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© Stefan Falke
Cachanilla por adopción y convicción, bajacaliforniana por ley, una figura relevante en el quehacer
plástico de la región; presidenta de asociaciones de artistas, directora de galerías mexicalenses,
maestra, y sobre todo productora técnicamente versátil de una obra plural que zigzagueó entre la
figuración y lo abstracto que en su recorrido entrecruzaron caminos y desde ambas trincheras
encaro la realidad.
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Rosique, Roberto (2016: 91, 92). De aquellos paramos sin cultura… (Tres décadas de arte en Baja california: de lo
retiniano a lo conceptual), Secretaría de Cultura, Cecut, Gobierno del estado de Baja California: ICBC: Mexicali.
homogéneos ausentes de elementos sígnicos o gestuales, nada enfáticos en las pinceladas y el
detalle. Que no es un remedo sino el personal replanteamiento de un lenguaje visual autónomo,
sin otras referencias que su lógica y emotividad.
Sus recursos abstractos determinaron un camino creativo solvente de insinuaciones, una
señal también de su distanciamiento de otras búsquedas asentadas en la ausencia de narrativas,
condiciones que pueden encontrarse en piezas cuyos recursos estéticos superan el formalismo y es
ahí donde se muestra diferente. Escribe al respecto Antonio Heras (1998)2 en un viejo libro que
coordiné hace algunos años:
También hay cruces, equis, signos que documentan historias que han echado raíces entre
duelos, dolor y sinrazones. Huye la pintora del intento de representar fragmentos de
realidades, opta por transformarlas, plasmarlas, enfrentarlas, dar fe de un espacio que habita
para encontrar en el arte una forma de eternidad. (p.33)
Una lectura puntual, emanada de un poeta-periodista que tuvo la virtud de leer el arte,
muchas veces mejor que aquellos que nos jactábamos de escribirlo, una lectura certera que muestra
desde el abandono de la figuración un discurso capaz de describir contextos intelectivos, idóneo
para recrear en el color y las formas esos otros universos que conformaron sus pensamientos.
El tiempo es implacable y cobra su cuota en el momento que menos esperamos, y nos abre
la puerta al olvido, dejamos de ser importantes para aquellos que comienzan a preocuparse por sus
necesidades. Una ley de la vida, real y sin remedio dolorosa que solo superamos cuando en nuestro
tránsito material sembramos opciones, alternativas, esperanzas; la amistad, por supuesto es una de
ellas, los hijos y la familia son otra, pero estas siempre estarán penosamente impregnadas de
olvido; no así el arte, cuya vigencia perenne brinda oportunidad a quien lo asume (con
perseverancia y convicción), de perpetuarse en nuestras vidas y en aquellas que con el paso del
tiempo lo observan y analizan porque ahí se deja un pedazo inestimable de la historia la que en ese
entonces nos conforma y la que podrá leerse -cuando sea- y ubicarla en el rincón de la consciencia
que a cada quien convenga.
Ruth Hernández, una figura menuda de enorme corazón y querida por todos, pintó, grabó
y esculpió convencida de lo importante que era hacer lo que todo el tiempo hizo, crear para bien
de los sentidos, para darle motivos al espíritu y poder regodearnos en la reflexión. No hay muchas
cosas pueden que ser tan generosas como estas.
Descansa en paz querida amiga, aunque nos consuela saber que estarás presente en tu
trabajo el que siempre dará de que hablar y hará sentirnos orgullos de tu enorme persona.
Roberto Rosique
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Rosique, Roberto (1998). Treinta artistas plásticos de Baja California, Conaculta, Cecut, FECABC, ICBC:
Mexicali