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DERECHO AGRARIO
Alumno:
Fecha de entrega:
09/11/2023
Sede:
Tocoa Colon
Con la toma de posesión de la presidenta Xiomara Castro, las esperanzas de la
reducción de la conflictividad socioambiental y agraria en Honduras resurgieron.
De hecho, a nivel nacional, desde diversas organizaciones han hecho un llamado
reiterativo a la necesidad de intervenir en conflictos históricos como el acontecido
en el Valle del Bajo Aguán, departamento de Colón, que ha dejado como resultado
cientos de campesinos y campesinas asesinadas, familias enfrentadas y
comunidades empobrecidas.
Es de conocimiento público que, en las últimas dos semanas, el consejo de
ministros del gobierno, integrado por el ministro de Seguridad, Ramón Sabillón, el
ministro y viceministro del Instituto Nacional Agrario (INA), Francisco Fúnez y
Rafael Alegría, respectivamente, al igual que el titular de la Secretaría de
Desarrollo e Inclusión Social (SEDIS), José Carlos Cardona, ha realizado visitas a
la zona para buscar una solución al conflicto del Valle del Aguán.
De allí la importancia del presente análisis que, en la primera parte plantea, de
forma breve, aspectos históricos para comprender el conflicto en el Valle del
Aguán; en el segundo apartado se esbozan los momentos de la agudización de la
crisis en los últimos 2 años, que coinciden con el fin del régimen de Juan Orlando
Hernández. En un tercer apartado se colocan, en relieve, algunos aspectos que
pueden contribuir a gestionar de manera democrática el conflicto agrario y, por
último, se identifican una serie de retos estratégicos del movimiento campesino en
el actual contexto político, en el esfuerzo por avanzar hacia una salida
democrática del conflicto.
puntos históricos para comprender el conflicto agrario en el Bajo Aguán
Todo punto de partida de la conflictividad agraria es la distribución y concentración
de la tierra, con una clara influencia de la relación entre los modos y medios de
producción, acaparados por los terratenientes y la agroindustria. No es objetivo del
documento realizar un análisis exhaustivo sobre este tipo de relaciones sino, más
bien, reflexionar desde una perspectiva histórica, importantes para comprender y
abordar el actual conflicto del Bajo Aguán:
Aprobación de la Ley de Modernización Agrícola (Decreto 31-92) en 1992,
durante el gobierno nacionalista de Rafael Leonardo Callejas. Esta
normativa, al final resultó una herramienta que facilitó el acaparamiento de
la tierra a favor de las agroexportadoras, terratenientes y la línea económica
del país, supeditada a los tratados de libre comercio. Esta Ley significó el
impulso a un nuevo modelo económico (capitalismo de naturaleza
agroindustrial) con las características: “desgravación arancelaria, anulación
de franquicias, incremento de impuestos y liberalización de las tasas de
interés bancario. Todo lo anterior llevó a la reducción de los impuestos de
importación, a la eliminación del proteccionismo local, a la apertura de la
economía ante la competencia internacional y al aumento del precio de los
combustibles y del transporte, establecido en el Tratado de Libre Comercio
entre la República Dominicana–Centroamérica y los Estado Unidos (DR-
CAFTA).
Desmantelamiento de la institucionalidad agraria en la década de los
noventa, que era la encargada de promover el proceso de la reforma
agraria en Honduras y el surgimiento de una nueva institucionalidad, que
históricamente ha respondido a los intereses de la agroindustria y
soslayado la problemática agraria-campesina.
En los últimos años, una gran cantidad del territorio del Valle del Aguán ha
sido controlado por grupos dedicados al narcotráfico. En una zona de
conflictividad agraria, la presencia de este tipo de estructuras ha contribuido
a fortalecer las formas de infiltración de las organizaciones de base
campesinas y a aumentar la violencia en la región. Históricamente el
Estado de Honduras, desde sus diferentes estructuras, ha participado en
estas actividades ilícitas y conoce perfectamente los carteles de droga
involucrados, pero decidió no tomar acción, y dejar más vulnerables a las
comunidades rurales y campesinas de la zona.
En abril del 2010, el presidente nacionalista Porfirio Lobo Sosa firmó
acuerdos con el MUCA, en los que se comprometía a entregar al
campesinado 11 mil hectáreas de tierra, siete mil cultivadas de palma
africada y el resto incultas (solamente se recibieron 4 mil hectáreas),
también se habló de estructurar el plan de negocio para establecer el valor
de la tierra y la construcción de 500 viviendas, al igual que la prestación de
los servicios de educación y salud pública. La firma de los acuerdos solo
reafirmó la falta de voluntad política por parte del gobierno para la solución
de la crisis y la forma en que el Instituto Nacional Agrario (INA), se prestó,
nuevamente, a favorecer los intereses de las agroexportadoras y
terratenientes.
Estos puntos previos, en resumen, son:
a clara muestra de la apuesta económica nacional por una matriz de
producción primaria agroexportadora, en detrimento de la producción
campesina.
La intención del Estado de Honduras por continuar bajo un modelo de
militarización y seguridad, como forma de resolución del conflicto, que
únicamente han dejado un costo social para el sector campesino.
El desmantelamiento de la institucionalidad pública, como génesis para la
promoción de las políticas privatizadoras internacionales.
Agudización de la crisis en el Bajo Aguán
El momento coyuntural en el Bajo Aguán gira alrededor de los siguientes puntos:
1. Recuperación de tierras
Desde el año 2017, ante la falta de respuesta del gobierno del ex mandatario
nacionalista, Juan Orlando Hernández, y el desplazamiento forzado de la
población que ha originado la violencia y la pobreza en la zona del Bajo Aguán,
desde la Plataforma Agraria (PA), se anunció un proceso de recuperación de
tierras, amparado en la emisión de títulos de propiedad definitivos a favor de las
cooperativas campesinas, con copia íntegra del título, bajo la custodia del INA;
constancias de libre gravamen extendidos por el Registro de la Propiedad (IP), y el
recibo de pago de la tierra del INA, que los acredita como legítimos dueños.
Pero la reacción por parte de la institucionalidad fue la emisión de órdenes de
desalojos y captura hacia el sector campesino. Asimismo, la continuidad de la
política de militarización, manifestada en el despliegue de efectivos de la Fuerzas
Especiales Cobras y la Fuerza de Tarea Xatruch, que han realizado desalojos
violentos.
2. Violencia terrateniente, empresarial y paramilitar
La lógica de manipulación y violencia en el marco del conflicto agrario sigue
promoviendo[8]: