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A la Escuela del Espíritu Santo

Más de una vez habrás dicho, al oír algo que te choca: “Me estás echando
broma” o “me estás tomando el pelo”.
A mi me ha pasado eso leyendo alguna página del Evangelio. Por ejemplo,
cuando Jesús promete a sus discípulos que les enviará su Espíritu Santo, les dice:
“El les enseñará todo lo que Yo les he enseñado”. Y yo pensaba: Pues, ¡vaya! ¿Para
qué ese enseñar lo que ya se sabe?
Pero Jesús no está de bromas, no nos está tomando el pelo.
Es tan fácil conformarse con saber. Y resulta que las enseñanzas de Jesús
no son para saberlas, sino para vivirlas. Se trata de vivir lo poco o mucho que cada
uno ya sabemos.
Es decir, se trata de hacer bajar las ideas de la cabeza la corazón, y a las
manos y a los pies… a las obras.
Pues bien; esa lección sobre “los mismos temas” nos la explica el Espíritu
Santo. Y nos la explica todos los días en nuestro interior, si queremos prestar
atención a ese gran Maestro del corazón.
Tú, como yo, tenemos un gran peligro: creer que aquellas ideas que vemos
claras y de las que estamos tan convencidos y de las que oímos hablar con agrado, y
que hasta las defenderíamos… creer, digo, que ya las vivimos. Y no es verdad.
Ahí tienes un botón de muestra: ¿quién no ve claro aquello de “no hagas a
otros lo que no quieres que te hagan a ti”? Pues examínate despacio y verás cómo
muchas veces en tu vida no lo tienes en cuenta.
Para aprender estas lecciones tan claras que ya sabemos, necesitas ser un
buen alumno en la escuela del Espíritu Santo: ese gran Maestro Interior
Ese gran maestro que, como dice La Imitación de Cristo, te explicará cada
día dos lecciones: una corrigiendo tus vicios; otra, estimulándote a la virtud.
¿Quieres inscribirte en esta escuela?

“La vida interior sigue siendo el modo propio de recibir las irradiaciones
del Espíritu de Cristo. Hace falta silencio, recogimiento, lectura, reflexión,
oración. Sin esto no podemos mantenernos cristianos. La cita para el encuentro
con Dios está fijada dentro del alma. Es necesario experimentar su presencia,
sentir su llamada.
Estamos casi siempre fuera de nosotros mismos. Nos cuesta reflexionar y
orar. Es necesario dar a la vida interior su puesto en el programa de nuestra vida
agitada… y un puesto principal”
-Pablo VI-
A la Escuela del Espíritu Santo
Más de una vez habrás dicho, al oír algo que te choca: “Me estás echando
broma” o “me estás tomando el pelo”.
A mi me ha pasado eso leyendo alguna página del Evangelio. Por ejemplo,
cuando Jesús promete a sus discípulos que les enviará su Espíritu Santo, les dice:
“El les enseñará todo lo que Yo les he enseñado”. Y yo pensaba: Pues, ¡vaya! ¿Para
qué ese enseñar lo que ya se sabe?
Pero Jesús no está de bromas, no nos está tomando el pelo.
Es tan fácil conformarse con saber. Y resulta que las enseñanzas de Jesús
no son para saberlas, sino para vivirlas. Se trata de vivir lo poco o mucho que cada
uno ya sabemos.
Es decir, se trata de hacer bajar las ideas de la cabeza la corazón, y a las
manos y a los pies… a las obras.
Pues bien; esa lección sobre “los mismos temas” nos la explica el Espíritu
Santo. Y nos la explica todos los días en nuestro interior, si queremos prestar
atención a ese gran Maestro del corazón.
Tú, como yo, tenemos un gran peligro: creer que aquellas ideas que vemos
claras y de las que estamos tan convencidos y de las que oímos hablar con agrado, y
que hasta las defenderíamos… creer, digo, que ya las vivimos. Y no es verdad.
Ahí tienes un botón de muestra: ¿quién no ve claro aquello de “no hagas a
otros lo que no quieres que te hagan a ti”? Pues examínate despacio y verás cómo
muchas veces en tu vida no lo tienes en cuenta.
Para aprender estas lecciones tan claras que ya sabemos, necesitas ser un
buen alumno en la escuela del Espíritu Santo: ese gran Maestro Interior
Ese gran maestro que, como dice La Imitación de Cristo, te explicará cada
día dos lecciones: una corrigiendo tus vicios; otra, estimulándote a la virtud.
¿Quieres inscribirte en esta escuela?

“La vida interior sigue siendo el modo propio de recibir las irradiaciones
del Espíritu de Cristo. Hace falta silencio, recogimiento, lectura, reflexión,
oración. Sin esto no podemos mantenernos cristianos. La cita para el encuentro
con Dios está fijada dentro del alma. Es necesario experimentar su presencia,
sentir su llamada.
Estamos casi siempre fuera de nosotros mismos. Nos cuesta reflexionar y
orar. Es necesario dar a la vida interior su puesto en el programa de nuestra vida
agitada… y un puesto principal”
-Pablo VI-

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