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MAESTRÍA DE PSICOANÁLISIS

Trabajo final

MÓDULO: Clínica psicoanalítica I

PROFESOR: Dr. Guillermo Izaguirre

ALUMNO: Juan Pablo Pigliacampo

TÍTULO: “Breves puntualizaciones del caso del ‘Hombre de las


ratas’”
Resumen:

En el presente trabajo se buscará brindar un panorama breve y preciso sobre


el caso dado a llamar “el hombre de las ratas”, trabajado por Sigmund Freud en 1908, con el
fin de poder señalar cuestiones puntuales en lo que conciernen a las manifestaciones clínicas
del mismo, como así también de algunas nociones importantes que entran en juego, como ser
la del lugar de la palabra y la idea que se tiene de sujeto en el campo psicoanalítico, desde la
lectura de Jacques Lacan a través de su texto “Función y campo de la palabra y del lenguaje
en psicoanálisis”. Bajo dichas premisas, el fin que se propone en la redacción estará en la
justificación teórica del despliegue del caso a partir de la articulación posible entre este y los
términos antes indicados.

Palabras clave: Freud, Lacan, Caso, Ratas, Neurosis obsesiva


Contextualización clínica del caso

El texto referencial de Freud fue titulado como “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”
(Freud, 1909), que luego fue conocido en el ambiente de la literatura analítica como “el caso
del hombre de las ratas”. Freud inicia el mismo mencionando que un joven de formación
universitaria se presenta a su consulta, indicando el padecimiento de representaciones
obsesivas desde la infancia, pero señalando, a su vez, que estos padecimientos hubieron de
aumentar su intensidad en los últimos cuatro años. Asimismo, se expresa que el contenido
principal del sufrimiento del individuo se basa en ciertos temores respecto de que algo les
pueda suceder a dos personas a quien ama mucho: su padre es una de ellas, y luego está una
“dama a quien admira”. Además de ello, también refiere que siente “impulsos obsesivos” y
prohibiciones en relación a cosas indiferentes, insignificantes.

Freud observa que, en función del relato de su paciente ya en la primera sesión, algunas cosas
se pueden estipular respecto de la neurosis obsesiva: “Vale decir; una pulsión erótica y una
sublevación contra ella; un deseo (todavía no obsesivo) y un temor (ya obsesivo) que lo
contraría; un afecto penoso y un esfuerzo hacia acciones de defensa: el inventario de la
neurosis está completo” (p.131).

Por otro lado, Freud se realiza interrogantes importantes que guiarán el curso de sus
teorizaciones clínicas al respecto del caso: “¿Qué querrá decir que el padre tiene que morir si
en el niño se mueve aquel deseo concupiscente? ¿Es un mero sinsentido, o hay caminos para
comprender esa afirmación, asirla como un resultado necesario de procesos y premisas
anteriores?” (Ibíd.)

Continuando con su desarrollo, Freud comenta lo que el paciente refiere sobre el motivo de su
consulta. El sujeto, en ese sentido, empieza a narrarle algo que aconteció cuando estaba
realizando maniobras militares en agosto. Allí, expresa que perdió sus lentes y que tuvo que
comunicarse con su óptico de Viena para que le puedan enviar otros; posteriormente a ese
suceso, ocurre que tiene una conversación con un oficial de apellido checo, que “estaba
destinado a volverse significativo” para el paciente. Sobre ello, Freud destaca que el paciente
le dice que dicho oficial le producía cierta angustia, porque “evidentemente amaba lo cruel”--
esta idea aparece debido a que éste habría abogado repetidas veces “por la introducción de
castigos corporales”. En la conversación mencionada, el oficial le comienza a narrar de un
castigo “particularmente terrorífico” que se aplicaba en Oriente--y, para este momento del
relato del paciente, el mismo se detiene y le ruega a Freud no continuar con los detalles más
precisos. Más adelante, y con interlocuciones de Freud, el paciente explica que dicha tortura
consistía en colocar un tarro dado vuelta en el trasero de una persona, para introducir ratas en
él luego, que puedan penetrar en el ano de la persona en cuestión. Cabe recalcar el detalle que
precisa Freud respecto de las expresiones del paciente mientras éste articulaba su relato: estas
indicaban un “horror ante su placer, ignorado por él mismo” (p.133). “En el momento”,
continua el discurso del paciente, “me sacudió la representación de que eso sucede con una
persona que me es cara”. Freud intuye que esa persona en particular podría ser la dama antes
mencionada. No obstante, luego añade que sus ideas proliferaron una vez que el oficial le
terminó de contar el castigo, y se detuvieron luego de un acto que realiza el paciente. Allí, el
paciente le expresa a Freud que también apareció la figura de su padre como aquél que
también podía recibir el castigo.

Más tarde, se expresa el modo en que el paciente llega a tener la primera sesión con
Freud. Al respecto, el paciente comenta que, tras un episodio netamente obsesivo que tuvo
con la devolución de un pago a una persona en particular--llamado por Freud “teniente A”--,
el mismo acudió, luego de haber observado en un libro el nombre de Freud, a su consulta--el
fin primario era la posibilidad de obtener un certificado que le permita al sujeto realizar un
acto absurdo entorno al mencionado pago, pero luego, en la comunicación del paciente, dicho
fin se orientó a borrar sus representaciones obsesivas. En la próxima sesión, el paciente le
relata una escena de su infancia dada a los 12 años: en ella, expresa que le gustaba una niña, y
para que ella gustase a su vez de él, a él le tendría que suceder una desgracia: es allí que
aparece la posibilidad de la muerte de su padre. Si bien el paciente, ante intervenciones de
Freud, se resiste a la idea de considerar esa idea como un deseo, luego comenta que la idea de
la muerte del padre retorna en otro momento de su vida--medio año antes de su
fallecimiento--, cuando, ya enamorado de la misma mujer pero impedido de unirse con ella
por cuestiones materiales, se le figura la siguiente idea--y en términos de Freud: “por la
muerte del padre, acaso él se vuelva tan rico que pueda casarse con ella”. Al respecto, el
paciente se demuestra intrigado por el mecanismo de aparición y desaparición de una idea--
primero a los 12, luego a los 20, y luego dos años después para mantenerse preservada desde
entonces.

Lo narrado recientemente gana un sentido particular en las siguientes elaboraciones de Freud,


donde aclara lo que le comenta el paciente respecto de su familia: El padre, tiempo antes de
casarse con su madre, habría cortejado a una “muchacha pobre y linda”; luego, en simultáneo
con el casamiento con su madre, su padre habría entrado en la empresa industrial de la familia
de su pareja. Esta era la prehistoria del caso, y posteriormente a la muerte de su padre, la
madre le comenta al paciente que con la familia habían hablado de su futuro, y al respecto
concluyeron en que este se podría casar con la hija de uno de los primos de su madre. “Este
plan de la familia le encendió el conflicto”, dice Freud; conflicto que se “solucionó” a partir
de la enfermedad.

Por último, y con fines de encuadrar el caso del hombre de las ratas de un modo
todavía más fiel al que escribe Freud, se destacarán las manifestaciones propias de lo que el
autor vienés halló como neurosis obsesiva. Se hará hincapié en las representaciones
obsesivas.
En este sentido, se entiende por representación obsesiva aquello que Freud trabaja en su texto
“Las neuropsicosis de defensa” (1894), que refiere que dichas representaciones son aquellas
en las que se adhiere un afecto liberado de una representación que no era conciliable para la
conciencia (p.53), logrando así un mecanismo de “falso enlace” (Ibíd.). Un ejemplo de ello,
de particular transparencia en términos de Freud (Freud, 1909), es el que acontece cuando el
paciente tenía que estudiar y, por su lado, también extrañaba a su dama (p.148).

En pleno estudio del paciente, y alejado de su amada porque esta tenía que cuidar a
su abuela porque estaba enferma, aparece el mandamiento de cortarse el cuello con una
navaja de afeitar, reemplazando aquél otro de rendir en el primer plazo posible. Esta idea es
interrumpida por otra que le señala que, en vez de ello, debería ir donde está su amada y
matar a la anciana. Freud lee esta cuestión del siguiente modo: primero apareció un ataque de
furia con la exclamación de que debería matar a la abuela de su amada por apartarla de él, y
luego un mandamiento de autocastigo por haber pensado semejante cosa. Así las cosas, lo que
señala el autor es que se dio una secuencia invertida en la presentación de las ideas (Ibíd.).

Por otro lado, también figuran en el caso otras representaciones obsesivas que tenían,
luego, su correspondencia en determinadas acciones compulsivas del sujeto. Al respecto,
Freud refiere un comportamiento compulsivo protector del paciente respecto de su amada
(p.149), que se basaba, a su vez, en diferentes conductas (compulsión por contar rayos, o por
quitar y mover una piedra de un lugar específico). Por otro lado, también fue descrita por
Freud la compulsión a “comprender” (Ibíd.), que se fundamentaba en que el paciente tenía la
necesidad de entender cada sílaba que era expresada por la otra persona--principalmente, por
su amada. En este sentido, y desde dichas páginas del caso, se puede esbozar la idea de que la
compulsión es aquella acción que el sujeto se ve obligado a realizar en pos de una ideación
obsesiva (Ibíd.).
Hasta aquí se llega con lo que es el devenir del caso, al menos presentado según como
Freud lo trabaja. En adelante, se puntualizarán segmentos particulares del tratamiento
efectuado por Freud a partir de ciertos detalles que Jacques Lacan pudo señalar en el caso.

El lugar del sujeto y el de la palabra

El caso del hombre de las ratas es considerado paradigmático en Freud por diversos
motivos. Muchos autores, dentro de la literatura psicoanalítica, se han referido a él para
trabajar las nociones que fueron desplegadas por Freud al comienzo del siglo XX; ya sea
desde lo que ataña a la neurosis obsesiva propiamente dicha, ya sea por la perspectiva
singular del caso, o por algún marco teórico particular que se pretenda indagar a partir de él.
El abordaje propuesto para el caso presente es, justamente, el de explorar las ideas que Lacan
trabajó en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” (Lacan, 1953) en
relación al caso del Hombre de las ratas. Y dicho suceso está por entero vinculado a la
distancia que el autor francés señaló que existía entre el análisis propuesto por Freud, y el
“análisis de las resistencias” fuertemente destacado por los posfreudianos.

Una noción importante que Lacan deja claro en el texto mencionado, es el lugar que
debe tener la palabra en la experiencia analítica--experiencia que, como tal, debe ser fundada
(y fundamentada) en lo simbólico, esto es, en el ‘decir’. Este hecho queda claro en el
recorrido del autor, cuando sostiene que los medios del método freudiano son, justamente, los
de la palabra (p.250), en tanto que son ellas quienes confieren a las actividades del sujeto “un
sentido”. Es esta, pues, la originalidad del método psicoanalítico.

De ser así, se entienden entonces por qué Lacan luego indica que han habido
confusiones en la práctica analítica. El eje en el que hace énfasis a lo largo de su texto va
desde la preocupación por los patterns de las conductas (p.239), pasando por la centralización
en el ego y su realidad (p.245), y llega hasta los principios que han sido fundados sobre el
análisis de las resistencias (p.280); principios que pueden estar bien fundamentados, pero que
han sido “ocasión de desconocimiento cada vez mayor del sujeto”. ¿Y por qué ocurre esta
cuestión? Porque no están comprendidos en su relación con la intersubjetividad de la palabra
(Ibíd.).

Lo que acontece entre Freud y el paciente del que se desprende su caso, desde la
óptica de Lacan, no pasa por las coordenadas de un “análisis de las resistencias”, sino, más
bien, por la puesta en movimiento de las resonancias de la palabra (Ibíd.). Al respecto, Lacan
deja expreso que “parece poco probable que Freud no haya reconocido las resistencias en su
lugar”, pero que no se trata de eso el análisis por él propuesto. Inclusive esto queda expuesto
cuando Lacan cita el fragmento del caso en cuestión, en donde el paciente se muestra
horrorizado por la tortura de las ratas; allí, el autor puntualiza que a Freud “el efecto actual de
la repetición de ese relato no se le escapa”--esto es, el horror sentido por la propia narrativa
del paciente, y por ello tampoco se le escapa la identificación del psicoanalista con aquél
“capitán cruel” (Ibíd.).

Entonces, “lejos de interpretar [...] la resistencia” , Freud accede a su requerimiento, y


hasta parece que “entra en el juego” del sujeto--esto en función de lo que le devolvió al
paciente (Freud, 1908) [“le aseguro que yo mismo no tengo inclinación alguna por la
crueldad...” (p.133)] cuando este tuvo cierta reticencia de continuar su relato. Queda
remarcado (Lacan, 1953) que Freud no “agota los recursos de la interpretación” en ese
segmento, sino que habilita la asociación posible por parte del paciente, con el fin de que el
sujeto pueda implicarse en su propio mensaje (p.281). Bajo esta premisa, el paciente continuó
desarrollando su discurso, refiriendo en qué consistía la tortura mencionada--y posibilitando,
así, las próximas conjeturas de Freud sobre el caso.

Es por lo anterior que Lacan señala fehacientemente que es a través de la palabra que
se da la experiencia analítica, y no desde otro orden. Pues el psicoanálisis (Ibíd.) consiste
justamente en “pulsar sobre los múltiples pentagramas de la partitura que la palabra
constituye en los registros del lenguaje”; es decir, que la práctica tiene un basamento en lo
que sucede con el decir del paciente, y es allí donde el analista va a “pulsar”, a intervenir.
Para que esto suceda, y para que el mensaje del analista responda a la interrogación profunda
del sujeto--aquella pregunta que lo sitúa como tal--, es preciso que el sujeto en cuestión “lo
oiga como una respuesta particular”--y, en el caso del hombre de las ratas, esta respuesta se
expresaba en recibir “la buena palabra” de la boca de Freud, hecho que constituía el resorte de
su éxito (Ibíd), y que hace que quede pendiente la pregunta por la transferencia en este
acontecimiento.

Por último, Lacan refiere que, más allá de lo dicho, la clave de la experiencia
analítica no pasa por imitar a Freud--inclusive, de incurrir en el “estilo” del psicoanalista
vienés, ello podría “amortiguar” el efecto de la palabra del analista-- , sino que ella se
encuentra en los principios que rigieron la práctica del llamado “Padre del Psicoanálisis”.
Estos principios están fundamentados en lo que Lacan explica como “dialéctica de la
consciencia de sí”, a partir de la “suposición irónica” que señala que “todo lo racional es
real”--lo que precipita y sostiene el juicio científico que indica su inversión, es decir, que todo
lo real es, a su vez, racional. Pero, siguiendo esta línea, Lacan deja en claro que el
descubrimiento freudiano no está precisamente en ese punto, sino en la demostración de que
ese “proceso verificante no alcanza auténticamente al sujeto sino descentrándolo de la
conciencia de sí”, esto es, corriéndolo de la perspectiva netamente conciente (Ibíd.). Es esto lo
que objeta “toda referencia a la totalidad en el individuo”, puesto que es el sujeto quien
introduce allí la división (p.282), que no es otra que la que remite al estatuto del inconsciente.

En el caso del hombre de las ratas se puede observar cómo, desde esta lectura, el
discurso del paciente desquebraja cualquier intento de teoría totalizadora sobre el acontecer
psíquico. Desde las representaciones obsesivas que Freud hábilmente ubica e interpreta, hasta
el factor señalado como el “gran temor” del paciente, son circunstancias que no tienen otra
articulación fundamental más que la palabra. A partir de allí (Freud, 1909), se pueden
localizar fenómenos como la insistencia del hombre de las ratas de querer aclarar “cuán
ajenos y hostiles” pueden resultarle los pensamientos sobre una tortura aplicada a una persona
que “le es cara” (p.133), y la articulación de expresiones como florines y ratas en referencia al
dinero que tenía que pagar por las consultas con Freud [hecho que el autor equipara entre los
términos «cuotas» y «ratas» («Raten» y «Ratten», respectivamente) (p.167).
Bibliografía

Freud, S. (1894). “Las neuropsicosis de defensa”, Obras completas, Vol. III,


Amorrortu. Buenos Aires, 1992.

Freud, S. (1909). “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, Obras completas,


Vol. XII, Amorrortu. Buenos Aires, 1997.

Lacan, J. (1953), “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”,


en Escritos I, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002.

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