Está en la página 1de 47

Contra el amor

(7 obritas burlescas)

Esteve Soler
Este texto está protegido por la ley de derechos de autor.
No está permitido ningún tipo de adaptación ni uso sin el permiso correspondiente.
El incumplimiento de esta prohibición y el uso del texto sin el permiso correspondiente
constituirán una violación de la ley de derechos de autor, o bien de los derechos
relacionados con dicha ley, y comportarán responsabilidades civiles y penales.
En caso de estar interesado en utilizar este texto, deberá dirigirse a los representantes
legales correspondientes.

Si está interesado en utilizar este texto le pedimos que contacte con la Sala Beckett
obrador@salabeckett.cat
“No es nada fácil estar en ninguna parte.”

Eugène Ionesco
Delirio a dúo
1.

En un pequeño teatro, el público ve la siguiente función de títeres.

Interior de un palacio. La sala del trono está ocupada por una


princesa, que se dirige a un campesino desde su majestuosa butaca.
Desde una ventana vemos como el sol ocupa el cielo.

Princesa – Acércate, campesino.

El campesino se acerca.

Campesino – ¿Hasta tocar vuestro corazón?

Princesa – No necesitáis la proximidad para conseguirlo.

Campesino – Entonces me hacéis dos veces feliz.

Princesa – He decidido convocaros precisamente para completar


vuestra felicidad en una tercera ocasión. Me ha sorprendido vuestra
osadía al pedir mi mano al rey, mi padre.

Campesino – Hay que ser más atrevido para vivir callado.

Princesa – Debéis saber que un acto como éste habría significado el


peor de los castigos en unos tiempos no muy lejanos.

Campesino – Cada día muero por vos.

Princesa – Creedme, la espada de mi padre es mucho más afilada y


segura que la más acertada de las flechas de Cupido.

Campesino – Y, pese a todo, una de ellas la ha roto.

Princesa – No os equivocáis. Me casaré con vos.

Campesino – ¿Es verdad esto que escuchan mis oídos?

Princesa – Hablad a vuestros oídos y obligadles a escuchar porqué es


cierto.

Campesino – Si fuera necesario sería capaz de convencerlas para que


olieran, ante esta verdad, con perfume de rosas.

Princesa – Oled bien las rosas, es un perfume tan agradable como


efímero.

Campesino - El corazón de mi madre saltará de alegría.


Princesa - Seré vuestra, pero a cambio de algo.

Campesino – Pedidlo todo y será poco.

Princesa – Quiero que me traigas el corazón de tu madre arrancado


con tus propias manos.

Pausa breve. El campesino está claramente sorprendido por la


crueldad de la princesa.

Campesino – Pero eso es cruel.

Princesa – Hace un momento me habrías dicho que sólo mi silencio


podía ser cruel.

Campesino – Estoy convencido que sabéis que si estoy ante vos es


porque tengo una madre y que eso nos hace iguales, a ambos, tan
iguales como las sinceridades compartidas por un buen matrimonio.

Princesa – ¿Me quieres? Y no te olvides de ser sincero en tu


respuesta.

Campesino – Por supuesto.

Princesa – ¿No quieres mirar a todos con certeza desde esta tribuna?

Campesino – Por supuesto.

Princesa – ¿No quieres conocer aquella vida que sólo yo sé que es


auténtica?

Campesino – Por supuesto, pero...

Princesa - Entonces sólo un acto te separa de tus deseos. Un acto


hecho de todo corazón.

Salen los títeres. La luna sustituye el sol y el pequeño escenario se


oscurece. Llega el campesino con un saco, mientras muestra una
intranquilidad importante.

Campesino – Soy el mejor hijo, por eso esta noche no sufrirá ningún
ansia. Soy el mejor hijo, por eso no me verá traicionándome. Soy el
mejor hijo, por eso le daré la mejor nuera. Que ningún Dios se atreva
a llevarme la contraria: hoy he hecho feliz a una madre.

De repente, tropieza y tira por el suelo el contenido del saco: el


enorme corazón de su madre. El órgano sangriento se contrae y
habla.

El corazón de la madre – Hijo mío, ¿te has hecho daño?

El campesino retrocede aterrorizado, mientras la madre repite su


frase con una candorosa profundidad.

El corazón de la madre – Hijo mío, ¿te has hecho daño?

Salen los títeres. El sol sustituye a la luna y el pequeño escenario se


ilumina. Vemos a la princesa y al campesino, que lleva el saco en su
mano.

Princesa – No pensaba que me volveríais a ver nunca más.

Campesino – Hubiera sido capaz de arrancarme los ojos para que


pudierais verme de nuevo.

Princesa – ¿Y el corazón de una madre?

Campesino – Aquí lo tenéis.

El campesino le acerca el saco con el corazón.

Princesa – ¿Cómo lo hicisteis?

Campesino – Sin palabras.

Princesa – Pues no las escatiméis conmigo.

Campesino – Nunca un hijo le ha arrancado el corazón a su madre


con tanta amabilidad y discreción. Creedme.

Princesa – Os creo capaz. Enseñádmelo.

El campesino empieza a sacarlo, pero finalmente no lo hace.

Princesa – ¿A qué estáis esperando?

Campesino – A que me creáis sin necesidad de decir nada más.

Princesa – Sacadlo.

Campesino – Podría ser descortés y maleducado.

Princesa – No hay ningún corazón de madre que sea capaz de


contradecir las verdaderas intenciones de su hijo.
Campesino – No puedo.

Princesa – ¿Por qué?

Campesino – Quizá no tengo el corazón que merecía.

Princesa – Sabía que no seríais capaz de hacerlo. No sois un hombre


de palabra.

Campesino – Con el corazón en la mano, ¿de verdad me habríais


dado la corona?

La princesa no dice nada. El campesino se va.

Princesa - Os aconsejo que os comáis el corazón que lleváis, sea del


animal que sea, es bien sabroso si se cocina con amor.

Un pequeño telón cierra la escenificación de títeres.

Oscuro.
2.

Una pequeña habitación de hotel a oscuras. Fuera, una pareja


discute. Antes de que abran la puerta escuchamos que él dice “Eres
MI mujer”. Entran, pero ella cae y se rompe ruidosamente en mil
pedazos. Él enciende la luz. La habitación, decorada con un gusto
extraordinariamente impecable, ha quedado con el suelo lleno de
fragmentos casi irreconocibles de ella, como si hubiera caído una
estatua de cerámica.

Pausa. Él se queda con la boca abierta, sin comprender qué ha


ocurrido. Se pone la mano en la boca, aterrorizado. Cierra la puerta.
Se acerca a los fragmentos y los mira. Comprueba la habitación, a la
búsqueda de su compañera. Toca los fragmentos e intenta
comprender cómo se ha roto. Está tan desesperado que casi llora.

Llaman a la puerta. Él no sabe qué hacer. Pausa. Vuelven a llamar a


la puerta. Esconde como puede los principales pedazos de ella bajo
la cama. Siguen llamando. Abre la puerta. Detrás hay una mujer,
que viste con un extraño uniforme de plástico. No se dicen nada
durante un momento, sin moverse.

Mujer - ¿Ha escuchado un ruido?

Él – No. Sí. Sí, pero no sé qué es. Quiero decir que no ha venido de
aquí. Seguro.

Mujer – ¿Seguro?

Él – Totalmente seguro.

Mujer – ¿Se encuentra bien?

Él – Perfectamente.

Mujer – ¿Puedo entrar?

Él – No. ¿Por qué / quiere entrar?

Mujer – ¿Dónde está la mujer?

Él – ¿Qué?

Mujer – La mujer. (Pausa.) ¿Dónde está?

Él – ¿Cómo sabe que yo tengo mujer?


Mujer – Les he visto entrar. A los dos. Hace un momento. Antes del
ruido.

Él – ¿Cómo sabe que es “mía”? Podría / ser que...

Mujer – Yo no he dicho que sea suya.

Él – ¿Sabe? Tiene razón, no me acabo de encontrar bien. Si me


disculpa no querría que me molestaran...

Él empieza a cerrar la puerta.

Mujer – Yo puedo ayudarle.

Él – No lo creo. Es sólo un dolor de cabeza, nada más.

Mujer – Déjeme entrar.

La mujer le impide cerrar la puerta.

Él – Pero, ¿qué...? Escuche... Sí... Se ha roto una... un espejo, sí,


nada más. No es mío, ya lo sé. No soy de esos clientes que marchan
sin pagar cuando han roto alguna cosa que no es suya. Mañana
bajaré a recepción y pagaré lo que sea necesario. De verdad, no me
encuentro bien, si / pudiera...

Mujer – ¿Dónde está la mujer?

Pausa.

Él – ¿Qué quiere? (Pausa.) ¿Qué quiere realmente?

Pausa.

Mujer – Ayudarle.

Él empieza a llorar y la mujer entra en la habitación. Ella investiga


por todo el espacio hasta que se agacha y mira debajo de la cama.
Él la contempla, todavía lloroso.

Él – Mañana bajaré /a recepción y pagaré lo que sea necesario...

Mujer – No pasa nada. No pasa nada. No pasa nada.

La mujer sale de la habitación y trae al interior sus utensilios de


limpieza, entre otros una escoba y un gran cubo. Él contempla como
ella saca con la escoba todos los pedazos de debajo la cama. Pausa.
Él – ¿Dónde está mi mujer? (Pausa.) Le he preguntado dónde está
mi mujer.

Mujer – No lo sé.

Él – ¿Dónde está mi mujer?

Mujer – Yo he venido a recoger la... el espejo que ha roto, ¿no?

Pausa.

Él – Esto no es un espejo.

Mujer – ¿No?

Él – Esto no es un espejo.

Mujer – ¿No? Pues yo no sé lo que es.

Él – Es MI mujer.

La mujer se detiene.

Mujer – Tiene razón. No se encuentra bien. Descanse un rato.

La mujer sigue recogiendo los pedazos de debajo la cama con la


escoba. Él se agacha y coge algunos de los pedazos del suelo.

Él - ¿Por qué?

Mujer – Por qué “qué”.

Él – Ya sabe de qué le estoy hablando.

Mujer – Descanse. No se encuentra bien.

Él – ¡Me encuentro de puta madre! ¿QUÉ LE HA PASADO A MI


MUJER?

Mujer – Tranquilícese.

Él – Pero ¿cómo coño quiere que me tranquilice si está recogiendo


mi mujer a pedazos?

Mujer – Esta actitud no le servirá de nada.

Él se acerca agresivamente a Mujer.


Él – Usted sabe alguna cosa, ¿verdad?

Mujer – Yo sólo he venido aquí para hacer mi trabajo.

Él – Dígame qué sabe.

Él le quita la escoba de las manos.

Mujer – Muy bien.

La mujer pretende salir de la habitación, pero Él se adelanta y cierra


la puerta, impidiéndole que lo haga.

Él – Hable.

Mujer – Yo si fuera usted no haría tonterías.

Él – ¿Por qué? ¿Me hará pedazos como a mi mujer?

Mujer – Yo no he hecho pedazos a ninguna mujer.

Él – Pero reconoce que es mi mujer.

Mujer – Yo no he dicho eso.

Él – ¿Quiere dejarse de evasivas? Merezco una respuesta.

La mujer busca de nuevo debajo de la cama los últimos pedazos.

Mujer – Si no me quiere devolver la escoba, usted mismo. Ya le he


dicho que yo vengo aquí a hacer mi trabajo y punto. No se ofusque.
Se ha roto una cosa, una cosa suya o del hotel o de quien sea. Yo la
recojo, me voy y ya está. ¿De acuerdo? No quiero problemas.

Él – Yo la entiendo, pero... Piense también que...

Mujer – Está confuso, tranquilícese, pronto volverá a verlo todo más


claro.

Él – No lo sé, todo esto es tan...

Mujer – Tranquilo, pronto se le pasará.

Él – Pero… Es que cuando he encendido la luz ella estaba...

Mujer – No le dé más vueltas...

Él – Pero...
Mujer – Piense en alguna otra cosa. Quizá si...

Él - ¿Qué hará con los pedazos? No puede tirarlos, es mi...

Mujer – Forma parte de...

Él se acerca al gran cubo de la limpieza y mira en su interior.

Él – ¿Qué hay aquí dentro?

Mujer se detiene.

Mujer – No.

Él – No, ¿qué?

Mujer – No mire qué hay dentro.

Pausa.

Él – ¿Por qué?

Mujer – Es mejor que no lo haga. De verdad. Es basura. Déjelo.

Él saca del cubo pedazos de otros cuerpos rotos.

Él – ¡¿Qué es todo esto?!

Mujer – Son otras cosas rotas.

Él – ¿Otras cosas? ¡Son personas! ¿De quién son estos pedazos?

Mujer – Una cosa puede romperse, una persona, no. Usted es un


paranoico.

Él le muestra algunas de las piezas que hay dentro del cubo.

Él – Esto es una oreja. ¡Una oreja! ¡Y esto podría ser la parte de un


hombro! ¡Todo esto pertenece a alguien!

Mujer – Usted tiene mucha imaginación.

Él - ¿Qué está haciendo? ¿Qué le ha pasado a mi mujer?


¡Respóndame de una vez!

Mujer – Ya le gustaría…
Él – ¿Está recogiendo los pedazos de la gente que se va encontrando
por las habitaciones?

Alguien llama a la puerta. Pausa. Los dos quedan callados e


inmóviles.

Él - ¿Quién es? Se lo digo a usted... ¿Quién es?

Mujer – No lo sé.

Él – Usted nunca sabe nada, ¿verdad?

Abre la puerta y se encuentra con otra mujer vestida igual.

Mujer 2 (a Mujer.) - ¿Ya has acabado?

Él – ¿Quién es usted?

Mujer – Sí.

La primera mujer acaba de recoger sus utensilios.

Mujer 2 – Espabílate. En el primer piso tenemos tres parejas y en el


cuarto...

Mujer - Calla y ayúdame.

Él – ¿Qué les pasa a las parejas del primer piso?

Mujer – Nada.

Mujer 2 – ¿Lo llevas todo?

Mujer – Sí, sí.

Él – ¿Eso les pasa a todas las parejas?

Mujer – Salgamos de aquí.

Él – ¿Por qué no me contestan?

Mujer 2 – ¿Tienes la escoba?

Mujer – Es verdad...

La primera mujer coge la escoba.

Él - ¿Y qué se supone que he de hacer yo ahora?


Mujer 2 – Es una pareja de recién casados, ¿verdad?

Mujer – ¿Quieres callar de una vez?

Mujer 2 – Siempre igual.

Él – Aquellos pedazos eran míos.

La primera y la segunda mujer salen de escena. Arrastran grandes


bolsas de basura. Él se sienta encima de la cama sin hacer nada.
Coge un objeto de la habitación y lo mira. Se golpea con él, quizá
para romperse a sí mismo, pero sólo consigue hacerse daño.

Él – Au.

Oscuro.
3.

La terraza del bar en una plaza pública. Una mujer joven, Amiga 1,
está sentada tomando un café, con un cierto nerviosismo. Llega con
prisas Amiga 2, una mujer de su misma edad.

Amiga 2 – Perdona.

Se dan un beso.

Amiga 1 – No pasa nada.

Amiga 2 – Ya sabes que no acostumbro a llegar tarde, pero no sé


qué me ha pasado hoy.

Amiga 1 – Tranquila.

La amiga 2 también se sienta.

Amiga 2 – ¿Cómo estás?

Amiga 1 – Me gustaría decirte que estoy bien, pero...

Amiga 2 – Ay, pobrecita mía... ¿Qué te pasa?

Amiga 1 – Hubiera preferido no explicártelo, pero estoy realmente


desesperada. No sé qué hacer.

Amiga 2 – Cuando he escuchado tu voz hoy per teléfono me he


quedado muy asustada.

Amiga 1 – Soy tan desgraciada.

Amiga 2 – ¿Qué te ocurre? ¿Habéis cortado con Miguel?

La amiga 1 hace que no con la cabeza.

Amiga 1 – No es eso.

Amiga 2 – Ay, explícate.

Amiga 1 – Antes de explicártelo me has de prometer que de la


conversación que tendremos ahora no dirás nada a nadie.

Amiga 2 – Nada de nada. Ya me conoces.

Amiga 1 – Júramelo.
Amiga 2 – Te lo juro. De verdad.

La amiga 1 se desabrocha un poco la camisa.

Amiga 2 – ¿Qué haces?

La amiga 1 le enseña, sin que el público pueda verlo, una parte de


su torso. La amiga 2 muestra una cara muy angustiada.

Amiga 2 – ¿Qué es esto?

La amiga 2 se levanta.

Amiga 2 – ¿Se está moviendo?

La amiga 2 se acerca.

Amiga 2 – ¿Qué es esto? Por el amor de Dios, ¿qué tienes aquí?


¡Pero si se está moviendo!

Amiga 1 – Soy tan desgraciada.

La amiga 2 acerca el dedo.

Amiga 2 – ¿Puedo tocarlo?

La amiga 1 afirma con sufrimiento.

Amiga 2 – Por el amor de Dios, ¿qué tienes aquí? ¿Te hace daño?

Amiga 1 – A veces, mucho.

La amiga 2 abraza a la amiga 1, pero evitando acercarse al objeto


de su temor.

Amiga 2 – ¿Has ido al médico?

Amiga 1 – No.

Amiga 2 – ¿Por qué?

Amiga 1 – Es largo de explicar.

Amiga 2 – Pero esto es... es...no sé qué es, pero... es monstruoso.

Amiga 1 – Siéntate.

La amiga 2 le hace caso.


Amiga 2 – ¿De dónde viene esto? ¿Es un insecto o... una larva o...?
¡Dios mío, qué horror!

Amiga 1 – Por favor, debes darme coraje, no sé cómo sobreviviré a


esto.

Amiga 2 – Debes sacártelo de encima ahora mismo. ¡Hemos de ir al


hospital!

Amiga 1 – No es tan fácil.

Amiga 2 – ¿Por qué?

Amiga 1 – No es un insecto o una larva, como decías. Tampoco es


una tenia o un extraño tumor o una cosa de éstas. Es mi ex.

Amiga 2 – No me gusta que hagas broma con estas cosas.

Amiga 1 – Está a punto de acabar con mi vida. Fíjate la gracia que


me hace...

Amiga 2 – ¿Pero cómo puede ser que tu...?

Amiga 1 – No lo sé, pero es él, es él, cuando estoy sola me habla,


desde dentro, todo el rato.

Amiga 2 – ¿Te habla?

Amiga 1 – Está enfadado. Muy enfadado.

Amiga 2 – ¿Pero cómo...?

Amiga 1 – Se pasa los días moviéndose como un loco por dentro,


como si no pudiera parar, hace que vomite todo lo que como, me
golpea los huesos...

Amiga 2 – Tienes que sacártelo de ahí adentro. Todo esto es...

Amiga 1 – Lo sé, lo sé, lo sé...

Amiga 2 - ...es muy extraño, pero... ¿Ya has visto si todavía vive en
su casa?

Amiga 1 – No está. En su casa no hay nadie, desde hace un mes y


medio.

Amiga 2 – ¿Coincide con el tiempo que tú...?


La amiga 1 mueve la cabeza afirmativamente.

Amiga 2 – ¿Y qué quiere?

Amiga 1 – No lo sé, créeme, no lo sé... Quiere volverme loca,


supongo.

Amiga 2 – ¿Ya lo sabe Miguel?

Amiga 1 – Hace un mes que hemos dejado de hacer el amor porqué


no quiero que me vea así. Me da miedo que se lo encuentre y que
pueda pasar alguna cosa. O que simplemente le dé asco hacer el
amor conmigo mientras tengo un bulto que se va paseando por mi
cuerpo.

Amiga 2 – ¿Y cómo se lo toma?

Amiga 1 – Yo no he podido estar muy cordial con él estos días, te lo


puedes imaginar... No me encuentro bien, tampoco... He dejado el
trabajo sin dar explicaciones a nadie y... Creo que Miguel está a
punto de romper conmigo.

Amiga 2 – Debes explicárselo.

Amiga 1 – ¡No puedo! ¡No ves que no puedo!

Amiga 2 – Tienes que dejar que te ayude.

Amiga 1 – Estoy presa de esto, en cualquier momento podría


hacerme alguna cosa, ¿no te das cuenta?

Amiga 2 – Pero acabará con vuestra relación...

Amiga 1 – Cada noche me despierto porqué se coge tan fuerte a mi


corazón que me provoca pequeñas taquicardias. Estoy a su servicio.
¿Te das cuenta de lo que me podría hacer este hijo de puta si
decidiera reventarme el estómago o llenarme los pulmones de orina
o...? ¡Dios mío! ¿Te das cuenta? ¡No puedo hacer nada! No puedo
hacer...

La amiga 1 deja de hablar de repente.

Amiga 2 – ¿Qué te ocurre?

Amiga 1 – No lo sé. Se está moviendo muy rápido.

Amiga 2 – ¿Hacia dónde?


Amiga 1 – Hacia el estómago. Necesito ayuda.

Amiga 2 – ¿De quién?

Amiga 1 – No lo sé. Necesito acabar con todo esto de una puta vez.

Amiga 2 – Has probado a envenenarle o...

Amiga 1 – Tendría que envenenarme a mi también.

Amiga 2 – Claro... ¿Y si...? ¿Y si le haces caso?

Amiga 1 – ¿Cómo?

Amiga 2 – Que le hagas caso... Le estabas ignorando últimamente,


¿no?

Amiga 1 – Claro. Pero yo ya corté con él, ¿no te acuerdas? Y no fue


nada fácil.

Amiga 2 – Lo recuerdo perfectamente.

Amiga 1 – No quiero volver a hacer de nuevo todo lo que él quiera.

Amiga 2 – Sí, pero la situación ha cambiado, ara sí que no te lo


podrás sacar de encima.

Amiga 1 – ¿Y qué me propones?

Amiga 2 – No lo sé... Que hagas aquellas cosas que le gustaban.

Amiga 1 – ¿Como qué?

Amiga 2 – No lo sé...

Amiga 1 – ¿Denigrarme delante de las amigas?

Amiga 2 – Eso no, sobretodo.

Amiga 1 - ¿Emborracharme y quedarme tirada en el sofá hasta que


salga el sol?

Amiga 2 – No lo sé, alguna cosa seguro que hizo que te enamoraras


de él, ¿no?

Amiga 1 – Créeme, en este momento me cuesta recordarlo.


Amiga 2 – No os gustaba ir a aquel pequeño restaurante que estaba
en...

Amiga 1 – ¿Y qué quieres que haga? ¿Que me lo lleve al puerto a


hacer una mariscada? ¿Para celebrar que se ha convertido en mi
tumor preferido?

Amiga 2 – ¿No hacíais excursiones a una ermita?

Amiga 1 – La última vez que fuimos me dejó tirada. Era un tío muy
extraño.

Amiga 2 – Pues... No lo sé. Se trata de hacerlo reaccionar para que


deje de putearte tal y como lo está haciendo en este momento. Por
cierto, ¿dónde lo tienes ahora?

Amiga 1 – No lo sé, se está moviendo dentro del estómago, pero no


sé qué está preparando.

Amiga 2 – ¿Has pensado en hablar con él sinceramente?

Amiga 1 – Lo he hecho mil veces. Ya sabes que no se le podía llevar


la contraria.

Amiga 2 – Lo recuerdo.

Amiga 1 - Era un resentido, nunca me perdonó que saliera con


Miguel.

Amiga 2 – Lo sé.

Amiga 1 - Siempre te echaba en cara cualquier cosa cuando te lo


encontrabas, era una mala persona que...

Amiga 1 empieza a ahogarse.

Amiga 2 – ¿Qué te pasa?

Amiga 2 se levanta y se acerca a ella inmediatamente.

Amiga 2 – ¿Qué te está haciendo?

Amiga 1 describe como un cuerpo se acerca a su boca.

Amiga 2 – ¡Por favor, dime alguna cosa! ¡Voy a buscar ayuda!

Amiga 1 le pide que se detenga.


Amiga 2 - ¡Oh, Dios mío!

Finalmente acaba expulsando el motivo de su ahogo. Es un


espantasuegras de colores. Las dos se lo miran con un respeto
aterrador.

Amiga 2 – Quizá quiere que salgáis de fiesta...

Oscuro.
4.

Una pareja de jóvenes se está sobando en una habitación. Se


acercan a la cama, donde caen y se van desnudando con la vigorosa
intención de follar.

Chica – ¿Llevas?

Chico – No lo sé.

Siguen.

Chica – ¿Llevas o no?

Chico – No lo sé.

Ella se detiene, aunque él sigue concentrado en desnudarla.

Chico – Tú no llevas, ¿verdad?

Chica – No. Comprueba si llevas.

Chico – Tanto da.

Chica – No, compruébalo.

Ella le detiene.

Chico – ¿Por qué?

Chica – No quiero hacerlo sin.

Chico – Por una vez no pasa nada.

Chica – ¡Pues claro que pasa!

Ella se aparta. Pausa.

Chico – Quiero hacerlo sin.

Chica – ¿Por qué?

Chico – Porqué quiero ver qué se siente.

Chica – No será mejor hacerlo sin.

Chico – Yo creo que sí.


Chica – Yo sin no lo hago ni loca.

Chico – Probémoslo sólo un poco.

Chica – Sin pastillas para el amor yo no hago nada.

Pausa. De mala gana, él saca de su bolsillo una caja de pastillas y la


lanza encima de la cama.

Chica – Así que llevabas...

Chico – La empresa nos da una caja todos los viernes. Y no quieren


que salgamos si no nos hemos metido como mínimo un par de
pastillas ante el supervisor.

La chica abre la caja de pastillas, que está completa.

Chica – Pero tú te lo has saltado.

Chico – Me tragué un par de caramelos. Esta vez no quería hacerlo


bajo ninguna influencia, quería hacerlo sin estar enamorado.

Chica – No entiendo porqué. ¡Estar enamorado mientras follas es


una pasada!

Chico – No lo tengo nada claro.

Ella se acerca a él, con lascivia, tocándolo de nuevo.

Chica – Es alucinante... eufórico... narcótico...

Chico – Ya sé por dónde vas...

Chica – Es como hablar con Dios y tomarse un cubata al mismo


tiempo.

Chico – Me recuerdas a los de la empresa: “Tiene todas las ventajas


del cristianismo y el alcohol y ninguno de sus defectos”.

El chico se la quita de encima.

Chica – No seas burro.

Chico – ¿Te has parado a pensar en lo que nos estamos metiendo?

Chica – ¿Qué quieres decir?


Chico – En las consecuencias de tomarnos estas pastillas.

Chica – Uy, te veo muy reivindicativo... ¿Qué libro perverso te estás


leyendo?

Chico – ¿Has pensado qué pasaría si no estuviéramos todos dopados


hasta el culo con amor?

Chica – Lo dices como si no fuera bueno.

Chico – No hay suficiente con que nos obliguen a vivirlo en todas las
películas norteamericanas, también nos lo hemos de tomar en
pastillas a todas horas.

Chica – Pero es bueno. ¿Qué problema hay? Yo siempre compro Coca


cola porqué lleva un extra de amor que no tienen las otras marcas.

Chico – No, no es bueno, eso es lo que te quiero decir. Es una farsa.

Chica – ¿Una farsa? ¿Me estás diciendo que nuestro amor es una
farsa?

Chico – Estoy diciendo que el amor es una farsa.

Chica – Qué tontería...

Chico –Detrás de estas pastillas hay un entramado de mentiras.

Chica – A ver con qué me vas a sorprender ahora…

Chico – ¿Has visto alguien que admita no tomárselas? ¿Que reniegue


del amor?

Chica – Algún amargado podríamos encontrar.

Chico – De eso te hablo precisamente. Dejar de tomarlas para


siempre significa excluirse de todo.

Chica – Significa ser idiota. ¿Por qué alguien querría evitar una cosa
que le beneficia?

Chico – Alguien ha hecho estas pastillas para que te quedes ciego de


amor y te hipoteques hasta las orejas, para que te compres un coche,
para que vistas mejor que tus amigas, para que tengas dos niños que
nazcan con las mismas deudas que ya tenían tus abuelos. Estoy
hablando de control.

Pausa.
Chica – Quieres decirme alguna cosa y no sabes cómo, ¿verdad?

Chico – ¿No me escuchas?

Chica – Muy bien, ya sé por dónde vas, me quieres dejar, ¿no?


Adelante, lo puedes decir, lo soportaré.

Chico – Te estaba hablando muy seriamente.

Chica – ¿Eres consciente de los efectos que pueden tener en mí estas


ideas?

Chico – El mundo sería mejor / sin...

Chica – ¡Estoy hablando de tú y yo, por favor! Deja de salvar el


mundo por un momento e intenta salvarme a mí. ¿Te piensas que
quiero vivir con alguien que no quiere consumir amor?

Chico – Por favor, ya sabes / lo que...

Chica – ¡No sé nada de nada! ¡Sólo sé que te quiero y que no tiene


ningún sentido si tú no lo haces!

La chica se abraza a él llorosa. Pausa. Él se la quita de encima


impasible.

Chico – No tiene ningún sentido querer a alguien a quien le exiges


que te quiera a cambio.

Chica – Eres un idiota, pero sobretodo eres un desagradecido.

Chico – Y tú no quieres comprenderme. Han corrompido el amor. No


nos enseñan a controlar nuestras emociones porqué quieren que
dependamos de ellas. ¿No comprendes que esto que vivimos no tiene
nada que ver con el amor?

Chica – Comprenderte no sirve de nada. ¿Te piensas que puedes


hacer alguna cosa excepto amargarte la vida?

El chico coge de nuevo la caja de pastillas.

Chico – Tomarte esto significa no vivir.

Chica – Tomarte esto significa vivir mejor. Y significa cómo yo quiero


vivir.

Chico – Entonces no quiero vivir como tú.


Pausa.

Chica – ¿Y tú crees que encontraras alguna otra que quiera vivir sin
tomárselas?

Chico – Hay gente muy extraña en el mundo.

Chica – ¿Gente que quiera vivir sin hipoteca, sin coches, sin vestidos
mejores que sus amigas, sin niños, sin deudas?

Chico – Quizá.

Chica – Te quedarás solo. No podrás fingir delante de los demás que


eres normal, que estás enamorado.

Chico – Quizá.

Chica – Podría denunciarte.

Chico – ¿De verdad?

Chica - Podría decirle a todo el mundo, a la empresa, a la familia, a


los amigos, que sólo finges que estás enamorado, que no tomas las
pastillas porque quieres fastidiarnos a todos.

Chico – Eres una hija de puta.

Pausa.

Chica – Podría hacerlo, pero no lo haré.

Chico – ¿Por qué?

Chica – Porqué te quiero.

Chico – Escucha, me parece / que...

Chica – Y porqué quiero una cosa de ti.

Chico – ¿Qué quieres?

Chica – Un polvo con amor. El último como mínimo.

Chico – Hazlo tú con amor y deja que yo lo haga como quiera.

Chica – No, quiero que los dos lo hagamos enamorados. Piensa que
soy una desesperada si quieres, que soy capaz de todo para hacerlo
una última vez, que soy una adicta. Es mi única condición, después
dejaré que vivas como quieras.

El chico no sabe qué decir.

Chica – Porqué te quiero. Lo haré por eso.

El chico se lo piensa.

Chica – ¿Aceptas?

Chico – ¿La última vez con amor? ¿Nunca más? ¿Me lo prometes?

Chica – Prometido.

La chica coge un vaso de agua y un par de pastillas y se las traga de


golpe.

Chico - Cuando se me haya pasado el efecto las tiraré todas.

Chica – ¿Quieres agua?

Chico – No es necesario.

Chica – A veces, cuesta tragárselas. Se te podrían quedar en la boca


o en la garganta o...

Chico – Ya he decidido tomármela. No es necesario que... Por favor...

El chico coge una pastilla y se la toma con un sorbo de agua.

Chica – Lo decía por ti. No quiero que te atragantes.

Chico – Muy bien, muy bien.

Chica – Todo lo hago por ti, siempre. Tienes que fiarte un poco más
de mi, de verdad.

Chico – Ya lo hago, pero...

Chica – No le des más vueltas, sólo tienes que relajarte.

Chico – Lo sé, lo sé...

Chica – Ven a mis brazos.

Se abrazan. Lentamente, empiezan a hacerse caricias que acaban en


una actitud más sexual. Empiezan a hacer el amor, pero ella se
detiene.

Chica – Por la mañana, a primera hora, podríamos hacer aquello de


la hipoteca, ¿no?

Chico – Debes pensar que soy idiota, ¿verdad?

Pausa.

Chica – ¿Por qué?

Chico – Mañana es jueves, nuestro banco cierra a primera hora.

Chica – Creo que si demuestras que te has tomado una caja entera
de pastillas te abren el banco expresamente.

Chico – Pues nada, ya estamos tardando.

Los dos empiezan a tomar pastillas con el mismo afán con el que
hacían el amor hace un instante.

Oscuro.
5.

La superficie de un planeta lejano. Un astronauta está sentado y


quieto en una silla rudimentaria. Viste con una escafandra gruesa y
un casco con una visera de cristal ahumado, que nos impide ver su
interior. A su lado hay un aparato tecnológico incompleto, que parece
haber tenido alguna función comunicativa. Pausa breve. Escuchamos
su voz, madura y masculina, filtrada por un intercomunicador.

Astronauta 1 – No lo sé, la verdad, me importa un bledo.

Silencio. Muy lentamente y con movimientos pesados, entra otro


astronauta, que viste exactamente igual y que lleva encima
instrumental para el desmantelamiento del aparato. Antes de que
hable, con voz madura y femenina, escuchamos su intensa
respiración.

Astronauta 2 – ¿Todavía estás enfadado?

Pausa. La astronauta 2 se queda quieta al lado del Astronauta 1.

Astronauta 2 – Lo siento.

La astronauta 2 deja en el suelo el instrumental que traía encima.

Astronauta 2 – ¿Me perdonas? Al final siempre me acabas


perdonando... No tienes más remedio.

Pausa. La astronauta 2 se queda quieta al lado del Astronauta 1.

Astronauta 1 – ¿Sabes lo que me gusta más de este planeta?

Astronauta 2 – No.

Astronauta 1 – La sencillez del paisaje. Podría detenerme a mirarlo


para siempre. Es tan limpio, tan claro. Un inmenso desierto naranja,
con diversas gradaciones de rojo, pero sólo eso. Sencillo como la
palma de una mano. No hay nada que lo estorbe, que lo ensucie,
nada. Sin la intervención de nadie. Ninguna pisada, ningún cartel
oxidado. Ninguna bolsa de plástico cruzando inoportunamente el
paisaje.

Pausa.

No me importa que allí en la Tierra no quede nadie. Me importa una


mierda no saber qué coño les pasó. Y me importa una mierda que tú
y yo seamos los últimos. Me importa una mierda. Me importa una
mierda porqué esto nos sobrevivirá. Esta limpieza nos sobrevivirá.
Este desierto nos sobrevivirá. Estas dunas que parecen moverse en
secreto cada día estarán aquí cuando hayamos desaparecido.

Astronauta 2 – ¿Y si te equivocas?

Astronauta 1 – ¿En qué?

Astronauta 2 – ¿Y si cuando hayamos desaparecido, las dunas


desaparecen con nosotros?

Astronauta 1 – ¿Me estás hablando en serio o en broma?

Astronauta 2 – ¿Y si el mundo deseaba ser observado? ¿Y si la


realidad deseaba que alguien percibiera esta sencillez?

El astronauta 1 ríe.

Astronauta 1 – Que tontería.

Astronauta 2 – Piensa en ello.

Astronauta 1 – No hay nada que pensar.

Pausa.

Astronauta 1 – No sé si vale la pena que sigas construyendo la radio.

Astronauta 2 se da cuenta que no estaba haciendo nada y se dispone


a seguir desmantelando la radio.

Pausa.

Astronauta 2 – No quiero insistir, pero...

Astronauta 1 – Pues si no quieres insistir, no lo hagas.

Pausa.

Astronauta 2 – ¿Siempre has sido así?

Astronauta 1 – ¿Así como?

Astronauta 2 – Un suicida.

Astronauta 1 – ¿Un suicida? ¿Ahora soy un suicida?

Astronauta 2 – Te comportas como tal.


Pausa.

Astronauta 1 – O sea, que si no quiero tener un hijo, soy un suicida,


¿no?

Pausa.

Astronauta 2 – ¿Quieres que te dé una respuesta?

Astronauta 1 – ¡Pues claro que no quiero que me des una puta


respuesta! Sé perfectamente lo que piensas. ¡No haces nada más que
decirme exactamente lo mismo todo el puto día!

Astronauta 2 – Lo siento.

Astronauta 1 – ¡No, no lo sientes! ¡No lo sientes en absoluto!

Pausa.

Astronauta 2 – ¿Me quieres?

Astronauta 1 – No sabes hasta qué punto esta pregunta es absurda


en este momento.

Astronauta 2 – Quieres romperme el corazón, ¿verdad?

Astronauta 1 – Veo que cada vez te has propuesto hacer una


pregunta más y más absurda. Adelante, estoy interesado en ver
como te superas en la siguiente.

Astronauta 2 – Eres un egoísta.

Pausa.

Astronauta 1 – En el caso de que por algún milagro celestial tuvieras


un hijo, / por mucho que...

Astronauta 2 – Sólo digo intentarlo...

Astronauta 1 – El año pasado perdiste definitivamente la regla.

Astronauta 2 – Sólo intentarlo...

Astronauta 1 - Este niño no podría vivir con normalidad, no podría


salir a ningún patio a jugar como un niño cualquiera, se ahogaría con
sólo intentarlo. Este niño acabaría viviendo solo y perdido toda su
vida.
Astronauta 2 – Como nosotros.

Astronauta 1 – Por eso mismo.

Pausa.

Astronauta 1 – Aunque tuviéramos una pareja de niños, que es lo que


tienes en la cabeza, también nacerían solos y perdidos.

Astronauta 2 – Eres puro egoísmo.

Astronauta 1 - Difícilmente podremos sobrevivir tú y yo durante el


resto de nuestra vida con las posibilidades que tenemos.

Astronauta 2 – Es nuestra obligación.

Astronauta 1 – No, ves, aquí te equivocas.

Astronauta 2 – Sí que lo es.

Astronauta 1 – ¿Por qué? Adelante, explícamelo.

Astronauta 2 – ¿No te parece muy evidente?

Astronauta 1 – Pues no.

Astronauta 2 – ¡Eres increíble!

El aparato que la astronauta 2 estaba desmantelando ha quedado


reducido a fragmentos perfectamente transportables.

Astronauta 1 – Por el mismo motivo que este aparato que estás


construyendo no servirá para nada.

Astronauta 2 – ¿Y qué te importa?

Astronauta 1 – Eso es engañarse.

Astronauta 2 – Pues deja que me engañe tranquila.

Astronauta 1 – ¿Me estás grabando?

Astronauta 2 – Sí.

Astronauta 1 – ¿Por qué?

Astronauta 2 – No lo sé. Me ha parecido que estabas a punto de decir


una cosa bonita y he dejado grabando tu voz.
Astronauta 1 – Pues te has equivocado, no he dicho nada bonito. No
deberías haberlo grabado.

Astronauta 2 – Tú deja. Son cosas mías. Quizá alguien te querrá


escuchar en el futuro.

Astronauta 1 – No lo creo.

Astronauta 2 – Estas cosas nunca se saben.

Pausa.

Astronauta 1 – Perdóname. Supongo que toda esta situación me


afecta.

Astronauta 2 – Seguro, a mi también.

Astronauta 1 – En todo caso, no dudes que yo sigo... En fin...

Astronauta 2 – ¿Qué?

Astronauta 1 – Ya sabes.

Astronauta 2 – ¿Qué?

Astronauta 1 – Nada.

Astronauta 2 – Venga. Di.

El astronauta 1 cae de la silla que le sostenía y se le abre el casco,


mostrando en su interior el cadáver de un home casi esquelético. La
astronauta 2 aprieta un botón de su intercomunicador. Lentamente,
se acerca y reincorpora al astronauta 1, sin ponerle el casco. Le mira.
Le pone el casco. Le mira de nuevo. Pausa. Le saca el casco y le deja
con los restos de la cabeza al descubierto. La astronauta 2 aprieta un
botón de su intercomunicador, que reinicia la grabación.

Astronauta 2 – Esas cosas nunca se saben.

Pausa.

Astronauta 1 – Perdóname. Supongo que toda esta situación me


afecta.

Astronauta 2 – Seguro, a mi también.

Astronauta 1 – En todo caso, no dudes que yo sigo... En fin...


Astronauta 2 – ¿Qué?

Astronauta 1 – Ya sabes.

Astronauta 2 – ¿Qué?

Astronauta 1 – Nada.

Astronauta 2 – Venga. Di.

Astronauta 1 – Es una cosa que no quiero que se la digas a nadie.

Astronauta 2 – Muy gracioso.

Astronauta 1 – Quizá te costará de creer, pero... No te olvides que...

La voz del astronauta 1 empieza a deformarse monstruosamente.

Astronauta 1 – Te quiero.

Finalmente la voz se detiene. La astronauta 2 aprieta de nuevo


algunos botones de su intercomunicador, pero la voz sigue sonando
con una deformación aterradora.

Astronauta 1 – No te olvides que... Te quiero.

La astronauta 2 intenta arreglarlo diversas veces, pero sólo consigue


que suene peor. Se detiene. Silencio. Finalmente, vemos que ella,
una anciana, se empieza a sacar el casco.

Oscuro.
6.

Una pareja de mediana edad vestidos con una elegancia extrema.


Están metidos hasta el cuello dentro de una sustancia viscosa y
degradante que recuerda unas arenas movedizas y que limita
totalmente sus movimientos. Alguien podría decir incluso que es una
gran mierda, pero de profundidad desconocida, quizá infinita. Sólo
vemos la cabeza de los dos y la mano de ella, que le está limpiando
una oreja a él con un bastoncillo de algodón.

Sra – No me gusta que te ensucies de esta manera...

Pausa.

Sr – No me gusta que me digas qué debo hacer.

Sra - No me gusta que me digas qué debo decir.

Sr – No me gusta que tengas tus cosas tiradas por el suelo. No me


gusta no saber nunca qué hay aquí debajo, qué estoy pisando.

El diálogo adquiere un ritmo cada vez más veloz.

Sra – No me gusta que te confundas y te pienses que tus cosas son


las mías.

Sr – No me gusta que no te fíes nunca de mí.

Sra – No me gusta que salgas de casa sin decirme dónde vas.

Sr – No me gusta que vayas de fiesta sin explicarme quien te


acompaña.

Sra – No me gusta que vayas solo al teatro sin pensar que yo quizá
también quiera ir.

Sr – No me gusta que me consultes a qué hora llego a casa después


del trabajo porqué siempre es la misma.

Sra – No me gusta que no hagas, como mínimo, la mitad de la


limpieza de casa, aunque yo haya decidido aquel día hacer el doble.

Sr – No me gusta que creas erróneamente que la casa esté sucia o


desordenada.

Sra – No me gusta que entres en el baño sin llamar.

Sr – No me gusta que dejes todas tus cremas repartidas por el baño.


Sra – No me gusta que dejes la cama sin hacer.

Sr – No me gusta que si has hecho tú la cama necesites que te lo


agradezca.

Sra – No me gusta que te duermas y te pongas a roncar cuando


estamos juntos en el sofá, especialmente si estoy viendo alguna
película que me emociona.

Sr – No me gusta que me despiertes si me quedo dormido en el sofá


y que necesites que te acompañe a la cama.

Sra – No me gusta que te levantes de la cama inmediatamente


después de haber follado.

El diálogo se vuelve cada vez más agresivo. Si pudieran se darían


golpes de cabeza.

Sr – No me gusta que te pienses que tenemos algo especial que


decirnos después de haber follado.

Sra – No me gusta la falsa simpatía que demuestras antes de haber


follado.

Sr – No me gusta que te pases una hora hablando por teléfono cada


vez que te llama una amiga.

Sra - No me gusta que digas lo que piensas sobre mi familia.

Sr – No me gusta que te pienses que tu familia es un modelo


perfecto.

Sra – No me gusta pensar que me tratas peor que a tus otras


parejas, especialmente delante de tu familia.

Sr – No me gusta que conserves cosas escondidas de otras parejas.

Sra – No me gusta que mires porno a escondidas.

Sr – No me gusta que tengas secretos con otras personas.

Sra – No me gusta que hagas a escondidas compras excesivas,


especialmente si yo aquel día no he hecho ninguna.

Sr – No me gusta ir de compras.

Sra – No me gusta que pierdas el hambre antes de comer porqué has


comido alguna otra cosa antes de llegar a casa.

Sr - No me gusta que te saltes las comidas para adelgazarte.

Sra – No me gusta que no te comas las cosas que he cocinado yo.

Sr – No me gusta que cocines cosas que no me gustan expresamente


para fastidiarme.

Sra – No me gusta que leas el periódico mientras estamos comiendo.

Sr – No me gusta que te obsesione fregar los platos inmediatamente


después de comer.

Sra – No me gusta que siempre laves mal los platos.

Sr – No me gusta que me hables de la educación que recibí cada vez


que bebo a morro de una botella.

Sra – No me gusta que no te fijes en las migas de pan que dejas por
el suelo como si no supieras que no me gusta.

Sr – No me gusta que te lo tomes todo personalmente.

Sra – No me gusta que hagas ver que criticas alguna otra persona
para darme una lección a mí.

Sr – No me gusta que quieras hacer un drama de cualquier cosa.

Sra – No me gusta que te pongas a chillar cuando ves que no tienes


razón.

Sr - No me gusta que empieces las frases diciendo “Tu siempre...”

Sra – No me gusta que empieces les frases diciendo “Yo nunca...”

Sr – No me gusta que tengas tus cosas por el suelo. No me gusta no


saber qué hay en el fondo, aquí debajo. No me gusta que las cosas
que hay aquí debajo me quieran coger el pie.

El diálogo se detiene. Se va reiniciando poco a poco, con una actitud


mucho más relajada.

Sra – No me gusta que hagas bromas estúpidas, sobretodo delante


de mis amigas.

Sr - No me gusta que utilices este tono para ridiculizarme, sobretodo


delante de tus amigas.
Sra - No me gusta que flirtees por Internet y que entres en los chats.

Su actitud se vuelve cada vez más romántica.

Sr – No me gusta que hables bien de tu ginecólogo.

Ella ríe. Él también.

Sra – No me gusta que hables demasiado de tus antiguas parejas.

Sr – No me gusta que no me expliques si tus antiguas parejas tienen


la polla más grande o más pequeña que yo.

Se diría que están haciendo el amor con las palabras y alguien podría
sospechar que quizá están haciendo alguna cosa con las manos
debajo de la sustancia viscosa.

Sra – No me gusta que te fijes más en las otras mujeres que en mí si


salimos juntos.

Sr – No me gusta que seas demasiado encantadora, especialmente


con algún otro hombre.

Sra – No me gusta que después de ser encantadora con algún otro


hombre te tenga que decir que es homosexual. Aunque sea mentira.

Sr – No me gusta que te lo pases bien mintiéndome.

Sra – No me gusta que no te des cuenta de todas las cosas que no te


explico.

Sr – No me gusta que lleves ropa que te haga parecer excesivamente


sexy.

Sra – No me gusta que lleves ropa que te haga parecer gordo.

Sr – No me gusta que pienses que todas las mujeres hacen ver en


privado que tienen orgasmos.

Sra – No me gusta que no entiendas por qué las mujeres fingimos


orgasmos.

Se diría que están teniendo un orgasmo.

Sr – No me gusta que pienses que con un polvo me puedo olvidar de


una pelea.
Sra – No me gusta que pienses que con una pelea me puedo olvidar
que te quiero.

Sra le lanza un beso.

Sr – No me gusta que quieras besarme delante de mis amigos.

Sra – No me gusta que no quieras que me bese con mis amigos.

Llega caminando por encima del escenario Sr 2, un hombre vestido


también impecablemente, que pisa la sustancia viscosa con cautela y
queda cerca de la cabeza de Sr.

Sr – No me gusta que te encuentres a menudo con un hombre en


concreto.

Sra – No me gusta que te pongas celoso, especialmente si tienes


razón.

Sr – No me gusta que no seas mía.

Sra – No me gusta no saber de quién soy.

Sr 2 empieza a pisar con mucho cuidado la cabeza del Sr.

Sr 2 - No me gustaría molestar, pero...

Sr – No me gusta que le veas más a él que a mí.

Sra – No me gusta que no entiendas que necesito un poco más de


espacio.

Sr – No me gusta saber con toda certeza qué significa “tener un poco


más de espacio”.

Sra – No me gusta que pienses que nunca te he querido.

La Sra se gira para no contemplar lo que el Sr 2 hace con Sr.

Sr – No me gusta que me cojan por las rodillas y me tiren hacia


abajo.

Sra – No me gusta que tu familia me mire mal por la calle.

Sr – No me gusta que hagáis servir los mismos preservativos que


nosotros.

Sra – No me gusta que no os portéis bien entre vosotros.


Sr 2 – No me gusta que le cueste tanto irse.

Sr 2 pisa con insistencia la cabeza de Sr, que se va sumergiendo,


mientras Sr también se va introduciendo involuntariamente.

Sr – No me gusta pensar que ya no soy yo quien te hace decir que


“no te gusta” alguna cosa.

Sra – No me gusta que me hagas chantaje emocional para demostrar


que me quieres.

Sr – No me gusta quererte.

Sra – No me gusta que él pueda pensar que soy una puta porqué
todavía me gusta que me quieras.

Sr – No me gusta que... que...

Sr casi no puede hablar.

Sr – ¡No me gustas!

Sr acaba totalmente sumergido en la sustancia viscosa hasta


desaparecer, mientras Sr 2 ya no puede mover las piernas, atrapado.

Sr 2 – No me gusta el hombre con quien estabas.

Sra – No me gusta hablar de mi pasado.

Sr 2 - No me gusta que quiera cogerme de los tobillos y tirar de mí


hacía abajo.

El Sr 2 observa alguien en la distancia.

Sra – No me gusta que todo siempre sea tan previsible.

Sr 2 – No me gusta ver que hay alguien que se acerca.

Sra – No me gusta que te obsesiones por tonterías.

Sr 2 se va sumergiendo hasta que queda en la misma posición que


Sr.

Sr 2 – No me gusta que no quieras cambiar algunas de tus


costumbres del pasado.

Ella empieza a limpiarle la oreja a Sr 2 con un bastoncillo de algodón.


Sra – No me gusta que te ensucies de esta manera.

Pausa. Sra espera con expectación la respuesta de Sr 2.

Sr 2 – Lo que tú quieras.

La Sra se queda sorprendida por la respuesta. Inmediatamente,


responde disgustada.

Sra – No me gusta esta respuesta.

Pausa.

Sr 2 (Dudando.) – ¿No...? ¿No...? ¿No te gusta?

Oscuro.
7.

Un hombre sentado en una silla delante del público. Tiene unos


cuarenta años, empieza a tener barriga y tiene unas buenas entradas
en el pelo. Lleva botas de cowboy aunque hace tiempo que sabe que
no van con su actual estilo de vida.

Home – Ey, gracias por venir. Sé que no siempre venís a las


reuniones, pero os agradezco que hoy estéis aquí. Los que habéis
venido. De verdad. Para mi es importante.

Pausa breve.

¿Estáis cómodos? Quiero decir que si queréis agua o alguna cosa os


podéis levantar y la podéis coger, que no me molesta. Para mi es
importante que estéis cómodos. Mientras… yo voy haciendo mi
discursillo y ya está, ¿de acuerdo?

Ríe.

En fin, ya sabéis, no creo que sea un discursillo muy diferente del


resto de vosotros.

Pausa breve.

Bien, pues... Uf, cómo cuesta...

Ríe.

Algunos ya lo sabéis, porque os lo he dicho, que yo me dedicaba al


porno. ¿Lo parezco? ¿Parece que me pueda dedicar al porno?

Pausa breve.

Bueno, no lo sé, lo cierto es que me dedicaba a eso. Es un trabajo


como cualquier otro. Bueno, no es como cualquier otro porque
puedes ganar mucha pasta.

Ríe.

Y cuando digo mucha pasta, quiero decir mucha pasta. Seguro que
algunos de vosotros estáis pensando que soy un depravado y otros
pensareis que soy vuestro héroe. Bueno, eso me pasa cada día.
Siempre que lo digo. Y no hay ningún problema. Lo comprendo. Hay
gente que piensa de una manera y otra gente que piensa diferente.
Pero a los que no os gusta tenéis que saber que si se hace tanta,
tanta pasta es porque se lo mira mucha gente, mucha. Y si lo mira
tanta gente será por alguna cosa, ¿no? De hecho, no hacemos nada
que no sea natural, se trata de gente haciendo lo que haría en su
casa, follar, nada más. No hay nada de malo en eso, ¿no? Yo es que
no veo nada de malo, sinceramente. Aunque todo el mundo es libre
de vivir como quiera y de ver las pelis que quiera, por supuesto.

Pausa breve.

Sé que más de uno estará pensando “pues yo no he visto ninguna


peli de este tío”. Y tendrá razón. “Este ha venido aquí a meternos la
fardada de que es una estrella del porno”. No, no, no.

Ríe.

Me dedico al porno, pero no soy una estrella del porno, yo hago


castings. Me explico. No todo el mundo puede hacer porno, no
puedes coger a la primera tía que te viene y ponerte a grabar una
escena sin más. Hay gente que no es lo bastante... guapa, por una
parte... pero me refiero sobre todo a... atrevida, sabéis lo que quiero
decir, ¿no? Hay gente que hasta que no te la has follado no sabes
hasta qué punto es capaz de hacer ciertas cosas. De boquilla todos se
atreven a todo, pero cuando llega la hora de la verdad es diferente. Y
es un trabajo importante, que hay que hacer, y es lo que yo hacía.
Me iba a la Europa del Este, a Budapest o Praga, por ejemplo, y me
pasaba dos o tres semanas haciendo castings. Les tiro unas fotos,
compruebo que tengan unos mínimos, no escogemos ninguna vaca,
trabajo en una compañía muy selecta... Y me las follaba. Creedme,
todavía no he encontrado ninguna tía que me pusiera problemas, os
lo juro, para nada. A veces te da la sensación que podrías coger a la
primera tía que encontrases por la calle en Budapest, subirla a tu
apartamento y follártela. Es increíble hasta qué punto hay tías y tías
que quieren hacer porno. Y son guapas, ¿eh? Creedme. Después este
material se lo miraba Mario, mi jefe, y si le gustaba una tía la llamaba
y venía aquí a hacer una peli. Para ellas es como que te llamen de
Hollywood, de verdad. Además, me sentía... afortunado haciendo
esto, de verdad, y no sólo porque me las podía follar de totas las
maneras posibles, sino porque era consciente que podía darles una
gran oportunidad en su vida, que podía salvarlas del paro de su país,
que es terrible, o de una familia que las putease... Yo que sé.
Sentía... quizá os sonará cursi, pero es verdad... sentía amor
haciéndolo, de verdad. Tanto por parte de ellas como por mi parte.
Supongo que volvéis a pensar que estoy fardando, ¿eh?

Ríe.

Creo que nunca había sido tan sincero en toda mi vida. Vosotros
también lo habéis sido conmigo de manera que creo que es justo que
yo también lo sea. Seguro que os estaréis preguntando “¿Y este tío
qué hace en su casa?” “¿Tiene una mujer y dos niños esperándole
después de sus excursiones sexuales a Praga?” No puede ser,
¿verdad? Pues sí, alucinad, tenía una novia, Tania. La mayoría de la
gente del porno acaba saliendo con actrices, productoras o así... Tías
que también están en el porno. Es normal, no quieren que nadie les
cuestione qué hacen en el trabajo. Lo decía antes, hay gente a quien
no le gustan estas cosas… Es lo que hay...

Pausa breve.

Conocí a Tania en una discoteca de Valencia. Yo estaba con unos


amigos de vacaciones, unos amigos que no tienen nada que ver con
el porno y uno de ellos tenía una amiga de su hermana que... Total,
que me la presentó.

Resopla.

Estaba buenísima, era preciosa y, además, se veía que era legal,


vaya, que es legal. Aquello que diríamos una buena tía, una tía de la
que te puedes fiar, que no te clavará un puñal en la espalda.

Pausa breve.

Y conectamos. Desde aquel mismo día ya follamos como bestias. Yo


tengo una cierta experiencia en el tema, ¿no? Y la aprovecho. Para
dedicarte a este trabajo debes tener unes ciertas cualidades. No es
para presumir, pero una persona que se dedica a esto no se puede
correr en cualquier momento y debes poderlo hacer todas las veces
que sea necesario. Total, que los dos llevábamos una sonrisa de oreja
a oreja todo el día. Tania estaba contenta, incluso alguna cosa más
que contenta, recuerdo que todo el día iba cantando canciones.
Cuando follábamos le gustaba poner un disco de baladas y cuando
me daba cuenta podía sentir que cada vez que movía el culo seguía el
ritmo lento de la canción. Sobretodo ponía una recopilación que se
llamaba... ¿“Noches de blanco satén”? ¿Os suena? El primer tema era
“Without you” de Nilsson. Es una de estas típicas canciones ñoñas,
ñoñas...

La tararea.

Entonces me dije a mí mismo “Hostia, es una de esas tías...” Creía


que después de pasar por muchas parejas incorrectas en la vida a
veces te encontrabas con tu media naranja, que estaba relacionado
con la justicia poética. Decía este tipo de cosas. “Justicia poética”. Y
fue en aquel momento cuando pensé lo que vosotros ya os teméis
desde hace rato. “¿Y cómo le dices que tú te dedicas a hacer castings
porno?”.

Ríe.
Decidí engañarme y pensé que era una aventura de unos cuantos
días y que no era necesario decírselo porque no... no... No sé...
pensé que no era necesario.

Pausa breve.

No sé si todo hubiera sido diferente si se lo hubiera dicho.

Pausa breve.

No, de hecho, sé seguro que no habría sido diferente si se lo hubiera


dicho. Ella se pensaba que hacía de comercial para una empresa de
informática y ya está. Íbamos tirando. Cada uno en su casa y nos
encontrábamos cuando podíamos, los fines de semana sobretodo.
Recuerdo que una vez le saqué el tema del porno, así, como quien no
quiere la cosa... Estábamos en la playa poniéndonos calientes con
una conversación un poco subida de tono y le dije “¿Has visto alguna
peli porno? y me dijo que sí, que una vez había encontrado una que
tenía escondida su hermano y que la miró entera. Esto de verlas
enteras sólo lo hacen las mujeres, pero vaya… Nosotros con un rato
tenemos suficiente. Me explicó que incluso se había hecho una paja
mientras se la miraba, para probar, decía.

Pausa breve.

El porno, os puede gustar o no, pero tiene una función... social... de


verdad. ¿Habéis pensado en la de gente que iría cabreada por el
mundo si no se pudiera hacer una paja de vez en cuando viendo
como los demás se lo montan? Algún día regalaran porno en los
ambulatorios, lo recetaran los médicos para sacar todo tipo de
obsesiones y traumas. El porno es bueno. Cuando me corro en la cara
de una tía es como si se iluminase el mundo, siento tanta gratitud,
siento una satisfacción añadida, una satisfacción total. No sé si lo
sabéis, pero las escenas porno acostumbran a acabar de esta
manera, un hombre corriéndose en la cara de una mujer, o de dos, o
de las que sean. Es una convención, siempre se hace de esta manera.
Los hombres sabemos que cuando te corres en la cara de una chica
es mucho más satisfactorio, no me preguntéis porqué, pero es así, es
cultural o una cosa de éstas. Los hombres de la sala me podrían dar
la razón ahora mismo. Te sientes mejor y por eso las escenas
siempre acaban así.

Pausa.

El peor día de mi vida culminó cuando llegué a casa y vi que Tania no


había llegado. Pensé “Hostia, ahora no, ahora no...” Yo venía
precisamente del médico y no la encontré en casa, como habíamos
acordado. Empecé a llamarla y no había manera. Había restringido
mis llamadas. Pasaron días y conseguí hablar con su hermana, que
me dijo que Tania no quería volverme a ver nunca más, sin ninguna
otra explicación. Inmediatamente pensé que había rebuscado entre
mis cosas y que había encontrado alguna peli, pero era imposible
porque yo siempre las tenía grabadas en el ordenador en un archivo
con contraseña, de manera que no podía ser posible. Nada de lo que
hacía era público.

Pausa breve.

O eso pensaba yo. Unas semanas antes, Mario decidió comercializar


sin decírmelo un vídeo recopilatorio con la parte final de mis castings
y en alguna se me veía, poco, pero se me veía. Imagino que alguien
me vio y se lo dijo o que me reconoció ella misma y decidió dejarme.
¿Me dejó por eso? No lo sé. Tengo miedo de preguntárselo. No es tan
monstruoso lo que hacía, ¿verdad? Ella misma había reconocido
haber visto alguna vez una peli porno, ¿no?

El hombre demuestra estar emocionalmente exhausto.

Desde que me diagnosticaron el cáncer de testículos sólo os he tenido


a vosotros, a vuestras reuniones, para superarlo. Tengo miedo de
decirle que ya no tengo, que sólo tengo un par de pequeñas pelotas
de plástico que me pusieron en la operación y tengo miedo que me
diga a continuación que me lo merezco. Tengo miedo que me diga
que la culpa es mía, que me merezco todo lo que me ha pasado,
quedarme sin trabajo, sin pelotas, sin ella. Que fue justicia poética o
una cosa de estas. No soportaría que me dijera eso: que fue justicia
poética. Pero no sé qué debería hacer. ¿Debería seguir llamándola?
Decidme.

Pausa breve.

No es que os lo pregunte directamente, pero... es que... no sé qué...


en fin, seguro que tenéis otros problemas que son peores... pero...
no lo sé...

Sonríe.

Será mejor que me vaya. Disculpadme si hoy no me quedo a


escuchar a los demás. Es que... Bueno... me parece que... Hoy no
podría... No sé. Nos vemos otro día, ¿de acuerdo?

Home se va.

Gracias por venir.


Desde el mismo pequeño teatro de la primera escena vemos en un
televisor los últimos instantes de todos los castings del protagonista,
cuando se corre en la cara de las actrices. Mientras, suena el tema
“Without you”, de Nilsson. El vídeo tiene la misma duración que la
canción (3 minutos y 15 segundos). Después se encienden las luces.
En el caso de que haya aplausos, no hay ninguna reacción por parte
de los intérpretes o los responsables del montaje. Final.

También podría gustarte