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EL PRIMER DÍA

Soy profesora de catalán en un IES de S. Boi, una población mayoritariamente


castellano parlante entre el alumnado de la cual, mi asignatura suele ser
menospreciada. Esta situación se agrava en los cursos de F.P., sobre todo en
los niveles más bajos, donde cabe añadir la desmotivación generalizada
provocada por un importantísimo fracaso escolar. La mayoría de mis alumnos de
primero de electricidad han sido matriculados en este curso porque sus padres
no saben cómo tenerlos ocupados todo el día y, a menudo, arrastran
limitaciones en sus niveles de lectura y escritura desde los primeros cursos de
EGB.

El primer día de curso suele ser vivido por mi como un auténtico trauma y suele
marcar mi estado de ánimo durante el primer trimestre. Naturalmente, no los
conozco y no puedo avanzarme a lo que me tienen preparado, aunque, en la
mayoría de ocasiones, puede percibirse “algo” en el ambiente. Yo intento llevar
preparada alguna estrategia que pueda sorprenderlos, pero este curso, me
encontré con el siguiente panorama:

En un grupo de 38, tan solo 8 traían el material de trabajo que se suponía


debían haber comprado con antelación. El resto parecía que habían venido
únicamente a pasar el rato lo mejor posible. Cuatro habían montado una timba
de cartas sin inmutarse por el hecho de que yo estuviera en el aula. Tres más,
sacaban la cabeza por la ventana dedicándose a gritar frases de todo tipo, y
dudoso gusto, a quienes pasaban por la calle. Otro estaba tumbado en unas
sillas que había colocado al fondo del aula y parecía decidido a dormir
plácidamente durante toda la hora. Otros tres se dedicaban a hacer dibujos
claramente pornográficos y a tirárselos los unos a los otros procurando, además,
que yo pudiera verlos bien. Otro, que debía pensar que era un gran intérprete,
se encontraba de pie en medio de la tarima dando palmas y cantando alguna
cosa de raíces folclóricas, pero con una letra más bien “porno”. Los otros reían
divertidos con la actuación o comentaban los dibujos que los tres “artistas”
hacían volar por la clase.

Cuando entré la situación no varió en absoluto, a pesar que me situé delante de


todos, bien derecha y quieta, observándolos detenidamente. El silencio inicial es
una técnica que me había funcionado muchas veces en situaciones, si bien no
tan exageradas, similares. En este caso no pasó nada. Tan solo uno se
mantenía callado y al margen del descontrol general, se limitaba a mirarme
fijamente. Su mirada era fría y cruel -no puedo definirla de ninguna otra forma-, y
fue mucho peor que la ruidosa actuación de sus compañeros. Me sentí
terriblemente incómoda, como si me estuviera retando a alguna cosa que no
sabía concretar. Supongo que deseaba que bajara los ojos, pero le sostuve la
mirada sin parpadear y, entonces, la punta de una sonrisa cínica se insinuó en
sus labios, poniendo los pies encima de la mesa que tenía delante.

Mi corazón latía tan deprisa que yo estaba segura que todos se daban cuenta y,
ante mí, se abría la horrible perspectiva de pasar ocho meses delante de
aquellas caras. Y el caso es que tenía que empezar...
¿Qué hubieseis hecho vosotros?.
- Recuperar la iniciativa, canviar d’escenari
-

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