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Freud recibió en su consulta a la joven Ida Bauer, de 18 años (la célebre Dora) en
el año 1898 y trabajó con ella por tres meses. Durante este período vio a su paciente
varias veces a la semana y si bien manifestó no estar del todo satisfecho con los
resultados obtenidos (el tratamiento, por supuesto, no llegó a su fin) el caso se destacó
tanto por la riqueza y variedad de los síntomas, como por los múltiples esclarecimientos
logrados mediante la interpretación psicoanalítica.
Es importante destacar que para esta época Freud ya había descartado la
hipnosis y el método catártico (que procedía al levantamiento uno a uno de los síntomas)
por infructuosos, y se encontraba aplicando de lleno la técnica de la asociación libre, que
él consideraba más compatible "con la estructura más fina de la neurosis" y que se halla
al día de hoy vigente como "regla fundamental" del método psicoanalítico.
Esta metodología de trabajo le permitió comprender mucho más acerca de la
naturaleza simbólica de las afecciones neuróticas e insertar los síntomas en la trama
sexual, afectiva de la cual provenían, como si a través de estas neoformaciones los
agentes quisieran gritar verdades que por su educación y formación debían permanecer
reprimidas.
Freud consideraba que la causación de las enfermedades histéricas debía
buscarse en las intimidades de la vida psicosexual de los enfermos por cuanto "los
síntomas histéricos son la expresión de sus más secretos deseos reprimidos" o, como lo
expresa de manera sucinta en su relato del caso, que "Los fenómenos patológicos son,
dicho llanamente, la práctica sexual de los enfermos". Y es precisamente por esto, por la
naturaleza de las cosas que constituyen el material del psicoanálisis "que en nuestros
historiales clínicos debemos prestar tanta atención a las condiciones puramente humanas
y sociales de los enfermos como a los datos somáticos y a los síntomas patológicos".
Sin más preámbulos, le propongo al lector adentrarnos en el estudio
pormenorizado de algunos aspectos significativos pertenecientes al historial clínico de
Dora. Por lo general se trata de síntomas, acciones sintomáticas, rasgos de carácter o
conflictos específicos que se presentan a priori sin un mayor sentido, pero que al ser
reinsertados en la totalidad de la trama afectiva a la que pertenecen, se les restituye su
lógica y su razón de ser.
Considero, siguiendo a Freud, que si advertimos en qué medida los síntomas -por
más inexplicables o absurdos que parezcan- se encuentran estructurados
simbólicamente, esto es, responden a una lógica y a un sentido plenos, comprenderemos
por qué los síntomas neuróticos sólo pueden ser elaborados y curados a través de las
condiciones de trabajo que provee el dispositivo psicoanalítico.
Por último, recomendamos la lectura del presente artículo sólo una vez que se
haya leído el caso de referencia, el cual se encuentra disponible para su descarga aquí.
Freud define a la madre como una mujer que encuentra serias dificultades en el
terreno de la sexualidad, y como consecuencia, se empeña obsesivamente en mantener
limpios la vivienda, los muebles y los utensilios. Al no operar como causa del deseo del
padre, no representa ese referente identificatorio que Dora -una joven de 18 años-
necesita para hacer lugar a su feminidad. En efecto, Freud describe el cuadro clínico de la
madre como una "psicosis del ama de casa".
Mujer de escasa cultura, poco inteligente, la madre de Dora contempla
impertérrita las infidelidades, idas y vueltas de su marido y su hija, y transita de manera
inerme el novelón familiar que se desarrolla ante sus ojos creyendo las más absurdas y
disparatadas excusas. Esta clase de pacientes, según destaca Freud, ignoran totalmente
su propia enfermedad, por lo que en la historia podría definirse como una ausencia, lo que
se conoce coloquialmente como un "cero a la izquierda".
5. Dolores de estómago
Freud remite el flúor albus de Dora a la culpa del padre por haber contagiado a la
madre con una enfermedad venérea. Por otra parte, el "catarro" se vuelve un puente
asociativo entre la tos y el catarro vaginal, producido por la vida promiscua e infiel del
padre.
La tos encontraba asimismo una solicitación a partir de la identificación de Dora
con el padre, quien se encontraba aquejado por una afección pulmonar. El solidarizarse
con su síntoma le permitía expresar su compasión y cuidado por él. "Pero también
proclamaba al mundo, por así decir, algo que quizás a ella todavía no le había devenido
conciente: «Soy la hija de papá. Tengo un catarro como él. El me ha enfermado, como
enfermó a mi mamá. De él tengo las malas pasiones que se expían por la enfermedad».
La problemática ligada a la "mugre" de la enfermedad de transmisión sexual
queda asociada, por su parte, a la martirizadora manía de limpieza de la madre. A todo
este complejo entramado Freud le suma la consideración de la enuresis infantil, un
síntoma que -según Dora le revela- padeció durante su infancia y detrás del cual Freud
supone una actividad sexual hiperintensa en la temprana infancia, acompañada de
masturbación infantil, aspectos típicos de los neuróticos:
"Si Dora se siente incapaz de ceder al amor por ese hombre, si llega a reprimirlo
en vez de entregársele, con ningún otro factor se entrama esta decisión de manera más
íntima que con su prematuro goce sexual y sus consecuencias, el mojarse en la cama, el
catarro y el asco. Una prehistoria así puede, según cuál sea la sumatoria de las
condiciones constitucionales, ser el fundamento de dos tipos de conducta hacia el
reclamo de amor en la edad madura: o bien la plena entrega a la sexualidad, sin
resistencia alguna y lindante con lo perverso, o bien, por reacción, su desautorización y la
contracción de una neurosis. La constitución de nuestra paciente y el nivel de su
educación intelectual y moral habían dado el envión para esto último".
a. El escándalo
b. La amenaza de suicidio
Freud nos señala en este punto que Dora actúa por despecho. En alguna medida
se conduce como una mujer celosa reclamando al padre, identificándose con la madre
-esto es, ocupando su lugar-.
Haciendo referencia al vínculo entre el padre de Dora y la Sra. K, en un momento
ella refiere a Freud lo siguiente:
"Mi hermano me dice que los hijos no tenemos derecho a criticar estos actos del
papá. No tenemos que hacer caso de ellos, y aun quizá debemos alegrarnos de que haya
encontrado a una mujer de quien su corazón pueda prendarse, porque mamá lo
comprende muy poco. Yo también veo esto, y querría pensar como mi hermano, pero no
puedo. No puedo perdonárselo."
Lo que no queda del todo claro es ¿Qué es lo que Dora no puede perdonar...y a
quién? ¿No puede perdonarle al padre haberse ido con la sra. K? ¿No puede perdonarle
el hecho de haberla "entregado" a esta novela en la cual ella es convocada a ser una
mujer? ¿a hacerse la pregunta acerca de qué quiere decir serlo? (ésta es una de las
hipótesis principales del psicoanalista francés Jacques Lacan) ¿No puede perdonarle a la
señora K el haberla traicionado revelando el contenido de sus conversaciones íntimas?
Por último y quizás con mayor fuerza para Freud, está la hipótesis de que el
"ataque regresivo" de Dora obedece a una formación reactiva causada por lo insoportable
que le resultaban sus sentimientos de amor hacia el señor K. "La muchacha había
retomado y reforzado su vieja inclinación hacia el padre a fin de no tener que notar nada
en su conciencia de ese primer amor adolescente que se le había vuelto penoso. De tal
modo, dio en imaginar que había terminado con el señor K. —era la ganancia que le
procuraba este típico proceso de represión— y, no obstante, tenía que llamar en su auxilio
y exagerar la inclinación infantil hacia el padre a fin de protegerse contra ese
enamoramiento que asediaba permanentemente su conciencia".
El episodio con la gobernanta tiene que ver con la difamación promovida desde
una gobernanta contratada por los padres de Dora hacia la Sra. K, de quien esta mujer
supuestamente estaba celosa por encontrarse enamorada del Señor K. Al descubrir Dora
que todas las atenciones y el buen trato que ella le brindaba, tenían por objetivo el amor
de su padre, Freud nos revela lo siguiente:
Dora se encontró entonces con algo de su propio comportamiento que ella no
pudo tolerar. Sin ir más lejos, el ser complaciente y amable (una buena "madre sustituta")
con los hijos de un matrimonio ajeno era exactamente lo que ella hacía con los hijos del
matrimonio del señor y la señora K, para ganarse los favores del primero.
Frente a lo insoportable de confrontarse con esta actitud (propia) Dora hizo
despedir a la gobernanta.
"La pobre le había iluminado con claridad no deseada un aspecto de su propio
comportamiento. El comportamiento que la señorita tenía a veces hacia Dora era el
mismo que Dora había tenido hacia los hijos del señor K. Les hacía el papel de madre, los
instruía, salía con ellos, y así les ofrecía un cabal sustituto del escaso interés que su
madre les mostraba. Evidentemente, el ocuparse de los niños era para Dora la cobertura
destinada a ocultar, ante ella misma y ante los extraños, alguna otra cosa".
9. Aspectos paranoides