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SUJETOS DE LA EDUCACIÓN

¿Síndrome de asperger y autismo son lo mismo?

¿Hay alguna diferencia entre asperger y autismo?, sí.

¿Son lo mismo?, no, explico por qué:

El síndrome de Asperger es uno de los varios subtipos de autismo que se incluían


inicialmente en el diagnóstico único de trastorno del espectro autista (TEA).

A partir de la publicación del manual de diagnóstico DSM-V, creado en 2013,


actualmente vigente, y que los profesionales de la conducta conocen como “La
Biblia de los Psicólogos”, el síndrome de Asperger se ha diferenciado ya del
autismo.

El síndrome de Asperger está incorporado en la definición de TEA. Concretamente,


en el caso de los criterios que establece el DSM 5 se identificaría bajo la
denominación de “TEA sin déficit intelectual acompañante” o “TEA sin discapacidad
intelectual asociada”.

Atendiendo a las nuevas clasificaciones, podemos referirnos al tradicionalmente


denominado síndrome de Asperger como trastorno del espectro del autismo sin
discapacidad intelectual asociada ni dificultades en aspectos formales del lenguaje.

Si bien es cierto que, aunque la categoría diagnóstica específica ha desaparecido


de los dos sistemas de clasificación anteriormente mencionados, se mantiene la
denominación social de síndrome de Asperger por una cuestión identitaria y por el
sentimiento de pertenencia que pueden presentar las personas que, en algún
momento, han sido diagnosticadas bajo esta categoría.

El síndrome de Asperger

Es un trastorno del desarrollo, englobado dentro de los trastornos del espectro


autista, que se caracteriza por las dificultades que el individuo tiene en el ámbito de
la comunicación y la interacción social. Las personas con síndrome de Asperger no
presentan ningún déficit intelectual, pero sí problemas para relacionarse con los
otros, comprender las emociones o incluso manifestar las suyas propias. En los
casos más graves, esto les lleva a no saber interpretar una sonrisa y, en los menos,
a no saber una ironía, a no entender las claves sociales. En general, para ellos no
hay dobles sentidos ni segundas intenciones. Suele diagnosticarse entre los cuatro
y los once años.

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Características:

Las personas con síndrome de Asperger manifiestan intereses limitados, rutinas


repetitivas, peculiaridades en el lenguaje (por ejemplo el uso de un lenguaje
demasiado formal), problemas con la comunicación no verbal o movimientos torpes
y no coordinados.

El cerebro de la persona con Síndrome de Asperger tiene un funcionamiento


diferente en la comunicación, en la interacción social y en la adaptación flexible a
las demandas del día a día. La persona con Síndrome de Asperger tiene como
particularidad frente al autismo, que tiene un lenguaje fluido y una capacidad
intelectual media o superior a la media.

Podemos decir entonces, que todas las personas con TEA comparten
características que definen este trastorno y que se manifiestan fundamentalmente
en dos áreas de su desarrollo evolutivo y funcionamiento personal: la comunicación
social y la flexibilidad del comportamiento y del pensamiento.

En el caso del TEA sin discapacidad intelectual asociada, o síndrome de Asperger,


las principales características en el área de la comunicación social se manifiestan
en relación a la comprensión y manejo de los aspectos verbales (interpretación de
significados no literales del lenguaje, pragmática…) y no verbales (contacto ocular,
gestos, postura corporal, etc.) de la comunicación, y en su uso social (comprensión
de situaciones sociales, manejo de relaciones interpersonales, resolución de
conflictos, etc.). En el ámbito de la flexibilidad del pensamiento y del
comportamiento, se presentan patrones restringidos, estereotipados y repetitivos de
intereses y conductas, que hacen que para la persona sea difícil adaptarse de
manera flexible a las demandas cambiantes del entorno.

¿Por qué se llama síndrome de Asperger?

En 1944, el pediatra austriaco Hans Asperger describió el caso de cuatro niños con
una inteligencia normal que presentaban dificultades no verbales de comunicación,
mostraban dificultades para empatizar con los demás y presentaban cierta torpeza.
Tenían una forma particular de hablar y un interés muy focalizado en una
determinada materia. Sus observaciones no se difundieron ampliamente hasta que,
en 1981, una doctora inglesa analizó casos similares y bautizó el trastorno como
síndrome de Asperger.

Causas:

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No está causado por ningún tipo de alimentación, ni ninguna vacuna y tampoco está
relacionado con una educación inadecuada. Tiene una base biológica y hay un
componente hereditario: sospecha genética

No se conocen con exactitud las causas de los trastornos del espectro autista
aunque sí hay sospechas de razones genéticas/hereditarias como el síndrome de
Rett y el síndrome del cromosoma X frágil.

Se consideran factores de riesgo frente al síndrome de Asperger:

- Hay más casos de niños que sufren TEA. Pero la realidad es que en los niños se
diagnostica más fácilmente que en las niñas, por la capacidad adaptativa y de
imitación al entorno de estas.

- Antecedentes familiares. Casi en la mitad de los casos existe un componente


genético.

- Padecer síndrome del cromosoma X frágil.

- Tener esclerosis tuberosa. Causa tumores no cancerosos en piel, pulmones,


riñones, corazón o retina.

- Tener síndrome de Rett.

- Bebés que nacen antes de las 26 semanas de gestación.

Dentro del síndrome de Asperger se distingue entre: síndrome de Asperger en la


infancia, síndrome de Asperger en la adolescencia y síndrome de Asperger en la
edad adulta.

Síntomas de sospecha del trastorno:

Los niños con síndrome de Asperger tienen pocas habilidades sociales, presentan
dificultades para mantener el ritmo normal de una conversación (por ejemplo, no
establecen contacto visual y sus gestos no se corresponden con la situación),
suelen tener conversaciones restringidas a un determinado tema y usan un lenguaje
muy formal para su edad.

Cambian con la edad

Síntomas del síndrome de Asperger en la infancia:

- Gran habilidad memorística.

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- Uso levemente raro del lenguaje.

- Uso de ejemplos literales que leen o escuchan.

- Son felices con rutinas y ambientes estructurados.

- Mal comportamiento por frustración y ansiedad.

Síntomas del síndrome de Asperger en la adolescencia:

- Falta de interés o deseo de interactuar con chicos y chicas de su edad aunque


puede haber mejor dominio de las reglas sociales básicas.

- Intereses absorbentes y restrictivos.

- Rutinas autoimpuestas.

- Lenguaje superficialmente perfecto con un ritmo, pronunciación y entonación


peculiares.

- Expresividad facial limitada.

- Torpeza motora.

- Inmadurez emocional.

- Sentimientos de incomprensión y soledad.

- Ansiedad, estrés y/o depresión.

- Aumento de las obsesiones.

- Dificultades académicas por cambios de centro, horarios, profesores…

- Sinceridad.

- Bondad.

- Crítica de las injusticias y defensa de los derechos humanos.

- Ausencia de malicia y dobles intenciones.

Síntomas del síndrome de Asperger en la edad adulta:

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- Problemas para tener amigos o relaciones de pareja.

- Dificultades para trabajar en equipo y pérdida de atención en el trabajo.

- Incapacidad para entender el lenguaje no verbal y las normas de conducta.

- Rituales.

- Estereotipias motoras (se confunden con tics).

- Sentimientos de superioridad.

- Incapacidad para planificar y organizar proyectos realistas de futuro.

- Ansiedad y depresión.

- Dificultad en la toma de decisiones.

- Dicen lo que piensan en todo momento.

- Perfeccionismo a la hora de hacer cualquier tarea.

- Son persistente en la consecución de sus objetivos si tienen metas claras.

Diagnóstico:

Evaluación psicológica, neurológica, genética, pruebas cognitivas y otras

Para el diagnóstico del síndrome de Asperger los especialistas deberán determinar


que el afectado o afectada tiene un deterioro en la interacción social y patrones
repetitivos y estereotipados de comportamiento, actividades e intereses. Se debe
confirmar que no hay retraso significativo en el lenguaje ni en el desarrollo cognitivo.

Además, se debe realizar:

- Evaluación neurológica.

- Evaluación genética.

- Pruebas cognitivas.

- Pruebas para comprobar la función psicomotriz.

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- Pruebas para determinar las fortalezas y debilidades verbales y no verbales.

- Escala de observación del diagnóstico del autismo como el cociente de espectro


autista de Simon Baron-Cohen (2001). Si hay puntuaciones bajas se descarta el
autismo.

- En adultos: pruebas para conocer las habilidades para poder llevar una vida
independiente. Examen clínico completo y entrevista con los más allegados que se
centra en las conductas desarrolladas durante la infancia.

- En niños: entrevista a los padres, entrevista basada en el juego.

Tratamiento:

El objetivo del tratamiento es maximizar las capacidades para el desarrollo, el


aprendizaje y el desempeño social. Las necesidades de cada individuo,
especialmente en los más jóvenes, puede variar a lo largo de los años. Los
especialistas en psicología clínica pueden ayudar a determinar las terapias de
comunicación y comportamiento que pueden ayudar en cada caso. Algunos
programas se centran en el conocimiento de las situaciones sociales, cómo
reaccionar en ellas y cómo comunicarse mejor con los demás.

Las destrezas de interacción social también se pueden aprender mediante el juego


con padres y familiares. También puede ser útil la terapia de conversación para
favorecer las habilidades comunicativas y la fisioterapia para mejorar el movimiento
y el equilibrio.

Un adolescente con síndrome de Asperger necesitará de un entorno de apoyo,


respecto y comprensión. Es positivo motivarle a participar en situaciones que
refuercen su autoestima, mejoren su imagen y faciliten la integración en el grupo.
También es conveniente proporcionarle estrategias de autocontrol, ayudarle a
analizar su conducta, enseñarle a tener una imagen positiva y realista sobre sí
mismo y que siga un programa de actividad física orientado a la salud, no a la
competición. En los estudios necesitará apoyo a nivel académico como tiempo extra
para acabar las tareas, posibilidad de exámenes orales, exámenes de test de
respuesta múltiple; directrices muy claras para las tareas y trabajos y contar con un
profesor de apoyo. Se debe fomentar el desempeño de actividades extraescolares
o extracurriculares que refuercen sus puntos fuertes y planificar el futuro, si quiere
cursar una carrera universitaria, anticipando todo tipo de situaciones para que tenga
estrategias de respuesta.

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Los adultos con síndrome de Asperger necesitan terapias de mejora de la


autoestima, autoconcepto positivo y realista. Necesitan tareas secuenciadas,
planificación y estructuración del trabajo con objetivos claros y bien definidos
además de poca implicación social con desconocidos a nivel laboral. Es positivo
contar con un servicio de orientación y asesoramiento personal y familiar para
trabajar las diferentes necesidades de resolución de conflictos sociales y laborales;
y minimizar la pérdida de atención.

Prevención:

No hay, pero es importante obtener un diagnóstico precoz.

Formas de comunicación:

Tiene dificultad para entender la comunicación no verbal (gestos, expresiones


faciales, tono de voz, etc.) y los mensajes sutiles que se transmiten a través de este
canal.

Puede hablar durante mucho tiempo de sus temas de interés, pero tiene dificultad
para saber cuándo terminar la conversación.

Le cuesta elegir temas de los que “hablar por hablar” o tener una charla “social” con
otras personas.

Es muy literal; comprende el lenguaje según el significado exacto de las palabras


por lo que muchas veces no entiende las bromas, los chistes, las metáforas o los
sarcasmos.

Su expresión verbal es correcta, pero, a veces, utiliza el lenguaje de manera muy


formal, siendo demasiado preciso, técnico e incluso pedante.

¿Cómo se relaciona una persona con Síndrome de Asperger?

Le resulta difícil reconocer y comprender las reglas sociales “no escritas” por lo que,
a veces, puede comportarse de manera inadecuada sin darse cuenta.

Quiere relacionarse con los demás, pero no sabe cómo hacerlo por lo que, a veces,
puede encontrarse solo.

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Le resulta muy difícil manejarse en situaciones en las que tiene que interactuar con
muchas personas a la vez, lo que puede parecer que no quiere relacionarse o
integrarse en el grupo.

Puede parecer que no expresa sus emociones ni tiene en cuenta las de los demás
pero, en realidad, es que le resulta muy complejo darse cuenta intuitivamente de
cuáles son los sentimientos y emociones de otras personas.

Encuentra difícil expresar sus propias emociones de una manera convencional por
lo que, a veces, puede parecer que reaccionan de manera inadecuada,
desproporcionada o “fuera de lugar”.

¿Cómo piensa y se comporta una persona con Síndrome de Asperger?

Su forma de pensar es rígida y concreta lo que le ayuda en actividades que


requieren atención a detalles y repetición de patrones, pero tiene dificultades en
tareas que requieren flexibilidad o búsqueda de alternativas para la resolución de
problemas.

Es fiel a las rutinas que, en ocasiones, sigue de manera rígida y repetitiva.

Las rutinas le proporcionan seguridad y pautas concretas de actuación pero limitan


su comportamiento dificultando la adaptación a cambios, situaciones novedosas o
poco previsibles.

Tiene intereses muy concretos y específicos sobre los que acumula mucha
información y dedica mucho tiempo, convirtiéndose, en ocasiones, en fuente
principal de conversación y dedicación.

Puede ser extremadamente sensible a algunos estímulos del ambiente,


resultándole molestos o dolorosos (ruidos, luces, olores, sabores, etc.).

¿Cómo puedes ayudar a una persona con Síndrome de Asperger?

Reflexiona sobre los desafíos sociales que afrontas todos los días e intenta ponerte
en el lugar de una persona que genuinamente no los comprende ni sabe cómo
afrontarlos.

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Trata de empatizar con su experiencia y procura comprenderla, aunque a veces sea


muy distinta a lo “convencional”.

Interésate por conocer bien a la persona, sus gustos e intereses, sus puntos fuertes
y débiles, y las cosas que son importantes para ella.

Será necesario que hagas explícitos algunos conceptos que para la mayor parte de
las personas son obvios, especialmente relativas a las relaciones sociales.

Utiliza un lenguaje directo y concreto, sin ambigüedades o dobles sentidos. Esto


hará que la comunicación sea más sencilla y satisfactoria para la persona.

Comprende que sus comportamientos no son caprichosos o intencionados. Reflejan


una manera distinta de comprender y desenvolverse en el mundo.

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Comprende la importancia de sus rutinas y “rigideces”. Son elementos importantes


que le proporcionan seguridad. Puedes ayudar a flexibilizarlas sin imponer tu
manera de ver las cosas.

Pregúntale cuál es la mejor manera de apoyarle. Él o ella te sabrá explicar cuáles

son sus puntos fuertes y débiles y cómo prefiere que le ayudes.

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Queridos estudiantes, espero estén muy bien.

En esta ocasión les propongo una lectura interesante acerca de este trastorno que
abrirá un debate en torno a la medicalización de la infancia.

TDAH

¿Conoces a alguna persona que no sea capaz de estarse quieta, que se está
moviendo continuamente, que no logra quedarse sentado más de unos pocos
minutos o que sea ruidosa? Quizás esta persona tenga también dificultades para
acabar las tareas y las suela dejar a medias. Es posible que no logre ver una película
de principio a fin y, probablemente, tampoco pueda sentarse tranquilamente a leer
una novela. Las personas de su entorno pueden describirlo como alguien que está
ausente en las conversaciones o que no escucha. Otro perfil típico sería el de
alguien que interrumpe continuamente, olvida lo acordado y cambia de tema de
conversación con mucha facilidad. Por desgracia, estas personas suelen
considerarse inoportunas e inadecuadas, pero, en realidad, han sufrido un defecto
en la maduración cerebral y presentan un TDAH. El TDAH tiene tratamiento, pero
antes veamos en qué consiste.

¿Qué es el Trastorno por déficit de atención con hiperactividad?

El Trastorno por déficit de atención con hiperactividad, conocido por el acrónimo


TDA o TDAH o ADHD (en inglés) es un trastorno del neurodesarrollo que se inicia
en la infancia y suele persistir en la adolescencia y en la edad adulta. Lo que
caracteriza al TDAH es la presencia de forma persistente de un patrón de
hiperactividad, impulsividad y falta de atención, que afecta negativamente al
desarrollo y al funcionamiento.

La atención es una cualidad afectada en el TDAH.

Los trastornos del neurodesarrollo o trastornos del desarrollo neurológico son un


grupo de afecciones que comienzan a manifestarse durante la etapa de desarrollo

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infantil, a veces antes de que el niño acuda a la escuela primaria. Se caracterizan


en que afectan negativamente en el desarrollo del niño, lo que genera
consecuencias en el funcionamiento personal, social, ocupacional y académico. Los
trastornos del desarrollo neurológico pueden afectar a la función ejecutiva, las
habilidades sociales, la conducta e incluso la inteligencia en algunos casos. Los
trastornos del neurodesarrollo engloban: la discapacidad intelectual, el trastorno del
espectro autista, los trastornos de la comunicación, los trastornos del lenguaje, los
trastornos del aprendizaje y, por último, el TDAH. Los trastornos del neurodesarrollo
suelen ser valorados por psiquiatras infantiles, psicólogos infantiles y
neuropsicólogos. En este artículo nos vamos a centrarnos en el TDAH. En muchos
casos, los niños con trastornos del neurodesarrollo tienen más de un trastorno del
neurodesarrollo. Por ejemplo, muchos niños con TDAH pueden tener también un
trastorno específico del aprendizaje.

Al menos dos de los cinco síntomas principales del TDAH van incluidos en el
acrónimo que lo define, estos son: déficit de atención e hiperactividad. No menos
importantes son los otros tres síntomas: impulsividad, disfunción ejecutiva e
inestabilidad emocional. En el apartado síntomas del TDAH desarrollaremos estos
términos si no estás familiarizado aún con su significado. Son precisamente estos
síntomas los que definen el subtipo de TDAH en: TDAH inatento, TDAH hiperactivo
y TDAH combinado.

Epidemiología del TDAH

La prevalencia del TDAH en la población de la mayoría de las culturas se ha


establecido en 5 % para la edad infantil y en 2,5 % para la etapa adulta, según el
DSM-5. El DSM-5 es el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
más consultado por los psiquiatras y psicólogos en todo el mundo. Con estos datos
en la mano, podemos decir que el TDAH es el trastorno neuropsiquiátrico más
frecuente en la infancia, especialmente en el género masculino.

“El TDAH es el trastorno neuropsiquiátrico más frecuente en la infancia.”

TDAH y género

Diferencias en el TDAH según género.

Se estima que la proporción de niños frente a niñas con Trastorno por déficit de
atención con hiperactividad es de 2 a 1. Sin embargo, la realidad es que se
diagnostican entre 3 y 6 niños por cada niña. Esta diferencia probablemente sea
debida a que los casos en las niñas pasan más desapercibidos. Las niñas no suelen
tener los problemas de conducta asociados que sí tienen los niños y que tanto
llaman la atención en los colegios. En las niñas predomina la falta de atención sobre
la hiperactividad y la impulsividad, siendo estos dos últimos síntomas los que más
se relacionan con los problemas de conducta desafiante. Al llegar a la edad adulta,

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la proporción de TDAH entre hombres y mujeres se iguala más, con una relación de
1,6:1 a favor de los varones.

En el TDAH infantil, la hiperactividad puede ser muy llamativa porque se expresa a


través de la conducta. Sin embargo, la falta de atención es menos visible ya que “no
molesta” al entorno de padres y profesores. Por este motivo llegan más niños que
niñas con sospecha de TDAH a las consultas de salud mental infanto-juvenil.

Curiosamente, el porcentaje de niños y niñas afectados de TDAH es muy similar en


cualquier localización geográfica en el mundo y en cualquier cultura.

“El TDAH es más frecuente en niños, aunque en niñas pasa más desapercibido.”

¿Está el TDAH infradiagnosticado en la edad adulta?

Muchas personas en nuestro país con TDAH, especialmente adultos, no están


diagnosticadas. Este infradiagnóstico puede ser debido a diversas causas. En
primer lugar, es una enfermedad que durante años se ha creído que se curaba al
cumplir los 18 años. Lo cual ha llevado a muchos profesionales a no considerarlo
como una opción diagnóstica en los adultos hasta hace poco tiempo. Además, la
manifestación del TDAH en los adultos es distinta a la manifestación en los niños.
Los profesionales que esperen encontrar en un adulto los mismos síntomas que en
un niño, posiblemente no puedan hacer ningún diagnóstico de TDAH. En la edad
adulta, el TDAH afecta más a la capacidad de regulación emocional interna, al déficit
de atención y a la desorganización que en la etapa infantil. Además, según pasan
los años para las personas con TDAH, la hiperactividad repercute menos en la
conducta y se refleja como una sensación de “motor interno en funcionamiento”.
Otra complicación es que hasta el 80 % de los adultos tienen otro trastorno mental,
como pueda ser ansiedad o consumo de sustancias, lo cual nos puede enmascarar
el TDAH. Por último, el estigma social que existe sobre la utilización de estimulantes
para el tratamiento del TDAH hace que muchas personas, e incluso profesionales,
eviten hacer el diagnóstico para evitar su prescripción. En los siguientes apartados
veremos que las verdaderas consecuencias de no tratar un TDAH con estimulantes
son muy negativas: mala evolución de la enfermedad, mayores problemas
académicos, sociales, legales, familiares, etc.

“Hasta el 80 % de los adultos con TDAH pueden tener otro trastorno mental
simultáneamente.”

Cómo repercute el TDAH en la vida de una persona

Las personas con TDAH tienen dificultad para enfrentarse a los exámenes y obtener
buenos resultados académicos.

Aunque el TDAH pueda aparentar la designación médica de una persona


“despistada” sin más, en realidad es un trastorno potencialmente bastante grave. El

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TDAH repercute en la vida familiar, en la vida académica y laboral, a nivel social y


personal, económicamente e incluso psicológicamente.

Habitualmente, tanto los padres de los niños con TDAH como sus profesores suelen
estar muy preocupados por su rendimiento académico. Es cierto que los niños con
TDAH, muy especialmente aquellos que no reciben tratamiento, tienen un
rendimiento mucho menor y tienen mayor riesgo de abandonar los estudios por
fracaso escolar que sus compañeros de clase. Está claro que van a necesitar más
tiempo para estudiar las lecciones y ciertas ayudas tanto dentro como fuera de las
aulas para favorecer que su atención esté dirigida a la materia que se está
estudiando. Esta dificultad académica puede ir empeorando a medida que avanza
de curso el alumno y las exigencias son mayores. En la edad adulta, los problemas
van a aparecer en el entorno laboral. En realidad, son los mismos problemas: falta
de atención, errores frecuentes, impuntualidad, mala gestión del tiempo, posibles
conflictos con los compañeros, etc. Todos estos problemas van a conllevar más
cambios de trabajo que en otras personas y mayor riesgo de ser despedido.

A nivel familiar también hay una importante repercusión. Cuando la persona con
TDAH es un niño, los padres van a verse comprometidos por el comportamiento
inapropiado del niño y por los problemas curriculares. Mientras que, en el adulto con
TDAH, van a aparecer dificultades para establecer lazos de confianza y para
mantener parejas. Estas personas sufren más cambios de pareja, tienen más
problemas para controlar su ira en las discusiones de pareja y pocas veces pueden
ofrecer “estabilidad”.

Desde una perspectiva social es posible que una persona con TDAH también tenga
problemas. Se suelen considerar personas “ruidosas”, que hablan en voz alta,
interrumpen, no escuchan, cambian de tema de conversación, no respetan el turno
de palabra y son muy impacientes. Estas características no suelen gustar y pueden
producir rechazo entre los amigos.

“El TDAH no se cura espontáneamente al cumplir la mayoría de edad.”

En el plano personal, las personas con Trastorno por déficit de atención con
hiperactivdad gestionan mal el tiempo y el dinero. Toman decisiones de forma muy
impulsiva, son propensos a los accidentes, la rutina les aburre, no suelen completar
sus estudios y pueden tener antecedentes penales (por conducción temeraria y
consumo de sustancias). Estas características les lleva a tener problemas
económicos, contraer deudas, perder trabajos, romper relaciones, sufrir las
consecuencias de tomar decisiones impulsivamente o lesionarse gravemente por
un accidente. Las consecuencias con el tiempo son: baja autoestima, pobre control
de la ira, inestabilidad emocional y problemas emocionales. En los casos en los que
están años sin recibir tratamiento, pueden desarrollar ansiedad, depresión o incluso
abusar del alcohol u otras sustancias.

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En el apartado pronóstico y consecuencias del TDAH desarrollamos más


ampliamente los problemas a los que puede llevar este trastorno del neurodesarrollo
en la edad adulta.

Causas y tipos de TDAH

Existen múltiples causas por las que una persona puede desarrollar un TDAH. Se
ha propuesto diversos factores: dietas ricas en azúcares, heredabilidad genética,
neurobiología, estilo de vida de la madre durante el embarazo y bajo peso al nacer.
De entre todas las causas, destaca la elevada heredabilidad estimada en un 75 %.
Con respecto a los tipos de TDAH, se han clasificado en tres grupos:
predominantemente inatento, predominantemente hiperactivo e impulsivo y
combinado. El combinado es el más grave de los tres tipos.

Tipos de TDAH

El Trastorno por déficit de atención e hiperactividad es un trastorno del


neurodesarollo que se diagnostica por psiquiatras o psicólogos clínicos. En el
proceso diagnóstico es muy importante contar también con un neuropsicólogo.
Dentro del TDAH se distinguen tres subtipos distintos, en función de la
predominancia de un síntoma sobre otro (déficit de atención vs. hiperactividad). De
tal manera que tenemos:

TDAH con presentación predominante con falta de atención

Es el tipo menos frecuente (aproximadamente un 10 % de los casos de TDAH


diagnosticados) pero el más difícil de diagnosticar porque el componente hiperactivo
es siempre más llamativo que el inatento. Las mujeres con TDAH tienen tendencia
a presentar este subtipo.

TDAH con presentación predominante con hiperactividad e impulsividad

Este tipo corresponde aproximadamente al 30 % de los casos de TDAH


diagnosticados. Su asociación a los trastornos de conducta hace que sea el tipo que
más pronto llega a las consultas. Este tipo de TDAH es bastante más frecuente en
los hombres (relación 4:1).

TDAH con presentación presentación combinada

Es el tipo más frecuente, se da en casi el 60 % de las personas con TDAH. Es el


tipo que más se relaciona con la comorbilidad con otros trastornos mentales como
ansiedad y consumo de sustancias.

CAUSAS del TDAH

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El TDAH tiene una manifestación clínica heterogénea, lo cual nos hace pensar en
que van a existir múltiples causas por los que una persona pueda desarrollar un
TDAH. Factores genéticos, neurobiológicos y psicosociales van a contribuir en la
etiología de este complejo trastorno.

Genética del TDAH

La genética tiene un rol muy importante en el origen del TDAH. La heredabilidad del
TDAH es muy elevada y se ha estimado en un 75 %. La mayoría de los genes
vinculados con el TDAH intervienen en la neurotransmisión de la Dopamina, en
segundo lugar intervendrían genes que regulan la neurotransmisión de la
Noradrenalina y la Serotonina. Esta elevada heredabilidad es la causa de que
veamos más de un familiar afectado por el mismo trastorno.

La heredabilidad del TDAH es altísima, del 75 %.

“El TDAH tiene una heredabilidad del 75%, altísima.”

Factores neurobiológicos

Los niños y adultos con TDAH presentan anomalías estructurales y funcionales en


el cerebro. Las regiones cerebrales afectadas están relacionadas con la función
ejecutiva, las emociones y el control de la conducta motora. Las estructuras más
afectadas son: corteza prefrontal y parietal, cíngulo anterior, ganglios basales y
estructuras límbicas. El patrón de actividad de los neurotransmisores Dopamina y
Noradrenalina es anómalo en estas regiones cerebrales.

Factores psicosociales

El riesgo de TDAH aumenta en los hijos de madres que fumaron durante el


embarazo.

Ya antes del nacimiento puede haber factores que influyan en el desarrollo del
TDAH, como es el estilo de vida de la madre durante el embarazo (especialmente
si consume tabaco o alcohol). También influyen variables en el momento de nacer,
como son el bajo peso o complicaciones durante el parto. El bajo peso al nacer
inferior a 1500 gramos multiplica por dos o tres el riesgo de desarrollar TDAH, aun
así muy pocos niños con bajo peso desarrollan TDAH. Es posible que situaciones
desfavorables durante el desarrollo infantil, como son la malnutrición o ambientes
de pobreza y exclusión social puedan ser causa de TDAH. La exposición a
sustancias neurotóxicas, como el plomo, o algunas infecciones cerebrales como la
encefalitis puedan provocar esta enfermedad. Una minoría de casos podría ser
causados por una dieta rica en azúcares y productos refinados durante la infancia.

Por último, aunque los patrones de interacción familiar en la infancia no son causa
de TDAH, sí se ha visto con más frecuencia en las familias con niños con TDAH

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estilos de disciplina parental más impositivo, controlador y crítico. Lo cual podría


influir en el curso del TDAH o contribuir al desarrollo secundario de problemas de
conducta.

“El bajo peso al nacer, el consumo de tabaco de la madre durante el embarazo, la


malnutrición infantil y la exposición a tóxicos son los principales factores de riesgo
ambientales.”

Neurobiología del TDAH

Como ya hemos estado viendo, el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad


se presenta con tres síntomas fundamentales: hiperactividad, impulsividad y déficit
de atención. Esta triada sintomática se debe a la afectación de la zona más anterior
de los lóbulos frontales (los que están en la frente), concretamente lo que llamamos
córtex o corteza prefrontal.

La corteza prefrontal es necesaria para permanecer despierto y alerta, también para


resolver problemas y poder ser creativo. Las redes neuronales implicadas en este
proceso tienen que coordinarse y funcionar a la perfección para poder tener una
función cognitiva normal. Sin embargo, en el TDAH los mecanismos que regulan el
grado de activación están desafinados y la disfunción cognitiva puede aparecer
tanto por una activación deficiente (hipoestimulación) como por una activación
excesiva (sobrestimulación). En el caso de la hipoestimulación va a aparecer un
déficit de atención que se debe a una baja estimulación tónica de las neuronas de
Dopamina y Noradrenalina, y por tanto, puede mejorar con los tratamientos
estimulantes. Mientras que, en situaciones de sobrestimulación, la persona se va a
sentir nerviosa, inquieta, insomne e hipervigilante. Si este exceso de estimulación
se mantiene en el tiempo puede dar lugar a estrés crónico, ansiedad, impulsividad,
empeoramiento de la atención y potencial abuso de alcohol y otras drogas. En este
último caso, tanto los medicamentos estimulantes como los no estimulantes pueden
normalizar el estado de activación de la corteza prefrontal, aunque habría que tratar
simultáneamente los otros trastornos concurrentes.

Los neurotransmisores implicados en el TDAH son Dopamina y Noradrenalina,


quizás más importante el primero. La Dopamina se activa en el núcleo accumbens
ante estímulos placenteros y positivos, produciendo energía y motivación además
de una vivencia placentera. Esta liberación de Dopamina ante determinados
estímulos hace que persistamos en la actividad que estemos haciendo. Por ejemplo,
si empezamos a comer un mango y nos gusta su sabor dulce, vamos a liberar
Dopamina, con lo que sentiremos placer y nos dará energía para seguir centrando
nuestra atención en la ingesta del mango hasta que nos saciemos.

“Las personas con TDAH pueden ser persistentes en actividades muy estimulantes,
pero fracasaran con tareas cotidianas poco estimulantes.”

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La activación de la Dopamina en las personas con TDAH es algo distinta a las que
no tienen TDAH. Las personas sanas activan la Dopamina de forma progresiva y
proporcional a la intensidad del estímulo; mientras que, las personas con TDAH
necesitan un estímulo muy potente para lograr una activación de Dopamina que les
resulte lo suficientemente gratificamente como para continuar con esa tarea. Por
otra parte, en las personas con TDAH, estímulos débiles y medios producirán una
activación inferior a las personas sanas y seguramente insuficiente para producir
gratificación y deseo de continuar con ella. Por lo tanto, las personas con TDAH no
tendrán problemas para persistir su actividad en tareas muy estimulantes, pero se
verán fracasar con tareas cotidianas poco estimulantes. Estas experiencias les
llevarán a buscar nuevas sensaciones y actividades arriesgadas con gratificaciones
inmediatas porque no son capaces de persistir en actividades poco estimulantes
pero beneficiosas a largo plazo. Dicho de otra manera, buscan la recompensa
inmediata sin ser capaces de darse cuenta que a veces es mejor demorar la
recompensa para reducir riesgos. Esta forma de funcionar en la vida puede
conllevar muchos problemas, tanto personales, como sociales, familiares,
académicos, laborales y de salud.

Neuroanatomía del TDAH

Las regiones cerebrales implicadas en la generación de los principales síntomas del


TDAH son: corteza cingulada anterior, corteza prefrontal dorsolateral, corteza
prefrontal motora y corteza orbito-frontal. El ineficiente procesamiento de la
información en estas cuatro regiones cerebrales puede provocar los síntomas del
TDAH, así como otros trastornos mentales.

“En el TDAH, las alteraciones neuroanatómicas se encuentran en la región


prefrontal de la corteza cerebral.”

Así, el mal funcionamiento de la corteza cingulada anterior da lugar a los síntomas


de atención selectiva. El déficit en atención selectiva se materializa en que la
persona presta menos atención al detalle, comete errores por descuidos, da la
sensación de que no escucha, se distrae con facilidad y pierde cosas. Por otra parte,
el mal funcionamiento de la corteza prefrontal dorsolateral provoca problemas de
organización, constancia, resolución de problemas y de atención mantenida en una
tarea.

El mal funcionamiento en la corteza prefrontal motora y motora complementaria


pueden producir la hiperactividad. La hiperactividad en los niños es más acusada
que en los adultos. Un niño con hiperactividad está en actividad continua (corre de
un sitio para otro, se mueve nerviosamente, trepa por cualquier obstáculo, se
levanta de su asiento, etc.) y suele tener dificultades para jugar solo. Mientras que
en los adultos, la hiperactividad se puede observar como una sensación de
inquietud interna y dificultades para permanecer sentado largo rato (leyendo,
estudiando, en reuniones, en salas de espera, etc.).

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Por último, el mal funcionamiento de la corteza orbito-frontal puede estar


relacionada con la impulsividad. Una persona adulta impulsiva es alguien que habla
en exceso, que no respeta el turno de palabra interrumpiendo a los demás y que no
tiene paciencia en las esperas. Las cuatro áreas cerebrales mencionadas forman el
llamado circuito córtex -estriado-tálamo-córtex.

Síntomas del TDAH

El Trastorno por déficit de atención con hiperactividad es una enfermedad que se


inicia en la infancia y en más de la mitad de los casos persiste en la edad adulta.
Los síntomas son heterogéneos según el subtipo y variables en función de la edad
del paciente. Los tres síntomas cardinales –inatención, hiperactividad e
impulsividad– se complementan con disfunción ejecutiva, mala gestión del tiempo,
hiperfocalizacion, procrastinación e inestabilidad emocional. A medida que una
persona con TDAH va madurando, se van atenuando la hiperactividad y la
impulsividad, mientras que la inatención va ganando importancia. Esto es debido,
por una parte, a que la presión social favorece la inhibición de las conductas
impulsivas e inapropiadas que produce la hiperactividad; mientras que, por otra
parte, las demandas de mantener la atención aumentan con la edad de la persona.
Los síntomas del TDAH deben ser evaluados por un psiquiatra para llegar a un
diagnóstico correcto.

Déficit de atención en el TDAH

El déficit de atención o inatención es uno de los síntomas principales del TDAH,

El déficit de atención en los adultos con TDAH no solo se expresa con problemas
de concentración. También es relevante tanto la dificultad en la organización,
planificación y finalización de tareas o proyectos, como la dificultad para establecer
prioridades. Esto conlleva una pobre gestión del tiempo y un consiguiente bajo
rendimiento.

La falta de atención es un síntoma que lleva a la persona a ser poco organizada y


poco consistente. Cometen frecuentes errores sencillos, pero que pueden ser
costosos por las consecuencias personales, laborales o académicas. Por ejemplo,
pueden leer mal el enunciado de una pregunta y responder equivocadamente en un
examen o pueden equivocarse al rellenar una instancia. Suelen perder y no
encontrar objetos de valor, como móviles, llaves, gafas de sol. Son tan distraídos y
olvidadizos que, con frecuencia, se hacen listas de tareas o son muy rígidos con sus
hábitos para no olvidar nada importante. Curiosamente, en algunos casos llegan a
ser perfeccionistas en un afán de compensar sus despistes (defensas obsesivas
compensatorias).

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Para poder concentrarse necesitan aislarse de cualquier estímulo, por ejemplo, para
estudiar necesitan un silencio absoluto y estar alejados de las ventanas. Para no
aburrirse, pueden empezar varias tareas a la vez, que no suelen terminar. Cuando
quieren terminar un proyecto buscan estados de excitación que les permitan
concentrarse hasta terminar las tareas, como hacer las cosas en el último momento.

“No poder concentrarse puede ser muy invalidante e impedir a la persona disfrutar
de muchas actividades.”

El mal manejo del tiempo es uno de los síntomas del TDAH más invalidantes y con
mayor repercusión. Son personas que les suele “pillar el toro”, no calculan bien el
tiempo que les lleva una tarea o un desplazamiento. Por consiguiente, no terminan
a tiempo, entregan tarde los proyectos o llegan con retraso a las citas. No tienen las
cosas ordenadas y tardan más en encontrarlas. Dejan para el final las tareas más
complicadas o las más rutinarias, dejando los proyectos a medias. Esta
procrastinación de las tareas más tediosas (como el pago de facturas, rellenar
formularios, hacer la declaración de la renta, contestar emails o mensajes) puede
conllevar problemas legales y personales.

Hiperactividad en el TDAH

La hiperactividad es uno de los síntomas cardinales del TDAH, especialmente


llamativa en niños.

La hiperactividad tan marcada que aparece en la infancia se va desvaneciendo


gradualmente conforme el menor va entrando en la adolescencia. Es posiblemente
uno de los síntomas que más cambia con la edad. La hiperactividad motora del
infante se va transformando poco a poco en una hiperactividad interna, menos
llamativa desde el exterior. Son adultos que sienten como una tensión interna y una
incapacidad para relajarse, que solo logran calmar con actividades muy
estimulantes. Desde fuera vemos personas inquietas, que parecen no poder
relajarse, que cambian de postura continuamente, que juguetean con cualquier
objeto que tengan en sus manos. La hiperactividad en el adulto no es tan llamativa
como en los niños con TDAH, que interrumpen y alborotan continuamente. Les
cuesta mucho pasar horas sentados, ya sea en una reunión, en una sala de cine o
en el salón de casa viendo una película. No suelen tolerar la “tranquilidad” de leer
una novela.

Los acompañantes (parejas o familiares) suelen describirlos como personas


ruidosas en general, que no saben estarse quietas y agotan a su entorno. Es posible
que sean muy habladoras, interrumpan al interlocutor y no lo escuchen, lo que
puede conllevar problemas de pareja o de relaciones personales y laborales. Suelen
preferir actividades físicas y estimulantes (como deportes de riesgo o jugar a
videojuegos), en lugar de las actividades más sedentarias (leer o ver la televisión).
Lo mismo ocurre con sus puestos de trabajo, que suelen ser activos y físicos,
evitando puestos en oficinas. Su historia laboral está cargada de múltiples trabajos,

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generalmente con funciones distintas, y un número elevado de despidos. El


aburrimiento les suele llevar a querer cambiar de un oficio a otro.

“La hiperactividad en un adulto se expresa internamente, como la incapacidad para


relajarse.”

Impulsividad en el TDAH

La impulsividad es la predisposición de cada persona a reaccionar de forma súbita


e inesperada a diferentes estímulos sin considerar las consecuencias para sí misma
o para los demás. Coloquialmente, lo llamamos “actuar sin pensar” o “decir lo
primero que te viene a la cabeza”. Es un síntoma común a otros trastornos
psiquiátricos, como puedan ser: trastornos de personalidad, trastornos del control
de los impulsos, trastornos de la conducta alimentaria, adicciones o trastorno
bipolar. El nivel de impulsividad de una persona se puede medir con un estudio
neuropsicológico realizado por un neuropsicólogo.

“La impulsividad está mal vista en los adultos.”

La impulsividad es un síntoma muy importante en el TDAH.

Las personas impulsivas suelen tener diversos problemas derivados de sus


decisiones poco meditadas. Socialmente son impacientes, indiscretos, carecen de
“tacto”, contestan antes de terminar la pregunta, tienen opinión para todo y dan
impresión de fanfarrones. En el ámbito sentimental suelen presentar inestabilidad
en las relaciones, mayor riesgo de discusiones y divorcio. En el plano laboral, tienen
más riesgo de ser despedidos, de cambiar de trabajo y de estar en paro. Son
personas que se aburren con facilidad, no toleran las esperas y es frecuente que
muestren su frustración, se enfaden e, incluso, lleguen a protagonizar explosiones
de ira. En algunos casos, las conductas impulsivas pueden llegar a estar penadas
por la ley o moralmente mal vistas, como puedan ser: agresividad, infidelidades o
conducción temeraria.

La impulsividad conlleva conductas de riesgo, como conducción temeraria o


deportes de riesgo. Por tanto, es frecuente que estas personas hayan sufrido
múltiples accidentes y fracturas óseas a lo largo de sus vidas.

La impulsividad suele estar relacionada con otro fenómeno que es la baja tolerancia
a la frustración. La combinación de impulsividad y baja tolerancia a la frustración
suele conllevar irritabilidad, enfados y situaciones en las que el sujeto pierde el
control de sí mismo. Estas características de la persona dificultan mucho la
interacción social y produce una llamativa inestabilidad de las relaciones
personales.

Las reacciones impulsivas son mejor toleradas y aceptadas en los niños, menos
aceptadas en los adolescentes y, por lo general, bastante poco toleradas y

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comprendidas en los adultos. Los niños suelen expresar la impulsividad con


rabietas, frustraciones o impaciencia, lo cual se entiende desde su inmadurez y
vulnerabilidad. Sin embargo, los adultos impulsivos pueden perder oportunidades
importantes para sus vidas: trabajos, parejas, amigos o incluso tener problemas
legales. Resulta llamativa la poca conciencia que suelen tener estas personas de lo
inadecuado de sus conductas, así como de la gravedad de sus problemas.

Inestabilidad emocional en el TDAH

La inestabilidad emocional es un síntoma menospreciado en el TDAH.

Las personas con TDAH que son impulsivas y además tienen una baja tolerancia a
la frustración tienen mayor propensión a a la irritabilidad, a enfadarse o a perder el
control. Estos síntomas favorecen que las relaciones personales sean inestables.
Los adultos con TDAH tienen emociones más intensas que las de los demás. Esta
intensidad emocional afecta tanto a las emociones negativas como las positivas, por
ello experimentan la felicidad y el malestar con más fuerza que el resto de personas.
Estos estados emocionales son tan intensos como efímeros, tienen una duración
muy breve. En seguida “se les pasa”, pero mientras lo viven “no se lo pueden sacar
de la cabeza”. Esta intensidad emocional dificulta que puedan atender al resto de
estímulos de su entorno, lo que incrementa más la vivencia de la emoción. Lo
explicamos con un ejemplo: una persona que acude con ansiedad a un examen por
miedo a suspenderlo a pesar haberlo preparado con muchas horas de estudio. Si
esta ansiedad es excesiva, no se va a poder concentrar bien y el resultado va a ser
malo, incrementando su ansiedad y confirmando su temor de que no lo iba a hacer
bien. La repetición de situaciones como esta puede dar lugar a que las siguientes
veces ni siquiera se moleste en estudiar ni en presentarse al examen.

La inestabilidad emocional responde muy bien a la psicoterapia, especialmente si la


realiza un psicoterapeuta experto.

“Las personas con TDAH son muy sensibles al rechazo.”

La intensidad de las emociones también hace que sean muy sensibles a ellas,
especialmente al sentimiento de rechazo. No suelen hablar de su sensibilidad
porque reconocer la vulnerabilidad al rechazo les hace sentir mucha vergüenza. Es
frecuente que eviten el rechazo volviéndose complacientes. Desempeñar el papel
de la complacencia puede tener a las personas de su entorno contentas, pero
termina afectando a la autoestima de la persona, quien termina viéndose como una
marioneta a merced de la voluntad de los demás, dejando de lado lo que realmente
quiere para sí. Otra manera de evitar el rechazo es no intentándolo, quiero decir, no
realizando ningún esfuerzo para evitar la ansiedad que les produce la posibilidad de
poder fracasar. “Para no lograrlo, mejor ni lo intento”.

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Disfunción ejecutiva en el TDAH

La disfunción ejecutiva se afecta en el TDAH y es una de las principales causas de


disminución del funcionamiento cotidiano.

Uno de los síntomas más característicos del TDAH es la disfunción ejecutiva,


especialmente en los últimos años ha ganado importancia y está siendo más tenida
en cuenta a la hora de realizar el diagnóstico del trastorno y valorar el alcance del
mismo. Creo que deberíamos empezar por definir qué es la función ejecutiva.
Llamamos función ejecutiva, también llamada control ejecutivo o funcionamiento
ejecutivo, al conjunto de habilidades cognitivas y mentales dirigidas a la resolución
de situaciones complejas o novedosas. Dicho de una manera más sencilla, se trata
de la capacidad que tenemos las personas de organizarnos ante una determinada
tarea que tenemos que completar o resolver.

La función ejecutiva es mucho más compleja de lo que pueda parecer, ya que


conlleva el control y coordinación de una serie de capacidades cognitivas
superiores. Es necesario dirigir la atención a un estímulo, ser flexible para
discriminar un estímulo de otro, planificar y organizar la acción que se va a llevar a
cabo, poner en marcha la memoria de trabajo, reflexionar sobre las consecuencias
de las decisiones y hacer uso del control inhibitorio. La memoria de trabajo nos
permite mantener durante un breve tiempo en nuestra conciencia lo que hemos ido
pensando y haciendo a la vez que analiza la información que nos va llegando. Por
otra parte, el control inhibitorio nos permite pensar antes de actuar e inhibir la
primera respuesta que aparecería de forma automática y poco consciente,
sustituyéndola por otra respuesta más adecuada y más meditada.

Las personas con disfunción ejecutiva tienen problemas para organizar y gestionar
el tiempo, tienen poca flexibilidad cognitiva y les cuesta discriminar los estímulos
importantes de los que no lo son, tienen problemas para mantener la atención y por
tanto se despistan, tienen problemas de regulación emocional y suelen exhibir
dificultades en la toma de decisiones. Es muy frecuente que el tiempo se les vaya
sin saber en qué.

“La disfunción ejecutiva se hace evidente en la mala gestión y organización del


tiempo.”

La disfunción ejecutiva puede ser más evidente en las personas adultas con TDAH
que en niños y adolescentes. Esto es debido a que a los adultos se les exige un
mayor autocontrol, una conducta responsable, que sea capaz de organizarse solo
sin ayudas y que sea capaz de poner en práctica habilidades sociales en sus
relaciones. Sin embargo, se presupone que los niños aún tienen tiempo para
aprender todo esto y pueden ser ayudados desde fuera.

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La disfunción ejecutiva puede conllevar una serie de problemas, como: cometer


errores en la planificación de las tareas, tener dificultades en la memoria de trabajo
y tardar más tiempo en hacer las cosas y cometer más fallos, tener problemas en la
regulación de sus emociones y tener dificultades para aprender de sus propios
errores.

Los problemas en la función ejecutiva no se pueden compensar con un elevado


cociente intelectual, por lo que las personas con TDAH y altas capacidades van a
sentirse muy confusas. Digo que se van a sentir confusas porque, de una parte, su
inteligencia les va a permitir resolver cuestiones muy complicadas dentro de su área
técnica de conocimientos (por ejemplo, un físico nuclear), pero se van a sentir muy
torpes a la hora de organizar tareas cotidianas que consideren tediosas. Esta
capacidad para resolver tareas complejas en las personas con TDAH no solo es
exclusiva de las personas que tienen altas capacidades y se conoce como
hiperfocalización.

Hiperfocalización en el TDAH

LA hiperfocalización es un síntoma habitual en el TDAH.

La hiperfocalización es la capacidad que tienen algunas personas de mantener la


atención de forma sostenida en una actividad concreta que le motive mucho. Suele
ocurrir con algunos retos que puedan considerar atractivos o novedosos y
normalmente en su área de mayor conocimiento, habitualmente en el trabajo. Estos
retos les provocan una gratificación intensa e inmediata, lo que ayuda a mantener
la atención. Llegan a ser muy perfeccionistas y detallistas con estas tareas. Su
velocidad de lectura en textos técnicos puede acelerarse, así como su comprensión
del contenido. Generalmente, estos textos son breves pero complicados. Si están
muy interesados y van viendo como su conocimiento o resultados progresan,
pueden dedicar muchas horas a estas actividades, llegando a perder el sentido del
tiempo. Se trata de un síntoma que puede tener un aspecto positivo porque la
creatividad y rendimiento mejoran en estos estados.

“Las personas con TDAH, paradójicamente, pueden pasar horas concentradas en


una actividad que les motive o les interese mucho.”

Procrastinación en el TDAH

Procrastinar o dejar tareas para otro momento es muy típico en las personas con
TDAH.

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La procrastinación es un síntoma recurrente en las personas con TDAH,


especialmente en tareas tediosas o rutinarias como las tareas domésticas o las
burocráticas. Suelen dejar las tareas para otro momento aunque sean obligaciones,
ya sea porque la encuentran tediosa, carente de gratificación o muy complicada. Es
posible que la empiecen pero no la terminen. Suelen apurar los plazos en exceso y
presentar en el último minuto los proyectos o presentar el último día la declaración
de la renta. Les cuesta mucho ser puntuales, esperar colas en los supermercados
o en salas de espera. Dejar las cosas para el último momento implica haber hecho
una mala gestión del tiempo y, probablemente, sentirse estresados de tener que
hacer las cosas a contrarreloj. Curiosamente, las personas con TDAH sienten que
hacen mejor las cosas cuando se ven perseguidas por el poco tiempo que queda
para terminarlas, por lo que demoran voluntariamente la acción para concentrarse
mejor en la tarea y optimizar el resultado.

Diagnóstico

“La procrastinación de tareas poco gratificantes o complicadas es habitual en las


personas con TDAH.”

El diagnóstico del TDAH es clínico, ya sea en la infancia, en la adolescencia o en la


edad adulta. Con esto queremos decir que no hay ninguna prueba más que la
entrevista médico-paciente que pueda hacer o confirmar el diagnóstico. Por tanto,
no disponemos de pruebas genéticas, de imagen ni analíticas que nos confirmen el
diagnóstico. El conocimiento y la experiencia clínica del profesional es la mejor
herramienta diagnóstica. Aunque, bien es cierto que nos vamos a poder valer de
unas pruebas complementarias muy interesantes, como son la valoración
neuropsicológica y las escalas de evaluación.

El Trastorno por déficit de atención con hiperactividad es un trastorno del


neurodesarrollo que comienza en la infancia. De hecho, el DSM-5 considera que los
primeros síntomas deben estar presentes antes de los 12 años. Otro hecho
importante que se debe considerar es que las manifestaciones y síntomas del TDAH
deben estar presentes en más de un entorno (casa, escuela, parque, universidad,
trabajo, etc.) y ser consistentes en el tiempo. Si la hiperactividad o déficit de atención
solo se expresa en un entorno, como pueda ser en la escuela, el problema
seguramente esté ahí y no en el niño. Para salir de dudas, muchas veces es
necesario utilizar informantes colaterales, como puedan ser los padres, los
profesores o las parejas cuando los pacientes son adultos. Resulta habitual que
muchos adultos no recuerden ni sean capaces de concretar a qué edad comenzaron
sus síntomas. No obstante, el propio paciente puede ser un buen informador de sí
mismo, incluso de su infancia, aunque hay que tener en cuenta que va a tender a
infravalorar sus dificultades.

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“Los síntomas de TDAH deben ser consistentes en el tiempo y manifestarse en más


de un entorno distinto.”

Los síntomas principales del TDAH son: la falta de atención, la hiperactividad, la


impulsividad, la inestabilidad emocional y la dificultad para organizarse. Si nos
fijamos estos síntomas también pueden ser variantes de la normalidad. Todos
conocemos personas despistadas, impulsivas, inquietas, emocionales y que se
organizan mal. De aquí viene la controversia que ha surgido en torno a este
diagnóstico en algunos círculos antipsiquiatría. Pero, no debemos fijarnos en un
síntoma de forma aislada, sino que debemos considerar todos los síntomas en
conjunto y, sobre todo, ver qué repercusión producen estos síntomas en el sujeto.
Solo podemos diagnosticar un TDAH cuando existen pruebas claras de que los
síntomas interfieren negativamente en el funcionamiento académico, laboral o
social.

El TDAH es un trastorno que en la mayoría de los casos evoluciona a lo largo de la


vida y es crónico. Para que nos hagamos una idea, más de la mitad de los casos de
TDAH en la infancia-adolescencia seguirán manifestándose en la edad adulta. Sin
embargo, la mayoría de los adultos con TDAH están sin diagnosticar y sin recibir un
tratamiento adecuado. Muchos de ellos es incluso posible que estén recibiendo
tratamiento para otro trastorno distinto que no sea eficaz en el TDAH y que incluso
afecte negativamente a la concentración.

“La mayoría de los adultos con TDAH están sin diagnosticar y sin recibir un
tratamiento adecuado”

En los casos en los que existe un componente de hiperactividad, la primera vez que
los padres pueden observar una actividad motora excesiva es durante la primera
infancia. Antes de los cuatro años es muy complicado diferenciar los síntomas de la
normalidad por la inmadurez del infante. En la escuela de primaria es donde se
puede observar una falta de atención en clase y un rendimiento menor. A lo largo
de la adolescencia, los síntomas de hiperactividad se van templando y en la edad
adulta son difícilmente perceptibles. Sin embargo, persisten los problemas
derivados de la inquietud, la falta de atención, la mala planificación y la impulsividad.

¿Cómo se diagnostica el TDAH en un adulto?

Muchas personas con TDAH no están diagnosticadas porque no se han


considerado nunca enfermas. Casi desde la infancia han sido conscientes de sus
dificultades, pero han creído que forman parte de su forma de ser. Con el tiempo se
han ido habituando y han sido capaz de desarrollar estrategias más o menos
adaptativas. Precisamente cuando estas estrategias dejan de funcionarles (porque
la exigencia aumenta, por ejemplo al empezar un nuevo trabajo) o cuando las
estrategias no son adaptativas (como beber alcohol para calmar los nervios), vienen
a la consulta del especialista en salud mental. Por lo tanto, no es infrecuente que
las personas con TDAH vengan al psiquiatra por síntomas de ansiedad, bajo ánimo,

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obsesiones o consumo de alcohol en lugar de por inatención, hiperactividad o


impulsividad. En estos casos hay que hacer una evaluación diagnóstica completa y
elaborar una estrategia de tratamiento que incluya no solo el abordaje del TDAH,
sino también de los síntomas comórbidos por los que consultaba el paciente.

Ante una sospecha de TDAH, en primer lugar, se debe acudir a un especialista en


salud mental, preferiblemente un psiquiatra, aunque un psicólogo clínico también
puede hacer el diagnóstico. El psiquiatra realizará una entrevista clínica en la que
evaluará la presencia de los principales síntomas del TDAH, así como su gravedad
y su repercusión. Se descartarán o se evaluará la presencia de otros trastornos
mentales o trastornos por consumo de sustancias que puedan presentar
solapamiento de síntomas. Ante la duda, se pueden utilizar instrumentos de
evaluación, que son herramientas de cribado (no confirman el diagnóstico, pero
ayudan a orientarlo), como la ASRS v1.1 (escala de autoevaluación del TDAH para
adultos). Desaconsejamos utilizar herramientas online como tests para TDAH que
el paciente mismo rellena, no son fiables y pueden dar lugar a mucha confusión.

Para poder realizar el diagnóstico de TDAH, necesitamos demostrar que los


síntomas cardinales del TDAH (inatención, impulsividad e hiperactividad) estuvieron
presentes en la infancia. Para ello, tenemos que preguntar al paciente por esos
síntomas y, si es posible, entrevistar también a sus padres. Para tal fin, existe una
escala autoaplicada, que se puede rellenar tanto por el paciente como por sus
padres, que evalúa retrospectivamente la posibilidad de haber padecido TDAH en
la infancia. Esta escala de evaluación se denomina WURS (acrónimo de Escala de
evaluación de Wender Utah).

“La entrevista clínica complementada con una evaluación neuropsicológica es la


forma más completa de diagnosticar un TDAH.”

Aunque la queja más frecuente de los pacientes que acuden a consulta con una
sospecha de TDAH sea el bajo rendimiento académico o laboral, debemos
preguntar por otras cuestiones. Es frecuente que las personas con TDAH tengan
antecedentes de accidentes de tráfico, accidentes domésticos o practicando
deportes de riesgo, multas por exceso de velocidad o conducción temeraria,
cambios de trabajo, problemas legales o consumo de alcohol y otras drogas.

Otro factor importante que hay que valorar es la presencia de familiares ya


diagnosticados de TDAH. En muchos casos, aunque los familiares no están
diagnosticados formalmente, sí se reconoce en ellos los síntomas que han ido
saliendo a lo largo de la entrevista o te pueden decir “el niño es tan nervioso como
su padre”.

En definitiva, la valoración de los pacientes con sospecha de TDAH debe realizarla


un profesional cualificado. Consideramos que los psiquiatras y los psicólogos
clínicos son los profesionales más adecuados. Especialmente si consideramos que
en nuestro país hay muchas personas con TDAH sin diagnosticar.

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“La sospecha de TDAH debe ser evaluada por un profesional cualificado y con
experiencia, preferiblemente psiquiatra.”

Evaluación neuropsicólogica en el diagnóstico del TDAH

La falta de atención en una persona está mediada por diversos procesos cognitivos
en los cuales se pueden encontrar alteraciones. Realizar una evaluación
neuropsicológica es prioritaria -aunque no imprescindible- para conocer el estado
cognitivo de la persona, así como sus rasgos de personalidad que podrían estar
influyendo en la expresión de los síntomas. Esta información va a ser de suma
utilidad para poder planificar el tratamiento del paciente con unos objetivos
terapéuticos concretos y personalizados. En concreto, las alteraciones
neuropsicólogicas del TDAH que se mantienen en la edad adulta son: alteración de
la función ejecutiva, alteración de la memoria de trabajo, alteración de la atención,
alteración de la inhibición conductual e impulsividad, alteración de la memoria y
alteración de la fluidez verbal.

La evaluación neuropsicológica en el TDAH supone un importante complemento a


la entrevista clínica. Consiste en la realización de unos tests validados y reconocidos
internacionalmente que evalúan las capacidades de atención, concentración,
memoria de trabajo, inteligencia y función ejecutiva. Los resultados obtenidos en
cada prueba se pueden comparar con la media de la población ajustado a la edad.

La utilidad del estudio neuropsicológico en el TDAH puede:

• conocer el estado cognitivo y las comorbilidades, por ejemplo, evaluando los


rasgos de personalidad o la inteligencia
• apoya el diagnóstico de TDAH
• planificar el tratamiento individualizado
• aportar recomendaciones específicas
• comprobar la respuesta a la medicación: comparando los resultados con y
sin medicación

Este tipo de pruebas neuropsicológicas no son sencillas de realizar y requieren


experiencia y una formación específica. Los profesionales más cualificados para
realizarlas sería el psicólogo clínico formado como neuropsicólogo.

“Un estudio neuropsicológico realizado por un experto es muy útil para apoyar el
diagnóstico de TDAH.”

TDAH y otros trastornos mentales

Se estima que entre un 60 y un 80 % de los adultos diagnosticados de TDAH va a


presentar otro trastorno mental. Llamamos comorbilidad a la presencia de dos o
más enfermedades en una misma persona. Las comorbilidades más frecuentes en
los adultos con TDAH son: ansiedad, depresión, trastorno bipolar, trastorno de

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personalidad y consumo de alcohol o de otras drogas. Los datos estadísticos de


comorbilidad que vamos a dar a continuación son los resultados del National
Comorbidity Survey Replication (NCS-R), uno de los mayores estudios
epidemiológicos del mundo, que se realizó en población norteamericana y cuyos
principales resultados se publicaron alrededor del año 2010.

“La comorbilidad del TDAH con otros trastornos mentales es de hasta el 60-80 %.”

TDAH y ansiedad

El trastorno comórbido más frecuentemente asociado al TDAH es la ansiedad, hasta


la mitad de los adultos y el 25 % de los niños con TDAH sufren ansiedad. Esto
supone un riesgo 3,7 veces mayor de sufrir ansiedad que la población general. El
tipo de ansiedad más frecuente es el Trastorno de ansiedad generalizada (TAG),
aunque en este orden, fobia social, crisis de pánico y agorafobia, son también muy
frecuentes. La presencia de ansiedad puede encubrir el diagnóstico de TDAH y
retrasar el inicio de un tratamiento adecuado para el TDAH.

TDAH y Depresión

El 32 % de los adultos con TDAH terminan sufriendo depresión mayor en algún


momento. Lo cual supone un incremento de riesgo de 2,7 veces más que la
población general. El riesgo de suicidio es mayor que en la depresión sin TDAH.

TDAH y Trastorno bipolar

Hasta el 20 % de las personas con TDAH pueden sufrir también un trastorno bipolar.
En este caso, el riesgo se incrementa muchísimo: 7,4 veces más riesgo frente a la
población general. Además, cuando concurren ambos, el riesgo de desarrollar un
trastorno por consumo de sustancia es muy elevado, y aparece en casi el 70 % de
las personas.

TDAH y Trastornos de personalidad

Entre el 10 y el 20 % de las personas con TDAH desarrollan un Trastorno de


personalidad. Existe un solapamiento de síntomas entre ambas patologías:
problemas en las relaciones interpersonales, inestabilidad emocional, impulsividad,
consumo de sustancias, etc.

TDAH y Trastornos de la conducta alimentaria

El TDAH está relacionada con dos trastornos de la conducta alimentaria como son
la Bulimia nerviosa y el Trastorno por atracón, así como con la obesidad. Sin
embargo, no se ha visto relación entre la Anorexia nerviosa y el TDAH.

TDAH y Trastorno por uso de sustancias

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En los adultos el riesgo de consumir nicotina o alcohol se multiplica casi por 2;


mientras que, el riesgo de consumir sustancias ilegales se multiplica por 5. En los
adolescentes, el riesgo es incluso mayor. La sustancia más consumida es el
cannabis. En general, las personas con TDAH y consumo de sustancias son más
proclives al policonsumo, a iniciarse más jóvenes en el consumo, a tener mayor
gravedad y peor evolución de ambos trastornos.

Hasta uno de cada cuatro adolescentes que consume sustancias ilegales puede
tener un TDAH.

TDAH y Trastornos del control de los impulsos

El TDAH está especialmente ligado al Juego patológico o Ludopatía. El TDAH


infantil se ha considerado un factor de riesgo para el desarrollo posterior de una
Ludopatía.

Tratamiento del TDAH

El TDAH afecta a un promedio de un 2,5 % de la población adulta. Estas personas,


una vez han sido correctamente diagnosticadas pueden beneficiarse de un
tratamiento específico. En concreto, casi el 70 % obtienen mejoría con el
tratamiento, la cual también es percibida y bienvenida por su entorno cercano:
familiares, amigos y compañeros de trabajo. El beneficio individual puede afectar a
áreas como la concentración, la impulsividad, la hiperactividad, la autoestima, el
rendimiento académico, la estabilidad emocional, la disminución del riesgo de
accidentes, la prevención de depresión o el descenso en el uso de sustancias
adictivas, entre otros. Precisamente, las distintas áreas de mejora que
potencialmente tiene un paciente es lo que justifica y exige un plan de tratamiento
individualizado para el TDAH. Vamos a conocer a continuación los distintos
tratamientos disponibles.

Tratamiento del Trastorno por déficit de atención con hiperactividad

Hasta hace pocos años, el Trastorno por déficit de atención con hiperactividad se
ha considerado una enfermedad exclusiva de la edad pediátrica; sin embargo, en
los últimos años se ha podido confirmar que perdura en la edad adulta en más de
un 60 % de los niños y adolescentes diagnosticados. Esto implica que el TDAH
puede ser también diagnosticado en la edad adulta y que debe ser tratado a
cualquier edad si los síntomas interfieren con el funcionamiento cotidiano. Los
tratamientos de que disponemos para el TDAH en la edad adulta son los mismos
que se emplean en la edad infanto-juvenil. Al contrario de lo que suele suceder en
medicina, estos tratamientos han sido primero probados y aprobados en población
infantil y, posteriormente, su uso se ha generalizado -y aprobado en algunos casos-
a la edad adulta. Por este motivo, son tratamientos muy seguros. Además de
seguros también han demostrado una importante eficacia, de ahí que dos de cada

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tres pacientes puedan mejorar sus síntomas y su calidad de vida con el tratamiento
farmacológico para el TDAH.

Utilizar agendas ayuda a las personas con TDAH a organizarse.

En el tratamiento del TDAH existe un consenso bastante generalizado de que la


medicación logra los mejores resultados frente a cualquier otra intervención. No
obstante, se recomienda en la mayoría de los casos, sino en todos, que se
acompañe de un abordaje psicoterapéutico y psicoeducativo. La psicoeducación se
encargar de explicar al paciente en qué consiste el TDAH, cuáles son los síntomas
principales, qué dificultades puede conllevar, etc. Mientras que la psicoterapia
ayuda al paciente estrategias para afrontar sus síntomas, mejorar su autoconcepto
y autoestima, evitar la procrastinación de tareas y mejorar la planificación, entre
otros.

Por la propia naturaleza del TDAH en la que la persona tiende a los despistes y a
tener dificultades en el compromiso, el tratamiento puede ser un reto. Va a ser
habitual tener que insistir en el cumplimiento de la medicación, para no olvidar
tomas. Por este motivo, entre otros, se recomienda emplear medicamentos de una
única administración diaria, habitualmente por la mañana. Con frecuencia se recurre
a alarmas o a aplicaciones del móvil que recuerdan la toma de la medicación. Igual
de complicada puede ser la adherencia a las citas, ya que el paciente va a tender a
olvidarlas o posponerlas en el último minuto cuando la recuerda o a llegar tarde por
no haber calculado bien el tiempo. Esta realidad ya de entrada exige que se trabaje
sobre la organización del tiempo y las tareas.

“Utilizar agendas o medios electrónicos ayuda a recordar citas y la toma de


medicación.”

Cómo se trata el TDAH

Todo tratamiento debe sustentarse en una minuciosa exploración diagnóstica. De


nada sirve un buen tratamiento si el diagnóstico no ha sido certero. En este caso,
no es solo importante hacer un correcto diagnóstico del TDAH, sino que también es
clave diagnosticar otros trastornos mentales que pudieran coexistir con el TDAH.
Como decíamos en el apartado del diagnóstico del TDAH, es muy común la
presencia de otras enfermedades comórbidas, como ansiedad, depresión mayor o
consumo de sustancias. En este caso, el especialista debe ser consciente de estas
comorbilidades para decidir cuál es el mejor tratamiento y qué enfermedad debe
tratarse primero. Ya que, por ejemplo, las crisis de ansiedad pueden empeorar con
los fármacos estimulantes para el TDAH, la depresión debe abordarse antes que el
TDAH y los fármacos para el TDAH no funcionan igual de bien si el sujeto está
consumiendo drogas o alcohol. En general, se recomienda tratar primero el
trastorno más grave con un tratamiento que no perjudique al otro trastorno
(teóricamente menos grave).

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“El mejor tratamiento es aquel que está elaborado sobre un correcto diagnóstico.”

El tratamiento del TDAH tiene tres pilares básicos: la psicoeducación, la medicación


para el TDAH y la psicoterapia. De los tres, posiblemente la medicación tenga una
posición preferencial, aunque debe ir acompañada de medidas psicoeducativas y
psicosociales (tratamiento psicológico y apoyos académicos). El TDAH es una
enfermedad neurobiológica en la que predomina un mal funcionamiento de unos
neurotransmisores cerebrales denominados catecolaminas. Las zonas más
afectadas del cerebro en el TDAH son las regiones frontales del cerebro (sobre todo,
la corteza prefrontal) y algunas regiones subcorticales (caudado, hipotálamo y
amígdala). En todas estas regiones predominan las catecolaminas noradrenalina y
dopamina.

Medicación para el TDAH

El tratamiento más eficaz hoy en día para el TDAH es el farmacológico. Hasta dos
de cada tres pacientes con TDAH pueden beneficiarse de un tratamiento
farmacológico. Al contrario de lo que la gente pueda creer u opinar, los tratamientos
farmacológicos para el TDAH no solo son muy eficaces, sino que también son muy
seguros. Existe dos grupos de medicamentos para el TDAH: los estimulantes y los
no estimulantes. Ambos grupos de medicamentos son adecuados y su elección va
a depender de la edad del paciente, si predominan los síntomas de inatención o de
hiperactividad, la respuesta previa a otros medicamentos, la presencia o no de otras
enfermedades, las interacciones con otros fármacos y la elección personal del
paciente. Nuestra filosofía es la de contar siempre con la opinión del paciente,
especialmente a la hora de tomar decisiones o de elaborar un plan terapéutico. Para
tal fin es muy importante dar toda la información posible al paciente, en un lenguaje
cercano y comprensible, para que pueda participar de la elección del tratamiento
idóneo.

“Hoy en día, el tratamiento más eficaz para el TDAH es la medicación.”

Como hemos dicho, tenemos dos grupos principales de medicamentos para el


tratamiento del TDAH:

Los medicamentos estimulantes o psicoestimulantes para el TDAH aprobados en


España son: Metilfenidato y Lisdexanfetamina, que analizaremos a continuación.

Los medicamentos no estimulantes para el TDAH aprobados en España son:


Atomoxetina y Guanfacina. Aunque no tengan indicación en ficha técnica se utilizan
también: Bupropion, Modafinilo y Reboxetina, en casos especiales. También
hablaremos de la mayoría de ellos más adelante.

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Para hacernos una idea global, los medicamentos empleados en el TDAH tienen
como objetivo incrementar la Dopamina y/o la Noradrenalina en la corteza prefrontal
para mejorar la atención, la concentración, la función ejecutiva y la vigilia. Algunos
de estos fármacos también aumenta la Dopamina en los ganglios basales para
mejorar la hiperactividad (la cual se atenúa con la edad, como hemos visto en la
descripción de los síntomas del TDAH).

A pesar de resultar tratamientos seguros, es conveniente que la prescripción de


estos fármacos, así como el diagnóstico de TDAH, los realice un psiquiatra.

Consideraciones respecto al tratamiento farmacológico del TDAH

Hay muchos estudios, profesionales y pacientes en todo el mundo que avalan la


seguridad y eficacia del tratamiento farmacológico para el TDAH, así como la buena
respuesta a otras intervenciones no farmacológicas. A pesar de ello, sigue habiendo
opiniones de todo tipo y el TDAH ha sido, por un lado, una enfermedad cuestionada
y, por otro, su tratamiento ha sido muy cuestionado. Especialmente, se ha
cuestionado el tratamiento con psicoestimulantes en niños con TDAH. Se ha
planteado que dar estos medicamentos a los niños sería equivalente a “drogarlos”.
Esto no es así. En primer lugar, la dosis y pauta de administración está siendo
controlada por un médico y por los padres. En segundo lugar, los fármacos no están
adulterados con sustancias nocivos y tienen un perfil adictivo muy bajo,
especialmente las más recientes formulaciones de liberación retardada o
prolongada. Aunque no imposible, es muy raro que una persona se haga adicta a
estos tratamientos y abuse de ellos como si de una droga se tratara. Los
medicamentos más modernos, como la Lisdexanfetamina, tienen una formulación
galénica y un mecanismo de acción que hacen que sea prácticamente imposible
hacer un uso indebido del medicamento. En cualquiera de estos casos, lo que sí se
ha demostrado es que las personas con TDAH tienen el doble de riesgo de
desarrollar una adicción a sustancias ilegales. Sin embargo, ese riesgo se puede
reducir si reciben tratamiento adecuado en la infancia. Este tratamiento es
precisamente la medicación estimulante de la que hablábamos.

“El tratamiento del TDAH en la infancia con estimulantes u otros medicamentos


específicos disminuyen el riesgo de desarrollar una adicción en el futuro.”

Hasta años recientes, se consideraba que el TDAH era un trastorno exclusivo de la


edad infantil, que desaparecía al llegar a la edad adulta. Sin embargo, hoy en día
sabemos que al menos el 60 % de los niños con TDAH mantienen síntomas de
TDAH durante la edad adulta. Esto significa que estas personas muy probablemente
se van a seguir beneficiando de seguir recibiendo el mismo tratamiento. Por este
motivo, el tratamiento farmacológico empleado en los adultos es el mismo que el
empleado en los niños y adolescentes. Resulta una rareza en medicina que un
medicamente se comercialice primero para población infantil y, posteriormente, para

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población adulta. La gran mayoría de los medicamentos se aprueban para adultos


y después se prueban en niños. En el caso del TDAH, los medicamentos aprobados
por las agencias reguladoras fueron estudiados en niños inicialmente, donde
mostraron su eficacia y seguridad. Esto hace pensar que en adultos van a ser
completamente seguros.

Un lugar de trabajo limpio y ordenado, junto con un reloj para ir mirando la hora, es
lo más adecuado para una persona con TDAH.

Por las propias características del paciente con TDAH, que tiene tendencia a los
despistes y olvidos, es frecuente que olvide tomar la medicación. Para ello, es
importante, por un lado, simplificar la pauta de medicación a una sola toma y (a ser
posible) un único fármaco; mientras que, por otro lado, se debe instaurar
procedimientos para recordar la toma de medicación. Se ha demostrado que
cuantas menos tomas al día se hagan, mejor va a ser el cumplimiento del
tratamiento. Como en todas las enfermedades, el cumplimiento de la medicación es
crucial para lograr una buena respuesta y mejorar el pronóstico. Por tanto, como
veremos a continuación, es preferible la prescripción de aquellos tratamientos que
requiera una única dosis diaria.

El tratamiento del TDAH con estimulantes puede normalizar algunas anomalías


estructurales observadas en los cerebros de pacientes diagnosticados de TDAH.
Por otra parte, no hay evidencia de que el tratamiento a largo plazo con Metilfenidato
sea neurotóxico, como algún estudio con animales ha sugerido.

“La respuesta a los medicamentos para el TDAH es cercana al 70 %.”

• Metilfenidato (Concerta®, Rubifen®, Medikinet®, Equasym®)

El Metilfenidato y las anfetaminas son los medicamentos más eficaces para el


TDAH. El Metilfedinato es el principio activo, mientras que Concerta®, Rubifen®,
Medikinet® y Equasym® son los nombres comerciales de las distintas
formulaciones galénicas del mismo principio activo. Aunque no vamos a entrar
mucho en detalle en diferenciar una marca de otra, vamos a explicar las diferencias
elementales. El Rubifen® es un Metilfenidato de acción corta o de liberación
inmediato, tiene una duración muy breve de tres o cuatro horas, por lo que sería
necesario administrarse dos o tres veces al día para logar mejorar los síntomas
durante todo el día. Por el contrario, Concerta® es un Metilfenidato de acción
prolongada (hasta 12 horas), gracias a su sistema OROS® de liberación osmótica,
lo que permite una única administración por la mañana del fármaco. Por último,
Medikinet® y Equasym® son Metilfenidatos de acción intermedia bifásica.

Lo ideal es que la pauta de medicación sea una única toma al día.

El Metilfenidato tiene un doble mecanismo de acción por el que consigue que


aumenten los neurotransmisores Dopamina y Noradrelina en el espacio sináptico.

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Este efecto lo consiguiendo inhibiendo la recaptación de ambas monoaminas y, a


dosis de fármaco elevadas, aumentando la liberación de las mismas. El efecto
aumenta a medida que se aumenta la dosis (decimos que es dosis-dependiente).
Por lo tanto, el Metilfenidato logra mejorar la atención, concentración y funciones
ejecutivas al aumentar los niveles de Dopamina y Noradrenalina en la corteza
dorsolateral; mientras que, mejora la hiperactividad al incrementar la Dopamina en
los ganglios basales.

A pesar de que la seguridad y tolerabilidad del medicamento Metilfenidato son muy


buenos, puede producir efecto adversos o secundarios como cualquier
medicamento. Entre los efectos secundarios más habituales, destacan: insomnio,
disminución del apetito y retraso del crecimiento en menores de edad. Respecto a
los efectos sobre la conducción de vehículos, a diferencia de lo que ocurre con otros
fármacos psiquiátricos, el Metilfenidato puede reducir el riesgo de accidente. Esto
es debido a que las personas con TDAH son más proclives a los accidentes y a las
distracciones al volante. Al tratar la falta de atención y la distraibilidad, los accidentes
disminuyen.

“El Metilfenidato y la Lisdexanfetamina son los fármacos comercializados en España


más eficaces para el TDAH.”

• Lisdexanfetamina (Elvanse®)

Tras el Metilfenidato, las anfetaminas son los fármacos más estudiados para el
tratamiento del TDAH. La Lisdexanfetamina es el único fármaco anfetamínico
comercializado en España para el TDAH. Se trata de un profármaco inactivo de D-
anfetamina, que se activa al metabolizarse por hidrólisis. Este proceso de hidrólisis
es relativamente lento, lo que evita la posibilidad de producir un pico de anfetaminas
en la sangre. Además, dadas sus características, no produce ningún efecto si se
intenta esnifar o inyectar como si fuera una anfetamina tradicional. Dicho esto,
aunque se trate de una anfetamina, la Lisdexanfetamina no puede utilizarse con
finalidad recreativa o de abuso. La administración de este fármaco se recomienda
una vez al día gracias a la lenta hidrólisis enzimática que comentábamos que hace
que el fármaco dure unas 12 horas.

El mecanismo de acción de la D-anfetamina, metabolito activo de la


Lisdexanfetamina, es similar al ya comentado del Metilfenidato. Si quieres saber
más, puedes leer nuestro post para conocer las diferencias entre las anfetaminas y
el metilfenidato en su potencial riesgo de abuso.

• Atomoxetina (Strattera®)

La Atomoxetina fue el primer fármaco no estimulante aprobado en España para el


TDAH y el primer fármaco aprobado para el TDAH del adulto. Se trata de un

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medicamento que estructuralmente es un antidepresivo, pero que, paradójicamente,


no ha demostrado eficacia antidepresiva. Por el contrario, sí mejora la
concentración, la atención, la función ejecutiva y la disregulación emocional
asociada al TDAH. Este efecto lo logra gracias a que es un inhibidor selectivo de la
recaptación de Noradrenalina, que logra aumenta esta monoamina y la Dopamina
en la corteza prefrontal. A diferencia de Metilfenidato, no incrementa la Dopamina
en los ganglios basales, por lo que no suele mejorar la hiperactividad. Se administra
en una única dosis, con o sin alimento, por la mañana o por la noche. Se suele
empezar con una dosis baja y se va incrementando con periodicidad semanal. El
efecto de la Atomoxetina es comparable al del Metilfenidato pero la latencia de inicio
de acción es mucho mayor. Mientra que el Metilfenidato puede producir mejoría tras
la primera administración, la Atomoxetina generalmente requiere un plazo mínimo
de entre dos y cuatro semanas. Los efectos adversos más frecuentes son: náuseas,
boca seca, dolor de cabeza, disminución del apetito, insomnio, cansancio o mareo.
La mayoría de estos efectos secundarios tienen una gravedad leve, se consideran
molestias, y desaparecerían a los pocos días de estabilizarse la dosis.

La Atomoxetina está especialmente indicada para aquellas personas con TDAH de


predominio inatento, ya que posiblemente mejore los síntomas de inatención más
que los fármacos estimulantes. También está indicada para personas con TDAH e
inestabilidad emocional.

La Atomoxetina es un fármaco versátil que puede mejorar la ansiedad asociada al


TDAH sin necesidad de añadir un ansiolítico o antidepresivo, ya sea ansiedad
generalizada como fobia social. Además, gracias a que no es un fármaco
estimulante su potencial de abuso es nulo y no tiene ese riesgo en personas con
antecedentes de adicciones. De hecho, en personas con TDAH y consumo activo
de sustancias, la Atomoxetina es el fármaco de elección porque logra una mejoría
de los síntomas del TDAH superior a los fármacos estimulantes.

• Guanfacina (Intuniv®)

La Guanfacina es un agonista selectivo del receptor α2A-adrenérgico, que está


comercializado en España en una formulación de liberación prolongada. En
principio, está autorizado exclusivamente para el tratamiento del TDAH en niños y
adolescentes cuando los estimulantes no son adecuados, no se toleran o no han
sido eficaces. Sin embargo, puede ser útil en algunos adultos con TDAH como
reconoce la propia guía del Ministerio de Sanidad de nuestro país. No está
plenamente aclarado el mecanismo de acción de la Guanfacina, pero se sabe que
modula la transmisión de los neurotransmisores en la corteza prefrontal. Se ha
descrito en animales de laboratorio que promueve la maduración de la corteza
prefrontal aumentando el número y densidad de las espinas dendríticas de las
neuronas situadas en esta parte de la corteza cerebral.

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La Guanfacina tiene multitud de utilidades, ya que también se utiliza para la


hipertensión, el síndrome de Gilles de la Tourette (una enfermedad que cursa con
múltiples tics), la dependencia al tabaco y para el síndrome de abstinencia a la
heroína. Es posible que las personas con TDAH y consumo de sustancias se
beneficien de esta sustancia además de mejorando sus síntomas de TDAH,
mejorando el consumo de la sustancia.

• Bupropion (Elontril®)

El Bupropion es un antidepresivo que tiene indicación en Depresión mayor y en el


abandono del hábito tabáquico. Aunque no tiene indicación en el TDAH, es
frecuente prescribirlo en casos donde hay comorbilidad entre TDAH y depresión o
entre TDAH y consumo de sustancias. El Bupropion tiene un mecanismo de acción
por el que se puede considerar un fármaco estimulante, ya que inhibie la recaptación
de Noradrenalina y Dopamina.

Modafinilo (Modiodal®)

El Modafinilo es un fármaco con indicación en Narcolepsia (enfermedad neurológica


que produce ataques repentinos de sueño incontrolables) y también se emplea en
algunos casos de Depresión. Igualmente, ha demostrado resultados positivos en
algunos estudios en el tratamiento del TDAH del adulto. Los efectos secundarios
más frecuentes son similares al del resto de fármacos estimulantes: insomnio,
disminución del apetito y aumento de la irritabilidad.

Terapia para el TDAH

A pesar de que el tratamiento de elección sea la medicación, esta no va a poder


cubrir todo el espectro de síntomas y problemas asociados al TDAH. En todo
paciente con TDAH, adulto o niño, es recomendable combinar la medicación con un
tratamiento psicológico o psicosocial. A esta recomendación se suma que
aproximadamente una de cada tres personas que reciben medicación para el TDAH
continúan teniendo dificultades en el funcionamiento cotidiano. Este último grupo de
personas se pueden beneficiar, aún más, de este abordaje psicológico.

La realización de un estudio neuropsicológico resulta de suma importancia para


poder planificar el tratamiento individual. Conocer el estado cognitivo del paciente y
su perfil de personalidad nos va a permitir perfilar mejor los objetivos del tratamiento.
También nos va a mostrar cuáles pueden ser sus fortalezas y sus debilidades, para
así adecuar las expectativas a sus capacidades y preferencias personales. Estas
pruebas debe realizarlas un neuropsicólogo experto en este tipo de valoraciones.

Psicoeducación para el TDAH

El primer paso en toda enfermedad es el de saber qué te está pasando. Poner


nombre a la enfermedad, saber que no eres el único que está pasando por esto,

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enumerar todos los síntomas y aprender a identificarlos, puedo ayudarte a


comprenderte mejor a ti mismo y a tu propia biografía. En el TDAH, este paso es
fundamental porque las personas comprenden que no son vagas, sino que les
cuesta mucho concentrarse, atender y organizarse. Esto es lo que conocemos como
psicoeducación del Trastorno por déficit de atención e hiperactividad. En este paso,
el terapeuta explica al paciente en qué consiste su trastorno, cuáles son los
síntomas principales y le explica qué síntomas asociados puede tener de otros
trastornos (como depresión o ansiedad) y cómo ha llegado hasta ellos. La mera
comprensión de que uno padece una enfermedad, reconocida y tratable, puede ser
terapéutico y puede mejorar el autonconcepto que el paciente tiene de sí mismo.

Psicoterapia para el TDAH

La psicoterapia del Trastorno por déficit de atención e hiperactividad pasa, como


todo tratamiento psicoterapéutico, en hacer una evaluación de los rasgos de
personalidad del paciente, así como de sus fortalezas y debilidades, para poder
estructurar los objetivos de la psicoterapia. Habitualmente, la medicación suele
ayudar mucho en este proceso psicoterapéutico porque al mejorar los síntomas
nucleares (inatención, hiperactividad, impulsividad y disfunción ejecutiva), el
paciente va rendir mejor durante las sesiones de psicoterapia.

Son muchas las áreas en las que se puede trabajar a nivel psicoterapéutico con un
paciente con TDAH, a continuación, vamos a enumerar las que consideramos más
importantes que se pueden trabajar:

• El uso de un diario ayuda a organizarse a las personas con TDAH.


• la regulación emocional y la inteligencia emocional.
• - reeducar la tendencia a la procrastinación.
• estrategias para conseguir y mantener el orden: clasificar, tirar cosas
acumuladas, tener un sitio para cada cosa
• aprender a valorar la recompensa diferida que ofrecen las rutinas y no
relacionarlas con emociones negativas displacenteras.
• la organización y planificación del tiempo; para evitar llegar tarde, calcular
mal el tiempo o perder el tiempo.
• aprender a mirar el reloj y tener conciencia de la hora que es y el tiempo que
ha llevado realizar una determinada tarea (temporizar las tareas).
• evitar distracciones y aprender a reconocer cuando se está distraído.
• planificar tareas académico-laborales y domésticas, pero también lúdicas, de
cuidado personal y de descanso. Estas planificaciones han de ser realistas y
flexibles.
• aprender la diferencia entre lo importante y prioritario. Lo prioritario puede no
ser lo más importante, pero si tener un plazo para ejecutarse, por ejemplo,
asistir a una reunión o preparar un examen. Puede haber otras cosas más
importantes, pero que se puedan aplazar.

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SUJETOS DE LA EDUCACIÓN

• evitar dejar las cosas importantes para el último día. Aprender a ques e puede
rendir bien sin trabajar bajo presión.
• evitar comprometerse con demasiadas cosas y aprender a decir NO.

La psicoterapia para el TDAH debe realizarse idealmente por un psiquiatra


psicoterapeuta o por un psicólogo clínico. Esta recomendación se basa en la
complejidad del propio trastorno y por lo habitual que resulta que aparezcan otras
comorbilidades.

Tratamiento psicosocial del TDAH

En algunos casos, va a ser preciso buscar ayudas sociales para poder contar con
oportunidades similares a las del resto de la población. En este sentido, es frecuente
que a los alumnos con TDAH les faciliten un tiempo adicional en los exámenes, para
lo cual es necesario acreditar la enfermedad con un informe médico. En adultos,
otra ayuda puede consistir en solicitar un reconocimiento de discapacidad para
poder acceder a un empleo protegido. Esta última situación suele darse en aquellos
casos más graves y con otras comorbilidades que empeoran el rendimiento laboral.

Muchos niños y adolescentes diagnosticados de TDAH pueden tener una buena


evolución si reciben tratamiento de forma temprana y antes de que aparezcan
problemas derivados. Los principales problemas asociados al TDAH se reflejan en:
la relación con los compañeros, baja autoestima, alteraciones de conducta,
consumo de sustancias, marginalidad o fracaso escolar. Esto implica que el
diagnóstico precoz es fundamental para que la evolución sea favorable y el
pronóstico sea bueno.

Evolución del TDAH en la edad adulta

El Trastorno por déficit de atención e hiperactividad se inicia en la infancia, continúa


en la adolescencia y, en más de la mitad de los casos, persiste en la edad adulta.
Tan solo un 10-20 % de los casos no tratados evolucionan favorablemente en la
edad adulta. Lo habitual es que los tres síntomas cardinales del TDAH (falta de
atención, hiperactividad e impulsividad) persistan, aunque con variaciones en su
manifestación. Habitualmente, con el paso del tiempo la falta de atención va
predominando sobre los otros dos. Esto es debido a dos cuestiones: por un lado,
con la edad las demandas atencionales aumentan y la inatención se hace más
relevante. Por otro lado, la hiperactividad y la impulsividad se atenúan. Aunque
algunos síntomas mejoren con el tiempo, es importante en muchos casos continuar
con el tratamiento al llegar a la edad adulta. A pesar de ello, es muy habitual que
los adolescentes abandonen el tratamiento, incluso alentados por sus familiares y
médicos de familia. La persistencia de un TDAH en la edad adulta, especialmente
si ya no recibe tratamiento, puede conllevar un elevado riesgo de que aparezcan
otros problemas que compliquen aún más las cosas. Estos problemas secundarios

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SUJETOS DE LA EDUCACIÓN

suelen ser: baja autoestima, consumo de alcohol y otras sustancias, trastornos de


conducta y rasgos antisociales de personalidad.

“El TDAH se manifiesta de distinta manera en la edad adulta que en la etapa infantil.”

El paso a la edad adulta puede producir tres situaciones:

• Que mejoren los síntomas y desaparezcan


• Que persistan síntomas de forma intensa
• Que queden síntomas residuales, como falta de control de impulsos,
problemas de concentración o un pobre funcionamiento social

En los dos primeros supuestos, queda claro que hay que hacer. Si remiten los
síntomas, seguramente no sea necesario el tratamiento; mientras que, si persisten
intensos síntomas, sí será necesario continuar con el tratamiento. La situación más
compleja es el tercer supuesto: cuando persisten síntomas residuales. Los síntomas
residuales pueden ser muy engañosos, ya que pueden aparentar ser inofensivos,
pero secundariamente generar problemas. Por ejemplo, la persistencia de
problemas de concentración puede conllevar el fracaso en la universidad y
problemas en determinados trabajos. La falta de control de los impulsos puede
conllevar problemas delictivos, de relación o el inicio en el consumo de alcohol u
otras drogas. Por tanto, cada caso debe evaluarse individualmente por un
especialista y discutir con el paciente los riesgos y beneficios del tratamiento para
poder tomar en conjunto una decisión al respecto. Hay que tener en cuenta que el
beneficio del tratamiento no solo es la mejora de los tres síntomas principales
(inatención, hiperactividad e impulsividad), sino que también ayuda con la
regulación emocional, la ansiedad, la autoestima y disminuye el riesgo de consumir
drogas.

Diagnóstico del TDAH en la edad adulta

En no pocos casos, el diagnóstico aparece tardíamente en la edad adulta. Esto


puede deberse, por un lado, a que la persona ha sido capaz de adaptar su vida a
sus dificultades de una forma más o menos satisfactoria. En este caso, es muy
posible que consulte con un especialista cuando se enfrenta a un ambiente más
exigente, como pueda ser el paso del instituto a la universidad o de la universidad
al mundo laboral. Habitualmente, estas personas han logrado compensar los déficits
atencionales con un elevado cociente intelectual, es lo que conocemos como “doble
excepcionalidad” (es decir, personas con TDAH y altas capacidades). Por otro lado,
es posible que las personas a las que se diagnostique el TDAH de adultos hayan
previamente peregrinado por distintos especialistas y no hayan sido correctamente
diagnosticados de TDAH. Esta falta de “ojo clínico” de debe, de una parte, a que el
rendimiento académico puede ser bueno en personas muy inteligentes y, de otra
parte, a que presentar síntomas de otros trastornos mentales que encubrieran el
diagnóstico de TDAH. Por ejemplo, en el caso de las mujeres es frecuente que se
las haya diagnosticado de depresión, ansiedad o de un trastorno de personalidad.

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SUJETOS DE LA EDUCACIÓN

Esto se puede deber al solapamiento de síntomas de inestabilidad emocional, baja


autoestima, insomnio, ansiedad y frustración. Por el contrario, los hombres suelen
ser diagnosticados de un trastorno del control de los impulsos, de rasgos
disfuncionales de personalidad o de consumo de sustancias. En este último caso,
se han podido atribuir los síntomas de impulsividad, hiperactividad, inatención y
mala organización al propio consumo de la sustancia.

La evolución del TDAH en los casos diagnosticados y tratados puede ser buena en
el sentido de controlar los síntomas y de lograr una aceptable adaptación al entorno.
Como hemos venido diciendo, los síntomas de hiperactividad e impulsividad se
suelen atenuar con el paso del tiempo y la madurez del individuo. Sin embargo, la
falta de atención suele persistir y provocar dificultades de adaptación crecientes a
medida que el ambiente va siendo más exigente.

Factores de buen pronóstico del TDAH

Como en todas las enfermedades, en el TDAH conocemos cuáles serían los


predictores de buena evolución, así como los predictores de mala evolución.

Los factores de buen pronóstico del TDAH son:

• diagnosticar el problema lo antes posible.


• iniciar el tratamiento en el momento del diagnóstico.
• mantener el tratamiento todo el tiempo necesario consensuado con el
psiquiatra.
• elevada inteligencia y escasa afectación cognitiva, evaluados por un
neuropsicólogo.
• gozar de buenas relaciones personales, tanto relaciones familiares como
amistades y pareja.
• haberse criado en un ambiente familiar bien estructurado con unos padres
con unas competencias parentales desarrolladas.
• involucrarse en la práctica de algún deporte.
• Factores de mal pronóstico del TDAH

Por el contrario, son factores de mal pronóstico:

• cuando los síntomas principales de falta de atención e hiperactividad son muy


intensos.
• el diagnóstico en la infancia de un trastorno del espectro autista o un bajo
cociente intelectual.
• el desarrollo infantil en un bajo nivel socioeconómico. Esto se debe a un
menor acceso a ayudas (profesores de refuerzo, psicólogo, coste de la
medicación) y puede conocer ambientes marginales.
• la aparición de trastornos del comportamiento o de conductas antisociales.

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SUJETOS DE LA EDUCACIÓN

• el consumo de alcohol u otras drogas, que va muy ligado al punto anterior.


• el insomnio.
• la inestabilidad emocional con frecuentes episodios de frustración y
dificultades para la regulación emocional.
• una mayor afectación de la función ejecutiva, es decir de la organización y
planificación del tiempo y las tareas.

Complicaciones del TDAH

El TDAH está relacionado con fracaso académico de forma independiente a la


inteligencia del paciente. Como referencia, en Estados Unidos, tan solo el 5 % de
las personas con TDAH terminan la universidad frente al 35 % de las personas que
no tiene la enfermedad.

En cuanto al mundo laboral, las personas con TDAH tienen más riesgo de despido.
Lo cual se relaciona con más cambios de puesto de trabajo y una mayor tasa de
desempleo. Esto se debe a las posibles alteraciones de conducta, el bajo
rendimiento, los posibles conflictos con los compañeros y superiores, los errores por
despistes, la mala concentración y en general por una peor adaptación. Esta
dificultad en la adaptación va a ser aun peor si además está cambiando de empresa,
de compañeros y de puesto de trabajo continuamente.

Las personas con TDAH tienen más riesgo de sufrir accidentes e, incluso, de sufrir
muerte prematura como veremos a continuación. Los accidentes pueden ser
domésticos o laborales por despistes, pero también de tráfico por exceso de
velocidad, conducción temeraria o por la influencia de estupefacientes. Es habitual
que las personas con TDAH sientan que necesitan conducir más deprisa para
mantener la atención a la carretera, lo cual hace que los accidentes sean
lógicamente más graves y frecuentes. Por este motivo, es más probable que hayan
tenido multas de tráfico por exceso de velocidad y mayor probabilidad de retirada
del permiso de conducir.

Los delitos cometidos no son solo al volante, también tienen más riesgo de verse
inmersos en otro tipo de conductas delictivas que conllevan arrestos y penas de
cárcel. Los antecedentes penales son mucho más frecuentes en personas con
antecedentes de alteración de conducta, consumo de sustancias y rasgos
antisociales de personalidad. El tratamiento del TDAH disminuye las posibilidades
de cometer infracciones que puedan ser condenadas.

El TDAH también repercute en la vida íntima de la persona, haciendo que las


primeras relaciones sexuales sean más precoces, que el número de parejas
sexuales a lo largo de la vida sea mayor que la media, que tenga prácticas sexuales
de riesgo y que no utilice ni preservativo ni anticonceptivos. Las consecuencias de
estas conductas son: mayor riesgo de embarazo no deseado, mayor riesgo de
contagiarse de una enfermedad de transmisión sexual (virus del SIDA y hepatitis,
entre otros) y mayor riesgo de divorcio. Estas prácticas sexuales de riesgo, junto

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con la propensión a los accidentes, hace que pueda visitar con frecuencia el servicio
de urgencias de los hospitales.

El TDAH también puede afectar a los padres de los niños que lo sufren. El riesgo
de que estos padres se divorcien es 3 a 5 veces mayor que las demás parejas.
Además, los padres de niños con TDAH tienen más síntomas depresivos que la
población general.

TDAH y estudios académicos

El rendimiento académico suele ser el principal motivo de consulta de los padres


que traen a sus hijos a las consultas para valorar un posible TDAH. Aunque es cierto
que los resultados académicos no es lo más importante en la vida de un niño o
adolescente. Es cierto que en algunos casos puede ser el comienzo de una cascada
de fracasos y problemas. Para diagnosticar un TDAH no solo hay que fijarse en las
notas. Sin embargo, si el niño empieza a suspender y repite curso, va a suponer un
importante cambio en su vida: es posible que su autoestima se resienta, puede sufrir
burlas de sus amigos, va a cambiar de compañeros y sus familiares van a estar
disgustados con él. Si llegara a repetir más de un curso, se va a encontrar con que
sus compañeros de clase son más jóvenes y le va a costar más relacionarse con
ellos. La falta de relaciones lleva al aislamiento o a buscar amigos fuera del colegio
(lo que puede terminar siendo lo que comúnmente llamamos “malas compañías”).
Los niños con TDAH sufren el triple de expulsiones y tienen más riesgo de verse
inmiscuidos en conductas delictivas.

Para poder valorar el efecto del tratamiento farmacológico del TDAH sobre el
rendimiento escolar, Biederman realizó un estudio a 10 años de seguimiento en
Estados Unidos. Encontró que el 63 % de los niños con TDAH que no recibían
tratamiento repetían curso frente al 26 % de los niños que sí recibían tratamiento.
Estos resultados confirmarían que el tratamiento farmacológico mejora el
rendimiento y los resultados académicos de los niños con TDAH. Se ha postulado
que puede ser por los siguientes motivos: disminuye las conductas disruptivas
mejorando la hiperactividad, mejora la atención la atención durante las lecciones del
profesor y estudiando en casa, mejora la autoestima y la valoración que hacen los
profesores del alumno.

No se puede descartar TDAH en una persona solo por haber completado sus
estudios universitarios, especialmente en personas muy inteligentes que hayan
podido compensar las consecuencias de la falta de atención con una elevada
inteligencia.

TDAH y muerte prematura

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Se puede pensar que los trastornos mentales producen un enorme sufrimiento


emocional, pero que al no tener una manifestación física no afectan a la salud
orgánica y por tanto no aumentan el riesgo de muerte. Esto sabemos que no es
cierto en enfermedades como la Esquizofrenia o el Trastorno bipolar, en donde la
esperanza de vida está reducida por el incremento de las enfermedades
cardiovasculares. En otras enfermedades, como la Depresión mayor, la falta de
autocuidados puede conllevar un aumento del riesgo de enfermar. En el TDAH se
sabía que al aumentar el riesgo de accidentes, las muertes prematuras eran
posibles. Sin embargo, hasta hace muy pocos años no se pudo conocer el enorme
alcance que podían llegar a suponer estas muertes prematuras.

En 2015, Soren Dalsgaard y colaboradores publicaron en The Lancet -la revista


médica especializada más prestigiosa del mundo- un estudio que relacionaba el
TDAH con un elevado aumento de riesgo de muerte prematura. Este estudio
realizado sobre población danesa utilizó una muestra de casi dos millones de
personas, de las cuales 32.000 estaban diagnosticadas de TDAH. Durante 32 años
se hizo un seguimiento de estas personas para ver qué evolución tenían.
Desgraciadamente, lo que encontraron los investigadores es que las personas que
habían sido diagnosticadas de TDAH tuvieron un riesgo 2 veces mayor de morir
prematuramente (tasa mortalidad ajustada=2,07; intervalo confianza 95 %: 1,70-
2,50). La causa más frecuente de muerte en las personas con TDAH fueron causas
no naturales, especialmente accidentes. Los niños y adultos que, además de TDAH,
tenían problemas de conducta o consumo de sustancias tenían un riesgo incluso
mayor. Cuando se analizaron los resultados por género, en el caso de niñas y
mujeres adultas el riesgo de muerte prematura era mayor que para niños y varones
adultos.

Posibles consecuencias a largo plazo de no recibir tratamiento para el TDAH

En primer lugar, una persona con un TDAH que no ha sido tratado, va a ser una
persona con una calidad de vida inferior a la esperada para sus capacidades y
situación socioeconómica. Va a vivir una vida con problemas a nivel académico,
laboral, familiar, social y económico. Es muy probable que no pueda completar
estudios universitarios, que sea despedido de trabajos y que no pueda acceder a
buenos puestos de trabajo. A nivel de salud, es posible que desarrolle obesidad,
que tenga dificultades para regular sus emociones, que desarrolle depresión o
ansiedad y que sufra algún tipo de accidente que pueda poner en peligro su vida.
Su impulsividad y posible temeridad, puede llevarle al consumo de sustancias
ilegales o a tener problemas con la ley. Por todo ello, es fundamental que las
personas con sospecha de TDAH, consulten con un profesional de salud mental
que pueda diagnosticar el TDAH y tratar el TDAH.

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