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Traducción de María Cristina Balestrini para los alumnos de Historia Social y Cultural
de la Literatura II del ISFDyT Nº35
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¿Qué fue el Renacimiento?
Pagano y cristiano
Una de las principales dificultades que experimentaron tanto el siglo XII como el XV
fue la de reconciliar la civilización clásica con la Cristiandad. El mundo medieval era un
mundo intensamente religioso en el que todos los fenómenos eran interpretados dentro
de un marco cristiano. Los escritores griegos y romanos, empero, eran paganos y sus
construcciones del mundo eran frecuentemente contrarias a las enseñanzas de la Iglesia.
Aun tardíamente, en la segunda década del siglo XIV, el poeta Dante (1265-1321)
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¿Qué fue el Renacimiento?
La síntesis humanista
La conexión entre el Renacimiento y la fe cristiana es más visible en la literatura
humanista de la época. “Humanismo” es un término más difícil de definir que
“Renacimiento”. La palabra humanista se encuentra por primera vez en el siglo XVI
como un término coloquial que refiere al estudiante dedicado a las artes liberales: tenía
sus contrapartes en canonista (el que estudiaba la ley canónica) y legista (el que
estudiaba el derecho civil). El término “humanismo”, aunque es una invención del siglo
XVIII tardío o del siglo XIX, es valioso, ya que llama la atención sobre algunos de los
rasgos más relevantes del pensamiento y del saber del Renacimiento.
El humanista recibía esa designación porque estaba siguiendo cursos de
humanidades o, como se decía, studia humanitatis. Esto quiere decir que estudiaba lo
que por entonces se conocía como gramática y retórica –lo que en realidad significaba
literatura, poética e historia, y la habilidad para comunicar ideas con claridad y para
persuadir–. No hubo ningún “programa humanista”, ni tampoco una filosofía humanista,
más allá del estudio de estas pocas materias. A pesar de esta aparente limitación, las
consecuencias del estudio de las humanidades resultaron ser amplias para el periodo en
su conjunto.
En primer lugar, el estudio de las humanidades marcó un quiebre decisivo con el
currículum universitario tradicional que estaba asombrosamente centrado en la
enseñanza de la lógica y con la reiteración de secas fórmulas intelectuales en la
memoria de los estudiantes. En segundo lugar, las humanidades tendían a acentuar
valores seculares más que trascendentales. El humanista, fuera un estudiante o un
intelectual, estaba menos interesado en el estudio de la metafísica o de la teología que
en tratar de comprender las acciones humanas y en procurar mejorarse a sí mismo como
persona. La literatura clásica proveía una guía en esta empresa. De ahí la preocupación
de los humanistas por leer las historias de Livio, la poesía de Horacio, los discursos de
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¿Qué fue el Renacimiento?
Neoplatonismo
La primera fase del humanismo italiano –hasta aproximadamente la mitad del siglo
XV– se centró principalmente en la literatura latina. La segunda fase estuvo dominada
por un interés renovado en la literatura clásica griega. Este movimiento fue encauzado
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por los contactos cada vez más frecuentes entre estudiosos griegos e italianos. En 1453
cayó Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino, en manos de los turcos otomanos;
como consecuencia, muchos eruditos griegos bizantinos se establecieron en ciudades
italianas.
Estos intelectuales fueron quienes iniciaron a sus pares italianos en el
conocimiento de la obra de Platón. Los textos que llevaron consigo no eran puros, sino
comentarios escritos en su mayor parte durante los primeros siglos de la era cristiana.
Dichos comentarios neoplatónicos presentaban la filosofía de Platón como una
compleja alegoría que ilustraba la estructura jerárquica del universo: Dios era el
principio supremo de unidad, y el mundo material estaba conectado con los cielos por
una serie ascendente de zonas intermedias. Para los neoplatónicos el arte, la
arquitectura, la literatura y la música debían proponerse la emulación de estos principios
de perfección y armonía que gobernaban los frutos de la creación divina.
Al proclamar la unidad esencial entre el mundo material y el espiritual, los
filósofos neoplatónicos pudieron sugerir que el sabio o “adepto” tenía el poder de
manipular los cielos y de transformar la naturaleza. El adepto, a través del estudio del
movimiento de las estrellas y de la recitación de ensalmos e himnos, también podía
ascender por la jerarquía del universo y obtener de esa forma una condición de
perfección espiritual. Estas ideas fueron expuestas con mayor énfasis en los textos
griegos de los siglos II y III.
Al insistir en que el hombre tenía el poder de transformar la naturaleza, el
neoplatonismo contribuyó al estudio tanto de la alquimia como de la astrología, y así
indirectamente preparó el camino para la revolución científica del siglo XVII. También
puso de moda las prácticas mágicas, ya no consideradas patrimonio exclusivo de las
brujas. Hacia el siglo XVI el erudito renacentista podía ser tanto un magus (mago)
embarcado en la adquisición de poderes mágicos como un hombre de letras dedicado al
propósito más humilde de adquirir conocimientos. Las traducciones de textos ocultistas
de la cábala durante los siglos XV y XVI incentivó todavía más la búsqueda de
símbolos y códigos mágicos, y fueron en gran parte responsables del nuevo interés por
los textos hebreos clásicos.
A menudo el neoplatonismo es presentado como un desvío poco afortunado de
la senda principal del Renacimiento. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la
importancia que esta filosofía asignó a la unidad esencial entre los mundos espiritual y
material afectó profundamente el arte del Renacimiento avanzado. El acento que la obra
de Leonardo da Vinci (1452-1519), Giovanni Bellini (c. 1430-1516) y Rafael (1483-
1520) pusieron en la armonía y en la simetría, la exactitud geométrica de sus
composiciones, debieron mucho a las ideas neoplatónicas acerca de la perfección de las
formas. La Primavera de Botticelli, asimismo, incluía la usual ecuación neoplatónica
entre Venus y la humanidad, que simbolizaba la armonía entre la naturaleza y de la
civilización. Por su parte, el cielorraso de la Capilla Sixtina (1508-12) por Miguel Ángel
(1475-1564) está repleto de imaginería neoplatónica y tiene como punto de partida la
imagen del empoderamiento del hombre, la Creación de Adán: “Y Dios creó al hombre
a su propia imagen… e insufló en su rostro el aliento de la vida; y el hombre se
convirtió en un alma viviente”.
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ciudades-estado nos permite entender por qué el Renacimiento tuvo lugar en ese
momento.
Las ciudades del norte italiano tenían mucho en común con las ciudades de las
antiguas Grecia y Roma. No solo sus poblaciones eran más o menos similares –entre
25.000 y 100.000–, sino que también compartían los mismos elementos de orgullo
cívico y de identidad que los italianos del Renacimiento llamaban campanilismo, o
amor por el campanario (campanile) del propio lugar de nacimiento. El bullicio y las
tribulaciones de la vida urbana, descriptos por el escritor clásico Juvenal, eran
igualmente apreciables para los italianos de los siglos XIV y XV, como lo era la
convicción de que vivir en una ciudad era la forma más civilizada de existencia. La
Política de Aristóteles, traducida al latín alrededor de 1260, fue recibida con entusiasmo
en Italia. Su mensaje de que “aquel que no es un ciudadano no es un hombre, ya que el
hombre es por naturaleza un animal cívico” pulsó una cuerda inmediata en los
miembros de la educada audiencia italiana constituida por citadinos acostumbrados a
participar en el torbellino de la política comunal.
Tras el establecimiento de la fugaz república establecida en Roma por Cola di
Rienzo a mediados del siglo XIV, los italianos advirtieron más claramente el parecido
cercano entre sus propias ciudades y aquellas del mundo clásico. Especialmente
alrededor de 1400, comenzaron a destacarse en Florencia los argumentos políticos que
empleaban la terminología del republicanismo romano como defensa de las libertades
urbanas contra la “tiranía” de la familia Visconti. Los Visconti eran los déspotas de
Milán que recientemente habían puesto bajo su control varias de las ciudades más
pequeñas del norte de Italia. Los argumentos empleados contra los Visconti apelaban al
“poder, libertad, mentes dotadas y fama” de los florentinos, y presentaban la ciudad
como heredera así como repositorio de los valores clásicos de la antigua Roma. La
influencia de Florencia fue tal que inspiró elogios similares en las ciudades vecinas
también amenazadas por los Visconti –e incluso por Florencia misma.
También es posible que estas analogías con el mundo romano fueran falsas y que
en realidad el gobierno de Florencia difería poco del gobierno de Milán. Aun así, la
literatura política del siglo XIV tardío y del XV conscientemente definía la ciudad
italiana por referencia a los valores y normas de la antigua Roma. Una vez establecida
esta conexión histórica, era natural que los intelectuales, mecenas y artistas quisieran
emular los logros culturales de la Antigüedad. En síntesis, fue el crecimiento de una
cultura cívica auto-consciente en las ciudades del norte de Italia lo que inspiró el
proceso de renovación clásica que conocemos como Renacimiento.
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