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Desde nuestro lema general “caminemos junto”, en esta mañana nos disponemos
a ir juntos como hermanos en este “subir” hacia la montaña, tal vez será difícil, tal
vez lleguemos cansados, pero? No lo estamos del mundo? Por eso los invitamos
en un momento de silencio a colocar su intención en este papel.
Reflexión orante.
Primera estación
. PRECES
Sacerdote: Hermanos: en este caminar pidámosle que nos llene de todas sus
bendiciones. Decimos todos.
Por nuestra Iglesia particular de Cúcuta, para que fiel a su vocación misionera,
extienda con su testimonio y su palabra el mensaje de Cristo a todos los pueblos,
Roguemos al Señor. R.
Por el papa Francisco y por nuestro obispo José Libardo, para que el Señor les
ilumine con su gracia y les fortalezca con su espíritu, y así puedan cumplir su misión
dentro del rebaño encomendado. Roguemos al Señor. R.
Por los sacerdotes, religiosos y personas consagradas, para que vivan con alegría
su vocación de servicio a los demás, Roguemos al Señor. R.
Por todas las vocaciones sacerdotales y religiosas, para que a ejemplo de todos
los santos respondan gozosamente a la llamada que el Señor les hace y se preparen
con ilusión a la misión que la Iglesia y la sociedad espera de ellos. Roguemos al
Señor. R.
Por la juventud, para que sepa dar sentido cristiano a tantos ideales que llenan
su vida y encuentre los caminos adecuados para realizarlos, Roguemos al Señor. R.
Por todos los que nos encontramos aquí reunidos, para que en todos los
momentos de nuestra vida estemos dispuestos a dar razón de nuestra vocación de
hijos de Dios, Roguemos al Señor. R.
Quinto misterio
9:00 am tema: “llamados por Jesús”
Ahora se describe una acción simbólica de Dios, por la que deducimos que el profeta fue
objeto de una visión además de la audición sobrenatural. Es el mismo acto que en Is 6,6
pero con distinto significado (en Isaías le limpia de culpa y aquí le da un encargo). Al
tocarle en la boca Dios personalmente (en Isaías era un ángel), le habilita para la misión:
ya no necesitará él buscar palabras, será Dios mismo el que las ponga en su boca (cfr Mt
10,19). Queda investido como portavoz oficial de Dios: te doy autoridad (te pongo al
frente: como superintendente) sobre las gentes y los reinos. La palabra divina es aquí
entendida como expresión del poder mismo de Dios que se comunica a este joven
pueblerino para llevar acabo este plan divino para todo el mundo.
Lee las páginas del libro del Génesis 12,1 hasta 23,20.
Abrahán es un pastor que va de una parte a otra buscando pastos y agua para su
ganado. Es un pastor nómada, inquieto y, a veces, solitario. Es alguien que busca en
el desierto.
Abrahán es natural de Ur de Caldea y vivió hacia el año 1900 antes de Cristo.
Cada ser humano tiene una identidad propia que es compartida, a su vez por el
grupo al que pertenece. Esta identidad se manifiesta en una serie de rasgos y
características como son la lengua, el modo de vestir y de comer, la manera de
celebrar la vida o la muerte...
Abrahán también tiene una identidad definida por la relación estrecha que mantiene
con su familia, con su tierra y con sus dioses. Abrahán no es un personaje abstracto,
es concreto, histórico, y esto lo hace cercano a nosotros.
PONERSE EN CAMINO
Abrahán está casado con Sara, pero no tiene hijos. Es rico, pero le falta lo más
importante: el hijo que pueda garantizarle una continuidad después de muerto.
Aún hoy hay muchos grupos étnicos para quienes el principal bien es tener un hijo
varón que continúe la descendencia familiar.
Abrahán debía estar triste, y en su soledad, en medio de la naturaleza, en un hueco
del día o a la luz de la luna, oraría a su Dios y se lamentaría delante de Él.
Y Dios, que está al lado de los que le invocan con sencillez de corazón, tardó algún
tiempo en revelársele, pero al final lo hizo.
¿Y cómo se le presenta? De una manera desconcertante: "Sal de tu tierra, de entre
tus parientes y de la casa de tu padre".
Dios conoce a Abrahán, sabe dónde vive, cuáles son sus preocupaciones, sus
interrogantes... y precisamente porque le conoce se atreve a confiar en él
proponiéndole un plan audaz.
Pero salir, ponerse en camino, significa dejar algo. ¿Tendrá Abrahán que renunciar a su
propia identidad, al mundo personal que poco a poco se ha ido construyendo, para
caminar con Dios? Abrahán, en lo secreto de su alma, ha pedido a Dios un hijo. Si fuese
padre, sería feliz. Pero a sus setenta y cinco años, ¿qué puede esperar?
Dios, que rompe los esquemas de nuestra mente y desafía los razonamientos más perfectos,
irrumpe en la vida de Abrahán, no para pedirle satisfacer sus necesidades inmediatas, sino
para pedirle que renuncie a lo que tiene y que se ponga en camino.
A partir de este momento, Abrahán se da cuenta de que Dios es mucho más grande de lo
que él había pensado. ¡Sí! Él pensaba que era sólo el Dios de su pueblo, que estaba para
protegerlos y satisfacer sus anhelos. Y, sin embargo, Dios se le muestra en lo desconocido y
arriesgado, en el horizonte que se percibe y no se toca.
El riesgo, basado en la confianza de que Dios guía nuestra vida, es el elemento básico y
fundamental de la historia nueva que comienza con Abrahán: El futuro no depende ni de ti
ni de mí; el futuro está en las manos de Aquel que nos ama y nos conoce profundamente.
Dios llama a Abrahán a salir de su pequeño nido para abrirse a la universalidad. Le llama a
salir de su pequeño proyecto para encontrarse con el proyecto de Dios.
Abrahán encuentra una nueva identidad. La identidad que le viene de unir a los pueblos, de
ser con su presencia signo de fraternidad universal. Su tierra no será ya la de Ur de Caldea,
sino la que vaya encontrando en el camino; y su familia no quedará reducida a Sara y Lot,
se irá ampliando con las personas con las que entre en contacto.
Abrahán es un personaje muy sugerente para todo el que quiere vivir su vida abierta
a la humanidad entera.
Para tu reflexión personal, te propongo que te detengas en la lectura del texto
escrito, fijándote particularmente en lo siguiente:
3.Lee Marcos 3, 31-35 y Lucas 9,23-26, compáralo con lo que has leído de Abrahán.
Sed escandalosamente utópicos.
Revolucionad la sociedad en que vivís,
empezando por vuestro propio corazón, por vuestra vida diaria.
Sed capaces de ser pobres, despegados. Despreciad el consumismo.
Sed capaces de trabajar, sí, de trabajar.
Estudiad para conocer el mundo y sus causas, todos los mundos;
y sed también puente.
Vosotros, sí, podéis ser puentes: puentes entre el primer y el tercer mundo, entre la
primera iglesia y la tercera iglesia.
Y, si os sentís llamados a ciertos radicalismos más evangélicos, tal vez, hasta el
sacerdocio y la misión, casados o no casados, ¡responded!
El Señor sigue llamando.
La misión sigue siendo esencial en la Iglesia.
Creo que vosotros, jóvenes de hoy, no tenéis menos capacidades
que Juan, o Moisés, o Abrahán, para responder al Señor que llama para la liberación
de su pueblo.
Bastantes siglos antes de que Jesús naciese, había una gran potencia dominadora, Egipto,
que, como la mayoría de las grandes potencias de todas las épocas, era lo que era porque
sometía a sus intereses a los demás pueblos. Si uno de ellos se rebelaba, era rápidamente
aplastado.
Egipto contaba con el aliciente de ser muy rico en cereales gracias, sobre todo, a las
crecidas del Nilo. En época de sequía o escasez, los pueblos de alrededor bajaban a
abastecerse de víveres. Como es lógico, mucha gente, atraída por el nivel de vida egipcio,
se quedaba a vivir allí, realizando los trabajos que iban saliendo para ganarse la vida.
Ramsés II, el gran faraón egipcio, como todos los faraones que ha visto la humanidad, no
quiso pasar por la vida sin dejar señales de sus huellas. Le entró la fiebre de construir
monumentos, emulando a sus antepasados. Para ello necesitaba mano de obra barata. ¿A
quién acudir? A los más indefensos y desprotegidos, a los inmigrantes venidos de otros
pueblos, a quienes se destina a los trabajos forzados.
¿Quién iba a suponer que un niño abandonado en las aguas del Nilo y rescatado por un
familiar del faraón, se convertiría años más tarde en el libertador de su pueblo?
MOISÉS TIEMBLA
El orgullo de pertenecer al gran imperio, crece en el corazón joven de Moisés. Grandes
proyectos e ideas se van gestando en su mente. Los jóvenes de su generación tienen la
obligación de continuar la expansión y la grandeza de la sociedad a la que pertenecen.
Entre las ansias de grandeza y los proyectos de futuro, Moisés decidió un buen día dar un
paseo por las faraónicas construcciones, donde los extranjeros trabajaban de sol a sol bajo
la estrecha vigilancia de la policía egipcia. Y he aquí que, de pronto, observa que un
vigilante egipcio maltrata a un trabajador israelita.
Difícilmente puede conciliar el sueño. Piensa en lo que ha visto y hecho, y en lo que le han
enseñado. Está turbado e inquieto. Las cosas no coinciden.
Al amanecer del día siguiente se pone de nuevo en camino. Quiere conocer mejor la
realidad, ahora no desde los manuales, sino desde el barro y los ladrillos. Pero la realidad es
compleja.
Surge una pelea entre dos israelitas y él intenta poner paz. Uno de ellos le reprocha el
crimen cometido el día anterior. Moisés, al ver que lo que hizo se sabe, se asusta.
MOISÉS HUYE
La noticia llega al faraón, que decide buscar a Moisés para matarle. El mismo faraón que lo
había mimado y educado, ahora quiere acabar con él. Así pasa con todos los poderosos, que
no aceptan la más mínima crítica a su sistema: o te sometes y te integras, o te buscan para
eliminarte. El poder no admite soñadores de libertad ni de solidaridad.
Moisés huye hacia el desierto. Busca su propia seguridad. Y, ante las amenazas de muerte,
encuentra refugio en Madián. Debió ser muy dura la experiencia. Todo pasó muy rápido,
casi sin poder reflexionarlo.
Y... los grandes sueños de conocer la realidad tal cual es y de liberar al pueblo oprimido se
desvanecen, caen en saco roto. (Lee Éxodo 1 - 2)
1.Moisés vivió hace mucho tiempo. Muchas cosas han cambiado. Y sin embargo, hay
aspectos que coinciden. Compara Egipto y nuestro mundo de hoy. ¿Encuentras algunas
semejanzas?
2.Moisés, a pesar de estar muy bien educado y tener excelentes conocimientos, vive de
espaldas a la realidad. Hoy día, la formación escolar, universitaria, los medios de
comunicación social... ¿te ayudan a conocer la realidad de nuestro mundo?
3.Ante el peligro; Moisés huye y opta por vivir su propia vida, porque él también tiene
derecho a vivir tranquila y cómodamente. ¿Qué te parece esta actitud?
BUSCADOR DE SOLIDARIDAD
Qué duda cabe que Moisés ha sufrido también este proceso. En nuestra mente está un
Moisés de película, sobrehumano, rayando los límites de lo divino. Sin embargo, Moisés
era como tú y como yo, de carne y hueso. Era un hombre y de él podemos aprender,
hoy, cómo respondió, en su momento histórico, concreto, a la llamada que Dios le hizo.
EN MADIÁN
Ante el peligro que corría, Moisés huyó y se refugió en Madián. Allí se casó, formó un
hogar y se ganaba la vida. Aparentemente Moisés ha recobrado la tranquilidad.
Durante este tiempo, en Egipto hubo un cambio de poder. Llegó un nuevo faraón que
endureció, aún más, las condiciones de trabajo de los extranjeros. Desde siempre al pobre,
cuando ha perdido todas las esperanzas humanas, sólo le queda el grito desesperado hacia
Dios. En Él encuentra refugio y consuelo. "Al menos Él nos escuchará y verá nuestra
situación".
Y Dios, que nos sorprende continuamente, resulta que se encuentra cerca, muy cerca de
ellos. Pensamos en un Dios tranquilo en lo alto del cielo, pero Él está mucho más próximo
de nosotros que nosotros mismos. Dios escucha las quejas de los pobres, oye sus gritos y se
interesa por ellos, porque ellos son su gran debilidad.
En todas las épocas, también en la nuestra, Dios ha estado y está al lado de los más débiles
y marginados. Si pensásemos en un Dios que no se preocupase de ellos, no sería el Dios
bíblico, sería una proyección del hombre.(Éxodo 2,13 - 3,17)
EN EL DESIERTO
En el desierto, sin más horizonte que el cielo, el ser humano se interroga por el sentido de
su vida. Allí encuentra el lugar de la purificación, del conocimiento de sus apegos, del
suspiro por la libertad.
Dios nunca deja solo a quien se pone en camino de discernimiento y búsqueda sincera.
Antes de dar el primer paso, Él ya te ha ofrecido su mano para caminar juntos.
"MOISÉS, DESCÁLZATE"
¿Y cómo sale Dios al encuentro de Moisés? Llamándole por su nombre. Dios conoce a
Moisés. Conoce su caminar, su pasado, sus deseos de un mundo justo, su lucha en favor de
los débiles, su decepción, su huida y su refugio en Madián.
Dios ha estado con Moisés, aún cuando él no se haya dado cuenta. "Si escalo el cielo, allí
estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; si vuelo hasta el margen de la
aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda". Y, ahora, le
sale al encuentro para llevarle a la plenitud de lo que busca, para dar respuesta al
interrogante que no le deja vivir.
Pero, quizás, Moisés quería nadar y guardar la ropa. Su deseo de búsqueda iba unido a un
deseo de seguridad. Y Dios no quiere términos medios, o se pone uno en la búsqueda,
dejando de lado las pequeñas seguridades, o termina uno engañándose.
Y la verdad es que Dios está en el fango y en el sudor. Está donde los hombres sufren,
lloran y cargan con el peso de la injusticia. Se halla donde los hombres están perdiendo el
rostro humano. Dice Dios: "He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus
quejas, me he fijado en sus sufrimientos".
Moisés se descalza ante un Dios que se ocupa de quien está perdido, de quien sólo es un
número para el sistema, de quien sufre los programas de planificación hechos desde arriba.
"YO TE ENVÍO"
Y Dios está tan enamorado de los hombres y en particular de los últimos de la tierra,
que decide pedir a Moisés su colaboración.
¡No, Dios no está loco! Somos obra suya y por eso confía en nosotros. Es tan
grande su confianza que deja la responsabilidad de este mundo en nuestras manos.
A menudo, descargamos la responsabilidad de lo que sucede en los demás. Que si
gobernantes, que si ejércitos, que si poderosos... Y así seguimos viviendo
autoconvenciéndonos de que no es tarea nuestra. Es una manera barata de
autojustificar nuestro poco deseo de preocuparnos por los demás.
Pues bien, en el desierto no valen las excusas, ni tampoco las justificaciones. Lo
único que vale es la disponibilidad para dejar que Dios haga en nosotros cosas
grandes.
Es verdad que somos pequeños, pero no inútiles. Es verdad que cuando pensamos
en todo lo que hay por delante, nos atenaza el miedo, pero, ¡ay de nosotros si nos
dejamos condicionar por este miedo!
EL AMIGO DE DIOS
Y Moisés se pone en marcha confiando en la promesa que Dios le hace: "Yo estaré
en tu boca y te enseñaré lo que tienes que decir".
Así, Moisés inicia con su pueblo una de las historias de liberación más apasionante
que ha conocido la humanidad.
¡No estaba solo! "El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre
con un amigo".
1.Dios se nos presenta viendo y escuchando la opresión de su pueblo. ¿Te sientes cercano a
los que más sufren? ¿Ves la situación en la que viven? ¿Escuchas sus lamentos? ¿Cómo?
2.A pesar de que aparentemente Moisés vivía en la tranquilidad, había algo que no le
dejaba vivir. ¿Qué inquietudes tienes en tu interior? ¿Cómo les das salida?
3.Y Dios deja la responsabilidad de este mundo en nuestras manos. ¿Te sientes interpelado
a colaborar con Dios en la realización de un mundo más justo? ¿De qué manera?
4.El Señor hablaba con Moisés como habla un hombre con un amigo. ¿Cómo es tu relación
con Dios
Cuando eclipsamos a Dios de nuestras vidas, nos llega la inseguridad, cedemos el paso a
los intereses personales. Ya no buscamos ni la verdad ni la vida. Nuestra mentalidad se
adapta a lo que domina, a lo que está de moda. Hacemos cosas, pero no vivimos.
LA VIDA DE UN JOVEN
En este contexto se desarrolla la vida de SAMUEL. En esta reflexión nos detendremos en el
período que va desde su infancia hasta su juventud. Veremos cómo nació y se desarrolló su
disponibilidad al proyecto de Dios, hasta el punto de decir: "Habla, Señor, que tu siervo
escucha". Lee 1 Samuel, 1,1 - 4,1
Desde la infancia, Samuel vive al servicio del Templo. Había sido entregado por su
madre a Dios para que le sirviera. Elí, el sacerdote encargado del Templo, es quien
lo acoge y hace de él su ayudante.
Samuel es un adolescente que cultiva las actitudes de generosidad, del trabajo bien
hecho, de prontitud para el servicio y de disponibilidad. "Hace cosas" para servir a
Dios.
Elí es una persona preocupada para que todo lo que se hace en el Templo salga bien
y se observe todo el ritual. Está apenado por el comportamiento de sus hijos. Pero es
incapaz de ir más allá. No es una persona acostumbrada a la Palabra de Dios.
Esta situación va a influir mucho en el pequeño Samuel. También él, a pesar de
todos sus valores humanos y su disponibilidad para servir, no está abierto a la
Palabra de Dios, tiene poca familiaridad con Dios.
Esto también nos puede pasar a nosotros. Hacemos muchas cosas para los demás,
dispuestos a ayudar y a echar una mano, pero sin haber sentido aún a Dios como
Padre y amigo.
SUCEDIÓ UN DÍA
Era un día cualquiera. Sucedió en aquel día como podía haber sucedido en otro momento.
De una manera inesperada e imprevista. Era de noche. Samuel "estaba durmiendo". Como
muchas veces pasa en nuestra vida diaria, no nos damos cuenta de las cosas importantes y
la vida se nos escapa de las manos. Vivimos pero estamos dormidos.
Samuel "dormía en el santuario del Señor", allí donde tenía su trabajo y sus ocupaciones
habituales. "Donde estaba el Arca de la presencia de Dios". Samuel vivía rodeado de Dios,
pero él no se daba cuenta. El Señor estaba a su lado y él no lo sabía. Samuel dormía.
¡Cuántas veces nos ocurre lo mismo! Vivimos nuestra vida como si Dios no existiese, sin
percibir que su presencia inunda todo nuestro ser y que, en palabras de S. Agustín, "es lo
más intimo de nosotros mismos".
EL SEÑOR LO LLAMA
Jamás hubiese pensado Samuel que el Señor le iba a salir a su encuentro. Para Samuel, Dios
era algo abstracto, una idea, un objeto; nunca había experimentado que Dios es sobre todo
una persona. El Señor, que lo conoce muy bien, se le acerca, le susurra palabras al corazón
y lo llama por su propio nombre.
¿No nos puede pasar a nosotros algo parecido: años y años en grupos, en la Iglesia,
participando en la Eucaristía, colaborando en tantas cosas y, sin embargo, no
conocemos todavía a Dios?
Sólo más tarde, Samuel empieza a darse cuenta, con la ayuda del sacerdote Elí, que esa voz
no proviene del exterior, sino de su interior. Descubre que Dios está con él, que se interesa
por él y que le ofrece su amistad y su intimidad.
HABLA, SEÑOR
Seguir a Jesús es ponerse en camino y dejarse guiar por Aquel que nos conoce, nos ama y
quiere ayudarnos para que nos situemos en el Proyecto de Dios y nos convirtamos en
Protagonistas del Reino. La escucha de la Palabra es el medio más eficaz para ir
descubriendo nuestro lugar en dicho proyecto.
EMPIEZA A CRECER
"Samuel crecía y el Señor estaba con él". Para aquel joven se inicia un nuevo camino.
Samuel pasa de una existencia simplemente buena, generosa, de ser un buen chico, a darse
cuenta de la presencia de Dios que inunda toda su vida y que hace de él un profeta.
En este proceso, lo único que Dios nos pide es que estemos disponibles al diálogo, y
dejemos que sea Él quien vaya guiando nuestro camino.
"Y la palabra de Samuel se escuchaba en todo Israel". Samuel deja de ser un niño que hace
cosas, y se convierte en un adulto que vive la presencia de Dios. Si Dios lo ha elegido es
para que su palabra pueda ser oída por otras personas, para que así puedan también ellos
entrar en diálogo y familiaridad con Dios. Esto es la misión.
Pide al Señor poder comprender cómo te busca, cómo te habla, qué es lo que quiere
decirte, dónde te quiere. En tu oración puedes usar el texto de 1 Samuel, 2,1-10.
Si quieres ser -perdona que te lo diga-, tienes que librarte, ante todo, del exceso de
poseer que tanto te llena de pies a cabeza, que no deja más sitio a ti mismo y todavía
menos a Dios.
Para librarte de ti mismo,
lanza un puente más allá del abismo de la soledad que tu egoísmo ha creado.
Intenta ver más allá de ti mismo.
Intenta escuchar a algún otro, y, sobre todo, prueba a esforzarte por amar, en vez de
amarte a ti sólo.
Hélder Cámara
En nuestro caminar, ayudados por las personas que hallamos en la Biblia y que han vivido
situaciones análogas a las nuestras, nos encontramos con DAVID, personaje central en la
historia del pueblo de Israel.
La vida de David es amplia y profunda. Hoy nos vamos a fijar sólo en un aspecto de la rica
personalidad de este rey: su debilidad. Leemos 2 Samuel 11,1-12,14.
David hizo en poco tiempo una carrera fulgurante. De ser un joven pastor al cuidado del
rebaño de la familia, pasa a ser elegido como futuro rey y, poco después, a ser consagrado
como tal. Es valeroso, es justo, es alegre y la suerte le sonríe.
Delante de sí tiene una gran responsabilidad. Se le considera el elegido por Dios para guiar
a Israel por el camino de la Alianza. De él, de su manera de hacer las cosas, de relacionarse
con los demás, va a depender, en gran medida, que el pueblo camine en la dirección
correcta.
David vive una época de gran esplendor. Todo le sonríe y él se siente escogido por Dios. Él
piensa que si Dios está con él, nada le puede fallar. Es joven, inteligente, lleno de fuerza y
de vitalidad, siente que nada ni nadie puede oponerse a sus proyectos.
LA DEBILIDAD HUMANA
Pero David es humano. El hecho de ser elegido por Dios no le da ninguna ventaja respecto
a los demás, ni le exime de nada. Es una persona, como cualquiera de nosotros, con sus
virtudes y debilidades.
A David cada día se le presenta como una nueva oportunidad. Delante de sí tiene la
posibilidad de realizar el proyecto de Dios. Una hermosa tarea que le pide sacar a flote lo
mejor que tiene en su corazón.
Pero, justo por las enormes posibilidades que tiene, la tentación de considerarse
autosuficiente y de creerse seguro está al acecho de David. Es la tentación en la que tantos
caemos.
El camino del creyente, del escogido por Dios, no es algo ya hecho, sino algo que se va
haciendo. Es necesario caminar, no detenerse, vivir despierto y estar vigilante. Y, sobre
todo, hay que aprender que el camino no puede hacerse solo.
Se nos dice que David estaba durmiendo. Dormir es lo contrario de estar despierto. Uno
puede vivir dormido en la vida, aunque cada día se levante, camine, coma, trabaje y se
divierta. Uno vive dormido cuando no se mantiene fiel a los valores en los que cree y a la
misión por la cual ha comprometido su vida. David se durmió en los laureles conquistados.
VIVIR DESORGANIZADO
David cede a un deseo tan simple como el de la comodidad. Prefiere quedarse en Jerusalén
antes de asumir el riesgo y la responsabilidad de marchar donde tiene que ir: al frente de
sus tropas. Cree que domina la situación, que nada va a pasar; empieza a ceder, pierde la
vigilancia sobre sí mismo. La comodidad le conduce a la pereza. Se aleja de los demás y se
va convirtiendo en el centro. Poco a poco el horizonte, que antes era amplio y enorme, se
reduce a deseos narcisistas.
Los suyos están luchando. David duerme la siesta. Se levanta al atardecer envuelto en su
soledad. El resultado es conocido, se acuesta con Betsabé, la mujer de Urías, un soldado
que estaba luchando en el frente.
David llega a la culminación de un proceso de pecado que empezó con algo muy simple a
lo que no se le dio la importancia que tenía: se creía seguro, se había aislado de los demás y
había perdido la vigilancia.
¿Quién recuerda al David alegre, seguro de sí mismo, confiado, respetuoso con los
más indefensos, solidario con su propia gente? Ahora es arrogante, encerrado en su
palacio, en su soledad.
El mal es irreparable. Pero David vive aún encerrado dentro de su reducido círculo de
sentimientos y es incapaz de comprender el alcance real de su desorden. Su autosuficiencia
le ha cegado.
Eso le pasa a David. El hombre seguro es ahora inseguro, el que era fuerte es ahora débil.
David necesita introducir a Urías en su propio círculo, para tranquilizar su conciencia y
quitar importancia a lo que ha hecho. Necesita que otros vivan como él para
autojustificarse.
LA LEALTAD DE URÍAS
Pero Urías no es David. Tiene una misión que realizar y prefiere morir antes que ser
incoherente con lo que se ha comprometido. David insiste, pero Urías no cede ante lo fácil
e inmediato, permanece fiel a aquellos que están sufriendo y luchando.
Esta es la gran diferencia entre ambos. Mientras David pone en primer lugar sus deseos, sin
pensar en los demás, Urías pone a sus compañeros en el centro de su vida y une su suerte a
la de ellos.
David, que no es capaz de mirar más allá de su propia nariz, no puede soportar que un
simple subordinado no ceda a sus presiones y chantajes, y no entre en su propio círculo. La
solución no es otra que acabar con la vida de Urías porque molesta.
El profeta Natán sirve de espejo a David para que se vea tal como es, en su debilidad y en
su pecado. "Ese hombre, que ha hecho el mal, eres tú". El que ha destrozado una vida y
arruinado una familia es David.
Lee detenidamente el Segundo libro de Samuel 11,1 - 12,14 y también el salmo 50.
2.Imprescindible para que David vuelva a encontrarse consigo mismo, con los demás y con
Dios, es la presencia de Natán. ¿Tienes a alguna persona que te ayude a ir leyendo lo que
estás viviendo?
Y, como una constante que nos acompaña a lo largo del estudio de los
Protagonistas del Reino. Dios no se queda al margen de lo que sucede en la
historia. Leer libro de Amós.
PASTOR Y CAMPESINO
En el siglo VIII a. C., unos años después de Elías, surge en Tecua, una aldea
cercana a Jerusalén, un hombre llamado Amós.
No conocemos cuándo nació, ni cómo murió, ni de qué familia era. Sabemos que
tenía ganado y cultivaba higos. Era de posición social media-alta y solía viajar
por Israel y Judá recorriendo los mercados. Este ir y venir de una parte hacia otra
le hizo ver lo que sucedía en el país.
Aquel día, Betel era un hervidero de gente. Estaban los comerciantes con sus
puestos ambulantes. Acudían los pudientes, violadores de la justicia y del
derecho, para ser vistos y hacer ostentación de su posición social. Y estaba
presente la masa de los desheredados quienes, una vez al año, acudían a adorar a
Dios y olvidar, por unos días, la amarga realidad en que vivían.
¿QUIÉN NO PROFETIZARÁ?
Amós se encuentra allí. Se une a algunos grupitos y entre saludo y saludo a los
conocidos de sus viajes como comerciante, habla de la realidad del país. Él ha
abierto los ojos, ahora quiere ayudar a otros para que se den cuenta de la realidad
que están viviendo. Su palabra resuena fuerte entre los que han venido a la
fiesta y su mensaje, como fuego, prende entre los oyentes.
Amós critica con dureza esta realidad. La Palabra de Dios, "rugido de león", que
siente en su interior, le hace decir verdades como puños, aunque duelan a los
poderosos.
LA RAÍZ DE LA INJUSTICIA
A las mujeres bien posicionadas de Samaria, a esas que les gusta pasear sus
alhajas, que se acuestan en lechos de marfil, les llama "vacas de Basán". Su
prosperidad es fruto de la opresión de los indigentes y malos tratos a los pobres.
A aquellos que tienen no sólo casa de invierno, sino también chalet de verano,
mientras hay muchos que no tienen ni una habitación para vivir dignamente, y
que han forjado su riqueza vendiendo al pobre por un par de sandalias, falseando
las medidas y aumentando los precios, Amós les anuncia el juicio de Dios por
haber traicionado su Alianza.
REGRESA A TU PAÍS
Las palabra de Amós han impresionado a la gente que asiste a la fiesta nacional.
Justo cuando, con aquella fiesta, se está justificando el drama de un pueblo
adormecido, que consiente en vivir, con su pasividad y resignación, en una
situación de injusticia institucionalizada.
Cuando Amós deja Tecua y se pone en camino hacia Israel, no lo hace ni por
dinero, ni por poder, ni por prestigio, sino por amor a Dios, que es amor a los
pobres. La situación del pueblo pobre y oprimido, el escándalo de la riqueza de
unos pocos, le hacen descubrir la fuerza de la Palabra de Dios, y Dios hace de él
su profeta.
2.Dios se presenta en la vida de Amós como el rugido de un león ante una presa
cercana. Frente a la situación de nuestro mundo, ¿cómo percibes y vives el
encuentro con Dios?
OSEAS: APASIONADO POR SU PUEBLO
Hacia el siglo VIII a. C., surge en Israel un hombre de Dios que vive en su propia
vida el drama de su pueblo, su nombre es: OSEAS.
Oseas estaba casado con Gomer, a quien amaba con ternura y cariño. Pero ella le
fue infiel, le abandonó y se fue con otros en búsqueda de aventura y felicidad
pasajera.
EL PRIMER AMOR
El pueblo de Israel, desde la salida de Egipto, había reconocido que era Dios
quien lo guiaba. Todo lo que tenía era don y regalo recibido gratuitamente de Él.
Allí, el pueblo había conocido a Dios, había vivido su amor. Había vivido el
tiempo del primer amor, amor apasionado de juventud, expresado con miradas
fugaces que hacen sonrojar, con palabras entrecortadas.
Israel había caminado feliz de tener a un Dios que le daba lo necesario para vivir
y su amor le bastaba.
LA INFIDELIDAD
En el desierto había caminado con lo esencial y por ello había sido libre. Ahora,
se apega a la cultura del "bienestar", donde nada falta para los que andan
sobrados. Su corazón se entrega a la riqueza.
Antes, Dios era el Absoluto, de donde provenía todo y hacia donde se dirigía
todo. Él era el Creador y Padre. Ahora, su preocupación es el tener, el poseer, el
ser más que los otros, y su amor es la riqueza.
Y así, el pueblo, ya no busca "lo nuestro" sino "lo mío". Ya no es nuestro pan,
nuestra agua, sino mi pan, mi agua, mi lino, mi vino, mi aceite.
EL ADULTERIO
DESCONOCIMIENTO DE DIOS
¿Cuál es la causa del mal de Israel? Oseas, que lo sabe por su propia
experiencia, no duda en responder: "No hay conocimiento de Dios en el país". El
pueblo ya no conoce el amor de su Dios.
Para Oseas, conocer a Dios no es saber esto o aquello, sino sentir y saborear los
mismos sentimientos de Dios, entrar en sus entrañas y ver el mundo desde su
mismo corazón. Este conocimiento, vivido en el desierto, ha desaparecido al
conformarse al nuevo modo de vida.
VOLVER AL DESIERTO
La relación que Dios mantiene con el hombre es de amor, ternura y cariño. Antes
incluso de formarse en el seno materno, el hombre ya está en el corazón de Dios.
De ahí que Dios tome la iniciativa de entrar en la vida de las personas, para,
caminando con ellas, hacerlas protagonistas de una historia más humana y más
fraterna.
Algunos la acogen con alegría; otros la rechazan, pensando que Dios no es quién
para dirigir sus vidas, y otros luchan contra Él porque no lo ven claro, porque el
futuro que se les presenta es incierto o porque ven contradicción entre lo que
Dios propone y lo que ellos quieren.
Esta seducción, Jeremías la vive de una forma paradójica. Por una parte la siente
como una violación y, por otra, la experimenta como fuente de gozo y de alegría.
UN HOMBRE DE SU TIEMPO
En Anatot se tiene muy presente la memoria del Éxodo y del pacto que Dios
había sellado con su pueblo. Un pacto que subraya que lo que Dios quiere son
corazones generosos y entregados a los más pobres. Se recuerda a Moisés, a
Elías, a Amós... Y se vive en actitud polémica con los notables de Jerusalén, que
han vaciado de contenido el culto a Dios.
Entretanto, más allá de Anatot, las cosas no están tranquilas. Hay quienes luchan
por ser los dueños del mundo. Asiria, Egipto y Babilonia se disputan la
supremacía. Para ello no ahorran guerras. Está en juego el ser el más fuerte y
dominar sobre el resto. Muertes, violencia, asesinatos, sufrimiento y saqueos
están a la orden del día. Cuando hay intereses de poder y prestigio, las vidas
humanas cuentan muy poco. Todo se supedita al fin.
Los ecos de todo ello llegan a Anatot. Jeremías viaja a menudo con su padre a
Jerusalén y ve con sus propios ojos lo que está pasando. A la vuelta, en casa, con
los amigos, comenta esta realidad. ¿Quién puede detener todo este desorden que
no tiene en cuenta el plan de Dios?
¿Quién es él, tan joven, para cambiar el mundo? Es verdad que las cosas están
feas y que, por la ambición de los que están arriba, los pobres siempre salen
perdiendo. Y, desde luego, esta sociedad, tal y como está ahora mismo, no es del
agrado de Dios. En la mente de Jeremías está muy presente la Alianza. Pero,
¿qué puede hacer? Poco.
Además, él ya tiene sus planes de futuro: se ve casado con una chica del
pueblo, formando una familia y, además de trabajar para sacarla adelante, seguirá
siendo "catequista", porque, eso sí, quiere que la Palabra de Dios sea transmitida
de generación en generación.
Jeremías es sincero y transparente. No está de acuerdo con la situación que vive
el pueblo y desea en el fondo de su corazón un mundo diferente. Mientras
trabaja, piensa mucho en todo lo que ve y escucha. Su corazón se vuelve cada día
más sensible. Se da cuenta que no puede desentenderse de este mundo tan poco
humano.
Un día, mientras estaba descansando del duro trabajo, sentado debajo de una
parra, con el botijo del agua al lado, tuvo una fuerte sensación en su interior; él
contará que era como una voz que le decía: "Antes de formarte en el seno
materno, te conocía; antes que tú vieses la luz, te había consagrado; te he
establecido profeta de las naciones".
UN JOVEN ASUSTADO
Jeremías se siente desconcertado. ¿Qué significa esta voz?, ¿de dónde proviene?
Pasan días, meses, y Jeremías experimenta, con más fuerza, esa voz en su
interior. Se pregunta: ¿Quién es ése que antes de venir al mundo ya me conocía y
me amaba?, ¿quién es ése que quiere que yo, pequeño y desconocido, sea su
profeta? Intuye que Dios le está hablando a través de su corazón. Siente miedo,
mucho miedo. La responsabilidad es demasiado grande. "¡Ay, Señor mío, mira
que no sé hablar, porque soy muy joven!".
Al mismo tiempo, Jeremías conoce la Palabra de Dios, conoce los profetas y sabe
que cuando Dios entra en la vida de una persona, ya no la deja. Intuye que Dios
conoce perfectamente a cada uno y cuando pide algo a alguien es porque le da la
capacidad para responder.
ME HAS SEDUCIDO
Hasta ahora, Jeremías, que conocía todo esto, no lo había sentido como dirigido a
él: "No digas que eres un muchacho; a donde yo te envíe, irás; lo que yo te diga,
lo dirás. No les tengas miedo, yo estoy contigo. Hoy pongo mis palabras en tu
boca".
Seducido por Dios, Jeremías sale de su pueblo. Sólo lleva entre sus manos la
pasión por Dios, por la verdad, por los pobres y el sueño de un futuro nuevo para
el pueblo. Y sólo tiene como instrumento la Palabra de Dios: Palabra de denuncia
y de esperanza.
¿Qué encontrará? Nadie lo sabe. Él tampoco. Sólo Dios, que es quién lo conduce.
Jeremías tiene 23 años, es el tiempo de amar.
2."Me dejé seducir". Jeremías es libre cuando se deja seducir por el Dios que
detesta las injusticias. ¿Dónde percibo yo la presencia de Dios? ¿En qué
fundamento mi libertad?
Jeremías sale de su pueblo, del lugar que lo había visto nacer y crecer.
Deja lo conocido, lo que había sido su punto de referencia, el lugar donde
él se sentía seguro.
En sus oídos resuena: "No tengas miedo, que yo estoy contigo". Con la
confianza que da el sentirse guiado por Dios, se pone en camino hacia lo
desconocido y lo imprevisto.
Entre sus manos sólo lleva la pasión por el Dios de la Alianza y por la
verdad, maltratada y burlada continuamente. Le duele el corazón por los
pobres, principales víctimas de un sistema que pisotea la dignidad del
débil.
Sueña con un futuro nuevo para el pueblo. Sueña con una sociedad donde
se viva el proyecto de Dios.
LA FUERZA DE LA PALABRA
Para realizar la misión que ha recibido de Dios sólo tiene la Palabra, una
palabra de denuncia de un sistema corrompido y una palabra de esperanza, ya
que todo es posible aún si hay un cambio del corazón.
Pero anunciar esta palabra no es fácil. Jeremías descubre que no es ni todo negro
ni todo blanco, sino que abunda el gris, y que es preciso observar la realidad para
saber discernir el bien del mal.
Este observar y discernir la realidad, hoy como ayer, depende mucho del lugar
donde uno se ubique. No es lo mismo vivir en una zona acomodada, donde
aparentemente nada falta, que en un barrio donde hay paro, fracaso escolar... No
es lo mismo mirar la realidad desde España, que desde una favela de San Pablo o
desde los suburbios de Manila.
Para hablar, Jeremías elige la puerta del Templo, el lugar más céntrico y
concurrido.
Allí denuncia a una sociedad que ha rechazado el proyecto de Dios, una sociedad
que explota al emigrante, al huérfano y a la viuda, que derrama sangre inocente,
que roba y mata, a una sociedad hipócrita que, presentándose bien, está
corrompida en su interior.
EL FRACASO EN LA MISIÓN
Contra sus deseos iniciales, había dejado Anatot, su pueblo natal, para anunciar
la Palabra de Dios, y ahora resulta que es él quien está sufriendo en propia carne
las consecuencias de anunciar esta palabra.
Sin duda, Jeremías pensaba que, al ser Dios quien lo había llamado, su destino
sería el triunfo. Soñaba que, con Dios, lo tendría todo a su alcance y que todos
reconocerían lo bien fundado de sus palabras.
Ahora, sin embargo, encuentra rechazo, fracaso y persecución. ¿Qué pasa? ¿Es
que Dios se ha olvidado de él? Jeremías acusa a Dios diciéndole: "Te me has
vuelto arroyo engañoso, de agua inconstante". Y, ¿cómo le responde Dios? "Si
apartas el metal de la escoria, volverás a ser mi boca". Jeremías debe
convertirse, purificar sus intenciones, sus motivaciones, debe aceptar que si la
Palabra de Dios es rechazada y humillada, también lo será su profeta.
"TÚ, SÍGUEME"
1.Jeremías se coloca al lado de los pobres, y, desde ahí, ve, observa y analiza la
sociedad. ¿Al lado de quién estoy yo? ¿Desde qué intereses analizo la sociedad?
2.Al comprometerse por los más débiles, Jeremías sufre el rechazo, incluso de los
amigos. ¿Cuál es mi experiencia en este campo?
3.Jeremías, al ponerse al lado de los que no cuentan, asume un estilo de vida
coherente con ello. ¿Cómo es mi estilo de vida?
EL DESCONCIERTO
Esto choca tan fuertemente a los israelitas, que comienzan a preguntarse: ¿No son
nuestros invasores quienes reciben la bendición de Dios? ¿No será Marduk, dios
de Babilonia, el verdadero Dios? Surge una crisis de fe.
Aunque las circunstancias externas que estoy describiendo son distintas de las
actuales, hay un fondo común entre nuestra situación y aquella.
¿No andamos a veces desconcertados ante el aparente triunfo de los que adoran a
otros dioses: el dinero, el poder, el prestigio, el placer?
NACE LA ESPERANZA
Un pequeño grupo de israelitas en el exilio no se resigna. Algunos toman la
iniciativa y empiezan a reunirse. Soplan en las cenizas y, de la brasa, casi
apagada, surge de nuevo la llama de la esperanza.
Forma parte de este grupo un hombre, que conocemos como ISAÍAS II.
Nos situamos seguramente hacia el año 550 a.C.
Isaías II se nos presenta como una persona adulta, de fuerte personalidad.
Un gran creyente que no se conforma con ver las cosas como están.
Siente fuertemente la experiencia de un Dios que camina con su pueblo en
el destierro, como lo hizo en Egipto y en el desierto.
Está muy vivo en su corazón el recuerdo de las palabras que sellaron la
Alianza.
Siente que es necesario, como hizo Moisés o Jeremías, ponerse al frente
del pueblo para enderezar la caña cascada y dar intensidad al pabilo
vacilante.
¿Pero, cómo hablar a este pueblo desanimado, abatido y entregado para que
esa llama pequeña pueda crecer y crecer hasta iluminar los confines de la
tierra?
DESDE LA EXPERIENCIA
Son muchos los discursos que se oyen, muy variados y atrayentes los mensajes
que llegan al oyente. Queda poco espacio a su palabra. Sólo el lenguaje que
proviene del interior de la persona, lo que vive y siente es lo que podrá despertar
la inquietud en el oyente.
Desde ahí, Isaías II invita a todos a no tener miedo, a no angustiarse. Por su boca,
Dios les dice "eres de gran precio a mis ojos, eres más valioso y yo te amo".
Esta es, para Isaías II, la clave de la recuperación. Cuando uno se da cuenta de
que no es un número más, sino una pieza irrepetible e indispensable, crece en él
el sentido de la autoestima y de la valoración personal, tan necesarias para poder
colaborar en el proyecto de Dios.
Saber que soy importante y que tengo algo que decir. De aquí nace mi salvación,
que es sentirme realizado en Dios y desde Dios.
Siempre aprendiz, nunca maestro. Cada mañana abre el oído para escuchar la
Palabra. Ella le da la fuerza de decir "una palabra de aliento al abatido" y de
hacer frente a las amenazas e insultos que recibe.
Descubre, en el presente, los signos de algo nuevo que está surgiendo. Anima a
los demás a fijarse en ellos para recuperar la esperanza de que un futuro, basado
en la justicia y solidaridad, está llegando.
Baal es el dios hecho a imagen y semejanza del hombre que sólo busca sus
propios intereses. Baal es el dios integrado en un sistema tremendamente injusto,
es el dios que justifica las diferencias sociales.
Baal es un dios que entretiene al pueblo alienándolo con sus fiestas. Así los
profetas de Baal se convierten en funcionarios del nuevo sistema socio-político-
económico que ha sido implantado en el país. Pagados por el rey, los nuevos
profetas sirven a la nueva ideología.
MI DIOS ES YAHVÉ
Hacia el año 860 a.C., en Tisbé, un pueblecito al otro lado del Jordán, surge un
profeta de Yahvé llamado Elías. Surge de un "no puedo más", de la situación
social tan degradada, de la manipulación y del desprecio del hombre."No puedo
quedarme tranquilo en Tisbé. ¡Vive el Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo!".
Elías no puede callar ante tanta mentira. Su pasión por "el Señor del Universo a
quien sirvo" le lleva a subir a la palestra y a encararse, para desenmascararlos, a
estos propagadores oficiales de la mentira.
Esto significa enfrentarse al rey y al pueblo que, falto de confianza en Dios, debe
continuamente apoyarse en falsas seguridades. "¿Hasta cuándo vais a caminar
con muletas?". Estas falsas seguridades quitan la libertad y convierten al pueblo
en piezas del sistema. Es necesario que el pueblo despierte y se rebele ante tanta
perversidad.
DIOS EN LA PERSECUCIÓN
Elías saborea el fracaso. Debe crecer, debe asumir su propia debilidad y descubrir
que no es él quien defiende a Dios sino que es Dios quien le defiende y le protege
a él.
No olvides de leer los capítulos de la Biblia que hacen referencia a Elías (1 Reyes
17 - 21), hazlo comparando la sociedad de Elías con la nuestra. Luego
pregúntate:
Materiales
Papelitos para la intención
Llevar la cruz capilla
Para celebrar la eucaristía