Está en la página 1de 7

HISTORIA – UNIDAD 4

Presidencia de Bartolomé Mitre (1862- 1868)

En este período se produjo una creciente centralización del poder político para la que el uso de
la fuerza fue determinante. El gobierno nacional fue imponiéndose por medio de la violencia
organizada sobre el poder de las provincias, centralizando funciones como la recaudación
impositiva, la emisión monetaria, la educación y la represión. Mitre creó los cuerpos de
ejércitos. El ejército implicó un enorme gasto público que llegó, en algunos años, a más del
50% del presupuesto ejecutado.

El proyecto político de Mitre era continuar con la organización nacional imponiendo un


régimen liberal en el que predominara la dirigencia política porteña. Para lograrlo debía vencer
la resistencia de los caudillos federales de las provincias. Mitre utilizó el sistema de
intervenciones federales, mecanismo constitucional que le permitía al presidente enviar un
interventor del gobierno nacional a las provincias donde hubieran disturbios internos. Esta
política causó la rebelión del caudillo riojano Vicente Peñaloza,” el Chacho”, que encabezó la
resistencia contra el gobierno nacional. Y los levantamientos de Felipe Varela, Felipe Saá y Juan
de Dios Videla en Mendoza y San Luis. Estos movimientos fueron vencidos, en el caso del
“Chacho” culminó con su ejecución y posterior decapitación, mientras que los demás caudillos
federales debieron exiliarse.

Mitre continuó la organización institucional iniciada durante la presidencia de Urquiza.


Organizó la Corte Suprema de Justicia y las Cámaras Federales y encomendó la redacción del
Código Civil a Vélez Sarsfield, y del Penal a Carlos Tejedor. El Código Comercial, se adaptó al
ámbito nacional.

En educación, Mitre promovió la creación de escuelas nacionales secundarias en Mendoza,


Tucumán, San Juan, Salta y Catamarca.

En materia económica se fomentó el ingreso de capitales extranjeros en calidad de préstamos


e inversiones. Se alentó la construcción de ferrocarriles, el correo de Buenos Aires se
nacionalizó, se mejoraron los servicios y se extendió el telégrafo.

La Guerra del Paraguay

Si bien tenía raíces políticas y económicas de larga data, el conflicto comenzó cuando el Brasil
intervino en la guerra civil uruguaya desencadenada en 1863. El presidente del Paraguay,
Francisco Solano López, respondió declarando la guerra al Brasil. La negativa de Mitre a
permitir el paso de las tropas paraguayas en camino al Uruguay por territorio correntino,
derivó en la invasión de Corrientes por el ejército paraguayo y en la declaración de guerra a la
Argentina. En mayo de 1865, Brasil, Uruguay y la Argentina firmaron el tratado de la Triple
Alianza, por el cual acordaron una alianza ofensiva contra el Paraguay.

La guerra duró cinco largos años y le costó al país más de 500 millones de pesos y 50 mil
muertos.

Se libró integralmente en territorio paraguayo. Los ejércitos de la Triple Alianza arrasaron


ciudades, campos de cultivos y vías de comunicación. La guerra era para los paraguayos una
causa nacional. Todo el pueblo participaba activamente de la defensa. Los soldados de la Triple
Alianza, en cambio, peleaban por dinero o por obligación. El Paraguay había quedado
destrozado y arrasado su territorio.

La guerra supuso un gran esfuerzo para la Argentina y tuvo amplias consecuencias internas.
Contribuyó a la expansión de los cuerpos de oficiales, a la profesionalización y al
fortalecimiento del Ejército, al que se dedicó buena parte del presupuesto nacional. Asimismo,
trajo consecuencias políticas importantes: la impopularidad de la guerra y el esfuerzo que
supuso (en recursos y en hombres) desgastaron los apoyos políticos de Mitre, sobre todo en
Buenos Aires.

Por otro lado, se profundizó la división entre los liberales. El Partido Liberal comenzó a
fracturarse, dando lugar a dos partidos diferentes (alsinismo y mitrismo).

Finalmente, la guerra agravó las consecuencias de la crisis económica que atravesó la


economía agroexportadora argentina, pues el combate afectó la disponibilidad de
trabajadores.

Presidencia de Domingo Sarmiento (1868-1874)

La situación política al asumir la presidencia era bastante comprometida: los desafíos internos
de los caudillos, que se resistían a aceptar la soberanía del poder central (los Taboada en el
noroeste y Urquiza en el Litoral). Se enfrentaba con las dificultades financieras del Estado,
presionado por los costos de la guerra y de las trasformaciones que requería la nación. En este
contexto, el presidente intentó implementar su proyecto civilizatorio, de modernizar la
sociedad argentina mediante el fomento de la economía, la inmigración y fundamentalmente
la educación.

Una de sus primeras medidas de gobierno fue organizar el primer censo nacional que arrojó
una cifra de 1.736.293 habitantes de los cuales solo el 29 % sabía leer y escribir.

Sarmiento se propuso entonces ampliar el sistema educativo en todos sus niveles para “educar
al soberano”; entendía por soberano a los ciudadanos que votaban en los comicios. Con ese
objetivo trajo maestras de Estados Unidos y creó con ellas las escuelas normales, formadoras
de maestras argentinas. Multiplicó el número de escuelas primarias en las provincias. Creó el
Observatorio Astronómico de Córdoba, la Facultad de Ciencias Exactas, la Escuela de Minería y
Agronomía, el Colegio Militar y la Escuela Naval. Cuando comenzó su presidencia solo existían
30 mil alumnos en las escuelas primarias, y cuando la finalizó esta cifra ascendió a 100 mil.

Alentó la ciencia con el ingreso de científicos alemanes y con la Primera Exposición Industrial
en Córdoba (1871). Sancionó una Ley de bibliotecas populares y creó escuelas nocturnas para
adultos.

En materia de comunicaciones, mejoró el sistema de correos, extendió las líneas telegráficas.


Los ferrocarriles también tomaron impulso durante su presidencia.

A fin de modernizar económica y socialmente a la Argentina, se fomentó la inmigración de


agricultores europeos, subvencionando pasajes y enviando agentes a las principales ciudades
europeas para que contratarán la venida de inmigrantes. Entre 1868 y 1873, las entradas de
inmigrantes se duplicaron.
En economía se alentó el ingreso de capitales extranjeros, sobre todo en calidad de préstamos.
A la vez que intentó ordenar el sistema monetario y financiero a través de la creación del
Banco Nacional en 1872.

La marcha de las reformas emprendidas por Sarmiento se vio entorpecida por nuevas
dificultades. En primer lugar, el interior volvió a agitarse. El asesinato de Urquiza, organizado
por Ricardo López Jordán, frustró los planes de Sarmiento de lograr un acercamiento con el
líder a fin de garantizar la obediencia del interior al poder central. López Jordán encabezó poco
tiempo después una revuelta que comenzó en Entre Ríos y se expandió rápidamente por el
litoral. Tras un año de luchas, López jordán fue vencido y escapo a Brasil. En 1873 volvió a
encabezar un levantamiento, pero fue definitivamente vencido.

A estos problemas se sumó la epidemia de fiebre amarilla, desatada en Buenos Aires en 1871.
Aparentemente la fiebre fue introducida por los soldados que regresaron de la Guerra del
Paraguay, y su rápida propagación se debió a la contaminación de las aguas del Riachuelo
debido a que en ellas las graserías y saladeros arrojaban sus desechos. La enfermedad causó
más de 14 mil víctimas, sobre todo entre los sectores populares. La gran cantidad de muertos
provocó la inauguración del Cementerio de la Chacarita. Al finalizar la epidemia, Sarmiento
encaró una serie de medidas tendientes a convertir a Buenos Aires en una ciudad moderna
desde el punto de vista sanitario.

Presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880)

Un problema a resolver por Avellaneda fue la crisis económica. La disminución de las


inversiones y préstamos extranjeros, la reducción de las exportaciones y el pago de la deuda
externa redujeron las reservas de oro. Para superar la crisis, Avellaneda redujo el gasto del
Estado: disminuyó los salarios e interrumpió las obras públicas, pero no dejó de pagar las
obligaciones con el extranjero.

Para Avellaneda, la verdadera superación de la crisis se vinculaba con el desarrollo de las


exportaciones. Nuevamente, comunicaciones, población y seguridad de las fronteras
resultaban los elementos claves.

En 1876 llegaron al país los primeros barcos frigoríficos. Esto modificaba notablemente el
panorama de las exportaciones argentinas e incrementaba el valor del ganado.

En 1878 se iniciaron las exportaciones de cereales a Europa (hasta 1874, la Argentina era
compradora de cereales).

El presidente se preocupó por el desarrollo ferroviario, que duplicó su extensión: bajo su


auspicio, el ferrocarril llegó a Tucumán y se inició la construcción de la línea a Mendoza.

Convencido de la importancia política y económica del poblamiento y puesta en producción de


la tierra, impulsó la inmigración y la colonización. No sólo se pretendía atraer al inmigrante
europeo, sino ligarlo al suelo argentino a través de la fundación de colonias agrícolas y
pueblos. La Ley 817, de Inmigración y Colonización, sentó las bases legales para la política
inmigratoria oficial durante este período.

“La Conquista del Desierto”

La próspera economía de fines del siglo XIX implicó la conquista de los territorios de la
Patagonia, que estaban ocupados por poblaciones que fueron convertidas en víctimas del
proceso de modernización del país.
A las campañas militares que ocuparon el territorio del sur de la provincia de Buenos Aires y de
las provincias patagónicas se las conocía en el siglo XIX como «conquista del desierto». Se les
daba ese nombre porque el desierto en esa época era sinónimo de ausencia. Se lo entendía así
tanto en relación con la ausencia de población como con la ausencia de civilización.

El 16 de abril de 1879 el general Julio A. Roca, ministro de Guerra y Marina durante el gobierno
de Nicolás Avellaneda, inicia la denominada campaña del desierto.

Los sobrevivientes de la llamada “Conquista del Desierto” fueron “civilizadamente”


trasladados, caminando encadenados 1.400 kilómetros, desde los confines cordilleranos hacia
los puertos atlánticos.

De allí partían los sobrevivientes hacia el puerto de Buenos Aires en una larga y penosa
travesía, cargada de horror para personas que desconocían el mar, el barco y los mareos. Los
niños se aferraban a sus madres, que no tenían explicaciones para darles ante tanta barbarie.

Desde el puerto los vencidos fueron trasladados al campo de concentración montado en la isla
Martín García. Desde allí fueron embarcados nuevamente y “depositados” en el Hotel de
Inmigrantes, donde la clase dirigente de la época se dispuso a repartirse el botín, según lo
cuenta el diario El Nacional que titulaba “Entrega de indios”: “Los miércoles y los viernes se
efectuará la entrega de indios a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de
Beneficencia”

Se había tornado un paseo “francamente divertido” para las damas de la “alta sociedad”,
voluntaria y eternamente desocupadas, darse una vueltita los miércoles y los viernes por el
Hotel a buscar niños para regalar y mucamas, cocineras y todo tipo de servidumbre para
explotar.

Los promotores de la civilización, la tradición, la familia y la propiedad, habiendo despojado a


estas gentes de su tradición y sus propiedades, ahora iban por sus familias. A los hombres se
los mandaba al norte como mano de obra esclava para trabajar en los obrajes madereros o
azucareros.

Ya nada sería como antes en los territorios “conquistados”; no había que dejar rastros de la
presencia de los “salvajes”.

En agosto de 1880, la Legislatura nacional sancionó la Ley de Federalización de la ciudad de


Buenos Aires.

Buenos Aires fue declarada Capital Federal de la República Argentina.

¿GOBIERNO DE TODOS O DE POCOS?:MLA REPÚBLICA CONSERVADORA (1880-1916)

Hacia 1880, el Estado nacional se afirmaba como autoridad inapelable. Pero, ¿quiénes
gobernaban? ¿Quiénes accedían a los puestos más importantes del Estado y el gobierno? Si
bien la Constitución establecía que nuestra forma de gobierno era una democracia, no todos
podían ejercer sus derechos políticos. Por distintos mecanismos como la exclusión de los
padrones, el sufragio de los muertos y otras estrategias fraudulentas, el voto de los varones
adultos era manipulado, generando, por ello y por la violencia que solía estallar en los actos
electorales, una escasísima participación popular en las elecciones. Por otra parte, las mujeres
no eran consideradas sujetos de derecho. Tendrían que recorrer todavía un largo camino de
luchas para obtener por fin su derecho al voto. En realidad, quienes accedían al gobierno y a la
dirección del Estado eran los miembros del Partido Autonomista Nacional (PAN), un partido
que surgió de la alianza entre las élites o sectores más poderosos de las diferentes provincias.
El objetivo de esta alianza era garantizar los privilegios económicos y políticos de estos grupos,
particularmente de los sectores agroexportadores. Se mantuvieron en el poder, a través de
diversos mecanismos que violaban la Constitución, hasta 1916. El régimen político que se fue
configurando aseguró el poder de una minoría, una élite que representó los intereses de la
clase económicamente dominante. Entonces, ¿era una democracia? ¿O se trataba de un
gobierno de pocos para unos pocos? El Estado argentino se consolidó bajo la dirección de
sectores política y económicamente dominantes, mientras se excluía a las mayorías. El
concepto de “oligarquía” sirve para definir la forma de gobierno que establecieron estos
sectores, así como para referir al grupo propietario de grandes extensiones de tierras, las más
ricas de la Argentina.

OLIGARQUÍA

Es una forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de
personas que pertenecen a una misma clase social. El concepto procede del griego antiguo, en
donde “oligos” significa “pocos” y “arquía” es una combinación de significados: “jefe” y
“mandar”.

Los miembros del PAN eran “conservadores” ya que pretendían mantenerse en el poder a
través de prácticas políticas ilegales para conservar las formas de una sociedad jerárquica en la
que ocupaban un sitio privilegiado. En efecto, no querían modificar la situación de privilegio
que habían construido a través de la fuerza. Pero esta élite, si bien conservadora en la política,
era económicamente “liberal”: defendía el avance de la ciencia, de la técnica, así como ciertas
libertades, como la de trabajo, la libertad de cultos o el libre comercio que permitía satisfacer
sin controles la demanda inglesa de productos agrícolas y ganaderos que eran la base de su
fortuna y poder.

El principal mecanismo para dejar fuera del manejo del Estado a amplios sectores de la
población fue la permanente utilización del fraude electoral. Esta práctica fue posible por la
cantidad de recursos con los que contaba la élite para la organización y puesta en práctica de
las elecciones. Gracias a la utilización del fraude, este sector pequeño de la sociedad se
sostuvo en el poder por casi 40 años, pese a la creciente protesta social. El fraude fue posible
también por la forma de votar. Para poder votar, los individuos debían presentarse ante
comisiones encargadas de registrarlos en un padrón. Estas comisiones eran manejadas por el
partido en el gobierno y los padrones eran manipulados de manera conveniente a sus
intereses. Se excluían votantes no deseados y se incluían hasta personas muertas, cuando las
circunstancias apremiaban. Otra práctica común consistía en (dado que el voto no era secreto
y se decía a viva voz) presionar o amenazar a los votantes para que favorecieran con su
sufragio al partido de gobierno. Otras veces, el fraude consistía en permitir que una misma
persona votara en más de una ocasión. Si aún con todas estas trampas no se lograba garantizar
la victoria, durante el recuento de votos se modificaban datos, se eliminaban urnas o se
alteraban los números.

Además, cada vez que se consideraba en peligro el apoyo de una provincia, la élite recurría a
las intervenciones federales para remover de sus cargos a los gobernadores disidentes y
colocar en su lugar a funcionarios adictos que aseguraran el triunfo en las elecciones locales.

PERÍODO PRESIDENCIA
1880-1886 Julio Argentino Roca

1886-1890 Miguel Juárez Celman

1890-1892 Carlos Pellegrini

1892-1895 Luis Sáenz Peña

1895-1898 José Evaristo Uriburu

1898-1904 Julio Argentino Roca

1904-1906 Manuel Quintana

1906-1910 José Figueroa Alcorta

1910-1914 Roque Sáenz Peña

1914-1916 Victorino de la Plaza

la República Conservadora (1880-1916): Presidentes de la Nación argentina

LA “GENERACIÓN DEL 80”

Cuando hablamos de “élite”, no sólo nos referimos al mundo acotado de los terratenientes
bonaerenses sino que esta clase dominante se extendía en todo el país. Formaban también
parte del grupo privilegiado, escritores, periodistas, políticos y científicos de tradición liberal.
Cada uno, desde sus lugares, aportaba a la construcción del “régimen conservador”. Este
grupo de personas es conocido como la “generación del 80” por el protagonismo que tuvo
durante esta época, en la política, pero también en la literatura, en las ciencias, en la escultura
o en la arquitectura. Admiradores de la cultura europea, se inspiraban en sus expresiones
artísticas y científicas, en sus teorías políticas, así como en la manera en que sus élites
concebían el mundo. Como vimos, su lema, hacia fines del siglo XIX, era Orden y Progreso. La
idea de “progreso” se expresaba en el avance científico, la razón y el desarrollo. El “orden” iba
de la mano del progreso, ya que era considerado imprescindible para hacer efectivo el
progreso. El Estado sería el encargado de garantizarlo.

Domingo Faustino Sarmiento, quien fuera el segundo presidente constitucional de la


argentina, fue, además, escritor y periodista. En sus trabajos, planteaba la idea de que el
progreso y la civilización iban de la mano de la educación. la población autóctona era –según
sarmiento– primitiva, atrasada y bárbara. así lo eran también los gauchos mestizos. no había
posibilidad de progreso y civilización mientras nuestra patria estuviera poblada por la barbarie.
en consonancia con las ideas liberal positivistas de la época, Sarmiento propuso en el que sería
su libro más conocido, Facundo, un subtítulo que planteaba esta dicotomía: “civilización o
Barbarie”. como contrapartida cultural y política, escritores como José Hernández y Eduardo
Gutiérrez, criticaron las posiciones de la élite mediante sus obras Martín Fierro y Juan Moreira,
respectivamente, recuperando la figura del gaucho.

El pensamiento de esta generación se inspiraba además en el laicismo francés, una corriente


que defendía la separación entre la Iglesia y el Estado. Según esta posición, las funciones
tradicionales de la Iglesia debían rediscutirse, asumiendo los Estados muchas de ellas. Esta
corriente laica se reflejó en la Argentina, en la sanción de leyes como la Ley 1420 de Educación
Común (1884) y las de Registro y Matrimonio Civil (1884 y 1888, respectivamente). A partir de
esta nueva legislación, la Iglesia dejó de tener el registro y el control de los nacimientos y
defunciones, de los matrimonios y de la educación, y estos pasaron a la esfera estatal.

También podría gustarte