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UNIVERSIDAD DEL VALLE DEL MOMBOY

El siguiente trabajo tiene como objetivo analizar el


marco jurídico y la situación actual del derecho

TESORO laboral en Venezuela, así como sus principales


desafíos y perspectivas.
Génesis G. Perdomo
Derecho Laboral

DEL DERECHO
LABORAL
Recortes ilustrativos
Contenido
1-2-3. Evolución Histórica del Trabajo en el Mundo y en Venezuela .................................. 2
4. El Derecho Internacional del Trabajo .............................................................................. 5
5. Derecho del Trabajo ...................................................................................................... 13
6. Principios del Derecho del Trabajo................................................................................ 15
7. Fuentes del Derecho del Trabajo................................................................................... 19
8. La Prescripción Laboral ................................................................................................. 20
Referencias ........................................................................................................................ 22

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1-2-3. Evolución Histórica del Trabajo en el Mundo y en
Venezuela
A continuación, se citará la introducción de la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y
las Trabajadoras, publicada en Gaceta Oficial N° 6.076 Extraordinario del 7 de mayo de
2012.

Es interesante tanto la contextualización histórica de la ley como la justificación


historiográfica chavista de su promulgación y su lugar en el devenir de los trabajadores
venezolanos. Todo pensamiento reformista del derecho laboral debería empezar por una
toma de posición en torno a estas opiniones.

Leer estas palabras también insta a enraizar el pensamiento laboralista en un


firme conocimiento histórico de la lucha de clases, la cuestión social y la evolución del
derecho laboral en Venezuela y el mundo, factor que debería entrar en la reflexión sobre
cualquier área del derecho, pero especialmente en el laboral, al estar la historia más
envuelta en principios generales de este derecho, tales como el principio de progresividad,
implicado en los principios de irrenunciabilidad, de la norma más favorable y la condición
más beneficiosa (Morales, 2018), contemplado en la CRBV en puntos como la
“disminución progresiva” de la jornada laboral (CRBV, disposición transitoria Cuarta,
numeral 3).

Exposición de motivos de la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las


Trabajadoras

“El derecho laboral venezolano, tal y como se le conoce contemporáneamente, nace a


partir de la promulgación de la primera Ley del Trabajo del 23 de julio de 1928, que
permitió superar las disposiciones del Código Civil sobre arrendamiento de servicios que
regía las relaciones laborales, y se afianza con la promulgación de la Ley del Trabajo del
16 de julio de 1936, que estableció un conjunto sustantivo de normas para regular los
derechos y obligaciones derivados del hecho social del trabajo.

A partir de este momento, la evolución de la legislación laboral venezolana ha


discurrido en forma paralela con la historia de las luchas sociales de los trabajadores y de
las trabajadoras de Venezuela, produciéndose una relación de mutua influencia que ha
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legado importantes páginas a la historia contemporánea del país.


Esta Ley se mantuvo vigente por casi 55 años, durante los cuales fue objeto de sucesivas
reformas parciales (en los años 1945, 1947, 1966, 1974, 1975 y 1983), sufriendo una
evolución sustantiva en 1991, cuando le fue otorgado carácter orgánico, con la
promulgación de la Ley Orgánica del Trabajo del 1° de mayo de 1991.

La Ley Orgánica del Trabajo surgió como consecuencia de las importantes


contradicciones surgidas con la instauración del modelo neoliberal, que en Venezuela vivió
su momento de mayor intensidad a partir del año 1989. La ola privatizadora de entonces,
entre otras medidas económicas de gran impacto social, impulsó una serie de luchas
sociales que llevaron al reordenamiento de una serie de reglamentaciones dispersas en
diversas normas de distinta categoría, remozando de esta manera el contrato social
existente.

Poco duró esta paz social, pues apenas seis años después el avance de las teorías
neoliberales produjo una importante reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, la cual fue
sancionada en fecha 19 de junio de 1997, en cuyo texto se logró consagrar la supresión de
una de las más importantes conquistas de la clase trabajadora venezolana, como lo era la
llamada retroactividad del cálculo de las prestaciones de antigüedad. Esa misma ola logró
que un año después, el 23 de septiembre de 1998, se decretara además la liquidación del
Instituto Venezolano de los Seguros Sociales.

Estos importantes retrocesos y distorsiones de los derechos laborales, lograron ser


contrarrestados en un plazo relativamente breve, en el marco de las deliberaciones de la
Asamblea Nacional Constituyente de 1999, que dejó sin efecto la liquidación del IVSS e
incluyó en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) el derecho de
los trabajadores y de las trabajadoras “a prestaciones sociales que les recompensen la
antigüedad en el servicio y los amparen en caso de cesantía” (CRBV, artículo 92),
complementada con una disposición transitoria que ordena la instauración de “un nuevo
régimen para el derecho a prestaciones sociales reconocido en el artículo 92 de esta
Constitución, el cual integrará el pago de este derecho de forma proporcional al tiempo de
servicio y calculado de conformidad con el último salario devengado, estableciendo un
lapso para su prescripción de diez años” (CRBV, disposición transitoria Cuarta, numeral 3).

Adicionalmente, la disposición transitoria supra mencionada ordena que la


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legislación laboral contemple normas que “regulen la jornada laboral y propendan a su


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disminución progresiva” (CRBV, disposición transitoria Cuarta, numeral 3). Este punto de
quiebre se debe, sin lugar a dudas, a la valiente decisión de la Asamblea Nacional
Constituyente de incluir el precedente doctrinario más importante en materia social en
Venezuela, la doctrina social del Libertador, Simón Bolívar, el cual se resume de la mejor
manera en la proposición recogida en su célebre discurso al Congreso Constituyente de
Angostura, el 15 de febrero de 1819: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que
produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma
de estabilidad política”.

No podía ser de otra forma, cuando el objetivo central para el cual el pueblo en
1999 otorgó el poder constituyente originario fue, precisamente, “transformar el Estado y
crear un nuevo ordenamiento jurídico que permita el funcionamiento efectivo de una
democracia social y participativa”, como lo reconoce la Asamblea Nacional Constituyente
en el epígrafe con el cual decreta la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Esto es lo que explica que, más allá de las reparaciones al desmantelamiento de


los derechos laborales que lograron colarse en las normas venezolanas en las horas finales
de la larga noche neoliberal, con la entrada en vigor de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, en 1999, se produce un salto cualitativo de enorme importancia
en la concepción doctrinaria del derecho laboral, a partir del reconocimiento del trabajo,
al igual que la educación, como “procesos fundamentales” para alcanzar los fines
esenciales del Estado (CRBV, artículo 3°).

De esta manera, el hecho social del trabajo, en la medida en que constituye


además un proceso Fundamental, pasa a ser considerado por la ley de leyes venezolana
como un proceso social, el proceso social del trabajo.

La promulgación de la presente Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las


Trabajadoras (LOTTT) resulta especialmente oportuna a la luz de la manera como la
coyuntura política internacional ha evolucionado desde 1999: evidencias de un
agotamiento del modelo económico predominante y la subsecuente explosión de crisis
estructurales, que han llevado a los gobiernos de muchos países del mundo a ceder ante
la tentación de introducir regresiones a los derechos de los trabajadores y las trabajadoras,
incurriendo en evidentes violaciones de derechos fundamentales de la población.

En este contexto, la República Bolivariana de Venezuela da un paso al frente en su


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propósito de asegurar los derechos de la población, otorgando base legal a los mandatos
constitucionales recibidos en 1999 e introduciendo una importante interpretación
progresiva de los mismos, rumbo hacia una sociedad eminentemente justa, ética, moral y
democrática, como se desprende del mandato de la doctrina social del Libertador, Simón
Bolívar.” (Carballo Mena, 2013)

4. El Derecho Internacional del Trabajo


A continuación, veremos un pequeño fragmento histórico sobre cómo la OIT contribuyó
tanto al movimiento obrero como así también a la legislación laboral en Venezuela:

“A partir de la segunda mitad de los años 1920, Venezuela comenzó a participar más
activamente en las organizaciones satélite de la Sociedad de las Naciones, particularmente
en las conferencias internacionales del trabajo, lo que se puede explicar como parte de una
política de apertura del gobierno de Juan Vicente Gómez (1922-1929). En este contexto, el
país sudamericano se comprometió en un programa de política social y aprobó la primera
Ley del Trabajo en 1928, la cual agrupó las disposiciones existentes en los códigos de
minas, de comercio y civil. Sin embargo, esta ley tuvo problemas en su implementación,
especialmente por la falta de reglamentación. Además, algunas de sus disposiciones eran
contrarias a las normas internacionales, como la jornada de trabajo de nueve horas o la
prohibición de la representación internacional de las asociaciones profesionales (Caldera,
1939).

En los años 1930, Venezuela presentaba un fuerte crecimiento económico gracias


a la producción de petróleo, con el consiguiente desarrollo de un movimiento obrero que
provocaba conflictos serios al momento de exigir condiciones de trabajo según los
estándares internacionales. El gobierno del General Eleazar López (1935-1941) solicitó a
la OIT su apoyo en la preparación de un nuevo código laboral. Ésta nombró a David Belloch
–jefe adjunto de la sección de Derecho y de Inspección del Trabajo de la OIT– para llevar a
cabo la misión de asistencia técnica. Belloch tenía una amplia experiencia en la materia y
había participado en la Primera Conferencia Interamericana del Trabajo de Santiago de
Chile, donde había establecido vínculos con autoridades y expertos locales.

La falta de claridad sobre el dominio de acción del funcionario de la OIT, así como
la amplitud de temas que debían ser abordados, hizo difícil la redacción de un proyecto en
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armonía con las elites nacionales. En este contexto Belloch y la comisión encargada de la
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redacción del nuevo proyecto recurrieron a la actualización de ciertas disposiciones


contenidas en el Código del Trabajo de 1928 y en las mismas convenciones internacionales
(Caldera, 1939). ¿Qué disposiciones presentes en las convenciones formaron parte del
proyecto de 1936? En la época, entre 1932 y 1933, Venezuela había ratificado cuatro
convenciones, especialmente sobre aspectos secundarios de la reglamentación laboral: la
convención N°. 4 (1919) sobre el trabajo nocturno de mujeres; la convención N° 6 (1919)
sobre el trabajo de menores; la convención N° 13 (1921) sobre el uso de la cerusa en la
pintura; y la convención N° 27 (1929) sobre la indicación del peso de los fardos
transportados en barco.

Uno de los miembros de la comisión que redactó la Ley del Trabajo de 1936 señaló
que ésta contenía preceptos de las convenciones internacionales, del código laboral
chileno y mexicano, y de la Ley del Trabajo venezolana de 1928. La ley de 1936 introdujo
también algunas modificaciones compatibles con los principios contenidos en las
convenciones de Ginebra, especialmente en materia de jornada de trabajo (ocho horas) y
de sindicalización obrera. Sin embargo, la legislación de 1936 fue objeto de numerosas
críticas. La más importante fue aquella que consideró que las disposiciones sobre
seguridad social debían estar contenidas en un proyecto de reglamentación autónomo,
para lo cual se envió al Congreso un proyecto de ley sobre la materia en 1938. Este
proyecto fue redactado casi por completo por Antonio Zelenka, funcionario de la OIT.
Finalmente, una comisión designada por el ministro del Trabajo, y con la asistencia técnica
de Wilfred Jenks, miembro del servicio jurídico de la OIT, presentó un nuevo proyecto de
código laboral, muy ambicioso, que contenía 951 artículos (Caldera, 1936, p. 115).

La participación de estas delegaciones de la OIT en Venezuela, muestra su


importancia como nación modelo en la asistencia internacional, sin desconocer que era el
segundo país productor de petróleo luego de los Estados Unidos. Con un número total de
4.700.000 habitantes, su población activa era de 1.240.000 en 1941, es decir, el 32,2% del
total. La mitad de esa población activa trabajaba en la agricultura y 16,7% solamente lo
hacía en la industria. La producción de petróleo había permitido un desarrollo industrial
progresivo, especialmente en el área de la refinería y de los productos derivados. De este
modo, una parte creciente del presupuesto dependía de los ingresos provenientes directa
o indirectamente del petróleo. La política gubernamental consistió en reinvertir parte de
esos ingresos en el desarrollo de otros sectores de la economía nacional, como la
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agricultura y las obras públicas. Dos instituciones fueron creadas para tal efecto: el Banco
Agrario y la Corporación de Promoción. Las condiciones de los trabajadores de la industria
petrolera eran las mejores del país y con los salarios más elevados. Por ejemplo, si los
obreros agrícolas ganaban 4 bolívares por día y los trabajadores ocupados en las obras
públicas entre 5 y 7, el salario base de los trabajadores del petróleo variaba entre 8 y 12
bolívares. Aunque estos últimos representaban solamente el 4,8 % de la población activa,
las ventajas obtenidas en las convenciones colectivas servían de referencia a las otras
áreas de la producción (Bergquist, 1988).

Según el informe elaborado por la misión de asistencia técnica de la OIT, estas


condiciones –un pobre desarrollo industrial, estrechamente asociado al petróleo y sin
efectos en la población económicamente activa– explicaban el lento desarrollo del
movimiento sindical en Venezuela, pese al aumento que había mostrado a partir de la
aprobación del Código del Trabajo de 1936 (Vitale, 1981). Éste había establecido la jornada
de ocho horas, el derecho a sindicalización y a huelga, junto con los mecanismos de
conciliación y arbitraje. Una demostración concreta de las consecuencias de la legislación
de 1936 fue la huelga petrolera ––la más importante de esos años–, que duró cuarenta y
dos días. Aunque no tuvo efectos inmediatos en el mejoramiento de las condiciones
laborales, la huelga manifestó las potencialidades de la organización sindical y mostró a
las compañías petroleras que sin el reconocimiento de las demandas de los trabajadores
los conflictos aumentarían (Bergquist, 1988). A esta ola de sindicalización ayudó la
Constitución de 1947, que permitió el derecho de asociación, aunque con dos indicaciones:
primero, que ese derecho se dirigiera a “fines lícitos”, es decir respetando las leyes de orden
público, y segundo, que las leyes y reglamentos no limitaran los derechos garantizados por
la Constitución (OIT, 1954). La constitución garantizó, en efecto, una serie de derechos que
comprendían tres aspectos fundamentales: el fuero sindical, el derecho a negociar
convenios colectivos y, por último, el derecho a huelga, salvo en los servicios públicos que
la ley acordara.

La represión al movimiento político y sindical durante el gobierno del general


Eleazar López (1935-1941) limitó la acción de la Confederación Venezolana de
Trabajadores (CVT), creada en 1936 y disuelta en 1944, acusada de estar infiltrada por los
comunistas (Urquijo, 2004). La unificación del movimiento obrero venezolano se produjo
en 1945 con el apoyo de la CTAL, creándose la Federación de Trabajadores de Venezuela
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(FTV), que intentó integrar las dos grandes corrientes políticas: El Partido Comunista y El
Partido de Acción Democrática. Sin embargo, las dos corrientes continuaron dividiendo al
movimiento obrero durante la presidencia de Rómulo Betancourt (1945-1948) y de Rómulo
Gallegos (1948).

Durante el gobierno de Betancourt, las autoridades mostraron gran reticencia en


reconocer los sindicatos independientes, lo que condicionó la búsqueda de un empleo –
especialmente en las obras públicas y en las empresas del Estado– a la inscripción en un
sindicato favorable al gobierno o al Partido de Acción Democrática. Este proceso se vio
reforzado con la creación de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) en
1947, cuyos principales dirigentes eran adherentes al Partido de Acción Democrática
(Urquijo, 2004). Esta relación estrecha entre la corriente sindical y la política debía crear
dificultades importantes al momento de diferenciar el marco de acción de cada una de
ellas, en especial si un número no menor de dirigentes sindicales eran al mismo tiempo
miembros de la Cámara de Diputados y del Senado. Si bien la delegación de la OIT no
cuestionó mayormente esta relación estrecha entre lo sindical y lo político, ni tampoco las
autoridades militares invocaron el argumento de ilegalidad de los sindicatos que tenían
estos vínculos, la experiencia demostraba que estos lazos sí existían, eran estrechos y
podían dar origen a una persecución de carácter político con consecuencias inesperadas
en el ámbito sindical. Estos lazos son consignados en el informe que elaboró la delegación
de la OIT a propósito de su visita a los sindicatos venezolanos:

ORGANIZACIONES SINDICALES Y CONTROL DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN 1949

La Confederación del Trabajo de Venezuela: Partido de Acción Democrática


Los sindicatos comunistas (rojos): Partido Comunista
Los sindicatos comunistas (negros): Partido Comunista Independiente
Los sindicatos social-cristianos: Partido COPEI
Fuente: OIT (1954).

La delegación era consciente del peligro de entablar relaciones estrechas entre la acción
política y la sindical, en un país donde los cambios de gobierno eran frecuentes y a menudo
inesperados, incluso si se ratificaba la legalidad de los sindicatos tal y como existían al
momento de la toma del poder por parte de la Junta Militar.
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En suma, la delegación diagnosticó que la desorganización del movimiento sindical


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era evidente y que la situación se había hecho más grave a partir de fines del mes de
febrero de 1949 con la disolución de la CTV, acusada de tener actividades políticas no
autorizadas.

La misión de asistencia sindical en Venezuela, 1949


El origen de la misión de asistencia técnica en Venezuela se debe al interés de León Johaux
–representante sindical obrero del Consejo de Administración de la OIT– de poner en la
tabla de discusión la situación sindical de ese país luego del golpe de Estado de noviembre
de 1948. La situación venezolana fue también abordada en la Cuarta Conferencia
Interamericana del Trabajo, desarrollada en 1949.

En este ambiente de presión internacional, la Asamblea Militar invitó a la OIT a


visitar el país para evaluar la situación en el dominio de sus atribuciones, especialmente
en tres aspectos: las condiciones de trabajo en los diferentes ámbitos de la producción; la
legislación protectora de los trabajadores, y, finalmente, el desarrollo y funcionamiento de
las organizaciones sindicales. El director de la OIT, David Morse, aceptó la invitación del
gobierno venezolano, pero a condición de “poner a disposición [de la delegación] todas las
facilidades necesarias y, especialmente, darle la facultad de discutir libremente con los
representantes debidamente acreditados de las organizaciones de empleadores y de
trabajadores” (OIT, 1954, p. 2). Jef Rens, subdirector general de la OIT, fue nombrado jefe
de la delegación, lo que refleja la importancia dada a la visita, la cual tuvo lugar entre el
22 de julio al 1 de septiembre. Jef Rens no se limitó, como estaba previsto, a instalar la
delegación y a organizar sus primeras actividades, sino que además asumió una parte
activa durante todo el estudio. La comisión de recepción estableció un programa de visitas
que permitió a la delegación recorrer una buena parte del país, entrevistar a numerosas
personalidades y conocer las reparticiones oficiales. Los funcionarios de la OIT visitaron,
además de Caracas –capital nacional–, trece estados de los veinte que constituían el país
en aquella época. Para completar el panorama, la misión pudo reunir una abundante
documentación, aunque ciertas estadísticas oficiales eran inexistentes y otras estaban en
plena organización.

La lista de reuniones que acordó la delegación es amplia y comprende entrevistas


con funcionarios de gobierno –incluida la Junta militar que gobernaba el país–, dirigentes
sindicales y empresariales, embajadores de gobiernos europeos, visitas a diferentes
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fábricas, inspectores del trabajo, entre otros.


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El estudio de las condiciones de trabajo y de vida de la población obrera constituía otra de
las tareas confiadas a la delegación de la OIT (capítulo III del Informe). Para la institución
de Ginebra, Venezuela podía mostrar un historial importante de disposiciones de
protección a los trabajadores, especialmente a partir de la aprobación del Código del
Trabajo de 1936. En relación a la seguridad social, la protección se dividía en tres
categorías principales:

a) Los seguros sociales obligatorios, instaurados en 1940, que incluían dos ramas; el
seguro de enfermedad y maternidad, y el seguro de accidentes del trabajo y de
enfermedades profesionales (los trabajadores agrícolas, a domicilio y domésticos,
no estaban cubiertos por el seguro);
b) Las obligaciones impuestas a los empleadores en materia de seguridad social –de
acuerdo a las disposiciones de la Ley del Trabajo o de las convenciones colectivas–
las cuales tratan especialmente de las condiciones de higiene y de seguridad en
la industria, algunos cuidados médicos a los trabajadores y a los miembros de su
familia, la reparación de riesgos profesionales, y las indemnizaciones por despido
y antigüedad (los trabajadores agrícolas estuvieron cubiertos a partir de 1945);
c) Los servicios de la salud pública, en particular los servicios hospitalarios del
Ministerio de Salud y de la Previsión Social (OIT, 1954, pp. 134-135).

La delegación propuso extender progresivamente los beneficios de la seguridad social al


conjunto de la población y uniformar su aplicación, además de consolidar sus ventajas en
áreas prioritarias como el seguro de cesantía y de jubilación. Además, era necesario
mejorar el funcionamiento de la Inspección del Trabajo, en especial en la formación de su
personal y de los medios para el cumplimiento de sus funciones. Frente a la envergadura
de las tareas planteadas, la delegación propuso una política de conciliación entre los
diferentes sectores sociales, en la que la libertad sindical sería condición previa de dicha
colaboración. En el aspecto sindical, el informe de la OIT sugería resguardar los sindicatos
de las vicisitudes de la vida política y reforzar su prestigio y eficacia estableciendo una
demarcación más clara entre sus actividades puramente sindicales y las políticas, y
evitando la represión y su dependencia del Estado (OIT, 1954, p. 178). A la luz de los hechos
mostrados por el propio informe, la delegación entregó algunas propuestas con el objeto
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de permitir el funcionamiento normal de los sindicatos:


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1. Eliminación de la prohibición de la reelección de los antiguos miembros de los
comités directores de los sindicatos.
2. Supresión de la autorización previa para la realización de asambleas sindicales.
3. Restablecimiento del derecho de los sindicatos a agruparse libremente en
federaciones y confederaciones nacionales.
4. Restablecimiento del ejercicio libre del derecho a huelga y al lock-out en los límites
fijados por la Ley del Trabajo. Apoyo en la colaboración de todos los factores de la
producción representados por organizaciones sólidas e independientes de
empleadores y de trabajadores.

Al conocerse el informe redactado por la delegación se abrió un debate inesperado entre


el gobierno venezolano y la OIT, lo que puso a prueba la naturaleza del procedimiento de
investigación llevado a cabo y, por lo tanto, la legitimidad de sus conclusiones. El primer
aspecto conflictivo se centraba en la relación con el objetivo de la misión de asistencia y
con su mandato. Si para el gobierno venezolano la delegación comprendía “un estudio
destinado a proveer a la OIT de informaciones completas e imparciales y no de una
investigación cuyo informe oficial sería publicado” (Gobierno de Venezuela, 1951), la
institución de Ginebra había ido más allá del ámbito de su competencia, y había
transformado la visita en una comisión de investigación que debía ser establecida, en todo
caso, según determinados principios reglamentarios. Para el gobierno venezolano las
comisiones de investigación estaban previstas en casos muy determinados, por ejemplo,
para el caso en que un Estado –también una organización profesional de empleadores o
de trabajadores– acusaba a otro Estado de haber infringido las obligaciones emanadas de
una convención que hubiera ratificado. De acuerdo al gobierno venezolano, ninguna
acusación había sido presentada por la violación de la convención sobre sindicalización y
menos una acusación de ese género se había comunicado a las autoridades venezolanas.

El segundo aspecto conflictivo se produjo a propósito de la publicación del informe,


lo que no había sido considerado en un primer momento. Nueve meses después de la visita,
en mayo de 1950, la OIT entregó al gobierno venezolano un documento de 194 páginas
donde exponía los resultados de su misión. Las autoridades venezolanas no tuvieron
tiempo de hacer llegar sus objeciones al informe, aunque la OIT ofreció todas las garantías
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de difusión de dichas observaciones. Entre las críticas estaba el hecho de que en ningún
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momento el gobierno había sido consultado con el fin de saber si deseaba o no que el
informe fuese publicado. Además, se criticaron las apreciaciones sociológicas, étnicas e
históricas presentes en él, junto con los errores de juicio sobre diferentes temas. De manera
simbólica, las autoridades cuestionaron el uso un tanto tendencioso de un panel de
fotografías presentes en el informe, prueba del poder de la imagen como elemento de
denuncia. Por último, el gobierno venezolano cuestionó que se relegaran a un segundo
plano los avances en la legislación social y en la protección acordada a los trabajadores
por causa de la atención prioritaria dada a la situación sindical (Gobierno de Venezuela,
1951).

El gobierno venezolano no pudo evitar la publicación del informe, fijada para el 30


de junio de 1950. La OIT comunicó a las autoridades que publicaría sus observaciones
como complemento del informe, siempre y cuando llegaran en el tiempo previsto, o como
documento distinto, si llegaban posteriormente a la fecha acordada.

Lo que muestra la experiencia de Venezuela es la dificultad en avanzar en el


cumplimiento de la legislación social en aquellos países refractarios a la intervención de la
OIT, o que presentaban condiciones políticas complejas, propias de una dictadura militar.
Algunos gobiernos utilizaron estas misiones para dirigir una ola de nacionalismo frente a
la intervención de un organismo extranjero, lo que marca un retroceso en el cumplimiento
de los compromisos internacionales en materia laboral. Las autoridades venezolanas
reiteraron en sus observaciones al informe de la delegación de la OIT lo siguiente:

Resulta que la soberanía exterior de un Estado se apoya sobre su


autonomía y que toda entidad extranjera a ese Estado que critica o
censura su organización interior en el dominio político, atenta, en una
u otra medida, contra los derechos soberanos de ese Estado. Es por
esta razón que, en los instrumentos internacionales fundamentales,
como la Carta de las Naciones Unidas, se encuentra consagrado el
principio de la no intervención en los asuntos internos de los Estados
Miembros, salvo en caso de amenaza para la paz y la seguridad
internacional; la misión no parece haber tenido en cuenta ese principio
que es la verdadera base de la colaboración internacional (Gobierno
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de Venezuela, 1951, p. 10).


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Al parecer, con la experiencia venezolana, la OIT terminó por comprender las dificultades
para incorporar a un país en el camino de la cooperación sin tener en cuenta las opiniones
de las propias autoridades nacionales.

Frente al impase provocado por el rechazo del gobierno venezolano a aceptar las
conclusiones del informe de la OIT y, lo más grave, su cuestionamiento al procedimiento
de investigación, el Consejo de Administración de la institución de Ginebra debió revisar
sus modalidades de aplicación de la convención sobre libertad sindical, en especial frente
a aquellos países que no habían ratificado la convención o que se mostraban enemigos de
toda injerencia de una institución extranjera. En 1951, se formó el Comité de Libertad
Sindical para examinar las acusaciones en contra de un Estado que no cumpliera con los
principios contenidos de la convención sobre libertad sindical o negociación colectiva,
aunque hubiera o no ratificado estas convenciones. Las quejas formuladas por las
organizaciones de trabajadores o de empleadores contra un Estado miembro serían
examinadas por el Comité de Libertad Sindical, el cual estaría compuesto por un presidente
y tres representantes de los gobiernos, empleadores y trabajadores (Gavel, 2001).” (Yáñez
Andrade, 2017)

5. Derecho del Trabajo


A continuación, citaremos doctrina sobre la definición del contrato de trabajo en
Venezuela tomada de la sección de Jurisprudencia del Derecho Laboral de la página web
del TSJ (http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scs/marzo/RC128-060303-02560.HTM,
Consultado el 23 de noviembre de 2023). Proviene la Ponencia del Magistrado Alfonso
Valbuena Cordero del 6 de marzo de 2003 en nombre de la Sala de Casación Social. Se
basa en la LOT y no en la LOTTT, pero sigue teniendo valor doctrinal.

“…la doctrina imperante en materia laboral ha señalado que el contrato de trabajo


además de requerir para su existencia los mismos elementos que los contratos de derecho
común, es decir, consentimiento, objeto y causa requiere para su existencia y validez de
otros elementos especiales que en principio son los siguientes: la prestación personal de
servicio, la subordinación y el salario, elementos éstos que han sido objeto de
innumerables estudios y a los cuales se le han sumados otros, en vista de la transformación
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y adaptación del derecho del trabajo en la realidad social y económica cambiante.


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Sin embargo, para el caso que nos ocupa sólo se tocará lo concerniente al
elemento de la prestación personal de servicio. Es así, que se ha señalado que el contrato
de trabajo es esencialmente personal, es decir, del lado del que presta el servicio es intuito
personae, en cambio, del lado del patrón, este puede cambiar, sin que se extinga la relación
de trabajo.

Esta prestación personal de servicio, deriva que el empleador u obrero no puede


ser sustituido físicamente por otro sin previo consentimiento del patrono. El trabajador
tampoco está obligado a ofrecer un sustituto en caso de impedimento de su parte para
prestar sus servicios. Este carácter personal del servicio suele dar a todo el contrato de
trabajo el de intuito personae, es decir, el de ser celebrado en atención a las cualidades
propias de quien ha de ejecutar la labor, profesión, destreza profesional, experiencia, etc.
Asimismo, es infungible, carácter que explica que el servicio debe ser efectuado en forma
personal, y no por un tercero, y que la muerte del trabajador extinga la obligación nacida
del contrato, por no ser transmisible a los herederos. (Alfonzo-Guzmán, 1983)

Así pues, se reitera el carácter personal en sentido estricto de la obligación


principal del trabajador en el marco de la relación, ello es así de tal manera que esa
obligación sólo puede ser realizada de forma también estrictamente personal. Se
diferencia, entonces la posición jurídica del trabajador con respecto a la de otros deudores
en relaciones jurídicas distintas, incluso en la posición del empleador en la misma relación
de trabajo, como sería, por ejemplo, los supuestos de novación subjetiva que se concretan
en la sustitución de patronos, de una parte, y en la cesión o transferencia de trabajadores
de otra (Artículo 88 Ley Orgánica del Trabajo, 36 y 38 del Reglamento de la Ley Orgánica
del Trabajo).

Sobre la base de las consideraciones anteriores, es necesario concluir que no es


admisible la sustitución de la persona del trabajador conservándose al mismo tiempo la
relación jurídica existente, esto es, que en las situaciones en las que por parte del
trabajador no se está en condiciones de continuar el cumplimiento del servicio contratado,
sea con carácter temporal o definitivo, se sigue la celebración de un nuevo contrato entre
el mismo empresario y otra persona, con la consiguiente constitución de un vínculo jurídico
laboral distinto.
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En algunos contratos de trabajo, se prevé la sustitución del trabajador por otra


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persona en el caso de que aquél no pueda continuar la prestación contratada -persona que
puede ser un familiar u otra indicada por aquél- pero debe quedar claro que en todo caso
tal sustitución no puede tener otro sentido que el ya indicado: extinción de la relación
jurídica anterior y constitución de otra nueva, que nace del nuevo contrato con la persona
que sustituye al trabajador anterior. Caso distinto, pero ya fuera de lo que en este
momento interesa, es el de la sustitución del trabajador en la realización de la prestación:
por ejemplo, en el período en el que éste disfruta de un descanso, pero con la necesidad
de que el puesto de trabajo continúe ocupado. (Martín Valverde, Rodríguez-Sañudo
Gutiérrez, & García Murcia, 1991)

En definitiva, no puede hablarse en ningún caso de sustitución en sentido estricto


de la persona del trabajador sino de sustitución de la relación laboral en su conjunto.”

6. Principios del Derecho del Trabajo


Ya en la ponencia citada supra se citaba a su vez la Nueva Didáctica del Derecho del Trabajo
(Alfonzo-Guzmán, 1983). A continuación, citaremos una sección completa de la obra,
tratando del principio de territorialidad, que tiene la curiosidad de haber sido citada en la
Ponencia, también en nombre de la Sala de Casación Social, del Mg. Omar Alfredo Mora
Díaz el día 19 de septiembre de 2001
(http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scs/septiembre/c223-190901-01176.htm,
Consultado el 23 de noviembre de 2023). Cabe decir lo mismo de su raigambre en la LOT
y no en la LOTTT.

La territorialidad de la Ley Orgánica del Trabajo

-I-

“De conformidad con el artículo 10 de la Ley Orgánica del Trabajo, las disposiciones de esa
ley "son de orden público y de aplicación territorial; rigen a los venezolanos y extranjeros
con ocasión del trabajo prestado o convenido en el país...". Es decir, que según la referida
norma, una doble noción territorial delimita, ahora con claridad, la vigencia de las
disposiciones de esa ley: en primer lugar, porque ella alude al territorio como limitado
asiento material del Estado, en donde su soberanía se ejerce al dictar y hacer cumplir las
disposiciones de la ley; y, en segundo término, porque según esa misma norma, el territorio
15

es el lugar donde acaecen o suceden las situaciones y relaciones jurídicas que dicha ley
Página

regula; o sea, aquéllas surgidas con ocasión del trabajo prestado (lex loci execucionis), o
convenido (lex loci celebrationis) en el territorio nacional venezolano.
En principio, los contratos de trabajo para organizar y dirigir la actividad de una empresa
que presta servicios en diversos países, se hallan sujetos a la legislación laboral del lugar
de su celebración. Dado que esos acuerdos han de ejecutarse normalmente en países
diferentes del lugar donde fueron celebrados, es lógico pensar que ambos contratantes se
vincularon a sabiendas de la existencia de reglas de orden público propias de los territorios
donde el contrato habría de ejecutarse, reglas ante las cuales las estipulaciones del
convenio de trabajo celebrado han de ceder, temporalmente, su prelación.

La aplicación casuística de la ley extranjera (sólo en cuanto resulte más favorable


que lo pactado), y temporal (sólo a los hechos y situaciones que se realizan durante la
permanencia del trabajador en territorio extranjero), lejos de significar la desintegración
del contrato celebrado en fragmentos independientes de tiempo, modo y lugar, es
expresión de la unidad inescindible del mismo y de la verdadera intención de los
contra-tantes.

La conservación del contrato, impuesta por el respeto a la voluntad de sus


celebrantes, excluye, consecuentemente, que una legislación territorial distinta de la del
país de su celebración, se aplique en sustitución de ésta. Si el contrato fue celebrado en
Estados Unidos de América para ser ejecutado parcialmente en Venezuela, Colombia y
España, por ejemplo, el trabajador no puede aspirar a que el contrato rija íntegramente
sus efectos por la ley venezolana, como si todo el tiempo de trabajo que sirve de base a las
prestaciones e indemnizaciones en ella previstas hubiera transcurrido en Venezuela, y,
como si la ley norteamericana que sirvió de marco al acuerdo, ni las demás leyes
extranjeras efectivamente aplicadas, no tuvieran influencia alguna en el proceso lógico de
la interpretación del contrato.

En el caso que sirve de ejemplo, existe la unidad del contrato a todos los efectos
legales, no obstante, la segmentación de los servicios prestados bajo el imperio de diversas
leyes territoriales y de orden público, pero los efectos de esa unidad convencional han de
ser demandados de conformidad con la ley del lugar de su celebración. Quien pretenda
reclamar las prestaciones preceptuadas por la ley de un país diferente, debe limitarse al
período de tiempo servido en ese país, en el entendido de que los pagos recibidos por tal
concepto han de descontarse del adeudo final según la legislación del lugar de celebración
16

del contrato. Cuando el artículo 10, parcialmente transcrito, de nuestra Ley Orgánica del
Página

Trabajo, delimita el imperio de esa ley al trabajo que se presta efectivamente en Venezuela,
o que se conviene en Venezuela para ser prestado en el extranjero, descarta la posibilidad
de que puedan reclamarse las prestaciones preceptuadas en la ley laboral venezolana sin
estar sirviendo en Venezuela para el momento de la demanda, con base en todo el tiempo
de servicio fuera del territorio nacional.

Un argumento adicional habrá de resaltar el acierto de nuestro razonamiento


sobre esta materia: las cláusulas del contrato contrarias a la ley territorial de turno habrán
de quedar automáticamente sustituidas por la disposición legal imperativa. Mas, dicha
sustitución no es definitiva, sino temporal, mientras el trabajo se ejecuta dentro del
territorio de la ley concurrente. Una vez bajo la vigencia de otra ley territorial, la cláusula
recobra su eficacia normal, si la ley del nuevo territorio donde el trabajo se realiza no la
reemplaza por otra disposición de orden público que la sustituya igualmente.

La conclusión anterior destaca igualmente la unidad del contrato, que conserva su


originaria identidad, no obstante, las periódicas mutaciones parciales y temporales de su
contenido; de otra parte, la sucesiva pérdida y recuperación de la eficacia de las
estipulaciones del acuerdo celebrado, a medida que el trabajador se desplace de uno a
otro país, explica hasta la evidencia que toda ley laboral rige únicamente en el territorio
en que el trabajo se convino o se realiza, tal como lo precisa el artículo 10 del ordenamiento
venezolano sobre la materia.”

- II -

“El principio de aplicación territorial corrige, por tanto, la tradicional posición de nuestra
jurisprudencia, según la cual bastaba la prueba del servicio continuado en el exterior del
país, cumplido bajo la vigencia de otras leyes laborales, para merecer las prestaciones
sociales previstas en la ley del trabajo venezolana, con base en el salario devengado por el
empleado durante su estadía en Venezuela. Influidos por un mal entendido principio de
favor al trabajador, así como por un exacerbado criterio sobre el valor de lo nacional,
nuestros tribunales han recurrido a una supuesta solidaridad entre las diferentes empresas
a las cuales alega el trabajador haber servido. La solidaridad no debe confundirse con la
subsidiaridad. La primera es cualidad de un derecho o de una obligación comunes a varios
acreedores o deudores, de modo que el pago hecho por uno de los deudores liberte a los
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otros, o que el pago total a uno de los acreedores liberte al deudor para con todos (Art.
1.221 Código Civil), mientras que subsidiaridad es condición de lo que es parte accesoria
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de algo principal, de lo cual depende.


Al concebir la subsidiaridad de empresas como solidaridad de obligaciones, nuestros
tribunales han extendido indebidamente esta especial cualidad del nexo obligatorio, sin la
prueba del pacto expreso de las partes que la haya convenido, y sin la existencia de una
disposición de ley que terminantemente la declare, pasando por alto el hecho de que
suponer vinculadas solidariamente a empresas que no son más que partes de una misma
unidad organizativa y funcional, accesorias de una firma principal, es suponer a un único
deudor, solidario consigo mismo.

Además de la sustitución de patronos, la L.0.T. crea la solidaridad de deudores


únicamente en dos ocasiones distintas, a saber:

a) En su artículo 54, cuando obliga al beneficiario de las obras o servicios realizados


por el intermediario a quien aquél hubiera autorizado expresa o tácitamente; y
b) Cuando obliga al dueño de la obra o beneficiario del servicio, frente a los
trabajadores de los contratistas o subcontratistas que utilice (artículo 56 ejusdem).

Pensamos que sólo en estos tres casos, o cuando exista pacto expreso que establezca
la responsabilidad solidaria entre las empresas asentadas en distintos países, podrían ser
reclamadas las prestaciones sociales preceptuadas por la ley de un país diferente al de la
celebración del contrato, con base en todo el tiempo en que haya prestado servicios para
las referidas empresas. De no ser así, se da el absurdo de que cualquier empresa
venezolana habría de responder solidariamente de las utilidades que deban a sus
trabajadores las empresas vinculadas económicamente a ella, asentadas en otros países;
como también de los accidentes o enfermedades profesionales, recargos de horas extras,
jornada nocturna, vacaciones vencidas, etc., ocurridos en el extranjero, pues los
codeudores solidarios deben la misma cosa. La empresa nacional, incluso, quedaría
obligada en caso de que los pretendidos derechos del trabajador hubieren sido cancelados
según las leyes territoriales aplicables, mediante el pago de una suma menor a la que la
legislación venezolana prevé para supuestos semejantes. ¿Luce coherente con la seguridad
jurídica y con el principio de orden público territorial propio de la ley laboral de cada país,
que ningún derecho causado según la legislación extranjera pueda tenerse como cierto y
seguro hasta que el mismo sea revisado a la luz de la legislación venezolana? ¿No se ve
claro que aplicar la ley nacional al tiempo transcurrido bajo la vigencia de otras leyes de
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idéntico carácter imperativo, pero distintos efectos, es atribuirle a la ley venezolana una
Página

naturaleza supranacional que no posee?


En un orden conexo de ideas, ¿habría que aplicar la indexación a tales pagos, no obstante
que según el artículo 1.227 del Código Civil, la mora de uno de los deudores (el extranjero
que ha pagado incompleto conforme a la ley venezolana, pero que ha cumplido correcta y
puntualmente según su respectiva ley), no tiene efecto con respecto a los otros? Si la
indexación obra como un correctivo de la morosidad del deudor, ¿por qué habría de
pagarla la empresa venezolana, si ella no ha entrado en situación de mora? El principio
civil de la independencia de la obligación de cada deudor solidario, salvo para el pago,
queda sin explicación con la posición tradicional de nuestra jurisprudencia. Y si se
responsabiliza, en nombre de una presunta solidaridad, a la empresa nacional por el
cumplimiento de leyes vigentes en territorios extranjeros, el trabajador acreedor de una
obligación amparada en esas leyes podría demandar solidariamente su cumplimiento en
Venezuela. Eso, según el artículo 1.226 del Código Civil, no le impediría proponer la
demanda contra los otros deudores en Venezuela o en sus países, siempre que la acción
no se hubiera extinguido.

A modo de conclusiones, puede entonces, afirmarse:

1. La Ley venezolana no es aplicable más que a los servicios prestados o convenidos


en Venezuela (Artículo 10 de la L.0.T.)
2. La solidaridad, como nexo entre deudores de una misma obligación, no proviene
más que de pacto expreso o de regla legal”.

7. Fuentes del Derecho del Trabajo


A continuación, presentamos jurisprudencia establecida sobre la aplicación del principio
de no regresividad como fuente del derecho laboral. Se toma de la Ponencia del Mg. Juan
Rafael Perdomo en nombre de la Sala de Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia
emitida el día 27 de junio de 2002 (https://vlexvenezuela.com/vid/jes-s-rivero-marcano-
den-spie-283474835, Consultado el día 23 de noviembre de 2023).

“…como se ha establecido en diversos fallos desde el 17 de marzo de 1993 (Camillus


Lamorell contra Machinery Care y otro), el carácter alimentario del salario y de las
prestaciones percibidas por el trabajador como contraprestación de sus servicios
adeudados al terminar la relación de trabajo, constituye el fundamento de la corrección
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monetaria de dichos créditos, por lo que la pérdida de su valor adquisitivo por la demora
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o reticencias en su pago por parte del patrono no puede ir en perjuicio del trabajador,
debiéndose reestablecer mediante la indexación el poder adquisitivo de todas las
cantidades debidas y no sólo de la correspondiente a la prestación de antigüedad.”

8. La Prescripción Laboral
A continuación, presentamos doctrina tomada de la sección de Jurisprudencia del
Derecho Laboral de la página web del Tribunal Supremo de Justicia, en particular de una
ponencia del Magistrado Omar Alfredo Mora Díaz del día 4 de mayo de 2004
(http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scs/Mayo/387-040504-04142.htm, Consultado el
día 23 de noviembre de 2023).

“La prescripción extintiva o liberatoria es un medio de libertarse de una obligación por el


transcurso del tiempo y bajo las condiciones determinadas por la ley. La prescripción
supone la inercia del acreedor para exigir el cumplimiento del crédito por parte del deudor.

El artículo 61 de la Ley Orgánica del Trabajo establece el lapso de un (1) año,


contado a partir de la terminación de la relación de trabajo, como el lapso de prescripción
de las acciones derivadas de la relación de trabajo.

Este lapso de prescripción se interrumpe de las formas indicadas en el artículo 64


de la misma Ley Orgánica del Trabajo, las cuales son:

a) Por la introducción de una demanda judicial, aun-que se haga ante un Juez


incompetente, siempre que el demandado sea citado o notificado antes de la
expiración del lapso de prescripción o dentro de los dos (2) meses siguientes;
b) por la reclamación intentada por ante el organismo ejecutivo competente cuando
se trate de reclama-ciones contra la República u otras entidades de ca-rácter
público.
c) por la reclamación intentada por ante la autoridad administrativa del Trabajo,
siempre que se notifique al reclamado o a sus representantes antes de la
ex-piración del lapso de prescripción o dentro de los dos (2) meses siguientes; y
d) por las causas señaladas en el Código Civil.

Por su parte, el artículo 1.969 del Código Civil, esta-blece que la prescripción se interrumpe
mediante:
20

a) Una demanda judicial, aunque se haga ante un Juez incompetente, siempre que
Página

se protocolice por ante la Oficina de Registro correspondiente y an-tes de expirar


el lapso de prescripción, la copia certificada del libelo de la demanda con la orden
de comparecencia del demandado, a menos que se le haya citado dentro de dicho
lapso;
b) Con la notificación al deudor, respecto del cual se quiere interrumpir la
prescripción de un Decreto o de un Acto de embargo;
c) Con cualquier acto capaz de constituir al deudor en mora, bastando el simple
cobro extrajudicial para interrumpir la prescripción del crédito.

De un análisis de las distintas formas de interrupción de la prescripción de los créditos


laborales, tanto las previstas en la Ley Orgánica del Trabajo como las previstas en el Código
Civil, se debe concluir que para interrumpir la prescripción de las acciones derivadas de la
relación de trabajo basta que el trabajador realice, dentro del lapso previsto en la ley, un
acto capaz de poner en mora al patrono, exigiéndole el cumplimiento de las obligaciones
derivadas de las leyes laborales.”

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Referencias
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