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3. El poder de la mente.

1er Círculo vicioso

Publicado el Martes, 31 Mayo 2011


Última actualización en Sábado, 20 Enero 2018

Hemos visto que perdemos el equilibrio Yin-Yang debido a que “lo


Receptivo quiere avanzar por sí mismo.” Esto ocurre cuando la vertiente
Yang del Fuego, la mente, toma el mando sobre nuestra vida en vez del
sincero sentir del corazón, lo Receptivo, que nos conecta con lo Creativo
del Agua. La mente usurpa la función directiva de lo Creativo al faltarle las
directrices y las indicaciones de lo Creativo que percibimos en nuestro
interior cuando nos guiamos por nuestro sincero sentir. Este primer círculo
vicioso surge cuando nuestra impaciencia y pre-potencia desequilibra al
Elemento Fuego y éste toma el poder sobre su “Hijo” (Tierra) y “Abuelo”
(Agua).

La impaciencia impide la percepción de los frutos de la circulación fluida


(8) generada por la interacción Agua-Fuego en el eje vertical del Ciclo
Cosmológico. Como muestra la secuencia de los Elementos en el
pentágono, el Elemento Tierra se desvincula de esta dinámica y, en vez de
abrirse a las influencias beneficiosas del Elemento Agua, intenta
manipularlas en el Ciclo de Control. No somos conscientes de que el
mantenerse en el centro de la interacción Agua-Fuego permite el continuo
re-engendramiento de la vitalidad gracias a los estímulos de lo Creativo en
nuestro interior. Las influencias del mundo nos hacen olvidar que al
guiarnos por las indicaciones de lo Creativo, se crean las condiciones
vitales en las que nuestro verdadero ser se nutre, se regula, se renueva y se
vitaliza constantemente y encuentra su camino en el mundo.
El ser humano es probablemente el único ser que puede decidir no abrirse a
los estímulos que afluyen hacia él desde las profundidades de las fuerzas
creativas en su interior. Al poseer una mente capaz de cambiar las
condiciones de vida, podemos abusar de este poder y pensar que se
puede avanzar sin escuchar la voz de nuestra conciencia interior, lo
Creativo. I Ching habla de este error humano en los hexagramas que tratan
de las fuerzas primordiales Agua y Fuego: lo Abismal (nº 29) y lo
Adherente (nº 30).

El trigrama Agua muestra que lo Creativo dirige (2ª línea) el


movimiento del Agua cuya naturaleza (1ª línea) y acciones (3ª línea) se
determinan por lo Receptivo. Según el hexagrama lo Abismal, aplicado al
ser humano la segunda línea representa el corazón encerrado en el cuerpo,
lo luminoso retenido en lo oscuro, la razón. Señala una situación objetiva
que esconde un peligro. Este peligro se presenta como barranco o quebrada,
“como un estado en el que uno se halla como el agua en una quebrada, de
la cual se logra salir igual que el agua si se adopta una adecuada conducta.”
El agua enseña la conducta correcta en tales condiciones. “Fluye y fluye y
rellena todos los lugares por los que pasa hasta sus bordes y nada más; no
retrocede ante ningún sitio peligroso, ante ninguna caída, y nada le hace
perder su índole propia esencial. En todas las circunstancias permanece leal
a sí misma. Así la veracidad hace que en circunstancias difíciles uno
perciba interiormente, con el corazón, el fondo de la situación. Y una vez
que se ha llegado a ser interiormente dueño de una situación, fácilmente se
logrará por sí mismo que las acciones exteriores se vean acompañadas por
el éxito.” Ver también “El dueño de nuestra situación” (libro La Vida Es…
pp. 217-219).

El trigrama Fuego muestra que lo Receptivo, el corazón, dirige el


movimiento del Fuego y que su naturaleza y sus acciones se determinan
por las cualidades creativas de la mente. En el hexagrama lo Adherente, I
Ching explica que este trigrama significa “estar adherido a algo”, “estar
condicionado”, “basarse en algo”, “claridad”. La claridad del Fuego está
condicionada por aquello a lo que se adhiere. Sólo si su llama se adhiere a
algo consistente, como una antorcha, está en condiciones de iluminar de un
modo duradero. Si se adhiere por ejemplo a la paja, el humo enturbia la
visión y, en el mejor de los casos, el fuego se apaga pronto pero, en el peor,
destruye toda la vida a su alrededor. I Ching resalta aquí que lo consistente
es fruto del indagar con perseverancia en nuestro interior.
I Ching recomienda en este hexagrama dedicarse al cuidado de “la vaca”
símbolo de máxima docilidad. Advierte de que el ser humano no es
independiente sino que su condición vital se determina por lo Receptivo de
la Tierra. Dice así: “Al reconocer este condicionamiento y al entrar en
dependencia de las fuerzas armoniosas y benignas del orden universal, el
hombre adhiere a lo recto, y por consiguiente es apto para modelar al
mundo. Esta voluntaria dependencia logrará una claridad nada hiriente y
encontrará su puesto en el mundo.”

La confianza y el miedo

Adquirimos confianza en nosotros mismos y en la vida en la medida en que


tomamos conciencia de nuestra dependencia de los estímulos que afluyen
hacia nosotros desde dentro, desde lo hondo de nuestro ser donde obran las
fuerzas creativas. En el estado receptivo Montaña percibimos estos
estímulos y experimentamos que el fluir del Agua despeja nuestras dudas y
trae soluciones sorprendentes gracias a las cuales superamos nuestras
dificultades. Así, tomamos conciencia de que nuestra mente no está sola
ante el peligro. Si la mente va de la mano del corazón en busca de las
indicaciones de lo Creativo, nos damos cuenta que lo Receptivo no tiene
ninguna necesidad de avanzar por sí mismo. Únicamente hace falta
reconocer este hecho, perseverar en nuestro interior (Agua) y practicar la
conducta del agua para aprender a afrontar cualquier circunstancia difícil
sin miedo.
Si nos acecha un peligro real, lo percibimos gracias a los avisos de las
fuerzas creativas en nuestro interior. Para superar la inseguridad y el miedo
es importante tomar también conciencia de este hecho. Estos avisos
proceden del Trueno (Metal), son los estímulos sensitivos e intuitivos y las
sensaciones que emanan por sí solas desde las profundidades de las fuerzas
creativas en nuestro interior. Todos conocemos estos avisos, date cuenta de
la cantidad de veces que ojalá les hubieras hecho caso… Sabemos mucho
más de lo que pensamos. Escuchándonos, cultivamos esta sensibilidad
genuina que da la confianza interior que nos permite vivir el presente y
limitarnos a prestar toda nuestra atención a lo que estamos haciendo en
cada momento.
El miedo que procede de la mente, no es nada objetivo ni razonable
sino fruto de los pensamientos y sentimientos negativos. Para afrontar las
dificultades sin miedo es importante darnos cuenta de que nuestra mente se
basa a menudo en prejuicios. Si nos paramos a observar los motivos del
“trajinar autónomo” de la mente, nos damos cuenta que su mayor estímulo
es el miedo a lo que podría ocurrir. Una vez que te paras a observar los
motivos y los argumentos de tu actividad mental, te darás cuenta de muchas
cosas reveladoras sobre la presunta racionalidad e inteligencia de la mente.

El papel que damos a la mente

A la mente no le gusta para nada el papel que el orden del mundo le ha


dado. Por sí misma, la mente no controlaría al corazón sino que se iría de
viaje con él. Lo que motiva de verdad a la mente es su curiosidad, sus
ganas de explorar, de experimentar y de investigar. La mente quiere saber
y comprender, quiere descubrir cosas nuevas, no planificar y fijar
nuestro futuro. Los instigadores de su malformación son la naturaleza
activa, inestable e impaciente de la llama del Elemento Fuego, en
combinación con nuestros sentimientos negativos. En realidad le
atosigamos, por un lado, con nuestras dudas, inseguridades y miedos y, por
otro, con nuestros deseos, caprichos y exigencias.
Queriendo complacernos e intentando evitar que suframos, la mente trabaja
duro y maquina todo tipo de cosas que le desvían de su verdadera vocación.
Un trabajo pesado que no le satisface, pero en la medida en que le exigimos
crear las circunstancias que nos gustarían, la mente adquiere poder sobre
nuestra vida y piensa que la función que le hemos dado es imprescindible.
Y eso es su perdición y la nuestra, ya que alimentamos así al ego cuya
capacidad de engañar la mente es enorme.
La mente se engaña al aceptar el “encargo nuestro” de crear las
condiciones de vida que nos gustarían. Si antes de poner manos a la obra
hubiera consultado al corazón, no habría aceptado este encargo porque en
el corazón sabemos que hay que afrontar las dudas y las dificultades para
aprender de la vida y para llegar a conocernos. Si no es el corazón, será lo
Creativo que nos enseña que no hay que tener miedo al fracaso ni al dolor,
que todas nuestras vivencias sirven para conocernos mejor, reconocer
nuestras limitaciones, darnos cuenta de nuestros valores, discernir el bien
del mal, cultivar nuestras cualidades, incrementar nuestras habilidades y
superarnos explorando nuestras dificultades y cultivando nuestras
potencialidades. Si escucha al corazón, la mente no se deja engañar por el
ego que sólo busca reafirmar su poder a costa nuestra.
Si la mente se deja engañar por el afán de poder del ego, utiliza su
creatividad para construir castillos de naipes y explota sus habilidades
para defender estos castillos. Por sí misma, la mente no sabe que, tanto
para renovarse como para encontrar nuevos recursos, necesita bajar a la
fuente originaria de su conocimiento e ir de la mano del corazón para
abrirse a los estímulos que emanan de las fuerzas creativos que obran en
nuestro interior.
A solas, la mente no puede abrirse. Para ello tiene que ir de la mano del
corazón. Y sin la compañía de la mente, el corazón no puede tomar
conciencia de las directrices e indicaciones de lo Creativo. También el
corazón y la mente son fuerzas opuestas y complementarias. El corazón es
de naturaleza receptiva y la mente es de naturaleza creativa. Interactuando
entre sí, son capaces de crear una vida nueva nutriendo, renovando y
vitalizando la vieja, como así sucede en el cuerpo gracias a la regeneración
celular.

Pobre mente

Aunque en realidad la mente se encuentra muy sola y abandonada, al


creerse igual a la Fuente Vital de lo Creativo, no busca la compañía del
corazón para ir a por la renovación y el incremento de sus conocimientos y
recursos. El orgullo del ego hace que no se dé cuenta de su necesidad de
alimento consistente y que se empeñe en apañárselas con los datos y
recursos conocidos. Al no renovarse, experimenta que está perdiendo
facultades y que no encuentra lo que necesita para resolver nuestras
dificultades por lo que se pone a trabajar sin descanso maquinando de
todo para quitar de en medio los problemas que se acumulan sin parar.
Además, siempre que su compañero, el corazón, intenta ayudarle dándole
la mano, rechaza ésta pensando: “no tengo tiempo para tonterías, lo que yo
tengo que hacer es primordial.” Así que, está cada vez más inquieta y
ansiosa y, aunque su compañero percibe que lo que está haciendo son
variaciones de lo mismo y que la historia se repite una y otra vez, el
corazón no puede hacer nada porque la mente no le escucha.
De esta manera se instaura el círculo vicioso entre los Elementos Fuego,
Tierra y Agua que se ve representado por las flechas rojas en la imagen. La
flecha que va del Fuego al Agua indica que la mente se opone a la
dirección de lo Creativo del Agua, anulándola, por lo que las influencias
beneficiosas del Elemento Agua se obstruyen. Y las flechas que van del
Elemento Tierra al Elemento Agua indican que la persona rechaza las
aportaciones de su Fuente Vital (lo Creativo) e intenta manipularlas.

¿Qué hace este círculo vicioso con nosotros?

Al ejercer la mente el poder directivo que corresponde por naturaleza a lo


Creativo, las influencias del Elemento Agua se debilitan y las influencias
del Elemento Fuego se desequilibran al activarse la mente en detrimento
del corazón. A consecuencia de esta dinámica, la persona (Tierra) se va a
dirigir cada vez más por las especulaciones y los cálculos de su mente, y
menos por el amor y el sincero sentir de su corazón. Al disminuir así la
conciencia de sí, uno se desequilibra emocionalmente.
El círculo vicioso del poder de la mente

Si la mente dirige nuestra vida, nos escuchamos cada vez menos y nos
agobiamos cada vez más. Por eso, si “lo Receptivo avanza por sí mismo”
nuestro estado vital (Elemento Tierra) se caracteriza por dar muchas
vueltas a la cabeza, no descansar bien, preocuparse en exceso, agobiarse y
agobiar a los demás, y estresarse con facilidad.
Teniendo en cuenta las influencias beneficiosas del Elemento al que señala
la “punta de lanza” del triángulo en la imagen, se revela que la dinámica
de este círculo vicioso obstruye las aportaciones del Agua por lo que la
sinceridad y la confianza disminuyen. Por eso, la Insuficiencia del
Elemento Agua produce miedo.
El Agua (Yin) es el Abuelo del Fuego (Yang) por lo que su Insuficiencia
hace que el Fuego vaya a padecer un Exceso de Yang, cuya emoción
negativa es la ansiedad. Ésta se debe al aumento de pensamientos y
sentimientos negativos generados por el deterioro de la sinceridad y por la
falta de directrices fiables (lo Creativo). Y al disminuir la conciencia de los
sentimientos íntimos, se reduce la capacidad general de tomar conciencia
por lo que los miedos aumentan.
Faltándonos amor, sinceridad y confianza y teniendo miedo, se
dificulta el tomar conciencia de la realidad por lo que la hiperactividad
mental (Madre de Tierra) afecta a nuestra capacidad de reflexión y de
autorrealización. De modo que este cúmulo de disfunciones hace que nos
congestionemos, lo cual se manifiesta mediante un aumento de
preocupaciones que pueden llegar a convertirse en obsesiones y fobias, los
estados emocionales negativos del Elemento Tierra.

Las condiciones vitales que se generan al obstruirse las influencias


beneficiosas del Elemento Agua, nos hacen sentirnos muy solos y
abandonados. Dado que ningún ser humano puede soportar la falta de
amor y de cobijo interior, la soledad puede hacer que nos paremos en el
estado receptivo Montaña para centrarnos, o bien que busquemos con ansia
todo tipo de sustitutos para llenar este vacío.
Pero, como dice I Ching: “la fuerza de lo Creativo es enorme y no deja
de estimularnos nunca.” Por eso, aunque nos distraemos de nuestra
esencia, apenas nos escuchamos y renegamos de nosotros mismos, lo
Creativo no se calla nunca. Como no se calla, siempre que nos encontremos
en esta situación, nos sentiremos inquietos e insatisfechos y tendremos la
necesidad de hacer “algo”.
Gracias a la fuerza y la perseverancia de lo Creativo, normalmente,
intentamos encontrar un término medio entre lo que nos pide el corazón y
lo que nos exige la mente. De ahí las luchas internas y, también, las luchas
de poder. Entonces, este círculo vicioso es menos destructivo. Comprender
el fondo de la cuestión, puede servir para que nuestra mente se relaje,
confíe y deje de crear este embrollo inútil que ni siquiera a ella misma le
satisface. Entonces, la mente podrá dedicarse a su vocación, la de
desenredar nuestros problemas con paciencia y esclarecer sus causas a
fin de superarlos.

Podremos así darnos cuenta de que son las contradicciones interiores las
que originan nuestra lucha, pero que éstas, en palabras de I Ching, “surgen
de la plenitud de aquello que se debate por lograr su forma.”

En el hexagrama 3: La Dificultad Inicial, explica que es normal que haya


“dificultades en los periodos de formación cuando todo se encuentra
todavía informe y oscuro.” Entre otras aclaraciones, I Ching dice así:
“Dentro del caos de La Dificultad Inicial ya están dados los gérmenes del
orden. Así, en tales épocas iniciales, el noble debe estructurar y ordenar la
inabarcable y confusa plenitud, tal como van desvaneciéndose las hebras de
una madeja de seda y uniéndose en hilos.”
Este hexagrama está formado por el trigrama Trueno (Metal) en la base y el
trigrama Agua al tope. La interacción entre estas fuerzas primordiales
corresponde al inicio de la dinámica de nutrición en el Ciclo Cosmológico,
cuando interiorizamos nuestras vivencias manteniéndonos en el centro de la
interacción Metal-Agua.

4. La sobrecarga. 2º Círculo vicioso

Publicado el Martes, 31 Mayo 2011


Última actualización en Jueves, 20 Julio 2017

Se establece un segundo círculo vicioso cuando el Elemento Tierra


desequilibrado (pre-ocupación) toma el poder sobre su “Hijo” (Metal) y
“Abuelo” (Madera). De lo expuesto en el primer círculo vicioso se entiende
que uno no se sobrecarga por falta de tiempo, sino por no tomarse su
tiempo para escucharse y actuar en consonancia con su sincero sentir y los
criterios de su verdadero ser. En la medida en que nos desentendemos del
corazón dejándonos guiar por la mente, en vez de ocuparnos prestando
atención a lo que estamos haciendo, nos pre-ocupamos por lo que nos
desvinculamos de la conexión con lo Creativo del Elemento Agua.

El trajinar autónomo de la mente hace que manipulemos las directrices del


espíritu humano (Agua). Sin abrirnos interiormente para recibir la
inspiración transformadora de lo Creativo, al parecer, nuestra mente no
dispone de más habilidades creativas que el cálculo y la especulación. Esto
explica que cuanto más nos guiamos por la mente, más buscamos los
criterios para nuestras acciones en sistemas de cálculo y especulación,
en detrimento de nuestra sensibilidad (Metal), imaginación (Madera),
confianza (Agua), sincero sentir y razonamiento lógico (Fuego) y reflexión
(Tierra).
Resulta que una mente solitaria, inquieta e impaciente no puede sino
emplear razonamientos lineales y conceptos cuadriculados que se inspiran
en especulaciones y cálculos preconcebidos, a fin de modificar las
circunstancias según unas metas y vías conocidas. Cuando nos guiamos por
esta actitud mental nos sobrecargamos al obstruir el curso natural de la vida
que dicta escucharte, abrir el camino yendo de la mano del sincero sentir
del corazón e ir paso a paso pisando tierra firme. Esto explica por qué
tampoco sabemos escuchar ni respetar al otro cuando nos limitamos a
perseguir nuestras metas, sino que manipulamos inconsciente y
automáticamente a los demás.
Aparentemente hacemos esto para que los demás se adapten a lo que nos
convenga, pero creo que va más hondo. Cualquiera (también uno mismo)
que cuestione las ideas de una mente solitaria, la confronta con la fragilidad
del castillo de naipes que ha construido. Como la mente piensa que sin este
castillo su mundo se vendría abajo, es comprensible que le aterre la sombra
de cualquier duda. No puede permitírselo, se siente atacada por lo que
contraataca. Y cuanto más tiempo la mente ha actuado a solas, más medios
de defensa han sido creados para proteger sus castillos y no cuestionarse
nada.

En una Tierra descentrada

Cuando estamos descentrados (Tierra), topamos con los medios de defensa


elaborados por nuestra mente solitaria. Inconscientemente, nos
identificamos con nuestros pensamientos y la cultura occidental potencia
esto. Nos inculcan que para ser razonable hay que controlar los
sentimientos y ser “objetivo”, pero sin saber cómo actúa la mente. Es que,
resulta que al controlar y reprimir los sentimientos íntimos, proliferan de
manera automática los sentimientos negativos. Y estos nos lo hacen muy
difícil pensar razonable e imparcialmente.
Nuestra cultura nos inculca que para ser buenos hay que sacrificarse,
sacrificar los gustos personales y obviar los sentimientos íntimos, ya
que guiarse por ellos sería egoísta. Aprendemos así a juzgarnos según los
criterios de los demás y a sentirnos culpables cuando nos guiamos por lo
que nos gusta y nos sienta bien. Pero al dificultarse así que tomemos
conciencia de cómo somos de verdad, de este modo sacrificamos nuestro
verdadero ser. Y esto, a su vez, dificulta que reconozcamos que el sincero
sentir conduce al interior, donde encontramos aquello que necesitamos para
afrontar la vida y realizar nuestro ser. Los que se permiten regirse por las
indicaciones de lo Creativo en su interior, saben por propia experiencia que
guiarse por su sincero sentir y los gustos personales no tiene nada que ver
con egoísmo ni con comodidad.
Por cierto, no fue Jesucristo quien dijo que nos sacrificáramos, al contrario,
según Mateo 9, 13 dijo “Aprended qué significa: Misericordia quiero y
no sacrificio.”
Adaptándonos al mundo, reprimimos la sana indignación que emana del
sentido de la justicia cuyas normas mantienen el equilibrio Yin-Yang
en el mundo. Y al adaptarnos a un mundo injusto, renegamos del espíritu
humano que se manifiesta en nuestros valores comunes. En la medida en
que restrinjamos el sincero sentir, rechazamos la identidad individual de
cada uno y fomentamos así que las personas renieguen de su verdadero ser.
A consecuencia de esto, la humanidad pierde sus señas de identidad, los
valores humanos. Y al obviar la sensibilidad, el sentido común y el sentido
de la justicia, se pierde la dignidad humana. De este modo, en una Tierra
descentrada se desechan las cualidades humanas innatas que nos hacen
buenos de verdad.

El triángulo Tierra-Metal-Madera

Al guiarnos por la mente en el primer círculo vicioso, otro conflicto va


surgiendo en el eje horizontal Madera-Tierra-Metal del Ciclo Cosmológico.
Al apartarnos (Tierra) de la interacción Agua-Fuego, nos distanciamos
además de la naturaleza (Madera) por lo que se altera la interacción Metal-
Madera y no recibimos sus influencias beneficiosas. De modo que en el
triángulo Tierra-Metal-Madera los tres salen perdiendo.
Recordemos, el Elemento Tierra representa el estado vital del planeta y de
sus habitantes. El Elemento Metal genera las condiciones materiales que
permiten la vida en la Tierra, y rige las circunstancias cambiantes que
regeneran estas condiciones. El Elemento Madera (árbol) genera y
regenera las condiciones vitales de los seres vivos, al posibilitar el
metabolismo de cualquier forma de vida orgánica, nutriéndola, formándola
y cultivándola. El árbol simboliza el alma de los seres arraigados en la
tierra y de aquellos que poseen el libre albedrío que les permite moverse
sobre la faz de la tierra.
El círculo vicioso de la sobrecarga

En el triángulo de la imagen vemos que el Elemento Madera es el más


perjudicado, al estar en la “punta de lanza” de la oposición y el control que
los Elementos Tierra y Metal ejercen sobre él. La Tierra (nosotros) anula
sus aportaciones al oponerse a ellas, y el Metal explota a la Madera con
mucha virulencia (cortando los árboles con su hacha). La interacción fluida
Madera-Tierra-Metal (∞) en el Ciclo Cosmológico optimiza el
funcionamiento de los tres, pero cuando se distancia de su verdadero ser,
el ser humano (Tierra) perturba este funcionamiento. Entonces, se
apropia de los bienes terrenales del Metal para explotar a la naturaleza
(Madera). A consecuencia de eso, las influencias beneficiosas del Elemento
Madera se obstruyen.
Al dar el mando de nuestra vida a la mente y apropiarnos de los bienes
terrenales, la Tierra se congestiona por lo que se genera una dinámica de
oposición en contra de los procesos naturales (Madera). Esta oposición se
manifiesta al rechazar todo lo que tiene que ver con los biorritmos y con la
naturaleza en general. Esto explica, entre otras muchas cosas, por qué
personas estresadas actúan como si la naturalidad, sinceridad y
espontaneidad de los niños fuera pecado. Debido a la oposición al
Elemento Madera podemos llegar a dañar y a rechazar las nociones morales
de nuestra alma, como por ejemplo la solidaridad.
En el pentágono basado en el orden del mundo, el Elemento Tierra se
aparta de la naturaleza (Madera) y ejerce una función de Madre del Metal
(Ciclo de Generación). Al principio, hay una relación de explotación
entre los Elementos Tierra-Metal-Madera, pero si nos enredamos en su
círculo vicioso, la Tierra se va a oponer a la Madera.

El círculo vicioso Tierra-Metal-Madera surge al fomentar el pensamiento


calculador y la búsqueda de resultados rápidos. Esta actitud se arraiga en la
idea de que sería natural buscar la satisfacción de nuestros intereses
materiales y temporales (Metal) y olvidarnos de los demás y del estado
vital del planeta (Tierra). Por inconsciencia, degradamos y agotamos así
las aportaciones materiales que son temporales y finitos (Metal) por lo
que surge la dinámica de oposición Tierra-Madera que nos hace obviar
nuestros propios criterios vitales y las nociones morales duraderas
(Madera). Además, al apropiarnos de las aportaciones del Elemento Metal,
reprimimos nuestra sensibilidad que posibilita tomar conciencia de esta
realidad.
Físicamente, este triángulo surge debido a disfunciones digestivas (Bazo,
Tierra). Si no nos tomamos nuestro tiempo para comer tranquilamente y
masticar bien (estado receptivo Montaña), al sistema digestivo le van a
faltar los factores necesarios para ejercer adecuadamente sus funciones.
Igualmente, si no nos tomamos nuestro tiempo para digerir las vivencias, se
nos van a faltar los criterios y las herramientas básicas (Metal) para
metabolizar las dificultades. Entonces, se desperdician además las
herramientas específicas del hígado (Madera), como por ejemplo la bilis y
las enzimas, por lo que el hígado va a tener dificultades de suministro y
nosotros vamos a entrar en un círculo vicioso de problemas digestivos.
Tanto en el ámbito físico como emocional, el segundo círculo vicioso se
manifiesta mediante múltiples disfunciones digestivas. Todas ellas
tienen que ver con el metabolismo de nuestras vivencias y el aprendizaje de
nuestras lecciones de vida. Si uno llega a oponerse a su propia naturaleza
(Madera), reniega de sí mismo. Como muestran las flechas en el triángulo,
por un lado, la Tierra (persona) se opone a la Madera (árbol, materia
orgánica) por lo que rechaza las aportaciones de su naturaleza; por otro, la
Tierra se apodera de las aportaciones del Metal (materia inorgánica) y
utiliza éstas para explotar a la Madera.
Es decir, en la medida en que nuestra condición vital –lo Receptivo de la
Tierra- se rige por “el vano trajinar autónomo” de la mente, nos oponemos
a nuestra verdadera naturaleza. A consecuencia de eso, rechazamos las
aportaciones de nuestra alma (Madera) y convertimos los bienes
terrenales del Metal en “hachas” con las que cortamos nuestros
“árboles” (vitalidad) y dañamos nuestras almas. Siempre que uno dañe
su alma de forma sistemática, su estado de ánimo y su sistema digestivo
reaccionarán mediante todo tipo de señales de malestar y avisan así del
problema.
Como vamos a ver a continuación, la sensibilidad que corresponde al Metal
es imprescindible para evitar que nos hagamos daño. Los seres vivos que
no se arraigan físicamente en la tierra sino que se mueven con libre
albedrío, se arraigan en su ser gracias a los atributos del Elemento Metal.
Estos nos permiten mantenernos en el centro de la interacción fluida
Madera-Tierra-Metal en el Ciclo Cosmológico.

Los atributos de orientación

Las aportaciones del Elemento Metal impulsan los cambios


circunstanciales en la tierra y, para que no nos perdamos, este Elemento
nos dota con determinados atributos que facilitan la orientación. Son la
percepción sensitiva, el instinto y la intuición, los sentidos del tacto y del
olfato, el sentido común y el sentido de la justicia. Si afrontamos las
circunstancias cambiantes debidamente, estos atributos nos permiten
adaptarnos a ellas con agilidad y soltura, y mantener nuestro equilibrio
Yin-Yang interior. Además, estos mismos atributos nos protegen al
avisarnos de cualquier peligro inminente e incluso de peligros futuros. Por
ejemplo, cuando estamos a punto de sembrar las semillas que generan
situaciones peligrosas, nuestras sensaciones y nociones nos avisan y, si les
hacemos caso, ayudan a identificar el peligro.
Por eso es tan importante escucharnos y prestar atención a lo que estamos
haciendo (estado receptivo Montaña). Pero esto es imposible con una
mente agitada y ansiosa. Si no aquietamos la mente para que se abra al
corazón, los cambios circunstanciales nos dan pánico. De ahí que nos
vamos a comportar como si fuéramos la Madre del Metal. Entonces, en vez
de afrontar los cambios como lo que son, una fase natural de cualquier
proceso metabólico que permite las transformaciones renovadoras, nos
esforzamos por parar este proceso y conducir los cambios en la “buena”
dirección. Una dirección que es, por definición, mala porque la Inteligencia
de la Vida es infinitamente mayor que la nuestra.

El ser humano se comporta como la Madre del Elemento Metal

Cuando nos guiamos por una mente miedosa y agitada, no afrontamos los
retos que la Vida nos propone, sino que maquinamos de todo para que no
cambie nada o para hacer que las circunstancias cambien según nuestros
intereses arbitrarios y temporales. Para conseguir eso, silenciamos los
atributos que el Elemento Metal nos ha dado. Pero al no disponer de ellos,
nos volvemos inseguros y nos aferramos a las “soluciones” que nuestra
mente agitada nos da. Pero lo que sus especulaciones y cálculos nos
aportan, da una falsa seguridad que nos llena de dudas y preocupaciones.
Silenciamos éstas también al ocurrírsenos todo tipo de justificaciones y
pretextos para quedarnos tranquilos. Tranquilos a medias, ya que en tales
casos nos urge confirmación por lo que vamos a imponer nuestros criterios
a fin de encontrar “aliados” que afirman nuestra visión de las cosas. Y
cuanto más poder tengamos, más falsas serán esas ratificaciones.
Al no aceptar que las circunstancias cambien, actuamos como si los
cambios nos atosigaran y llegamos a comportarnos como si la vida
consistiera en sobrevivir en un entorno hostil que tenemos que adaptar a
nuestras necesidades e intereses. Aunque en el fondo no somos seguros en
absoluto (al no disponer de nuestros atributos de orientación), actuamos
como si tuviéramos todo el derecho del mundo a imponer nuestros
criterios, sin siquiera darnos cuenta de que eso sí es ser egoísta. De ahí que
coartamos –en la mayoría de los casos sin darnos cuenta- el libre albedrío
de los demás con los medios de defensa que nuestra mente ha elaborado. Y
podemos llegar así a manejarles controlando, manipulando, negociando,
chantajeando, metiendo miedo, intimidando, insultando, engañando,
mintiendo, conspirando, etc. para imponer nuestros criterios arbitrarios,
variables e inconsistentes en el entorno privado, social y laboral.

Al apropiarnos de los bienes terrenales del Elemento Metal y silenciar


sus atributos de orientación, nos apropiamos además de las normas
universales del sentido de la justicia.
El Elemento Tierra se comporta como la Madre de Metal por ejemplo en la
educación, cuando quebrantamos el sentido de la justicia de los niños al
inculcarles otras normas y criterios. En vez de respetar y asociarnos con los
valores y las normas que conocen por naturaleza, nos comportamos a
menudo como si los niños fueran unos sacos vacíos en los que hay que
meter desde el exterior los valores de la especie humana (Agua) y sus
normas de justicia (Metal) y nociones de moralidad (Madera). Como si no
se hubiera demostrado ya hace bastante tiempo que, además de las
características individuales, la identidad, los valores y las normas
intrínsecas de los seres vivos se determinan por su ADN.
¡Es increíble cómo una mente agitada nos engaña y nos hace perder el
camino! Cuanto más inseguros nos volvemos al no utilizar nuestros
atributos de orientación, más nos complicamos la vida y más
responsabilidades ilícitas tomamos. Con respecto a los valores humanos,
las normas universales de justicia y las nociones de moralidad intrínsecas
de nuestra especie, tenemos una única responsabilidad, respetarlos.
Sin embargo, debido a nuestra inseguridad nos cargamos con
responsabilidades que no tenemos. Por ejemplo, los niños aprenden a
mantener el equilibrio experimentando y escuchándose. Si pensamos que
hace falta dirigir sus movimientos y avisarles de cualquier peligro posible,
por ejemplo cuando empiezan a andar, lo que conseguimos es interrumpir
su concentración y distraerles de las indicaciones que reciben de las fuerzas
creativas en su interior. Al privarles de las sensaciones que afluyen desde
su interior, les hacemos sentirse inseguros e impedimos que adquieran
confianza en sí mismos. De esta manera usurpamos una responsabilidad
que les pertenece a ellos.
Si no utilizamos nuestros atributos de orientación, tomamos
responsabilidades que no pertenecen al Elemento Tierra y nos volvemos
irresponsables al actuar en contra de los ciclos vitales que mantienen el
equilibrio. Esto se demuestra también en el deterioro medioambiental
provocado por el trajinar autónomo de nuestra prepotencia.
El cuidado de los niños y su educación serían mucho más sencillos y
mejores, si tomáramos conciencia de los atributos de orientación que
poseen por naturaleza. En vez de cargarnos con responsabilidades que no
nos pertenecen, deberíamos prestar atención a las influencias beneficiosas
de estos atributos, tanto para ellos como para nosotros mismos. El cuidado
de estos atributos en la educación hace que actuemos de modo responsable,
ya que al respetar y dejar que ejerzan sus atributos de orientación
contribuimos a su desarrollo equilibrado. Además, al darnos cuenta así de
todo lo que aprenden cuando se escuchan y experimentan las cosas por sí
mismos, y al experimentar cómo nuestros propios atributos nos orientan
para saber cuándo interferir y cuándo no, superamos nuestra inseguridad.
En general, todo sería mucho más sencillo y mejor si reconociéramos que
dependemos de las fuerzas armoniosas y benignas del orden universal, tal
como enseña el hexagrama 30: Lo Adherente (Fuego), que tratamos en el
primer círculo vicioso. Si tomáramos conciencia de que nuestra condición
vital se determina por lo Receptivo y que disponemos en nuestro interior de
la sabiduría de lo Creativo cuyas directrices generales e indicaciones
puntuales iluminan el camino de cada uno, no nos cargaríamos con
responsabilidades ilícitas sino que seríamos capaces de crear un mundo
basado en los valores humanos, en las normas de conducta del sentido de la
justicia y en las nociones de la moralidad. Cada ser humano posee en su
interior el mismo código de conducta. Tomando conciencia de estos
valores, normas y nociones comunes y procurando respetarlos, realizamos
nuestro verdadero ser y creamos un mundo realmente humano.

Superar la inseguridad

Para actuar de modo responsable, es imprescindible reconocer nuestras


limitaciones e inseguridades. No en el sentido de aceptarlas sino para poder
superarlas con la ayuda de los atributos de orientación. La inseguridad y las
responsabilidades ilícitas nos nublan la mente. Al reconocer que nos
sentimos inseguros y que hay cosas que no sabemos hacer, nos paramos y
recibimos desde nuestro interior los estímulos que necesitamos para
superarnos. En cambio, si no reconocemos nuestras limitaciones e
inseguridades, se activa automáticamente nuestra mente ansiosa y miedosa
por lo que nos vamos a comportar como un caballo desbocado. El pánico y
la ansiedad hacen que nos olvidemos de todo lo que sabemos y que
actuemos sin ton ni son. En el hexagrama dedicado al Trueno (Metal), I
Ching habla de cómo deberíamos afrontar el temor provocado por los
cambios repentinos en nuestras circunstancias.
I Ching explica en el hexagrama 51: Lo Suscitativo, cómo el ¡ju, ju! del
temor se puede convertir en ¡ja, ja! gracias a la conmoción interior.
Recordemos lo esencial de este hexagrama. Aquí sirve de imagen el Trueno
que irrumpe desde las entrañas de la Tierra –o sea, nuestras entrañas-
causando temor y temblor con su conmoción. La conmoción interior
moviliza las cosas que obstruyen las influencias beneficiosas de Madera
en la “punta de lanza” del triángulo. Por eso, aunque es normal que nuestra
primera reacción sea de rechazo ¡ju, ju!, hay que saber que si mantenemos
la calma, la conmoción interior crea las condiciones que permiten poner
orden en nuestras vidas por lo que luego puedan surgir el regocijo y la
alegría: ¡ja, ja!

I Ching resalta que la conmoción producida por el Trueno nos da la


oportunidad de volver a tomar contacto con nuestro sincero sentir y
con la voluntad de Dios.
Por ejemplo, si mantenemos la calma después de una pelea fuerte, la
conmoción del Trueno moviliza las cosas estancadas en nuestro interior y
posibilita así que esas cosas caigan en su sitio. Entonces, como dice I
Ching: “una honda seriedad interior que hace que todos los terrores
externos reboten impotentes sobre ella, lleva a uno a indagar en su interior
y a poner orden en su vida.” Así, la descarga de las tensiones que se
producen a menudo en este círculo vicioso, activan las influencias
beneficiosas de la fuerza natural Trueno por lo que se nos ofrece la
oportunidad de recuperar nuestro equilibrio Yin-Yang gracias a la
liberación de las influencias beneficiosas del Viento (Madera).
Al recibir las aportaciones de la esencia de nuestro ser (Madera), podremos
darnos cuenta de la necesidad de respetarnos mutuamente y de ser cada uno
leal a sí mismo, sin egoísmos ni exigencias. Podremos así centrarnos en el
eje horizontal y actuar de acuerdo con la voluntad de Dios al volver a
nuestros orígenes y restablecer la conexión con lo Creativo. Cuando
logremos respetar nuestro verdadero ser y guiarnos por las influencias
beneficiosas de las cuatro fuerzas primordiales de la naturaleza, daremos un
giro satisfactorio a nuestras vidas y nos haremos dueños de nuestra
situación.

Cayéndonos y levantándonos, en los dos primeros círculos viciosos vamos


conociendo las cualidades, valores y normas que determinan nuestro ser.
En la convivencia nos damos cuenta de cuáles son nuestras dificultades y
limitaciones, y aprendemos a cultivar nuestras cualidades y habilidades
constructivas y, para sentirnos bien, procuramos deshacernos de nuestros
comportamientos y actitudes destructivas, superar nuestras limitaciones y
dificultades, y resolver nuestros problemas. Aprendemos disfrutando,
experimentando, imitando, investigando, observando, hablando,
preguntando, consultando, estudiando, etc. Y para aclararnos y definir
nuestra actitud y acciones, nos preguntamos cosas, especialmente, cuando
la vida nos confronta con los miedos, inseguridades, frustraciones,
prejuicios, deseos y exigencias que producen dudas, tensiones y conflictos
en nuestro interior y en nuestro entorno.

Pero si no nos centramos…

Las condiciones vitales destructivas que se visualizan en el triángulo


Tierra-Metal-Madera, perduran y se agravan hasta que los “truenos” que
sacudan nuestras vidas, no hayan logrado enseñarnos a respetarnos
mutuamente, ser honrados y justos con nosotros mismos y con los demás, y
a comprometernos con nuestro verdadero ser.
Impermeabilizarnos para no sufrir, no sirve de nada. La fuerza
primordial Trueno insistirá en intentar despertar nuestra conciencia. Los
efectos emocionales y físicos de sus “truenos” van a ser cada vez más
graves, evidentes y dolorosos hasta que logren conmovernos interiormente
y movilizarnos desde dentro. Pero si no nos calmamos en el estado
receptivo Montaña, el miedo y el pánico hacen que nos montemos en
caballos desbocados y que nos dediquemos a controlar estos caballos, en
vez de centrarnos y afrontar nuestra situación. Si rechazamos de antemano
cualquier cambio y no nos preguntamos cuál es la causa de estos “truenos”,
no podremos resolver ningún problema ni renovarnos.
Si intentamos inmovilizar los procesos de cambio y echamos la culpa
de nuestro malestar y desasosiego a los demás y a las circunstancias,
nuestro verdadero ser (Madera) se queda gravemente dañado. Dado que la
vida en sí misma es un proceso de cambio constante, hacemos así daño a la
esencia de nuestro ser y a nuestra alma. Los daños severos al alma se
exteriorizan físicamente al regurgitar y echar bilis. También en la vida
“regurgitamos bilis” si, en vez de abrirnos interiormente para deshacer los
embrollos, echamos hacia fuera la “bilis” que sirve para despejar las dudas
y disponer de los criterios morales necesarios para investigar situaciones
complejas, reconocer sus componentes, ordenar estos y resolver los
problemas.
En la medida en que afrontamos los problemas “echando bilis”, nos
oponemos a nuestra naturaleza y a los nociones morales de nuestro ser por
lo que rechazamos nuestra propia alma (Madera). En tal caso, uno se agarra
a cualquier cosa o persona para echar su “bilis” fuera al criticar
amargamente a los demás y acusarles a ellos de cosas que él mismo hace y,
además, no aplica estos criterios nunca a sus propios actos.
Cuando uno hace eso sistemáticamente, llega a desentenderse de sí
mismo por lo que renuncia a la realización de su ser (Tierra) y a su
evolución (Madera).
Al apegarse a sus circunstancias materiales y convertir los bienes de Metal
en “hachas para cortar los árboles de Madera”, se desvincula de su alma
(Madera) y de su ser (Tierra) por lo que “se cae” del triángulo de la
sobrecarga y se queda interiormente inmovilizado en el Elemento Metal.
Allí los tentáculos del ego le esperan para movilizarlo mediante la dinámica
del tercer círculo vicioso, donde el ego dirige sus acciones, le amarga la
vida y hace que se la amargue a los demás, al otorgarle un poder que deja
muy mal sabor de boca, igual que la bilis.

5. El poder del ego. 3er Círculo vicioso

Publicado el Martes, 31 Mayo 2011


Última actualización en Jueves, 20 Julio 2017

La inseguridad y el abuso de poder desequilibran al Elemento Metal por lo


que éste toma el poder sobre su “Abuelo” (Fuego) e “Hijo” (Agua).
Entonces, el ego adquiere poder sobre nosotros y utiliza nuestras
habilidades mentales (Fuego) para buscar seguridad mediante la
manipulación de las circunstancias y el manejo de los demás. El ego usurpa
el poder directivo de lo Creativo (Agua) y nos enreda en un círculo vicioso
que no implica al Elemento Tierra (nosotros), como muestra la imagen del
pentágono con el triángulo Metal-Fuego-Agua remarcado. Se ilustra así
que la dinámica del poder del ego produce aislamiento y soledad y fomenta
actitudes inhumanas.

Las vivencias en el mundo corresponden al Elemento Metal, cuyos


atributos de orientación sirven para encontrar el camino en las
circunstancias cambiantes y mantener el equilibrio Yin-Yang. Como hemos
visto en el círculo vicioso de la sobrecarga, las influencias beneficiosas del
Trueno sirven de estimulo para revelar las causas de las tensiones y
conflictos, si mantenemos la calma. La conmoción interior provocada por
el Trueno (Metal), moviliza los sentimientos negativos que obstruyen las
influencias de la esencia de nuestro ser (Madera). Gracias a esta
movilización, podemos poner orden en nuestras vidas y recibir los
estímulos que enseñan a ser leales a nuestro verdadero ser.
Al volver a posicionarnos así en el centro de la interacción fluida (∞) entre
los Elementos Metal y Madera, afrontamos nuestros problemas basándonos
en las normas del sentido de la justicia (Metal) y en las nociones de
moralidad (Madera). Encontramos así los criterios para evaluar los
acontecimientos y, con la ayuda de las influencias beneficiosas del ciclo
vital Metal-Madera, obtenemos los recursos para resolver los problemas de
modo imparcial y justo.
En cambio, si pensamos que nuestro estado vital se determina por las
circunstancias, echamos la culpa de nuestros problemas a éstas y a los
demás. Debido a ello, empleamos toda nuestra energía y capacidad mental
en intentar cambiar a los demás y cambiar las circunstancias según nuestros
intereses temporales y arbitrarios. Entonces, creamos unas condiciones de
vida en las que renegamos de nuestro ser (Tierra) y convertimos los bienes
terrenales (Metal) en “hachas con las que cortar árboles y dañar almas
(Madera)” por lo que nos quedamos apegados al Metal y “nos caemos” del
triángulo Tierra-Metal-Madera. Al quedarnos apegados a los bienes
materiales, nos entregamos al poder del ego cuyo círculo vicioso corrompe
las personas y destruye la vida.

El tercer círculo vicioso

El ego toma posesión de las habilidades del Elemento Fuego cuando “lo
Receptivo avanza por sí mismo” y no nos paramos en ningún momento
para reflexionar y centrarnos. Y cuando el vano trajinar autónomo del ego
toma el mando sobre nuestra mente, nos convierte en víctimas y verdugos
del poder. Sin embargo, la causa por la que el poder del ego nos atrapa es la
misma en ambos casos: la acumulación de disgustos no digeridos.
Las personas que no afrontan sus problemas sino que echan la culpa a los
demás y a las circunstancias, se quedan atrapadas en el círculo vicioso del
poder del ego y repiten la misma historia una y otra vez porque no
aprenden de ella. La dinámica en el triángulo Metal-Fuego-Agua explica
que esto es así porque, en vez de consultar su interior y renovarse, envían
los desechos metabólicos del Fuego al Agua por lo que su interior se
contamina y, por así decirlo, el Agua contaminada asfixia a lo Creativo.
En el triángulo Metal-Fuego-Agua la “lanza” apunta al Fuego. Se señala así
que -al tragarse las cosas que le sientan mal, en vez de digerirlas- los
pensamientos y los sentimientos negativos proliferan y se acumulan en la
mente. El ego se alimenta de ellos por lo que sus tentáculos atrapan al ser
humano. Si uno no afronta sus dificultades, el ego toma el poder en el
Elemento Fuego y envía todo lo negativo al Agua.
Si el ego toma el poder en el Elemento Fuego, utiliza nuestras habilidades
mentales de forma perversa. Al congelar el corazón y nublar la mente, el
poder del ego nos corrompe. Por eso, el apego a lo material genera una
dinámica muy destructiva. Como señala la dirección de las flechas de color
rojo, las tres fuerzas implicadas se mueven a contracorriente del fluido
normal en el pentágono. Se ilustra así que la dinámica en este círculo
vicioso no sólo afecta al sincero sentir (corazón) y al espíritu humano
(Agua), como sucede en el primer círculo vicioso, sino que se vuelve
además en contra del razonamiento lógico de la mente (Fuego) y destruye
los bienes materiales del Metal.
Así que, el ego se alimenta de nuestros sentimientos y pensamientos
negativos y estos, junto con los desechos metabólicos generados por el
vano trajinar autónomo del ego, contaminan nuestro interior. Además, en el
Ciclo de Generación la flecha que va del Agua al Metal, señala que esta
contaminación invade nuestro entorno (Metal), enviciando las condiciones
vitales a nuestro alrededor.

El círculo vicioso del poder del ego

Sin embargo, quienes se encuentran atrapados en este círculo vicioso no se


responsabilizan de la contaminación que generan. Bajo ningún concepto, el
ego permite que nos impliquemos personalmente y aprendamos de nuestras
vivencias. Quienes se apoyan en el poder del ego, lo necesitan
precisamente para eso, para no implicarse, para no responsabilizarse. Por
eso son incapaces de aprender de la vida. Para el ego la culpa de cualquier
malestar o problema la tienen siempre las circunstancias y los demás. El
ego es muy incongruente. Por un lado, se glorifica por ser capaz de
cambiar las condiciones vitales manipulándolas según su parecer y, por
otro, nunca se responsabiliza de las consecuencias de sus actos.
El ser humano se enreda en el círculo vicioso del ego al llevar el poder de
la mente calculadora al extremo y guiarse por los sentimientos y
pensamientos negativos producidos en los dos círculos viciosos anteriores.
De ahí que las personas atrapadas en este círculo vicioso, elaboran
criterios determinados por la falta de reflexión, seguridad,
sensibilidad, confianza, sinceridad y conciencia. El ego hace que
busquen seguridad basándose en especulaciones y cálculos mentales.
Debido al desequilibrio del Elemento Fuego provocado por esta dinámica,
la acumulación de sentimientos negativos obstruye el corazón,
congelándolo, y la mente afronta las circunstancias actuando conducida por
pensamientos negativos, miedo y ansiedad, por lo que es incapaz de
razonar con lucidez y lógica.

Las víctimas y los verdugos del poder del ego

El ego se cree el dueño del mundo, busca la satisfacción de sus deseos y


pretende dominar las circunstancias y las personas. La dinámica del ego
determina el orden del mundo por lo que todos estamos expuestos a las
influencias del poder del ego. Aquellos que toman el papel de víctima, no
afrontan lo que les sienta mal sino que se lo tragan todo, haciendo como si
se tratara de poner buena cara y de adaptarse a lo que sea. Esto lo
hacen conduciéndose por “lo Receptivo que avanza por sí mismo,” en vez
de guiarse por lo Creativo y por las normas del sentido de la justicia, la
dignidad y la moralidad. Utilizan su mente calculadora para intentar evitar
el dolor producido por los “verdugos del ego”, aunque consiguen así que
las situaciones dolorosas perduran y se agravan por lo que se tragan cada
vez más dolor.
Pero como intentan perfeccionar su “trajinar autónomo” para mejorar sus
circunstancias, y el miedo y la ansiedad nublan su mente, no se dan cuenta
de que, actuando así, sus circunstancias sólo empeoran y su dolor aumenta.
Acumulan cada vez más sentimientos y pensamientos negativos que
alimentan al ego. De modo que, al moverse al son de las circunstancias y
someterse a la dinámica del poder que ejercen sus “verdugos” sobre ellas,
se quedan atrapados en los tentáculos del ego.
Aquellos que toman el papel de verdugo, tampoco afrontan lo que les
sienta mal, pero utilizan el poder de su mente y su “trajinar autónomo”
para controlar las circunstancias y las personas en su entorno a fin de
conseguir, como sea, lo que desean. La aparente seguridad y la falta de
escrúpulos de los egoístas nos suelen confundir pero, al tener en cuenta las
causas y los efectos de los círculos viciosos anteriores, todo toma otro
cariz. Lo que ocurre en aquellos círculos viciosos indica que una profunda
inseguridad existencial es el origen de su necesidad de ejercer un control
absoluto sobre su entorno. Para obtener el control sobre las circunstancias,
pretenden determinar y dirigir tanto las transformaciones (lo Creativo)
como las formaciones (lo Receptivo) a las que la vida está sujeta. De ahí
que necesitan dominar a los demás, sometiéndolos a sus criterios
particulares. Al creerse los dueños del mundo y sentirse atosigados por las
circunstancias, dividen el mundo en víctimas y verdugos. Piensan que si
ellos no dominan las circunstancias, otros lo harán y les someterán a ellos.

El comportamiento de cualquier tirano

Para darnos cuenta de cómo actúa el poder del ego en el mundo, sirve el
comportamiento de cualquier tirano. Al observarlo, ves que cuando el ser
humano se cree Dios, es el dios ego quien impulsa, dirige, condiciona y
controla su vida y la de los demás. Ningún tirano es dueño de su propia
situación. El ego le hace pensar que sus temores y prejuicios correspondan
a la realidad de las circunstancias exteriores pero, haga lo que haga, las
circunstancias no dejarán de atosigarle nunca.
Debido a la dinámica del ego, cualquier egoísta se siente fácilmente
atosigado y no se librará de esta sensación hasta que no se dé cuenta de que
es su propia inseguridad la que le hace sentirse atosigado. Para liberarse
tendrá que superar su inseguridad.
De pequeño, al inicio del desarrollo de su conducta egoísta, abusiva,
dominante, opresora y despótica, el tirano fue seguramente un niño
mimado y sobreprotegido que hacía de todo para controlar a la gente en su
entorno (Metal), pensando que de este modo crearía circunstancias
previsibles y vencería las causas de sus miedos e inseguridades. Al
consentirle su impaciencia y ansiedad, no aprendió a utilizar su capacidad
de reflexión interior (Tierra) sino que se acostumbró a afrontar su
inseguridad basándose en especulaciones, cálculos y criterios
inconsistentes, arbitrarios y caprichosos (Fuego desequilibrado) por lo que
desarrolló una gran variedad de técnicas manipuladoras.
Se crean así circunstancias que infringen las normas del sentido de la
justicia (Metal) por lo que los demás sienten rechazo, lo cual aumenta su
inseguridad. Si el niño está luchando contra su vulnerabilidad, se siente
obligado a imponer sus criterios a la fuerza. Aunque consigue así que la
gente en su entorno haga lo que él quiere, nunca se siente satisfecho porque
los demás –debido a su rechazo y temor- son incapaces de darle lo que
necesita realmente: arropamiento y seguridad.
Al vulnerar constantemente la dignidad de la gente en su entorno, un tirano
provoca muchas resistencias por lo que se siente amenazado y su
desconfianza e inseguridad aumentan. Si las reacciones de los demás no le
hacen reflexionar sino que, muy al contrario, le otorgan poder sobre sus
actos, se cree obligado a maquinar de todo para crear un mundo en el que
pueda sentirse seguro. Si llega a esta conclusión, el ego toma el mando
sobre su vida y explaya sus artimañas para imponer en el entorno sus
criterios arbitrarios y egoístas.
Los criterios del ego son tan injustos e inconsistentes que quebrantan
las normas del sentido de la justicia (Metal) y los criterios racionales de
la mente (Fuego), por lo que en la vida de cualquier niño hay muchas
oportunidades para rectificarse. Pero si el poder de un pequeño déspota es
tal que le consienten todo, éste puede llegar a actuar sin ningún escrúpulo y
cometer cualquier barbaridad sin reconocer su responsabilidad. El hecho de
que los criterios del ego quebrantan incluso los criterios racionales de la
mente, explica que, finalmente, muchos tiranos se vuelvan locos.
Se vuelven locos, porque el ego no sólo hace que un tirano invente
continuamente cosas más sofisticadas para manipular, intimidar y
coaccionar a los demás, sino que el ego manipula, intimida y coacciona
igualmente al tirano mismo. De ahí que éste falsea la realidad creyéndose
sus propias mentiras y engaños por lo que se enreda cada vez más en los
tentáculos del ego. Y a pesar de que debería saber que ha montado todo ese
enredo para sentirse seguro, la inconsciencia producida por el desequilibrio
del Elemento Fuego hace que sea incapaz de darse cuenta del hecho de que
está consiguiendo todo lo contrario de lo que busca ya que, en realidad, sus
medidas de control y defensa no le dan ninguna seguridad. De ahí que los
tiranos no terminen nunca de aumentar y perfeccionar las medidas que
sirven, supuestamente, para defender su terreno y sentirse seguros.

Los tentáculos del ego

A medida que la humanidad toma conciencia de sus valores esenciales,


caen los tiranos y los sistemas totalitarios, pero los tentáculos del ego no
perecerán hasta que no desenmascaremos su procedencia. La inconsciencia
del hecho de que los valores humanos, las normas del sentido de la justicia
y las nociones de la moral humana son innatas, junto con las calamidades
que ocurren en el mundo, nos hacen pensar que el ser humano es egoísta
por naturaleza. Sin embargo, la dinámica intrínseca de los círculos viciosos
deja ver que el egoísmo se origina en la falta de respeto a nuestro verdadero
ser y se efectúa debido a la inseguridad existencial y la acumulación de
sentimientos y pensamientos negativos.
Cuando respetamos nuestro ser (Tierra), respetamos las normas del
sentido de la justicia (Metal) y nos guiamos por ellas. Si nos regimos por
las influencias beneficiosas del Elemento Metal, éstas nos llevan al
Elemento Madera cuyas influencias en el interior de cada uno fomentan la
moralidad determinada por la esencia de nuestro ser. De esta manera los
Elementos Metal y Madera interactúan entre sí por lo que nos auto-
regulamos ubicados en el centro del ciclo vital Madera-Tierra-Metal en el
eje horizontal del Ciclo Cosmológico. Al actualizarse así las normas de
conducta innatas del ser humano, vivir en consonancia con la energía
creativa de este ciclo vital impide que el ego adquiera poder sobre nosotros.

Por ejemplo en el ámbito familiar o laboral, se observa que si los demás


no caen en sus redes tomando el papel de víctima, los tiranos no adquieren
poder. Si salvaguardamos nuestra dignidad y defendemos las normas del
sentido de la justicia, el camino de los que abusan del poder se convierte en
un callejón sin salida y ellos se quedan solos por lo que puedan rectificarse.
De ahí que las mejores armas contra cualquier forma de terrorismo sean
aquellas que se basan en las normas del sentido de la justicia y en los
valores humanos. Estas normas y valores son imparciales y forman parte de
la verdadera naturaleza humana por lo que todo lo que hacemos para
salvaguardarlos, abre rendijas en la coraza de pequeños y grandes
maltratadores, terroristas y tiranos. A través de estas rendijas se activa la
energía perseverante de lo Creativo que, antes o después, despertará en su
interior la conciencia de las normas propias de la conducta humana.

El orden del mundo se basa en la idea de que el ser humano es egoísta


por naturaleza. Pero si observamos sin prejuicios el comportamiento
humano, vemos que el egoísmo no es propio de nuestra especie, ya que nos
hace daño y es incapaz de darnos satisfacción, seguridad y paz. Lo que por
ejemplo sí satisface a cualquier ser humano, incluso a poderosos y egoístas,
es poder hacer algo para los demás. Si nos escuchamos y respetamos
nuestro sincero sentir, por naturaleza obedecemos las normas del sentido de
la justicia e indagamos con sinceridad en nuestro interior. Entonces,
encontramos lo que necesitamos para afrontar la vida y resolver nuestros
problemas de modo que aprendamos de ellos y no nos hacemos egoístas en
absoluto.
Gracias al incremento de la conciencia e influencia del pueblo, los
regímenes totalitarios y autoritarios han ido desapareciendo. No obstante, el
poder del ego persiste al basarse los sistemas de organización estatal, de
educación, empresarial y económico todavía en llevar el poder de la mente
al extremo. El orden del mundo se arraiga en sistemas que se rigen por
el poder y por intereses particulares y se apoyan en el trajinar
autónomo y la prepotencia del ego. Igual que los sistemas de
supervivencia de cualquier tirano, los sistemas que organizan la sociedad
democrática fomentan el abuso del poder y se rigen por la dinámica
destructiva del triángulo Metal-Fuego-Agua.
Por eso, al esforzarnos por adaptarnos al orden del mundo nos hacemos
víctimas del ego. Sin embargo, es esperanzador que casi siempre que
actuamos en contra de la dinámica fluida del orden natural de la vida, nos
justificamos diciendo “el-mundo-es-así” o “es-el-reglamento”. Esto indica
que reconocemos perfectamente todo lo que va en contra del desarrollo
armónico de la vida. Da esperanza que la mayoría detecte espontánea y
puntualmente lo que nos pide el orden egoísta del mundo. Esto indica que
es posible actuar en la vida cotidiana lo máximo posible en consonancia
con la dinámica fluida en el Ciclo Cosmológico, por lo que el orden del
mundo cambiará en la medida en que consigamos guiarnos por nuestros
valores y normas comunes.
Desde siempre, el pueblo ha sido más sabio que sus gobernantes. Esto se
debe a que la vida privada se rige por el amor, las normas del sentido
de la justicia y las nociones de la moralidad. Según I Ching, mediante
ellos lo Creativa despierta y desarrolla la esencia más elevada en el ser
humano para que adquiramos así “la sabiduría que reconoce las leyes
firmes vigentes en todo lo que acontece.”
Es esperanzador que las manifestaciones de indignados hayan despertado y
fomentado la conciencia de nuestros valores comunes y que estos nos
lleven a todos a promover la reflexión, la justicia, la moralidad y la
solidaridad. Al defender y salvaguardar nuestra dignidad, podremos
conducir el rumbo del mundo hacia el cauce del orden del Tao ya que
se abren así rendijas en la coraza del sistema capitalista. Tanto el pueblo
como sus gobernantes son víctimas del poder del ego. Encauzar el rumbo
del mundo no depende del poder que tengamos sino que es cuestión de
comprometernos con nuestro verdadero ser y respetar los valores y las
normas intrínsecas de nuestra especie.

Las consecuencias del poder del ego

Aprendemos del orden del mundo un código de conducta muy nocivo


para nuestra salud mental y emocional. Este orden nos inculca una
infinidad de ideas perjudiciales mediante todo tipo de conceptos que se
expresan en los mensajes repetitivos de políticos y otros poderes fácticos,
en las noticias, los periódicos, los debates televisados, etc., los conceptos
que se plasman en los planes de estudio, los reglamentos laborales, los
objetivos empresariales, etc. y los conceptos que se divulgan mediante los
anuncios, redes sociales, películas, videojuegos, etc.
El orden del mundo nos inculca ideas que dictan, para nombrar algunas,
que para solucionar los problemas hay que tener poder; que el mundo se
divide entre buenos y malos, entre amigos y enemigos, entre vencedores y
vencidos; que la vida es injusta porque el ser humano es egoísta por
naturaleza; que nuestro sistema económico fomenta la libertad y el
progreso; que los líderes deben determinar y controlar la conducta de las
personas para evitar el caos; que se vence el mal luchando contra los malos
y matando; que la vida es una lucha de poder en la que si tú no dominas a
los demás, te dominarán a ti; que el valor de las personas se determina por
su apariencia física, sus posesiones y su poder; que tú no mereces que te
respeten por ser como eres y que combates tu soledad acoplándote al
comportamiento del grupo; que no tenemos más remedio que adaptarnos a
los criterios del mandatario de turno; etc.

Como el ego rige el “orden” en el mundo, al esforzarnos por adaptarnos


a este orden nos sometemos al poder de un tirano. Sabemos que el orden
del mundo es insano y dañino pero, ya que su dinámica es imparable,
pensamos no tener más remedio que intentar controlar y remediar sus
consecuencias, y esperar que las cosas mejoren poco a poco. Pero controlar
sus consecuencias es como montarse en un caballo desbocado. Controlarlo
pide muchísima energía, las consecuencias son cada vez más graves y,
mientras tanto, este caballo no es capaz de llevarnos a ninguna parte.
Además, la dinámica propia del círculo vicioso que rige el orden del
mundo, no corrobora en absoluto la esperanza de que las cosas mejoren por
sí solas. A no ser que nos comprometamos con nuestro verdadero ser y
procuremos salvaguardar las normas y los valores innatos de nuestra
especie con hechos basados en una conducta sincera e íntegra que conlleve
honradez, imparcialidad, justicia y solidaridad, el orden del mundo
continuará destruyendo la vida debido a una fuerza que I Ching llama la
inminente animación orgánica.
Es que, la inminente animación orgánica es implacable. En el Ciclo
Cosmológico esta animación mantiene por sí misma el equilibrio Yin-Yang
que determina, entre otros, el equilibrio ecológico y la salud del cuerpo. En
cambio, la inminente animación orgánica que determina la dinámica en los
círculos viciosos, destruye –también por sí misma- el equilibrio y la salud,
especialmente en aquellos que se oponen con todas sus fuerzas a la
dinámica armonizadora del Ciclo Cosmológico, como es el caso en el
círculo vicioso del poder del ego.
Por ejemplo, se ha cumplido con creces lo que pronostiqué hace diez años,
al basarme en el comportamiento de la inminente animación orgánica.
Publiqué la primera edición del libro La Vida Es… en el año 2007. En el
capítulo II explico las normas del principio Yin-Yang aplicando los
conceptos de lo Creativo y lo Receptivo a los desequilibrios Yin-Yang que
se manifiestan en la relación entre el “primer” y el “tercer” mundo.
Copio aquí el pronóstico a lo que me refiero (p. 100): “Los síntomas del
Exceso de Yang como la inmigración desde el continente africano, ni
poniendo todos los impedimentos que se nos pueden ocurrir, los podremos
parar porque se deben a la inminente animación orgánica. No podemos
hacer otra cosa que no sea equilibrar la situación según el principio Yin-
Yang, porque todo lo que va en contra de las normas Yin-Yang es
insostenible y tiende a hacerse cada vez más conflictivo.”
En aquel entonces escribí esto pero –aunque la lógica de la gravedad del
desequilibrio Yin-Yang en el mundo lo vaticinaba claramente- en ningún
momento pude imaginarme los estragos venideros que el mundo
“globalizado” causaría. Ni por asomo pude imaginarme que ningún
sufrimiento humano, ninguna hambruna, ninguna emigración masiva,
ninguna crisis monetaria, ninguna calamidad, ninguna guerra,
ninguna ola de refugiados, ni ninguna muerte masiva podrían hacer
que nos paráramos y nos diéramos cuenta de las causas que han
desatado la furia de la inminente animación orgánica. Nunca me
imaginé que el desequilibrio Yin-Yang que el mundo padece, pudiera
alcanzar las dimensiones que ha tomado durante los últimos 10 años…

“Mientras luchemos con un problema, éste sigue siendo el dueño de


nuestra situación”

I Ching explica que mientras luchemos con un problema, éste sigue siendo
el dueño de nuestra situación. En vez de pararnos y reflexionar sobre sus
causas, intentamos resolver los problemas luchando con sus efectos. De
esta manera las circunstancias se hacen dueños de nosotros, en vez de que
nosotros nos hacemos dueños de nuestra situación (ver La Vida Es… pp.
217-219).
Como los gobiernos luchan con los problemas causados por los
desequilibrios Yin-Yang, las calamidades generadas por el círculo vicioso
del ego continúan alimentando y multiplicando los caballos desbocados que
recorren el mundo. Y mientras tanto se incrementa el trabajo gigantesco de
las ONG que intentan remediar en lo posible sus consecuencias. La
dinámica del triángulo Metal-Fuego-Agua explica las consecuencias
devastadoras del orden del mundo para la humanidad y asimismo nuestra
impotencia.
Como hemos visto, las aportaciones de los Elementos Fuego, Agua y Metal
implicados en este círculo vicioso van todas a contracorriente. La dinámica
del orden del mundo (Metal desequilibrado) se opone al sincero sentir y al
razonamiento lógico (Fuego) y a las directrices del espíritu humano (Agua).
Debido a ello, la inminente animación orgánica en el círculo vicioso Metal-
Fuego-Agua contamina la condición humana (Agua) y las condiciones
terrenales que posibilitan la vida en el planeta y en el mundo (Metal). Y al
aumentar la inseguridad (Metal desequilibrado), congelar el corazón,
nublar la mente y aumentar la ansiedad (Fuego desequilibrado) y el miedo
(Agua desequilibrada), la dinámica de este círculo vicioso impide pensar
con claridad y analizar los acontecimientos basándose en criterios
consistentes y razonando con lucidez y lógica.
En todos los ámbitos de la vida se puede observar que nuestros
pensamientos se determinan en gran parte por los criterios
inconsistentes del ego y que nuestro razonamiento se basa en la lógica
de la dinámica egoísta. Al creernos que aquello que dicta el espíritu
humano no es más que una utopía inalcanzable, entregamos nuestra alma a
la dinámica del ego y nos enredamos en sus tentáculos. Al renegar de
nuestro verdadero ser, se nos nubla la mente hasta tal punto que llegamos a
confiar en los castillos de naipes que el vano trajinar autónomo del ego
construye.
Por ejemplo, el sistema de educación busca la igualdad y se aferra a sus
métodos para conseguirlo, aunque resulta que la cantidad de niños que
sufren acoso escolar está aumentando de forma alarmante. En vez de
afrontar este problema y cuestionar con sinceridad y honradez sus métodos
para fomentar la igualdad, resulta que el sistema educativo y muchos
profesores se desentienden de la realidad que muestra un aumento de acoso
y maltrato. Al sentirse cuestionados reaccionan defendiendo sus castillos de
naipes, como dicta la dinámica del ego.
Otro ejemplo es el sistema económico. El gobierno está tan convencido
de su validez que, por ejemplo, los principios y los criterios de “la”
economía forman parte de los planes de estudio, como si nuestro sistema
económico fuera una ciencia. Se adoctrinan así los “valores” del castillo de
naipes de un sistema que está en crisis debido a la profunda injusticia de
sus principios, criterios y métodos, y cuyas consecuencias destruyen la
fuente de riqueza del país al mandar al paro a las personas que con su
trabajo generan la subsistencia de la economía real.
Sólo utilizando el sentido común y las normas del sentido de la justicia, se
revela que un sistema económico basado en la explotación de los débiles,
en la maquinación de la realidad, en el endeudamiento sistémico, en la
especulación, en los vaivenes de la Bolsa y en el miedo, no puede nunca
traer nada bueno. Pero la dinámica del círculo vicioso del ego hace que
tanto los poderosos como la mayoría de los economistas, protejan sus
castillos de naipes. El hecho de que el pueblo paga las consecuencias de
este sistema, no hace que se cuestionen los fundamentos del mismo. Y al
adoptar los criterios del ego, el pueblo asume estas consecuencias como si
la dinámica de nuestro sistema económico fuera normal. Pero el círculo
vicioso de este sistema desencadena la furia de la inminente animación
orgánica y ésta destruye la vida de modo implacable.
Conocer la dinámica del círculo vicioso del poder del ego ayuda a
reconocer sus tentáculos y evitarlos en cuanto el ego extienda sus garras
hacia nosotros. Y sabiendo que la inminente animación orgánica se vuelve
destructiva si quebrantamos las normas del principio Yin-Yang, podemos
tomar cartas en este asunto mediante nuestras acciones en la vida cotidiana.
¡Ojalá la humanidad se apee del tren de vida del ego y recuperemos la
humanidad propia de nuestra especie!
Ningún ser humano provoca los sinsentidos del ego a sabiendas, sin
embargo, la humanidad llega a hacerlo adaptándose al mundo y
dejándose llevar por la dinámica del poder del ego cuyos efectos
incrementan, por sí mismos, la inconsciencia y la irresponsabilidad. I
Ching se refiere seguramente a esta dinámica cuando dice: “Si lo Receptivo
quisiera avanzar por sí mismo, se desviaría de su índole natural y perdería
el camino.” Y señala el camino diciendo: “Lo Receptivo al entregarse y
seguir a lo Creativo alcanza la posición duradera que le cuadra.”

El piloto automático

En la medida en que nos traguemos las tensiones y los conflictos causados


por la dinámica destructiva del poder del ego, se enciende dentro de
nosotros un piloto automático que nos hace perder el camino. Y en la
medida en que el piloto automático conduce nuestra vida, aumenta la
cantidad de tensiones y conflictos que nos tragamos casi sin darnos cuenta.
Debido a las costumbres y la rutina, aumentan la comodidad, dejadez e
indiferencia por lo que pasamos de problemas que sí afrontábamos e
intentábamos resolver en los dos primeros círculos viciosos, donde
cuestionamos nuestras acciones, nos hicimos preguntas y procuramos ser
leales a nosotros mismos.
Cuando después de algunos años nos damos cuenta que nos hemos perdido,
muchos descubren que han renegado de sí mismos hasta tal punto que ya
no saben lo que sienten ni lo que están haciendo con su vida. Si
reconocemos eso, la dinámica Agua-Tierra-Madera en el siguiente
círculo vicioso podrá ayudarnos a reencontrarnos.
Las influencias del Agua ayudan a darnos cuenta de que son nuestros
miedos los que nos han hecho perdernos. Si decidimos superar estos
miedos, los Elementos Agua y Madera generan las condiciones que
despejan el camino hacia nuestro interior por lo que sus influencias
beneficiosas pueden hacer que afrontemos con sinceridad las dificultades
que la vida nos depara. Si superamos las causas interiores de nuestros
miedos, podremos hacernos dueños de nuestra situación, salir de la
dinámica generada por los círculos viciosos y liberarnos de todos ellos.
La pérdida de nosotros mismos tiene su origen en una ausencia grave o
continuada de las influencias beneficiosas de los Elementos Agua y
Madera. Así que, la Inteligencia de la Vida afronta este problema
activándonos (Tierra) y conectándonos con la esencia de nuestro ser
(Madera) y con la Fuente Vital de lo Creativo (Agua) en nuestro interior.

6. Encontrarse perdido. 4º Círculo vicioso


Publicado el Martes, 31 Mayo 2011
Última actualización en Jueves, 04 Enero 2018

Podemos sobrevivir en el inhóspito mundo del poder del ego gracias a


nuestro piloto automático. Pero para poder vivir, necesitamos
desconectarnos de él y enchufarnos a nuestro verdadero ser.
El ego nos deshumaniza. Para volver en sí necesitamos el contacto con la
naturaleza y el calor humano de nuestra vida social y cultural (Madera). De
esta manera activamos intuitivamente la dinámica constructiva Madera-
Tierra-Agua, cuyas influencias evitan que nos perdamos. El Elemento
Madera (árbol) se encarga del desarrollo de la vida. Representa las
cualidades intrínsecas de la Naturaleza cuyas influencias conectan los seres
vivos con su esencia y con la Fuente Vital (Agua) en el interior de cada uno
(Tierra). En nuestro estado receptivo (Montaña) retomamos el pulso con la
vida en el eje horizontal (∞), en nuestro estado creativo (Lago) disfrutamos
de la vida social y cultural, donde el “brazo de Madera” (ver imagen) nos
conduce hacia nuestro interior (Agua). Gracias a ello, nuestra naturaleza
(Madera) nos vuelve a colocar en el centro del Ciclo Cosmológico y
posibilita así que las aportaciones del Elemento Agua nos nutran y nos
dirijan hacia la luz (Fuego).

En la dinámica de regulación del Ciclo Cosmológico, el cauce


establecido por la Inteligencia de la Vida conduce del Elemento Madera
(árbol) al Agua de modo que el ciclo vital Metal-Madera del eje horizontal
(∞) se comunica con el ciclo vital Agua-Fuego del eje vertical (8). Como
muestra el tramo remarcado en la siguiente imagen, nos mantenemos
(Tierra) en el centro de la dinámica en ambos ejes al abrirnos al Elemento
Madera cuyas influencias nos conducen hacia lo Creativo en nuestro
interior (Agua).
El "brazo" que sale del Elemento Madera

El “brazo” que el Elemento Madera “echa sobre el hombro” del Elemento


Tierra (planeta y habitantes) en el centro, ilustra muy bien cómo la
naturaleza y el calor humano despiertan los sentidos adormecidos por la
dinámica del poder del ego. Si nos guiamos por nuestros sentidos (Metal),
la Naturaleza (Madera) nos acoge en su seno y “echa su brazo sobre
nuestro hombro” para llevarnos hacia la Fuente Vital de lo Creativo en
nuestro interior (Elemento Agua). Guiados por las aportaciones de Madera,
nos arraigamos en nuestro ser tal como las plantas se arraigan en la tierra.
E, igual que ellas, en el “agua subterránea” encontramos lo que
necesitamos para poder realizarnos (Tierra).

El hexagrama dedicado al Elemento Madera: Lo Suave

En este hexagrama (nº 57), I Ching aclara cómo actúa el Viento. Esta
fuerza primordial se encarga del desarrollo del reino vegetal y animal que
es “la viviente manifestación de la energía del Tao” en el planeta Tierra.
El trigrama Viento muestra que lo Receptivo (1ª línea) determina su
naturaleza y que lo Creativo dirige su movimiento (2º línea) y sus obras (3ª
línea). Al entregarse a las directrices de lo Creativo del Cielo, el Viento
actúa con una suavidad que, no obstante, penetra en la materia de por sí
rígida e inmóvil, como el árbol (Madera) lo hace con sus raíces. En este
hexagrama, I Ching describe las cualidades intrínsecas del Viento así:
“En la naturaleza, lo que dispersa las nubes acumuladas y da lugar a una
serena claridad del cielo, es el viento. En la vida humana se trata de la
penetrante claridad del juicio que aniquila todas las sombrías segundas
intenciones. En la vida de la comunidad es el poderoso influjo de una
eminente personalidad que pone al descubierto y dispersa todas las
maquinaciones que huyen de la luz.”
“La insistente penetración engendra efectos paulatinos y poco aparentes.
No es cuestión de obrar recurriendo a métodos violatorios, sino al ejercicio
de una ininterrumpida influencia. A fin de poder obrar de este modo es
preciso tener una meta definida. (…) Lo insistentemente penetrante del
viento se basa en su acción incesante. Por ello se hace tan poderoso.
Recurre al tiempo como medio para su acción.”
Tanto el viento como las raíces de un árbol, se adaptan a las
circunstancias pero éstas no cambian su meta. La meta de las raíces es
elevar el agua subterránea para nutrir el árbol, y la dirección del viento en
la tierra se determina por su dirección en el cielo. Es decir, las raíces no
atraviesan las rocas que encuentran en su camino, ni el viento atraviesa los
edificios para mantener su dirección. Ambos rodean los obstáculos para
llegar a su meta. Igualmente, actuar como el viento no significa “moverse
según el viento que sople” sino ser leal a las directrices del Cielo, lo
Creativo. “Tener una meta definida” no significa que hay que determinar
de antemano el camino a recorrer para encontrar lo que necesitamos para
nutrir nuestro ser. Siempre es gracias a la insistente penetración en nuestro
interior que logramos que “se dispersen las nubes acumuladas” y que
“nuestras raíces encuentren alimento” en la Fuente Vital del Elemento
Agua.
Así que, en este hexagrama se explica cómo recibimos los estímulos de las
fuerzas creativas que afluyen hacia nosotros desde las profundidades de
nuestro ser. Por eso, la posibilidad de que nos perdamos en lo que I Ching
llama “la lucha y el torbellino de la feria” del mundo, disminuye en la
medida en que nos “enchufamos” a la dinámica Madera-Tierra-Agua cuya
dirección corresponde al “brazo de Madera” en el Ciclo Cosmológico.

Pero si nos perdemos…

Nos perdemos si rechazamos el “brazo” del Elemento Madera al pretender


encontrar alimento en las aguas contaminadas del tercer círculo vicioso y
cuando nos apoyamos en las arenas movedizas del mismo. Rechazamos la
ayuda de los Elementos Madera y Agua debido a las prisas, el agotamiento
y la falta de tiempo que son inherentes al orden del mundo. Además, el
abuso de poder causado por el poder del ego, puede producir tanta
inseguridad existencial que, por miedo a las consecuencias, renegamos de
nosotros mismos. Luego, perdemos así nuestro libre albedrío por lo que un
piloto automático conduce nuestras vidas.
Cuando renegamos de nosotros mismos, el Elemento Agua
desequilibrado (miedo) toma el poder sobre su “Hijo” (Madera) y
“Abuelo” (Tierra). Entonces, no escuchamos el sincero sentir de nuestro
verdadero ser por lo que nos mantenemos alejados del Elemento Madera y
continuamos contaminando el agua de nuestra Fuente Vital. Incluso,
podemos llegar así a oponernos activamente a nuestro verdadero ser
(Madera) y asfixiar a lo Creativo (Agua), como señalen las flechas gruesas
en el pentágono (ver segunda imagen, más abajo).
Nos perdemos, bien porque nuestros miedos no nos permiten ser leales a
nosotros mismos, ó porque otros nos lo impiden al utilizar el miedo para
amedrentarnos. Debido al miedo nos adaptamos a los criterios reinantes en
nuestro entorno y podemos llegar a actuar de forma opuesta a nuestro
verdadero ser, sabiéndolo pero también inconscientemente. Al obstruirse la
conexión con lo Creativo en nuestro interior, poco a poco nos volvemos
insensibles por lo que podemos llegar a tragárnoslo todo porque “el-
mundo-es-así” y llegar a culpar otros de nuestra falta de autonomía y
libertad, en vez de reconocer que hemos perdido nuestro libre albedrío y
poner manos a la obra de recuperarlo.
Esforzándonos por adaptarnos a las reglas arbitrarias del poder reinante,
nos hacemos sordos hacia los avisos del sentido de la justicia hasta poder
olvidarnos de las normas imparciales de este juez en nuestro interior. De
ahí que la dinámica propia del poder lleva a la corrupción y que,
especialmente en los ámbitos del poder, muchos actúan de modo
claramente injusto e indecente. El “olvido” de lo que es justo, o no, es muy
común entre las personas que tienen poder pero, al adaptarnos al orden del
mundo, este olvido se difunde además en el ámbito laboral y familiar.
“Como es arriba es abajo,” dice la medicina china, refiriéndose al orden
del Tao que determina la relación común que existe entre el macrocosmos
y el microcosmos. No obstante, cualquier otro orden se rige también por
esta ley de vida. Por ejemplo, si las condiciones laborales se determinan
por un sistema piramidal, los trabajadores reproducen automáticamente las
actitudes autoritarias en su vida familiar y adoptan los métodos y los
criterios de sus jefes en su relación con la pareja y los hijos. Además, los
hijos reproducen en sus relaciones con otros niños el trato que reciben en su
entorno familiar, por lo que la herencia del abuso de poder continúa
determinando la convivencia en la sociedad actual.
Para poder regirnos por las normas propias del ser humano en la
convivencia familiar, hay que tomar conciencia de las injusticias que
cometen con nosotros y de las que cometemos debido a reglamentos
laborales que van en contra del sentido común y del sentido de la justicia.
Para actuar en la vida privada con amor, sinceridad, justicia, comprensión y
responsabilidad, hay que respetar la libertad interior (Madera) que
posibilita que cultivemos nuestra humanidad. Las condiciones que se
generan gracias a las influencias beneficiosas de los Elementos Madera y
Agua, sirven para arraigarnos en nuestro ser. Si nos abrimos a sus
influencias afianzamos nuestro libre albedrío, al incrementarse así nuestra
conciencia y libertad de criterio.
Pasamos a menudo por este cuarto círculo vicioso

En la medida en que nos alejamos de nosotros mismos, nos sentimos


inseguros, desconfiados, inquietos, frustrados, insatisfechos, enfadados,
irritables y poco libres. Si al sentirnos así, no nos paramos para
preguntarnos lo que nos pasa o no nos tomamos el tiempo para aclararnos,
podemos continuar perdiéndonos hasta que la Vida nos para a la fuerza
mediante un accidente, una enfermedad u otro suceso impactante que
rompe nuestras esquemas y nos despierta de la desidia.
Sin embargo, antes de llegar a perdernos de verdad, pasamos muchas veces
por las condiciones creadas en la dinámica Agua-Madera-Tierra.
Precisamente para evitar que nos perdamos, la Vida nos avisa de
cualquier desvío mediante la activación de este triángulo. Sólo si no nos
centramos para superar las dificultades específicas que se manifiestan en él,
nos podemos enredar hasta tal punto que el piloto automático llegue a
tomar el mando sobre nuestras vidas.
Las dificultades específicas que surgen en este cuarto círculo vicioso
tienen que ver con la toma de conciencia de los miedos (Agua
desequilibrado) que determinan nuestra vida. Podremos liberarnos de estos
miedos con la ayuda de las fuerzas primordiales que se activan en el
triángulo correspondiente al cuarto círculo vicioso. Es decir, siendo
sinceros con nosotros mismos, podremos penetrar suavemente en nuestro
interior con la ayuda del Elemento Madera, la naturaleza y el calor
humano. Experimentaremos así cómo afluyen las influencias beneficiosas
de lo Creativo del Agua gracias a los procesos naturales impulsados por el
Elemento Madera.
El círculo vicioso del estar perdido

En cambio, si reprimimos y maquinamos nuestros miedos profundos, nos


tragamos las dificultades que surgen en este círculo vicioso, peleándonos
con las circunstancias. Entonces, actuamos en contra de los procesos
naturales y rechazamos la ayuda de lo Creativo, tal como señalan las
flechas de color rojo en la imagen del pentágono.
Damos así lugar a que el piloto automático conduzca nuestra vida por
lo que nuestra inconsciencia aumentará paulatinamente. Podemos vivir así
durante años, y llegar a tragarnos de todo y manifestar nuestro malestar
sólo cuando nos sentimos arropados y avalentados por el grupo o la masa,
por sustancias estimulantes como el alcohol o las drogas, y por el
anonimato. De esta manera nos aislamos y enmascaramos nuestro
sufrimiento cada vez más, hasta que la tensión acumulada en nuestro
interior hace que explotemos en el quinto círculo vicioso, el de la violencia.

La “lanza” en este círculo vicioso apunta a uno mismo (Tierra)

Como muestra la imagen del triángulo Agua-Madera-Tierra, su “lanza”


apunta al Elemento Tierra. Esto indica que dentro de la persona (Tierra) se
acumula toda la “basura” generada por el poder del ego y por el rechazo de
las influencias beneficiosas de los Elementos Agua y Madera en los dos
primeros círculos viciosos.
Si uno mismo se responsabiliza de esta basura, podrá reciclarla con la
ayuda de los procesos naturales (Madera) y de las aportaciones de lo
Creativo (Agua). Al abrirse interiormente, se dará cuenta del estado vital de
su alma (Madera) y de su espíritu (Agua) y podrá percibir las indicaciones
de lo Creativo. Éstas le enseñarán a actuar en consonancia con el proceso
natural de reciclaje para recobrar así su verdadera identidad y su libre
albedrío.
Nos sentimos aprisionados cuando renegamos de nuestro verdadero ser.
Entonces, la inminente animación orgánica que determina la sucesión de
los círculos viciosos, activa a la misma vez los Elementos cuya
naturaleza se determina por lo Receptivo mediante la dinámica Agua-
Madera-Tierra del cuarto círculo vicioso. Al activar así nuestra
receptividad, percibimos las influencias que rechazamos antes de
enredarnos en los tentáculos del ego. Como hemos visto, en el primer
círculo vicioso rechazamos (Tierra) las influencias beneficiosas de nuestra
Fuente Vital (Agua) y en el segundo rechazamos las de nuestra esencia
(Madera).
Cuando se activan a la misma vez los Elementos Agua, Madera y Tierra, se
facilita recuperar nuestro verdadero ser al darnos cuenta que nuestro estado
vital (Tierra) nos pide pararnos en el estado receptivo Montaña, por
ejemplo mediante actividades como yoga, taichí, meditación,... Si nos
paramos, podremos aprovechar esta dinámica al abrirnos hacia las
influencias beneficiosas de la naturaleza y del calor humano (Madera) que
nos conducen hacia la Fuente Vital del Agua en nuestro interior.

Mi propia experiencia con el cuarto círculo vicioso

En los tres años previos al darme cuenta que un piloto automático conducía
mi vida y que éste me llevaba a un callejón sin salida, me paré varias veces
porque “sabía” que algo no iba bien. Pero en aquel entonces no supe que
para aclararme tuviera que consultar mi interior (Agua). Pensé que para
despejar mis dudas tuviera que consultarlas con amigos y compañeros de
trabajo (Metal). Estaba convencida de que sólo ellos pudieran darme
consejos válidos al tener una visión objetiva de mí. ¡Qué equivocada
estaba! Ahora sé que justamente por intentar ser “objetiva” perdí el camino.
Había dado un poder descomunal a mi mente y no respetaba para nada mi
sincero sentir.
Cada vez que me preguntaba cosas, me dejé convencer de que sí valía para
mi trabajo, que sólo tendría que responsabilizarme menos. Mi profesión
consistió en solucionar los problemas en un barrio marginado al mejorar las
condiciones de vida de los vecinos. Nos dedicamos a la educación social
mediante actividades en grupos de diferentes edades e intereses y
promoviendo los cambios que exigían. Con ello pretendimos llevar la paz
al barrio pero podría ser que, en realidad, fomentábamos así las luchas de
poder.
En los últimos años, las condiciones de trabajo se estaban complicando
cada vez más. Unas complicaciones que nadie se podía explicar.
Trabajamos a tope según las metas y las rutas establecidas, pero era como
si una fuerza externa se hubiera empeñado en destruir todo lo que se había
construido. Finalmente, sentí que en vez de llevar la paz, habíamos traído la
guerra al barrio. Y no entendí en absoluto a qué se debía eso.
Se me cayó el mundo encima y, como sé ahora, la inminente animación
orgánica del cuarto círculo vicioso me paró. Cuando volví al trabajo
después de unas vacaciones, me sentí incapaz de subir la escalera que
llevaba a la sala de reuniones, y me desmayé en el tercer escalón. Fundida,
me dieron la baja laboral por lo que tenía tiempo para mí y, al no hacer
nada durante meses, un día me di cuenta que yo no conocía a la persona
que había hecho ese trabajo. No la conocía ni la entendía; no comprendí
absolutamente nada de lo había sido hasta aquel entonces mi profesión.
No sabía quién era yo, no sabía lo que me gustaba, o no. Aunque nunca
había sido miedosa, ahora un miedo indefinido me paralizaba. No me fiaba
de mí misma, lo único que sabía fue que tendría que empezar de cero para
encontrarme. Empezar de nuevo en otro ambiente donde pudiera ir
descubriendo quién era yo y, en vez de luchar con los problemas, guiarme
por lo que me sintiera bien. De alguna manera supe que, siendo sincera
conmigo misma, respetando mis limitaciones y afrontando lo que la vida
pusiera en mi camino, podría lograrlo.

Mis consultas al I Ching

Para mí, la consulta del oráculo del I Ching ha sido imprescindible para
afrontar y superar las dificultades interiores que me habían llevado al
callejón sin salida donde mi piloto automático se estrelló. Gracias a las
lecciones y comentarios de I Ching, me di cuenta que yo misma no me
permitía casi nada al “verme” a través de los ojos de otros y al obligarme
constantemente a traspasar mis límites, intentando “atravesar las rocas” en
el camino.
Casi toda la vida había intentado controlarme para acoplarme a los criterios
de la gente que quería y a los códigos de conducta en mi entorno y de mi
profesión. Pensé que sólo restringiendo mi libertad, sería posible dar “lo
bueno” de mí. Pero, en cambio, yo me quedé con lo malo, las dificultades
acumuladas en mi interior, que tuve que afrontar y superar para poder
reciclar mi basura.
La idea de tener la obligación de restringir mi libertad se me ocurrió de
modo consciente, a consecuencia de una vivencia que me marcó
profundamente. Fue a la edad de unos siete años. Estábamos comiendo en
familia y charlando tranquilamente hasta que yo hice un comentario
inocente que cambió todo. Mis padres se asustaron muchísimo, medio
saltaron de sus sillas, se miraron con los ojos llenos de terror y, muy
confusos y abatidos, se preguntaron ¡¿de quién tiene la niña esas cosas?!
Supe que mi comentario había venido de muy dentro de mí; me quedé
petrificada y tomé una decisión transcendente. No quería hacer daño ni
asustar a nadie. Así que, si yo era un bicho raro de otro planeta, tendría que
tener mucho cuidado, descubrir cuál era el terreno marcado por la vida en
la Tierra y aprender a moverme dentro de sus fronteras.
A partir de entonces, cargué con muchísimas responsabilidades ilícitas
hasta llegar a perderme del todo. Eso fue el detonante de la recuperación de
mi identidad. Era evidente que ya no me quedaba ningún otro camino que
la soledad y partir del no-saber. Fui al encuentro de mí misma con la ayuda
del oráculo del I Ching. Las lecciones puntuales en forma de los
hexagramas que salieron en respuesta a mis preguntas, me enseñaron a ser
leal a mí misma y me reeducaron a fondo. Al poder consultarle cualquier
cosa que despertara mi inseguridad -lo que fue al principio casi todo- y al
aprender a vivir en consonancia con las fuerzas naturales, se desbloqueó la
Fuente Vital en mi interior.

Cuando consultas este oráculo (ver I Ching, pp. 456, 457), sale un
hexagrama relacionado con la situación en la que te encuentras en ese
momento. En el texto correspondiente, I Ching aclara cuáles son las
fuerzas naturales que se han activado, y cómo habría de actuar para
recibir sus influencias beneficiosas. Si no entendí lo que me quería decir,
resultó que sus mensajes sí actuaban en mi interior y que, al seguir sus
consejos y observar lo que ocurría en el curso del día, al cabo de algún
tiempo sí pude entender a qué se había referido en su respuesta. Gracias a
la sabiduría de I Ching, pude afrontar con sinceridad interior las
dificultades que la vida ponía en mi camino. Resultó que volvía a empezar
desde la niña de siete años que tomó una decisión equivocada cuando
pensó que era un bicho raro.
Después, la vida me ha mostrado que muchos se sintieron “bichos raros”
antes de tomar la decisión de ser leales a sí mismos. Y que, al permitirse ser
“egoístas”, todos descubren que los bichos raros de este mundo comparten
muchísimos valores. Resulta que los humanos que respetan su ser único,
son raros en el orden egoísta del mundo. Sin embargo, al tomar la
responsabilidad de su vida y cultivar su verdadero ser, todos ellos se dan
cuenta de que no están solos en el mundo sino que comparten lo esencial de
su ser con los demás seres humanos.
Este hecho se explica al leer el hexagrama que sale gracias al “brazo”
del Elemento Madera. Es el hexagrama formado por el trigrama Viento en
la base y el trigrama Agua al tope, nº 48: El Pozo de Agua. El Pozo es el
símbolo de la organización social de la humanidad. En él I Ching dice lo
siguiente: “Las formaciones políticas y las naciones cambian, pero la vida
de los hombres con sus exigencias sigue siendo eternamente la misma. Por
diversas que sean las inclinaciones y las formaciones de las personas, la
naturaleza humana en sus fundamentos es la misma en todos los casos.”

7. La violencia. 5º Círculo vicioso

Publicado el Martes, 31 Mayo 2011


Última actualización en Lunes, 09 Enero 2017

Si no nos paramos cuando nos hemos perdido, sobrevivimos conducidos


por un piloto automático y no reciclamos la "basura" acumulada en nuestro
interior. La tensión interior que se genera así, la descargamos mediante
estallidos de violencia. Si a pesar de esto uno no se para, a fin de volver en
sí y buscar el origen de su agresividad, la violencia se instalará en la
programación de su piloto automático. Entonces, el Elemento Madera
desequilibrado (frustración e ira) toma el poder sobre su “Abuelo” (Metal)
e “Hijo” (Fuego) en el círculo vicioso de la violencia.

La dinámica en el triángulo Madera-Metal-Fuego es la consecuencia


directa del tercer círculo vicioso, el poder del ego. En él culpamos a los
demás de nuestro malestar y pretendemos cambiarles a ellos para mejorar
nuestras circunstancias, en vez de buscar el origen a fin de solucionar el
problema que provocó nuestra ira. Si no nos damos cuenta que de esta
manera nuestro malestar no desaparece sino que se hace crónico, entramos
en un círculo vicioso de luchas de poder en las que las dos partes pierden y
el problema se agrava. Al contrario de lo que ocurre cuando aprovechamos
las influencias beneficiosas de los Elementos Madera y Agua que se
activan cuando nos perdemos; la dinámica Madera-Metal-Fuego que surge
al dejarnos conducir por el ego y por la ira, hace que escondamos el
problema subyacente y que, además de destruir nuestro entorno, dañemos
gravemente la esencia de nuestro ser.

Las primeras experiencias con el ego las tenemos a la edad de dos a


tres años, cuando tomamos conciencia de nuestra individualidad y libre
albedrío. Entonces, los niños empiezan a experimentar que actuar con
libertad implica tener la responsabilidad de sus actos y que esto les hace
vulnerables. Experimentan además que hay que esforzarse, dedicarse,
arriesgarse y equivocarse, tanto para conseguir algo como para conservar la
libertad interior para ser leales a sí mismos.
Por comodidad y para evitar castigos y sufrimientos, y sobre todo si les
faltan la tranquilidad, seguridad y confianza para centrarse y escucharse
(guiándose por lo Creativo), a esa edad los niños que temen implicarse, se
apoyan en el ego para conseguir lo que quieren. De ahí que puedan
desarrollar unas dotes manipuladoras asombrosas, sobre todo si les
permiten sus caprichos o los protegen demasiado.
De esta manera experimentan también las desventajas del poder del ego,
dándose cuenta de que esta clase de libertad no les gusta ya que conlleva un
estado de insatisfacción y ansiedad que impide disfrutar de lo que
consiguen. Por eso, la mayoría de los niños se corrigen por sí solos y van
probándose, retándose y arriesgándose hasta lograr por ellos mismos lo que
quieran conseguir. Descubren así sus dotes creativas, experimentan que no
paran de descubrir y aprender cosas nuevas y se dan cuenta de que esto sí
les satisface.
El grado de lealtad a su verdadero ser depende sobre todo del amor,
arropamiento y respeto que reciben en el hogar, de la seguridad, la
confianza, la libertad creativa y de las normas de justicia que experimentan
durante su formación. Y estas condiciones dependen en gran medida del
grado de seguridad, confianza, libertad y justicia de los padres y demás
educadores. Todos, padres e hijos tenemos que aprender nuestras lecciones
de vida para ser felices. Nadie es perfecto y todos erramos, pero si hay
amor, sinceridad y atención, superamos cualquier problema y aprendemos
así nuestras lecciones de vida.

Los enfados

Perder el equilibrio emocional y enfadarse es muy humano. Es más, si no lo


hiciéramos, nos faltaría una parte de las sensaciones que necesitamos para
defendernos de las influencias nocivas en el entorno y asimismo para ir
conociéndonos. Al reaccionar alterándonos emocionalmente, nos damos
cuenta de que algo no va bien y, gracias a esto, podemos descubrir cuál es
el problema, resolverlo y superarnos.
A lo largo de la vida nuestras emociones nos desequilibran infinidad de
veces. Por ejemplo, el enfado repentino es una reacción impulsiva del
sistema inmunitario de defensa. Los enfados facilitan darnos cuenta de
cómo somos y tomar conciencia de nuestros valores, limitaciones y
dificultades. De esta manera vamos conociéndonos, respetándonos y
superándonos, y recibimos las lecciones de vida que nos hacen evolucionar
y estar despiertos, atentos y alertas.
Las emociones sólo se hacen problemáticas en sí mismas si nos
montamos en el caballo desbocado de los impulsos emocionales.
Entonces, saltamos con este caballo de un lado para otro sin llegar nunca a
ninguna parte. En este caso, nos dedicamos a controlar nuestro "caballo
desbocado" por lo que las emociones no van a aportarnos nada provechoso
sino, muy al contrario, dan lugar a una espiral de sufrimiento, agresividad y
violencia en la que se acumulan los sentimientos negativos, nos perdemos a
nosotros mismos, atacamos a los demás y se producen cada vez más
problemas en nuestro entorno. Esta espiral destructiva corresponde al
círculo vicioso de la violencia.
En este círculo vicioso la persona no se implica ni se responsabiliza de sus
actos, puesto que, según su visión de las cosas, todo lo malo es culpa de
otros y de las circunstancias, como en el tercer ciclo vicioso, pero agravado
por el uso de la violencia. De ahí que el Elemento Tierra (personas)
tampoco está incluido en el círculo vicioso de la violencia cuya dinámica se
determina por la oposición Madera-Metal-Fuego del piloto automático.

La dinámica Madera-Metal-Fuego

Las alteraciones emocionales salen a la luz en el Elemento Metal, las


circunstancias en el entorno. Si uno no afronta estas circunstancias
queriendo digerir los acontecimientos y descubrir las causas interiores de
su alteración, se monta en el caballo desbocado de la ira (Madera
desequilibrada) y pretende cambiar por la fuerza las leyes naturales
orgánicas (Madera) a las que la vida está sujeta, a fin de crear en su entorno
(Metal) las circunstancias que su ego desea.
El círculo vicioso de la violencia

Así, nos oponemos a las influencias naturales -tanto de nuestra propia


naturaleza como de la naturaleza humana- e intentamos dominar por la
fuerza a los demás, en vez de abrirnos a las aportaciones de nuestra
naturaleza íntima para resolver los problemas que han surgido en la
convivencia con ellos, tal como ocurre gracias a la interacción fluida del
ciclo de regulación Madera-Tierra-Metal en el Ciclo Cosmológico (ver
imagen más adelante).
Según la experiencia de la medicina china, el egoísmo y la ira afectan
negativamente a las funciones del hígado (Madera) por lo que la sangre se
altera (Fuego) y vamos a tener “Exceso de Fuego”. El Elemento Madera es
sumamente generoso, como muestran las actividades del hígado cuyas
células están continuamente trabajando para elaborar y suministrar aquello
que las demás células del organismo necesitan.
Así que, el ego actúa en total desacuerdo con la forma de ser del
Elemento Madera por lo que sus influencias le hacen muchísimo daño y
alteran sus funciones. Como hemos visto en el hexagrama 57: Lo Suave, la
fuerza primordial de Madera actúa como un suave viento que llega a todas
partes adaptándose a las circunstancias, sin para ello cambiar de dirección.
Por eso, las influencias beneficiosas del Elemento Madera ayudan a
mantener el rumbo dictado por nuestra esencia. Sin embargo, la ira altera
estas influencias aun más que el poder del ego y eso repercute
violentamente en el Elemento Fuego (amor y mente), ya que éste se nutre
de las aportaciones del Elemento Madera, igual que la sangre se nutre de
las aportaciones del hígado.
En el ámbito emocional experimentamos que las reacciones agresivas
producen automáticamente efectos viciosos. El enfado es un acto reflejo del
sistema defensivo, como la fiebre. Si no nos paramos para encontrar su
procedencia y equilibrarnos, provocamos que el proceso natural de
curación (Madera) se paralice, se altere y se modifique bruscamente. A
consecuencia de esto, el sentir y la mente (Fuego) se nublan, se contaminan
y se calientan por lo que los sentimientos y los pensamientos negativos se
apoderan de nosotros.
Luego, al no tomarse su tiempo para digerir las cosas, la impaciencia y
prepotencia (Fuego desequilibrado) se vuelven en contra de las influencias
beneficiosas de Madera y ésta se vuelve en contra del Metal. Si uno no
toma la responsabilidad de sus actos, su piloto automático crea
condiciones antinaturales e inhumanas que destruyen la vida. Al
enviciarse el ambiente en el entorno (Metal) de las personas violentas,
crecen los problemas y estos son cada vez más graves, tanto para ellas
mismas como para la gente a su alrededor. De esta manera la naturaleza
enseña que los problemas no se solucionan por la fuerza sino que, muy al
contrario, se agravan al intentar dominar sus consecuencias mediante
actitudes y medidas agresivas y cuando recurrimos a la violencia.

Tomemos ejemplo de la naturaleza

Si comparamos la dinámica de círculos viciosos que determina el orden del


mundo, con la de los ciclos vitales en el Ciclo Cosmológico, se muestra
dónde fallamos. En la imagen más adelante, se ve que la Inteligencia de la
Vida regula el desarrollo de la vida mediante ciclos vitales de interacción
entre los Elementos complementarios. En vez de las flechas que se cruzan
en el Ciclo de Control del orden del mundo, en la dinámica natural
surge un movimiento fluido entre los Elementos cuyos efectos benefician
la vida terrenal, al ubicarse el Elemento Tierra en el centro de sus
influencias.
En el orden del Tao, ningún Elemento ejerce poder sobre otro. Todos se
dedican a sus funciones y éstas se complementan entre sí gracias a los
ciclos vitales establecidos por este maravilloso orden. También en la vida
humana resulta que nos complementamos de forma natural, si cada uno se
dedica a su cometido y se responsabiliza de su trabajo. Damos lo mejor de
nosotros si somos leales a nuestro verdadero ser y cada uno se abre a los
estímulos que afluyen hacia él desde las profundidades de las fuerzas
creativas en su interior. Para ello, hay que estar en el centro de la
interacción entre los Elementos activos que impulsan la dinámica de los
ciclos vitales.
El cauce de cualquier ciclo vital es el mismo en todos los casos, dado
que su forma (la flor de cuatro pétalos) se determina por la interacción Yin-
Yang entre los Elementos Agua y Fuego (8) y la interacción Yin-Yang
entre los Elementos Madera y Metal (∞) cuyas aportaciones mantienen el
equilibrio vital. Lo que varía es la dirección de la corriente que fluye por
este cauce. Según la función reguladora o nutritiva de su cometido para
con la Tierra (en el centro de la flor), las fuerzas naturales interactúan
bien con su pareja complementaria, ó con su vecina. La interacción
entre los Elementos vecino posibilita la nutrición y evolución del Elemento
Tierra (ver recorrido en la "flor" roja).
El cauce de los ciclos vitales indica que las fuerzas primordiales de la
naturaleza, los Elementos Metal, Madera, Agua y Fuego, no nos controlan
sino que nos acogen (Elemento Tierra) en su seno. Al observar el trayecto
señalado por las flechas en ambas flores, se ve que la interacción Madera-
Agua (regulación) y la interacción Metal-Agua (nutrición) pasan por la
Tierra, incluyéndonos en su movimiento. Ambos ciclos vitales nos
mantienen así en el centro de las influencias beneficiosas de las cuatro
fuerzas naturales. De ahí que interiorizar (Agua) las vivencias es
primordial.
Los estímulos que afluyen desde nuestro interior, ayudan a digerir los
acontecimientos y asimilarlos. Podemos buscar el hexagrama que
corresponde a las condiciones que se generan cuando interiorizamos
nuestras vivencias. La convivencia corresponde al estado creativo Lago por
lo que el hexagrama que aclara la actitud requerida para aprovechar los
estímulos del Agua, está formado por el trigrama Lago en la base y, encima
de él, el trigrama Agua, la fuerza natural a donde nos dirigimos. Este
hexagrama (nº 60) se llama La Restricción. Trata de la autodisciplina:
“Las firmes restricciones que el noble impone a sus actos, los límites
puestos por la lealtad y la abnegación.”
Los consejos que I Ching da en este hexagrama sirven tanto para el estudio
y la asimilación de la información, como para digerir situaciones difíciles,
aclararte y resolver problemas. Al consultar nuestro interior, se activa la
interacción Metal-Agua por lo que se inicia el ciclo vital de la nutrición y
recibimos los estímulos para digerir las vivencias y aprender las lecciones
de vida. Los estímulos que surgen gracias a esta interacción, los hemos
visto al final del primer círculo vicioso donde aludimos al hexagrama La
Dificultad Inicial. Este hexagrama (nº 3) está formado por el trigrama
Trueno en la base, y el trigrama Agua en la cima.
Igualmente en el ciclo vital que nos regula, la actitud recomendada en la
Restricción sirve para recibir los estímulos del “brazo de Madera” que nos
conduce hacia la interacción Madera-Agua del hexagrama El Pozo de
Agua que hemos visto al final del cuarto círculo vicioso.
El Libro de las Mutaciones sorprende una y otra vez por su sabiduría. Así,
los hexagramas que se forman al seguir el cauce de los ciclos vitales,
aclaran muy bien cómo incrustamos en la vida humana el cauce que
mantiene el equilibrio Yin-Yang. Sorprende la coherencia de los consejos
que I Ching da en estos hexagramas. Es perfectamente entendible que al
seguir sus consejos, adquirimos un código de conducta que mantiene el
equilibrio Yin-Yang en nuestro interior y en nuestro entorno.

¿Cómo se incrusta el cauce del principio Yin-Yang?

La coherencia de los consejos consecutivos en hexagramas que son


aparentemente aleatorios según su numeración, parece milagrosa.
Sorprende que I Ching pueda explicar así cómo incrustar el cauce de los
ciclos vitales que mantienen el equilibrio Yin-Yang. Estos hexagramas, sin
embargo, corresponden a las relaciones entre las fuerzas naturales en el
Ciclo Cosmológico cuyos ciclos vitales son determinados por la
Inteligencia de la Vida. El eje horizontal corresponde a las condiciones
espaciotemporales que creamos en la vida cotidiana, y el eje vertical
corresponde a la dirección que damos a nuestra vida personal.
En el eje horizontal se incrusta el cauce en el que se generan las
condiciones vitales que corresponden a los hexagramas el Aumento (nº 42)
y la Duración (nº 32). Si mantenemos la calma en el estado receptivo
Montaña, las aportaciones del Elemento Metal (entre ellas, las normas de
justicia) forman la base del movimiento vital que surge en la interacción
entre las fuerzas primordiales Trueno y Viento (Metal-Madera). En el
hexagrama Aumento, I Ching explica cómo aprovechar esta interacción
para encontrar el camino hacia el propio mejoramiento.
El hexagrama Duración surge cuando nos regimos por las aportaciones del
Elemento Madera (entre ellas, las nociones morales). Entonces, éstas
forman la base de la interacción con su fuerza complementaria, el Elemento
Metal, por lo que se forma el hexagrama 32: La Duración, donde el
trigrama Viento (Yin) está abajo y el trigrama Trueno (Yang) arriba.
En la Duración I Ching habla de la unión como estado duradero, gracias a
la receptividad interior del Viento. Gracias a los fundamentos eternos de la
esencia de nuestro ser (Madera), se genera un movimiento duradero que
nos mantiene en nuestro camino. “Su ida y venida obedece a leyes
duraderas,” comenta I Ching. “Así la independencia del hombre noble
tampoco se basa en inmovilidad o rigidez. Siempre vive de acuerdo con el
tiempo y varía con éste. Lo duradero es el rumbo firme, la ley interior de su
ser, la que determina todos sus actos.”
De modo que el movimiento infinito (∞) en el eje horizontal hace que
nos regulemos espontáneamente cuando afrontamos las circunstancias
cambiantes (Metal) aplicando las normas del sentido de la justicia y
guiándonos por los criterios morales que determinan nuestra humanidad y
sostienen nuestra identidad (Madera). Así que, este ciclo vital nos regula si
respetamos las normas de conducta inherentes a nuestra especie (Metal) y
si respetamos nuestro verdadero ser (Madera) guiándonos por las nociones
morales que nos sientan bien. De esta manera se incrusta automáticamente
el cauce del movimiento infinito que mantiene el equilibrio Yin-Yang.

Activamos el movimiento fluido (8) en el eje vertical cuando bebemos de


la Fuente Vital en nuestro interior: El Pozo de Agua. Las influencias
beneficiosas de lo Creativo que emanan de esta Fuente, nos modifican al
desarrollar nuestra esencia más elevada mediante el amor, la justicia y la
moral, y nos mantienen en concordancia con el gran equilibrio, el orden del
Tao.
Los estímulos que afluyen desde el Elemento Agua, nos hacen crecer hacia
la luz en el Elemento Fuego (corazón y mente, amor y conciencia). Surgen
así las condiciones espaciotemporales que se describen en el hexagrama 64:
Antes de la Consumación, formado por el trigrama Agua en la base, y el
trigrama Fuego en la cima. Señala el tiempo en el cual todavía no se ha
consumado la transición del desorden al orden. La transformación ya está
preparada, pero las cosas no se hallan aún en su sitio.
Por eso, en él I Ching comenta que “por el momento, todavía hay que
proceder con sigilo y cautela.” Para explicar cómo hay que actuar, utiliza la
imagen de un zorro que atraviesa el hielo de un río. “Atentamente ausculta
el crujido y elige cuidadosamente y con circunspección los puntos más
seguros.” O, dicho de otra forma, para avanzar hay que ir paso a paso y
poner el pie sobre tierra firme, lo consistente. “Así el noble es cauteloso en
la discriminación de las cosas, a fin de que cada una llegue a ocupar su
lugar. A fin de poder manejar debidamente las fuerzas exteriores, es
menester ante todo que uno mismo adopte un punto de vista correcto, pues
sólo desde esa mira podrá actuar adecuadamente.” Adquirimos un punto de
vista correcto gracias a la introspección y la fijación de límites en la
Restricción, hexagrama Lago-Agua.
Cuando actuamos de acuerdo con las recomendaciones para el tiempo
del hexagrama 64, las cosas caen en su sitio en el corazón y en la mente
(Fuego). Al tomar conciencia de los nuevos conocimientos, surgen las
condiciones vitales que se describen en el hexagrama 63: Después de la
Consumación. Este hexagrama tiene el trigrama Fuego como fundamento
y encima de él va el trigrama Agua. Creamos estas condiciones al
dirigirnos otra vez al Agua, antes de proseguir hacia el Elemento Metal que
representa las circunstancias en nuestro entorno. Entregándonos al
movimiento Agua-Fuego, Fuego-Agua, Agua-Fuego, afianzamos las
aportaciones de lo Creativo en nuestra conciencia.
En el hexagrama Después de la Consumación I Ching habla del peligro de
este tiempo "en el cual la transición de la confusión al orden ha quedado
consumada y, también en los detalles, todo se halla ahora en su sitio por lo
que todo sigue su marcha como por sí mismo.” Entonces, fácilmente nos
confiamos pensando que este orden es duradero por lo que nos relajamos y
dejamos de prestar atención. La vida, sin embargo, es un proceso de
cambios constantes. Si dejamos las cosas a su curso, del estado de orden
surge la decadencia. De ahí que “comer perdices” no significa que seamos
felices para siempre.

Comer perdices

Una vez limpiado, incrustado y actualizado el cauce de las interacciones


que mantienen el equilibrio Yin-Yang, estaremos en condiciones de
afrontar los retos que la vida cotidiana nos depara. Pero, para mantener el
orden del Tao, tenemos que ser humildes y adaptarnos a las circunstancias
cambiantes en el Elemento Metal, abiertos a disfrutar de la vida y
dispuestos a aprender de sus dificultades. Podemos “comer perdices”
gracias a la ayuda que recibimos de la interacción entre los Elementos
vecino en el cauce del ciclo de nutrición.
La Inteligencia de la Vida ofrece el ciclo vital de nutrición a los seres que
encuentran la comida para subsistir en la faz de la tierra. Los que tienen
libre albedrío, disponen de este ciclo para mantener su libertad de acción y
para reconquistarla diariamente. El recorrido a través de las aportaciones de
las fuerzas naturales sirve tanto para digerir los alimentos como las
vivencias. Los efectos de su digestión generan la biodiversidad cuyas
características se determinan por la capacidad de aprendizaje de los seres
individuales y por la libertad creativa que desarrollan.
Su cauce lleva del Elemento Metal al Agua (hexagrama La Dificultad
Inicial) y prosigue del Agua a Madera, de Madera a Fuego y de Fuego a
Metal. Las condiciones que se generan en este recorrido se describen en los
siguientes hexagramas: La Disolución (del egoísmo separador), El Caldero
(en el que recibimos los regalos del Viento y las lecciones de vida de
Madera) y La Plenitud (donde se logra mediante la claridad del Fuego el
florecimiento de la vida pública). Para ver el significado de estos
hexagramas: abrir el enlace "ciclo vital de nutrición".

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