Está en la página 1de 4

LA SILLA COMO ICONO DEL S.

XX

La silla no es solamente un artefacto para sentarse, sino que es un objeto cargado


de significación para los usuarios, mucho más que una mesa, un armario o un aparador.
Las sillas están sociológicamente relacionadas con sus usuarios: el éxito de un
determinado modelo depende de su acierto en la expresión del momento histórico y de
la sociedad para la que fue creada.
La silla refleja con gran precisión los contenidos sociales y económicos de la
evolución del s. XX, y expresa visualmente la esencia y las características de cada estilo
decorativo, siendo especialmente sensible a las influencias efímeras del gusto y del
consumo de masas:
- El diseño racional dominará el mercado en tiempos de tensiones
económicas, tanto en sillas como en otros objetos duraderos.
- El antirracionalismo ornamental y las formas exageradas se darán en fases
de relativa prosperidad.

En la vida cotidiana, cada persona tiene en casa su asiento preferido. En el


trabajo, las sillas son símbolo jerárquico, y cada fabricante incluye en su gama de
productos, desde la silla más sencilla de recepcionista, hasta el sillón de ejecutivo:
Ambas sirven para lo mismo, solo que una contiene materiales y accesorios de lujo,
adecuadas al estatus del usuario. Una silla puede expresar tantas cosas acerca del
carácter e ideología de su dueño, como podrían hacerlo su vestimenta o su coche.

LOS ARQUITECTOS Y EL DISEÑO DE SILLAS

En su deseo por crear un diseño integral homogéneo, los arquitectos se han


dedicado también a diseñar muebles acordes con la filosofía y la estética de sus
edificios.
Hasta el S. XX, el mobiliario era producto de artesanos, pero al industrializarse el
sector, los arquitectos eran los más preparados en técnica y normas constructivas, para
diseñar muebles estéticamente convincentes, funcionales y a la vez, acordes con las
exigencias de la producción industrial moderna.
Por otra parte, el diseño de muebles permitía a los arquitectos expresar su filosofía
constructiva de las tres dimensiones, mas fácilmente que la propia Arquitectura.
Muchos arquitectos se han dedicado a reflejar su ideología en las sillas de sus edificios,
y finalmente han sido más reconocidos por ellas mismas que por la Arquitectura.

MODERNISMO Y DISEÑO EN LAS SILLAS

Los ejemplos de sillas que hemos escogido, pertenecen a la vanguardia del diseño
de mobiliario, y en términos de producción y venta, no representan mas que una
pequeña parte del mercado. Sin embargo, son importantes porque muchos de estos
diseños, que podríamos tachar de “antirracionales”, han influido sobre el diseño de los
productos más comerciales, ya sea por su innovadora utilización de materiales o
tecnología, o por la adecuada interpretación del espíritu político, estético o intelectual
del momento en que fueron creadas.
El Modernismo no es un estilo sino un movimiento intelectual humanista, que
pretende unir lo físico y lo espiritual, armonizar lo estético y lo funcional, y en definitiva,
llegar a una aceptación universal de los gustos y las formas. Para el Modernismo son
esenciales la innovación, una elaboración respetuosa del material y el manejo
responsable de la tecnología.
En el Modernismo encontramos dos líneas o concepciones de diseño: la
abstracción geométrica y la orgánica. La primera fue representada sobre todo por los
pioneros del movimiento modernista, como Marcel Breuer, Ludwig Mies van der Rohe
y Le Corbusier. La segunda fue la fundada y seguida sobre todo por los diseñadores
escandinavos, que más que una revolución innovadora, buscaban una reformulación
de las soluciones clásicas, aunando el confort y la sencillez.

LA EVOLUCION DE LA SILLA MODERNA

La silla se convierte en un producto industrial en la segunda mitad del s. XIX,


gracias al proceso de fabricación desarrollado por Michael Thonet (36), que ideó la
forma de curvar las piezas de madera, con las que luego se montaba la silla por medio
del ensamblaje con tornillos. Thonet marcó el punto de partida para el desarrollo de la
silla moderna: eliminación de lo superfluo, búsqueda de confort y difusión de la belleza.
Estas sillas no fueron novedosas en cuanto a su estilo, que era el de esa época, sino
gracias al sistema de fabricación. La más famosa y fabricada de sus sillas fue el Modelo
nº 14.
Al principio, la nueva industria del s. XIX intentaba fabricar con máquinas las
mismas formas y estilos que se venían produciendo en la tradición artesanal, hasta que
surgieron nuevas ideas, que descubrieron que la belleza también podía basarse en la
funcionalidad de cada parte y en la calidad de los materiales, y no en el ornamento y la
decoración superfluos. La nueva estética industrial proclamaba que las formas más
elementales, en la medida en que estén bien proporcionadas y posean contornos
elegantes, son las más satisfactorias.
Los diseñadores se ven influenciados por los movimientos artísticos de la época,
unos seguidores del modernismo, con sus formas orgánicas, vegetales, decorativas
(41) herederas del estilo artesanal, mientras que otros desarrollan formas abstractas
(39), ideales para la construcción industrial, como las sillas que diseña Charles Rennie
Mackintosh, alargadas, abstractas y geométricas.
Aparece un movimiento antimodernista, que rechaza la decoración superflua de
los objetos. Se intentaba una mejora de los productos industriales a través de un
esfuerzo coordinado de artistas, industriales y artesanos, poniéndose como meta el
diseñar utilizando únicamente los elementos esenciales e imprescindibles: se resaltan
las bondades del diseño industrial basado exclusivamente en la funcionalidad. Es una
época radical de movimientos socialistas, donde se exaltaba la belleza de lo práctico, y
se relacionaban los elementos decorativos con la opulencia de la burguesía decadente.
Ej. (44) El mobiliario diseñado por Frank Lloyd Wright, se basaba en formas
geométricas simples y rectas. La primera silla en mostrar radicalmente la ideología de
la modernidad fue la Silla Rojiazul (47) de Gerrit Rietveld, que rompió con todas las
reglas hasta entonces vigentes: estaba construida con un mínimo de materiales,
rústicamente cortados y de formato estandarizado, sin acolchados y con uniones muy
simples. Su colorido caprichoso y sus formas simples hicieron que fuese planteada
como ejemplar, tanto por el movimiento del cubismo abstracto, como por la Bauhaus,
ya que se ceñía perfectamente a los planteamientos de estos movimientos, que
aparecieron con posterioridad.
Fue en la Bauhaus donde primero se investigó la posibilidad de una producción a
gran escala de muebles modernos, acorde con las nuevas tecnologías. Mies van der
Rohe y Marcel Breuer fueron los primeros en ver el mobiliario como parte integrante
de un movimiento arquitectónico unitario. Sus proyectos de sillas tales como la Silla
Barcelona (55) de 1929 y la Silla Wassily (48) de 1925, fueron originalmente concebidos
como elementos de la arquitectura interior que ellos mismos habían diseñado. En 1927,
el arquitecto Mart Stam presentó un prototipo de silla, con un planteamiento de libre
sostén revolucionario: tenia un aspecto más simple, homogéneo y compacto que las
sillas de cuatro patas, y era barato e idóneo para su fabricación industrial (50): la llamó
Silla S33, y estaba construida con tubo de acero rígido curvado. Inspirados en él,
también Mies van der Rohe (51), y Marcel Breuer (52) diseñaron sus sillas de libre
sostén, empleando ahora el tubo de acero elástico, para que la silla fuese flexible. Sin
embargo estos diseños no serian aceptados por el gran público hasta muchos años
después, ya que aspiró siempre a imitar la estética burguesa, y esta le parecía
demasiado futurista.
La versión francesa del diseño de silla moderna fue desarrollada por el también
arquitecto Le Corbusier, con sillas como la Gran Confort (54) y la Chaisse Longue
(53), en las que también emplearon el tubo metálico y la piel, como sus colegas
alemanes, pero buscando más el diseño de mueble caro.
Los diseñadores escandinavos recurrieron a materiales más tradicionales
utilizando para sus sillas, sobre todo madera terciada (o contrachapada); un buen
ejemplo lo tenemos en Aalto, con su modelo Paimio (56), o en Arne Jacobsen, con su
silla 3107 (74), cuyo asiento y respaldo son de una sola pieza.
Tras la Segunda guerra mundial, lo más importante del diseño se concentra en
EEUU, donde la importante industria y tecnología que se habían desarrollado para el
conflicto, son reconvertidas para suplir la escasez de bienes materiales. Desde la
empresa Knoll Internacional, ofrecieron al gran público muebles modernos, de diseño
vanguardista, de alta calidad y a precios accesibles.
Durante los ’50, los diseñadores americanos desarrollan la industria del mueble,
sacando provecho de la ergonomía y de los avances tecnológicos, sobre todo en la
industria del plástico. Diseñadores como Eero Saarien y Charles Eames afrontaron el
problema de cómo la gente se sienta en realidad, en lugar de cómo lo establece la
convención: desarrollaron varios modelos avanzados fabricados en plástico y fibra de
vidrio, llegando a la silla de una sola pieza (75). Desde Italia Marco Zanuso comienza
a introducir los acolchados de gomaespuma, que llegarían a dominar el mobiliario.
Durante los años ’60, la cultura Pop y el consumismo hacen que se vea a la silla
como un objeto del nuevo estilo de vida, consumible, desechable y sujeto a la
temporalidad de la moda. Estas ideas encontraron gran eco en Italia, donde aparecieron
sillas como la silla inflable Silla Blow (102), o el Sacco (106). Otro fenómeno de esta
época fue la aparición de los muebles plegables y apilables (108-109).
La recesión económica mundial de los años ’70, hizo que el diseño industrial se
dedicase a las creaciones más prácticas, más responsables, abandonando los exóticos
diseños de los ’60: nació una nueva corriente estética inspirada en la tecnología y la
máquina, con un carácter racional y práctico, denominada “High Tech”. Tal es el caso
de la silla Omkstak de Rodney Kinsman (112).
Durante los años ’80, se abandonan los postulados modernistas, surgiendo una
nueva corriente a la que se llama “Posmodernismo”. El estudio Memphis de diseño,
fundado en 1981, tuvo un papel esencial en la aparición del Posmodernismo en las
artes decorativas. Memphis produjo muebles que iban a contracorriente de las líneas
reconocidas de diseño y cultura; si embargo, usaba los ornamentos por propia
complacencia, y no como medio de propaganda ideológica. El Memphis tomó formas y
detalles de estilos decorativos anteriores, e hizo que el “antidiseño” llegara a ser
popular. Los diseñadores posmodernos procuraron desvincular al diseño de la industria,
pretendiendo acercarlo más al arte. No veían su tarea principal en el funcionalismo, sino
en la creación estilística (120-124). Llevaron al límite su libre creatividad, sin importarles
la comercialidad de tales artículos, ya que dejaban perplejos a los fabricantes de
muebles convencionales, con esos productos que no prometían éxito comercial alguno.
En estos años surgieron por toda Europa galerías especiales para muebles, en las que
se expusieron provocativos diseños experimentales. Sin embargo, también aparecieron
diseñadores, con productos industrializables, aptos para satisfacer al público de los ’80,
como Philippe Starck (118), que ofrece productos fabricados con material reciclable
(133), o la de Alfred Homann, que además de reciclable, sirve para multitud de
funciones.

También podría gustarte