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ARISTÓFANES

LAS NUBES

Traducción, adaptación, introducción y notas de

JOSÉ GARCÍA ROCA

Departamento de Filosofía
Universidad de Valencia

VALENCIA

2005
INTRODUCCIÓN

Aristófanes es el único representante de la llamada «Comedia Antigua» ateniense del que


han llegado hasta nosotros comedias íntegras: once, de unas cuarenta que compuso. En ellas
satiriza diversos aspectos de la vida política, social y cultural de Atenas durante el último
tercio del siglo V a. C. y primeros años del IV. Aunque en sus obras son frecuentes las burlas
a costa del régimen democrático y de los dirigentes políticos de su tiempo, ello no implica
que Aristófanes compartiera la actitud reaccionaria de quienes pretendían el regreso a un sis-
tema oligárquico. Después de todo, el público de estas comedias apoyaba mayoritariamente
al régimen democrático, y ello no impedía que rieran de buena gana viendo satirizados a
políticos e instituciones que contaban con su respaldo. El marco festivo otorgaba una amplí-
sima libertad a la Comedia Antigua para, en tono de farsa, representar, junto con otros ficti-
cios, a personajes reales del presente o del pasado y mofarse de sus defectos, verdaderos o
supuestos; todo ello mezclado con actitudes y escenas groseras y procaces, sin que los pro-
pios dioses escaparan a la parodia. En todo caso, sin duda muchas de las invectivas expresa-
das en el teatro en tono burlesco constituían un eco de las críticas originadas en los medios
conservadores y oligárquicos.
De una de esas comedias, Las Nubes, Aristófanes hizo a Sócrates uno de sus protagonis-
tas. La obra se representó en las Grandes Dionisíacas del año 423 a. C., cuando su autor tenía
probablemente no más de veinticinco años y Sócrates cuarenta y siete. Los jueces le dieron el
último lugar de las tres comedias presentadas a concurso. El texto que ha llegado hasta
nosotros corresponde a una versión revisada, como pone de manifiesto el que, en la pará-
basis, Aristófanes haga que el Coro exprese sus quejas por el injusto fracaso de la obra,
diciendo que, frente a su ingenio y méritos literarios, se habían preferido las procacidades de
sus rivales. Según lo que podemos saber, en esta versión ciertas escenas, como el debate
entre los dos Argumentos y la escena final, han sido modificadas, pero ignoramos cómo se
desarrollaban en la versión original. La versión revisada nunca llegó a representarse.
Aristófanes satiriza en esta obra las tendencias intelectuales de su tiempo. Las ideas de
filósofos naturalistas como Anaxágoras, Empédocles, Hipón o Diógenes de Apolonia; los
estudios gramaticales y métricos de los sofistas; la enseñanza remunerada que estos últimos
hacían de las técnicas de la retórica y la dialéctica; el ateísmo y el abandono de los valores
tradicionales que la opinión popular atribuía a todos estos intelectuales, se convierten aquí en
materia cómica que da como resultado una obra ingeniosa y brillante. Y para encarnar todo
ello Aristófanes escogió la figura de Sócrates: los rasgos peculiares de su fisonomía, de sus
maneras y de su indumentaria, así como el ser un personaje local sobradamente conocido, lo
hacían especialmente idóneo para lograr con él el efecto cómico deseado. También otros
autores, como Éupolis y Amipsias (éste en la obra que quedó en segundo lugar el mismo año
en que se representó Las Nubes) lo presentaron como personaje de sus comedias o lo
mencionaron en ellas, y el mismo Aristófanes vuelve a referirse a él en sendos pasajes de Las
Aves y Las Ranas.
Que las ideas y los comportamientos que se le atribuyen en Las Nubes no se ajusten exac-
tamente al Sócrates real es, en principio, algo irrelevante: una comedia no pretende ser un
retrato fiel, sino una caricatura, y le basta con la verosimilitud. Que Sócrates en este tiempo
estuviera o hubiera estado interesado por cuestiones de filosofía natural, que interviniera en

3
el tipo de debates sobre la justicia, la ley o la moralidad en los que participaban los sofistas, y
que reuniera en torno a sí a un grupo de seguidores, algunos tan excéntricos como él mismo,
era suficiente para lograr esa verosimilitud del personaje, aun cuando otros detalles, como el
cobrar por sus enseñanzas, no correspondieran a la realidad.
Sócrates, según se cuenta, asistió entre el público a la representación de Las Nubes.
Aunque Platón le hará decir más tarde en la Apología, con ocasión del proceso que condujo a
su condena a muerte, que con esta obra se iniciaron las acusaciones y calumnias contra él que
luego fueron arreciando con el tiempo, lo cierto es que no parece que en aquel entonces se
considerara especialmente vilipendiado por ella ni sintiera animadversión hacia su autor, con
el que el propio Platón lo presenta en el Banquete departiendo amigablemente algunos años
después.

4
PERSONAJES

ESTREPSÍADES, viejo campesino.


FIDÍPIDES, hijo del anterior.
CRIADO de Estrepsíades.
DISCÍPULO de Sócrates.
OTROS DISCÍPULOS (personajes mudos).
SÓCRATES.
CORO DE NUBES.
EL ARGUMENTO FUERTE.
EL ARGUMENTO DÉBIL.
PRIMER ACREEDOR
TESTIGO (personaje mudo).
SEGUNDO ACREEDOR.
OTRO CRIADO de Estrepsíades (personaje mudo).

La acción tiene lugar en Atenas, en la casa que Estrepsíades


tiene fuera de la ciudad, y en el «Pensatorio»
o escuela de Sócrates, que cabe situar en el borde mismo de la ciudad.

5
[ACTO I]

[CUADRO I]

(Interior de la casa de Estrepsíades, poco antes del amanecer. En un lecho ronca


su hijo Fidípides. En otro, el padre intenta dormir, sin conseguirlo. Un criado
duerme en el suelo, cerca de ellos. Se oyen también ronquidos procedentes
de la habitación de al lado. Finalmente Estrepsíades, desesperado,
se incorpora en el lecho.)

ESTREPSÍADES. ¡Ay, Zeus soberano, vaya noche!


¡Qué larga y horrorosa! ¿Pero nunca
va a amanecer? Hace bastante rato
que oí cantar al gallo, y los criados
roncan aún. Tal cosa no ocurría 5
en otros tiempos. ¡Ay, maldita guerra
que ni siquiera me deja castigarlos,
no vaya a ser que encima se me enfaden
y se pasen corriendo al enemigo! 1
Y en lo que se refiere a este buen mozo,
tampoco se despierta: ventosea 2
como un bendito, envuelto en cinco mantas. 10
Pues ¡hala!, a roncar todos, bien tapados.
(Se vuelve a tumbar envolviéndose en la manta. Después de
permanecer inmóvil un momento, se incorpora de nuevo.)
¡Desdichado de mí, que no me dejan
el sueño conciliar las picaduras
de tantísimos gastos en caballos
y tantas deudas como he contraído
a causa de este hijo! Sólo sabe
cuidarse la melena, ir a caballo, 15
montar en carro y hablar de los caballos
incluso en sueños. Pero yo me siento
a punto de morir en cuanto veo

1 «No vaya a ser que encima se me enfaden / y se pasen corriendo al enemigo» se ha añadido en
la traducción como elemento explicativo. La Guerra del Peloponeso (iniciada en el 431 a. C.), con
los enemigos de Atenas haciendo ocasionalmente incursiones cerca de la ciudad, dio a muchos es-
clavos atenienses, sobre todo a los que se sentían particularmente maltratados, la oportunidad de
desertar. Aristófanes se refiere a esta circunstancia en otras dos comedias (Los Caballeros 21 ss.
y La Paz 451). Tucídides (VII 27, 5) refiere que en el 413 (diez años después de la representación
de Las Nubes) Atenas había perdido ya más de veinte mil esclavos, la mayoría por deserción.
2 πέρδεται. Peer era para la Comedia Antigua prácticamente un sinónimo de dormir.

6
que la luna señala el veintitantos
y que los intereses se acumulan.3
(Despertando al criado.)
¡Eh, muchacho!
Prende una luz y tráeme la libreta,
que quiero comprobar qué deudas tengo
y luego calcular los intereses. 20
(El criado va a la habitación de al lado y regresa con una lámpara
encendida y unas tablillas enceradas formando una libreta.
Estrepsíades se pone a leerla, mientras el criado
sostiene la lámpara.)
Vamos a ver qué debo: «Doce minas 4
a Pasias.» ¿A Pasias doce minas
le debo yo? ¿Pero con qué motivo?
¿Por qué se las pedí? ¡Ah, ya me acuerdo!
Cuando compré a «Brioso». ¡Desdichado!
¡Mejor hubiera sido que con brío
de una pedrada me hubiesen roto un ojo! 5
(Fidípides comienza a soñar en voz alta.)
FIDÍPIDES. ¡Haces trampa, Filón! ¡A tu carril! 25
ESTR. Ése es el mal que acabará matándome:
¡no deja los caballos ni aun en sueños!
FID. (Soñando.) ¿Cuántas vueltas tienen que dar los carros?
ESTR. ¡Tú sí que haces dar vueltas a tu padre!
Pero veamos la deuda que contraje
después de la de Pasias: 30
(Sigue leyendo.)
«Tres minas por un carro y unas ruedas
a Aminias.»
FID. (Soñando de nuevo.) Revuelca a ese caballo
por el polvo 6 y llévalo a la cuadra.

3 Los intereses se pagaban el primer día del mes; de ahí la inquietud de Estrepsíades al ver
que la luna entra en su última fase (la de «los días de la veintena», como se dice literalmente en
el texto).
4 La mina equivalía a cien dracmas; una dracma (4,367 gramos de plata en el caso de la
dracma ateniense) venía a ser el jornal de un obrero no especializado. El interés habitual era de
una dracma al mes por mina prestada, es decir, un doce por ciento anual (en un año lunar de 354
días). Los intereses no pagados se acumulaban al capital.
5 Aristófanes hace un juego de palabras con la designación de la clase de caballo adquirido, un
κοππατίας («marcado con la letra koppa») y la forma verbal ἐξεκόπην, «me hubiesen arrancado»,
que hemos tratado de reproducir con un juego de palabras similar.
6 A fin de secarle el sudor.

7
ESTR. ¡Mis bienes son lo que tú me revuelcas!
He perdido varios juicios por impago
y hay acreedores que quieren embargarme.
(Se despierta Fidípides.)
FID. Pero ¡bueno!, ¿qué ocurre, padre mío? 35
¡Deja ya de agitarte y de dar vueltas!
ESTR. Me tiene desvelado un magistrado
que pica como chinche de las camas.
FID. ¡Pero deja, demonios, que yo duerma!
(Vuelve a dormirse.)
ESTR. Duerme, pues; pero todas estas deudas
has de saber que van a ser tu herencia.7 40
¡Ay, maldición! ¿Por qué no moriría
de mala muerte la casamentera
que me indujo a casarme con tu madre?
Yo vivía en el campo, dulcemente,
despreocupado, tumbándome a mi antojo,
gozando de panales, de rebaños 45
y de olivos, ¡y tuve que casarme,
yo, un campesino, con una muchachita
encopetada, de la ciudad, sobrina
de Megacles, el hijo de Megacles,8
voluptuosa y amante del boato!
El día de la boda, yo, a su lado,
olía a mosto, a higos y a la lana 50
de mis ovejas; en cambio, ella soñaba
con perfumes, vestidos sugerentes,
besos de lengua, lujos, despilfarros,
glotonerías y todos los placeres
de Afrodita Cipótica y Preñera.9
Yo no digo que fuese perezosa,
porque ensartar la aguja… ¡la ensartaba!
Mostrándole yo el manto, le decía:
«¡Da a la aguja, mujer, algún reposo!»10 55

7 Porque el hijo heredaba las deudas del padre.


8 Aristófanes da al tío de la mujer de Estrepsíades un nombre particularmente aristocrático
(Megacles significa «De gran fama», «Famosísimo»), que habían llevado varios miembros de la
familia de los Alcmeónidas, una de las más distinguidas de Atenas. Digamos, por otra parte, que
Estrepsíades significa «Retorcedor», «Enredador», «Intrigante».
9 «Afrodita Cipótica» traduce Κωλιάς, epíteto de Afrodita, que tenía un templo en el promon-
torio ático de este nombre, el cual está a su vez emparentado con κωλῆ, uno de los términos
empleados en griego para el miembro viril. «Preñera» traduce Γενετυλλίς, («Generatriz»), divini-
dad asociada o identificada a veces con Afrodita.
10 Lo que se dice literalmente en el texto es que la mujer hacía un excesivo uso de la σπάθη,
palabra que designaba a la espátula con la que al tejer se apretaban los hilos de la trama, pero

8
CRIADO. A la lámpara se le acabó el aceite.
ESTR. ¡Maldita sea! ¿Por qué me has encendido
la que más chupa? Agáchate, que llores.
CR. (Agachándose.)
¿Y por qué he de llorar?
ESTR. Porque pusiste
una mecha tan gorda en esa lámpara.
(Da un pescozón al criado, que se marcha llorando,
y continúa con su monólogo.)
Y más tarde, cuando nació este hijo, 60
ella y yo disputamos por el nombre
que habríamos de ponerle. Ella quería
un nombre hípico: Jantipo, por ejemplo,
o Caripo, o Calípides.11 Yo, en cambio,
quería ponerle el nombre de su abuelo, 65
Fidónides, o sea, «Moderado».
Tras larga discusión, por fin llegamos
a un acuerdo: se llamaría Fidípides,
«Mesurado Caballo»;12 ése es su nombre.
Ella mimaba al niño y lo tomaba
en sus brazos, diciendo: «Cuando seas
un buen mozo, irás hasta la acrópolis
conduciendo tu carro, con la túnica
teñida de azafrán, como Megacles.» 70
Yo le decía: «¡Qué gozo, cuando vuelvas
de la sierra, vistiendo una pelliza,
con las cabras, lo mismo que tu padre!»
Pero no quiso oírme, y ha extendido
sobre mis bienes la sombra de la ruina
con su loca afición por los caballos.
Mas después de pensar toda la noche 75
he encontrado una forma prodigiosa
de escapar a la ruina, si consigo
convencer a mi hijo. Es necesario
despertarlo primero. ¿Cómo hacerlo
de una forma suave y agradable?

que al parecer (no está atestiguada en ningún otro lugar) se aplicaba también al acto sexual.
Nuestra traducción pretende ofrecer un equívoco similar.
11 Los tres nombres (propios de personas de la aristocracia, como todos los derivados de
hippos, «caballo», significan respectivamente «Caballo Rubio», «Caballo Gracioso» y «El de Her-
moso Caballo».
12 Las equivalencias de estos dos últimos nombres son, obviamente, un añadido de nuestra
traducción.

9
(Se levanta y se acerca al lecho donde duerme
Fidípides y mueve a éste suavemente,
mientras lo llama al oído.)
¡Fidípides! ¡Fidipidín!
FID. (Despertándose.) ¿Qué, padre? 80
ESTR. Bésame, hijo, y ofréceme la diestra.13
(Fidípides se levanta y le da la mano a su padre.)
FID. Aquí está. ¿Qué sucede?
ESTR. Di, ¿me quieres?
FID. ¡Claro que sí, por Posidón Ecuestre!
ESTR. ¡No me hables del Ecuestre, te lo ruego;
que ese dios es el causante de mis males! 85
Obedéceme, hijo, si me amas
de todo corazón.
FID. Habla ya, padre.
¿En qué he de obedecer?
ESTR. Deja la hípica
y procura aprender lo que te indique.
FID. ¿Qué tengo que aprender? Dímelo ya.
ESTR. ¿Y me obedecerás?
FID. Lo haré, ¡por Zeus! 90
(Estrepsíades lleva al hijo hasta la ventana de la habitación
y le señala un punto de la ciudad.)
ESTR. Mira hacia allí. ¿Ves esa puertecita
y esa casita?
FID. Sí. ¿Qué sitio es ése?
ESTR. Eso es un Pensatorio de almas sabias.14
Viven allí unos hombres que pretenden 95
convencernos a todos de que el cielo
es un horno envolvente, y que nosotros
somos en él las ascuas.15 Esa gente

13 Como se hacía cuando se prestaba juramento.


14 La comicidad del término «Pensatorio» (φροντιστήριον) radica en la solemnidad que evoca su
vinculación con términos como δικαστήριον («Tribunal de Justicia»), βουλευτήριον («Consejo de
Estado») o τελεστήριον («Sala de Iniciación»). Por otra parte, ha de tenerse en cuenta aquí el sen-
tido tradicional de «espectros» que tenía la palabra ψυχαί: al referirse Aristófanes a las «almas»
que allí habitan, evoca la apariencia —que luego se describirá— de sus moradores: pálidos,
desarreglados y con aire ausente.
15 Aristófanes caricaturiza las ideas cosmológicas de los filósofos naturalistas sobre la natu-
raleza ígnea del cielo, de los astros y de las ruedas o esferas que transportan a éstos, habituales
desde Anaximandro.

10
enseña, si les pagas, de qué modo
vencer con la palabra en causas justas
y en las que no lo son.
FID. ¿Quiénes son ésos? 100
ESTR. No conozco sus nombres con certeza;
son unos pensadores distinguidos.
FID. ¡Ah, sí, esos bellacos! Los conozco.
Te refieres a esos fanfarrones
pálidos y descalzos; entre ellos
Sócrates, un tunante, y Querefonte.16
ESTR. ¡Eh!, ¡eh!, calla; no digas necedades. 105
Si quieres que te siga alimentando,
olvida tu afición a los caballos
y conviértete en miembro de ese grupo.
Ve allí, te lo suplico, tú que eres 110
el ser que yo más quiero; ve a instruirte.
FID. ¿Y qué quieres que aprenda en esa escuela?
ESTR. Dicen que usan allí dos argumentos:
el fuerte, sea el que sea, y otro, el débil.
El débil de esos dos, según se dice,
siempre vence en las causas más injustas.17 115
Si aprendes, pues, el argumento injusto,
de las deudas que tengo por tu causa
ya no tendré que devolver ni un óbolo.
FID. No pienso obedecerte; no podría
mirar luego a los otros caballeros, 120
con su tez bronceada, si la mía
se hubiese vuelto blanca en ese encierro.
ESTR. ¡En tal caso, te juro por Deméter 18
que ya no comeréis a mis expensas
ni tú ni tus caballos, y que todos
os iréis a la porra!

16 Sobre Querefonte de Esfeto, uno de los más íntimos amigos de Sócrates, véase lo que se dice
en la Apología de Platón (20 e-21 a). Fue también blanco favorito de los poetas cómicos (el mismo
Aristófanes vuelve a referirse a él en Las Avispas y Las Aves, así como en fragmentos de otras
obras perdidas), que destacan sobre todo la palidez de su rostro (en Aves 1564, Aristófanes lo
llama «Querefonte el murciélago»).
17 El sofista Protágoras de Abdera afirmaba que «hay dos argumentos, respecto a cualquier
cuestión, opuestos entre sí», y que era posible, por medio de la elocuencia, «hacer fuerte el argu-
mento débil». Aristófanes da a esta última afirmación una interpretación maliciosa, equivalente
a «hacer que parezca justa la causa injusta».
18 Juramento muy apropiado para un campesino; Deméter era la diosa de la agricultura, y en
particular de los cereales.

11
FID. ¡Pues seguro
que no permitirá mi tío Megacles
que yo vaya a quedarme sin caballos! 125
¡Me tiene sin cuidado lo que digas!
(Se marcha Fidípides.)
ESTR. No dejaré que me hunda este fracaso.
¡Por los dioses, iré a ese Pensatorio
y aprenderé yo mismo! ¿Pero cómo,
siendo viejo, olvidadizo y torpe,
podré aprender discursos tan sutiles? 130
Pero he de ir.

[CUADRO II]

(Exterior del Pensatorio. Llega Estrepsíades


y se detiene ante la puerta.)

ESTR. ¿Qué hace que vacile


y no llame a la puerta?
(Aporrea la puerta mientras llama a voces al portero.)
¡Eh, muchacho!19
¡Ábreme, muchachito!
DISCÍPULO. (Desde dentro.) ¡Vete al cuerno!
(Abre la puerta y sale al exterior,
volviendo a cerrar la puerta tras de sí.)
¿Quién es el que la puerta ha aporreado
de esa manera?
ESTR. He sido yo, Estrepsíades,
el hijo de Fidón;20 soy de Cicina.
DISC. ¡Un palurdo,21 por Zeus, es lo que eres, 135
que al patear la puerta de ese modo
tan violento y tan desconsiderado,
has hecho que abortara un pensamiento! 22

19 «Muchacho» (παῖ en vocativo) era la manera habitual de dirigirse a un esclavo —indepen-


dientemente de la edad que éste tuviera— por parte de sus amos o de cualesquiera otras perso-
nas de condición libre.
20 Fidónides se decía en el verso 65 que era el nombre del padre de Estrepsíades.
21 Cicina era un distrito rural del Ática; de ahí la exclamación del discípulo.
22 En contra de lo que a veces se ha dicho, en estas palabras del discípulo no parece que haya
que ver otra cosa que una metáfora común del lenguaje en cuanto a «concebir» y «abortar» pensa-
mientos, y en modo alguno una alusión a la concepción socrática de una mayéutica o partería de
las almas (sobre ésta, véase Teeteto 148 e y ss.).

12
ESTR. Disculpa, te lo ruego, porque vivo
lejos de aquí, en el campo. Pero, dime:
¿qué es lo que has abortado por mi culpa?
DISC. Sólo puedo decirlo a los discípulos. 140
ESTR. Dímelo entonces sin temor alguno,
porque vengo de alumno al Pensatorio.
DISC. Te lo diré; pero esto has de tenerlo
por sagrado secreto. A Querefonte,
Sócrates, hace un rato, preguntaba
cuántos pies, de los suyos, una pulga 145
podía saltar; porque le había picado
una pulga a Querefonte en una ceja
y luego desde allí le había saltado
a la cabeza a Sócrates.23
ESTR. ¿Y cómo
pudo éste medir esa distancia?
DISC. De un modo muy ingenioso. Derritiendo
algo de cera, e introduciendo luego
las patas de la pulga dentro de ella. 150
Al enfriarse la cera se formaron
una especie de zapatillas persas;
luego la descalzó y midió con ellas
la distancia del salto.
ESTR. ¡Oh, gran Zeus,
que ingenio tan sutil!
DISC. Pues ¿que dirías
si te cuento este otro pensamiento
de Sócrates?
ESTR. ¿Cuál? ¡Habla, te lo ruego! 155
DISC. Le preguntó el esfetio Querefonte
con qué pensaba él que los mosquitos
producían su zumbido: con la boca
o con el ano.
ESTR. ¿Y cuál fue la respuesta?
DISC. Dijo que el intestino del mosquito 160
es muy estrecho, y que transita el aire
por él con gran violencia hasta que llega
a su trasero; y que al ser el ano

23 Desde la Antigüedad, escoliastas y comentadores han visto en estos versos una alusión a las
pobladas cejas de Querefonte y a la temprana calvicie de Sócrates. Pero no sabemos si esto era
así o si, por el contrario, fue el entender en los versos de Aristófanes tal alusión lo que motivó el
tradicional retrato de Sócrates con una pronunciada calvicie. De hecho, ninguna de las fuentes
contemporáneas dicen que Sócrates fuese calvo.

13
una oquedad en la que acaba el tubo,
es éste el que produce ese zumbido
por la fuerza del aire.
ESTR. (Entusiasmado.) ¡Luego el ano
de los mosquitos es una trompetilla! 24 165
¡Oh, tres veces dichoso quien penetra,
al indagar, en las entrañas mismas!
Muy fácilmente ha de salir airoso
de los litigios quien tan bien conoce
las tripas del mosquito.
DISC. Sin embargo,
un lagarto le malogró hace poco
una profunda idea.
ESTR. ¿De qué modo? 170
Cuéntame.
DISC. Estaba él observando
la órbita y la fase de la luna
mirando al cielo con la boca abierta,
cuando una salamandra, de improviso,
defecó sobre él desde el tejado
en medio de la noche.
ESTR. (Riéndose.) ¡Qué graciosa
la salamandra esa, defecando
en la boca de Sócrates!
DISC. Anoche 175
no había nada con que comprar la cena.
ESTR. ¡No me digas! ¿Y cuál fue el artificio
que utilizó para obtener comida?
DISC. Extendió una fina capa de ceniza
sobre la mesa; dobló un asador luego
a modo de compás… Con él, un manto
hurtó de la palestra.25

24 La etología y fisiología de los animales, incluidos los insectos, atrajeron la atención de los
filósofos griegos mucho antes de que Aristóteles se ocupara ampliamente de estas materias en
sus tratados biológicos. Alcmeón creía que las cabras respiran por las orejas (Aristóteles, Hist.
anim. I 11, 492 a 14); Anaxágoras y Diógenes de Apolonia trataron sobre la respiración de los
peces y las ostras (Aristóteles, de resp. 2, 470 b 30 y ss.), y Demócrito se refirió al movimiento de
las orugas (fr. 126 DK) y al modo en que las arañas producen el hilo de sus telas (Aristóteles,
Hist. anim. IX 39, 623 a 30 y ss.).
25 El discípulo comienza describiendo lo que parece que va a ser una demostración geométrica
(¿tal vez para entretener el hambre de los discípulos?), aunque con el añadido de algunos detalles
culinarios (la ceniza en vez de la arena sobre la que se dibujaban las figuras, el asador doblado a
modo de compás), para acabar con un final inesperado.

14
ESTR. (Maravillado.) ¿Y aún seguimos
sintiendo tanta admiración por Tales? 26 180
¡Ábreme, abre pronto el Pensatorio
y preséntame a Sócrates ya mismo!
Me impaciento por ser alumno suyo.
¡Pero abre ya esa puerta de una vez!

[CUADRO III]
(Interior del Pensatorio. Se ve a unos discípulos tumbados en el suelo
y a otros con la cintura completamente doblada.
Entran Estrepsíades y el Discípulo.)
ESTR. ¡Por Heracles! ¿Por qué están observando
ésos el suelo?
DISC. Es porque investigan
las cosas subterráneas.
ESTR. Lo que buscan,
entonces, son cebollas. ¡Eh, vosotros!
¡Dejad de cavilar, que yo sé dónde 190
las hay grandes y hermosas! Y esos otros
¿qué hacen con sus cuerpos inclinados?
DISC. Las tinieblas del Tártaro escudriñan.
ESTR. ¿Por qué miran al cielo sus traseros?
DISC. Estudian por su cuenta astronomía.
(Estrepsíades repara en una serie de figuras y objetos
que hay en la pared.)
ESTR. ¡En nombre de los dioses! Todo eso 200
¿qué es? Dime.
DISC. Ésa es la Astronomía.
ESTR. ¿Y ésta?
DISC. La Geometría.
ESTR. ¿Y de qué sirve?
DISC. Para medir la tierra.
ESTR. ¿La que en lotes
se reparte, cada vez que expropian
a algún latifundista? 27
DISC. No; se mide
toda ella en general.

26Tales de Mileto se había convertido ya en paradigma del saber matemático.


27«Cada vez que expropian / a algún latifundista», añadido en la traducción para una mejor
comprensión.

15
ESTR. ¡Es excelente
eso que dices! ¡Es una sabia idea, 205
democrática y útil!
DISC. (Mostrándole un mapa.) Aquí tienes
el perímetro entero de la tierra.
(Señalando un punto del mapa.)
Atenas está aquí.
ESTR. (Mirando fijamente.) ¡Pero qué dices!
¿Cómo voy a creerte, si no veo
a nuestros tribunales de justicia
reunidos en sesión, como acostumbran? 28
Mas dime, ¿dónde está Lacedemonia?
DISC. Mírala aquí.
ESTR. (Horrorizado.) ¡Qué cerca la tenemos! 215
Pensadlo bien, que a ésa hay que ponerla
bien lejos de nosotros.29
DISC. ¡Pero eso es imposible!
ESTR. Pues, por Zeus,
que habréis de lamentarlo.
(Señalando hacia otro lugar del Pensatorio.)
¿Quién es ese individuo suspendido
allí en lo alto?
DISC. Es él.
ESTR. ¿Y quién es «él»?
DISC. Es Sócrates.
ESTR. ¡Ah, Sócrates! Ve allí
y llámalo bien fuerte.
DISC. Ve a llamarlo
tú mismo, que yo no tengo tiempo. 220
(Se marcha.)

[CUADRO IV]

(Se ve a Sócrates elevado en el aire. Estrepsíades se acerca a él.)

ESTR. ¡Eh, Sócrates! ¡Eh, Socratito mío!

28 Aristófanes ironiza sobre la frecuencia con la que actuaban en Atenas los tribunales po-
pulares. Esta pasión ateniense por los pleitos será objeto de su burla en Las Avispas.
29 Por la hostilidad existente entre ella y Atenas.

16
SÓCRATES. (Con tono solemne.)
Efímero mortal, ¿por qué me llamas?
ESTR. Antes que nada, dime, te lo ruego,
qué haces suspendido ahí en lo alto.
SÓCR. Surco los aires e inspecciono el sol.30 225
Jamás habría alcanzado tan exacto
conocimiento de todo lo celeste
si mi mente no hubiera suspendido
ni mezclado mi sutil inteligencia
con el aire, al que tanto se asemeja.31 230
Si desde el suelo hubiera escudriñado
las regiones de arriba, nunca habría
realizado ningún descubrimiento,
pues la tierra forzosamente atrae
hacia sí a la humedad del pensamiento.
ESTR. Vamos, baja de ahí, Sócrates mío, 237
y enséñame las cosas que he venido
aquí a aprender.
SÓCR. (Descendiendo.) ¿Y qué cosas son ésas?
ESTR. Quiero hablar bien, porque la peste equina,
de una voracidad terrible, me ha arruinado.
Enséñame en seguida uno de esos
dos argumentos tuyos: el que sirve
para no pagar deudas. El salario 245
que me pidas, te juro por los dioses
que te lo abonaré sin regateo.
SÓCR. (Riéndose.) ¿Por cuáles dioses juras? Ante todo
has de saber que ya no son los dioses
moneda que circule entre nosotros.
ESTR. ¿Por quién juráis entonces? ¿Será, acaso,
por las monedas ésas, las de hierro,
que utiliza la gente de Bizancio?32

30 El verbo περιφρονεῖν significa «examinar, inspeccionar», y también «desdeñar, menospre-


ciar». Esta ambigüedad del término usado por Aristófanes encierra ya una primera imputación
de ateísmo contra Sócrates, que estaría negando el carácter divino del sol.
31 Aristófanes va a poner en labios de Sócrates, a lo largo de la obra, ideas que evocan o paro-
dian las doctrinas de Diógenes de Apolonia. Diógenes consideraba el aire —siguiendo en parte a
Anaxímenes— como el principio divino, infinito, eterno e inteligente que anima todas las cosas.
Más aún que Anaxágoras, de quien fue contemporáneo, aplicó el principio teleológico a la expli-
cación de los fenómenos particulares.
32 Estrepsíades, en su cortedad, no ha comprendido el sentido de las palabras de Sócrates θεοὶ
ἡμῖν νόμισμ᾽ οὐκ ἔστι, donde νόμισμα ha de entenderse en el sentido de «uso», «costumbre»,
«norma», y no en el también habitual de «moneda corriente»; en la traducción hemos mantenido
la ambigüedad.

17
SÓCR. ¿Quieres tener conocimiento claro 250
de las cosas divinas, descubriendo
cómo son en verdad?
ESTR. ¡Oh, sí, por Zeus,
si ello es posible!
SÓCR. ¿Y quieres con las Nubes,
nuestras diosas, poder relacionarte
y conversar?
ESTR. ¡Ah, claro que querría!
SÓCR. (En tono solemne.)
Guarde silencio el viejo, y la plegaria
escuche atentamente:
¡Soberano señor, Aire infinito,
que a la tierra mantienes suspendida!
¡Y tú, luciente Éter; y vosotras, 265
augustas diosas, fulgurantes Nubes,
os ruego que os alcéis!
¡Mostraos al pensador, oh soberanas,
bajando de lo alto!
ESTR. (Cubriéndose la cabeza con el manto.)
¡No, aún no; espera a que me haya
cubierto bien, que no quiero mojarme!
¡Desdichado de mí, que esta mañana
he salido de casa sin el gorro!
(Se oyen desde dentro las voces del Coro de Nubes, que se acercan
cantando un himno envuelto en un fragor de truenos.)
CORO. Nubes eternas, ligeras, vaporosas: 275
hagámonos visibles
subiendo del Océano fragoroso,
nuestro padre, a las cumbres de los montes
de arbórea cabellera, 280
para otear las cimas más lejanas,
las mieses, la sagrada
y fructífera tierra,
los divinales ríos
de murmurantes aguas
y el mar de hondo rugir.
Pues el Ojo del Éter 33 centellea 285
el halo infatigable de sus rayos.
Disipemos la bruma tenebrosa
que envuelve nuestras formas inmortales

33 El sol.

18
y con una mirada penetrante
contemplemos la tierra. 290
SÓCR. ¡Oh, venerables Nubes, y qué pronto
escuchasteis mis ruegos!
(A Estrepsíades.)
¿Has oído
esas voces sublimes, que acompaña
el rugido del trueno?
ESTR. Sí, las oigo.
A vosotras, señoras honradísimas,
os rindo culto, y quiero a vuestros truenos
con una pedorrera dar respuesta;
que el temor y el temblor a eso me obligan.
Y, sea lícito hacerlo, o no lo sea, 295
desahogo mi vientre en este instante.
SÓCR. ¡No te burles, como esos miserables
autores de comedias! Ten respeto,
que un enjambre de diosas se aproxima,
con un himno sublime, hasta nosotros.
CORO. (Continúan oyéndose sus voces desde dentro.)
Doncellas portadoras de la lluvia,
vayamos a la tierra tan ilustre
de Palas Atenea; 300
a la patria de Cécrope,34 entrañable,
cuna de grandes héroes.
Allí tienen lugar los inefables
misterios, y con santas ceremonias
acoge el santuario 35
a cuantos quieren iniciarse en ellos.
Hay ofrendas también para los dioses 305
que moran en el cielo;
altos templos, imágenes, sagradas
procesiones. Cada estación del año
tiene sus sacrificios y festejos
en honor de los dioses. A Dioniso, 310
en primavera, los coros melodiosos
y las flautas de grave son lo exaltan.
ESTR. Por Zeus, Sócrates, dime: ¿quiénes son
esas mujeres de canto tan solemne?
¿Son acaso heroínas?

34 Primer rey de Atenas, según el mito.


35 Se refiere al santuario de Eleusis.

19
SÓCR. No lo son. 315
Estás oyendo a las celestes Nubes,
diosas de los ociosos; nos otorgan
la opinión, la dialéctica, el ingenio,
la fantasiosidad, la verborrea
y el poder de embobar y de embaucar.
ESTR. ¡Ya sé por qué mi alma emprende el vuelo
al oírlas y siente un gran deseo 320
de ponerse a discutir de sutilezas,
de pronunciar un discurso sobre el humo,
de replicar a una opinión con otra
y oponer un argumento a otro argumento!
(Hace su aparición el Coro.)
CORO. (A Estrepsíades.)
¡Te saludamos, venerable anciano,
que vas en pos de artísticos discursos!
(A Sócrates.)
Y en cuanto a ti, que de los más sutiles
desatinos oficias de pontífice,
dinos qué quieres. Pues a ningún otro 360
celestisabio36 de los que hay ahora
lo amamos tanto como a ti te amamos,
salvo a Pródico;37 a él, por su prudencia
y su saber, y a ti, por tus andares
de gallineta al recorrer las calles,
porque miras con ojos de soslayo,
padeces mucho por andar descalzo
e imprimes gravedad a tu semblante.
ESTR. ¡Por la Tierra, qué voces tan sagradas,
nobles y prodigiosas!
SÓCR. No hay más diosas 365
que ellas; las demás deidades
no son más que pamplinas.38
ESTR. ¡Por la Tierra!
Zeus Olímpico, di, ¿no es dios acaso?

36 Aristófanes crea aquí el término μετεωροσοφιστής, «meteorosofista», que hemos tratado de


imitar en la traducción.
37 Hay una marcada ironía —que las palabras que siguen ponen claramente de manifiesto—
en esta equiparación que hacen las Nubes entre Sócrates —presentado en esta obra como un
charlatán extravagante— y Pródico de Ceos, el sofista que en ese momento gozaba de mayor
prestigio en Atenas.
38 A los ojos de la gente corriente, los filósofos eran en general sospechosos de ateísmo, como
los casos de Anaxágoras y de Protágoras, condenados en Atenas por impiedad, parecían confir-
mar.

20
SÓCR. ¿Pero qué Zeus? ¡No digas tonterías!
No existe Zeus.
ESTR. ¡Qué dices! ¿Quién, entonces,
hace llover? Quiero que me lo expliques
antes que nada.
SÓCR. Ellas; lo demuestro
de modo irrefutable. Dime, ¿has visto 370
alguna vez que llueva y no haya nubes?
Pero si fuese Zeus, llovería
con cielo despejado y sin que ellas
estuvieran presentes.
ESTR. ¡Por Apolo,
eso que dices parece convincente!
Yo antes creía, si he de ser sincero,
que era Zeus, que orinaba en un cedazo.
Pero ahora dime, ¿quién produce el trueno?
Eso siempre me ha dado escalofríos.
SÓCR. Son ellas las que truenan, cuando chocan 375
unas con otras.
ESTR. ¿Y quién es el que hace
que choquen entre sí? ¿No será Zeus?
SÓCR. No, en absoluto; es el torbellino 380
etéreo.
ESTR. ¿Torbellino? Yo ignoraba
que Zeus no existiera y que en su puesto
reinase Torbellino.39 Pero dime:
¿de dónde viene el rayo, con su fuego 395
brillante? ¿Por qué convierte a algunos
en cenizas, y a otros solamente
los chamusca un poquito? Es evidente
que es Zeus quien lo lanza a los perjuros.
SÓCR. ¡Pobre idiota, más rancio que los tiempos
en los que dicen que reinaba Crono,
y más viejo que el pan y que la luna!
¿Y cómo es que, si hiere a los perjuros,
nunca a Simón, a Cleónimo o a Teoro40 400
los ha abrasado? ¿Conoces tú perjuros
mayores que esos tres? ¡Y hiere, en cambio,
a los tejados de su propio templo,
y al promontorio Sunio, y a las altas

39 Estrepsíades toma a la entidad cosmológica de la que habla Sócrates por una personalidad
divina de tipo tradicional.
40 Individuos sin duda bien conocidos de los espectadores.

21
y copudas encinas! ¿Qué motivo
podría tener? ¿O crees tú que una encina
ha cometido alguna vez perjurio?
ESTR. No te sé responder; pero parece
muy lleno de sentido cuanto dices.
Entonces, ¿qué es el rayo?
SÓCR. Cuando un viento
que está muy seco se eleva hasta las nubes,
se encierra dentro de ellas y las hincha 405
igual que a una vejiga; las revienta
luego con gran violencia y sale fuera
debido a la presión, y es ese mismo
estallido el que hace que se inflame.
ESTR. Algo así me ocurrió a mí en una fiesta.
Estaba asando el vientre de una vaca
para mis familiares, y me había
olvidado de darle unos pinchazos.
Así que empezó a hincharse y, de repente, 410
estallando, lanzó la porquería
que había en su interior contra mis ojos
y me abrasó la cara.
SÓCR. ¿Estás dispuesto
a no admitir más dioses que los nuestros:
el Vacío, las Nubes y la Lengua,
esos tres sólo?
ESTR. No pienso dirigirles 425
la palabra a los otros, si con ellos
me llego a tropezar; ni voy a ofrecerles
sacrificios, incienso o libaciones.
CORO. Dinos ahora qué esperas de nosotras
y lo tendrás, si nos honras, nos veneras
y pones de tu parte cuanto puedas.
ESTR. Yo, señoras, os pido una minucia:
haced que, en elocuencia, a cualquier otro
le saque cien estadios de ventaja.41 430
Quiero hacer que en los pleitos las sentencias
sean siempre a mi favor, y escabullirme
de esa turba agobiante de acreedores.
CORO. Tendrás, pues, lo que quieres; tus deseos 435
son moderados. Ponte ahora en las manos
de nuestros servidores.

41 El estadio era una medida de longitud equivalente a seiscientos pies, esto es, algo menos de
doscientos metros.

22
ESTR. Eso haré,
confiando en vosotras. Que conmigo
hagan cuanto les plazca: les entrego 440
mi cuerpo. Pueden molerlo a golpes,
hacerle pasar hambre, sed y frío,
desollarle la piel y hacer un odre,
con tal de que me libre de las deudas
y pase yo por ser un hombre audaz, 445
charlatán, temerario, sinvergüenza,
embustero, litigante, lenguaraz,
astuto, escurridizo, embaucador,
fanfarrón, insensible, retorcido,
simulador, parásito y basura. 450
Si la gente, cuando pase, me saluda
con calificativos como éstos,
mis maestros pueden hacer conmigo
lo que les plazca. Si quieren, ¡por Deméter!, 455
que hagan de mí salchichas y me sirvan
a los caviladores.
CORO. (A Sócrates.) Ea, intenta 475
impartirle a este viejo tus lecciones.
Sondea su inteligencia; pon a prueba
su buen juicio.
SÓCR. (A Estrepsíades.) Veamos. Voy a hacerte
unas cuantas preguntas. Lo primero:
¿tienes buena memoria?
ESTR. Eso depende.
Si me deben, soy todo un memorión;
pero un desmemoriado cuando debo. 485
SÓCR. ¿Crees que tienes cualidades naturales
para aprender a hablar?
ESTR. No para hablar;
para mentir, sin duda.
SÓCR. ¿Y cómo piensas,
entonces, aprender?
ESTR. No te preocupes;
todo irá bien.
SÓCR. Pues manos a la obra.
En cuanto yo te lance un pensamiento
acerca de las cosas celestiales, 490
has de cogerlo al vuelo.

23
ESTR. ¿Cómo dices?
¿Me vas a la dar la ciencia como al perro
se le da de comer?
SÓCR. (A los espectadores.) ¡Vaya individuo
más ignorante y necio!
ESTR. Una cosa 500
te quiero preguntar: si soy aplicado
y me esfuerzo, ¿a cuál de tus discípulos
me voy a asemejar?
SÓCR. A Querefonte.
Entre él y tú, ninguna diferencia
podrá apreciarse.
ESTR. ¡Ay, qué desgracia! ¡Pareceré un cadáver!
SÓCR. Deja ya de decir estupideces. 505
Ven conmigo. ¿A qué esperas? Date prisa.
(Se marchan los dos.)
CORO. ¡Marcha, anciano, feliz por tu osadía! 510
Que tenga buena suerte, porque en una
edad tan avanzada de su vida,
intenta abrir su mente a cosas nuevas 515
y poner todo su empeño en instruirse.
(Se marcha el Coro.)

[ACTO II]
[CUADRO I]

(Interior del Pensatorio. Sale Sócrates, enfurecido.)

SÓCR. ¡Por el Aire, el Abismo y el Aliento!42


¡Individuo más rústico, más torpe,
más incapaz y más olvidadizo
no había visto jamás! Las sutilezas 630
más sencillas que trato de enseñarle,
aun antes de aprenderlas, las olvida.
¡Estrepsíades! ¿Dónde te has metido?
Ven aquí con tu catre.
ESTR. (Desde dentro.) No me dejan
llevármelo las chinches.

42 ἀήρ, χάος y ἀναπνοή; literalmente, el Aire, el Vacío y la Respiración (el orden en el texto es el
inverso).

24
(Sale Estrepsíades llevando un catre.)
SÓCR. Ponlo ahí
y préstame atención.
(Estrepsíades pone el catre en el suelo, se tumba en él,
se tapa con la manta hasta la cintura, y cruza las
manos sobre el pecho, mirando hacia arriba.)
ESTR. Bueno, ya estoy. 635
(Sócrates se sienta a su lado en un taburete.)
SÓCR. Vamos a ver. ¿Qué quieres que te enseñe,
primeramente, de todo cuanto nunca
te han enseñado antes? ¿Las medidas,
los versos o los ritmos?
ESTR. Las medidas;
que un tendero hace poco me ha sisado 640
dos cuartillos de harina.
SÓCR. No era eso
lo que yo preguntaba. ¿Qué medida
te parece más bella? ¿Acaso el trímetro,
o el tetrámetro?
ESTR. Yo creo que ninguna
es mejor que la arroba. 645
SÓCR. ¡Desgraciado!
¡No sabes decir más que tonterías!
(Estrepsíades se incorpora en el catre.)
ESTR. ¡Yo no quiero aprender nada de eso! 655
SÓCR. ¿Y qué, entonces?
ESTR. Pues aquello otro:
lo referente al argumento injusto.
SÓCR. Pero has de aprender antes otras cosas:
qué animales tienen nombre masculino.
ESTR. Yo ya sé cuáles son, si no chocheo: 660
el cabrón, el carnero, el perro, el toro,
el pichón…
SÓCR. Pero, ¿ves, ignorante? ¡Das el nombre
de pichón a la hembra, igual que al macho!43

43 El último nombre citado por Estrepsíades ha sido ἀλεκτρυών, término que designaba en
griego tanto al gallo como a la gallina, por lo cual Sócrates, para corregir esa impropiedad gra-
matical, señala que a la hembra hay que llamarla ἀλεκτρύαινα, neologismo que sin duda resul-
taría chocante a los oídos griegos. Hemos adaptado el pasaje tratando de conservar el efecto
cómico del original. Hay que señalar, por otra parte, que Aristófanes está burlándose aquí de la
hipercorrección lingüística que propugnaba Protágoras.

25
ESTR. ¡Cierto, por Posidón! Mas ¿cómo quieres 665
que la llame?
SÓCR. La has de llamar pichona,
que es nombre femenino; al macho, en cambio,
lo llamarás pichono.
ESTR. ¡Qué excelente
es eso de pichona, por el Aire! 44
¡Por sólo esta lección, voy a llenarte
de trigo el almirez!
SÓCR. ¿Ves? ¡Otro error! 670
Al decir almirez, cambias el género
de un nombre masculino.45
ESTR. ¿Cómo es eso?
¿De qué modo convierto en femenino
yo al almirez?
SÓCR. Haciendo que termine 675
como vejez o vez, dos femeninos.
ESTR. Pues ¿cómo he de llamarlo en adelante?
SÓCR. Di almirezo, como bostezo o rezo.
ESTR. ¿Almirezo, por tanto, en masculino?
SÓCR. Es lo correcto. 680
ESTR. Pero dime ahora
lo que llevo pidiéndote mil veces:
el modo de librarme de mis deudas.
SÓCR. Pues venga, cúbrete y, seccionando 740
tu mente en finas lonchas, reflexiona.
(Estrepsíades vuelve a tumbarse y se cubre
la cabeza con la manta.)
Pondera tus asuntos paso a paso,
y analiza y valora rectamente.
(Estrepsíades se destapa y vuelve a incorporarse.)
ESTR. ¡Se me ha ocurrido un modo de librarme
del pago de intereses!
SÓCR. A ver.
ESTR. Dime:
¿y si busco una hechicera de Tesalia

44 Estrepsíades ya se ha contagiado de los juramentos de Sócrates.


45 Lo que Estrepsíades promete a Sócrates es, literalmente, llenarle de harina la artesa, en
griego κάρδοπος, palabra de género femenino aunque con la terminación característica de los
masculinos, por lo que Sócrates sostiene que ha de corregirse por καρδόπη. Aquí ha sido
necesario traducir el pasaje de modo algo más libre que en el caso anterior.

26
que hiciera por la noche que la luna 750
descendiese del cielo, y la guardara
después en un estuche, y la tuviera
a buen recaudo allí, como un espejo?46
SÓCR. ¿Y eso de qué te sirve?
ESTR. ¡Si la luna
no volviera a salir, yo no tendría
que pagar intereses!
SÓCR. ¿Cómo es eso? 755
ESTR. Porque se pagan cuando el mes comienza,
después de aparecer la luna nueva.
SÓCR. No está mal. Mas voy a proponerte
otro problema. Supón que alguien presenta
una demanda por la que se te piden
diez talentos de multa.47 ¿Tú qué harías
para anularla?
ESTR. No sé; voy a pensarlo.
(Vuelve a tumbarse y se incorpora un instante después.)
¡Ya he descubierto un medio ingeniosísimo 765
para hacerlo! Seguro que te agrada.
¿Has visto alguna vez, en los comercios
de los drogueros, una piedra hermosa
y cristalina, que a veces se utiliza
para encender un fuego?
SÓCR. ¿El cuarzo, dices?
ESTR. En efecto. Pues bien, ¿qué te parece
si cogiera esa piedra, y cuando el texto
de la demanda escribiera el secretario, 770
colocándome yo a cierta distancia,
más o menos así, entre el sol y ella,
derritiera la demanda en la tablilla?48
SÓCR. ¡Ingenioso, sin duda, por las Gracias!
ESTR. ¡Qué placer destruir una demanda
por la que se me piden diez talentos!
SÓCR. A ver si me resuelves esto otro: 775
cómo evitar que fallen en tu contra
por no tener testigos que te avalen.

46 Tesalia era una región conocida por la práctica de la magia, y a sus hechiceras se les atri-
buía, entre otros poderes, el que aquí se indica.
47 Un talento, en Atenas, equivalía a unos veintiséis kilogramos de plata. El texto habla de
cinco talentos, que hemos convertido en diez por conveniencia de la traducción.
48 Las minutas de los procedimientos legales se escribían en tablillas enceradas.

27
ESTR. ¡Ese fallo es muy fácil de evitar!
Cuando faltara por juzgar tan sólo
un pleito antes del mío, correría 780
a colgarme de un árbol.
SÓCR. (Enojado.) ¡Solamente
dices simplezas!
ESTR. ¡Cómo que simplezas!
¡Por los dioses! ¿Quién podría juzgarme
después de muerto?
SÓCR. ¡Qué necedades dices!
¡Vete, fuera de aquí, que ya no quiero
seguir con mi enseñanza!
ESTR. ¡Por los dioses!
Pero, ¿por qué no quieres? ¡Te lo ruego,
respóndeme!
SÓCR. Porque en seguida olvidas 785
todo aquello que aprendes. A ver, dime:
¿qué te enseñé primero? ¿Lo recuerdas?
ESTR. Deja que piense. ¿Qué fue lo primero?
¿Qué era aquello donde se muele el trigo?
¡No consigo acordarme de lo que era!
SÓCR. ¡Váyase al cuerno el más olvidadizo
y torpe de los viejos! 790
(Se marcha. Sale el Coro.)
ESTR. ¿Qué será de mí ahora? ¡Desdichado!
Si no aprendo el manejo de la lengua
estoy perdido. ¡Dadme vosotras, Nubes,
algún consejo!
CORO. Nuestro consejo, anciano,
es que, si tienes un hijo ya crecido, 795
lo mandes a que aprenda en tu lugar.
ESTR. Uno tengo. Es un joven distinguido
y de muy buenas dotes; mas se niega
en rotundo a estudiar.
CORO. ¿Tú lo consientes?
ESTR. Es que es mozo robusto y vigoroso,
y, por parte de madre, su abolengo 800
es encumbrado. Pero iré en su busca,
y si sigue resistiéndose al estudio
lo echaré sin remedio de mi casa.
(Se marchan Estrepsíades y el Coro.)

28
[CUADRO II]

(Exterior de la casa de Estrepsíades.


Éste discute con su hijo en la puerta.)
ESTR. ¡Por la Niebla, no seguirás viviendo
ni un solo instante más en esta casa!
¡Largo de aquí! ¡Tendrás que ir a comerte
la columnata de tu tío Megacles!49 815
FID. ¡Diantre de hombre! Y ahora, padre mío,
¿qué te sucede? ¡Ay, por Zeus Olímpico,
yo creo que no estás en tus cabales!
ESTR. (Riéndose y dirigiéndose a los espectadores.)
¡Fijaos en lo que dice! ¡Zeus Olímpico!
(A Fidípides.)
¡Pero qué estupidez! Tú, tan mayor,
¿y aún crees en Zeus?
FID. ¿A qué viene esa risa?
ESTR. Es porque me divierte ver lo simple 820
y lo ingenuo que eres: un chiquillo
que todavía da crédito a esas fábulas.
Pero acércate aquí, para que aprendas
muchas cosas. Voy a decirte una
que, tan pronto la sepas, te hará un hombre.
¡No la digas a nadie!
FID. (Acercándose.) Aquí me tienes.
¿Qué me querías decir?
ESTR. (Bajando la voz.) Hace un momento 825
has jurado por Zeus. Pues aprende
qué bueno es instruirse: ¡no hay tal Zeus,
mi querido Fidípides! Ahora,
has de saber que reina Torbellino,
que ha destronado a Zeus.
FID. ¡Pero bueno!
¡Qué estupidez! ¿Y quién afirma eso?
ESTR. Pues Sócrates el melio50 y Querefonte; 830
los dos son grandes sabios que conocen
los pasos de una pulga.

49 Las columnas eran signo de ostentación en las casas de los ricos, como la del tío de Fidí-
pides.
50 Llama melio a Sócrates en alusión a Diágoras de Melos, célebre por su ateísmo.

29
FID. ¿Y tu locura
llega al extremo de otorgarles crédito
a esos dos majaderos?
ESTR. ¡Eh, cuidado
con esa lengua! No quiero que difames
a unos hombres muy diestros y eruditos 835
que, por economía, no se cortan
jamás el pelo, ni gastan en perfumes,
ni acuden a los baños a lavarse.
En cambio, tú vas a acabar conmigo
con tanto lavatorio. Pero, ¡ea!,
vete a aprender por mí.
FID. ¿Qué hay de provecho 840
que se pueda aprender entre esa gente?
ESTR. ¿Qué hay, me preguntas? ¡Allí se enseña todo
cuanto puede saberse! En un momento
vas a ver por ti mismo, desdichado,
lo ignorante y lo estúpido que eres.
Pero espérame aquí.
(Entra en la casa.)
FID. ¡Ay! Mi padre está loco. ¿Qué hago ahora?
¿Debo incapacitarlo por demencia 845
o aviso al fabricante de ataúdes?
(Estrepsíades sale de la casa con dos pichones
y muestra a su hijo uno de ellos.)
ESTR. Vamos a ver: ¿qué dices tú que es esto?
FID. ¿Eso? Un pichón.
ESTR. Muy bien. ¿Y cómo llamas
a este otro animal?
(Le enseña el segundo pichón.)
FID. Pichón también.
ESTR. ¿Llamas igual a ambos? ¡Me das risa!
A ver si en adelante no confundes
a la hembra y al macho, y denominas 850
pichona a aquélla, y pichono al macho.
FID. ¿Pichona la has llamado? ¿Conque ésas
son las cosas geniales que aprendiste
con esos energúmenos?
ESTR. No sólo;
muchas más aprendí; pero en seguida,
a causa de mis años, me olvidaba 855
de aquello que aprendía. Ponte en marcha;

30
vámonos ya. A ver si me complaces, 860
de igual modo que yo te complacía,
cuando eras pequeño. El primer óbolo
que gané de heliasta 51 —tú tenías
unos seis años, y aún balbuceabas—
lo usé para comprarte, en las Diasias,52
un carro de juguete.
FID. Con el tiempo 865
te vas a arrepentir de todo esto.
(Se marchan ambos.)

[CUADRO III]

(Exterior del Pensatorio.


Llegan Estrepsíades y Fidípides.)

ESTR. ¡Sócrates, sal!


(Sale Sócrates.)
Te traigo aquí a mi hijo;
me ha llevado un buen rato convencerlo.
SÓCR. Éste es un mozalbete; a buen seguro
que no está habituado a las alturas.53
FID. Tú sí que lo estarías si t’horcaran. 870
ESTR. ¡Calla, necio; no ofendas al maestro!
SÓCR. ¡«Si t’horcaran» ha dicho! ¡Qué risible
pronunciación la suya! ¡Qué manera
de torcer esos labios! ¿Y éste quiere
que yo le enseñe todo lo tocante
a la sentencia absolutoria, al acto
de citación a juicio y, sobre todo, 875
a la técnica del ruego persuasivo?54
¡A Hipérbolo un talento le ha costado
aprender todo eso! 55

51 Esto es, como jurado en un tribunal popular.


52 Fiestas dedicadas a Zeus.
53 Se refiere a la suspensión en el aire practicada en el Pensatorio.
54 Los términos usados son ἀπόφυσις δίκης, κλῆσις y χαύνωσις ἀναπειστηρία.
55 En el momento de representarse esta obra, Hipérbolo era uno de los dirigentes más radi-
cales del partido demócrata, a quien sus adversarios tachaban de demagogo. La enormidad de la
suma desembolsada, con la que Sócrates pretende ponderar la importancia de las materias refe-
ridas, supone a la vez una burla respecto a la capacidad intelectual del personaje en cuestión.

31
ESTR. No te inquietes
y enséñale, pues tiene grandes dotes.
De pequeñito, así de chiquitín, ya hacía
casas de barro, y fabricaba barcos
y carritos de cuero y, con las cáscaras 880
de granada, se hacía unas ranitas
que eran gran maravilla. Haz que aprenda
el argumento fuerte, sea el que sea,
pero también el débil, que triunfa
sobre el fuerte en las causas más injustas;
o, por lo menos, que aprenda a toda costa 885
el argumento injusto.
SÓCR. Por sí mismo
podrá aprenderlo ahora, que a los propios
Argumentos oirá. Yo me retiro.
(Sócrates entra en el Pensatorio.
Sale el Argumento Fuerte, disfrazado de gallo de pelea,
y habla dirigiéndose hacia el interior.)
ARG. FUERTE ¡Sal aquí de una vez; muéstrate al público
si tan valiente eres! 890
ARG. DÉBIL (Sale al escenario, disfrazado también él de gallo.)
Vamos, pues.
Más fácilmente acabaré contigo
ante una multitud.
ARG. FUERTE ¿Que tú conmigo
vas a acabar? Pues ¿quién te crees que eres?
ARG. DÉBIL Un argumento.
ARG. FUERTE ¡El Argumento Débil!
ARG. DÉBIL Lo cierto es que te venzo, aunque tú creas
ser más fuerte que yo.
ARG. FUERTE ¿Qué astucia empleas? 895
ARG. DÉBIL Uso nuevos principios que he inventado.
ARG. FUERTE Sí, eso está hoy de moda, por desgracia,
y la culpa es de todos estos necios.
(Señala a los espectadores.)
ARG. DÉBIL No son necios; son gente cultivada.
ARG. FUERTE ¡Te voy a destruir!
ARG. DÉBIL ¿Cómo lo harás?
ARG. FUERTE Diciendo lo que es justo. 900
ARG. DÉBIL Yo por tierra
voy a echártelo todo, refutándolo.

32
Para empezar, niego rotundamente
que exista la Justicia.
ARG. FUERTE ¿Que no existe?
ARG. DÉBIL Dime tú dónde está.
ARG. FUERTE ¡Junto a los dioses!
ARG. DÉBIL Si la Justicia existe, ¿cómo explicas
que Zeus, que encadenó a su propio padre, 905
no esté ya muerto?
ARG. FUERTE (A los espectadores.) ¡Me está poniendo enfermo!
¡Traed una palangana, que vomito!
ARG. DÉBIL Eres un viejo imbécil que chochea.
ARG. FUERTE Y tú un degenerado, un sinvergüenza…
ARG. DÉBIL ¡Me estás echando flores!
ARG. FUERTE Un bribón… 910
ARG. DÉBIL ¡Me coronas de lirios!
ARG. FUERTE ¡Parricida!
ARG. DÉBIL Me estás cubriendo de oro sin saberlo.
ARG. FUERTE En otro tiempo te habría sonado a plomo.
ARG. DÉBIL Pero hoy en día, todo eso son elogios.
ARG. FUERTE Eres un descarado.
ARG. DÉBIL Y tú, un antiguo. 915
ARG. FUERTE Por tu culpa no quieren los muchachos
ir a la escuela. Pero los atenienses
algún día sabrán qué es lo que enseñas
a toda esa caterva de insensatos.
ARG. DÉBIL Ni, aun siendo Crono, enseñarías a éste.
(Señala a Fidípides.)
ARG. FUERTE Sí que lo haría, si es cosa de salvarlo 930
y que no caiga en la charlatanería.
ARG. DÉBIL (A Fidípides.) Vente conmigo y deja a ese chalado.
ARG. FUERTE ¡No lo toques siquiera!
CORO ¡Basta ya!
¡Dejaos de peleas y de insultos! 935
(Al Argumento Fuerte.)
Di tú lo que enseñabas a los hombres
de otros tiempos.
(Al Argumento Débil.)
Y di tú en qué consiste

33
la nueva educación, para que éste,
después de oíros, pueda elegir escuela.
(Al Argumento Fuerte.)
Tú, que a los hombres antiguos inspiraste
tan hermosas costumbres, habla y dinos
de qué naturaleza estás provisto. 960
ARG. FUERTE Así lo haré. Diré en qué consistía
la educación antigua, en aquel tiempo
en que yo florecía proclamando
la justicia, y cuando la modestia
reinaba en las costumbres. Ante todo,
era preciso que un niño ni chistara.
A los de un mismo barrio se veía
marchar todos en fila, hacia la casa 965
del maestro de música, sin manto,
aunque la nieve cayera tan espesa
como la harina cernida en una criba.
Aprendían a cantar las melodías
recibidas en herencia de sus padres.
Si alguno hacía el payaso, o si soltaba
un gorgorito de los que están de moda 970
en estos días, era molido a golpes,
acusado de atentar contra las Musas.
Y tenían que sentarse en el gimnasio
juntando bien las piernas, de manera
que no dejasen ver nada excitante;56
y luego, al levantarse, era preciso
que allanasen la arena, procurando 975
que de su mocedad ninguna huella
a sus admiradores les dejaran.
Ningún niño se untaba con aceite
más allá del ombligo, y de igual modo
que en los melocotones, florecía
pelusilla y rocío en sus vergüenzas.
No se arrimaban a sus admiradores
poniendo una voz tierna, ni en los ojos 980
llevando una mirada insinuante.
No estaba permitido en los banquetes
que a los hombres mayores les cogieran

56 Literalmente, «nada cruel» (ἀπηνές), es decir, nada cuya visión atormentara al admirador
(ἐραστής) de un muchacho. Este y otros pasajes posteriores reflejan la pederastia vigente en la
sociedad ateniense de la época; no la homosexualidad, como erróneamente suele decirse: las rela-
ciones sexuales entre varones adultos (al menos por lo que se refiere al que en ellas desempeñaba
el rol pasivo) eran fuertemente censuradas socialmente, como muestran los calificativos que se
aplican más adelante a quienes las practicaban.

34
el rábano, o el apio, o el anís,
ni que fueran demasiado melindrosos
con la comida, ni soltar risitas,
ni que cruzaran una pierna sobre otra.
ARG. DÉBIL Todo eso no son más que antiguallas.
ARG. FUERTE Pues con esas antiguallas se educaron 985
todos aquellos héroes que vencieron
en Maratón.
(A Fidípides.)
Decídete, pues, joven,
por mí sin vacilar. Si así lo haces, 990
aprenderás a detestar el ágora
y las casas de baños. Todo aquello
que es vergonzoso, te dará vergüenza,
y te enfurecerás si alguien pretende
tomarte el pelo. Cederás tu asiento
a los ancianos; a quienes te engendraron
tratarás con respeto, y tu buen nombre
no habrás de permitir que se mancille. 995
No irás despendolado hasta la casa
de alguna bailarina, donde, estando
contemplando embobado el espectáculo,
te lance una manzana una putilla 57
que deje tu buen nombre en entredicho.
No tendrás malos modos con tu padre,
ni, diciendo que es más viejo que Jápeto,58
censurarás su edad, que ha permitido
que te criaras tú.
ARG. DÉBIL Si le haces caso,
¡por Dioniso!, muchacho, todo el mundo 1000
va a llamarte «el nenito de mamá».
ARG. FUERTE En los gimnasios, reluciente y fresco
como una flor, discurrirán tus días,
y no en el ágora, diciendo estupideces,
como hacen los jóvenes de ahora,
dejándote arrastrar por un asunto
maldidisputadorembrollicado.59
Bajando a la Academia,60 coronado 1005
con un ligero junco, junto a otro

57 Era un acto de insinuación o de provocación sexual.


58 Uno de los Titanes, padre de Prometeo y Epimeteo.
59 Traducimos así el término humorístico γλισχραντιλογεξεπιτρίπτον acuñado por Aristófanes.
60 El bosquecillo situado en las afueras de Atenas donde, unos treinta y cinco años más tarde,
Platón establecerá su escuela.

35
muchacho de tu edad, también juicioso,
pasearás por los olivos sacrosantos
en medio del perfume de los tejos,
del ocio y de las hojas desprendidas
de los álamos blancos, disfrutando
de un día primaveral, cuando los plátanos
y los olmos confunden sus murmullos.
Si me escuchas y sigues mis consejos, 1010
tendrás un pecho fuerte, piel morena,
anchas espaldas, una lengua corta,
las nalgas gruesas y el cipote justo.61
Pero si sigues las modas actuales, 1015
estarás pálido, tendrás hombros estrechos,
un pecho débil, una lengua larga,
un culo escaso, y una desmesurada…
proposición de ley.62 Lo vergonzoso
lo creerás aceptable, y todo aquello 1020
que es estimable, creerás que es vergonzoso,
y, para colmo, tampoco estarás falto
de las mariconadas de un Antímaco.63
CORO (Al Argumento Débil.)
Ahora te toca a ti; tú, que posees 1030
un arte tan sutil, es necesario
que nos vengas con cosas novedosas,
porque ha estado imponente tu adversario.
Le tendrás que oponer grandes razones
si quieres superarlo y que no seas 1035
motivo de irrisión.
ARG. DÉBIL Hace ya rato
que ardía de impaciencia, deseando
rebatir todos esos argumentos
con razones contrarias. Y el motivo
de que los pensadores me llamaran
el Argumento Débil fue, por cierto,
el que yo, por vez primera, a la justicia 1040
y a las leyes me atreví a contradecirlas.

61 Literalmente, «la polla pequeña» (πόσθη μικρά). Un falo grande era un atributo de los sátiros
y otros seres lujuriosos, opuestos al ideal griego de la moderación. Las pinturas de vasos y las
esculturas griegas representan siempre a los dioses y héroes con un pene pequeño, casi pueril (es
posible que la inclinación pederástica ejerciera alguna influencia sobre este ideal estético mascu-
lino, extendido a los varones adultos). Las nalgas gruesas forman parte también de ese mismo
ideal estético.
62 Aristófanes pretende causar un efecto cómico de sorpresa con un término muy distinto del
que se esperaba en antítesis con el pasaje anterior.
63 Nada sabemos de este personaje afeminado, que debía de ser bien conocido de los espectado-
res.

36
¿Y no vale un millón salir triunfante
cuando tus argumentos son los débiles?
(A Fidípides.)
Ahora vas a ver cómo refuto
la educación por la que él tanto aboga.
(Al Argumento Fuerte.)
Tú censuras que los jóvenes se pasen 1055
todo el día en el ágora. A mí, en cambio,
me parece elogiable; pues si fuera
algo perjudicial, jamás Homero
habría llamado a Néstor «agoreta»64
ni a otros sabios como él. Ahora pasemos
a lo del ejercicio de la lengua.
Tú lo desaconsejas; yo lo alabo.
Y afirmas, además, que la templanza
es un deber. ¡Otro consejo errado! 1060
Pues ¿cuándo has visto tú que la templanza
hiciera bien a nadie? A ver, dime.
ARG. FUERTE Pues si Peleo se casó con Tetis
fue en premio a su templanza.65
ARG. DÉBIL Pero ella
se le largó en seguida, abandonándolo,
porque no era fogoso, ni sabía
cómo ser cariñoso entre las mantas
toda la noche. A una mujer le gusta 1070
que le den marcha. Y tú eres solamente
un viejo penco.
(A Fidípides.)
Así pues, piensa, joven,
qué es lo que la templanza trae consigo
y de cuántos placeres te verías
totalmente privado: de muchachos,
de mujeres, de juegos, de festines,
de bebidas, de alegres carcajadas…
Si todo eso te falta, ¿te parece
que la vida sería digna de vivirse?

64 Así se llama a Néstor en Il, I 248 y IV 293, y a Peleo en Il. VII 126. La palabra viene a ser
sinónimo de «experto orador».
65 Peleo, rey de Ptía, en la Tesalia, y Tetis, diosa marina hija de Nereo, eran los padres de
Aquiles. Los dioses le concedieron a aquél como esposa a Tetis (aunque ésta se resistía a serlo) en
premio a sus cualidades. Según la versión más extendida, Tetis le fue dando varios hijos a Peleo,
pero éstos morían cuando la madre, tratando de hacerlos inmortales, los ponía al fuego con el fin
de eliminar su parte mortal. Cuando intentó hacer lo mismo con Aquiles, Peleo la descubrió,
arrancándole el niño de las manos, y ella abandonó al marido.

37
Vayamos a otro asunto. Supongamos 1075
que sufres un desliz: que te enamoras,
cometes adulterio y te descubren
en pleno acto. Estás perdido entonces
por faltarte el dominio del lenguaje.
Pero, si estás conmigo, ¡salta, ríe!;
¡que nada te parezca ignominioso!
Has sido sorprendido en adulterio:
di al marido que tú no eres culpable
de nada malo. Echa la culpa a Zeus: 1080
di que también él tuvo que rendirse
al poder del amor y las mujeres.
¿Y cómo tú, simple mortal, podrías
ser más fuerte que un dios?
ARG. FUERTE Y si el marido,
después de oírle, le mete por el culo
un rábano silvestre y lo depila
con ceniza caliente,66 ¿se te ocurre
algún axioma con el que demuestre
no ser un culiancho?67
ARG. DÉBIL ¿Y qué hay de malo 1085
en ser un culiancho?
ARG. FUERTE ¿Qué otra cosa
peor podría pasarle?
ARG. DÉBIL ¿Qué dirías
si también te derroto en este asunto?
ARG. FUERTE Me tendré que callar.
ARG. DÉBIL Pues bien, responde:
¿de dónde crees que salen los fiscales
del Estado?68
ARG. FUERTE De entre los culianchos.
ARG. DÉBIL ¿Y los autores trágicos? 1090
ARG. FUERTE También;
de entre los culianchos.
ARG. DÉBIL Muy bien dicho.
¿Y nuestros dirigentes populares?

66 Aunque la ley permitía al marido burlado matar al adúltero sorprendido en flagrante delito,
parece ser que algunos se conformaban con el castigo menos dramático (y más sofisticado y
vergonzante) al que aquí se refiere Aristófanes.
67 εὐρύπρωκτος, literalmente «ano ensanchado», sinónimo de «marica» (κίναιδος).
68 Se refiere exactamente a los sinégoros (συνήγοροι), una especie de fiscales nombrados para
que apoyaran al acusador particular que había presentado una denuncia contra alguien por un
delito contra el Estado. Se trataba de personajes muy poco populares.

38
ARG. FUERTE De entre los culianchos.
ARG. DÉBIL ¿Te das cuenta
de que lo que decías no tenía 1095
ningún sentido? Y los espectadores
que están aquí, ¿a ti qué te parece
que son la mayoría?
ARG. FUERTE Voy a ver.
(Se pone una mano sobre los ojos a modo de visera
y va contemplando los rostros de los espectadores.)
ARG. DÉBIL Y bien, ¿qué es lo que opinas?
ARG. FUERTE ¡Por los dioses!
¡Hay una mayoría de culianchos!
(Señala a algunos espectadores.)
A ése lo conozco, y a aquel otro,
y al melenudo que está allí sentado. 1100
ARG. DÉBIL ¿Y qué dices, entonces?
ARG. FUERTE ¡Me has vencido!
¡Ay, maricones,69 me paso a vuestro bando!
(Entra en el Pensatorio.)
ARG. DÉBIL (A Estrepsíades.)
Y bien, di: ¿qué prefieres, 1105
llevarte a este hijo tuyo
o que le enseñe a hablar?
ESTR. Yo quiero que le enseñes,
lo disciplines y lo temples bien:
afínale una parte de la boca
para causas menores,
y adiéstralo en el uso de la otra
para los pleitos de mayor cuantía. 1110
ARG. DÉBIL No te preocupes; cuando te lo devuelva
será un hábil sofista.
FID. ¡Pálido, no lo dudo; y desdichado!
(Entran todos en el Pensatorio.)

69 κινούμενοι («meneados», «traqueteados»), término emparentado con κίναιδος (véase la nota


67).

39
[ACTO III]
[CUADRO I]

(Exterior del Pensatorio.


Llega Estrepsíades con un saco de trigo.)
ESTR. Aún faltan cinco días, luego cuatro,
después tres, luego dos, y a toda prisa
llega el día que más temo, el que aborrezco:
el primero de mes. Todos aquellos 1135
a los que debo algo, me aseguran
que van a denunciarme, a destruirme
y aniquilarme. Y yo sólo les pido
algo pequeño y justo: «Buen amigo,
no pretendas cobrarte ahora tal suma;
perdóname tal otra, dame tiempo
para pagar aquélla.» Pero dicen 1140
que así no cobrarán lo que les debo.
Y me tachan de pícaro y me injurian,
y me amenazan con llevarme a pleito.
Pero ahora ya pueden demandarme:
no me importa, con tal de que Fidípides
haya aprendido a manejar la lengua.
Pronto voy a saberlo
llamando al Pensatorio. ¡Eh, muchacho!
¡Eh, muchachito!
(Abre la puerta Sócrates, que sale al exterior.)
SÓCR. Te saludo, Estrepsíades. 1145
ESTR. Y yo también a ti; pero, ante todo,
toma esto, porque sus honorarios
hay que dar al maestro.
(Le entrega el saco de trigo.)
Bueno, dime
si ya aprendió mi hijo el argumento
ese tan jaleado; hablo del joven
que ha ingresado en tu escuela hace muy poco.
SÓCR. Lo ha aprendido, en efecto.
ESTR. ¡Bravo por ti, Engañifa, 1150
reina del mundo entero!
SÓCR. El pleito que tú quieras
podrás ganarlo siempre.
ESTR. ¿Aunque hubiera testigos
cuando tomé prestado?

40
SÓCR. Aunque hubiera diez mil.
ESTR. (A los espectadores.)
Gritaré en alta voz: «¡Venga, acreedores, 1155
poneos a llorar: estáis perdidos,
vosotros, lo prestado, vuestros réditos
y el interés compuesto!
Ya no me vejaréis, porque mi hijo
se educó en esta escuela
y ahora tiene una lengua de dos filos. 1160
Él es mi defensor, mi baluarte,
el azote de quienes me demandan.
Él va a librarme de infinitas penas.» 1165
(A Sócrates.)
Ve y llámalo, que quiero verlo pronto.
(Sócrates entra en el Pensatorio.)
¡Hijo mío! ¡Criatura! ¡Ven conmigo!
(Vuelve a salir Sócrates acompañado de Fidípides.)
SÓCR. Aquí está el mozo.
ESTR. (A Fidípides.) ¡Querido! ¡Queridito! 1170
SÓCR. Puedes marcharte y llevártelo contigo.
(Entra en el Pensatorio.)
ESTR. (A Fidípides.)
¡Cuánto me alegra ver la palidez
de tu semblante! Se ve bien a las claras
qué negador te has vuelto, qué imparable
contradictor. La frase «¿Qué respondes?»70
se percibe en tu rostro, y la apariencia
de ser tú el ofendido, cuando eres 1175
el que ofende y maltrata. Y en tus ojos
destella esa mirada descarada
de los hombres del Ática.71
Sálvame ahora, tú que me perdiste.
(A los espectadores.)
Desgraciados, ¿qué hacéis ahí sentados 1200
como idiotas? Vosotros sois la presa
de nosotros los sabios: simples piedras,
un número, una masa, un rebaño
de inútiles borregos, unas ánforas
amontonadas. No tengo más remedio

70 Usada habitualmente en los juicios para desconcertar o retar al oponente.


71 «Mirada ática» era sinónimo de desvergüenza.

41
que, en mi honor y en el de éste, hacer ahora 1205
un canto de alabanza:
«¡Oh, Estrepsíades!
¡Dichoso tú, porque naciste sabio
y has criado a un muchacho tan excelso!»
Así dirán amigos y paisanos,
recomidos de envidia cuando vean
lo felizmente que llevas nuestros pleitos. 1210
Pero vamos a casa, que voy a darte
un buen banquete.
(Se marchan los dos.)

[CUADRO II]

(Exterior de la casa de Estrepsíades.


Llega un acreedor acompañado de un testigo.)
1er ACREEDOR. ¿Debe un hombre sacrificar sus bienes?
¡De ningún modo! Debí sentir entonces
mucha menos vergüenza,72 y no estaría
en este trance ahora. Por testigo
no tengo más remedio que traerte,
y me voy a enemistar con un paisano.
(Elevando la voz.)
¡Cito a juicio a Estrepsíades…!
(Sale Estrepsíades de su casa.)
ESTR. ¿Qué es lo que me reclamas?
1er ACR. Doce minas
que te presté para el caballo tordo. 1225
ESTR. ¿Un caballo?
(A los espectadores.)
¿Pero oís bien lo que dice,
vosotros, que sabéis cuánto aborrezco
la equitación?
1er ACR. ¡Juraste por los dioses
devolverme el dinero!
ESTR. Sí, ¡por Zeus!;
pero es que mi Fidípides, entonces,
no dominaba el argumento débil.
1er ACR. ¿Y ésa es razón para negar la deuda? 1230

72Se refiere a que, cuando Estrepsíades le pidió prestado dinero, por vergüenza no se lo quiso
negar.

42
ESTR. ¿Qué provecho, si no, podría sacarle
a sus estudios?
1er ACR. Y di, ¿te atreverías
a negarla, jurando por los dioses
ante el altar que yo te señalara?
ESTR. ¿Por los dioses? ¿Qué dioses?
1er ACR. Zeus, Hermes
y Posidón.73
ESTR. ¡Claro que sí! ¡Y, encima,
añadiré tres óbolos, tan sólo
por el gusto que tengo en que me lleves 1235
a prestar juramento!
1er ACR. ¡Por el gran Zeus y todas las deidades,
que no te burlarás de esa manera!
ESTR. Tus dioses me dan risa. ¡El Zeus ese 1240
por quien juras, provoca carcajadas
en la gente instruida!
1er ACR. ¡Algún día has de pagar por esto!
Pero dime si vas a devolverme
o no el dinero, a fin de que me vaya.
ESTR. Ten paciencia; en seguida te contesto. 1245
(Entra en su casa.)
1er ACR. (Al testigo.)
¿Qué piensas que va a hacer? ¿Me pagará?
(Estrepsíades sale de la casa con un almirez.)
ESTR. ¿Dónde está el que la deuda me reclama?
A ver, dime: ¿qué es esto?
1er ACR. Un almirez.
ESTR. ¿Y cómo tú, siendo tan ignorante,
te atreves a pedir que te devuelva
ese dinero que me habías prestado?
No pienso dar ni un óbolo siquiera 1250
a quien llama almirez al almirezo.
1er ACR. ¿Conque no pagarás?
ESTR. No, que yo sepa.
¿A qué esperas para salir zumbando?
1er ACR. Ya me voy; pero escucha lo que digo:
que me muera aquí mismo si al instante

73 En los pleitos por deudas, la ley establecía que el demandante podía elegir el altar o san-
tuario ante el que el demandado que negaba la deuda, o que discrepaba de la cantidad adeudada,
debía prestar juramento. El juramento se solía prestar invocando a tres dioses.

43
no corro a demandarte y deposito 1255
la caución necesaria.
ESTR. (Mientras se alejan el acreedor y el testigo.)
¡Una pérdida más que añadirías
a esa otra suma de las doce minas!
De todos modos, lamento que te pasen
estas cosas por ser tan ignorante
y llamar almirez al almirezo.
(Estrepsíades está a punto de entrar en su casa
cuando llega un segundo acreedor.)
2º ACREEDOR. ¡Eh, tú, Estrepsíades, devuélveme el dinero!
¡Si no, por Hermes, que voy a citarte a juicio!
ESTR. A ver, dime, ¿qué crees: que, cuando llueve,
hace Zeus que caiga un agua nueva, 1280
o que es el sol el que hace que se eleven
las mismas aguas de anteriores lluvias?
2º ACR. Ni lo sé, ni me importa.
ESTR. ¿Y crees que es justo
devolverle el dinero a quien no sabe
ni una palabra de meteorología?
2º ACR. Si estás algo apurado, dame al menos 1285
el interés.
ESTR. ¿Y qué criatura es ésa?
2º ACR. ¿Qué va a ser? No es sino que el dinero,
mes a mes, y día a día, va aumentando
conforme pasa el tiempo.
ESTR. Lo expresaste muy bien. Pero contesta:
¿crees que ahora es el mar mucho más grande? 1290
2º ACR. No, ¡por Zeus!; es igual de grande
que lo era antes. Sería inconveniente
que aumentara.
ESTR. ¿Y cómo, miserable,
si el mar no aumenta, a pesar de todos
los ríos que a él afluyen de continuo,
pretendes tú que aumente tu dinero? 1295
¡Ve y cítate a ti mismo, pero lejos
de esta casa!
(Al interior de la casa.)
¡Dadme una estaca, pronto!
(El acreedor se va corriendo y Estrepsíades vuelve a entrar en su casa.
Sale el Coro y se dirige a los espectadores.)

44
CORO. ¡Ya veis qué fácil es aficionarse
a obrar mal! Resulta que este viejo
ya le ha tomado gusto, y ahora quiere 1305
verse libre del pago de sus deudas.
Mas será inevitable que le ocurra
a este sofista algo que, en castigo
de sus maquinaciones, lo convierta 1310
en víctima de un mal inesperado.
Me parece que ha de lograr muy pronto
aquello que hacía mucho que anhelaba:
que su hijo sea diestro defendiendo
opiniones en contra de lo justo, 1315
de manera que siempre venza a todos
aun defendiendo las más innobles causas.
Pero, cuando eso ocurra, es muy probable
que encuentre preferible que su hijo 1320
hubiera sido mudo.
(Estrepsíades sale precipitadamente de su casa pidiendo auxilio.
Detrás de él sale Fidípides en actitud insolente.)
ESTR. ¡Ay! ¡Ay de mí! ¡Vecinos, parentela,
paisanos míos, venid a socorredme
con todos vuestros medios! ¡Me apalean!
¡Ay, mi pobre cabeza y mis quijadas!
(A Fidípides.)
¡Pero es que te atreves, miserable, 1325
a pegarle a tu padre!
FID. Lo confieso.
ESTR. ¡Canalla! ¡Parricida! ¡Criminal!
FID. Repíteme otra vez esos insultos
y puedes añadirles cuantos quieras.
¡No sabes tú qué gran placer me invade
al oírte esas palabras injuriosas!
Y ¡por Zeus!, que voy a demostrarte 1330
que, al pegarte, he obrado justamente.
ESTR. ¡Grandísimo canalla! ¿Acaso puede
ser cosa justa golpear a un padre?
FID. Lo pienso demostrar, y convencerte
con mis palabras.
ESTR. ¿Que vas a convencerme
tú a mí de eso?
FID. Lo haré perfectamente 1335
y del modo más fácil. Venga, elige,

45
de los dos argumentos, el que quieres
sostener tú.
ESTR. ¿De qué argumentos hablas?
FID. Pues del fuerte y del débil, por supuesto.
ESTR. ¡Oh, por Zeus, hijo mío, ciertamente
te habré enseñado a ser de la justicia
un buen contradictor si me persuades
de que es justo y es bueno que a su padre 1340
le pegue un hijo!
CORO. A ti te corresponde 1345
hallar, ¡oh anciano!, el modo necesario
de dominar al mozo. Mas conviene
que le digas ya al Coro por qué causa
empezó la reyerta.
ESTR. Voy a contaros
cuál ha sido el motivo de que ambos
hayamos disputado. Ya sabéis
que estábamos de fiesta. Yo le dije
que tomase la cítara y cantara 1355
alguna pieza de las de Simónides.74
Pero él me dijo que era una antigualla
lo de tomar la lira en sobremesa
y ponerse a cantar como mujeres
que muelen la cebada.
FID. ¿No tendría
que haberte golpeado y pateado
en ese mismo instante, por pedirme
que te cantase, como si a tu mesa 1360
hubieras convidado a una cigarra?
ESTR. Eso es lo mismo que me dijo en casa.
Y, tocante a Simónides, sostuvo
que era muy mal poeta. Yo, al principio,
me logré contener, mas con esfuerzo.
Entonces le pedí que, por lo menos,
con un ramo de mirto entre las manos,
unos versos de Esquilo recitara.75 1365
Y él replicó: «Precisamente, a Esquilo
lo tengo yo por el primer poeta:
en cuanto a estrepitoso, incongruente,
grandilocuente y muy vociferante.»

74Poeta lírico de fines del siglo VI y principios del V, considerado pronto un autor clásico.
75Era costumbre entre los participantes en un συμπόσιον tomar una rama de mirto o de laurel
cuando cantaban sin acompañarse de un instrumento.

46
Podéis imaginar cómo, de ira,
se me saltaba el corazón; mas pude
contenerme y decirle: «Pues recita
algo moderno… ¡una de esas cosas
tan geniales que escriben hoy en día!» 1370
Y él, entonces, se puso a recitarme
un pasaje de Eurípides, en donde
con una hermana, ¡horror!, folla un hermano.76
Esta vez ya no pude contenerme:
lo cubrí de denuestos y, en seguida,
como era de esperar, intercambiamos
insulto tras insulto, hasta que, al cabo, 1375
se lanza sobre mí y me da de palos,
me patea, me ahoga y me destroza.
FID. ¿No era justo, por no elogiar a Eurípides,
el más genial poeta?
ESTR. ¿El más genial?
¡Ah, grandísimo…! ¡No sé cómo llamarte,
pues volverías a darme una paliza!
FID. Y, ¡por Zeus!, sería justo que lo hiciera.
ESTR. ¿Cómo que justo? ¡A mí, desvergonzado, 1380
a mí, que te crié y que adivinaba
lo que balbuceando me pedías!
Tú decías ba-buá, y yo, en seguida,
acudía a ti con un vaso de agua;
y un buen trozo de pan tenías al punto
al escuchar que me pedías yam-yam.
Me decías ca-ca, y yo, inmediatamente,
con gran premura te sacaba al patio. 1385
Pero tú, hace un momento, cuando estabas
estrangulándome, aunque yo gritaba
y chillaba diciendo que seguro
que iba a hacérmelo encima, no quisiste
tomarte, gran canalla, la molestia
de sacarme hasta el patio. Tú seguiste
apretándome el cuello, hasta que, al cabo,
me hice ca-ca allí mismo. 1390
CORO. (A los espectadores.)
Me parece que, lleno de impaciencia,

76 Aristófanes acostumbra a tomar a Eurípides como representante de la poesía moderna a la


hora de hacer a ésta objeto de sus burlas. En Las Ranas lo presenta en el Hades disputando con
Esquilo —representante de la poesía antigua— sobre sus respectivos méritos. La obra aquí
aludida es el Eolo (hoy perdida), y los hermanos en cuestión son Macareo y Cánice, hijos de Eolo;
según el mito, cuando se descubrió su relación incestuosa (de la que habían tenido un hijo) Maca-
reo se suicidó, y Eolo obligó a Cánice a hacer lo mismo.

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el corazón de los jóvenes palpita
deseando escuchar qué dice el hijo.
Pues si luego de haberse comportado
del modo en que lo hizo, lo convence
de que estuvo bien hecho,
por la piel de los viejos ni un comino 1395
me atreveré yo a dar.
(A Fidípides.)
Ahora te toca a ti, ¡oh promotor
y ejecutante de palabras nuevas!,
encontrar argumentos convincentes
que tu acción justifiquen.
FID. ¡Qué agradable
servirse de ingeniosas novedades
y poder despreciar lo establecido! 1400
Cuando sólo pensaba en los caballos
no podía pronunciar ni tres palabras
seguidas sin temor a equivocarme;
pero ahora, en cambio, desde que este hombre
hizo que abandonase todo eso
y que me habituara a las sutiles
divagaciones, a los raciocinios
y a las cavilaciones, sé que puedo
probar con argumentos convincentes
que es justo castigar al propio padre. 1405
ESTR. Es mejor, en tal caso, que prosigas
cultivando tu afición a los caballos.
¡Prefiero mantener una cuadriga
a ser molido a golpes!
FID. En el punto
en que has interrumpido mi discurso
lo vuelvo a reanudar, y te pregunto:
¿me pegaste tú a mí cuando era niño?
ESTR. Sí que lo hice; y es porque te quería 1410
y estaba preocupado por tu bien.
FID. Y di: ¿no será justo que yo ahora,
preocupado por ti, también te pegue,
ya que pegar a uno es preocuparse
por su bien? ¿Acaso es razonable
que tu cuerpo se vea libre de azotes
pero el mío no? También yo nací libre.77
«Lloran los hijos, ¿no ha de llorar el padre?»78 1415

77 Según la ley, sólo los hijos y los esclavos podían ser golpeados.
78 Parodia de un verso de Eurípides (Alc. 691).

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Tú dirás que es costumbre que ese trato
se reserve a los niños; pero a eso
diré que la vejez no es otra cosa
que una segunda infancia; y luego añado
que hay que considerar más razonable
que hayan los viejos de llorar sus culpas
y no los jóvenes, puesto que sus faltas
son menos excusables.
ESTR. ¡Mas no admite 1420
la ley en modo alguno que se trate
de esta manera a un padre!
FID. ¿No era un hombre
como tú y como yo, el que al principio
estableció esa ley, y a los antiguos
persuadió con palabras a aceptarla? 79
¿Acaso tengo yo menos derecho
a dictar otra ley, por la que puedan
en adelante responder los hijos
con golpes a sus padres? Condonamos
todos los golpes que hayamos recibido 1425
antes de promulgarse esta ley nueva,
y otorgamos a los padres que el maltrato
que de ellos padecimos quede impune.
Mira los gallos, cómo se revuelven
contra sus padres; sin embargo, dime:
¿en qué se diferencian de nosotros
salvo en el hecho de no dictar decretos?

ESTR. Pues, si se trata de imitar al gallo, 1430


¿por qué no comes tú también estiércol
y duermes en un palo?
FID. No es lo mismo,
querido padre mío; ese argumento
es seguro que no lo admite Sócrates.
ESTR. Lo justo es que sea yo el que te castigue,
y tú a tu hijo, si alguna vez lo tienes.
FID. Pero si no lo tengo, yo habré entonces 1435
llorado en vano, y tú irás a la tumba
riéndote de mí.
ESTR. (A los espectadores.) Amigos míos,
los que sois de mi edad: en verdad creo
que lo que dice es justo, y me parece

79 El origen convencional y no natural de las leyes humanas era tema común entre los sofistas.

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que a estos muchachos debemos concederle
lo que es equitativo. Es razonable
que hayamos de llorar también nosotros
cuando no obramos bien.
FID. Escucha ahora
esta otra conclusión.
ESTR. (Aterrado.) ¡Soy hombre muerto! 1440
FID. Quizá, después de todo, no lamentes
verte tratado del modo en que lo has sido.
ESTR. ¿Qué pretendes decirme? Venga, explica
qué ventaja voy a obtener de esto.
FID. Igual que a ti, le pegaré a mi madre.
ESTR. ¡Pero cómo! ¡Qué dices! ¡Ésa es una
maldad mucho más grande!
FID. ¿Qué dirías
si logro convencerte, utilizando 1445
el argumento débil, de que es justo
maltratar a la madre?
ESTR. ¿Qué diría?
¡Que si haces eso, no habría inconveniente
en que te arrojes al Báratro80 con Sócrates 1450
y el Argumento Débil!
(Al Coro.)
Esto, Nubes,
me ocurre por vosotras; porque quise
dejar en vuestras manos mis asuntos.
CORO. En modo alguno; tú eres el culpable
de cuanto te sucede, por haberte
echado en brazos de las malas obras. 1455
ESTR. ¿Por qué no me advertisteis previamente
en lugar de incitar a un campesino,
a un pobre viejo?
CORO. Obramos de este modo
cuando vemos que al mal alguien se inclina,
y lo hundimos de lleno en la desgracia, 1460
para que aprenda así a sentir respeto
por los dioses.

80 Se trataba de una profunda sima o barranco (βάραθρον) situado al suroeste de Atenas, cerca
de la parte exterior de la muralla. En él eran precipitados los condenados a muerte por ciertos
crímenes; más tarde dejó de usarse como medio de ejecución y se utilizó solamente para arrojar a
él los cadáveres de criminales ejecutados mediante algún otro procedimiento.

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ESTR. ¡Ay! Duro es el castigo,
¡oh, Nubes!, pero justo. No he debido
intentar evitar con malas artes
el pago de mis deudas.
(A Fidípides.)
Pero ahora,
queridísimo hijo, ven conmigo.
Acabemos con el bribón de Querefonte 1465
y con Sócrates, por habernos engañado.
FID. Yo no debo dañar a mis maestros.81
ESTR. Sí, sí; es tu deber. «Guarda respeto
a Zeus Paternal.».82
FID. (A los espectadores.)
¿Habéis oído?
¡A Zeus Paternal!
(A su padre.)
¡Qué antiguo eres!
¿Hay acaso algún Zeus?
ESTR. Sí, lo hay. 1470
FID. No; no lo hay. Quien reina es Torbellino,
que ha destronado a Zeus.
ESTR. (Absorto y hablando para sí.) No es verdad,
aunque antes lo creyera.
FID. Sigue ahí
desvariando y diciendo necedades. 1475
(Se marcha.)
ESTR. ¡Ay, qué locura! ¡Ya veo lo trastornado
que estaba yo cuando negué a los dioses,
por culpa de ese Sócrates!
(Llama a un criado.)
¡Ven, Jantias, 1485
sal aquí!
(Sale el criado.)
Trae pronto una escalera
y un azadón, y luego ve al tejado
del Pensatorio. Si aprecias a tu amo,

81 Fidípides le recuerda ahora a su padre el reproche que éste le hizo cuando fue presentado a
Sócrates. Cabe pensar también que Aristófanes esté aquí subrayando el contraste entre la leal-
tad de los jóvenes hacia los maestros que los han descarriado y el poco respeto que por otra parte
muestran hacia sus padres.
82 Estas palabras de Estrepsíades parecen ser una cita de alguna tragedia desconocida.

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sacúdele bien fuerte, hasta que logres
derrumbarles la casa encima de ellos.
(Se marchan Estrepsíades y el criado.)

[CUADRO III]

(Exterior del Pensatorio. El criado de Estrepsíades


ha subido al tejado y ha comenzado a destruirlo. Llega Estrepsíades.)

ESTR. ¡Dadme una tea encendida, porque quiero 1490


que paguen todo el daño que me han hecho
los muy presuntuosos!
(Un criado da a Estrepsíades una antorcha
y éste sube con ella al tejado y empieza a incendiarlo.)
DISCÍPULO. (Desde el interior.) ¡Ay! ¡Socorro!
ESTR. ¡Ahora te toca a ti, antorcha mía,
lanzar una brillante llamarada!
DISC. (Asomándose.)
¡Eh, tú! ¿Qué estás haciendo?
ESTR. ¿Que qué hago? 1495
Estoy dialectizando 83 con las vigas
de esta casa.
DISC. ¡Que nos vas a matar!
¡Ay, que nos mata!
ESTR. Eso pretendo, si el azadón no falla, 1500
o si antes no me caigo y me desnuco.
SÓCRATES. (Asomándose a la ventana y mirando hacia arriba.)
¡Eh, tú, el del tejado! ¿Qué diantre
estás haciendo?
ESTR. (Con tono solemne.) «Estoy surcando el aire
e inspeccionando el sol.»84
SÓCR. (Tosiendo.) ¡Desdichado de mí! ¡Voy a asfixiarme!
DISC. (Asomándose.)
¡Y yo, pobre de mí, me voy a abrasar! 1505
ESTR. ¿Quién os mandó mofaros de los dioses
y estudiar el trasero de la luna?

83 Aristófanes crea el término humorístico διαλεπτολογοῦμαι a partir de λεπτολογεῖν («decir


sutilezas») y de διαλέγεσθαι.
84 Estrepsíades parodia las palabras de Sócrates cuando éste estaba suspendido en el aire.

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(A su criado.)
¡Sigue, arranca, destroza; continúa
por mil motivos, pero, sobre todo,
sabiendo que agraviaban a los dioses!
CORO. Y a nosotras
sacadnos ya de aquí, porque bastante 1510
ha hecho el Coro por hoy.

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