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El pasado es endemoniadamente importante porque es reflejo de lo que somos ahora; así que
traerlo a la memoria no es nada más por la añoranza (que es válido también), sino porque permite
constatar lo que hicimos para no repetir errores y mejorar lo que se hizo bien reconociéndolo;
pero, sobre todo, para preservar la memoria histórica que juzga, sanciona y premia, que es
indispensable.
El jueves pasado 30 de noviembre, 2023, en la Sala Carlos Monsiváis del Centro Cultural
Tijuana, se proyectó un documental de uno de los momentos históricos más emblemáticos de
Tijuana, sucedidos durante el cierre de la década de los 80, treinta años después de la premier
transmitida por la KPBS de San Diego, California, para los Estados Unidos y el mundo.
Paul Espinoza, productor y documentalista mexicoamericano con el apoyo por los fondos
provenientes de la Ley de educación bilingüe, y del Servicio de Difusión Pública (Public
Broadcasting Service, PBS), realiza este emblemático documento fílmico, en el que reseña a
una ciudad que está sufriendo cambios sociales vertiginosos, que determinarán lo que seguimos
siendo y somos hoy. Un documental que da fe de una realidad que puede ser vista, entendida y
vivida de manera diferente por quien sea, sin que cambie un ápice la historia de lo que significó
como drama social, político y cultural.
Un documental que registra la historia de un momento de transición relevante en el que se
fundaron muchas esperanzas y que recoge opiniones y sentires (optimistas y realistas) de voces
disímiles de aquella Tijuana que se aproximaba a una nueva década, lo que hacía suponer
también un mejor porvenir.
Recoge las ideas mesiánicas de Salinas de Gortari declaradas en una visita a la entidad,
ofreciendo panaceas al pueblo y demostrando que el neoliberalismo convertido en maquiladora
es una muestra del progreso social que nos espera. Demagogia pura que ya en ese entonces había
dejado de surtir los mismos efectos del pasado; por lo menos la proveniente de voces priistas.
Muestra al turismo ramplón (de a dólar, como solía reconocérsele) que hizo multimillonario a
unos pocos y mantuvo segregado en la pobreza a un montón; que brindó diversión, alcohol,
prostitución, drogas y baratijas artesanales a gringos libertinos; que convirtió a la avenida
Revolución en uno de los burdeles más grandes del neoliberalismo mexicano.
Un documental que registra las secuelas del despojo de los terrenos de la ribera del río Tijuana,
del que sacarán provecho económico, políticos en turno, familiares, amigos, compadres y
empresarios de la construcción; así como el abanderamiento político de líderes nacidos de las
filas de la pobreza, que justificarán el posicionamiento clandestino de terrenos (paracaidismo)
o el surgimiento, de esas exigencias sociales, de un nuevo sector poblacional (el Florido) en
zonas inhóspitas, precariamente urbanizadas que serán fundamentales, pues abastecerían a la
demanda maquiladora de esa mano de obra barata indispensable. Otro más de los juegos sucios
entre gobiernos, líderes, empresarios y sinvergüenzas.
El hartazgo de una población de clase media y baja que no cree más en las promesas de un PRI
absolutista, sinvergüenza y corrupto, que animado por los ofrecimientos de un líder carismático
ensenadense, que recorre el Estado al son de una pegajosa canción de moda animando al pueblo
“agarrarse de las manos” para derrotar al mal gobierno.
Documenta la algarabía del triunfo de la oposición, del Partido de Acción Nacional (PAN), que
no fue cualquier triunfo, será la primera gobernatura no priista en el país, la antesala de los
cambios políticos que se avecinaban. Nacía en Baja California una esperanza, la que ofrecía un
partido político sin ideólogos locales (las declaraciones triunfalistas del candidato ganador
adornadas de frases marxistas —de Gramsci, particularmente—, es el mejor ejemplo de su
“inocencia”), ni partidarios conocedores de su propia ideología, que vivían un momento
oportuno de la historia reflejada en la decadencia del partido oficial, y al igual que el pueblo sin
partido, votaron por el cansancio, por el hartazgo, por no seguir gobernados por el PRI, no por
ser seguidores del PAN. Una verdad histórica maquillada y en el olvido.
Un documental que retrata con pasmosa realidad el pasado y que nos permite compararlo con
el presente, treinta años después. Seguimos siendo una ciudad desordenada, en manos de los
mismos ricos, solo que ahora más ricos y compañeros de los nuevos acaudalados, con más
pobres que ayer, con otras maquiladoras, los mismos y nuevos dueños, con idénticos programas
explotadores del obrero, iguales sindicatos, si no charros, sí subordinados al patrón. Una avenida
Revolución con menos visitantes que ayer, pero los mismos negocios leoninos, proveedores de
diversión, alcohol y drogas que aún se alza orgullosa de su vida nocturna, disipada y sórdida.
Vimos florecer un gobierno panista que olvidó los principios ideológicos que nunca conoció,
darle ala ancha a la corrupción y al desmán, y surgieron los nuevos ricos que al concluir sus
mandatos se ocultan en el anonimato para no ser enjuiciados, azuzando a escondidas a sus
dogmáticos creyentes, ingenuos, pero feroces para que cuestionen todo lo que el otro hace y
ellos no hicieron. Una casta inaudita que sigue empeñada en la grandeza neoliberal, añorando
el dinero y poder de sus líderes políticos y espirituales, esperando el “milagro”.
Un documental indispensable para ser transmitido por la televisión local (y nacional), para ser
reproducido en las universidades (preparatorias y secundarias), para abrir los ojos de lo que
fuimos, de lo que pudimos ser y lo que somos.
No fue necesario poner el nombre de los protagonistas de esta aventura de ayer que es la de hoy
también, todos sabemos de ellos y ellos también lo reconocen; aun cuando lo nieguen y
“tomados de las manos” continúen suspirando por el olvido de sus acciones.
Mis felicitaciones al Festival de la Ciudad. Tijuana Interzona, comandado por Leobardo Sarabia
quien encontró oportuno mostrar este valioso documento a la comunidad para apuntalar la
memoria histórica de este penoso pasado reciente.
Gracias, Paul