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Apuntes Vasari

El despertar del interés por el legado de la Antigüedad grecolatina, que posteriormente se conocería
como Renacimiento y el movimiento cultural estimulante que lo acompañó, el humanismo, no
constituyeron fenómenos exclusivos de las ciudades-estado italianas: esta es la tesis que mantiene la
profesora Belozerskaya, para quien los Países Bajos Borgoñones jugaron un papel al menos
reseñable.

Este período de la historia de Occidente que abarca desde en torno al año 1300 hasta fines
del siglo XVI y cuya definición ha sido objeto de un intenso debate, comenzó en Italia un siglo
antes de su expansión por el resto de Europa, debido principalmente a que gran parte de la historia
de la Antigüedad había tenido por escenario el suelo italiano, así como al extraordinario desarrollo
de las ciudades italianas como resultado de su expansión comercial (y en este sentido, como
fenómeno cívico lo define la autora).

Aunque esta nueva actitud hacia el pasado ya se manifestaba desde Petrarca, su


denominación se debe a Giorgio Vasari (1511-1574), arquitecto, pintor y escritor italiano,
considerado uno de los primeros historiadores del arte y autor de la célebre obra Las vidas de los
más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos, en la que el autor fija una especie de
canon de los artistas que han destacado desde los comienzos del Renacimiento hasta su propia
época (siglo XVI), para que el público pueda reconocer con mayor facilidad [desde de que el arte
se hubo precipitado durante la Edad Media] el progreso de su renacimiento y la perfección propia
con la que ha llegado hasta nuestros días. (1)

A este respecto, Belozerskaya nos muestra cómo este libro llegó a convertirse en uno de los
estandartes del italo-centrismo que asumió como propio el movimiento renacentista en general y la
historia del arte en este período en particular. El encumbramiento de los artistas de la Italia central,
junto al incomensurable mecenazgo de la casa de los Medici, coadyuvaron en gran medida a
minusvalorar no sólo al resto de artistas italianos, sino a los de otras partes de Europa, como fueron
los artistas flamencos a los que llegó a considerar meros artefici.

Pese a la reacción de algún autor como Van Marder que llegó a establecer un canon de artistas
neerlandeses, la preeminencia de los postulados de Vasari continuó durante finales del siglo XVI y
el siglo XVII, gracias a estudiosos como Bellori y se fortaleció en el seno de las Academias de
pintura durante el siglo XVIII, que siguieron referenciando el Renacimiento a los artistas de las Vite
de Vasari; a fortiori, a través de la Ilustración la forma de interactuar con el pasado grecolatino se
robusteció, como muestran las obras de Voltaire o Winckelmann.

Sin embargo, con la llegada del siglo XIX y el despegue del nacionalismo, Italia y el Renacimiento
dejaron de ser el epicentro del canon artístico, dejando paso al espíritu nacional o Volksgeist de
Hegel, como verdadero creador del arte: fue el periodo en el que se produce la mirada hacia la labor
artística llevada a cabo en los Países Bajos Borgoñones. No obstante, a finales de este siglo, el
historiador Jules Michelet redefinió el Renacimiento, no sólo un período de tiempo de la
civilización europea en contraste con la Edad Media, sino como la expresión un renacer en todos los
ámbitos de la existencia humana. De su mano, otras figuras ofrecieron sus construcciones del
Renacimiento como Jacob Burckhardt o el neerlandés Johan Huizinga, para quien la corte
borgoñona nunca estuvo a la altura de la Italia de Vasari.

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