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RESUMEN SOBRE HEGEL – DIALÉCTICA VERSUS METAFÍSICA

LEYES DE LA DIALÉCTICA – EJEMPLOS DE LA NATURALEZA Y


LA SOCIEDAD

INTRODUCCIÓN AL MARXISMO (CONCEPTOS ELEMENTALES)

¿Qué es la dialéctica?

“Mientras consideramos las cosas como estáticas e inertes, cada una de por sí, una al lado de la
otra y sucesivamente, no descubrimos en ellas ninguna contradicción. Nos encontraremos con
determinadas propiedades, en parte comunes, en parte diferentes y hasta contradictorias entre sí,
pero que, en este caso, no albergan ninguna contradicción por estar distribuidas entre objetos
diversos. Hasta donde alcanza esta zona de investigación, podemos desenvolvernos con el método
especulativo, vulgar, de la metafísica. Pero, todo cambia de raíz tan pronto como queramos
analizar las cosas en sus movimientos, en su transformación, en su vida, en su influencia recíproca.
Entonces, caeremos inmediatamente en un cúmulo de contradicciones. Ya el movimiento es de
por sí una contradicción; el simple desplazamiento mecánico de lugar sólo puede realizarse gracias
al hecho de que un cuerpo esté al mismo tiempo, en el mismo instante, en un lugar y en otro,
gracias al hecho de estar y no estar al mismo tiempo en el mismo sitio. Y el surgimiento continuo y
la simultánea solución de esta contradicción es precisamente lo que constituye el movimiento.”
“Ya hemos visto que la vida consiste precisamente, ante todo, en que un ser sea al mismo tiempo,
en el mismo instante, el que es y otro.” Friedrich Engels.

La dialéctica concibe a la materia en eterno cambio y transformación. El


movimiento es la esencia de la existencia de la materia: ya lo sostenían los
autores clásicos de la antigüedad. La dialéctica es un método que nos sirve para
analizar y pensar la realidad: por ello, la podemos definir como la ciencia de las
leyes generales del movimiento, entendiendo también que las producciones
mentales son el resultado de la actividad material del cerebro, grado más alto de la
evolución de la materia. Es por esta razón que la especie humana puede
transformar la realidad, modificar la naturaleza, conforme a la representación que
de ella elabora en su conciencia. Los animales (en términos generales) no pueden
hacer esto ya que son esclavos del instinto. Es por eso que los animales no
trabajan, los seres humanos sí. Casi podríamos decir que el trabajo nos hace ser
lo que somos, y que su papel ha sido esencial en el proceso de hominización.

La lógica dialéctica analiza los fenómenos del mundo en permanente cambio y


concatenación. La metafísica en tanto (y la lógica formal) ve las cosas de manera
estática, funcionando de forma mecánica, desestimando la idea del cambio
continuo y la interpenetración de todos los fenómenos. Tenemos entonces aquí
una concepción que estudia los fenómenos en forma aislada. Vamos perfilando
entonces una clara oposición entre dialéctica y metafísica.

Por otro lado, en el campo general de la filosofía, ha existido otra lucha histórica:
materialismo e idealismo. El materialismo parte de que la materia, y por lo tanto la
naturaleza, existe independientemente de nuestra conciencia. Las cosas “no
parecen ser” sino que “son”, más allá de nuestra percepción. independientemente
de nuestra existencia y de nuestra capacidad de comprender los fenómenos de la
naturaleza. Para el materialismo en general el centro de estudio son la materia y
sus manifestaciones. Así nuestra conciencia individual está determinada por
nuestra forma material de vida y reproducción. Para el idealismo sin embargo, lo
primario es la idea situada como independiente de la materia y su entorno, su
centro de estudio es el pensamiento despojado de toda relación con la materia; el
“yo” no está determinado por su entorno material, sino que la existencia real de la
naturaleza depende de “mi” percepción particular. El materialismo parte del
estudio de la materia y las formas materiales de vida y reproducción de los
individuos para comprender e interpretar los fenómenos sociales. El idealismo
pretende interpretar los fenómenos sociales de acuerdo a las “ideas” y a la
“consciencia” individual de las personas, al margen de su conexión con el mundo
que lo rodea. Tenemos entonces la otra oposición que hemos desarrollado en
clase: materialismo versus idealismo.

A diferencia del materialismo metafísico que considera a la materia y la sociedad


como algo estático, (un claro ejemplo es la mecánica clásica) para el materialismo
dialéctico materia y movimiento son lo único eterno, y constituyen una unidad. Las
cosas ya no son “inmutables”, al contrario, se encuentran en permanente cambio,
transformación y concatenación. Y a diferencia de la dialéctica idealista (Hegel y
Kant), el materialismo dialéctico no concibe que es el desarrollo puro del
pensamiento humano quien determina el desarrollo de las fuerzas productivas; al
contrario, son justamente las formas de producción (las formas de relacionarse los
hombres con la naturaleza, y los hombres entre sí) y el grado de desarrollo de las
fuerzas productivas, quienes determinan la conciencia.

La dialéctica, en tanto método de análisis de la realidad, estudia el movimiento de


la materia a través de tres leyes generales:

1- Acumulación cuantitativa y saltos cualitativos


2- Unidad y lucha de contrarios
3- Negación de la negación

Son tres leyes que nos explican el funcionamiento de la naturaleza y de la


sociedad.

Veamos algunos ejemplos:

Acumulación cuantitativa y saltos cualitativos:

Ejemplo de la naturaleza: un ejemplo interesante es el de la evolución. Las


mutaciones genéticas son un salto de calidad, resultante de la acumulación de
toda una serie de cambios cuantitativos. Otro ejemplo clásico es el del punto
de ebullición del agua, resultado del aumento de la temperatura (acumulación).

Ejemplo de la sociedad: el surgimiento de nuevas clases sociales (por ejemplo,


la burguesía hacia finales de la Edad Media, resultado de la acumulación de
toda una serie de fenómenos económicos, sociales y culturales que en
determinado momento se expresan en un salto de calidad).

Es decir, los cambios no se dan de manera gradual, simplemente acumulativa,


esta es solo una parte del proceso.
Unidad y lucha de contrarios:

El aislamiento y separación de los objetos y fenómenos de sus


concatenaciones universales, fue producto de la necesidad del análisis de la
naturaleza en sus diferentes partes, la clasificación de los diversos fenómenos
y objetos naturales, la investigación interna de los cuerpos, etc., lo cual
significó grandes progresos en el conocimiento pero, simultáneamente, legó a
la humanidad un modo de concebir las cosas y los fenómenos en forma
aislada, estáticos, sin cambios en sí mismos, ajenos a la concatenación
universal e interinfluencia entre los mismos. Bajo esta concepción metafísica,
una cosa no puede ser otra al mismo tiempo, las categorías de análisis son
estáticas e inamovibles. Se separa tajantemente la parte del todo, la causa del
efecto, la esencia del fenómeno, la calidad de la cantidad, la necesidad de la
casualidad, etc., al tiempo que uno de esos polos se subestima en su relación
indisoluble con el otro y se atiende en forma exclusiva al mismo que subordina
al otro, a veces, ignorándolo por completo.

La dialéctica puede explicar los fenómenos naturales, sociales y del


pensamiento en toda su dimensión en lo que hace a la concatenación con el
resto de la materia y al interior de los mismos. La ley de las contradicciones
polares y la interpenetración de los contrarios nos ayuda a entender que en
toda la materia existen contradicciones polares en unidad y lucha o repulsión,
que una cosa es a la vez otra, que una causa es, a la vez, efecto y viceversa,
que la parte es, a la vez, el todo, etc. Por ejemplo, en el proceso de
elaboración industrial de un objeto, la producción es a la vez consumo
(producción consumista) y el consumo es producción (consumo productivo). Lo

mismo ocurre cuando el obrero consume sus medios de vida, cualesquiera sean,
al hacerlo se produce a sí mismo como ser humano. El vendedor de fuerza de
trabajo, es a la vez comprador de bienes de vida a través de su salario. Aquí
tenemos un ejemplo de la ley de interpenetración de los contrarios en un
fenómeno social.
Tampoco podemos separar tajantemente, por ejemplo, la vida de la muerte.
Ambos son polos contradictorios, pero al mismo tiempo que nacen y se
desarrollan células en nuestro organismo, otras mueren simultáneamente. La piel
es el órgano que nos separa del mundo, que establece un límite, pero a la vez es
a través de la piel que penetran partículas del mundo que nos rodea, y a la vez
desechamos otras desde el interior del cuerpo. (ejemplos de la naturaleza acerca
de esta ley). Entonces, no se trata de fenómenos aislados, separados, sino que
están todos ellos en permanente movimiento, cambio y contradicción.

Negación de la negación

Esta es la tercera ley de la dialéctica. Es muy importante para entender el planteo


de Hegel (en realidad, las tres lo son, y están implícitas en el pensamiento de
Hegel, cuando desarrolla su método dialéctico).

Ejemplo de la naturaleza: el embarazo. La situación misma de embarazo niega (se


opone, es contraria) al estado anterior del cuerpo, y el nacimiento a su vez niega
(negación de la negación) el estado de embarazo. Este ejemplo lo vamos a
desarrollar en profundidad más adelante. Pero muestra muy bien los elementos de
la dialéctica de Hegel (que, aclaramos, es un pensador idealista, por su
concepción sobre el Absoluto).

Ejemplo de la sociedad: las clases sociales. Los siervos de la Edad Media niegan,
podemos decir, la esclavitud antigua (de manera parcial, pero al fin y al cabo los
siervos eran dueños de sus medios de producción más elementales) y a la vez, los
proletarios niegan a los siervos, en el sentido de que como nueva clase social,
dejan de ser dueños de esos medios de producción y pasan a ser trabajadores
asalariados que solo poseen su fuerza de trabajo para vender.

HEGEL

Elautor representa la plenitud del desarrollo del saber filosófico de occidente y su


total autoconciencia. Esa plenitud del saber solo es posible cuando una forma de
vida empieza a caducar, a envejecer. George Hegel nació en Alemania en el año
1770 y muere en 1831. Un concepto central en su sistema va a ser el de Absoluto,
y su obra fundamental es la Fenomenología de Espíritu. Hegel significa la
madurez y la síntesis de la historia de la filosofía. En esa historia hemos visto dos
actitudes diferentes: 1) Los griegos, que se preguntaban por el fundamento en
términos de origen. Ese origen para ellos es la physis, la Naturaleza, de donde
todas las cosas emergen y a donde luego de un tiempo retornan, luego de su
existencia individual. La cita de Anaximandro resulta en ese sentido central en el
pensamiento de Hegel: “Ahí, de donde deriva la generación de los seres, también
se cumple su disolución, de acuerdo a una ley necesaria, pues ellos deben expiar
recíprocamente la culpa, y la pena de la injusticia en el orden del tiempo.”
2)Descartes también se pregunta por el fundamento, pero en el sentido de la
búsqueda de certeza. Lo encuentra en el pensamiento mismo (pienso, por lo tanto
existo) y funda así la filosofía moderna. Ahí, en un extremo, el pensamiento queda
aislado de la Naturaleza, del mundo. La Naturaleza solo puede sostener un criterio
de verdad en la medida en que es objeto de conocimiento de ese yo pensante.
Esa actitud del yo, que se segrega del resto del Universo y se adentra en sí
mismo, es lo propio del Espíritu. Así en Descartes Espíritu y Naturaleza se
enfrentan. De ahí la idea de las sustancias pensantes y extensa. Este problema
hereda Hegel ¿Cómo se relacionan y comunican estas sustancias? En relación a
Kant, recordemos que el Absoluto era un límite para la razón (el nóumeno), que
pertenecía a la fe racional. Es decir, es un problema que acucia a mi razón. Pero
en la síntesis a priori que Kant elabora Hegel encuentra un elemento interesante.
Recordemos que aquello que se sintetiza era un concepto propio del
entendimiento, es decir del sujeto, y un dato de la intuición sensible. La condición
ultima de esta síntesis era el “yo pienso”, que era el fundamento de la posterior
distinción entre el yo y el mundo. Pero para Hegel el problema que aquí queda sin
solución es el de que la Naturaleza solo tiene sentido en la medida en que es
conocida por el espíritu (el yo pienso de Kant, que es distinto al cartesiano, porque
en Kant no puedo separar el “yo pienso”, la sustancia pensante, de los contenidos
objetivos de mi pensamiento) o sea, se hace dependiente de esa condición. En
Kant, entonces, la Naturaleza (el mundo, la sustancia extensa de Descartes) el
problema de la relación entre Naturaleza y Espíritu queda sin solución en la
medida en que aquella solo tiene sentido en tanto tiene que ser conocida por
éste). El filósofo Schelling aporta una solución: Naturaleza y Espíritu se unifican en
una unidad (identidad) que es el Absoluto. En el Absoluto, la Naturaleza deja de
ser lo que es, y lo mismo el Espíritu. Se funden en el Absoluto. Y al fundirse, se
anulan las diferencias. Hegel no acepta esta concepción: para él, la diferencia no
queda abolida en ese fundamento común. Tenemos entonces estos dos
elementos: la Naturaleza y el Espíritu. Para Hegel, ambos encuentran su unidad
en el Absoluto, pero ninguno deja de ser lo que es. El Absoluto va a ser el
fundamento común de la Naturaleza y Espíritu, pero la diferencia entre estos no se
agota ni se elimina en este Absoluto. En la unidad se sostiene la oposición, la
contradicción. (Ley de la dialéctica). Recordemos que el Absoluto es el Todo y el
fundamento de todo. La contradicción pertenece al ser mismo y todas las cosas
que participan del ser también participan de la contradicción. Así la contradicción
es esencial al movimiento y a la materia. Recordemos que la forma es lo que hace
que una cosa sea lo que es. Y la materia es de donde proviene toda sustancia
según Aristóteles. Para Hegel, lo que mueve originalmente al mundo es la
contradicción. Recordemos es este sentido las enseñanzas de Heráclito. Al
Absoluto, quizá con cierta imprecisión, Hegel lo llama Idea, Razón, Espíritu
Absoluto, Dios. Ahí podemos llegar a confundir, por los términos, al Absoluto con
el Espíritu. Esto ocurre porque Hegel ve en el Absoluto lo que siempre fue una
propiedad del Espíritu: el ser no solo es ser en sí mismo, como la Naturaleza, sino
también ser para-sí. Veamos esto del ser-en-si y el ser- para sí. En sí mismo el
Espíritu es esta unidad consigo que no necesita de ningún otro. ¿Pero cómo es
que el espíritu llega a tener autoconciencia de lo que es? El espíritu no solo es en-
si sino que necesita desplegarse, actualizar todo lo que es en sí y hacerlo objeto
para-sí mismo: necesita ser-para-si lo que es en-sí. Ser en-si es el equivalente de
la potencia en Aristóteles. Por lo tanto, el ser-para-si vendría a ser el acto.
Entonces el Espíritu, para pasar de su potencia a su acto, de su ser-en-si a su ser-
para-si necesita del movimiento, necesita salirse de sí mismo, salir de su soledad
y poner frente a si lo otro, (que es una parte de sí mismo) para ir adquiriendo esa
autoconciencia. Ahora bien, como el Espíritu es el Absoluto, el Todo, eso que
pone fuera de si no es algo absolutamente distinto del Espíritu. Ese otro es parte
del Espíritu, es un momento de su despliegue. Así, poniendo lo Otro afuera, el
Espíritu se va auto conociendo. Lo Otro pasa en algún sentido, por estar afuera
en este movimiento de despliegue, a ser lo extraño, lo alienus (alienación: fuera de
sí) respecto de la mismidad del Espíritu, que en este movimiento se va alienando.
Pero es un movimiento necesario para lograr el autoconocimiento. Si
consideramos al Espíritu solo en cuanto a su Ser en-si estamos sosteniendo una
mirada abstracta. Así, la alienación, este poner afuera algo de lo mismo y a la vez
en tanto Otro, le permite al Espíritu salir de su mismidad, de su soledad, y auto
conocerse. Así, en este despliegue, el Espíritu crea lo Otro, o sea un mundo. Este
es el ser-ahí. Ahí, en el mundo. Pero cuidado. Para Hegel, en uno y otro caso se
trata siempre del mismo Espíritu (estamos hablando del Absoluto, se entiende),
porque el Espíritu es el todo. Se trata de un movimiento de auto conocimiento. El
Espíritu, tan pronto pone lo Otro fuera de-sí, tan pronto se va alienando en este
movimiento, debe ir eliminando estas diferencias, para no perderse en la cosa, en
ese existir afuera momentáneo, porque si eso ocurriera y tuviera una existencia en
la cosa, dejaría de ser lo que es, el Todo. Recordemos la cita de Anaximandro.
Así, las cosas se originan en el Espíritu y en él son abolidas. Cada uno de estos
momentos y movimientos, al participar del Espíritu, es racional porque el Espíritu
también es la razón. Todo lo Real es Racional y todo lo Racional es Real, dice
Hegel. Pero la pregunta es: ¿Alcanza con que algo simplemente exista para que
podamos decir que eso, por el simple hecho de existir, es real? Para Hegel, la
respuesta es NO. No alcanza. Lo real en Hegel se asocia fundamentalmente a la
necesidad. Es decir, para que algo sea considerado real no alcanza con que solo
exista, sino que además debe ser necesario. Por ejemplo: el avance del
capitalismo comercial y mercantil hacia los finales de la Edad Media terminó por
destruir al régimen feudal. Este régimen económico seguía existiendo un par de
siglos antes, pero Hegel diría, era absolutamente irreal (aunque existiera) porque
hacía tiempo que había perdido toda necesidad. Ya no tenía razón de ser. Era
irracional. Y como todo, lo que era funcional, racional, deja de serlo (se transforma
en irracional) para perecer y darle lugar a lo nuevo que, quizá antes de existir en lo
real, ya es racional en la mente de la humanidad, y se va preparando, hasta que
acontece y se deshace de lo viejo. Es el movimiento de la dialéctica. Por eso dice
Hegel: todo lo que existe merece (necesita, es necesario que) perecer. Así, el
movimiento incesante devora esos momentos de alienación, los anula. Pero estas
formas del Espíritu, en el proceso de auto conocimiento, al no ser absolutamente
diferentes de él no son aniquiladas cuando el Espíritu las reabsorbe. Por eso,
decimos que la alienación tiene en Hegel este valor positivo, que le permite al
Espíritu desplegarse en el mundo, pasar de su ser-en-sí a su ser-para-sí. Son
anuladas en tanto Ser-para-sí pero a la vez conservadas en el Ser-en-sí. Para ello
utiliza el vocablo Alemán Aufhebung, que significa anulación, conservación y
superación. Ejemplo: los ríos que van a morir al mar. Esa muerte no es total
porque sus aguas son conservadas en el mar. Los ríos mueren en lo individual
pero se conservan en el Todo que el mar es. Así, el Espíritu conserva en su
presente todas las formas en las que se ha manifestado, se ha ido alienando. En
este movimiento el Espíritu va logrando un auto conocimiento de sí. La verdad
está en el Todo, pero este solo se va logrando en el desarrollo. La esencia del
Espíritu se completa mediante este desarrollo, esta auto conciencia. Por eso la
figura del Absoluto es el círculo. En este proceso el Espíritu se ha ido pensando a
sí mismo. Como Dios en Aristóteles: el pensamiento que se piensa a sí mismo.

La filosofía para Hegel va a ser una ciencia en la medida que pueda establecer
proposiciones de modo sistemático y dentro de un sistema. Por ello la ciencia
debe tener un método. El método para conocer el desarrollo del Espíritu que se va
conociendo a sí mismo no puede ser distinto a ese desarrollo, ya que el Espíritu va
pensándose en cada uno de esos momentos en que se aliena. Así que el método
va a tener vigencia tanto en el plano objetivo como en el ámbito del pensamiento,
cuando analizamos ese movimiento del Absoluto. Entonces, el método es el
desarrollo del Espíritu, que va tomando conciencia de sí en ese mismo desarrollo.
Pero, hagamos una observación: una cosa es el sistema, otra cosa es el método.
El problema de la filosofía en general, al menos de la filosofía clásica occidental,
es el de superar todas las contradicciones, (lógica del sentido) explicarlo todo,
llegar a un punto final. Y esto también le pasa a Hegel, aunque plantee a la
contradicción como algo esencial a su método dialéctico. Superar todas las
contradicciones, una tendencia “natural” del espíritu humano, lo propio de la lógica
racional, es una necesidad de alcanzar algo así como la “verdad absoluta” en
términos de explicación, aún aunque digamos que no existe esa verdad absoluta o
es inalcanzable. Por eso, vamos a dejar pasar este “pecado” de la filosofía y, en el
caso de Hegel, nos concentraremos en su método. A este método vamos a
llamarlo DIALECTICO. Hemos visto que en este proceso el Espíritu pone lo Otro
que es lo opuesto y lo negativo respecto de sí. Pero esto negativo no permanece
como tal si no que es recogido y superado por el Absoluto en este desarrollo que
lo conduce a su auto conocimiento. Este proceso continuo así en un indefinido
camino de oposiciones. Así el Espíritu se va enriqueciendo en esta marcha de
oposiciones en las que consiste la dialéctica. Así, como todo lo real es racional,
(recordando qué es lo real para Hegel, como dijimos unos párrafos antes) la
oposición (unidad y lucha de contrarios) va a ser una de las leyes de la dialéctica,
una de las leyes de la razón. Entonces, primer momento de la dialéctica del
Espíritu: es el acto por el cual este pone lo Otro de sí mismo fuera de sí. Es el
momento de la Tesis. Esto que el Espíritu pone es lo Universal que se ha
particularizado. Esto Otro va entonces a pasar a ser otra cosa. Esta nueva cosa
producida es la negación de lo anterior y la llamamos por ello la Antítesis. Ella es
lo negativo respecto a lo anterior, pero en cuanto este negativo se refiere a sí
mismo también encuentra su propia negación. Es el momento de la Síntesis entre
estos dos primeros momentos, es el momento de la negación de la negación. Pero
la síntesis no es simplemente la negación de los momentos anteriores sino
también la conservación y superación de ellos. Recordemos la Aufhebung:
suprimir, conservar y superar. Veamos por ejemplo que en matemática esto se ve
con claridad: menos por menos, es decir negación de la negación, es más. O sea,
síntesis. Todas las cosas se mueven en base a esta ley de la dialéctica, que es la
inter penetración de los contrarios. La esencia es la oposición. La relación entre la
madre y el feto puede constituir un ejemplo interesante. La madre embarazada
establece con el feto una relación de unión y oposición a la vez. Porque el feto
debe pugnar por salir, por realizar su propio desarrollo. Necesita de la madre pero
a la vez debe separarse de ella. Digamos: la madre embarazada es la Tesis. El
feto en desarrollo es la Antítesis, negación de lo anterior porque se opone a
mantener indefinidamente la situación del embarazo. Y el nacimiento sería la
Síntesis, negación de la negación, un nuevo ser. Así, en el desarrollo dialéctico
nada se pierde de manera definitiva sino que se conserva a un nivel superior de la
inmediatez individual. Así el Espíritu va reuniéndose consigo mismo. En el Todo
coexisten de ese modo todos los contrarios. Como la lógica de Hegel considera lo
Absoluto desde el Ser que está detrás de sus manifestaciones, decimos que en
algún sentido estudia con esta lógica a Dios. Por eso esta lógica, si bien es
dialéctica, tiene un trasfondo metafísico. (la filosofía en tanto sistema). Estudia el
pensamiento puro que va pensándose a sí mismo. La lógica Hegeliana contiene
las tres partes: la teoría del Ser, la teoría de la Esencia y la teoría del Concepto.
La lógica estudia el pensar puro, el pensamiento como lo Absoluto. El
pensamiento busca su fundamento pero la verdad del pensamiento no está en
ninguno de sus momentos sino en la totalidad de él. ¿Dónde buscar el fundamento
de ese Todo que es el pensamiento? La única respuesta es que el fundamento
sea el Todo mismo, el Absoluto. Pero a este Absoluto no lo puedo pensar como
algo determinado sino como lo puramente indeterminado. Así el Ser del Absoluto
es algo indeterminado. El Ser puede determinarse en lo múltiple: un árbol, una
persona, pero en sí mismo no es ninguna de esas cosas, por eso decimos que es
indeterminado. Es el fundamento de que esas cosas sean. El Ser, al no tener
ninguna determinación, es puro vacío, es entonces negación de todas las cosas.
Es como una Nada respecto a todas las cosas de las cuales es el fundamento. El
Ser y la Nada son entonces la misma cosa. En el origen tenemos la contradicción
entre el Ser que no es y la Nada que es. Esta contradicción del origen es el
fundamento de todas las contradicciones que siguen habitando en cada una de
ellas. La verdad es el devenir, es la síntesis que reúne a los opuestos, pero en el
cual aquellos siguen coexistiendo. La contradicción permanece. Así, por el devenir
se supera la abstracción del Ser y de la Nada y se logra el primer concepto
concreto. En el Absoluto todo es devenir, igual que en Heráclito. A través del
devenir, el Ser sale de su indeterminación, pone a otro frente a sí. Se pone en ahí
como existencia. De este modo digamos, existiendo en algo el Ser no es Ser-en-si
sino Ser-ahí. Pero consideremos esto: si un Ser-ahí es determinado es que posee
una cualidad que lo distingue de otro. Pero al ser la cualidad lo que determina la
existencia es por la cualidad que la existencia es en sí misma negativa, es
negación. Esta negación significa que la cosa esta dentro de los límites que le
marca su cualidad y por ello no es otra cosa. Pero esta negación del Ser-ahí no es
la Nada abstracta. Así que esto existente limitado es su cualidad es algo finito. Y
justamente lo que la hace ser tal es su finitud. Su finitud es entonces la verdad de
la cosa- la muerte es entonces lo más propio de sí mismo. Lo finito entonces es un
ser para la muerte. Como lo plantea Anaximandro. En relación a lo finito, pues, la
hora de su nacimiento es la hora de su muerte. Pero lo finito, como todo en la
dialéctica, se niega a sí mismo, y lo contrario es la infinitud. Lo infinito es el destino
de todo lo finito. Así lo finito niega su propia negación y deviene infinito. Pero
cuidado, que lo infinito así considerado encuentra su límite en lo finito, y al
encontrar un límite, su negación, su oposición, deja de ser infinito. A este infinito
imperfecto Hegel lo llama la mala Infinitud. Hay otro Infinito, el verdadero, que se
va realizando en lo finito en un proceso dialéctico. Se realiza a través de las
distintas manifestaciones de lo finito. Este infinito es el Absoluto, el Espíritu. La
esencia es la verdad del Ser. La esencia es reflexión, el movimiento del devenir. El
Ser se muestra en la esencia, aparece en ella. Entonces la esencia es una
apariencia, que así, en principio, es negativa. Pero el pensamiento ve en ella un
reflejo de sí mismo que le permite seguir siendo lo que es. La esencia, que así
retorna a su fundamento que es el Ser, es a su vez el fundamento de la existencia.
En la medida que la esencia tiene una existencia es una cosa. La realidad es la
unidad entre la esencia y la existencia. Pero a primera vista la realidad se muestra
como contingente, no necesaria. Las cosas que son sería posible que fueran de
otro modo. La categoría de realidad se ha tornado en posibilidad. Cuando todas
las condiciones de una cosa están presentes, todas las condiciones, esta entra en
la existencia, ya no es una posibilidad sino una necesidad. Ahora la cosa tiene
necesariamente que ser real. Entonces la verdad de la necesidad no está en las
condiciones sino en el resultado. Esta necesidad, puesta en el resultado, en la
cosa real, es la sustancia. La verdad de la sustancia es el concepto. Con el
concepto, entramos en el reino de la subjetividad y la libertad.

¿Qué es la historia para Hegel? Si la lógica era el estudio de Dios, del Absoluto,
tal como está en su ser eterno, antes de la creación de la naturaleza, la historia es
el estudio de ese mismo Dios (Absoluto) pero en tanto desarrollo, es decir en el
tiempo, en el proceso de autoconocimiento del Espíritu. Si la razón rige al mundo,
sostiene Hegel que la historia universal ha transcurrido racionalmente. Los
hechos históricos nos muestran tres categorías: la primera es la variación. Es el
cambio de los individuos, pueblos y Estados. Pero frente a este aspecto negativo
de la muerte de una forma de vida, una nueva vida surge en la historia que recoge
lo que ha heredado de la anterior. Este es el rejuvenecimiento del Espíritu y es la
segunda categoría. La tercera categoría surge ante la pregunta que nos hacemos
frente a esos cambios. Aquí buscamos el sentido de este proceso y su posible fin.
La historia es el desarrollo del Espíritu en el tiempo así como su desarrollo en el
espacio es la naturaleza. El tiempo es la negatividad corrosiva en la que el Espíritu
va anulando cada una de sus manifestaciones, que vuelven a él. El Espíritu, como
forma infinita, acaba con todo lo finito. Así, como la verdad es el Todo, cada
momento finito del Espíritu es parcialmente verdadero y parcialmente falso. El
Espíritu universal va realizándose y auto conociéndose a través de formas
determinadas. Esas formas son los pueblos. La filosofía de la historia considera al
Espíritu universal en una manifestación determinada, es decir el pueblo. Este es
su objeto de estudio. Cada pueblo va desarrollando su propio espíritu, para poder
conocerse y realizarse. Cumplido ya su destino, encuentra la decadencia y la
muerte como pueblo histórico. Cae en la costumbre y se limita a vegetar. Es como
si en su desarrollo el pueblo no pudiera gozar de su propio fruto, resultado de su
progreso. El fruto se transforma en simiente del pueblo por venir, que a su vez ha
de hacerle madurar. Por eso, un pueblo protagoniza solo una vez el proceso de la
historia. A la muerte de un pueblo, sucede la vida de otro nuevo. El Espíritu
universal destruye su determinación y pasa a otra nueva. Es el proceso de su auto
conocimiento. Los individuos hacen madurar y desarrollar el espíritu de un pueblo.
Pero el individuo solo existe como parte de ese pueblo. No lo trasciende. El
individuo es hijo de su pueblo, e hijo de su tiempo histórico. Pero al individuo lo
mueve la pasión, que junto con la razón constituye la urdimbre de la historia. El ser
humano se va haciendo a sí mismo mediante su actividad. Va adquiriendo y
ganando su libertad. Pero esto que realiza con esfuerzo y con lucha sirve también
a los fines del Espíritu, del Absoluto. De este modo, la Razón se sirve de los seres
humanos para realizarse a sí misma. Para Hegel, los grandes hombres y mujeres
de la historia son los que captan el espíritu de su pueblo y lo hacen suyo como fin
universal. Ellos no inventan ni imponen nada. Han sabido escuchar la voz de su
pueblo y la transforman en bandera de su lucha. Pero la historia no es el terreno
de la felicidad, sino más bien el de la lucha, el enfrentamiento y la muerte. Todo
ello, para conquistar el Espíritu lo universal, su auto conocimiento.

En la historia universal, según Hegel, solo puede hablarse de los pueblos que
forman un Estado porque solo así los pueblos superan su inmediatez natural y se
ponen en contacto con lo universal. Solo en el Estado el hombre conoce y goza de
libertad y puede desarrollar una existencia racional. El Estado seria entonces la
realización de lo Racional en la esfera de lo práctico, la marcha de Dios en el
mundo. La historia comienza con el estado. Lo anterior, en este planteo, es del
orden de la prehistoria. La historia universal es entonces para Hegel el desarrollo
del Espíritu para llegar a ser para-sí, lo que en-sí mismo es. Es el desarrollo de su
autoconocimiento. En ese desarrollo, según el planteo de Hegel, el espíritu sigue
la misma marcha que sigue el sol. Nace en el este y llega a su plenitud en
occidente. En la primera fase, el Espíritu no tiene conciencia de su libertad y
entonces los hombres no son libres. Solo uno es libre, el déspota. Sería el caso de
los pueblos orientales. La conciencia de la libertad surge con los griegos y por eso
han sido libres. Pero los griegos y romanos supieron que algunos hombres son
libres, pero no que el hombre como tal es libre. (capítulo aparte sería
contextualizar estas concepciones desde una perspectiva de género, pero bueno,
leamos a Hegel como alguien de su tiempo, en pleno auge del patriarcado
cultural). Según el planteo sin duda interesado de Hegel, solo las naciones
germánicas han llegado, en el cristianismo, a la conciencia de que el hombre es
libre como hombre. Recordemos que el desarrollo del espíritu es una vuelta hacia
sí mismo. Enriquecido por su autoconciencia y su libertad, es el fin de la historia.

El Estado, para Hegel, es la realización de la razón en la esfera de lo práctico, la


marcha de Dios en el mundo. Es el pueblo mismo que ha conquistado su libertad y
su razón y por ello se ha estructurado en un todo orgánico. Por eso para Hegel,
como todo lo real es racional, la historia comienza con el Estado. Europa es el
presente, el lúcido presente digamos, la autoconciencia del Espíritu. Como
autoconciencia que es, este presente no cambia más, se prolongará
indefinidamente.

Y América entonces? América es para Hegel algo fuera de la historia, a-histórico,


lo puramente natural, una pura geografía sin historicidad. Así que el nuevo mundo
es en definitiva algo sustancialmente arcaico, algo que no ha evolucionado y está
por así decir en los orígenes de la creación. Esta falta de evolución, según Hegel,
es lo que determinó la casi extinción de los pueblos originarios y. habiendo
desaparecido estos, la población procede casi en su totalidad de Europa. América,
aún, no habría creado su Estado, por eso está en la prehistoria. Esta visión
eurocentrista es propia del pensamiento colonial de los países centrales, que
desconoce la conquista de América y el exterminio que padeció nuestro
continente.

Es al idealismo de Hegel y su concepción del Espíritu Absoluto, del fin de la


historia y de su sistema en tanto portador de una verdad completa (en tanto se
llega al autoconocimiento del Espíritu), a aquello que se va a oponer el
materialismo dialéctico.

INTRODUCCIÓN A MARX

Según Feuerbach, el ser humano ha alienado (palabra que ya conocemos, pero


que a partir de aquí le daremos un sentido más bien negativo: estar alienado o
enajenado es estar fuera de sí, fuera de lo que uno es, perder su esencia, su
sentido) su esencia en la religión y propone luchar contra esa alienación: “…el giro
de la historia se producirá cuando el hombre tome conciencia de que el único Dios
para el hombre es el hombre mismo.”

Marx nace en Treveris, Alemania, en 1818. Con fuerte influencia religiosa judeo
cristiana por influencia de su padre (judío convertido al cristianismo), rompe con la
religión en 1843 y, siguiendo al filósofo Feuerbach, ve en la religión una forma de
alienación, pero segunda en relación a otra anterior. Es decir, el hombre se refugia
en la religión en virtud de una pérdida de sentido, de una alienación anterior.
Recordemos que para Hegel la alienación estaba sostenida como mecanismo de
autoconocimiento y autorrealización del Espíritu, que llegaba al final del proceso al
saber absoluto.

Para Marx, esta concepción carece de sustento material. El ser humano es un ser
natural, y requiere de la naturaleza, que está fuera de sí, para satisfacer sus
necesidades. Pero el ser humano no es un ser pasivo frente a la naturaleza, como
sí lo son las otras especies animales. Es activo, es una praxis frente a ella.
Entonces, está en una relación dialéctica con ella, y se relaciona con ella y con los
objetos que a ella le pertenecen, con su praxis: su praxis es su trabajo. El ser
humano trabaja y así modifica a la naturaleza. Pero es un Ser social, no un ser
aislado: es más, es el conjunto de las relaciones sociales que lo constituyen. Al
transformar la naturaleza, se transforma a sí mismo (dialéctica, unidad y lucha de
contrarios). Entonces, la esencia del ser humano va a ser, en definitiva, su trabajo.
Porque a través del trabajo, modifica la naturaleza y se modifica a sí mismo. Pero
veamos este detalle: el trabajo no sólo hace a la esencia del ser humano, sino que
además se objetiva en productos, en las obras que resultan de la actividad
humana. Todo funciona bien al comienzo, en un sistema de comunismo primitivo,
en el que la sociedad primitiva produce lo que necesita para su consumo. Sin
embargo, la producción de un excedente genera el hecho de que un grupo dentro
de esa sociedad, se apropie de ese excedente, a través de su administración, (y
ya se va definiendo como una clase social por encima de las otras) y para ello
crea un Estado, que en definitiva va a utilizar para sostener esa ventaja de
apropiación del excedente productivo. Por eso Marx va a definir al Estado como
un organismo al servicio de la clase dominante, justamente utilizado por ella para
sostener esa dominación sobre las clases explotadas y oprimidas. Se produce
entonces la primera forma de división del trabajo: los que trabajan y producen, los
que administran y se apropian del excedente.

El exceso de producción lleva a la búsqueda de la ganancia a través del


intercambio. En la sociedad primitiva, la producción se basaba en la satisfacción
de las necesidades y el cambio era algo accidental. La ganancia no es un fin en sí
mismo. Ahora, la aparición del excedente, la división del trabajo, la división social
en unidades familiares, trabajando independientemente unas de otras, todo ello va
instalando una nueva formación económica, en la que estos grupos se van a
relacionar ahora por medio del intercambio de los productos de su trabajo. Se
cambia una mercancía por otra (trueque) o se usa un medio de intercambio
universal (el dinero). En este sentido, produzco una mercancía, la cambio por otra
que necesito, o la vendo para comprar con ese dinero la que necesito. Es decir,
vendo para comprar. La fórmula sería: M ------D-------M pero si quiero ganar a
través del intercambio, debo obtener un plusvalor: D-------M-------D’, en donde el
valor de D’ debe ser mayor que el de D para obtener mi ganancia. Aquí, compro
para vender, a mayor valor. Esta última es la fórmula genérica del capital. Pero
para aclarar esto, debemos explicar la teoría del valor. Cómo se determina el valor
de una mercancía? A través del tiempo o la cantidad de trabajo socialmente
necesario para producirla. Este es un tiempo medio social. Por ejemplo, si un
artesano zapatero de la Edad Media tarda un día en producir un par de zapatos, el
valor del producto se determinará (más allá de las diferentes calidades de las
materias primas, etc.) por ese tiempo de trabajo medio, ya establecido, y
fácilmente determinable en sociedades pre capitalistas en las que los sistemas
productivos avanzan poco o casi nada. Entonces, el capital se va a lanzar a la
búsqueda de una ganancia, de una plusvalía. Pero cómo surge este
acrecentamiento del dinero, esta plusvalía? Qué es en definitiva, ya que hablamos
de tiempo o cantidad de trabajo, lo que realmente produce el valor de una
mercancía? El tiempo de trabajo medio que requiere su producción en un
determinado momento histórico. Es decir, ese tiempo de trabajo medio
socialmente necesario, destinado al mercado, no para uso individual.

El valor es en definitiva el costo de producción de una mercancía. Ese costo de


producción se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario
incorporado a esa mercancía. En este marco, el dinero es un equivalente general,
para facilitar el intercambio de mercancías.

Entonces, la sustancia creadora, digamos, de valor, es el trabajo. La cuestión es


que debemos diferenciar entre trabajo y fuerza de trabajo: la fuerza de trabajo,
fundamental para determinar ese costo de producción. La fuerza de trabajo es una
mercancía más, y su valor se determina como el de cualquier otra mercancía: por
el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Aquí, estamos
hablando de la producción y mantenimiento del propio obrero, de su vida. Porque
el obrero en el sistema capitalista está obligado, para sobrevivir, a vender su
fuerza de trabajo. Y justamente de aquí se va a desprender la ganancia del
capitalista según Marx, es decir la plusvalía.

Plusvalía: expresión monetaria del valor que el trabajador asalariado genera por
encima del valor de su fuerza de trabajo.

Veamos: si el trabajador trabaja 8 horas y con 3 horas de trabajo alcanza para


ganarse el valor de su fuerza de trabajo (es decir, el salario, que vendría a ser el
precio de la fuerza de trabajo, con el cual el obrero subsiste y reproduce sus
medios de vida, su existencia) quiere decir que las otras 5 horas de trabajo son
gratis para el capitalista, ahí está su ganancia.

Fuerzas productivas: herramientas, medios de trabajo, medios de producción,


instalaciones, fábricas, fuerzas energéticas utilizadas por el ser humano, división y
organización del trabajo, etc.

Relaciones de producción: formas a través de las cuales los seres humanos


producen y reproducen su vida material, en el contexto de un determinado modo
de producción. En el modo de producción capitalista, las relaciones de producción
están determinadas por el hecho de si se es o no se es dueño de los medios de
producción: la burguesía como clase social dominante es la dueña de esos medios
de producción, y en el proletariado (los trabajadores) como clase dominada,
explotada y oprimida, sus integrantes (la mayoría del pueblo) solo son dueños de
su fuerza de trabajo.

En función de esta relación de explotación, Marx define cuatro formas de


alienación del ser humano en relación al trabajo: en relación al producto de su
trabajo, a la actividad del trabajo en sí, alienación en cuanto al género humano, y
alienación del ser humano con respecto a los otros seres humanos. Así lo define
Marx:

“Hemos considerado el acto de la enajenación de la actividad humana


práctica, del trabajo, en dos aspectos:

1. la relación del trabajador con el producto del trabajo como con


un objeto ajeno y que lo domina. Esta relación es, al mismo
tiempo, la relación con el mundo exterior sensible, con los
objetos naturales, como con un mundo extraño para él y que se
le enfrenta con hostilidad;
2. la relación del trabajo con el acto de la producción dentro del
trabajo. Esta relación es la relación del trabajador con su propia
actividad, como con una actividad extraña, que no le pertenece.
[...]
El trabajo enajenado, por tanto:
3. Hace del ser genérico del hombre, tanto de la naturaleza
como de sus facultades espirituales genéricas, un ser ajeno para
él, un medio de existencia individual. Hace extraños al hombre
su propio cuerpo, la naturaleza fuera de él, su esencia espiritual,
su esencia humana.
4. Una consecuencia inmediata del hecho de estar enajenado el
hombre del producto de su trabajo, de su actividad vital, de su
ser genérico, es la enajenación del hombre respecto del hombre.
Si el hombre se enfrenta consigo mismo, se enfrenta también al
otro. Lo que es válido respecto de la relación del hombre con su
trabajo, con el producto de su trabajo y consigo mismo, vale
también para la relación del hombre con el otro y con trabajo y el
producto del trabajo del otro.”Karl Marx, Manuscritos
económicos y filosóficos.

Estas son las 4 formas de alienación (enajenación) en el trabajo que


define el marxismo. El trabajo, aquellos que nos hace humanos y hace
a nuestra esencia, nos aliena, es decir, se nos vuelve extraño, porque
es a través del trabajo que se produce la explotación y
deshumanización del/la trabajador/a.
Para finalizar: la unidad y lucha de contrarios, para el materialismo
histórico, se produce entre las clases antagónicas en el sistema o
modo de producción capitalista: la burguesía u oligarquía financiera, y
el prolerariado, ambas clases sociales que van surgiendo hacia finales
de la Edad Media, con la desaparición del modo de producción feudal,
y se consolidan como tales en la Revolución Industrial.
Es la contradicción entre estas clases (lucha de clases) la que expresa
otra contradicción del propio sistema: la que existe entre la producción
cada vez más social y la apropiación de la riqueza cada vez más
individual, cada vez más concentrada en menos manos. Este
antagonismo, según el marxismo, solo se termina con una Revolución
que desaloje a la burguesía del poder, para instaurar una sociedad en
la que la producción esté orientada a la satisfacción de las
necesidades humanas, y no a la ganancia.

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