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misterio
LEE CRONIN THE CONVERSATION
06 NOV 2023 - 07:20 ART
La física moderna puede explicarlo todo, desde el spin de la partícula más diminuta hasta el
comportamiento de cúmulos enteros de galaxias. Pero no puede explicar la vida. No existe
ninguna fórmula que establezca la diferencia entre un trozo de materia viva y otro muerto.
La vida parece “surgir” misteriosamente de componentes no vivos, como las partículas
elementales. La teoría del ensamblaje, cuyas líneas básicas han sido publicadas
recientemente en Nature, es un audaz enfoque para explicar la vida a la escala más
fundamental. Parte de dos conceptos clave: la complejidad y la información (como la que
contiene ADN). La nueva teoría permite entender cómo surgen ambos en los sistemas
químicos.
“Emergencia” es una palabra que los físicos utilizan para explicar algo que es más grande
que la suma de sus partes. Por ejemplo, cómo el agua puede percibirse húmeda cuando las
moléculas individuales de agua no los son. La humedad, entonces, es una propiedad
emergente. Aunque es una teoría elegante desde el punto de vista matemático, solo puede
ser fiable si se pone a prueba en el laboratorio. Para que las abstracciones de la hipótesis del
ensamblaje se basen en la realidad química, es esencial realizar experimentos
cuidadosamente diseñados, como el que estamos llevando a cabo mis colegas y yo.
En el núcleo de la teoría del ensamblaje está la idea de que los objetos pueden definirse no
como entidades inmutables, sino a través de la historia de cómo se formaron. Esto nos lleva
a los procesos mediante los cuales se construyen configuraciones complejas a partir de
bloques de construcción más simples. La teoría propone un “índice de ensamblaje”
que cuantifica los pasos mínimos, o el camino más corto, necesarios para construir un
objeto. Esta medida mide el grado de “selección” indispensable para producir un conjunto
de objetos, en referencia a la memoria –como el ADN– necesaria para crear seres vivos.
Al fin y al cabo, los seres vivos no surgen espontáneamente, como el helio en las estrellas.
Requieren el ADN como modelo para crear nuevas versiones.
En nuestra investigación hemos podido determinar el índice de ensamblaje para una serie de
moléculas, en el laboratorio y mediante simulaciones computacionales. Nuestro trabajo
demuestra que las moléculas asociadas a la vida, como las hormonas y los metabolitos
(productos de las reacciones metabólicas), son realmente más complejas y requieren más
información para ensamblarse que las moléculas que no se vinculan exclusivamente a la
vida, como el dióxido de carbono.
La hipótesis del ensamblaje también propone ideas sobre el origen de la vida que pueden
someterse a comprobación. Según postula, hay un punto en el que las moléculas se vuelven
tan complejas que empiezan a utilizar información para hacer copias de sí mismas –de
repente requieren memoria e información–, una especie de umbral en el que la vida surge
de la no vida.
Sopa química
Tenemos previsto investigar más a fondo este origen de la vida creando una especie de sopa
química en nuestro laboratorio. En dicha sopa podrían crearse moléculas totalmente nuevas
a lo largo del tiempo, ya sea añadiendo diversos reactivos o por azar, mientras controlamos
su índice de ensamblaje y el crecimiento del sistema. Ajustando las velocidades de reacción
y las condiciones, podríamos estudiar ese fascinante punto de transición de la no vida a la
vida, y averiguar si sigue las predicciones de la teoría del ensamblaje.
Esto podría darnos alguna pista sobre cómo evolucionó la vida por primera vez, comenzando
con una selección mínima y requiriendo luego cada vez más. En condiciones idénticas, ¿se
construyen los objetos de forma predecible? ¿O entra en juego el azar en algún momento?
Esto nos ayudaría a entender si la aparición de la vida es determinista y predecible o, por el
contrario, resulta más caótica.
La teoría del ensamblaje podría aplicarse más allá de las moléculas, inspirando estudios
sobre otros sistemas que dependen de combinaciones, como agregados de materiales,
polímeros o química artificial. Esto podría dar lugar a nuevos conocimientos científicos o
innovaciones tecnológicas. Podría revelar patrones sutiles mediante los que las moléculas
por encima de un índice de ensamblaje mínimo poseen determinadas propiedades de
manera desproporcionada.
También sería posible utilizar la teoría para estudiar la propia evolución. Los investigadores
podrían explorar el papel de los fragmentos de células en el proceso de formación de una
célula global, surgidos a su vez de moléculas más pequeñas que se combinan para formar
aminoácidos y nucleótidos. Rastrear la aparición de redes metabólicas y genéticas de este
modo podría ofrecer pistas sobre las transiciones en la historia evolutiva.
Rastrear cómo se ensamblan los objetos exige un seguimiento experimental preciso, pero
puede merecer la pena. La teoría del ensamblaje promete una comprensión radicalmente
nueva de la materia, con la posibilidad de descubrir principios universales de construcción
jerárquica que trascienden la biología.
Las configuraciones complejas de la materia quizá no sean objetos inmutables, sino puntos
de referencia en un proceso abierto de construcción que se propaga a través del tiempo. El
universo puede obedecer ciertas leyes físicas, pero en última instancia es creativo.
El asalto interminable
MARIO VARGAS LLOSA
05 NOV 2023 - 01:00 ART
La guerra entre Israel y Hamás no tiene perspectiva de acabar nunca. Para que haya una paz
fructuosa entre israelíes y palestinos, tendría, antes, que explicarse y aceptarse algo que
para los palestinos es incomprensible: que en medio de esas tierras surgiera una entidad
israelí de la noche a la mañana, por una decisión de las Naciones Unidas que no fue
consultada con el pueblo palestino. Una decisión que fue, por supuesto, el resultado de
décadas de lucha por parte del movimiento sionista surgido a finales del siglo XIX como
resultado, en parte, de los terribles pogromos sufridos por los judíos en Rusia y Europa
central y oriental, y, en última instancia, de un movimiento de solidaridad internacional tras
la tragedia del Holocausto. Pero que afectaba directamente a una población establecida allí
desde hacía mucho tiempo, pasando por las épocas del Imperio Otomano y, luego, el
Mandato británico, para la cual el nacimiento de Israel significó el desplazamiento forzado
de cientos de miles de personas.
De otro lado, está presidiendo el Gobierno israelí un personaje, Benjamín Netanyahu, que
tiene en la mira a todos los palestinos y está dispuesto, en el mejor de los casos, a
expulsarlos de los territorios ocupados y, en el peor, a aniquilar a todos los que pueda
porque para él no existe diferencia entre Hamás y quienes viven bajo ese régimen
fundamentalista. Batalló desde el primer día, no lo olvidemos, contra los Acuerdos de Oslo
que abrieron en los años 90 la posibilidad de una paz duradera, ha hecho lo posible por
volver inviable un Estado palestino en los territorios ocupados y ha favorecido a Hamás en
contra de la Autoridad Palestina creyendo que dividirlos y reducir a las autoridades de
Cisjordania a la impotencia era la mejor forma de impedir que estas últimas pudieran
convertirse en el embrión de un Estado palestino. Mientras no haya una solución intermedia
que compatibilice la existencia de judíos y palestinos, los asaltos, como el presente, no
tendrán fin.
Quizás haría falta que la ONU imponga una solución a través de la fuerza, pero necesitaría la
aceptación y el concurso de las grandes potencias, empezando por los Estados Unidos. Y aún
así no habría una paz sino momentánea, hasta que israelíes y palestinos aceptaran la
convivencia definitiva. Esto no va a ocurrir y las soluciones serán siempre precarias, mientras
el fondo del problema subsista y juegue con la victoria de unos y otros. El problema es muy
arduo, y la prueba es que no se ha encontrado hasta ahora una solución definitiva al asunto.
Mientras tanto, el conflicto surgirá periódicamente, con su ración de víctimas interminables.
Hay otras situaciones de esta naturaleza por el mundo. Una es la decisión de Vladimir Putin
de apoderarse de Ucrania, con el cuento de que en el remoto pasado Ucrania perteneció a la
URSS, aunque los ucranianos hayan considerado esa característica como no habida en la
conformación del Estado ucraniano. También allí hay miles de víctimas civiles que no tienen
la culpa de nada. Ucrania ha mostrado, gracias a un líder excepcional, que está dispuesta a
resistir y lo está logrando gracias a que la mayor parte de sus armas y municiones son
suministradas por Estados Unidos y Europa. El problema es semejante al que separa a
israelíes de palestinos. Me refiero al peligro de una escalada que desemboque en un
conflicto nuclear. Rusia tiene una mayoría de armamentos que, al otro lado, sólo es posible
contrarrestar gracias a la ayuda occidental, en un juego peligroso en el que las armas
atómicas sobreviven bajo guarda, pero podría venir un desliz que las ponga en movimiento y
sería el acabose. Lo insensato es que nadie parece entender que esas armas pueden pasar a
desempeñar un papel principal y acabar con el mundo.
En lo inmediato, la urgencia más grave, sin ninguna duda, es parar la guerra en la Franja de
Gaza y sus proximidades. Netanyahu sabe bien que los cientos de miles de palestinos a los
que ha expulsado de sus hogares (destruidos por los bombardeos) no tienen dónde huir, y
cada vez menos qué comer y beber. Y no ignora que en un momento dado eso puede
provocar el ingreso a la guerra de otros países y por tanto derivar en un conflicto que ponga
las armas nucleares en movimiento.
Los palestinos se preguntan, mientras tanto: ¿hasta cuándo vamos a soportar esta soberanía
que viene amparada por las poderosas fuerzas armadas israelíes y que nos tiene en
condiciones infrahumanas desde hace tanto tiempo? Mientras no haya armas atómicas de
por medio, la situación es “sostenible”, aunque haya miles de muertos y heridos en las
regiones palestinas. Pero todo puede cambiar si deciden intervenir otros países a los que ya
no será tan fácil someter como a los palestinos encerrados en Gaza. En el momento en que
aparezcan las poderosas armas hay que pedir solución a los dioses si no queremos que todo
estalle en pedazos. La verdad es que, desde la crisis de los cohetes en 1962, nunca la
situación había sido tan grave como esta vez, con dos conflictos que amenazan con
extenderse o provocar verdaderas masacres. Tanto, que la población palestina podría
desaparecer enteramente asaltada por las fuerzas militares israelíes y sin vías de escape,
aunque la posibilidad de que los aliados de los palestinos también tengan armas potentes
con capacidad de ser empleadas en cualquier momento sea una realidad que debe ser
sopesada.
Vivimos una paradoja extraordinaria. Por una parte, progresamos de manera inaudita y los
milagros de la inteligencia artificial ocupan nuestra atención todos los días, y al mismo
tiempo corremos el riesgo de un estallido atómico que nos regresaría a los albores de la
humanidad, cuando el hombre desaparecía en la confrontación con el simio. Vivimos el siglo
XXI y potencialmente la era de la caverna, todo al mismo tiempo.
Y allí dejo el análisis, con la pregunta del millón: ¿cuándo se nos irá la mano y estallaremos
como si fuéramos pompas de jabón por la insensatez y la barbarie de políticos fanáticos y
oscurantistas que desprecian la vida humana? Esta fue la pregunta que, hace varias décadas,
se atrevió a lanzar un cineasta. Hoy la retomo sin la amenaza de ser atendido.
El futuro de la democracia
DANIEL INNERARITY
03 NOV 2023 - 01:00 ART
Se han escrito muchos libros acerca de si la democracia tiene futuro, tratando de responder
a la pregunta de si va a sobrevivir y cuánto tiempo le queda, pero me temo que el problema
no es ese, sino que la verdadera crisis de la democracia es la falta de futuro. ¿En qué
sentido? No se trata tanto de si la democracia tiene futuro, sino de qué futuro tiene la
democracia, qué futuro nos ofrece: cuál es la relación que la democracia tiene con el futuro,
en qué medida lo configura, anticipa, proyecta o teme, qué promesas, visiones e imágenes
del futuro nos proporciona. No es tanto el futuro que le espera a la democracia, sino el que
nos espera a nosotros en una democracia.
Muchos defectos de las democracias actuales tienen que ver con la mala calidad del futuro
que proyectan. Un buen presente no basta para que la democracia resulte atractiva. El modo
como divisemos el futuro condiciona nuestro afecto a la democracia. Detrás de mucho
desapego hacia ella no hay otra cosa que un futuro frustrado.
La democracia está en crisis porque lo está su futuro y tal vez eso explique por qué resulta
tan atractivo el pasado. La expresión más rotunda de esta ausencia de futuro es que el
futuro prometedor consistiría en la recuperación de un pasado supuestamente glorioso; el
futuro estaría realmente en el pasado. La frustración respecto del futuro se compensa
retornando a un pasado político mejor o inmutable. Hay quien desea volver a un pasado en
el que se tenía más futuro. Puede consistir en hacer que América vuelva a ser grande, en el
Imperio británico antes de la Unión Europea, volver a la familia de antes o a la nación
homogénea y colonial, a la masculinidad dominante e incuestionada. También se da una
curiosa combinación de neoliberalismo y nacionalismo en esa nueva derecha que aspira a
tener ambas cosas, mercado e imperio.
Podríamos tomar esta cuestión del futuro como el elemento que mejor nos define
políticamente. En última instancia, las diferencias ideológicas se basan en diferentes
relaciones con el tiempo. La izquierda está preocupada por la desaparición del futuro,
mientras que la derecha está más bien preocupada por la desaparición del pasado; la
izquierda lamenta que el pasado tenga tanto peso en el presente (que intenta contrarrestar
con la política fiscal o con la propuesta de la herencia universal, por ejemplo) y la derecha
lamenta exactamente lo contrario (tratando, por ejemplo, de impedir que se revise el
pasado con leyes de memoria).
En este contexto, la nueva cuestión social es la de los futuros desiguales. Desde esta
perspectiva, las grandes divisiones del presente lo son entre quienes tienen al futuro de su
parte y quienes tratan de defenderse de él. La auténtica brecha social no es la llamada
polarización, sino el hecho de que unos, como la canción de The Rolling Stones, pueden
decir “el tiempo está de mi parte” y otros no. Ya no es el clásico conflicto distributivo acerca
de la propiedad de dinero y bienes, sino sobre quién tiene razones para esperar qué.
El futuro significa cosas distintas para las personas, en función de su edad y condición, a
veces incluso contrapuestas. La discusión política es una confrontación de distintos futuros.
Tal vez esto explique el resentimiento contra los migrantes, que son pobres de presente
pero ricos de futuro, por parte de ciertos sectores de la población que son exactamente lo
contrario, favorecidos en el presente y preocupados por el futuro. La tecnología parece
amenazar las competencias adquiridas (en el pasado) y convertirnos en inútiles para el
futuro. La economía distribuye futuros de una manera muy desigual: la inflación socava las
seguridades de los cálculos económicos, las tasas de interés afectan de diferente manera a la
capacidad de endeudarse de los diversos sectores sociales, la deuda pública es un
mecanismo que contribuye a que el futuro sea asimétrico para los diferentes grupos sociales
según la edad. La estructura urbana también reparte futuros desiguales: la periferia en
relación con el futuro se concentra en barrios, geografías vacías y lugares mal comunicados,
la movilidad o el cambio climático no es lo mismo para todos, el aumento de las
temperaturas afecta de distinta manera a unos trabajadores que a otros, que haya o no
zonas verdes, piscinas públicas o refugios climáticos, buenos transportes colectivos, es
necesidad para unos y gasto superfluo para otros.
La solución a todo esto pasa por hacer creíble la promesa democrática de un futuro mejor y
compartido. Un indicador de qué lejos estamos de un futuro igualitario y hasta qué punto lo
hemos privatizado es el hecho de que en las encuestas se valore mejor la economía personal
que la situación económica general, una percepción que puede compaginar optimismo
personal con pesimismo colectivo. La privatización del futuro consiste en no esperar nada
bueno en el plano colectivo y estar satisfecho con la propia situación, una actitud que pone
de manifiesto, entre otras cosas, que hemos desvinculado nuestro destino individual del
común y que hemos abandonado a su suerte a aquellos cuyo destino personal depende
especialmente del destino de todos. Pero la democracia no es la mera agregación de futuros
individuales sino la configuración de un futuro del que en buena medida dependen los
futuros individuales, sobre todo de aquellos cuya única esperanza es que la política funcione
bien.
La gran cuestión que debemos plantearnos es si podemos perseguir nuestro futuro privado
sin prestar atención a los futuros comunes. La idea liberal es que el Estado debe ocuparse de
posibilitar el futuro privado, sin entender que, en la era de los destinos entrelazados y las
amenazas compartidas, ni siquiera es posible la promoción personal sin el cuidado de ciertos
bienes públicos. Para asuntos como el cambio climático, la salud pública o la seguridad no
podemos garantizarnos privadamente la protección a la que tenemos derecho si no hay una
estrategia compartida, pública y global, de ciertos bienes comunes, es decir, de un futuro
igualitario. Con el aire acondicionado, sin acometer compromisos públicos y globales contra
el cambio climático, lo único que nos aseguramos es una muerte más confortable.
No quisiera pasar por alto un motivo que también me ha llevado en mi vejez a esta
dedicación, ociosa y sostenida durante bastante tiempo, a la historia de la filosofía.
Simplemente me ha divertido recuperar la lectura de muchos textos importantes que no
había leído nunca y volver a leer otros muchos que, en contextos actuales, había consumido
ya tan a menudo…, pero esta vez desde la perspectiva de un catedrático de Filosofía que se
ha hecho mayor y que mira hacia atrás a su propia vida, a salvo de percances en
comparación con otras. Por primera vez he trabajado y “utilizado” las obras no sólo
sistemáticamente, sino que, en muchos casos, las he considerado también con cierto interés
biográfico por las desafiantes circunstancias vitales de sus autores. Naturalmente, esto no
justifica una empresa tan atrevida, en puridad poco seria, en la que era consciente, a cada
página, de no poder ya, a mi edad, tener en cuenta bibliotecas de bibliografía secundaria.
Así pues, en este renovado recorrido por la historia de la filosofía occidental, no puede
tratarse, en el mejor de los casos, más que de hacer plausible una lectura con la mirada
puesta, como se suele decir hoy, en una pregunta metateorética: ¿cuál puede ser hoy
todavía una adecuada comprensión de la tarea de la filosofía?
El ejemplo de “Moby Dick”, una obra maestra, nos invita a pensar cómo la literatura
circula traducida por el mundo, tal como si lo hiciera a través de un mapa concebido por
Darwin luego de sus viajes
PorJorge Carrión
En “Dos notas sobre Moby Dick”, César Aira afirma que el monstruo es tan singular que
nadie que lo haya visto podrá resistirse a la tentación de narrarlo o dibujarlo; que es tan
singular que se parece a la literatura, que intenta con una “obra” detener parcialmente el
ciclo infinito de las versiones y las repeticiones ―y casi nunca lo consigue. “El escritor es un
especialista en monstruos, y toda gran obra literaria está bañada en la atmósfera de
melancolía de una extinción inminente”, escribe el autor de Cómo me hice monja. Como la
ballena de Melville y como la propia novela, que aunque sea cervantina y enciclopédica,
“también quedó como un género con un solo individuo”.
Eso es cierto, pero también es incierto. Porque esa obra maestra y tan singular se ha
traducido a muchos idiomas y en cada uno de ellos es un individuo monstruoso de la misma
especie, aunque con su música y su semántica propias. Dice Aira que la primera frase, “Call
me Ishmael”, no debería traducirse como “Llamadme Ismael”, sino como “Podéis tutearme”.
Con una opción o con la otra se abren las dos vías de una bifurcación genética, que nos
llevan a dos seres muy distintos. La circulación internacional de la literatura se puede ver
como un mapa como el que tenía Charles Darwin en su cabeza después de viajar por todo el
mundo a bordo del Beagle. Un mapamundi de viajes y mutaciones, es decir, de traducciones.
Una larga historia que empezó con las primeras lenguas animales de la prehistoria y que tal
vez culmine cuando aprendamos a hablar balleno.
Quizá la más llamativa de todas las traducciones de Moby Dick sea la de Ognen Čemerski al
macedonio. Antes de la suya ya existía una en ese idioma, hecha a partir de la versión en
serbo-bosnio. Pero él se propuso traducir directamente del inglés y, además, superar un
gran obstáculo: en macedonio no existe terminología marítima. De modo que tuvo que
investigar la etimología del campo semántico del mar y los balleneros en inglés para crear las
palabras adecuadas en su idioma, para representar su artesanía, su violencia, su épica.
Desde su base en Dominica, los biólogos y los ingenieros del M.I.T. y otros centros punteros
han creado un vastísimo estudio de sonido en varias hectáreas de mar abierto, con
hidrófonos y con sensores en tortugas y peces robóticos, para grabar miles de horas de
chasquidos de cachalotes y geolocalizar a los individuos que los profieren, con la intención
de ser capaces de correlacionar el comportamiento con la vocalización a través de redes
neuronales de aprendizaje profundo. Y descubrir lo que dicen.El problema es que la
traducción entre los vivos no es por naturaleza unidireccional. Buscamos siempre el espejo y
el túnel: el acceso al otro para que el otro acceda a nosotros. Cuando el ser humano
entienda el balleno, cuando conozcamos el sentido de los cantos de las ballenas jorobadas,
buscaremos la forma de traducir nuestros idiomas al suyo. Y habrá quien lo haga para
compartir su experiencia individual y expandirla. O para comunicar su admiración o su amor
por los cetáceos. O para intentar salvarlos de la cacería o la violencia acústica. Pero también
quien quiera usar su traductor automático humano-balleno para fines menos nobles.
Los mamíferos marinos son usados militarmente al menos desde los años 60. Su capacidad
de detección de objetos en aguas profundas todavía no ha sido superada por la tecnología.
La Armada de Estados Unidos entrena a lobos marinos y delfines nariz botella para que
colaboren en tareas de rescate de equipo, para que intercepten a buzos que pretenden
entrar en instalaciones de acceso restringido o para localizar minas submarinas. La ballena
beluga está siendo también entrenada, al parecer, por el ejército ruso. ¿Qué ocurrirá cuando
se pueda dirigir su comportamiento a través de mensajes expresados en su propio idioma,
cuando las potencias militares hablen también balleno?
Mientras esperamos a que lleguen los primeros resultados fiables de la traducción del
balleno a los lenguajes humanos, con sus usos luminosos, como la traducción de Moby
Dick al balleno (me puedes tutear, Gran Ballena Blanca), y sus usos perversos, que es mejor
no imaginarlos, pensemos en cómo esos animales híbridos de biología y mitología siguen
generando adaptaciones y traducciones en el siglo XXI. No sólo en el campo de la
tecnociencia, el bioarte o el diseño especulativo, tal vez los campos culturales en que los
cetáceos son más visibles, sino también en el de la literatura y las series de ciencia ficción.
En Leviatán o la ballena (Ático de los Libros), de 2008, Philip Hoare, que nada en el mar,
lagos, ríos, estanques o piscinas casi todos los días de su vida, siempre que puede en
compañía de grandes mamíferos, firma una crónica de viaje por la topografía de los grandes
cetáceos y una historia cultural de su representación artística, con la catedral de Melville en
su epicentro.
Y en Los últimos balleneros (Libros del Asteroide), once años después, Doug Bock
Clark documentó las tradiciones pesqueras de la tribu lamalerana, de la isla indonesia de
Lembata, cuya economía y alimentación todavía dependen de la caza de cachalotes con
arpones de bambú y barcas de remos. Al final de su libro, el autor cuenta que intentó
neutralizar sus sesgos no sólo aprendiendo lengua lamelarana, sino también regresando a la
isla cuando ya había escrito la obra para consultar su contenido con sus informantes: “me
esforcé por ganarme el privilegio de escribir acerca de vidas muy distintas a la mías”.
Lo mejor que le ha pasado al universo Star Wars en los últimos años han sido las ballenas
intergalácticas o Purrgil, que han sido mostradas en la serie Ashoka en todo su esplendor. Se
trata de seres semi-inteligentes que, al parecer, inspiraron a los humanos para el desarrollo
de tecnologías de salto hiperespacial, que ellas pueden realizar naturalmente. Se mueven
entre el espacio y el espacio profundo.
En la votación, el conservador y cada vez más autocrático partido Ley y Justicia (PiS, por sus
siglas en polaco), que gobierna desde 2015, obtuvo el mayor número de escaños (35%) en el
Sejm polaco, la cámara baja y las más poderosa del Parlamento. Pero estos resultados no
fueron suficientes para conseguir formar una mayoría. En su lugar, parece probable que la
progresista Plataforma Cívica una fuerzas con Tercera Vía (democristiana) y Nueva Izquierda
(izquierda democrática), que obtuvieron en conjunto 54% de los votos.
De ser así, gobernarán como un gobierno liberal y pro-Unión Europea (UE), muy lejos de las
políticas de PiS, que durante su mandato atacó la independencia del Poder Judicial, limitó el
espacio para la sociedad civil y manipuló los medios públicos de comunicación.
El oficialismo también utilizó los medios de comunicación públicos para arremeter contra la
oposición. La televisión estatal y los periódicos -que, según los críticos, han dejado de ser
pluralistas e independientes en los últimos ocho años-, al igual que las redes sociales,
tergiversaron sistemáticamente los hechos y atacaron a la oposición, a menudo con
acusaciones extravagantes. Además, el uso de empresas estatales y fondos públicos dio a PiS
una «clara ventaja» electoral según los observadores electorales de la Organización para la
Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Parte de la razón de la alta participación fue lo que estaba en juego. Los partidos de la
oposición insistieron en que en estas elecciones se jugaba el futuro de la propia democracia
polaca, mientras que el PiS presentó los comicios como una opción clara entre una Polonia
obligada por la UE a abrir sus fronteras a los inmigrantes ilegales y a adoptar una agenda
pro-LGBT+, y un gobierno independiente que proteja las fronteras de Polonia y promueva las
tradiciones cristianas. La participación electoral fue clave para la victoria de la oposición.
Por primera vez en la historia de Polonia, votaron más mujeres que varones. Casi 75% de las
mujeres con derecho a voto concurrieron a los centros electorales, lo que representó un
aumento de 12% respecto a 2019. En comparación, emitió su voto 73% de los votantes
masculinos habilitados. Las elecciones también vieron un número récord de candidatas
mujeres (44%) y el mayor porcentaje de mujeres elegidas diputadas (30%).
Durante el periodo comunista que terminó en 1989, la participación política de las mujeres
no fue significativa. Sin embargo, los gobiernos poscomunistas no proporcionaron a las
mujeres los derechos esperados. Por el contrario, cuando el PiS llegó al poder en 2015,
Polonia tenía una de las leyes de aborto más estrictas de Europa. Y luego de que las
endureciera aún más, las mujeres polacas salieron a la calle. En los últimos años, las mujeres
han protestado regularmente por lo que perciben como políticas antigénero de PiS, pero las
cosas cambiaron poco -al menos en la superficie-.
Las políticas del gobierno y los continuos ataques a sus organizaciones tuvieron un fuerte
impacto en las mujeres polacas, especialmente en las más jóvenes, y las elecciones de
octubre les brindaron la oportunidad de expresarse. Un desglose del voto femenino revela
que muchas mujeres votaron a partidos de izquierda y de centro como una forma de
defender sus derechos, entre ellos la liberalización de las leyes sobre el aborto.
La participación electoral de los jóvenes polacos también alcanzó cifras récord, lo que
demuestra que, aunque pueda parecer que los jóvenes no están satisfechos con la
democracia, muchos de ellos siguen acudiendo a votar. Entre los votantes menores de 29
años, acudió a las urnas 69%, frente a 46% de las anteriores elecciones de 2019, lo que
supone un aumento de 22 puntos porcentuales. De hecho, votaron más menores de 29 años
que mayores de 60.
Esto se debe en parte a que el gobierno había sido particularmente explícito al hablar contra
los derechos LGBT+ y el aborto, temas que importan a los jóvenes. Mientras tanto, los
candidatos de la oposición prometieron dar prioridad a la unión civil entre personas del
mismo sexo y a la legalización del aborto hasta las 12 semanas.
4. El papel de la sociedad civil
El número de organizaciones de la sociedad civil es solo una forma de medir su fuerza. PiS se
esforzó por acotar el espacio para el activismo de la sociedad civil reduciendo la financiación
a determinadas organizaciones, lo que provocó un descenso en su número. Pero, como
exploro en mi investigación, tales esfuerzos impulsaron simultáneamente el activismo en
línea y alimentaron el compromiso político y social de otras formas que a menudo son más
difíciles de identificar, como la ayuda a los refugiados, el voluntariado y las iniciativas
comunitarias. Viendo las elecciones como un «momento de quiebre», agrupamientos
formales e informales visitaron ciudades, se reunieron en parques, organizaron la
distribución de panfletos e hicieron todo lo posible para asegurarse de que la población
tomara conciencia de lo que estaba en juego en las elecciones.
Expresando su firme oposición al referéndum nacional que se celebró el mismo día de las
elecciones, organizaciones de la sociedad civil polaca, como Akcja Demokracja [Acción por la
Democracia] y la Asociación Homo Faber, instaron a la población a boicotear la consulta. La
mayoría de los polacos (60%) se negó finalmente a participar en el referéndum, por lo que
los resultados no son legalmente vinculantes.
5. La economía importa
Gran parte del mandato de PiS en el gobierno ha coincidido con un importante crecimiento
económico en Polonia. Esto le ha permitido ofrecer estipendios mensuales a las familias
para reducir la pobreza infantil, reestructurar el sistema fiscal para beneficiar a los más
pobres e invertir en la Polonia rural.
Sin embargo, a principios de 2023, la inflación de Polonia superaba el 18%. Con los precios
de los alimentos subiendo 24% anual y el costo de la vivienda, el gas y la electricidad 22%,
los polacos -especialmente los de menores ingresos fijos, muchos de ellos votantes de PiS-
se vieron en dificultades para pagar sus facturas. Esto contribuyó a poner a muchos en
contra del gobierno. En junio, cientos de miles salieron a la calle con una variedad de
reclamos, incluidos los referidos al aumento del costo de vida.
El futuro político inmediato de Polonia está todavía abierto; los años de poder autocrático
han dejado su huella. Algunos observadores temen que no se pueda volver a la Polonia
prepopulista. Sin embargo, el resultado de las elecciones de octubre debería servir como
recordatorio de que el declive de la democracia no es inevitable y puede detenerse.
FC