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Ruth Hernández, en su estudio.

© Stefan Falke

Figuración y abstracción dos caminos entrecruzados


(Una nota breve a la memoria de Ruth Hernández)
(Hermosillo, Sonora, 1933 – Mexicali, B.C., 2023)

Cachanilla por adopción y convicción, bajacaliforniana por ley, una figura relevante en el quehacer
plástico de la región; presidenta de asociaciones de artistas, directora de galerías mexicalenses,
maestra, y sobre todo productora técnicamente versátil de una obra plural que zigzagueó entre la
figuración y lo abstracto que en su recorrido entrecruzaron caminos y desde ambas trincheras
encaro la realidad.

De su persona indiscutiblemente humana y generosa nada de lo dicho sobre ella puede


contradecirse, como tampoco escatimarse el pleno convencimiento de lo importante que fue la
pintura en su vida; de lo imperioso de darle cobijo a las ideas emergentes o a las de sus
contemporáneos, de prodigarles lo que otros espacios expositivos les negaron. Acciones
suficientes para tenerla siempre en nuestros corazones agradeciéndole eternamente su actitud
desprendida.
Una artista que se forma en las entrañas de las primeras generaciones plásticas regionales
(Rubén García Benavides, Carlos Coronado, Cátaro Núñez, Francisco Chávez Corrujedo, Manuel
Aguilar(†), Benjamin Serrano(†), Ernesto Muñoz Acosta(†), Mario Urrea(†), y un largo listado más,
varios de ellos hoy también ausentes) que al igual que sus compañeros lucha por el reconocimiento
local, pelea por espacios para mostrar sus producciones, abre camino, enseña, y eso no es nada
sencillo, menos aún en una región donde la cultura apenas era tomada en cuenta por sus autoridades
y una comunidad imbuida en otras actividades seriamente desinteresada en el arte.
Una generación que desempedró el camino para hacer la ruta asequible, que animó junto
con sus coetáneos y enorme entusiasmo a encontrarle un sentido al arte, forjaron una cultura del
coleccionismo que ha fructificado muy poco y que hoy, pese a todo lo vivido en este aspecto
creativo comprar arte sigue siendo lo de menos, y promoverlo -a la vista de los raquíticos
presupuestos dispuestos para ello- es incomprensible. La verdadera cara del interés gubernamental,
institucional y educativo por la cultura sigue enclaustrada entre interrogantes. El arte y el artista
continúan siendo -en estos linderos californios- una necesidad innecesaria para la gran mayoría
absorta en otras preocupaciones.
Hace algún tiempo (2016)1 escribí unas palabras críticas sobre su obra las que hoy replico,
rectifico y amplío como un mínimo homenaje y agradecimiento a su amistad, su entrega a la
promoción del arte y a su enorme fortaleza creativa.
De su obra profusa, es en la figuración donde se pueden encontrar -como en todo autor-
con mayor claridad las influencias de su entorno (extraño es cuando esto no sucede), la diversidad
misma de la obra con representaciones y temas diferentes, permite al espectador o al crítico
situarlas bajo la óptica de cualquier influjo, lo que propicia que sus lecturas confluyan en buenas
o malas ocurrencias, en subjetividades procedentes de su propuesta estética o sugestivas
interpretaciones descabelladas; cuales fueren sus derivaciones estas abren opciones al interés o al
desaire y sustentan su presencia.
Encuentro en esta línea de producción una obra heterogénea, asentada en un dibujo simple
y en una recurrencia cromática diversa; una obra variable, incluso, en el enfrentamiento con el
tema y es en esos contrastes donde encuentro sus limitaciones y alcances; una condición común
que permite, a sus logros, dimensionarlos como frutos de superación.
Todo lo contrario observo (de nueva cuenta la subjetividad) en su producción abstracta, la
que ha abordado desde ángulos diversos y aun cuando se caracteriza por la sencillez del diseño, es
en los planos de color con los que juega, donde antepone analogías y contrastes sueltamente (que
con frecuencia extiende a toda la superficie de la pieza) y en la estructuración fragmentada de sus
composiciones excluidas del lirismo y la gestualidad, donde se muestra el ímpetu que la
universaliza y la lleva a definir esa ruta que marcará la diferencia con sus contemporáneos
abstractos, y desde mi percepción se aleja definitivamente de algunas concepciones regionalistas
que suelen encasillarla.
La abstracción de Ruth Hernández no acepta, ni por asomo, escarceos con las pictografías
bajacalifornianas prehispánicas como se ha escrito, no así con el Color-Field Painting
neoyorquino, cuya cercanía, aunque no se encuentra en los formatos, sí en los planos de color

1
Rosique, Roberto (2016: 91, 92). De aquellos paramos sin cultura… (Tres décadas de arte en Baja california: de lo
retiniano a lo conceptual), Secretaría de Cultura, Cecut, Gobierno del estado de Baja California: ICBC: Mexicali.
homogéneos ausentes de elementos sígnicos o gestuales, nada enfáticos en las pinceladas y el
detalle. Que no es un remedo sino el personal replanteamiento de un lenguaje visual autónomo,
sin otras referencias que su lógica y emotividad.
Sus recursos abstractos determinaron un camino creativo solvente de insinuaciones, una
señal también de su distanciamiento de otras búsquedas asentadas en la ausencia de narrativas,
condiciones que pueden encontrarse en piezas cuyos recursos estéticos superan el formalismo y es
ahí donde se muestra diferente. Escribe al respecto Antonio Heras (1998)2 en un viejo libro que
coordiné hace algunos años:
También hay cruces, equis, signos que documentan historias que han echado raíces entre
duelos, dolor y sinrazones. Huye la pintora del intento de representar fragmentos de
realidades, opta por transformarlas, plasmarlas, enfrentarlas, dar fe de un espacio que habita
para encontrar en el arte una forma de eternidad. (p.33)
Una lectura puntual, emanada de un poeta-periodista que tuvo la virtud de leer el arte,
muchas veces mejor que aquellos que nos jactábamos de escribirlo, una lectura certera que muestra
desde el abandono de la figuración un discurso capaz de describir contextos intelectivos, idóneo
para recrear en el color y las formas esos otros universos que conformaron sus pensamientos.
El tiempo es implacable y cobra su cuota en el momento que menos esperamos, y nos abre
la puerta al olvido, dejamos de ser importantes para aquellos que comienzan a preocuparse por sus
necesidades. Una ley de la vida, real y sin remedio dolorosa que solo superamos cuando en nuestro
tránsito material sembramos opciones, alternativas, esperanzas; la amistad, por supuesto es una de
ellas, los hijos y la familia son otra, pero estas siempre estarán penosamente impregnadas de
olvido; no así el arte, cuya vigencia perenne brinda oportunidad a quien lo asume (con
perseverancia y convicción), de perpetuarse en nuestras vidas y en aquellas que con el paso del
tiempo lo observan y analizan porque ahí se deja un pedazo inestimable de la historia la que en ese
entonces nos conforma y la que podrá leerse -cuando sea- y ubicarla en el rincón de la consciencia
que a cada quien convenga.
Ruth Hernández, una figura menuda de enorme corazón y querida por todos, pintó, grabó
y esculpió convencida de lo importante que era hacer lo que todo el tiempo hizo, crear para bien
de los sentidos, para darle motivos al espíritu y poder regodearnos en la reflexión. No hay muchas
cosas pueden que ser tan generosas como estas.
Descansa en paz querida amiga, aunque nos consuela saber que estarás presente en tu
trabajo el que siempre dará de que hablar y hará sentirnos orgullos de tu enorme persona.
Roberto Rosique

2
Rosique, Roberto (1998). Treinta artistas plásticos de Baja California, Conaculta, Cecut, FECABC, ICBC:
Mexicali

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