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GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO

 El capítulo IV de la Constitución Política de la


República establece cuatro ámbitos diferenciados,
 El del presidente de la República,
 El relativo a los ministros de Estado,
 Administración Pública y
 Estados de Excepción Constitucional.
EL PRESIDENTE

Gobierno y sistema Presidencial


Para Linares Quintana, gobierno es "la organización mediante la cual la voluntad del Estado
es formulada, expresada y realizada... la organización específica del poder constituido en y
por el Estado y al servicio del Estado.
En nuestro Ordenamiento siempre ha existido una clara tendencia a los gobiernos
Presidenciales, con una duración determinada en el cargo y elegido por sufragio universal.
Las CPR de 1833 y 1925 han sido Presidencialismos fuertes.
Sólo a través de una interpretación que se hace de la CPR de 1833 se muta el sistema
presidencial por uno de carácter Parlamentario, existiendo un quiebre institucional, la
Guerra Civil de 1891 y el derrocamiento de Balmaceda. Se permite
que los parlamentarios puedan hacer efectiva la responsabilidad
de los ministros, exigiendo la renuncia y haciéndose habitual.
La CPR de 1925 es presidencialista marcadamente, en base a la experiencia anterior. Se
toman los resguardos para asegurar la separación de poderes. Además, se contempla que los
ministros no tienen responsabilidad política ante las Cámaras, no necesitan la confianza de
las cámaras para permanecer en sus funciones, sino que, del presidente de la República, a
su arbitrio.

SISTEMA DE GOBIERNO PRESIDENCIALISTA


La Carta de 1980 mantiene un sistema de gobierno presidencial reforzado, o
presidencialista, caracterizado por un desequilibrio entre las atribuciones del Presidente de
la República y del Congreso Nacional, a favor del primero, que se manifiesta de manera
principal en el ámbito de las potestades legislativas, donde el Presidente de la República es
un verdadero colegislador según lo señala el art. 32 de la CPR.

Presidente de la República
En la Constitución, no aparece explícitamente señalado que es un sistema presidencial. Se
deduce de la forma que está estructurado el ejercicio del poder, todas las características que
ofrece la constitución se condicen con el Gobierno Presidencial.

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La voz presidente de la República se comienza a usar por ley de 14 de julio de 1826, y lo
utilizó por primera vez don Manuel Blanco Encalada.
Antes de eso se habla de director Supremo.
En la Constitución de 1833, incluso de 1925, se habla de presidente, pero además se le
considera como Jefe Supremo de la Nación, quedando eliminado con la Constitución de
1980.

TC en sentencia Rol N°1867 de 2010


Esto lo hace en tres puntos:
1) El primero de ellos, tiene relación con que el presidente es electo por la ciudadanía.
Como sabemos, en el sistema parlamentario el gobierno se forma a partir de un acuerdo del
parlamento. En cambio, en el sistema presidencialista el presidente se elige y esto está,
precisamente, regulado en los artículos 26 y 30 de la CPR.
2) Otra característica que permite al TC señalar que tenemos un sistema presidencialista, es
que los ministro no se conforman en un gabinete, sino que son elegidos
individualmente por el presidente y son de su exclusiva confianza. No existe un
gabinete que de alguna manera sea político en el sistema presidencialista, sino que tienen
un vínculo directo con el presidente y se mantienen en el cargo en la medida en que el
presidente lo considere pertinente.
3) Finalmente, el presidente no puede disolver las cámaras, no existe una atribución en
ese sentido como sí existe en el sistema parlamentario de adelantarse a los ciclos electorales
por el cambio de mayoría política. En su versión original, en la constitución de 1980 si
existía esta atribución, reformada en el 89 que llevó a articular la transición a la
democracia.
Estas tres características, según el TC, permiten articular el sistema presidencialista y al
presidente como eje de la administración del estado.

El Presidente de la República cumple con dos cargos, según el Art. 24 de la CPR


El Régimen Político de Chile, es presidencial, Jefe de Gobierno, porque el Primer
Mandatario de la Nación tiene facultades gubernamentales o políticas y administrativas, sin
perjuicio de lo cual es el Jefe de Estado, que representa a la Nación en lo interno
(soberanía interna) y está dotado, además, del ejercicio de la soberanía externa. En virtud
de ella conduce la política exterior del Estado y contrata con las potencias y países
extranjeros.
Como dijimos, el Régimen Político chileno no sólo es presidencial de Gobierno, sino que
tiene el sello de “Presidencialista” por las tan importantes facultades con que cuenta el
Presidente de la República, superiores a su congénere del sistema Presidencial clásico de
los Estados Unidos de América, como veremos.
Efectivamente, como lo precisa el inciso 2°, del Art. 24, la autoridad presidencial se
extiende a la conservación del orden público en el interior de la República (estados de

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excepción constitucional, Arts. 39 al 45) y la seguridad externa del país (facultades
internacionales, bélicas y castrenses del Jefe de Estado, Art. 32, N° 15, 16, 17, 18 y 19).
No obstante críticas varias de carácter decimonónicas, soy partidario del Régimen
Presidencialista imperante. Nuestra historia demuestra que cuando la autoridad presidencial
fue debilitada (Pseudo parlamentarismo, de 1891 a 1924), o ideologizada (por los Partidos
Políticos, de 1964 a 1973), la Nación vivió crisis políticas, económicas y sociales
impresionantes.

MENSAJE PRESIDENCIAL
El Art. 24, de la Constitución, modificado por la Ley 20.005, y luego modificado por la Ley

21.011 contiene un nuevo inciso tercero, que señala:
“El 1 de junio de cada año, el Presidente de la República dará cuenta al país del
estado administrativo y político de la Nación ante el Congreso Pleno.”
El objetivo de esta reforma fue institucionalizar el llamado “mensaje presidencial”, ante el
Congreso Pleno, presidido por el Presidente del Senado.
Mediante la modificación, el Jefe de Estado dará cuenta al Congreso Nacional del estado
político y administrativo de la Nación cada 1 de junio y el término “ante el Congreso
Nacional” (ello implica “delante de” o “en presencia de”) de acuerdo con la RAE y supone
su presencia física. Recordemos que hasta la vigencia de este nuevo precepto la lectura del
mensaje presidencial ante el Poder Legislativo constituía una costumbre constitucional e
incluso, el Presidente de la República, don Carlos Ibáñez del Campo, en su primera
administración, el año 1930, envió el mensaje correspondiente al Congreso mediante un
oficio.
Desde esa fecha, no obstante, el Jefe de Estado ha dado cuenta al Congreso Nacional
reunido en pleno, de su gestión.

Requisitos para ser Presidente de la República


Se establecen 3 requisitos copulativos
 Nacionalidad Chilena: de acuerdo con lo dispuesto a los números 1 y 2 del Art. 10.
Caso de ius solis, ius sanguinis. Se reforma el 2005, eliminando la necesidad de
nacer en el territorio chileno. Se exige que la ascendencia sea Chilena, porque debe
existir un vínculo real y efectivo con el país. No se contempla la nacionalidad por
gracia ni por carta de nacionalización
 Edad: es criticado. En Latinoamérica abarca desde los 21 a los 45 años.
Anteriormente en Chile fue de 30, luego de 40, pero se opta por fijarlo en 35 años.
 Demás calidades para ser ciudadano: No pueden serlo los inhabilitados
condenados por pena aflictiva, interdictos, etc. Concordancia con el Art. 16.
Condena por delito que merezca Pena Aflictiva Pérdida de la Nacionalidad, Art. 17.

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Duración del mandato, Inciso 2° del Art. 25:
 CPR de 1833: 5 años con reelección inmediata
 1871: se mantienen los 5 años, pero sin reelección inmediata
 CPR de 1925: establece 6 años sin reelección inmediata
 CPR de 1980: inicialmente establece 8 años sin reelección inmediata, pero que
nunca se cumplió
 Reforma de 1989: Se estima que era un período muy extenso y bastante
"antidemocrático”, señalando que se necesita reformar. Se dicta una Disposición
Transitoria que la persona electa en 1990 gobernara 4 años, siendo Aylwin el primer
Presidente bajo esta disposición.
 Reforma de 1994: Se señala que 4 años es un período muy acotado, dejándolo
nuevamente 6 años, para los períodos de Frei y Lagos.
 Reforma de 2005: se vuelve a retomar la idea de los 4 años, sin reelección,
agregando el artículo 30, en su inciso primero, que “el Presidente cesará en su cargo
el mismo día en que se complete su periodo y le sucederá el recientemente elegido
junto con la conveniencia de hacer simultáneas las elecciones parlamentarias.
Además, era una forma de prevenir el cambio de congreso, buscando permitir la
gobernabilidad. Además, se busca por un criterio económico.
 Debate actual: ¿volver a la reelección?

Residencia
El Presidente de la República no podrá salir del territorio nacional por más de treinta días ni
a contar del día señalado en el inciso primero del artículo siguiente, sin acuerdo del Senado.
(art.19 N° 7) restricción de su libertad de movilización. (debiendo dejar un subrogante con
el cargo de vicepresidente de la República)
En todo caso, el Presidente de la República comunicará con la debida anticipación al
Senado su decisión de ausentarse del territorio y los motivos que la justifican.

Elección presidencial
La elección se realiza por votación directa, en un colegio electoral único, de carácter
nacional.
Si en la votación uno de los candidatos obtiene la mayoría absoluta de los sufragios
válidamente emitidos,
(50,1%) excluyendo votos nulos y en blanco, que se consideran como no emitidos, ese
candidato es proclamado Presidente de la República (Presidente Electo).
Si a la elección se han presentado más de dos candidatos y, en la primera votación, ninguno
de ellos alcanza el quórum constitucional, se procede a una segunda votación, circunscrita a
los candidatos que hubieren obtenido las dos más altas mayorías relativas, resultando electo
aquel de los candidatos que obtenga el
mayor número de sufragios, también con exclusión de votos nulos y en blanco.

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La segunda votación se lleva a efecto el cuarto domingo después de efectuada la primera.
La Constitución exige, para pasar a la segunda vuelta, que se hayan presentado más de dos
candidatos a la elección, y ninguno de ellos alcance el quórum constitucional, dado que si
fueran solo dos candidatos
normalmente uno de ellos alcanzará la mayoría absoluta de sufragios. La única posibilidad
que, entre dos candidatos, no se alcance el indicado quórum, es la hipótesis del empate
matemático, cuestión que resulta casi imposible y que la Carta no contempla.
Sin embargo, la Carta sí se pone en el caso de un empate, muy improbable, en todo caso, en
la segunda mayoría relativa, pues admite la posibilidad que sean más de dos candidatos los
que se enfrenten en la segunda votación y, en tal caso, el triunfo corresponderá a quien
obtenga simple mayoría.
Como se lee en el art. 26, no pasan a la segunda vuelta los dos candidatos que hubieren
obtenido las primeras mayorías relativas, sino los candidatos –cualquiera fuere su
número- que hubieren obtenido las dos primeras mayoría relativas.
Si entre la primera y la segunda votación muere alguno de los candidatos, no se realiza la
segunda vuelta, sino que el Presidente de la República debe convocar a una nueva elección,
dentro del plazo de 10 días de ocurrido el deceso. La elección se celebrará noventa días
después de la convocatoria si ese día correspondiere a un domingo y, en caso contrario, el
domingo inmediatamente siguiente.

Escrutinio, calificación y proclamación


Es el proceso destinado a verificar la corrección o validez de la elección presidencial, a la
luz de las exigencias constitucionales y legales. Dicho proceso, es obvio, supone
necesariamente la revisión del escrutinio de votos realizado en las diversas instancias del
recuento electoral, es decir, en los niveles comunal, provincial y regional, hasta llegar a un
resultado general, final y definitivo
Corresponde al Tribunal Calificador de Elecciones efectuar el escrutinio general y la
calificación de la elección presidencial, así como la proclamación del Presidente Electo. El
proceso de calificación de la elección presidencial debe quedar concluido dentro de los
quince días siguientes tratándose de la primera votación, o dentro de los treinta días
siguientes tratándose de la segunda votación.
Efectuada la proclamación del Presidente electo, el Tribunal Calificador de Elecciones debe
comunicar esa circunstancia, de inmediato, al Presidente del Senado (art. 27.2 CPR).
La ley también obliga a comunicar la proclamación, como es lógico, al Presidente en
ejercicio y al propio Presidente electo. Bajo la Carta de 1925 la proclamación del
Presidente electo correspondía al Congreso Pleno, ya que éste debía elegir Presidente de la
República cuando ninguno de los candidatos hubiere obtenido más de la mitad de los
sufragios válidamente emitidos en la votación popular.

Elecciones primarias.

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La reforma de la ley Nº 20.414, de 2010, que modificó el art. 19 N° 15 de la Carta, ordenó
al legislador establecer un sistema de elecciones primarias para la nominación de los
candidatos a cargos de elección popular.
Este mandato se cumplió dictando la ley N° 20.640, de 2012, que contempla la posibilidad
de realizarse elecciones primarias para determinar candidatos a la elección presidencial.

Asunción del mando


El día en que deba cesar en su cargo el Presidente en funciones, el Congreso Pleno debe
reunirse en sesión pública y con los miembros que asistan, para tomar conocimiento de la
resolución del Tribunal Calificador de Elecciones por la cual proclamó al Presidente electo.
(11 de marzo Respectivo)
En esa misma sesión el Presidente electo debe prestar, ante el Presidente del Senado,
juramento o promesa de desempeñar fielmente el cargo de Presidente de la República,
conservar la independencia de la Nación, guardar y hacer guardar la Constitución y las
leyes “y de inmediato asumirá sus funciones”. Art. 6 y 7 de la CPR.

Subrogación y reemplazo del Presidente de la República


La subrogación es una institución en virtud de la cual una determinada autoridad pasa a
desempeñar, por el solo ministerio de la Constitución, las funciones del Presidente electo o
del Presidente en ejercicio, cuando alguno de estos se encuentra impedido, temporal o
definitivamente, para desempeñarlas por sí mismo.
Ante un impedimento del Presidente, electo o en ejercicio, siempre va a operar la
subrogación, sin que sea necesario un acto formal que así lo disponga. Esta institución se
orienta a la mantención de la continuidad en el desempeño de la función presidencial. El
subrogante del Presidente toma el nombre de Vicepresidente de la República, y tiene las
mismas atribuciones que el subrogado (art. 31 CPR).
Ahora bien, si el impedimento es de carácter definitivo, o de duración indefinida o, en
todo caso, de una duración mayor al periodo presidencial o a lo que reste de él, se hace
necesario elegir un nuevo Presidente, operando los mecanismos de reemplazo que la
Constitución prevé.
a) Subrogación y reemplazo del Presidente electo.
El Presidente electo es aquel que ha sido proclamado como tal por el Tribunal Calificador
de Elecciones, y se mantiene dicha condición hasta asumir el cargo de Presidente de la
República.
Causales. La subrogación opera cuando al Presidente electo le afecta un impedimento
temporal o absoluto para asumir el cargo.
Los impedimentos temporales no se encuentran señalados expresamente en la Carta, pero
podemos incluir en estos a la enfermedad, la ausencia del territorio, y otros similares.

Impedimentos

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En cuanto a los impedimentos definitivos, podemos mencionar lo dispuesto en el artículo
53 Nº 7, que contempla el impedimento físico o mental que inhabilita al Presidente electo
para asumir en funciones, declarado por el Senado, oyendo previamente al Tribunal
Constitucional. Si bien la muerte podría considerarse dentro de los impedimentos físicos, lo
cierto es que, siguiendo al profesor Hernán Molina, estimamos que no requeriría
pronunciamiento del Senado. También puede considerarse, hipotéticamente, la situación del
Presidente electo que es condenado por el Tribunal Constitucional conforme lo prescrito en
el artículo 19 Nº 15, incisos 6 y 7, condena que también debe ser aprobada por el Senado
(arts. 53 Nº 8 y 93 Nº 10).
Respecto de la renuncia o dimisión, ella no se contempla para el Presidente electo, porque
aún no asume el cargo y, por ende, no puede renunciar a él.
El impedimento que autoriza la subrogación debe existir a la fecha de la asunción del
mando; es a partir de esa oportunidad, y no antes, que operará la subrogación y el
Vicepresidente de la República asumirá el mando por el Presidente electo que no puede
hacerlo.
Subrogan al Presidente electo en primer lugar el Presidente del Senado, a falta de éste, el
Presidente de la Cámara de Diputados y, en ausencia de ambos, el Presidente de la
Corte Suprema.

Reemplazo
Si el impedimento fuera absoluto, o debiera durar indefinidamente (en todo caso, más allá
del periodo presidencial), junto con la subrogación debe implementarse un mecanismo de
reemplazo, es decir, un procedimiento para elegir un nuevo Presidente de la República, toda
vez que resulta claro que el electo no podrá asumir el cargo.
Según dispone el artículo 28 de la CPR, el mecanismo de reemplazo es una nueva elección
popular, que se verifica de acuerdo con lo prescrito en la Constitución y en la ley de
elecciones.
Para estos efectos, el Vicepresidente de la República debe convocar a esta nueva elección
dentro de los 10 días siguientes al acuerdo del Senado por el cual declara la imposibilidad
física o mental del Presidente electo (art. 53 Nº 7 CPR). Si ha sobrevenido la muerte del
Presidente electo, y según lo dicho anteriormente, el plazo debería contarse desde el deceso.
La convocatoria se hace a través de un decreto supremo. Esta elección debe verificarse
“noventa días después de la convocatoria si ese día correspondiere a un domingo. Si así no
fuere, ella se realizará el domingo inmediatamente siguiente”.
El Presidente así elegido asume el cargo en la oportunidad que fije la ley de elecciones y
permanecerá en sus funciones hasta la fecha en que le habría correspondido. cesar al electo
que no pudo asumir. Si bien la Constitución no lo señala expresamente, entendemos que el
Presidente elegido en estas condiciones no puede postular para el periodo presidencial
siguiente, por la prohibición general del artículo 25.

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Cabe agregar que el nuevo Presidente de la República, al haber asumido en situación de
vacancia del cargo, no puede adquirir la dignidad oficial de ex Presidente de la República
(art. 30 CPR), que estudiaremos con posterioridad.

Subrogación y reemplazo del Presidente en ejercicio.


Subrogación. La subrogación opera cuandoal Presidente en ejercicio
le afecta un impedimento, temporal o absoluto, para el ejercicio efectivo de sus
funciones.
Causales: Impedimentos temporales. El artículo 29 de la Constitución contempla los
siguientes:
- enfermedad;
- ausencia del territorio; y
- otro grave motivo.
Esta última formulación constituye una cláusula abierta, que permite considerar, como
impedimento temporal, otras situaciones graves que podrían afectar al Presidente en
ejercicio, como, por ejemplo, el hecho de haber sido aprobada, por la Cámara de Diputados,
una acusación constitucional en su contra; o la circunstancia de asumir, en situación de
guerra, la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas.

Impedimentos absolutos.
Inhabilidad, declarada por el Senado, cuando al Presidente de la República le afecte un
impedimento físico o mental que no le permita el desempeño de su cargo (art. 53 Nº 7
CPR).
Dimisión aceptada por el Senado (art. 53 Nº 7 CPR).
Condena por el Tribunal Constitucional conforme al artículo 19 Nº 15 incisos 6 y 7,
debidamente aprobada por el Senado (art. 53 Nº 8 y 93 Nº 10).
- Acusación constitucional aprobada por el Senado en contra el Presidente de la
República (arts. 52 Nº 2 y 53 Nº 1).
- Muerte del Presidente en ejercicio.
- Pérdida de un requisito de elegibilidad.
Configurándose un impedimento, el Presidente en ejercicio es subrogado, con el título de
Vicepresidente de la República, por el Ministro de Estado titular a quien corresponda de
acuerdo con el orden de precedencia legal. A falta de este Ministro, la subrogación
corresponde al Ministro titular que siga en el orden de precedencia, y así sucesivamente. Si
faltan todos los Ministros de Estado titulares, subrogan al Presidente de la República,
sucesivamente, el Presidente del Senado, el Presidente de la Cámara de Diputados y,
finalmente, el Presidente de la Corte Suprema.
El orden de precedencia legal, de los Ministros de Estado, se encuentra fijado en la llamada
Ley Orgánica de Ministerios, DFL Nº 7.912, de 1927, y sus modificaciones.

Norma especial de subrogación del artículo 26 inciso final.

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Cuando, producto del fallecimiento de uno o más candidatos en la segunda vuelta electoral,
es necesario convocar a una nueva elección presidencial (art. 26 inciso 4º), si el Presidente
en ejercicio expira en su cargo antes de la fecha en que debe asumir el Presidente que haya
resultado electo en esa nueva elección, la subrogación corresponde, sucesivamente, al
Presidente del Senado, de la Cámara de Diputados y, finalmente, de la Corte Suprema. No
se acude, en esta situación particular, a los Ministros de Estado del Presidente que ha
expirado en el cargo, aunque sus nombramientos se encuentren vigentes
.
Reemplazo del Presidente de la República en ejercicio.
Si al Presidente en ejercicio le afecta un impedimento absoluto, se produce la vacancia del
cargo. En tal situación, y junto con aplicarse las normas de subrogación ya examinadas, es
necesario implementar un mecanismo de reemplazo, para elegir un nuevo Presidente de la
República.
Bajo la Carta de 1925, las vacantes en el cargo de Presidente de la República siempre se
proveían por elección popular. En el texto original de la Carta de 1980, la elección siempre
correspondía al Senado. Por la reforma de la ley Nº 18.825, de 1989, se distinguió según el
tiempo que faltaba para la próxima elección general de parlamentarios, de modo que, si
faltaban menos de dos años, la elección correspondía al Congreso Pleno, y si faltaban dos
años o más, se realizaba una elección popular. El elegido desempeñaba sus funciones, en el
primer caso, hasta noventa días después de la indicada elección general de parlamentarios,
y en el segundo caso, hasta noventa días después de la segunda elección general de
parlamentarios que se verificara durante su mandato.
Luego de la reforma introducida por ley Nº 20.050, de 2005, la Constitución contempla dos
hipótesis distintas, en términos similares a la normativa fijada por la ley Nº 18.825, pero
fijando como fecha de referencia la próxima elección presidencial y no la parlamentaria.
De este modo, si la vacancia se produce faltando menos de dos años para la próxima
elección presidencial, la elección del nuevo Presidente de la República la efectúa el
Congreso Pleno, por mayoría absoluta de los diputados y senadores en ejercicio. La
elección por el Congreso debe realizarse dentro de los 10 días siguientes a la fecha de la
vacancia, y el elegido asume el cargo dentro de los 30 días siguientes.
Por el contrario, si la vacancia se produce faltando dos años o más para la próxima elección
presidencial el Vicepresidente, dentro de los diez primeros días de su mandato, convocará a
los ciudadanos a elección presidencial para el centésimo vigésimo (120) día posterior a la
convocatoria, si ese día corresponde a un domingo, y si así no lo es, para el domingo
inmediatamente siguiente. El Presidente que resulte elegido asumirá su cargo el décimo día
después de su proclamación.

Declaración de intereses y de patrimonio, y conflicto de intereses.


De acuerdo con el artículo 8 de la Carta Fundamental, después de la reforma de la ley Nº
20.414, de 2010, el Presidente de la República, entre otras autoridades, tiene la obligación
constitucional de efectuar declaración de intereses y declaración de patrimonio,

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obligaciones que hasta esa reforma tenían carácter simplemente legal, y se faculta al
legislador para establecer mecanismos de solución de eventuales conflictos de intereses.
En realidad, la obligación de presentar estas declaraciones, para las autoridades y
funcionarios indicados, ya tenía consagración legal a través de las leyes 19.653, de 1999,
que incorporó la declaración de intereses, y de la ley Nº 20.088, de 2006, que agregó la
declaración de patrimonio. En consecuencia, la reforma constitucional, como expresa el
correspondiente mensaje, tiene por objeto principal en este punto el garantizar el carácter
público de los indicados documentos.
Como se señaló con anterioridad, actualmente estas materias se encuentran reguladas en la
ley N° 20.880, de 2016.

Dignidad oficial de ex Presidente de la República


Los incisos segundo y siguientes del art. 30 CPR, introducidos por ley de reforma
constitucional Nº 19.672, de 2000, consagran un estatuto especial para quienes hayan
desempeñado la primera magistratura de la Nación, en determinadas condiciones, que se
denomina dignidad oficial de ex Presidente de la República.
La única exigencia positiva para adquirir tal dignidad es haber desempeñado el cargo por
un periodo completo. No se especifica un número determinado de años, por lo variable que
ha sido el constituyente en la materia. Ahora bien, la dignidad oficial de exPresidente de la
República se adquiere “de inmediato y de pleno derecho”, es decir, por el solo hecho de
cesar en el cargo, sin que sea necesario acto alguno que así lo declare.
Como condiciones negativas, el precepto citado exige que la persona no haya ocupado el
cargo de Presidente de la República en situación de vacancia del mismo; y que no haya sido
declarado culpable en juicio político seguido en su contra. La acusación constitucional,
regulada en los artículos 52 Nº 2 y 53 Nº 1 CPR, que no es propiamente un juicio político, y
por tanto resulta criticable la expresión utilizada.
Además, entendemos que la declaración de culpabilidad debe haber sido dictada contra la
persona en su condición de Presidente de la República, y no respecto de alguna otra función
que haya podido desempeñar con anterioridad.

La dignidad oficial de ex Presidente de la República concede dos beneficios


complementarios:
Por una parte, el beneficio del fuero, en términos equivalentes a los parlamentarios (art. 61,
incisos 2, 3 y 4); y por otra una prestación en dinero equivalente a la dieta parlamentaria
(art. 62).
Respecto a esto último, el art. 30 CPR agrega que el Ex Presidente de la República que
asuma alguna función remunerada con fondos públicos, dejará, en tanto la desempeñe, de
percibir la dieta, manteniendo, en todo caso, el fuero. Se exceptúan los empleos docentes y
las funciones o comisiones de igual carácter de la enseñanza superior, media y especial.
Para terminar, diremos que, en nuestra opinión, la dignidad oficial de ex Presidente de la
República se incorpora a la Constitución producto de una coyuntura histórica, y por lo

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mismo es susceptible de diferentes valoraciones. Nos parece que la asignación pecuniaria
dispuesta a la dignidad referida se encuentra justificada en la conveniencia de proveer un
medio de subsistencia digno a quienes hayan desempeñado el cargo público más importante
de la República, aun cuando su monto debería ser objeto de revisión. Sin embargo, el fuero
contemplado estimamos que carece hoy de todo sentido, ya que es un beneficio que ni
siquiera alcanza al Presidente de la República en ejercicio.
Del mismo modo, parecería razonable revisar la exclusión de tal dignidad de los que hayan
accedido al cargo de Presidente de la República en situación de vacancia, pudiendo, por
ejemplo, fijarse un tiempo mínimo de desempeño para poder acceder igualmente a los
beneficios indicados, específicamente a la dieta.
Atribuciones del Presidente de la República
Dispone el art. 24 de la CPR que “El gobierno y la administración del Estado corresponden
al Presidente de la República, quien es el Jefe del Estado.
Su autoridad se extiende a todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden público
en el interior y la seguridad externa de la República, de acuerdo con la Constitución y las
leyes”.
Esta norma denota la amplitud de las atribuciones presidenciales. El Presidente de la
República es el Jefe de Estado, y además la autoridad superior en materia de gobierno y
administración.

La competencia del Presidente es amplia y limitada a la vez


Amplia, por cuanto su autoridad comprende todo lo necesario para el cumplimiento de los
fines señalados en la norma y, en general, para el gobierno del Estado. Y también es una
competencia limitada, toda vez que las atribuciones presidenciales, encuentran su
fundamento y deben ejercerse de acuerdo con lo dispuesto en la Constitución y la ley, es
decir, conforme a derecho.
Este enunciado general va a encontrar un desarrollo específico en el artículo 32 de la
Constitución, que consagra las atribuciones especiales del Presidente de la República.
Debe destacarse, en todo caso, que este precepto no es taxativo, pues no agota las
atribuciones que la Constitución, y el resto del ordenamiento jurídico, encomiendan al
Presidente.
Examinaremos las atribuciones que el art. 32 encomienda al Presidente de la República
agrupadas, según su naturaleza, en atribuciones gubernativas, administrativas, legislativas,
judiciales y de gracia.

Atribuciones gubernativas.
La función de gobierno dice relación con la conducción política, con la gestión de los
intereses superiores del Estado. Entre las atribuciones gubernativas están:
a) Atribuciones referidas a las relaciones internacionales.

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Debe tenerse presente que el Presidente de la República es, según el art. 24 de la
Constitución, Jefe de Estado, por lo cual le corresponde la representación del Estado tanto
en el orden interno como en el internacional.
Además, corresponde al Presidente de la República:
a.1. Conducir las relaciones internacionales.
Dispone el art. 32 Nº 15, en su primera parte, que es una atribución especial del Presidente
de la República el “conducir las relaciones políticas con las potencias extranjeras y
organismos internacionales”.

Relaciones Internacionales
Esta es la atribución principal, en cuanto al Presidente de la República corresponde fijar los
principios, criterios y políticas que se aplicarán en las relaciones de Chile con los otros
Estados y con organismos internacionales, e implementarlos a través de los distintos
medios que el derecho le entrega. De este modo, al Presidente le corresponde decidir sobre
el establecimiento, mantención o ruptura de relaciones diplomáticas con otros Estados;
sobre reconocimiento de nuevos Estados, sobre la incorporación a un organismo
internacional; etc.
Al Presidente corresponde la formulación y ejecución de la política internacional del
Estado. Es el principal responsable de la vinculación internacional del país, sin perjuicio de
la intervención específica de otros órganos en materia de relaciones internacionales, como
la del Congreso en la aprobación de los tratados y que examinaremos posteriormente.
Destaca en la norma comentada, la referencia no solo a los Estados extranjeros (potencias
extranjeras), sino también a los organismos internacionales, como agentes activos de las
relaciones internacionales.
Ahora bien, las atribuciones que examinaremos a continuación son formas o medios a
través de los cuales el Presidente conduce las relaciones internacionales.

Designar a los embajadores y ministros diplomáticos, y a los representantes


ante organismos internacionales.
Se trata de los agentes diplomáticos, es decir, los funcionarios que tienen la capacidad de
representar oficialmente a Chile frente a otros Estados. A través de estos agentes el
Presidente ejecuta su política internacional, sin perjuicio de su propia intervención y de la
existencia de una Secretaría de Estado especializada en estos temas, que es el Ministerio de
Relaciones Exteriores.
Todos estos agentes diplomáticos son funcionarios de la exclusiva confianza del Presidente
de la República, de tal manera que son designados y removidos libremente por él. Bajo la
Carta anterior, los agentes diplomáticos debían ser nombrados con acuerdo del Senado,
pero se eliminó este mecanismo precisamente para facilitar al Presidente de la República la
conducción de las relaciones internacionales, permitiéndole introducir, con rapidez, los
cambios que estime necesarios entre quienes le colaboran en la ejecución de su política
internacional. Demás está decir que el cambio mencionado también reforzó la autoridad

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presidencial frente al Congreso.

Intervención en la celebración de tratados internacionales (art. 32 Nº 15 y 54 Nº 1 CPR)


En el proceso de celebración de los tratados internacionales podemos distinguir tres etapas:
i) La negociación, conclusión y firma. En esta etapa se realizan las tratativas
necesarias y se acuerdan los términos del convenio, que se va a expresar en un texto
aceptado y firmado por todos los intervinientes. La iniciativa y la responsabilidad por estas
gestiones se radican exclusivamente en el Presidente de la República.
ii) La aprobación por el Congreso.
Fijado el texto de acuerdo, corresponde al Presidente, si lo estima oportuno y conveniente,
someter el proyecto de tratado a la aprobación del Congreso Nacional. La decisión es
privativa del Presidente, sin que el Congreso pueda entrar a conocer de un tratado que no le
haya sido remitido por el Primer Mandatario.
La tramitación del tratado –o proyecto de tratado- en el Congreso Nacional se regula por el
artículo 32 Nº 15 y, principalmente, por el artículo 54 Nº 1 de la Constitución, siendo sus
elementos principales los siguientes:
- El tratado se tramita según las normas prescritas para la formación de la ley, en lo
pertinente.
- El tratado debe ser aprobado por el quórum que corresponda a la materia de que se
trata. De esta manera, si versa sobre una materia que, en la regulación interna, es propia de
ley común u ordinaria, su quórum será el de la mayoría de las presentes en ambas Cámaras;
en cambio sí se refiere a materias propias de ley de orden constitucional será por el quorum
requerido para ella.

Tratados Internacionales
Al Congreso corresponde aprobar o rechazar el tratado, sin que pueda introducirle
modificaciones. Esta limitación obedece, por un lado, a que el manejo de las relaciones
internacionales corresponde al Presidente de la República y no al Congreso; y por otra a
que si se admitieran cambios ello obligaría, en la práctica, a volver a la etapa de
negociaciones, haciéndose casi imposible la suscripción de convenios internacionales sobre
temas de mayor complejidad.
- La reforma de la ley Nº 20.050 incorporó nuevas exigencias en la tramitación de
los tratados internacionales en el Congreso, algunas de las cuales dicen relación con la
publicidad de estos. Así, se dispone que el Presidente de la República debe informar al
Congreso sobre el contenido y el alcance del tratado, así como de las reservas que pretenda
confirmar o formularle. Entendemos, en una lectura armónica del precepto, que el
Presidente de la República también debe informar al Congreso sobre las declaraciones
interpretativas que pretenda efectuar. Por otra parte, y de manera más general, se manda
que, de conformidad a lo establecido en la ley, deberá darse debida publicidad a hechos que
digan relación con el tratado internacional, tales como su entrada en vigor, la formulación y

13
retiro de reservas, las declaraciones interpretativas, las objeciones a una reserva y su retiro,
la denuncia del tratado, el retiro, la suspensión, la terminación y la nulidad del mismo.
- Reservas y declaraciones interpretativas. La ley N° 20.050 también incorporó una
regulación específica en esta materia, estableciendo expresamente, además de lo dicho en el
párrafo anterior, que, durante la tramitación de un tratado internacional en el Congreso, este
último puede sugerir al Presidente de la República la formulación de reservas y
declaraciones interpretativas. Cabe precisar que el Congreso solo puede proponer estas
acciones, quedando siempre radicada en el Presidente la decisión final sobre las mismas.
Por otra parte, las reservas y declaraciones que sugiera el Congreso solo resultan admisibles
cuando ellas procedan de conformidad a lo previsto en el propio tratado o en las normas
generales de derecho internacional.
Según el profesor Llanos Mancilla la reserva “es un acto jurídico unilateral mediante el cual
un Estado, al firmar, ratificar o adherir a un tratado, excluye o modifica algunas de sus
disposiciones o le atribuye un sentido determinado, con el ánimo de limitar las obligaciones
que emanan de él”.

Denuncia
De manera específica, se agrega que corresponde al Presidente de la República la facultad
exclusiva para denunciar un tratado o retirarse de él, para lo cual pedirá la opinión de
ambas Cámaras del Congreso, en el caso de tratados que hayan sido aprobados por éste.
Debe destacarse que el pronunciamiento del Congreso se circunscribe solo a los tratados
que ese órgano haya aprobado y no tiene carácter vinculante, es únicamente una opinión
que puede ser considerada o no por el Presidente. Debe hacer presente que la obligación de
requerir la opinión del Congreso, además de limitarse a los tratados aprobados por este, se
circunscribe a la denuncia o retiro, y no a las demás formas de poner término a un convenio
internacional.
Se dispone también que una vez que la denuncia o el retiro produzcan sus efectos en
conformidad a lo establecido en el tratado internacional, éste dejará de tener efecto en el
orden jurídico chileno. En el caso de la denuncia o el retiro de un tratado que fue aprobado
por el Congreso, el Presidente de la República debe informar de ello a éste dentro de los
quince días de efectuada la denuncia o el retiro.

Ratificación, promulgación y publicación de los tratados internacionales.


El tratado aprobado por el Congreso aún no constituye norma de derecho; continúa siendo,
estrictamente, un proyecto. Para que se transforme en norma, tanto de derecho interno
como internacional, deben cumplirse ciertos trámites.
Para que el tratado sea una norma de derecho internacional es necesaria su ratificación; es
decir, el Estado debe manifestar, en el orden internacional, su voluntad de obligarse por el
tratado. La ratificación viene a confirmar, de manera formal y definitiva, la voluntad del
Estado de obligarse por un tratado y que provisoriamente se manifestara a través de su
firma. La ratificación es un acto unilateral e interno del Estado, y para que produzca sus

14
efectos debe ser comunicada oficialmente al o a los otros Estados contratantes. Esta
comunicación se efectúa en la forma que prescriba el propio tratado o, en subsidio, por
alguno de los medios que reconoce el derecho internacional, a saber, el canje o el depósito.
Mientras no se cumpla con alguna de estas formalidades, la ratificación no produce efectos.
Cabe agregar que el Presidente no está obligado a ratificar un tratado aprobado por el
Congreso; ni este último tiene la facultad de revocar la autorización concedida. Tampoco
existe un plazo para que el Presidente ratifique un pacto internacional.

Declaración de guerra (art. 32 Nº 19 y 63 Nº 15).


La guerra se declara mediante un decreto del Presidente de la República, pero exige
previamente, dos requisitos:
Primero, que exista una ley que autorice esa declaración de guerra. Esta ley es una ley
ordinaria o común, pero de iniciativa exclusiva del Presidente de la República. La ley no
declara la guerra, solo autoriza su declaración. Por lo mismo, dictada la ley autorizante será
el Presidente el que determine si resulta necesario o conveniente hacer la correspondiente
declaración, sin que esté obligado a ello.
El Presidente, antes de declarar la guerra, debe oír al Consejo de Seguridad Nacional. Y
será en el propio decreto de declaración de guerra donde debe dejarse constancia de haberse
cumplido con esta obligación. La opinión del Consejo de Seguridad.

Atribuciones referentes a los estados de excepción constitucional.


Los estados de excepción constitucional se encuentran regulados en el Capítulo IV de la
Constitución, artículos 39 al 45. Su complemento se encomienda a una ley orgánica
constitucional, que actualmente corresponde a la ley Nº 18.415.
Los estados de excepción constitucional se caracterizan porque, ante ciertas circunstancias
extraordinarias, se dota al Presidente de la República de mayores atribuciones, que inciden
principalmente en la posibilidad de afectar el ejercicio de algunos derechos fundamentales
de las personas.
No deben confundirse con las situaciones de quiebre o ruptura constitucional, ya que en los
estados de excepción la Constitución se encuentra plenamente vigente y es la misma norma
fundamental la que establece las mayores atribuciones del Presidente de la República, para
superar, precisamente, la situación de urgencia que vive el país.
Dispone el artículo 39 de la Carta que “el ejercicio de los derechos y garantías que la
Constitución asegura a todas las personas solo puede ser afectado bajo las siguientes
situaciones de excepción: guerra externa o interna, conmoción interior, emergencia y
calamidad pública, cuando afecten gravemente el normal desenvolvimiento de las
instituciones del Estado”.

Estado de Asamblea.
Procede por la causal de guerra externa, cuando ella afecta gravemente el normal
desenvolvimiento de las instituciones del Estado.

15
que es suficiente que exista una situación de hecho de guerra, sin que sea necesaria la
declaración formal de ella.
La declaración corresponde al Presidente de la República, con acuerdo del Congreso
Nacional, y en ella se deben determinar las zonas afectadas por el estado de excepción.
Para estos efectos, el Congreso Nacional, dentro del plazo de cinco días contado desde la
fecha en que el Presidente de la República someta la declaración de estado de asamblea a su
consideración, deberá pronunciarse aceptando o rechazando la proposición, sin que pueda
introducirle modificaciones.
Si el Congreso no se pronuncia dentro de dicho plazo, se entenderá que aprueba la
proposición del Presidente.
Sin embargo, el Presidente de la República podrá aplicar el estado de asamblea de
inmediato mientras el Congreso se pronuncia sobre la declaración.
Las medidas que adopte el Presidente de la República en la última situación descrita podrán
ser objeto de revisión por los tribunales de justicia, sin que sea aplicable lo dispuesto en el
artículo 45, es decir, sin que los tribunales de justicia estén impedidos de calificar los
fundamentos ni las circunstancias de hecho invocados por la autoridad para decretar
el estado de excepción.
El estado de asamblea mantendrá su vigencia por el tiempo que se extienda la situación de
guerra exterior, salvo que el Presidente de la República disponga su suspensión con
anterioridad.
Por la declaración del estado de asamblea, el Presidente de la República queda facultado
para suspender o restringir la libertad personal, el derecho de reunión y la libertad de
trabajo. Podrá, también, restringir el ejercicio del derecho de asociación, interceptar, abrir o
registrar documentos y toda clase de comunicaciones, disponer requisiciones de bienes y
establecer limitaciones al ejercicio del derecho de propiedad.
Cabe hacer presente que las requisiciones son préstamos forzosos que se imponen a las
personas, en favor del Estado, quien debe restituir posteriormente los bienes o pagar su
valor.

Estado de Sitio.
Procede por la causal de guerra interna o grave conmoción interior, y siempre que ello
afecte gravemente el normal desenvolvimiento de las instituciones del Estado. (guerra civil)
La declaración del Estado de Sitio se somete a las mismas normas anteriores, con la
salvedad que, declarado de inmediato por el Presidente de la República, éste solo podrá
restringir el ejercicio del derecho de reunión.
La declaración de Estado de Sitio solo podrá hacerse por un plazo de quince días, sin
perjuicio de que el Presidente de la República solicite su prórroga. Como aparece del tenor
del precepto, cada prórroga de este estado de excepción debe ser autorizada por el
Congreso Nacional, en los términos previstos, a solicitud del Presidente.
Por la declaración de estado de sitio, el Presidente de la República podrá restringir la
libertad de locomoción y arrestar a las personas en sus propias moradas o en lugares que la

16
ley determine y que no sean cárceles ni estén destinados a la detención o prisión de reos
comunes. Podrá, además, suspender o restringir el ejercicio del derecho de reunión.

Estado de Catástrofe.
Procede por la causal de calamidad pública, y siempre que ella afecte gravemente el normal
desenvolvimiento de las instituciones del Estado.
Se entiende por calamidad pública cualquier hecho de la naturaleza o del hombre que
cause un grave daño.
Su declaración corresponde al Presidente de la República, quien también debe determinar la
zona afectada por la catástrofe.
En cuanto al plazo, también corresponde determinarlo al Presidente de la República en la
respectiva declaración.
En todo caso, el Presidente de la República solo puede declarar el estado de catástrofe por
un período superior a un año con acuerdo del Congreso Nacional. El referido acuerdo se
tramitará en la forma establecida para los estados de asamblea y de sitio.
Además, se dispone que el Congreso Nacional podrá dejar sin efecto la declaración
transcurridos ciento ochenta días desde ésta si las razones que la motivaron hubieran cesado
en forma absoluta.
Por la declaración del estado de catástrofe, el Presidente de la República podrá restringir las
libertades de locomoción y de reunión. Podrá, asimismo, disponer requisiciones de bienes,
establecer limitaciones al ejercicio del derecho de propiedad y adoptar todas las medidas
extraordinarias de carácter administrativo que sean necesarias para el pronto
restablecimiento de la normalidad en la zona afectada.

Designación de Jefe de la Defensa Nacional


El Presidente de la República estará obligado a informar al Congreso Nacional de las
medidas adoptadas en virtud del estado de catástrofe.
Finalmente, se dispone que, Declarado el estado de catástrofe, las zonas respectivas
quedarán bajo la dependencia inmediata del Jefe de la Defensa Nacional que designe el
Presidente de la República. Este asumirá la dirección y supervigilancia de su jurisdicción
con las atribuciones y deberes que la ley señale.

Estado de emergencia.
Procede en casos de grave alteración del orden público o de grave daño para la
seguridad de la Nación,
y siempre que ello afecte gravemente el normal desenvolvimiento de las instituciones del
Estado.
El estado de emergencia lo declara el Presidente de la República, determinando las zonas
afectadas.
El estado de emergencia puede declararse por un plazo máximo de quince días, sin
perjuicio de que el Presidente de la República pueda prorrogarlo por igual período.

17
Sin embargo, para sucesivas prórrogas el Presidente requiere del acuerdo del Congreso
Nacional, adoptado en conformidad a las normas prescritas para los estados de asamblea y
de sitio.
Por la declaración del estado de emergencia, el Presidente de la República podrá restringir
las libertades de locomoción y de reunión.
Además, se dispone que el Presidente de la República está obligado a informar al Congreso
Nacional de las medidas adoptadas en virtud de este estado de excepción.
Declarado el estado de emergencia, las zonas respectivas quedarán bajo la dependencia
inmediata del Jefe de la Defensa Nacional que designe el Presidente de la República. Este
asumirá la dirección y supervigilancia de su jurisdicción con las atribuciones y deberes que
la ley señale.

Normas generales aplicables a los estados de excepción.


1. Las medidas que se adopten durante los estados de excepción no podrán, en
ninguna circunstancia, prolongarse más allá de la vigencia de estos.
De esta manera, podemos señalar que, finalizado el estado de excepción, cesan, de pleno
derecho, las medidas que se hayan podido disponer durante su vigencia.
Debemos agregar, además, que esas medidas solo pueden disponerse desde que el estado de
excepción es declarado, y no desde antes.
2. Los tribunales de justicia no podrán calificar los fundamentos ni las
circunstancias de hecho invocados por la autoridad para decretar los estados de excepción,
sin perjuicio de la excepción dispuesta en el artículo 39 para el caso que el Presidente de la
República declare de inmediato el estado de asamblea o de sitio. No obstante, respecto de
las medidas particulares que afecten derechos constitucionales, siempre existirá la garantía
de recurrir ante las autoridades judiciales a través de los recursos que corresponda.
Así, y siempre respecto de las medidas particulares que se puedan adoptar, van a ser
procedentes, entre otros, los recursos de amparo y protección.
3. Las requisiciones que se practiquen darán lugar a indemnizaciones en
conformidad a la ley. También darán derecho a indemnización las limitaciones que se
impongan al derecho de propiedad cuando importen privación de alguno de sus atributos o
facultades esenciales y con ello se cause daño.
4. Una ley orgánica constitucional regulará los estados de excepción, así como su
declaración y la aplicación de las medidas legales y administrativas que procediera adoptar
bajo aquéllos. Dicha ley contemplará lo estrictamente necesario para el pronto
restablecimiento de la normalidad constitucional y no podrá afectar las competencias y el
funcionamiento de los órganos constitucionales ni los derechos e inmunidades de sus
respectivos titulares.

Autonomía de distintos órganos constitucionales a pesar de un estado de excepción


constitucional

18
En relación con esta materia, conviene tener presente lo establecido diversas disposiciones
de la Carta Fundamental, que refuerzan la autonomía de distintos órganos constitucionales
y entendemos igualmente aplicables en los estados de excepción.
Así, el artículo 81 dispone que “Los magistrados de los tribunales superiores de justicia, los
fiscales judiciales y los jueces letrados que integran el Poder Judicial, no podrán ser
aprehendidos sin orden del tribunal competente, salvo el caso de crimen o simple delito
flagrante y solo para ponerlos inmediatamente a disposición del tribunal que debe conocer
del asunto en conformidad a la ley”.
Por su parte, el artículo 90 hace aplicable la disposición anterior a los fiscales del
Ministerio Público; y el artículo 92 la extiende a los ministros del Tribunal Constitucional.
Finalmente, también resultan plenamente aplicables en estados de excepción las normas
sobre inviolabilidad y fuero parlamentario, del artículo 61 de la Constitución.

Atribuciones de naturaleza financiera (art. 32 Nº 20 CPR)14.


Según lo prescrito en el artículo 32 Nº 20, corresponde al Presidente de la República, como
atribución especial, el cuidar de la recaudación de las rentas públicas y decretar su
inversión con arreglo a la ley.
Dos son, entonces, las funciones del Presidente de la República en la materia. Por una
parte, cuidar de la recaudación de las rentas públicas, es decir, velar por que los recursos
que deba percibir el Estado sean efectiva y oportunamente percibidos. Ello se cumple, por
ejemplo, a través del Servicio de Impuestos Internos y la Tesorería General de la República.
Por otra parte, al Presidente corresponde decretar la inversión de los recursos públicos, es
decir, debe, dentro del ámbito de su competencia, disponer u ordenar en qué se van a gastar
esos recursos. El límite a la potestad presidencial está, obviamente, en el respecto al
ordenamiento jurídico; debe ajustarse a lo prescrito en la ley cuando ordena un gasto
determinado. Por ello, esta regulación constituye una especificación del principio de
legalidad y, por lo mismo, se le denomina principio de legalidad del gasto. Una importante
labor en materia de control de la legalidad del gasto público cumple tanto la Contraloría
General de la República como los Tribunales de Justicia.

Dictación del decreto constitucional de emergencia económica


La emisión de decretos constitucionales de emergencia económica constituye una
excepción al principio de legalidad del gasto, puesto que se trata precisamente de normas
administrativas (decretos) que dicta el Presidente de la República para ordenar pagos que
no se encuentran autorizados por la ley.
Requisito. Junto a los requisitos generales de los decretos supremos, el decreto
constitucional de emergencia económica requiere la firma del Presidente de la
República y de todos los Ministros de Estado.
Finalidad. El objeto del decreto constitucional de emergencia económica es disponer,
ordenar, gastos que no se encuentran autorizados por la ley.

19
Causal. Solo procede para atender necesidades impostergables derivadas de alguna de las
siguientes circunstancias: calamidades públicas; agresión exterior; conmoción interna;
grave daño o peligro para la seguridad nacional; y finalmente el agotamiento de los
recursos destinados a mantener servicios que no puedan paralizarse sin serio perjuicio para
el país. En consecuencia, no basta que se haya producido alguno de estos eventos, sino que
es necesario que, a raíz de su ocurrencia, resulte indispensable efectuar, en forma rápida,
determinados gastos que no están legalmente autorizados, sea porque no se encuentren
contemplados dichos gastos en el presupuesto o porque los recursos previstos o disponibles
resultan insuficientes.

Límite, control y responsabilidad


Límite.
El total de los giros (órdenes de pago) que se hagan con estos objetos no podrá exceder
anualmente del dos por ciento (2%) del monto de los gastos que autorice la Ley de
Presupuestos. En el concepto “Ley de Presupuestos” se incluyen no solo la ley anual de
presupuestos, regulada en el artículo 67, sino toda ley de naturaleza presupuestaria. El
límite está referido al total de los gastos que se pueden hacer, no al número de decretos que
su pueden dictar, por lo tanto, podrán dictarse todos los decretos constitucionales de
emergencia económica que sean necesarios, siempre que el total de los gastos dispuestos
por ellos no exceda el máximo autorizado por la Carta.
Control.
Los decretos constitucionales de emergencia económica están sujetos al control preventivo
de la Contraloría General de la República, a través del trámite de toma de razón. Conforme
dispone el art. 99 CPR, la Contraloría en ningún caso dará curso a los decretos de gastos
que excedan el límite señalado en la Constitución y remitirá copia íntegra de los
antecedentes a la Cámara de Diputados. Es decir, no procede el decreto de insistencia frente
a la representación del decreto constitucional de emergencia económica por haberse
sobrepasado el gasto máximo autorizado. La remisión de los antecedentes a la Cámara se
justifica por cuanto a ella corresponde la labor de fiscalizar los actos del gobierno y conocer
de la acusación constitucional en su primera etapa.
Responsabilidad.
Los Ministros de Estado o funcionarios que autoricen o den curso a gastos que
contravengan lo dispuesto en este número serán responsables solidaria y personalmente
de su reintegro, y culpables del delito de malversación de caudales públicos.
Es decir, se contempla la responsabilidad civil y penal de los ministros y demás
funcionarios que concurrieron a la dictación de un decreto constitucional de emergencia
económica con transgresión de lo dispuesto en la Constitución.
Lo anterior, sin perjuicio de la responsabilidad administrativa que puede concurrir en los
funcionarios públicos y de la responsabilidad que puede perseguirse, a través de la
acusación constitucional, respecto de determinadas autoridades (Presidente de la República,
Ministros de Estado y Contralor General de la República).

20
Convocatoria a plebiscito (art. 128 y 129 CPR).
La posibilidad de convocar a plebiscito, por parte del Presidente de la República, se
contempla exclusivamente en materia de reforma constitucional, ante situaciones de
conflicto entre éste y el Congreso Nacional, con motivo de la aprobación por las Cámaras
de un proyecto de reforma.
Las hipótesis que contempla la Constitución son dos,
- Cuando el Presidente rechaza totalmente un proyecto de reforma constitucional
aprobado por las Cámaras, y estas insisten en la totalidad de dicho proyecto por los dos
tercios de los diputados y senadores en ejercicio.
- Cuando el Presidente veta parcialmente el proyecto de reforma aprobado por las
Cámaras, y estas rechazan total o parcialmente las observaciones del Presidente e insisten,
por los dos tercios de sus miembros en ejercicio, en la parte del proyecto aprobado por
ellas.
En ambas situaciones el plebiscito es facultativo, es decir, el Presidente decide si convoca a
plebiscito o, por el contrario, si promulga la reforma vetada e insistida. Para convocar a
plebiscito el Presidente tiene un plazo de 30 días, plazo de carácter fatal, por lo que
transcurrido este término sin que se haya convocado a plebiscito, el Presidente debe
promulgar la reforma aprobada por el Congreso.
Atribuciones militares.
e.1. Disponer de las fuerzas de aire, mar y tierra, organizarlas y distribuirlas de
acuerdo con las necesidades de la seguridad nacional (art. 32° Nº 17º CPR).
e.2. Asumir, en caso de guerra, la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas (art. 32
Nº 18 CPR).
De ejercerse esta atribución especial, para algunos autores se configuraría un motivo grave
que autorizaría la subrogación del Presidente de la República, conforme lo prescrito en el
artículo 29 de la Constitución.
e.3. Designar y remover a los Comandantes en Jefe del Ejército, de la Armada, de la
Fuerza Aérea y al General Director de Carabineros en conformidad al artículo 104 (art. 32
Nº 16, primera parte, CPR).
Por su parte, el artículo 104 de la Carta señala que los Comandantes en Jefe del Ejército, de
la Armada y de la Fuerza Aérea, y el General Director de Carabineros serán designados por
el Presidente de la República de entre los cinco oficiales generales de mayor antigüedad,
que reúnan las calidades que los respectivos estatutos institucionales exijan
para tales cargos; durarán cuatro años en sus funciones, no podrán ser nombrados para un
nuevo período y gozarán de inamovilidad en su cargo.
Se agrega que el Presidente de la República, mediante decreto fundado e informando
previamente a la Cámara de Diputados y al Senado, podrá llamar a retiro a los
Comandantes en Jefe del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea y al General Director
de Carabineros, en su caso, antes de completar su respectivo período.

21
Debe tenerse presente que la Carta de 1980, en su texto original, solo contemplaba la
posibilidad de llamar a retiro a los citados comandantes en jefe y al General Director de
Carabineros, en casos calificados y con acuerdo del Consejo de Seguridad Nacional.
e.4. Finalmente, es atribución especial del Presidente de la República el disponer los
nombramientos, ascensos y retiros de los Oficiales de las Fuerzas Armadas y de
Carabineros en la forma que señala el artículo 105.
Y el artículo 105 dispone que los nombramientos, ascensos y retiros de los oficiales de las
Fuerzas Armadas y Carabineros, se efectuarán por decreto supremo, en conformidad a la
ley orgánica constitucional correspondiente.

Pedir una sesión de alguna de las Cámaras del Congreso.


De acuerdo con el art. 32 Nº 2 el Presidente puede pedir, indicando los motivos, que se cite
a sesión a cualquiera de las ramas del Congreso Nacional. En tal caso, la sesión deberá
celebrarse a la brevedad posible17.
El Presidente no convoca a la Cámara o al Senado a sesión -pues ello debe hacerse a través
de los medios regulares contemplados en el ordenamiento jurídico-, solo pide la reunión,
pero su petición es de obligatorio acatamiento. La petición entendemos que debe
formularse por escrito y dirigirse al Presidente de la respectiva cámara,
indicándose, en el oficio correspondiente, los motivos considerados por el Presidente.
Queda la duda, por la redacción del precepto, si es posible para el Presidente pedir una
sesión del Congreso Pleno.
Atribuciones administrativas.
a) Ejercicio de la potestad reglamentaria.
La potestad reglamentaria, en cuanto facultad o poder para dictar normas jurídicas
subordinadas a la ley, no es privativa del Presidente de la República, sino que corresponde a
distintos órganos, como, por ejemplo, las municipalidades o el Consejo de Seguridad
Nacional. Sin embargo, en esta parte nos interesa, como es obvio, solo lo referido a la
potestad reglamentaria del Presidente.
En consecuencia, podemos señalar que la potestad reglamentaria del Presidente de la
República es la atribución especial que este tiene para dictar normas jurídicas de naturaleza
administrativa, generales o especiales, para el gobierno y la administración del Estado, en
materias que no estén reservadas por la Constitución al legislador o a otro órgano; o para la
ejecución o mejor aplicación de las leyes.
De este concepto surge una primera clasificación de la potestad reglamentaria, y única que
estudiaremos, que distingue entre potestad reglamentaria de ejecución y potestad
reglamentaria autónoma.
La potestad reglamentaria de ejecución es la facultad del Presidente para dictar normas
destinadas a la aplicación de la ley. Son reglamentos que se dictan para especificar, detallar
y desarrollar los contenidos de una ley, facilitando o posibilitando su aplicación. Por
ejemplo, puede verse la ley Nº 18.050, sobre indulto particular, y su reglamento contenido
en el D. S. Nº 1.542, de 1981, del Ministerio de Justicia.

22
La potestad reglamentaria autónoma, en cambio, se ejerce en materias que no están
reservadas a la ley y que, además, no se encuentran reguladas por una norma legal. No se
dictan para especificar un determinado desarrollo legislativo previo, sino preciosamente
para, en ausencia de regulación legal, normar una materia determinada, comprendida
obviamente dentro de la competencia del Presidente de la República. Ejemplo de esta
potestad autónoma encontramos en el D. S. 1.086, de 1983, del ministerio del Interior, que
regula el ejercicio del derecho de reunión en lugares de uso público.

Aplicación de la potestad reglamentaria


En efecto, cuando se dicta un reglamento autónomo el marco de referencia normativo del
Presidente es la Constitución. Dentro de lo que la Carta permite, el Presidente es libre para
decidir cómo reglar una determinada materia. En cambio, en la potestad reglamentaria de
ejecución el Presidente tiene como referente a la Carta Fundamental pero también a la
norma legal que desarrolla, es decir, está limitado por las decisiones que, sobre la materia,
ya adoptara el legislador.
De lo dicho entonces, resulta claro que la potestad reglamentaria de ejecución se ejerce
dentro del ámbito del dominio legal, para la aplicación de la ley, y la potestad reglamentaria
autónoma fuera de ese ámbito.
Por ende, es necesario precisar cuál es el dominio legal en la Carta Fundamental, es decir,
cuáles son las materias que el constituyente reserva al legislador, excluyendo respecto de
ellas el ejercicio de la potestad reglamentaria autónoma y solo permitiendo la de ejecución.
No haremos un desarrollo pormenorizado de este tema, sino que nos limitaremos a señalar
las conclusiones alcanzadas por la doctrina sobre el particular19.
La norma básica en este punto es el artículo 63 de la Carta, que se refiere a las materias
propias de ley. Tanto el encabezado del precepto (“Solo son materias de ley”) como sus
primeros 19 numerales, dan la impresión de que el constituyente quiso fijar un dominio
legal máximo, es decir, señalar taxativamente las materias que quedaban reservadas al
legislador, y por ende al reglamento de ejecución, permitiendo en el resto la regulación por
reglamentos autónomos. Esa, por lo demás, era la idea imperante en la Comisión de
Estudios. Sin embargo, el numeral 20, incorporado por la Junta Militar de Gobierno en el
proceso de elaboración de la Constitución, cambió ese criterio original y volvió a establecer
un dominio legal mínimo, es decir, la Constitución reserva determinadas materias,
designadas nominativamente, al desarrollo legislativo, pero permite al legislador regular
cualquier otra materia, siempre que no esté entregada a un órgano distinto

Los decretos.
Los decretos son órdenes escritas dictadas por una autoridad pública determinada, dentro de
la esfera de sus competencias. Cuando el decreto es dictado por el Presidente de la
República recibe la denominación de Decreto Supremo (D. S.).
En esta asignatura nos ocuparemos únicamente de los decretos supremos, que con todo lo
dicho, podemos conceptuar como las órdenes escritas dictadas por el Presidente de la

23
República, dentro de la esfera de sus competencias, para gobernar o administrar el Estado,
o para la ejecución de las leyes.
Los decretos supremos pueden clasificarse en decretos supremos simples, también llamados
solo decretos supremos, y en decretos supremos reglamentarios o reglamentos.
La diferencia entre ellos está dada porque los primeros, los decretos supremos simples,
disponen de manera particular sobre una materia determinada, por ejemplo, un
nombramiento, la cancelación de la carta de nacionalidad, la convocatoria a plebiscito, la
declaración de un estado de excepción constitucional, etc. En cambio, los decretos
supremos reglamentarios, o reglamentos, disponen siempre de manera general y
permanente.
En lo demás, tanto los decretos supremos y los reglamentos son normas jurídicas de
naturaleza administrativa, por la autoridad de la que emanan, y por ende obligatorias.

Instrucciones
La Carta también hace referencia a las “instrucciones” que son, como su nombre lo indica,
prescripciones dirigidas a las autoridades públicas o, en general, a los funcionarios del
Estado, que no dicen relación con derechos o situaciones que afecten a los particulares, y
que tienen por objeto orientar en la aplicación de una determinada normativa o en el mejor
desempeño de las funciones públicas.
Requisitos de los decretos supremos
Tanto los decretos supremos simples como los reglamentos deben cumplir los siguientes
requisitos.
Requisitos de fondo:
- Deben ajustarse, en su contenido, a lo prescrito en la Constitución y la ley.
Requisitos de forma:
- Escrituración. El decreto supremo es una orden escrita.
- Como es un instrumento público, no puede contener alteraciones o enmiendas.
- Debe estar firmado por el Presidente de la República y el o los Ministros de Estado
que correspondan.
Excepcionalmente, la ley puede autorizar que determinados decretos supremos no lleven la
firma del Presidente, sino solo la del Ministro o Ministros correspondientes, bajo la fórmula
“Por orden del Presidente de la República” (art. 35 inciso segundo CPR). Ello se hace
fundamentalmente por razones de orden práctico, para evitar que el Presidente invierta
demasiado tiempo en la firma del despacho diario. Lo mismo se aplica a las instrucciones.
Lo que nunca puede faltar es la firma del Ministro de Estado (art. 35 inciso primero CPR).
Incluso más, en algunos casos se hace exigible la firma de todos los Ministros, como en el
decreto constitucional de emergencia económica y en el decreto de insistencia.

Tramitación de los decretos supremos.

24
En este apartado nos limitaremos solo a comentar los trámites a que deben someterse, en
general, todos los decretos supremos, dejando el detalle de los demás trámites
(refrendación, visación, registro, etc.) al curso de Derecho Administrativo.
i) Firma. Una vez redactado el decreto supremo debe ser firmado por el Ministro o
Ministros que correspondan, y por el Presidente de la República en su caso.
ii) Anotación. Consiste en colocar número y fecha de expedición al decreto
supremo, en el Ministerio de origen. A diferencia de la ley, los decretos supremos no tienen
un correlativo único, sino que se datan y numeran correlativamente, en cada ministerio, en
forma anual.
iii) Toma de razón. Consiste en el examen de constitucionalidad y legalidad del
decreto supremo, que se realiza por la Contraloría General de la República
De acuerdo con el art. 10 de la ley Nº 10.336, sobre organización y funcionamiento de la
Contraloría, el plazo general para cumplir el trámite de toma de razón es 15 días, ampliable
por resolución fundada por otros 15 días. Sin perjuicio de ello, la ley puede establecer
plazos menores para ciertos trámites e incluso puede permitir que un decreto se aplique aún
antes de su toma de razón, como por ejemplo en los nombramientos con “asunción
inmediata de funciones”

Alternativas que pueden presentarse en la toma de razón.


Si el contralor estima que el decreto supremo se ajusta al ordenamiento jurídico, tomará
razón de él, es decir, le dará curso, de lo cual queda constancia en el mismo decreto
mediante un timbre que lleva la leyenda “Tomado de razón”, con la fecha y la firma del
Contralor o Sub-Contralor, en su caso.
Si bien no se encuentra regulada legalmente, la práctica administrativa ha creado la figura
de la toma de razón con alcance. Es decir, el Contralor toma razón del decreto, pero le
formula un “alcance”, que consiste en una observación sobre la forma en que debe
interpretarse alguna disposición del decreto, o la fecha en que debe empezar a regir u otra
circunstancia similar. El alcance consta en un oficio que emite el Contralor, y que se remite
junto con el decreto supremo tomado de razón.
También puede ocurrir que el Contralor observe el decreto, es decir, repare en la existencia
de errores de forma que, sin afectar la constitucionalidad y legalidad sustantiva del decreto,
deben ser corregidos.
En este caso, y de acuerdo con lo señalado en el art. 11 de la ley Nº 10.336, la Contraloría
dará cuenta a la Secretaría General de Gobierno para los efectos de que ésta los ponga en
conocimiento del Presidente de la República. A su vez, el Secretario General de Gobierno
deberá hacer las representaciones que procedan a los respectivos Ministerios o Servicios, a
fin de que las faltas cometidas se consideren en los antecedentes del funcionario a que le
fueren imputables y se le apliquen las medidas disciplinarias que correspondan, en su caso,
el Contralor puede representar el decreto supremo, cuando, a su juicio, este adolece de
vicios de constitucionalidad o legalidad, es decir, cuando vulnera una norma constitucional

25
o legal. Esta representación consta en un oficio del Contralor mediante el cual se devuelve
el decreto, sin tramitar, al Ministerio correspondiente.

Frente a la representación, el Presidente puede adoptar alguna de las siguientes


actitudes.
Puede aceptar la representación y corregir los vicios, de ser ello posible, o desistir de dictar
el decreto supremo.
También puede objetar la representación y solicitar al Contralor que tome razón del decreto
representado, haciendo presente, en un oficio, las razones jurídicas que fundamentan su
decisión. En este caso el Contralor es libre para mantener la representación o para acoger el
planteamiento del Presidente y alzar la representación, tomando razón del decreto.
Finalmente, el Presidente puede rechazar la representación y dictar un decreto de
insistencia, con la firma de todos sus ministros ordenando al contralor tomar razón del
decreto previamente representado. Ante la insistencia, el contralor debe tomar razón del
decreto, sin responsabilidad para él, y debe también remitir los antecedentes a la Cámara de
Diputados.

Decreto de Insistencia, límites


Sin perjuicio de lo dicho, no es posible dictar un decreto de insistencia en las siguientes
situaciones:
- Cuando se ha representado un decreto constitucional de emergencia económica por
exceder del límite máximo de gastos señalado en la Constitución (art. 99 inciso 1º y art. 32
Nº 20 CPR);
- Cuando se ha representado un decreto con fuerza de ley por exceder o contravenir
la ley delegatoria, o por ser inconstitucional (art. 99 inc. 2º y 64 inc. 6º CPR);
- Cuando se ha representado un decreto promulgatorio de una ley o de una reforma
constitucional, por apartarse del texto aprobado por el Congreso (art. 99 inc. 3º); y
- Cuando se ha representado un decreto o resolución por ser inconstitucional (art. 99
inc. 3º).
En las situaciones en que no resulta procedente la insistencia, el Presidente puede requerir
al Tribunal Constitucional que resuelva la controversia, para lo cual tiene un plazo de 10
días (art. 99 inciso tercero y 93 números 4, 9 y 16).
Publicidad de los decretos
Por su parte, el art. 48 de La ley Nº 19.880, de 29 de mayo de 2003, que establece las bases
de los procedimientos administrativos que rigen los actos de los órganos de la
Administración del Estado, ordena publicar en el Diario Oficial los siguientes decretos:
- Los que contengan normas de general aplicación o que miren al interés general;
- Los que interesen a un número indeterminado de personas;
- Los que afectaren a personas cuyo paradero fuere ignorado;
- Los que ordenare publicar el Presidente de la República; y
- Los actos respecto de los cuales la ley ordenare especialmente este trámite.

26
Finalmente, cabe destacar que los actos publicados en el Diario Oficial se tendrán como
auténticos y oficialmente notificados, obligando desde esa fecha a su íntegro y cabal
cumplimiento, salvo que se establecieren reglas diferentes sobre la fecha en que haya de
entrar en vigencia (art. 49, ley Nº 19.880).

Nombramiento de funcionarios públicos.


Al Presidente de la República corresponde efectuar los nombramientos de un conjunto
importante de funcionarios públicos, con distintos grados de discrecionalidad, según sea el
cargo de que se trate.
b.1. Según el art. 32 Nº 7 es atribución especial del Presidente el nombrar y remover
a su voluntad a los ministros de Estado, subsecretarios, intendentes y gobernadores.
Estos son funcionarios de exclusiva confianza del Presidente de la República, por lo que
son libremente nombrados y removidos por él.
b.2. Nombrar y remover a los funcionarios que la ley denomina como de su
exclusiva confianza (art. 32 Nº 10).
Se trata de la provisión de los demás cargos de exclusiva confianza, previstos en la ley.
b.3. Proveer los demás empleos civiles en conformidad a la ley (art. 32 Nº 10).
La norma se refiere a los nombramientos en los cargos de la administración centralizada del
Estado. No se trata acá de cargos de confianza, sino, en general, de los nombramientos en
las plantas de los distintos servicios públicos centralizados, Por ende, hay procedimientos
reglados para estos nombramientos, donde no cabe la discrecionalidad de la autoridad
llamada a efectuarlo. Además, estos funcionarios no pueden ser removidos libremente de
sus cargos, y solo cesan en ellos cuando concurra una causal legal, como, por ejemplo, la
jubilación, la destitución en sumario administrativo, la renuncia, etc.

Otros nombramientos
Nombrar al Contralor General de la República (art. 32 Nº 9 y 98 inciso segundo de la
Carta).
En nuestro concepto, también cabe en esta
12 y 85 de la Constitución).

Velar por la conducta ministerial de los jueces y demás empleados del poder judicial.
Dispone el artículo 32 Nº 13 que es atribución especial del Presidente de la República el
velar por la conducta ministerial de los jueces y demás empleados del Poder Judicial y
requerir, con tal objeto, a la Corte Suprema para que, si procede, declare su mal
comportamiento, o al ministerio público, para que reclame medidas disciplinarias del
tribunal competente, o para que, si hubiere mérito bastante, entable la correspondiente
acusación.
Corresponde al Presidente cuidar, vigilar, observar la conducta funcionaria de los jueces y
demás empleados del Poder Judicial, es decir, el cumplimiento de las obligaciones
administrativas de los funcionarios judiciales.

27
Queda fuera del ámbito de esta atribución el examen del ejercicio de las atribuciones
jurisdiccionales de los jueces, por prohibirlo expresamente la Constitución en su art. 76.
Cabe agregar que la mala conducta de un juez puede ser representada por el Presidente de
la República a la Corte Suprema y podría dar lugar a su remoción, según el procedimiento
dispuesto en el art. 80 de la Constitución. Ahora bien, de acuerdo con el art. 2, letra b), de la
ley Nº 19.175, LOC sobre Gobierno y Administración Regional, corresponde al Intendente
Regional dar cuenta al Presidente de la República, en forma reservada, de las faltas que
notare en la conducta ministerial de los jueces y demás empleados del Poder Judicial,
precisamente para que el Presidente pueda cumplir de mejor manera la atribución especial
del art. 32 Nº 13 de la Carta.

Conceder determinados beneficios previsionales.


Dispone el art. 32 Nº 11, en lo pertinente, que es atribución especial del Presidente de la
República el conceder jubilaciones, retiros y montepíos con arreglo a las leyes.
Esta norma está referida, principalmente, al otorgamiento de determinados beneficios
propios del régimen previsional de las FF. AA. y de Carabineros, y de otros contenidos en
leyes especiales.
El beneficio se otorga mediante decreto supremo, pero siempre de acuerdo con la
legislación específica que rija la materia.
Atribuciones legislativas.
Como es propio de un régimen presidencial reforzado, al Presidente de la República
corresponden importantes atribuciones legislativas, configurándose como un poder
colegislador.
No analizaremos las atribuciones legislativas en esta oportunidad, sino cuando tratemos el
proceso de formación de la ley, pero al menos debemos señalar que corresponden al
Presidente las siguientes atribuciones legislativas principales:
- iniciativa legislativa y particularmente la iniciativa exclusiva;
- derecho de veto;
- declarar y calificar la urgencia en el despacho de la ley;
- sanción de la ley
- promulgación de la ley; y
- dictar decretos con fuerza de ley.

Atribuciones Judiciales.
Una primera atribución judicial del Presidente de la República, indirecta, es la de nombrar a
los jueces y fiscales judiciales, según lo prescrito en el art. 32 Nº 12.
Estas materias serán desarrolladas con mayor detalle al tratar el Poder Judicial, no obstante,
lo cual debemos señalar que los nombramientos de jueces letrados los efectúa el Presidente
a propuesta en terna de la Corte de Apelaciones respectiva, y que los nombramientos de
ministros y fiscales judiciales de las Cortes de Apelaciones los efectúa a propuesta en terna
de la Corte Suprema. A su vez, el nombramiento de los ministros y fiscales judiciales de la

28
Corte Suprema se efectúan a través de un procedimiento más complejo, según el cual el la
Corte Suprema propone una quina y el Presidente elige uno de los nombres, el cual debe
contar con el acuerdo del Senado, adoptado por los dos tercios de sus miembros en
ejercicio.
Si bien no se trata de una atribución judicial, podríamos incorporar en este punto, como
atribución jurisdiccional indirecta, el nombramiento de tres ministros del Tribunal
Constitucional, según lo establecido en el art. 92 letra a) de la Constitución.

Otorgar indultos particulares en conformidad a la ley


Se considera una atribución judicial en cuanto a través del indulto se modifica una
sentencia firme impuesta por un tribunal, no obstante, lo cual también podría clasificarse
como una atribución de gracia, pues la esencia del indulto es el perdón que conlleva.
El indulto particular es el que se refiere a una o más personas determinadas, y se otorga
mediante un decreto supremo.
El indulto general beneficia a un número indeterminado de personas y se concede mediante
ley de quórum calificado o, si se trata de delitos calificados como conductas terroristas,
Ahora bien, el indulto particular se concede por decreto supremo, pero las normas generales
con arreglo a las cuales debe ejercerse la facultad del Presidente de la República para
conceder indultos particulares es materia de ley (art. 63 Nº 16). Hoy estas materias se
encuentran reguladas en la ley Nº 18.050 y en su reglamento, contenido en el D. S. Nº
1.542, de 1981, del Ministerio de Justicia.
La única exigencia constitucional es que el indulto particular solo puede otorgarse una vez
que se encuentre firme la respectiva sentencia condenatoria.
Efectos. De acuerdo con el art. 2º de la ley Nº 18.050, el indulto puede consistir en la
remisión, conmutación o reducción de la pena, pero el indultado continúa con el carácter de
condenado para los efectos de la reincidencia o nuevo delinquimiento y demás que
determinen las leyes. Excepciones. No procede el indulto particular en las siguientes
situaciones:
- Los funcionarios acusados por la Cámara de Diputados y condenados por el
Senado, solo pueden ser indultados por el Congreso.
- En los delitos calificados por ley como conducta terrorista, el indulto particular
solo resulta procedente para conmutar la pena de muerte por la de presidio perpetuo.
Como hoy no está contemplada la pena de muerte para esos delitos, en la práctica
sencillamente, respecto de delitos de terrorismo, no procede el indulto particular.
- No procede el indulto particular respecto de los sancionados por el Tribunal
Constitucional por haber tenido participación en los hechos que motivan la declaración de
inconstitucionalidad de un partido, movimiento u organización (19 Nº 15 inciso final).

Atribuciones de gracia.
Corresponde a este tipo de atribuciones la señalada en el art. 32 Nº 11, que permite al
Presidente otorgar pensiones de gracia.

29
En general, las pensiones de gracia se otorgan a personas en razón de sus méritos o
atendida su precaria situación económica, pero siempre que no perciban beneficios de los
sistemas previsionales generales. Corresponden a la liberalidad o benevolencia del que las
otorga.
Las pensiones de gracia se conceden por vía administrativa, a través de un decreto supremo,
pero las normas con arreglo a las cuales deben otorgarse es materia de ley (art. 63 Nº 16
CPR). Actualmente la ley que regula esta materia es la Nº 18.056, de 1981

LOS MINISTROS DE ESTADO.


El art. 33, inciso 1º, de la Carta, señala que los Ministros de Estado son los colaboradores
directos e inmediatos del Presidente de la República en el gobierno y administración del
Estado.
Son funcionarios de la exclusiva confianza del Presidente.
1.- Requisitos para ser nombrado Ministro:
- ser chileno;
- tener cumplidos veintiún años; y
reunir los requisitos generales para el ingreso a la Administración Pública.
Subrogación.
Los ministros son subrogados por el respectivo subsecretario y, en caso de haber más de
uno, por el de más antigua designación, salvo que el Presidente de la República designe
como subrogante a otro Ministro o que la ley establezca, para ministerios determinados,
una forma distinta de subrogación.
Los primeros textos constitucionales chilenos, y hasta 1828, contemplaban el número e
incluso la competencia de los ministerios. Solo a partir de la Constitución de 1833 esta
materia se entregó al legislador, criterio que conserva la Carta actual al disponer que
corresponde a la ley determinar el número y organización de los ministerios (art. 33 CPR).
No obstante, lo anterior, la propia Constitución, en el art. 101, hace referencia a dos
ministerios en particular, el encargado de la Defensa Nacional y al encargado de la
Seguridad Pública27. Y en el artículo 106 hace referencia, además, a los ministerios
encargados del gobierno interior, de la defensa nacional, de la seguridad pública, de las
relaciones exteriores y de la economía y finanzas del país.

Responsabilidad de los Ministros de Estado.


Por su actividad de tales, en cuanto autoridades públicas, los Ministros de Estado tienen
responsabilidad administrativa; también tienen responsabilidad civil, de carácter solidaria;
tienen responsabilidad penal, por los delitos ministeriales que pudieren cometer; y
finalmente tienen responsabilidad por los delitos, infracciones o abusos de poder
perseguibles a través de la acusación constitucional. Lo que no tienen es responsabilidad
política.
En todo caso, la responsabilidad ministerial de carácter civil, para hacerse efectiva, requiere
la aprobación previa del Senado. En efecto, según el artículo 53, numeral segundo, de la

30
Constitución, es atribución exclusiva del Senado “Decidir si hay o no lugar la admisión de
las acciones judiciales que cualquier persona pretenda iniciar en contra de algún Ministro
de Estado, con motivo de los perjuicios que pueda haber sufrido injustamente por acto de
éste en el desempeño de su cargo”.

Obligaciones constitucionales de los Ministros de Estado.


La reforma de la ley Nº 20.050, de 2005, introdujo tres obligaciones específicas de los
Ministros, y posteriormente la reforma de la ley Nº 20.414 agregó una cuarta, que se
mencionan a continuación:
a) Los Ministros deben concurrir personalmente a las sesiones especiales que la
Cámara de Diputados o el Senado convoquen para informarse sobre asuntos que,
perteneciendo al ámbito de atribuciones de las correspondientes Secretarías de Estado,
acuerden tratar (art. 37, inciso segundo).
b) También deben concurrir personalmente a las citaciones que les formule la
Cámara de Diputados, a petición de a lo menos un tercio de los diputados en ejercicio, a fin
de formularles preguntas en relación con materias vinculadas al ejercicio de sus cargos (art.
52 Nº 1, letra b).
c) Igualmente deben concurrir a las citaciones que les formulen las comisiones
investigadoras de la Cámara de Diputados (art. 52 Nº 1, letra c).
d) Según lo dispuesto en el artículo 8 de la Constitución, los Ministros de Estado
tienen la obligación constitucional de efectuar la declaración de sus intereses y patrimonio
en forma pública.

Incompatibilidades constitucionales aplicables a los Ministros de Estado.


La ley de reforma constitucional Nº 20.414, de 4 de enero de 2010, agregó un artículo 37
bis a la Carta Fundamental, por lo cual se regulan las incompatibilidades y prohibiciones
constitucionales a que están afectos los Ministros.
De esta manera, la citada disposición prescribe que a “los Ministros les serán aplicables las
incompatibilidades establecidas en el inciso primero del artículo 58”.
Por su parte, el referido inciso primero del art. 58 de la Constitución dispone que “Los
cargos de diputados y senadores son incompatibles entre sí y con todo empleo o comisión
retribuidos con fondos del Fisco, de las municipalidades, de las entidades fiscales
autónomas, semifiscales o de las empresas del Estado o en las que el Fisco tenga
intervención por aportes de capital, y con toda otra función o comisión de la misma
naturaleza”.
Sin perjuicio que esta norma, el art. 58, se analizará con mayor detalle al tratar las
prohibiciones parlamentarias, conviene precisar que, de acuerdo a los preceptos transcritos,
los cargos de Ministro de Estado son incompatibles, en general, con todo empleo, función o
comisión remunerado con recursos públicos, incluidos los provenientes de empresas del
Estado o en que este último tenga intervención por aporte de capital, aunque, en dicha

31
hipótesis, no tenga el control ni sea accionista o aportante mayoritario de la empresa de que
se trate.
Ahora bien, cabe destacar que, si se hace una aplicación literal del art. 37 bis, los cargos de
Ministro de Estado son también incompatibles entre sí, con lo cual se prohibiría una
práctica que fue algo común en gobiernos anteriores, particularmente en la administración
de don Ricardo Lagos Escobar, en orden a nombrar a una misma persona para hacerse
cargo de dos o más Ministerios.
Por otra parte, y haciendo una remisión completa al inciso primero del art. 58, debe también
concluirse que resultan aplicables a los Ministros de Estado la norma de excepción que en
dicho artículo se incluye y, en consecuencia, los cargos de Ministro de Estado son
compatibles con “los empleos docentes y las funciones o comisiones de igual carácter de la
enseñanza superior, media y especial”.
Finalmente, hay que señalar que por “el solo hecho de aceptar el nombramiento, el Ministro
cesará en el cargo, empleo, función o comisión incompatible que desempeñe”. De esta
manera, el efecto de la incompatibilidad es la cesación, de pleno derecho, del cargo
incompatible.

Prohibiciones constitucionales aplicables a los Ministros de Estado.


En materia de prohibiciones, a partir de la reforma constitucional citada, se dispone que
“Durante el ejercicio de su cargo, los Ministros estarán sujetos a la prohibición de celebrar
o caucionar contratos con el Estado, actuar como abogados o mandatarios en cualquier
clase de juicio o como procurador o agente en gestiones particulares de carácter
administrativo, ser director de bancos o de alguna sociedad anónima y ejercer cargos de
similar importancia en estas actividades”.
Siendo destacable la incorporación de estas prohibiciones, llama la atención, en todo caso,
que no se estableciera la sanción por su incumplimiento.

SALIDA DEL TERRITORIO NACIONAL DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA Y


MINISTROS DE ESTADO.
De acuerdo con el art. 25, el Presidente de la República requiere acuerdo del Senado para
poder salir del territorio nacional, en dos hipótesis distintas:
- cuando la ausencia se extienda por más de treinta días; y
- cuando la ausencia se produzca durante el tiempo que media entre la elección de
su sucesor, es decir, el tercer domingo de noviembre del año que corresponda, y la fecha de
expiración de su mandato.
En el primer caso se trata de velar por el continuo y permanente desempeño del cargo por
parte de quien fue elegido para conducir el Estado; en el segundo, en cambio, se manifiesta
la intención del constituyente en el sentido que el Presidente permanezca en el país
mientras se elige a su sucesor.
También el ex Presidente de la República, esté o no investido de la dignidad oficial de tal,
tiene limitaciones en sus desplazamientos hacia al exterior, pues necesita la autorización de

32
la Cámara de Diputados para ausentarse del país en los seis meses inmediatamente
siguientes a su cesación en el cargo (art. 52 Nº 2, letra a).
Esta limitación se justifica porque durante el periodo indicado –seis meses- el ex Presidente
de la República puede ser acusado constitucionalmente.
Los Ministros de Estado en general no están sujetos a mayores limitaciones en sus salidas
del territorio nacional, salvo las generales aplicables a los funcionarios públicos. Sin
embargo, la Carta contempla dos situaciones de excepción, a saber:
- Si se ha deducido una acusación constitucional en contra de un Ministro de Estado,
este no puede ausentarse del país sin permiso de la Cámara de Diputados.
- Si la acusación estuviera aprobada por la Cámara, el Ministro no, puede ausentarse
en caso alguno, se produce un arraigo absoluto (art. 52 Nº 2, inciso tercero).
Estas mismas limitaciones ser aplican a los ex Ministros de Estado en los tres meses
siguientes a la expiración en sus cargos.

BASES GENERALES DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO.


En realidad, el contenido de este párrafo, compuesto de un solo artículo, es bastante menos
sustantivo de lo que se podría suponer a partir del título que lleva. Claramente no están
contempladas las bases generales de la Administración, sino solo algunos elementos,
importantes, por cierto, pero no suficientes si lo que se pretendía era señalar todos o la
mayoría de los principios fundantes de la organización administrativa del Estado. De todas
maneras, este párrafo debe entenderse complementado con lo dispuesto en otros preceptos
de la Carta, como, por ejemplo, los artículos 6, 7 y 8.
Ahora bien, el artículo 38 CPR tiene dos contenidos claramente diferenciados.
En el inciso primero se refiere al ingreso a la Administración Pública y a la carrera
funcionaria; mientras que en el segundo se refiere a la responsabilidad del Estado
administrador.
En efecto, en el inciso primero del art. 38 se dispone que una ley orgánica constitucional
determinará la organización básica de la Administración Pública, garantizará la carrera
funcionaria y los principios de carácter técnico y profesional en que deba fundarse, y
asegurará tanto la igualdad de oportunidades de ingreso a ella como la capacitación y el
perfeccionamiento de sus integrantes.
Destaca que se encomienda al legislador orgánico la regulación de estas materias, con lo
cual, y atendido el quórum de aprobación, modificación y derogación de este tipo de leyes,
aparece con claridad la intención de una mayor estabilidad y permanencia de las normas
que se dicten.
Corresponderá al legislador orgánico, en consecuencia, regular: a) la organización básica de
la Administración Pública; b) asegurar la igualdad de oportunidades de ingreso a ella; c)
garantizar la carrera funcionaria y establecer los principios de carácter técnico y profesional
en que deba fundarse; y d) asegurar la capacitación y el perfeccionamiento de sus
integrantes.

33
La ley orgánica a que se alude es, actualmente, la Nº 18.575, de Bases Generales de la
Administración del Estado.
También debe señalarse que esta norma, en lo relativo a la igualdad de oportunidades de
ingreso a la Administración Pública, constituye una especificación del principio general de
la igualdad ante los cargos públicos, contenido, con una más deficiente redacción, en el art.
19 Nº 17.

Responsabilidad del Estado por sus actos


Por su parte, el inciso segundo establece que cualquier persona que sea lesionada en sus
derechos por la Administración del Estado, de sus organismos o de las municipalidades,
podrá reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjuicio de la responsabilidad
que pudiere afectar al funcionario que hubiere causado el daño.
De esta manera, se afirma claramente que el Estado administrador es responsable por los
actos que realizan sus órganos y funcionarios y que resulten lesivos a los derechos de los
ciudadanos. En todo caso, no se precisa que tipo de responsabilidad se consagra (objetiva,
subjetiva u otra), quedando esa determinación a los distintos desarrollos legislativos de este
precepto. Y todo ello, sin perjuicio que el Estado pueda, a su vez, perseguir la
responsabilidad del funcionario causante del daño. Entendemos que esta materia, la
responsabilidad del Estado, a diferencia con lo señalado en el inciso primero, no está
reservada al legislador orgánico, sino que es propia de ley ordinaria o común.
Por otra parte, y ante la inexistencia de una judicatura especial contencioso-administrativa,
el conocimiento de las acciones que deduzcan los ciudadanos afectados corresponde a los
tribunales ordinarios de justicia. Debe recordarse que el texto original de la Carta, al igual
que la Constitución de 1925, entregaba el conocimiento de estas materias a los tribunales
contencioso-administrativos, que nunca fueron creados, generándose distintas
interpretaciones en torno a la posibilidad de perseguir la responsabilidad del Estado
administrador ante los tribunales ordinarios. Por ello, la reforma introducida por ley Nº
18.825, de 1989, eliminó la referencia a esos tribunales especiales y, en consecuencia,
mientras no se cree una judicatura especial para conocer de estos temas, ellos deberán ser
resueltos por los tribunales ordinarios, en virtud del principio de inexcusabilidad.

GOBIERNO Y ADMINISTRACION INTERIOR DEL ESTADO

Gobierno y Administración Interior del Estado


Esta materia se encuentra regulada en el Capítulo XIV de la Carta, titulado “Gobierno y
Administración Interior del Estado”, artículos 110 y siguientes, y nos referiremos a ella solo
en sus términos generales.
Debe recordarse, en este apartado, lo expresado en relación con el artículo 3 de la
Constitución, en las Bases de la Institucionalidad.

34
Dispone el artículo 110 que “para el gobierno y administración interior del Estado, el
territorio de la República se divide en regiones y éstas en provincias. Para los efectos de la
administración local, las provincias se dividirán en comunas.
La creación, supresión y denominación de regiones, provincias y comunas; la modificación
de sus límites, así como la fijación de las capitales de las regiones y provincias, serán
materia de ley de quorum calificado”.
Cabe recordar lo establecido en el artículo 126 bis, introducido por ley Nº 20.193, que
establece que “Son territorios especiales los correspondientes a Isla de Pascua y al
Archipiélago Juan Fernández. El Gobierno y Administración de estos territorios se regirá
por los estatutos especiales que establezcan las leyes orgánicas constitucionales
respectivas”.
Actualmente, lo relativo al gobierno y administración regional se regula en la ley orgánica
Nº 19.175, cuyo texto refundido, coordinado y sistematizado fue fijado por el D.F.L. Nº 1-
19.175, de 2005, del Ministerio del Interior.

FUNCIONES DE GOBIERNO EN EL NIVEL REGIONAL


El Gobierno Regional estará integrado por un gobernador regional y el consejo regional.
El gobernador regional se define como el órgano ejecutivo del gobierno regional,
correspondiéndole presidir el consejo y ejercer las funciones y atribuciones que la ley
orgánica constitucional determine, en coordinación con los demás órganos y servicios
públicos creados para el cumplimiento de la función administrativa. Asimismo, le
corresponde la coordinación, supervigilancia o fiscalización de los servicios públicos que
dependan o se relacionen con el gobierno regional.
Una de las características principales de este nuevo cargo, es su generación por elección
popular. Dispone la Constitución que el gobernador regional “será elegido por sufragio
universal en votación directa. Será electo el candidato a gobernador regional que obtuviere
la mayoría de los sufragios válidamente emitidos y siempre que dicha mayoría sea
equivalente, al menos, al cuarenta por ciento de los votos válidamente emitidos, en
conformidad a lo que disponga la ley orgánica constitucional respectiva. Durará en el
ejercicio de sus funciones por el término de cuatro años, pudiendo ser reelegido
consecutivamente sólo para el período siguiente.
Si a la elección del gobernador regional se presentaren más de dos candidatos y ninguno de
ellos obtuviere al menos cuarenta por ciento de los sufragios válidamente emitidos, se
procederá a una segunda votación que se circunscribirá a los candidatos que hayan obtenido
las dos más altas mayorías relativas y en ella resultará electo aquel de los candidatos que
obtenga el mayor número de sufragios. Esta nueva votación se verificará en la forma que
determine la ley.
Para los efectos de lo dispuesto en los dos incisos precedentes, los votos en blanco y los
nulos se considerarán como no
emitidos”.

35
También la reforma reforzó el carácter fiscalizados del consejo regional, disponiendo que
“El consejo regional podrá fiscalizar los actos del gobierno regional. Para ejercer esta
atribución el consejo regional, con el voto conforme de un tercio de los consejeros
regionales presentes, podrá adoptar acuerdos o sugerir observaciones que se transmitirán
por escrito al gobernador regional, quien deberá dar respuesta fundada dentro de treinta
días.

FUNCIONES DE GOBIERNO EN EL NIVEL PROVINCIAL


En el nivel provincial, de acuerdo con el artículo 116 de la Constitución, “existirá una
delegación presidencial provincial, que será un órgano territorialmente desconcentrado y
estará a cargo de un delegado presidencial provincial, quien será nombrado y removido
libremente por el Presidente de la República”. Sin embargo, en las provincias que sean
asiento de una capital regional, no existirá el delegado presidencial provincial y sus
funciones las cumplirá el delegado regional.
Al delegado presidencial provincial le corresponde “ejercer, de acuerdo con las
instrucciones del delegado presidencial regional, la supervigilancia de los servicios
públicos existentes en la provincia. La ley determinará las atribuciones que podrá delegarle
el delegado presidencial regional y las demás que le corresponden”.

ADMINISTRACIÓN LOCAL.
En el nivel local, la administración de cada comuna, o agrupación de comunas que
determine la ley, reside en una municipalidad, la que está constituida por el alcalde, que es
su máxima autoridad, y por el concejo.
Las municipalidades son corporaciones autónomas de derecho público, con personalidad
jurídica y patrimonio propio, cuya finalidad es satisfacer las necesidades de la comunidad
local y asegurar su participación en el progreso económico, social y cultural de la comuna.
La administración local se encuentra regulada en la ley Nº 18.695, Orgánica Constitucional
de Municipalidades, cuyo texto refundido, coordinado y sistematizado fue fijado por el
D.F.L. Nº 1, de 2006, del Ministerio del Interior.
El alcalde es elegido en votación directa, por mayoría simple de sufragios, y dura cuatro
años en el cargo, pudiendo ser reelegido hasta por tres periodos consecutivos. Es la
autoridad superior de la municipalidad.
El concejo está integrado por concejales, que son elegidos en votación directa, mediante un
sistema electoral proporcional, y también duran cuatro años en el cargo, pudiendo ser
reelegidos hasta por tres periodos consecutivos.

Órganos y atribuciones
El concejo es un órgano encargado de hacer efectiva la participación de la comunidad local,
ejerce funciones normativas, resolutivas y fiscalizadoras y otras atribuciones que se le
encomienden, en la forma que determina la ley orgánica constitucional respectiva. En todo

36
caso, siempre será necesario el acuerdo del Concejo parala aprobación del plan comunal de
desarrollo, del presupuesto municipal y de los proyectos de inversión respectivos.
La Constitución, además, encarga al legislador orgánico señalar las materias de
competencia municipal que el alcalde, con acuerdo del concejo o a requerimiento de los 2/3
de los concejales en ejercicio, o de la proporción de ciudadanos que establezca la ley,
someterá a consulta no vinculante o a plebiscito, así como las oportunidades, forma de la
convocatoria y efectos.
Sin perjuicio de los recursos que se les pueden asignar a las municipalidades en la Ley de
Presupuestos de la Nación, para atender sus gastos, de los ingresos que directamente se les
confieran por la ley o se les otorguen por los gobiernos regionales respectivos, una ley
orgánica constitucional contempla un mecanismo de redistribución solidaria de los ingresos
propios entre las municipalidades del país con la denominación de fondo común municipal.
En otro orden de ideas, se otorgan facultades a las municipalidades para crear o suprimir
empleos y fijar remuneraciones, como también para establecer los órganos o unidades que
la ley orgánica constitucional respectiva permita. Estas facultades se ejercerán dentro de los
límites y requisitos que, a iniciativa exclusiva del Presidente de la República, determine la
ley orgánica constitucional de municipalidades.
Por último, se dispone que la ley determinará la forma y el modo en que los ministerios,
servicios públicos y gobiernos regionales podrán transferir competencias a las
municipalidades, como asimismo el carácter provisorio o definitivo de la transferencia.

TERRITORIOS ESPECIALES
Recordemos que por ley de reforma constitucional Nº20.193, de 2007, se incorporaron en
la Carta los llamados “territorios especiales”, disponiendo el artículo 126 bisque “Son
territorios especiales los correspondientes a Isla de Pascua y al Archipiélago Juan
Fernández. El Gobierno y Administración de estos territorios se regirá por los estatutos
especiales que establezcan las leyes orgánicas constitucionales respectivas”.
Además, se hace aplicable a los territorios especiales lo dispuesto en los seis primeros
incisos del artículo 113, en materia de consejos y consejeros regionales.
Por su parte, la ley Nº20.390 hizo acusable constitucionalmente a la autoridad que ejerza el
Gobierno en los territorios especiales a que se refiere el artículo 126 bis, por infracción de
la Constitución y por los delitos de traición, sedición, malversación de fondos públicos y
concusión.
Finalmente, por ley de reforma constitucional N° 20.573, publicada el 6 de marzo de 2012,
se dispuso que “Los derechos a residir, permanecer y trasladarse hacia y desde cualquier
lugar de la República, garantizados en el numeral 7º del artículo 19, se ejercerán en dichos
territorios en la forma que determinen las leyes especiales que regulen su ejercicio, las que
deberán ser de quórum calificado”.

CONGRESO NACIONAL

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CONGRESO NACIONAL
Esta materia se encuentra regulada en el Capítulo V de la Constitución, artículos 46 a 75.
Debe recordarse que en nuestro sistema institucional Congreso Nacional y Poder
Legislativo no se confunden, puesto que el Congreso no es el legislador, sino uno de los
colegisladores, concurriendo con el Presidente de la República a la formación de la ley,
como disponen el artículo 32 Nº 1 y el artículo 46.
Siguiendo una tradición constitucional iniciada en 1822, la Carta consagra un Congreso
Nacional estructurado en dos cámaras, la Cámara de Diputados y el Senado.
Esta estructura bicameral supone como ventaja, en teoría al menos, una mejor discusión de
los proyectos de ley, al ser analizados en dos instancias distintas; y como contrapartida
tiene la desventaja de demandar un mayor tiempo en el proceso legislativo.

Composición de la Cámara de Diputados.


La Cámara de Diputados está integrada por miembros, “elegidos en votación directa por
distritos electorales”. Agregándose “La ley orgánica constitucional respectiva determinará
el número de diputados, los distritos electorales y la forma de su elección” (art. 47 CPR)1.
La ley a que se refiere la Constitución es la Nº 18.700, Orgánica Constitucional sobre
Votaciones Populares y Escrutinios, que en su art. 187 dispone la existencia de 28 distritos,
y en su artículo 188 los configura a partir de los territorios de las distintas comunas en que
se divide el país. Por cada distrito se eligen entre 3 y 8 diputados. La Cámara tiene, en total,
155 diputados.
La Cámara de Diputados se renueva en su totalidad cada 4 años, y los diputados pueden ser
reelegidos hasta por tres períodos consecutivos.

Requisitos para ser diputado.


a) Ser ciudadano con derecho a sufragio. En consecuencia, se exige ser chileno; no
haber sido condenado a pena aflictiva o por delito que la ley califique como conducta
terrorista; ni encontrarse afecto a alguna de las causales de suspensión del derecho de
sufragio.
Además, debemos recordar lo señalado en el artículo 13, inciso tercero, de la CPR, en el
sentido que respecto de los chilenos por ius sanguinis y los nacionalizados por ley, el
ejercicio de los derechos que les confiere la ciudadanía está sujeto a que hubieren estado
avecindados en Chile por más de un año; y lo dispuesto en el artículo 14, al señalarse que
los nacionalizados por carta “tendrán opción a cargos públicos de elección popular solo
después de cinco años de estar en posesión de sus cartas de nacionalización”.
b) Tener cumplidos veintiún años. Es una edad mínima, dado que el constituyente
no consideró la fijación de una edad máxima para el desempeño de las funciones
parlamentarias.
c) Haber cursado la enseñanza media o equivalente. Se trata de un requisito de
escolaridad de escasa significación práctica, tanto por la obligación que existe de
cursar la enseñanza media, lo que supone, hoy en día, que la mayor parte de la

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población debería satisfacerlo, como por el escaso nivel de preparación para labores
complejas, como la legislativa, que el mencionado nivel educativo proporciona.
d) Tener residencia en la región a que pertenezca el distrito electoral
correspondiente durante un plazo no inferior a dos años, contado hacia atrás desde el
día de la elección. La exigencia se refiere a la residencia en la región, no
específicamente en el distrito. En el texto original, este requisito era común para
diputados y senadores, pero la reforma de la ley Nº 20.050 lo eliminó respecto de
estos últimos.
La finalidad de esta exigencia es que exista una real conexión y un verdadero
conocimiento de la zona por parte de los candidatos que aspiran a representarla, lo
cual no necesariamente se cumple atendida la amplitud de circunstancias que se han
admitido, por parte del Servicio Electoral y del Tribunal Calificador de Elecciones,
para configurar residencia.
Como complemento de lo exigido, en el art. 51 se establece que “se entenderá que
los diputados tienen, por el solo ministerio de la ley, su residencia en la región
correspondiente, mientras se encuentren en ejercicio de su cargo”.

Composición del Senado.


El Senado se integra por miembros elegidos en votación directa por circunscripciones
senatoriales, en consideración a las regiones del país. Para estos efectos, cada región
constituirá, a lo menos, una circunscripción (art. 49, inciso primero, CPR).
La Carta, no fija el número de senadores ni el de las circunscripciones senatoriales, dejando
estas materias entregadas a la ley orgánica respectiva, expresión que, actualmente, está
referida a la ley Nº 18.700, ya citada.
Con la reforma de la ley Nº 20.050 se eliminaron tanto los senadores vitalicios como los
designados, quedando el Senado compuesto íntegramente por representantes elegidos.
Actualmente, el art. 190 de la ley N° 18.700, Orgánica Constitucional sobre Votaciones
Populares y Escrutinios, contempla 16 circunscripciones senatoriales, una por región, que
eligen entre 2 y 5 senadores cada una, con un total de 50 senadores.

Requisitos para ser senador.


Según el artículo 50, para ser elegido senador se requiere:
a) Ser ciudadano con derecho a sufragio.
b) Haber cursado la enseñanza media o equivalente.
c) Tener cumplidos treinta y cinco años el día de la elección. La edad es la misma
que la exigida para ser elegido Presidente de la República, y tampoco se establece
una edad máxima.
A diferencia de los diputados, los senadores duran ocho años en sus cargos y se renuevan
alternadamente cada cuatro años, en la forma que determine la ley orgánica constitucional
respectiva.
Los senadores también pueden ser reelegidos por sólo un solo periodo más.

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Sistema electoral para diputados y senadores.
A diferencia de la Constitución de 1925, que ordenaba emplear un sistema proporcional, la
Carta actual nada dice sobre el particular, dejando al legislador, la definición del sistema
electoral.
El artículo 47 de la CPR dispone que “La Cámara de Diputados está integrada por
miembros elegidos en votación directa por distritos electorales. La ley orgánica
constitucional respectiva determinará el número de diputados, los distritos electorales y la
forma de su elección”. Agregando que “La Cámara de Diputados se renovará en su
totalidad cada cuatro años”.
Por su parte, el artículo 49 establece que “El Senado se compone de miembros elegidos en
votación directa por circunscripciones senatoriales, en consideración a las regiones del país,
cada una de las cuales constituirá, a lo menos, una circunscripción. La ley orgánica
constitucional respectiva determinará el número de Senadores, las circunscripciones
senatoriales y la forma de su elección”.

Nueva Ley Electoral


la ley N° 20.840 modificó la ley N° 18.700, estableciendo un nuevo sistema electoral
parlamentario, que vino a reemplazar el denominado sistema binominal3.
En lo esencial, este nuevo sistema electoral tiene los siguientes elementos:
Número de diputados y senadores. La ley dispone que habrá 155 diputados y 50 senadores.
Para las elecciones de diputado se configuran 28 distritos, que eligen, como se dijo, entre 3
y 8 diputados cada uno.
La distribución de los cargos, entre los distintos distritos, debe actualizarse cada 10 años
por el Consejo Directivo del Servicio Electoral, en proporción a la población, sin que
ningún distrito pueda elegir menos de 3 ni más de 8 diputados.
Para las elecciones senatoriales se configuran dieciséis circunscripciones, correspondiendo
cada una de ellas a una región, que eligen entre 2 y 5 senadores.
Cuotas.
Para las elecciones de 2017, 2021, 2025 y 2029, se aplica lo que se denomina una cuota de
género, disponiéndose que “De la totalidad de declaraciones de candidaturas a diputado o
senador declaradas por los partidos políticos, hayan o no pactado, ni los candidatos
hombres ni las candidatas mujeres podrán superar el sesenta por ciento del total respectivo.
Este porcentaje será obligatorio y se calculará con independencia de la forma de
nominación de las candidaturas. La infracción de lo señalado precedentemente acarreará el
rechazo de todas las candidaturas declaradas a diputados o a senadores, según corresponda,
del partido que no haya cumplido con este requisito” (artículo 4).

Normas comunes a diputados y senadores.


Prohibiciones parlamentarias.

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Esta denominación –prohibiciones parlamentarias- se refiere a tres instituciones distintas:
las inhabilidades, las incompatibilidades y las incapacidades.
Inhabilidades parlamentarias.
Las inhabilidades son impedimentos que la Constitución establece y que obstan a que una
persona pueda ser candidato a un cargo de diputado o senador.
Para los efectos de este curso, distinguiremos en inhabilidades absolutas y relativas.
Son absolutamente inhábiles quienes no reúnen los requisitos para ser elegido diputado o
senador, contemplados en los artículos 48 y 50 de la Carta Fundamental; y son
relativamente inhábiles quienes, reuniendo las condiciones generales de elegibilidad, no
pueden ser candidatos a un cargo parlamentario por desempeñar alguno de los cargos, o
encontrarse en alguna de las situaciones, taxativamente previstos en el artículo 57 de la
Constitución.
Según el artículo 57, ya citado, no pueden ser candidatos a diputados ni a senadores:
1) Los Ministros de Estado.
2) Los gobernadores regionales, los delegados presidenciales regionales, los
delegados presidenciales provinciales, los alcaldes, los consejeros regionales, los
concejales y los subsecretarios.
3) Los miembros del Consejo del Banco Central.
4) Los magistrados de los tribunales superiores de justicia y los jueces de letras.
5) Los miembros del Tribunal Constitucional, del Tribunal Calificador de
Elecciones y de los tribunales electorales regionales.
6) El Contralor General de la República.
7) Las personas que desempeñan un cargo directivo de naturaleza gremial o vecinal.
8) Las personas naturales y los gerentes o administradores de personas jurídicas que
celebren o caucionen contratos con el Estado.
9) El Fiscal Nacional, los fiscales regionales y los fiscales adjuntos del Ministerio
Público, y
10) Los Comandantes en Jefe del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea, el
General Director de Carabineros, el Director General de la Policía de
Investigaciones y los oficiales pertenecientes a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas
de Orden y Seguridad Pública.
Efectos de las inhabilidades relativas.
Aquí hay que distinguir dos situaciones.
La primera, no regulada expresamente por la Constitución, se refiere a las personas que,
siendo inhábiles, pretenden inscribir su candidatura a diputado o senador.
En este caso, esa candidatura debería ser rechazada por el Servicio Electoral o, en su caso,
por el Tribunal Calificador de Elecciones. No obstante, si pese a los controles existentes,
una persona inhábil lograra inscribir su candidatura y participar en la elección, tal elección
debería declararse nula.
En cambio, las personas que dejan de servir los cargos que causan inhabilidad en la
oportunidad estipulada en la Carta, y participan válidamente en la elección, si no resultan

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elegidos no pueden volver al mismo cargo, ni ser designadas para cargos análogos a los que
desempeñaron, hasta un año después del acto electoral.
Las incompatibilidades.
Las incompatibilidades son prohibiciones que afectan a quienes han sido elegidos diputado
o senador, y que les impiden desempeñar, en forma simultánea, el cargo parlamentario y
otro u otros cargos que la persona servía al momento de la elección, expresamente
determinados por la Constitución.
De acuerdo con el artículo 58 de la Carta:
1.- Los cargos de diputados y senadores son incompatibles entre sí. Esta es la llamada
“prohibición de cúmulo de funciones”.
Refuerza esta idea lo dispuesto en el art. 51 CPR, que permite a un diputado pasar a ocupar
un puesto vacante en el Senado, pero cesando en su cargo de diputado.
Los cargos de diputados y senadores son incompatibles con todo empleo o comisión
retribuidos con fondos del Fisco.
Se trata de empleos o cargos remunerados con fondos públicos, de cualquier servicio o
institución, incluyendo, por cierto, la administración central del Estado. Como señala la
Carta, debe tratarse de empleos rentados, de modo que los cargos o funciones que, de
acuerdo con su respectivo estatuto jurídico, no llevan aparejada una remuneración, no
causan incompatibilidad.
Finalmente, los cargos de diputados y senadores son incompatibles con las funciones de
directores o consejeros, aun cuando sean ad honorem, en las entidades fiscales autónomas,
semifiscales o en las empresas estatales, o en las que el Estado tenga participación por
aporte de capital.
Excepción a las incompatibilidades.
Se exceptúan de la prohibición, es decir, no son incompatibles con los cargos
parlamentarios, los empleos docentes y las funciones o comisiones de igual carácter de la
enseñanza superior, media y especial.
Efectos de las incompatibilidades.
La incompatibilidad se va a configurar al momento en que el parlamentario es proclamado
como electo por el Tribunal Calificador y, en consecuencia, desde ese momento cesa “en el
en el otro cargo, empleo o comisión incompatible que desempeñe”.
La cesación en el cargo incompatible opera de pleno derecho, desde la proclamación como
electo, sin que sea necesaria declaración alguna.
No se consagra un derecho de opción, como hacía la Carta anterior, porque se entiende que
la persona, al presentarse a la elección, asume que en caso de ser elegido cesará en el
empleo incompatible que desempeñe;
Las incapacidades.
Las incapacidades son prohibiciones que impiden que un parlamentario pueda ser
nombrado en un cargo incompatible.
No obstante, lo dicho, se ha empezado a discutir la compatibilidad, no solo respecto del
ejercicio de actividades empresariales, sino también de algunas profesiones,

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particularmente la de abogado. En parte el problema se ha abordado al regularse los
conflictos de interés.
Dispone el art. 59 CPR que “ningún diputado o senador, desde el momento de su
proclamación por el Tribunal Calificador de Elecciones puede ser nombrado para un
empleo, función o comisión de los referidos en el artículo anterior”.
Es decir, si un diputado o senador no puede seguir desempeñando un cargo incompatible
que ocupaba antes de su elección, naturalmente que durante el ejercicio no podrá ser
nombrado para uno de estos mismos cargos.
Sin perjuicio de lo anterior, el propio art. 59, en su inciso segundo, establece dos
excepciones.
Así, no rige la norma sobre incapacidades en caso de guerra exterior. Atendido lo extrema
de la situación de guerra, la Carta no solo permite que un parlamentario pueda ser
válidamente nombrado en un cargo incompatible, sino que además admite el desempeño
conjunto de ambos cargos.
De este modo, un diputado o senador puede ser válidamente elegido Presidente de la
República, o nombrado Ministro de Estado o agente diplomático, pero si tal elección o
designación se produce en tiempo de paz, conlleva la cesación en el cargo parlamentario.
La plena compatibilidad solo se reconoce, incluso respecto de estos cargos, en situaciones
de guerra externa
Privilegios parlamentarios.
Bajo esta denominación se comprenden la inmunidad y el fuero parlamentario, que
corresponden a prerrogativas establecidas en favor de diputados y senadores, que les
otorgan una mayor protección, en aras de garantizar su independencia y, principalmente, la
independencia de las Cámaras.
Dispone el art. 61, en su inciso primero, que “los diputados y senadores solo son inviolables
por las opiniones que manifiesten y los votos que emitan en el desempeño de sus cargos, en
sesiones de sala o de comisión”.
El efecto de la inviolabilidad es que el parlamentario no tiene responsabilidad, ni penal ni
civil, por los eventuales delitos que pudiera cometer al manifestar una opinión o emitir un
voto, en las condiciones previstas por la Carta. De ahí su carácter de privilegio, por cuanto
el resto de los ciudadanos gozan igualmente de una amplia libertad de opinión, pero
siempre “sin perjuicio de responder por los delitos y abusos que se cometan” en su ejercicio
(art. 19 Nº 12).
Finalmente, cabe consignar que la norma sobre inviolabilidad puede entrar en conflicto con
la disposición que consagra las causales de cesación en el cargo parlamentario, contenidas
en el art. 60, y más específicamente con su inciso quinto.
En efecto, el mencionado inciso quinto del artículo 60 establece, en lo pertinente, que
“cesará, asimismo, en sus funciones el diputado o senador que de palabra o por escrito
incite a la alteración del orden público o propicie el cambio del orden jurídico institucional
por mediosdistintos de los que establece esta Constitución, o que comprometa
gravemente la seguridad o el honor de la Nación”.

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En nuestra opinión, no pudiendo aplicarse el principio de especialidad, nos inclinamos por
sostener la primacía de la norma sobre inviolabilidad, teniendo presente que el fin último de
esta institución es cautelar la independencia de los parlamentarios y, principalmente, de las
Cámaras, independencia que se constituye como uno de los pilares fundamentales de la
organización y funcionamiento del Congreso Nacional
El fuero parlamentario.
El fuero parlamentario –que no es el mismo fuero procesal estudiado en la asignatura
respectiva- es una garantía de carácter adjetiva o procedimental establecida en beneficio de
diputados y senadores, en cuya virtud ningún parlamentario, como señala el art. 61, inciso
segundo, “desde el día de su elección o desde su juramento, según el caso, puede ser
acusado o privado de su libertad, salvo el caso de delito flagrante, si el Tribunal de Alzada
de la jurisdicción respectiva, en pleno, no autoriza previamente la acusación declarando
haber lugar a formación de causa”.
El fuero, en consecuencia, no supone una modificación de las normas sustantivas sobre
responsabilidad, sino que únicamente obliga a un examen previo de la acción que se
intenta contra el parlamentario, para el solo efecto de determinar si esta cuenta o no con
fundamento suficiente, evitando así la tramitación de acciones temerarias, carentes del
necesario sustento. Soy de la opinión que el fuero se circunscribe exclusivamente a las
causas criminales, y no a las civiles, fundamentalmente porque la terminología empleada
por el constituyente se refiere únicamente al proceso penal.
Desafuero.
El desafuero es la resolución de la Corte de Apelaciones, o de la Corte Suprema, en su caso,
mediante la cual se autoriza la acusación en contra del parlamentario, declarando haber
lugar a la formación de causa.
Mediante el desafuero, el tribunal competente declara que existen antecedentes suficientes
para acusar o privar de libertad a un parlamentario en una causa criminal.
Tribunal competente.
El tribunal competente para conocer de la solicitud de desafuero, en primera instancia, es,
según la Constitución, el “Tribunal de Alzada de la jurisdicción respectiva”. (corte de
apelaciones respectiva)
La segunda instancia corresponde a la Corte Suprema, también en pleno.
Efectos de la resolución que se pronuncia sobre la solicitud de desafuero.
Una vez firme la resolución que se pronuncia sobre la solicitud de desafuero, sus efectos
van a depender del contenido de la misma.
Así, si la resolución no da lugar al desafuero, el diputado o senador debe ser sobreseído
definitivamente en la causa que se siguiere en su contra.
1. Queda el diputado o senador suspendido de su cargo. Esto no significa que deja de
ser parlamentario, sino solo que no puede ejercer como tal. Si el parlamentario es
finalmente cesado en su cargo o si vuelve a su ejercicio, dependerá de la sentencia
que se dicte en la causa seguida en su contra, como tendremos oportunidad de ver al
analizar las causales de cesación aplicables a diputados y senadores.

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Por lo anterior, mientras está suspendido el diputado o senador continúa percibiendo
la dieta.
2. Queda sujeto a juez competente. Allanado el fuero, queda el diputado o senador
sujeto a las normas generales para su juzgamiento.
Beneficios económicos de diputados y senadores. (Dieta)
La Constitución solo regula la dieta parlamentaria, que es una prestación en dinero que se
otorga a cada diputado y senador, desde su incorporación a la Cámara respectiva, por el
solo hecho de revestir la condición de parlamentario, y que recibe el tratamiento tributario y
previsional de las remuneraciones.
Hoy parece claro que la función parlamentaria debe llevar aparejada una retribución
pecuniaria razonable, tanto para posibilitar que cualquier persona pueda acceder a los
cargos de diputado o senador, independientemente de su situación económica particular;
como también para evitar que los parlamentarios sean coaccionados por medios
económicos.
la Constitución actual pretendió superar este problema disponiendo, en su art. 62, que “los
diputados y senadores percibirán como única renta una dieta equivalente a la remuneración
de un Ministro de Estado incluidas todas las asignaciones que a éstos correspondan”.
Causales de cesación en el cargo.
- Muerte del parlamentario.
- Vencimiento del periodo por el cual fue elegido diputado (cuatro años) o senador
(ocho años).
- Haber sido sancionado el diputado o senador, por el Tribunal Constitucional, por
haber tenido participación en los hechos que motivan la declaración de
inconstitucionalidad de un partido, movimiento u organización, de conformidad con
lo dispuesto en el art. 19 Nº 15, inciso séptimo.
- Ser un diputado designado senador, en situación de vacancia de este último cargo,
todo ello conforme al artículo 51 de la Carta.
Por su parte, según el artículo 60 de la Constitución, son causales de cesación en el
cargo de diputado senador las siguientes:
1.- Ausentarse del país por más de treinta días sin permiso de la Cámara a que
pertenezca o, en receso de ella, de su Presidente. Las ausencias de hasta 30 días, sin
permiso constitucional, se sanciona disciplinariamente en los Reglamentos de las
Cámaras, pero no pueden dar lugar a la cesación en el cargo parlamentario.
2.- Celebrar o caucionar, durante el ejercicio de su cargo, contratos con el Estado.
3.- Actuar como procurador o agente en gestiones particulares de carácter
administrativo, en la provisión de empleos públicos, consejerías, funciones o
comisiones de similar naturaleza.
4.- Aceptar ser director de banco o de alguna sociedad anónima, o ejercer cargos de
similar importancia en estas actividades.
5.- Actuar como abogado o mandatario en cualquier clase de juicio.

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En todo caso, es solo la litigación en calidad de abogado o mandatario lo que se
prohíbe, no pudiendo extenderse la norma a otras situaciones no consideradas
expresamente, como el ejercicio profesional en ámbitos distintos a la litigación, o la
presentación de acciones contra el Estado o particulares, en calidad de demandante,
por señalar algunos ejemplos.
6.- Ejercitar cualquier influencia ante las autoridades administrativas o judiciales en
favor o representación del empleador o de los trabajadores en negociaciones o
conflictos laborales, sean del sector público o privado, o que intervengan en ellos
ante cualquiera de las partes.
7.- Actuar o intervenir en actividades estudiantiles, cualquiera que sea la rama de la
enseñanza, con el objeto de atentar contra su normal desenvolvimiento.
8.- Incitar a la alteración del orden público, propiciar el cambio del orden jurídico
institucional por medios distintos de los que establece la Constitución, o
comprometer gravemente la seguridad o el honor de la Nación, sea que se obre de
palabra o por escrito, y todo ello sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso séptimo
del número 15º del artículo 19.
9.- Cesará en su cargo el diputado o senador que haya infringido gravemente las
normas sobre transparencia, límites y control del gasto electoral, desde la fecha que
lo declare por sentencia firme el Tribunal Calificador de Elecciones, a requerimiento
del Consejo Directivo del Servicio Electoral. Una ley orgánica constitucional
señalará los casos en que existe una infracción grave. Asimismo, el diputado o
senador que perdiere el cargo no podrá optar a ninguna función o empleo público
por el término de tres años, ni podrá ser candidato a cargos de elección popular en
los dos actos electorales inmediatamente siguientes a su cesación.
10. Perder algún requisito general de elegibilidad o incurrir en alguna de las
causales de inhabilidad a que se refiere el artículo 57, sin perjuicio de la excepción
contemplada en el inciso segundo del artículo 59 respecto de los Ministros de
Estado.
11.- Renunciar al cargo, cuando le afecte una enfermedad grave que le impida
desempeñarlo, y así lo califique el Tribunal Constitucional.
Resolviendo una larga discusión planteada antes del año 2005, acerca de la
naturaleza renunciable o irrenunciable de los cargos de diputado y senador, la
reforma de la ley Nº 20.050 introdujo la norma antes transcrita, aceptando la
renuncia como causal de cesación en el cargo parlamentario, pero en forma muy
limitada: solo ante una enfermedad grave que impida su desempeño, así calificada
por el Tribunal Constitucional.
El órgano competente para conocer de las causales de cesación en los cargos
parlamentarios es el Tribunal Constitucional, quien puede actuar a requerimiento del
Presidente de la República o de no menos de 10 parlamentarios en ejercicio.

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1.- Las vacantes de diputados y senadores se proveerán con el ciudadano que señale
el partido político al que pertenecía el parlamentario que produjo la vacante al
momento de ser elegido.
Se trata, así, de mantener exactamente la proporcionalidad de la representación
política –entre partidos al menos- resultante de las elecciones. Incluso más, resulta
irrelevante que el parlamentario que cesó en su cargo haya cambiado de militancia
después de la elección, pues su reemplazante siempre va a ser designado por el
partido en el cual militaba cuando fue elegido.
2.- Los parlamentarios elegidos como independientes no serán reemplazados.

Atribuciones exclusivas del Congreso y de las Cámaras.


Esta materia se encuentra regulada en el art. 54, aunque debe complementarse con lo
dispuesto en el art. 32 Nº 14.
Estas atribuciones ya fueron estudiadas a propósito de la competencia del Presidente de la
República, por lo que en esta parte simplemente haremos una referencia a ellas. Así, son
atribuciones exclusivas del Congreso Nacional:
1.- Aprobar o desechar los tratados internacionales que le presente el Presidente de
la República antes de su ratificación (art. 54 Nº 1).
2.-Pronunciarse, cuandocorresponda, respecto de los estadosde
excepción constitucional, en la forma prescrita por el inciso segundo del artículo 40
(art. 54 Nº 2).
3.- Otorgar indulto particular a las personas encontradas culpables en un
procedimiento de acusación constitucional (art. 32 Nº 14).

Atribuciones exclusivas de la Cámara de Diputados.


Se encuentran consagradas en el art. 52 CPR, y consisten en fiscalizar los actos del
Gobierno y aprobar o desechar la acusación constitucional.
1.- Fiscalización.
De acuerdo con el art. 52 Nº 1 de la Constitución, es atribución exclusiva de la Cámara de
Diputados el “Fiscalizar los actos del Gobierno”.
Fiscalizar significa, según el diccionario de la RAE, “criticar y traer a juicio las acciones u
obras de alguien”. En consecuencia, la fiscalización por la Cámara supone la facultad de
juzgar la actuación del Gobierno, de analizarla, ponderarla y emitir una valoración, positiva
o negativa, sobre ella.
Ahora bien, para el ejercicio de la facultad de fiscalización la Carta establece cuatro
mecanismos distintos, a saber:
i) La Cámara puede adoptar acuerdos o sugerir observaciones, con el voto de la
mayoría de los diputados presentes (art. 52 Nº 1, letra a, primer inciso).
Estos acuerdos se transmiten por escrito al Presidente de la República, quien debe
dar respuesta fundada, por medio del Ministro de Estado que corresponda, dentro de

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treinta días. El Ministro de Estado correspondiente será aquel a cuya cartera
pertenezca el tratamiento de las materias vinculadas al acuerdo de fiscalización.
ii) Además del mecanismo analizado anteriormente, la Carta establece que cualquier
diputado, con el voto favorable de un tercio de los miembros presentes de la
Cámara, puede solicitar determinados antecedentes al Gobierno (art. 52 Nº 1, letra a,
inciso segundo).
Esto es lo que algunos autores han denominado la “fiscalización por la minoría”,
dado que es una minoría calificada de la Cámara (un tercio de los miembros
presentes en la sesión) la que puede ejercerla. De todas maneras, se trata de un
mecanismo de alcances más limitados, puesto que se reduce a la solicitud de
determinados antecedentes.
iii) En el ejercicio de sus funciones fiscalizadoras, la Cámara puede Citar a un
Ministro de Estado, a petición de a lo menos un tercio de los diputados en ejercicio,
a fin de formularle preguntas en relación con materias vinculadas al ejercicio de su
cargo (art. 52 Nº 1, letra b). (interpelación)
La asistencia del Ministro es obligatoria y, además, debe responder a las preguntas y
consultas que motiven su citación.
Evidentemente debe tratarse de preguntas que digan relación con materias de
competencia del Ministerio de que se trate.
Con todo, un mismo Ministro no puede ser citado para este efecto más de tres veces
dentro de un año calendario, sin previo acuerdo de la mayoría absoluta de los
diputados en ejercicio.
iv) Por último, el cuarto mecanismo de fiscalización son las comisiones
investigadoras. Para estos efectos, la Cámara puede crear comisiones especiales
investigadoras, a petición de a lo menos dos quintos de los diputados en ejercicio,
con el objeto de reunir informaciones relativas a determinados actos del Gobierno
(art. 52 Nº 1, letra c).
Las comisiones investigadoras, a petición de un tercio de sus miembros, pueden
despachar citaciones y solicitar antecedentes.
Los Ministros de Estado, los demás funcionarios de la Administración y el personal
de las empresas del Estado o de aquéllas en que éste tenga participación mayoritaria,
que sean citados por estas comisiones, están obligados a comparecer y a suministrar
los antecedentes y las informaciones que se les soliciten.
Declarar si hay o no lugar a las acusaciones constitucionales entabladas.
La acusación constitucional es un procedimiento complejo, destinado a hacer efectiva la
“responsabilidad jurídico - constitucional” en que pueden incurrir ciertos y determinados
funcionarios estatales, es decir, persigue sancionar la responsabilidad por determinados
delitos, infracciones o abusos de poder. No tiene por objeto hacer efectiva la
responsabilidad política de los acusados, por lo que no resulta apropiado denominarla
“juicio político”, pese a que la propia Carta, en forma errónea, utiliza esta expresión en su

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art. 30. En todo caso, es una responsabilidad que se persigue por un órgano político, el
Congreso Nacional.
La acusación constitucional se estructura en dos etapas. En la primera, la Cámara de
Diputados resuelve si admite o no la acusación entablada; y en la segunda, el Senado falla
la acusación, estableciendo la inocencia o la culpabilidad del acusado.
La acusación constitucional debe ser entablada, por no menos de 10 ni más de 20
diputados. El mínimo es para garantizar cierta seriedad a la acusación, y el máximo, para
evitar prejuzgamientos.
Funcionarios acusables y causales de acusación:
a) Presidente de la República, por actos de su administración que hayan
comprometido gravemente el honor o la seguridad de la Nación, o infringido
abiertamente la Constitución o las leyes.
Por tratarse del Presidente, las causales son particularmente exigentes.
Interpuesta la acusación, la Carta no establece ningún efecto respecto del Presidente
de la República.
Sin embargo, para asegurar que el expresidente se encuentre disponible para la
Cámara de Diputados durante el periodo en que puede ser acusado, se dispone que,
por el término de los seis meses siguientes a su expiración en el cargo, el ex
Presidente de la República no puede ausentarse del territorio de la República sin
acuerdo de la Cámara.
b) Ministros de Estado, por haber comprometido gravemente el honor o la seguridad
de la Nación, por infringir la Constitución o las leyes o haber dejado éstas sin
ejecución, y por los delitos de traición, concusión, malversación de fondos públicos
y soborno.
c) Magistrados de los tribunales superiores de justicia y del Contralor General de la
República, por notable abandono de sus deberes.
d) Generales o almirantes de las instituciones pertenecientes a las Fuerzas de la
Defensa Nacional, por haber comprometido gravemente el honor o la seguridad de
la Nación.
Está referida a quienes tienen el grado de general en el Ejército y
la Fuerza Aérea, y a los almirantes en la Armada.
e) Contralor general de la República.
De los delegados presidenciales regionales, delegados presidenciales provinciales y
de la autoridad que ejerza el Gobierno en los territorios especiales a que se refiere el
artículo 126 bis, por infracción de la Constitución y por los delitos de traición,
sedición, malversación de fondos públicos y concusión.
Quórum de aprobación.
Para aprobar la acusación deducida en contra del Presidente de la República o de un
gobernador regional se requiere el voto conforme de la mayoría de los diputados en
ejercicio.

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En cambio, para aprobar la acusación respecto de los demás acusables, el quórum es de la
mayoría de los diputados presentes.
Efectos de la aprobación de la acusación en la Cámara de Diputados.
Si el acusado es el Presidente de la República, la circunstancia que la Cámara de Diputados
declare que ha lugar a la acusación en su contra no tiene prevista, en el texto, ninguna
consecuencia expresa. Sin embargo, se ha sostenido que ello podría constituir un “grave
motivo”, en los términos del art. 29 CPR, que produciría impedimento temporal para el
desempeño del cargo y debería procederse a la subrogación del Presidente.
Respecto de las demás personas acusables, por la aprobación de la acusación en la Cámara
el acusado queda suspendido en sus funciones. Se agrega que la suspensión cesará si el
Senado desestimare la acusación o si no se pronunciare dentro de los treinta días siguientes

Atribuciones exclusivas del Senado.


Las atribuciones exclusivas del Senado se encuentran contenidas en el art. 53, el cual
comienza, precisamente, por la segunda etapa de la acusación constitucional, es decir, la
etapa de fallo o resolución. Las demás atribuciones que se le encomiendan son más bien
resolutivas.
1.- Conocer de las acusaciones que la Cámara de Diputados haya aprobado, según lo
examinado precedentemente.
Para estos efectos, la Carta dispone que el Senado resolverá como jurado y se
limitará a declarar si el acusado es o no culpable del delito, infracción o abuso de
poder que se le imputa.
Es decir, cada senador debe resolver según la libre convicción que se haya podido
formar, acerca de la inocencia o culpabilidad del acusado, a partir del análisis de los
antecedentes producidos.
Quórum.
La declaración de culpabilidad deberá ser pronunciada por los dos tercios de los senadores
en ejercicio cuando se trate de una acusación en contra del Presidente de la República, y
por la mayoría de los senadores en ejercicio en los demás casos.
Efectos de la declaración de culpabilidad.
a) Queda el acusado destituido de su cargo.
b) El acusado declarado culpable no puede desempeñar ninguna función pública, sea
o no de elección popular, por el término de cinco años.
c) El funcionario declarado culpable será juzgado de acuerdo con las leyes
por el tribunal competente, tanto para la aplicación de la pena señalada al delito, si
lo hubiere, cuanto para hacer efectiva la responsabilidad civil por los daños y
perjuicios causados al Estado o a particulares.
2) Decidir si admite o no las acciones judiciales que cualquier persona pretenda
iniciar en contra de algún Ministro de Estado, con motivo de los perjuicios que
pueda haber sufrido injustamente por acto de éste en el desempeño de su cargo.

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Se trata de las acciones civiles que se pueden intentar en contra de un Ministro de
Estado, como consecuencia de actuaciones realizadas en su condición de tal.
3) Conocer de las contiendas de competencia que se susciten entre las autoridades
políticas o administrativas y los tribunales superiores de justicia.
La contienda de competencia se va a producir cuando dos órganos se estiman
competentes para conocer de un asunto o, por el contrario, cuando ninguno de ellos
se considera competente. De acuerdo con el art. 93 Nº 12, corresponde al Tribunal
Constitucional resolver las contiendas de competencia que se susciten entre las
autoridades políticas o administrativas y los tribunales de justicia.
4) Otorgar la rehabilitación de la ciudadanía en el caso del artículo 17, número 3° de
la Constitución.
5) Prestar o negar su consentimiento a los actos del Presidente de la República, en
los casos en que la Constitución o la ley lo requieran.
6) Otorgar su acuerdo para que el Presidente de la República pueda ausentarse del
país por más de treinta días; o en el periodo que transcurre desde la primera o única
votación para elegir su sucesor y hasta que cese en su mandato.
7) Declarar la inhabilidad del Presidente de la República o del Presidente electo
cuando un impedimento físico o mental lo inhabilite para el ejercicio de sus
funciones; y declarar, asimismo, cuando el Presidente de la República haga dimisión
de su cargo, si los motivos que la originan son o no fundados y, en consecuencia,
admitirla o desecharla. En ambos casos deberá oír previamente al Tribunal
Constitucional
8) Aprobar, por la mayoría de sus miembros en ejercicio, la declaración del Tribunal
Constitucional a que se refiere la segunda parte del Nº 10º del artículo 93.
Se refiere, como vimos en su oportunidad, a la aprobación por el Senado de la
sentencia del Tribunal Constitucional que sanciona al Presidente de la República,
electo o en ejercicio, por haber tenido participación en los hechos que motivan la
declaración de inconstitucionalidad de un partido movimiento u organización. El
requerimiento al Tribunal Constitucional corresponde a la Cámara de Diputados o a
una cuarta parte de sus miembros en ejercicio.
9) Aprobar, en sesión especialmente convocada al efecto y con el voto conforme de
los dos tercios de los senadores en ejercicio, la designación de los ministros y
fiscales judiciales de la Corte Suprema y del Fiscal Nacional del Ministerio Público.
10) Dar su dictamen al Presidente de la República en los casos en que éste lo
solicite.
Esta es una función meramente consultiva, el dictamen del Senado no tiene carácter
vinculante.
Tramitación de la Ley.

Tramitación de la Ley.

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Según los artículos 32 Nº 1 y 46 CPR, el Presidente de la República y el Congreso Nacional
concurren a la formación de la ley, es decir, Presidente y Congreso son colegisladores.
Ahora bien, el proceso legislativo es un proceso complejo, compuesto de distintas
actuaciones o trámites, que reciben las siguientes denominaciones: iniciativa legislativa;
discusión y votación; aprobación, sanción o veto; promulgación y publicación.
Iniciativa legislativa.
La iniciativa dice relación con la autoridad facultada para presentar un proyecto de ley en el
Congreso nacional, obligando a darle la tramitación correspondiente.
Nuestro sistema establece que la iniciativa corresponde tanto al Presidente de la República
como a los parlamentarios, es decir, diputados y senadores.
Si la iniciativa ejerce el Presidente de la República, el proyecto recibe el nombre de
mensaje; y si la ejercen diputados o senadores se denomina moción. La moción no puede
ser firmada (presentada) por más de diez diputados ni por más de cinco senadores. Cabe
aclarar que una moción no puede ser presentada por senadores y diputados conjuntamente.
Además de lo dicho, y remarcándose el carácter presidencialista de nuestro régimen de
gobierno, el Presidente de la República no solo goza de iniciativa legislativa, sino que, en
algunas materias, esta iniciativa es exclusiva, es decir, solo el Presidente puede presentar
proyectos de ley sobre determinados asuntos, taxativamente señalados en la Carta
Fundamental.
En efecto, dispone el art. 65, incisos tercero y cuarto, que “Corresponderá al Presidente de
la República la iniciativa exclusiva de los proyectos de ley que tengan relación con la
alteración de la división política o administrativa del país, o con la administración
financiera o presupuestaria del Estado, incluyendo las modificaciones de la Ley de
Presupuestos, y con las materias señaladas en los números 10 y 13 del artículo 63.
A lo anterior debe agregarse que son de iniciativa exclusiva del Presidente los proyectos de
ley que tengan por objeto autorizar la declaración de guerra (art. 63 Nº 15) y los que tengan
por finalidad modificar la ley orgánica de municipalidades para fijar los límites y requisitos
que deberán observar las municipalidades para ejercer las facultades de “crear o suprimir
empleos y fijar remuneraciones” y de “establecer los órganos o unidades que la ley
orgánica constitucional respectiva permita”.

Origen
Dice relación con la Cámara que empieza a conocer un determinado proyecto de ley. La
Cámara donde se presenta el proyecto se denomina cámara de origen, y la otra recibe el
nombre de cámara revisora.
La regla general es que cualquiera de las Cámaras puede ser cámara de origen, es decir, los
proyectos de ley, sea que se inicien por mensaje o por moción, pueden ser presentados en la
Cámara de Diputados o en el Senado.
Esta opción de presentar un proyecto ante una u otra Cámara en realidad corresponde al
Presidente de la República, puesto que los parlamentarios solo pueden presentar mociones
en la Cámara a la que pertenezcan Sin perjuicio de lo expresado, la Carta señala que los

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proyectos de ley sobre ciertas materias solo pueden tener su origen en la Cámara de
Diputados y otros solo en el Senado, fijando, como excepción, un origen obligatorio.
De esta manera, solo pueden tener su origen en la Cámara de Diputados los proyectos de
ley sobre tributos de cualquiera naturaleza que sean, sobre los presupuestos de la
Administración Pública y sobre reclutamiento.
Por su parte, solo pueden tener origen en el Senado las leyes sobre amnistía y sobre
indultos generales.

Discusión y votación.
En esta etapa el proyecto de ley es discutido en el Congreso, para, finalmente, aprobarlo o
rechazarlo.
Cada una de las deliberaciones y votaciones que se realizan en las Cámaras recibe el
nombre de “trámite constitucional”. La primera discusión y votación en la cámara de origen
se designa como “primer trámite constitucional”; la primera discusión y votación en la
cámara revisora se denomina “segundo trámite constitucional”; y así sucesivamente.
Discusión general y particular.
En el examen del proyecto que se realiza por la Cámaras se distinguen dos tipos de
discusiones, sin perjuicio de otras modalidades que se pueden contemplar en los
reglamentos: la discusión general y la discusión particular.
De acuerdo con la LOC del Congreso Nacional, en su art. 23, se entiende por discusión
general la que dice relación solo con las ideas matrices o fundamentales del proyecto y que
tiene por objeto admitirlo o desecharlo en su totalidad. En la discusión particular, en
cambio, se procede a examinar el proyecto en sus detalles, a revisar el contenido de cada
uno de sus artículos y las eventuales indicaciones que se hayan podido presentar.
Para estos efectos, se consideran como ideas matrices o fundamentales de un proyecto
aquéllas contenidas en el mensaje o moción.
Cabe agregar que los proyectos que se encuentran en primer o segundo trámite
constitucional siempre deben tener discusión general.

Las indicaciones.
Las indicaciones son las proposiciones formuladas por los parlamentarios, o por el
Presidente de la República, tendientes a modificar el articulado propuesto en el mensaje o
moción, o el texto aprobado por la otra Cámara, según el caso, mediante la agregación,
supresión o modificación de sus disposiciones.
El art. 66 de la Carta previene expresamente que todo proyecto puede ser objeto de
adiciones o correcciones en los trámites que corresponda, tanto en la Cámara de Diputados
como en el Senado. Pero agrega que ningún caso se admitirán las indicaciones que no
tengan relación directa con las ideas matrices o fundamentales del proyecto.
La LOC del Congreso agrega que también serán inadmisibles las indicaciones que sean
contrarias a la Constitución; las que importen nuevos gastos con cargo a los fondos del
Estado o de sus organismos, o de empresas de que sea dueño o en que tenga participación,

53
sin crear o indicar, al mismo tiempo, las fuentes de recursos necesarios para atender a tales
gastos; y las indicaciones formuladas por parlamentarios que digan relación con materias
cuya iniciativa corresponda exclusivamente al Presidente de la República.
Corresponde al presidente de la sala o comisión la facultad de declarar inadmisible las
indicaciones que se presenten, pudiendo la sala, o la comisión, en su caso, reconsiderar
dicha inadmisibilidad. La declaración de inadmisibilidad puede ser hecha por el presidente
de propia iniciativa o a petición de algún miembro de la corporación, en cualquier momento
de la discusión del proyecto. No se admiten indicaciones respecto de las proposiciones que
formulen las comisiones mixtas (art. 31 LOC del Congreso Nacional).

La urgencia.
La “urgencia” es un mecanismo que permite al Presidente de la República fijar un plazo
máximo para la tramitación de un proyecto de ley, en una o en ambas Cámaras.
Es privativo del Presidente de la República hacer presente la urgencia en la tramitación de
un proyecto de ley, determinar la oportunidad para ello, calificarla y retirarla.
La Constitución dispone, en la materia, que “el Presidente de la República podrá hacer
presente la urgencia en el despacho de un proyecto, en uno o en todos sus trámites, y en tal
caso, la Cámara respectiva deberá pronunciarse dentro del plazo máximo de treinta días. Y
agrega que “la calificación de la urgencia corresponderá hacerla al Presidente de la
República de acuerdo con la ley orgánica constitucional relativa al Congreso (...)”.
Desarrollando este precepto, la LOC del Congreso establece que la urgencia puede hacerse
presente en el correspondiente mensaje o mediante oficio dirigido al presidente de la
Cámara donde se encuentre el proyecto, o al del Senado cuando el proyecto estuviere en
comisión mixta. En el mismo documento debe expresarse la calificación que otorgue a la
urgencia, la cual podrá ser simple, suma o de discusión inmediata; si no se especifica esa
calificación, se entiende que la urgencia es simple. Cuando un proyecto sea calificado de
simple urgencia, su discusión y votación en la Cámara requerida deberán quedar terminadas
en el plazo de treinta días; si la calificación fuere de suma urgencia, ese plazo será de
quince días, y si se solicita discusión inmediata, será de seis días.

Esquema de tramitación de un proyecto, en primer o segundo trámite constitucional, al


interior de las Cámaras.
Ingresado un proyecto o moción a la secretaría de la Cámara respectiva, el Presidente debe
dar cuenta de la iniciativa presentada en sesión de sala. Luego de eso, el proyecto pasa a
comisión, para un primer informe. Normalmente conocerá del proyecto la Comisión
permanente que corresponda a la materia tratada en la iniciativa legislativa. Evacuado el
informe de la Comisión, se da cuenta a la Sala y se procede a votar para aprobarlo o
rechazarlo en general. Aprobado en general, y con las indicaciones que se hayan podido
presentar, el proyecto vuelve a la Comisión para un segundo informe, a partir del cual se
efectuará la discusión y votación particular.

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Salvo lo dicho en relación con la urgencia, las Cámaras no tienen plazo para despachar un
proyecto de ley, y pueden requerirse los informes de comisión que sean pertinentes. Las
comisiones, por su parte, pueden recabar todos los antecedentes que estimen necesarios, y
recibir la opinión de expertos en las materias analizadas.

Esquema de tramitación de un proyecto de ley en el Congreso.


De acuerdo con lo dispuesto en los art. 68 y siguientes, las situaciones que pueden darse en
la tramitación de la ley, en un esquema general, son las siguientes:
1.- Si la cámara de origen rechaza en general un proyecto de ley, no puede
continuarse el procedimiento legislativo y, además, la iniciativa no puede renovarse
sino hasta después de un año27 (art. 68).
2.-Si la cámara de origen aprueba en general y particular un proyecto de ley, pasa
inmediatamente a la cámara revisora. Si esta última también lo aprueba, en los
mismos términos, es decir, sin introducir modificaciones, se despacha al Presidente
de la República para su sanción o eventual veto. Es la situación más simple en el
despacho de una ley en el Congreso.
3.- Si la cámara de origen aprueba en general y particular un proyecto de ley, pero la
cámara revisora lo desecha en su totalidad (rechazo en general, a la idea de legislar),
el proyecto es sometido a una comisión mixta de igual número de diputados y
senadores, la que propondrá la forma y modo de resolver las dificultades (art. 70).
Esta situación da lugar a la siguiente alternativa:
3.1 La comisión mixta elabora un proyecto que es aprobado por ambas
cámaras, por la mayoría de los miembros presentes en cada una de ellas. En
este caso, el proyecto así aprobado se remite al Presidente de la República
para su sanción o veto.
3.1 La comisión mixta no llega a acuerdo, o el proyecto de la comisión es
rechazado por la Cámara de origen. En este caso, por regla general, termina
el procedimiento legislativo y no hay ley en la materia.
4.- Si la Cámara de origen aprueba un proyecto de ley y la cámara revisora lo
aprueba en general, pero modifica el articulado propuesto, el proyecto vuelve a la
cámara de origen para que las adiciones o enmiendas sean votadas en esta última
(art. 71).
En esta situación también pueden darse dos opciones:
4.1 Si en la cámara de origen, por la mayoría de los miembros presentes, son
aprobadas las adiciones o enmiendas incorporadas en la cámara revisora, el proyecto
se remite al Presidente de la República para su sanción o veto.
4.2 Por el contrario, si las adiciones o enmiendas no son aprobadas en la cámara de
origen, se forma una comisión mixta, de igual número de diputados y senadores,
para que proponga la forma y modo de resolver las discrepancias. A su vez, de este
procedimiento puede resultar:

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4.2.1 Que el proyecto elaborado por la comisión mixta sea aprobado en ambas
Cámaras, caso en el cual se remite al Presidente de la República para su sanción o
veto.
4.2.2 Que en la comisión mixta no se produzca acuerdo para resolver las
divergencias entre ambas Cámaras, o que alguna de estas últimas rechace la
proposición de la comisión mixta. En este caso, por regla general, termina el
procedimiento legislativo y no hay ley en la materia.

Sanción o veto.
Aprobado un proyecto por las Cámaras, se remite al Presidente para que este, a su vez, lo
sancione (apruebe) o lo vete (rechace).
La sanción.
La sanción, como se dijo, es la aprobación que el Presidente de la República presta a un
proyecto de ley previamente aprobado por el Congreso Nacional, y hace referencia a ella el
art. 32 Nº 1.
La sanción puede ser expresa, tácita o forzada.
La sanción es expresa cuando el Presidente manifiesta positivamente su voluntad de
aprobación.
Al respecto, dispone el art. 72 CPR que “aprobado un proyecto por ambas Cámaras será
remitido al Presidente de la República, quien, si también lo aprueba, dispondrá su
promulgación como ley”.
La sanción es tácita, cuando, sin sancionar expresamente el proyecto, el Presidente de la
República deja transcurrir el plazo para vetar sin ejercer esta facultad.
De acuerdo con el art. 75“si el Presidente de la República no devolviere el proyecto dentro
de treinta días, contados
desde la fecha de su remisión, se entenderá que lo aprueba y se promulgará como ley”.
Según el profesor Molina, también se configura una situación de sanción tácita cuando el
Presidente veta un proyecto de ley, y sus observaciones son aprobadas por las Cámaras (art.
73 inciso 3)30.
Por último, la sanción es forzada cuando el Presidente veta un proyecto de ley y las
Cámaras insisten, por el quórum constitucional, en el proyecto originalmente aprobado por
ellas. Esta materia, regulada en el art. 73, la examinaremos con más detalle al referirnos al
veto.
El veto.
Nuestro sistema constitucional solo contempla un veto de efectos suspensivos, mediante el
cual se obliga a las Cámaras a considerar las objeciones formuladas y volver a pronunciarse
sobre las materias rechazadas o modificadas por el Presidente, sin tener que,
necesariamente, aceptarlas. No se contempla un veto absoluto, que es aquel que hace
primar, definitivamente, la voluntad del Presidente por sobre la del Congreso31.
El veto puede ser supresivo, sustitutivo o aditivo.

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El veto supresivo es aquel que tiene por objeto, como su nombre lo indica, suprimir,
eliminar, determinados preceptos de un proyecto de ley aprobado por el Congreso, o
rechazar el proyecto en su integridad.
Si se rechazan determinados preceptos, el veto supresivo es parcial; y si se rechaza todo el
proyecto, el veto supresivo es total.
El veto sustitutivo es el destinado a reemplazar o modificar disposiciones del proyecto de
ley.
El veto aditivo, por último, es el que incorpora nuevas disposiciones al proyecto aprobado
por el Congreso.
Debe tenerse presente que existe una limitación fundamental al ejercicio del derecho a veto,
y que se aplica particularmente al veto aditivo y, en alguna medida, al veto sustitutivo, en el
sentido que “en ningún caso se admitirán las observaciones que no tengan relación directa
con las ideas matrices o fundamentales del proyecto, a menos que hubieran sido
consideradas en el mensaje respectivo”.
Es decir, las regulaciones que el Presidente de la República pretenda incorporar al proyecto
por medio del veto, deben referirse a los objetivos e ideas centrales que se pretenden
alcanzar y desarrollar, respectivamente, con la normativa que se aprueba.
Como excepción, si el proyecto se inició por mensaje del Presidente de la República y
durante la tramitación en el Congreso algunas normas que desarrollaban ideas matrices o
fundamentales, inicialmente consideradas, no fueron recogidas en el proyecto de ley
finalmente aprobado por el Congreso, el Presidente puede incorporar, por medio del veto,
disposiciones que tengan por finalidad reponer en el proyecto el desarrollo de esas ideas.
La inadmisibilidad de las observaciones del Presidente de la República corresponde
declararla a los Presidentes de las Cámaras, pudiendo esa declaración ser reconsiderada por
la sala respectiva.
Tramitación del veto.
El presidente tiene un plazo de 30 días para vetar, plazo que es de carácter fatal y de días
corridos. De este modo, si transcurre el plazo señalado sin que el Presidente formule un
veto, el proyecto se entiende sancionado tácitamente. El término para vetar se cuenta desde
que el Presidente recibe el oficio de la cámara de origen en que se le comunica la
aprobación del proyecto por el Congreso.
Si el Presidente veta un proyecto, este se devuelve a la cámara de origen, para la
consideración, por el Congreso, de las objeciones, enmiendas o adiciones propuestas.
Si el veto es aditivo, las Cámaras solo tendrán que votar si aceptan o no las agregaciones
incorporadas por el Presidente. Si las aprueban, se devuelve el proyecto al Presidente para
su promulgación, con las adiciones formuladas por medio del veto. Si las rechazan, se
devuelve al Presidente el proyecto originalmente aprobado por las Cámaras, es decir, sin
adiciones, para su oportuna promulgación.
Si el veto es supresivo total, las Cámaras solo tienen que resolver si insisten o no en el
proyecto originalmente aprobado por ellas y rechazado íntegramente por el Presidente. Si
insisten por los dos tercios de los miembros presentes en cada Cámara, el proyecto vetado e

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insistido se devuelve al Presidente de la República para su promulgación. Es una hipótesis
de sanción forzada. Si no se alcanza el quórum constitucional de insistencia, sencillamente
el proyecto no se transforma en ley.
Si el veto es sustitutivo o supresivo parcial, en primer lugar, las Cámaras deben decidir si
aprueban o rechazan las observaciones del Presidente de la República. Si las aprueban, se
devuelve el proyecto al Presidente para su promulgación. Si rechazan el veto, a
continuación, deben decidir si insisten, por los dos tercios de los miembros presentes en
cada Cámara, en el proyecto originalmente aprobado por el Congreso. De alcanzarse el
quórum de insistencia, el proyecto vetado e insistido se devuelve al Presidente de la
República para su promulgación. Es otra situación de sanción forzada. De no alcanzarse el
señalado quórum, no hay ley en la parte vetada y no insistida.

La promulgación.
La promulgación es el acto por medio del cual el Presidente de la República deja constancia
de la existencia de la ley, fija su texto y ordena cumplirla como ley de la República.
A partir de la promulgación tenemos certeza respecto de la existencia de la ley y de su
contenido. Por ende, cuando existe discrepancia entre el texto promulgado y el publicado,
prima el promulgado.
Incluso más, como se recordará, el art. 19 Nº 3 permite aplicar la ley promulgada, no
publicada ni vigente, cuando ella resulta más beneficiosa al acusado en causa criminal.
Ahora bien, la promulgación se hace mediante un decreto supremo, que recibe el nombre de
decreto promulgatorio.
El art. 75 CPR la promulgación debe hacerse siempre dentro del plazo de 10 días, contados
desde que ella sea procedente.
No obstante, el tenor del precepto citado, el indicado plazo no es de carácter fatal, por lo
que su transcurso no impide que el Presidente pueda promulgar una ley con posterioridad a
su vencimiento, sin perjuicio de la responsabilidad que pudiera corresponderle.
El plazo para promulgar se cuenta desde la sanción del proyecto de ley. De este modo en la
sanción expresa el término en comentario se computará desde que el Presidente manifieste
su voluntad concreta y directa de aprobar el proyecto de ley; en la sanción tácita empezará a
correr desde que transcurre el plazo para vetar, sin que el Presidente haga uso de esa
facultad; y, finalmente, en la sanción forzada, deberá contarse el plazo desde que el
Presidente recibe el oficio por el cual se le remite el proyecto vetado e insistido por las
Cámaras.
Cabe agregar que, de manera excepcional, la promulgación no la hará el Presidente de la
República, sino el Tribunal Constitucional. En efecto, según lo prescrito en el art. 93 es
atribución del Tribunal Constitucional “Nº 8 Resolver los reclamos en caso de que el
Presidente de la República no promulgue una ley cuando deba hacerlo o promulgue un
texto
diverso del que constitucionalmente corresponda”.

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La promulgación y publicación.
De este modo, si el Tribunal acoge el requerimiento, en el mismo fallo promulga la ley que
no lo haya sido o rectifica la promulgación incorrecta (art. 93 Nº 8 y 93 inciso 13).
La publicación.
La Carta actual, a diferencia de la del 25, consagra expresamente el trámite de la
publicación de la ley y fija un plazo para ello.
Al respecto, dispone el art. 75 que “la publicación se hará dentro de los cinco días hábiles
siguientes a la fecha en que quede totalmente tramitado el decreto promulgatorio”. De este
modo, una vez que el decreto promulgatorio haya sido tomado de razón por la Contraloría
General de la República, debe publicarse dentro del plazo señalado.
Los demás elementos de la publicación no se regulan en la Constitución, sino en los art. 6 y
siguientes del Código Civil, que a la letra señalan:

La Publicación.
Art. 6º. La ley no obliga sino una vez promulgada en conformidad a la Constitución
Política del Estado y publicada de acuerdo con los preceptos que siguen.
Art. 7º. La publicación de la ley se hará mediante su inserción en el Diario Oficial, y desde
la fecha de éste se entenderá conocida de todos y será obligatoria.
Para todos los efectos legales, la fecha de la ley será la de su publicación en el Diario
Oficial.
Sin embargo, en cualquiera ley podrán establecerse reglas diferentes sobre su publicación y
sobre la fecha o fechas en que haya de entrar en vigencia.
Art. 8º. Nadie podrá alegar ignorancia de la ley después que ésta haya entrado en vigor.

La ley de presupuestos.
La ley de presupuestos contiene una estimación de los ingresos que percibirá el estado
durante el año, y autoriza los gastos que se pueden realizar con cargo a ellos.
Esta ley, regulada en el art. 67 de la Constitución y en la LOC del Congreso Nacional, tiene
varias características particulares, atendida la naturaleza y trascendencia de su contenido.
Así, es una ley que tiene un periodo fijo de duración, de un año, que coincide con el año
calendario, es decir, rige desde el 1º de enero hasta el 31 de diciembre de cada año.
Es también una ley de iniciativa exclusiva del Presidente de la República, que tiene
constitucionalmente fijado un plazo máximo para su presentación y para su despacho por el
Congreso. Al respecto, dispone el artículo 67 CPR, que el proyecto de Ley de Presupuestos
deberá ser presentado por el Presidente de la República al Congreso Nacional, a lo menos
con tres meses de anterioridad a la fecha en que debe empezar a regir”; agregándose que “si
el Congreso no lo despachare dentro de los sesenta días contados desde su presentación,
regirá el proyecto presentado por el Presidente de la República”.
La regulación establecida para la formulación y aprobación de la ley de presupuestos
refleja, por cierto, la intención del constituyente de concentrar, en manos del Presidente de
la República, la administración financiera y presupuestaria del Estado. Además de ser,

59
como se dijo, una ley de iniciativa exclusiva del Presidente, y de entenderse aprobado el
proyecto presentado por este último si el Congreso no lo despacha en el plazo
constitucional, la Carta Fundamental dispone que “la estimación del rendimiento de los
recursos que consulta la Ley de Presupuestos y de los nuevos que establezca cualquiera otra
iniciativa de ley, corresponderá exclusivamente al Presidente, previo informe de los
organismos técnicos respectivos”.
Lo anterior se ve complementado con la prohibición al Congreso Nacional de aumentar o
disminuir la estimación de los ingresos, facultándolo solo para “reducir los gastos
contenidos en el proyecto de Ley de Presupuestos, salvo los que estén establecidos por ley
permanente”.
En la idea de evitar presupuestos deficitarios, al menos por decisión de los parlamentarios,
se dispone que el Congreso no puede “aprobar ningún nuevo gasto con cargo a los fondos
de la Nación sin que se indiquen, al mismo tiempo, las fuentes de recursos necesarios para
atender

Los decretos con fuerza de ley.


Como señaláramos al analizar las fuentes del Derecho Constitucional, los decretos con
fuerza de ley (D. F. L.) son normas administrativas (decretos) dictados por el Presidente de
la República, previa autorización del legislativo, sobre materias propias de ley.
En el art. 64 de la Constitución se contempla su regulación principal, pudiendo señalarse
los siguientes elementos:
Autorización: corresponde a la ley autorizar la dictación de DFL por parte del Presidente de
la República. Si bien el art. 64 hace referencia al Congreso, lo cierto es que es la ley, y no el
Congreso el que otorga la referida autorización.
Esta ley debe señalar las materias precisas sobre las que recaerá la delegación.
Solo como excepción, en la tramitación de un tratado internacional será el Congreso, a
través de un acuerdo, y no la ley, el que efectivamente autorizará la dictación de este tipo de
normas.
Recordemos que en el art. 54, Nº 1, inciso final, se dispone que “en el mismo acuerdo
aprobatorio de un tratado podrá el Congreso autorizar al Presidente de la República a fin de
que, durante la vigencia de aquél, dicte las disposiciones con fuerza de ley que estime
necesarias para su cabal cumplimiento, siendo en tal caso aplicable lo dispuesto en los
incisos segundo y siguientes del artículo 64”. También la Constitución puede autorizar
directamente la emisión de decretos con fuerza de ley, como ocurre con el art. 64, inciso
quinto, según veremos posteriormente.
Plazo: el plazo máximo por el que se puede autorizar la dictación de decretos con fuerza de
ley es de un año, sin que este término pueda ser ampliado por el legislador.
También en forma excepcional, en materia de tratados internacionales el plazo máximo que
el Congreso puede fijar para la emisión de decretos con fuerza de ley, destinados al cabal
cumplimiento de un convenio internacional, no es de un año, sino que corresponde al plazo
de vigencia del mismo convenio, sea este inferior o superior a un año.

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Limitaciones: hay limitaciones establecidas en la propia Constitución y otras que pueden
fijarse en la ley autorizante.
La Carta fundamental prohíbe que se deleguen facultades legislativas en determinadas
materias, disponiendo que la autorización no puede extenderse a la nacionalidad, la
ciudadanía, las elecciones ni al plebiscito, como tampoco a materias comprendidas en las
garantías constitucionales o que deban ser objeto de leyes orgánicas constitucionales o de
quórum calificado. Y agrega que tampoco podrá comprender facultades que afecten a la
organización, atribuciones y régimen de los funcionarios del Poder Judicial, del Congreso
Nacional, del Tribunal Constitucional ni de la Contraloría General de la República.
Por su parte, la ley que autoriza la dictación de decretos con fuerza de ley puede establecer
o determinar las limitaciones, restricciones y formalidades que se estimen convenientes.
Control: un primer control está radicado en la Contraloría General de la República, a través
del trámite de toma de razón, señalando la Carta que la Contraloría debe rechazarlos
cuando los D. F.
L. excedan o contravengan la autorización legislativa.
Pero también el Tribunal Constitucional puede ejercer un control sobre la
constitucionalidad de los decretos con fuerza de ley, y ello puede ser por dos vías.
En primer lugar, y según lo ya estudiado, si la Contraloría representa un D. F. L. por
exceder o contravenir la ley delegatoria, o por ser inconstitucional, el Presidente de la
República no puede insistir, pero, en caso de no conformarse con la representación, tiene la
posibilidad de remitir los antecedentes al Tribunal Constitucional dentro del plazo de diez
días, a fin de que éste resuelva la controversia (art. 99 CPR).
En segundo lugar, el art. 93 de la Constitución dispone que cualquiera de las Cámaras, o
una cuarta parte de sus miembros en ejercicio, puede plantear un requerimiento al Tribunal
Constitucional en caso de que la Contraloría hubiere tomado razón de un decreto con fuerza
de ley que se impugne de inconstitucional. Este requerimiento deberá efectuarse dentro del
plazo de treinta días, contado desde la publicación del respectivo decreto con fuerza de ley.
Publicación y vigencia. El art. 64 CPR dispone que los decretos con fuerza de ley están
sometidos en cuanto a su publicación, vigencia y efectos, a las mismas normas que rigen
para la ley.

Funcionamiento del Congreso.


La Carta no establece una regulación detallada en la materia, dejando su desarrollo a la Ley
Orgánica Constitucional del Congreso Nacional.
La Ley Orgánica Constitucional del Congreso Nacional dispone, en su artículo sexto, que
“Cada período de sesiones del Congreso se extenderá entre el 11 de marzo de cada año y el
10 de marzo del año siguiente”. Agregando que “Las reuniones que celebren el Senado, la
Cámara de Diputados o el Congreso Pleno se denominarán sesiones.
La instalación e inicio del periodo de sesiones del Congreso queda entregado a la ley
orgánica constitucional respectiva. A esta ley corresponde también regular lo relativo a la

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tramitación de las acusaciones constitucionales, la calificación de las urgencias y todo lo
relacionado con la tramitación interna de la ley.
El Congreso se entiende siempre convocado de pleno derecho para conocer de la
declaración de estados de excepción constitucional.
La Cámara de Diputados y el Senado no podrán entrar en sesión ni adoptar acuerdos sin la
concurrencia de la tercera parte de sus miembros en ejercicio.
Cada una de las Cámaras puede establecer, en su propio reglamento, la clausura del debate
por simple mayoría.
Además, de acuerdo con el artículo 24 de la Constitución, el Presidente de la República
debe dar cuenta al país del estado administrativo y político de la Nación, el 1 de junio de
cada año, ante el Congreso Pleno.

LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN
Esta materia se encuentra regulada en el Capítulo XV de la Constitución, artículos 127 a
129.
Las leyes de reforma constitucional pueden iniciarse por mensaje del Presidente de la
República o por moción parlamentaria, siendo aplicables, en la especie, las limitaciones
establecidas en el art. 65 en relación con la cámara de origen obligado para ciertas materias.
Estos proyectos se tramitan, en general, según el procedimiento establecido para las demás
leyes, diferenciándose, desde el punto de vista formal, principalmente en el quórum
aplicable (Ley 21.481, rebajó a cuatro séptimos el quórum de reformas a la Constitución
vigente) y en las normas sobre veto y plebiscito.
De esta manera, vetado en forma total o parcial un proyecto de reforma constitucional, he
insistido por las Cámaras, el Presidente tiene la opción de promulgarlo o de convocar a
plebiscito.
Con lo dicho, el plebiscito se configura únicamente como un mecanismo de solución de
conflictos entre el Presidente de la República y el Congreso Nacional, en el proceso de
tramitación de un proyecto de reforma constitucional, sin que pueda aplicarse a otras
situaciones de controversia entre el Ejecutivo y el Congreso.
De acuerdo con el art. 129 CPR, el plazo para convocar a plebiscito es de 30 días contados
desde que ambas Cámaras insisten en el proyecto aprobado por ellas. En realidad, debemos
entender que este plazo se cuenta desde que el Presidente recibe el oficio por el cual se le
comunica el rechazo del veto y la insistencia de las Cámaras, toda vez que, antes de ese
hecho, no tiene conocimiento oficial de la insistencia y mal podría exigírsele, por ende, que
decidiera sobre si convoca o no a plebiscito.
El plebiscito se convoca mediante la dictación de un decreto supremo que debe contener
según, corresponda, “el proyecto aprobado por ambas Cámaras y vetado totalmente por el
Presidente de la República, o las cuestiones del proyecto en las cuales el Congreso haya
insistido”, agregándose que, “en este último caso, cada una de las cuestiones en desacuerdo
deberá ser votada separadamente en el plebiscito”.

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Desde el punto de vista del control, en el proceso plebiscitario pueden intervenir tanto el
Tribunal Constitucional como el Tribunal Calificador de Elecciones (califica la elección).
Al Tribunal Constitucional corresponde “resolver las cuestiones que se susciten sobre
constitucionalidad con relación a la convocatoria a un plebiscito, sin perjuicio de las
atribuciones que correspondan al Tribunal Calificador de Elecciones” (art. 93 Nº 5),
disponiéndose que, en este caso, el requerimiento puede ser planteado por el Senado o por
la Cámara de Diputados, dentro de diez días contados desde la fecha de publicación del
decreto que fije el día de la consulta plebiscitaria (art. 93 inciso 8).
Veto y plebiscito.
Si el proyecto de reforma constitucional aprobado por el Congreso es también sancionado
por el Presidente, debe este promulgarlo y ordenar su publicación en conformidad a lo
dispuesto en la Carta Fundamental.
Pero puede ocurrir que el Presidente de la República vete el proyecto.
El proyecto que aprueben ambas Cámaras pasará al Presidente de la República.
Si el Presidente de la República rechazare totalmente un proyecto de reforma aprobado por
ambas Cámaras y éstas insistieren en su totalidad por las dos terceras partes de los
miembros en ejercicio de cada Cámara, el Presidente deberá promulgar dicho proyecto, a
menos que consulte a la ciudadanía mediante plebiscito.
Si el Presidente observare parcialmente un proyecto de reforma aprobado por ambas
Cámaras, las observaciones se entenderán aprobadas con el voto conforme de las cuatro
séptimas partes de los miembros en ejercicio de cada Cámara y se devolverá al Presidente
para su promulgación.
En caso de que las Cámaras no aprueben todas o algunas de las observaciones del
Presidente, no habrá reforma constitucional sobre los puntos en discrepancia, a menos que
ambas Cámaras insistieren por los dos tercios de sus miembros en ejercicio en la parte del
proyecto aprobado por ellas. En este último caso, se devolverá al Presidente la parte del
proyecto que haya sido objeto de insistencia para su promulgación, salvo que éste consulte
a la ciudadanía para que se pronuncie mediante un plebiscito, respecto de las cuestiones en
desacuerdo.
La ley orgánica constitucional relativa al Congreso regulará en lo demás lo concerniente a
los vetos de los proyectos de reforma y a su tramitación en el Congreso.

PODER JUDICIAL

PODER JUDICIAL
En la colonia se llamaba Real Audiencia a aquel órgano que coordinaba la labor de los
distintos jueces que operaban el sistema. La Real Audiencia fue el objeto critica de la
primera junta nacional de gobierno y se disuelve en 1811 para dar paso a la articulación de
la Cámara de Apelaciones que buscaba conectar el trabajo de los jueces con una
jurisdicción nueva y distinta de la Real Audiencia. Este término duró poco y los restantes

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textos constitucionales hablaban de Tribunal Supremo judiciario (1812, 1818 y 1822) y,
finalmente, la Constitución de 1828 comienza a hablar de Poder Judicial.
El artículo 17 del Reglamento Constitucional de 1812 expresaba: “la facultad judiciaria
residirá en los Tribunales y jueces ordinarios. Velara el gobierno sobre el cumplimiento de
las leyes y de los deberes de los magistrados, sin perturbar sus funciones”
A partir de entonces, todos los ordenamientos de rango constitucional de nuestro país irán
incorporando, con mayor o menor pulcritud, los principios que en doctrina se conocen
como “Bases constitucionales del Poder Judicial”. La Constitución de 1925 otorgara
especial preferencia a esta preceptiva y empleara por primera vez la denominación de Poder
Judicial para referirse al órgano jurisdiccional.

BASES CONTITUCIONALES DE LA ORGANIZACIÓN JUDICIAL


Principio de la Independencia
Este requisito -que se estima medular para la existencia del Estado de Derecho- se
encuentra reconocido en forma explícita en el artículo 76, al entregar la facultad de conocer
las causas civiles y criminales, de resolverlas y de hacer ejecutar lo juzgado,
exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley. Reforzando esta idea, agrega la
disposición: “Ni el Presidente de la República ni el Congreso pueden, en caso alguno
ejercer funciones judiciales, abocarse causas pendientes, revisar los fundamentos o
contenidos de las resoluciones o hacer revivir procesos fenecidos”.
El concepto de jurisdicción ha sido tomado por el constituyente en su sentido más amplio:
comprende el conocimiento, resolución y ejecución de lo juzgado. Para reforzar esta última
facultad, conocida en doctrina como “imperio de los Tribunales”, el nuevo texto establece
que los Tribunales podrán impartir órdenes directas a las fuerzas públicas para hacer
ejecutar sus resoluciones, debiendo la autoridad requerida cumplir sin más trámite el
mandato judicial y sin entrar a hacer calificación alguna.
Principio de Legalidad
Este principio contempla dos aspectos:
1.- Los Tribunales deben estar establecidos por ley según indica expresamente el
artículo 76, ya citado. Por otra parte “una ley orgánica constitucional determinara la
organización y atribuciones de los tribunales que fueren necesarios para la pronta y
cumplida administración de justicia en todo el territorio de la República…” (Art.
77). “Nadie puede ser juzgado por comisiones especiales, sino por el Tribunal que le
señale la ley y que se halle establecido con anterioridad por esta”. (Inc. 4, Nº 3, Art.
19), como vimos al tratar esta materia, además rige fundamentalmente sobre esta
materia el Código Orgánico de Tribunales, con las modificaciones de la ley 18.968.
Según su naturaleza los Tribunales pueden clasificarse en tribunales ordinarios,
arbitrales y especiales.
A los ordinarios le está entregado el conocimiento de la generalidad de los asuntos
que se promueven entre partes, en todo el territorio de la República. Están
estructurados en una pirámide: jueces de letras de menor cuantía, jueces de letras de

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mayor cuantía, Corte de Apelaciones (en la actualidad existe 15) y Corte Suprema.
Según su composición, se distinguen tribunales unipersonales y colegiados; en los
primeros ejerce jurisdicción un solo sujeto y en los segundos varios sujetos. Por
regla general, la competencia de primera instancia se ejerce por tribunales
unipersonales, y la segunda, por colegiados.
2.- Los Tribunales tramitan y fallan conforme a la ley, esto es: son tribunales de
derecho (inciso 5, Nº 3, Art. 19). Excepcionalmente, los tribunales están obligados a
fallar de acuerdo con la equidad, cuando no hay ley para resolver el caso (Art. 76,
inc. 2, en relación con el artículo 10 del Código Orgánico de Tribunales). Este es el
principio de la inexcusabilidad.
Por disposición del mismo Art. 74, en toda modificación a la Ley Orgánica
Constitucional relativa a la organización y atribuciones de los tribunales de justicia,
deberá ser oída la Corte Suprema, para lo cual tiene un plazo de 30 días para emitir
su opinión o el plazo que en el proyecto de reforma de sus facultades haya sido
motivo de la urgencia respectiva.
Principio de Inexcusabilidad
Este principio constituye una garantía para las personas, en orden a que, una vez impetrada
la acción respectiva, nace la obligación de los tribunales de justicia de ejercer la
jurisdicción respecto de la causa en particular. Esta obligación es la contrapartida del
derecho de que gozan todas las personas a la acción, el que encuentra su fundamento en la
igualdad en el ejercicio de los derechos ante la justicia (Art. 19, N° 3, de la Constitución).
Para que nazca el deber de conocer, juzgar y ejecutar por parte del Estado, es necesario que
quien interpone la acción cumpla con los requisitos que la propia Constitución establece:
- Que la intervención sea hecha en forma legal, esto es, que se dé cumplimiento a
los requisitos formales que establecen las normas legales, como pueden serlo los
requisitos para presentar la demanda en el juicio ordinario, establecidos en el
Código de Procedimiento Civil.
- Que el tribunal ante quien se presenta la acción se competente para conocer de la
causa que ante él se presenta. De lo contrario, el tribunal podría declararse
incompetente y, por consiguiente, excusarse legítimamente de ejercer la
jurisdicción.
La Carta Fundamental establece un caso específico reforzando este principio, consistente en
que los tribunales no podrán excusarse “ni aún a falta de ley que resuelva la contienda”. En
consecuencia, si falta una norma jurídica que permita a la autoridad judicial juzgar la causa,
tendrá que proceder a integrar el vacío legal mediante los principios generales del derecho,
que conforman el espíritu general de la legislación, y a la equidad, consistente en la justicia
aplicada al caso concreto. Estas disposiciones se encuentran en el Código Civil (Art. 24) y
en el Código de Procedimiento Civil (Art. 170).
Principio de Inamovilidad
El fundamento de este principio no es otro que el de asegurar la independencia de la
función jurisdiccional: el juez no puede estar expuesto a ser removido de su cargo a

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capricho de otra potestad estatal. De ahí que la Constitución le asegure que permanecerá en
su cargo mientras dure su buen comportamiento (Art. 80).
Cierto es que la inamovilidad no es absoluta, pero su cesación se encuentra
debidamente regulado en el texto fundamental.
Principio de la Responsabilidad
Dentro del concepto de Estado de Derecho, ningún integrante del órgano estatal puede
quedar al margen de responsabilidad por los actos que ejecuten dentro de sus actuaciones
funcionarias. En el caso de los jueces tanto del Código Orgánico de Tribunales como el
Código Penal, contienen normas para hacer efectiva su responsabilidad común (penal y
civil) y la disciplinaria.
La Constitución en su artículo 79 contempla la llamada “responsabilidad ministerial”;
son personalmente responsables de los delitos: a) de cohecho; b) de la falta de observancia
de las leyes que reglan el proceso; c) de toda prevaricación y d) de torcida administración
de justicia.
De conformidad al artículo 249 del Código Penal, existe cohecho cuando se corrompe por
dadivas o promesas para que, contra justicia o derecho, se haga o se deje de hacer lo que
interesa al cohechador.
Prevaricación existe cuando, a sabiendas o por ignorancia inexcusables se dicta resolución
manifiestamente injusta (Art. 223, 224, C. Penal).
En su inciso final expresa el artículo 79: “Tratándose de los miembros de la Corte Suprema,
la ley determinara los casos y el modo de hacer efectiva esta responsabilidad”
Principio de la Generación de los Miembros del Poder Judicial
Para la designación de los miembros del Poder Judicial, la Constitución de 1925 estableció
un sistema que se califica de “mixto” en efecto, en el participan la Corte Suprema y las
Cortes de Apelaciones respectivas; el Presidente de la República y el Senado (sólo respecto
de la Corte Suprema, como veremos) que eligen una de las personas incluidas en las
“quinas” o “ternas” que estos tribunales confeccionan, según sea el magistrado que
corresponda nombrar.
- La Corte Suprema se compondrá de 21 Ministros
- Los Ministros y Fiscales Judiciales serán nombrados por el Presidente de la
República, de una quina de nombres que propondrá al Jefe de Estado la propia Corte
Suprema.
- Uno de los cinco postulantes será enviado al Senado quien por una mayoría de los
dos tercios de los senadores en ejercicio deberá aprobarlo. Si el Senado no aprobare
la proposición, la Corte Suprema deberá completar la quina con un nuevo nombre
en sustitución del rechazado, repitiéndose el procedimiento hasta la aprobación del
nombramiento.
- Cinco de los 21 miembros que forman la Corte Suprema deberán ser abogados
extraños a la administración de justicia, que cumplan los requisitos que exige la Ley
Orgánica Constitucional de los Tribunales, previo concurso público.

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El artículo 75 de la actual Constitución reproduce -con leves modificaciones- el
procedimiento indicado dando especial relevancia a la calificación de los postulantes.
Por otra parte, se amplía la posibilidad para que letrados ajenos a la administración de
justicia puedan optar al cargo de Ministros y Fiscales de la Corte Suprema.

Atribuciones de la Corte Suprema


La Corte Suprema es un tribunal colegiado que ejerce jurisdicción sobre todo el territorio
de la República.
Considerando la jerarquía del tribunal, la Constitución se ha preocupado de precisar sus
más importantes facultades: la Corte Suprema tiene la superintendencia directiva,
correccional y económica de todos los tribunales de Justicia de la Nación. En cumplimiento
de esta función puede establecer lo que considere más acertado para asegurar las medidas
disciplinarias que el caso requiere (Art. 82).
Conforme a la misma disposición, quedan al margen de esta superintendencia de la Corte
Suprema: el Tribunal Constitucional, el Tribunal Calificador de Elecciones y los Tribunales
Regionales. La Corte Suprema, y en general los Tribunales de Justicia incluso pueden
invalidad resoluciones judiciales, sancionando a magistrados y jueces letrados, en uso de
sus facultades disciplinarias, conforme a la Ley de Reforma Constitucional Nº 19.541 de 22
de Diciembre de 1997.
La reforma constitucional de la ley 20.050, del 2005 amplió las superintendencias de la
Corte Suprema, comprendiendo, además, a los tribunales militares en tiempo de guerra y
privando a dicha corte -con la derogación del inciso final de este artículo- de las contiendas
de competencia entre autoridades políticas y administrativas y los tribunales inferiores de
justicia, que hoy le competerán al Tribunal Constitucional. Las contiendas de competencia
son las controversias que se suscitan entre dos o más tribunales y autoridades acerca de
quién debe conocer una determinada materia.
ORGANOS CONSTITUCIONALES
 Ministerio Público
 Tribunal Constitucional
 Tribunal Calificador de Elecciones y Tribunales Electorales Regionales
 Contraloría General de la República
 Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Nacional
 Consejo de Seguridad Nacional
 Banco Central

Contraloría General de la República


Artículos 98 a 100. Ley N° 10.336.
Fue creada en 1927, por Norteamericanos que hacen un estudio de la legislación Chilena.
Comisión Kemmerer.

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O'Higgins en 1820 propone la creación del Tribunal Mayor de Cuentas, enviando un oficio
al Senado.
En 1839 se crea la Contaduría Mayor. Nace el trámite del Tomar Razón. En este tiempo no
solo los decretos, sino que se incluyen todas las normas que tienen por fin el movimiento de
fondos públicos. Es originario del ordenamiento jurídico Chileno. Principio de Juridicidad,
que se encuentra en los Arts. 6 y 7.
Tiene atribuciones Jurídicas, así como también Contables.
En 1943 una reforma constitucional le permitirá tener rango constitucional, incluyendo
entonces un capítulo dedicado exclusivamente a su regulación en la CPR de 1925.
En la reforma del año 2005 no se tocó, salvo en los requisitos para ser designado Contralor.
Ley 10.336 de 1964. Tiene vigencia en la actual constitución. Adquiere rango de LOC bajo
la
Disposición Transitoria Cuarta de la CPR de 1980
Naturaleza Jurídica
Se discute si este podría ser considerado como un cuarto poder del Estado.
• Es un órgano autónomo, independiente de rango constitucional
• Tiene potestad pública, facultades de decisión
• Ejerce funciones jurídicamente distintas que la de otros órganos
• Es un órgano contralor coadministrador
• El acto de toma de razón permite que los actos administrativos nazcan a la vida
jurídica. Con este trámite adquieren eficacia.
• Integra la administración del Estado, fiscalizando el desempeño de las autoridades
administrativa y la constitucionalidad de sus actos.
La CGR Fiscaliza y Controla, a diferencia de la Cámara de Diputados que sólo
fiscaliza. Es un control técnico que abarca toda la administración pública y que
además sanciona. Puede caer en conflicto de competencia con el Poder Judicial, que
serán resueltos por el Senado [Estos suelen ocurrir].
Constituye un freno a los actos de la administración
Funciones: De dos tipos, Jurídicas y Contables. Art. 99.
Función Jurídica:
Toma de razón: es una forma de fiscalización jurídica a la que deben someterse los actos
de la administración antes de que surjan efectos. Consiste en el examen de
constitucionalidad y legalidad de los decretos y resoluciones que deban tramitarse por la
CGR y de los DFL. Es un control previo, estrictamente jurídico objetivo. Corresponde sólo
a los Decretos, no a las leyes, porque estos se someten al control del Tribunal
Constitucional, de lo contrario esa aprobación podría ser penada con Nulidad de Derecho
Público.
Representación: observar oficialmente las partes del texto que se estiman i
inconstitucionales o ilegales, para devolvérselo al presidente. Si lo representa por
ilegalidad, se puede insistir, no puede hacerse en el caso de Inconstitucionalidad, donde se

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deben enviar antecedentes al TC para que resuelva la controversia. No cabe la insistencia en
un DFL o en un Decreto Promulgatorio.
Decretos Exentos: Art. 99. El legislador tiene atribuciones. A través de la ley 19.336 dio al
contralor la facultad de eximir de la toma de razón a determinadas resoluciones. El
contralor dictó la resolución 55 de 1992 sobre exención
Decretos Supremos: sólo pueden ser exentos los firmados por orden del Presidente de la
República. La exención hoy es mucho más amplia y ha sido criticada por un sector
importante de la doctrina.
Funciones Contables. Art.98
• Fiscalizar ingreso y la inversión de los fondos del fisco, municipalidades, etc.
• Examinar y juzgar las cuentas de personas que tengan a su cargo bienes de esas entidades
fiscalizadas.
• Lleva la contabilidad de la nación
• Desempeña el resto de las funciones encargadas por la LOC 10.336
El Contralor General de la República
Conforme al Art. 98, inciso final, y al Art. 32, Nº 9, el nombramiento lo efectúa, el
Presidente de la República con acuerdo del Senado adoptado por las tres quintas partes de
sus miembros en ejercicio. La reforma constitucional de la Ley 20.050, alzó el quorum de
acuerdo que otorga el Senado a 2/3. Dicha reforma, además, establece que el Contralor
deberá ser abogado, con un mínimo de 10 años en el ejercicio de su profesión; tener, a lo
menos, 40 años y reunir los requisitos para ser ciudadano con derecho a sufragio (Art. 13,
de la Constitución); durará 8 años en sus funciones, no pudiendo ser nombrado para el
período inmediato siguiente. En el evento de cumplir 75 años estando en el ejercicio de su
cargo, cesará en éste (Art. 98, inciso final).
El contralor es inamovible, por lo que, en principio, nadie puede destituirlo de su
investidura ni hacerlo renunciar forzosamente. Sólo cesará en el cargo al cumplir los 75
años o cuando sea objeto de una acusación constitucional efectiva, por notable abandono de
sus deberes, en virtud del Art. 52, N° 2, letra c). Sin perjuicio de lo anterior, cabe hacer
presente que nada impide al Contralor renunciar voluntariamente a su cargo.
El Contralor tiene muchas facultades a su haber. Nombra a los empleados de la Contraloría
y al Subcontralor, quien lo reemplaza en caso de ausencia o vacancia.
Cabe hacer presente que el Subcontralor constituye el Tribunal de Cuentas y el Contralor
integra junto a dos abogados el tribunal de segunda instancia, a objeto de hacer valer la
responsabilidad civil de los funcionarios frente a la Administración, a lo que nos
referiremos más adelante.
En virtud del Art. 106, inciso 1º, el Contralor es miembro integrante del Consejo de
Seguridad Nacional.
La otra toma de razón.
Dentro de la función jurídica está añadida la que se conoce como la otra toma de razón que
tiene que ver con 3 procesos:

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1. Decretos con fuerza de ley: Se representan cuando ellos exceden o contravienen
la ley
delegatoria o son contrarios a la constitución.
2. Decreto promulgatorio de una ley o de una reforma constitucional: Se representan
por apartarse del texto aprobado.
3. Decreto o resolución: Se representan por ser contrarios a la constitución.
Estos también son controles de naturaleza jurídica que salen de lo tradicional y se
incorporan en la constitución de 1980. En todos estos casos el presidente de la república no
tiene la facultad de insistir y, en caso de no conformarse con la representación de la
contraloría, deberá remitir los antecedentes al TC dentro del plazo de 10 días, a fin de que
éste resuelva la controversia.
Control de legalidad del gasto (Art. 100).
Como antecedente, la Tesorería del Estado no puede efectuar ningún pago sino en virtud de
un decreto o resoluciones expedido por autoridad competente. Este decreto o resolución
debe señalar: La ley o la parte del presupuesto que autorice aquel gasto. Los pagos se
efectuarán considerando, además, el orden cronológico establecido en ella y previa
refrendación presupuestaria del documento que ordene el pago.
Esto se hace en base a la intervención de la CGR donde el acto generado por el ejecutivo lo
controla a través del trámite de refrendación presupuestaria que condiciona la validez de
esta mediante la cual deben dejar constancia que existen recursos disponibles para efectuar
el gasto y el ítem a cuál se imputan.
Un acto administrativo que implica un gasto que excede el saldo financiero disponible para
ese servicio o que se realiza a un ítem incorrecto, adolece de un vicio de legalidad que, por
lo mismo, debe ser representado por la Contraloría General de la República.
Por último, existen organismos que tienen mecanismos especiales de aprobación de sus
presupuestos y, por lo tanto, se encuentran fuera de este procedimiento. Los alcaldes
aprueban el presupuesto de las municipalidades– que conforme a los artículos 122 de la
Constitución Política y 3° de la misma ley N° 18.695, gozan de autonomía para la
administración de sus finanzas– con acuerdo del concejo. El alcalde debe dar cuenta al
concejo municipal del balance de la ejecución presupuestaria y el estado de situación
financiera de esa entidad, indicando la forma en que la previsión de ingresos y gastos se ha
cumplido efectivamente, y el detalle de los pasivos del municipio y de las corporaciones
municipales cuando corresponda.
La función de auditoría.
Es una de las más importantes de la CGR. Esta función se ejecuta mediante la fiscalización
de que el ingreso y el gasto de los fondos públicos se realicen de acuerdo con la legislación
vigente.
Las auditorías se dividen en tres tipos:
1. Las auditorias propiamente tales: Son auditorias planificadas anualmente por la
CGR.

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2. Las investigaciones especiales: Son auditorias que se originan por una petición de
fiscalización o denuncia de una autoridad o un particular o incluso de oficio con el
objeto de verificar hechos específicos.
3. Las referencias de auditoria: Es este una categoría residual.
Las auditorías dan lugar a Informes que contienen normalmente observaciones. Estas
deficiencias pueden dar lugar a:
Responsabilidad administrativa, civil y penal de los funcionarios a cargo.
• Simples acciones que el servicio debe llevar a cabo para corregir aquella
deficiencia.
• Mejoras en determinados procedimientos administrativos suelen ser una de las
observaciones más frecuentes en las auditorias.
• Seguimiento de las correcciones.
La función de control del personal de la Administración del Estado.
Dice relación con la facultad de la CGR de verificar la constitucionalidad y legalidad de los
decretos y resoluciones relativos a funcionarios públicos. Del mismo modo fiscaliza los
procedimientos posteriores al ingreso del funcionario como remuneraciones, beneficios,
desahucios, entre otros.
La custodia de las inhabilidades de los funcionarios públicos es una tarea central en el
cumplimiento de esta función.
Del mismo modo, los conflictos que se originan por los cambios de funcionarios entre
servicios sólo pueden ser eficazmente resueltos si se tiene el mapa general del empleo en la
Administración Pública
La función de contabilidad general de la nación.
A la CGR le corresponde la recopilación y el procesamiento de los hechos económicos de
las entidades públicas que se encuentran en la cobertura del Sistema de Contabilidad
General de la Nación.
Del mismo modo instruye a los servicios con normas sobre contabilidad y prepara informes
consolidados sobre esas cuentas.
La cobertura a 2012 era de 1.229 servicios entre sector público, municipal, empresas del
Estado y entidades de educación superior del Estado.
La función de juzgamiento de cuentas.
Mediante esta función la CGR, a través del Juzgado de Cuentas y el Tribunal de Cuentas de
Segunda Instancia. Verifica la existencia de responsabilidad civil de aquellos funcionarios
que tuvieron a su cargo la administración de recursos públicos.

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