La base de ingresos del califato musulmán quedó en principio asociada
al botín de las conquistas, extraído de los tesoros bizantinos, sasánidas y de
las tumbas del Egipto faraónico, así como al sistema tributario ejercido sobre
la población, discriminando a los fieles musulmanes del resto que tenía otras
creencias religiosas, sometido a un régimen tributario más oneroso. Así se

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desarrolló una próspera economía monetaria, sobre la base de un sistema


bimetálico –dinar de oro y dirham de plata– con la aplicación de técnicas de
crédito y préstamo, el uso de letras de cambio junto con el desarrollo de
contabilidad, con libros de partida doble, y actividades comerciales a larga
distancia, que mantenían abastecidos los canales de provisión de metales
preciosos
El desarrollo económico fue acompañado del florecimiento cultural, donde
la recepción del conocimiento desde Oriente se combinó con el legado
cultural grecorromano, difundiendo conocimientos técnicos y científicos.
En la Península Ibérica la presencia musulmana se mantiene durante casi
ocho siglos (711-1492) como se verá más adelante. Son los territorios de al-
Ándalus, que cobraron un periodo de auge sobre todo entre el siglo VIII y el XI,
cuando dominan la mayor parte de la península. El emirato de Córdoba (750-
929), que se funda con Abderramán I logrando la autonomía del califato de
Bagdad y posteriormente con Abderramán III (929-1031) se funda el califato de
Córdoba, hasta el siglo XI en que se desintegra, estableciéndose los reinos de
taifas. Estos dos siglos consolidan la fase de crecimiento económico de al-
Ándalus, con el desarrollo de una economía agraria basada en la
conjunción del secano y el regadío, el cultivo de cereales y productos
hortofrutícolas, así como la crianza de ganado y la pesca de almadraba. La
mercantilización de la agricultura se realiza a través de una densa red de
mercados urbanos, donde se concentra la artesanía y se desarrolla la
economía monetaria. Las principales ciudades son Córdoba, la capital,
Sevilla, Toledo y Granada, aunque destacan otras en el litoral, como Valencia.
El comercio se extiende por el interior, la costa mediterránea y el norte de
África. El auge musulmán en al-Ándalus se comprueba también con el gran
desarrollo de la cultura y las ciencias, donde sobresalen la astronomía, la
medicina y la filosofía.

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Mapa 3.1. Los textiles en el mundo mediterráneo musulmán.
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3.1.2 La China de los Tang (618-907)


La dinastía Tang sucede a la breve dinastía Sui (580-618), que había
unificado el territorio chino tras siglos de división. La población china
osciló durante este periodo entre los 50 y 60 millones de personas. Aunque
todavía su área de mayor densidad era la zona septentrional, en torno al río
Huang-ho, donde los principales cultivos son el trigo y el mijo, durante el siglo
VII se produce un cambio de tendencia a favor de la zona sur, con el
crecimiento del papel de la agricultura del arroz en la cuenca del Yang-tzé.
Las comunicaciones con el norte y el transporte de mercancías se facilitan a
través del Gran Canal, construido entre los años 587 y 608, y ampliados
durante esta dinastía, que enlaza las cuencas del Yang-tze y Wei con el
Huang-ho, formando una serie de vías navegables que tienen más de 1.500
Km. de longitud. Estas vías están jalonadas por caminos de postas y
almacenes de grano, con el fin de garantizar la provisión de las capitales del
norte, Chang'an y Luoyang. Las infraestructuras permitieron el desarrollo
económico durante los siglos VIII y IX a pesar de las fases de inestabilidad
política y aceleraron los intercambios y el comercio entre el norte y el sur. El
comercio internacional se desplegó tanto por la ruta terrestre como por un
intenso tráfico marítimo que se estableció enlazando las costas del mar de
China con el océano Índico hasta el golfo Pérsico y África oriental.

Mapa 3.2. Canales navegables en China durante las dinastías Sui y Tang

Fuente: Wikipedia (Gran Canal de China)

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3.1.3 El desarrollo en Europa entre los siglos V y X

El sistema político romano en el Occidente europeo fue sustituido por


reinos conformados por los pueblos bárbaros invasores de cada territorio,
visigodos en España, francos en Francia, ostrogodos en Italia o anglos y
sajones en Gran Bretaña, que aglutinaron tanto a los recién llegados como a la
población establecida con anterioridad, que era mayoritaria. El poder
descansaba en el apoyo de una casta de guerreros que elegía al rey en
asambleas. Su autoridad, por tanto, quedaba diluidas y los reinos carecían de
un auténtico poder centralizado. A esta situación de fragmentación política
se añadía el clima de inseguridad, con la sucesión de invasiones desde el
sur (musulmanes), el norte (vikingos) y el este entre los siglos VIII y X que
debilitaron aún más las posibilidades de recuperación. La herencia cultural
quedó en poder de la Iglesia, compuesta por un grupo privilegiado que
mantenía la autoridad moral y una importante base económica.
En este contexto, y con la herencia de la crisis del imperio romano, tiene su
fase de formación el sistema feudal (feudalismo), que caracteriza la
evolución económica del occidente europeo durante este periodo y algunos de
sus rasgos se prolongarán hasta el siglo XVIII. Dichos rasgos se resumen en:

1. La descentralización del poder político.


2. La conformación de un sistema social basado en relaciones
personales de dependencia y estructurado en tres grupos sociales:
la nobleza, cuya función es la guerra, la protección y la capacidad de
impartir justicia; la iglesia, con la misión de salvación de las almas, y los
campesinos, con la función de promover la subsistencia y la producción
de bienes para toda la población. El sistema social así dispuesto
contaba con un aparato jurídico que diferenciaba a los distintos
estamentos según su status, estableciéndose un sistema de privilegios
para los grupos dominantes y un sector mayoritario sin privilegios.
3. El peso abrumador de la agricultura como principal actividad
productiva.

La escasez de intercambios y la práctica desaparición de la vida


urbana redujeron la actividad económica a una agricultura de subsistencia
llevada a cabo por las distintas comunidades agrarias distribuidas en pequeñas
aldeas, en el marco de una gran explotación, el señorío, donde la mano de
obra campesina desarrollaba las tareas productivas bajo un estatus
mayoritariamente servil que le vinculaba a la tierra que trabajaba.

Un señorío tipo, sin que el modelo fuera exactamente igual en todas las
regiones, se componía de los siguientes elementos (figura 3.1.):
a. una reserva señorial, compuesta por la mansión señorial (curtis), donde
trabajaban algunos esclavos o siervos para labores de servicio doméstico;
tierras de labranza, trabajadas por los siervos a través de prestaciones en
trabajo (corveas, jornadas que los siervos debían realizar forzosamente en las
tierras del señor). y diversas instalaciones, como molinos, forjas, hornos, etc.,
que utilizaban los siervos pagando tributos por su uso.

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b. mansos, o parcelas que cultivan los siervos del señorío para el


sostenimiento de sus familias y el pago de rentas al señor.
c. las zonas de aprovechamiento comunal, que eran espacios de pasto y
monte reservados para la recogida de frutos, el pastoreo, provisión de leña y
otros usos regulados por el señor, que imponía a veces derechos a sus siervos
por la utilización.
En un principio el pago de los derechos de servidumbre de los
campesinos al señor se realizaba en servicios en trabajo y/o en especie con
una parte del producto recogido (grano, frutos estacionales, crías de animales,
gallinas, etc.). La práctica ausencia de mercados hacía inviable la economía
monetaria y por tanto el intercambio se hacía en ocasiones a través del
trueque.

Figura 3.1. Mapa esquemático de un dominio señorial

Fuente: Adaptado de http://go.hrw.com/

.
La consolidación del feudalismo se produjo a la vez que se extendían las
prácticas agrarias diferenciadas entre las dos grandes regiones que componen
Europa occidental, la zona noratlántica y la más próxima al Mediterráneo. La
agricultura de la Europa del área mediterránea continuó con las prácticas
heredadas de la antigüedad clásica, con los cereales, la vid y el olivo como
principales cultivos, así como el pastoreo de ganado ovino y cabrío. Para el
laboreo de los campos se utilizaba un tipo de arado ligero que rozaba la parte
superior del terreno (figura 3.2.), ayudado por una yunta de bueyes siguiendo el
sistema de rotación bienal (“año y vez”). La rotación bienal tiene como finalidad
permitir la regeneración de los elementos nutrientes del suelo, ante la escasez

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de abono y de humedad. Para ello cada año se dejaba en reposo o barbecho la


mitad del suelo cultivable.

Figura 3.2. Tipos de arados en la Europa medieval

Fuente: Pounds, N.J.G. (1987: 228)

Los suelos más pesados de la Europa atlántica y central, por sus


abundantes precipitaciones, requerían otro tipo de aperos. Durante los
primeros siglos de la Edad Media se fue extendiendo la utilización del llamado
arado pesado o “carruca” (figura 3.2). Apareció en las tierras eslavas de la
vertiente norte del Danubio y desde aquí se incorporó al Oeste. El arado
pesado iba montado sobre un bastidor con ruedas y permitía remover la tierra
en profundidad. El nuevo tipo de arado también produjo una modificación en
la morfología de los campos de cultivo. La estructura cuadrangular y los
surcos cruzados dieron paso a campos alargados con surcos en paralelo y
trazados siguiendo la pendiente natural del suelo de tal forma que se facilitaba

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el drenaje del exceso de humedad producido por las abundantes


precipitaciones.
El clima de la Europa atlántica hizo posible la introducción de un nuevo
sistema de rotación de cultivos más eficiente, la rotación trienal (figura
3.3). Los campos cultivables eran divididos en tres sectores u “hojas”. El
primero se sembraba en otoño con cereal de ciclo largo (trigo, centeno). Una
segunda hoja era sembrada en primavera, con cereales de ciclo corto, o
leguminosas, y finalmente, la tercera se dejaba en barbecho o reposo. Este
nuevo sistema al reducir de la mitad a un tercio el barbecho (tierra que
permanecía sin cultivar) permitió diversificar la alimentación humana
introduciendo legumbres y otros cultivos.

Los sistemas de rotación imponían ciertas formas de organización


comunitaria de la producción. Una vez levantadas las cosechas se dejaba
pastar a todos los ganados de la aldea en las tierras recién segadas, se
aprovechaba tanto el “rastrojo” (restos que quedaban en los campos tras la
siega), como las hierbas que surgían espontáneamente en estas zonas a lo
largo del período de reposo o barbecho. De esta forma, al tiempo que se
resolvía el problema de la alimentación del ganado se lograba el abonado
natural de las tierras en reposo. Esto requería que los campos permaneciesen
“abiertos”, sin cercados y que todos los campesinos respetasen el mismo
sistema de rotación, de ahí que el término de la aldea quedaba dividido en
hojas donde se concentraban las parcelas de cultivo por una parte y las de
barbecho por otra, para facilitar el pastoreo.

Figura 3.3. Innovaciones en los arreos del ganado de tiro

(a), tipo de arreo utilizado en la antigüedad; (b) y (c) muestran arreos medievales: petral (b) y
collera (c). Fuente: J. Mokyr (1993:60).

También se produjeron Innovaciones para el mejor aprovechamiento de la


fuerza motriz proporcionada por los animales. En este terreno destacan la
herradura, la collera y el estribo. La introducción de la herradura con clavos
permitió reducir el desgaste que sufrían los cascos. La collera al no oprimir el
pescuezo del animal facilitaba un mejor aprovechamiento de su fuerza de
tracción, que se ha estimado en un 80% (figura 3.3). Finalmente, el estribo al

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mejorar el apoyo del jinete le permitía desenvolverse mejor especialmente en el


combate contra hombres a pie. Esto mejoró notablemente la superioridad de
los hombres armados a caballo.

Estas innovaciones estaban ya plenamente extendidas en el siglo XI. Sus


repercusiones se dejaron sentir además en la mejora del transporte terrestre
mediante la utilización de caballerías y carros.
Mejoras en el aprovechamiento de la energía hidráulica. Las mejoras de
los molinos impulsados por el agua tuvieron que ver con la introducción de
ruedas de corriente alta en las que al dejar caer el agua desde cierta altura, la
fuerza de la gravedad se sumaba a la fuerza de la corriente. Hubo también
mejoras en los engranajes de las ruedas y la introducción de levas permitió
transformar el movimiento circular en un movimiento alternativo, ampliando así
las aplicaciones de la fuerza hidráulica. Hacia 1100 mediante la fuerza
hidráulica se movían batanes, martinetes de fragua, fuelles, trituradoras de
madera, aserraderos, etc.
En el ámbito del transporte marítimo las principales novedades además de
las aportadas por los musulmanes fueron las introducidas por los vikingos,
que construyeron embarcaciones dotadas de quillas y mástiles, aptas para
largas travesías, si bien tenían una escasa capacidad de carga. Para usos
comerciales fue la “Kogge” o “coca” derivada de las barcas celtas la que
permitió transportar grandes cargamentos en las aguas del mar de Norte.

Como hemos comentado, durante este periodo (500-1000), la existencia de


intercambios quedaba muy restringida a artículos muy concretos demandados
por la gran aristocracia laica o eclesiástica, caso del incienso o de tejidos
preciosos que se traían de Oriente, fundamentalmente a través de
comunidades mercantiles judías o de algunos enclaves como Venecia, que
tenía un puesto privilegiado como intermediario con el imperio bizantino y los
musulmanes. En el norte, el comercio lo efectuaron frisones y también
normandos, que establecieron rutas marítimas por el Atlántico hasta el
Mediterráneo, y también terrestres a lo largo de la estepa rusa hacia Bizancio
y Oriente medio. Los venecianos vendían pieles, armas y, sobre todo esclavos
procedentes del norte y el Este de Europa, que servían para comprar los
textiles y especias orientales, así como una vía de acumulación de metales
preciosos para construir más barcos e invertir en bienes suntuarios.

3. 2. La expansión tras el año mil. Siglos XI-XIII

A partir del año 1000 se observa por distintas zonas de África, Asia y
Europa un movimiento sincrónico de crecimiento económico que se prolonga
durante más de dos siglos y que tiene como primer factor dinámico un
incremento notable de la población. Se calcula que entre el año 1000 y 1340
la población mundial aumentó en más de un 70% (tabla 3.1.). Europa fue una
de las zonas con mayor crecimiento, superando el doble la cifra del año 1000.
No obstante, la zona más poblada era Asia, donde China prácticamente
alcanzó los 100 millones de habitantes y la India unos 75 millones.

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Tabla 3.1. Estimación de la evolución de la población mundial por continentes


(millones de habitantes), 1000-1500

1000 1200 1340 1400 1500

Asia 152 258 238 201 245


Europa 30 49 74 52 67
Antigua URSS 13 17 16 13 17
África 39 48 80 68 87
América 18 26 32 39 42
Oceanía 1 2 2 2 3
Total Mundo 253 400 442 375 461
Fuente: Livi Bacci, M. (1990): Historia mínima de la población mundial, Barcelona, Ariel, 37.

3.2.1 La expansión europea cristiana. Rasgos principales

Europa pasa durante esta fase de unos 30 a unos 74 millones de personas.


La desaparición de las oleadas de invasiones que habían salpicado distintas
zonas durante el periodo anterior dio paso a una fase de estabilidad que
redujo la mortalidad catastrófica. En un contexto de gran disponibilidad de
tierra, el casamiento de la pareja se hacía a una edad temprana, lo que
propiciaba un incremento del periodo fértil de la mujer para tener un mayor
número de hijos. En los periodos de crecimiento de la producción agraria, el
aumento de los recursos y la mejora de la alimentación aceleraban las tasas
de crecimiento por la reducción de la mortalidad.
El resultado de este crecimiento se fue observando en el poblamiento más
denso de los distintos territorios. Ello da lugar a una progresiva ocupación
de nuevos terrenos, la desecación de zonas pantanosas, como en
Flandes, y el desbroce de montes y terrenos baldíos, para acrecentar el
espacio destinado a los cultivos. Los caballeros teutones hacia el este de
Europa y la cuenca del Báltico repoblaron tierras con campesinos que
llegaban de los Países Bajos o de distintas regiones alemanas occidentales. En
el sur, concretamente en la Península Ibérica, a través de la progresiva
repoblación de terrenos desocupados o ganados a los musulmanes, como
veremos a continuación. Otra variante de expansión fuera de las fronteras
fue la oleada de Cruzadas, que tenían como fin la ocupación de los Santos
Lugares en Oriente Medio y que se produce entre fines del siglo XI y XIII.
También los grandes monasterios, como los cistercienses, promueven
una labor de colonización en territorios que se extienden desde la Península
Ibérica a Polonia.
Esta gran ampliación de la superficie de terreno dispuesta para el cultivo
provocó un gran aumento de la producción agraria y ganadera. La
economía monetaria penetró en el medio rural, y las rentas pagadas por los
campesinos a los señores fueron progresivamente establecidas en dinero,
reduciéndose los pagos en especie y los servicios en trabajo.
Los excedentes obtenidos permitieron una progresiva reactivación de los
intercambios, y al mismo tiempo una creciente especialización que facilitó el
renacimiento urbano. Las ciudades reciben la población inmigrante
procedente de los campos, concentran población no agraria y se especializan
en la producción artesanal, que se escora hacia productos de más calidad

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demandados por los señores o que aprovecha la concentración de la demanda


que supone la población urbana.
Como prevé la ley de Engel (ver recuadro en tema 2), el principal sector
artesanal era el textil, que se basaba en varias fibras: la lana de las ovejas y
también el lino, una fibra originaria del Mediterráneo que se cultivaba en zonas
húmedas. Otras fibras, traídas desde Oriente, fueron el algodón y la seda,
producidas por los musulmanes en diferentes zonas del Mediterráneo. El
proceso textil quedaba organizado en diferentes estadios entre el hilado de la
fibra, el tejido y las operaciones de acabado, abatanado y teñido. Cada estadio
lo realizaban artesanos diferentes y en talleres separados.

Mapa. 3.3. Centros textiles en la Europa del siglo XIII y ferias de Champaña

Fuente: Cipolla, (2003: 259 y 262)

Otro importante sector era el metalúrgico, destinado principalmente al


suministro de hierro, cobre, estaño, plata, etc. Las explotaciones mineras
estaban diseminadas por muchas regiones, pero el mineral debía pasar por un
proceso de refinado y preparación para la elaboración de útiles, objetos
diversos o monedas, en forjas y talleres. El hierro era el mineral más
demandado en cantidad y su utilización era múltiple, desde los usos agrícolas a
los militares. Los principales yacimientos se encontraban en el centro de
Europa y la zona de los Alpes, así como en Suecia, desde donde se distribuía
a centros especializados como Milán.

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Tabla 3.2. Duración del aprendizaje en el siglo XIII (París y Génova)

Años Oficios
París Génova
4 Panadero, cordelero, carpintero Pañero, hilandero
5 Sombrerero de piel Herrador, barbero, zapatero
remendón, albañil
6 Sombrerero, botones de cobre, Tintorero, hilador de oro, sastre
albañil
7 Sombrerero de fieltro Tornero, herrero, carpintero,
cardador, calderero de cobre
8 Sombrero de oro, cerrajero, Cerrajero, dorador, carnicero,
hilador de seda, encajero cuchillero
10 Tejedor de seda, tapicero, Platero, guarnicionero, espadero,
botonero, orfebre tonelero
11 Talabartero Arconero
Fuente: Epstein, Steven A. (1991): Wage, Labor and Guilds in Medieval Europe, University of
North Carolina Press, 142.

Los artesanos se agrupan en corporaciones, los gremios, según el oficio


que desempeñan. La producción de los talleres está dirigida por un maestro,
del que dependen varios oficiales y aprendices. A través de los gremios, los
maestros artesanos controlan la actividad fijando los precios y
reglamentos sobre la calidad del producto. Así impiden la competencia
interna y la intromisión de productos de otros lugares. El régimen gremial
también marca las condiciones de la formación y promoción profesional,
el paso de oficial, normalmente un asalariado, a maestro. Los gremios también
tenían funciones de solidaridad entre sus miembros, que garantizaban la
cohesión e influencia en la vida urbana.

El renacimiento de las ciudades, aunque fue general, se produjo con


mayor ímpetu en dos regiones: Italia y los Países Bajos. Italia había sido
durante el Imperio Romano el territorio más densamente urbanizado. Las
grandes ciudades del Imperio no llegaron a desaparecer, si bien su actividad y
su población se redujeron de forma notable. Tras la caída del Imperio, el Sur de
la península italiana siguió vinculado políticamente al Imperio bizantino. Tras la
conquista musulmana, dos ciudades, Venecia y Génova, tomaron el relevo del
comercio con Oriente. En la llanura lombarda al Norte, Milán y en la región
central de la Toscana, Pisa y Florencia se desarrollaron como importantes
núcleos urbanos vinculados a la industria textil, la metalurgia y el comercio.
Florencia desempeñó un papel central como centro pañero, que se dedicaba
tanto a la elaboración de tejidos de lana, con materia prima importada del norte
de África, y al acabado de los paños procedentes de los Países Bajos. Otra
ciudad, Luca, se especializó como principal centro de tejidos de seda.
Los Países Bajos fueron el otro territorio en el que se desarrolló una red de
ciudades. Los duques de Flandes a partir del siglo XI, establecieron en la
encrucijadas de las principales rutas comerciales pequeñas fortalezas con
guarniciones que prestaban seguridad y cobijo a los mercaderes. En torno a
ellas fueron surgieron “burgos” donde los comerciantes hacían noche y que
fueron el embrión de una serie de ciudades. El sufijo “burg” (incluido el de
nuestra ciudad de Burgos) que aparece en el nombre de muchas ciudades
europeas hace alusión a este origen.

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Tabla 3.3. Número de grandes ciudades en el mundo (estimación) 1000-1500


1000 1100 1200 1300 1400 1500
Ciudades de más de
(habitantes) 40.000 40.000 40.000 40.000 45.000 50.000
Europa occidental 2 4 8 13 13 15
Europa oriental 6 5 1 2 3 2
Rusia 1 1 1 3
Mundo islámico 20 23 30 25 19 13
Asia central 3 1 1 2 1
India y Sri Lanka 11 9 7 8 8 14
China 22 22 21 16 18 16
Japón 1 1 2 2 1
Corea 1 1
Sudeste asiático 2 2 2 4 6 4
Africa occidental 2 2 3
Norteamérica 1
Centroamérica 2 1 1 1 2 2
Sudamérica 1 1
Mundo 70 70 73 75 75 75
Fuente: Edward B. Barbier (2011) Scarcity and Frontiers: How Economies Have Developed
Through Natural Resource Exploitation, Cambridge UP, Cambridge, 160.

Una agricultura muy productiva generó una diversificación y


especialización que promovió centros artesanales orientados al textil y otros
oficios. Los tejidos flamencos, elaborados con lana inglesa, adquirieron un
gran prestigio en los mercados exteriores, destacando los denominados paños
gruesos, muy tupidos. Sobresalen Brujas, Gante e Ypres, desde donde se
extienden posteriormente a las regiones limítrofes de Brabante y Hainaut.
Esta expansión urbana y artesanal, con el establecimiento de mercados
regionales, tuvieron su enlace hacia el comercio a larga distancia, que
comunicó dos importantes polos internacionales de intercambio. Uno situado
en el norte de Europa, caracterizado por el tráfico de productos
voluminosos, donde confluían la lana inglesa, materia prima esencial para las
ciudades flamencas productoras de paños de alta calidad, la sal del golfo de
Vizcaya, los cereales madera, pieles y los salazones del Báltico y del mar
del Norte, junto con los productos metalúrgicos de las ciudades alemanas. El
segundo foco estaba centrado la zona sur, en la cuenca mediterránea,
destacando las ciudades italianas. Los principales centros comerciales fueron
Venecia y Génova, privilegiados en el comercio con Oriente que distribuían
textiles, especias y otros productos de alto valor hacia el norte, aunque
también comerciaban con productos muy diversos, como lana, sal, cereales o
esclavos por todo el Mediterráneo.
Por toda Europa se extendieron ferias especializadas, aunque las que
cobraron más fama fueron las de las localidades de Troyes, Provins, Bar-sur
Aube y Lagny, en la región de Champaña (Champagne), situadas en la ruta
entre Flandes y el norte de Italia, a las que los señores de la región dotaron de
diversos privilegios de seguridad y exenciones fiscales para estimular la
concentración de comerciantes, convirtiéndose en los principales centros
europeos de contratación durante los siglos XII y XIII (mapa 3.3). En estas
ferias, escalonadas a lo largo del año, se realizaban los intercambios y también
se efectuaban operaciones de cambio de moneda y la negociación de

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letras de cambio. La introducción de la letra de cambio reducía los


inconvenientes del transporte de moneda y permitía compensar los saldos del
comercio, al tiempo que suponía una vía de crédito que salvaba las
limitaciones de la legislación canónica, muy restrictiva hacia la usura. Desde la
segunda mitad del siglo XIII la apertura del estrecho de Gibraltar y la
posibilidad de comunicación directa por vía marítima entre Italia y el Atlántico
norte, junto con la competencia creciente de París, provocan la decadencia
de las ferias de Champagne.

Mapa 3.4 La Hansa y el comercio en el norte de Europa

Fuente: Elaboración propia a partir de Pounds (1987: 444)

Por otra parte, desde fines del siglo XIII cobra auge un circuito comercial en
el mar Báltico, asociado a los efectos de la expansión agrícola alemana hacia
el Este, que establece un intercambio de productos entre las diferentes
regiones del litoral, la costa rusa, Escandinavia, y se extiende hacia el mar del
Norte. Los productos son muy variados, aunque predominan los cereales,
madera, pieles, arenques, minerales y cera (mapa 3.4). Este circuito se
consolida a través de la formación de una liga de ciudades denominada
Hansa, que incluyó a mediados del siglo XIV entre 70 y 80 ciudades, de las
cuales las más importantes eran Hamburgo, Bremen, Lübeck, Rostock, Danzig,
o Riga. Esta asociación comercial contaba con centros de intercambio en
Brujas, Londres, Novgorod y Bergen, en donde los comerciantes gozaban del
privilegio de venta y residían en el mismo lugar. Esta liga tenía una asamblea o
dieta, que servía para transmitir las ordenanzas y la política a seguir.

Los comerciantes, aunque muchas ocasiones trabajaban de forma aislada,


a medida que los negocios se fueron haciendo cada vez más complejos y
voluminosos, articularon formas de asociación que tenía como objetivo la
disminución de los riesgos o la especialización en el desempeño de funciones.
En algunos casos se formalizaban simples pactos o acuerdos (rogadia) donde

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uno de los partícipes era transportista y el otro, comerciante, corría con el


riesgo de aportar el producto o el dinero. A la vuelta el comerciante debía
recibir el valor de la mercancía o bien el dinero que había prestado al
transportista, más un interés. Esta fórmula derivó en la formación de la
commenda en la que un comerciante realizaba ciertos encargos para otros a
cambio de una comisión o societas maris, la más utilizada por los
comerciantes italianos, por la que dos socios ponían partes del capital en
productos y uno de ellos se encargaba de su venta y la responsabilidad sobre
el producto. A la vuelta repartían los beneficios según el capital aportado.
También se generalizaron en el siglo XIII los instrumentos contables,
como los libros por partida doble, donde se asentaban los cargos y datas de
los negocios, así como las operaciones financieras en créditos y débitos. Las
casas de préstamo florecieron sobre todo en Italia, con una estructura familiar,
como los Peruzzi o los Bardi, que diversificaron sus actividades incluyendo el
préstamo a las monarquías europeas.

3.2.2 La repoblación de la Península Ibérica

Como parte de la expansión islámica por el Mediterráneo, en el año 711 se


produjo el desembarco de un ejército musulmán en el Sur de la Península.
La debilidad de las estructuras políticas del reino visigodo y la sumisión a los
musulmanes mediante pactos permitió el rápido control de la península por
parte de los invasores. Se establecieron principalmente en las zonas agrarias
más ricas: valle del Guadalquivir, valle del Ebro, litoral levantino y la
región situada en torno a Toledo, antigua capital del reino visigodo.
En la segunda mitad del siglo VIII surgieron, en las zonas montañosas
del norte de la península, una serie de núcleos de resistencia que, con el
tiempo, formarían los distintos reinos en que se dividiría la Península Ibérica a
fines de la Edad Media. En los casi cinco siglos que duró el proceso
repoblador, que siguió avance de los reinos cristianos frente a los
musulmanes, se sucedieron diferentes sistemas de ocupación del suelo que
tuvieron gran influencia en la configuración de la estructura de la propiedad de
la tierra en España. El avance fue más rápido en la parte occidental de la
península debido a la menor densidad del poblamiento musulmán. Al este de la
cordillera Ibérica existían fuertes concentraciones de población islámica en el
valle del Ebro y en todo el litoral levantino por lo que el avance cristiano
encontró una mayor resistencia (mapa 3.5).
Las distintas fases del proceso, lento y plagado de avances y retrocesos,
pueden sintetizarse esquemáticamente:
a) Siglos VIII-IX: repoblación de los territorios situados al Norte del Duero
y en el piedemonte pirenaico. La fórmula de ocupación fue la presura, en
la que pequeños grupos de campesinos, bien a iniciativa propia o bajo la
protección de un monasterio o noble, ocupaban y roturaban tierras
obteniendo por ello el reconocimiento de la propiedad de las mismas.
b) Siglo XI-mediados del XII: valle medio del Ebro, la zona de Tarragona
y los territorios comprendidos entre el Duero y los montes de Toledo.
En esta fase de la repoblación los monarcas asumieron la dirección del
proceso. Se delimitaron unidades administrativas –concejos– a cuyo frente
se colocaba un representante del monarca con capacidad para entregar
tierras a quienes deseasen adquirir la vecindad. El representante regio era

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asistido por un grupo de caballeros –milites– para la defensa del territorio


concejil. En este territorio, el alfoz o la tierra, se ubicaban aldeas
dependientes del concejo urbano, se instauró una propiedad de tipo medio
y se delimitaron amplios espacios –montes, pastos– para aprovechamientos
comunales. Estructuras agrarias que perdurarían hasta el siglo XIX.
c) Mediados del XII-principios del siglo XIII: valle del Guadiana y las
tierras del Maestrazgo entre Teruel y Castellón. Su repoblación se
encomendó a las Órdenes Militares (instituciones religioso-militares
semejantes a las surgidas en las Cruzadas). De Oeste a Este se
distribuyeron territorios entre las órdenes militares de Alcántara, Santiago,
Calatrava y Montesa. La baja densidad de población en estas zonas orientó
su explotación hacia usos ganaderos. Esto propició una estructura
latifundista de la propiedad.

Mapa 3.5 Fases de la ocupación cristiana en la Península Ibérica.

Fuente: Elaboración propia.

d) 1220-1280: se repoblaron los territorios más ricos de la Península –litoral


levantino hasta Murcia y Valle del Guadalquivir–. Estas zonas estaban
densamente pobladas por musulmanes, por lo que debieron ser ocupadas
tras duras campañas militares. Las tierras así conquistadas fueron
distribuidas entre quienes participaron en su conquista mediante el sistema
de repartimientos. Los oficiales reales inventariaban los bienes
conquistados, formaban lotes conforme al rango social de los
conquistadores y se los asignaban. Del reparto se excluían las tierras de
aquellos musulmanes –moriscos, en adelante– que permanecieron en ellas

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tras la conquista. Los miembros de la alta nobleza recibieron grandes


“donadíos”, origen del latifundismo andaluz.

En cuanto al aprovechamiento de las tierras repobladas, en las zonas


altas del interior se impuso una agricultura cerealista combinada con la vid y
el olivo cuando las condiciones climáticas lo permitían. En las tierras de cereal
predominaban los sistemas de cultivo basados en la rotación bienal –año y
vez–. Esa agricultura se complementó con los aprovechamientos ganaderos
basados en la utilización comunal de los montes y de los barbechos.
Las bajas densidades demográficas de las dos mesetas y Extremadura
permitieron el desarrollo de un tipo especial de explotación ganadera ovina
basada en la trashumancia. Esta suponía el desplazamiento estacional del
ganado según las disponibilidades de pasto en distintos territorios. Durante el
otoño los ganados transitaban por una red privilegiada de vías pecuarias –las
cañadas– hacia las tierras bajas de Extremadura, norte de Andalucía y norte de
Murcia en busca de pastos de invierno. Durante la primavera desandaban el
camino para volver, a través de los puertos del Sistema Central, a los pastos
de montaña de León, Asturias y Cordillera Ibérica. Esta forma de explotación
ganadera recibió la protección de los monarcas castellanos con la constitución
en 1273, por Alfonso X, del Honrado Concejo de la Mesta. Los rebaños
trashumantes eran de ovejas merinas, raza que producía una lana de
excelente calidad, cuya producción se orientaba en su mayor parte hacia la
exportación a los mercados de los Países Bajos.

Frente a este sistema agrario de las tierras del interior, en el valle del
Guadalquivir y en Murcia se mantuvieron los sistemas intensivos de
regadío, gracias a que la mayor parte de los hortelanos musulmanes
permanecieron en sus tierras tras la conquista cristiana. Este tipo de agricultura
alcanzó altas cotas de productividad.

En la corona de Aragón, el fin de la conquista en la península alentó la


expansión por el Mediterráneo, desde las Baleares a Cerdeña y Sicilia, con
un crecimiento notable de las actividades agrarias, artesanales y comerciales,
apoyadas en el intercambio con Oriente y el norte de África. El auge agrario
descansa en buena medida en el mantenimiento de amplios contingentes de
población mudéjar, sobre todo en las zonas de cultivo intensivo. El
florecimiento urbano se observa en la proliferación de artesanías y la
edificación gótica. Destacan ciudades portuarias como Palma, Barcelona y
Valencia, que llegan a su máximo nivel en el primer tercio del siglo XIV.

3.2.3 La expansión económica en China durante la dinastía Song (960-1279).

En Asia, el crecimiento demográfico también supuso la ocupación de


nuevas tierras, así como la incorporación de nuevas variedades de
cultivos, como sucedió con la expansión de especies de arroz de crecimiento
rápido en diferentes zonas de Asia Oriental y del sur, aumentando la
productividad y permitiendo un importante incremento demográfico. Asia
seguía siendo la zona de mayor productividad agraria y con un mayor

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desarrollo económico. En China, el ascenso de la dinastía Song se produjo a la


vez que arreciaban las acometidas de pueblos nómadas del norte, que
ocasionaron grandes desplazamientos de población hacia el sur. Hubo un
cambio de centro económico desde las llanuras septentrionales a la zona
del Yang-tzé, con un notable incremento de la densidad de población. Para
responder a estos problemas, el gobierno chino inició desde comienzos del
siglo XI una política de desarrollo agrícola incentivando la introducción de
variedades de arroz de rápido crecimiento, que permitía obtener una doble
cosecha de arroz, o bien en un mismo año una de arroz y otra de trigo.
Además se pusieron en marcha medidas fiscales y ayudas financieras
destinadas a estimular la producción agraria.
Todas estas medidas se acompañaron de una expansión a gran escala
de la superficie cultivada, desecando zonas pantanosas y construyendo
terrazas o bancales en las colinas, que se combinó con el levantamiento de
infraestructuras de irrigación, como canales y diques.
La expansión agraria, que se ha considerado una verdadera revolución,
estuvo basada en una elevada productividad, permitió la especialización y los
intercambios, así como la extensión de la industria rural. En cuanto a las
fibras textiles, la industria de la seda, hasta entonces principalmente localizada
en ciudades y bajo control oficial, se extendió rápidamente en las provincias
sudorientales con el cultivo de las moreras. La seda era tejida en los hogares
campesinos, donde los intermediarios aportaban la materia prima, pagaban a
las mujeres por su trabajo y comercializaban el tejido. La fibra más extendida
entre la población era el cáñamo y también se extendió el uso de algodón, que
se abarató gracias a la expansión de su cultivo.
El desarrollo técnico agrario y la productividad creciente de las agriculturas
basadas en el arroz están estrechamente vinculados a la pequeña producción
de artículos de consumo. Pero también se experimentó un verdadero auge en
otras industrias, como el hierro, que atendía a las demandas militares, pero
también para aperos agrícolas y la acuñación de monedas. En esta época se
alcanza una elevada producción de hierro en hornos que se alimentan
con carbón mineral, procedente de las regiones del norte. Otra novedad
importante consistió en la invención de la imprenta, lo que incrementó la
difusión de la literatura y del papel moneda, un recurso desconocido en
Europa. La organización de la producción también estaba articulada en
gremios, que se agrupaban según los oficios en espacios urbanos concretos,
como en el caso europeo. Entre las técnicas mercantiles utilizadas era común
el uso de letras de cambio.
Asimismo, durante este periodo se estimuló el comercio a larga distancia
llevado a cabo por mercaderes chinos, que surcaron las rutas marítimas en
dirección al océano Índico. Este espacio marítimo se convirtió en el principal
foco de intercambios, una vez que se habían conectado los productos
procedentes de África oriental (esclavos, oro, marfil) con la obtención de
incienso para el culto desde la Península Arábiga, o las especias de la India e
Indochina. China exportaba porcelanas y seda como principales
productos.

3.2.4. La construcción de una red mercantil integrada en el siglo XIII a escala


mundial y el auge de los mongoles

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La fase de crecimiento en distintas zonas de Asia culmina a mediados


del siglo XIII, coincidiendo con la irrupción de los mongoles, pueblos
pastores de Asia nororiental que se extienden por todo el continente en varias
oleadas de invasiones iniciadas bajo el reinado de Gengis-Khan a comienzos
del siglo XIII y continuadas por sus sucesores, que se reparten el imperio y
extienden sus territorios hacia el sur y el oeste de Asia, saqueando Bagdad en
1258 y acabando con la dinastía Song en China en 1279. También
penetran en el este de Europa afianzando su poder en Rusia con los tártaros
de la Horda de Oro. La expansión de los mongoles supuso por otro lado la
conformación de un gran espacio unificado que hizo posible la seguridad del
comercio por grandes extensiones de Asia. Los mongoles instauran la
dinastía Yuan en China desde mediados del siglo XIII, lo que supuso una
nueva fase de crecimiento y estabilidad para el país, donde se revitalizaron el
comercio y la vida urbana, como reflejan los testimonios de Marco Polo.

Mapa 3.6. La economía mundo a fines del siglo XIII

Fuente: Marks (2007: 57), basado en Abu-Lughod

Durante el siglo XIII, el crecimiento demográfico y la especialización


productiva, junto a la acumulación de la renta entre los grupos dirigentes de
los distintos territorios, habían extendido las redes mercantiles. La
historiadora Janet Abu-Lughod observó el funcionamiento de una economía-
mundo, con la integración de los circuitos comerciales que se extendían por
buena parte de Europa, Asia y África Oriental a través de tres vías marítimas:
el Mediterráneo, el océano Índico y el mar de China, y una “gran autopista”
terrestre que iba del mar Negro y Oriente Medio hasta China oriental (ver
mapa 3.6). Este circuito mundial se completaba mediante el tráfico de las
caravanas que desde el norte de África atravesaban el desierto del Sahara
en busca de oro y esclavos, donde prosperaba el reino de Mali, enclavado
entre el Atlántico, el desierto y el valle de Níger. En el siglo XIV Mali se
convirtió en un estado musulmán. De igual modo, la penetración musulmana

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desde Egipto se extendió por Nubia y el actual Sudán, y sólo Etiopia


resistió, como reino cristiano, la influencia islámica.
La búsqueda de oro en África suroriental, la actual Zimbawe, a través del
enclave costero de Sofala también había impulsado la islamización desde el
siglo XI, donde se observa la proliferación de mezquitas construidas a lo largo
de la costa oriental hasta el sur del actual Mozambique.
Toda el área comercial del Índico fue cada vez más influenciada por los
mercaderes musulmanes, que con más asiduidad surcaban los distintos
trayectos. El Índico era el principal circuito mundial de intercambios, donde
tenían interconexión los productos, sedas y porcelana, que desde China
atravesaban el estrecho de Malaca hacia el golfo de Bengala, con los
procedentes de las distintas regiones de India y el sudeste asiático, donde
sobresalían tejidos, tintes y especias, y los que llegaban desde la costa arábiga
y África Oriental.
En el siglo XIII, por tanto, se estableció un sistema comercial
policéntrico, pues no había ninguna zona central o de dominio sobre el resto.
Aunque en algunos casos existía una hegemonía regional, como los mongoles
en Asia a fines del siglo XIII, no planteaban una dominación global. Cada
circuito regional contaba con centros ricos desarrollados y periferias agrarias y
productoras de materias primas, a su vez interconectadas en redes mercantiles
de menor radio.

3.3 Las condiciones de la crisis mundial del siglo XIV

A fines del siglo XIII se observó en Europa una tendencia decreciente


en el ritmo de expansión. Había finalizado el movimiento colonizador y, en un
contexto de incremento demográfico, la producción agraria comenzó a dar
signos de debilitamiento por el agotamiento progresivo de los terrenos de
cultivo, derivado de la escasa dotación de abono y la explotación de tierras
marginales de peor calidad, al mismo tiempo que se producía el alza los
precios de los alimentos y de las rentas que debían pagar los campesinos
a los señores. El aumento de la renta feudal presionó sobre las economías
campesinas, que redujeron sus posibilidades de compra de manufacturas
y por tanto la actividad artesanal. Además, el exceso de población
empobrecida en el campo salía a las ciudades buscando alguna vía de
ocupación, presionó a la baja los salarios urbanos. En consecuencia, la
fragilidad de las economías campesinas se trasladaba a la esfera de los
intercambios, provocando la inestabilidad de los circuitos comerciales. El
esquema (figura 3.4) ayuda a comprender esta dinámica.

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Figura 3.4. Límites de crecimiento en las economías preindustriales

Fuente: Elaboración propia

Estas circunstancias empeoraban con coyunturas ocasionales


provocadas por malas cosechas, como las que sucedieron en Europa entre
1315 y 1317 por inclemencias climáticas relacionadas con el inicio de una
“pequeña edad de hielo”, que habría supuesto la reducción de las
temperaturas y la desaparición de algunos cultivos en el norte de Europa, como
el viñedo. En Asia el cambio de coyuntura a partir del siglo XIV se reflejó por
ejemplo en zonas del Sudeste, y en particular la decadencia del imperio khmer
en Camboya, y posteriormente la inestabilidad que atravesó China, con
episodios de hambrunas, como las que tuvieron lugar en torno a 1325 y en la
década de 1340. A estas condiciones económicas se añadía una extensa
inestabilidad política, con el impacto de la guerra de los Cien Años entre
Inglaterra y Francia, que se extendió principalmente por territorio francés, o las
sublevaciones que en China acabaron con la dinastía Yuan en 1368,
dando paso a la dinastía Ming. En el Mediterráneo oriental se consolida el
poder de los turcos otomanos, pueblo nómada originario de Asia central, que
van ocupando una zona cada vez más extensa a costa de los emiratos árabes
y los restos del imperio bizantino.
Un factor exógeno tuvo un impacto tremendo sobre las economías
medievales: la propagación de la Peste Negra. La peste, con sus bacilos
transportados por las ratas domésticas, tuvo sus principales fases de
propagación en China durante la década de 1330 y se trasladó a Occidente
por las vías comerciales controladas por los mongoles. Desde Caffa, enclave
genovés del mar Negro famoso por su mercado de esclavos, fue transferida a
Sicilia a través de navíos genoveses en la primavera de 1348 y desde aquí se

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fue extendiendo por Europa (mapa 3.7). Los principales centros urbanos
facilitaron la expansión debido a las malas condiciones de salubridad. La crisis
duró varios años y se produjeron episodios recurrentes en la segunda mitad del
siglo.

Mapa 3.7 Difusión de la peste negra (1346-1353)

Fuente: Byrne, Joseph Patrick ed. (2003): Encyclopedia of Pestilence, Pandemics, and Plagues,
Greenwood Press, Westport (CT)

El primer efecto de la epidemia fue la tremenda mortalidad que


generó, lo que llevó a un hundimiento de la actividad económica, tanto de la
producción como del consumo. Los cálculos más moderados estiman en una
caída de un 25% en la fuerza de trabajo disponible, convirtiendo la mano de
obra en un factor escaso. Ello afectó a las bases de la renta feudal, anclada
en los ingresos generados en la tierra, ya que la brusca caída de campesinos
hundió los ingresos de los señores feudales. Pero también repercutió en el
abandono de las tierras de menores rendimientos. La caída de la demanda
originó un descenso continuo de los precios.
El impacto de la crisis demográfica afectó a la estructura social. La
nobleza, sector dominante, vio descender sus fuentes de renta e intentó
mantener sus privilegios por la fuerza frente a los campesinos que, a su vez, se
encontraban en una posición ventajosa debido a su mayor poder de
negociación: el trabajo se había convertido en el factor escaso. Los intentos
de mantener los privilegios feudales fueron contrarrestados por episodios
de resistencia campesina, como la revuelta inglesa de 1381, que terminaron
en muchos casos con la abolición de antiguas cargas serviles y la mejora de

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sus contratos de arrendamiento. Por otro lado, la crisis de la nobleza supone


una oportunidad para que las monarquías fortalezcan su posición
aprovechando las rivalidades señoriales.
Las explicaciones de la crisis son diversas, y no hay acuerdo entre
los historiadores sobre cuáles fueran exactamente sus causas. Básicamente,
hay tres tipos de explicaciones:
a) Explicación maltusiana: Tras la expansión medieval, la economía
europea, con una tecnología agrícola estancada y habiendo puesto en
producción incluso las tierras menos productivas, se encontraría en el límite
de sus posibilidades de producción, es decir, se entró en una fase de
rendimientos decrecientes. El restablecimiento el equilibrio población
recursos se produjo al ponerse en marcha lo que Malthus denominó
“frenos positivos” de la mortalidad catastrófica, desencadenados por la
peste.
b) Crisis del sistema feudal: otros autores, entre ellos Guy Bois, señalan que
las caídas en los rendimientos agrarios generaron una presión de los
grupos dominantes de la sociedad feudal (señores y eclesiásticos) sobre
los campesinos, lo que colocó a estos en el límite de la subsistencia.
En esta situación, las economías campesinas fueron más vulnerables ante
el avance de la epidemia o las inclemencias del clima.
c) Crisis de integración. Según la interpretación de Stephen Epstein, en
realidad la crisis fue fruto de la expansión anterior. Con el avance del
comercio y los mercados a partir del siglo XI, aumentaron las presiones
para reducir los costes de transacción (los derivados del establecimiento
de una relación económica entre dos agentes, como la búsqueda de
información, la negociación del precio, la distribución de la mercancía, las
garantías legales, etc.). Para ello resultaba muy conveniente el
fortalecimiento de los Estados, pues podían garantizar la estabilidad de
las normas, el mantenimiento del orden y de la seguridad en territorios más
amplios, frente a la fragmentación política del feudalismo. Este
proceso, desencadenado con anterioridad, se vio acelerado por los
efectos de la Peste Negra, y convirtió una crisis demográfica en una crisis
general.

Lo cierto es que la crisis del siglo XIV supuso una reorganización del
sistema feudal. Los campesinos de Europa occidental habían mejorado
sensiblemente su situación, logrando que desapareciera la servidumbre, y
convirtiéndose en arrendatarios de las explotaciones que cultivaban. La
nobleza reordenó su estrategia de obtención de renta, acercándose a las
nuevas fuentes de ingresos derivadas de la consolidación de monarquías
centralizadas y sus aparatos fiscales . Pero en cualquier caso, los campesinos
y trabajadores de muchas zonas de Europa occidental conocieron una fase de
elevación de los ingresos reales. En Europa oriental, sin embargo, la crisis
no supuso la mejora de los campesinos, sino que fortaleció las condiciones
de servidumbre. En otras zonas del mundo el impacto también fue
importante, como en Egipto, donde la escasez de mano de obra desarticuló el
sistema agrario basado en el trabajo intensivo y el mantenimiento de los
sistemas de irrigación, originando una caída de productividad que
repercutió negativamente sobre los ingresos campesinos y llevó a un paralelo

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reforzamiento del poder de los terratenientes, apoyados por el Estado


mameluco.

En consecuencia, las transformaciones que se produjeron en el siglo XIV


concluyen en Europa occidental con un importante cambio en el sistema
feudal, que fortaleció el sistema de monarquías nacionales que se
consolidan a partir del siglo XV, en tanto que en Asia se establecen
imperios centralizados con una amplia base territorial, como el caso de la
dinastía Ming en China, el imperio Otomano en el Mediterráneo oriental o el
imperio Mughal en la India, que marcan las pautas de su economía durante
los siglos siguientes. Paralelamente, en la América aún no conectada con el
resto del mundo se habían consolidado importantes civilizaciones que habían
dado lugar a imperios extensos, como el azteca en la zona de Mesoamérica y
el inca en el altiplano de los Andes. Europa se volcaba hacia el exterior por vía
marítima, mientras que China, hasta entonces primera potencia en la
expansión naval, concluyó su expansión ultramarina en la década de 1430.
Estos factores serían cruciales para la historia mundial y el desarrollo
económico en los siglos venideros.

3.3.1. La crisis bajomedieval en la Península Ibérica.

La Península Ibérica no quedó al margen de las dificultades que


atravesaron otros territorios europeos en el siglo XIV. Malas cosechas,
carestías y hambres han quedado reflejadas en las crónicas de los diferentes
reinos peninsulares. En el 1348 se detectaron los primeros casos de peste en
Palma de Mallorca, desde allí la epidemia se extendió a los puertos de
Barcelona y Valencia penetrando posteriormente hacia el interior. Las
investigaciones realizadas hasta el momento muestran como la peste afectó
con mayor intensidad a los territorios de la Corona de Aragón en especial
a los territorios litorales.
Con la crisis del siglo XIV se inició la decadencia del comercio catalán
en el Mediterráneo. Los enfrentamientos con Génova se hicieron más
frecuentes y, finalmente, la escuadra catalano-aragonesa sufrió una seria
derrota en la batalla de Ponza (1435). La decadencia del comercio catalano-
aragonés en el Mediterráneo tras la crisis del siglo XIV es un fenómeno muy
complejo, en el que intervinieron múltiples factores.
Además, durante el siglo XV comenzaron a penetrar en el Mediterráneo
marinos y comerciantes procedentes de la Corona de Castilla -vascos,
gallegos, andaluces-, que llevaban lana castellana a los puertos italianos.
En la depresión también tuvieron un lugar importante las dificultades que
atravesó la Hacienda Real en la Corona de Aragón y, en concreto, la
emisión de deuda pública vitalicia (violaris) a un interés del 14 por cien y de
deuda perpetua (censals) a un interés del 7 por cien. Para gestionar estas
emisiones de deuda se crearon una serie de bancos públicos denominados
Taulas de Canvi. Ello supuso la monopolización del negocio bancario por
estas instituciones públicas poniéndolo al servicio de la financiación de la
deuda. Esto aumentó las dificultades de artesanos y mercaderes para acceder
al crédito. Las emisiones de deuda contribuyeron a transformar un país de
empresarios y comerciantes en un país de rentistas.

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Los territorios de la Corona de Castilla sufrieron con menor intensidad las


epidemias de la segunda mitad del siglo XIV. El proceso de recuperación se
inició a comienzos del siglo XV. El descenso de población y la consiguiente
disminución de la oferta de mano de obra agrícola contribuyeron a mejorar la
condición de los campesinos no propietarios, ya que los señores se vieron
obligados a mejorar las condiciones de los contratos. Se generalizaron los
contratos de larga duración –censos enfitéuticos–, en los que la renta
permanecía fija por largos períodos de tiempo. En muchos casos estas
rentas estaban expresadas en maravedíes; la devaluación del maravedí a lo
largo del siglo XV permitió a los campesinos mejorar su situación.
Las pérdidas sufridas por los señores, como consecuencia del
establecimiento de este tipo de contratos, quedó compensada en parte por la
extensión en la Corona de Castilla de cesiones de señoríos jurisdiccionales
y rentas e impuestos pertenecientes a la Hacienda Real. Los señoríos
jurisdiccionales suponían la cesión del poder del rey sobre un
determinado territorio en beneficio de un noble. Esta cesión comportaba la
capacidad para ejercer justicia y recaudar tributos.
Se creó un sistema impositivo, que junto con antiguos tributos de carácter
feudal, contaba con importantes impuestos sobre el comercio exterior
(aduanas, los diezmos de la mar o los almojarifazgos); sobre el consumo
como las "sisas" y sobre las transacciones comerciales como la alcabala,
tributo de origen musulmán que aparece ya en algunas ciudades castellanas
en el siglo XIII, pero que fue implantado, con carácter extraordinario primero y
ordinario después, por Alfonso XI a partir de 1345. La alcabala gravaba las
transacciones comerciales con un 5 por cien al principio y un 10 por cien a
partir del siglo XV.
Todos estos impuestos de cobro ordinario se completaban con la
recaudación extraordinaria, cuando las necesidades lo exigiesen, de
"servicios" concedidos por las Cortes. La renovación del sistema
impositivo castellano en los siglos XIII-XIV, además de permitir la
transferencia de rentas a la nobleza, retrasó hasta fines del XV el recurso
sistemático al endeudamiento de la Hacienda.
A fines de la Edad Media la situación de la Península se caracterizaba por
la lenta recuperación de los territorios de la Corona de Aragón, junto a una
Corona de Castilla en expansión, abierta a los cambios que estaban
teniendo lugar en el Atlántico. Una economía que se debatía entre dos
alternativas: la de consolidarse como una economía dependiente de sus
exportaciones de lana; o una economía con un fuerte sector
manufacturero con predominio del textil. Este enfrentamiento quedó
claramente reflejado en la demanda, presentada por los fabricantes de paños
en las Cortes de 1438, de que se restringiese la importación de paños
extranjeros y se prohibiese la exportación de lana. Dado que esto iba contra los
intereses de los grandes ganaderos y comerciantes dedicados a la exportación
de lana, hubo que esperar a 1462 para que Enrique IV obligase a reservar
un tercio de la producción de lana para atender a la industria textil
castellana.
Con el matrimonio en 1469 de Isabel I de Castilla (1476-1504) y Fernando V
de Aragón (1479-1516) tuvo lugar la unificación de las coronas castellana y
aragonesa. En 1512 se produjo la anexión del Reino de Navarra. Estos
procesos no condujeron a la aparición de un Estado uniforme, sino que

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cada uno de los territorios mantuvo, leyes, instituciones y sistemas


fiscales propios.

5. Resumen

A lo largo de este tema hemos considerado:


a) La evolución económica de un extenso marco geográfico dominado por las actividades
agrarias y ganaderas.
b) La existencia de algunas regiones de agricultura muy productiva basada en el cultivo de
arroz (algunas zonas de China y regiones ribereñas del océano Índico), que permite mayores
densidades de población, mientras Europa se basa en una agricultura en buena parte de
subsistencia dominada por el cultivo de secano de trigo y otros cereales.
c) La aparición en Europa del sistema feudal, con un largo periodo de estancamiento al que
sigue otro de crecimiento económico que le permite integrarse en el circuito mundial de
intercambios.
d) El papel del mundo musulmán como intermediario privilegiado en estos circuitos, al
dominar las principales rutas de los intercambios, los circuitos marítimos que conectan el
Mediterráneo, el océano Índico y el Extremo oriente.
e) La existencia de una fase de expansión en Europa entre los siglos XI y XIV, ligada a la
ocupación de nuevas tierras, la aparición de ciudades especializadas en el comercio y la
manufactura y el crecimiento del comercio.
f) El papel de la crisis de mediados del siglo XIV como gran catástrofe demográfica y social
que cierra el ciclo de expansión, emblematizada en la Peste Negra de 1347-1352.
g) La reorganización del sistema feudal en la salida de la gran depresión bajomedieval, y el
fortalecimiento de monarquías nacionales que anuncian una nueva fase, donde la apertura hacia
otros continentes será el rasgo más novedoso.
h) La trayectoria opuesta de China, la gran civilización oriental, que se articula políticamente
en forma de un gran imperio aunque cerrado hacia el exterior.
i) El papel de la economía de los reinos hispánicos medievales y su confrontación con la
economía de al-Ándalus.

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6. Conceptos básicos

relaciones personales de dependencia jurisdicción


sociedad estamental privilegio
gran dominio economías autárquicas
manso reserva señorial
corvea rotación bienal (año y vez)
diezmo hoja de cultivo
barbecho rotación trienal
propiedad Mesta
parcela Mortalidad catastrófica
bienes comunales rendimientos decrecientes
burgos feria comercial
gremio commenda
letra de cambio costes de transacción

7. Referencias

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A. D. 1250-1350, Londres, Oxford University Press.
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de una crisis sistémica, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva.
CIPOLLA, Carlo M. (2003): Historia económica de la Europa preindustrial,
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DUBY, Georges (1979): Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la
economía europea, Madrid, Siglo XXI.
JONES, Eric L. (1997): Crecimiento recurrente: el cambio económico en la
historia mundial, Madrid, Alianza.
MARKS, Robert M. (2007): Los orígenes del mundo moderno. Una nueva
visión. Barcelona, Crítica.
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