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La confianza y el miedo
Pobre mente
Si la mente dirige nuestra vida, nos escuchamos cada vez menos y nos
agobiamos cada vez más. Por eso, si “lo Receptivo avanza por sí mismo”
nuestro estado vital (Elemento Tierra) se caracteriza por dar muchas
vueltas a la cabeza, no descansar bien, preocuparse en exceso, agobiarse y
agobiar a los demás, y estresarse con facilidad.
Teniendo en cuenta las influencias beneficiosas del Elemento al que señala
la “punta de lanza” del triángulo en la imagen, se revela que la dinámica
de este círculo vicioso obstruye las aportaciones del Agua por lo que la
sinceridad y la confianza disminuyen. Por eso, la Insuficiencia del
Elemento Agua produce miedo.
El Agua (Yin) es el Abuelo del Fuego (Yang) por lo que su Insuficiencia
hace que el Fuego vaya a padecer un Exceso de Yang, cuya emoción
negativa es la ansiedad. Ésta se debe al aumento de pensamientos y
sentimientos negativos generados por el deterioro de la sinceridad y por la
falta de directrices fiables (lo Creativo). Y al disminuir la conciencia de los
sentimientos íntimos, se reduce la capacidad general de tomar conciencia
por lo que los miedos aumentan.
Faltándonos amor, sinceridad y confianza y teniendo miedo, se
dificulta el tomar conciencia de la realidad por lo que la hiperactividad
mental (Madre de Tierra) afecta a nuestra capacidad de reflexión y de
autorrealización. De modo que este cúmulo de disfunciones hace que nos
congestionemos, lo cual se manifiesta mediante un aumento de
preocupaciones que pueden llegar a convertirse en obsesiones y fobias, los
estados emocionales negativos del Elemento Tierra.
Podremos así darnos cuenta de que son las contradicciones interiores las
que originan nuestra lucha, pero que éstas, en palabras de I Ching, “surgen
de la plenitud de aquello que se debate por lograr su forma.”
El triángulo Tierra-Metal-Madera
Cuando nos guiamos por una mente miedosa y agitada, no afrontamos los
retos que la Vida nos propone, sino que maquinamos de todo para que no
cambie nada o para hacer que las circunstancias cambien según nuestros
intereses arbitrarios y temporales. Para conseguir eso, silenciamos los
atributos que el Elemento Metal nos ha dado. Pero al no disponer de ellos,
nos volvemos inseguros y nos aferramos a las “soluciones” que nuestra
mente agitada nos da. Pero lo que sus especulaciones y cálculos nos
aportan, da una falsa seguridad que nos llena de dudas y preocupaciones.
Silenciamos éstas también al ocurrírsenos todo tipo de justificaciones y
pretextos para quedarnos tranquilos. Tranquilos a medias, ya que en tales
casos nos urge confirmación por lo que vamos a imponer nuestros criterios
a fin de encontrar “aliados” que afirman nuestra visión de las cosas. Y
cuanto más poder tengamos, más falsas serán esas ratificaciones.
Al no aceptar que las circunstancias cambien, actuamos como si los
cambios nos atosigaran y llegamos a comportarnos como si la vida
consistiera en sobrevivir en un entorno hostil que tenemos que adaptar a
nuestras necesidades e intereses. Aunque en el fondo no somos seguros en
absoluto (al no disponer de nuestros atributos de orientación), actuamos
como si tuviéramos todo el derecho del mundo a imponer nuestros
criterios, sin siquiera darnos cuenta de que eso sí es ser egoísta. De ahí que
coartamos –en la mayoría de los casos sin darnos cuenta- el libre albedrío
de los demás con los medios de defensa que nuestra mente ha elaborado. Y
podemos llegar así a manejarles controlando, manipulando, negociando,
chantajeando, metiendo miedo, intimidando, insultando, engañando,
mintiendo, conspirando, etc. para imponer nuestros criterios arbitrarios,
variables e inconsistentes en el entorno privado, social y laboral.
Superar la inseguridad
El ego toma posesión de las habilidades del Elemento Fuego cuando “lo
Receptivo avanza por sí mismo” y no nos paramos en ningún momento
para reflexionar y centrarnos. Y cuando el vano trajinar autónomo del ego
toma el mando sobre nuestra mente, nos convierte en víctimas y verdugos
del poder. Sin embargo, la causa por la que el poder del ego nos atrapa es la
misma en ambos casos: la acumulación de disgustos no digeridos.
Las personas que no afrontan sus problemas sino que echan la culpa a los
demás y a las circunstancias, se quedan atrapadas en el círculo vicioso del
poder del ego y repiten la misma historia una y otra vez porque no
aprenden de ella. La dinámica en el triángulo Metal-Fuego-Agua explica
que esto es así porque, en vez de consultar su interior y renovarse, envían
los desechos metabólicos del Fuego al Agua por lo que su interior se
contamina y, por así decirlo, el Agua contaminada asfixia a lo Creativo.
En el triángulo Metal-Fuego-Agua la “lanza” apunta al Fuego. Se señala así
que -al tragarse las cosas que le sientan mal, en vez de digerirlas- los
pensamientos y los sentimientos negativos proliferan y se acumulan en la
mente. El ego se alimenta de ellos por lo que sus tentáculos atrapan al ser
humano. Si uno no afronta sus dificultades, el ego toma el poder en el
Elemento Fuego y envía todo lo negativo al Agua.
Si el ego toma el poder en el Elemento Fuego, utiliza nuestras habilidades
mentales de forma perversa. Al congelar el corazón y nublar la mente, el
poder del ego nos corrompe. Por eso, el apego a lo material genera una
dinámica muy destructiva. Como señala la dirección de las flechas de color
rojo, las tres fuerzas implicadas se mueven a contracorriente del fluido
normal en el pentágono. Se ilustra así que la dinámica en este círculo
vicioso no sólo afecta al sincero sentir (corazón) y al espíritu humano
(Agua), como sucede en el primer círculo vicioso, sino que se vuelve
además en contra del razonamiento lógico de la mente (Fuego) y destruye
los bienes materiales del Metal.
Así que, el ego se alimenta de nuestros sentimientos y pensamientos
negativos y estos, junto con los desechos metabólicos generados por el
vano trajinar autónomo del ego, contaminan nuestro interior. Además, en el
Ciclo de Generación la flecha que va del Agua al Metal, señala que esta
contaminación invade nuestro entorno (Metal), enviciando las condiciones
vitales a nuestro alrededor.
Para darnos cuenta de cómo actúa el poder del ego en el mundo, sirve el
comportamiento de cualquier tirano. Al observarlo, ves que cuando el ser
humano se cree Dios, es el dios ego quien impulsa, dirige, condiciona y
controla su vida y la de los demás. Ningún tirano es dueño de su propia
situación. El ego le hace pensar que sus temores y prejuicios correspondan
a la realidad de las circunstancias exteriores pero, haga lo que haga, las
circunstancias no dejarán de atosigarle nunca.
Debido a la dinámica del ego, cualquier egoísta se siente fácilmente
atosigado y no se librará de esta sensación hasta que no se dé cuenta de que
es su propia inseguridad la que le hace sentirse atosigado. Para liberarse
tendrá que superar su inseguridad.
De pequeño, al inicio del desarrollo de su conducta egoísta, abusiva,
dominante, opresora y despótica, el tirano fue seguramente un niño
mimado y sobreprotegido que hacía de todo para controlar a la gente en su
entorno (Metal), pensando que de este modo crearía circunstancias
previsibles y vencería las causas de sus miedos e inseguridades. Al
consentirle su impaciencia y ansiedad, no aprendió a utilizar su capacidad
de reflexión interior (Tierra) sino que se acostumbró a afrontar su
inseguridad basándose en especulaciones, cálculos y criterios
inconsistentes, arbitrarios y caprichosos (Fuego desequilibrado) por lo que
desarrolló una gran variedad de técnicas manipuladoras.
Se crean así circunstancias que infringen las normas del sentido de la
justicia (Metal) por lo que los demás sienten rechazo, lo cual aumenta su
inseguridad. Si el niño está luchando contra su vulnerabilidad, se siente
obligado a imponer sus criterios a la fuerza. Aunque consigue así que la
gente en su entorno haga lo que él quiere, nunca se siente satisfecho porque
los demás –debido a su rechazo y temor- son incapaces de darle lo que
necesita realmente: arropamiento y seguridad.
Al vulnerar constantemente la dignidad de la gente en su entorno, un tirano
provoca muchas resistencias por lo que se siente amenazado y su
desconfianza e inseguridad aumentan. Si las reacciones de los demás no le
hacen reflexionar sino que, muy al contrario, le otorgan poder sobre sus
actos, se cree obligado a maquinar de todo para crear un mundo en el que
pueda sentirse seguro. Si llega a esta conclusión, el ego toma el mando
sobre su vida y explaya sus artimañas para imponer en el entorno sus
criterios arbitrarios y egoístas.
Los criterios del ego son tan injustos e inconsistentes que quebrantan
las normas del sentido de la justicia (Metal) y los criterios racionales de
la mente (Fuego), por lo que en la vida de cualquier niño hay muchas
oportunidades para rectificarse. Pero si el poder de un pequeño déspota es
tal que le consienten todo, éste puede llegar a actuar sin ningún escrúpulo y
cometer cualquier barbaridad sin reconocer su responsabilidad. El hecho de
que los criterios del ego quebrantan incluso los criterios racionales de la
mente, explica que, finalmente, muchos tiranos se vuelvan locos.
Se vuelven locos, porque el ego no sólo hace que un tirano invente
continuamente cosas más sofisticadas para manipular, intimidar y
coaccionar a los demás, sino que el ego manipula, intimida y coacciona
igualmente al tirano mismo. De ahí que éste falsea la realidad creyéndose
sus propias mentiras y engaños por lo que se enreda cada vez más en los
tentáculos del ego. Y a pesar de que debería saber que ha montado todo ese
enredo para sentirse seguro, la inconsciencia producida por el desequilibrio
del Elemento Fuego hace que sea incapaz de darse cuenta del hecho de que
está consiguiendo todo lo contrario de lo que busca ya que, en realidad, sus
medidas de control y defensa no le dan ninguna seguridad. De ahí que los
tiranos no terminen nunca de aumentar y perfeccionar las medidas que
sirven, supuestamente, para defender su terreno y sentirse seguros.
I Ching explica que mientras luchemos con un problema, éste sigue siendo
el dueño de nuestra situación. En vez de pararnos y reflexionar sobre sus
causas, intentamos resolver los problemas luchando con sus efectos. De
esta manera las circunstancias se hacen dueños de nosotros, en vez de que
nosotros nos hacemos dueños de nuestra situación (ver La Vida Es… pp.
217-219).
Como los gobiernos luchan con los problemas causados por los
desequilibrios Yin-Yang, las calamidades generadas por el círculo vicioso
del ego continúan alimentando y multiplicando los caballos desbocados que
recorren el mundo. Y mientras tanto se incrementa el trabajo gigantesco de
las ONG que intentan remediar en lo posible sus consecuencias. La
dinámica del triángulo Metal-Fuego-Agua explica las consecuencias
devastadoras del orden del mundo para la humanidad y asimismo nuestra
impotencia.
Como hemos visto, las aportaciones de los Elementos Fuego, Agua y Metal
implicados en este círculo vicioso van todas a contracorriente. La dinámica
del orden del mundo (Metal desequilibrado) se opone al sincero sentir y al
razonamiento lógico (Fuego) y a las directrices del espíritu humano (Agua).
Debido a ello, la inminente animación orgánica en el círculo vicioso Metal-
Fuego-Agua contamina la condición humana (Agua) y las condiciones
terrenales que posibilitan la vida en el planeta y en el mundo (Metal). Y al
aumentar la inseguridad (Metal desequilibrado), congelar el corazón,
nublar la mente y aumentar la ansiedad (Fuego desequilibrado) y el miedo
(Agua desequilibrada), la dinámica de este círculo vicioso impide pensar
con claridad y analizar los acontecimientos basándose en criterios
consistentes y razonando con lucidez y lógica.
En todos los ámbitos de la vida se puede observar que nuestros
pensamientos se determinan en gran parte por los criterios
inconsistentes del ego y que nuestro razonamiento se basa en la lógica
de la dinámica egoísta. Al creernos que aquello que dicta el espíritu
humano no es más que una utopía inalcanzable, entregamos nuestra alma a
la dinámica del ego y nos enredamos en sus tentáculos. Al renegar de
nuestro verdadero ser, se nos nubla la mente hasta tal punto que llegamos a
confiar en los castillos de naipes que el vano trajinar autónomo del ego
construye.
Por ejemplo, el sistema de educación busca la igualdad y se aferra a sus
métodos para conseguirlo, aunque resulta que la cantidad de niños que
sufren acoso escolar está aumentando de forma alarmante. En vez de
afrontar este problema y cuestionar con sinceridad y honradez sus métodos
para fomentar la igualdad, resulta que el sistema educativo y muchos
profesores se desentienden de la realidad que muestra un aumento de acoso
y maltrato. Al sentirse cuestionados reaccionan defendiendo sus castillos de
naipes, como dicta la dinámica del ego.
Otro ejemplo es el sistema económico. El gobierno está tan convencido
de su validez que, por ejemplo, los principios y los criterios de “la”
economía forman parte de los planes de estudio, como si nuestro sistema
económico fuera una ciencia. Se adoctrinan así los “valores” del castillo de
naipes de un sistema que está en crisis debido a la profunda injusticia de
sus principios, criterios y métodos, y cuyas consecuencias destruyen la
fuente de riqueza del país al mandar al paro a las personas que con su
trabajo generan la subsistencia de la economía real.
Sólo utilizando el sentido común y las normas del sentido de la justicia, se
revela que un sistema económico basado en la explotación de los débiles,
en la maquinación de la realidad, en el endeudamiento sistémico, en la
especulación, en los vaivenes de la Bolsa y en el miedo, no puede nunca
traer nada bueno. Pero la dinámica del círculo vicioso del ego hace que
tanto los poderosos como la mayoría de los economistas, protejan sus
castillos de naipes. El hecho de que el pueblo paga las consecuencias de
este sistema, no hace que se cuestionen los fundamentos del mismo. Y al
adoptar los criterios del ego, el pueblo asume estas consecuencias como si
la dinámica de nuestro sistema económico fuera normal. Pero el círculo
vicioso de este sistema desencadena la furia de la inminente animación
orgánica y ésta destruye la vida de modo implacable.
Conocer la dinámica del círculo vicioso del poder del ego ayuda a
reconocer sus tentáculos y evitarlos en cuanto el ego extienda sus garras
hacia nosotros. Y sabiendo que la inminente animación orgánica se vuelve
destructiva si quebrantamos las normas del principio Yin-Yang, podemos
tomar cartas en este asunto mediante nuestras acciones en la vida cotidiana.
¡Ojalá la humanidad se apee del tren de vida del ego y recuperemos la
humanidad propia de nuestra especie!
Ningún ser humano provoca los sinsentidos del ego a sabiendas, sin
embargo, la humanidad llega a hacerlo adaptándose al mundo y
dejándose llevar por la dinámica del poder del ego cuyos efectos
incrementan, por sí mismos, la inconsciencia y la irresponsabilidad. I
Ching se refiere seguramente a esta dinámica cuando dice: “Si lo Receptivo
quisiera avanzar por sí mismo, se desviaría de su índole natural y perdería
el camino.” Y señala el camino diciendo: “Lo Receptivo al entregarse y
seguir a lo Creativo alcanza la posición duradera que le cuadra.”
El piloto automático
En este hexagrama (nº 57), I Ching aclara cómo actúa el Viento. Esta
fuerza primordial se encarga del desarrollo del reino vegetal y animal que
es “la viviente manifestación de la energía del Tao” en el planeta Tierra.
El trigrama Viento muestra que lo Receptivo (1ª línea) determina su
naturaleza y que lo Creativo dirige su movimiento (2º línea) y sus obras (3ª
línea). Al entregarse a las directrices de lo Creativo del Cielo, el Viento
actúa con una suavidad que, no obstante, penetra en la materia de por sí
rígida e inmóvil, como el árbol (Madera) lo hace con sus raíces. En este
hexagrama, I Ching describe las cualidades intrínsecas del Viento así:
“En la naturaleza, lo que dispersa las nubes acumuladas y da lugar a una
serena claridad del cielo, es el viento. En la vida humana se trata de la
penetrante claridad del juicio que aniquila todas las sombrías segundas
intenciones. En la vida de la comunidad es el poderoso influjo de una
eminente personalidad que pone al descubierto y dispersa todas las
maquinaciones que huyen de la luz.”
“La insistente penetración engendra efectos paulatinos y poco aparentes.
No es cuestión de obrar recurriendo a métodos violatorios, sino al ejercicio
de una ininterrumpida influencia. A fin de poder obrar de este modo es
preciso tener una meta definida. (…) Lo insistentemente penetrante del
viento se basa en su acción incesante. Por ello se hace tan poderoso.
Recurre al tiempo como medio para su acción.”
Tanto el viento como las raíces de un árbol, se adaptan a las
circunstancias pero éstas no cambian su meta. La meta de las raíces es
elevar el agua subterránea para nutrir el árbol, y la dirección del viento en
la tierra se determina por su dirección en el cielo. Es decir, las raíces no
atraviesan las rocas que encuentran en su camino, ni el viento atraviesa los
edificios para mantener su dirección. Ambos rodean los obstáculos para
llegar a su meta. Igualmente, actuar como el viento no significa “moverse
según el viento que sople” sino ser leal a las directrices del Cielo, lo
Creativo. “Tener una meta definida” no significa que hay que determinar
de antemano el camino a recorrer para encontrar lo que necesitamos para
nutrir nuestro ser. Siempre es gracias a la insistente penetración en nuestro
interior que logramos que “se dispersen las nubes acumuladas” y que
“nuestras raíces encuentren alimento” en la Fuente Vital del Elemento
Agua.
Así que, en este hexagrama se explica cómo recibimos los estímulos de las
fuerzas creativas que afluyen hacia nosotros desde las profundidades de
nuestro ser. Por eso, la posibilidad de que nos perdamos en lo que I Ching
llama “la lucha y el torbellino de la feria” del mundo, disminuye en la
medida en que nos “enchufamos” a la dinámica Madera-Tierra-Agua cuya
dirección corresponde al “brazo de Madera” en el Ciclo Cosmológico.
En los tres años previos al darme cuenta que un piloto automático conducía
mi vida y que éste me llevaba a un callejón sin salida, me paré varias veces
porque “sabía” que algo no iba bien. Pero en aquel entonces no supe que
para aclararme tuviera que consultar mi interior (Agua). Pensé que para
despejar mis dudas tuviera que consultarlas con amigos y compañeros de
trabajo (Metal). Estaba convencida de que sólo ellos pudieran darme
consejos válidos al tener una visión objetiva de mí. ¡Qué equivocada
estaba! Ahora sé que justamente por intentar ser “objetiva” perdí el camino.
Había dado un poder descomunal a mi mente y no respetaba para nada mi
sincero sentir.
Cada vez que me preguntaba cosas, me dejé convencer de que sí valía para
mi trabajo, que sólo tendría que responsabilizarme menos. Mi profesión
consistió en solucionar los problemas en un barrio marginado al mejorar las
condiciones de vida de los vecinos. Nos dedicamos a la educación social
mediante actividades en grupos de diferentes edades e intereses y
promoviendo los cambios que exigían. Con ello pretendimos llevar la paz
al barrio pero podría ser que, en realidad, fomentábamos así las luchas de
poder.
En los últimos años, las condiciones de trabajo se estaban complicando
cada vez más. Unas complicaciones que nadie se podía explicar.
Trabajamos a tope según las metas y las rutas establecidas, pero era como
si una fuerza externa se hubiera empeñado en destruir todo lo que se había
construido. Finalmente, sentí que en vez de llevar la paz, habíamos traído la
guerra al barrio. Y no entendí en absoluto a qué se debía eso.
Se me cayó el mundo encima y, como sé ahora, la inminente animación
orgánica del cuarto círculo vicioso me paró. Cuando volví al trabajo
después de unas vacaciones, me sentí incapaz de subir la escalera que
llevaba a la sala de reuniones, y me desmayé en el tercer escalón. Fundida,
me dieron la baja laboral por lo que tenía tiempo para mí y, al no hacer
nada durante meses, un día me di cuenta que yo no conocía a la persona
que había hecho ese trabajo. No la conocía ni la entendía; no comprendí
absolutamente nada de lo había sido hasta aquel entonces mi profesión.
No sabía quién era yo, no sabía lo que me gustaba, o no. Aunque nunca
había sido miedosa, ahora un miedo indefinido me paralizaba. No me fiaba
de mí misma, lo único que sabía fue que tendría que empezar de cero para
encontrarme. Empezar de nuevo en otro ambiente donde pudiera ir
descubriendo quién era yo y, en vez de luchar con los problemas, guiarme
por lo que me sintiera bien. De alguna manera supe que, siendo sincera
conmigo misma, respetando mis limitaciones y afrontando lo que la vida
pusiera en mi camino, podría lograrlo.
Para mí, la consulta del oráculo del I Ching ha sido imprescindible para
afrontar y superar las dificultades interiores que me habían llevado al
callejón sin salida donde mi piloto automático se estrelló. Gracias a las
lecciones y comentarios de I Ching, me di cuenta que yo misma no me
permitía casi nada al “verme” a través de los ojos de otros y al obligarme
constantemente a traspasar mis límites, intentando “atravesar las rocas” en
el camino.
Casi toda la vida había intentado controlarme para acoplarme a los criterios
de la gente que quería y a los códigos de conducta en mi entorno y de mi
profesión. Pensé que sólo restringiendo mi libertad, sería posible dar “lo
bueno” de mí. Pero, en cambio, yo me quedé con lo malo, las dificultades
acumuladas en mi interior, que tuve que afrontar y superar para poder
reciclar mi basura.
La idea de tener la obligación de restringir mi libertad se me ocurrió de
modo consciente, a consecuencia de una vivencia que me marcó
profundamente. Fue a la edad de unos siete años. Estábamos comiendo en
familia y charlando tranquilamente hasta que yo hice un comentario
inocente que cambió todo. Mis padres se asustaron muchísimo, medio
saltaron de sus sillas, se miraron con los ojos llenos de terror y, muy
confusos y abatidos, se preguntaron ¡¿de quién tiene la niña esas cosas?!
Supe que mi comentario había venido de muy dentro de mí; me quedé
petrificada y tomé una decisión transcendente. No quería hacer daño ni
asustar a nadie. Así que, si yo era un bicho raro de otro planeta, tendría que
tener mucho cuidado, descubrir cuál era el terreno marcado por la vida en
la Tierra y aprender a moverme dentro de sus fronteras.
A partir de entonces, cargué con muchísimas responsabilidades ilícitas
hasta llegar a perderme del todo. Eso fue el detonante de la recuperación de
mi identidad. Era evidente que ya no me quedaba ningún otro camino que
la soledad y partir del no-saber. Fui al encuentro de mí misma con la ayuda
del oráculo del I Ching. Las lecciones puntuales en forma de los
hexagramas que salieron en respuesta a mis preguntas, me enseñaron a ser
leal a mí misma y me reeducaron a fondo. Al poder consultarle cualquier
cosa que despertara mi inseguridad -lo que fue al principio casi todo- y al
aprender a vivir en consonancia con las fuerzas naturales, se desbloqueó la
Fuente Vital en mi interior.
Cuando consultas este oráculo (ver I Ching, pp. 456, 457), sale un
hexagrama relacionado con la situación en la que te encuentras en ese
momento. En el texto correspondiente, I Ching aclara cuáles son las
fuerzas naturales que se han activado, y cómo habría de actuar para
recibir sus influencias beneficiosas. Si no entendí lo que me quería decir,
resultó que sus mensajes sí actuaban en mi interior y que, al seguir sus
consejos y observar lo que ocurría en el curso del día, al cabo de algún
tiempo sí pude entender a qué se había referido en su respuesta. Gracias a
la sabiduría de I Ching, pude afrontar con sinceridad interior las
dificultades que la vida ponía en mi camino. Resultó que volvía a empezar
desde la niña de siete años que tomó una decisión equivocada cuando
pensó que era un bicho raro.
Después, la vida me ha mostrado que muchos se sintieron “bichos raros”
antes de tomar la decisión de ser leales a sí mismos. Y que, al permitirse ser
“egoístas”, todos descubren que los bichos raros de este mundo comparten
muchísimos valores. Resulta que los humanos que respetan su ser único,
son raros en el orden egoísta del mundo. Sin embargo, al tomar la
responsabilidad de su vida y cultivar su verdadero ser, todos ellos se dan
cuenta de que no están solos en el mundo sino que comparten lo esencial de
su ser con los demás seres humanos.
Este hecho se explica al leer el hexagrama que sale gracias al “brazo”
del Elemento Madera. Es el hexagrama formado por el trigrama Viento en
la base y el trigrama Agua al tope, nº 48: El Pozo de Agua. El Pozo es el
símbolo de la organización social de la humanidad. En él I Ching dice lo
siguiente: “Las formaciones políticas y las naciones cambian, pero la vida
de los hombres con sus exigencias sigue siendo eternamente la misma. Por
diversas que sean las inclinaciones y las formaciones de las personas, la
naturaleza humana en sus fundamentos es la misma en todos los casos.”
Los enfados
La dinámica Madera-Metal-Fuego
Comer perdices