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1. Introducción
Seguramente muchas mujeres escucharon la famosa frase “tenés que comportarte
como una señorita” cada vez que actuaban de manera “disruptiva". Al mismo tiempo, es
muy probable que los varones estén familiarizados con el dicho “los hombres no lloran”. De
esta manera, mujeres y hombres crecieron aprendiendo que estas conductas tienen una
explicación biológica basada en el sexo que les fue asignado al nacer. Esta construcción
social del género afecta las interacciones y relaciones entre mujeres y hombres, dado que se
asignan diferentes roles.
Históricamente, el hombre ha sido el encargado de proteger y proveer a su familia
de los recursos necesarios, en tanto la mujer se ha encargado de las tareas de la casa, la
crianza de los hijos y satisfacer a su marido. La imagen que fue creada del hombre es,
entonces, una de líder dominador; mientras que la mujer es delegada a un rol pasivo, como
si fuera una mera posesión del hombre.
En consecuencia, no resulta arbitrario que las relación entre hombre y mujer sea una
de poder, en la que se afirma la superioridad del hombre y la mujer es considerada inferior.
Esta desigualdad de género se evidencia en los casos más extremos en los que las que las
mujeres ven vulnerados sus derechos, tales como las situaciones de violencia de género,
pero también en acciones que forman parte de la vida cotidiana y suelen ser más difíciles de
identificar.
El propósito del presente informe es analizar las desigualdades entre mujeres y
hombres, a través del lente crítico de la perspectiva de género. De esta forma, se busca
cuestionar las ideas que normalizamos con respecto al género, con el objetivo de seguir
abriendo el camino a una mayor igualdad, de acuerdo con lo establecido en el tercer eje de
la Resolución 340 del Consejo Federal de Educación (2018). Para esto, se incluirán en este
informe las perspectivas de dos autores: Bonino Méndez, Luis, y Eisler, Riane.
2. La socialización de los roles de género
La popular frase “boys will be boys” aparece en numerosas películas, canciones y
libros, justificando el comportamiento agresivo o violento de los chicos en el mero hecho de
ser varones. Si bien muchos creen que estas conductas son parte de la naturaleza del varón,
en realidad son el resultado de una socialización androcrática, según la teoría del guión de
Silvan Tomkins (1996). Es decir, chicos y chicas internalizan los roles preestablecidos por una
cultura en la que el varón tiene una posición de superioridad con respecto a la mujer.
Por supuesto, este aprendizaje se da de manera continua y reiterativa, en todos los
ámbitos de la vida humana. En los medios de comunicación, en los hogares y espacios de
reunión, en el trabajo y, también, en la escuela. ¿Cuántas madres y cuántos padres han
castigado a sus hijas por actuar de manera violenta, pero no a sus hijos? ¿Cuántas veces han
reforzado los docentes la idea de que las chicas no deben pelearse porque “eso no es de
señoritas”? Así, se van catalogando las conductas y emociones según el género, asociando lo
violento y agresivo con lo masculino, y lo empático y pasivo con lo femenino.
La superioridad de la masculinidad y la inferioridad de la feminidad mantienen a
hombres y mujeres en una constante relación de dominador-dominado. En esta relación
asimétrica, es el hombre quien tiene el poder de controlar a la mujer a través de diferentes
formas de dominación. El grado de explicitud de estas formas de dominación varía
enormemente, ya que no se deben considerar solamente los casos de violencia extrema,
sino también todas esas prácticas cotidianas que influyen en la normalización de los roles de
género y constituyen actos de violencia contra la autonomía de la mujer.
5. Conclusión
En conclusión, la realización de este informe ha arrojado luz sobre la compleja
relación entre desigualdad de género y violencia, desde una mirada crítica basada en la
perspectiva de género. Se ha realizado un recorrido por las definiciones y tipos de roles de
género, desigualdad y violencia, buscando abordar la violencia de género de manera
integral para poder reconocer comportamientos violentos más sutiles.
Como futuros docentes formados en Educación Sexual Integral (ESI), debemos
buscar la transformación y el cambio del status quo para poder garantizar la equidad de
género, según lo estipulado en los ejes conceptuales. Para esto, es necesario continuar el
diálogo y la reflexión sobre estas cuestiones, con el objetivo de revisar las formas de pensar
y los modos de actuar para no seguir perpetuando la violencia contra las chicas, las
adolescentes y las mujeres.
6. Bibliografía
Bonino Méndez, Luis (2004). “Micromachismos, La violencia invisible en la pareja”.
Revista Las Cibeles, Madrid.
Eisler, Riane (1996). “Placer Sagrado, Nuevos caminos hacia el empoderamiento y el
amor”. Editorial Cuatro vientos, Santiago de Chile.
Resolución CFE N°340 de 2018. Por la cual se establecen los Núcleos de Aprendizaje
Prioritarios de ESI para los niveles Inicial, Primario, Secundario y Formación Docente.
22 de mayo de 2018.