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200315415
1
INDIVIDUO, IDENTIDAD Y NEUTRALIDAD
UNA REVISIÓN AL DEBATE HABERMAS-TAYLOR
1. Introducción
2
identidad (como la religión o la filiación política) que lo alejan del lo que para
cada uno representa el grupo al que pertenece; así pues, el estadounidense
cristiano sólo puede aceptar al musulmán en la medida en que éste último deje
atrás su manera de concebir tanto la religión como la sociedad.
Este trabajo pretende abordar este debate acotándolo a dos autores, uno
representativo de cada corriente de pensamiento, que por su trayectoria se
presentan como los que con más profundidad han abordado el tema y así
mismo los que mejor logran sintetizar y criticar los argumentos esgrimidos
desde las posturas similares a la suya: Jurgûen Habermas Y Charles Taylor.
3
Para abordar el debate a plenitud es necesario primero establecer alguna
claridad conceptual respecto de a qué se hace referencia cuando se habla de
identidad y derechos colectivos, así las cosas en la primera parte de este
trabajo abordaré la visión de individuo que postula cada uno de los autores,
tratando en alguna medida de establecer los presupuestos detrás de sus
posturas, así como buscando confrontar las visiones de los dos respecto de
aquello que constituye la identidad del individuo y qué de eso es relevante a la
hora de la formulación de los derechos.
1
Shklar Judith. En: Rosenblum Nancy. El liberalismo y la vida moral. Nueva Visión, Buenos Aires.
1993.
4
francesa y la guerra de independencia de los Estados Unidos, que vieron en el
cambio de paradigma política la posibilidad de generar una nueva posibilidad
de ciudadanía; los modelos de estado derivados de los logros sociopolíticos
que representaron la declaración universal de los derechos del hombre y el
ciudadano y la carta de derechos de EEUU (así como la constitución) se
fundamentaron en exigencias individualistas acordes con el espíritu de la
época.
2
Ver: SANDEL Michael. El liberalismo y los límites de la justicia. Gedisa, Barcelona, 2000.
5
anterioridad tanto lógica como epistemológica a cualquier noción de bien, y su
deseabilidad por encima de cualquier otro valor cardinal de la sociedad.
3
Ver: BONILLA Dani el y JARAMILLO María Cristina. El igualitarismo liberal de Dworkin en:
DWORKIN Ronald. La comunidad liberal. Universidad de los Andes y siglo del hombre editores.
Bogotá, 1996. Págs. 17 a 41.
6
Está crisis trajo consigo un escepticismo respecto de los fundamentos
metaéticos del liberalismo mismo, que se termino por traducir en la renuncia a
la discusión sobre la fundamentación racional de la moral y condujo a su vez a
la preponderancia del utilitarismo como modelo de justificación teórica de la
moral, sin embargo la década del 70 trajo de nuevo, en la obra de Rawls, la
discusión respecto de los preceptos y presupuestos lógicos de la moral, desde
un punto de vista, ya no de racionalidad pura como el kantiano sino de la
naturaleza antes comentada.
4
ARISTÓTELES. Política 1253 a.
7
la sociedad. Más adelante profundizaré en el concepto de individuo de que
parten los comunitaristas, y en particular Taylor, para validar esta postura.
La segunda mitad del siglo trajo consigo también una serie de demandas de
inclusión que intersecaron el debate político y filosófico, sobre todo respecto
de los parámetros en los que se entendía la igualdad y la libertad. La lucha de
los afrodescendientes en EEUU por una verdadera y plena ciudadanía, los
nacientes reclamos de género que se manifestaron en la aparición las primeras
mujeres que se manifestaban en contra de una construcción social en torno a
ellas que les imponía ser dominadas tanto en el plano simbólico como en el
material, y los problemas planteados por la necesidad de construcción de
Estados en un África en proceso de descolonización; generaron la necesidad
de discutir de nuevo en torno a estos temas y su relevancia en los procesos de
construcción de nación.
8
Habermas y Ta ylor) respecto de la necesidad de un modelo teórico que
garantice igualdad real entre sujetos diferentes, cuya identidad en buena
medida se ve necesariamente enmarcada en la filiación colectiva y la
reivindicación de necesidades particulares derivadas de esa filiación.
9
2. EL INDIVIDUO Y LA IDENTIDAD.
Aristóteles
6
Si bien en la obras posteriores tanto Rawls como Habermas, tratan de
desvirtuar esta imposibilidad del liberalismo, que plantea Sandel, y de abarcar
las necesidades del yo situado, Taylor considera que el nivel argumentativo en
que lo hacen no es el mismo en el que se mueven las críticas, es decir que
mientras los planteamientos de Sandel discurren en el plano ontológico los de
Rawls y Habermas lo hacen en el plano de promoción, es decir aquel que se
5
Ver: SANDEL. Op cit. Págs. 28 y SS.
6
Ver: RAWLS John. EL liberalismo político. Crítica. Barcelona. 1996.
10
refiere a “la postura o política moral que uno adopta7” y en tal medida no son
suficientes para superar la crítica de Sandel.
La crítica sin embargo no parece ser entendida como pertinente por los
pensadores liberales, pues tanto Rawls como Habermas continúan
fundamentando sus teorías en la naturaleza política del sujeto, y en aquellos
aspectos que consideran relevantes de llevar a la esfera de lo público, como
bien hacen notar Cortés, Rawls intenta demostrar en El liberalismo político que
el yo al que se refiere no es un yo metafísico, y que su cometido no es analizar
la naturaleza del mismo, sino que por el contrario el yo que le interesa es el yo
político, y que en esta medida se refiere a la identidad pública de las personas
8
en tanto sujetos de un ordenamiento social .
7
TAYLOR Charles. Propósitos cruzados: el debate liberal-comunitario. En: ROSENBLUM (1993) Op.
Cit. Pág. 177.
8
Ver: CORTÉS RODAS Francisco et al. Liberalismo y comunitarismo. Derechos humanos y democracia.
Colciencias y Generalitat valenciana. Valencia. 1996.
9
TAYLOR Charles. Fuentes del yo. Paidos; Barcelona. 1996.
11
de los fines que persigan. Es más, que son anteriores a cualquier deseo de
algún bien determinado y que en esa medida sirven para juzgar esos deseos.
10
Ibid. Pág. 43.
11
TAYLOR Charles. Multiculturalism. Examining the politics of recognition. Princeton University press;
New Jersey, 1994. Pág. 32.
12
esta forma, el punto de partida para la participación en la sociedad liberal
igualitaria es para ellos desigual, este punto es fundamental y se tratará mas a
fondo en el segundo capítulo.
Así las cosas, la identidad del individuo es la intersección entre las múltiples
culturas de las que cada uno siente que forma parte, dentro de las que se crió y
que le hicieron darle significado al lenguaje en el que se mueve, pero también
de aquellas de las que los otros le consideran partícipe. La identidad individual
se construye como una red de identidades colectivas que se intersecan en el
individuo, y en esa medida a través del lenguaje mismo, éste les otorga el
significado que cada una de ellas va a tener para él. La identidad del individuo
es entonces el punto de confluencia de muchas percepciones de nivel
colectivo, y al mismo tiempo una priorización del significado que cada una de
ellas va a tener para él.
13
expresa cómo nos percibimos, si disfrutamos o carecemos de respeto, si
hacemos méritos para disfrutar de él o fracasamos en el intento.”12
Es por eso que el punto de partida de comprensión del individuo para Taylor
debe exceder el ser el simple portador de una serie de derechos neutrales e
impersonales. Así las cosas, limitar al individuo a aquello que universalmente
12
Taylor (1996) Op. cit. Pág. 30.
13
Ibíd. Pág. 29.
14
Ver:. Ibid. Págs. 21 y 251 SS.
14
identificable en todos los seres humanos deja por fuera buena parte de lo que
cada uno considera es fundamental para su propia existencia, y en
consecuencia al privarse de dicha parte fundamental de lo que él considera le
es propio hay un problema de identificación en el plano social, parece entonces
postular Taylor que no es suficiente con el reconocimiento en el plano
discursivo como un agente capaz de dar razón (figura fundamental en
Habermas), sino que el individuo tiene demandas de reconocimiento respecto
de sus particularidades.
Buen ejemplo de ello son las luchas identitarias de las mujeres, los
afrodescendientes, las minorías en países multiculturales; a quienes, si bien
por una parte los derechos individuales les confieren una igualdad ante
instituciones neutrales, las necesidades para la realización de su ideal de vida
buena se ven truncadas precisamente por la ceguera del sistema a sus
necesidades diferenciadas. En otra palabras, la neutralidad respecto de los
individuos que presume el liberalismo es, en más de un sentido, insuficiente
como se verá más adelante, y en esa medida al igualar a todos los individuos el
sistema desconoce que hay, por ejemplo, puntos de partida diferentes respecto
de las identidades de cada uno, y que como en los casos mencionados
anteriormente pueden afectar de manera profunda la percepción que cada uno
tiene de sí mismo.
15
GUTIERRÈZ Carlos B. Liberalismo y Multiculturalidad. En: CORTEZ Et al. (1996) Op. cit. Pág. 82.
15
Es por esto que para Taylor la pregunta acerca del reconocimiento en lo
político de las particularices identitarias es tan relevante, pues de ella
dependen también las posibilidades de que todos los individuos puedan llegar a
ese ideal de vida buena.
16
Ver: HABERMAS Jürgen. Facticidad y Validez. Trotta; Madrid. 2000. Pág. 148.
16
Dado que la sociedad se ordena entonces en torno a la neutralidad de dichos
derechos, las particularidades identitarias deberían estar salvaguardadas por la
neutralidad de los mismos, sin embargo Habermas no desconoce que las
identidades entran en conflicto, y que el problema del reconocimiento es
fundamental para la existencia de una democracia real.
Esto último quiere decir que el sistema mismo se reconoce como un contexto
en el que individuos interactúan buscando reconocimiento, pero también se
saben reconocidos en alguna medida, esto es especialmente relevante porque
de ello se deriva la vinculación a las leyes y la posibilidad de los derechos.
17
Ver: HABERMAS Jürgen. Struggles for recognition in the democratic constitutional state. En:
TAYLOR Charles. Op cit. 1994. Pág. 107 y ss.
17
La validez de la norma social reside precisamente en que el individuo se puede
reconocer como autor de las leyes que lo vinculan al sistema, y se sabe como
portador de unos derechos que son puramente relacionales pues son posibles
sólo en tanto cada uno de quienes hacer parte de la sociedad los entienden
como un conjunto de responsabilidades y prerrogativas de cada uno respecto
18
de los demás .
18
Ver: Habermas (2000). Op cit. Pág. 154.
19
Habermas (1994) op cit. pág. 122.
18
El sujeto es también libre como consecuencia de lo antes planteado, pero su
libertad no es una “(…) de orden natural que choca con resistencias fácticas,
sino una lib ertad constituida mediante reconocimiento recíproco”.20 En esta
medida las postulaciones son muy similares; es la relación con el otro lo que da
contenido a la identidad, y en igual forma lo que permite y da contenido a la
libertad individual
Mientras que para Taylor esta noción de identidad debe trascender la esfera de
lo privado y permear lo público, dadas las implicaciones que para su real
igualdad tiene el concepto que este se forme de lo que es la vida que debe
llevar y las posibilidades reales que tenga de llevarla. Para Habermas este
paso es innecesario pues la concepción de vida buena intrínseca al individuo
no tiene ni puede tener relevancia en lo político
20
Habermas (2000) op cit. Pág. 157.
19
3. LA SOCIEDAD Y EL RECONOCIMIENTO
Seyla Benhabib
20
y en general para todos los grupos minoritarios o subrepresentados en las
determinadas sociedades. Habermas argumenta que este tipo de políticas son
altamente contraproducentes porque se derivan de una clasificación falsa y dan
lugar a intervenciones normalizantes, “resultando en que las pretendidas
compensaciones se vuelven nuevas formas de discriminación y en lugar de
21
garantizar libertades privan a la gente de la libertad”.
Sin embargo Dworkin platea una visión similar a la de Taylor y que puede ser
esclarecedora, a saber: que a pesar de lo problemáticas que puedan ser estas
políticas no carecen de validez jurídica. El planteamiento de Habermas parte de
esta ausencia al plantear que dado que los ordenamientos jurídicos están
concebidos para no reparar en criterios diferenciales al momento de relacionar
al sistema con el individuo, es decir que parten del punto de la igualdad
procedimental, y que dado que el único sujeto de derechos puede ser el
individuo, dichas garantías no pueden ser normas jurídicas.
21
Ibid. pág. 115.
22
DWORKIN Ronald. Taking Rights seriously. Harvard university press. Cambridge. 1978. Pág. 227.
21
El problema presenta entonces dos dimensiones especialmente relevantes, en
primer lugar la necesidad de clarificar a qué nos referimos cuando hablamos de
minorías y qué tipo de pretensiones de reconocimiento tienen; en segundo, a
si es posible canalizar estas pretensiones mediante un sistema de derechos
positivos y neutrales del tipo preponderante en la mayoría de los
ordenamientos jurídicos actuales, como plantea Habermas, o por el contrario,
como propone Taylor es necesario hacer algunas correcciones a la noción
liberal de derecho para dicho objetivo.
23
Habermas (1994) op. cit 116 y ss.
22
en una marcada desventaja derivada de una percepción asimétrica de los
géneros intrínseca a la cultura dominante, que no les permite acceder de Facto
a la igualdad de derechos consagrada de Jure24.
El tercer caso son las pueblos que se conciben a si mismo como naciones
distintas a aquellas de las que forman parte ya sea en el plano lingüístico o
étnico, este caso es mencionado por Habermas como “el nacionalismo de
gentes”. Y por último encontramos el caso del Eurocentrismo y la hegemonía
de la cultura occidental, relacionado especialmente con las naciones del tercer
mundo y de especial relevancia en el contexto internacional. Como se puede
observar, salvo en el tercer caso, la negación de reconocimiento se da por
parte de una cultura dominante conformada en torno a los valores de los
hombres propietarios, blancos y de tradición judeocristiana, a grupos a los que
históricamente se han impuesto.
24
Idib. Pág. 117.
23
Me ocuparé únicamente de los dos primeros casos por considerar que los otros
dos no presentan la tensión que he venido esbozando a lo largo de este trabajo
sino una de naturaleza distinta, o por lo menos en una escala distinta. El tercer
caso es principalmente un problema político de secesionismo como
consecuencia de circunstancialidades históricas, y solventable a través de
modelos de estado federal o mediante la secesión, y el cuarto parece ser un
problema distinto en la medida en que si bien se genera el problema de
reconocimiento que se manifiesta en el desprecio de lo local, hace referencia a
fenómenos como la globalización que desbordan la perspectiva que he
planteado.
El problema del reconocimiento en estos dos casos, las mujeres y las culturas
minoritarias e históricamente oprimidas, puede entenderse también como la
demanda por delimitar nuevamente donde termina la esfera pública y empieza
la privada, en el sentido en que nos plantea necesidades y reivindicaciones
individuales que implican desigualdades en el plano de la acción de lo público.
Unas y otros se encuentran dentro de un marco de igualdad formal en el plano
de lo público dentro de un sistema de derechos que elude cualquier
particularidad privada, sin embargo sus particularidades privadas determinan
sus posibilidades de acción dentro del ámbito de lo público limitando sus
posibilidades de acceder en condiciones iguales a la igualdad formal, o de
obtener de dicha igualdad resultados de política iguales a los de la cultura
dominante.
24
con las luchas por reconocimiento en las que las aceptación y articulación de
identidades colectivas es lo que está en juego”25
Las respuestas en, primer término, parecen estar claras para los dos autores,
mientras que para Habermas la forma misma como se formulan los derechos
liberales y su neutralidad garantizan la posibilidad de articular las demandas
mediante el proceso democrático sin necesidad de cambiar la postulación de
los derechos, para Taylor dicha postulación es insuficiente.
25
Ibid. Pág. 107.
26
Habermas (1994) op. cit. pág. 107.
27
Ibid. Pág. 108.
25
las necesidades del individuo respecto de bienes y beneficios individuales debe
hacerse mediante colectivos que en el juego de mayorías se imponen a otros y
de tal manera ganan el derecho a hacer una determinada priorización para la
asignación de recursos y beneficios brindados por el sistema.
28
Ver: Habermas (2000) Págs. 158 a 170.
29
Ibid. Pág. 169
26
logra conciliar la tensión presente entre la autonomía privada y la autonomía
política.
Los dos autores resaltan la relevancia de entender que la doctrina liberal, como
hace notar Walzer puede ser interpretada al momento de materializarse en
instituciones de dos maneras distintas, por una parte el liberalismo 1 (que
Taylor postula en su trabajo como el liberalismo puramente procedimental), que
se presenta como maximizador de las libertades y los derechos individuales, y
como consecuencia deriva en un estado que se pretende absolutamente
neutral, no comprometido con ninguna visión particular de lo bueno o de la
buena vida y por fuera de cualquier filiación religiosa o cultural.
30
WALZER Michael. Comment. En Taylor (1994) op. cit. Pág. 99.
27
las propuestas de Taylor son ambiguas respecto de si el segundo tipo de
liberalismo es capaz de solventar el problema que nos ocupa; pues por una
parte parece aceptar este segundo tipo de liberalismo como una corrección de
los principios liberales que da lugar a la persecución de bienes colectivos por
parte de la sociedad y por otra critica los principios liberales mismos, por
considerarlos como limitantes de los criterios de libertad e identidad (como he
querido mostrar).
31
Habermas acl ara que con “ éticas” hace referenci a a las preguntas que se refieren a una concepción de
vida buena, o de una vida no desperdiciada.
28
Esto es porque los derechos como norma jurídica tienen origen en procesos
situados, si bien propenden por la garantía de libertades individuales que se
reconocen con una pretensión de universalidad necesariamente son derivados
de decisiones del proceso de formulación de leyes enmarcadas tanto
geográfica como culturalmente. En este sentido cualquier sistema legal es la
materialización particular de una forma de vida específica y representa también
un balance social logrado entre las diferentes concepciones de vida buena.
Así pues lo que plantea Habermas es que: “la teoría de derechos en ningún
sentido prohíb e que los ciudadanos de un estado democrático y constitucional
asuman una visión de bien en el sistema legal general, una visión que b ien
pueden compartir o acordar mediante la discusión política. Si prohíb e, en
cambio, que se privilegie una forma de vida a expensas de otra dentro de una
33
nación”
Esta crítica tiene también dos perspectivas, la primera hace referencia a que
una imposición de este tipo obliga a ciertos individuos a circunscribirse
32
Cf. Habermas (1994) op. cit. Págs. 126 y 127.
33
Ibid. pág. 128.
29
necesariamente en una cultura específica, y en este sentido violenta las
libertades individuales, y en este sentido los ordenamientos jurídicos pueden
garantizar los medios por los que una cultura pueda perpetuarse y reproducir
sus medios de vida, lo que no puede hacer es garantizar la supervivencia de la
misma.
La crítica evidente de Taylor a esta postura sería del tipo siguiente: si los
miembros de las culturas minoritarias adquieren necesariamente una visión
disminuida de ellos mismos y esta les es proyectada desde los demás grupos
culturales, sus posibilidades de capturar nuevos adeptos son casi nulas, y
además el problema de reconocimiento no se supera en la medida en que es al
mismo tiempo causa y consecuencia de dicho juego democrático.
Hace una última salvedad Habermas para la que se vale del caso de Salman
Rushdie, y consiste en que no necesariamente todas las visiones de vida
buena son compatibles con el estado liberal y constitucional, y que algunas
implican la supresión de los derechos que, como en el caso del escritor, se
consideran el núcleo no negociable del liberalismo.
Así pues hay culturas que tienen como principio la negación de libertades
iguales a todos los sujetos, incluso en plano formal, la de expresión en el caso
30
de Rushdie pero muchas otras también a las mujeres en el caso de segmentos
de la cultura musulmana. En estos casos es claro para Habermas que más que
las culturas mismas lo deseable es la garantía de dichos derechos y que por
tanto la visión de mundo liberal es deseable a la supervivencia de algunas
culturas, o por lo menos a su supervivencia irreflexiva.
31
4. CONCLUSIONES
32
De esta forma concluyo diciendo que mientras Taylor acertadamente hace un
diagnóstico de unas necesidades y problemas que exceden al liberalismo y
generan múltiples problemas para segmentos poblacionales que se encuentran
en desventaja para entrar al juego de las mayorías, pero no logra formular en el
plano propositivo una alternativa estructurada para solventar este problema.
33